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HISTORIA DE LAS RELIGIONES SIGLO XXI Volumen 4 LAS RELIGIONES EN LA INDIA Y EN EXTREMO ORIENTE Formaci6n de las religiones universales y de salvacién V.. EL budismo chino Introducida en China hacia principios de nuestra era, la religién india iba a perpetuarse allf més duraderamen- te que en su pais de origen, pero bajo formas nuevas, adaptadas a una cultura radicalmente diferente que le im- puso sus normas, al igual que, hacia la misma época, nuestra antigiiedad helenfstica impuso las suyas al cris- tianismo. El proceso de este injerto, los fenémenos de seleccién y desviacién que siguieron, la absorcién, la asi- milacién que debian incorporar poco a poco este cuerpo extrafio a los fundamentos de la conciencia china, consti- tuyen uno de los capftulos mds instructivos tanto de la historia de las religiones como de la de China. La reac- cién china ante el budismo prefigura, en ciertos aspec- tos, el problema actual de las relaciones de China con el Occidente cristiano y con el marxismo. 1. La £poca DE Los Han (sIGLOs I Y 11) La dinastfia de los Han (206 a. C. - 220 d. C.), que ha- bia unificado China tras su imperializacién por los Ch'in (221 a. C.- 207 a. C.), extendid sus conquistas hasta Asia central, zona de comunicacién internacional donde florecian o iban a florecer reinos de lenguas indoeuro- peas, pero sometidos a la doble influencia de China y Ja India: de ahi el nombre de Serindia que se da a esta regién para esta época. Los chinos establecieron alli su protectorado, primero bajo la primera dinastfa Han, en el siglo 1 a. C., y de nuevo bajo Ja segunda dinastia Han, en el curso del siglo siguiente. Bajo su égida se desarro- 308 jlaron los intercambios comerciales, y la Ruta de la Seda fue también la de propagacién del budismo. Una de las primeras referencias al budismo en las fuentes chinas se encuentra en el texto histérico, por lo demés oscuro y tetgiversado, en el que se habla de un letrado que, en él afio 2 a. C. habia recibido la ensefianza de las Es- crituras bidicas de un principe o de un embajador de los Yiieh-chih, es decir, de los «indoescitas» que reina- ban entonces en los confines idoiranios, En la propia China se instalaron grupos de extranjeros, metcadetes, refugiados politicos, enviados oficiales, y entre estos in- migrados sobre todo, nacidos frecuentemente en suelo chino y més o menos familiarizados con el chino, debie- ron de reclutarse los ptimeros propagandistas del budis- mo. Uno de éstos fue An Hsiian, cuyo nombre es signi- ficativo. An es una abreviatura de An-si, pronunciado entonces An-sidk, transcripcién aproximada de Arsak (nuestros arsdcidas): los extranjeros adoptaban gustosa- mente como patronimico chino su nombre étnico; en cuanto a Usiian, es un apodo que designa en el vocabu- lario filoséfico del taoismo los misterios, y parece que se aplicé al personaje porque éste explicaba a los chinos los «misterios» del budismo: An Hsiian, «el arsdcida de los mistetios», Era un mercader que, llegado a China en el afio 181, habia aprendido el chino y se dedicé a traducir textos bidicos bajo el impulso de su compatriota An Chih-kao, del que hablaremos més adelante. Mas tar- de, en el siglo mt, apatece el monje Chih-Ch’ien, «Ch’ien el (Yiieh) chih», como gran traductor de textos: era el nieto de un indoescita establecido en China como varios centenares de sus compatriotas desde fines del siglo 11. . Es probable que las primeras infiltraciones del budis- mo, debidas tanto a colonos extranjeros instalados en China como a chinos que visitaron Serindia, fueran muy anteriores a las que revelan nuestras fuentes. Debieron 309 de producirse durante los siglos 11-11 antes de nuestra era tal como lo atestiguan ciertos elementos bridicos que han podido descubrirse en el arte y en la literatura de esta época. Es, pues, dificil fijar una fecha para la in- troduccién del budismo en China. Las fuentes biidicas es- tan atestadas de tradiciones legendarias; las fuentes pro- fanas son més seguras, pero por el hecho de proceder en su mayoria de historidgrafos oficiales que no se sentian interesados ni por las religiones, sobre todo extranjeras, ni por los acontecimientos exteriores a la corte imperial y a la vida politica y administrativa, no Hegan a hablar del budismo més que de manera ocasional, con motivo de pequefios hechos marginales. La primera alusidn clara al Buddha figura en un edicto del afio 65 relativo a un principe imperial, Ying de Ch’u, quien en su corte de P’eng-ch’eng, importante centro comercial de la China oriental donde los extranjeros eran, sin duda, numero- sos, mantenfa una comunidad de monjes (seguramente extranjeros) y de laicos, designados por sus denomina- ciones técnicas indias; y el texto precisa que este prin- cipe «ofrecia sacrificios al Buddha». Por otra parte, era adepto al Huang-Lao, «el Viejo Amarillo», es decir, ala ¢ we a : a? principal divinidad taofsta de los Han, una especie di amalgama del fildsofo Lao-tzu divinizado y del Soberano # Amarillo, Huang-ti, patrén de la magia y de las técnicas taofstas. Un siglo mds tarde, en 166, es el emperadot mismo el que ofrece en su palacio sacrificios al Huang- Lao y al Buddha. Estos primeros textos nos muestran el budismo introducido en la alta aristoctacia y hasta en la corte imperial de la segunda dinastia Han en forma de culto, y este culto estd asociado al de una divinidad taoista con la que el Buddha debia confunditse més o menos, como una especie de acdlito exdtico. Sirva de prueba el memorial al trono que nos informa de los sa- crificios de 166 y donde se dice que, segtin algunos, el Buddha ho es sino una transformacién de Lao-tzu que -ORMOSA: men® h’ang-an® Lungs! Saew ng MONGOLIA ‘. ‘SERINDIA ®Tuen-hual t Un - “Fig. 5. La China budista (fronteras actuales) pores z +S Kashgar EM N INDIA Oe, Bx a F% . ; 0, % SOGDIANA Z oO fe FGA- ISTAN 2 4 e SRA * aN ip AS IRAN 4 , cc 500 Km 310 341 se marché hacia el pais de los bdtbaros. Se pretendia, en” efecto, que después de haber ensefiado su doctrina, el filésofo habia desaparecido hacia Occidente pata conver. tir alli a los bdrbaros. Esta teoria de Ja «conversién de los barbaros por Lao-tzu»’ se mantuvo durante siglos, | hasta la época mongol, como una manzana de la discor- dia entre budistas y taofstas. Indudablemente, en su ori: gen no iba dirigida contra los budistas: mds bien debia facilitar a los chinos la adopcidn del budismo, presentado como un simple préstamo de China a Ja India. Poco més tarde, hacia 193, un nuevo documento nos informa que en P’eng-ch’eng la comunidad bridica, ates. tiguada desde el afio 65 en el reino de Ying de Ch’u, se habia conservado y desarrollado. Este documento tiene el mérito, excepcional para la informacién de que dispo- nemos, de dejarnos entrever la difusién del budismo en el seno del pueblo. Un alto funcionario local, Tse Jung, © enriquecido con el transporte de cereales, habia construi- do por aquel entonces, cerca de P’eng-ch’eng, un enorme templo btidico coronado por una aguja con nueve discos superpuestos, como los stiipa indios, el cual albergaba una estatua de bronce dorado. Este edificio, de varias plantas, podia contener, se nos dice, a mds de tres mil personas «que allf se ejercitaban en la lectura de los tex- tos sagrados del Buddha». Para atraer al budismo a los habitantes de la regién, Tse Jung les eximié de las pres- taciones personales a que estaba obligado todo contribu- yente chino; de este modo los adeptos aflufan en masa a su comunidad bridica. Organizaba ceremonias, en el curso de las cuales les ofrecia bebida ( jvino! ) y comida sobre kilémetros de esteras que hacia disponer a lo largo de los caminos; los participantes se contaban en unos diez mil, y los gastos se elevaban a millones de sapecas. Las cifras son indudablemente exageradas: éste es uno de los primeros testimonios de la irritacién que inspira- ban a la administracién china los gastos suntuarios oca- 312 sionados por la devocién biidica. La exencidn de las pres- taciones personales, es decir, la concesién a los budistas de un estatuto social y econédmico de excepcién, debia constituir igualmente objeto de protestas interminables en el curso de los siglos. En principio, este privilegio no fue concedido en lo sucesivo mds que a los monjes que hubieran recibido la ordenacién regular, lo que, cier- tamente, no era el caso de los neéfitos de Tse Jung. Lo mismo que su predecesor en P’eng-ch’eng, el principe de Ch’u que hacfa sacrificios al Buddha en el aiio 65, Tse Jung estaba mal considerado en la corte imperial; més tarde, se vio obligado a suicidarse por haber tratado de independizarse del Gobierno central. Al igual que el del principe, su budismo estaba fuertemente tefiido de taofs- mo. Ahora bien, Ia China oriental, donde se encontraba P’eng-ch’eng, era, en tiempos de Tse Jung, presa de la rebelidn taoista de los Turbantes Amarillos, que habfa estallado en 184 y puso a la dinastia de los Han al borde de su perdicién. No hubo traductores de textos biidicos en P’eng-ch’eng, bajo los Han, a pesar de que se afirma que los sectarios de Tse Jung lefan tales textos. Es en la capital, Lo-yang, un poco més al oeste, donde vemos formarse, en el cur- so del siglo 1, equipos de traductores. Los primeros traductores indios pasan incluso por haber Iegado a Lo- yang en el siglo 1, durante el reinado del emperador Ming (del afio 58 al 75); se dice que publicaron alli en chino, en el afio 67, un texto titulado el Sara en cuaren- ta y dos articulos. Este opisculo, que ha llegado hasta nosotros en una versién retocada, es un pequefio manual elemental de iniciacién a la doctrina y a la moral del Pe- quefio Vehiculo, presentado no en forma de un verda- dero siitra predicado por el Buddha, sino en la forma que adoptan algunos cldsicos chinos. Data probablemente del afio 100, aproximadamente. Sélo unos cincuenta afios més tarde, hacia mediados del siglo 1, se inicia en China i 313 la era de las verdaderas traducciones de textos biidicos, realizadas sobre originales