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Los mitos griegos I Robert Graves

ROBERT GRAVES
LOS MITOS GRIEGOS I

Traductor: Luis Echávarri, revisión: Lucía Graves

Alianza
Editorial

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Los mitos griegos I Robert Graves

Alianza Editorial Madrid


Titulo original: The Greek Miths, Volumen I
Traductor: Luis Echávarri Revisión de Lucia Graves
Primera edición en "El Libro de Bolsillo": 1985 (julio)
Primera reimpresión en "El Libro de Bolsillo": 1985 (diciembre)
Herederos de Robert Graves
Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1985
Calle Milán, 38, 28043 Madrid; teléf. 2000045
ISBN: 84-206-0110-1 (Tomo I)
I SBN: 84- 206-9814- 8 ( O.C.)

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Los mitos griegos I Robert Graves

Í N D I CE
TOM O I
Pr ólogo
I n t r oducción

ORÍ GEN ES

1. El m it o pelasgo de la Creación
2. Los m it os hom érico y órfico de la Creación
3. El m it o olím pico de la Creación
4. Dos m it os filosóficos de la Creación
5. Las cinco edades del hom bre
6. La cast ración de Urano
7. El dest ronam ient o de Crono
8. El nacim ient o de At enea
9. Zeus y Met is
10. Las Parcas
11. El nacim ient o de Afrodit a
12. Hera y sus hij os
13. Zeus y Hera
14. Nacim ient o de Herm es, Apolo, Árt em is y Dioniso
15. El nacim ient o de Eros

N ATURALEZA Y HECH OS D E LOS D I OSES

16. Nat uraleza y hechos de Posidón


17. Nat uraleza y hechos de Herm es
18. Nat uraleza y hechos de Afrodit a
19. Nat uraleza y hechos de Ares
20. Nat uraleza y hechos de Hest ia
21. Nat uraleza y hechos de Apolo
22. Nat uraleza y hechos de Árt em is
23. Nat uraleza y hechos de Hefest o
24. Nat uraleza y hechos de Dem ét er
25. Nat uraleza y hechos de At enea
26. Nat uraleza y hechos de Pan
27. Nat uraleza y hechos de Dioniso

LAS CRI ATURAS D EL M I TO

28. Orfeo
29. Ganím edes

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30. Zagreo
31. Los dioses del m undo subt erráneo
32. Tique y Ném esis
33. Los hij os del Mar
34. Los hij os de Equidna
35. La rebelión de los gigant es
36. Tifón
37. Los Alóadas
38. El diluvio de Deucalión
39. At lant e y Prom et eo
40. Eos
41. Orion
42. Helio
43. Los hij os de Heleno
44. I on
45. Alcíone y Ceice
46. Tereo
47. Erect eo y Eum olpo
48. Bóreas
49. Alope
50. Asclepio
51. Los oráculos
52. El alfabet o
53. Los Dáct ilos
54. Los Telquines
55. Las Em pusas
56. Io
57. Foroneo
58. Europa y Cadrao
59. Cadm o y Harm onía
60. Belo y las Danaides
61. Lam ia
62. Leda
63. I xión
64. Endim ión
65. Pigm alión y Galaica
66. Éaco
67. Sísifo
68. Salm oneo y Tiro
69. Alcest is
70. At am ant e
71. Las yeguas de Glauco
72. Melam po
73. Perseo
74. Los m ellizos rivales
75. Belorofont e
76. Ant íope

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Los mitos griegos I Robert Graves

77. Níobe
78. Cénide y Ceneo
79. Erígone
80. El j abalí de Calidón
81. Telam ón y Peleo
82. Arist eo
83. Midas
84. Cleobis y Bit ón
85. Narciso
86. Fílides y Caria
87. Arión

CI CLOS D E MI N OS Y TESEO

88. Minos y sus herm anos


89. Los am ores de Minos
90. Los hij os de Pasífae
91. Escila y Niso
92. Dédalo y Talos
93. Cat reo y Alt ém enes
94. Los hij os de Pandión
95. El nacim ient o de Teseo
96. Los t rabaj os de Teseo
97. Teseo y Medea
98. Teseo en Cret a
99. La federalización de Át ica
100. Teseo y las Am azonas
101. Fedra e Hipólit o
102. Lapit as y Cent auros
103. Teseo en el Tárt aro
104. La m uert e de Teseo

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PRÓLOGO

Desde que revisé Los m it os griegos en 1958 he vuelt o a m edit ar acerca del dios borracho
Dioniso, de los cent auros con su reput ación cont radict oria de prudencia y m ala conduct a y
t am bién sobre la nat uraleza de la am brosía y el néct ar divinos. Est os t em as est án
est recham ent e relacionados, porque los cent auros adoraban a Dioniso, cuyo salvaj e banquet e
ot oñal se llam aba «la Am brosía». Ahora ya no creo que cuando sus Ménades recorrían airadas
el cam po despedazando a anim ales o niños (véase 27.f) y se j act aban después de haber hecho
el viaj e de ida y vuelt a a la I ndia ( véase 27.c) se habían em briagado únicam ent e con vino o
con cerveza de hiedra ( véase 27.3) . Las pruebas, resum idas en m i What Food t he Cent aurs
At e (St eps: Cassel and C° 1958, páginas 319-343) , sugieren que los Sát iros ( m iem bros de
t ribus cuyo t ót em era la cabra) , los Cent auros (m iem bros de t ribus cuyo t ót em era el caballo)
y sus Ménades ut ilizaban esas bebidas para suavizar los t ragos de una droga m ucho m ás
fuert e: a saber, un hongo crudo, am anit a m uscaria, que produce alucinaciones, desenfrenos
insensat os, visión profét ica, energía erót ica y una not able fuerza m uscular. Est e éxt asis, que
dura varias horas, da paso a una inercia com plet a, fenóm eno que explicaría la fábula según la
cual Licurgo, arm ado con sólo un aguij ón, derrot ó al ej ércit o de Ménades y Sát iros borrachos
de Dioniso después de su regreso vict orioso de la I ndia (véase 27.e) .
En un espej o et rusco aparece grabado el am anit a m uscaria a los pies de I xión un héroe
t esalio que com ía am brosía ent re los dioses ( véase 63.b) . Varios m it os (véase 102, 126, et c.)
concuerdan con m i t eoría de que sus descendient es, los Cent auros, com ían ese hongo, y,
según algunos hist oriadores, lo em plearon m ás t arde los nórdicos «frenét icos» para adquirir
una fuerza t em eraria en la bat alla. Ahora creo que la «am brosía» y el «néct ar» eran hongos
int oxicant es; sin duda el am anit a m uscaria, pero quizá t am bién ot ros, especialm ent e un hongo
de est ercolero pequeño y delgado llam ado panaeolus papilionaceus, que produce alucinaciones
innocuas y m uy agradables. Un hongo bast ant e parecido a ést e aparece en un j arrón át ico
ent re los cascos del Cent auro Neso. Los «dioses» para quienes en los m it os se reservaban la
am brosía y el néct ar eran sin duda reinas y reyes sagrados de la era pre- clásica. El delit o del
rey Tánt alo ( véase 108.c) consist ió en que violó el t abú al invit ar a plebeyos a com part ir su
am brosía.
Los reinados sagrados de m uj eres y de hom bres se ext inguieron en Grecia; la am brosía
se convirt ió ent onces, según parece, en el elem ent o secret o de los Mist erios eleusinos y órficos
y de ot ros asociados con Dioniso. En t odo caso, los part icipant es j uraban guardar silencio
acerca de lo que com ían y bebían, t enían visiones inolvidables y se les prom et ía la
inm ort alidad. La «am brosía» que se concedía a los vencedores en las carreras pedest res
olím picas, cuando la vict oria ya no les confería la dignidad de rey sagrado, era claram ent e un
sust it ut o: una m ezcla de alim ent os cuyas let ras iniciales según dem ost ré en What Food t he
Cent aurs At e, form aban la palabra griega que significa «hongo». Las recet as cit adas por los
aut ores clásicos para el néct ar y el cecyon, la bebida con sabor a m ent a que t om ó Dem ét er en
Eleusis, t am bién form aban la palabra «hongo».
Yo m ism o he com ido el hongo alucinant e llam ado psilocybe, una am brosía divina
ut ilizada por los indios m asat ecas de la provincia de Oaxaca, en México; he oído a la
sacerdot isa invocar a Tlaloc, el dios de los hongos, y he vist o visiones t ranscendent ales. Por
est e m ot ivo convengo t ot alm ent e con R. Gordón Wasson, el descubridor am ericano de est e rit o
ant iguo, en que las ideas europeas acerca del cielo y el infierno pueden m uy bien haberse
derivado de m ist erios análogos. Tlaloc fue engendrado por el rayo; t am bién lo fue Dioniso
( véase 14.c) ; y en el folklore griego, com o en el m asat eca, t am bién lo son t odos los hongos,
llam ados prover- bialm ent e «alim ent o de los dioses» en am bos idiom as. Tlaloc llevaba una
corona de serpient es, y Dioniso t am bién ( véase 27.a) . Tlaloc t enía un refugio baj o el agua, y
t am bién lo t enía Dioniso ( véase 27.c) . La cost um bre salvaj e de las Ménades de arrancar las
cabezas de sus víct im as (véase 27.f y 28.d) podría referirse alegóricam ent e al desgarram ient o
de la cabeza del hongo sagrado, pues en México j am ás se com e el t allo. Leem os que Perseo,
un rey sagrado de Argos, se convirt ió al cult o de Dioniso ( véase 27.j ) y dio a Micenas ese
nom bre por un hongo que encont ró en aquel lugar y que al arrancarlo descubrió una corrient e
de agua ( véase 73.r) . El em blem a de Tlaloc era un sapo igual que el de Argos; y de la boca del
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sapo de Tlaloc en el fresco de Tem pent it la brot a una corrient e de agua. ¿Pero en qué época
est uvieron en cont act o las cult uras europea y de la Am érica Cent ral?
Est as t eorías exigen una m ayor invest igación y por lo t ant o no he incluido m is hallazgos
en el t ext o de la present e edición. La ayuda de cualquier expert o en la solución del problem a
sería m uy apreciada.
R. G.
Deyá, Mallorca, España
1960

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Los mitos griegos I Robert Graves

I nt r odu cción

Los em isarios m edievales de la I glesia Cat ólica llevaron a Gran Bret aña, adem ás de t odo
el cuerpo de la hist oria sagrada, un sist em a universit ario cont inent al basado en los clásicos
griegos y lat inos. Las leyendas aut óct onas com o las del rey Art uro, Guy de Warwick, Robín
Hood, la Bruj a Azul de Leicest er y el rey Lear eran consideradas lo bast ant e adecuadas para el
vulgo; sin em bargo, a com ienzos de la época de los Tudor, el clero y las clases cult as se
referían con m ucha m ás frecuencia a los m it os que se encuent ran en Ovidio, Virgilio y en los
resúm enes de las escuelas de enseñanza elem ent al sobre la Guerra de Troya. Aunque, en
consecuencia, no se puede com prender debidam ent e la lit erat ura oficial inglesa de los siglos
XVI al XI X sino a la luz de la m it ología griega, los clásicos han perdido últ im am ent e t ant o
t erreno en las escuelas y universidades que ya no se espera que una persona cult a sepa ( por
ej em plo) quiénes pueden haber sido Deucalión, Pélope, Dédalo, Enone, Laocoont e o Ant ígona.
El conocim ient o act ual .de est os m it os se deriva principalm ent e de versiones de cuent os de
hadas com o las de Heroes de Kingsley y Tanglewood Tales de Hawt horne; y a prim era vist a
est o no parece t ener m ucha im port ancia, porque durant e los dos últ im os m ilenios ha est ado de
m oda descart ar los m it os por considerarlos fant asías ext rañas y quim éricas, un legado
encant ador de la infancia de la int eligencia griega, que la I glesia nat uralm ent e m enosprecia
para dest acar la m ayor im port ancia espirit ual de la Biblia. Sin em bargo, es difícil sobreest im ar
su valor en el est udio de la hist oria, la religión y la sociología europeas prim it ivas.
«Quim érico» es una form a adj et ival del sust ant ivo quim era, que significa «cabra». Hace
cuat ro m il años la Quim era no puede haber result ado m ás fant ást ica que cualquier em blem a
religioso, heráldico o com ercial en la act ualidad. Era un anim al solem ne de form a com puest a
que t enía ( com o indica Hom ero) cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de serpient e. Se ha
encont rado una Quim era grabada en las paredes de un t em plo hit it a de Carquem is y, lo m ism o
que ot ros anim ales com puest os, com o la Esfinge y el Unicornio, debió de ser originalm ent e un
sím bolo calendario: cada com ponent e represent aba una est ación del año sagrado de la reina
del Cielo, com o lo hacían t am bién, según Diodoro de Sicilia, las t res cuerdas de su lira de
concha de t ort uga. Nilsson t rat a de est e ant iguo año de t res est aciones en su Prim it ive Tim e
Reckoning (1920) .
Sin em bargo, sólo una pequeña part e del cuerpo enorm e y desorganizado de la m it ología
griega, que cont iene im port aciones de Cret a, Egipt o, Palest ina, Frigia, Babilonia y ot ras
regiones, puede ser clasificada correct am ent e, con la Quim era, com o verdadero m it o. El
verdadero m it o se puede definir com o la reducción a t aquigrafía narrat iva de la pant om im a
rit ual realizada en los fest ivales públicos y regist rada gráficam ent e en m uchos y casos en las
paredes de los t em plos, en j arrones, sellos, t azones, espej os, cofres, escudos, t apices, et c. La
Quim era y los ot ros anim ales del calendario deben de haber figurado prom inent em ent e en
esas represent aciones dram át icas que, a t ravés de sus regist ros iconográficos y orales, se
convirt ieron en la prim era aut oridad o cart a const it ucional de las inst it uciones religiosas de
cada t ribu, clan o ciudad. Sus t em as eran act os de m agia arcaicos que prom ovían la fert ilidad
o la est abilidad del reino sagrado de una reina o un rey —los de las reinas habían precedido,
según parece, a los de los reyes en t oda la zona de habla griega— y enm iendas de aquéllos
int roducidas de acuerdo con lo que requerían las circunst ancias. El ensayo de Luciano Sobr e la
danza regist ra un núm ero im ponent e de pant om im as rit uales que t odavía se ej ecut aban en el
siglo I I d. de C.; y la descripción de Pausanias de las pint uras del t em plo de Delfos y de las
t allas del Cofre de Cipselo indica que una cant idad inm ensa de inscripciones m it ológicas
m isceláneas, de las que no queda act ualm ent e rast ro alguno, sobrevivía en el m ism o período.
El verdadero m it o debe dist inguirse de:
1. La alegoría filosófica, com o la cosm ogonía de Hesíodo.
2. La explicación «et iológica» de m it os que ya no se com prenden, com o el uncim ient o
por part e de Adm et o de un león y un j abalí a su carro.
3. La sát ira o parodia, com o el relat o de Sueno sobre la At lánt ida.
4. La fábula sent im ent al, com o el relat o de Narciso y Eco.

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Los mitos griegos I Robert Graves

5. La hist oria recam ada, com o la avent ura de Arión con el delfín.
6. El rom ance j uglaresco, com o la fábula de Céfalo y Procris.
7. La propaganda polít ica, com o la Federalización del Át ica por Teseo.
8. La leyenda m oral, com o la hist oria del collar de Erifile.
9. La anécdot a hum oríst ica, com o la farsa de Heracles, Ónfale y Pan en el dorm it orio.
10. El m elodram a t eat ral, com o el relat o de Tést or y sus hij as.
11. La saga heroica, com o el argum ent o principal de la I líada.
12. La ficción realist a, com o la visit a de Odiseo a los Feacios1 .

Sin em bargo, pueden hallarse aut ént icos elem ent os m ít icos incrust ados en las fábulas
m enos prom et edoras, y la versión m ás com plet a o m ás esclarecedora de un m it o det erm inado
Tara vez la proporciona un solo aut or; cuando se busca su form a original t am poco se puede
dar por supuest o que cuant o m ás ant igua sea la fuent e escrit a, t ant o m ás aut orizada ha de
ser. Con frecuencia, por ej em plo, el t ravieso alej andrino Calím aco o el frívolo Ovidio august al,
o el sum am ent e aburrido Tzet zes, del últ im o período bizant ino, dan una versión de un m it o
evident em ent e ant erior a la que dan Hesíodo o los t rágicos griegos; y la Excidium Troiae del
siglo XI I I es, en part es, m ít icam ent e m ás fidedigna que la I líada. Cuando se quiere explicar
una narración m it ológica o seudo- m it o-lógica se debe prest ar siem pre una at ención cuidadosa
a los nom bres, el origen t ribal y los dest inos de los personaj es que en ella figuran y luego
darle de nuevo la form a de rit ual dram át ico, con lo cual sus elem ent os incident ales sugerirán a
veces una analogía con ot ro m it o al que se ha dado una t orsión anecdót ica com plet am ent e
diferent e y arroj arán luz sobre los dos.
Un est udio de la m it ología griega debería com enzar con un análisis de los sist em as
polít icos y religiosos que prevalecían en Europa ant es de la llegada de los invasores arios
procedent es del nort e y del est e. Toda la Europa neolít ica, a j uzgar por los art efact os y m it os
sobrevivient es, poseía un sist em a dé ideas religiosas not ablem ent e hom ogéneo, basado en la
adoración de la diosa Madre de m uchos t ít ulos, que era t am bién conocida en Siria y Libia.
La Europa ant igua no t enía dioses. A la Gran Diosa se la consideraba inm ort al, inm ut able
y om nipot ent e; y en el pensam ient o religioso no se había int roducido aun el concept o de la
pat ernidad. Tenía am ant es, pero por placer, y no para proporcionar un padre a sus hij os. Los
hom bres t em ían, adoraban y obedecían a la m at riar- ca, siendo el hogar que ella cuidaba en
una cueva o una choza su m ás prim it ivo cent ro social y la m at ernidad su principal m ist erio. Por
lo t ant o, la prim era víct im a de un sacrificio público griego era ofrecida siem pre a Hest ia, diosa
del Hogar. La im agen blanca y anicónica de la diosa, quizás su em blem a m ás difundido, que
aparece en Delfos com o el om phalos u om bligo, puede haber represent ado originalm ent e el
elevado m ont ón blanco de ceniza apret adam ent e acum ulada que encerraba el carbón
encendido, y que const it uye el m edio m ás fácil de conservar el fuego sin hum o. Más t arde se
ident ificó gráficam ent e con el m ont ón blanqueado con cal baj o el cual se ocult aba el m uñeco
de cereal de la cosecha, que se sacaba germ inando en la prim avera; o con el m ont ón de
conchas m arinas, o cuarzo, o m árm ol blanco, baj o el cual se ent erraba a los reyes difunt os. No
sólo la luna, sino t am bién ( a j uzgar por Hem era de Grecia y Grainne de I rlanda) el sol eran los
sím bolos celest iales de la diosa. Sin em bargo, en la m it ología griega m ás ant igua, el sol cede
la precedencia a la luna, que inspira el m ayor t em or superst icioso, no se oscurece al declinar el
año y t iene com o at ribut o el poder de conceder o negar el agua a los cam pos.
Las t res fases de la luna nueva, llena y viej a recordaban las t res fases de doncella, ninfa
( m uj er núbil) y viej a de la m at riarca. Luego, puest o que el curso anual del sol recordaba
igualm ent e el desarrollo y la declinación de sus facult ades físicas —en la prim avera doncella,
en el verano ninfa y en el invierno viej a— la diosa llegó a ident ificarse con los cam bios de
est ación en la vida anim al y veget al; y en consecuencia con la Madre Tierra, quien al principio
del año veget at ivo sólo produce hoj as y capullos, luego flores y frut os y al final dej a de
producir. Más t arde se la pudo concebir com o ot ra t ríada: la doncella del aire superior, la ninfa
de la t ierra o el m ar, y la viej a del m undo subt erráneo, represent adas, respect ivam ent e, por
Selene, Afrodit a y Hécat e. Est as analogías m íst icas fom ent aron el caráct er sagrado del núm er o

1
Véase 4, 69, 83, 84, 87, 89, 99, 106, 136, 161, 162-5, 170.

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Los mitos griegos I Robert Graves

t res, y la diosa Luna aum ent ó hast a nueve sus facet as cuando cada una de las t res personas
—doncella, ninfa y anciana— apareció en t ríada para dem ost rar su divinidad. Sus devot os
nunca olvidaron por com plet o que no exist ían t res diosas, sino una sola, aunque en la época
clásica el t em plo de Est ínfalo en Arcadia era uno de los pocos subsist ent es donde t odas ellas
llevaban el m ism o nom bre: Hera.
Una vez adm it ida oficialm ent e la relación ent re el coit o y el part o —un relat o de est e
m om ent o decisivo en la religión aparece en el m it o hit it a del cándido Appu ( H. G. Güt erbock:
Kum arbi, 1946) — la posición religiosa del hom bre m ej oró poco a poco y se dej ó de at ribuir a
los vient os o los ríos la preñez de las m uj eres. Parece ser que la ninfa o reina t ribal elegía un
am ant e anual ent re los hom bres j óvenes que la rodeaban, un rey que debía ser sacrificado
cuando t erm inaba el año, haciendo de él un sím bolo de la fert ilidad m ás bien que el obj et o de
su placer erót ico. Su sangre se rociaba para que fruct ificasen los árboles, las cosechas y los
rebaños, y su carne era, según parece, com ida cruda por las ninfas com pañeras de la reina —
sacerdot isas que llevaban m áscaras de perras, yeguas o cerdas. Luego, com o una m odificación
de est a práct ica, el rey m oría t an pront o com o el poder del sol, con el que se ident ificaba,
com enzaba a declinar en el verano, y ot ro j oven, m ellizo suyo, o supuest o m ellizo —un ant iguo
t érm ino irlandés m uy apropiado es “ t anist ” 2 — se convert ía en el am ant e de la reina, para ser
debidam ent e sacrificado en pleno invierno y, com o recom pensa, reencarnarse en una
serpient e oracular. Est os consort es adquirían el poder ej ecut ivo sólo cuando se les perm it ía
represent ar a la reina llevando sus vest iduras m ágicas. Así com enzó la m onarquía sagrada y,
aunque el sol se convirt ió en un sím bolo de la fert ilidad m asculina una vez ident ificada la vida
del rey con el curso de sus est aciones, siguió est ando baj o la t ut ela de la Luna, así com o el rey
siguió baj o la t ut ela de la reina, al m enos en t eoría, hast a m ucho t iem po después de haber
sido superada la fase m at riarcal. Así pues, las bruj as de Tesalia ( una región conservadora)
solían am enazar al Sol, en nom bre de la Luna, con envolverlo en una noche
perpet ua.( Apuleyo, Met am orfosis, iii.16)
Sin em bargo, no hay prueba alguna de que, ni siquiera cuando las m uj eres ej ercían la
soberanía en las cuest iones religiosas, se negaran a los hom bres algunos cam pos en los que
pudieran act uar sin la supervisión fem enina; aunque es m uy posible que adopt aran m uchas de
las caract eríst icas del «sexo m ás débil» hast a ent onces consideradas funcionalm ent e propias
del hom bre. Se les podía confiar la caza, la pesca, la recolección de ciert os alim ent os, el
cuidado de m anadas y rebaños y la ayuda para defender el t errit orio t ribal cont ra los int rusas,
con t al que no t rasgredieran la ley m at riarcal. Se elegían j efes de los clanes t ot ém icos y se les
concedían ciert os poderes, especialm ent e en t iem po de m igración o guerra. Las reglas para
det erm inar quién debía act uar com o suprem o j efe varón variaban, según parece, en los
diferent es m at riarcados: habit ualm ent e se elegía al t ío m at erno de la reina, o a su herm ano, o
al hij o de su t ía m at erna. El j efe suprem o de la t ribu m ás prim it iva t enía t am bién aut oridad
para act uar com o j uez en las disput as personales ent re hom bres, con t al de que no se
m enoscabase con ello la aut oridad religiosa de la reina. La sociedad m at rilineal m ás prim it iva
que sobrevive en la act ualidad es la de los hogares de la I ndia m eridional, donde las princesas,
aunque se casan con m aridos niños de los que se divorcian inm ediat am ent e, t ienen hij os con
am ant es de cualquier posición social; y las princesas de varias t ribus m at rilineales del África
Occident al se casan con ext ranj eros o plebeyos. Las m uj eres de la realeza griega pre- helénica
t am bién consideraban com o cosa corrient e t om ar am ant es ent re sus siervos, si las Cien Casas
de Lócride y los locros epicefirios no fueron excepcionales.
Al principio se calculaba el t iem po por las fases de la luna, y t oda cerem onia im port ant e
se realizaba en una de esas fases; los solst icios y equinoccios no eran det erm inados con
exact it ud sino por aproxim ación a la siguient e luna nueva o llena. El núm ero siet e adquirió una
sant idad peculiar porque el rey m oría en la sépt im a luna llena después del día m ás cort o.
I nclusive cuando, t ras una cuidadosa observación ast ronóm ica, se dem ost ró que el año solar
t enía 364 días, con algunas horas m ás, hubo que dividirlo en m eses —es decir ciclos lunares—
ant es que en fracciones del ciclo solar. Esos m eses se convirt ieron m ás t arde en lo que el
m undo de habla inglesa sigue llam ando “ com m on-law m ont hs” ( m eses de derecho
consuet udinario) , cada uno de veint iocho días; el veint iocho era un núm ero sagrado, en el
sent ido de que la luna podía ser adorada com o una m uj er, cuyo ciclo m enst rual es
norm alm ent e de veint iocho días, y que ést e es t am bién él verdadero período de las

2
Heredero famoso de los jefes gaélicos elegido en vida de éstos. (N. del T.)
10
Los mitos griegos I Robert Graves

revoluciones de la luna en función del sol. La sem ana de siet e días era una, unidad del m es de
derecho consuet udinario, y el caráct er de cada día se deducía, al parecer, de la cualidad
at ribuida al correspondient e m es de la vida del rey sagrado. Est e sist em a llevó a una
ident ificación t odavía m ás ínt im a de la m uj er con la luna y, puest o que el año de 364 días es
exact am ent e divisible por veint iocho, la serie anual de los fest ivales populares se podía
engranar con esos m eses prescrit os por la cost um bre. Com o t radición religiosa, los años de
t rece m eses sobrevivieron ent re los cam pesinos eur opeos durant e m ás de un m ilenio después
de la adopción del Calendario Juliano; así Robín Hood, quien vivió en la época de Eduardo I I ,
pudo exclam ar en una balada que celebraba el fest ival del Prim ero de Mayo:

¿Cuánt os m eses felices hay en el año?


