La ensefianza de
la plastica y
las interacciones
entla-sa'la
MARIANA SPRAVKIN
En las diltimas décadas se han producido importan-
tes modificaciones en el escenario politico, econd-
mico, social y cultural de nuestro pais y del mundo.
A la vez se han ido profundizando los conocimientos
sobre el ensefiar y el aprender fruto de la investiga-
cién y del desarrollo de la pedagogia y de las
didacticas especificas. Asi, la escuela se ve desafia-
da por las demandas de un mundo cambiante a las
que aspira a responder con plasticidad.
Esta perspectiva ha establecido la necesidad de re-
pensar la dimensién social de la escuela, sus objeti-
vos y los alcances de cada una de las disciplinas
que forman parte de su curriculo.
Como disciplina escolar, la plastica transit6 profun-
das revisiones de los diferentes aspectos que hacen
a su ensefianza, La escuela infantil se vio compro-
metida en este proceso y los cambios por los que
atraviesa la plastica en el jardin implican una revi-
sion del sentido y las modalidades del ensefiar, in-
terpelando algunas concepciones y practicas muy
arraigadas en la tradicion de las salas.
Me propongo reflexionar aqui sobre algunas de esas
practicas que forman parte de una suerte de
“folclore” de la plastica en el nivel inicial y que
como tal se reproducen monoliticamente. Més alld
de lo anecdético de la escena escolar, me interesa
analizar algunas situaciones de sala arquetipicas y
los supuestos que subyacen a ellas.‘“Quienes nos desempefiamos en el
Ambito educativo tendemos a considerar
a la escuela como un contexto natural.
Cuando.nos encontramos inmersos
en las preocupaciones, marchas y
contramarchas de la vida cotidiana
en las escuelas, solemos perder la
perspectiva acerca del grado de
artificialidad de muchas de las précticas
en las que estamos incluidos. Perdemos
a perspectiva hist6rica del sistema
escolar como un dispositive que produce
formas particulares de organizar la
cultura, Ia experiencia cotidiana de los
nifios y jévenes y nuestro propio trabajo.”
Flavia Terigi
Antes de avanzar en el tema cen-
tral de este texto, quisiera
enfatizar que el espiritu que lo
alienta esta lejos de desconocer la
diversidad de practicas de ense-
flanza que coexisten y que, en mu:
chos casos, se hacen eco de nue-
vos puntos de vista, virajes y cam-
bios cualitativos en el planteo de
situaciones de aula.
No obstante, también, en muchos
casos, se puede observar la persis-
tencia de rutinas escolares que
poco tienen que ver tanto con la
practica social del arte como con
el tipo de practica escolar expresa-
da formalmente en el curriculo.
“Podriamos decir que las précticas
escolares suelen proponer artefactos,
en el sentido de invenciones genera-
das por las propias practicas escola-
res cuyo sentido no parece apoyarse
en algdn referente extramuros.»!
Artefactos naturalizados por la
fuerza de la tradicién, ante los que
perdemos de vista que han sido
originados por la escuela y ha sido
la escuela misma lla que les dio el
sentido que hoy tienen. Concepcio-
nes que se han ido convirtiendo en
mitos y, como tales, llegana ~
«transformarse en una conviccién
similar a una ‘verdad sagrada’, ala
que se le otorga crédito 0 fe y que no
admite cuestionamientos”.?
Rutinas, artefactos 0 mitos, en
cualquier caso nos muestran la
necesidad de revisar algunas si-
tuaciones de ensefianza de la plas:
tica en la sala para comprender las
interacciones que promueven y es-
tablecer de qué manera inciden en
los procesos de aprendizaje.
Propuestas e
interacciones en ronda
La escuela es un espacio
propositivo en el que el docente,
muy frecuentemente, lleva la voz
cantante. Y todo aquello que se
propone da lugar a distintas
interacciones de los nifios con el
docente, con sus compafieros, con
un determinado conjunto de ideas,
de conocimientos y de objetos ma-
teriales de diversa indole.
Las rondas de intercambio suelen
ser el espacio privilegiado para for-
malizar todo tipo de propuestas.
