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ESCUELA NORMAL SUPERIOR DE QUERÉTARO

MARIANA ALMANZA VEGA


DIDÁCTICA
ESPAÑOL
SEXTO SEMESTRE
“La escuela no puede redimir los problemas que la sociedad crea,
puede disimularlos y entonces los olvida y es culpable;
puede tratarlos manipulando y entonces es indecente,
o puede ser realista en el sentido de que es fiel
denunciadora de lo que ocurre […]”
- José Gimeno Sacristán

La educación por competencias limita el aprendizaje de los estudiantes

El presente documento tiene como finalidad explicar cómo y por qué la


educación basada en competencias limita el aprendizaje de los estudiantes en
general. Con base en lo analizado en la clase “Didáctica”, se abrió este panorama y
punto de discusión sobre un programa que llevamos trabajando desde hacía tiempo
y que sin embargo no nos habíamos cuestionado si sus resultados eran los
esperados o si estaba planteado desde un ámbito educativo eficaz para los agentes
dentro de la escuela.
Si bien sabemos que este modelo se implementa actualmente en la mayoría
de las escuelas mexicanas, muchos desconocemos el origen y el verdadero
propósito de este método de "enseñanza- aprendizaje". El propio concepto de
"competencias" se malinterpreta e incluso su definición no es realmente clara; de
ahí inician los problemas con este método. Todos o varios le damos un significado
diferente y por lo tanto su ejecución será distinta en cada uno de los profesores o
personal académico que lo retomen para la enseñanza.
Educar por competencias ¿funciona?. Es la pregunta que ha abierto un sin fin
de polémicas y debates. Quizás funcionaría si se toma desde ciertas visiones
educativas y no meramente desde aspectos económicos. De igual manera en un
apartado de este ensayo se hablará sobre las ventajas y desventajas que estas
tienen desde el ámbito educativo.
Pero no solo los estudiantes se ven limitados, sino también los profesores.
No nada más en crear el conocimiento en sus alumnos, también el de ellos mismos
reduciendo su práctica docente a llenar un formato de planeación o carta
descriptiva, donde lo importante es completar eso espacios en blanco, imprimirla y
presentarla a sus superiores. Pareciera que el conocimiento se reduce solo a un
llenado formal de este tipo de formatos, donde hacen otra cosa que limitar el
aprendizaje, encasillándolo en cumplir con determinadas competencias que marca
el programa.
Y así se pasa a la parte casi final: la evaluación. ¿Qué o cómo se evalúan las
competencias? Si cumples con los propósitos que marca el programa o currículum
¿eres competente para la vida?, y si no ¿qué ocurre?, ¿qué pasa con aquellos
estudiantes que no logran tener una calificación aprobatoria?. La evaluación
siempre será muy compleja cuando se trata de aspectos sociales, entonces ¿cómo
lograr una buena evaluación basada en competencias?, ¿realmente esta evaluación
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toma en cuenta los aprendizajes que los estudiantes han adquirido o se trata una
vez más de clasificar colocando un número para determinar nuestro conocimiento?
Por último se muestran las conclusiones de este documento, retomando
todos los puntos que se abordan a lo largo de éste. Si bien se puede estar de
acuerdo o no con ellas, el propósito de este escrito es mostrar el por qué las
competencias limitan el aprendizaje de nuestros estudiantes.
Pues bien, a los que apenas se van adentrando a este mundo de las
competencias se les implanta la idea de que el educar por competencias nace como
respuesta a lograr una educación de calidad donde proporcionan la posibilidad de
implantar mecanismos basados en experiencias y aprendizajes (Romero, 2007).
Sin embargo, la educación por competencias fue generada desde las
experiencias de formación laboral-empresarial (Guzmán, 2012) . Es decir, desde el
origen se presenta la problemática, está es más que evidente que se usa con fines
políticos ya que al hablar de educación se dice que se educa para la vida, sin
embargo, bajo esta concepción por competencias se observa que se educa para
producir mano de obra para seguir explotando. Seguir creando personas capaces
de soportar medios de trabajo que a las grandes empresas capitalistas les conviene
tener. Al generarse este modelo en la formación laboral se pierde el enfoque
pedagógico- didáctico.
Se tienen dos cosmovisiones acerca de lo que es educar por competencias y
para poder seguir una ideología se debe tomar en cuenta primero el ¿qué significa
“competencias”?. La primera autora dice que
“una competencia es el desarrollo de una capacidad para el logro de un
objetivo o resultado en un contexto, refiere a la capacidad de la persona para
dominar tareas específicas que le permiten solucionar las problemáticas que
le plantea la vida cotidiana”. (Romero, 2007)

