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Régimen

de separación de bienes en el matrimonio

Sumario: I. Introducción.— II. Momento de la elección del régimen.— III. Cómo funciona la
elección.— IV. Alcance de la autonomía de la voluntad.— V. Régimen de separación de bienes.

Abstract: La realización de las convenciones matrimoniales para elegir el régimen


patrimonial resultan facultativas, pudiendo los cónyuges omitirlas cuando pretenden casarse.
Es decir, se establece un derecho de opción patrimonial en la institución matrimonial, sin que
ella sea esencia del matrimonio.

Autores: Solari, Néstor E.

Citas: TR LALEY AR/DOC/3282/2019

Publicado en: LA LEY 04/02/2020, 1 LA LEY 2020-A, 654

(*)

I. Introducción

El Código Civil y Comercial incorporó al derecho argentino la posibilidad de que los cónyuges
puedan elegir el régimen patrimonial al cual se sujetarán durante la vigencia del matrimonio,
superando, en este sentido, lo contemplado en el derogado Código Civil, en cuanto
consagraba un régimen único, legal y forzoso.

A pesar de varios intentos legislativos previos para incluir la elección del régimen patrimonial
del matrimonio por parte de los cónyuges, es recién con la nueva legislación —entre las
tantas reformas al derecho de familia— cuando se logra efectivizar esta tendencia,
posibilitando que los integrantes del matrimonio puedan elegir no someterse,
necesariamente, al régimen de comunidad, cuando pretenden casarse.

De esta manera, ahora los integrantes del matrimonio podrán optar entre el régimen de
comunidad o el régimen de separación de bienes.

Como consecuencia de ello, a partir de la vigencia del nuevo Código Civil y Comercial existe
en el derecho argentino el régimen de separación de bienes como optativo al régimen de
comunidad.

Decimos así, pues en el Código Civil derogado el régimen de separación de bienes estaba
previsto para situaciones en donde se producía la separación judicial de bienes, en cuyas
hipótesis era aplicable el régimen de separación de bienes hasta la disolución del matrimonio.

Sin embargo, el régimen de separación de bienes estaba contemplado como un sistema


subsidiario, derivado y forzoso, en virtud de haberse producido la separación judicial de
bienes, por alguna de las causales legales.

En cambio, en el sistema vigente, el régimen de separación de bienes es previsto como


optativo al de comunidad, pudiendo las partes elegir libremente someterse a dicho régimen
legal, sin ningún condicionamiento externo.

Efectuada estas aclaraciones, nos detendremos a analizar los distintos aspectos derivados del

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régimen de separación de bienes en nuestro ordenamiento legal.

II. Momento de la elección del régimen

La elección del régimen patrimonial puede ser efectuada por los miembros del matrimonio
antes de su celebración o durante la vigencia de dicho matrimonio.

Antes de la celebración del matrimonio, podrán hacerlo mediante la realización de las


convenciones matrimoniales.

Las convenciones matrimoniales son los acuerdos celebrados por los futuros contrayentes
tendientes a reglar las relaciones jurídicas patrimoniales de los cónyuges entre sí y de estos
en relación con terceros.

Ahora bien, las convenciones matrimoniales, respecto de las formas, deben ser efectuadas
por escritura pública.

El requisito de la escritura pública para la celebración de las convenciones matrimoniales


resulta indudable e imperioso para la realización de los tres primeros incisos del art. 446 del
Cód. Civ. y Com., en cuanto se hace necesaria tal formalidad para la seguridad jurídica, en
protección de los terceros que pudieran verse involucrados.

Sin embargo, tratándose de la elección del régimen patrimonial, en concreto, la opción por el
régimen de separación de bienes, no advertimos la necesidad de haberse exigido la
formalidad de realizar una convención matrimonial para que las partes puedan manifestar su
voluntad de someterse al régimen de separación de bienes. Para estos fines, bastaba con que
los contrayentes expresaran su voluntad durante las diligencias previas al matrimonio, en el
respectivo Registro Civil. Ninguna razón había para que deban hacerlo por convención
matrimonial, mediante la respectiva escritura pública.

