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MINISTERIO Y EXISTENCIA
Lo que, según la Biblia, caracteriza al sacerdocio cristiano, y le contradistingue de
todo otro fenómeno semejante, es la identidad total entre existencia y ministerio, que
tiene su raíz en la misteriosa identidad de Cristo, palabra e Hijo, víctima y sacerdote.
Sólo desde aquí pueden comenzar a plantearse las cuestiones relativas al ministerio. La
visión ideal del autor necesitará sin duda ser completada por otro tipo de
planteamientos más prácticos, sociológicos o inmediatos. Pero sería un error
prescindir olímpicamente de ella.
Las grandes figuras que soportan la historia vetero y neotestamentaria vienen marcadas
por la unidad entre su misión y su existencia. La misión viene siempre de Dios, pero
afecta al enviado en lo más hondo de su existencia, enajenándole de sí r mismo en favor
de la responsabilidad que ha tomado frente a su pueblo. Y así vemos cómo la más leve
falta de fe o de obediencia de Moisés es severamente castigada: ya no hay lugar para
consideraciones privadas, pues la responsabilidad que se ha tomado debe adecuar
siempre la voluntad de Dios. Y esto sólo acontece cuando el enviado se mantiene en
contacto vital con Dios en obediencia orante.
Este contacto vital es el que tiene Abraham: ante la promesa de descendencia está
dispuesto al sacrificio de su hijo, sin tildar "críticamente" a Dios de contradictorio. Y si
repasamos las narraciones de los patriarcas, de los jueces y de los reyes, siempre
veremos a Dios eligiendo a los personajes, y quitándolos de en medio si es preciso, en
nombre de esta identidad entre el ministerio y la existencia (cfr. Nm 27,18; Jos 1,8; Jc
2,16.18;3,10; 1S 16,1; 2S 7, 14). La misma base presenta la institución del ministerio
sacerdotal (Dt 38,8ss; Nm 3,12ss; Jos 13,33). Y aunque los orígenes del profetismo
permanezcan obscuros, sin embargo el profetismo aparece como una forma de
existencia (1S 19,20) y en los grandes profetas la pretensión de la palabra de Dios
penetra cada vez más profundamente en la vida personal del profeta (Jeremías,
Ezequiel) hasta convertirlo en el oyente ideal de la palabra (Is 50,4) que no solo la pone
en práctica sino que la padece, y así pasa a ser el tipo del Salvador futuro.
Dios es el pastor de Israel (Sal 23) : en esta imagen, autoridad y entrega (Einsatz) son
totalmente idénticos. Y desde esta identidad hará surgir Dios los pastores que le suplan,
que apacienten el rebaño para Él. Y si no lo hacen, Dios mismo cuidará su rebaño,
mientras no acabe haciendo surgir un único pastor para todos (Ez 34; 34, 23; 37, 24). El
tema reaparece en Juan y los sinópticos, identificando a Jesús como el Dios pastor. La
HAN URS VON BALTHASAR
imagen del pastor que posee un poder "suprapastoral" (1 P 5,4), y que lo muestra en que
muere por el rebaño, es tan paradójica como la del sacerdote de Hebreos. En ambos
casos la paradoja es la misma: la absoluta constitución en poder es deducida de la
absoluta entrega. Es también la paradoja de su promesa de resucitar a los que comen su
carne y beben su sangre, es decir, a los que confiesan su muerte como vida del mundo
(Jn 6): tal es su poder, surgido en y de su anonadamiento. Tal poder se lo ha dado el
Padre y, mirado con ojos terrenos, roza la locura, superable solamente si uno reconoce
en Jesús la identidad entre el poder y la misión: Jesús es hasta tal punto "misión
personificada" que en definitiva es el Padre quien le entrega (Jn 3,16); en la muerte libre
del Hijo se revela la total libertad de la actuación salvífica de Dios.
Que los sacerdotes pueden equivocarse, que se les acuse, que sean reprendidos por los
obispos ante la comunidad, está previsto en las pastorales (1 Tm 5,20s). Pero sin
parcialidad ni prejuicio, pues el dirigente debe ser, ante todo, tolerante (3,3). Y siempre
se presupone que el dirigente es irreprochable, "modelo para los fieles en la palabra, en
el comportamiento, en la caridad, en la fe, en la pureza (4,12) como el mismo Pablo se
entendió como modelo, configurado a su vez por Cristo. Con este presupuesto, Pablo
confirma a sus seguidores en una cierta santa firmeza, que exteriormente puede parecer
inflexibilidad, pero interiormente no es otra cosa que obediencia y responsabilidad del
ministro frente a su Señor.