sdnscritos.o mds verosimilmen- te pracritos. La mayor parte de estos traductores de finales de los Han eran, efectivamente, de origen serindio, e inclu- so iranio: dos partos, tres «indoescitas», dos sogdianos y tan sdlo tres indios. El primero cronolégicamente fue © An Chih-kao, «Chih-kao el arsdcida», que Uegd a Lo- yang en el afio 148; era, segtin se cuenta, un principe que habia renunciado al trono para hacerse teligioso, lo que parece no ser mds que un eco de la leyenda del Buddha. Tuvo por discfpulos al mercader parto An Hsiian, que conocia la lengua china como hemos visto més arriba, y a un chino, Yen Fo-t’iao, a quien se tiene por el primer monje indigena. Los textos chinos traduci- dos por An Chih-kao pertenecen al Pequefio Vehiculo; se tefieren a listas de ribricas y a ejercicios mentales y respiratorios correspondientes al yoga biidico (el dhyana, como lo Iaman los chinos), cuyas disciplinas son del mismo género que las cultivadas por los taoistas. Sus dos discfpulos, en cambio, escogieron textos del Gran Ve- hiculo que se asemejaban a la filosoffa taoista, entonces en vias de renacimiento. El Gran Vehiculo predomina en -los textos publicados por una segunda generacién de tra- ductotes que trabajé en Lo-yang a finales del siglo m1 y principios del im; fue éste el que predomind desde entonces en el budismo chino, mientras que el Asia sud- oriental permanecerd fiel al Pequefio Vehiculo. Estas pri- metas traducciones chinas, hechas con el auxilio de letra- dos mediocres, son de una torpeza extrema, y uno se pregunta qué pudieron comprender de ellas lo ho prevenidos! Los. grandes dogmas del budisino | original, las «santas verdades» del dolor y la liberacién, 1a teoria del acto (karman) y de la responsabilidad moral que se transmite de existencia en existencia (saysara), apenas. estén _expuestos en ellas. Era la primera vez en su histo- tia que China se & faba con un pensamiento extrafio 314 a su tradicién; iban a ser necesarios varios siglos para que consiguiese captarlo en su especificidad auténtica. 2. La #poca DE Los Tres REinos (220-280) El hundimiento del imperio de los Han, su desmem- bramiento en tres Estados regionales: Wei al norte, Wu al sudeste y Shu al sudoeste, ocasioné un trastorno que se tradujo en el dominio religioso e ideolédgico en una fermentacién ptopicia para las novedades. El confucia- nismo habia reinado bajo los Han: era una doctrina esencialmente politica y administrativa, cuyos libros clé- sicos servian de norma a una minoria de letrados, entre los cuales se reclutaba a la clase dirigente, pero que pro- clamaba también su adhesién a un universalismo cdésmi- mo centrado en la persona del Hijo del Cielo; China se identificaba con el universo, y toda ortodoxia no podfa ser mds que china. La moral privada descansaba en la piedad filial, que tendia a extrapolarse en lealtad al em- perador, padre del pueblo, y a sus representantes, los mandarines. Este sistema rigido comenzdé a desacreditar- se hacia finales del siglo 11. El campesinado, al que oprimfa, se sublevéd a instancias de iluminados taoistas que Je prometian una era de «gran paz» (#’ai-p’ing) ; los «Turbantes Amarillos», en el centro y en el norte; los «Maestros Celestes», en el oeste, se organizaron en iglesias que requerian un personal jerarquizado, el cual era a la vez religioso, militar y administrativo. Los jefes eran magos curanderos; el derecho se sacralizé: Ja no- cién de pecado sustituyé a la de delito; el castigo era la enfermedad, que se redimfa mediante la confesién y la penitencia en casas de retiro, que eran también insti- tuciones de-beneficencia; las comunidades celebraban grandes ceremonias colectivas que, pese a su nombre de «ayunos», revestian caracteres orgidsticos. Desde el fin 315 de los Han, vemos a los taofstas practicar obtas benéfi- cas, la limosna, el cuidado de los pobres y de los huét- fanos, los trabajos de interés piiblico, todo lo que el bu- dismo recomendaba bajo la ribrica de «donacién». Es dificil apreciar si hay en ello alguna influencia del bu- dismo. El libro sagrado de los Turbantes Amarillos, el Libro de la Gran Paz, salido de una region en la que el budismo se habia propagado bajo los Han, lleva sus hue- Has expresas; pero se trata quizd de interpolaciones. Es- tos movimientos taofstas debieron de preparar a las ma- sas populares para admitir y sostener la formacién de una colectividad religiosa auténoma, independiente del Estado, tal como iba a set la comunidad monacal bidica. En un plano enteramente distinto, el de las minorfas intelectuales, vemos despertar igualmente el taofsmo de la Antigiiedad —el de los grandes filésofos— tras el eclipse de los Han; el Chuang-tzu sale de la sombra a fi- nales del siglo 11 con Ja metafisica de los apéndices al Libro de las Transformaciones (I-ching). En estas dos fuentes se inspira un movimiento de ideas Iamado, con una expresién tomada de Lao-tzu, el «estudio de los mis- tetios» (hstian-bsiie), que prepara a los espfritus para la aceptacién de la gnosis bidica (prajfa), bastante pa- tecida. De este modo, se rompié el dogal de la ortodoxia confuciana. Probablemente, data de la época de los Tres Reinos (mas que de los Han) el primer tratado chino original sobre el budismo, Mu-tzu o las dudas eliminadas, com- puesto en Tonkin, entonces provincia china, por un le- trado versado en filosof{a taofsta que se habia convertido al budismo. En él responde a ciertas objeciones chinas que habian de plantearse sin cesar més adelante: el bu- dismo es contrario a la piedad filial; es de origen bar- bato’y va contra las ensefianzas dé Confucio y de la tra- dicién china; la prodigalidad de los donantes budistas viola los principios de una sana economia. Al parecer, 316 en Lo-yang, capital del Estado de Wei, se conservé la comunidad de los Han. Algunos monjes extranjetos, un indio, un sogdiano, dos partos, traducen alli hacia media- dos del siglo 11 textos de disciplina (vinaya) que iban a permitir a los monjes chinos regularizar el procedimien- to de ordenacién tal como se prescribia en los cédigos indios. Pero fue sobre todo en el Sur, en Wu, que tenia su capital cerca del Nanking actual, donde emprendieron importantes trabajos de traduccién dos monjes de origen extranjero, pero de cultara china, circunstancia que ase- guré a sus versiones una calidad literaria muy superior a las traducciones de los Han. El primero fue Chih Ch’ien, «Chih el indoescita», Hegado a Nanking hacia el afio 230 procedente de Lo-yang, donde habia nacido y habfa recibido una educacién a la vez china y «batba- ra»; ttadujo sobre todo textos del Gran Vehiculo, y, en particular, la Ensefianza de Vimalakirti, una brillante ex- posicién de la moral Iaica que debia conservar entre los letrados chinos, en traducciones posteriores, una notorie- dad sin igual hasta los tiempos modernos, y el Saitra de Amita, en el que se describe la «Tierra Pura», el paraiso del Buddha «Infinito» (de «Resplandor Infinito», Ami- tabha, o de «Longevidad Infinita», Amitayus), el cual representa un aspecto totalmente distinto del budismo, el de la devocién, pero cuyo éxito no resultarfa menos duradero én los medios chinos, sobre todo populares. Su colega Ch’ang Seng-hui, «Seng-hui el sogdiano», fue uno de los primeros propagandistas que [egaron a China por la via meridional. Llegé a Nanking en el afio 247 desde Tonkin, donde sus mayores se habfan establecido como comerciantes, después de haber residido durante mucho tiempo en la India y donde habia hecho su aprendizaje de monje bilingiie. Su obra de traductor es restringida, pero a él se debe, en gran parte, el que se implantara el budismo en la China del sur; incluso se dice que con- virtié alli al emperador de Wu. Bajo su impulso apare- 317 | | cieron también Jas primeras obras de exégesis biidica debidas a los chinos. 3. Las DINASTias DEL Sur ¥ DEL Norte (265-589) Al perfodo de los Tres Reinos siguié medio siglo de reunificacién parcial bajo Ja dinastia Chin occidental. Pero desde los primeros afios del siglo rv comienzan las gtandes invasiones barbaras que iban a barrer todo el norte de China y a dividirla durante cerca de tres siglos entre las dinastias Ilamadas septentrional y meridional. Es lo que algunos historiadores occidentales Haman la Edad Media china. En el afio 311, la capital de la dinastia Chin occidental, Lo-yang, en la cuenca del rio Amarillo, fue to- mada y devastada por un pueblo de raza htnica (los Hsiung-nu); la corte china emigré hacia el sur y se ins- talé en Nanking, junto al rio Azul: es la dinastia Chin oriental (317-420), la cual fue sucedida hasta 589 por otras dinastfas nacionales que forman con ella las llama- das Seis Dinastias. En el norte se constituye una mul- titud de Estados fundados por bérbaros mds o menos si- nizados, que tienden a organizarse en imperios segtin el modelo chino. Entre estas dos zonas, pese a wna corriente nada despreciable de comunicaciones politicas y religio- sas, se acusan diferencias cuyos efectos se hacen sentir claramente en la evolucién del budismo chino. Esta nos resulta mucho mejor conocida desde entonces; las fuen- tes abundan, salvo en lo que concierne al budismo po- pular, que todas ellas descuidan. La dinastia Chin occidental (265-316) Bajo esta dinastfa se mantienen las relaciones con la Se- tindia biidica, adonde los chinos empiezan a it «en bus- 318 ca de la Ley», no ya como peregrinos tan sélo, sino en busca de textos biidicos. Hacia el afio 260, Chu Chih- hsing, un monje de Honan, llega al reino de Khotan para procurarse recensiones mds extensas que las que habian sido traducidas ya al chino del Sara de la Perfeccién de la Gnosis (Prajiiaparamita) que, debido a sus afinidades filoséficas con el «estudio de los misterios», suscitaba en China el més vivo interés. Encontré una recensién en veinticinco mil disticos (loka, unidades estadisticas de treinta y dos silabas), que uno de sus discfpulos, proba- blemente khotanés, Ilevé a China donde fue traducida bajo la direccién de otto khotanés entre los afios 295 y 303. Chu