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Ángel Poyón 

(* 1976) vive y trabaja en San Juan Comalapa. A menudo trabaja


con objetos de uso diario, que él modificó. El tiempo, la fugacidad y la existencia
son temas recurrentes en su obra.

Fernando Poyón vive y trabaja en San Juan Comalapa y en la Ciudad de


Guatemala. En su obra, el maneja las experiencias sociales, políticas, históricas y
culturales que están profundamente arraigados en su lugar de nacimiento.

Edgar Calel (* 1987) vive y trabaja en San Juan Comalapa. Con Ángel y
Fernando Poyon el pertenece a una nueva generación de artistas que transforman
la tradición del arte visual de San Juan en formas de expresión contemporáneas.
Se acerca con humor e ironía a los temas fundamentales como la pertenencia e la
identidad.

***

San Juan de Comapala, pequeña población de alrededor de 15.000 y


35.000 habitantes respectivamente, han mantenido a lo largo de los últimos
ochenta años una profunda tradición artística enraizada principalmente en
un arte costumbrista. Sin embargo, en la última década ha surgido un grupo
de jóvenes artistas que lejos de usar lenguajes artísticos ligados a estéticas
cercanas al arte folclórico, crean obras que se mueven más fluidamente
dentro de los parámetros utilizados en la escena del arte internacional. Me
refiero a la producción de Edgar Calel, Ángel Poyón y Fernando Poyón.
 
Discursos glocales
Al comentar la obra de los hermanos Poyón la curadora guatemalteca
Rosina Cazali señaló:
Para abordar la obra de los (…) Poyón (…) no debería existir excusa
o un ritual de justificaciones previas para colocarlos como parte de las
expresiones más contemporáneas de los últimos tiempos, sin más ni
más.[1]
 
Las obras de todos ellos podrían ser parte de la escena del arte global, y lo
interesante es que, sin embargo, las conexiones con su lugar de origen
siguen existiendo de forma subyacente. Es lo que llamamos un arte glocal,
global y local al mismo tiempo. Estéticamente las obras nos remiten a
lenguajes universales contemporáneos y sin embargo sus discursos
temáticos se cimientan, en su mayoría, en cuestiones o problemáticas
relacionadas con su entorno. De esta forma, el contexto se convierte en
parte intrínseca de las obras y es aquí donde observamos una de las
rupturas más significativas con el pasado. Esta nueva generación de
artistas se aleja de ese tipo de variantes para acercarse a una globalidad
que reevalúa la complejidad de los contextos locales desde sus mismos
lugares de producción.
 
La realidad es que desafortunadamente en estos momentos Guatemala
carece de una red artística substancial de galerías, museos, centros
artísticos e incluso de un número importante de coleccionistas interesados
en lo más contemporáneo que permitan a estos jóvenes artistas no sólo el
acceso a una proyección internacional amplia, sino el poder subsistir con
sus producción artística. Ante esta situación, los artistas realizan, con el fin
de sustentarse económicamente, otras tareas además de la artística,
incluyendo la agricultura, la docencia, la regencia de negocios o la
curandería.

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