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Por fin: Santa Fe acabó la peor racha como local de su historia.

Pasaron 303 días para que los rojos volvieran a ganar un partido frente a su
público en El Campín.
Hasta que un día, por fin, Santa Fe respiró profundo y volvió a ganar como local.
Fueron 303 días los que los rojos salieron de la cancha de El Campín sin sumar
de a tres. Esa racha se acabó este domingo, con el triunfo 2-0 sobre el Medellín,
con goles de Jefferson Duque y Fainer Torijano. 
La mala racha de Santa Fe es la segunda peor en torneos cortos y la cuarta en
toda la historia de la Liga. Fueron 14 partidos. La última vez que había ganado
como local fue el 3 de noviembre de 2018, 3-0, con goles de Carmelo Valencia y
los uruguayos Facundo Guichón y Diego Guastavino.
Desde entonces, Santa Fe consiguió apenas siete empates en 14 encuentros, una
racha que lo dejó en el último lugar de la Liga 2019-I y que lo tenía también en la
cola de este semestre, de la que salió con este triunfo. Ahora, el último de la tabla
es Equidad.
En torneos cortos, la peor marca es del Deportivo Pereira, que duró 16 jornadas
sin ganar en casa, desde el 27 de marzo de 2010 y el 3 de abril de 2011. Cabe
recordar que el equipo tuvo que jugar el segundo semestre de 2010 y el primero
del 2011 como local en Cartago, pues el estadio Hernán Ramírez Villegas estaba
en remodelación para el Mundial Sub-20. 
El Grupo Niche y Chichi Peralta ofrecieron salsa y merengue a prueba del
tiempo.

Los referentes de la salsa y el merengue encantaron a una audiencia nostálgica y


alegre, y demostraron que la música caribeña y los salones de baile pueden
sobrevivir al paso del tiempo. Varias generaciones bailaron guapachosas en una
noche inolvidable.

Los salones imponentes de los años ochenta, donde cientos de personas bailaban
al ritmo de música caribeña hasta que -como cuentan algunos- “los tacones de los
zapatos terminaban abiertos como un coliflor”, inspiraron a Páramo a crear Club
de baile. El evento celebra el merengue, la salsa, el son cubano y otros ritmos que
nacieron hace décadas pero que permanecen en la médula de la identidad
colombiana y latina, como testigos de que tenemos tanto de rumberos como de
nostálgicos. 

Chichi Peralta y el Grupo Niche se presentaron este sábado en Bogotá en el


marco de ese evento, con la intención de transportar al público a la época dorada
de los salones de baile y de demostrar -aunque ya sea evidente- que la salsa y el
merengue aguantan el peso del tiempo y ponen a bailar a familias enteras. 

l nuevo club de baile

Solo hacía falta dar un par de pasos dentro de Chamorro City Hall, donde ocurrió
el concierto, para tener la certeza de que esa noche iba a celebrarse la nostalgia.
Para empezar, las paredes estaban cubiertas de papeles plateados y unas luces
cálidas, proyectadas desde el escenario, caían sobre los espejos de dos bolas de
discoteca que colgaban del techo y reflejaban la luz amarilla en la piel de los
asistentes.

Además, una pantalla ubicada detrás del escenario mostraba palmeras y colores
vivos mientras Dj Yabanko (Luis Fernando Uyabán) empezaba a prender la fiesta.
Clásicos de salsa y merengue como Sofrito, de Mongo Santamaría, Ché Che Colé,
de Willie Colón y Héctor Lavoe, y La bilirrubina, de Juan Luis Guerra, prepararon
al público durante dos horas para la primera gran presentación de la noche: Chichi
Peralta.

Pasadas las 10 de la noche, un conteo regresivo apareció en la pantalla y una voz


grave, acompañada por el sonido de las congas y los gritos del público, narraba
cuántos minutos hacían falta para que saliera el arreglista, compositor y cantante
dominicano Chichi Peralta, un referente del merengue y una voz que a fuerza de
fiestas guapachosas y reuniones familiares se convirtió en parte de la banda
sonora de este país.