Chih-hsing murié en Khotan a Ja edad de ochenta y un afios, primer ejemplo de la curiosidad y de la sed de informacién que iba a Ievar a tantos de sus colegas chinos a las «regiones occidentales». Otro gran traductor de aquella época, Fa-hu (en sdnscrito Dharma- raksha) nacié hacia el afio 230 en el seno de una familia indoescita establecida desde hacia generaciones en Tuen- huang, localidad de los confines sino-serindios que iba a desempefiar en el curso de todo aquel milenio un papel extremadamente importante como puerta de comunica- ciones culturales y comerciales entre China y el Asia central. La poblacién de esta ciudad era heterogénea y poliglota, y Fa-hu unia a una sélida cultura china el co- nocimiento del sdnscrito y de todos los idiomas serin- dios. Después de haber recorrido la Serindia para reco- ger textos, fue a establecerse en Ch’ang-an y Lo-yang, las dos metrépolis chinas, y redacté traducciones que marcaron un progreso considerable sobre aquellas de las que los lectores chinos disponfan hasta entonces. Gracias a él, los principales cldsicos de la literatura del Gran Ve- hiculo, el Loto de la Verdadera Ley, el Desarrollo del Juego, sin contar las versiones nuevas de la Ensefianza de Vimalakirti, de un Siitra de Amita y de la Perfeccion de la Gnosis, se hicieron accesibles en una forma bastan- 319 | t I i \ | : i | | t te exacta y muy inteligible. Tuvo muchos discfpulos, particularmente en Ch’ang-an, donde puso los cimientos de Ja escuela biidica que debia florecer alli un siglo més tarde bajo la égida de diversos soberanos barbaros «pro- tectores de la Ley». Las dinastias nacionales del Sur (317-589) Con la conquista de Lo-yang (311) y de Ch’ang-an (316) por los barbaros y el éxodo de la corte y de Ja di- nastfa Chin vemos formarse en la cuenca baja del rio Azul y en la zona costera del sudeste, particularmente en el actual Chekiang, una sociedad y una cultura en el seno de las cuales el budismo habia revestido formas nuevas. Un fecundo desarrollo intelectual reina entre estos emigrados. Los marcos del Estado confuciano se dis- gtegan; la administracién central se relaja; un resurgi- miento del feudalismo pone en primer plano a las gran- des familias emigradas, que se disputan el poder. Los espiritus mds elevados se apartan del mundo, se evaden en el «estudio de los misterios» o en la contemplacién de la naturaleza, dando origen a una estética del paisaje cuyos vinculos con el budismo se acusan por el contacto que se establece entre los letrados, frecuentemente ocio- sos, y los monjes cultivados que se retiran a las monta- fias, donde practican un budismo fuertemente sinizado. La mayor parte de estos monjes son emigrados del nor- te. Es el caso, por ejemplo, de Chih Min-tu, quien sos- tiene una teorfa de la «nada espiritual» (hsin-wu), segin la cual el «no hay nada» (wuz) de la ontologia taofsta, opuesto al «hay» (yd), que es el mundo de los fendémenos particularizados, se convierte, a la manera bii- dica, en el espiritu vaciado no sdlo de toda vinculacién con el mundo exterior, sino de todo pensamiento cons- ciente y diferenciado. El gnosticismo de Chuang-tzu es si- 320 tuado paralelamente al de la prajad, la vacuidad del Gran Vehiculo (Sanyata@) al «vacio» (hsii) ola «nada» (wu) de los pensadores taoistas. El monje Che Tuen, especialista de la «Perfeccién de la Gnosis», da del primer capitulo del Chuang-tzu una interpretaci6n que muestra hasta qué punto los primeros comentaristas de este texto, im- buidos atin de confucianismo y de «legalismo», se equi- vocaron con respecto al pensamiento auténtico del maes- tro taofsta de la Antigtiedad, durante su resurgimiento al final de la época de los Han. La poesia, la pintura, la escultura, se impregnan de budismo. Seducidos por estas aportaciones, los aristécratas de la dinastia Chin oriental introducen el budismo en la corte de Nanking, donde los empetadores mismos asisten a las predicaciones. Uno de ellos, Ch’eng-ti, hace construir hacia el afio 340 un stiipa ones ar appon-enanll sobre la tumba de uno de los raros maestros Extranjeros que frecuentaron su corte, el kutchanés Stimitra; otro, emperador de la dinastfa Chin oriental, Hiao-wu-ti, que reind del 373 al 396, recibe formalmente las «cinco pro- hibiciones» (no atentar contra la vida, no robar, no ser lujurioso, no mentir, no beber alcohol), lo que hace de él un adepto laico, y funda un monasterio en el interior de su palacio, Las donaciones de tierras, de dinero, de iconos preciosos, se multiplican en favor del clero, sus- citando las protestas de los funcionarios confucianos. Asi gab abre el conflicto entre el Estado confuciano y la Iglesia bg bd que se “extiende a lo largo de toda la “historia del budismo chino. En la India no existe oposi- cién entre el religioso, brahmdn o gramén, y el principe (ksatriya), que \e rinde normalmente homenaje. En Chi- na, el principe es un tedcrata que no podria tolerar que una comunidad religiosa escapara a su autoridad. Su re- ligién es de este mundo; desde los orfgenes, todo el pen- samiento chino gira en torno al gobierno del mundo, y la clase o la casta de los letrados, contrariamente a la de los brahmanes, tiene funciones esencialmente politicas y 321 administrativas. Todo lo més puede establecerse entre el Estado y la Iglesia un intercambio de donaciones: el Es: tado proporciona a la Iglesia «dones materiales» (, amisa- dana en sénscrito) a condicién de que ella le haga benefi- ciario de las prestaciones espirituales de que dispone, del «don de la Ley» (dbarma-dana), que consiste en titos benéficos, obras de beneficencia, virtudes morales. Eco- némicamente, a los ojos de los letrados mandarines, el monaquismo biidico es improductivo, parasitario, perju- dicial para la prosperidad del Estado al que priva de mano de obra agricola, de contribuyentes y, sobre todo, de las prestaciones personales indispensables que apor- tan los soldados. Muy pronto el clero biidico fue eximi- do de prestaciones y, menos regularmente y menos com- pletamente, de impuestos y contribuciones. Ahora bien, el clero se multiplicaba bajo Ja dinastia Chin. Segdn una estadistica, a decir verdad, tardia (siglo vit), habia en las dos capitales de la dinastia Chin occidental unos ciento ochenta monasterios y tres mil setecientos monjes y monjas; en el territorio de la dinastia Chin oriental, que no abarcaba mds que una parte de China, habia mil se- tecientos sesenta y ocho monasterios y veinticuatro mil monjes y monjas: y no se trataba mds que de monasterios y clero oficialmente reconocidos. Desde mediados del siglo 1v vemos formatse en la corte de la dinastfa Chin oriental dos partidos, en favor y en contra del budismo, El litigio se refiere sobre todo a la autonomfa del clero: gdebe éste rendir homenaje al soberano? Un jefe militar anticlerical, Han Hsiian, que derribé a los Chin y usurpé su trono en el afio 404, organizé, a este propésito, una conferencia con- tradictoria que dio origen a un tratado del més grande maestro budista del sur en esta época, Hui-yiian, titula- do: El sraman no tiene que inclinarse ante el rey. Su te- sis se impuso. A este propésito, se ha evocado el conflic- to entre la primera Iglesia cristiana y el Estado romano. 322 El budismo desempefié un cierto papel en la revolucién dindstica, que puso fin a la dinastia Chin; Liu Yu, el fundador de la dinastia de los Sung, se apoyé en el clero, cuya influencia polftica no era desdefiable. Hui-yiian (334-417), autor del tratado citado mds arri- ba, originario del norte, se habia instalado hacia el afio 380 en el monte Lu, al sur del rio Azul medio, segtin la tradicién taofsta que, en todo tiempo, habja preconizado el retiro a la montafia (los «Inmortales» taofstas son designados por un vocablo que etimoldgica- mente significa «hombres de las montafias»). Alli per- manecié hasta su muette, negdndose a traspasar nunca el Kimite que le separaba del mundo profano, cualesquiera que fuesen las Ilamadas de los emperadores de Nanking y de los grandes de la corte: eran ellos quienes iban a verle. Alrededor de él se agrupd una comunidad de mon- jes y, sobre todo, de laicos letrados con los cuales prac- ticaba el culto de Amita, el Buddha que preside la Tierra Pura del Oeste, situada fuera del cosmos. Este culto con- sistia en hacer el voto o «juramento» de ir a renacer a este paraiso por el procedimiento llamado de la «conme- moracién de Buddha», es decir, concentrando el pensa- miento en Amita, trayéndolo a la mente, comunién que eta facilitada mediante’ una visualizacién de un icono ma- terial. A una ceremonia de este género, celebrada en el monte Lu el 11 de septiembre del afio 402, se hizo re- montar més tarde el origen de la secta de la Tierra Pura y el de la sociedad secreta del Loto Blanco, famosa hasta los tiempos modernos por sus actividades subversivas. Tal método de meditacién era mucho més simple que los ejercicios técnicos de dhyana prescritos a los monjes, poco accesibles a los laicos. Hui-yiian estaba lejos, sin embargo, de desinteresarse del dhyana, y envié a varios de sus discipulos a buscar textos sdnscritos al respecto. El centro del dhyana 0, para emplear un término menos esttictamente técnico, del yoga, era entonces Cachemira, 323 cuyo paisaje montafioso era favorable pata la vida de meditacién. Fueron numerosos, en los alrededores del afio 400, los peregrinos chinos, sobre todo del norte que Ilegaron a Cachemira para estudiar alli el dhyana y numerosos, también, los maestros de Cachemira invita- dos o llevados a China para ensefiar esta disciplina tan solicitada. Uno de ellos, Buddhabhadra, Ilegs en el afio 409 a Ch’ang-an, que entonces era la capital del im. perio barbaro de los Chin y donde residja el ilustre maes- tro kutchanés Kumirajiva. Buddhabhadra fue mal recibi- do y marché al sur, donde Hui-yiian le recibié con los brazos abiertos en el monte Lu. Alli tradujo un manual de las Evapas de la Practica del Yoga (Y ogacara-bhumi), recientemente compuesto por un autor de Cachemira per- teneciente al Pequefio Vehiculo, con una adicién