Hay t rece, digo

lo que un edit or Tudor ha alt erado cam biándolo por «Sólo hay doce, digo...». Trece, el
núm ero del m es de la m uert e del sol, nunca ha perdido su m ala reput ación ent re los
superst iciosos. Los días de la sem ana est aban a cargo de los Tit anes: los genios del sol, de la
luna y de los cinco planet as descubiert os hast a ent onces, que eran responsables de ellos ant e
la diosa com o Creadora. Est e sist em a se desarrolló probablem ent e en la m at riarcal Sum eria.
Así el sol pasaba por t rece et apas m ensuales que com enzaban en el solst icio de invierno,
cuando los días vuelven a alargarse después de su larga decadencia ot oñal. El día ext ra del
año sideral, obt enido del año solar m ediant e la revolución de la t ierra alrededor de la órbit a del
sol, fue int ercalado ent re el m es decim ot ercero y el prim ero, y se convirt ió en el día m ás
im port ant e de los 365, la ocasión en que la ninfa t ribal elegía el rey sagrado, generalm ent e el
vencedor en una carrera, una lucha o un t orneo de arqueros. Pero est e calendario prim it ivo
sufrió m odificaciones: en algunas regiones el día ext ra parece haber sido int ercalado, no en el
solst icio de invierno, sino en algún ot ro Año Nuevo, en el día de la Candelaria, cuando se
hacen evident es las prim eras señales de la prim avera; en el equinoccio de prim avera, cuando
se considera que el sol llega a la m adurez; o en el solst icio est ival; o en el ort o de Sirio,
cuando se produce la crecient e del Nilo; o en el equinoccio ot oñal, cuando caen las prim eras
lluvias.
La m it ología griega prim it iva se relaciona, sobre t odo, con las cam biant es relaciones
ent re la reina y sus am ant es, que com ienzan con sus sacrificios anuales o bi- anuales y
t erm inan, en la época en que se com puso la I líada y los reyes se j act aban de que «¡Som os
m ucho m ej ores que nuest ros padres! », con el eclipse de aquélla por una m onarquía m asculina
ilim it ada. Num erosas analogías africanas ilust ran las et apas progresivas de est e cam bio.
Una gran part e del m it o griego es hist oria polít ico- religiosa. Belerofont e, por ej em plo,
dom a a Pegaso, el caballo alado, y m at a a la Quim era. Perseo, en una variant e de la m ism a
leyenda, vuela a t ravés del aire y decapit a a la m adre de Pegaso, la gorgona Medusa; Marduk,
un héroe babilonio, m at a a la m onst ruosa Tiam at , diosa del Mar. El nom bre de Perseo debería
escribirse propiam ent e Pt erseus, «el dest ruct or»; y ést e no era, com o ha sugerido el profesor
Kerenyi, una represent ación arquet ípica de la Muert e, sino que, probablem ent e, represent aba
a los helenos pat riarcales que invadieron Grecia y el Asia Menor a com ienzos del segundo
m ilenio a. de C., y desafiaron el poder de la Triple Diosa. Pegaso le fue consagrado porque el
caballo, con sus cascos en form a de luna, figuraba en las cerem onias para producir lluvia y en
la inst alación de los reyes sagrados; sus alas sim bolizaban una nat uraleza celest ial m ás bien
que la velocidad. Jane Harrison ha señalado ( Prolegom ena t o t he St udy of Greek Religión,
Capít ulo V) que Medusa era en un t iem po la diosa m ism a que se ocult aba t ras una m áscara
profiláct ica de gorgona: un rost ro espant oso cuyo fin era el de prevenir al profano cont ra la
violación de sus Mist erios. Perseo decapit a a Medusa, es decir, los helenos saquearon los
principales t em plos de la diosa, despoj aron a sus sacerdot isas de sus m áscaras de gorgonas y
se apoderaron de sus caballos sagrados —una represent ación prim it iva de la diosa con cabeza
de gorgona y cuerpo de yegua se ha encont rado en Beocia. Belerofont e, el doble de Perseo,
m at a a la Quim era licia: es decir que los helenos anularon el ant iguo calendario m edusino y lo
reem plazaron con ot ro.
Asim ism o, la dest rucción por Apolo de Pit ón en Delfos parece regist rar la capt ura por
part e de los aqueos del t em plo de la diosa Tierra cret ense; y lo m ism o se puede decir de la
int ent ada violación de Dafne, a quien Hera m et am orfoseó inm ediat am ent e en un laurel. Est e
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Los mitos griegos I Robert Graves

m it o ha sido cit ado por psicólogos freudianos com o un sím bolo del horror inst int ivo que sient e
una m uchacha por el act o sexual; pero Dafne era t odo m enos una virgen asust ada. Su nom bre
es una cont racción de Daphoene, «la sanguinaria», la diosa en est ado de ánim o orgiást ico,
cuyas sacerdot isas, las Ménades, m ast icaban hoj as de laurel para em briagarse y
periódicam ent e salían corriendo en noches de luna llena asalt ando a viaj eros incaut os y
despedazando a niños o anim ales j óvenes; el laurel cont iene cianuro de pot asio. Est os colegios
de Ménades fueron suprim idos por los helenos y sólo el bosquecillo de laurel t est im oniaba que
Daphoene había ocupado ant eriorm ent e los t em plos: la m ast icación de laurel por alguien que
no fuera la sacerdot isa profét ica de Belfos, a la que Apolo conservaba a su servicio en ese
t em plo, est uvo prohibida en Grecia hast a la época rom ana.
Las invasiones helénicas de com ienzos del segundo m ilenio a. de C., llam adas
habit ualm ent e eólica y j ónica, parecen haber sido m enos dest ruct oras que la aquea y la doria,
a las que precedieron. Pequeña bandas arm adas de past ores que adoraban a la t rinidad de
dioses aria —I ndra, Mit ra y Varuna— cruzaron la barrera nat ural del m ont e Ot ris y se
adhirieron, bast ant e pacíficam ent e, a las colonias pre- helénicas de Tesalia y Grecia Cent ral.
Fueron acept ados com o hij os de la diosa local y proporcionaron a ést a reyes sagrados. De est e
m odo una arist ocracia m ilit ar m asculina se reconcilió con la t eocracia fem enina no sólo en
Grecia, sino t am bién en Cret a, donde los helenos consiguieron est ablecerse y export ar la
civilización cret ense a At enas y el Peloponeso. Con el t iem po llegó a hablarse el griego en t odo
el Egeo y, en la época de Herodot o, solam ent e un oráculo hablaba en un lenguaj e pre-helénico
( Herodot o: viii, 134-5) . El rey act uaba com o el represent ant e de Zeus, o Posidón, o Apolo, y
se hacía llam ar por uno u ot ro de esos nom bres, aunque Zeus fue durant e siglos un m ero
sem idiós y no una divinidad olím pica inm ort al. Todos los m it os prim it ivos sobre la seducción de
ninfas por los dioses se refieren, al parecer, a casam ient os ent re caudillos helenos y
sacerdot isas de la Luna locales; a los que se oponía enconadam ent e Hera, o sea el sent im ient o
religioso conservador.
Cuando la brevedad del reinado del rey em pezó a result ar fast idiosa se convino en
prolongar el año de t rece m eses hast a el Gran Año de cien lunaciones, al final del cual se
produce una casi coincidencia del t iem po solar y el lunar. Pero com o t odavía había que
fruct ificar los cam pos y las cosechas, el rey accedía a sufrir una falsa m uert e anual y a ceder
su soberanía durant e un día —el int ercalado, que quedaba fuera del año sideral sagrado— al
rey niño subst it ut o, o int errex, que m oría a su t érm ino y cuya sangre era ut ilizada para la
cerem onia de la aspersión. Luego el rey sagrado, o bien gobernaba durant e t odo el período de
un Gran Año, con un «t anist a» com o lugart enient e, o los dos reinaban durant e años alt ernos,
o bien la reina les perm it ía dividir el reino en dos m it ades y reinar concurrent em ent e. El rey
represent aba a la reina en m uchas funciones sagradas, se at aviaba con las vest iduras de ella,
llevaba pechos falsos, t om aba prest ada su hacha lunar com o un sím bolo de poder e incluso se
encargaba de su art e m ágico de producir la lluvia. Su m uert e rit ual variaba m ucho en los
det alles; podía ser despedazado por m uj eres feroces, t raspasado con una lanza de past inaca,
derribado con un hacha, pinchado en el t alón con una flecha envenenada, ar roj ado por un
acant ilado, quem ado en una pira, ahogado en un est anque o m uert o en un accident e de carro
preparado de ant em ano. Pero debía m orir. Se llegó a una nueva et apa cuando los niños fueron
sust it uidos por anim ales en el alt ar del sacrificio y el rey se negaba a m orir una vez finalizado
su prolongado reinado. Después de dividir el reino en t res part es y de conceder una part e a
cada uno de sus sucesores, reinaba durant e ot ro período de t iem po con la excusa de que se
había descubiert o una aproxim ación m ás est recha del t iem po solar y el lunar, a saber
diecinueve años o 325 lunaciones. El Gran Año se había convert ido en un Año Mayor.
Durant e est as et apas sucesivas, reflej adas en num erosos m it os, el rey sagrado seguía
m ant eniendo su posición sólo por derecho de m at rim onio con la ninfa t ribal, que era elegida
bien com o result ado de una carrera pedest re ent re sus com pañeras de la casa real, o bien por
ult im ogenit ura, es decir, por ser la hij a núbil m ás j oven de la ram a m ás recient e. El t rono
seguía siendo m at rilineal, com o lo era t eóricam ent e incluso en Egipt o, y, en consecuencia, el
rey sagrado y su «t anist a», eran elegidos siem pre fuera de la casa real fem enina; hast a que
algún rey osado decidió por fin com et er incest o con la heredera, considerada com o su hij a, y
conseguir así un nuevo derecho al t rono cuando hubiese que renovar su reinado.
Las invasiones aqueas del siglo XI I I a. de C. debilit aron gravem ent e la t radición
m at rilineal. Al parecer, el rey se las ingeniaba para reinar durant e t oda su vida nat ural; cuando
llegaron los dorios, hacia el final del segundo m ilenio, la sucesión pat riarcal se convirt ió en
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Los mitos griegos I Robert Graves

regla. Un príncipe ya no abandonaba la casa de su padre y se casaba con una princesa


ext ranj era; ella iba a vivir con él, com o hizo Penélope convencida por Odiseo. La genealogía se
hizo pat rilineal, aunque un episodio sam io m encionado en la Vida de Hom ero del seudo
Herodot o dem uest ra que durant e algún t iem po después de que las Apat urias, o sea el Fest ival
del Parent esco Masculino, habían reem plazado al del Parent esco Fem enino, los rit os consist ían
t odavía en sacrificios a la Diosa Madre a los que no podían asist ir los hom bres.
Ent onces se convino en el sist em a fam iliar olím pico com o una t ransacción ent re los
punt os de vist a helénico y pre- helénico: una fam ilia divina de seis dioses y seis diosas,
encabezada por los cosoberanos Zeus y Hera, que form aba un Consej o de Dioses al est ilo de
Babilonia. Pero t ras una rebelión de la población pre-helénica, descrit a en la I líada com o una
conspiración cont ra Zeus, Her a quedó subordinada a aquél, At enea se declaró «t ot alm ent e en
favor del Padre» y al final Dioniso aseguró la preponderancia m asculina en el Consej o
desaloj ando a Hest ia. Sin em bargo, las diosas, aunque quedaron en m inoría, no llegaron nunca
a ser excluidas por com plet o —com o lo fueron en Jerusalén— porque los venerados poet as
Hom ero y Hesíodo «habían dado a las deidades sus t ít ulos y dist inguido sus diversas
incum bencias y facult ades especiales». (Herodot o: ii.53) , que no podían ser expropiados
fácilm ent e. Es m ás, el sist em a de reunir a t odas las m uj eres de sangre regia baj o la dirección
del rey para desalent ar así los posibles at ent ados de ext raños cont ra un t rono m at rilineal,
adopt ado en Rom a cuando se fundó el Colegio de las Vest ales, y en Palest ina cuando el rey
David form ó su harén regio, nunca llegó a Grecia. La descendencia, la sucesión y la herencia
por línea pat erna im piden la creación de nuevos m it os; ent onces com ienza la leyenda hist órica
y se desvanece a la luz de la hist oria com ún.
Las vidas de personaj es com o Heracles, Dédalo, Tiresias y Finco abarcan varias
generaciones, porque son t ít ulos m ás bien que nom bres de det erm inados héroes. Sin
em bargo, los m it os, aunque es difícil conciliarlos con la cronología, son siem pre práct icos:
insist en en algún punt o de la t radición, por m ucho que se haya podido deform ar el significado
en la narración. Tóm ese, por ej em plo, la confusa fábula del sueño de Éaco, en el que las
horm igas que caen de una encina oracular se conviert en en hom bres y colonizan la isla de
Egina después de haberla despoblado Hera. Aquí los punt os m ás int eresant es son: que la
encina había nacido de una bellot a de Dodona, que las horm igas eran horm igas t esalias y que
Éaco era niet o del río Asopo. Est os elem ent os se com binaban para proporcionar una hist oria
concisa de las inm igraciones a Egina hacia el final del segundo m ilenio a. de C.
A pesar de la sem ej anza de desarrollo en los m it os griegos, t odas las int erpret aciones
m inuciosas de leyendas det alladas est arán abiert as a discusión hast a que los arqueólogos
puedan proporcionar una t abulación m ás exact a de los m ovim ient os t ribales en Grecia y de sus
fechas. Sin em bargo, el exam en hist órico y ant ropológico es el único razonable; la t eoría de
que la Quim era, la Esfinge, la Gorgona, los Cent auros, los Sát iros y ot ros seres parecidos son
precipit aciones ciegas del inconscient e colect ivo j ungiano a las que nunca se ha at ribuido, ni se
podía at ribuir, un significado preciso, es desm ost rablem ent e falsa. Las edades del bronce y la
prim it iva del hierro en Grecia no fueron la infancia de la hum anidad, com o indica el Dr. Jung.
El que Zeus se t ragara a Met is, por ej em plo, y luego diera a luz a At enea a t ravés de un
orificio abiert o en su cabeza, no es una fant asía irreprim ible, sino un ingenioso dogm a
t eológico que incluye por lo m enos t res opiniones cont radict orias:

At enea era la hij a part enogénica de Met is; es decir la persona m ás j oven de la Tríada
encabezadas por Met is, diosa de la Sabiduría.
Zeus t ragó a Met is; es decir que los aqueos suprim ieron su cult o y at ribuyeron t oda la
sabiduría a Zeus com o su dios pat riarcal.
At enea era hij a de Zeus; es decir que los aqueos adoradores de Zeus no dest ruyeron los
t em plos de At enea a condición de que sus adoradores acept aran la soberanía suprem a de
Zeus.

La deglución de Met is por Zeus, con su consecuencia, t enía que ser represent ada
gráficam ent e en las paredes de un t em plo; y así com o el erót ico Dioniso —en ot ro t iem po hij o
part enogénico de Sem ele— renació de su m uslo, t am bién la int elect ual At enea renació de su
cabeza.

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Los mitos griegos I Robert Graves

Si algunos m it os desconciert an a prim era vist a ello se debe con frecuencia a que el
m it ógrafo ha int erpret ado m al, accident al o deliberadam ent e, una im agen sagrada o un rit o
dram át ico. Yo he llam ado a ese procedim ient o «iconot ropía» y se pueden encont rar ej em plos
de ella en t odos los cuerpos de lit erat ura sagrada que ponen el sello sobre una reform a radical
de creencias ant iguas. El m it o griego abunda en ej em plos iconot rópicos. Las m esas de t aller
con t res pat as, de Hefest o, por ej em plo, que se t rasladaban por sí solas a las asam bleas de los
dioses y volvían del m ism o m odo ( I líada, XVI I I . 368 y ss.) , no son, com o sugiere sut ilm ent e el
Dr. Charles Selt m an en su Twelve Olym pian Gods, ant icipaciones de los aut om óviles, sino
discos del Sol dorados con t res pat as cada uno ( com o el em blem a de la isla de Man) , y
represent an, al parecer, el núm ero de los años de t res est aciones durant e los cuales se
perm it ía reinar a un «hij o de Hefest o» en la isla de Lem nos. Asim ism o el llam ado «Juicio de
Paris», en el que se apela a un héroe para que decida ent re los encant os rivales de t res diosas
y ot orgue su m anzana a la m as bella, es el t est im onio de una ant igua sit uación rit ual superada
en la época de Hom ero y Hesíodo. Esas t res diosas en t ríada: At enea, la doncella; Afrodit a, la
ninfa: y Hera, la anciana son una sola diosa, y es Afrodit a quien ofrece la m anzana a Paris, no
ella quien la recibe de él. Est a m anzana, que sim boliza su am or com prado por Paris al precio
de su vida, será el pasaport e de est e para los Cam pos Elíseos, los huert os de m anzanas del
occident e en los que sólo son adm it idas las alm as de los héroes. Un don análogo se ofrece con
frecuencia en el m it o irlandés y gales, del m ism o m odo en que las Tres Hespérides lo ofrecen a
Heracles y Eva «la Madre de Todo lo Vivient e» a Adán. Así Ném esis, diosa del bosquecillo
sagrado que en el m it o post erior se convirt ió en un sím bolo de la venganza divina sobre los
reyes orgullosos, lleva una ram a de la que cuelga una m anzana, su don a los héroes. Todos los
paraísos de las edades neolít ica y de bronce son islas llenas de huert os; la propia palabra
paraíso debería significar «huert o».
La verdadera ciencia del m it o debería com enzar con un est udio de la arqueología, la
hist oria y la religión com parada, no en el consult orio del psicot erapeut a. Aunque j ungianos
sost ienen que «los m it os son revelaciones originales de la psique pre- conscient e, inform es
involunt arios acerca de acont ecim ient os psíquicos inconscient es», el cont enido de la m it ología
griega no era m ás m ist erioso que las m odernas caricat uras elect orales, y en su m ayor part e
fue form ulada en t errit orios que m ant enían est rechas relaciones polít icas con la Cret a m inoica,
país lo bast ant e sofist icado com o para cont ar con archivos escrit os, edificios de cuat ro pisos
con un sist em a de cañerías higiénicas, puert as con cerraduras de aspect o m oderno, m arcas de
fábrica regist radas, aj edrez, un sist em a cent ral de pesos y m edidas y un calendario basado en
pacient es observaciones ast ronóm icas.
Mi m ét odo ha consist ido en reunir en una narración arm oniosa t odos los elem ent os
disem inados de cada m it o, apoyados por variant es poco conocidas que pueden ayudar a
det erm inar el significado, y en responder a t odas las pregunt as que van surgiendo, lo m ej or
que puedo, en t érm inos ant ropológicos o hist óricos. Me doy buena cuent a de que ést a es una
t area dem asiado am biciosa para que la em prenda un solo m it ólogo, por largo y arduo que sea
su t rabaj o. Pueden deslizarse en ella errores. Perm ít asem e que haga hincapié en que cualquier
afirm ación que se hace aquí acerca de la religión o del, rit ual m edit erráneos ant es de la
aparición de docum ent os; escrit os es conj et ural. Sin em bargo, desde que est e libro se publicó
per prim era vez en 1955, m e han alent ado a las ínt im as analogías que E. Meyrowit z hace en
su libro Akan Cosm ológical Dram a ( Faber and Faber) acerca de los cam bios religiosos y
sociales que aquí se presum en. La población de Akan es el result ado de una ant igua
em igración hacia el sur de bereberes de Libia —prim os de los pobladores pre-helénicos de
Grecia— desde los oasis del desiert o del Sahara ( véase 3.3) y sus casam ient os en Tom buct ú
con negros del río Níger. En el siglo XI d. de Crist o, avanzaron t odavía m ás hacia el sur, hast a
lo que es ahora Ghana. Cuat ro t ipos de cult o diferent es subsist en ent re ellos. En el m ás
prim it ivo adoran a la Luna com o la suprem a, t riple diosa Ngam e, claram ent e idént ica a la
Neit h libia, la Tanit cart aginesa, la Anat ha cananea y la At enea griega prim it iva ( véase 8.1) . Se
dice que Ngam e dio a luz los cuerpos celest iales por sus propios esfuerzos ( véase 1.1) y que
luego dio vida a los hom bres y anim ales arroj ando flechas m ágicas con su arco en form a de
luna nueva a sus cuerpos inert es. Tam bién se dice de ella, en su aspect o hom icida, que quit a
la vida, com o hacía su equivalent e la diosa Luna Árt em is ( véase 22.1) . A una princesa de
linaj e real se la j uzga capaz, en épocas inest ables, de ser vencida por la m agia lunar de
Ngam e y parir una divinidad : t ribal que fij a su residencia en un t em plo y conduce a un grupo
de em igrant es a alguna región nueva. Est a m uj er se conviert e en reina m adre, j efe en la

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Los mitos griegos I Robert Graves

guerra, juez y sacerdot isa de la colonia que funda. Ent ret ant o la divinidad se ha revelado com o
un anim al t ot ém ico prot egido por un t abú riguroso, apart e de la cacería anual y el sacrificio de
un ej em plar único; est o arroj a luz sobre la cacería de la lechuza que realizaban anualm ent e los
pelasgos en At enas (véase 97.4) . Ent onces se form an est ados que consist en en federaciones
t ribales, y la divinidad t ribal m ás poderosa se conviert e en el dios del Est ado.
El segundo t ipo de cult o señala la coalescencia de Akan con los adoradores sudaneses de
un dios Padre, Odom ankom a, quien pret endía haber creado el universo por sí solo ( véase 4.c) ;
los dirigían, al parecer, caudillos varones elegidos y habían adopt ado la sem ana de siet e días
sum eria. Com o un m it o de t ransacción, se dice ahora que Ngam e dio vida a la creación m uert a
de Odo- m ankom a; y cada divinidad t ribal se conviert e en una de las siet e pot encias
planet arias. Est as pot encias planet arias —com o he supuest o que sucedió t am bién en Grecia
cuando llegó del Orient e el cult o de los Tit anes ( véase 11.3) — form an parej as de varón y
hem bra. La reina m adre del Est ado, com o represent ant e de Ngam e, realiza un casam ient o
sagrado anual con el represent ant e de Odom ankom a, es decir su am ant e elegido, a quien, al
t erm inar el año, los sacerdot es m at an y desuellan. La m ism a práct ica parece haber prevalecido
ent re los griegos ( véase 9.a y 21.5) .
En el t ercer t ipo de cult o el am ant e de la reina m adre se conviert e en rey y es venerado
com o el aspect o m asculino de la Luna, análogam ent e al dios fenicio Baal Ham an; y un
m uchacho que desem peña el papel de rey m uere en subst it ución de él cada año ( véase 30.1) .
La reina m adre delega ent onces los poderes de principal funcionario ej ecut ivo en un visir y se
concent ra en sus propias funciones fert ilizant es rit uales.
En el cuart o t ipo de cult o el rey, habiendo conseguido el hom enaj e de varios reyezuelos,
abroga su aspect o de dios Luna y se proclam a rey Sol al est ilo egipcio (véase 67.1 y 2) .
Aunque sigue celebrando el casam ient o sagrado anual, se libera de la dependencia de la Luna.
En est a et apa el casam ient o pat rilocal reem plaza al m at rilocal, y a las t ribus se les proporciona
ant epasados varones heroicos a los que puedan adorar, com o sucedió en Grecia, aunque la
adoración del sol nunca desaloj ó allí a la adoración del t rueno.
Ent re los akan, cada cam bio en el rit ual de la cort e queda señalado por una agresión al
m it o acept ado de los acont ecim ient os celest iales. Así, si el rey ha nom brado a un port ero real
para dar m ás lust re a su oficio lo ha casado con una princesa, se anuncia que un port ero divino
del Cielo ha hecho lo m ism o. Es probable que el casam ient o de Heracles con la diosa Hebe y su
designación com o port ero de Zeus ( véase 145.i y j ) reflej ara un acont ecim ient o análogo en la
cort e de Micenas; y que los banquet es divinos en el Olim po reflej aran celebraciones análogas
en Olim pia baj o la presidencia conj unt a del rey suprem o de Micenas, sem ej ant e a Zeus, y la
sum a sacerdot isa de Hera en Argos.
Est oy profundam ent e agradecido a Janet Seym our-Sm it h y Kennet h Gay por haberm e
ayudado a dar form a a est e libro, a Pet er y Lalage Green por haber corregido las pruebas de
los prim eros capít ulos, a Frank Seym our- Sm it h por haberm e enviado desde Londres raros
t ext os lat inos y griegos, y a los num erosos am igos, en part icular a Sally Chilver, el Dr. P.
Kayberry y M. G. C. Hodgart , que m e han ayudado a corregir la prim era edición.

R.G.
Deyá, Mallorca,
España

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Los mitos griegos I Robert Graves

ORÍGENES

Not a: Cada m it o se relat a prim eram ent e en form a de narración en la que cada párrafo se
ident ifica con una let ra en cursiva ( a, b, c...) . Las fuent es se dan en not as a pie de página,
num eradas de acuerdo con las referencias del t ext o. Sigue un com ent ario explicat ivo, dividido
en párrafos señalados con núm eros en cursiva ( 1, 2, 3...) . Las referencias cruzadas de una
sección explicat iva a ot ra se hacen dando el núm ero del m it o y el núm ero del párrafo, así:
( 43.4) lleva al lect or al párrafo 4 de la t ercera sección (la explicat iva) del m it o 43.

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Los mitos griegos I Robert Graves

EL MI TO PELASGO DE LA CREACI ÓN

a. En el principio (Eurínom e, la Diosa de Todas las Cosas, surgió desnuda del Caos, pero
no encont ró nada sólido en qué apoyar los pies y, en consecuencia, separó el m ar del
firm am ent o y danzó solit aria sobre sus olas. Danzó hacia el sur y el vient o puest o en
m ovim ient o t ras ella pareció algo nuevo y apart e con que poder em pezar una obra de
creación. Se dio la vuelt a y se apoderó de ese vient o nort e, lo frot ó ent re sus m anos y he aquí
que surgió la gran serpient e Ofión. Eurínom e bailó para calent arse, cada vez m ás
agit adam ent e, hast a que Ofión se sint ió lujurioso, se enroscó alrededor de los m iem bros
divinos y se ayunt ó con la diosa. Ahora bien, el Vient o Nort e, llam ado t am bién Bóreas,
fert iliza; por ello las yeguas vuelven con frecuencia sus cuart os t raseros al vient o y paren
pot ros sin ayuda de un sem ent al 3 . Así fue com o Eurínom e quedó encint a.
b. Luego asum ió la form a de una palom a aclocada en las olas, y a su debido t iem po puso
el Huevo Universal. A pet ición suya Ofión se enroscó siet e veces alrededor de ese huevo, hast a
que se em polló y dividió en dos. De él salieron t odas las cosas que exist en, sus hij os: el sol, la
luna, los planet as, las est rellas, la t ierra con sus m ont añas y ríos, sus árboles, hierbas y
criat uras vivient es.
c. Eurínom e y Ofión est ablecieron su residencia en el m ont e Olim po, donde él irrit ó a la
diosa pret endiendo ser el aut or del Universo. I nm ediat am ent e ella se golpeó en la cabeza con
el t alón le arrancó los dient es de un punt apié y lo dest erró a las oscuras cavernas sit uadas
baj o la t ierra4 .
d. A cont inuación la diosa creó las siet e pot encias planet arias y puso una Tit ánide y un
Tit án en cada una: Thía e Hiperion para el Sol; Febe y At lant e para la Luna; Dione y Cno para
el planet a Mart e; Met is y Ceo para el planet a Mercurio: Tem is y Eurim edont e para el planet a
Júpit er; Tet is y Océano para Venus: Rea y Crono para el planet a Sat urno5 . Pero el prim er
hom bre fue Pelasgo, progenit or de los pelasgos; surgió del suelo de Arcadia, seguido de
algunos ot ros, a los que enseñó a const ruir chozas, alim ent arse de bellot as y coser t únicas de
piel de cerdo com o las que la gent e pobre lleva t odavía en Eubea y Fócida6 .

