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PRISCILA TÚQUERREZ

Existe una larga tradición teológica, empezando con Agustín, que niega que los seres humanos
tengan libertad de acción. Esa tradición enfatiza de tal manera la soberanía de Dios que no puede
haber ninguna concesión que permita una libre elección genuina por parte de los humanos.

Pero, por encima de todo, la doctrina del libre albedrío afirma que Dios nos ha confrontado a
todos con la oportunidad de hacer una muy feliz elección. El nos ofrece la gracia y el amor de
su Hijo Jesucristo y nos concede la libertad aún mayor, una libertad de bendición eterna.

Ellos rehusaron la invitación. No se puede forzar a la gente a que goce. No importa lo mucho que
uno trate, no se puede.

Esta historia era sobre ellos, la gente buena de Israel. Los mensajeros que habían sido enviados eran los
profetas. La invitación era el llamado de Dios a volver a El y aceptar Su perdón y a unirse en Su bendición.
Jesús está diciendo que Dios le ofreció a Israel la oportunidad de su vida en realidad de más que una vida. Ese
es el punto. Dios les ha invitado a Su banquete eterno. Todo esto sugiere que el aceptar la invitación de nuestro
Señor es definitivamente decisión nuestra.

En las Escrituras, el pecado es una característica de los seres humanos, primeramente en forma individual.
El pecado es cualquier acto individual de rebelión contra Dios y el fracaso de vivir de conformidad a sus
mandamientos. El Pecado es lo que usted y yo cometemos. Sin embargo, en Génesis: 4:7. Se puede
encontrar otro significado que la Biblia da a “pecado”. Esta segunda acepción de pecado es un poder
espiritual que aflige y ata a los seres humanos. En este sentido, el pecado no solamente es una acción
individual; es una fuerza que nos esclaviza y que controla nuestra acciones.

Los astrónomos creen que un agujero negro es una estrella tan grande, tan masiva, que se ha colapsado en si
misma de tal manera que su gravedad es lo suficiente fuerte como para evitar que algo escape de ella alguna
vez. La gravedad de esa clase de cuerpo es tan poderosa que aún moviéndose a la velocidad de la luz uno no
puede escapar de ella. Así que ni una luz puede escapar de un agujero negro. Es totalmente negro. Atrae todo
hacia sí y nada puede salir. Es una descripción de la atracción que transforma los seres humanos en agujeros
negros espirituales.
Esta es la de aceptar la oferta de Jesús y dejarle que El lleve su peso. Todos estos efectos del
pecado: la muerte física, un mundo natural “sufriente”, el dolor humano, la lucha humana y el
quebrantamiento en las relaciones humanas, derivan de la consecuencia fundamental del pecado,
la separación de Dios.

El pecado es deseo, lujuria y orgullo con una fuerza tal que eventualmente lo atraerán a un agujero
del cual no hay escape. Ese es el infierno. Puede que tome mucho tiempo, pero el peso lo jalará
hacia abajo. El único alivio para el pecado es alguien que levante el peso.

La consecuencia fundamental del pecado es la separación de Dios. Al pecar violamos la relación


con Dios para la que fuimos creados; ofendemos la gracia y el amor de nuestro Creador, el cual
nos hizo a Su propia imagen para que fuésemos Su compañía. Al cometer tal ofensa, rompimos la
relación de compañerismo que teníamos con Dios. En lugar de ser Sus amigos, nos convertimos
en Sus enemigos. Todas las otras consecuencias del pecado emanan de la relación quebrantada
con Dios

El Pecado es un amo—no un tipo de amo bondadoso, comprensible, que concede prestaciones,


que concede permisos, sino un amo negrero. Trabajar para el pecado puede parecer en
ocasiones divertido, pero la paga es terrible.

El pecado merece el salario del pecado. El pecado es como trabajar para la compañía equivocada. Es como si
tuviera una posición con “Empresas Celestiales”, pero se pasara todo el tiempo dando consultorio a “Infierno,
Inc”. Usted no le ha dedicado el tiempo debido a su compañía, pero de todos modos espera recibir su cheque
de paga al final del mes. En esa misma situación se encuentra usted con el pecado. Así es con Dios; cuando
usted le pide a Dios que le de lo que usted se merece, lo que usted se merece no es la paga de Dios, sino la
paga del pecado. Y “la paga del pecado es muerte”.

Siempre estamos tentados a regresar a la nómina. Aún como cristianos que hablamos sobre el Don y la Gracia, de
alguna manera deseamos creer que quizá merecemos lo que Dios nos está dando. Sentimos que quizá
necesitamos trabajar y mostrar que en realidad somos empleados de Dios y no servidores del pecado.
Empezamos a ponernos en la situación de un empleado en lugar de en la posición de niños que reciben un regalo.
¿Recuerdan al hijo prodigo? Así es como él regresó a su casa “iré a mi casa y me ofreceré como uno de los
jornaleros de mi padre. Me pondré en la nómina. Ganaré nuevamente mi lugar con mi padre.” Su padre no aceptó
nada de esto. Antes de que el hijo pudiera hacer su estúpido solicitud, el padre le concedió el don de la gracia

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