Está en la página 1de 18

1

Londres, 1840 época Victoriana

Acababa de salir el cortejo fúnebre con los restos mortales de


Don Frederick Smith, Duque de Argoll, la carroza fúnebre
adornada junto a los dos caballos con plumas de avestruz negras,
se dirigían a, Saint Paul’s Cathedral.
Su familia, detrás acompañándolo, su esposa Doña
Johanna, duquesa de Argoll iba acompañada por sus hijos Grayson
el primogénito y que sería quien heredaría el título de su padre,
Leonard y Maddox. Les seguían de cerca todos los amigos,
conocidos y familiares, pero el mayor apoyo lo estaba recibiendo
Grayson de sus amigos íntimos, Adley, Boris y Caleb, eran sus
otros hermanos, aunque no fueran de sangre y desde el mismo
momento que su padre moría ellos estaban ahí para que no se
derrumbase.
El duque de Argoll había fallecido por un fallo cardíaco, venía
del Gentlemen’s club, de beber brandy junto a sus socios en
algunos de los negocios que estaba llevando a cabo. Al llegar a
casa, no le dio tiempo ni de quitarse el sombrero, cayó fulminado y
no se pudo hacer nada por él.
Todo había sido tan inesperado que tuvieron que salir a buscar
a la duquesa que se encontraba en su casa de verano, cerca de las
colinas de Cotswold en la más idílica estampa de la campiña
inglesa, envidiada por muchos de los que se hacen pasar por sus
amigos.
En medio de un cuidado jardín, una verde pradera precede
a una construcción de piedra que data de 1790, propiedad de la
cuál se enamoró el duque y no dudó en adquirirla. Desde entonces
la duquesa pasaba todo el verano allí, hasta que empezaba la
temporada en Londres y volvía deseosa de bailar y como no, de
cotillear junto a la alta sociedad.
Cuando llegaron para darle la triste noticia, se desmayó.
Sus hijos fueron los que tuvieron que asimilar solos la muerte de
su padre, ya que su madre desde que recuperó el conocimiento no
volvió a hablar.
«Que iba a ser ahora de ella» —pensaba Johanna.
Cargaron los baúles y arrancaron el viaje más difícil de la
vida de los Smith.
Tuvieron que parar en una posada que había a mitad de
camino para comer algo, pasar la noche y que los caballos
descansaran y tuvieran sus cuidados.
Los tres estaban preocupados por su madre, tenía la mirada
perdida y seguía sin hablar, por más que le preguntaban, ella ni
siquiera les miraba.
Apenas probó un poco de caldo y la subieron a que
descansara. Sabrina había ido con ella para lo que pudiera necesitar
en el camino, ella era la hija de la cocinera de la casa de verano, en
la residencia de St. James tenía siempre a la servidumbre ya que el
duque apenas salía de Londres.
Los hijos cenaron junto a Jim, el cochero de la duquesa.
Llevaba muchos años junto a la familia y lo que estaba pasando le
tenía encogido el corazón, ver a la duquesa en ese estado le estaba
haciendo sufrir.
En la posada hablan de unos bandidos que han atracado a
un carruaje de unos nobles. Jim, se levanta y pregunta a los
señores, tiene que intentar tener información por si hay que
desviarse del camino.
Los chavales se retiran a descansar, mañana les espera otro
largo día.
Cuando Jim subía a su habitación, tenía otro dolor de
cabeza, por los caminos había unos bandidos que estaban haciendo
mucho daño y no habían conseguido atraparlos de momento.

Cuando llegan a St. James, la duquesa está destruida, ni


siquiera se mantiene en pie. Se ha pasado todo el viaje llorando,
cosa que el día anterior no había hecho.
Al entran en la mansión, Grayson pregunta donde se
encuentra su padre.
—Lord Dickins, el Duque se encuentra en sus aposentos.
—Gracias Malcom.
Suben todos a las habitaciones privadas del duque, cuando
abren la puerta y le ven en la cama, vestido con su mejor traje,
demasiado rígido después de haber pasado ya un día, es lo que
esperaban, pero verlo es diferente.
titulo

La duquesa, corre como puede a abalanzarse a él, lleva


desde los diecisiete años a su lado y no imagina su vida sin él a su
lado.
Llora desconsolada.
Malcom le dice a Grayson que todo está organizado para el
funeral que será mañana. Tiene que bajar al despacho por si quiere
cambiar algo de lo que tienen preparado.
Es entonces cuando se da realmente cuenta que tiene que
hacerse cargo de todo lo relacionado con St. James, la casa de la
campiña y los negocios de su padre.
Nunca manchará el título que con tanto fervor llevó su
padre.