Todos sentados en circulo, los ni-
oj A vatispid pj 2p ozunyasua 07
jos oj ua sauo}20s94u!La Educacién en los primeros afios /51
fios suelen ser convocados por ta:
reas tan diversas como comenzar
la jornada, intercambiar comenta-
rios, conocer las distintas tareas
que van a desarrollarse o darles un
cierre, etcétera
Es frecuente que también las pro-
puestas de plastica comiencen y
terminen con una ronda en la que
la docente, de distintas maneras,
presenta la tarea a realizar o efec-
tda un cierre de ella. De los mialti:
ples aspectos relacionados con la
plastica centraré el andlisis en “las
interacciones en ronda” miradas
desde el punto de vista de quien
ensefia y a propésito de aperturas,
cierres, formulacién de preguntas y
consignas.
{Qué se va a plantear en la ronda?
iQué es lo que se espera de ellas, a
qué se apunta por parte del docen-
te? Estos momentos de presenta-
cién y cierre no son meramente un
“antes” o el “después” de la pro:
duccién plastica, sino que constitu
yen una parte sustancial de la pro-
puesta didactica misma, ya que los
planteos que en ella se hagan pro:
moverén determinadas
interacciones por parte de los
alumnos.
Si bien una parte de lo que sucede
en las rondas de intercambio es de
alguna manera imprevisible, en
tanto desconocemos lo que los ni-
fos van a decir, esto no quiere de-
cir que la maestra no deba tener
pensado qué es lo que va a plan:
tear, sobre qué quiere centrar la
atencién de sus alumnos, qué pre-
guntas 0 comentarios quiere reali-
zar, més alld de las intervenciones
espontaneas de los mismos niftos.
Las proposiciones que el docente
formula se expresan en consignas
de trabajo. Puede decirse que una
consigna es la enunciacién que
hace el docente con el fin de
explicitar la tarea y su encuadre; es
un elemento de comunicacién entre
docente y alumnos que permitiré el
paso de aquello que la maestra trae
planificado a un hacer concreto por
parte de los nifios.
Las consignas “recortan” algiin co:
nocimiento sobre el que se va a
trabajar y proponen determinados
quehaceres con él.
Para elegir un camino
necesito saber a dénde voy.
Acerca de las consignas
de apertura
Cuando de pléstica se trata, habi-
tualmente parece mas importante
pensar en la actividad a proponer
que en el modo en que se va a
plantear a los nifios. La consigna
minimiza su importancia si la con-
cebimos solamente en términos de
lo “que hay que hacer”; pero la
cuestién cambia si entendemos
que es la consigna la encargada de
establecer el néicleo de la tarea enrelaci6n con los conocimientos
que se van a poner en juego y su
vinculacién con las tareas que se
proponen.
Muchas veces, las consignas que
dan lugar a las actividades de pro-
duccién plastica oscilan entre un
alto grado de ambiguedad y una
serie de “instrucciones” que, a
modo de los pasos de una receta,
los alumnos deberan cumplir con
mérgenes de eleccién poco signifi-
cativos.
Veamos algunos ejemplos del pri-
mer caso:
“Vamos a probar hacer cosas con
arcilla.”
"Cada uno puede usar la hoja como
mds le guste.”
Formulaciones parecidas a éstas
manifiestan un grado alto de im-
precision; si la consigna plantea
como un punto de partida para
interacciones a propésito de un
determinado recorte del conoci-
miento, en este caso tanto lo uno
como lo otro resultan
desdibujados.
Es probable que esto suceda por-
que la situacién de ensefianza es
poco precisa para la misma docen-
te y no tiene claro qué esté plan.
teando ni tampoco con qué objeti
vo. En otros casos, puede respon:
der a un deseo de que los nifios
acttien con libertad, suponiendo,
erréneamente, que mayores preci-
siones podrian “interferir 0 coartar
la expresién propia del nifio”, res-
pondiendo a una postura
“conductista”.
