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Cap 7 Hist Eco y Social
Cap 7 Hist Eco y Social
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10.1.1. Las pérdidas producidas por el conflicto
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dispone de una aproximación bastante aceptada: de los más de 60 millones de hombres
movilizados en Europa, perdieron la vida alrededor de 6,5 millones. La cifra indicada equivale a
menos del 2% de la población europea, y a alrededor del 8% de todos los trabajadores.
Además, encubre datos de mayor relevancia económica. Por ejemplo, el 63% de los muertos
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en Alemania tenían entre 20 y 30 años. Las bajas civiles se infieren de comparar la mortalidad
real con la que habría podido esperarse en época de paz. En conjunto, Europa perdió más de 5
millones de hombres. Perdieron alrededor de 22 millones de personas. En 1920, Europa tenía
aproximadamente el mismo número de habitantes que seis años antes.
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se caracterizó per una elevada desocupación, situación que se hubiera tornado explosiva sin
las bajas ocasionadas por la contienda.
En cuanto a la devastación material, Francia y Bélgica fueron los países más afectados. Las
cosechas perdidas, los rebaños diezmados, gran parte del material ferroviario inservible,
puentes y caminos destruidos, fábricas imposibilitadas de continuar produciendo. En algunos
aspectos, la recuperación fue asombrosa mente rápida, pero existían otros problemas que
impidieran que la situación económica y social estabilizase con celeridad.
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Los principales factores que obstaculizaron la reincorporación de Europa en la economía
internacional fueron las consecuencias que emergieron de los tratados de paz firmados en
Francia en 1919 y respuestas que provocaron. Los gobernantes de las potencias vencedoras
reunidos en Versalles concretaron la mayor remodelación que experimentó la geografía
política de Europa en toda su historia: además en la búsqueda de seguridad para evitar un
nuevo conflicto, una sanción severa para Alemania y sus aliados, y el respeto a las
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nacionalidades, postura sostenida con empeño por el presidente de lo Estados Unidos en los
"Catorce Puntos" que elaboró para orientar las discusiones respecto del futuro una vez
alcanzada la paz.
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Las modificaciones más significativas tuvieron lugar en Europa central y oriental partir de la
desaparición de los Imperios Austrohúngaro y Turco, y de la pérdida de territorios por parte de
Alemania y Rusia. El resultado fue el surgimiento de nueve nuevos Estados: Polonia, Finlandia,
Estonia, Lituania, Letonia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Austria y Hungría, circunstancia que
implicó modificaciones territoriales en todos los países, con excepción de Suecia, Noruega,
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Holanda, Luxemburgo, Suiza, Portugal y España. Tras la guerra, surgieron en total trece nuevas
monedas y 20.000 kilómetros adicionales de fronteras aduaneras.
El proceso de organización de estos nuevos Estados dio lugar a problemas como los
provocados por los litigios fronterizos y las cuestiones de carácter étnico. Las consecuencias
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económicas y políticas de las modificaciones territoriales fueron mucho más graves, debido a
que los nuevos Estados eran inviables económicamente. Las fronteras se trazaron prestando
nula atención a los factores económicos, surgiendo espacios desarticulados en lo que antes era
el “mercado común" imperial. Regiones especializadas en la producción de alimentos vinieron
a quedar al otro lado de la frontera de las zonas que les proveían de artículos industriales y
consumían sus productos. Los Estados de reciente creación se vieron, enfrentados al desafío
de montar sus aparatos administrativos en un contexto dominado por las secuelas de la
guerra, por la penuria de recursos y por la débil capacidad exportadora de su aparato
productivo. La financiación inflacionaria, la devaluación monetaria y los controles del comercio
exterior fueron los mecanismos utilizados para enfrentar la difícil situación. La industrialización
aparecía como la solución a largo plazo, y de hecho se concretó una sustitución de
importaciones a gran escala, pero el esfuerzo no alcanzó para montar una industria
competitiva; todavía en 1925 la producción industrial en todos estos países estaba por debajo
de los niveles de preguerra. En varios de ellos se encararon procesos de reforma agraria, pero
sus resultados fueron mediocres en la mayor parte de los casos, debido a la insuficiente
capacidad de ahorro de los nuevos propietarios y a las dificultades para acceder al crédito.
El punto tercero de los "Catorce Puntos" propugnaba "la supresión, hasta donde sea posible,
de todas las barreras económicas". Cuando el retorno de la paz hizo pensar en que las
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prácticas del comercio libre se impondrían nuevamente, se verificó en cambio un
reforzamiento de las del proteccionismo. Debido a que 1) ningún país puede afrontar la
liberalización si hay otros que apelan a la protección 2) algunos países que recurren a los
aranceles ante la sensibilidad de las demandas de los sectores como los campesinos, 3) la
política de algunos nuevos países europeos se planteó como objetivo el impulso a la
industrialización a través de la sustitución de importaciones: 4) en otros casos se utilizaba
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como instrumento de defensa ante los rápidas y vio lentas fluctuaciones producidas en los
precios internacionales. El resultado fue la adopción generalizada de prácticas proteccionistas,
acompañada en ocasiones por la implementación de acuerdos bilaterales. Las consecuencias
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de esta política hacia 1929 no era esperado de haberse mantenido las tendencias de la
posguerra.
