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1
Cf. De rerum natura, V 925-930.
2
Cf. De rerum natura, V 1091ss.
3
Cf. Ibíd., V, 1164-1240.
4
Cf. Ibíd., V, 1240ss.
5
Para más detalles, ver D. J. Furley, “Lucretius the Epicurean:
On the history of man” en M. Gale (ed.), Lucretius, (Oxford: Oxford
University Press, 2007), pp. 158-181.
Quantum Fortuna in rebús humanis possit 3
de Naturaleza, tan cara a los iusnaturalistas de los siglos XVII y
XVIII6.
Llegados a este punto, nos interesa reseñar la posición de Leo
Strauss, la cual, a pesar de concordar en varios aspectos con esta
postura general y, por así decir, superficial, está revestida de cierta
originalidad. De acuerdo con Strauss, la condición para descubrir
el mensaje político de Lucrecio estaría dada por la comprensión
de la política desde el punto de vista teológico-político7. Así, dos
elementos subyacen en el poema: (1) la “hipócrita” invocación a
Venus con la que se inicia el poema, que hace las veces no de diosa
del amor sino de la naturaleza, y (2) la reconducción de Roma a
6
Más allá de esta posibilidad general, no se nos escapa que la
descripción lucreciana del origen de la vida política es muy semejante a
la que hace Rousseau, antes que a la de otros autores iusnaturalistas, al
menos, tal como el pensador ginebrino la expone en la primera parte de
su célebre Discours sur l›origine et les fondements de l›inégalité parmi
les hommes de 1755. Para este tema ver el ya clásico estudio: W. R.
Johnson, Lucretius and the Modern World, (London-New Delhi-New
York-Sidney: Bloomsbury, 2006), passim y el más reciente: J. Lezra-L.
Blake (eds.), Lucretius and Modernity, (New York: Palgrave Macmillan,
2016), esp. caps. VI y VII.
7
Se trata del problema por excelencia al que Strauss dedicó
toda su obra filosófico-política. Cf. L. Strauss, The argument and the
action of Plato´s Laws, (Chicago-London: The University of Chicago
Press, 1975), cap. X; Natural Right and History, (Chicago-London: The
University of Chicago Press, 1953), esp. cap. III; Introduction to Political
Philosophy. Ten essays by Leo Strauss, Part I, essay:“What is political
philosophy”, (Detroit: Wayne State University Press, 1975), pp. 3-58 et
passim; Meditación sobre Maquiavelo, (Madrid: Instituto de Estudios
Políticos, 1964), esp. pp. 145-164; the City and Man, (Chicago-London:
The University of Chicago Press, 1964), passim; y fundamentalmente
“Notes on Lucretius” en AAVV, “Natur und Geschichte” en Karl Lowith
zum 70 Geburtstag, (Stuttgart: W. Kohlhammer, 1967), pp. 76-139.
4 Julián Barenstein
8
Sin entrar a discutir en detalle la posición de Strauss, no podemos
dejar de decir que llama la atención que su idea de progreso, señalada en
(2), es muy semejante, tal vez demasiado, a uno de sus temas predilectos,
a saber, la oposición entre la Atenas de la razón y la Jerusalén de la fe
religiosa.
9
Cf. B. Farrington, Filosofía y Ciencia en la Antigüedad,
(Barcelona: Ariel, 1968), pp. 34ss.
Quantum Fortuna in rebús humanis possit 5
postura de John Colman10, James Nichols11, Don Fowler12, Reid
Barbour13, y Eric Baker14, entre otros.
Desde un punto de vista más general, es posible decir que
Lucrecio presenta una doctrina orientada a maximizar el placer y
disminuir el dolor que su maestro, Epicuro, no había desarrollado. La
auténtica redención se alcanzaría, así, abandonando la fe religiosa
tradicional, para entregarse a una nueva filosofía. El objetivo
final del poema sería, pues, obtener la paz política, entendida
como una suerte de generalización de la ἀταραξία epicúrea15, en
un contexto en el que la guerra sólo puede ser aceptada como
medio para alcanzar la paz16. La ἀταραξία sería aquí, entonces, la
activa participación en el proceso de comprensión y dominio de la
naturaleza17.
10
Cf. Jh. Colman, Lucretius as theorist of political life, (New
York: Palgrave Macmillan, 2012), esp. cap. 5, pp. 115ss.
11
Cf. J. H. Nichols, Epicurean Political Philosophy. The De rerum
natura of Lucretius, (Ithaca-London: Cornell University Press, 1972),
pp. 101ss.