final so- bre la visidn de las Tierras Puras tal como se las concebfa en el Gran Vehiculo, adicién que da testimonio de la transicién entre los dos Vehfculos que entonces se estaba efectuando en la propia India. Fue también Buddhabhadra quien hacia el afio 416 ayudé al célebre peregrino Fa-hsien a traducir uno de los gtandes cddigos de disciplina mondstica (vinaya) que ha- bia trafdo de una gira de mds de diez afios (del 399 al 412) a través de todo el mundo bidico, desde la Serin- dia a la India, y desde Ceilén a Indonesia. Fa-hsien no era un gran sabio, y es dudoso que aprendiera el sdnscri- to a fondo. Pero sus informaciones sobre toda el Asia biidica revelaron a los adeptos chinos la difusién inmen- sa de su religién, y su versién integra del vinaya de una de las escuelas indias con las de otras dos escuelas, publicadas casi al mismo tiempo en el norte (del 404 al 408), facilitaron a las comunidades chinas una regla defi- nitivamente completa para guiarles en su vida conventual. Otro monje de Ja dinastia Chin oriental, que por las circunstancias de su vida sirvié de lazo de unidn entre el norte y el sur, fue Tao-an (314-485), el maestro de 324 Hui-yiian. En el afio 365 fundé en Hsiang-yang, al norte del rfo Azul, una comunidad de varios centenares de monjes con los cuales practicaba un culto devocional, cuyo objeto no era el buddha extra-cdsmico Amita, sino el futuro buddha terrestre Maitreya, que, esperando su patusia aqui abajo, reside en un cielo poco alejado de nuestro mundo, en donde Tao-an y sus discipulos formu- laban el voto de renacer después de su muerte. Pero Tao- an aporté al budismo chino un rigor nuevo, sobre todo con sus trabajos literarios. Descendiente de una familia de letrados confucianos, aplicé a las traducciones chinas de los textos indios las exigencias de precisién filolégica que siempre han distinguido a los eruditos chinos. No parece que aprendiera el sdnscrito, pero debia de saber lo suficiente como para darse cuenta de las trampas que acechaban a la interpretacién en chino de una lengua tan absolutamente diferente como era el sdnscrito. Se pro- nuncié contra el procedimiento Uamado «escudrifiar las ideas» (mds alld de la letra), procedimiento que consistia en traducir las nociones y los términos indios por equi- valentes sacados del vocabulario técnico de la filosofia china, lo que falseaba naturalmente el pensamiento origi- nal de la India. Se dedicé, ademés, a hacer una recapitu- lacién general de lo que Jos chinos conocian hasta enton- ces del budismo; para poner en orden todo esto, elabord una bibliografia critica de los textos traducidos o com- puestos desde !a época de los Han. A partir del afio 379, Tao-an pasé los dltimos afios de su vida en el norte, en Ch’ang-an, donde reinaba la dinastia barbara de los Ch’in anteriores. Alli encontré una comunidad de monjes, quie- nes se contaban no ya por centenares, sino por miles, y que mantenian estrechas relaciones con el Asia central, la India y, sobre todo, con Cachemira. Tao-an se encat- g6 allf de la direccién de grandes trabajos de traduccién, velando por su buena calidad. Fue entonces cuando se tevelé en China la escoldstica india, el Abhidharma, cu- 325 cuyo paisaje montafioso era favorable para la vida de meditacién. Fueron numerosos, en los alrededores del afio 400, los peregrinos chinos, sobre todo del norte, que Hlegaron a Cachemira para estudiar allf el dhyana y numerosos, también, los maestros de Cachemira invita- dos o Hevados a China para ensefiar esta disciplina tan solicitada. Uno de ellos, Buddhabhadra, Ilegd en el afio 409 a Ch’ang-an, que entonces era la capital del im- perio barbaro de los Chin y donde residfa el ilustre maes- tro kutchanés Kumiatajiva. Buddhabhadra fue mal recibi- do y marché al sur, donde Hui-yiian le recibié con los brazos abiertos en el monte Lu. Alli tradujo un manual de las Etapas de la Practica del Yoga (Y ogacara-bhiimi), recientemente compuesto por un autor de Cachemira per- teneciente al Pequefio Vehiculo, con una adicién final so- bre la visién de las Tierras Puras tal como se las concebia en el Gran Vehjfculo, adicién que da testimonio de la transicién entre los dos Vehiculos que entonces se estaba efectuando en la propia India. Fue también Buddhabhadra quien hacia el afio 416 ayud6 al célebre peregrino Fa-hsien a traducir uno de los gtandes cédigos de disciplina mondstica (vinaya) que ha- bia traido de una gira de mds de diez afios (del 399 al 412) a través de todo el mundo biidico, desde Ja Serin- dia a la India, y desde Ceilén a Indonesia. Fa-hsien no era un gran sabio, y es dudoso que aprendiera el sdnscri- to a fondo. Pero sus informaciones sobre toda el Asia btidica revelaron a los adeptos chinos la difusién inmen- sa de su religién, y su versién integra del vinaya de una de las escuelas indias con las de otras dos escuelas, publicadas casi al mismo tiempo en el norte (del 404 al 408), facilitaron a las comunidades chinas una regla defi- nitivamente completa para guiarles en su vida conventual. Otro monje de la dinastia Chin oriental, que por las circunstancias de su vida sirvid de lazo de unién entre el norte y el sur, fue Tao-an (314-485), el maestro de 324 Hui-yiian. En el afio 365 fundé en Hsiang-yang, al norte del rio Azul, una comunidad de varios centenares de monjes con los cuales practicaba un culto devocional, cuyo objeto no era el buddha extra-césmico Amita, sino el futuro buddha terrestre Maitreya, que, esperando su parusia aqu{ abajo, reside en un cielo poco alejado de nuestro mundo, en donde Tao-an y sus discipulos formu- laban el voto de renacer después de su muerte. Pero Tao- an aporté al budismo chino un rigor nuevo, sobre todo con sus trabajos literarios. Descendiente de una familia de letrados confucianos, aplicé a las traducciones chinas de los textos indios las exigencias de precisién filolégica que siempre han distinguido a los eruditos chinos. No parece que aprendiera el sdnsctito, pero debia de saber lo suficiente como para darse cuenta de las trampas que acechaban a Ja interpretacién en chino de una lengua tan absolutamente diferente como era el sdnscrito. Se pro- nuncié contra el procedimiento Iamado «escudrifiar Jas ideas» (més alld de la letra), procedimiento que consistia en traducir las nociones y los términos indios por equi- valentes sacados del vocabulario técnico de la filosofia china, lo que falseaba naturalmente el pensamiento origi- nal de Ja India. Se dedicé, ademds, a hacer una recapitu- lacién general. de lo que los chinos conocian hasta enton- ces del budismo; para poner en orden todo esto, elaboré una bibliograffa critica de los textos traducidos 0 com- puestos desde la poca de los Han. A partir del afio 379, Tao-an pasé los tiltimos afios de su vida en el norte, en Ch’ang-an, donde reinaba la dinastia barbara de los Ch’in anteriores. Alli encontré una comunidad de monjes, quie- nes se contaban no ya por centenares, sino por miles, y que mantenian estrechas relaciones con el Asia central, la India y, sobre todo, con Cachemira. Tao-an se encar- g6 alli de la direccién de grandes trabajos de traduccién, velando por su buena calidad. Fue entonces cuando se tevelé en China la escoldstica india, el Abhidharma, cu- 325 i | i | I I yos andlisis filoséficos altamente sistematizados represen- taban para los chinos una forma de pensamiento y de li- teratura absolutamente nueva. Se trataba en este caso del Abhidharma de los sarvastivadin, una escuela del Pe quefio Vehiculo que tenfa su centro en los confines oc- cidentales de la India, La obra de Tao-an preparé en Ch’ang-an la de Kumarajiva, que debfa llegar alli en el afio 402. La vida de Tao-cheng (365-434), otra figura destacada de esta época, estuvo también repartida entre el norte y el sur. Fue discfpulo a la vez de Hui-yiian en el monte Lu, y dé Kumarajiva en Ch’ang-an. Se interesd particu- larmente por el Sutra del Gran Parinirvana, del que una copia sdnscrita habia sido traida de la India por Fa-hsien, quien la tradujo en Nanking con la ayuda de Buddhab- hadra (417-418). Este libro, que ocupa un lugar aparte en la literatura biidica, se inspiraba en un Gran Vehiculo extremista que rayaba en la heterodoxia. Sostenfa, por ejemplo, el innatismo en todo ser de la «naturaleza de Buddha», lo que implicaba la posibilidad de que legaran a ser buddha aun los peores pecadores, aquellos a quie- nes la ortodoxia calificaba de «condenados por predesti- nacién». Tal doctrina no figuraba en el texto de Fa-hsien traducido en Nanking, y Tao-cheng se vio tachado de hereje. Pero hacia el afio 430 Ilegé al sur otra traduc- cién, hecha en el norte, en la cual sf figuraba con todas sus letras: Tao-cheng triunfS. A esta doctrina de Tao- cheng vino a asociarse otra que se hizo célebre también. Se discutfa en China, desde los tiempos de Che Tuen, sobre la naturaleza del Despertar (bodbi), de la ilu- minacién bédica: ¢se obtiene gradualmente, por una acumulacién progresiva de méritos y de ejercicios, o bas- ta realizarla en nosotros por una intuicién stbita, total, indivisible, fuera del tiempo y de las obras? No es dificil vislumbrar detrdés de este dilema una vieja problematica china pre-bidica, la del activismo y del quietismo («mo- 326 vimiento» y «tranquilidad»). Tao-cheng era un «subitis- ta» convencido; las posiciones de Ja futura escuela del Ch’an (dhyana) estaban en germen en su ensefianza. No sin razén el gran poeta contempordéneo Hsien Ling- yin (385- 433), que consagré un tratado a la controver- sia del «gradualismo» y el «subitismo», sostenfa que este Ultimo se adaptaba mds a la mentalidad china, propensa a captar la realidad mediante una intuicién directa, ene- miga de toda complejidad abstracta. oe No es posible seguir aqui la evolucién del budismo. chino bajo las dinastfas del Sur que sucedieron a los Chin orientales hasta la reunificacién de China por los Sui en el afio 590. Las estadisticas de que disponemos, validas dentro de ciertos limites, dan cifras bastante esta- bles en cuanto al numero de religiosos (entre treinta