No obstante ello, se impone la formalidad de la escritura pública para la opción del régimen,
tanto antes de la celebración del matrimonio (1) como si se pretende el cambio durante la
vigencia de dicho matrimonio (2).

Tal exigencia conlleva dos obstáculos innecesarios para poder acceder al derecho de los
contrayentes para someterse a un régimen alternativo al establecido por la ley. El primero, la
formalidad del acto en el que debe instrumentarse, pues desalienta su eventual utilización
por parte de los contrayentes. El segundo obstáculo, y el que resulta más importante, es el
aspecto económico, en el sentido de que las partes, para poder elegir el régimen de
separación de bienes en el matrimonio, tendrán que solventar el costo de una escritura
pública.

A mi entender, el ejercicio de un derecho, como lo es la elección de un régimen patrimonial,


no puede estar condicionado a que los futuros contrayentes deban pagar para efectivizarlo,
dado que se les requiere la confección de una escritura pública. Dicho de otro modo, las
partes pueden, en el matrimonio, acceder al régimen de comunidad sin ningún costo,
mientras que, si pretenden el régimen alternativo, tendrán que recurrir a una escritura
pública.

En verdad, la manifestación de la voluntad, tratándose de personas mayores y capaces,


puede ser bajo cualquier modalidad, sin recurrir a una formalidad especial para la referida
elección.

Podría flexibilizarse la exigencia contenida en la norma, aplicando lo dispuesto en el título de


la celebración del matrimonio, en cuanto indica que el acta de matrimonio debe contener la
"declaración de los contrayentes, si se ha optado por el régimen de separación de bienes"

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(conf. art. 420, inc. j], del mismo código de fondo), lo que dejaría abierta la posibilidad de
consignarlo en dicho momento. Es cierto que sería forzar la formalidad impuesta en el art.
448, Cód. Civ. y Com., pero, al menos, vendría a corregir el desacierto legislativo en tal
sentido.

Todo lo cual quedará librado a la reglamentación de los respectivos registros civiles locales, a
los fines de permitir el acceso de un derecho por parte de los contrayentes sin el costo que
demande la escritura pública.

III. Cómo funciona la elección

En aplicación del sistema actual, hay una sola opción, pues el régimen alternativo que se
incorporó fue el de separación de bienes, dado que el otro —comunidad de ganancias— que
ya preexistía en el derecho argentino, es el régimen presumido para todos aquellos
matrimonios que no ejerzan expresamente la opción por el régimen de separación de bienes
(3).

De esta manera, el régimen de comunidad sería el supletorio o legal, mientras que el de


separación de bienes sería el convencional. En puridad, si bien ambos regímenes son legales,
en cuanto se hallan contemplados por la ley, decimos que el primero es legal y el segundo
convencional, en el entendimiento de que el régimen de comunidad funcionaría a falta de
elección del régimen de separación de bienes.

Desde esta perspectiva, no hay obligación de elegir el régimen patrimonial antes de la


celebración del matrimonio, en las diligencias previas, pues si las partes no manifiestan su
voluntad expresa y bajo las formas antes indicadas, dicho matrimonio estará sometido al
régimen de comunidad.

De ahí que la realización de las convenciones matrimoniales para elegir el régimen


patrimonial resultan facultativas, pudiendo los cónyuges omitirlas cuando pretenden casarse
(4). Es decir, se establece un derecho de opción patrimonial en la institución matrimonial, sin
que ella sea esencia del matrimonio.

En tal sentido, la solución legal, en cuanto presume un régimen patrimonial, es acertada,


pues podríamos decir que resulta acorde con la idea de que la plena comunidad de vida de
las partes, como proyecto de vida común, lleva a una presunción de que, si no manifiestan su
voluntad contraria, lo adquirido durante la vigencia del matrimonio, en lo patrimonial, será
regido por un sistema de ganancialidad, participando por partes iguales en sus adquisiciones.

