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Cuando perdemos nuestro primer amor
“Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has
probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has
tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo
contra ti, que has dejado tu primer amor”.
Apocalipsis 2:2-4
INTRODUCCIÓN
El primer amor se refiere a aquella pasión y sentimientos que nos impulsaban en
todas nuestras actitudes ha honrar, servir y adorar a Dios.
Generalmente este es fuerte al principio de nuestros días como cristianos, pero con el tiempo
este puede menguar hasta volverse indiferente y pobre.
Dios elogia a la iglesia de Éfeso por su gran trabajo y dedicación a su obra, sin embargo, los
recrimina por haber abandonado su primer amor.
Esta misma historia se repite hoy en día y puede pasarnos a nosotros si no vigilamos
responsablemente nuestra vida. Veamos algunas razones por las cuales este amor puede desaparecer.
La Biblia es clara al enseñarnos que toda nuestra confianza debe estar puesta siempre en Dios.
Jesús dijo que nuestra prioridad tenía que ser Dios y su justicia, y no los afanes o compromisos de este
mundo; lamentablemente esto no sucede así. El ponerlo en primer lugar y amarlo sobre todas las
cosas representa un verdadero desafío para los cristianos. Si no nos damos cuenta poco a poco nuestra
relación con Él puede ir decayendo hasta delegarlo a los últimos lugares de prioridad en nuestra vida.
Pero, ¿qué puede provocar esto? Veámoslo a la luz de la palabra de Dios.
Una de las razones por las cuales nuestro amor por Dios puede menguar es tener pecados
ocultos. Salomón fue una persona a quien Dios bendijo en gran manera y tuvo su respaldo para hacer
grandes maravillas, pero su amor comenzó a decaer cuando su amor por las mujeres extranjeras fue
más grande a tal punto que lo arrastraron a la idolatría. Muchos cristianos hoy en día han permitido
que el pecado ingrese sigilosamente en su vida destruyendo su pasión por Cristo. Como creyentes
debemos ser celosos con nuestra vida piadosa no permitiendo que nada dañe nuestra relación con
Dios, razón por la cual Pablo decía: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga”, (1 Corintios
10:12).
Otra de las razones por las cuales nuestro amor por Dios puede menguar es el efecto negativo de
las pruebas en nuestra vida. A Israel le paso esto. Después que volvieron del cautiverio y comenzaron
a reconstruir la ciudad de Jerusalén y sus muros las cosas no volvieron a ser las mismas. Con gran
dificultad reconstruyeron el Templo, pero la opresión de sus enemigos no paro y no obtuvieron su
completa independencia del imperio Medo-Persa, por lo que las duras pruebas endurecieron tanto su
corazón que le dijeron a Dios: ¿En qué nos amaste? Como cristianos debemos tener cuidado que las
duras pruebas no nos impulsen a dudar del amor de Dios, por el contrario, es el tiempo en cual
debemos estar más cerca. El apóstol Pedro exhorta a los cristianos a no perder su gloria al momento
de padecer por causa de la justicia y a considerar la actitud que hubo en Jesús al momento de
enfrentarse a la muerte.
“Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Más si haciendo lo bueno sufrís, y lo
soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Pues para esto fuisteis llamados; porque
también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas”.
1 Pedro 2:20-21
Debemos comprender que como cristianos estaremos expuestos a tentaciones y duras pruebas,
pero el propósito de ellas es hacernos crecer. Como hijos de Dios nuestra fe tiene que ser probada así
como fue probada la fe de aquellos héroes de la Biblia que alcanzaron buen testimonio. Por esto Pedro
dice:
“En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser
afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el
cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea
manifestado Jesucristo”.
1 Pedro 1:6-7
Otra causa por la cual se puede perder el primer amor hacia Dios es por los afanes de este
mundo. De hecho, quizás esta es una de las razones que más se da entre el pueblo cristiano, la cual
entra silenciosamente y sin considerarlo pecado, podemos dejarnos llevar por los afanes del trabajo,
los estudios o proyectos especiales que nos consuma mucho tiempo y energía, a tal punto que nuestro
tiempo devocional y servicio a Dios se ve ahogado. La historia de Marta y María nos retrata muy bien
este hecho. Mientras que María gozaba de la presencia de Cristo y sus enseñanzas, Marta no tenía
tiempo para esto ya que se encontraba muy ocupada con la preparación de la comida. Cuantas
personas hoy en día alegan que no tienen tiempo para servirle a Dios, ni siquiera para congregarse y
cuidar su vida espiritual porque están muy ocupados con sus quehaceres del hogar, trabajo o estudio.
Lo cierto es que como Marta perdieron el enfoque y esto puede provocar un enfriamiento en nuestras
vidas y hacernos perder el amor por nuestro Señor.
La clave para no perdernos en esto es saber priorizar nuestra vida en función de nuestra
devoción a Dios y no viceversa recordando las palabras de Cristo: Más buscad primeramente el reino de
Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. El reto está en creerle a Jesús estas palabras,
confiar en que en su divina providencia solventara todas nuestras y en esta confianza estaremos
completos.
CONCLUSIÓN.
Algunas razones por la cuales nuestro amor por Dios puede menguar son:
Si esto ha pasado en nuestra vida debemos recordar las palabras del mismo Jesús en
Apocalipsis:
“Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré
pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido”.
Apocalipsis 2:5
Peligro: ¿Se está enfriando nuestro amor por el Salvador? ¿Puedes recordar
un tiempo en tu vida cristiana cuando andabas más cerca del Señor que
ahora? En algunas iglesias puedes encontrar un órgano, un piano, un coro,
gente en los bancos, un pastor, pero falta el Señor. El Señor
no encomienda sino condena una iglesia en la que Él no es amado y donde
los corazones de la gente se han enfriado para con ÉL