Londres 1844 época Victoriana

En St. Thomas 33, había una algarabía ya que iban a ir a elegir


las telas para el próximo empiece de temporada.
Lilith presenta en sociedad a sus gemelas Beatrice y Amelie, a
Adele y Celestine aún le quedaban un par de años.
—Niñas por favor, no perdamos el tiempo. Salimos en
cinco minutos.
—Mamá es muy pronto.
—Tenemos que ir a primera hora, luego se llena de gente.
Salían por la puerta con diez minutos de retraso y Lilith iba
ya enfadada. Se subieron al carruaje, sentadas en los elegantes
asientos de terciopelo en color burdeos.
Iniciaron el viaje mientras su madre miraba por la ventanilla y
las niñas hablaban de sus clases de música, su madre pensaba en el
gran salto que iban a dar en dos semanas.
Esperaba que sus hijas tuvieran la suerte de ser elegidas
por buenos partidos. Hablan mucho del duque de Argoll y de sus
amigos que heredarán el título de sus padres y el más bajo es el de
vizconde.

3
Luisa J.C

Ella en su primer baile, echó el ojo al que es hoy día su


marido, en cuanto le vio entrar con sus amigos se fijó y deseó con
todo su ser que fuera a pedirle un baile. No lo hizo y ella se fue a
casa muy desanimada, las amigas que también estaban con ella
salieron con la misma sensación, habían bailado muy poco y eso
les había hecho venirse abajo.
En el siguiente baile, en casa de la Señora Morrison se tiró
todo el rato mirando a la puerta y al final llegó y con él, el baile tan
deseado.
El brusco parón del carruaje la saca de sus pensamientos.
Han llegado a la modista.
Al entrar en la tienda, Beatrice y Amelie se entusiasman de
ver tantas telas coloridas y brillantes.
La modista las saluda, es francesa por el acento, eso es lo que
cuentan en los corrillos, pero también hablan que es la mejor.
—Bonjour madame, mademoiselles. En que puedo ayudarlas.
—Necesitamos completar los vestidos para la temporada de
mis hijas.
—Acabamos de recibir unas telas que aún no están vistas en
Londres, vengan por aquí.
Pasaron a la trastienda y vieron que todavía estaban
empaquetadas las últimas telas recibidas.
—Como verá madame, aún no han sido mostradas.
—Veamos que tenemos por aquí.
Madeline, la modista, abrió el primer paquete y apareció una
tela en color azul cielo maravillosa.
—Me gusta mamá para mí.
—Es divina, sí Beatrice.
—Con los ojos tan azules y el pelo tan rubio le va a ir muy
bien el color a su cara.
—Estoy totalmente de acuerdo, nos quedamos con esta
tela. Sigamos buscando, quiero dos para cada una.
Abre el siguiente paquete y aparece una tela en color
amarillo que enamora a Amelie, ella al contrario de su hermana es
morena como su padre y sus ojos son verdes, como los de su
madre, justo lo contrario de Beatrice, que tiene los ojos de su
padre, el mismo azul intenso y el pelo rubio y ondulado como su
madre.