Clemenceau, Lloyd George y Wilson, los líderes políticos reunidos en Versalles, coincidían, en
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que había que castigar a Alemania, el "responsable" de hacer desencadenado la guerra. Las
sanciones fueron: 1) pérdidas territoriales; 2) entrega de incentivos; 3) establecimiento de un
sistema de seguridad que incluía la desmilitarización y la ocupación de zonas clave de
Alemania; 4) pago de reparaciones por los daños causados en la guerra. El problema de las
reparaciones fue una de las cuestiones cruciales de la década ya que afectó el desarrollo de la
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política internacional. La iniciativa francesa en este tema durante las negociaciones realizadas
en París culminó con éxito, exigiéndose pagos a los países vencidos. Hasta tal punto fue
discutida la situación que la cifra final que debía abonar este país recién se estableció en un
acuerdo alcanzado en 1921, luego de que se creara una Comisión de Reparaciones para
estudiar la cuestión. El monto total establecido por la misma fue de 132 mil millones de
marcos oro (aproximadamente 33 mil millones de dólares), una cantidad considerada excesiva
por la mayor parte de los expertos, que además estaba sujeta a un plan de pagos muy estricto,
el que fue puesto en práctica de manera inmediata. El impacto de las reparaciones, junto al
resto de las sanciones, sirvió para asentar en el conjunto del pueblo alemán un fuerte
resentimiento contra los vencedores, pese a todo, Alemania continuaba siendo una gran
potencia.
Al producirse el estallido de la guerra en 1914, los diferentes gobiernos europeos por medio de
distintas disposiciones suspendieron la vigencia del patrón oro. Básicamente, se trató de
prohibir la libre convertibilidad de las monedas a efectos de tener controladas las reservas.
Una acción de este tipo permitía mantener la confianza en la moneda nacional y aseguraba
eventuales pagos por gastos excepcionales que pudiera exigir la guerra. Así, los beligerantes
pudieron sostener sus monedas, pero a medida que se extendía la contienda las dificultades se
fueron incrementando, ya que el aumento de las importaciones exigía la liquidación de los
capitales y créditos disponibles en el exterior, y si estos recursos se mostraban insuficientes,
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debía apelarse al envió de las reservas. La ayuda de Estados Unidos y su posterior entrada en
la guerra del lado de la Entente resolvieron para éstos el problema de la salida de oro,
manteniéndose la solidez exterior de sus monedas, si bien, como vimos, al costo de un
creciente endeudamiento respecto de su aliado principal.
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con los países que fueron sus enemigos; tenía un escaso volumen de inversiones en naciones
neutrales y, además, como ya se ha indicado, encontraba bloqueado el acceso a los créditos
exteriores. El resultado inevitable fue un hundimiento de sus reservas y una fuerte
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depreciación del marco.
Los meses posteriores al fin de las hostilidades estuvieron caracterizados por tres fenómenos
estrechamente vinculados: un boom espectacular (y corto), acompañado de una generalizada
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desmontar la mayor parte de los controles instaurados durante el período bélico, adoptaron
medidas fiscales y crediticias expansivas, y en algunos países intentaron financiar con emisión
monetaria la costosa reconstrucción. El resultado fue una subida de los precios que alcanzó
niveles preocupantes. Se produjo la depreciación de las principales monedas frente al dólar,
poniendo en primer plano los problemas que durante la contienda se habían intentado cubrir
a través de distintos mecanismos intervencionistas y por medio de acuerdos entre los
gobiernos aliados. El resultado inmediato de un "retorno a la paz" tan heterodoxo fue, el
mantenimiento de altos niveles de producción y la aparición de una amplia oferta de empleo
para los soldados que retornaban a la vida civil. Estos logros, valorados como fundamentales
en un contexto de inestabilidad social y política, ocultaron que era imposible restablecer el
comercio internacional de manera duradera, dado que se reforzaron los mecanismos
proteccionistas destinados a mantener la actividad interior. Por otra parte, los vaivenes
producidos en los mercados cambiarios desviaban hacia opciones especulativas los capitales
invertidos en condiciones normales en la producción.