12
Cf. D. P. Fowler, “Lucretius and Politics”en M. Gale (ed.),
Lucretius…, pp. 424..
13
Cf. R. Barbour, “Moral and political philosophy: readings of
Lucretius from Virgil to Voltaire” en S. Gillespie-Ph- Hardie (eds.), The
Cambridge Companion to Lucretius, (Cambridge: Cambridge University
Press, 2007), p. 165.
14
Cf. E. Baker, “Lucretius in the European Enlightenment” en S.
Gillespie-Ph- Hardie (eds.), The Cambridge Companion to Lucretius…,
p. 274.
15
ver De rerum natura, I, 948 y II, 13
16
Cf. Ibíd., I, 31-33; V, 376
17
No podemos dejar de mencionar que, hasta donde nos es posible
conocer el pensamiento de Epicuro a través de sus escritos, habría un
marcado contraste entre la postura del fundador del Jardín y Lucrecio.
La ἀταραξία pues, para Epicuro es más bien un estado de pasividad y de
6 Julián Barenstein
20
Cf. Louis Althusser, Para un materialismo aleatorio…, pp.
36ss.
21
No se nos escapa que una postura semejante a esta, pero desde
un punto de vista científico a ultranza se puede leer en el célebre ensayo
de Michel Serres sobre Lucrecio: M. Serres, El nacimiento de la Física
en el texto de Lucrecio, (Valencia: Pre-Textos, 1994 (1977)), esp. pp.
19ss. Esta postura ha sido recogida recientemente y ampliada con
excelentes resultados, a nuestro juicio, por Thomas Nail, quien adapta
8 Julián Barenstein
24
Cf. A. Brown, The return of Lucretius to Renaissance Florence,
(Cambridge: Harvard University Press, 2010), pp. 69ss; Chr. Celenza,
Machiavelli. A portrait, (Cambridge-London: Harvard University Press,
2015), p. 137. Robert Rocklein sostuvo que Maquiavelo incluso había
encarado una traducción del De rerum natura en la década de 1490´s.
Cf. R. J. Rocklein, Machiavelli and Epicureanism. An investigation into
the origins of early modern political though, (UK: Lexington Books,
2012), pp. 15ss. Por lo dicho, es llamativo que Catherine Wilson no
hiciera ni una mención de Maquiavelo en su libro dedicado a la relación
entre epicureísmo y la Modernidad, cf. C. Wilson, Epicureanism and the
Origins of Modernity, (Oxford: Oxford University Press), 2008, passim.
25
Maquiavelo dejó pocas marcas en otras partes del volumen.
Entre estas merecen destacarse dos, ambas en el libro IV. La primera de
estas últimas, en los pasajes donde Lucrecio toca el tema de los imanes.
La segunda, en los versos en los que se describe el poema como una
dulcificación de la filosofía de Epicuro y de compara el procedimiento
del poeta con de los médicos que engañan a los niños, endulzando los
bordes del vaso en el cual les sirven ajenjo. Cf. A. Palmer, Reading
Lucretius in Renaissance…, pp. 82-83. Esto no atenta contra los dichos
de Alison Brown, que, en un trabajo anterior, declaraba que Maquiavelo
exponía algunos argumentos de tenor lucreciano al encararse con la
religión oficial de su país. Cf. A. Brown, “Philosophy and Religion
in Machiavelli” en Jh. Najemy (ed.), The Cambridge Companion to
Machiavelli, (Cambridge: Cambridge University Press, 2010), p. 157.
Por lo demás, de acuerdo con el historiador Philippo del Lucchese,
Maquiavelo se habría basado en Lucrecio, y también en Polibio,
para elaborar su concepción de la historia. Cf. Ph. Del Lucchese, The
Political Philosophy of Niccolò Machiavelli, (Edingburgh: Edingburgh
University Press), 2015, pp. 31 y 32.
10 Julián Barenstein
26
Cf. A. Palmer, Reading Lucretius in Renaissance…, pp. 82-83.
27
El atomismo, conviene recordarlo, es una doctrina Antigua pero
un descubrimiento contemporáneo. (Cf. R. R. Alcalá, Lucrecio: razón
filosófica contra superstición religiosa, (Córdoba: UNED, 2002), cap.
IV.1)
28
Cf. A. Palmer, Reading Lucretius in Renaissance…, p. 84.
Tales son, p.e., los argumentos contra la inmortalidad del alma (Cf. De
29
30
Es por lo dicho que llama la atención que Maquiavelo, que
no es un filósofo natural, sino moral y político, no anotara los pasajes
en los que se expone la moral epicúrea, si anotada por el 59% de los
lectores de su época, siempre de acuerdo con el juicio de Ada Palmer.
