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PONGAMOS LA INFORMALIDAD EN

CASILLEROS

 Hugo Ñopo

 Comentarios

 05/04/2022

Hasta no analizarla bien, no la combatiremos bien

Estamos acostumbrados a escuchar que somos un país altamente informal y


que eso limita nuestras posibilidades de desarrollo. Ese enunciado genérico
puede ser válido, pero no permite mayor análisis y, por ello, resulta poco útil.
Hemos puesto en el saco de la informalidad a varios de nuestros problemas,
pero vale la pena analizarlos por separado, prestando atención a sus
especificidades. Esto nos permitirá mejorar el diseño de las soluciones.

Un punto de partida debe ser una definición clara del problema en la que
todos podamos estar de acuerdo. Convengamos en que la formalidad es el
cumplimiento de los beneficios y responsabilidades que establece la
legislación existente. Como bien apunta Ravi Kanbur, de la Universidad de
Cornell, los problemas comienzan cuando intentamos definir a la informalidad
como su complemento. Pongamos como ejemplo a la formalidad laboral. Esto
implica que un trabajador cuente con un seguro de salud y pensiones
financiados con recursos de la relación laboral. Como Kanbur explica, hay por
lo menos tres maneras de ser un trabajador informal: 

i. Con evasión. Estando cubiertos por la ley, los agentes económicos


simplemente la incumplen. Pensemos, por ejemplo, en un trabajador que lleva
varios años en una empresa, desempeñando funciones centrales del negocio,
pero que está fuera de planilla, incumpliendo la ley. 
ii. Con elusión. Los agentes económicos se adaptan para ponerse fuera del
alcance de la ley. El trabajador del ejemplo previo puede renovar contratos de
corto plazo, o ser despedido y recontratado, justificándose de esta manera que
no esté registrado en planillas y que no pague seguro de salud ni pensiones.
Alternativamente, si la empresa es micro o pequeña también puede seguir
operando sin que sus trabajadores estén cubiertos por los beneficios de la
formalidad. Entonces, aquí la elusión es estratégica: las empresas optan por no
crecer. 
iii. Quedando fuera de la ley. Los trabajadores independientes y los trabajadores
familiares no remunerados no están obligados a cotizar para salud ni
pensiones. Estos trabajadores informales no están incumpliendo la ley. 

Cuando decimos que la informalidad en el país alcanza al 72% de los


trabajadores estamos agregando a todos, metiendo en un mismo saco a
realidades muy diferentes. Una parte de esta informalidad se combate con
fiscalización, otra parte (de hecho, la gran mayoría), no. Hacer las
distinciones resulta importante para el diseño de mejores políticas.

Pero nuestra realidad regala aún más complejidad. Algunas veces los
empleadores pagan la cotización al seguro de salud, mas no al de
pensiones. O viceversa. Algunas veces, también, los empleadores pagan la
cotización al seguro de salud para algunos trabajadores, rotándolos en el
pago. Si un trabajador está a punto de tener un bebé o requiere ser
operado en un futuro cercano, se le pone al día en sus cotizaciones,
dejando en suspenso algunas cotizaciones de sus compañeros de trabajo,
evadiendo o eludiendo. 

Y el mundo moderno regala más complejidad aún. Cada vez más, las
personas tienen más de un empleo. Pensemos en el trabajador de oficina
que tiene un empleo formal de 8 a 5, pero al salir hace servicio de Uber. ¿Es
un trabajador formal o informal? 

De lo anterior se desprende que la dicotomía informalidad-formalidad está


muy lejos de ser del tipo blanco-negro, tiene varias tonalidades de grises y
complejidades.

Pero vamos más allá, porque hasta el momento nos hemos referido
únicamente a lo laboral. La informalidad, en tanto implica quedar fuera del
alcance de la normativa, puede darse en múltiples ámbitos:

 Empresarial. La formalidad empresarial se define según la tenencia de


Registro Único de Contribuyente (RUC) y el pago de los impuestos. Pero
también existen varias maneras de caer en la informalidad: evadiendo,
eludiendo o, simplemente, no registrándose. 
 Comercial. La normativa exige que las transacciones comerciales sean
registradas, con boleta o con factura. Pero bien sabemos que eso no
siempre sucede (algunas veces bajo responsabilidad nuestra).  Y aquí,
nuevamente, hay por lo menos tres maneras de caer en la
informalidad.
 Municipal. Para que un local comercial, industrial, o de servicios pueda
funcionar necesita contar con autorización municipal. Consideremos
aquí también las autorizaciones que debe dar Defensa Civil. Incumplir
esta normativa implica diversas formas de informalidad.   
 Financiera. La normativa exige bancarizar las transacciones a partir de
ciertos montos.  Es una herramienta muy útil para evitar el lavado de
activos. Pero, como ya hemos visto, hasta los dueños de los bancos
entregan dinero a candidatas presidenciales en maletines. La
informalidad también se viste de cuello y corbata.
 De transporte. La normativa exige contar con autorización para las
rutas, pero también un comportamiento apropiado de los conductores.
Las autoridades que velan por el cumplimiento de las normativas son
diferentes y no siempre están bien coordinadas. Quizás por eso el
problema de ingobernabilidad del transporte es tan serio. En la
informalidad conviven la combi pirata en la avenida Arequipa, con el
autobús de El Chosicano en una ruta urbana autorizada, y el camión
interprovincial que no cuenta con revisiones técnicas apropiadas.  
 De servicios básicos. Las conexiones piratas de internet, cable, luz,
teléfono, agua, electricidad, y afines son abundantes. 

Y la lista continúa. Con cargo a seguir explorando esto, a partir de lo


presentado avanzo con dos conclusiones preliminares. La primera es que en
algunos ámbitos es más sencillo que en otros hacer la equivalencia
informalidad-ilegalidad. En lo laboral, claramente son cosas distintas. En el
acceso a servicios, no tanto. Esto es importante porque da una idea de cuándo
la fiscalización puede ser solución y cuándo no tanto.

La segunda conclusión me parece más importante. Es un llamado a un cambio


de verbo. Estamos acostumbrados a usar el verbo “ser” cuando nos referimos
a la informalidad. Las personas o, en general, los agentes económicos no “son”
formales o informales. La condición de informalidad no debería estar asociada
a los agentes sino más bien a las actividades. Para un mejor análisis y, por lo
tanto, para una mejor búsqueda de soluciones, es mejor referirnos a la
informalidad o formalidad de las actividades económica. De esta manera, el
trabajador de la pregunta que dejé planteada líneas arriba tendrá a la vez un
empleo formal y un empleo informal.  

Ser o no ser informales no debe ser la cuestión. Afinemos el análisis.

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