No profundizaremos aqui en estos
conceptos, sefialaremos en cambio
que no es lo mismo una consigna
abierta o amplia que una consigna
labil y que la vaguedad en las con-
signas no es una manifestacién del
respeto por la expresién infantil
sino de la indefinicién de la pro
puesta de ensefianza. Una consig-
na que contenga precisiones no
implica necesariamente una postu-
ra rigida, una situacién
homogeneizadora o la restriccién a
la situacién expresiva personal
Volviendo a los ejemplos, si mode-
lar con arcilla tiene por propésito
dar conocer este material por pri
mera vez, habra que anunciar a los
chicos que éste es el objetivo de la
actividad, sefialando que pongan
atencién a sus caracteristicas, ya
que es diferente a otros que cono:
cen (por ejemplo, la plastilina o la
masa de sal) y anticipando que des-
pués comentarén entre todos en qué
se parecen y en qué son distintos, si
con la arcilla se puede hacer otro
tipo de formas, eteétera.
En este caso, lo que se hace me-
diante la consigna es relacionar
lo nuevo (la arcilla y sus caracte-
Bjps 0] ua souosz20J94u1 so] X v914s9/d 0] ap ozUDYasue 0410
La Educacién en los primeros altos /51
.risticas) con lo ya conocido
(plastilina, masa de sal), estable-
ciendo no sélo los saberes pre-
vios que van a servirles a los ni-
fios como factor de comparacién,
sino también poniendo de mani-
fiesto una secuenciacién en la orga:
nizacién de sus experiencias.
Aclarar que hay “poner atencié:
a las acciones y sus resultados
no sélo anticipa una posterior
propuesta de sistematizacién del
proceso exploratorio, sino que
crea las condiciones para que
pueda realizarse.
En cambio si, por ejemplo, los ni
fios ya conocen la arcilla y la inten
cidn de la actividad es que puedan
representar formas erguidas o “pa
radas”, seré necesario comunicar
este objetivo en la consigna, ya
que éste es un desafio que los ni:
fos deberan resolver.
Habiamos mencionado otro tipo de
consignas que, si bien ofrecen ma-
yor informacién, lo hacen a modo
de una serie “instrucciones” que
los chicos deben ejecutar. Veamos
algunos ejemplos.
“Hoy vamos a pintar con témperas
sin mezelar los colores y lenando toda
1a hoja.”
“Primero pegamos papelitos sin dejar
ningtin lugar vacto y después vamos a
dibujar con tinta china encima.”
En estos casos, la consigna no es:
tablece un punto de partida para la
tarea, sino que apunta garantizar
un “punto de llegada” mediante un
ordenamiento de acciones
preestablecidas por el adulto. No
se comunica cual es el sentido de
ellas, cual es la relacién de unas
con otras, cual la “situacién plasti-
ca” sobre la que se va a trabajar.
Este tipo de consigna tiende a ase-
gurar determinados “resultados”
en las producciones més que pro-
cesos de busqueda personal y
construccién de conocimientos por
parte de los nifios.
Subyace aqui el supuesto que de
que el logro de una determinada
produccién por parte del alumno
garantiza “per se” la apropiacién
de aprendizajes significativos. Bien
sabemos que los nifios pueden “ha:
cer las cosas que la maestra dice”
sin que ello tenga algin sentido
més que el hacer mismo y sin
apropiarse de los conocimientos en
ellos implicados.
Si, por ejemplo, “Ilenar toda la hoja
al pintar” est pensado como modo
de trabajar la figura y el fondo,
pues entonces ser éste el concep:
to central de la consigna que habré
que enfatizar. No resulta igual,
conceptualmente, pedir que “Ile:
nen la hoja con color” que advertir
“que tengan en cuenta tanto la fi-
gura como el fondo, ya que ambos
forman parte de la imagen". En el
primer caso, el pedido aparece‘como un requerimiento arbitrario
por parte de la docente, en cambio,
en el segundo, se lo contextualiza en
las caracteristicas propias de la ima-
gen para la cual es tan valiosa la
figura como el fondo.
Ya sea que se trate de consignas
que aportan muy poca informacién
para la tarea como aquellas otras
que solamente comunican la se-
cuencia de acciones a realizar, lo
que unas y otras manifiestan es
una situacién de gratuidad de la
propuesta en términos de aprendi-
zaje, en las que dibujar, pintar,
modelar o pegar papeles de colo-
res no tienen otro sentido que el
hacer por el hacer mismo.