Existe una prolongada controversia entre los expertos respecto de las causas de esta crisis. que
para algunos países fue más dura que la que se produjo en los años 30. Quienes enfocan el
tema desde el punto de vista de la demanda, sostienen que los desfasajes existentes entre
precios en rápido ascenso y salarios que no acompañaron esta subida condujeron al fin de la
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expansión, circunstancia a la que se sumaron dificultades en la oferta de bienes industriales,
producto a su vez de dificulta des en el aprovisionamiento de materias primas. Pero hay un
número importante de economistas de diferentes corrientes que otorga una responsabilidad
crucial a las políticas estatales-especialmente en los Estados Unidos y Gran Bretaña--en el
freno de la expansión. En este sentido, la gestión de la administración norteamericana, basada
en la restricción monetaria y el incremento de las tasas de interés, es tratada con dureza. Al
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encarecer el crédito, se redujo la demanda interior y también la de productos extranjeros: las
exportaciones estadounidenses debieron entonces ser pagada en oro, al punto que 1921 fue el
año de mayor entrada neta de ese metal hasta 1933, cuando se produjo la devaluación del
dólar. Había que controlar los precios, sanear las finanzas públicas, volver a los presupuestos
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equilibrados, liquidar las restricciones comerciales: sólo así se podría restaurar el viejo orden,
cuya manifestación más visible y apreciada era el patrón oro.
El fin del boom fue doloroso: mostró que la recuperación no era cuestión de unos pocos
meses, el retorno de la desocupación -en Gran Bretaña pasó del 2% a casi el 12% en un año 0-
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actualizar los temores de los gobernantes respecto del surgimiento de tensiones sociales
incontrolables. Aquéllos eran exagerados para el occidente europeo, pero tenía un sólido
fundamento en situaciones como las de los nuevos países de Europa del Este y en los
problemas experimentados por la derrotada Alemania. De allí que se implementaran medidas
destinadas a restablecer la estabilidad monetaria en esa región, intentando a la vez encontrar
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Alemania era la primera potencia industrial del continente europeo al estallar la guerra, y la
derrota, si bien tal cual se ha visto tuvo consecuencias inmediatas muy negativas, no afectó su
aparato productivo. Sin embargo, el fin de la contienda trajo aparejado un cambio de Régimen
y una situación social explosiva en el interior". Los países vencedores, contribuyeron de
manera significativa a agravar la coyuntura a partir de su intento de "castigar a Alemania en lo
inmediato, bloqueando, además, su aturo desarrollo”.
Por lo tanto, el intento de sanear las finanzas sin modificar el sistema impositivo en un
momento en que el gasto público aumentaba como consecuencia de la deuda bélica interna,
las pensiones a veteranos, viudas y huérfanos y las exigencias mismas de la reconstrucción,
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dieron como resultado la emergencia de un fuerte déficit estatal, que se transformé en un
relevante factor inflacionario. Por su parte, el deterioro de la balanza de pagos, ocasionado por
la necesidad de importaciones esenciales y por las reparaciones, depreció et marco con un
impacto inmediato sobre el costo de la vida.
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positivamente a las demandas salariales de los sindicatos. Por esta razón, no hubo reacciones
visibles en contra del alza del costo de la vida; los beneficiarios eran más que los perjudicados.
La situación se agravó a raíz de las implicancias de las reparaciones sobre la vida económica del
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país. Hacia fines de 1922, los franceses denunciaron que Alemania no había cumplido sus
compromisos y arrastraron a los aliados a impulsar una ocupación de la región minera del
Ruhr, la que se efectivizó en enero de 1923. La reacción del gobierno alemán fue la llamada
"resistencia pasiva" que consistió en la financiación gubernamental de la no cooperación de
los habitantes de la región ocupada: La combinación de este gasto adicional, con el perjuicio
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que implicaba no poder disponer de la principalmente de materias primas del país, condujo al
estallido hiperinflacionaria, el gobierno perdió por completo el control del país en septiembre
de 1923.
La estabilización fue posible a partir de una solución diplomática, que se basó en el fin de la
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ocupación del Ruhr y en la reformulación del pago de las reparaciones, de manera de aliviar la
carga para los alemanes. El procedimiento consistió en la creación de una nueva moneda
(Reich Mark), valorada en un billón de marcos antiguos, cuyo respaldo era un préstamo
interno basado en activos reales, afirmándose su estabilidad en el compromiso del Estado de
Pocos meses más tarde se puso en marcha el Hamado Plan Dawes, que no sólo otorgó
facilidades para afrontar los pagos, sino que dejaba sentado que era condición inexcusable
impulsar el desarrollo económico alemán para resolver el problema de forma definitiva. La
aportación de capitales norteamericanos completo el proceso que permitió superar el
problema. Las repercusiones sociales de la hiperinflación fueron profundas y se extendieron
mucho más allá del acontecimiento mismo. Las clases medias que dependían de rentas fijas se
arruinada; el desempleo creció aceleradamente como consecuencia de la parálisis económica:
la especulación condujo a que se amasaran fortunas incalculables comprando empresas a
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Hacia 1925 quedaron superados, superficialmente los problemas producidos por la guerra.