3
Plinio: Historia natural IV. 35 y VIII. 67; Homero: Ilíada XX. 223.
4
Sólo unos fragmentos poco esclarecidos de este mito prehelénico-sobreviven en la literatura
griega de los cuales los más extensos son los de Apolonio de Rodas. Argonautica i.496-505, y Tzet-
zes: Sobre Licofrón; 1191; pero está implícito en los Místerios Orficos y se puede restaurar, como
se hace arriba, con el Fragmento Berosiano y las cosmogonías tenidas citadas por Philo Byblius y
Damascio; con los elementos cananeos del relato de la creación hebrea; con Higinio (Fábula 197;
véase 62.a) ; con la leyenda beocia de los dientes del dragón (véase 58.5); y con el arte ritual primi-
tivo. Que todos los pelasgos nacieron de Ofión lo indica su sacrificio común, el Peloría (Ateneo: xiv
45.639-40), pues Ofión era un Pelor, o 'serpiente prodigiosa'.
5
Homero: Ilíada v.898; Apolonio de Rodas: ii.1232; Apolodoro: i.1.3; Hesíodo: Teogonía. 133;
Estéfano de Bizancio sub Adana; Aristófanes: Las aves 692 y ss.; Clemente de Roma: Homilías
vi.4.72; Proclo sobre el Timeo de Platón, ii, p. 307.
6
Pausanías: viii.1.2

17
Los mitos griegos I Robert Graves

1. En est e sist em a religioso arcaico no había hast a ent onces dioses ni sacerdot es sino
solam ent e una diosa universal y sus sacerdot isas, pues la m uj er const it uía el sexo dom inant e
y el hom bre era su víct im a asust ada. No se honraba la pat ernidad y se at ribuía la concepción
al vient o, la ingest ión de habichuelas o a la deglución accident al de un insect o; la herencia era
m at rilineal y a las culebras se las consideraba encarnaciones de los m uert os. Eurínom e
( «am plio vagabundeo») era el t ít ulo de la diosa com o la luna visible; su nom bre sum erio era
I ahu ( «palom a em inent e») , t ít ulo que m ás t arde pasó a Jehová com o el Creador. Fue en form a
de palom a com o Marduk la dividió sim bólicam ent e en dos en el Fest ival de Prim avera
babilónico, cuando inauguró el nuevo orden m undial.
2. Ofión, o Bóreas, es la serpient e dem iurgo del m it o hebreo y egipcio; en el art e
m edit erráneo prim it ivo se m uest ra const ant em ent e a la Diosa en su com pañía. Los pelasgos
nacidos de la t ierra, cuya pret ensión parece haber sido que habían brot ado de los dient es de
Ofión. eran originariam ent e, quizás, el pueblo de los «géneros pint ados» neolít ico; llegaron a
la t ierra firm e de Grecia desde Palest ina alrededor de 3500 a. de C.. y los prim eros helenos —
inm igrant es del Asia Menor que habían pasado por las Cicladas— los encont raron ocupando el
Peloponeso set ecient os años después. Pero el nom bre de «pelasgos» llego a aplicarse
vagam ent e a t odos los habit ant es pre- helénicos de Grecia. Así Eurípides ( cit ado por Est rabón
v.2.4.) cuent a que los pelasgos adopt aron el nom bre de «danaides» a la llegada a Argos de
Dánao y sus cincuent a hij as (véase 60.f) . Las censuras de su conduct a licenciosa ( Herodot o:
vi. 137) se refieren probablem ent e a la cost um bre pre-helénica de las orgías erót icas. Est rabón
dice en el m ism o pasaj e que a los que vivían cerca de At enas se los llam aba Pelargi
( «cigüeñas») : quizás esa era su ave t ot ém ica.
3. Los Tit anes ( «señores») y las Tit ánides t enían sus equivalent es en la ast rología
babilonia y palest ina prim it iva, en la que eran deidades que regían los siet e días de la sem ana
planet aria sagrada; y pueden haber sido int roducidas por los cananeos o hit it as, colonia que se
est ableció en el I st m o de Corint o a com ienzos del segundo m ilenio a. de C. ( véase 67.2) , o
t am bién por los heladas prim it ivos. Pero cuando el cult o de los Tit anes fue abolido en Grecia y
la sem ana de siet e días dej ó de figurar en el calendario oficial, su núm ero fue cit ado com o
doce por algunos aut ores, probablem ent e para hacer que correspondieran con los signos del
zodíaco. Hesíodo, Apolodoro, Est éfano de Bizancio, Pausanias y ot ros dan list as cont radict orias
de sus nom bres. En el m it o babilonio los gobernant es planet arios de la sem ana, a saber,
Sam as, Sin, Nergal, Bel, Belt is y Ninib, eran t odos varones, except o Belt is, la diosa del am or;
pero en la sem ana germ ana, que los celt as habían t om ado del Medit erráneo orient al, el
Dom ingo, el Mart es y el Viernes eran gobernados por Tit ánides, en lugar de Tit anes. A j uzgar
por el caráct er divino de las parej as de hij os e hij as de Éolo ( véase 43.4) , y el m it o de Níobe
( véase 77.1) , se decidió, cuando el sist em a llegó por prim era vez a la Grecia pre-helénica
desde Palest ina, em parej ar a una Tit ánide con cada Tit án, com o m edio de salvaguardar los
int ereses de la diosa. Pero ant es de que pasara m ucho t iem po los cat orce quedaron reducidos
a una com pañía m ixt a de siet e. Las pot encias planet arias eran las siguient es: el Sol para la
ilum inación, la Luna para el encant am ient o. Mart e para el crecim ient o, Mercurio para la
sabiduría, Júpit er para la ley. Venus para el am or. Sat urno para la paz. Los ast rólogos griegos
clásicos, de acuerdo con los babilonios, adj udican los planet as a Helio, Selene, Ares, Herm es ( o
Apolo) , Zeus, Afrodit a y Crono, cuyos equivalent es lat inos, cit ados ant eriorm ent e, t odavía dan
el nom bre a las sem anas francesa, it aliana y española.
4. Al final, m ít icam ent e hablando, Zeus devoró a los Tit anes, incluyendo su propio ser
ant erior, puest o que los j udíos de Jerusalén adoraban a un Dios t ranscendent e, com puest o por
t odas las pot encias planet arias de la sem ana, t eoría sim bolizada en el candelabro de siet e
brazos y en los Siet e Pilares de la Sabiduría. Los siet e pilares planet arios elevados cerca de la
Tum ba del Caballo en Espart a est aban, según Pausanias (iii.20.9) , adornados a la m anera
ant igua, y quizá t enían relación con los rit os egipcios int roducidos por los pelasgos (Herodot o:
ii.57) . Si los j udíos t om aron la t eoría de los egipcios, o al cont rario, no se sabe con seguridad;
pero el llam ado Zeus Heliopolit ano, del que t rat a A. B. Cook en su Zeus ( i.570- 76) , era de
caráct er egipcio y llevaba bust os de las siet e pot encias planet arias com o ornam ent os front ales
en su cuerpo y, habit ualm ent e, t am bién bust os de los rest ant es olím picos com o ornam ent os
t raseros. Una est at uilla en bronce de est e dios se encont ró en Tort osa, España; ot ra, en
Biblos, Fenicia; y una est ela de m árm ol de Marsella m uest ra seis bust os planet arios y una
figura de cuerpo ent ero de Herm es —a quien se da t am bién la m ayor prom inencia en las
est at uillas—, probablem ent e com o el invent or de la ast ronom ía. En Rom a, Quint o Valerio

18
Los mitos griegos I Robert Graves

Sorano pret endía igualm ent e que Júpit er era un dios t ranscendent e, aunque allí no se
observaba la sem ana com o en Marsella, Biblos y ( probablem ent e) en Tort osa. Pero a las
pot encias planet arias nunca se les perm it ió influir en el cult o olím pico oficial, pues se las
consideraba no griegas ( Herodot o: i.131) , y por lo t ant o ant ipat riót icas: Arist ófanes ( La paz,
403 y ss.) hace decir a Trigeo que la Luna y «ese viej o bellaco, el Sol» preparan una
conspiración para ent regar Grecia a los persas.
5. La afirm ación de Pausanias de que Pelasgo fue el prim er hom bre t est im onia la
cont inuación de una cult ura neolít ica en Arcadia hast a la época clásica.

LOS MI TOS HOMÉRI CO Y ÓRFI CO DE LA CREACI ÓN

a. Algunos dicen que t odos los dioses y t odas las criat uras vivient es surgieron del Océano
que circunda al m undo y que Tet is fue la m adre de t odos sus hij os7 .
b. Pero los órficos dicen que la Noche de alas negras, diosa por la que incluso Zeus sent ía
un t em or reverent e8 , fue cort ej ada por el Vient o y puso un huevo de plat a en el seno de la
Oscuridad; y que Eros, a quien algunos llam an Fanes, salió de ese huevo y puso el Universo en
m ovim ient o. Eros t enía doble sexo y alas doradas y, com o poseía cuat ro cabezas, a veces
m ugía com o un t oro o rugía com o un león, y ot ras veces silbaba com o una serpient e o balaba
com o un carnero. La Noche, que le dio el nom bre de Ericepayo y Prot ógeno Faet ón 9 vivía en
una cueva con él y se m anifest aba en form a de t ríada: la Noche, el Orden y la Just icia. Delant e
de esa cueva se sent aba la ineludible m adre Rea, t ocando un t am bor de lat ón para capt ar la
at ención de los hom bres sobre los oráculos de la diosa. Panes creó la t ierra, el cielo, el sol y la
luna, pero la diosa t riple gobernó el universo hast a que su cet ro pasó a Urano10 .

1. El m it o de Hom ero es una versión de la fábula de la creación pelasga ( véase 1.2) ,


puest o que Teas reinaba en el m ar com o Eurínom e y Océano circundaba el Universo com o
Ofión.
2. El m it o órfico es ot ra versión, pero influida por una post erior doct rina m íst ica del am or
( Eros) y t eorías acerca de la relación apropiada de los sexos. El huevo de plat a de la Noche
significa la luna, pues la plat a es el m et al lunar. Com o Ericepayo ( «com edor de brezo») el dios
del am or Panes ( «revelador») es una abej a celest ial que zum ba fuert em ent e, hij o de la Gran
Diosa ( véase 18.4) . La colm ena era est udiada com o una república ideal y confirm aba el m it o
de la Edad de Oro, cuando la m iel caía de los árboles (véase 5.b) . Rea t ocaba el t am bor de
lat ón para im pedir que las abej as enj am brasen en el lugar que no correspondía y para evit ar
las m alas influencias, com o las bram aderas ut ilizadas en los Mist erios. Com o Prot ógeno
Faet ont e ( «el brillador prim ogénit o») Fanes es el Sol, del que los órficos hacían un sím bolo de
la ilum inación ( véase 28.d) , y sus cuat ro cabezas corresponden a los anim ales sim bólicos de
las cuat ro est aciones. Según Macrobio, el Oráculo de Colofón ident ificaba a est e Fanes con el

7
Homero: Ilíada xiv.201.
8
Ibíd.: xiv.261.
9
Fragmentos órficos 60,61 y 70

10
Ibíd.: 86

19
Los mitos griegos I Robert Graves

dios suprem o I ao; Zeus ( carnero) con la prim avera: Helio ( león) con el verano; Hades
( serpient e) con el invierno, y Dioniso (t oro) con el Año Nuevo.
El cerro de la Noche pasó a Urano con el advenim ient o del pat riarcado.

3.

EL MI TO OLÍ MPI CO DE LA CREACI ÓN

a. En el principio de t odas las cosas la Madre Tierra em ergió del Caos y dio a luz a su hij o
Urano m ient ras dorm ía. Cont em plándola t iernam ent e desde las m ont añas, él derram ó una
lluvia fért il sobre sus hendiduras secret as, y ella produj o hierbas, flores y ár boles, con los
anim ales y las aves adecuados para cada plant a. La m ism a lluvia hizo que corrieran los ríos y
llenó de agua los lugares huecos, creando así los lagos y los m ares.
b. Sus prim eros hij os de form a sem ihum ana fueron los gigant es de cien m anos llam ados
Enarco, Giges y Cot o. Luego aparecieron los t res feroces Cíclopes de un solo oj o, const ruct ores
de m urallas gigant escas y m aest ros herreros, prim eram ent e de Tracia y luego de Cret a y
Licia11 , a cuyos hij os encont ró Odiseo en Sicilia12 . Se llam aban Bront es, Est éropes y Arges, y
sus espírit us han vivido en las cavernas del volcán Et na desde que Apolo los m at ó en venganza
por la m uert e de Asclepio.
c. Los libios, sin em bargo, pret enden que Garam ant e nació ant es que los cíclopes de cien
m anos y que, cuando surgió de la llanura, ofreció a la Madre Tierra un sacrificio de bellot as
dulces13 .

1. Est e m it o pat riarcal de Urano obt uvo la acept ación oficial baj o el sist em a religioso
olím pico. Urano, cuyo nom bre llegó a significar «el firm am ent o», parece haber conquist ado su
posición com o Prim er Padre al ser ident ificado con el dios past oral Varuna, uno de los que
const it uyen la t rinidad m asculina aria; pero su nom bre griego es una form a m asculina de Ur-
ana ( «reina de las m ont añas», «reina del verano», «reina de los vient os» o «reina de los
bueyes salvaj es») : la diosa en su aspect o orgiást ico del solst icio est ival. El casam ient o de
Urano con la Madre Tierra explica una prim era invasión helénica de la Grecia sept ent rional,
que perm it ió a los adoradores de Varuna alegar que él prohij ó a las t ribus nat ivas que
encont ró allí, aunque reconocían que era hij o de la Madre Tierra. Una enm ienda del m it o
regist rada por Apolodoro, es que la Tierra y el Cielo se dividieron en una lucha m ort al y luego
se volvieron a unir m ediant e el am or. Mencionan est o Eurípides ( Melanipo el sabio, fragm ent o
484, ed. Nauck) y Apolonio de Rodas ( Argonáut ica, i.494) . La lucha m ort al t iene que referirse
al choque ent re los principios pat riarcales y los m at riarcales causado por las invasiones
helénicas. Giges ( «nacido de la t ierra») t iene ot ra form a, gigas ( «gigant e») y los gigant es se
asocian en el m it o con las m ont añas de la Grecia sept ent rional. Briareo ( «fuert e») era llam ado
t am bién Egeón ( I líada, i.403) , y su pueblo puede ser, por lo t ant o, el libio- t racio, cuya diosa
cabra Egis ( véase 8.1) dio su nom bre al m ar Egeo. Cot o era el ant epasado epónim o de los
cot ianos, quienes adoraban a la orgiást ica Cot it o, y difundieron su cult o desde Tracia a t oda la
Europa noroccident al. Est as t ribus son descrit as com o «de cien m anos», quizá porque sus

11
Apolodoro: i.1-2; Eurípides: Crisipo, citado por Sexto Empírico, p. 751; Lucrecio: i.250 y
ii.991 y ss.
12
Homero: Odisea ix.106-566; Apolodoro: iii.10.4.
13
Apolonio de Rodas: iv.1493 y ss.; Píndaro: Fragmento 84, ed. Bergk.

20
Los mitos griegos I Robert Graves

sacerdot isas est aban organizada en colegios de cincuent a, com o las Danaides y las Nereidas: o
t al vez porque los hom bres est aban organizados en grupos guerreros de cien m iem bros, com o
los rom anos prim it ivos.
2. Los cíclopes parecen haber sido un grem io de forj adores de bronce de la Hélade
prim it iva. Cíclope significa «los de oj o anular», y es probable que se t at uaran con anillos
concént ricos en la frent e, en honor del sol. la fuent e del fuego de sus hornos; los t racios
siguieron t at uándose hast a la época clásica (véase 28.2) . Los círculos concént ricos form an
part e del m ist erio del art e de la herrería: para bat ir cuencos, yelm os, o m áscaras rit uales, el
forj ador se guiaba por esos círculos, t razados con com pás alrededor del cent ro del disco plano
en el que t rabaj aba. Los cíclopes t enían t am bién un solo oj o en el sent ido de que los herreros
se cubren con frecuencia un oj o con un parche para evit ar las chispas que vuelan. Más t arde
se olvidó su ident idad y los m it ógrafos ubicaron caprichosam ent e sus espírit us en las cavernas
del Et na, para explicar el fuego y el hum o que salen de su crát er ( véase 35.1) . Exist ía una
est recha vinculación cult ural ent re Tracia, Cret a y Licia; los Cíclopes est aban en su elem ent o
en t odos esos países. La prim it iva cult ura heládica se ext endió t am bién a Sicilia; pero t am bién
es posible que ( com o Sam uel But ler fue el prim ero en sugerir) la com posición siciliana de la
Odisea explique la presencia de los Cíclopes allí ( véase 170.b) . Los nom bres de Bront es,
Est éropes y Arges ( «t rueno», «rayo» y «resplandor») son invenciones post eriores.
3. Garam ant e es el ant epasado epónim o de los garam ant as libios que ocuparon el oasis
de Dj ado, al sur del Fezán, y fueron conquist ados por el general rom ano Balbo en el año 19 a.
de C. Se dice que eran de raza cusit a- beréber y en el siglo I I d. de C. fueron som et idos por los
bereberes lem t a, m at rilineales. Post eriorm ent e se m ezclaron con los aborígenes negros de la
m argen m eridional del Alt o Níger y adopt aron su idiom a. Hoy día sobreviven en una sola aldea
con el nom bre de Korom ant se. Garam ant e se deriva de las palabras gara, m an y t e, que
significan «pueblo del est ado de Gara». Gara parece ser la diosa Ker, o Q're, o Car ( véase 82.6
y 86.2) , que dio su nom bre a los carios, ent re ot ros pueblos, y est aba asociada con la
apicult ura. Las bellot as com est ibles, alim ent o corrient e en el m undo ant iguo ant es de la
int roducción del cereal, se daban en Libia; y la colonia garam ant a de Am m on se unió con la de
Dodona en la Grecia sept ent rional en una liga religiosa que, según Sir Flinders Pet rie, puede
haber t enido su origen ya en el t ercer m ilenio a. de C. Am bos lugares t enían un ant iguo
oráculo- encina ( véase 51.a) . Herodot o describe a los garam ant as com o un pueblo pacífico pero
m uy poderoso, que cult ivaba la palm era, el cereal y el ganado vacuno ( iv.174 y 183) .

4.

DOS MI TOS FI LOSÓFI COS DE LA CREACI ÓN

a. Algunos dicen que al principio reinaba la Oscuridad y de la Oscuridad nació el Caos. De


la unión ent re la Oscuridad y el Caos nacieron la Noche, el Día; el Erebo y el Aire.
De la unión de la Noche y el Erebo nacieron el Hado, la Vej ez, la Muert e, el Asesinat o, la
Cont inencia, el Sueño, los Desvaríos, la Discordia, la Miseria, la Vej ación, Ném esis, la Alegría,
la Am ist ad, la Com pasión, las t res Parcas y las t res Hespérides.
De la unión del Aire y el Día nacieron la Madre Tierra, el Cielo y el Mar.
De la unión del Aire y la Madre Tierra nacieron el Terror, la Ast ucia, la I ra, la Lucha, las
Ment iras, los Juram ent os, la Venganza, la I nt em perancia, la Disput a, el Pact o, el Olvido, el
Tem or, el Orgullo, la Bat alla, y t am bién Océano, Met is y los ot ros Tit anes, Tárt aro y las Tres
Erinias o Furias.
De la unión de la Tierra y el Tárt aro nacieron los Gigant es.
b. De la unión del Mar y sus Ríos nacieron las Nereidas. Pero t odavía no había hom bres
m ort ales, hast a que, con el consent im ient o de la diosa At enea, Prom et eo, hij o de Jápet o, los

21
Los mitos griegos I Robert Graves

form ó a sem ej anza de los dioses. Para ello ut ilizó arcilla y agua de Panopeo en Fócide y At enea
les insufló la vida14 .
c. Ot ros dicen que el Dios de Todas las Cosas —quienquiera que pudiera haber sido, pues
algunos lo llam an Nat uraleza— apareció de pront o en el Caos y separó la t ierra del cielo, el
agua de la t ierra y el aire superior del inferior. Después de desenredar los elem ent os los puso
en el orden debido, t al com o est á en la act ualidad. Dividió la t ierra en zonas, unas m uy
calurosas, ot ras m uy frías y algunas t em pladas; la m oldeó en form a de llanuras y m ont añas, y
la revist ió con hierba y árboles. Sobre ella puso el firm am ent o rodant e, al que t achonó con
est rellas, y asignó posiciones a los cuat ro vient os. Pobló t am bién las aguas con peces, la t ierra
con anim ales y el cielo con el sol, la luna y los cinco planet as. Finalm ent e, hizo al hom bre —
quien, único ent re t odos los anim ales, alza su rost ro hacia el cielo y observa el sol, la luna y
las est rellas—, a m enos que sea ciert o que Prom et eo, hij o de Jápet o, hizo el cuerpo del
hom bre con agua y arcilla, y que el alm a le fue proporcionada por ciert os elem ent os divinos
errant es que habían sobrevivido desde la Prim era Creación 15 .

1. En la Teogonía de Hesíodo —en la que se basa el prim ero de est os m it os filosóficos—


la list a de abst racciones queda confusa con las Nereidas, los Tit anes y los Gigant es, a los que
se considera obligado a incluir. Tant o las Tres Parcas com o las Tres Hespérides son la t riple
diosa Luna en su aspect o m ort ífero.
2. El segundo m it o, que se encuent ra sólo en Ovidio, fue t om ado por los griegos
post eriores del poem a épico babilonio de Gilgam esh, la int roducción del cual relat a la creación
part icular por la diosa Aruru del prim er hom bre, Eabani. con un t rozo de arcilla; pero, aunque
Zeus había sido el Señor Universal durant e m uchos siglos, los m it ógrafos se vieron obligados a
adm it ir que el Creador de t odas las cosas podía haber sido una Creadora. Los j udíos, com o
herederos del m it o de la creación «pelasgo» o cananeo, t am bién se habían sent ido incóm odos:
en el relat o del Génesis una hem bra «Espírit u del Señor» em polla en la superficie de las aguas,
aunque no pone el huevo del m undo; y Eva, «la Madre de Todo lo Vivient e», recibe la orden de
m achacar la cabeza de la Serpient e, aunque ést a no est á dest inada a descender al Abism o
hast a el fin del m undo.
3. I gualm ent e, en la versión t alm údica de la creación, el arcángel Miguel —equivalent e
de Prom et eo— form a a Adán con polvo por orden, no de la Madre de Todo lo Vivient e, sino de
Jehová. Jehová le insufla luego la vida y le da a Eva que, com o Pandora, lleva la desgracia a la
hum anidad (véase 39.j ) .
4. Los filósofos griegos dist inguían al hom bre prom et eico de la creación im perfect a
nacida de la t ierra, part e de la cual fue dest ruida por Zeus, y el rest o arrast rada en el Diluvio
Deucalioniano ( véase 38.c) . Casi la m ism a dist inción se encuent ra en el Génesis vi.2 - 4 ent re
los «hij os de Dios» y las «hij as de los hom bres», con la que se casaron.
5. Las lápidas referent es a Gilgam esh son post eriores y equívocas; en ellas se at ribuye
t oda la creación a la «Brillant e Madre del Vacío» —Aruru es sólo uno de los m uchos t ít ulos de
est a diosa— y el t em a principal es una rebelión cont ra su orden m at riarcal, descrit a com o de
com plet a confusión, por los dioses del nuevo orden pat riarcal. Marduk, el dios babilonio de
ciudad, t erm ina venciendo a la diosa en la persona de Tiam at , la sierpe m arina; y luego se
anuncia con descaro que él, y nadie m ás, creó las hierbas, las t ierras, los ríos, los anim ales,
las aves y la hum anidad. Est e Marduk era un diosecillo advenedizo cuya pret ensión de haber
vencido a Tiam at y creado el m undo había sido alegada ant eriorm ent e por el dios Bel; Bel era
una form a m asculina de Belili, la diosa Madre sum eria. La t ransición del m at riarcado al
pat riarcado parece haberse realizado en la Mesopot am ia, com o en ot ras part es, m ediant e la

14
Hesíodo: Teogonía 211-32; Higinio; Fábulas, Proemio; Apolodoro: i.7.1; Luciano: Prometeo
en el Caucaso 13; Pausanias: x.4.3.
15
Ovidio: Metamorfosis i-ii.

22
Los mitos griegos I Robert Graves

rebelión del consort e de la Reina, en quien había delegado el poder ej ecut ivo perm it iéndole
que adopt ase su nom bre, sus vest iduras y sus inst rum ent os sagrados ( véase 136.4) .

LAS CI NCO EDADES DEL HOMBRE

a. Algunos niegan que Prom et eo creara a los hom bres, o que algún hom bre brot ara de
los dient es de una serpient e. Dicen que la Tierra los produj o espont áneam ent e, com o el m ej or
de sus frut os, especialm ent e en la región del Át ica16 , y que Alalcom eneo fue el prim er hom bre
que apareció, junt o al lago Copáis en Beocia, incluso ant es que exist iera la Luna. Act uó com o
consej ero de Zeus, con ocasión de su querella con Hera, y com o t ut or de At enea cuando ést a
era t odavía una m uchacha17 .
b. Est os hom bres const it uían la llam ada raza de oro; eran súbdit os de Crono, vivían sin
preocupaciones ni t rabaj o, com ían solam ent e bellot as, frut os silvest res y la m iel que dest ilaban
los árboles, bebían leche de ovej a y cabra, nunca envej ecían, bailaban y reían m ucho; para
ellos la m uert e no era m ás t errible que el sueño. Todos ellos han desaparecido, pero sus
espírit us sobreviven com o genios de los felices lugares de ret iro rúst icos, donant es de buena
fort una y m ant enedores de la j ust icia.
c. Luego vino una raza de plat a, com edora de pan, t am bién de creación divina. Los
hom bres est aban com plet am ent e som et idos a sus m adres y no se at revían a desobedecerlas,
aunque podían vivir hast a los cien años de edad. Eran pendencieros e ignorant es y nunca
ofrecían sacrificios a los dioses, pero al m enos no se hacían m ut uam ent e la guerra. Zeus los
dest ruyó a t odos.
d. A cont inuación vino una raza de bronce, hom bres que cayeron com o frut os de los
fresnos y est aban arm ados con arm as de bronce. Com ían carne y pan, y les com placía la
guerra, pues eran insolent es y crueles. La pest e t erm inó con t odos.
e. La cuart a raza de hom bres era t am bién de bronce, pero m ás noble y generosa, pues la
engendraron los dioses en m adres m ort ales. Pelearon gloriosam ent e en el sit io de Tebas, la
expedición de los argonaut as y la guerra de Troya. Se convirt ieron en héroes y habit an en los
Cam pos Elíseos.
f. La quint a raza es la act ual de hierro, indignos descendient es de la cuart a. Son
degenerados, crueles, inj ust os, m aliciosos, libidinosos, m alos hij os y t raicioneros18 .

1. Aunque el m it o de la Edad de Oro se rem ont a finalm ent e a una t radición de


subordinación t ribal a la diosa Abej a, la barbarie de su reinado en la época pre- agrícola había
sido olvidada en t iem pos de Hesíodo y lo único que quedaba era una convicción idealist a de
que en ot ro t iem po los hom bres habían convivido en arm onía m ut ua com o las abej as ( véase
2.2) . Hesíodo era un pequeño agricult or y la vida dura que vivía le hacía m alhum orado y
pesim ist a. El m it o de la raza de plat a t am bién dej a const ancia de las condiciones m at riarcales,
com o las que sobrevivían en la época clásica ent re los pict os, los m oesinoequianos del Mar
Negro ( véase 151.e) y algunas t ribus de las Baleares, Galicia y el golfo de Sirt e, baj o las
cuales los hom bres seguían siendo un sexo despreciado, aunque se había int roducido la

16
Platón: Menexeno: 6-7.
17
Hipólito: Refutación de todas las herejías v.6.3; Eusebio: Preparación para el Evangelio
iii.1.3.
18
Hesíodo: Los trabajos y los días 109-201, con escoliasta
23
Los mitos griegos I Robert Graves

agricult ura y las guerras no eran frecuent es. La plat a es el m et al de la diosa Luna. Los
m iem bros de la t ercera raza eran los invasores helenos prim it ivos; past ores de la Edad de
Bronce que adopt aron el cult o del fresno de la diosa y su hij o Posidón (véase 6.4 y 57.1) . La
cuart a raza era la de los reyes guerreros de la época m icénica. La quint a la const it uían los
dorios del siglo XI I a. de C., quienes em pleaban arm as de hierro y dest ruyeron la civilización
m icénica.
Alalcom eneo («guardián») es un personaj e fict icio, una form a m asculina de Alalcom enia,
t ít ulo de At enea ( I líada, iv.8) com o guardiana de Beocia. Sirve al dogm a pat riarcal de que
ninguna m uj er, ni siquiera una diosa, puede ser sabia sin inst rucción m asculina, y de que la
diosa Luna y la Luna m ism a fueron creaciones post eriores de Zeus.