Comunicar a los alumnos el objetivo
que persigue la actividad es impor
tante, porque es la intencionalidad la
que guia la accién y las decisiones
respecto de las acciones a realizar
estén relacionadas con las deman-
das de una determinada tarea.?
Retomando otro de los ejemplos
mencionados, cuando se dice a los
nifios que “cada uno puede usar la
hoja como més le guste”, el énfasis
esté puesto en el gusto personal
sin més. Si, en cambio, se dice que
cada cual elija si va a usar la hoja
en sentido vertical u horizontal, de
acuerdo con lo que quiera represen-
tar, entonces la intencionalidad es-
tara puesta no sélo en que los ni-
fios elijan sino que lo hagan rela
cionando la imagen que desean
realizar con las posibilidades de!
espacio de representaci6n
En el caso de la arcilla, no es lo
mismo un accionar exploratorio
DIDS 0] ua sauos>20s04u1 so} A vorspjd 0] ap ozUDyasua 0712
La Educacién en los primeros afios /51
orientado a descubrir las cualida-
des de la arcilla que representar
una forma que se mantenga ergui-
da... En todo caso, para que el
nifio pueda elegir un camino es ne
cesario que sepa hacia dénde va.
Otro aspecto a sefialar es que la
consigna puede ser concebida
como una instancia para la
problematizacién de algtin aspecto
relacionado con la imagen, cuyo
planteo promueva distintas estra-
tegias de los alumnos para su reso-
luci6n. En los casos analizados an
teriormente, el énfasis est4 puesto
en “hacer algo”, pero no en el plan:
teo de un problema o de un
interrogante del que la acci6n sera
un camino para la basqueda de
respuestas.
Al pedir que se tenga en cuenta
tanto la figura como el fondo al
pintar, se establece un problema
plastico que los chicos tendran que
considerar y buscarle respuestas a
través del accionar; pero no estable
ce cémo hacerlo, dejando esta deci-
sién en manos de cada uno. Posible-
mente, algunos cubran la superiicie
del fondo con uno 0 varios colores,
pero tal vez otros encuentren otro
tipo de resoluciones como realizar
grafismos con el pincel (puntos, If
neas, texturas, tramas), chorreados
0 salpicados, utilizar el pincel a
modo de sello, etcétera.
Otra caracteristica frecuente en la
formulacién de las consignas es
que se fracciona la informacién
bajo el supuesto de que los chicos
“no se van a acordar de todo” o
para provocar un efecto de sorpre-
sa. El resultado que esto produce
es que los nifios van tomando deci
siones parciales que no estan rela-
cionadas entre si, lo cual puede
llevarlos a determinaciones que no
hubieran elegido de conocer la to-
talidad de la tarea a realizar. Por
otra parte, se establece un modelo
que no permite a los alumnos esta-
blecer relaciones entre la accién y
el pensamiento y establecer, ellos
mismos, la secuencia de acciones
que se adecuen a su trabajo.
Si bien es posible que algunos chi:
cos no recuerden todo lo dicho, es
conveniente dar un panorama com-
pleto de lo que se va a hacer y tener
en cuenta que habré que reiterar la
consigna -o partes de ella- durante
el transcurso de la actividad.
Las consignas de cierr
“Vamos a mirar los trabajitos”
La actividad de produccién ha fina-
lizado, entonces la docente convo-
ca los chicos para hacer su cierre:
"Vamos a mirar los trabajitos”. Y ast,
todos sentados en ronda, uno a
uno, se suceden comentarios sobr
las 20 0 25 imagenes realizadas
con la expectativa de que los chi-
cos se mantengan interesados y
participativos durante todo ese
proceso.La atencién del grupo suele soste-
nerse durante los primeros traba
jos, pero poco a poco el interés se
va dispersando ante un ritual que,
por lo reiterativo, se vuelve tedioso
tanto para los chicos como para la
docente y que muchas veces finali
za disuelto por un interés que se
va disgregando.
El hecho de “mirar los trabajos”
como cierre de las actividades de
produccién no es, necesariamente,
ni en si mismo, una actividad de
apreciacién significativa; puede
serlo 0 puede resultar un ritual,
una situacién en la que se guarda la
forma, pero que carece de un conte-
nido sustancial. Que resulte de una
u otra manera dependerd de lo
que el docente plantee como
contenido y dindmica de la
propuesta en si.