IV. Alcance de la autonomía de la voluntad

Aun cuando la ley permite la elección del régimen patrimonial del matrimonio, pudiendo
optar entre el régimen de comunidad o el de separación de bienes, los integrantes del
matrimonio solamente podrán optar entre uno y otro régimen, sin poder incluir cláusulas
específicas en alguna de ellas.

Dicho de otra manera, la autonomía de la voluntad para la elección del régimen patrimonial
vendría a funcionar como una adhesión a uno u otro, pues el contenido y las normas, tanto de
uno y otro régimen, son establecidos por la ley. Sus disposiciones, por lo demás, constituyen
normas de orden público.

En verdad, las múltiples situaciones que pueden presentarse, desde lo patrimonial, hacían
aconsejable una mayor libertad contractual, en aplicación de la autonomía de la voluntad de
los contrayentes (5).

En definitiva, la elección del régimen patrimonial del matrimonio debió ser más amplia,

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respecto de los tipos de regímenes posibles y, fundamentalmente, en relación con las
cláusulas o condiciones que las partes podrían contemplar, dada la diversidad de situaciones
y circunstancias económicas y sociales en que los cónyuges podrían encontrarse.

En todo caso, lo que la ley debería contemplar, son las disposiciones de orden público como
protección al interés familiar, dejando, en lo demás, la posibilidad de que las partes puedan
incluir cláusulas o disposiciones específicas, en ejercicio de la autonomía de la voluntad. Es
decir, la regla general debió ser la autonomía de la voluntad en materia patrimonial, y no la
excepción, como lo consagra el art. 447, Cód. Civ. y Com., que no admite otros acuerdos de
aquellos que se encuentran permitidos por el ordenamiento jurídico.

V. Régimen de separación de bienes

V.1. Caracterización

El régimen de separación de bienes se caracteriza por mantener la independencia y


autonomía de los bienes adquiridos durante la vigencia del matrimonio, en cabeza de cada
uno de los integrantes de la unión.

De tal manera que el vínculo matrimonial resultará intrascendente a los fines de servir como
fuente o causa de participación por parte de cada uno de los ellos, por los bienes y mejoras
adquiridas durante dicho matrimonio.

En lo patrimonial no rige la ganancialidad, por lo que resulta aplicable aquello de que lo "tuyo
es tuyo y lo mío es mío". Si bien esta regla puede significar un criterio egoísta, que no se
condice con la plena comunidad de vida de los cónyuges, lo cierto es que resulta plenamente
válida para las situaciones en las cuales los cónyuges, en ejercicio de la autonomía de la
voluntad, decidan que durante el matrimonio cada uno de ellos mantengan su independencia
económica, teniendo en consideración la diversidad de modelos familiares y roles en la
pareja. Si las partes así lo entienden, no hay razones para imponerle un matrimonio con un
régimen único en lo patrimonial.

Por aplicación de ello, los bienes adquiridos por cada uno de los cónyuges serán considerados
bienes personales de cada uno de ellos, no existiendo la calificación de bienes propios y
gananciales como en el régimen de comunidad.

El régimen de separación de bienes vendría a significar el régimen opuesto al de comunidad,


pues en este último lo adquirido durante la vigencia del régimen se encuentra sometido a la
ganancialidad. De ahí el aspecto común que contiene el régimen de comunidad y del que
carece el régimen de separación de bienes.

Dicho de otra manera, en principio el aspecto patrimonial se regiría como si los cónyuges
fueran solteros, respecto de los bienes adquiridos por cada uno de los integrantes del
matrimonio, sea dicha adquisición a título oneroso o a título gratuito. De esta manera, los
bienes adquiridos durante la vigencia del régimen será propiedad de cada uno de los
cónyuges, como también las mejoras efectuadas en los bienes de titularidad de cada una de
ellos. Igualmente, los frutos y las rentas que obtuvieran sus integrantes de los bienes que le
pertenecen.