4
titulo

Cuando eligen las demás telas, pasan a las medidas. No son


muy altas las gemelas, miden un metro cincuenta y cinco y aunque
tienen curvas, son delgadas. Antes de salir de la tienda, se
encapricharon de unos guantes de piel de cabrito, a lo que Johanna
accedió.
Sentía tanta ilusión por lo que les tocaba vivir a sus niñas, la
llevaba a recordar esos días, como lo vivió.
Beatrice hablaba sin parar, eso a los hombres no les
gustaba, Johanna hablaba con ella mucho sobre eso e intentaba
hacerlo, pero no lo conseguía y esperaba que en su primer día no lo
hiciera.
—Mamá podemos pasear por Hyde Park, hace un día muy
bueno.
—De acuerdo pequeñas, pero no podemos entretenernos
mucho.
—¿Pero podemos salir del carruaje?
—No, daremos solo una vuelta, nos tenemos que retirar.
Las niñas sin rechistar, se asoman para ver a la gente
paseando, con sus parasoles y acompañadas por las carabinas en el
caso de las parejas. No hacía sol, pero en Londres era muy normal
no verlo. Cuando llegaron a un punto del parque, Lilith pidió al
cochero que diera la vuelta para ir a St. Thomas.
Cuando se bajan del carruaje, Adele y Celestine salen a
buscarlas para que les cuenten como son las telas que han elegido
para ese gran día. Se van a la sala de música y en los sillones que
hay, se sientan. Las gemelas cuentan como son los colores y
tejidos.
Lo cuentan con tanta ilusión y tienen un brillo tan
llamativo en los ojos, que las hermanas sienten envidia por no
poder asistir a tal evento.
3

Grayson, ahora duque de Argoll desde el fallecimiento de su


padre. Poco a poco ha ido conociendo todos los negocios que su
padre. Le vino todo de repente y le costó mucho lo que
representaba el título, responsabilidades y mantener el nombre
impoluto, no es que él fuera un descarriado, simplemente que junto
a sus amigos hacían un cuarteto de pillines.

5
Luisa J.C

Su madre, la duquesa había estado de luto cuatro largos


años y apenas había salido de casa, sólo iba a la iglesia y al
cementerio a rezar al duque.
No había vuelto a ser la misma, la mirada la tenía triste y
se sumía en sus pensamientos y no pensaba en nada más ni en
nadie, a sus hijos los dejó de lado y eso a Grayson le reconcomía
por dentro.
Pero un día, mientras están desayunando los tres hermanos,
aparece la duquesa y como si hubieran vuelto cuatro años atrás,
con un viento fresco y alegría en la voz, como todos ellos la
recordaban, entra en el comedor y saluda.
Malcom el mayordomo inclinó la cabeza a modo de saludo
dice:
—Duquesa.
—Buenos días Malcom, hijos míos, buenos días, vengo a
desayunar junto a vosotros. Os he echado de menos. Lo siento.
Grayson se levantó y se dirigió hacia su madre, la abrazó y
le dijo.
—Bienvenida madre, nosotros también te hemos echado de
menos, pero ya estás aquí.
Los hermanos también fueron a abrazarla, la madre los
besaba como si llevara meses sin verlos y es que en realidad así
había sido.
—Gracias cariño, ahora tenemos que prepararte para que
conozcas a tu futura esposa.
La cara de susto de Grayson hace reír a sus hermanos, e
incluso a su madre. Malcom sale en ese momento con una sonrisa
en los labios. Al momento viene con el café con leche y los huevos
revueltos que desayuna la duquesa.
—Madre, no es necesario buscar esposa aún.
—Si hijo, han pasado cuatro años desde que murió papá.
Ha llegado el momento de que busques esposa y traigas un
heredero y no hay más que hablar.
Grayson no quiso discutir con su madre, pero salió
disparado dando un buen golpe a la puerta, saliendo para el club en
busca de sus amigos.
—¿No crees que es demasiado pronto para que tomes
brandy?

6
titulo

—Cuando os cuente lo que ha pasado en casa no os


extrañará.
Se bebió de un tirón el licor y pidió otro.
—Mi madre quiere que busque esposa ya, en esta
temporada tengo que encontrar una dama para que me dé un
heredero.
—¡No puede ser!
—Créeme que es cierto, la duquesa se volvió loca.
—Loco te vas a volver tú, se te terminó el tontear con todas
las ladies.
—Parece que te hace gracia Boris.
—No Grayson, la gracia te va a hacer a ti cuando todas se
enteren que estás buscando y no hagan más que pasearse delante
de ti y a sus madres como lobas reclamando un baile para sus hijas.
Todos se echan a reír al pensar en la imagen que Boris a
descrito tan bien.
Llevan toda la mañana en el club, escuchando las historias
que están contando del barco que está por llegar a puerto, de un tal
Murdock, que según cuenta es mejor no tener ningún contacto con
él, porque siempre saca provecho de todas las situaciones.
Más de una vez le han pillado con alguna dama casada e
incluso en edad casadera y ha caído en desgracia la familia por ese
motivo.