En principio, y desde su con-
cepcién misma, no se trata
de un mero “después de la
sino que hay
produccién”
pensar en éstas como en ac-
tividades de apreciacién y
por tanto determinar sus ob-
jetivos (el para qué) y conteni-
dos (el qué) desde la
intencionalidad del docente.
Indudablemente, unos y
otros estardn de alguna ma-
nera ligados a la propuesta
de produccién, pero habré
que pensar de qué manera,
para poder ir més alla de
ella a partir de lo que puede
13
aportar la observacién, la re-
flexi6n y la socializacién de las
experiencias
Tal como hemos visto en las con
signas de apertura, también en es
tos casos es frecuente escuchar un
pedido excesivamente general e
impreciso, como por ejemplo:
“Contanos a todos qué hiciste”.
Este tipo de formulacién no cen
tra la atencién en ningtin aspecto
en particular y como consecuen-
cia de ello los chicos suelen rela
tar aquello que representaron,
realizando una enumeracién del
tipo: “yo hice una casa, un ér-
bol”, etcétera.14
No encontramos, en este ejemplo,
el planteo de una situacién signifi-
cativa de intercambio que permita
a los chicos un “plus” respecto de
la actividad de produccién, no hay
ningdn tema en particular sobre el
que hablar en comin y, desde lo
especificamente pléstico, se habla
de lo que los mismos trabajos
muestran y por tanto resulta
redundante.
Una posibilidad interesante es
retomar la consigna de inicio, aque:
lla que dio origen a la tarea, para
considerarla ahora a la luz de los
distintos procesos de trabajo y de
las producciones alcanzadas. Asi,
aquello en lo que se puso el acento
en la consigna de apertura vuelve
ahora a focalizarse, no ya para pro:
mover procesos de produccién plas:
tica, sino para hablar sobre ellos y
su relacién con los resultados a los
que se arribaron.
Las formulaciones que se plantean
como cierre también impulsan dis-
tinto tipo de interacciones con las
producciones, entre los nifios y con
la docente. A partir de la observa:
cién de los trabajos, los nifios pue-
den enumerar lo que observan,
describir, comparar o relacionar.
Cada una de estas acciones es dis-
tinta, e implica distinto nivel de
complejidad visual y de expresin
oral; lo que el docente tendra que
considerar en relacién con su
intencionalidad y con las caracte-
risticas de su grupo de alumnos:
Preguntas como “zqué colores ven
en este cuadro?” implican la enume:
racién de los colores presentes en,
la imagen, en cambio, si se pre:
gunta si, dentro de alguno de los.
colores observados, encuentran
diferencias de “colores claros y os-
curos”, lo que se esté promoviendo
es una comparacién entre colores
en relacién con una de sus caracte-
risticas, el valor (0 sea la cantidad
de luz). Pero si se dice: “mirando
estos celestes, zen cudl les parece
que habrdn puesto mas blanco en la
mezcla y en cudl més azul?”, lo que
se esté pretendiendo es que los
chicos establezcan relaciones entre
lo que observan y su experiencia al
mezciar colores. Y si ademas se
pide que expliquen el porqué de
sus opiniones, se los estar impul-
sando a fundamentar sus ideas.
Cuando se trata de los mas chiqui-
tos, observar las producciones y
realizar intercambios parece
dificultarse porque los tiempos de
atencién son breves y las posibili-
dades de comunicacién oral son
todavia limitadas. Sin embargo, no
es imposible trabajar con ellos en
este sentido, es més, resulta muy
recomendable hacerlo. En todo
caso, habra que tomar en cuenta
estas caracteristicas para elaborar
otras estrategias que favorezcan
las actividades de apreciacion.
Resulta conveniente elegir algin
aspecto puntual relacionado con Ié
tarea y plantearlo de manera talque los chicos no necesiten hacer
largas verbalizaciones.
