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En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

Oración inicial:

medito el ____ Exceso de tu amor. Y a ti Madre Inmaculada, te p


“En una hora me
transportaba con el
pensamiento allá arriba, al
paraíso, y me imaginaba a
la S.S. Trinidad en
concejo decisivo para
querer rescatar al género
humano, precipitado en la
más escuálida miseria, de
la cual, sin la intervención
divina jamás podría
resurgir a una nueva vida
de absoluta libertad.
Mi mente se confundía y todo
mi ser se maravillaba al intuir
un misterio tan grande, de un
amor tan recíproco, tan fuerte
y tan igual entre las Divinas
Personas, que se hacía todo
él difusivo para copiosa
ventaja de los hombre. Y
consideraba, por tanto, la
ingratitud de los hombre, que
hacen inútil el copioso fruto
de tan grande amor.
Así pues, me imaginaba al
Padre en acto de querer
enviar a su Hijo Unigénito
sobre la tierra; al Hijo en
acto de asentir a la noble
idea del Padre; al Espíritu
Santo en acto
complacientísimo de querer
darse todo, en su pleno
consentimiento, para el
mayor bien y salvación de la
humanidad.
En esta consideración
hubiera permanecido no
sólo una hora sino el día
entero si el Señor no me
hubiese hecho escuchar
una voz en mi interior
que me decía:

“Así basta por ahora, ven


conmigo y mira otros
excesos mas grandes de
mi amor hacia ti”.
Al terminar cada meditación:
el Reino de la Divina Voluntad sobre la tierra, y
Catecismo de la Iglesia Católica

Por qué el Verbo se hizo carne

456 Con el Credo Niceno-


Constantinopolitano respondemos
confesando:

"Por nosotros los hombres y por


nuestra salvación bajó del cielo, y por
obra del Espíritu Santo se encarnó de
María la Virgen y se hizo hombre"
(DS 150).
Catecismo de la Iglesia Católica

457 El Verbo se encarnó para


salvarnos reconciliándonos con
Dios:

"Dios nos amó y nos envió a su


Hijo como propiciación por
nuestros pecados" (1 Jn 4, 10).

"El Padre envió a su Hijo para ser


salvador del mundo" (1 Jn 4, 14).

"Él se manifestó para quitar los


pecados" (1 Jn 3, 5):
Padre de la Iglesia

«Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada;


desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada.
Habíamos perdido la posesión del bien, era necesario que
se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacía falta
que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un
salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador.
¿No tenían importancia estos razonamientos? ¿No
merecían conmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar
hasta nuestra naturaleza humana para visitarla, ya que la
humanidad se encontraba en un estado tan miserable y tan
desgraciado?»

(San Gregorio de Nisa, Oratio catechetica, 15: PG 45, 48B).


Vol. 25. Diciembre 16, 1928
Estaba haciendo la meditación, y como hoy comenzaba la
novena al niño Jesús, estaba pensando en los nueve
excesos que Jesús con tanta ternura me había narrado de su
Encarnación, los cuales están escritos en el primer volumen,
y sentía una gran repugnancia de recordarlo al confesor,
porque él me había dicho al leerlos, que quería leerlos en
público en nuestra capilla. Mientras esto pensaba, mi niñito
Jesús se hacía ver en mis brazos, pequeño, pequeño, que
acariciándome con sus pequeñas manitas me ha dicho:

“¡Cómo es bella mi pequeña hija, cómo es bella! ¡Cómo debo


agradecerte el que me hayas escuchado!”

Y yo: “Amor mío, ¿qué dices? Yo debo agradecerte a Ti el


que me hayas hablado, y que con tanto amor, haciéndome de
maestro, me hayas dado tantas lecciones que yo no
merecía.”
Y Jesús: “Ah hija mía, a cuántos quiero hablar y no me
escuchan, me reducen al silencio y sofocan mis llamas, así
que debemos agradecernos mutuamente, tú a Mí y Yo a ti,
y además, ¿por qué quieres oponerte a la lectura de los
nueve excesos? Ah, tú no sabes cuánta vida, cuánto amor
y gracia contienen, tú debes saber que mi palabra es
creación, y que al narrarte los nueve excesos de mi Amor
en la Encarnación, Yo no sólo renovaba mi Amor que tuve
al encarnarme, sino que creaba nuevo amor para investir a
las criaturas y vencerlas para darse a Mí.
Estos nueve excesos de mi Amor que te he manifestado
con tanto amor de ternura y simplicidad, formaban el
preludio a las tantas lecciones que debía darte acerca de
mi Fiat Divino para formar su reino, y ahora con leerlos, mi
Amor viene renovado y duplicado,

¿no quieres tú entonces que mi Amor duplicándose


desborde fuera e invista otros corazones, a fin de que
como preludio se dispongan a las lecciones de mi Voluntad
para hacerla conocer y reinar?”
Para profundizar en los Escritos de la S. D. Luisa Piccarreta

Vol.2. Octubre 14, 1899

Vol 4. Marzo 12, 1903

Vol 30. Enero 3, 1932


Para tener en cuenta en la Navidad:

de los regalos inútiles, o del desperdicio superfluo. Si no que sea

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