y seis mil y ochenta y dos mil) y al de monasterios (mil doscientos treinta y dos y mil novecientos trece); son moderadas para una poblacién de diez o quince millones. El reinado més conocido fue el del emperador Wu, de los Liang (502-549), cuya devocidn suscité, como de costumbre, las protestas del mandarinato confuciano. Convocaba vastas asambleas de fieles, hasta cincuenta mil, y con motivo de las predicaciones que tenfan lugar en palacio, se dice que llegaba a ceder el trono a un mon- je. Durante este famoso reinado se cree que llegé a Chi- na, por mar, el primer patriarca de la secta del «dhyana» (Ch’an), Bodhidharma, quien se dice tuvo con el empera- dor una Giiteviswa apridulce, antes de dirigirse al norte, pues no apreciaba tantas obras piadosas, que él consi- deraba vanas: pura leyenda «subitista». Md4s histdrica fue la Megada al final de este reinado, por via igualmen- te maritima, de uno de los més grandes maestros indios que visitaron China, Paramartha. Era un monje de gran cultura, que desembarcd en Cantén en el afio 546 con doscientos cincuenta rollos de manuscritos sdnscritos. Fue acogido en Nanking por el emperador Wu; pero, 327 i | i f expulsado de la capital por los disturbios que acompafian en China a cualquier cambio de dinastia, Hevd desde 549 una vida errante por las provincias meridionales, tratando de repatriarse; pero no se le permitid salir. No debié de aprender el chino, sobre todo el chino es- crito; pero, gracias a los intérpretes y a los excelentes letrados que le apoyaron, aporté al budismo chino una contribucién de primer orden. Fue él quien dio a cono- cer los tratados del sistema epistemoldgico, fundado en el siglo 1v por Asaiga y por Vasubandhu, los cuales ha- clan referencia ésencialmente a la teoria del conocimien- to, una disciplina sobre la que los chinos no tenian nin- guna nocién, aparte de algunos textos traducidos poco antes en el norte, donde habian suscitado vivas discu- siones. Las versiones de Paramartha estaban plagadas de glosas debidas a sus ayudantes chinos, que anotaban sus explicaciones orales y sacaban de ellas también co- mentarios independientes. Su obra fue transmitida, no sin cierto retraso debido a reticencias sectarias, al norte, donde causé sensacién. Incluso se atribuye a Paramartha . la «traduccién» de un notable opisculo filosdfico, La Produccién de la Fe en el Gran Vehiculo; probablemen- te, no es mds que un texto apdécrifo ching, pero muestra hasta qué punto el budismo chino habia asimilado el pensamiento mds sutil de la India y sus procedimientos de expresidn. Las dinastias bérbaras del Norte (304-358) Entre los baérbaros que ocuparon Ja China septenttio- nal a partir de principios del siglo 1v, el budismo se hizo apteciar primeramente por los poderes mdgicos y mén- ticos de que se jactaban sus representantes; el mismo fe- némeno debia producirse mds tarde con motivo de la in- troduccién' del budismo en Japén y en el Tibet. Los 328 monjes se convirtieron en los consejeros de los jefes bar- baros. Curaban las enfermedades, prevenian las calami- dades; se les consultaba sobre los asuntos politicos, di- plomaticos y, sobre todo, militares, y, en particular, so- bre el resultado de las batallas. Un ejemplo tipico es el monje serindio Fo-t’u-teng, quien Ilegé a Lo-yang en el afio 310, justo antes del saqueo de esta ciudad (311) por los barbaros htinicos, al servicio de los cuales entré. Su jefe Shih Lo, un antiguo esclavo analfabeto, fundador del impetio de los Chieh posteriores, que tenfa su centro en el nordeste, y su sucesor, el sanguinario déspota Shih Hu, que reind del 333 al 349, elevaron a las nubes a este taumatutgo. Ellos no compartian las prevenciones chinas contra una religién extranjera: al contrario, de- claré Shih Hu a uno de sus ministros, ¢gpot qué no iban unos bérbaros a acoger bien a una divinidad barbara, in- cluso para sus stibditos chinos? Asi que poblaron su im- perio de monjes. Fo-t’u-teng tuvo, segtin se dice, cerca de diez mil discipulos. Su predicacién parece que se diri- gid principalmente a las masas; sin embargo, fue en su escuela donde se formé un Tao-an. En el curso de la segunda mitad del siglo rv, el poder, en el norte, se transfirié a Ch’ang-an, donde se instala- ron otros barbaros, de afinidades tibetanas, que adopta- ron el nombre chino de Ch’in (Anteriores, del 351 al 394, y Posteriores, del 384 al 417). Estos sdtrapas po- derosos, adictos al budismo, estaban en estrecha relacién con el Asia central y, a través de ella, con Ja India, y ya hemos visto cémo afluyeron a sus dominios los traduc- tores que dieron a conocer los textos y las doctrinas de la escuela de los sarvastivadin, En el afio 402 llegé a Ch’ang-an Kumarajiva, quien fue, antes que Paramartha, el mds grande propagandista del budismo en China. Kumarajiva era hijo de un brahmén indio convertido al budismo y establecido en Kutcha, uno de los reinos in- dependientes de Serindia, donde se casé con una prin- 329 cesa local. Su hijo hizo el noviciado en Cachemira, donde aprendié a fondo el sdnsctito; al regresar a Kutcha, se _ detuvo en Kachgar, donde se inicié en las doctrinas Ma- madas de la Via Media (Madhyamika), escuela del Gran Vehiculo que ensefiaba una escoldstica fundada en la Per- feccién de la Gnosis. En el afio 383, Kutcha fue con- quistado por los Ch’in anteriores, cuyo general se apo- deré de Kumirajiva como botin de guerra. Después de una estancia de més de veinte afios en el pequefio Estado auténomo que este general habia fundado en Ku-tsang, al noroeste de China, el maestro de Kutcha fue captu- rado, una vez més, por los ejércitos del emperador de los Ch’in posteriores, quien le cubrié de honores en Ch’ang- an y le puso a la cabeza de un equipo de traductores de primer orden. Kuméarajiva tenia la ventaja de saber el chino, que debié de aprender bien en Kutcha, encruci- jada poliglota, o bien durante su estancia en Ku-tsang. Pulidas y repulidas por toda una jerarquia de ayudantes chinos, sus versiones son de un estilo tan claro y tan fluido que varias de ellas, por ejemplo la de la Ense- fianza de Vimalakirti, se han integrado al patrimonio li- terario de China. Tradujo particularmente un vasto co- mentario enciclopédico del Siitra de la Perfeccién de la Gnosis en veinticinco mil disticos, comentario atribuido a Nagarjuna, fundador de la escuela de la Via Media, de la que dio a conocer también otros tres tratados me- nos voluminosos. Con estos textos, China tuvo acces a una de las formas més elevadas del pensamienio del Gran Vehiculo, mejor adaptado a su genio que los ané- lisis epistemoldgicos de la escuela del conocimiento; la gnosis de la Via Media se asemejaba, en muchos aspec- tos, a la gnosis china del «estudio de los mistetios». Kumirajiva tuvo muchos discfpulos, de los cuales el prin- cipal, Hsing-chao, nos ha dejado una serie de diserta- ciones originales que se cuentan entre las obras maestras de la filosofia china. Como tantos otros de sus contem- 330 | | pordneos, Hsing-chao habja seguido una trayectoria inte- Jectual que recuerda a la de San Agustin, yendo del con- fucianismo al taoismo de los «misterios» y de aqui, al budismo. Pero habia adquirido de este ultimo, al lado de Kumirajiva, un conocimiento mucho més profundo que los letrados del sur y, si su pensamiento sigue sien- do un debate entre el budismo y el taoismo, no es ya un debate de salén, sino, muy al contrario, un pensamiento fuerte y fecundo. Por lo demds, sa maestro Kumiarajiva mantuvo correspondencia con Hui-yiian, el gran maestro del sur, y poseemos las cartas que intercambiaron sobre temas de dogmética, tales como la teoria de los «cuerpos de Buddha», la diferencia entre los dos Vehjiculos, las etapas de la carrera espiritual del santo. Asi, el budismo sinizado del sur se indianizaba en la escuela del norte. En el curso del siglo v, !a poderosa dinastfa turco- mongola de los Wei septenttionales (386-534), proce- dente del nordeste, donde habia instalado su capital, ex- tendié poco a poco su autoridad a toda la China septen- trional; en el afio 495 trasladé su centro a Lo-yang, en el corazon de la China clasica, cuyas instituciones adopté sinizdndose cada vez més. Sus soberanos patrocinaron des- de un principio el budismo, pero imponiéndole un control estricto. Crearon una especie de Iglesia estatal, cosa que en el sur no sé conocié. La comunidad monacal fue so- metida a la jurisdiccién de una oficina civil cuyo titular era un monje, chino o extranjero, funcionario del Estado, al cual se afiadieron pronto subalternos encargados del con- trol de las comunidades locales. Este compromiso de la Iglesia con el Estado no tardé en acarrear consecuencias enojosas (es éste un fendmeno que debfa repetirse més de una vez en China), Una reaccién antibudista que se manifesté desde mediados del siglo v parece que fue ati- zada a la vez por los confucianos, que trataban de apo- derarse del aparato administrativo de los Wei y no podian ver sino con malos ojos el favor que concedfan a una re- 331 ligién barbara, y por los taoistas celosos de los privile- gios de que gozaba la secta rival. En el afio 445, con motivo de una rebelién que el emperador de los Wei aca- baba de reprimir en Ch’ang-an, se descubrié un escondri- jo de armas en un monasterio bidico. El emperador, pre- dispuesto contra los budistas por uno de sus ministros chinos y por un «maestro celeste» que pretendia erigir el taoismo en religién de Estado, se enfurecié y decreté la pena de muerte para todo el clero bidico y la destruc- cién de monumentos, imdgenes y libros btidicos en todo el imperio. El decreto parece que sélo se llevd a cabo par- cialmente; pero ésta fue la primera de las cuatro «catds- trofes de la Ley» que enumeran los histotidgrafos del bu- dismo chino. Se observard que fue obra, mds que del so- berano barbaro, de sus consejeros chinos, que se disputa- ban su favor (del mismo modo que, en el siglo xmr1, serd por disputarse el favor de los soberanos mongoles por lo que el budismo y el taoismo entrarén en conflicto abierto y violento). Al