Las consignas no necesariamente
tienen que estar formuladas a
modo de preguntas, también pue-
den consistir en un pedido de ac-
cién, por ejemplo: buscar y sea
lar, elegir, mostrar con un gesto,
etcétera,
Este tipo de pedidos se puede ir
complejizando con el paso del
tiempo y la ampliacién de capaci
dades de los alumnos; si en un pri
mer momento hemos propuesto
que busquen y sefialen un determi
nado elemento (por ejemplo en una
propuesta de modelado aquellos
en los que hay “chorizos” 0
“politas”), mas adelante podremos
pedir que sefialen caracteristicas
distintas dentro de esas mismas
formas, como por ejemplo bolitas
“més grandes y mas pequefias”,
chorizos mas “largos y cortos” 0
“gruesos y finos”, eteétera
Acerca de la formulaci6n de
anticipaciones, hipotesis e
ideas previas
Lo que hoy sabemos sobre los pro-
cesos de aprendizaje nos dice que
los escolares, aun los pequefios,
poseen un bagaje de nociones €
ideas, mas 0 menos organizadas,
desde las que van al encuentro de
nuevos conocimientos y desde los
que otorgan significado a las dis-
tintas experiencias que la escuela
les plantea. Es lo que se conoce
como “saberes 0 conocimientos
previos” de los alumnos, muchos
de los cuales provienen de expe
riencias socioculturales no
escolarizadas, otros de la escuela
misma: “los alumnos abordan ef
aprendizaje de contenidos
disciplinares disponiendo de algtin
tipo de conocimiento constituido an-
teriormente con el cual le atribuyen
signiticado”.*
La existencia de ideas y conoci
mientos previos por parte de los
alumnos implica la necesidad de
conocerlos y considerarlos como
factor que interviene en los proce-
sos de aprendizaje e interactuan
con los procesos de ensefianza
En el nivel inicial, estos conceptos
han tenido una gran difusién y tie-
nen su correlato en practicas muy
variadas.
También en las actividades relacio.
nadas con la plastica se recurre a
la indagacién de saberes previos y
resulta frecuente que se aliente a
los alumnos a que, a partir de
ellos, formulen anticipaciones acer
ca de “lo que piensan que va a pa
sar” (hipoteticen) en determinada
situacién.
Esta practica puede ser un espacio
interesante, que dé lugar a
interacciones ricas, pero también
puede convertirse en una situacién
15
ojps b| ua sauos220u94u) so] A vai4spid 0] ap ozuoyasua 0716
los primeros afios /51
La Educacién en
formal que no contribuya demasie-
do a lo que se va a desarrollar mas
adelante, Que sea de una u otra
manera dependeré del planteo del
docente y de la interacci6n que es:
tablezca, a partir de él, con las
ideas que sus alumnos.
En principio, indagar lo que los
chicos saben deja abierta la posibi-
lidad que “aquello que voy a pro-
poner" sea en realidad “algo que
los chicos ya saben”. Es necesario
tener en cuenta esta posibilidad y
anticipar algunas alternativas. To-
memos un ejemplo.
La docente se ha propuesto iniciar
un trabajo sistematico en relacion
con la mezcla de colores en paleta,
abordando la nocién de aclarar y
oscurecer los colores mediante e!
uso de blanco y negro. El material
que se utilizara ser la tempera.
Docente: “Qué les parece que pasard
sial azul le pongo blanco?”
Alumno: “Se hace mds clarito.”
Alumno: “Se llama celeste.”
Si la pregunta que se ha planteado
no es una mera formalidad sino
que realmente intenta indagar
saberes previos, y las respuestas
dan cuenta de que, en algan nivel,
es un conocimiento que ya se tie-
ne.
adelante “como si nada”. Es necesa:
rio avanzar en la indagacién de es:
tos saberes para conocer hasta dé
de llegan, planteando otras pregun-
tas que impliquen una mayor com:
plejidad u otro nivel de la experien-
cia. Volvamos a nuestro ejemplo.
entonces no se puede seguir
Docente: “Es cierto lo que ustedes
dicen, Sin embargo hay muchos ce-
lestes, algunos mds claros, otros mds
oscuros. gCémo les parece que estén
hechas las mezclas para lograr dis-
tintos celestes? En cudles hay mds
blanco o mds azul?”