LA CASTRACI ÓN DE URANO

a. Urano engendró a los Tit anes en la Madre Tierra después de haber arroj ado a sus hij os
rebeldes, los Cíclopes, al Tárt aro, lugar t enebroso en el m undo subt erráneo que se halla A la
m ism a dist ancia de la t ierra que la t ierra del cielo; un yunque que cayera t ardaría nueve días
en llegar a su fondo. En venganza, la Madre Tierra incit ó a los Tit anes a que at acaran a su
padre, y ellos lo hicieron, encabezados por Crono, el m ás j oven de los siet e, al que ella arm ó
con una hoz de pedernal. Sorprendieron a Urano m ient ras dorm ía y fue con esa hoz de
pedernal con lo que le cast ró el cruel Crono, asiendo sus órganos genit ales con la m ano
izquierda ( la que desde ent onces ha sido la m ano de m al agüero) , y luego los arroj ó al m ar.
j unt o con la hoz, desde el cabo Drépano. Pero algunas got as de la sangre que fluía de la herida
cayeron sobre la Madre Tierra, y ést a dio a luz a las Tres Erinias, furias que vengan los
crím enes de parricidio y perj urio y se llam an Alect o, Tisífone y Megera. Las ninfas del fresno,
llam adas Melíades, nacieron t am bién de esa sangre.
b. Los Tit anes pusieron en libert ad a los Cíclopes que est aban en el Tárt aro y concedieron
la soberanía de la t ierra a Crono.
Sin em bargo, t an pront o com o Crono se encont ró en el m ando suprem o volvió a confinar
a los Cíclopes en el Tárt aro, j unt am ent e con los gigant es de cien m anos, t om ó com o esposa a
su herm ana Rea y gobernó en Elide19 .

1. Hesíodo, quien regist ra el m it o, era cadm eo, y los cadm eos provenían del Asia Menor
( véase 59.5) , probablem ent e a causa de la caída del im perio hit it a, y llevaron consigo la fábula
de la cast ración de Urano. Se sabe, no obst ant e, que el m it o no era de creación hit it a, pues se
ha descubiert o una versión hurrit a ( horit a) ant erior. La versión de Hesíodo puede reflej ar una
alianza ent re los diversos pobladores pre-helénicos de la Grecia cent ral y m eridional, cuyas
t ribus dom inant es favorecían el cult o de los Tit anes, cont ra los invasores helenos prim it ivos
provenient es del nort e. Obt uvieron el t riunfo en la guerra, pero inm ediat am ent e después
reclam aron la soberanía sobre los nat ivos sept ent rionales a los que habían liberado. La
cast ración de Urano no es necesariam ent e m et afórica si algunos de los vencedores provenían
del África orient al, donde, hast a el present e, los guerreros gallas llevan al com bat e una hoz en
m iniat ura para cast rar a sus enem igos; hay est rechas afinidades ent re los rit os religiosos del
est e de África y los de la Grecia prim it iva.

19
Hesíodo: Teogonía 133-87 y 616-23; Apolodoro: i.1.4-5; Servio sobre la Eneida de Virgilio
v.801.

24
Los mitos griegos I Robert Graves

2. Los griegos post eriores leían «Crono» com o Chronos. «Padre Tiem po» con su hoz
im placable. Pero se le represent a en com pañía de un cuervo, com o, a Apolo, Asclepio, Sat urno
y al dios brit ánico prim it ivo Bran; y cronos significa probablem ent e «cuervo», com o la palabra
lat ina cornix y la griega corone. El cuervo era una ave oracular y se suponía que albergaba el
alm a de un rey sagrado después de su sacrificio ( véase 25.5 y.50.1) .
3. Aquí las t res Erinias, o Furias, que nacieron de las got as de la sangre de Urano, son la
t riple diosa m ism a; es decir, que durant e el sacrificio del rey, dest inado a hacer que
fruct ificasen los sem brados y huert os, sus sacerdot isas debían llevar m áscaras de Gorgona
am enazadoras para ahuyent ar a los visit ant es profanos. Sus órganos genit ales parecen haber
sido arroj ados al m ar para est im ular la procreación de los peces. El m it ógrafo ent iende que las
vengat ivas Erinias aconsej aron a Zeus que no cast rara a Crono con la m ism a hoz, pero su
función original consist ía en vengar daños causados solam ent e a una m adre, o a un suplicant e
que pedía la prot ección de la diosa del Hogar ( véase 105.k, 107.d y 113.a) , y no a un padre.
4. Las ninfas del fresno son las t res Furias en est ado de ánim o m ás benigno: el r ey
sagrado est aba dedicado al fresno, em pleado originalm ent e en las cerem onias para provocar la
lluvia ( véase 57.1) . En Escandinavia llegó a ser el árbol de la m agia universal; las Tres
Norm as, o Parcas, dispensaban la j ust icia baj o un fresno del que Odín, al reclam ar la
pat ernidad de la hum anidad, hizo su corcel m ágico. Las m uj eres deben haber sido las prim eras
hacedoras de lluvia en Grecia, igual que en Libia.
5. Las hoces de hueso neolít icas, dent adas con pedernal u obsidiana, parecen haber
seguido en uso rit ual m ucho t iem po después de su sust it ución, com o inst rum ent os agrícolas,
por hoces de bronce y hierro.
6. Los hit it as hacen que Kum arbi ( Crono) arranque de un m ordisco los órganos genit ales
del dios del Cielo Anu ( Urano) , t rague part e del sem en y escupa el rest o sobre el m ont e
Kansura, donde se conviert e en una diosa; el Dios del Am or así concebido por él es cort ado de
su cost ado por Ea, el herm ano de Anu. Est os dos nacim ient os fueron com binados por los
griegos en la fábula de cóm o Afrodit a surgió de un m ar im pregnado por, los órganos genit ales
cort ados de Urano ( véase 10.b) . Kum arbi da nacim ient o luego a un hij o ext raído de su m uslo
—del m ism o m odo en que Dionisio volvió a nacer de Zeus ( véase 27.b) —, quien viaj a en un
carro de t em pest ad t irado por un t oro y va en ayuda de Anu. El «cuchillo que separó la t ierra
del cielo» se encuent ra en la m ism a fábula com o el arm a con que el hij o de Kum anbi, el
gigant e Ullikum m i nacido de la t ierra, es dest ruido ( véase 35.4) .

7.

EL DESTRONAMI ENTO DE CRONO

a. Crono se casó con su herm ana Rea, a quien est á consagrado el roble20 . Pero la Madre
Tierra y su m oribundo padre Urano profet izaron que uno de sus hij os lo dest ronaría. En
consecuencia, cada año devoraba a los hij os que le daba Rea: prim eram ent e a Hest ia, luego a
Dem ét er y Hera, y m ás t arde a Hades y Posidón 21 .
b. Rea est aba furiosa. Dio a luz a Zeus, su t ercer hij o, en plena noche en el m ont e Liqueo
de Arcadia, donde ninguna criat ura proyect a su som bra22 y, después de bañarlo en el río Neda,
lo ent regó a la Madre Tierra, quien lo llevó a Lict o en Cret a y lo ocult ó en la cueva de Dict e en
el m ont e Egeo. La Madre Tierra lo dej ó allí para que lo criaran Adrast ea, una ninfa del Fresno,
su herm ana I o, hij as am bas de Meliseo, y la ninfa-cabra Am alt ea. Se alim ent aba de m iel y

20
Escoliasta sobre Apolonio de Rodas: i.1124.
21
Apolodoro: i.1.5; Hesíodo: Teogonía 453-67.
22
Polibio: xvi.12.6 y ss.; Pausanias: viii.38.5.

25
Los mitos griegos I Robert Graves

bebía la leche de Am alt ea, con el chivo Pan, su herm ano adopt ivo. Zeus est aba agradecido a
las t res ninfas por su bondad y cuando llegó a ser el Señor del Universo puso la im agen de
Am alt ea ent re las est rellas, com o Capricornio23 y Tam bién t om ó uno de sus cuernos, que
parecía el de una vaca, y se lo dio a las hij as de Meliseo; se convirt ió en la fam osa Cornucopia,
o cuerno de la abundancia, que est á siem pre lleno de t odos los alim ent os o bebidas que su
poseedor pueda desear. Pero algunos dicen que Zeus fue am am ant ado por una cerda y
cabalgaba m ont ado en su lom o, y que perdió su cordón um bilical en Onfalión, cerca de
Cnosos24 .
c. Alrededor de la cuna dorada del niño Zeus, la cual colgaba de un árbol ( para que
Cronos no lo pudiera encont rar ni en el cielo, ni en la t ierra, ni en el m ar) se hallaban los
Cúreles arm ados, hij os de Rea. Golpeaban sus lanzas cont ra los escudos y grit aban para
ahogar el llant o del niño, por t em or a que Crono pudiera oírlo desde lej os. Rea había envuelt o
una piedra en pañales y la había ent regado a Crono en el m ont e Taum acio de Arcadia y él la
había devorado, creyendo que devoraba al niño Zeus. Sin em bargo, Crono descubrió lo que
había sucedido y persiguió a Zeus, quien se t ransform ó a sí m ism o en una serpient e y a sus
nodrizas en osos: de aquí las const elaciones de la Serpient e y las Osas25 .
d. Zeus llegó a la virilidad ent re los past ores del I da, ocupando ot ra cueva; luego buscó
por t odos lados a Met is y la Tit ánide, quien vivía j unt o a la corrient e del Océano. Por consej o
de ella visit ó a su m adre Rea y le pidió que le nom brara copero de Crono. Rea le ayudó de
buena gana en su venganza; le proporcionó la pócim a em ét ica que Met is le había encargado
m ezclar con la bebida dulce de Crono. Cuando Crono hubo bebido en abundancia vom it ó
prim eram ent e la piedra y luego a los herm anos y herm anas m ayores de Zeus. Salieron ilesos
y, en agradecim ient o, le pidieron que los encabezara en una guerra cont ra los Tit anes, quienes
eligieron al gigant e At lant e com o j efe, pues Crono había pasado ya de la flor de la vida26 .
e. La guerra duró diez años, pero al final la Madre Tierra profet izó la vict oria para su
niet o Zeus si ést e t om aba com o aliados a aquellos a quienes Crono había confinado en el
Tárt aro; en consecuencia, se acercó secret am ent e a Cam pe, la viej a carcelera del Tárt aro, la
m at ó, le quit ó las llaves y después de poner en libert ad a los Cíclopes y a los gigant es de las
cien m anos, los fort aleció con com ida y bebida divinas. En consecuencia los Cíclopes le dieron
a Zeus el rayo com o arm a ofensiva, a Hades un yelm o que la hacía invisible, y a Posidón un
t rident e. Después de celebrar los t res herm anos un consej o de guerra. Hades se present ó
invisible ant e Crono para robarle sus arm as; y m ient ras Posidón le am enazaba con el t rident e,
desviando de est e m odo su at ención, Zeus lo derribó con el rayo. Los t res gigant es de las cien
m anos alzaron rocas y las arroj aron cont ra los dem ás Tit anes y un grit o súbit o de la Cabra- Pan
los puso en fuga. Los dioses los persiguieron. Crono y t odos los Tit anes vencidos, except o
At lant e, fueron dest errados a una isla brit ánica del lej ano oest e ( o, según algunos, confinados
en el Tárt aro) , baj o la guardia de los gigant es de las cien m anos. No volvieron a pert urbar la
Hélade. A At lant e pese a ser su j efe de guerra, se le im puso un cast igo ej em plar, ordenándole
sost ener el firm am ent o sobre sus espaldas; pero se perdonó a las Tit ánides, en at ención a
Met is y Rea27 .

23
Higinio: Astronomía poética ii.13; Arato: Fenómenos 163; Hesíodo: loc. cit.
24
Filemón: Fragmento Ptergio i.l y ss.; Apolodoro: i.1.6; Ateneo: 375f. y 376a; Calímaco: Him-
no a Zeus 42.
25
Hesíodo: 485 y ss.; Apolodoro: i.1.7; Primer Mitógrafo Vaticano: 104: Calímaco: Himno a
Zeus 52 y ss.; Lucrecio: ii.633-9; Escoliasta sobre Arato: v.46; Higinio: Fábula 139.
26
Higinio: loc. cit.; Apolodoro: loc. cit.; Hesíodo: loc. cit.
27
Hesíodo: loc. cit.; Higinio: fábula 118; Apolodoro: i.1.7 y i.2.1; Calímaco: Himno a Zeus 52 y
ss.; Diodoro Sículo: v.70; Eratóstenes: Catasterismoi 21; Pausanías: viii.8.2; Plutarco: Por qué ca-
llan los oráculos 16.

26
Los mitos griegos I Robert Graves

f. Zeus m ism o inst aló en Belfos la piedra que había vom it ado Crono. Est á t odavía allí, se
la unt a const ant em ent e con aceit e y se ofrecen sobre ella hebras de lana dest ej ida28 .
g. Algunos dicen que Posidón no fue devorado ni vom it ado, sino que Rea dio a Crono en
lugar de él un pot ro, y lo ocult ó ent re las m anadas de caballos29 . Y los cret enses, que son
m ent irosos, refieren que Zeus nace cada año en la m ism a cueva con un fuego cent elleant e y
un chorro de sangre, y que cada año m uere y lo en-t ierran 30 .

1. Rea, igualada con Crono com o Tit ánide del sépt im o día, puede ser igualada con Dione,
o Diana, la t riple diosa del cult o de la palom a y el roble ( véase 11.2) . La podadera que llevaba
Sat urno, el equivalent e lat ino de Crono. t enía la form a de pico de cuervo y al parecer se
ut ilizaba en el sépt im o m es del año sagrado de t rece m eses para cast rar el roble podándole el
m uérdago ( véase 50.2) , del m ism o m odo en que se ut ilizaba una hoz rit ual para segar la
prim era espiga de t rigo. Est o daba la señal para el sagrado sacrificio de Zeus-rey; y en At enas,
Crono, que com part ía un t em plo con Rea, era adorado com o el dios de la Cebada, Sábado,
anualm ent e cercenado en el sem brado y llorado com o Osiris o Lit ierses o Mañeros ( véase
136.e) . Pero en la época a que se refieren est os m it os se perm it ía ya a los reyes prolongar sus
reinados hast a un Año Grande de cien lunaciones y ofrecer víct im as anuales de niños en su
lugar; de aquí que se describa a Crono com o devorando a sus propios hij os para evit ar el
dest ronam ient o. Porfirio ( Sobre la abst inencia, ii.56) nos cuent a que los Curet es cret enses
solían ofrecer sacrificios de niños a Crono en la ant igüedad.
2. En Cret a se sust it uyó pront o a la víct im a hum ana por un cabrit o; en Tracia, por un
t ernero; ent re los adoradores eolios de Posidón, por un pot ro; pero en los dist rit os at rasados
de Arcadia t odavía se com ía sacrificialm ent e a niños, incluso en la era crist iana. No est á claro
si el rit ual eleo era ant ropófago, o si, por ser Crono un Cuervo- Tit án, se alim ent aba a los
cuervos sagrados con la víct im a sacrificada.
3. El nom bre de Am alt ea. «t ierna», dem uest ra que fue una diosa doncella; lo era una
diosa- ninfa orgiást ica ( véase 56.1) ; Adrast ea significa «la I nevit able», la Viej a oracular del
ot oño. Junt as form aban la habit ual t ríada de la Luna. Los griegos post eriores ident ificaron a
Adrast ea con la diosa past oral Ném esis, del fresno que produce la lluvia, la que se había
convert ido en una diosa de la venganza ( véase 32.2) . lo era represent ada en Argos com o una
vaca blanca en celo —algunas m onedas cret enses de Praesus m uest ran a Zeus am am ant ado
por ella—, pero Am alt ea, que vivía en la «Colina de la Cabra», fue siem pre una cabra; y
Meliseo ( «hom bre de m iel») , el padre de Adrast ea e I o, es en realidad su m adre Melisa, la
diosa com o abej a- reina, quien m at aba anualm ent e a su consort e varón. Tant o Diodoro Sículo
( v.70) com o Calím aco ( Him no a Zeus, 49) hacen que las abej as alim ent en al niño Zeus. Pero a
su m adre adopt iva se la describe t am bién a veces com o una cerda, porque ése era uno de los
em blem as de las diosas viej as ( véase 74.4 y 96.2) . En las m onedas cidonias es una perra,
com o la que am am ant ó a Neleo (véase 68.d) . Las osas son los anim ales de Árt em is (véase
22.4 y 80.c) —los Curet es asist ían a sus holocaust os— y Zeus com o serpient e es Zeus Ct esio,
prot ect or de los alm acenes, porque las serpient es acaban con los rat ones.
4. Los Curet es eran los com pañeros arm ados del rey sagrado, y el chocar de sus arm as
t enía por finalidad ahuyent ar a los dem onios durant e las cerem onias rit uales ( véase 30.a) . Su
nom bre, que los griegos post eriores int erpret aban com o «j óvenes que se han afeit ado el
cabello», probablem ent e significaba «devot os de Ker o Car», t ít ulo m uy difundido de la t riple
diosa ( véase 57.2) . Heracles obt uvo su cornucopia del t oro Aqueloo ( véase 142.d) , y el
enorm e t am año de los cuernos de las cabras m ont eses de Cret a ha hecho que los m it ógrafos
que no conocen Cret a hayan dado a Am alt ea un cuerno de vaca anóm alo.

28
Pausanias: x.24.5.
29
Ibíd.: viii.8.2.
30
Antonino Liberalis: Transformaciones 19; Calímaco: Himno a Zeus 8.

27
Los mitos griegos I Robert Graves

5. Los helenos invasores parecen haber ofrecido su am ist ad a la población pre-helénica


que profesaba el cult o de los Tit anes, pero poco a poco separaron de ellos a sus súbdit os
aliados e invadieron el Peloponeso. La vict oria de Zeus en alianza con los gigant es de cien
m anos sobre los Tit anes de Tesalia, según Thallus, hist oriador del siglo prim ero, cit ado por
Taciano en su Alocución a los griegos, t uvo lugar «322 años ant es del sit io de Troya», es decir,
en 1505 a. de C., fecha adm isible para una ext ensión del poderío heleno en Tesalia. La
concesión de la soberanía a Zeus recuerda un acont ecim ient o análogo de la epopeya de la
creación babilonia, cuando Marduk recibió poderes para luchar cont ra Tiam at de sus herm anos
m ayores Lahm u y Laham u.
6. La herm andad de Hades. Posidón y Zeus recuerda la de la t rinidad m asculina védica —
Mit ra, Varuna e I ndra— (véase 3.1 y 132.5) que aparece en un t rat ado hit it a que ha sido
fechado alrededor de 1380 a. de C.; pero en est e m it o parecen represent ar t res invasiones
helenas sucesivas llam adas com únm ent e j onia, eolia y aquea. Los adoradores pre-helenos de
la diosa Madre asim ilaron a los j onios, que se convirt ieron en hij os de I o; dom eñaron a los
eolios, pero fueron arrollados por los aqueos. Los caudillos helenos prim it ivos, quienes se
convirt ieron en reyes sagrados de los cult os del roble y del fresno, adopt aron los t ít ulos de
«Zeus» y «Posidón» y se les obligaba a m orir al final de su reinado est ablecido ( véase 45.2) .
Esos dos árboles t ienden a at r aer el rayo y, por lo t ant o, figuran en las cerem onias populares
para conseguir la lluvia y el fuego en t oda Europa.
7. La vict oria de los aqueos puso fin a la t radición de los sacrificios reales. Clasificaron a
Zeus y Posidón ent re los inm ort ales, y represent aban a am bos arm ados con el rayo: un hacha
doble de pedernal que en ot ro t iem po había m anej ado Rea y que en las religiones m inoica y
m icénica no podía ser ut ilizada por los varones ( véase 131.6) . Más t arde el rayo de Posidón se
convirt ió en un arpón de pesca de t res púas, pues sus principales devot os se habían hecho
m arinos; en t ant o que Zeus conservó el suyo com o sím bolo de la soberanía suprem a. El
nom bre de Posidón, que a veces se escribía Pot idan, puede haber sido t om ado del de su diosa
m adre, del cual recibió el suyo la ciudad de Pot idea, «la diosa del agua del I da»; I da
significaba t oda m ont aña boscosa. Que los gigant es de las cien m anos guardaran a los Tit anes
en el lej ano oest e puede significar que los pelasgos, ent re cuyos rest os se hallaban los
cent auros de Magnesia —cent auro es quizás análogo al lat ino cent uria, «grupo guerrero de
cien hom bres»— no abandonaron su cult o de los Tit anes y siguieron creyendo en un Paraíso
sit uado en el Lej ano Oest e y en que At lant e sost enía el firm am ent o.
8. El nom bre de Rea es probablem ent e una variant e de Era. «t ierra»; su ave principal
era la palom a y su anim al m ás im port ant e el león de m ont aña. El nom bre de Dem ét er significa
«diosa de la Cebada»; Hest ia (véase 20.c) es la diosa del hogar dom ést ico. La piedra de
Delfos, ut ilizada en las cerem onias para provocar la lluvia, parece haber sido un m et eorit o de
gran t am año.
9. Dict e y el m ont e Liqueo eran ant iguas sedes del cult o de Zeus. Un sacrificio de fuego
se ofrecía probablem ent e en el m ont e; Liqueo, donde ninguna criat ura proyect aba su som bra;
es decir, al m ediodía en el solst icio de verano; pero Pausanias añade que si bien en Et iopía
cuando el sol est á en Cáncer los hom bres no proyect an som bras, ést e es invariablem ent e el
caso en el m ont e Liqueo. Quizás se t rat e de un j uego de palabras: a nadie que violaba aquel
recint o se le perm it ía seguir viviendo (Arat o: Fenóm enos, 91) , y era bien sabido que los
m uert os no arroj an som bras ( Plut arco: Cuest iones griegas 39) . La caverna de Psicro,
considerada habit ualm ent e com o la Caverna Dict ea, est á m al ubicada para que sea la
verdadera, que t odavía no ha sido descubiert a. Onfalión ( «om bliguit o») sugiere la ubicación de
un oráculo (véase 20.2) .
10. El grit o súbit o de Pan que at errorizó a los Tit anes se hizo proverbial y ha dado la voz
«pánico» ( véase 26.c) .

28
Los mitos griegos I Robert Graves

8.

EL NACI MI ENTO DE ATENEA

a. Según los pelasgos, la diosa At enea nació j unt o al lago Trit onis en Libia, donde la
encont raron y criaron las t res ninfas de Libia, quienes vest ían pieles de cabra31 . Cuando era
niña m at ó a su com pañera de j uegos, Palas, por accident e, m ient ras libraban un com bat e
am ist oso con lanza y escudo, y en señal de pesar puso el nom bre de Palas delant e del suyo.
Fue a Grecia pasando por Cret a y vivió al principio en la ciudad de At enas, j unt o al río Trit ón
de la Beocia32 .

1. Plat ón ident ificó a At enea, pat rona de At enas, con la diosa libia Neit h, que pert enecía a
una época en la que no se reconocía la pat ernidad ( véase 1.1) . Neit h t enía un t em plo en Sais,
donde t rat aron bien a Solón por el sim ple hecho de ser at eniense ( Plat ón: Tim eo, 5) . Las
sacerdot isas vírgenes de Neit h libraban anualm ent e un com bat e arm ado ( Herodot o: iv, 180) ,
al parecer por el cargo de Sum a Sacerdot isa. El relat o de Apolodoro (iii.12.3) de la lucha ent re
At enea y Palas es una versión pat riarcal post erior; dice que At enea, nacida de Zeus y criada
por el dios río Trit ón, m at ó accident alm ent e a su herm ana adopt iva Palas, hij a del dios río
Trit ón, porque Zeus int erpuso su égida cuando Palas est aba a punt o de golpear a At enea y así
dist raj o su at ención. Sin em bargo, la égida, un zurrón m ágico de piel de cabra que cont enía
una serpient e y est aba prot egido por una m áscara de Gorgona, pert enecía a At enea m ucho
ant es de que Zeus pret endiera ser su padre (véase 9.d) . Los delant ales de piel de cabra eran
la vest im ent a habit ual de las m uchachas libias, y Palas significa m eram ent e «doncella» o
«j oven», Herodot o dice ( iv.189) : «La vest im ent a de At enea y la égida fueron t om adas por los
griegos de las m uj eres libias, que van vest idas exact am ent e del m ism o m odo, except o que sus
vest idos de cuero est án orlados con correas y no con serpient es». Las m uchachas et íopes
t odavía llevan est a vest im ent a, que a veces adornan con cipreas, un sím bolo j ónico. Herodot o
añade aquí que los fuert es grit os de t riunfo, ololu, ololu, lanzados en honor de At enea (I líada.
vi. 297- 301) , eran de origen libio. Trit one significa «la t ercera reina», es decir, el m iem bro
m ayor de la t ríada —m adre de la doncella que com bat ió con Palas y de la ninfa en la que se
convirt ió—, así com o Coré- Perséfone era hij a de Dem ét er ( véase 24.3) .
2. Los hallazgos de cerám ica sugieren una inm igración libia en Cret a ya en el año 4000
a. de C., y gran núm ero de refugiados libios adoradores de la diosa provenient es del Delt a
occident al parecen haber llegado allí cuando el Alt o y el Baj o Egipt o se unieron forzosam ent e
baj o la prim era dinast ía alrededor del año 3000 a. de C. Poco t iem po después com enzó la
Prim era Era Minoica y la cult ura cret ense se ext endió hast a la Tracia y la Grecia helénica
prim it iva.
3. Ent re ot ros personaj es m it ológicos que se llam aban Palas se hallaba el Tit án que se
casó con el río Est igia y engendró en ella a Zelus ( «fervor») , Grat o ( «vigor») , Bia ( «fuerza») y
Nike ( «vict oria») ( Hesíodo: Teogonía, 376 y 383; Pausanias: vii.26.5; Apolodoro: 2.2.4) ; era
quizás una alegoría del delfín pelopiano consagrado a la diosa Luna ( véase 108.5) . Hom ero
llam a a ot ros Palas «el padre de la luna» ( Him no hom érico a Herm es, 100) . Un t ercero
engendró a los cincuent a palánt idas, enem igos de Teseo ( véase 97.g y 99.a) , que parecen
haber sido originalm ent e sacerdot isas com bat ient es de At enea. Un cuart o era descrit o com o
padre de At enea ( véase 9.a) .

31
Apolonio de Rodas: iv.1310.
32
Apolodoro: iii.12.3; Pausanias: ix.33.5.

29
Los mitos griegos I Robert Graves

9.