cabo de algunos afios (452), el decreto fue anulado y el budismo reanud6 su carrera triunfal con T’an-yao, un monje probablemente chino que fue nombrado en el afio 460 administrador del clero. Fue el iniciador de las céle- bres grutas esculpidas de Yiin-kang, cerca de la primera capital de los Wei en Ta-t’ung. En estas grutas, cuya de- cotacidén se. inspiraba técnicamente en el ‘arte indio o serindio, o incluso helenjstico, las figuras de Jos buddha reproducen a veces los rasgos de los emperadores Wei, pues éstos eran divinizados como buddha: solucién teo- cratica del problema que se planted también en el sur, como hemos visto més arriba, a saber, si los monjes de- bian homenaje al soberano secular. Desde finales del si- glo rv, el primer controlador de los religiosos nombrado pot los Wei identificaba al emperador con el Buddha: «Ama la religién», decia. «Es el buddha actual: los mon- jes deben inclinarse ante él. Es el sefior de los hombres, 332 ' | f 4 | ct | ) | | | I y a él le incumbe la propagacidn de Ja Via: si me inclino ante el Hijo del Cielo, es al Buddha a quien rindo ho- menaje.» T’an-yao encontré asimismo una solucién ingeniosa para suavizar el conflicto econémico que oponfa al Es- tado y a la Iglesia. ¢Son los monjes pardsitos? El re- medio es facil: que se les ponga a cultivar los campos para beneficio de la poblacién. Hacfa 469, T’an-yao pro- puso que se instituyeran, bajo el control de las oficinas locales de administracién del clero, las llamadas «fami- lias del Sangha» (es decir, de la comunidad biidica; la familia era la unidad fiscal), Estos contribuyentes de ca- rdcter especial tenfan que aportar cada afio una cierta cantidad de grano, el «mijo del Sangha», que eta alma- cenado para distribuirlo entre el pueblo en caso de es- casez. Por otta parte, se reclutaron entre los ctiminales y los esclavos ptiblicos «familias de Buddha», encar- gadas de asegurar el servicio de los monastetios, cultivar los campos y transportar el grano. Esta medida parece que afecté sobre todo a las tierras de colonizacién en vias de desarrollo; equivalia a encargar a la administracién eclesidstica, formada por monjes-funcionarios, la direc- cién de un servicio publico més o menos tefiido de be- neficencia. El «mijo del Sangha» pertenecia, en princi- pio, colectivamente a la totalidad de la comunidad biidi- ca, y las tierras que lo producian estaban exentas de todo otro impuesto fiscal. Pronto los monjes lo aprovecharon pata dedicarse a operaciones de comercio o de usuta que despertaban los celos de Jos funcionarios locales, al tiem- po que muchos malhechores o indeseables se inscribian en las «familias del Sangha» para eludir los impuestos y las ptestaciones personales y, sobre todo, el servicio militar. En el afio 477, segtn un censo oficial, habia en el imperio de los Wei unos seis mil cuatrocientos seten- ta y ocho monastetios y setenta y siete mil doscientos cincuenta y ocho monjes y monjas. Entre los afios 512 333 y 515, el ntimero de monasterios se duplicd; al final de la dinastia se alcanzaron, al parecer, las cifras de treinta mil y dos millones, respectivamente. En todas partes se formaron bandas religiosas que fueron una de las plagas del fin de la época Wei. Entre los afios 402 y 517 hubo al menos nueve insurrecciones campesinas de inspiracién budica, dirigidas no sélo con- tra la autoridad del Estado, sino también contra la de la Iglesia establecida. Fueron fomentadas generalmente por algtin monje iluminado que se presentaba como una encarnacién o como un precursor del mesias Maitreya, 9 como el fundador de una dinastia predestinada a ins- taurar la Gran Paz (¢’ai-p’ing). El ultimo de ellos adop- t6 el nombre de «Gran Vehiculo» e instituyé una jerar- quia de tftulos biidicos que se otorgaban a los comba: tientes, teniendo en cuenta el ntimero de enemigos que habian matado. En la capital de los Wei, mientras tanto, los monasterios rebosaban de tesoros acumulados por la Iglesia. Los santuarios rupestres de Lung-men, funda- dos cerca de Lo-yang, como los de Yiin-kang, que estu- vieron vinculados a Ja antigua capital del norte, nos hah consetvado magnificas ilustraciones de este frenesf sun- tuario. En el afio 518, se nos dice, m4s de un tercio de la superficie de Lo-yang estaba ocupada por monumentos btidicos. Diecis¢is afios mds tarde se desmoronaba la dinastia de los Wei septentrionales. El norte de China se dividié entonces entre dos nue- vas dinastfas barbaras, la de los Ch’i septentrionales al este, con su capital en Ye, al norte de Honan, y la de los Chou septentrionales, al oeste. Estos ltimos, insta- lados en Ia vieja capital de Ch’ang-an, iban a hacerse cé lebres en la historia del budismo chino por una perse- cucién considerada como la segunda «catdstrofe de la Ley» (574-578). El emperador Wu de los Chou, que se tenia por mas chino que cualquier chino, habfa puesto en dada la precedencia de las «tres doctrinas», confucianis- 334 | | | : | | | | | | | | / | / ! | mo, budismo y taoismo, organizando con este motivo conferencias contradictorias cuyos curiosos expedientes han Ilegado hasta nosotros. Manejado a Ja vez por un monje budista que habia colgado los hébitos —el cual defendia el confucianismo para medrar—, y por un taofs- ta que se habia unido a él —la misma colusién entre los dos tivales chinos del budismo que en el afio 445—, el emperador Wu se pronuncié en favor del confucianismo. Al afio siguiente (574), el budismo era declarado fuera de Ja ley; los monjes fueron devueltos a la vida laica y sus bienes destruidos o confiscados; ni el propio taois- mo escapé a la proscripcién. En el afio 577, ésta se ex- tendié a toda la China septentrional, entonces conquis- tada por los Chou. Se da la astronémica cifra de tres millones de monjes y monjas laicizados. La proscripcién no fue levantada hasta la muerte del emperador Wu en 578, después de la cual el advenimiento de los Sui (590) iba a dar nuevo impulso a los budistas, en cuya unidad espiritual se apoyé Ia nueva dinastia para restablecer la unidad politica en la China entera. Balance de las dinastias del Sur y del Norte No puede dudarse de que el repatto entre dinastias del Sur y del Norte resulté favorable a la implantacién y al desarrollo del budismo en China. La instalacién en el norte de los barbaros abiertos a las influencias ex- tranjeras, el relajamiento en el sur de la ortodoxia con- fuciana, los disturbios constantes que incitaban al pueblo y a las minorias selectas de la sociedad a buscar refugio ya en los monasterios, ya espiritualmente en pataisos del ultracosmo, todo eso abridé a los chinos horizontes que no se circunscribian ya a su mundo terrenal. Surge un nuevo arte; la literatura, la misma lengua se trans- forman, catalizadas por la confrontacién con una cultura 335 diferente. Si en el sur son, sobre todo, los letrados quie- nes se evaden en el budismo, éste adopta en el norte formas més institucionales, més comprometidas. Las re- Presiones son alli més violentas debido precisamente al poder politico que alli representa la Iglesia, mientras que en el sur la reaccién antibudista se manifiesta més bien por medio de disputas tedricas sobre la incompa- tibilidad del budismo con la tradicién nacional, sobre su origen barbaro o sobre la nocién de la inmortalidad del alma, que se le atribuye por un malentendido. Es Bi- zancio frente a Carlomagno. En el plano propiamente doctrinal, hasta la llegada de Paramartha, la indianizacién del budismo es més marcada en el norte que en el sur, Alrededor de estas doctrinas especificamente indias se forman en el curso del siglo vr, en Jas capitales septentrionales, en Lo-yang, en Ye, escuelas donde se discute a propédsito de los tex- tos traducidos por los maestros de Occidente, alrededor de los cuales se agrupan camarillas chinas celosas de sus prerrogativas. La controversia mds conocida se refirié a la naturaleza del «conocimiento de lo profundo» (dlaya- vijfidna), esa funcién epistemoldgica subliminal que la escuela india de la teoria del conocimiento (vijfiana-vada) establecfa por debajo (o por encima) de las funciones conscientes del conocimiento sensible y que intrigd y desconcerté a los chinos. zEs este psiquismo de las pro- fundidades puro o impuro? ¢Dimana de lo absoluto ° se halla sometido al empirismo? De todo esto se discutia en el norte, cuando las ensefianzas de Paramartha, trans- mitidas desde el sur, vinieron a complicar y a exacerbar el debate. Paramartha tenfa en cuenta, efectivamente, una categoria epistemoldgica atin mds sublimada, el Ia- mado conocimiento «inmaculado» (amala-vijfiana). No eran, como observa un autor posterior, més que «escue- las de interpretacién fundadas en diferencias de traduc- cién». Sus nombres lo indican suficientemente: «escuela 336 | | del Fratado del Sutra de las Diez Tierras», «escuela de la Suma del Gran Vehiculo»; estos titulos son los de textos sdncritos traducidos uno en el norte, otro por Pa- ramartha en el sur. Todo eso contribuye no poco a pre- parar las grandes escuelas chinas que iban a constituirse bajo los T’ang. Aparte de estos juegos de clérigos, que ocupan mucho lugar en nuestras fuentes, carecemos de una buena infor- macién acerca de la difusién de la fe viva en las masas, acerca del budismo popular. La epigrafia nos permite, | sin embargo, adivinar algo. En las inscripciones votivas vemos a los donantes de iconos desear, para si mismos y, de acuerdo con la doctri ahayanista de la transferen- cia_de méritos, Gara. sus families -antepasados. “asi como para todos los seres vivos, el renacimiento en el cielo de Maitreya o (un poco més tarde) en el paraiso de Amita; esa-insistencia en los antepasados es tipicamente china. Habia también asociaciones populares que agru- paban, alrededor de algtin monje que los dirigfa, a cierto ntimero de fieles que cotizaban para encatgar iconos, co- piar textos sagrados, construir santuarios o pata organizat ceremonias colectivas 0 4gapes vegetarianos designados con el término taofsta de «ayunos» (chai). Estas asocia- ciones reciben