Ahora bien, esta independencia económica que rige durante el matrimonio no es un principio
absoluto, por cuanto la ley establece ciertas reglas mínimas, tanto desde el punto de vista
activo como pasivo, que afecta o puede afectar a los cónyuges, en sus relaciones
patrimoniales. Estas limitaciones y excepciones no significan, sin embargo, destacar como
regla general la independencia patrimonial de los cónyuges en aplicación del régimen de
separación de bienes.

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Por otra parte, en el derecho argentino existe una diferencia esencial con el régimen de
comunidad, en punto a la contratación entre cónyuges. Ello así, pues si los cónyuges están
sometidos al régimen de comunidad, no podrán contratar entre sí (conf. inc. c], del art. 1002,
Cód. Civ. y Com.), mientras que, si están sometidos al régimen de separación de bienes,
ningún impedimento existe para que puedan contratar libremente, como si fueran terceros
entre sí.

V.2. Aplicación

Por muchas razones los miembros de la unión pueden querer mantener la independencia
respecto de los bienes adquiridos por cada uno de ellos durante la vigencia del matrimonio.
Con el régimen de separación de bienes no se obliga a los contrayentes a un régimen único y
forzado para acceder al matrimonio, pudiendo, ahora encontrar una alternativa como modelo
patrimonial para la institución matrimonial.

Debe destacarse que, todavía, no constituye un fenómeno sociológico utilizado por quienes
celebran matrimonio, a cuatro años de vigencia del Código Civil y Comercial, pero ello no
impide destacar su inclusión.

Es cierto que el régimen será utilizado o no según las pautas culturales y sociológicas que
exceden, con mucho, las razones de este trabajo. Lo concreto es que el tiempo, con la
dinámica propia de los modelos familiares, irá perfilando una mayor utilización del régimen
de separación de bienes, por parte de quienes acceden al matrimonio.

La falta de aplicación sociológica no impide, sin embargo, que el ordenamiento jurídico pueda
contemplar, como lo hace, un régimen de separación de bienes, alternativo al de régimen de
comunidad, partiendo de un principio de opciones posibles, superador del viejo sistema
basado en un régimen único, forzoso e inmodificable, que prevaleció hasta la vigencia de la
nueva legislación de fondo.

V.3. Las normas legales

En nuevo Código Civil y Comercial contempla específicamente este régimen patrimonial para
los cónyuges, entre los arts. 505 al 508 del Código de fondo.

Por lo tanto, se dedican cuatro artículos al régimen de separación de bienes: gestión de


bienes (art. 505, Cód. Civ. y Com.); prueba de la propiedad (art. 506, Cód. Civ. y Com.); cese
del régimen (art. 507, Cód. Civ. y Com.) y disolución del matrimonio (art. 508, Cód. Civ. y
Com.). Veremos a continuación los aspectos centrales de dichas disposiciones legales.

V.3.a. Gestión de los bienes

A tal efecto, hay que distinguir la cuestión del activo y del pasivo. De ambos aspectos se
ocupa el art. 505, Cód. Civ. y Com.

En relación con lo primero —el activo—, como consecuencia de que cada uno de los cónyuges
mantiene independencia patrimonial respecto de los bienes por ellos adquiridos, la ley
establece que cada uno de ellos conservará la libre administración y disposición de sus
bienes personales, como principio general.

Sin embargo, como excepción, y en resguardo de la sede o asiento del hogar conyugal, se
exige el asentimiento conyugal, con el alcance establecido en el art. 456, Cód. Civ. y Com. En
consecuencia, la protección de la vivienda familiar excede el contexto del régimen
patrimonial, pues cualquiera sea el régimen que los cónyuges están regidos, el titular
registral deberá contar con dicho asentimiento del no titular del bien.

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Como puede advertirse, la administración y disposición de los bienes es libre de cada uno de
los cónyuges, con la sola restricción de la indicada en protección de la vivienda familiar.

En cuanto al pasivo, como principio general, cada uno de los cónyuges responde por las
deudas por él contraídas.