Esto lo único que consigue, es que el duque y sus amigos


sientan la necesidad de conocerle, bueno de todos no, Caleb les
advierte que se alejen de ese personaje tan burdo, pero también
advierte que no le van a hacer ni caso. Como a Grayson se le meta
algo en la cabeza no hay nada que hacer.
«Tendré que velar por ellos» —piensa Caleb.
Salen del club para dirigirse St, James, tiene que hablar con
la duquesa, el brandy le da la fuerza para enfrentarse a su madre
que, aunque estos cuatro años ha estado ausente, hoy ha vuelto a
ser la persona que fue antaño.
Monta en el carruaje donde el escudo ducal, como siempre
recuerda, brilla. Los asientos de terciopelo verde jade que su padre
mandó tapizar, están como la primera vez y en ellos se evade en
sus pensamientos analizando la situación que tiene por delante.

7
Luisa J.C

Los baches de algunas calles le traen de vuelta y pasando


por St. Thomas puede ver como unas hermosas damas van a entrar
a su residencia.
Unas damas que él querría conocer de otra manera, sin
ningún compromiso, como hasta ahora está haciendo en el burdel
de Agnès, una mujer con mucha pasión y que le consigue lo que
quiera mientras pague bien.
Al principio le ponía la vela, no, eso para él que podía pagar lo
que quisiera, no estaba dispuesto a que durara el encuentro siete
minutos, lo que tardaba una vela en consumirse, él quería saborear
y que le saborearan hasta cansarse.
Ahora, que podía esperar de una dama que no sabía que,
hacer en la cama. Seguiría siendo discreto, como hasta ahora lo
había sido con respecto a los burdeles, pero seguiría yendo. A su
futura mujer sólo la utilizaría para que le diera un heredero. Él no
creía en el amor o no quería creer para no sufrir por él cómo había
visto a su madre.
Llega a St. James, antes de llegar a la puerta, Malcom le abre.
—Duque —le dice bajando la cabeza.
—Buenas Malcom, donde se encuentra la duquesa.
—En su despacho lord.
—¿En el mío o en el suyo?
—En el de su excelencia.
—Mira que eres complicado Malcom, no puedes decirme en el
tuyo desde el principio.
—No debería ni de comentarlo lord.
—Está bien.
Y se marcha a ver que, es lo que está tramando su queridísima
madre.
Pasa por el hall sin hacer ruido gracias a esas alfombras que su
padre consiguió con unas negociones que fueron muy rentables
para las arcas del duque. Eran alfombras que solo había en las
mejores mansiones de Londres y que todo el mundo admiraba
cuando los duques hacían sus bailes.
Llega a su despacho y se encuentra con su madre sentada,
leyendo unos papeles.
—¿Qué hace madre?
La duquesa da un brinco, no esperaba a nadie y se ha asustado.
—Me asustaste Grayson.

8
titulo

—Lo siento madre, pero tengo que hablar con usted.


—Si es respecto a lo de buscar esposa, no tenemos nada que
hablar, es tu deber como duque que eres el buscar una para tener
un heredero.
—Pero madre es pronto.
—A tu edad tu padre y yo te estábamos esperando a ti. No hay
excusas y si deberes.
Grayson baja la cabeza, sabe cuando ha perdido la batalla con
su madre.
—Solo voy a pedirle una cosa madre.
—Dime.
—Voy a hacer todo lo posible por encontrar esposa, pero si
no veo a ninguna dama que me guste un poco, me dé la
oportunidad de poder dejarlo para otro año.
—Siempre y cuando no lo hagas adrede, te conozco muy
bien y se si me mientes. Tienes que hacerlo por tu padre, por el
título y por mí.
Se acerca a abrazar a su madre, está tan delgada además de
ser pequeñita, dan ganas de no soltarla. Le da un beso en la cabeza.
—Lo haré madre.
—Gracias hijo.
Abandonó su despacho para dirigirse a la biblioteca,
necesitaba estar solo y su madre no tenía intención de abandonarlo.
Cuando entra, se dirige al carro de las bebidas y se echa un brandy,
se lo acerca a los labios mientras piensa en ir a ver a Agnès.
Ahora no quiere pensar en otra cosa que no se fornicar con
ella.

