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Candeleda ya estaba preparada para recibir a todxs lxs asistentes en una nueva edición
en la que más de unx ya tenía sus dudas desde el principio.
Un inicio de festival con desajustes en los horarios y algún que otro problema técnico,
pero con Cuatro Madres, Vuelo 505, El Desván y Marea como grupos rompedores de la
jornada del jueves.
Aún sin a penas rellenar ni la mitad del recinto, comenzaron los Cuatro madres. Unos
chicos navarros que rompieron el hielo a la primera. Daba igual que los presentes no
fueran un número extremadamente elevado, había que pasárselo bien, y éstos habían
llegado a Candeleda a romper el escenario. Lo mismo ocurrió con Vuelo 505 y con El
Desván.
Poco a poco el público se iba animando, iba deshaciendo ese grueso bloque de hielo que
tanto había costado al principio.
Con la mirada puesta en Marea, el recinto ya empezaba a coger forma. El tiempo pasaba
y aquel jueves del Shikillo parecía que iba cogiendo fuerza. Míticos cánticos de los
Marea de siempre, un público entregado y una noche en la que lxs allí presentes tenían
hambre de más y más música.
Y así fue. En el pequeño escenario que estaba situado a la derecha del principal, un Dj
terminó de amenizar la noche. El jueves ya se había cumplido.
A la mañana siguiente y como cada año, las piscinas Naturales ya estaban (casi) listas
para recibir a las numeras bandas que iban a sonar durante las horas más duras de sol
del viernes. Sonotone y King Sapo fueron los primeros en sonar para comenzar a quitar
esa resaca de la noche anterior. Free City fueron los siguientes. Los de Valladolid
amenizaron la hora de la comida con sus inconfubles notas, removiendo hasta el agua de
las piscinas. El escenario se les quedaba demasiado pequeño para lo grandes que se
dejaron ver.
Pero había que darse prisa, pues Hamlet ya se estaba preparando para dar comienzo al
turno del escenario “grande”. Volvían los retrasos en los horarios y, en cierto modo, se
empezaba a masticar cierto revuelo entre los asistentes. A pesar del calor y de los
desajustes en las horas, el grupo salió al escenario muy activo y con la pura esencia
Hamlet. Con un público muy entregado y un cantante dispuesto a acercarse a los
presentes desde la valla de seguridad, no pasó ni la mitad del concierto cuando dejaron
de sonar. Los problemas técnicos que estaban teniendo y la incomodidad al interpretar
las notas, hacían un poco complicada la actuación.
La tensión iba aumentando por momentos. Kitai eran los siguientes en salir. Parecía que
iba todo sobre ruedas con este grupo cuando, de repente, la voz principal dejó de
escucharse.
Se llegó al punto incluso en el que se pensaba que iban a suspender su concierto, pero
no fue así. Kitai había ido a romper el escenario y, de una forma u otra, lo iban a
conseguir. Con el público desconcertado, el grupo se buscó las mañas para que sonaran,
y vaya si lo hicieron! Consiguieron avanzar con sus temas y la gente, emocionada a la
vez que confundida, les animó. Se les podría definir con las palabras de fuerza y lucha a
esta banda después de lo ocurrido en Candeleda.
Algo no olía bien en el recinto del Shikillo. No se sabía muy bien qué estaba pasando y
por qué. Daba la sensación de que la organización estaba siendo escasa y los medios
utilizados no estaban a la altura. Descontrol horario, demasiada espera entre grupo y
grupo e, incluso, bajas de última hora que, como bien es de esperar, nadie se imagina
que iba a pasar. Cada vez más la sensación extraña de no saber qué iba a pasar esa
noche, se iba superando.
Sin embargo, a pesar de toda esa locura, Gatillazo salió al escenario. Volvían los
problemas técnicos, y permanecía el enfado del público. Se temía que en cualquier
momento, el gran Evaristo dejara de escucharse o, incluso, dejara de sonar la banda
entera. Él, mientras tanto, se mantenía tan puro y natural sobre las tablas, sin dejar
hueco a la preocupación.