No le interesaba, parece, la posición epicúrea sobre el amor, la virtud y
el vicio, etc., contrarios a los cristianos, aunque menos radicales que su
ética consensualista, aquella que estaba revelando en El Príncipe.
31
No deja de llamarnos la atención que la prof. Erica Benner, en
un extenso estudio de la ética de Maquiavelo no hiciera mención a lo que
hemos llamado su “proto-utilitarismo” ni trajera a colación el nombre
de Lucrecio. Se trata de un trabajo que recaba, por contraposición, una
exhaustiva información sobre los antecedentes griegos, i.e., de la ética
griega, del autor de El Príncipe. Cf. E. Benner, Machiavelli´s Ethics,
(New Jersey: Princeton University Press, 2009), passim.
32
Se asiste, pues, en los textos de Maquiavelo al giro homocéntrico
tan característico del humanismo renacentista. En El Príncipe, este giro
se vislumbra a través de los múltiples ejemplos, antiguos y modernos,
con los que el autor ilustra sus puntos de vista. A modo de ejemplo, cf.
El Príncipe, cap. IV
12 Julián Barenstein
pp. 13ss
34
Es dable notar que la posición de Althusser iría en contra de
aquella que Quentin Skinner adopta en su célebre ensayo, El nacimiento
del Estado. Para decirlo con pocas palabras, Skinner indaga allí el origen
y uso del término “Estado”, identificando a Maquiavelo como un paso
fundamental en la referencia que dicho término tiene en la actualidad.
En su investigación Skinner da cuenta de dos conceptos de libertad
ínsitos en una y otra acepción de “Estado”, uno ligado a la acción de
los líderes carismáticos y otro, a un trasfondo republicano. Maquiavelo,
según Skinner, teoriza y apoya este último tipo de libertad, mientras
que si seguimos las elucidaciones de Althusser, nos enfrentamos
con un Maquiavelo que sostendría el primer tipo, como explicamos
a continuación en el cuerpo de este trabajo. Para no extendernos
demasiado, hemos de decir que, en nuestra opinión, sería Skinner quien
está en lo cierto. Althusser lee, pensamos, El Príncipe, como un texto
de consejos a los gobernantes, para utilizar una expresión corriente,
cuando en realidad, el secretario florentino está dándoles una lección a
sus conciudadanos. Para más detalles, ver Q. Skinner, El nacimiento del
Estado, (Buenos Aires: Gorla, 2003), p. 35.
Quantum Fortuna in rebús humanis possit 13
suficiente suerte y virtud para instalarse en algún lugar, en un
rincón de Italia sin nombre, en un lugar sin nombre, que a partir de
este punto de vista “atomístico” aglutine poco a poco los italianos
en torno suyo en el proyecto de un Estado Nacional. ¿Quién podrá
ser este príncipe? ¿César Borgia, Julio II? El silencio parece ser
una condición política del encuentro, se trata de “un hombre de
nada, salido de la nada, y que parte de un lugar inasignable”35. El
encuentro se da, pues, por la combinación de dos factores: fortuna
y virtud, que producen la ocasión36. El encuentro debe ser duradero
para que tenga lugar, el príncipe debe aprender a gobernar su
fortuna gobernando a los hombres, que son otros átomos, a los que
tiene que ganarlos saliéndoles al encuentro, pero al mismo tiempo
manteniendo la distancia, como condición necesaria para su
permanencia en medio de los cambios de fortuna. Desde el punto
de vista político esto se puede lograr con la seducción y el temor. Y
para este fin parece valer casi todo, pues el príncipe sin nombre debe
aprender a ser malo, pero aparentar ser bueno, siempre; aprender
a transgredir los mandatos religiosos, pero aparentar devoción,
etc. Con una sorprendente imaginación Maquiavelo presenta este
aspecto de la política como consumado en la figura mitológica
del centauro educador de príncipes: el príncipe debe saber, pues,
usar al hombre y al animal en él, y también a las bestias múltiples
que conviven en su interior, en especial el león y el zorro. Las
dos tienen debilidades: el zorro no se puede defender de los lobos
y el león no se puede defender de las trampas, entonces hay que
ser zorro para reconocer las trampas y león para intimidar a los
lobos. Es por ello que debe poseer un estado de ánimo dispuesto
a moverse según los vientos de la fortuna y las variaciones de las
cosas puesto que, según Maquiavelo, es fácil que todos vean lo
35
Cf. L. Altusser, Para un materialismo aleatorio…, p. 37.