Al llegar al burdel y encontrarse con Agnès la toma de la


cintura y la besa. Ella le rechaza y eso hace que él tenga más ganas
aún.
—Hoy vengo a estar contigo.
—Pues no va a poder ser.
Él se acerca a ella y la agarra de la cintura.
—Ya lo creo que si.
—Estás borracho.
—A ti te tiene que dar igual, no dejas de ser una puta que
estas para servirme.

9
Luisa J.C

Ella levanta la mirada y ve la rabia que emana de sus ojos,


no sabe que está pasando, pero él no es así.
Se le lleva hacia sus aposentos, no quiere que monte
ningún escándalo que pueda alterar a los demás clientes. Una vez
dentro no tiene consideración con ella y se porta muy mal, como
nunca lo ha hecho y pasándole el dinero por delante de su cara, lo
tira en la cama. Va a hacer lo mismo con ella. En ese momento
reacciona.
—¿Qué estoy haciendo?
—Grayson no sé qué es lo que ocurre…
Sale disparado, no le ha gustado nada lo que ha estado a punto
de hacer, claro que él no es así. Monta en su carruaje y se va a St.
James.

A Beatrice está vistiéndola Ruperta, su doncella, ella es hija de


la cocinera Rouse, que lleva toda la vida en la casa con sus padres,
pero anteriormente, primero como doncella y luego como cocinera,
sirvió a sus abuelos, los padres del duque.
Amelie está siendo vestida por Emelda, ella lleva tres años
atendiendo las necesidades de las hermanas, pero hoy la tienen de
doncella personal de ella.
Las dos están muy ilusionadas, pero podemos decir que
Beatrice está eufórica, está deseando llegar y ver a sus amigas.
Cuando sale de sus aposentos, Adele y Celestine abren la boca
en un gesto vulgar, pero que no pueden evitar.
—Beatrice estás guapísima.
—Oh sí, hermana. Qué bonito vestido.
El vestido de princesa, con el cuerpo ceñido y hombros al aire
en seda azul, con una falda llena de volantes que caían en cascada
en tul, tenía la botonadura desde la parte superior a los pies, que,
aunque disimulaba muy bien era una maravilla verlo.
Beatrice giró sobre sí misma para que apreciaran todo. Llevaba
su bombonera, sus guantes y su drawn bonnet, gorro que está muy
de moda en la época.
Amelie aparece y las hermanas vuelven a abrir la boca ante tan
bella imagen, ver a sus hermanas tan elegantes para su primer baile
de la temporada.

10
titulo

—Hoy venís con novio.


Todas rompen a reír.
—Vamos a disfrutar de ese baile primero.
En el final de la escalera están la servidumbre, no quieren
perderse como sus ladies van de bellas. Sólo hay que ver la cara de
amor que desprenden todos para saber lo que quieren a estas niñas,
como entre ellos las llaman.
Montan en el carruaje ayudadas por William, el cochero.
Gabriel, padre de las criaturas y vizconde de Malville se sienta al
lado de su esposa, en los cómodos sillones de terciopelo.
—Me siento muy orgulloso de vosotras niñas, espero que
disfrutéis de vuestro primer baile.
—Gracias padre.
El viaje hasta la mansión del duque de Trevignon está
siendo un repaso de como tienen que comportarse, lo que cansa a
las ladies, pero que su madre sigue con sus consejos como si no las
escuchara.
—Ya sabéis que no podéis bailar más de dos piezas con el
mismo pretendiente.
—Madre ya sabemos todo eso, nos lo has contado miles de
veces en el último mes.
—Beatrice no me repliques, siempre estás igual.
—A los caballeros no les gustan las damas que no paran de
parlotear.
—Pues me quedaré soltera, padre.
—Qué horror —dice Lilith.
Cuando llegan a la mansión, William las ayuda a bajar del
carruaje y el duque siendo el abanderado llegan al magnífico salón.
Las niñas ven todo lo que hay preparado y admiran todo con
ojos inocentes. Se presentan al duque y duquesa de Trevignon
inclinando la cabeza en señal de respeto.
—Bienvenidas ladies, estamos encantados con que sea
nuestra casa la encargada de vuestra presentación en sociedad.
—Gracias Excelencia, para nosotras es un privilegio el
poder hacerlo con los duques de anfitriones.
Hacen una inclinación y se alejan, hay mucha gente ya y
ellas lo que hacen es ir donde están Margaret y su madre, amiga de
Beatrice. Al llegar la amiga no tiene palabras para decirles lo
elegantes que están.