Las horas no cumplían con las establecidas. Era mejor no mirar el reloj para no llevarse
sorpresas. Boikot tenía que salir al escenario, y la cosa se ponía fea. No eran diez
minutos de retraso, ni veinte, ni media hora. La situación se estaba yendo de madre pero
ahí estaba Grass, batería de la banda, para amenizar de la mejor manera posible esa
situación tan incomoda en Candeleda. Medio haciendo monologo, consiguió sacar
alguna sonrisa entre el público y aliviar las mentes de todxs y cada unx de los asistentes.
Acabaron sonando, y sonaron bien. No habrá sido el concierto de sus vidas, (ni de las de
Boikot ni de las del público), pero seguro que permanecerá en las mentes de muchxs
durante mucho tiempo.
La noche ya alcanzaban horas bien altas, (más de las esperadas) y, con el escenario ya
preparadísimo (aparentemente) para recibir a los Narco, parecía que no se iba a recibir a
ninguna banda más. Después de tanta demora y descoloque, apenas quedaba tiempo
para poder escuchar a los Cuatro grupos siguientes: Narco, Talco, Kamikazes y Bolu2
Death. Y fue la gota que colmó el vaso.
Por lo menos, habían hecho sonreír a más de unx. Pero había que volver a la realidad.
La jornada de piscinas en el Shikillo 2019 había terminado, y aún quedaba la última
jornada de tarde-noche en el recinto principal. ¿Con qué sorpresa nos encontraremos?
Se preguntaba más de unx.
Capitán cobarde daba por iniciada la tarde en el recinto. Sonar, sonaban y, con algún
pequeño inciso sonoro, consiguieron salir adelante y animar al público. Los siguientes,
Gritando en Silencio, también se atrevieron a “tirarse” a la piscina y salir sobre las
tablas. En verdad, las luces no fueron sus compañeras, pero por lo menos el sonido les
dejó salir del paso. Desgraciadamente, unx ya no sabía con lo que se iba a encontrar.
Desakato fueron otros que dejaron el listón muy alto. Como siempre, con nivel y
desparpajo, y a pesar de haber menos público que otros años, llenaron el festival de
rebeldía y de descontrol. Tanto fue, que Pepo, una vez más, se atrevió a subirse en su
inseparable barca de plástico para darse una vuelta por el mar de personas que estaban
disfrutando del concierto. Momentazo inconfundible con los que lxs asistentes
quemaron todo su cabreo.
Se dejaron ver de una manera muy grande, como son ellos, Desakato.
Y muy alto dejaron el listón para Sinkope. Se rozaban las cuatro de la madrugada (dos
horas más tarde de lo esperado) con algún que otro tiritón de frío, y allí salieron ellos.
Tan puros, tan eternos, tan de siempre.
El festival estaba a punto de poner punto y final a la edición 2019. Una de las más
habladas o criticadas, depende de las opiniones. Dejando una sensación extraña, de
malestar y cabreo, de rabia e incluso de vacío, Candeleda se ha visto inmersa en una
situación de locura y desorganización bastante elevada.
Sin embargo, por aquellos que salieron al escenario, por aquellos que a pesar de las
dificultades continuaron tocando, que a pesar de las largas esperas, eran capaces de
amenizar la situación de cualquier manera, hay que decir que a muchas personas les ha
valido la pena desplazarse hasta la Sierra de Gredos, hasta Candeleda. Por lo menos, la
convivencia en el camping, los baños en las piscinas, los desplazamientos en las
lanzaderas piscinas-recinto recinto-piscinas, los eternos bailes y los grandes brindis,
forman parte también de la esencia de un festival y, en este caso, no ha quedado otra
que mirar, en cierto modo, el lado positivo de todo esto.