Como excepción, en las situaciones derivadas del art. 461, Cód. Civ. y Com. (6), se consagra
la responsabilidad solidaria de los cónyuges por deudas frente a terceros. Aquí también el
sistema de responsabilidad por deudas frente a terceros, en las situaciones descriptas por la
norma, resulta intrascendente si los cónyuges están bajo el régimen de comunidad o de
separación de bienes.

En tal contexto, se consagra un piso mínimo de responsabilidad de los cónyuges frente a


terceros, por las deudas contraídas por ellos, en el entendimiento de que en tales hipótesis
debe prevalecer no ya el régimen patrimonial existente entre los consortes sino el vínculo y la
condición matrimonial a la cual están sometidos.

V.3.b. Prueba de la propiedad de los bienes

No obstante que cada uno de los cónyuges conserva la titularidad de los bienes adquiridos
durante la vigencia del mismo, lo que hace a la esencia del régimen de separación de bienes,
lo cierto es que puede suceder que, en determinadas circunstancias, no pueda precisarse si
un bien es de uno u otro integrante de la unión. Es decir, que se encuentre en discusión quién
de los cónyuges resulta el propietario de un bien, ante la falta o ausencia de prueba
contundente y fehaciente al respecto.

Respecto de los bienes registrables no habría tales inconvenientes, pues surgirá fácilmente la
prueba del mismo. La cuestión se complica cuando se trata de bienes muebles no
registrables o bien de valores o dinero existente en poder de los cónyuges.

El art. 506, Cód. Civ. y Com., en su primer párrafo se ocupa de esta cuestión. En tal sentido,
cada una de las partes podrá demostrar la titularidad de sus bienes, por cualquier medio de
prueba. Por lo que, según las circunstancias particulares de cada caso, se podrá recurrir a los
medios de prueba que se estimen convenientes y adecuados para demostrar dicha
propiedad. Si ello ocurriera, y la prueba resultare eficaz, la titularidad del bien será de aquel
que logró probar la titularidad del mismo.

Pero puede acaecer que no exista prueba contundente respecto de si la titularidad del bien
corresponde a uno u otro cónyuge, o bien, si la prueba aportada resulta insuficiente a criterio
del juzgador. En tales hipótesis, la ley resuelve la cuestión señalando que se presumirá la
titularidad conjunta de ambos, por partes iguales. Esto es, dicho bien corresponderá el
cincuenta por ciento a cada uno de los cónyuges.

Esta situación debe ser advertida, pues, los cónyuges en normal convivencia, en la práctica,
no documentan las relaciones patrimoniales y, entonces, en aplicación del régimen de
separación de bienes, podrían existir discusiones por parte de sus integrantes, acerca de si la
titularidad es de uno u otro, por falta de prueba al respecto.

Sería aconsejable que, ante la vigencia del régimen de separación de bienes, los cónyuges
tomen los recaudos pertinentes al momento de adquirir ciertos bienes —en particular, los no
registrables—, documentando la prueba para que, en el futuro, no vea alterada la titularidad
del bien. Más todavía si se trata de valores o dinero que conservan los cónyuges.
Especialmente, cuando los cónyuges tienen un determinado nivel económico, en donde la
dinámica patrimonial es relevante. Todo ello, para evitar futuros conflictos que, por haber
escogido el régimen de separación de bienes, no generen controversias la pretendida
independencia económica.

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Fuera de ello, todo lo señalado respecto de la prueba resulta aplicable —según lo dispuesto
en el art. 506, Cód. Civ. y Com.— tanto respecto de los cónyuges como de terceros. Ahora
bien, se presentan algunas particularidades que, si bien no están contempladas en la norma,
es preciso aclarar. En efecto, con respecto a la prueba de confesión la cuestión es distinta
según se trate de la liquidación de bienes entre las partes o resulta de una situación en
donde están involucrados terceros con interés legítimo.