Estabilizada la situación en los principales países occidentales, controlada la hiperinflación
alemana, afianzada supremacía mundial de los Estados Unidos, parecían estar dadas las
condiciones para retomar al escenario económico de preguerra, simbolizado en buena medida
por el sistema de patrón oro. Sin embargo, las caminos que condujeron a la "normalidad"
mostraron que el statu quo anterior a 1914 no podía reconstruirse.
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Uno de los procesos irreversibles fue el de los cambios producidos en la estructura industrial,
resultado de la aplicación de las innovaciones tecnológicas características de la "segunda
revolución industrial". Las grandes industrias desarrollaron nuevos métodos de producción,
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incorporándose de manera definitiva ideas como los incrementos de la productividad y la
racionalización de los procesos de trabajo: El resultado fue una sensible disminución de los
costos, que permitió poner muchos de los nuevos artículos al alcance de vastos sectores de la
sociedad. Los aspectos más destacados de la expansión industrial de la década están asociados
al automóvil, la aviación, el nacimiento de la radio y la aparición de nuevos materiales como
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La necesidad de retomar a la vigencia del patrón oro era una de las ideas más firmemente
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Los países que habían sufrido un crecimiento importante pero no incontrolado de los precios
estabilizaron su moneda y restablecieron la convertibilidad del oro sin realizar una reforma
monetaria, pero procediendo a su depreciación; el caso de Francia es el más significativo.
Finalmente, hubo países que retornaron a la libre convertibilidad con el oro al mismo tipo de
cambio que tenían antes de la guerra, entre los que cabe citar a Gran Bretaña, que estabilizó la
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libra esterlina en 1925 e Italia, que hizo lo propio con la lira en 1927. El ejemplo británico
condujo a una importante cantidad de gobiernos a adoptar una política similar.
El sistema de tipos de cambios fijos no llegó a funcionar seis años, pero en ese lapso mostró
sus deficiencias, que se vinculaban con la situación de algunas monedas, pero sobre todo con
el comportamiento de los gobiernos frente a los movimientos internacionales de capitales.
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10.5. La evolución de las principales potencias occidentales: La década de 1920 mostró
cambios importantes en la situación de los principales países capitalistas.
Varios son los factores que pueden destacarse en el proceso de crecimiento de la economía
norteamericana:
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2. El desarrollo de nuevas técnicas de venta, que incluían el otorgamiento de préstamos para
consumo, la venta a plazos, los sistemas de grandes almacenes, los métodos agresivos de
publicidad, etc. Se fue gestando así lo que luego se denominaría "sociedad de consumo de
masas"
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empresas pequeñas y medianas, por lo que la concentración empresarial fue un proceso que
se consolidó de manera irreversible.
La agricultura, se vio afectada por la caída de los precios en los mercados internacionales,
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involucrando al 28% de la población norteamericana, que sólo participó marginalmente de la
expansión general. Asimismo, ramas tradicionales de la industria sufrieron un atraso relativo
respecto de los productores de bienes de equipo y de bienes de consumo. No obstante, los
resulta dos globales eran claramente positivos, sosteniendo que se había iniciado una era de
prosperidad permanente. Esta bonanza aseguró la hegemonía del Partido Republicano a lo
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Antes de la guerra, Gran Bretaña seguía siendo el país más importante del mundo, el impacto
de la guerra fue muy fuerte en el terreno económico, y en general resultó desfavorable.
Dificultades en el comercio exterior, reconversión de sectores para abastecer a la maquinaria
bélica, venta de activos en el exterior y la aceleración de cambios que perjudicaban a las
Por lo tanto, la política económica estuvo determinada por esos objetivos. La adopción de una
política deflacionista a partir de 1920 contribuyó a equilibrar las cuentas, pero al costo de una
caída de la actividad económica y de un fuerte incremento de la desocupación. En esos años se
hicieron visibles las dificultades de las actividades de exportación. El país había perdido
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La elección realizada ha sido objeto de una controversia, sostienen que, si la libra dejaba de ser
el patrón por el que se regía todo el mundo, los negocios pasarían a realizarse en dólares.
Frente a esta argumentación se alzaron quienes aseguraban que mantener el mismo tipo de
cambio de preguerra, implicaba sobrevaluar la libra esterlina con negativas consecuencias para
los productos exportables.
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De acuerdo con lo dicho, es razonable pensar que los problemas de las industrias tradicionales
británicas no se resolvían mejorando un 10% el tipo de, pero lo decisivo fue que la decisión de
restituir el oro a la antigua paridad marcó el rumbo de la política económica en adelante.
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Elevadas tasas de interés, continuidad de una presión descendente sobre los salarios, eso
apuntó hacia una línea deflacionista que agudizó las tensiones sociales en una coyuntura en la
que los sindicatos disponían de una fuerza importante. El renovado intento de los propietarios
mineros de reducir los jornales y aumentar las horas laborables debido a la crisis del sector
condujo a un enfrentamiento que culminó en la primera huelga general de la historia británica.