La otra definición es que no hay una definición exacta de lo que son las
competencias, se carece de un significado auténtico y universal, ya que cada
persona le da un significado distinto. Por lo tanto la ausencia de claridad conceptual
se vuelve entre otros un gran problema al querer implementarlas en el área
educativa.
Cuando se habló por primera vez del concepto del término de competencias
educativas o para el trabajo estas sirvieron para segregar, clasificar o filtrar tanto a
las personas en el ámbito educativo como laboral.
Es turno de hablar de las ventajas y desventajas de educar por competencias
o “educar para competir”. Hablemos primero de las ventajas, que consisten en: que
el hombre es el centro del universo y de las cosas, la idea de este enfoque es que el
estudiante sea el centro de la educación, pero ¿realmente lo es? o se enfocan más
en el currículum; formación orientada al desempeño idóneo mediante la integración
del conocer, con el ser y el hacer; alumnos responsables de su aprendizaje; la
escuela es un espacio de aprendizaje.
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Otras ventajas que señala Sacristán, 2008, son las que se tomaron en
cuenta en el proyecto Tuning: fomenta la transparencia en los perfiles profesionales
y académicos y programas de estudio y favorece un énfasis cada vez mayor en los
resultados; desarrollo del nuevo paradigma de educación centrada en el estudiante
y la necesidad de encauzarse hacia la gestión del conocimiento; se tienen en cuenta
la búsqueda de mayores niveles de empleabilidad y de ciudadanía; el suministro de
un lenguaje más adecuado para el intercambio y el diálogo con los interesados.
Pero todas estas ventajas sólo son promesas para un programa que no
cuestiona las estructuras, instituciones o la cultura que domina en la enseñanza.
Como desventajas, aparte de no tener en claro la definición de
“competencias”, es en segundo lugar que carece de una fundamentación filosófica,
sociológica y psico-didáctico-pedagógica (Guzmán, 2012), por lo que al momento de
querer implementarla en el aula de clases no se dan los resultados esperados. La
insuficiencia de las transformaciones institucionales. Otras desventajas que
podemos encontrar al momento de educar por competencias es que los padres
participan escasamente en el proceso de aprendizaje de sus hijos, existe una
desigualdad e injusticia, las comunidades se tornan solo como observadores
pasivos, existe una formación tecnócrata y centrada solo en crear mano de obra
calificada y barata.
Se ha hablado del estudiante y el impacto negativo y positivo que esta
educación tiene en él pero ¿qué pasa con el docente?. Romero, 2007 menciona que
el profesor se concreta a elaborar la planificación del curso, diseñar el programa,
objetivos y contenidos que respondan a las competencias usando metodología
flexible o aceptable. Evalúa basándose en el proceso formativo y no sólo en el
resultado. (Romero 2007)
Pero, el papel real del docente se reduce a su planeación o carta descriptiva,
documento donde se señalan las actividades a realizar dentro del grupo, con
objetivos determinados a alcanzar al finalizar el tema. De esta manera la práctica
del maestro consiste en solo llenar estos formatos, convirtiendo así su gran labor en
algo meramente técnico y sin la finalidad de crear conocimiento a sus alumnos.
Mucho se dice sobre la labor de los maestros, se le culpa del gran atraso de sus
estudiantes, pero casi no se critica el modelo que tienen que seguir para
supuestamente fomentar el aprendizaje a sus educandos.
Y para finalizar, la evaluación, la misma Romero, 2007 explica que no hay
que confundir evaluar el logro del alumno y la evaluación de la competencia en sí;
quiere decir que esto se realiza a partir de una serie de indicadores que permiten
medir los distintos tipos de eficacia, eficiencia y pertinencia que permitan observar
los avances aptitudinales y de crecimiento diseñadas para la enseñanza. Este