a veces el nombre de che, que se aplica- ba en Ia antigiiedad pre-bidica al dios del Suelo y a las comunidades campesinas agrupadas en torno a su colina: otra supervivencia en el budismo de una vieja institucién china. La taumatutgia parece haber desempefiado igual- mente un gran papel en la credulidad popular. Son nu- merosos los monjes que, dotados de poderes milagrosos, se convierten poco a poco en figuras de leyenda: tal es el caso de Pao-chih (425-514), que vivid en la regién de Nanking, donde se hizo célebre por sus excentricidades de «santo demente» a la manera de Ch’an, y a quien se tuvo por una encarnacién de Kuan-yin (Avalokiteévara), el bodhisattva compasivo, antes de convertirse en el pa- 337 trén de los ritos de ofrendas a los muertos sin sepul- tura. A esta época se remontan determinadas prdcticas de devocién personal que carecen de equivalencia en la India. En el siglo v, un principe imperial de la dinastia Ch’i meridional, Hsiao Tsu-liang, consagra su persona a un monasterio pata que se beneficie del dinero pagado por su rescate; a finales del siglo vi, el ultimo emperador de las dinastias del Sur se vende a sf mismo como esclavo a un monasterio. Otros abandonan materialmente uno de sus miembros 0 su cuetpo entero a manera de sacri- ficio, sobre todo para alejar las calamidades naturales, guerras, ete.; es el origen de los suicidios por autocre- macién que seguirén formando parte de Ja tradicién en China (y en Vietnam) hasta nuestros dias: con ello, el titualismo chino toma al pie de Ia letra los mitos indios sobre los sactificios redentores de los héroes del Gran Vehiculo. Mds adelante veremos otros ejemplos de este literalismo chino (el cual encontramos en nuestros dias en las aplicaciones chinas del marxismo): es lo que se llama en chino la «sinceridad», ch’eng, etimolégicamen- te «realizar las palabras». 4. La POCA DE Los Sur ¥ DE Los T’ANG (590-907) Predmbulo Para llevar a buen término su obra de reunificacién politica y cultural, los Sui (590-617), como hemos dicho ya, aprovecharon la unidad religiosa que los budistas ha- bian logrado mantener en gran medida entre el sur y el norte durante siglos de escisién. El fundador de la di- nastfa, Yang Chien, un alto funcionario de la dinastia Chou septentrional, se apresurd a apoyar la actitud contraria a la politica anti-biidica que habian seguido sus antiguos sefiores. Todo le inducia a ello: educado en su infancia 338 | por una monja budista, se habia casado con una aristé- crata budista de origen barbaro y se hizo ordenar segin el Gran Vehiculo. .Al subir al trono, se presenté como un monatca universal a la manera biidica y, siguiendo el ejemplo del gran Aéoka, mandé distribuir reliquias entre todas las provincias de su imperio y construir stipa para darles cobijo. Pero al mismo tiempo, instrui- do por la experiencia de los gobiernos del Norte, de donde era originario y cuya tradicién debia inspirar la politica religiosa de los Sui y de los T’ang més que la del Sur, se preocupé de establecer un sdlido control del Estado sobre la Iglesia, y muy particularmente sobre el clero meridional que no se adhirié en seguida al nue- vo régimen. Bajo los T’ang (618-907), que recogieron la herencia dé Tos Sui e hicieron de China, durante tres siglos, el imperio més brillante del mundo, el budismo chino al- canza su apogeo. Para designar a un budista ferviente, atin hoy se dice, en chino vulgar, «un budista de los T’ang». No existia entonces arte ni literatura que no fuesen bidicos en mayor o menor medida; la vida eco- némica se renov6 bajo la influencia de la Iglesia biidica, en la que se creé un embridn de capitalismo; en cuanto al pensamiento filosdfico, resulta dificil en esta época encontrarlo fuera del budismo. Una exégesis inmensa se desarrolla en torno a los textos candnicos traducidos del sdnscrito y acaba por suplantarlos para el publico chino. Va acompafiada de una floracién de obras originales, a veces publicadas bajo el velo del anonimato a manera de apécrifos puestos en boca del Buddha. Tales son, por ejemplo, el Sétra del Recogimiento diamantino de los Sui (hacia el afio 600), donde se encuentra el eco de las conttoversias sobre el «conocimiento inmaculado», o el Satra de la Marcha heroica, obta de un laico de princi- pios del siglo vit, o incluso el Sitra del Despertar per- fecto, que data de la misma época. Estos apécrifos, de 339 elevada calidad filoséfica y literaria, ban a contarse hasta nuestros dias entre los libros biidicos més lefdos, y la prueba es que bajo los Sung, en el siglo xn, el ilustre Chu Hsi conocer4 el budismo -casi exclusivamente a tra- vés de estos libros. Las doctrinas indias se habian fil- trado en ellos para el uso de los letrados chinos. La difusién del budismo, en Ja época de los T’ang, se generaliza de arriba abajo en la sociedad. Los letrados, cualesquiera que fuesen sus prevenciones de clase contra los monjes, mantienen con ellos relaciones amistosas. Van a buscar junto a ellos, en sus retiros de la montafia so- bre todo, una evasién de las tensiones administrativas y rituales, de las servidumbres e intrigas de la vida publica; intercambian con ellos poemas y obras de arte. El bu- dismo est4 en todas partes entre los poetas de los T’ang, incluso entre aquellos que, como Li Po el taoista o Tu Fu el confuciano, no son adeptos; tampoco faltan los monjes poetas. Las ciencias, astronomia, matematicas, medicina, lingiifstica, no escapan a la influencia india transmitida por los budistas. En cuanto a la clase hu- milde, esté cerca del clero, si es que no se adhiere a él mediante lazos de fuerza muy variable. Hay monjes regulares, debidamente inscritos como tales en los re- gistros del Estado; irregulares, anacoretas, taumaturgos, vagabundos de toda indole e incluso multitud de monjes que se llaman en chino los «seudo-monjes campesinos», que entran como gtanjeros mds 0 menos libres o como obreros agricolas —a menudo sin ponerse el habito ni renunciar siquiera a la vida de familia— al servicio de los monasterios o de los grandes terratenientes codicio- sos de esta mano de obra exenta de las prestaciones personales oficiales: todo esto pasa por pertenecer més o menos al samgha (en chino seng, palabra que se em- plea también, por sinécdoque, pata designar a los mon- jes individuales). 340 | | La propaganda biidica, que no hace distincién entre letrados y analfabetos, marca el comienzo de un giro decisivo en la historia de Ja literatura china. Bajo los T’ang se ve aflorar ef chino_vulgar en la literatura escri- ta, reservada hasta entonces a una lengua cl4sica muy alejada del idioma hablado. Las grutas de Tuen-huang, en los confines sino-serindios, nos han aportado, desde hace medio siglo, una multitud de manuscritos de los Tang con textos de predicaciones en lengua vulgar, des- tinadas a oyentes del pueblo. En su mayor parte son ampliaciones de relatos piadosos sacados de las Escri- turas canénicas. Pero pronto se dedicaron a contar tam- bién historias profanas, y asi nacié la novela china. La mezcla de prosa y verso que caracterizara siempre a la novela y al teatro chinos esté tomada de la India a tra- vés de las traducciones biidicas. El advenimiento de una literatura vulgar se debe en China al igualitarismo bi- dico. Cualesquiera que hayan sido las ultetiores vicisitudes del budismo en China, toda la cultura china quedaré mat- cada, a partir de los T’ang, por el sello de esta religién extranjera. ¢Cémo pudo ser favorecida asi por una de las dinastias mds nacionales, justamente por la que hizo ttiunfar el arte del gobierno tal como lo habjan puesto a punto siglos de tradicién confuciana? Indudablemen- te, los T’ang se sentian lo bastante seguros de su poder en el interior, y de su prestigio en el exterior, como para tolerar la expansién en su imperio de una doctrina que se oponia en todo a los principios politicos y sociales sobre los cuales descansaba su régimen. Como vamos a yer a continuacién, no dejé de encontrar resistencia, unas veces sorda, otras abierta, por parte de los letrados confucianos que posefan el monopolio de Ja administra- cién. A lo largo de toda la época de los T’ang, prosiguid el conflicto entre la Iglesia bidica y el Estado confu- ciano: hacia el final de la dinastia, éste tuvo la tiltima 341 f i ee 2 palabra, y Ja gran proscripcién de los afios 842-845 ases- té al budismo un golpe del que ya no pudo recuperarse, Bajo los Sui y bajo los T’ang se formaron escuelas y sectas chinas que hasta entonces no habjan sido mds que comunidades casuales, temporalmente agrupadas alrede- dor de algtin traductor extranjero o en algtin centro de concentracién conventual. La escuela india de la teorfa del conocimiento, introducida por Paramartha en el si- glo vi, adquitié en China un desarrollo fulgurante a consecuencia de los viajes del genial peregrino Hsiian- tsang, quien fue a buscar a la India las diltimas recen- siones de los textos sdnscritos de esta escuela, tal como jos habian puesto a punto entonces los maestros de la «universidad» biidica de Nalanda, de la que Hsiian-tsang habia tecibido las ensefianzas y anotado las interpreta- ciones; las traducciones que hizo a su regreso atesti- guan su doble competencia de sanscritista y de fildsofo. Con él se abre en el budismo chino un breve perfodo de indianizacién total: jamds se habia dispuesto de traduc- ciones tan exactas; jamds habia sido captado y expresa- do en chino con tanta perfeccién el pensamiento més elaborado de la India. Poco més tarde, en el siglo vim, se transmite a China otra forma de budismo indio, el que se Ilama en snscrito el Tantra, es decir, el esoteris- mo magico, pero una magia bidica depurada y sabia, en la que los ritos se convierten en simbolos, dando lugar a una liturgia suntuosa. Contra esta doble oleada de in- dianizacién se levanta la escuela del Ch’an, resurgimiento de la vieja mistica_taoista, desviacién china del biidismo Sen an eer 1s que acabara por fundirse con un movimiento de reforma del confucianismo cuyo triunfo marcaré la época de los Sung. Al mismo