ZEUS Y METI S

a. Algunos helenos dicen que At enea t enía un padre llam ado Palas, un gigant e cabrío
alado, que m ás t arde t rat ó de ult raj arla y cuyo nom bre agregó al suyo después de despoj arlo
de la piel, con la que hizo la égida, y de las alas, que se puso en sus propios hom bros33 ; si, en
verdad, la égida río era la piel de la gorgona Medusa, a la que desolló después de que Perseo
le decapit ase34 .
b. Ot ros dicen que su padre era un t al I t ono, un rey de I t ón en Ft iót ide, cuya hij a
Yodam a fue m uert a por At enea al dej arla ver accident alm ent e la cabeza de la Gorgona35 ,
convirt iéndola así en un bloque de piedra, cuando penet ró sin derecho en el recint o de noche.
c. Ot ros aun dicen que su padre era Posidón, pero que ella lo repudió y pidió a Zeus que
la adopt ara, cosa que él hizo de buena gana36 .
d. Pero los propios sacerdot es de At enea relat an la siguient e fábula acerca de su
nacim ient o. Zeus codiciaba a la Tit ánide Met is, quien adopt ó m uchas form as para eludirlo,
hast a que por fin la at rapó y la dej ó encint a. Un oráculo de la Madre Tierra declaró ent onces
que daría a luz a una niña y que, si Met is volvía a concebir, pariría un varón que est aba
dest inado a dest ronar a Zeus, com o Zeus había dest ronado a Crono y Crono había dest ronado
a Urano. En consecuencia, habiendo inst ado a Met is con palabras m elosas, a que se acost ara
sobre un lecho, Zeus abrió de pront o la boca y se la t ragó; ést e fue el fin de Met is, aunque él
pret endía luego que ella le aconsej aba desde dent ro de su vient re. Cuando t ranscurrió el
t iem po debido Zeus sint ió un furioso dolor de cabeza al dirigirse a las orillas del lago Trit ón,
hast a el ext rem o de que parecía que le iba a est allar el cráneo, y lanzaba t ales grit os de ira
que t odo el firm am ent o resonaba con su eco. Corrió a su encuent ro Herm es, quien
inm ediat am ent e adivinó la causa del. Malest ar de Zeus. Convenció a Hefest o, o, según dicen
algunos, a Prom et eo, para que t om ase su cuña y su m art inet e y abriese una brecha en el
cráneo de Zeus; de ella salió At enea, plenam ent e arm ada y dando un pot ent e grit o37 .

1. J. E. Harrison describió con gran aciert o la fábula del nacim ient o de At enea de la
cabeza de Zeus com o «un recurso t eológico desesperado para despoj arla de sus condiciones
m at riarcales». Es t am bién una insist encia dogm át ica en la sabiduría com o prerrogat iva
m asculina; hast a ent onces solam ent e la diosa había sido sabia. En efect o, Hesíodo se las
arregló para conciliar t res opiniones cont radict orias:

1. At enea, la diosa de la ciudad de At enas, era hij a part enogénit a de la inm ort al Met is,
Tit ánide del cuart o día y del planet a Mercurio, quien gobernaba t oda la sabiduría y los
conocim ient os.

33
Tzetzes: Sobre Licofrón 355.
34
Eurípides: Ion 995.
35
Pausanias: ix.34.1.
36
Herodoto: iv.180.
37
Hesíodo: Teogonía 886-900; Píndaro: Odas olímpicas vii.34 y ss.; Apolodoro: i.3.6.

30
Los mitos griegos I Robert Graves

2. Zeus devoró a Met is, pero con eso no perdió la sabiduría ( es decir, que los aqueos
suprim ieron el cult o de los Tit anes y at ribuyeron t oda la sabiduría a su dios Zeus) .
3. At enea era hij a de Zeus ( es decir, que los aqueos insist ían en que los at enienses
debían reconocer, el señorío suprem o pat riarcal de Zeus) .

Había t om ado el m ecanism o de su m it o de ej em plos análogos: Zeus persiguiendo a


Ném esis (véase 32.b) ; Cronos devorando a sus hij os e hij as ( véase 7.a) ; Dioniso renaciendo
del m uslo de Zeus ( véase 14.c) ; y la apert ura de la cabeza de la Madre Tierra por dos hom bres
con hachas, al parecer para dar salida a Core (véase 24.3) , com o se ve, por ej em plo, en una
zafra con figuras negras de la Bibliot eca Nacional de París. Post eriorm ent e, At enea es la
port avoz obedient e de Zeus y suprim e deliberadam ent e sus ant ecedent es. Em plea sacerdot es
y no sacerdot isas.
2. Palas, con el significado de «doncella», es un nom bre inapropiado para el gigant e
alado cuyo at ent ado cont ra la cast idad de At enea se deduce probablem ent e de una
represent ación gráfica de su casam ient o rit ual, com o At enea Lafria, con un rey cabra ( véase
89.4) t ras una lucha arm ada con su rival (véase 8.1) . Est a cost um bre libia del casam ient o con
cabras se ext endió al nort e de Europa, form ando part e de las fiest as de la Víspera de Mayo.
Los akan, un pueblo libio, desollaban en un t iem po a sus reyes.
3. El repudio por At enea de la pat ernidad de Posidón se relaciona con un cam bio
t em prano en el señorío de la ciudad de At enas ( véase 16.3) .
4. El m it o de I t ono ( «hom bre-sauce») represent a la pret ensión de los it om anos de que
adoraban a At enea incluso ant es de que lo hicieran los at enienses; y su nom bre dem uest ra
que ella t enía un cult o del sauce en Ft iót ide, com o el de su equivalent e, la diosa Anat ha en
Jerusalén, hast a que los sacerdot es de Jehová la expulsaron y recabaron el sauce hacedor de
la lluvia com o su árbol en la Fiest a de los Tabernáculos.
5. Habría significado la m uert e para un hom bre quit ar una égida —la t única de cast idad
de piel de cabra que llevaban las m uchachas libias— sin el consent im ient o de su propiet aria;
de aquí la m áscara de gorgona profiláct ica puest a sobre ella, y la serpient e ocult a en el zurrón
o saco de cuero. Pero com o a la égida de At enea se la describe com o un escudo, yo sugiero en
La diosa blanca que se t rat aba de una bolsa para cubrir un disco sagrado, com o el que
cont enía el secret o alfabét ico de Palam edes y cuya invención se le at ribuye (véase 52.a y
162.5) . El profesor Richt er sost iene que las figurillas chipriot as, que sost ienen discos del
m ism o t am año proporcionado que el fam oso de Fest o, el cual lleva en form a de espiral una
leyenda sagrada, eran ant eriores a At enea y su égida. Los escudos de los héroes t an
m inuciosam ent e descrit os por Hornero y Hesíodo parecen haber llevado pict ografías grabadas
en una faj a en form a de espiral.
6. Yodam a que significa probablem ent e «novilla de I o», puede haber sido una ant igua
im agen de piedra de la diosa Luna ( véase 56.1) y la fábula de su pet rificación es una
advert encia a las m uchachas curiosas cont ra la violación de los Mist erios ( véase 25.d) .
7. Sería un error considerar a At enea com o única o predom inant em ent e la diosa de
At enas. Varias acrópolis ant iguas est aban consagradas a ella, incluyendo las de Ar gos
( Pausanias: ii.24.3) , Espart a ( ibíd.: 3.17.1) , Troya ( I líada, vi.88) , Esm irna ( Est rabón: iv- 1.4) ,
Epidauro ( Pausanias: ii.32.5) , Trecén ( Pausanias: iii.23.10) y Feneo ( Pausanias: x.38.5) .
Todos ést os son lugares pre- helenos.

31
Los mitos griegos I Robert Graves

10.

LAS PARCAS

a. Hay t res Parcas asociadas, vest idas de blanco, a las que Erebo engendró en la Noche:
se llam an Clot o, Láquesis y At ropo. De ellas. At ropo es la m enor en est at ura, pero la m ás
t errible38 .
b. Zeus, quien pesa las vidas de los hom bres e inform a a las Parcas de sus decisiones,
puede, segur, se dice, cam biar de opinión e int ervenir para salvar a quien desee cuando el hilo
de la vida, hilado en el huso de Clot o, y m edido con la vara de Láquesis, est á a punt o de ser
cort ado con las t ij eras de At ropo. En realidad, los hom bres pret enden que ellos m ism os
pueden, hast a ciert o punt o, dirigir sus propios dest inos evit ando peligros innecesarios. Los
dioses m ás j óvenes, por lo t ant o, se ríen de las Parcas y algunos dicen que Apolo las
em borrachó t raviesam ent e en una ocasión para salvar de la m uert e a su am igo Adm et o39 .
c. Ot ros sost ienen, al cont rario, que el propio Zeus est á som et ido a las Parcas, com o la
sacerdot isa Pit ia confesó en una ocasión por m edio de un oráculo, porque no son hij as suyas,
sino hij as part enogénit as de la Gran Diosa Necesidad, cont ra quien ni siquiera los dioses
cont ienden y a la que se llam a «el Dest ino Fuert e» 40 .
d. En Delfos sólo se rinde cult o a dos Parcas, la del Nacim ient o y la de la Muert e; y en
At enas Afrodit a Urania, es denom inada la m ayor de las t res41 .

1. Est e m it o parece fundarse en la cost um bre de t ej er las m arcas de la fam ilia y del clan
en los pañales de un recién nacido, asignándole así su lugar en la sociedad ( véase 60.2) , pero
las Moiras, o Tres Parcas, son la t riple diosa Luna, y de aquí sus t únicas blancas y el hilo de
lino que se consagra a la diosa com o I sis. Clot o es la «hilandera», Láquesis la «m edidora» y
At ropo «la que no puede ser desviada o eludida». Moira significa «una part e» o «una fase», y
la luna t iene t res fases y t res personas: la luna nueva, la diosa doncella de la prim avera, el
prim er período del año; la luna llena, la diosa ninfa del verano, el segundo período, y la luna
viej a, la diosa viej a del ot oño, el últ im o período ( véase 60.2) .
2. Zeus se llam ó a sí m ism o «el Jefe de las Parcas» cuando asum ió la soberanía suprem a
y la prerrogat iva de m edir la vida del hom bre; a est o se debe, probablem ent e, la desaparición
de Láquesis, «la m edidora», en Delfos. Pero su pret ensión de que era su padre no fue t om ada
en serio por Esquilo, Herodot o ni Plat ón.
3. Los at enienses llam aban Afrodit a Urania a «la m ayor de las Parcas» porque era la
diosa ninfa a la que el rey sagrado, en la ant igüedad, era sacrificado en el solst icio de verano.
«Urania» significa «reina de las m ont añas» ( véase 19.3) .

38
Homero: Ilíada xxiv.49; Himno órfico xxxiii; Hesíodo: Teogonía 217 y ss. y 904; Escudo de
Heracles 259.
39
Homero: Ilíada viii.69 y xxii.209; xvi.434 y 441-3; Virgilio: Eneida x.814; Homero: Odisea
i.34; Ilíada ix.411.
40
Esquilo: Prometeo 511 y 515; Herodoto: i.91; Platón: República x. 14-16; Simónides: viii.20.

41
Homero: Ilíada xvi.334; Pausanias: x.24.4.

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Los mitos griegos I Robert Graves

11

EL NACI MI ENTO DE AFRODI TA

a. Afrodit a, Diosa del Deseo, surgió desnuda de la espum a del m ar y, surcando las olas
en una venera, desem barcó prim ero en la isla de Cit era; pero com o le pareció una isla m uy
pequeña, pasó al Peloponeso y m ás t arde fij ó su residencia en Pafos, Chipre, t odavía la sede
principal de su cult o. La hierba y las flores brot aban de la t ierra dondequiera que pisaba. En
Pafos las Est aciones, hij as de Tem is, se apresuraron a vest irla y adornarla.
b. Algunos sost ienen que surgió de la espum a que se form ó alrededor de los órganos
genit ales de Urano cuando Crono los arroj ó al m ar; ot ros que Zeus la engendró en Dione. hij a
del Océano y Tet is, la ninfa del m ar, o bien del Aire y la Tierra. Pero t odos est án de acuerdo en
que se echa a volar acom pañada de palom as y gorriones42 .

1. Afrodit a ( «nacida de la espum a») es la m ism a diosa de ext enso gobierno que surgió
del Caos y bailó sobre el m ar y que era adorada en Siria y Palest ina com o Í sht ar o Asht arot h
( véase 1.1) . El cent ro de su cult o m ás fam oso era Pafos, donde la im agen anicónica blanca
original de la diosa se puede ver t odavía en las ruinas de un grandioso t em plo rom ano; allí
cada prim avera su sacerdot isa se bañaba en el m ar y volvía a salir de él renovada.
2. Se la llam a hij a de Dione porque Dione era la diosa del roble en el que anidaba la
palom a am orosa ( véase 51.a) . Zeus pret endió que era su padre después de haberse
apoderado del oráculo de Dione en Dodona, y en consecuencia Dione se convirt ió en su m adre:
«Tet hys» y «Tet is» son nom bres de la diosa com o Creadora ( derivada, com o «Tem is» y
«Teseo», de t it henai, «disponer», «ordenar») y com o diosa del Mar, pues la vida com enzó en
el m ar ( véase 2.a) . Las palom as y los gorriones se caract erizaban por su lascivia, y al pescado
y los m ariscos se los considera t odavía afrodisíacos en t odo el Medit erráneo.
3. Cit era era un cent ro im port ant e del com ercio de Cret a en el Peloponeso, y sin duda se
int roduj o desde allí en Grecia el cult o de la diosa. La diosa cret ense est aba ínt im am ent e
asociada con el m ar. Las conchas alfom braban el suelo de su palacio sant uario en Cnosos; en
una j oya de la Caverna del I da se la represent a soplando una concha de t rit ón, con una
aném ona de m ar j unt o a su alt ar; el erizo de m ar y la j ibia ( véase 81.1) le est aban
consagrados. Una concha de t rit ón se encont ró en su sant uario prim it ivo de Fest o y m uchas
m ás se han hallado en t um bas m inoicas post eriores; algunas de ellas son copias en t erracot a.

12.

HERA Y SUS HI JOS

a. Hera, hij a de Crono y Rea, nació en la isla de Sam os o, según algunos, en Argos, y la
crió en Arcadia Tem eno, hij o de Pelasgo. Las Est aciones fueron sus nodrizas43 . Después de
dest errar a su padre Crono, el herm ano gem elo de Hera, Zeus, fue a verla en Cnosos, Cret a, o
según dicen algunos, en el m ont e Tórnax (llam ado ahora Mont aña del Cuco) en Argólide,

42
Hesíodo: Teogonía 188-200 y 353; Festo Gramático: iii.2; Himno homérico a Afrodita ii.5;
Apolodoro: i.1.3.
43
Pausanias: vii.4.4 y viii.22.2; Estrabón: ix.2.36; Olen, citado por Pausanias: ii.13.3.

33
Los mitos griegos I Robert Graves

donde la cort ej ó, al principio sin éxit o. Ella se com padeció del dios solam ent e cuando ést e se
disfrazó de cuco enlodado, y le calent ó cariñosam ent e en su seno. Allí él reasum ió
inm ediat am ent e su verdadera form a y la violó, y ella se vio obligada a casarse con él 44 por
vergüenza.
b. Todos los dioses asist ieron a la boda con regalos, ent re los que dest acó el de la Madre
Tierra, quien le regaló a Hera un árbol con m anzanas de oro, que luego guardaron las
Hespérides en el j ardín que Hera poseía en el m ont e At las. Ella y Zeus pasaron su noche de
bodas en Sam os, y esa noche duró t rescient os años. Hera se baña regularm ent e en la fuent e
de Canat os, cerca de Argos, y así renueva su virginidad 45 .
c. De Hera y Zeus nacieron los dioses Ares, Hefest o y Hebe, aunque algunos dicen que
Ares y su herm ana gem ela Eris fueron concebidos cuando Hera t ocó ciert a flor, y Hebe cuando
t ocó una lechuga46 , y que Hefest o t am bién era su hij o part enogénit o, prodigio que él no quiso
creer hast a que la aprisionó en una silla m ecánica con brazos que se cerraban alrededor del
que se sent aba en ella, y así le obligó a j urar por el río Est igia que no m ent ía. Ot ros dicen que
Hefest o era hij o suyo con Talos, el sobrino de Dédalo 47 .

1. El nom bre de Hera, habit ualm ent e considerado com o una palabra griega que significa
«señora», podría represent ar una Herwá («Prot ect ora») original. Era la Gran Diosa
prehelénica. Sam os y Argos eran las principales sedes de su cult o en Grecia, pero los arcadios
afirm aban que su cult o era el m ás ant iguo y que era cont em poráneo de su ant epasado nacido
de la t ierra Pelasgo ( «ant iguo») . El casam ient o forzoso de Hera con Zeus conm em ora las
conquist as de Cret a y la Grecia m icénica —es decir, cret anizada— y el derrocam ient o de su
suprem acía en am bos países. Probablem ent e Zeus se t ransform ó en un cuco enlodado en el
sent ido de que ciert os helenos que fueron a Cret a com o fugit ivos acept aron em pleo en la
guardia regia, hicieron una conspiración palaciega y se apoderaron del reino. Cnosos fue
saqueada dos veces, al parecer por helenos: alrededor de 1700 a. de C. y alrededor de 1400
a. de C.; y Micenas cayó en poder de los aqueos un siglo después. El dios I ndra en el
Ram ayana t am bién había cort ej ado a una ninfa disfrazado de cuco y Zeus se apropió ent onces
del cet ro de Hera, coronado por un cuco. Figurillas de pan de oro de una diosa argiva desnuda
con cucos se han encont rado en Micenas; y los cucos se posan en un t em plo m odelo de pan de
oro del m ism o lugar. En el m uy conocido sarcófago cret ense de Hagia Triada se posa un cuco
sobre un hacha doble.
2. Hebe, la diosa com o niña, fue convert ida en copera de los dioses en el cult o olím pico.
Finalm ent e se casó con Heracles ( véase 145.i y 5) , después que Ganím edes le usurpara el
cargo ( véase 29.c) . «Hefest o» parece haber sido un t ít ulo del rey sagrado com o sem idiós
solar; «Ares», un t ít ulo de su j efe de guerra, o heredero, cuyo em blem a era el j abalí. Am bos
se convirt ieron en nom bres divinos cuando el cult o olím pico quedó est ablecido y fueron
elegidos para desem peñar los papeles, respect ivam ent e, de dios de la Guerra y dios de los
Herreros. La «ciert a flor» es probable que fuera la epigea o espina blanca. Ovidio hace que la
diosa Flora —con cuyo cult o est aba asociada la epigea— la m uest re a Hera. La epigea o espina
blanca se relaciona con la concepción m ilagrosa en el m it o popular europeo; en la lit erat ura
celt a su «herm ana» es la espina negra o endrino, un sím bolo de la Discordia, o sea Eris,
herm ana gem ela de Ares.

44
Diodoro Sículo: v.72; Pausanias: ii.36.2 y 17.4.
45
Escoliasta sobre la Ilíada de Homero: i.609; Pausanias: ii.38.2.
46
Homero: Ilíada iv.441; Ovidio: Fasti v.255; Primer Mitógrafo del Vaticano: 204
47
. Servio sobre las Églogas de Virgilio: iv.62; Cineton, citado por Pausanias: viii.53.2.

34
Los mitos griegos I Robert Graves

3. Talos, el herrero, era un héroe cret ense nacido de Perdix («perdiz») , herm ana de
Dédalo, con la que el m it ógrafo ident ifica a Hera. Las perdices, consagradas a la Gran Diosa,
figuraban en las orgías del equinoccio de prim avera del Medit erráneo Orient al, ocasiones en las
que se realizaba una danza renqueant e im it ando a las perdices m acho. Arist ót eles, Plinio y
Eliano dicen que las hem bras concebían con sólo oír la voz del m acho. El coj o Hefest o y Talos
parecen ser el m ism o personaj e part enogenésico; am bos fueron arroj ados desde un lugar alt o
por rivales airados ( véase 23.b y 92.b) , originalm ent e en honor de su diosa m adre.
4. En Argos, la fam osa est at ua de Hera aparecía sent ada en un t rono de oro y m arfil; la
fábula de su aprisionam ient o en una silla puede haber nacido de la cost um bre griega de
encadenar las est at uas divinas a sus t ronos «para im pedir que se escaparan». Al perder una
ant igua est at ua de su dios o su diosa, una ciudad podía perder el derecho a la prot ección
divina y consecuent em ent e, los rom anos t om aron por cost um bre lo que se llam aba
cort ésm ent e «at raer» los dioses a Rom a, que en la época im perial se había convert ido ya en
un nido de im ágenes robadas. «Las Est aciones fueron sus nodrizas» es una m anera de decir
que Hera era una diosa del año civil o nat ural. Por eso llevaba en el cet ro el cuco prim averal, y
en la m ano izquierda la granada m adura del final del ot oño, sím bolo de la m uert e del año.
5. Un héroe, com o indica la palabra, era un rey sagrado que había sido sacrificado a
Hera, cuyo cuerpo est aba a salvo baj o t ierra y cuya alm a había ido a disfrut ar de su paraíso
det rás del Vient o Nort e. Sus m anzanas de oro, en los m it os griego y celt a, eran pasaport es
para ese paraíso ( véase 53.7, 133.4 y 159.3) .
6. El baño anual con el que Hera renovaba su virginidad lo t om aba t am bién Afrodit a en
Pafos; parece haber sido la cerem onia de purificación prescrit a a una sacerdot isa de la Luna
después del asesinat o de su am ant e, el rey sagrado ( véase 22.1 y 150.1) . Com o Hera era la
diosa del año veget at ivo, prim avera, verano y ot oño ( sim bolizado t am bién por la luna nueva,
llena y viej a) , se le rendía cult o en Est infalo com o Niña, Novia y Viuda ( Pausanias: viii.22.2;
véase 128.d) .
7. La noche de bodas en Sam os duró t rescient os años: quizá porque el año sagrado
sam io, com o el et rusco, se com ponía de sólo diez m eses de t reint a días, om it iendo enero y
febrero ( Macrobio: 1.13) . Cada día se prolongó hast a un año. Pero el m it ógrafo podría est ar
insinuando con est o que los helenos t ardaron t rescient os años en im poner la m onogam ia ent re
los adoradores de Hera.

13.

ZEUS Y HERA

a Sólo Zeus, el Padre del Cielo, podía m anej ar el rayo y con la am enaza de su fulguración
fat al dom inaba a su fam ilia pendenciera y rebelde del m ont e Olim po. Tam bién ordenaba los
cuerpos celest es, dict aba leyes, hacía cum plir los j uram ent os y pronunciaba oráculos. Cuando
su m adre Rea, previendo la pert urbación que iba a causar su luj uria, le prohibió que se casara,
el ,e am enazó airadam ent e con violarla. Aunque ella se convirt ió inm ediat am ent e en una
serpient e am enazadora, eso no at em orizó a Zeus, quien se convirt ió en una serpient e m acho,
se enroscó alrededor de Rea form ando un lazo indisoluble y cum plió su am enaza48 . Fue
ent onces cuando inició su larga serie de avent uras am orosas. Engendró a las Est aciones y a
las Tres Parcas en Tem is, a las Carit es en Eurínom e; a las t res Musas en Mnem ósine, con
quien est uvo acost ado durant e nueve noches; y, según dicen algunos, a Perséfone, la Reina
del m undo subt erráneo, con quien se casó forzosam ent e su herm ano Hades, en la ninfa
Ést ige49 . Por lo t ant o, no carecía de poder ni sobre la t ierra ni debaj o de ella, y su esposa Hera

48
Fragmento órfico 58; Hesíodo: Teogonía 56.
49
Apolodoro: i.3.1-2.

35
Los mitos griegos I Robert Graves

sólo le igualaba en una cosa: en que t odavía podía ot orgar el don de la profecía a cualquier
hom bre o anim al que desease50 .
b. Zeus y Hera alt ercaban const ant em ent e. Ofendida por sus infidelidades, Hera
hum illaba a Zeus frecuent em ent e con sus int rigas. Aunque él le com unicaba sus secret os y a
veces acept aba sus consej os, nunca confiaba plenam ent e en Hera y ést a sabía que si le
ofendía m ás allá de ciert o punt o él la azot aría y hast a descargaría un rayo sobre ella. Por lo
t ant o recurría a int rigas despiadadas, com o en el caso, del nacim ient o de Heracles, y a veces
t om aba prest ado el ceñidor de Afrodit a para excit ar su pasión y debilit ar así su volunt ad 51 . Él
afirm aba ahora ser el prim ogénit o de Crono.
c. Llegó un t iem po en que el orgullo y el m al genio de Zeus se hicieron t an int olerables
que Hera, Posidón, Apolo y t odos los dem ás olím picos, con excepción de Hest ia, lo rodearon de
pront o cuando dorm ía en su lecho y lo at aron con correas de cuero crudo, enlazadas en cien
nudos, de m odo que no pudiera m overse. Él les am enazó con m at arlos al inst ant e, pero ellos
habían puest o el rayo fuera de su alcance y se rieron de él de m odo insult ant e. Mient ras los
dioses celebraban su vict oria y discut ían celosam ent e quién iba a ser su sucesor, la Nereída
Tet is, previendo uña guerra civil en el Olim po, corrió en busca del gigant e de cien m anos
Briareo, quien rápidam ent e desat ó las correas em pleando t odas sus m anos al m ism o t iem po, y
liberó a su señor. Ya que Hera había encabezado la conspiración cont ra él, Zeus la colgó del
firm am ent o con un brazalet e de oro en cada m uñeca y un yunque at ado a cada t obillo. Las
dem ás deidades est aban indignadísim as, pero no se at revieron a liberarla a pesar de sus grit os
last im eros. Al final Zeus se decidió a ponerla en libert ad si ellos j uraban que no volverían a
rebelarse cont ra él, cosa que hicieron t odos ellos por t urno y a regañadient es. Zeus, cast igó a
Posidón y Apolo enviándolos com o siervos al rey Laom edont e, para quien const ruyeron la
ciudad de Troya, pero perdonó a los dem ás por, haber act uado baj o coacción 52 .

1. Las relaciones m arit ales de Zeus y Hera reflej an las de la época doria bárbara, cuando
las m uj eres habían sido despoj adas de t odo su poder m ágico, con excepción del de la profecía,
y llegaron a ser consideradas com o bienes m uebles. Es posible que la ocasión en que
solam ent e Tet is y Briareo salvaron el poderío de Zeus .después de haber conspirado cont ra él
los ot ros olím picos fuera una revolución palaciega de los príncipes vasallos del rey suprem o
heleno quienes est uvieron a punt o de dest ronarlo; y que la ayuda le vino de una com pañía de
soldados leales helenos reclut ados en Macedonia, la pat ria de Briareo, y de un dest acam ent o
de m agnesios, adoradores de Tet is. De ser así, la conspiración la habría inst igado la sum a
sacerdot isa de Hera. a la que el rey suprem o habría hum illado luego com o describe el m it o.
2. La violación por Zeus de la diosa de la Tierra, Rea, im plica que los helenos adoradores
de Zeus se hicieron cargo de t odas las cerem onias agrícolas y fúnebres. Ella le había prohibido
que se casase, en el sent ido de que hast a ent onces la m onogam ia había sido desconocida; las
m uj eres podían elegir librem ent e a sus am ant es. Su pat ernidad de las Est aciones con Tem is
significa que los helenos asum ieron t am bién la regulación del calendario: Tem is ( «orden») era
la Gran Diosa que ordenó el año de t rece m eses, divididos en dos est aciones por los solst icios
de verano y de invierno. En At enas esas est aciones est aban personificadas com o Talo y Carpo
( originalm ent e «Carpho») , que significan, respect ivam ent e, «germ inando» y «m archit ando», y
su t em plo cont enía un alt ar dedicado al fálico Dioniso ( véase 27.5) . Aparecen en una t alla
hecha en la roca en Hat usa, o Pt eria, donde son aspect os gem elos de la diosa- león Hept a,
t ransport ada sobre las alas de un águila- sol de dos cabezas.

50
Homero: Ilíada xix.407.
51
Ibíd. i.547; xvi.458; viii.407-8; xv.17; viii.397-404; xiv.197-223.
52
Escoliasta sobre la Ilíada de Homero: xxi.444; Tzetzes: Sobre Licofrón 34; Homero: Ilíada
i.399 y ss. y xv.18-22.