proceso ha de ser de calificación formativa y sumativa.
Sin embargo esto no es suficiente o no se aplica como debería de ser, se
requiere trabajar más en el desarrollo de la meta evaluación, es decir, en la
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evaluación de la evaluación, la cual incluya las agencias y organismos implicados en
el proceso de la educación.
¿Qué pasa con los alumnos que no logran tener buenos resultados en sus
evaluaciones? Se les excluye e incluso etiqueta como “deficientes” creando ya
aspectos de desigualdad educativa, política y social entrando ya en otro tema que
quizás en otro momento se analice más a fondo.
Para concluir, no cabe duda que la educación basada en competencias o
“educar para competir” presenta ciertas ventajas como bien se han mencionado, sin
embargo a estas alturas se pueden observar más carencias. Iniciando esto por la
falta de una fundamentación, el origen y el aspecto para el que se diseñó y por
último la falta del propio concepto que no deja muy en claro a qué se refiere este
tipo de educación.
Al final el objetivo de estas competencias es crear personas capaces de
seguir un método tecnocrático, que no cuestione, que no piense, que no reflexione
sobre su realidad. Es un modelo laboral disfrazado de educación que a final de
cuentas quiere seguir produciendo mano de obra para los altos mandos.
Por ello, los docentes deben saber el origen de todo aquello que se les
plantea, cuestionarse el por qué y para qué. Se ha dicho incluso que son las mismas
prácticas tradicionalistas con distinto nombre, pero no, ni siquiera se le podría
considerar eso. Es un método pensado por y para gente que se preocupa por el
ámbito económico, no para llevarlo a cabo en un salón de clases, por tanto no existe
relación entre aprendizaje y competencia.
Tomemos en cuenta que el programa plantea que debe llevarse a cabo una
serie de aprendizajes para poder conseguir la competencia deseada, cuando
realmente lo primero que necesitamos es ser competente en cierta actividad para
lograr el aprendizaje deseado. Por esa parte también es deficiente y contradictorio.
Todos los puntos mencionados a lo largo de este escrito reflejan,
desgraciadamente, el por qué los alumnos se ven limitados a querer conocer, ser
dueños de su aprendizaje. Claramente el estudiante no le interesa aprender porque
no se le han brindado las herramientas necesarias, por lo tanto queda atrapado en
un mundo ignorante del que muchas veces es difícil escapar.
Hay que replantear la idea o lo que se espera al momento de educar, no es
solo transmitir conocimientos para poder crear una competencia que nos marca el
currículum. En una tarea así se deben tomar en cuenta aspectos institucionales,
académicos y hasta culturales. No dejemos que cualquier autoridad nos conduzca a
pensar que la educación por competencias es el evangelio de la educación.
No se trata de mirar a esta educación como el enemigo, es verdad que
carece de ciertos aspectos importantes, pero si eres un buen maestro, no importan
los contenidos, llenar la carta descriptiva o realizar una buena evaluación, sino el
crear alumnos críticos, que pregunten, sean curiosos porque es la única manera de
crear personas nuevas y pensantes, capaces de enfrentarse al día con día. No dejar
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tan importante labor a un modelo que fue pensado para trabajadores de mano
barata.

Referencias:
- Guzmán, F. (2012). Revista Iberoamericana de Educación. El concepto de
competencias. Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la
Ciencia y la Cultura.
- Romero, N. L. (2007, Julio 04). ¿Y qué son las competencias? ¿Quién las
construye? ¿Por qué competencias? In Enseñar por competencias.
- Gimeno, J. (2008). Educar por competencias, ¿qué hay de nuevo?. Morata. España.
2ª edición. ISBN: 978- 7112-528-6

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