El dominicano no decepcionó. Mientras sonaban los primeros segundos de La


ciguapa, Pedro René Peralta Soto, que se bautizó Chichi Peralta en los años
noventa, cuando empezó su carrera solista, pisó el escenario con el espíritu de
República Dominicana en su camisa colorida, y con la potencia inconfundible de
las personas del Caribe. 

Peralta bailó, tocó las congas e interpretó los coros de las canciones aún cuando
se quejó por la altura y pidió agua para aguantar los 2.600 metros sobre el nivel
del mar, que le robaron el aire en algunos momentos y le recordaron la diferencia
con Santo Domingo, la ciudad en la que nació, que está apenas a 14 metros sobre
el nivel del mar.

La falta de aire se sumó a los problemas de sonido que impidieron que los
asistentes ubicados atrás escucharan la voz de Chichi Peralta y de sus dos
cantantes que, aunque parecen de apoyo, interpretan la mayor parte de las
canciones. El dominicano paró el concierto por unos minutos, pero el show inició
recargado al poco tiempo, con Gusi, quien acompañó a la orquesta y cantó Amor
narcótico, y con el acordeonero Jimmy Zambrano. La orquesta cerró con Procura,
de Pa’ otro la’o, el álbum más famoso de Peralta, lanzado en 1997.

Al final, ni el problema de sonido ni la falta de aire opacaron el show. Al contrario,


demostraron la experiencia de Chichi Peralta en el escenario, la energía poderosa
que transmite desde las congas y lo colombiano que es el merengue. De hecho,
en un momento de la presentación, Peralta subió a varios asistentes al escenario y
organizó un concurso de baile. Una mujer de pelo rojo, que no paró de sonreír y le
decía al cantante de 53 años ‘papi’ y ‘te amo’, ganó el concurso y lo abrazó sin
pena. Él la alzó y le dio vueltas en el escenario. La escena completó un show
nostálgico y alegre -porque si algo demostró el evento es que estas emociones
viven entrelazadas- que pareció un bazar, una fiesta familiar, un pequeño universo
colombiano.

A las 12 de la noche volvió Dj Yabanko, mientras se alistaba el Grupo Niche, y


tomó una de las decisiones más acertadas de la noche: le dio play a otro himno de
la fiesta colombiana, de la hora loca, del bazar. Adiós Mulata, de Totó la
Momposina, emocionó a los asistentes casi tanto como Chichi Peralta. Con los
tambores de fondo un grupo de mujeres de cincuenta años recordó las fiestas de
la universidad, jóvenes imitaron la danza del garabato y nadie paró de bailar.

 Desconectado versión jazz del Grupo Niche

El público de varias generaciones, padres e hijos, grupos de amigos o parejas


enamoradas, estaba listo para ver al Grupo Niche. Otro conteo regresivo le dio
paso a las trompetas inconfundibles de Gotas de lluvia, mientras aparecía en la
pantalla una ilustración de Jairo Varela, líder de la agrupación hasta 2012. Niche
inició con una de las canciones más queridas por los colombianos, y con el
mensaje claro de que llevaban en sus instrumentos y en sus gargantas el legado
de Varela.
Las voces de Yuri Toro, Alex Torres y Luis Araque cautivaron a un público que
conocía cada pedazo de las letras, y que gritaba emocionado al reconocer los
primeros segundos de cada canción. Aunque también interpretaron temas de sus
últimos álbumes y rompieron con lo tradicional en solos de trompeta y saxofón, el
grupo que dirige José Aguirre conservó los bailes de orquestas, los trajes
brillantes, las fotos ochenteras de Varela como telón de fondo y las canciones que
posicionaron a Niche como insignia de la música colombiana.

Escuchar a Niche es escuchar el amor, y tal vez en esa hora y media, más que en
cualquier otro momento, más parejas bailaron y se resistieron a sacar sus
celulares. Las canciones los obligaban a mirarse, a abrazarse y a sentirse, como
ocurría en los salones de baile en los ochenta, sin el nuevo instinto de registrarlo
todo. La nostalgia dicharachera de Niche cautivó al público y lo obligó a
permanecer en el momento. 

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