Cuando están involucrados solamente los cónyuges y no hay un tercero que manifieste dicho
interés, la prueba de confesión resulta suficiente por sí misma, por lo que la titularidad del
bien podría estar basada exclusivamente en dicha prueba de confesión. Esto es, si las partes,
mayores y capaces expresan que la titularidad corresponde a uno de ellos, ningún problema
puede presentarse, resultando suficiente la confesión o el reconocimiento por parte de ellos.

La cuestión difiere cuando hay terceros con un interés legítimo, pues, de admitirse la sola
prueba de confesión podría significar una connivencia por parte de los cónyuges, en
detrimento del derecho del tercero. En cuyo caso, entendemos que la prueba de la titularidad
del bien deberá estar acompañada de otros medios de prueba, sin perjuicio de la validez de
la prueba confesional.

V.3.c. El interés familiar en la división de condominio

Cuando hay un derecho real de condominio entre las partes, cualquiera de ellos podría
solicitar la división de dicho condominio, por aplicación de los principios generales que rigen
la materia.

Ahora bien, como excepción, la ley consagra una restricción en tal sentido, estableciendo
que, demandada la división de un condominio por alguno de los cónyuges, el juez está
facultado a negar dicha división, siempre que se encuentre afectado el interés familiar. Por lo
tanto, en protección del interés familiar se consagra esta restricción legal. Es lo que
preceptúa el último párrafo del art. 506 del Cód. Civ. y Com.

La misma restricción se halla prevista en el régimen de comunidad. Prevalece en tal sentido,


la protección del interés familiar, en detrimento del régimen patrimonial al cual se encuentran
sujetos.

V.3.d. Cesación del régimen

El art. 507, Cód. Civ. y Com., se ocupa de la cesación del régimen de separación bienes,
indicando: "Cesa la separación de bienes por la disolución del matrimonio y por la
modificación del régimen convenido entre los cónyuges".

El régimen de separación de bienes puede cesar por distintas circunstancias. Primero, por la
disolución del matrimonio, lo que puede suceder tanto en vida de los cónyuges —divorcio,
nulidad—, o bien por muerte de uno de ellos. En tales hipótesis se produce la cesación de
pleno derecho del régimen patrimonial, con el alcance establecido en el art. 480, Cód. Civ. y
Com. Cesado el matrimonio, cesa el régimen patrimonial, siendo esta última una
consecuencia de aquel.

También cesa el régimen de separación de bienes cuando los cónyuges, durante la vigencia
del matrimonio, optan por cambiar el régimen patrimonial, en este caso por el régimen de
comunidad. Tal circunstancia, produce la cesación del régimen de separación de bienes con el
respectivo cambio. Aquí estamos en presencia de un cambio de régimen, manteniéndose
inalterado el vínculo matrimonial.

Hay que distinguir el momento del cese, según se pretenda aplicar entre las partes o frente a
terceros. En efecto, el cese quedará efectivizado, entre las partes, desde el mismo momento

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en que se realiza la escritura pública, mientras que frente a terceros recién quedará
consumado el cese del régimen desde el día de su anotación marginal en la partida de
matrimonio.

V.3.e. Normas aplicables para la liquidación y partición de los bienes

Respecto de la liquidación y partición de los bienes, el art. 508, Cód. Civ. y Com., establece:
"Disuelto el matrimonio, a falta de acuerdo entre los cónyuges separados de bienes o sus
herederos, la partición de los bienes indivisos se hace en la forma prescripta para la partición
de las herencias".

La disolución del régimen patrimonial deja abierta la correspondiente liquidación y partición


de los bienes que integran los eventuales bienes indivisión, entre ellos. Por más que no haya
ganancialidad y no tengan derechos por los bienes adquiridos por el otro, puede suceder que
haya condominio entre ellos, o bien que por aplicación de la presunción de falta de prueba
sobre la titularidad del bien, los bienes corresponderán por mitades a cada uno de ellos.

Si las partes convienen y acuerdan la forma y el modo de liquidar y partir dichos bienes, se
regirá por lo establecido por los cónyuges, en ejercicio de la autonomía de la voluntad.