11
Luisa J.C

—Estáis preciosas.
—Tú también Margaret, me encanta el vestido.
Estaban hablando cuando se acerca un caballero a hablar
con el vizconde, pide un baile con Beatrice, a lo que le da permiso,
no siendo necesario ese trámite para poder bailar con su hija.
Se acerca a Beatrice y se presenta.
—Milady, mi nombre es Charles Jones y me encantaría
que me incluyera en el carné de baile.
Beatrice se sonroja y tímidamente le dice.
—Soy lady Beatrice, lo anoto.
Se retira y ella anota en su carné de nácar que le regaló su
tía Adelaida, retirada en su casa de la campiña desde que enviudó.
Cuando empezó el baile, lord Charles fue a pedirle la
pieza, ella entregó su mano y salieron al centro del salón. El
moverse con su vestido y agarrada a un caballero atractivo,
bailando junto a tantas personalidades importantes, se sintió una
reina.
Lord Charles hablaba con Beatrice de música, a ella le
encantaba y él se sentía prendado de ella, desde el momento en que
la vio entrar al salón, sus ojos se posaron en ella y no quiso ni pudo
dejar de mirarla.
Al terminar el baile se despiden y Beatrice se dirige dónde
está su madre, tanto su hermana como Margaret que también
estaban bailando, van donde está ella. Están contentas con sus
primeros pretendientes, han sido galantes y son atractivos.
Las madres están en corrillo hablando entre ellas, pero sin
quitar ojo a sus hijas. Que todo esté en orden. Lilith se acerca a sus
hijas, pero Amelie se retira a por algo de beber.
—Beatrice cariño, ve con Amelie a tomar un refrigerio.
—Madre, ¿puedo salir al jardín?
—A la terraza sí, vamos que voy contigo.
Salen las dos a tomar un rato el fresco, Beatrice lo necesita, se
siente acalorada.
—¿Cariño a pasado algo con lord Charles?
—¿Le conoce madre?
—Sí, es el hijo del vizconde de Anning.
—A sido muy amable.
—Pasemos dentro, no está bien que estemos tanto rato fuera.
—Madre estoy con usted.

12
titulo

—Entremos.
Había veces que Beatrice parecía que no pertenecía a ese
mundo, tantas reglas que cumplir para el decoro, las mujeres no
podían hablar más de la cuenta. Ella era una persona inteligente y
había cosas que no iban con ella, ahí sí que lo sentía por sus
padres, esperaba no hacérselo pasar mal.
Cuando llegan al lugar donde están las demás, se acerca un
caballero bastante más mayor que ella pidiéndole un baile,
Beatrice lo anotó, pero no le gustaba ese hombre.
—¿No puedo librarme de ese señor madre?
—¡Beatrice por favor!
A esto era a lo que se refería hace un momento. Habló con
Margaret y Amelie de su primer baile, como les había ido con sus
parejas y si habían bailado bien. Ella había estado un poco
nerviosa al principio, pero había disfrutado.
Margaret les enseñó el carné para que vieran que llevaba
tres anotaciones. Beatrice le dijo que ella tenía dos, pero que el
segundo no le gustaba, era muy mayor para ella.
—Bueno, sólo tienes que bailar con él.
—Ya, lo sé Margaret, pero no me ha dado buena espina.
—Ya está, mi hermanita con sus lucubraciones.
—Déjame tranquila Amelie y dinos cuántos bailes tienes
reservados.
—Dos, como tú.
Se acercan un grupo de caballeros a donde están las damas
y reclaman su baile.
Beatrice haciendo de tripas corazón, sale a bailar con el
susodicho que se hace llamar conde de Blass. Habla de su ciudad
donde reside y que allí ella sería feliz. Beatrice abre los ojos al
escuchar eso, pero que pretende este señor, se dice.
—Lo siento milord, pero a mí me gusta Londres.
Realmente a ella le daba lo mismo el sitio donde vivir,
mientras estuviera enamorada de su esposo, no tendría ningún
problema, lo sentía por el conde, pero ni se planteaba que la
pretendiera, antes se iba a servir a Dios.
Él hablaba y hablaba, le contó que era viudo y que no había
podido tener hijos porque su mujer murió antes de darle un
heredero y buscaba una dama joven que fuera fuerte y cumpliera
con la obligación de darle un hijo.