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La misma se prolongó durante nueve días desde el 4 de marzo de 1926, y su fracaso facilitó la
introducción de nuevas reducciones salariales. El comportamiento global de la economía
británica muestra que en la segunda mitad de la década persistió una situación de relativo
estancamiento. Además, la controvertida decisión vinculada con la reinserción en el patrón
oro hizo de la libra esterlina una moneda débil con crónicos déficit de la balanza de pagos y
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Las consecuencias políticas de tensiones sociales que agitaron al país fueron serias:
incrementaron la fuerza electoral de los laboristas, que formaron parte de un corto gobierno
de coalición en 1924 y ganaron por primera vez las elecciones cinco años más tarde,
transformando el tradicional régimen bipartidista conservador-liberal.
10.5.3. Francia
La política económica de Francia en los primeros años de la posguerra estuvo determinada por
"Alemania pagará". Por lo tanto, una generosa aportación gubernamental que permitió que la
reconstrucción acelerada, acompañada de un fuerte ritmo de incremento de los precios. Fue
uno de los países donde más leve resultó el impacto de la crisis de 1921, aunque, la deflación
fue menos significativa, retornando en 1923 la dinámica inflacionaria. En 1924, el índice de
precios mayoristas en Francia había casi duplicado el de Gran Bretaña y los Estados Unidos.
Si bien existe alguna controversia respecto de las características del desarrollo industrial en
esos años, simple "restauración" para algunos, y modernización significativa para otros,
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Bretaña con los textiles hindúes y japoneses.
La cara oscura del proceso de depreciación del franco fue la continua especulación,
incrementada en 1924 por las prevenciones que generó el triunfo de la izquierda en las
elecciones de ese año. La situación de inestabilidad monetaria se prolongó hasta 1926, cuando
el “hombre fuerte" de la derecha, Raymond Poincaré, restableció la confianza y permitió
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consolidar el franco a 120 por libra esterlina, la quinta parte del valor de preguerra. Esa
estabilización "de hecho" se transforme en oficial en junio de 1928 a 125.21 francos por libra,
un tipo de cambio que estaba en relación con los aumentos de precios verificados en el
interior y mantenía una situación favorable para la promoción de las exportaciones. En el
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período comprendido entre ambos acontecimientos se produjo una masiva repatriación de
capitales franceses que esperaban aprovechar una eventual revaluación de la moneda. Esta
circunstancia, sumada a los saldos favorables de la balanza comercial, condujo a que, Francia
acumulara reservas en oro, que lo transformaron en el principal poseedor del mismo a nivel
mundial, detrás de Estados Unidos. El PBI aumentó el 54% entre 1919 y 1929, un crecimiento
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no alcanzado por país alguno de cierta importancia, y lo mismo ocurre con el PBI por
habitantes. La expansión económica fue acompañada por una amplia redistribución que
involucró a vastos sectores de la población: Las pérdidas sufridas por los beneficiarios de
rentas e ingresos fijos, erosionados por la caída del franco; el relativo estancamiento de la
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agricultura, que todavía en 1921 ocupaba el 41% de la fuerza de trabajo, y las luchas de los
sectores asalariados por mantener sus ingresos reales en un contexto inflacionario nunca
antes vivido en el país, ayudan a comprender esa difundida sensación de inestabilidad, que
contrasta con los resultados globales de la economía y con el hecho de que, como ha mostrado
MAIER, a fines de los años 20 se había logrado reconstruir un equilibrio conservador a partir de
La economía alemana retomó hacia 1925 el rumbo del crecimiento anterior a la guerra, entre
ese año y 1929, el PBI creció casi un 18%, y el valor correspondiente a este último año era de
alrededor de un 21% superior al de 1913. En cuanto a la producción industrial, aumentó en
porcentajes similares, cifra que contrasta con el incremento de las exportaciones, que fue del
40% en la segunda mitad de la década. La presencia del capital norteamericano y el
incremento de los procesos de concentración y racionalización fue crucial para aliviar el peso
de los pagos por reparaciones. Si bien a tasas de interés altas e incrementando su dependencia
del ingreso de fondos extranjeros, el país avanzó en su modernización introduciendo la
Una de las actividades más beneficiadas fue la industria del acero, se construyeron nuevas
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plantas y se modernizó el funcionamiento, con ahorro de mano de obra, energía y otros
factores de producción. En otras ramas de la industria se verificaron también procesos de
concentración, que llevaron a la consolidación de grupos monopólicos, como el de Siemens en
la actividad eléctrica e I. G. Farben en la química. Justamente, uno de los costos del perfil
industrial impulsado desde el Estado fue la persistencia de tasas de desocupación importantes
para la época--8% en 1926, 6% en 1929, que daban cuenta de las dimensiones del proceso de
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racionalización encarado.
