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El Paradigma de la ética del bien común

La idea central que agrupa a los defensores de un modelo ético como este
es, el patrón de referencias normativas de la conducta personal y social, el cual
debería ser el respeto y el cultivo del sistema de valores de la propia comunidad.

Se trata de un conjunto de creencias morales compartidas, mantenidas por


la tradición, transmitidas por la educación, subyacentes a la vida social y al orden
legal, y permanentemente vivificadas por rituales de reconocimiento y celebración.

Aunque el uso de este término es hoy muy impreciso y puede referirse a


una variedad de aspectos de la valoración moral, lo que originariamente designa
es precisamente el conjunto de conductas ejemplares concretas, aquellos perfiles
de excelencia moral relativos al ideal de vida de una comunidad, pero estilizados
en forma de un catálogo de conceptos normativos.

Dado que son conductas ideales específicas, de parte de los individuos no


puede haber neutralidad ni, tampoco, liberalidad frente a ellos, sino, muy por el
contrario, el mayor compromiso posible.

El Paradigma de la ética de la autonomía

Señalando que la mejor manera de vivir consiste en construir una sociedad


justa para todos los seres humanos, este es, para el modelo, el patrón de
referencias normativas de la conducta personal y social.

La autonomía es la capacidad que posee el individuo de pensar y decidir


por sí mismo, pero de hacerlo eligiendo al mismo tiempo un marco de referencias
que haga posible el ejercicio simultáneo de la autonomía de todos. Una sociedad
justa para todos los seres humanos sería aquella que estuviera regida en todas
sus instancias por el principio de la autonomía y que permitiera, por tanto, que
todos los individuos, sea cual fuere su ética, ejercieran su libertad sin perjudicar la
de los demás.

Ante los sentimientos y las emociones, el Paradigma de la ética de la


autonomía expresa una cautelosa, pero firme, desconfianza. Una presencia
excesiva de las emociones en la defensa de los valores puede conducir al
fundamentalismo, al dogmatismo y hasta al fanatismo.

Para concluir, los comportamientos éticos y morales se juzgan sobre la


evaluación de los actos con respecto a la enseñanza personal. En gran medida, la
capacidad ética de la conciencia de cada persona está ligada a la constitución de
fundamentos para enjuiciar y al hábito para someter los propios actos a ese
control.

Todas las personas tienen en su mente algún ideal rector con el que
evalúan las acciones propias y extrañas, pero el mismo puede estar más o menos
desarrollado en función de la experiencia y la aplicación del conocimiento.

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