13
Luisa J.C

Se le salían los ojos de las órbitas de escuchar tantas


sandeces, a otra le podría ir con esas cosas, pero justo a ella… con
razón le decía su padre que no hablara mucho, cuatro cosas le
diría. Se limitó a seguir el baile y esperar que terminara cuanto
antes, le olía el aliento a rancio y no aguantaba más.
En cuanto terminaron se fue directa donde su madre.
—Madre vamos a por un refrigerio.
—Espera que venga Amelie.
Esperaron a su hermana y las tres fueron a la mesa donde
había unos platos con emparedados y cogieron una copa de
ponche.
Amelie estaba contenta con el joven que había bailado con ella,
sin embargo, al contarles Beatrice como era el suyo se habían reído
las tres disimuladamente para que nadie se ofendiera.
—Madre el salón está precioso adornado, las flores has
visto que bonitas y huelen muy bien.
Las flores, esa era la pasión de Beatrice, los cuidados del
jardín. Los rosales que tenían en St. Thomas eran la envidia de
todo Londres, no había nadie que dejara de mirarlos cuando
paseaban por allí.
Vieron como Margaret salía a bailar con su tercer
pretendiente, éste era un varón poco agraciado, pero tenía un buen
porte y no era conocido por las damas del salón.
Beatrice mira hacia la puerta cuando oye bastante barullo.
5
Aparece en el baile el duque de Argoll junto a sus inseparables
amigos, Adley, Boris y Caleb que vienen del Gentlemeri`s club.
No pasan desapercibidos por ninguna de las ingenuas ladies, pero,
menos por sus madres. Grayson puede notar la tensión que se ha
creado a su alrededor y eso es lo que siempre quiso evitar.
Una joven le mira y él no puede ocultar su placer de ver a
tan belleza en ese baile, le pedirá una pieza e intentará darle un
beso que no pueda olvidar.
Se acerca a la joven y se presenta:
—Buenas noches milady.
—Buenas noches excelencia.
—¿Podría darme el siguiente baile?
—Por supuesto, lo anoto.

14
titulo

Mientras se dirige con sus amigos a la zona de las bebidas,


entre ellos hablan de las mujeres que hoy están en el primer baile
de la temporada.
—Elije bien hermano —le dice Boris— que tienes muchas
papeletas para que te hagan el mejor papel de su vida y luego sean
unas desalmadas.
—Anímame más, la duquesa me ha dado tiempo y eso es
lo que pienso hacer.
—Si no te cazan antes.
—Boris cállate ya.
Caleb y Abley se ríen, cuando se ponen así los dos no hay
quién los aguante.
—No se que os hace tanta gracia y tened cuidado vosotros
también por si acaso caéis antes que yo.
—Tranquilo Grayson, brindemos porque no sea así y
disfrutemos de esas caras bonitas de lejos.
Están todos en un lado del salón y cuando le toca el turno a
Grayson de bailar con la dama, se acerca a ella.
—Es el momento de nuestro baile milady.
Le ofrece su mano y ella la acepta con las mejillas
sonrosadas. Se acercan al medio del salón, suena la música y se
ponen a bailar.
Grayson no le quita ojo, es preciosa, pero, ella no le mira, para
que lo haga le dice:
—¿Cómo se llama milady?
—Beatrice Enderson, excelencia.
—Llámame Grayson.
Ahora que se miraban a los ojos pudo disfrutar de unos dulces
ojos azules que te hacían pensar en mar.
—¿Tiene unos ojos preciosos Beatrice?
—Gracias Grayson.
—Es la primera vez que te veo.
—Es mi primera temporada.
—¿Pero sois de Londres?
—Sí, vivimos en St. Thomas.
De pronto recuerda que ayer vio a unas damas que le llamaron
la atención y era por allí.
—Le apetece que cuándo acabe el baile salgamos a la terraza a
tomar el aire.