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Los mitos griegos I Robert Graves

3. Caris ( «gracia») había sido la diosa en el aspect o caut ivador que present aba cuando la
sum a sacerdot isa elegía al rey sagrado com o su am ant e. Hom ero m enciona dos Carit es:
Pasít ea y Cale, lo que parece ser una separación forzada de t res palabras: Pasi t hea cale, «la
Diosa que es bella para t odos los hom bres». Las dos Carit es, Auxo («crecim ient o») y
Hegém one ( «dom inio») , a las que honraban los at enienses, correspondían a las dos
Est aciones. Más t arde se rindió cult o a las Carit es com o una t ríada, para que hicieran j uego
con las t res Parcas: la t riple diosa en su aspect o m ás inflexible. El que fuesen hij as de Zeus,
nacidas de Eurínom e, la Creadora, quiere decir que el señor suprem o heleno podía disponer a
su volunt ad de t odas las m uchachas casaderas.
4. Las Musas ( «diosas m ont añesas») , 'originalm ent e una t ríada ( Pausanias: ix.29.2) , son
la t riple diosa en su aspect o orgiást ico. La pret ensión de Zeus de ser su padre es post erior;
Hesíodo las llam a hij as de la Madre Tierra y del Aire.

14.

NACI MI ENTOS DE HERMES, APOLO, ÁRTEMI S Y DI ONI SO

a. El enam oradizo Zeus yació con num erosas ninfas descendient es de los Tit anes o de los
dioses y, después de la creación del hom bre, t am bién con m uj eres m ort ales; no m enos de
cuat ro grandes dioses olím picos fueron engendrados por él fuera del m at rim onio.
Prim eram ent e engendró a Herm es con Maya, hij a de At lant e, la cual dio a luz en una caverna
del m ont e Cillene, en Arcadia. Luego engendró a Apolo y Árt em is con Let o, hij a de los Tit anes
Ceo y Febe, t ransform ándose a sí m ism o y a ella en codornices m ient ras se acoplaron 53 , per o
la celosa Hera envió la serpient e Pit ón para que persiguiera a Let o por t odo el m undo, y
decret ó que no pudiera dar a luz en ningún lugar en que brillara el sol. Llevada en alas del
Vient o Sur, Let o llegó por fin a Ort igia, cerca de Délos, donde dio a luz a Árt em is, quien t an
pront o com o nació ayudó a su m adre a cruzar el est recho, y allí, ent re un olivo y una palm era
que se alzaban en el lado sept ent rional del m ont e deliano Cint o, dio a luz a Apolo en el noveno
día de part o. Délos, hast a ent onces una isla flot ant e, se quedó inm ut ablem ent e fij a en el m ar
y, en virt ud de un decret o, a nadie se perm it e al present e nacer ni m orir allí; los enferm os y
las m uj eres encint a son enviados a Ort igia54 .
b. A la m adre del hij o de Zeus llam ado Dioniso se le dan diversos nom bres: algunos
dicen que fue Dem ét er, o I o 55 ; ot ros la llam an Dione; ot ros Perséfone, con quien Zeus se unió
baj o la apariencia de una serpient e; y ot ros, Let e 56 .
c. Pero la fábula com ún es la siguient e. Zeus, disfrazado de m ort al, t enía un am orío
secret o con Sém ele ( «luna») , hij a del rey Cadm o de Tebas, y la celosa Hera, disfrazada de
vecina anciana, aconsej ó a Sém ele, que ent onces est aba ya em barazada de seis m eses, que le
hiciera a su am ant e m ist erioso una pet ición: que no siguiera engañándola y se le m anifest ara
en su verdadera nat uraleza y form a. De ot ro m odo, ¿cóm o podía saber que él no era un
m onst ruo? Sém ele siguió su consej o y cuando Zeus rechazó su súplica, ella le negó nuevo
acceso a su lecho. Ent onces, Zeus se encolerizó; se le apareció en la form a de t rueno y rayo y

53
Hesíodo: Teogonía 918; Apolodoro: i.4.1; Aristófanes: Las aves 870; Servio sobre la Eneida
de Virgilio iii.72.
54
Himno homérico a Apolo 14 y ss.; Higinio: Fábula 140; Eliano: Varia Historia v.4; Tucídides:
iii.104; Estrabón: x.5.5.
55
Diodoro Sículo: iii.62 y 74; iv.4.
56
Escoliasta sobre las Odas píticas de Píndaro iii.177; Fragmento órfico 59; Plutarco: Banquetes
vii.5.

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Los mitos griegos I Robert Graves

consum ió a Sém ele. Pero Herm es salvó a su hij o seism esino: lo cosió dent ro del m uslo de
Zeus para que m adurara allí t res m eses m ás, y a su debido t iem po asist ió al part o. Por eso a
Dioniso se le llam a «nacido dos veces» o «el hijo de la puert a doble» 57 .

1. Las violaciones de Zeus se refieren, por lo vist o, a las conquist as helénicas de los
ant iguos t em plos de la diosa, com o el del m ont e Cilene; sus casam ient os a la ant igua
cost um bre de dar el t ít ulo de «Zeus» al rey sagrado del cult o del roble. Herm es, su hij o
m ediant e la violación de Maya —un t ít ulo de la diosa Tierra com o Viej a— originalm ent e no era
un dios, sino la virt ud t ot ém ica de un pilar o un m ont ón de piedras fálico. Esos pilares eran el
cent ro de una danza orgiást ica en honor de la diosa.
2. Un com ponent e de la divinidad de Apolo parece haber sido un rat ón oracular —Apolo
Esm ínt eo ( «Apolo- Rat ón») figura ent re sus t ít ulos m ás ant iguos ( véase 158.2) — al que se
consult aba en un t em plo de la Gran Diosa, lo que quizás explica por qué nació donde nunca
brilla el sol, a saber, baj o t ierra. Los rat ones est aban asociados con las enferm edades y su
curación, y en consecuencia los helenos rendían cult o a Apolo com o dios de la m edicina y de la
profecía, diciendo m ás t arde que había nacido baj o un olivo y una palm era en el lado nort e de
una m ont aña. Le llam aban herm ano gem elo de Árt em is, diosa del Part e, y decían que su
m adre era Let o —la hij a de los Tit anes Febe («luna») y Ceo ( «int eligencia»)—, conocida en
Egipt o y Palest ina com o Lat , diosa de la fert ilidad de la palm era y del olivo: de aquí que la
t ransport ara a Grecia un Vient o Sur. En I t alia se convirt ió en Lat ona («Reina Lat ») . Su
pendencia con Hera indica un conflict o ent re los prim eros inm igrant es provenient es de
Palest ina y las t ribus nat ivas que adoraban a una diosa de la Tierra diferent e; el cult o del
rat ón, que parece haber t raído consigo, se hallaba bien est ablecido en Palest ina (1 Sam uel,
vi.4, e I saías, lxvi.17) . La persecución de Apolo por la serpient e Pit ón recuerda el em pleo de
serpient es en las casas griegas y rom anas para defenderlas de los rat ones. Pero Apolo era
t am bién el espect ro del rey sagrado que había com ido la m anzana; la palabra Apolo puede
derivar de la raíz abol, «m anzana», m ás bien que de apollunai, «dest ruir», que es la opinión
habit ual.
3. Árt em is, originalm ent e una diosa orgiást ica, t enía a la lasciva codorniz com o su ave
sagrada. Bandadas de codornices pueden haber hecho de Ort igia un lugar de descanso en su
viaj e hacia el nort e durant e la m igración de prim avera. La fábula de que Délos, el lugar de
nacim ient o de Apolo, había sido naut a ent onces una isla flot ant e (véase 43.4) puede deberse a
una m ala int erpret ación de un inform e de que su lugar nat al había sido ent onces fij ado
oficialm ent e, puest o que en Hornero ( I líada iv.101) es llam ado «nacido en Licia»; y los efesios
se j act aban de que había nacido en Ort igia, cerca de Éfeso ( Tácit o: Anales iii.61) . Tant o los
t egiranos de la Beocia com o los zost eranos del Át ica lo reclam aban t am bién com o hij o nat ivo
( Est éfano de Bizancio sub Tegira) .
4. Dioniso probablem ent e com enzó com o un prot ot ipo de rey sagrado al que la diosa
m at aba rit ualm ent e con un rayo en el sépt im o m es después del solst icio de invierno y al que
su sacerdot isa devoraba ( véase 27.3) . Est o explica sus m adres: Dione, la diosa del Roble; lo y
Dem ét er, diosas del Cereal, y Perséfone, diosa de la Muert e. Plut arco, cuando lo llam a
«Dioniso. hij o de Let e» ( «olvido») , se refiere a su aspect o post erior com o Dios de la Vid.
5. El relat o de Sém ele, hij a de Cadm o, parece recordar la acción sum aria em prendida por
los helenos de Beocia para t erm inar con la t radición del sacrificio regio: Zeus olím pico afirm a
su poder, t om a al rey condenado baj o su prot ección y dest ruye a la diosa con su propio rayo.
Dioniso se hace así inm ort al, después de renacer de su padre inm ort al. Sém ele era adorada en
At enas durant e las Leneas, el fest ival de las m uj eres desenfrenadas, cuando un t oro que
represent aba a Dioniso era cort ado en nueve pedazos y sacrificado a la diosa anualm ent e: un
pedazo era quem ado y los ot ros com idos crudos por los adoradores. Sém ele es explicada
habit ualm ent e com o una form a de Selene ( «luna») y nueve era el núm ero t radicional de las
sacerdot isas orgiást icas de la luna en esos fest ivales; nueve de est as sacerdot isas aparecen

57
Apolodoro: iii.4.3; Apolonio de Rodas: iv.1137.

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Los mitos griegos I Robert Graves

bailando alrededor del rey sagrado en la pint ura de una cueva de Cogul, y ot ras nueve
m at aron y devoraron al acólit o de San Sansón de Dol en la época m edieval.

15.

EL NACI MI ENTO DE EROS

a. Algunos sost ienen que Eros, salido del huevo del m undo, fue el prim ero de los dioses,
pues sin él ninguno de los dem ás habría podido nacer; le hacen cont em poráneo de la Madre
Tierra y el Tárt aro, y niegan que t uviera padre o m adre, com o ést a no fuera I lit ía, Diosa de los
Alum bram ient os58 .
b. Ot ros sost ienen que era hij o de Afrodit a y de Herm es o de Ares, o del propio padre de
aquélla, Zeus; o hij o de I ris y del Vient o Oest e. Era un niño indóm it o que no m ost raba respet o
por la edad ni la posición social, sino que volaba de un lado a ot ro con alas doradas disparando
al azar sus flechas afiladas o incendiando desenfrenadam ent e los corazones con sus t erribles
ant orchas59 .

1. Eros ( «pasión sexual») era una m era abst racción para Hesíodo. Los griegos prim it ivos
lo describían com o un Ker, o «m alicia» alada, com o la Vej ez o la Pest e, en el sent ido de que la
pasión sexual sin freno podía pert urbar la sociedad ordenada. Poet as post eriores, no obst ant e,
encont raban un placer perverso en sus t ravesuras y en la época de Praxít eles se le t rat aba ya
sent im ent alm ent e com o un herm oso j oven.. Su sant uario m ás fam oso se hallaba en Tespias,
donde los beocios le rendían cult o com o un sim ple pilar fálico: el past oral Herm es o Príapo con
un nom bre diferent e ( véase 150.a) . Los diversos relat os acerca de su ascendencia se explican
por sí m ism os. Herm es era un dios fálico; y Ares, com o dios de la guerra, aum ent aba el deseo
en las m uj eres de los guerreros. Que Afrodit a era la m adre de Eros y Zeus su padre es una
insinuación de que la pasión sexual no se det iene ant e el incest o; su nacim ient o del Arco I ris y
el Vient o Oest e es una fant asía lírica. I lit ía, «la que viene en ayuda de las m uj eres en el
part o», era un t ít ulo de Art em is; su significado es que no hay am or t an fuert e com o el
m at erno.
2. A Eros nunca se le consideró un dios lo suficient em ent e responsable com o para figurar
ent re la fam ilia gobernant e de los doce olím picos.

58
Himno órfico v; Aristóteles: Metafísica i.4; Hesíodo: Teogonía 120; Meleagro: Epigramas 50;
Olen, citado por Pausanias: ix.27.2.
59
Cicerón: Sobre la naturaleza de los Dioses iii23; Virgilio: Ciris 134; Alceo, citado por Plutar-
co: Amatorias 20.

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Los mitos griegos I Robert Graves

NATURALEZA
Y HECHOS DE
LOS DIOSES

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Los mitos griegos I Robert Graves

16.

NATURALEZA Y HECHOS DE POSI DÓN

a. Cuando Zeus, Posidón y Hades, después de dest ronar a su padre Crono, echaron
suert es en un yelm o para ver quién se quedaba con el señorío del cielo, el m ar y el lóbrego
m undo subt erráneo, dej ando la t ierra com o propiedad de los t res, a Zeus le t ocó el cielo, a
Hades el m undo subt erráneo y a Posidón el m ar. Posidón, que es igual a su herm ano Zeus en
dignidad, aunque no en poder, y que es de nat uraleza hosco y pendenciero, se puso
inm ediat am ent e a const ruir su palacio subm arino frent e a Ege en Eubea. En sus espaciosos
est ablos t iene caballos de t iro blancos con cascos de bronce y crines de oro y t am bién un carro
de oro; cuando est e carro se acerca las t orm ent as cesan inst ant áneam ent e y los m onst ruos
m arinos salt an a su alrededor 60 .
b. Com o necesit aba una esposa que se sint iera a gust o en las profundidades del m ar,
cort ej ó a la Nereida Tet is, pero cuando Tem is le profet izó que cualquier hij o nacido de Tet is
sería m ás im port ant e que su padre, desist ió y le perm it ió que se casara con un m ort al llam ado
Peleo. Anfit rit e, ot ra Nereida, a la que se acercó a cont inuación, recibió sus requerim ient os
am orosos con repugnancia y huyó al m ont e At las para eludirlo, pero él m andó m ensaj eros t ras
ella; ent re ellos se' hallaba Delfino, quien defendió la causa de Posidón t an bien que ella cedió
y le pidió que arreglara el casam ient o. Posidón, agradecido, puso la im agen del m ensaj ero
ent re las est rellas com o una const elación, el Delfín 61 .
Anfit rit e le dio t res hij os a Posidón: Trit ón, Rodé y Bent esicim e, pero él le causó casi
t ant os celos com o Zeus a Hera con sus am oríos con diosas, ninfas y m ort ales. Le disgust ó,
especialm ent e, su apasionam ient o por Escila, hij a de Forcis, a la que t ransform ó en un
m onst ruo ladrador con seis cabezas y doce pies arroj ando hierbas m ágicas en el est anque en
que se bañaba62 .
c. Posidón codicia los reinos t errenales y en una ocasión pret endió la posesión del Át ica
clavando su t rident e en la Acrópolis de At enas, donde inm ediat am ent e brot ó un pozo de agua
m arina que t odavía se puede ver; cuando sopla el Vient o del Sur se puede oír el sonido del
oleaj e m uy abaj o. Más t arde, durant e el reinado de Cécrope, At enea fue a t om ar posesión del
Át ica de una m anera m ás apacible, plant ando el prim er olivo j unt o al pozo. Posidón, furioso, la
desafió a un com bat e singular, y At enea habría acept ado si no se hubiera int erpuest o Zeus,
quien les ordenó que som et ieran la disput a a arbit raj e. En consecuencia, al poco t iem po se
present aron ant e un t ribunal divino com puest o por sus com pañeros los ot ros dioses
celest iales, quienes apelaron a Cécrope para que diera t est im onio. El propio Zeus no expuso
opinión alguna, pero m ient ras t odos los ot ros dioses apoyaron a Posidón, t odas las diosas
apoyaron a At enea. En consecuencia, por m ayoría de un vot o, el t ribunal decidió que At enea
t enía m ás derecho al país, porque le había dado el m ej or don.
d. Muy ofendido, Posidón envió olas gigant escas para que inundara la Llanura Triasiana,
donde se hallaba Arene, la ciudad de At enea, y en consecuencia la diosa fij ó su residencia en
At enas, a la que t am bién dio su nom bre. Sin em bargo, para aplacar la ira de Posidón, se
prohibió a las m uj eres de At enas el vot o y a los hom bre que llevaran los nom bres de sus
m adres com o había sucedido hast a ent onces63 .

60
Homero: Ilíada xv.187-93; xiii.21-30; Odisea v.381; Apolonio de Rodas: iii.1240.
61
Apolodoro: iii.13.5; Higinio: Astronomía poética ii.17.
62
Tzetzes: Sobre Licofrón 45 y 50.
63
Herodoto: viii.55; Apolodoro: iii.14.1; Pausanias: i.24.3; Agustín: Sobre la Ciudad de Dios
xviii.9; Higinio: Fábula 164.

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Los mitos griegos I Robert Graves

e. Posidón t am bién le disput ó Trecén a At enea, y en est a ocasión Zeus ordenó que la
ciudad fuese com part ida igualm ent e por am bos, arreglo desagradable para los dos. Luego
t rat ó sin éxit o de reclam ar Egina a Zeus, y Naxos a Dioniso; y cuando disput ó Corint o con
Helio recibió solam ent e el I st m o, en t ant o que a Helio se le concedió la acrópolis. Furioso, t rat ó
de arrebat ar Argólide a Hera, y ot ra vez est aba dispuest o a pelear, negándose a com parecer
ant e los olím picos, quienes, según él, t enían prej uicios en su cont ra. Por consiguient e, Zeus
rem it ió el asunt o a los dioses fluviales I naco, Cefiso y Ast erión, quienes sent enciaron en favor
de Hera. Com o le habían prohibido que se vengara con una inundación com o ant eriorm ent e,
hizo exact am ent e lo opuest o: secó los ríos de sus j ueces de m odo que ya no fluyen j am ás en
verano. Sin em bargo, en at ención a Am im one, una de las Danaides, angust iada con aquella
sequía, hizo que el río argivo Lerna fluyese perpet uam ent e64 .
f. Se j act a de haber creado el caballo, aunque algunos dicen que, cuando era recién
nacido, Rea dio a com er uno a Crono, y de haber invent ado la brida, aunque At enea lo había
hecho ant es que él, pero nadie discut e su pret ensión de haber inst it uido la carrera de caballos.
Ciert am ent e, los caballos est án consagrados a él, quizá a causa de su am orosa persecución de
Dem ét er, cuando ella buscaba llorosa a su hij a Perséfone. Se dice que Dem ét er, cansada y
desalent ada por su búsqueda y sint iéndose poco dispuest a a coquet ear con dioses o t it anes, se
t ransform ó en una yegua y com enzó a pacer con el ganado de un t al Onco, un hij o de Apolo
que reinaba en Onceo, Arcadia. Sin em bargo, no logró engañar a Posidón, quien se t ransform ó
en un caballo sem ent al y la cubrió; de esa unión escandalosa nacieron la ninfa Despeina y el
caballo salvaj e Arión. La ira de Dem ét er fue t an grande que t odavía se le rinde cult o
localm ent e com o «Dem ét er la Furia» 65 .

1. Tet is, Anfit rit e y Nereis eran diferent es t ít ulos locales de la t riple diosa Luna com o
gobernant e del m ar, y com o Posidón era el dios Padre de los eolios dedicados al m ar,
pret endía ser su esposo dondequiera que ella t uviese adoradores. Peleo se casó con Tet is en el
m ont e Pelión ( véase 81.1) . Nereis significa «la m oj ada» y el nom bre de Anfit rit e se refiere al
«t ercer elem ent o», el m ar, que se ext iende alrededor de la t ierra, el prim er elem ent o, y sobre
la cual se eleva el segundo elem ent o, el aire. En los poem as hom éricos Anfit rit e significa
sim plem ent e «el m ar» y no est á personificada com o la esposa de Posidón. Su renuencia a
casarse con Posidón iguala a la de Hera a casarse con Zeus y la de Perséfone a casarse con
Hades; el casam ient o im plicaba la int ervención de sacerdot es varones en el m anej o fem enino
de la indust ria pesquera. La fábula de Delfino es una alegoría sent im ent al: los delfines
aparecen cuando se calm a el m ar. Los hij os de Anfit rit e const it uían una t ríada: Trit ón, la nueva
luna propicia: Rodé, la luna llena de la cosecha, y Bent esicim e, la luna viej a peligrosa. Pero
Trit ón fue post eriorm ent e m asculinizada. Ege se hallaba en el lado resguardado beocio de
Eubea y servía com o puert o de Orcóm eno; y fue por est os alrededores donde se concent ró la
expedición naval cont ra Troya.
2. La fábula de la venganza de Anfit rit e cont ra Escila t iene su paralelo en la de Pasífae
cont ra ot ra Escila (véase 91.2) . Escila ( «la que desgarra» o «cachorro») es sim plem ent e un
aspect o desagradable de ella m ism a: Hécat e, la diosa de la Muert e de cabeza de perro ( véase
31.f) , que se hallaba en su elem ent o t ant o en t ierra com o en las olas. La im presión de un sello
de Cnosos la m uest ra am enazando a un hom bre en una em barcación, así com o am enazó a
Odiseo en el est recho de Mesina (véase 170.t ) . El relat o cit ado por Tzet zes parece haber sido
deducido equivocadam ent e de la pint ura de un jarrón ant iguo en el que Anfit rit e aparece junt o
a un est anque ocupado por un m onst ruo con cabeza de perro; en el ot ro lado del j arrón
aparece un héroe ahogado at rapado ent re dos t ríadas de diosas con cabeza de perro a la
ent rada del I nfierno (véase 31.a y 134.1) .

64
Pausanias: ii.30.6; Plutarco:. Banquetes ix.6; Pausanias: ii.1.6; ii.15.5; ii.22.5.
65
Píndaro: Odas píticas vi.50; Pausanias: viii.25.3-5; Apolodoro: iii.6.8.

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Los mitos griegos I Robert Graves

3. Las t ent at ivas de Posidón para apoderarse de ciert as ciudades son m it os polít icos. Su
disput a por At enas indica una t ent at iva desafort unada para hacerse el dios t ut elar de la ciudad
en lugar de At enea. Sin em bargo, la vict oria de ést a fue m enoscabada por una concesión al
pat riarcado: los at enienses abandonaron la cost um bre cret ense que prevaleció en Caria hast a
la época clásica ( Herodot o: i.173) cuando dejaron de adopt ar los nom bres de sus m adres.
Varrón, quien da est e det alle, explica el juicio com o un plebiscit o de t odos los hom bres y
m uj eres de At enas.
Es evident e que los pelasgos j onios de At enas fueron vencidos por los eolios y que
At enea reconquist ó su soberanía sólo m ediant e una alianza con los aqueos de Zeus, quienes
m ás t arde hicieron que repudiase la pat ernidad de Posidón y adm it iera que había renacido de
la cabeza de Zeus.
4. El olivo cult ivado fue im port ado originalm ent e de Libia, lo que apoya el m it o del origen
libio de At enea; pero lo que t raj o sería solam ent e un esquej e; el olivo cult ivado no se
reproduce puro, sino que siem pre hay que injert arlo en el acebuche u oleast ro. El árbol de
At enea se m ost raba t odavía en At enas en el siglo n d. de C. La inundación de la llanura
t riasiana es probablem ent e un acont ecim ient o hist órico, pero no se puede fechar. Es posible
que a com ienzos del siglo XI V a. d. C., que, según calculan los m et eorólogos, fue un período
de m áxim as precipit aciones pluviales, los ríos de Arcadia nunca est uvieron secos y que su
agot am ient o subsiguient e fuese at ribuido a la venganza de Posidón. El cult o del Sol pre-heleno
en Corint o est á bien dem ost rado ( Pausanias: ii.4.7; véase 67.2) .
5. El m it o de Dem ét er y Posidón const at a una invasión helena de Arcadia. Dem ét er era
represent ada en Figalia com o la pat rona con cabeza de yegua del cult o del caballo pre-heleno.
Los caballos eran consagrados a la luna, porque sus cascos hacen una m arca en form a de luna
y a la luna se la consideraba com o la fuent e de t oda agua; de aquí la asociación de Pegaso con
los m anant iales de agua ( véase 75.b) . Los helenos prim it ivos int roduj eron en Grecia desde la
Transcaspiana una nueva raza caballar, pues la variedad nat iva t enía m ás o m enos el t am año
de un caballit o de Shet land y no servía para el t iro. Parecen haberse apoderado de los cent ros
del cult o del caballo, donde sus reyes guerreros se casaron por la fuerza con las sacerdot isas
locales y conquist aron así el derecho al país, suprim iendo incident alm ent e las orgías de las
yeguas salvaj es ( véase 72.4) . Los caballos sagrados Arión y Despoina ( ést e era un t ít ulo de
Dem ét er m ism a) fueron reivindicados ent onces com o hij os de Posidón. Am im one puede haber
sido un nom bre de la diosa en Lerna, el cent ro del cult o del agua danaide (véase 60.g y 4) .
6. Dem ét er, com o Furia, lo m ism o que Ném esis com o Furia (véase 32.3) , era la diosa en
su est ado de ánim o asesino anual; y el relat o referido t am bién a Posidón y Dem ét er en
Felpusa ( Pausanias: viii.42) y a Posidón y una Furia sin nom bre en la fuent e de Tilfusa en
Beocia (Escoliast a sobre la I líada de Hornero xxiii.346) era ya viej a cuando llegaron los
helenos. Aparece en la lit erat ura sagrada india prim it iva, en la que Saranyu se t ransform a en
una yegua y Vivaswat en un caballo sem ent al que la cubre: el frut o de esa unión son los dos
heroicos Asvins. «Dem ét er Erinia» puede, en efect o, est ar en lugar, no de «Dem ét er la Furia»,
sino de «Dem ét er Saranyu», en un int ent o de conciliar a las dos cult uras guerreras, pero para
los resent idos pelasgos Dem ét er había sido, y seguía siendo, ult raj ada.

17.