tiempo, en la masa de los fieles se im- ponen las creencias y las prdcticas relativas a la Tierra Pura y al mundo de ultratumba, paraisos e infiernos. Asi aparecen bajo los T’ang los elementos bdsicos que asegurarén la supervivencia del budismo en China en 342 los tiempos modernos: el Ch’an, esencialmente chino, con una terminologia y un marco indios; el Tantra, que satisface entre los chinos el gusto por el ocultismo, que es el reverso del racionalismo confuciano; y el culto de Amita, vinculado al de los antepasados. Resumen bistérico Se cuenta que el fundador de los T’ang, Kao-tsu (618-626), cuando se sublevé contra los Sui, invocé las Tres Joyas biidicas, el Buddha, su Ley y su Comunidad, e hizo el juramento de favorecer al budismo si su em- presa triunfaba. Por esto uno de sus primeros actos fue fundar tres monasterios conmemorando su subida al tro- no. Sin embargo, dos afios mds tarde le vemos consagrar un templo a Lao-tzu, considerado como antepasado de la casa de los T’ang porque ésta llevaba el mismo ape- Ilido que el filésofo taoista: argumento muy chino, in- vocado quiz& para hacer olvidar los origenes patcial- mente bdrbaros de los T’ang, y de! que los taoistas iban a servirse a todo lo largo de la dinastia para hacerse valer contra los budistas. Por lo demas, fue de un taois- ta eminente de la corte de quien iba a salir la primera protesta contra la parcialidad del nuevo soberano con respecto al budismo. El astrénomo Fu I, autor de un comentario al Lao-tzu, se habia ocupado de compilar una antologfa de todos los autores que habjian ctiticado el budismo desde su introduccién en China; repitid sus quejas en una serie de memoriales al trono que, a decir verdad, no afiadian nada particularmente taofsta: pata- sitismo del clero, impostura de los truhanes que se ha- cian monjes para eludir al fisco, sacrilegio de una doctri- na que tendfa a expoliar al Hijo del Cielo del derecho que él solo posefa de reformar a la humanidad. Todo se encontraba alli, concluyendo con la proposicién de casar 343 a los monjes con las monjas, o incluso de entolar a log monjes en el ejército. El emperador sometié los memo. tiales de Fu I al examen de sus ministros. El consejo fue tempestuoso; pata terminar, Kao-tsu decidid, en el 626, no suprimir el budismo, sino depurarlo (el término chino’ significa literalmente «pasar por la criba»). No conservaria en la capital mds que tres monasterios, uno en cada una de las prefecturas del imperio; el personal seria muy escogido y mantenido a expensas del Estado, y todos los religiosos considerados indignos o corrompi- dos setfan devueltos implacablemente a la condicién de gente ordinaria. A la sazén, el segundo hijo de Kao-tsu se aseguraba la sucesién asesinando a sus hermanos, y tres o cuatro meses después del decreto de depuracién de su padre promulgaba una amnistfa general, de la que se aprove- charon los budistas. Los primeros pasos del gran T’ai-. tsung (626-649) fueron netamente favorables al budis- mo. En el afio 627, cinco mil monjes y monjas reciben la ordenacién por favor imperial; a partir del afio siguien- te, y hasta el fin de la dinastia, se celebran en todo el imperio servicios btidicos por la salvacién de los ante- pasados dindsticos y de los emperadores difuntos, con la participacién de los funcionarios locales, y 4gapes vege- tarianos ofrecidos por el Estado: asf, la Iglesia aportaba su prestacién a los cultos oficiales del Estado. En el afio 631 los budistas plantean una cuestién que no cesard de ser debatida en China (como lo hardn los cristianos durante la Disputa de los Ritos en el siglo xvi): épuede un gobierno confuciano tolerar que los signos exseriores de la piedad filial, prosternaciones, usos vestimentarios, periodos de luto, sean abandonados por sus sibditos «sa- lidos de la familia», como se les llama a los monjes? Un decreto se los impone al clero biidico y taofsta; serd revocado en el afio 633, y los privilegios confirmados de nuevo en los afios 657, 662... En el afio 635 se concede 344 al clero biidico otro privilegio: el de ser juzgado no se- gan el derecho secular, sino de acuerdo con el derecho canénico, el del vinaya. La benevolencia de T’ai-tsung con respecto al budismo no se desmintié hasta el fin de su reinado: una prueba de ello es la acogida triunfal que tributé a Hsiian-tsang a su regreso de la India en el afio 645 (el peregrino se habia marchado una veintena de afios antes precipitadamente, sin autorizacién imperial). T’ai-tsung le invité a escribir el célebre relato de sus viajes y prologé personalmente sus traducciones, que mandé6 distribuir por todas las prefecturas. A partir del afio 655 hubo una regencia ejercida de he- cho por una mujer notable, la unica que ocupé el trono chino en toda la historia. Lo usurpd con pleno derecho, como autécrata provista de todos los atributos del Hijo del Cielo, durante quince afios (690-705) que fueron pata el budismo una era de prosperidad extravagante, pero cargada de consecuencias funestas. La emperatriz Wu (ése fue el apellido que empled en sustitucién del de los T’ang) habia sido monja budista en su juventud; su madre provenia del clan imperial de los Sui, muy cono- cido por sus relaciones con el budismo. Todo impulsaba a la temible usurpadora a sostener el budismo: la razén de Estado, pues su usurpacién era un desaffo a la or- todoxia confuciana; su oposicidn personal a los T’ang, cuyo culto familiar era el de Lao-tzu; su feminismo, pues en China el budismo pasa por ser una religién fe- menina (yin); su megalomanfa, a la que dio libre curso en la ereccidn de monumentos grandiosos, como el Bud- dha colosal que atin puede verse en Lung-men, donde los T’ang habian proseguido los trabajos de escultura em- prendidos tiempo antes por la dinastia Wei septentrio- nal. Sdlo Ja edad-y un clamor general de indignacién en su circulo impidieron, en el afio 704, que hiciera fundir en bronce, en las afueras de Lo-yang, una estatua de Buddha tan alto como la Torre Eiffel, pata cuya finan- 2 345 ciacién querfa imponer a todo el clero del imperio una capitacién especial. En el afio 695, como a Hsiian-tsang medio siglo antes, se tributé una solemne acogida al peregrino I-tsing, quien habia recorrido toda el Asia en el curso de una marcha més larga atin que la de su pre- decesor. El mismo afio legé a Lo-yang otro traductor ilustre, Sikshananda, a quien la emperatriz habia hecho buscar en Khotan para traer recensiones completas de un vasto apocalipsis del Gran Vehiculo, la Ornamentacibn florida de Buddha (Buddha-avatamsaka-siitra), obra ca- racterizada por una especie de panteismo monadolégico que encuentra el uno total en lo infinitamente pequefio y multiplica todas las cosas con gran acompafiamiento de representaciones f6ticas obsesivas. Una metafisica de tal naturaleza era idénea para complacer al totalitarismo de la usurpadora, mucho més que el «psicologismo» analitico de la escuela de Hsiian-tsang, que desde enton- ces’ comenzé a pasar a un segundo plano. La emperatriz mand6 traducir la Ornamentacion florida y puso un pre- facio a la versién china, en la que habia colaborado —sin saber sAnscrito por otra patte— un monje de origen sogdiano, pero de cultura china, Fa-chang, clasificado més tarde como uno de los patriarcas de la escuela del Avatamsaka. Fa-chang fue un gran escritor; su alego- tia del Ledn de Oro, que desarrollé ante la emperatriz Wau en el afio 702-—el oro es la sustancia, el ledn es la forma--, es una de las mds hermosas obras de la lite- ratura bitdica china. Durante la época de la emperatriz Wu empezd también a penetrar en China el Tantra bi- dico, que en la India misma se habfa infiltrado hasta en el santuario de la escoldstica erudita, Nalanda: alli fue ‘donde se formaron los dos grandes maestros del Tantra, Subhakarasimha y Vajrabodhi, que llegaron a China poco después de la caida de la emperatriz. En el afio 697, Fa-chang practic personalmente las «vias de izquierda», la magia, para asegurar el éxito de una expedicién mili- 346 tar. Por aquella misma época adquirié forma en el ex- tremo sur semibdrbaro la escuela del Ch’an, predicada cerca de Cantén por el fogoso Hui-neng, que se’ alzaba contra el abuso de los ritos y de las obras y contra la escolastica libresca. La caida de la terrible beata, en el afio 705, no podia dejar de provocar una teaccidn contra el budismo. Del reinado de Hsiian-tsung, el més brillante de los empera- dores T’ang (712-756), data una politica de reglamenta- cién del budismo que desde entonces se aplicaré con un rigor creciente. A ello le alentaron sus ministros con- fucianos. Estos le recordaron los excesos de la emperatriz Wu, y cémo, aun después de ella, las princesas imperia- les habian hecho valer su influencia para obtener auto- tizaciones de ordenacién a cambio de sobornos proce- dentes de quienes sdlo pretendfan evadir los impuestos. Una proliferacién de «seudo-monjes» infestaba al clero. En los afios 714 y 715, Hsiian-tsung promulgd, uno tras otro, una serie de decretos de depuracidén: obliga- cién de los monjes de observar los ritos laicos de la piedad filial; prohibicién de construir y aun de reparar los edificios budistas (y taofstas) sin autorizacién oficial; prohibicidn a los funcionarios de albergarse en ellos, como clientes de los monjes 0 monjas; orden’a las auto- tidades de seculatizar a todos aquellos o aquellas cuya ordenacién resultara haber sido irregular. Estas: medidas de «criba» habrian alcanzado a un mimero de religiosos comprendido entre los doce mil y los treinta mil. En el afio 724 se instituyeron —o més bien se reorganizaron, dado que su institucién era anterior— exdmenes cada tres afios sobte los textos biidicos, bajo el control de las autoridades civiles y eclesidsticas, y la laicizacién de todo aquel que suspendiera; en el afio 729, una orden de proceder a la inscripcién nominativa de todos los monjes y todas las monjas, como se habia hecho bajo la dinastia Wei septentrional durante el siglo v. Sin embargo, en 347

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