A falta de acuerdo, el código no establece reglas o normas específicas, sino que remite a las
disposiciones previstas en el derecho hereditario, la que le serán aplicables.

La solución legal regirá tanto para la disolución del régimen en vida de las partes como para
la disolución acaecida por muerte de uno de sus integrantes.

V.3.f. Otros aspectos

Finalmente, debemos destacar lo atinente a las eventuales "recompensas" entre los


cónyuges, una vez disuelto el régimen patrimonial. En realidad, para decirlo más
correctamente, los eventuales créditos o deudas que pudieran darse entre ellos, dado que la
ley utiliza la denominación de "recompensas" solamente cuando trata el régimen de
comunidad. En efecto, el Código Civil y Comercial legisla sobre las denominadas recompensas
entre cónyuges, al tratar el régimen de comunidad (arts. 488 al 495).

En tal sentido, el art. 488, Cód. Civ. y Com., señala: "Extinguida la comunidad, se procede a
su liquidación. A tal fin, se establece la cuenta de las recompensas que la comunidad debe a
cada cónyuge y la que cada uno debe a la comunidad, según la regla de los artículos
siguientes".

De esta manera, se contempla la recompensa como una relación de créditos o deudas entre
la comunidad y uno de los cónyuges o viceversa.

En tal contexto, se legislan las denominadas recompensas en el régimen patrimonial del


matrimonio, cuando estamos en presencia del régimen de comunidad.

Ahora bien, si los cónyuges han estado sometidos durante todo el matrimonio al régimen de
separación de bienes, podría suceder que, entre ellos, existan créditos o deudas originadas
durante la vigencia del matrimonio.

En tales hipótesis, al momento de extinción del régimen patrimonial podrían reclamar y


plantearse las relaciones de créditos y deudas respectivas, como en cualquier situación en
donde se reclamen dichos créditos y deudas.

Si bien en punto a esta temática no hay un régimen específico contemplado para los
cónyuges que se encontraban sometidos al régimen de separación de bienes, resultarán

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aplicables, por analogía, las normas y previsiones de las recompensas, legisladas en el
régimen de comunidad, tanto respecto de los casos (art. 491, Cód. Civ. y Com.); la prueba
(art. 492, Cód. Civ. y Com.), el monto (art. 493, Cód. Civ. y Com.) y la valuación de las
recompensas (art. 494, Cód. Civ. y Com.).

(*) Doctor en Derecho, UBA. Profesor titular de Derecho de Familia y Sucesiones UBA.

(1) Señala el art. 448, Cód. Civ. y Com., en su primera parte: “Las convenciones
matrimoniales deben ser hechas por escritura pública antes de la celebración del matrimonio,
y sólo producen efectos a partir de esa celebración y en tanto el matrimonio no sea anulado”.

(2) “Después de la celebración del matrimonio, el régimen patrimonial puede modificarse por
convención de los cónyuges. Esta convención puede ser otorgada después de un año de
aplicación del régimen patrimonial, convencional o legal, mediante escritura pública” (conf.
art. 449, Cód. Civ. y Com., primera parte).

(3) El art. 463, Cód. Civ. y Com., en su primera parte, dice: “A falta de opción hecha en la
convención matrimonial, los cónyuges quedan sometidos desde la celebración del matrimonio
al régimen de comunidad de ganancias reglamentado en este Capítulo”.

(4) El carácter facultativo es seguido por la mayoría de las legislaciones. En cambio, en


México los futuros contrayentes deben presentar un convenio para elegir el régimen
patrimonial.

(5) SOLARI, Néstor E., “Derecho de las familias”, Ed. La Ley, Buenos Aires, 2017, p. 149.

(6) Dice: “Los cónyuges responden solidariamente por las obligaciones contraídas por uno de
ellos para solventar las necesidades ordinarias del hogar o el sostenimiento y la educación de
los hijos de conformidad con lo dispuesto en el art. 455. Fuera de estos casos, y excepto
disposición en contrario del régimen matrimonial, ninguno de los cónyuges responde por las
obligaciones del otro”.

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