NATURALEZA Y HECHOS DE HERMES

a. Cuando Herm es nació en el m ont e Cilene su m adre Maya lo dej ó envuelt o en pañales
en un bieldo, pero desarrollándose con una rapidez asom brosa se convirt ió en un m uchacho, y
t an pront o com o Maya volvió la espalda se escapó y fue en busca de avent uras. Llegó a Pieria,
donde Apolo guardaba un herm oso rebaño de vacas, y decidió robarlas. Pero t em iendo que lo
descubrieran sus huellas, confeccionó rápidam ent e herraduras con la cort eza de un roble caído
y las at ó con hierbas t renzadas a las pezuñas de las vacas, a las que luego conduj o de noch e
por el cam ino. Apolo descubrió la pérdida, pero la t ret a de Herm es le engañó, y aunque fue
hast a Pilos en su búsqueda hacia el oest e, y hast a Onquest o hacia el est e, al final se vio
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Los mitos griegos I Robert Graves

obligado a ofrecer una recom pensa por la capt ura del ladrón. Sueno y sus sát iros, ansiosos por
obt ener la recom pensa, se disem inaron en diferent es direcciones para descubrirlo, durant e
largo t iem po sin conseguirlo. Finalm ent e, un grupo de ellos pasó por Arcadia y oyó el sonido
sordo de una m úsica com o la que nunca habían oído hast a ent onces, y la ninfa Cilene, desde la
ent rada de una cueva, les dij o que un niño de ext raordinario t alent o había nacido allí
recient em ent e y que ella le hacía de niñera. El niño había const ruido un ingenioso inst rum ent o
m usical con la concha de una t ort uga y algunas t ripas de vaca, y con ese inst rum ent o había
arrullado a su m adre para que se durm iera.
b. «¿Y quién le dio las t ripas de vaca?», pregunt aron los vigilant es sát iros al ver dos
cueros ext endidos fuera de la cueva. «¿Acusáis de robo al pobre niño?», pregunt ó a su vez
Cilene, y cam biaron palabras duras.
c. En aquel m om ent o se present ó Apolo, quien había descubiert o la ident idad del ladrón
observando el com port am ient o sospechoso de una ave de largas alas. Ent ró en la cueva,
despert ó a Maya y le dij o severam ent e que Herm es debía devolver las vacas robadas. Maya
señaló al niño, t odavía envuelt o en sus pañales y que fingía dorm ir. «¡Qué acusación
absurda! », exclam ó. Pero Apolo había reconocido los cueros. Tom ó a Herm es, lo llevó al
Olim po y allí le acusó form alm ent e del robo, m ost rando los cueros com o prueba. Zeus, poco
dispuest o a creer que su hij o recién nacido era ladrón, le inst ó a que se declarase inocent e,
pero Apolo no est aba dispuest o a ceder y al final Herm es flaqueó y confesó.
—Muy bien, ven conm igo —dij o— y t endrás t u rebaño. He m at ados sólo dos y las he
dividido en doce part es iguales com o sacrificio a los doce dioses.
—¿Doce dioses? —pregunt ó Apolo—. ¿Y quién es el duodécim o?
—Tu servidor, señor —cont est ó Herm es m odest am ent e—. No com í m ás que m i part e,
aunque t enia m ucha ham bre, y lo dem ás lo quem é debidam ent e.
Ahora bien, ést e fue el prim er sacrificio de carne que se había hecho hast a ent onces.
d. Los dos dioses volvieron al m ont e Cilene. donde Herm es saludó a su m adre y recuperó
algo que había dej ado ocult o baj o una piel de ovej a.
—¿Qué t ienes ahí? —le pregunt ó Apolo.
En respuest a, Herm es le m ost ró la lira de concha de t ort uga recién invent ada por él, y
ut ilizando el plect ro, que t am bién había invent ado, t ocó con ella una t onada t an arrebat adora,
al m ism o t iem po que cant aba en elogio de la nobleza, la int eligencia y la generosidad de
Apolo, que ést e le perdonó inm ediat am ent e. Conduj o al sorprendido y com placido Apolo a
Pilos, t ocando durant e t odo el cam ino, y allí le ent regó lo que quedaba del ganado, que había
ocult ado en una caverna.
—¡Hagam os un t rat o! —exclam ó Apolo—. Tú t e quedas con las vacas y yo con la lira.
—De acuerdo —cont est ó Herm es, y se est recharon las m anos.
e. Mient ras las vacas ham brient as pacían, Herm es cort ó unas cañas, hizo con ellas una
zam poña y t ocó ot ra t onada. Apolo, com placido de nuevo, propuso:
—Hagam os ot ro t rat o. Si m e das esa zam poña yo t e daré est e cayado de oro con el que
reúno m i ganado, y en el fut uro serás el dios de t odos los vaqueros y past ores.
—Mi zam poña vale m ás que t u cayado —replicó Herm es—, pero haré el t rueque si
adem ás m e enseñas el augurio, porque parece ser un art e m uy út il.
—No puedo hacer eso —dij o Apolo—, pero si vas a ver a m is viej as nodrizas, las Trías
que viven en el Parnaso, ellas te enseñarán a adivinar por m edio de guij arros.
f. Volvieron a est recharse las m anos y Apolo llevó al niño nuevam ent e al Olim po y le
refirió a Zeus t odo lo que había sucedido. Zeus advirt ió a Herm es que en adelant e debía
respet ar los derechos de propiedad y abst enerse de decir m ent iras com plet as, pero no pudo
por m enos de sent irse divert ido.
—Pareces un diosecillo m uy ingenioso, elocuent e y persuasivo —le dij o.
—Ent onces, hazm e t u heraldo, Padre —cont est ó Herm es— y yo m e haré responsable de
la seguridad de t oda la propiedad divina y nunca diré m ent iras, aunque no puedo prom et er
que diré siem pre t oda la verdad.

44
Los mitos griegos I Robert Graves

—No t e exigiría t ant o —dij o Zeus, sonriendo—. Pero t us deberes incluirán la conclusión
de t rat ados, la prom oción del com ercio y el m ant enim ient o de la libert ad de t ránsit o de los
viaj eros por t odos los cam inos del m undo.
Cuando Herm es acept ó esas condiciones, Zeus le dio un báculo de heraldo con cint as
blancas que t odos debían respet ar, un som brero redondo para que se resguardara de la lluvia
y sandalias de oro aladas que lo llevaban de un lado a ot ro con la rapidez del vient o. Fue
recibido inm ediat am ent e en la fam ilia olím pica, a la que enseñó el art e de hacer fuego
haciendo girar rápidam ent e una varilla.
g. Luego las Trías enseñaron a Herm es a predecir el fut uro m ediant e la danza de
guij arros en una vasij a de agua; él m ism o invent ó el j uego de la t aba y el art e de adivinar por
m edio de ella. Hades le t om ó t am bién com o su heraldo, para llam ar a los m oribundos con
suavidad y elocuencia, poniendo el báculo de oro sobre sus oj os66 .
h. Luego ayudó a las t res Parcas a com poner el Alfabet o, invent ó la ast ronom ía, la escala
m usical, las art es del pugilat o y la gim nasia, los pesos y m edidas (que algunos at ribuyen a
Palam edes) y el cult ivo del olivo67 .
i. Algunos sost ienen que la lira invent ada por. Herm es t enía siet e cuerdas; ot ros que sólo
t enía t res, de acuerdo con las est aciones, o cuat ro, de acuerdo con los t rim est res del año, y
que Apolo aum ent ó el núm ero a siet e68 .
j . Herm es t uvo num erosos hij os, ent re ellos Equión, el heraldo de los argonaut as;
Aut ólico, el ladrón; y Dafnis, el invent or de la poesía bucólica. Est e Dafnis era un bello j oven
siciliano al que su m adre, una ninfa, abandonó en un bosquecillo de laureles de la Mont aña de
Hera; de aquí el nom bre que le dieron los past ores, sus padres adopt ivos. Pan le enseñó a
t ocar la zam poña, Apolo le adoraba y solía cazar con Árt em is, a quien com placía su m úsica.
Prodigaba su cuidado de los num erosos rebaños de vacas, que eran de la m ism a raza que los
de Helio. Una ninfa llam ada Mom ia le hij o j urar que nunca le sería infiel baj o pena de quedar
ciego, pero su rival, Quim era, se las ingenió para seducirle cuando est aba borracho y Mom ia le
cegó en cum plim ient o de su am enaza. Dafnis se consoló durant e un t iem po con t rist es
canciones acerca de la pérdida de la vist a, pero no vivió m ucho t iem po. Herm es lo convirt ió en
una piedra, que se ve t odavía en la ciudad de Cefalenit ano, e hizo que brot ara una fuent e
llam ada Dafnis en Siracusa, donde se ofrecen sacrificios anuales69 .

1. El m it o de la infancia de Herm es se ha conservado solam ent e en una form a lit eraria


t ardía. Una t radición de los robos de ganado realizados por los ast ut os m esem os a cost a de
sus vecinos ( véase 74.g y 171.h) , y de un t rat ado por el cual quedaron int errum pidos, parece
haberse com binado m it ológicam ent e con un relat o acerca de cóm o los bárbaros helenos
hicieron suya y explot aron, en nom bre de su adopt ado dios Apolo, la civilización cret ense-
heládica que encont raron en la Grecia cent ral y m eridional —el pugilat o, la gim nasia, los pesos
y m edidas, la m úsica, la ast ronom ía y el cult ivo del olivo eran t odos pre- helénicos ( véase
162.6) — y aprendieron buenos m odales.
2. Herm es evolucionó hast a convert irse en dios part iendo de los falos de piedra que eran
cent ros locales de un cult o de la fert ilidad pre- heleno (véase 15.1) —el relat o de su rápido

66
Himno homérico a Hermes 1-543; Sófocles: Fragmentos de Los Sirgadores; Apolodoro:
iii.10.2.
67
Diodoro Sículo: v.75; Higinio: Fábula 277; Plutarco: Banquetes ix.3.
68
Himno homérico a Hermes 51; Diodoro Sículo: i.16; Macrobio: Saturnaliorum Conviviorum
i.19; Calímaco: Himno a Délos 253.
69
Diodoro Sículo: iv.84; Servio sobre las Églogas de Virgilio v.20; viii.68; x.26; Filargirio sobre
las Églogas de Virgilio v.20; Eliano: Varia Historia x.18.

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Los mitos griegos I Robert Graves

desarrollo puede ser una obscenidad t raviesa de Hornero— pero t am bién del Hij o Divino del
Calendario pre-heleno ( véase 24.6, 44.1, 105.1, 171.4, et c.) , del egipcio Thot h, Dios de la
I nt eligencia, y de Anubis, conduct or de las alm as al m undo subt erráneo.
3. Las cint as blancas heráldicas del báculo de Herm es fueron m ás t arde t om adas
equivocadam ent e por serpient es, porque era heraldo de Hades, y de aquí el nom bre de
Equión. Las Trías son la t riple Musa ( «diosa de la m ont aña») del Parnaso y su adivinación por
m edio de guij arros se pract icaba t am bién en Delfos ( Myt hographi Graeci: Appendix
Narrat ionum 67) . At enea fue la prim era a quien se at ribuyó la invención de los dados
adivinat orios hechos con t abas ( Zenobio: Proverbios v.75) , que llegaron a ser de uso popular,
pero d art e del augurio siguió siendo una prerrogat iva arist ocrát ica t ant o en Grecia com o en
Rom a. El «ave de largas alas» de Apolo era probablem ent e la propia grulla sagrada de
Herm es, pues el sacerdocio de Apolo invadía const ant em ent e el t errit orio de Herm es, pat rono
ant erior de la adivinación, la lit erat ura y las art es, com o hacía el sacerdocio de Herm es con el
de Pan, las Musas y At enea. El invent o de hacer fuego era at ribuido a Herm es porque el girar
del t aladro m acho en la base hem bra sugería la m agia fálica.
4. Sueno y sus hij os, los sát iros, eran personaj es cóm icos convencionales en el dram a
át ico ( véase 83.5) ; originalm ent e habían sido m ont añeses prim it ivos de la Grecia
sept ent rional. A Sueno le llam aban aut óct ono o hij o de Pan con una de las ninfas ( Nono:
Dionisíacas xiv.97; xxix.97; Eliano: Varia Hist oria iii.18) .
5. El relat o rom ánt ico de Dafnis se form ó en t orno a un pilar fálico de Cefalenit ano y de
una fuent e de Siracusa, cada uno de ellos rodeado probablem ent e por un bosquecillo de
laureles, donde se ent onaban canciones en honor de los m uert os ciegos. Se decía que Dafnis
era am ado por Apolo, porque había t om ado el laurel de la diosa orgiást ica de Tem pe ( véase
21.6) .

18.

NATURALEZA Y HECHOS DE AFRODI TA

a. Rara vez se podía convencer a Afrodit a para que prest ase a las ot ras diosas su ceñidor
m ágico, que hacía que t odos se enam orasen de su port adora, pues era celosa de su posición.
Zeus la había dado en m at rim onio a Hefest o, el dios herrero coj o; pero el verdadero padre de
los t res hij os que ella le dio —Fobos, Deim os y Harm onía— era Ares, el robust o, el im pet uoso,
ebrio y pendenciero Dios de la Guerra. Hefest os no se ent eró de la infidelidad hast a que una
noche los am ant es se quedaron dem asiado t iem po j unt os en el lecho en el palacio de Ares en
Tracia; cuando Helio se levant ó los vio en su ent ret enim ient o y le fue con el cuent o a Hefest o.
b. Hefest o se ret iró airado a su fragua y, a golpes de m art illo, forj ó una red de caza de
bronce, fina com o una t elaraña pero irrom pible, que at ó secret am ent e a los post es y los lados
de su lecho m at rim onial. A Afrodit a, que volvió a Tracia t oda sonrisas y le explicó que había
est ado ocupada en Corint o, le dij o: «Te ruego que m e excuses, querida esposa, pero voy a
t om ar unas breves vacaciones en Lem nos, m i isla favorit a.» Afrodit a no se ofreció a
acom pañarle y en cuant o se hubo perdido de vist a se apresuró a llam ar a Ares, quien llegó en
seguida. Los dos se acost aron alegrem ent e, pero cuando quisieron levant arse al am anecer se
encont raron enredados en la red, desnudos y sin poder escapar. Hefest o volvió de su viaj e y
los sorprendió allí y llam ó a t odos los dioses para que fuesen t est igos de su deshonor. Luego
anunció que no pondría en libert ad a su esposa hast a que le devolviesen los valiosos regalos
con que había pagado a Zeus, su padre adopt ivo.
c. Los dioses corrieron a presenciar el apriet o en que se hallaba Afrodit a, pero las diosas,
por delicadeza, se quedaron en sus aloj am ient os. Apolo, t ocando disim uladam ent e con el codo
a Herm es, le pregunt ó: «¿No t e gust aría est ar en el lugar de Ares, a pesar de la red?» Herm es
j uró por su cabeza que le gust aría aunque hubiera t res veces m ás redes y t odas las diosas le
m irasen con desaprobación. Est o hizo que am bos dioses rieran ruidosam ent e, pero Zeus
est aba t an disgust ado que se negó a devolver los regalos de boda o a int ervenir en una
disput a vulgar ent re un m arido y su esposa, declarando que Hefest o había com et ido una
46
Los mitos griegos I Robert Graves

t ont ería al hacer público el asunt o. Posidón, quien, al ver el cuerpo desnudo de Afrodit a, se
había enam orado de ella, ocult ó sus celos de Ares y sim uló que sim pat izaba con Hefest o.
—Puest o que Zeus se niega a ayudar —dij o—, yo m e encargo de que Ares, com o precio
por su libert ad, pague el equivalent e de los regalos de boda en cuest ión.
—Todo est á m uy bien —replicó Hefest o lúgubrem ent e—, pero si Ares no cum ple, t ú
t endrás que ocupar su lugar baj o la red.
—¿En com pañía de Afrodit a? —dij o Apolo riendo.
—Yo no puedo creer que Ares no cum plirá —dij o Posidón noblem ent e—, pero si así fuera,
est oy dispuest o a pagar la deuda y casarm e yo m ism o con Afrodit a.
En consecuencia, Ares fue puest o en libert ad y volvió a Tracia, y Afrodit a fue a Pafos,
donde renovó su virginidad en el m ar 70 .
d. Halagada por la franca confesión hecha por Herm es de que la am aba, Afrodit a pasó
poco después una noche con él y el frut o de su unión fue Herm afrodit o, un ser de doble sexo;
igualm ent e com placida por la int ervención de Posidón en su favor, le dio dos hij os, Rodo y
Herófilo71 . No es necesario decir que Ares no cum plió, alegando que si Zeus no pagaba, ¿por
qué había de pagar él? Al final nadie pagó, porque Hefest o est aba locam ent e enam orado de
Afrodit a y no t enía verdadera int ención de divorciarse de ella.
e. Más t arde Afrodit a se ent regó a Dioniso y t uvo con él a Príapo, un niño feo con
enorm es órganos genit ales; fue Hera quien le dio ese aspect o obsceno, porque censuraba la
prom iscuidad de Afrodit a. Es j ardinero y lleva una podadera72 .
f. Aunque Zeus nunca se acost ó con su hij a adopt iva Afrodit a com o algunos dicen que
hizo, la m agia de su ceñidor le som et ió a una t ent ación const ant e y al final decidió hum illarla
haciendo que se enam orara desesperadam ent e de un m ort al. Ést e era el bello Anquises, rey
de los dárdanos y niet o de I lo, y una noche, cuando él dorm ía en su choza de past or en el
m ont e I da de Troya, Afrodit a le visit ó disfrazada de princesa frigia, at aviada con una
deslum bradora t única roj a, y se acost ó con él en un lecho form ado con pieles de osos y leones,
m ient ras las abej as zum baban soñolient am ent e a su alrededor. Cuando se separaron al
am anecer ella le reveló su ident idad y le hizo prom et er no cont arle a nadie que había dorm ido
con él. Anquises se horrorizó al saber que había descubiert o la desnudez de una diosa y le
suplicó que le perdonara la vida. Ella le aseguró que nada t enía que t em er y que su hij o sería
fam oso73 . Algunos días después, cuando Anquises bebía con sus com pañeros, uno de ellos
pregunt ó: «¿No preferirías dorm ir con la hij a de fulano de t al que con la propia Afrodit a?» «No
—cont est ó Anquises incaut am ent e—. Habiendo dorm ido con am bas, la pregunt a m e parece
absurda.»
g. Zeus alcanzó a oír est a j act ancia y lanzó cont ra Anquises un rayo, el cual lo habría
m at ado al m om ent o si Afrodit a no hubiera int erpuest o su ceñidor y desviado el rayo, que cayó
en t ierra a los pies de Anquises. Sin em bargo, la sacudida debilit ó de t al m odo a Anquises que
nunca m ás pudo m ant enerse derecho, y Afrodit a, después de dar a luz a su hij o Eneas, no
t ardó en perder su apasionam ient o por él 74 .
h. Un día la esposa del rey Cíniras de Chipre —aunque algunos dicen que era el rey Fénix
de Biblos y ot ros que el rey Thías de Asiría— se j act ó t ont am ent e de que su hij a Esm irna era
incluso m ás bella que Afrodit a. La diosa vengó ese insult o haciendo que Esm irna se enam orase
de su padre y se int roduj ese en su lecho una noche oscura, después que su nodriza lo hubiera
em borrachado hast a t al punt o que no se daba cuent a de lo que hacía. Luego Cíniras descubrió
que era al m ism o t iem po el padre y el abuelo del hij o aún no nacido de Esm irna, por lo que

70
Homero: Odisea viii.266-367.
71
Diodoro Sículo: iv.6; Escoliasta sobre las Odas píticas de Píndaro viii.24.
72
Pausanias: ix.31.2; Escoliasta sobre Apolonio de. Rodas: i.932.
73
Himno homérico a Afrodita 45-200; Teócrito: Idilios i.105-7; Higinio: Fábula 94.
74
Servio sobre la Eneida de Virgilio ii.649.

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Los mitos griegos I Robert Graves

rebosando de ira, t om ó una espada y la persiguió haciéndola huir del palacio. La alcanzó en la
cim a de una colina, pero Afrodit a se apresuró a t ransform ar a Esm irna en un árbol de m irra y
la espada se part ió en dos pedazos. De allí salió el infant e Adonis. Afrodit a, ya arrepent ida de
la t ravesura que había hecho, ocult ó a Adonis en un cofre que confió a Perséfone, Reina de los
Muert os, . pidiéndole que lo guardara en un lugar oscuro.
i. Perséfone sint ió curiosidad por abrir el cofre y encont ró dent ro a Adonis. Era t an
herm oso que lo sacó del cofre y lo crió en su palacio. La not icia llegó a oídos de Afrodit a, quien
inm ediat am ent e fue al Tárt aro para reclam ar a Adonis y, en vist a de que Perséfone no quería
ent regarlo, pues ya le había hecho su am ant e, apeló a Zeus. Zeus, dándose cuent a de que
t am bién Afrodit a quería acost arse con Adonis, se negó a j uzgar una disput a t an desagradable
y la t ransfirió a un t ribunal inferior, presidido por la m usa Calíope. El veredict o de Calíope fue
que Perséfone y Afrodit a t enían el m ism o derecho a Adonis —Afrodit a por haber dispuest o su
nacim ient o y Perséfone por haberlo sacado del cofre—, pero que a él se le debía conceder un
breve descanso anual de las exigencias am orosas de las dos diosas insaciables. En
consecuencia dividió el año en t res part es iguales, una de las cuales Adonis debía pasar con
Perséfone, ot ra con Afrodit a y la t ercera solo.
Afrodit a no j ugó lim pio: llevando const ant em ent e su ceñidor m ágico, persuadió a Adonis
para que le concediera su part e del año, escat im ara la part e debida a Perséfone y
desobedeciera la decisión del t ribunal 75 .
j . Perséfone, j ust am ent e agraviada, fue a la Tracia, donde le dij o a su benefact or Ares
que Afrodit a ahora prefería a Adonis ant es que a él: «Es un perro m ort al —exclam ó— ¡y
adem ás afem inado! » Ares sint ió celos y, disfrazado de j abalí, corrió a donde est aba Adonis,
quien cazaba en el m ont e Líbano, y lo m at ó a cornadas ant e los oj os de Afrodit a. De su sangre
brot aron aném onas y su alm a descendió al Tárt aro. Afrodit a fue a ver a Zeus llorando y le
suplicó que Adonis no t uviese que pasar m ás de la m it ad lóbrega del año con Perséfone y
pudiera ser su com pañero durant e los m eses del verano. Zeus se lo concedió
m agnánim am ent e. Pero algunos dicen que el j abalí era Apolo quien se vengó de un daño que
le había hecho Afrodit a76 .
k. En una ocasión, para despert ar los celos de Adonis, Afrodit a pasó varias noches en el
Lilibeo con el argonaut a But es, quien la hizo m adre de Erix, un rey de Sicilia. Los hij os que
t uvo con Adonis fueron un varón, Golgo, fundador de Golgi en Chipre, y una hij a, Beroe,
fundadora de Beroea en Tracia; algunos dicen que Adonis, y no Dioniso, fue el padre de
Príapo 77 .
l. Las Parcas asignaron a Afrodit a solam ent e un deber divino, a saber, hacer el am or;
pero un día At enea la sorprendió t rabaj ando subrept iciam ent e en un t elar y se quej ó de que
sus prerrogat ivas habían sido infringidas, am enazando con abandonarlas por com plet o.
Afrodit a se disculpó profusam ent e y desde ent onces no volvió a t rabaj ar con las m anos78 .

1. Los helenos post eriores rebaj aron la im port ancia de la Gran Diosa del Medit erráneo,
que durant e largo t iem po había t enido la suprem acía en Corint o, Espart a, Tespias y At enas,
colocándola baj o t ut ela m asculina y considerando sus solem nes orgías sexuales com o
indiscreciones adúlt eras. La red en la que Hornero present a a Afrodit a apresada por Hefest o

75
Apolodoro: iii.14.3-4; Higinio: Astronomía poética ii.7 y Fábulas 58,164, 251; Fulgencio: Mi-
tología iii.8.
76
Servio sobre las Églogas de Virgilio x.18; Himno órfico lv.10; Ptolomeo Hefestionos: i.306.
77
Apolonio de Rodas: iv.914-19; Diodoro Sículo: iv.83; Escoliasta sobre los Idilios de Teócrito
xv.100; Tzetzes: Sobre Licofrón 831.

78
Hesíodo: Teogonía 203-4; Nono: Dionisíacas xxiv.274-81.

48
Los mitos griegos I Robert Graves

era originalm ent e su propia red de Diosa del Mar ( véase 89.2) y su sacerdot isa parece haberla
llevado durant e el carnaval de prim avera; la sacerdot isa de la diosa escandinava Hollé, o
Gode, hacía lo m ism o en la Víspera de Mayo.
2. Príapo t uvo su origen en las t oscas im ágenes fálicas de m adera que presidían las
orgías dionisíacas. Se le hace hij o de Adonis a causa de los «j ardines» en m iniat ura ofrecidos
en sus fest ivales. El peral est aba consagrado a Hera com o diosa principal del Peloponeso y, en
consecuencia, se la llam aba Apia ( véase 64.4 y 74.6) .
3. Afrodit a Urania ( «reina de la m ont aña») o Ericina ( «del brezo») era la ninfa- diosa del
solst icio de verano. Dest ruyó al rey sagrado, que copuló con ella en la cim a de una m ont aña,
del m ism o m odo en que una abej a reina dest ruye al zángano: arrancándole los órganos
sexuales. De ahí las abej as am ant es del brezo y la t única roj a en su avent ura am or osa de la
cim a de la m ont aña con Anquises; y de ahí t am bién el cult o de Cibeles, la Afrodit a frigia del
m ont e I da, com o una abej a reina, y la ext át ica aut o- cast ración de sus sacerdot es en m em oria
de su am ant e At is (véase 79.1) . Anquises era uno de los m uchos reyes sagrados que eran
heridos con un rayo rit ual después de j unt arse con la Diosa de la Muert e- en- Vida ( véase 24.a) .
En la versión m ás ant igua del m it o lo m at aban, pero en las post eriores escapaba, para
j ust ificar la fábula de cóm o el piadoso Eneas, quien llevó el Paladio sagrado a Rom a, sacó a su
padre de la Troya incendiada ( véase 168.c) . Su nom bre ident ifica a Afrodit a con I sis, cuyo
esposo Osiris fue cast rado por Set disfrazado de oso; «Anquises» es, en efect o, sinónim o de
Adonis. Tenía un sant uario en Egest a, cerca del m ont e Erix ( Dionisio de Halicarnaso: i.53) y
Virgilio dij o, por lo t ant o, que m urió en Drépano, una ciudad vecina, y fue ent errado en la
m ont aña (Eneida iii.710, 759, et c.) . Había ot ros sant uarios de Anquises en Arcadia y la
Tróade. En el t em plo de Afrodit a en el m ont e Erix se exhibía un panal de m iel de oro que,
según se decía, era un ex vot o present ado por Dédalo cuando huyó a Sicilia ( véase 92.h) .
4. Com o Diosa de la Muert e- en- Vida, Afrodit a m ereció m uchos t ít ulos que parecen
incom pat ibles con su belleza y com placencia. En At enas la llam aban la Mayor de las Parcas y
herm ana de las Erinias; en ot ras part es Melenis ( «la negra») , nom bre que Pausanias explica
ingeniosam ent e com o significando que la m ayoría de los act os am orosos se realizan de noche,
Escolia ( «oscura») , Androfono ( «m at adora de hom bres») , e incluso, según Plut arco, Epit im bria
( «de las t um bas») .
5. El m it o de Cíniras y Esm irna es, evident em ent e, t est im onio de un período hist órico en
que el rey sagrado en una sociedad m at rilineal decidió prolongar su reinado m ás allá del
t érm ino acost um brado. Lo hizo celebrando un casam ient o con la j oven sacerdot isa,
nom inalm ent e su hij a, que iba a ser reina durant e el período siguient e, en vez de dej ar que
ot ro principillo se casase con ella y le quit ase el reino ( véase 65.1) .
6. Adonis ( fenicio: adon. «señor») es una versión griega del sem idiós sirio Tam m uz, el
espírit u de la veget ación anual. En Siria, Asia Menor y Grecia el año sagrado de la diosa se
dividía en un t iem po en t res part es, regidas por el León, la Cabra y la Serpient e ( véase 75.2) .
La Cabra, em blem a de la part e cent ral, pert enecía a la diosa del Am or Afrodit a; la Serpient e,
em blem a de la últ im a part e, pert enecía a la diosa de la Muert e Perséfone; el León, em blem a
de la prim era part e, est aba consagrado a la diosa del Nacim ient o, llam ada allí Esm irna, y que
no t enía derecho alguno sobre Adonis. En Grecia est e calendario fue sust it uido por un año de
dos est aciones, dividida cada una de ellas en dos part es por los equinoccios a la m anera
orient al, com o en Espart a y Belfos, o por los solst icios a la m anera sept ent rional, com o en
At enas y Tebas, lo que explica la diferencia ent re los respect ivos veredict os de la diosa
m ont añesa Calíope y Zeus.
7. A Tam m uz lo m at ó un j abalí, com o a m uchos personaj es m ít icos análogos: Osiris, el
Zeus de Cret a, Anceo de Arcadia ( véase 157.e) , Carm anor de Lidia (véase 136.b) y el héroe
irlandés Diarm uid. Est e j abalí parece haber sido en un t iem po una cerda con colm illos en form a
de m edia luna, la diosa m ism a com o Perséfone, pero cuando se dividió el año en dos part es, la
m it ad brillant e regida por el rey sagrado y la m it ad oscura por su sucesor o rival, est e rival
apareció en la form a de j abalí, com o Set cuando m at ó a Osiris o Finn m ac Cool cuando m at ó a
Diarm uid. La sangre de Tam m uz es una alegoría de las aném onas que enroj ecen las laderas
del m ont e Líbano después de las lluvias invernales; en Biblos se celebraba t odas las
prim averas la Adonia, fest ival fúnebre en honor de Tam m uz. El nacim ient o de Adonis de una
m irra —la m irra es un conocido afrodisíaco— indica el caráct er orgiást ico de sus rit os. Las
got as de gom a que vert ía la m irra se suponía que eran lágrim as derram adas por él ( Ovidio:

49
Los mitos griegos I Robert Graves

Met am orfosis x.500 y ss.) . Higinio hace a Ciniras rey de Asiría ( Fábula 58) quizá porque el
cult o de Tam m uz parecía haber t enido allí su origen.
8. El hij o de Afrodit a, Herm afrodit o, era un j oven con pechos de m uj er y larga cabellera.
Al igual que la andrógina, o m uj er barbuda, el herm afrodit a exist ía, por supuest o, com o
fenóm eno físico, pero com o concept os religiosos am bos se originaron en la t ransición del
m at riarcado al pat riarcado. Herm afrodit o es el rey sagrado que represent a a la reina ( véase
136.4) y lleva pechos art ificiales. Andrógina es la m adre de un clan preheleno que había
evit ado que lo pat riarcalizaran; con el fin de conservar sus poderes m agist rales o para
ennoblecer a los hij os t enidos por ella con un padre esclavo, se pone una barba falsa,
siguiendo la cost um bre de Argos. Las diosas barbudas, com o la Afrodit a chipriot a, y los dioses
afem inados, com o Dioniso, corresponden a esas et apas sociales de t ransición.
9. Harm onía es, a prim era vist a, un nom bre ext raño para una hij a de Afrodit a y Ares,
pero, ent onces com o ahora, exist ía m ás afect o y arm onía que de cost um bre en un Est ado que
se hallaba en guerra.

