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Enero 2021

La Salud mental se convertirá en la próxima pandemia.


Abraham Maslow dijo una vez que es tentador tratar todo como si fuera un clavo, si la
única herramienta que tienes es un martillo. El padre de la corriente psicológica
humanista, recordado por su teoría de las necesidades humanas: La Pirámide de
Maslow, establece que nuestras acciones nacen de la motivación dirigida hacia el
objetivo de cubrir ciertas necesidades.
Dígase que si no reconocemos una situación que en su esencia provoca un mal común
como un problema y no nos volvemos consciente de ello, en nuestra ejecución mental
no se volverá una necesidad por consiguiente no generaremos ninguna motivación o
prioridad por abastecer aquel mal común = salud mental nula.
El fin de todo este trabalenguas psicológico es entablar un punto de partida. Para
primero entender que, aunque no todo el mundo tiene la posibilidad de obtener un
diagnostico mental, o simplemente no necesita uno, absolutamente todo el mundo,
posee un status quo de salud o bienestar mental. Todos nosotros tenemos cerebros
que necesitan ser cuidados de la misma manera que cuidamos nuestro bienestar
físico, así que, ya que susodicho tema nos afecta a todos ¿no deberíamos obtener
soluciones exequibles para todos?
El coronavirus ya no solo ha dejado desvelos por sus efectos nefastos en el bienestar
económico y social mundial, si no que ha generado un impacto en la salud mental y
en la supervivencia personal de cada individuo. A medida que la pandemia sigue
presente en nuestras vidas, los expertos hablan cada vez con más firmeza, en la
pandemia de la Salud Mental que generará el confinamiento, el aislamiento, la
incertidumbre, el desempleo… y en ese sentido, Rosa Mariana Brea, psicóloga
especializada en intervención de crisis y trauma detalló que las personas, en este
escenario pueden tener pérdidas tangibles e intangibles, habilidades naturales
sociales y de supervivencia humana se desgastan
como lo son la pérdida del contacto con los seres queridos, con su vivencia cotidiana y
posibles pérdidas de la identidad o del control y sentido de la vida. Además, mencionó
las perdidas ambiguas que se presentan cuando hay falta de conexión física con el
ambiente en que se desenvuelve.
No obstante, de acuerdo a un estudio realizado por la OMS en junio del 2020, el 89%
de los países señalaron, en el marco del estudio, que la salud mental y el apoyo
psicosocial formaban parte de sus planes nacionales de respuesta al COVID-19, pero
apenas el 17% de esos países disponen de una financiación adicional suficiente para
sufragar esas actividades, lo que significa que muchas veces nos engañan a través de
palabras vacías, lo que me lleva a preguntarme que debe suceder para que los líderes
nacionales tomen un tema tan serio y creciente como este y lo incluyan en su to do
list.
En números de la Organización Mundial de la Salud, entre 2010 y 2019, se había
reducido el número de suicidios, tendencia que se interrumpió en la primera mitad del
2020, cuando solo en república dominicana durante los primeros cinco meses de ese
año 366 personas se suicidaron, presentando así 82 suicidios más que los ocurridos
en el mismo periodo de tiempo que en el 2019.
El Gobierno nipón informó que en octubre pasado murieron más personas a causa del
suicidio con 2.153 fallecidos que por coronavirus, que figuró la muerte de 2.087
personas.
La OMS ha llamado a invertir en salud mental, presentando estimaciones previas al
COVID-19, las cuales cifran en casi un billón de dólares los flujos anuales de
productividad económica causadas únicamente por los casos tratados de depresión
y la ansiedad. Sin embargo, algunos estudios revelan que cada dólar gastado en
tratamientos de la depresión y la ansiedad basados en datos empíricos genera un
retorno de 5 dólares.
Y da pena que la sanidad mental de las personas de verdad deba ser vendida como
cualquier otro producto del mercado, suplicando billetes de capitalistas demasiado
apegados a tu capital.
A medida que la pandemia siga su curso, se intensificará la demanda de programas
nacionales e internacionales de salud mental, y para la gran sorpresa de nosotros, los
cuales se encuentran debilitados por años de carencias crónicas de financiación.
Los gobiernos tienen que estar preparado para enfrentar este nuevo cambio con
respecto a la política de salud mental, y construir un sistema del mismo no solo para
aquellos que tienen el privilegio monetario, sino también para aquellos menos
afortunados que también sufren en silencio el dolor psicológico y emocional.
Al igual que las direcciones nacionales todos los demás centros interactivos privados y
públicos deben actuar y ser consientes ante el desarrollo de trastornos psicológicos.
Concertar su economía e ingeniar planes psicológicos estratégicos que puedan
prevenir y ayudar.
Y quisiera cerrar con las siguiente cuestionante
¿Qué hijo de que presidente tendrá que morir a mano de suicidio para que tome
acción y prevención?
¿Qué estudiante tendrá que llegar al colapso mental y morir otra vez a manos de la
desesperación para que los centros educativos tomen responsabilidad por el ambiente
que contralan?
¿Qué otro hombre tendrá que eliminarse a si mismo de la sociedad, por no poder
soportar el peso que aquella ejerce?

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