Puede ser que no haya respuesta,
entonces sera preciso accionar (el
este caso mezclar temperas azul
blanco) en busca de la experiencia}
que permita responder a esta nue~
va pregunta. Ahora, la busqueda
no estard orientada a “ver qué
pasa con la mezela azul/blanco”
en general, sino que focalizara la
atencién en la cantidad de cada
color que compone la mezcla y los)
resultados que de ello se obtiene.
Pero también puede suceder que
los nifios tengan correctas antici:
paciones para este interrogante,
entonces habré que avanzar un
poco més todavia planteando otro
aspecto no contemplado todavia.
Por ejemg=*gSiempre que le pongo blanco
al azul se pone celeste? ¢Qué
pasa si al azul le pongo poquito
blanco? ¢Pasa lo mismo si al
blanco le pongo poquito azul?”
Evidentemente, esta nueva serie de
preguntas implica conocimientos
més especificos respecto del color
y sus mezclas: ya no se trata de
la mezcla azul/blanco en general,
ni de la relacién entre la cantidad
de color y el resultado en térmi-
nos de més claro/mas oscuro,
sino del comportamiento de cada
uno de los colores implicados
ante la mezcla (no es lo mismo
agregar un color claro a uno os
curo que viceversa).
Para que puedan formularse antici-
paciones es necesario basarse en
algdin conocimiento previo, estable-
cer algin tipo de relacién (en todo
caso hipotética) entre lo que se
conoce y lo que es una nue:
va situacién. Algunas veces
lo que sucede es que los
chicos no tienen informa
cién alguna y en ese
caso lo que se esta
proponiendo es
que “adivinen”.
Pongamos un
ejemplo. La
docente mues-
traalosnifios
la reproduc-
17
cién de una pintura al éleo, mate:
rial muy especttico de las artes
plasticas y que no forma parte de
los materiales usados en el jardin 0
conocides por los alumnos; no obs-
tante pregunta: “Qué material ha-
rd usado el pintor para pintar este
cuadro?”
En todo caso, acd resulta mas per-
tinente “brindar informacién” so-
bre este material. La formulacién
de hipétesis no debe convertirse en
un latiguillo y tampoco debe inhibir
al docente a ofrecer informacién
cuando sea adecuado.
Por otra parte, hay algunas situa:
ciones sobre las que no tiene de-
masiado sentido hablar de la
“formulacién Ge anticipaciones 0
hipétesis”, ya que no pueden
validarse. En rigor, una hip6tesis
es un enunciado o una afirmacién
en el que hay una presuncién de
validez sin que ésta haya sido ve-
rificada segin algin fun-
damento socialmente
aceptado.
Una pregunta como
“zQué habré sentido el
escultor cuando hizo
esta obra 0 escul-
tura?” es un
ejemplo de lo
anteriormente
dicho. No po-
demos “formu-
lar hipétesis”
sobre lo que
Djos oj ua sauoyao0sa4u! s0j A vaigspid 0] ap ozuoyasua 0718
La Educacién en los primeros aes /51
“sintié el artista”, ni hay nada en
una obra de arte que permita
inferirlo, o “validar” una respuesta.
Podemos hablar de lo que la obra
nos hace sentir a nosotros, de lo
que nos transmite, de lo que repre-
senta y del modo en que esté re-
presentado... Ninguna de estas co-
sas responde a la pregunta formu:
lada y ademds presupone (errénea-
mente) en la obra “un estallido
autoexpresivo”,® un rapto de
emocionalidad que seria posible
desprender de sus aspectos per-
ceptibles.
No profundizaremos aqui en este
tema, salvo para sefialar que una
obra de arte no representa “lo que
el artista sentia mientras la reali
26", sino que es la elaboracién ser
sible de alguna experiencia 0 idea,
lo cual resulta muy diferente.
inal
Brevisimo
Hasta aquf un sucinto recorrido
por algunas de las situaciones qu
a partir del ensefiar plastica en los
primeros afios, podriamos obser-
var en muchas salas.
No he pretendido agotar todas las
situaciones posibles; asi como
también reconozco que, dentro d
las elegidas, hay otras muchas r
lidades docentes. Pero, como se
dicho en la apertura, la intencién
ha sido la de abrir al andlisis alg
nos conceptos valiosos que, a par:
tir de su interpretacién y del for-
mato que han tomado en las pra
ticas, han ido distorsionando su
sentido.