desencadeno una crisis en la posguerra, y se le sumo el temor a la revolución por parte de las
clases propietarias y de los poderes "fácticos" - la corona, el ejército y la Iglesia-. Se entrego el
poder político en 1922 al Partido Nacional Fascista, una agrupación liderada por el ex socialista
Benito Mussolini que, a liquidar a la izquierda y a la democracia en nombre de una ideología
que enfatizaba la existencia de intereses colectivos situados por encima de las clases sociales,
encarnados en un Estado poderoso y autoritario. Tras una primera etapa de normalización que
se extendió desde 1923-1925, mercada por una política económica liberal que mantenía
controlados los salarios, se puso en marcha el proyecto fascista en el terreno económico. Sus
elementos característicos fueron: un proteccionismo, apoyado por una serie de medidas
destinadas a favorecer la producción nacional, y el impulso a las obras públicas para sostener
la demanda interior. Esta política fue acompañada en 1927 por una incorporación en el patrón
oro, un tipo de cambio sobrevaluado que dificutó las exportaciones pero permitió atraer
capitales para fomentar la industrialización. Por detrás existía un Estado intervencionista que
se hacía sentir en todos los ámbitos de la realidad económica sin afectar, por cierto, el
principio de la propiedad privada.
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respecto de lo ocurrido en el resto de Europa Occidental: el producto bruto interno entre 1922
y 1929 había crecido un 25%, un porcentaje algo inferior al de Francia y levemente superior al
de Alemania, en tanto la producción industrial experimentó una acelerada expansión hasta
1925, y luego se estancó.
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En febrero y octubre de 1917 se produjeron en Rusia dos acontecimientos de enorme
trascendencia: primero la caída del régimen zarista, y después el triunfo revolucionario del
partido bolchevique, se propuso como objetivo la instauración del socialismo. Uno de los
factores decisivos para lograrlo fue la participación rusa en la PGM, aliada a Francia y Gran
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Bretaña. El esfuerzo bélico terminó quebrando el espinazo del zarismo dando lugar al
derrocamiento del último zar, Nicolás 11. El empeoramiento generalizado de la situación
económica, la falta de alimentos en las ciudades, continúas subidas de precios y en las
privaciones experimentadas por los soldados en el frente, minó la ya cuestionada legitimidad
social del zarismo y abrió paso a la revolución de octubre en los que la capacidad política de
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Lenin contribuyó de manera crucial para que los bolcheviques, un partido minoritario, se
hicieran con el poder. Se trataba de la primera circunstancia histórica en la que se planteaba la
superación del régimen capitalista, y la instauración del socialismo, sustentado en las ideas de
Carlos Marx. Por lo tanto, sólo había unos pocos lineamientos teóricos respecto de las
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características del nuevo orden económico; no alcanzaba con hablar de la "socialización de los
medios de producción" para enfrentar una realidad por demás compleja.
Los bolcheviques se vieron enfrentados a una serie de problemas que pusieron en serio riesgo
su supervivencia y que condicionaron el tumbo de su política económica. Debieron tratar la
paz con Alemania, entregando gran parte de su territorio europeo, casi simultáneamente a la
guerra de civiles que enfrentó a los revolucionarios con buena parte del ejército zarista,
conducido por generales "blancos" y apoyado por las potencias vencedoras en la guerra.
A medida que la situación en el interior del país se fue agravando, las dificultades por las que
atravesó la economía condujeron al crecimiento del papel del Estado tanto en la producción -
suprimiendo el control ejercido por los trabajadores--- como en la distribución de bienes.
Surgió así el llamado "comunismo de guerra".
El problema principal fue el abastecimiento alimentario de las ciudades y del frente militar. La
producción agraria había comenzado su declinación a partir de 1916 pero el impacto de la
caída no se hizo sentir inicialmente como consecuencia de que al cesar las exportaciones
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derivó hacia el consumo interno un porcentaje importante (alrededor del 15%) de la
producción total. Una vez producida la revolución, el reparto de las tierras de la nobleza entre
los campesinos pobres dispuesto por los bolcheviques condujo a la disminución del tamaño
medio de las parcelas, con la consiguiente caída de la productividad. Los campesinos carecían
de alicientes para aumentar la producción, dado que la industria no disponía de bienes de
producción o de consumo para venderles, y el Estado les pagaba con dinero que se depreciaba
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aceleradamente. El número de cabezas de ganado disminuyó en 1922 un 30% respecto de los
valores de 1913—y cultivos industriales como el algodón y la caña de azúcar, producción
destinada en su totalidad a la venta en el mercado, habían experimentado una declinación aun
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más acelerada.
Ante esa actitud, el gobierno instrumentó durísimas medidas de presión para forzar la entrega
de granos, llegando a poner en práctica requisas implementadas por destacamentos militares
o miembros de los mismos soviets. La respuesta de los campesinos agravo la situación:
redujeron la superficie cultivada y desviaron parte de los excedentes hacia el mercado negro.