15
Luisa J.C

Ella le mira sorprendida y contesta:


—Lo siento excelencia, no puede ser.
—Llámame Grayson y ¿por qué no puede ser?
Sin quitarle los ojos de encima.
—Tengo prometido un baile con un caballero y no estaría bien
que desapareciera con usted.
Sonríe, no parará hasta tenerla entre sus brazos.
Termina el baile y Grayson la acompaña a su sitio, en ese
momento Lilith se levanta y se dirige al duque:
—Excelencia, soy la vizcondesa de Malville, madre de
Beatrice.
—Un honor conocerla vizcondesa.
Un murmureo les hace girar la cabeza para que Grayson abra la
boca hasta lo vulgar al ver entrar a la duquesa. Ahora es cuando se
da cuenta que ella no va a parar hasta que se comprometa con una
dama.
Va saludando a la gente, pero, ella no para hasta ponerse frente
a su hijo.
—Duquesa que sorpresa verla.
—A partir de ahora me verás en todos los bailes a los que
asistas.
No puede disimular y pone los ojos en blanco.
—No seas mal educado y preséntame a las damas.
Antes de que le de tiempo a Grayson a hacerlo, Lilith hace una
reverencia a la duquesa y se presenta, al igual que Beatrice.
La duquesa no quita ojo a la joven, es bonita, educada e hija
del vizconde de Malville. Tendrá que informarse.
Ahí es cuando las madres hablan durante bastante rato mientras
ellos parecen dos pasmarotes, a la espera del siguiente paso que no
tarda en venir por parte de la duquesa.
—¿Qué hacéis ahí todavía, id a bailar?
Una vez en la pista, Grayson le comenta:
—Te dije de salir a la terraza, hubiera sido lo mejor.
—La duquesa es joven aún.
—Sí que lo es y siempre ha tenido mucha vida, pero, la muerte
de mi padre la hundió hasta ayer.
—¿Hasta ayer?
—Sí, bajó a desayunar la duquesa de siempre, con la misma
energía que siempre tuvo.

16
titulo

—Me alegro que haya pasado ese duelo y vuelva a la vida.


—Yo también.
Seguían hablando hasta que se dieron cuenta que la música
había terminado. Entonces cogidos del brazo vuelven donde siguen
las madres hablando.
—Con vuestro permiso, tengo que volved con mis amigos.
Y sin esperar nada más se da la vuelta y desaparece entre el
gentío.

6
Empezaba a amanecer cuando la puerta del dormitorio de Beatrice
se abre y entras sus hermanas dando grititos para no despertar a
toda la familia. Estaban eufóricas porque les contaran como había
sido su primera noche en el baile.
—Beatrice, despierta.
—Que hacéis aquí, no veis que aun, no ha amanecido.
—Tienes que contarnos como fue la noche.
—Preguntar a Amelie.
—Ella está aquí con nosotras, pero no quiere hablar hasta que
no estés tú.
—No me hagáis esto, no veis que nos acostamos muy tarde.
—Por favor, por favor Beatrice espabílate para que por lo
menos Amelie nos cuente.
—Está bien.
Se incorpora en la cama, disimulando un bostezo.
—Fue maravilloso hermanas.
Y todas aplaudieron a la vez, emocionadas.
—¿Bailasteis mucho?
—Sí, yo con siete caballeros.
—Ohh, Amelie que éxito.
—¿Y tú Beatrice?
—Yo con seis, pero, uno era muy mayor y no me gustó nada.
Le olía el aliento a rancio.
Las gemelas ponen cara de asco y Celestine comenta:
—Qué horror hermanita, ¿y por qué bailaste con él?

17
Luisa J.C

—No tenía otra opción, se apuntó en mi libro de baile.


—Cuéntales con quién bailaste también.
—Cuenta, cuenta.
Beatrice sonríe, fue muy bonito y así lo recuerda.
—Me pidió un baile el duque de Argoll.
Las hermanas aplauden y la miran con admiración. —¿Es tan
guapo como dicen?
—Sí. Es un caballero muy guapo.
—¿Hiciste caso a papá y no hablaste mucho?
—Al principio sí, pero, luego se me olvidó.
—Contarnos como era todo, como lo visteis.
—Cuando llegamos nos presentamos a los anfitriones y
entramos en un salón de baile enorme, lleno de velas por todos
los lados, estaba precioso, con unos ramos de flores que
llenaban los rincones y mesas de la mansión.

18

También podría gustarte