He elegido la imagen de la ron:
da como escenario para situ
la plastica y algunas de las
interacciones que se dan
propésito de su ensefian-
za; y lo he hecho porque
considero que la ronda
sélo es caracteristica sint
tintiva del nivel inicial
porque entiendo que es
espacio desde el cual la
plastica ha sido poco per
sada.Con la ronda, de alguna manera,
he elegido un simbolo de la rela
cién dialégica en la sala y he inten-
tado analizar, justamente, aspec:
tos de la ensefianza de la plastica
vinculados con el didlogo adulto/
nifio a través de distintas
formulaciones, como pueden serlo
las preguntas, las consignas y los
pedidos
Para generar un didlogo que tenga
sentido e invite a distintas modali:
dades de interaccién, que enri-
quezca y signifique la accién, que
la articule con la reflexién..., que
sea transformador.
Notas
1, Baquero y Terigi,citado en Terigi, F,
“Rellexiones sobre el lugar de las artes en el
curriculum escolar”, en Ackochky et al, Artes
escuela, Buenos Aires, Paidés, 1998.
2. Hart, Pastorino, Sarlé, Spinelli, Violante y
Windler, ob. cit. en bibliogratia.
3. Bruner, J., Accién, pensamiento y lenguaje,
Magri, Alianza, 1989.
“castorina, J. A., Lenzi, A. (comps.), La
formacién de los conocimientos sociales en los
nifos. Investigaciones psicol6gicas y perspect:
vas educativas, Gedisa.
5. Susanne Langer, Los problemas del arte,
Buenos Aires, Infinito, 1966,
19
Bisuocaara
Bruner, J., Accién,
pensamiento y
enguaje, Madrid,
Alianza, 1989,
Castorina, J. A.
Lenzi, A.
(comps.), La
formacién de los
conocimientos
sociales en los
ifs. Investigacio-
‘nes psicolégicas y
perspectivas educativas,
Gedisa,
G.C.BA, Disefo Curricular para la Educacion
Inicial, Buenos Aires, Secretaria de Educa:
cién, 2000.
Harf, Pastorino, Sarlé, Spinelli, Violante y
‘Windler, Nivel inicial. Aportes para una
didéctica, Buenos Aires, El Ateneo, 1996.
Langer , Susanne, Los problemas del arte,
‘Buenos Aires, infnito, 1966.
Moyano, Patricia, Cartografia de una préctica: E!
jardin de infantes, del cotillén a la creacion
estéticay,
Spravkin, M., Curso de Perfeccionamiento para
recientemente titularizados. Médulo N* 3: *La
‘evaluacién en el plano didéctico - Area de
Equcacién Pléstica. Nivel Inicial*, Buenos
Ares, Direccién de Capacitacién, Perfeccio.
namiento y Actualizacién Docente; Secretaria
de Educacién y Cultura, MCBA, 1992.
Terigi, F., aReflexiones sobre el lugar de las
artes en el curriculum escolar”, en Ackochky
et al, Artes y escuela, Buenos Aires, Paidés,
1998.
Mariana Spravkin es licenciada en Artes Visuales
por la Universidad Nacional de San Martin y
pprofesora Nacional de Pintura por la Escuela
‘Nacional de Bellas Artes “Prildiano Pueyrredén”,
Actualmente se desempefa como especialista en
Diddctica de la Plistica en la EGB y el Nivel
Inicial.Trabaja en desarrollo curricular en Ia
Direccién de Curticulum de la Secretaria de
Educacion del GCBA, en capacitacion y actualize
‘lén docente en el Centro de Pedagogia de
“Anticipacién (CEPA) y en formacién de docente de
‘Nivel Incial en distitos Insttutos de Profesorado.
Es autora de cistintos libros, ensayos y articulos
sobre ensefianza de la pléstica, entre ellos:
Educacién pldstica en la escuela. Aportes
didécticos para la Educacién Bésica, 1997.
Cuestién de imagen. £ sentido de la educacién
plastica en la escuela, 2000, ambos de
Ediciones Novedades Educativas.
ramosmade@ciudad.com.ar
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