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Los especialistas en el tema sostienen que la política estatal para el sector agrícola fue aún más
dañina que el desorden creado por la guerra civil.
Al mismo tiempo, en las ciudades también proliferaban las dificultades: las industrias no
contaban con materias primas ni energía para producir, el sistema de transportes apenas
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funcionaba y los problemas de la mano de obra eran serios, ya que los obreros estaban
combatiendo en la guerra civil o regresaban al campo para asegurarse el alimento. En el
terreno monetario, el descontrol fue total. El desborde inflacionario dio lugar al pago de
salarios en especie, a la reaparición del trueque y a un incremento sostenido de la intervención
Hacia fines de 1920, asegurado el triunfo en la guerra civil, los dirigentes soviéticos se
encontraron con un panorama insostenible, marcado por dos características de la etapa bélica:
la nacionalización generalizada y las agudas tensiones surgidas con el sector agrario.
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construcción y maquinarias.
Se trataba de una política gradual, diseñada a partir del desarrollo agrario, y en la que el
Estado utilizaría sus recursos para impulsar el desarrollo industrial fue denominada por Lenin
"capitalismo de Estado" y se basaba en un pacto entre el poder revolucionario y los
campesinos. Como consecuencia de la inviabilidad en lo inmediato de una industrialización en
gran escala, postulaba una reversión parcial en el grado de nacionalización de la economía
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fomentando el "cooperativismo democrático" y el retorno de la pequeña propiedad.
En 1925, transcurridos cuatro años de la puesta en marcha de la NEP, sus resultados fueron
positivos para la agricultura y también para la actividad industrial. Pero este proceso tuvo otras
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consecuencias: en el campo se verificó una ampliación de las diferencias sociales entre los
campesinos, incluyendo una aparente consolidación de los kulaks (propietarios más prósperos)
como los principales beneficiarios del incremento de la producción, a favor de su control de la
mayor parte de la tierra fértil. Además, la recuperación de la agricultura no se sustentaba de
manera importante en la mecanización, bloqueando así la posibilidad de que el Estado
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La NEP originó un profundo debate entre los dirigentes bolcheviques, centrado en la reflexión
respecto de la estrategia más favorable para impulsar la industrialización el objetivo principal e
irrenunciable-y la función que en ella debía cumplir la agricultura. Del mismo salieron
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claramente perfiladas dos posiciones; la de los partidarios de la NEP y los defensores de una
industrialización acelerada, críticos de la situación existente.
El discurso oficial puede resumirse así: ante una economía mercantil agraria, sin posibilidades
de acceder a la financiación exterior para invertir en el sector, no existe otra vía que basar el
crecimiento en el sector agrario, apuntando a una más eficaz utilización de los recursos
disponibles. El desarrollo del sector primario proporcionaría alimentos para la población
urbana, materias primas para la industria y exportaciones para pagar la compra de bienes
manufacturados en el exterior, además, la agricultura se transformaría en el principal
demandante de productos industriales. Por lo tanto, cualquier transferencia de recursos que
disminuyera la renta agraria tendría como consecuencia un retraso en el desarrollo industrial.
El camino, entonces, pasaba por una profundización de la NEP, a través de medidas de apoyo
al sector agrario y de orientación a las inversiones estatales hacia las ramas productoras de
bienes de consumo y hacia los sectores de la industria pesada en condiciones de abastecer a la
agricultura. El proyecto de la oposición, por su parte, proponía el fin de la NEP, que estaba
desarticulando la economía soviética, y su reemplazo por una política industrializadora que
Por lo tanto, había que someter la producción agraria a las necesidades del desarrollo
industrial, para lo cual se propugnaban diferentes medidas:
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incluyendo recursos excepcionales como la suscripción de empréstitos forzosos por par te de
los campesinos; c) la utilización del papel preeminente del Estado para aumentar sus
beneficios a través de la discriminación del sector privado en las tarifas de transportes, en el ac
ceso a créditos concedidos por la banca estatal, etcétera.
La prioridad del sector estatal estaba pautada por la planificación, que se transformaría en el
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instrumento organizador de toda la economía, desde la orientación de la inversión hasta el
comercio exterior, pasando por las finanzas, la política monetaria y el establecimiento de los
precios.