36
Cf. El Príncipe, I y XXV.
14 Julián Barenstein
que parece, mientras que pocos ven lo que realmente es. Hay que
ser, pues, un gran simulador y un gran disimulador37.
Maquiavelo apoya su argumentación, como en toda su obra
política, en ejemplos históricos: los que fundaron un principado
por virtud, escribe, sólo tuvieron de la fortuna una cosa: ocasión38.
Esta ocasión, afirma utilizando a piacere la terminología
aristotélica, les proporcionó la materia donde pudieron introducir
la forma que mejor les parecía. Sin esa ocasión la virtud de sus
ánimos se habría extinguido, y sin esa virtud, la ocasión se habría
presentado en vano, tal como en los casos de célebres gobernantes
de la Antigüedad: Teseo, Moisés, Ciro, Rómulo y Hierón. Hay
una suerte de retroactividad en esos elementos de modo que es
imposible entender el uno sin el otro: “Estas ocasiones hicieron a
esos hombres felices y la virtud excepcional hizo que la ocasión
fuera reconocida”39.
Con todo, advierte Maquiavelo, la virtud sola no alcanza: César
Borgia poseía virtud pero sufrió una extraordinaria y extrema
malignidad de la fortuna. Y es que hay una diferencia entre actuar
por virtud y actuar de manera eficaz: Agátocles de Sicilia no poseía
virtud alguna, pero accedió al poder con una “acertada astucia”40.
Se trata de saber conducirse en medio del conflicto inherente a
la actividad política, sin anularlo. Este conflicto es resumido
admirablemente por Maquiavelo con la teoría de los dos deseos: el
deseo de los poderosos de oprimir al pueblo y el deseo del pueblo
de no ser oprimido. A la luz de estos dos deseos insuprimibles,
39
Queste occasioni pertanto feciono questi òmini felici e la
escellente virtù loro fece quella occasione essere conosciuta…, (N.
Machiavelli, Tutte le opere (ed. M. Ciliberto). (Milano: Bompiani, 2018
(1971)), El Príncipe, cap. VI, p. 821.)
40
Cf. El Príncipe, IX.
Quantum Fortuna in rebús humanis possit 15
que hacen las veces de piso y, por tanto, de una suerte de vacío
político sobre el que se mueven los átomos actores, las cualidades
dignas de alabanzas en un príncipe son las aglutinantes. De ahí que
afirmara que es preferible ser temido que amado, puesto que los
súbditos “…mientras les haces el bien son todo tuyos, y te ofrecen
la sangre, los bienes, la vida, los hijos…”41 pero “…cuando la
necesidad está lejos, pero cuando ella se echa encima de ti, se
rebelan…”42. Porque “… los hombres vacilan menos en cometer
una ofensa al que se hace amar que al que se hace temer, y como
el amor se mantiene por un vínculo de gratitud, este vínculo se
rompe en cualquier ocasión...” 43.
La crueldad de Aníbal, p.e., a la luz de estas afirmaciones,
está justificada porque actuaba como seguro para la unidad de su
ejército. Un príncipe siempre debe apoyarse en lo que es suyo y
no de otros, y la gratitud no es suya, pero sí está en su poder el
hacerse temer.
Las lecciones a los príncipes (o a los pueblos, como piensan
otros tantos, p.e, Skinner, Viroli, y una legión de autores)44 que
41
…mentre fai loro bene, sono tutti tua, offeronti el sangue, la
roba, la vita, e’ figliuoli… (N. Machiavelli, Tutte le opere…, cap. XVII,
p. 865).
42
…come di sopra dissi, quando el bisogno è discosto, ma, quando
ti si appressa, e’si rivoltano…, (N. Machiavelli, Tutte le opere…, cap.
XVII, p. 865).
43
…li òmini hanno meno respetto ad offendere uno che si facci
amare che uno che si facci temere, perché l’amore è tenuto da uno
vinculo di obligo, il quale, per essere li òmini tristi, da ogni occasione…
…, (N. Machiavelli, Tutte le opere…, cap. XVII, p. 865).
44
Cf. Q. Skinner, Maquiavelo…, pp. 48ss; M. Viroli, La sonrisa
de Maquiavelo, (Barcelona: Tusquets, 2000), cap. I; F. Chabod, Escritos
sobre Maquiavelo, (México: FCE, 2005 (1964)), pp. 65ss; M. J. Unger,
Maquiavelo. Una biografía, (Barcelona: Edhasa, 2013 (2011)), esp. cap.
10; M. Albujas-J. Colmenares-R. Marcano (comps.), El Príncipe de
16 Julián Barenstein