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El debate respecto de la NEP se dio en una coyuntura política caracterizada por una dura
disputa por el poder, desencadenada a partir de la muerte de Lenin en enero de 1924. Los
grupos que se enfrentaron, liderados por Stalin y Trotsky, manifestaban su desacuerdo en
varias cuestiones, pero una de las más significativas era la condena de este último del rumbo
tomado por la revolución, "capturada" por una burocracia de poder creciente, resultado del
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Este control estatal resultaba paradójico: estaban en sus manos el 44% de la renta nacional, el
82% de la producción industrial, el 76% del comercio minorista, y la totalidad del comercio
exterior y del sector financiero, pero apenas controlaba el 3% de la producción agraria,
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Por lo tanto, el triunfo de la corriente burocrática encabezada por Stalin marcó el rumbo a
seguir en el futuro inmediato: los defensores del papel central del Estado en el tránsito hacia
una rápida industrialización apoyaron el modelo planteado por la oposición derrotada
Uno de los aspectos relevantes de la década de 1920 en relación con los países de la periferia
es la evolución de sus exportaciones, que crecieron más aceleradamente que las de los países
desarrollados. El porcentaje de su incidencia en el comercio mundial paso del 23 al 27%. Este
crecimiento se debió a tres factores: 1) la expansión de la colonización en el África con una
fuerte repercusión sobre las exportaciones; 2) el aumento de la demanda de productos
tropicales -café, cacao, maní, algodón - por parte de los países desarrollados, hasta
transformarse en bienes de consumo masivo; 3) la imupción de un número importante de
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Nicaragua) ese producto era el café; en dos (Cuba y República Dominicana) se trataba del
azúcar, y en el resto, bananas (Honduras), estaño (Bolivia) y petróleo (Venezuela). Por otra
parte, casi el 70% del comercio exterior se efectuaba solamente con cuatro países: los Estados
Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania. Es decir que, en vísperas de la "Gran Depresión", las
economías latinoamericanas continuaban con un patrón de desarrollo que las exponía a las
condiciones adversas que pudieran surgir en el mercado mundial de los productos primarios.
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A su vez, en el continente africano se concretó un avance en la ocupación de tierras por parte
de los colonizadores para la organización de plantaciones destinadas a cultivos exportables. Se
plasmó así el típico paisaje agrario colonial: pequeñas parcelas dedicadas a cultivos
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alimentarios de subsistencia, trabajadas por africanos, junto a vastos territorios dedicados a
las plantaciones controladas por los europeos.
occidental respecto de que había finalizado una etapa segura y próspera, daba la impresión de
que en los cementerios de guerra se había sepultado, además de millones de seres humanos,
un concepto del mundo y de la vida.
La crisis social fue profunda: los mismos hombres explotados por el sistema capitalista fueron
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convocados al frente por sus gobiernos con pretextos nacionalistas. Al retomo, no sólo no era
posible reestructurar las jerarquías tradicionales, sino que quienes ejercían el poder debieron
enfrentar las demandas de igualación social; era difícil justificar el desempleo y la postergación
social frente a quienes habían expuesto su vida por la patria. Para agravar la situación, el
Los intentos revolucionarios que estallaron en Alemania y Hungría, y la tensión que caracterizó
la situación italiana en 1920-1922 fueron controlados, de tal suerte que hacia 1923 no había
alternativas a la consolidación del capitalismo, si bien la toma del poder por parte de Mussolini
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La difusión a nivel masivo de las innovaciones tecnológica tuvo un impacto socioeconómico
que se manifestó fundamentalmente en los Estados Unidos. En principio, el automóvil dejó de
ser un artículo de lujo para transformarse en un componente habitual de la vida cotidiana.
Hacia 1926, Chevrolet y Ford, aceleraron su competencia lanzando nuevos modelos con una
periodicidad cada vez menor. Se fue imponiendo de manera progresiva la posibilidad de
cambiar el automóvil cada dos o tres años, lo que había sido considerado un bien duradero se
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transformó en un bien expuesto a una rápida obsolescencia, por la oferta de modelos más
perfeccionados. Para el logro de estos fines se hizo necesario inducir el consumo, montando
un gigantesco despliegue publicitario y ampliando las facilidades de pago. La venta en cuotas
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devino una práctica generalizada, hacia 1929 se estimaba que el 60% de la venta de
automóviles había sido hecha a través de ese procedimiento.
formación cultural y para distraer las horas de descanso. Con mucha rapidez se descubrieron
las posibilidades de la radiodifusión con fines publicitarios y comenzó a percibirse su valor para
la difusión del discurso político: con la radio a su disposición, el mensaje ideológico podía llegar
lejos y con fines manipuladores; Hitler y Mussolini lo demostraron en muy poco tiempo.
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Superados aparentemente los problemas originados por la guerra, el mundo hacia fines de la
década parecía marchar por un camino de prosperidad. El liderazgo de Estados Unidos,
difundido por la radio y la cinematografía, se manifestaba en todos los terrenos. Los valores de
la sociedad yanqui eran glorificados. A la "crisis de la conciencia europea", resultado del
agobio experimentado por una sociedad conmovida en sus cimientos por la guerra, se
contraponía la visión frívola que emergía de los roaring twenties: el optimismo pleno de
cinismo de quienes creían en el éxito en los negocios a cualquier precio y en el escapismo
como pilares de la sociedad.