19.

NATURALEZA Y HECHOS DE ARES

a. El Ares t racio am a la bat alla por sí m ism a y su herm ana Eris provoca const ant em ent e
ocasiones para la guerra m ediant e la difusión de rum ores y la inculcación de celos. Com o ella,
él nunca favorece a una ciudad o una facción m ás que a ot ra, sino que com bat e en est e o en
aquel lado según la inclinación del m om ent o y se com place en la m at anza de hom bres y el
saqueo de ciudades. Todos sus colegas inm ort ales le odian, desde Zeus y Hera para abaj o, con
excepción de Eris, Afrodit a, quien abriga una perversa pasión por él, y el voraz Hades, quien
acoge de buen grado a los j óvenes y valient es com bat ient es m uert os en guerras crueles.
b. Ares no siem pre salía vict orioso. At enea, guerrera m ucho m ás hábil que él, lo venció
dos veces en com bat e. En una ocasión los hij os gigant es de Aloco lo derrot aron y m ant uvieron
prisionero en una vasij a de bronce durant e t rece m eses, hast a que, m edio m uert o, lo puso en
libert ad Herm es; en ot ra ocasión Heracles le hizo huir presa del pánico al Olim po. Sent ía un
desprecio t an profundo por los pleit os que nunca se present ó ant e un t ribunal com o
dem andant e y sólo lo hizo una vez com o acusado, cuando los ot ros dioses le inculparon del
asesinat o volunt ario de Halirrot io, hij o de Posidón. Se j ust ificó alegando que había salvado a su
hij a Alcipe, de la casa de Cécrope, de ser violada por dicho Halirrot io. Com o nadie había
presenciado el incident e, except o el propio Ares y Alcipe, quien, nat uralm ent e, confirm ó la
declaración de su padre, el t ribunal lo absolvió. Est a fue la prim era sent encia pronunciada en
un juicio por asesinat o; a la colina en que se celebró la causa se la llam ó Areópago, nom bre
que t odavía lleva79 .

1. A los at enienses no les gust aba la guerra, com o no fuera en defensa de la libert ad, o
por alguna ot ra razón igualm ent e convincent e, y despreciaban a los t racios, considerándolos
unos bárbaros porque hacían de ella un pasat iem po.
2. En el relat o que hace Pausanias del asesinat o, Halirrot io había conseguido ya violar a
Alcipe. Pero Halirrot io sólo puede ser un sinónim o de Posidón, y Alcipe un sinónim o de la diosa
de cabeza de yegua. El m it o, en efect o, recuerda la violación de Dem ét er por Posidón y se
refiere a una conquist a de At enas por la gent e de Posidón y la hum illación que infirió a la diosa
( véase 16.3) . Pero ha sido m odificado por m ot ivos pat riót icos y com binado con una leyenda de

79
Apolodoro: iii.14.2; Pausanias: i.21.7. 1 Himno homérico a Afrodita 21-30.

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Los mitos griegos I Robert Graves

algún j uicio por asesinat o ant erior. «Areiopago» significa probablem ent e «la colina de la Diosa
propiciadora», pues areia es uno de los t ít ulos de At enea.

20.

NATURALEZA Y HECHOS DE HESTI A

a. La gloria de Hest ia consist e en que es la única de los grandes olím picos que nunca
int erviene en guerras o disput as. Adem ás, com o Art em is y At enea, ha resist ido siem pre t odas
las invit aciones am orosas de los dioses, Tit anes y ot ros, pues después del dest ronam ient o de
Crono, cuando Posidón y Apolo surgieron com o pret endient es rivales, juró por la cabeza de
Zeus perm anecer siem pre virgen. Por ello Zeus, agradecido, le concedió la prim era víct im a en
t odos los sacrificios públicos80 , pues había m ant enido la paz del Olim po.
b. Príapo, borracho, t rat ó en una ocasión de violarla en una fiest a cam pest re a la que
asist ían los dioses, cuando t odos se habían quedado dorm idos por hallarse ahít os; pero un
asno rebuznó fuert em ent e, Hest ia se despert ó, grit ó al ver que Príapo est aba a punt o de
echarse sobre ella y le hizo huir corriendo presa de un t error cóm ico81 .
c. Es la diosa del Hogar y en t odas las viviendas part iculares y casas m unicipales prot ege
a los suplicant es que acuden a ella en busca de prot ección. Hest ia es obj et o de una veneración
universal, no sólo por ser la deidad m ás benigna, rect a y carit at iva de t odas las olím picas, sino
t am bién por haber invent ado el art e de la const rucción de casas; su fuego es t an sagrado que
si se enfría un hogar, ya sea por accident e o en señal de duelo, se reavivan las llam as con la
ayuda de una rueda de encender 82 .

1. El cent ro de la vida griega —incluso en Espart a, donde la fam ilia est aba subordinada al
Est ado— era el hogar dom ést ico, considerado t am bién com o alt ar de los sacrificios. Hest ia,
com o su diosa, represent aba la seguridad y la felicidad personales y el sagrado deber de la
hospit alidad. El relat o de las ofert as de casam ient o que le hicieron Posidón y Apolo quizá se
haya deducido del cult o conj unt o de esos dioses en Delfos. La t ent at iva de Príapo de violarla es
una am onest ación anecdót ica cont ra el m al t rat o sacrílego de las m uj eres huéspedes que se
ponían baj o la prot ección del hogar dom ést ico o público; el asno, sím bolo de luj uria ( véase
35.4) , proclam a el desat ino crim inal de Príapo.
2. La arcaica im agen anicónica blanca de la Gran Diosa, en uso en t odo el Medit erráneo
Orient al, parece haber represent ado un m ont ón de carbón de leña ardient e que se m ant enía
encendido cubriéndolo con ceniza blanca, y que const it uía la m anera m ás agradable y
económ ica de calefacción en la 'ant igüedad; no producía hum o ni llam as y form aba el cent ro
nat ural de las reuniones de la fam ilia o el clan. En Delfos el m ont ón de carbón de leña fue
t rasladado a un recipient e de piedra caliza para el uso al aire libre y se convirt ió en el
om phalos, o prot uberancia del om bligo, que aparece con frecuencia en las pint uras de los
j arrones griegos y señalaba el supuest o cent ro del m undo. Est e obj et o sagrado, que ha
sobrevivido a la ruina del sant uario, t iene inscrit o el nom bre de la Madre Tierra y m ide once
pulgadas y cuart a de alt ura por quince y m edia de anchura, m ás o m enos el t am año y la form a
del fuego de carbón de leña necesario para calent ar una gran habit ación. En la época clásica la
Pit onisa t enía un sacerdot e ayudant e que provocaba su est ado de arrobam ient o quem ando
granos de cebada, cáñam o y laurel sobre una lám para de aceit e en un espacio cerrado y luego

80
Himno Homérico a Afrodita 21-30
81
Ovidio: Fasti vi.319 y ss.
82
Diodoro Sículo: v.68.

51
Los mitos griegos I Robert Graves

int erpret aba lo que ella decía. Pero es probable que en ot ro t iem po se pusieran el cáñam o, el
laurel y la cebada sobre las cenizas calient es del m ont ón de carbón veget al, un m odo m ás
sencillo y eficaz de producir vapores narcót icos ( véase 51.b) . Num erosos cucharones
t riangulares o en form a de hoj a, de piedra o arcilla, se han encont rado en sant uarios cret enses
y m icénicos, algunos de ellos con señales de gran calor, y parecen haber sido ut ilizados para
cuidar el fuego sagrado. El m ont ón de carbón se form aba a veces en una m esa de arcilla
redonda y de t res pat as pint adas de roj o, blanco y negro, que son los colores de la luna ( véase
90.3); se han encont rado ej em plos en el Peloponeso, Cret a y Délos, uno de ellos, de una
rum ba de Zafer Papoura, cerca de Cnosos, t enía t odavía am ont onado sobre ella el carbón de
leña.

21.

NATURALEZA Y HECHOS DE APOLO

a. Apolo, el hij o que t uvo Zeus con Let o, era siet em esino, pero los dioses se desarrollan
rápidam ent e. Tem is le alim ent ó con néct ar y am brosía y cuando am aneció el cuart o día pidió
un arco y flechas, que Hefest o le proporcionó inm ediat am ent e. Dej ó Délos y se dirigió
direct am ent e al m ont e Parnaso, donde acechaba la serpient e Pit ón, enem iga de su m adre, y la
hirió gravem ent e con sus flechas. Pit ón huyó al Oráculo de la Madre Tierra en Delfos, ciudad
llam ada así en honor del m onst ruo Delfine, su com pañero, pero Apolo se at revió a seguirlo al
int erior del sant uario y allí lo m at ó, j unt o al precipicio sagrado 83 .
b. La Madre Tierra inform ó de ese ult raj e a Zeus, quien no sólo ordenó que Apolo fuese a
Tem pe para purificarse, sino que adem ás inst it uyó los Juegos Pít icos en honor de Pit ón, los
cuales debía presidir com o penit encia. Sin alt erarse en lo m ás m ínim o, Apolo obedeció la orden
de Zeus de ir a Tem pe y, en cam bio, fue a Agila para purificarse, acom pañado de Árt em is;
luego, com o no le agradaba el lugar, se em barcó para Tarra en Cret a, donde el rey Carm anor
realizó la cerem onia84 .
c. Cuando regresó a Grecia Apolo fue en busca de Pan, el desacredit ado y viej o dios
arcadio de pat as de cabra y, después de engat usarle para que le revelara el art e de la
profecía, se apoderó del Oráculo de Delfos y ret uvo a su servicio a su sacerdot isa, llam ada la
Pit onisa.
d. Let o, cuando se ent eró de ello, fue con Art em is a Delfos, donde se desvió para realizar
ciert o rit o privado en una cueva sagrada. El gigant e Ticio int errum pió sus devociones y t rat aba
de violarla, cuando Apolo y Árt em is, al oír grit os, corrieron y m at aron al gigant e con una
descarga de flechas, venganza que Zeus, el padre del gigant e, t uvo a bien considerar piadosa.
En el Tárt aro at orm ent aron a Ticio ext endiéndolo con los brazos y las piernas clavados a la
t ierra; la ext ensión que abarcaba no baj aba de nueve acres y dos buit res le com ían el
hígado85 .
e. Luego Apolo m at ó al sát iro Marsias, acom pañant e de la diosa Cibeles. Así fue com o
sucedió: Un día At enea hizo una flaut a doble con huesos de ciervo y la t ocó en un banquet e de
los dioses. No podía com prender al principio por qué Hera y Afrodit a se reían silenciosam ent e
t apándose el rost ro con las m anos, pues su m úsica parecía com placer a los ot ros dioses; en

83
Higinio: Fábula 140; Apolodoro: i.4.1; Himno homérico a Apolo 300-306; Escoliasta sobre
Apolonio de Rodas: ii.706.
84
Eliano Varía Historia iii.l; Plutarco: Cuestiones griegas 12; Por qué guardan silencio los orá-
culos 15; Pausanias: u.7.7; x16.3.
85
Apolodoro: i.4.1; Pausanias: ii.30.3 y x.6.5; Plutarco: Cuestiones griegas 12; Higinio: Fábula
55; Homero: Odisea xi.576 y ss.; Píndaro: Odas píticas iv.90 y ss.

52
Los mitos griegos I Robert Graves

consecuencia se dirigió sola a un bosque frigio, t om ó ot ra vez la flaut a j unt o a un arroyo y


cont em pló su im agen en el agua m ient ras t ocaba. I nm ediat am ent e se dio cuent a de lo ridícula
que le hacía parecer el rost ro azulado y los carrillos hinchados, por lo que arroj ó la flaut a y
m aldij o a quienquiera que la recogiera.
f. Marsias fue la víct im a inocent e de esa m aldición. Tropezó con la flaut a, que t an pront o
com o se la llevó a los labios em pezó a t ocar por sí sola, inspirada por el recuerdo de la m úsica
de At enea; recorrió Frigia con ella en el séquit o de Cibeles, deleit ando a los cam pesinos
ignorant es. Ést os decían que ni Apolo m ism o podía haber hecho m ej or m úsica, ni siquiera con
su lira, y Marsias fue lo bast ant e insensat o com o para no cont radecirles. Por supuest o, est o
provocó la ira de Apolo, quien le invit ó a un cert am en en el que el vencedor podría im poner el
cast igo que quisiese al perdedor. Marsias accedió y Apolo eligió a las Musas com o j urado. Los
dos quedaron igualados, pues a las Musas les encant aban am bos inst rum ent os, hast a que
Apolo le grit ó a Marsias: «Te desafío a que hagas con t u inst rum ent o lo que yo puedo hacer
con el m ío. Ponlo al revés y t oca y cant a al m ism o t iem po.»
g. Con una flaut a eso era m anifiest am ent e im posible y Marsias no logró hacer frent e al
desafío. Pero Apolo invirt ió la lira y cant ó him nos t an deliciosos en honor de los dioses
olím picos que las Musas no pudieron m enos de sent enciar en su favor. Luego, a pesar de su
supuest a bondad, Apolo se vengó cruelm ent e de Marsias: lo desolló vivo y clavó su piel a un
pino ( o, com o dicen algunos, a un plát ano) , j unt o a la fuent e del río que ahora lleva su
nom bre86 .
b. Más t arde Apolo ganó un segundo cert am en m usical presidido por el rey Midas; est a
vez venció a Pan. Convert ido en el reconocido dios de la Música, desde ent onces t oca su lira de
siet e cuerdas durant e los banquet es de los dioses. Ot ro de sus deberes fue en un t iem po el
cuidado de los rebaños y m anadas que t enían los dioses en Pieria, pero post eriorm ent e delegó
est a t area en Herm es87 .
i. Aunque Apolo se negaba a at arse con los lazos del m at rim onio, dej ó encint a a m uchas
ninfas y m uj eres m ort ales, ent re ellas Ft ia, con quien engendró a Doro y sus herm anos; la
m usa Talía, con quien engendró a los Coribant es; Corónide, con quien engendró a Asclepio;
Aria, con quien engendró a Milet o; y Cirene, con quien engendró a Arist eo88 .
j . Tam bién seduj o a la ninfa Dríope, que guardaba los rebaños de su padre en el m ont e
Et a en com pañía de sus am igas las Ham adríades. Apolo se t ransform ó en una t ort uga, con la
que j ugaron t odas ellas, y cuando Dríope la puso en su pecho se convirt ió en una serpient e
silbant e que hizo huir asust adas a las Ham adríades, y ent onces gozó a Dríope. Ést a le dio a
Anfiso, quien fundó la ciudad de Et a y const ruyó un t em plo a su padre; allí act uó Dríope com o
sacerdot isa hast a que un día las Ham adríades la robaron y dej aron un álam o en su lugar 89 .
k. Apolo no fue siem pre afort unado en el am or. En una ocasión t rat ó de robarle Marpesa
a I das, pero ella perm aneció fiel a su m arido. En ot ra, persiguió a Dafne, la ninfa m ont añesa
sacerdot isa de la Madre Tierra e hij a del río Penco en Tesalia, pero cuando la alcanzó, ella
llam ó a la Madre Tierra, quien la hizo desaparecer j ust o a t iem po y se la llevó a Cret a, donde
llegó a ser conocida con el nom bre de Pasífae. La Madre Tierra dej ó un laurel en su lugar, y
con sus hoj as Apolo hizo una guirnalda para consolarse90 .
l. Hay que añadir que su at ent ado cont ra Dafne no obedeció a un im pulso súbit o. Hacía
m ucho t iem po que est aba enam orado de ella, y había causado la m uert e de su rival Leucipo,

86
Diodoro Sículo: iii.58-9; Higinio: Fábula 165; Apolodoro: i.4.2; Segundo Autógrafo Vaticano:
115; Plinio: Historia natural xvi.89.
87
Higinio: Fábula 55; Homero: Ilíada i.603.
88
Apolodoro: i.7.6; iii.10.3; iii.1.2; Pausanias: x.17.3.
89
Antoninus Liberalis: 32; Estéfano de Bizancio sub Dríope; Ovidio: Metamorfosis ix.325 y ss.
90
Apolodoro: i.7.9; Plutarco: Agís 9.

53
Los mitos griegos I Robert Graves

hij o de Enóm ao, quien se disfrazó de m uchacha y part icipó en las orgías m ont añesas de Dafne.
Apolo se ent eró de eso por adivinación y aconsej ó a las ninfas de la m ont aña que se bañaran
desnudas, para asegurarse así de que t odas las que les acom pañaban eran m uj eres; la
im post ura de Leucipo se descubrió inm ediat am ent e y las ninfas lo dest rozaron 91 .
m . Eso fue t am bién lo que sucedió con el bello j oven Jacint o, príncipe espart ano, de
quien no sólo se enam oró el poet a Tám iris —el prim er hom bre que cort ej o a uno de su sexo—,
sino t am bién el propio Apolo, el prim er dios que lo hizo. Para Apolo Tám iris no result ó ser un
rival serio; le oyó j act arse de que podía superar a las Musas en el cant o y les inform ó de ello
m aliciosam ent e, por lo que ellas en seguida privaron a Tám iris de la vist a, la voz y su m em oria
para t añer el arpa. Pero el Vient o del Oest e t am bién se había encaprichado de Jacint o y se
sent ía locam ent e celoso de Apolo. Un día en que Apolo le est aba enseñando al m uchacho a
lanzar un disco, el Vient o del Oest e se apoderó del disco en el aire, lo lanzó cont ra el cráneo de
Jacint o y lo m at ó. De su sangre brot ó la flor del j acint o, en la que se ven t odavía sus let ras
iniciales92 .
n. Apolo m ereció la ira de Zeus sólo en una ocasión después de la fam osa conspiración
para dest ronarlo. Eso sucedió cuando su hij o Asclepio, el m édico, com et ió la t em eridad de
resucit ar a un m uert o y robar con ello un súbdit o a Hades, quien, com o es nat ural, present ó su
quej a en el Olim po. Zeus m at ó a Asclepio con un rayo y Apolo, en venganza, m at ó a los
Cíclopes. A Zeus le irrit ó la pérdida de sus arm eros y habría dest er rado a Apolo al Tárt aro para
siem pre si Let o no le hubiera suplicado el perdón, com prom et iéndose a que enm endaría sus
cost um bres. La sent encia se reduj o a un año de t rabaj os forzados, que Apolo debía cum plir en
los rediles del rey Adm et o de Peres. Obedeciendo el consej o de Let o, Apolo no sólo cum plió la
sent encia hum ildem ent e, sino que ot orgó grandes beneficios a Adm et o93 .
o. Habiendo aprendido su lección, en adelant e predicó la m oderación en t odas las cosas;
las frases: «Conócet e a t i m ism o» y «Nada con exceso» est aban const ant em ent e en sus
labios. Trasladó a las Musas de su residencia en el m ont e Helicón a Delfos, suavizó su
t urbulent o frenesí y las dirigía en sus danzas cerem oniosas y decorosas94 .

1. La hist oria de Apolo es confusa. Los griegos le hicieron hij o de Let o, diosa conocida
com o Lat en la Palest ina m eridional ( véase 14.2) , pero era t am bién un dios de los Hiperbóreos
( «hom bre de m ás allá del Vient o Nort e») a los que Hecat eo ( Diodoro Sículo: ii.47) ident ificó
claram ent e con los brit ánicos, aunque Píndaro ( Odas pít icas x.50- 55) los consideraba libios.
Délos era el cent ro de est e cult o hiperbóreo, el cual, según parece, se ext endía al sudest e
hast a Nabat ea y Palest ina, al noroest e hast a Bret aña, e incluía a At enas. Const ant em ent e se
cam biaban visit as ent re los est ados unidos en est e cult o ( Diodoro Sículo: loc. cit .) .
2. Apolo, ent re los Hiperbóreos, sacrificó hecat om bes de asnos ( Píndaro: loc. cit .) , lo que
lo ident ifica con el «Niño Horus», cuya vict oria sobre su enem igo Set celebraban anualm ent e
los egipcios arroj ando onagros por un precipicio ( Plut arco: sobre I sis y Osiris 30) . Horus
vengaba el asesinat o de su padre Osiris por Set . Osiris era el rey sagrado, am ado por I sis o
Lat , la t riple diosa Luna, y a quien su sucesor sacrificaba en el solst icio est ival y en el solst icio
invernal y del que el propio Horus era la reencarnación. El m it o de la persecución de Let o por
Pit ón es análogo al de la persecución de I sis por Set ( durant e los set ent a y dos días m ás

91
Higinio: Fábula 203; Pausanias: viii.202; x.5.3; Partenio: Erótica 15; Tzetzes: Sobre Licofrón
6.
92
Homero: Ilíada ii.595-600; Luciano: Diálogos de los Dioses 14; Apolodoro: i.3.3; Pausanias:
iii.1.3.
93
Apolodoro: iii.10.4; Diodoro Sículo: iv.71.
94
Homero: Ilíada i.603-4; Plutarco: Sobre los oráculos pitios 17.

54
Los mitos griegos I Robert Graves

calurosos del año) . Adem ás, Pit ón se ident ifica con Tifón, el Set griego ( véase 36.1) , en el
Him no hom érico a Apolo y por el escoliast a sobre Apolonio de Rodas. El Apolo Hiperbóreo es,
en realidad, un Horus griego.
3. Pero al m it o se le ha dado un caráct er polít ico: se dice que Pit ón fue enviado cont ra
Let o por Hera, quien le había dado a luz part enogenét icam ent e, para m ort ificar a Zeus ( Him no
hom érico a Apolo 305) ; y Apolo, después de m at ar a Pit ón ( y probablem ent e t am bién a su
com pañero Delfine) , se apodera del t em plo oracular de la Madre Tierra en Delfos, pues Hera
era la Madre Tierra o Delfine en su aspect o profét ico. Parece que ciert os helenos del nort e,
aliados con los t racio-libios, invadieron la Grecia cent ral y el Peloponeso, donde se les
opusieron los adoradores pre-helenos de la diosa Tierra, pero se apoderaron de sus principales
t em plos oraculares. En Delfos dest ruyeron la sagrada serpient e oracular —una serpient e
análoga se m ant enía en el Erect eón de At enas ( véase 25.2)— y se hicieron cargo del oráculo
en nom bre de su dios Apolo Esm int eo. Esm int eo ( «rat ón») , al igual que Esm un, el dios
cananeo de la curación, t enía com o em blem a un rat ón sanat ivo. Los invasores convinieron en
ident ificarlo con Apolo, el Horus Hiperbóreo, adorado por sus aliados. Para aplacar a la opinión
local de Delfos se inst it uyeron j uegos fúnebres regulares en honor del héroe m uert o Pit ón y
m ant uvieron en su puest o a su sacerdot isa.
4. La diosa Luna de Délos, Brizo ( «apaciguadora») , indist inguible de Let o, puede ser
ident ificada con la t riple diosa hiperbórea Brigit , crist ianizada post eriorm ent e com o Sant a
Brígida. Brigit era pat rona de t odas las art es y Apolo siguió su ej em plo. El at ent ado del gigant e
Ticio cont ra Let o indica un levant am ient o fracasado de los m ont añeses de Fócide cont ra los
invasores.
5. Las vict orias de Apolo sobre Marsias y Pan conm em oran las conquist as helenas de
Frigia y Arcadia, y el consiguient e reem plazo en esas regiones de los inst rum ent os de vient o
por ot ros de cuerda, except o ent re los cam pesinos. El cast igo de Marsias puede referirse al
desuello rit ual de un rey sagrado, del m ism o m odo que At enea despoj ó a Palas de su égida
m ágica ( véase 9.a) o a la cost um bre de quit ar t oda la cort eza a un ret oño de aliso para hacer
una zam poña de past os, pues el aliso se personificaba com o un dios o sem idiós (véase 28.1 y
57.1) . Se consideraba a Apolo com o un ant epasado de los griegos dorios y de los m ilesios,
quienes le t ribut aban honores especiales. A los coribant es, quienes danzaban en el fest ival del
solst icio invernal, los consideraba hij os suyos y de la m usa Talía, porque era el dios de la
m úsica.
6. Su persecución de Dafne, la ninfa de la m ont aña, hij a del río Penco, y sacerdot isa de
la Madre Tierra, se refiere, al parecer, a la t om a por los helenos de Tem pe, donde la diosa
Dafne ( «la sanguinaria») era adorada por un colegio de Ménades orgiást icas que m ast icaban
laurel ( véase 46.2 y 51.2) . Después de suprim ir el colegio —la relación de Plut arco sugiere que
las sacerdot isas huyeron a Cret a, donde la diosa Luna se llam aba Pasífae ( véase 88.e) — Apolo
se hizo cargo del laurel, el que m ás adelant e sólo podía m ast icar la Pit onisa. Dafne debía t ener
cabeza de yegua en Tem pe, lo m ism o que en Figalia ( véase 16.5) ; Leucipo («caballo blanco»)
era el rey sagrado del cult o del caballo local, y anualm ent e lo despedazaban las m uj eres
desenfrenadas, quienes se bañaban después de asesinarlo para purificarse, pero no ant es
( véase 22.1 y 150.1) .
7. La seducción de Dríope por Apolo en el Et a t al vez sea un t est im onio del reem plazo
local del cult o de la encina por el cult o de Apolo, a quien est aba consagrado el álam o ( véase
42.d) ; com o lo es su seducción de Aria. Su t ransform ación en t ort uga es una referencia a la
lira que había adquirido de Herm es ( véase 17.d) . El nom bre de Ft ia indica que ést a era un
aspect o ot oñal de la diosa. El fracasado int ent o cont ra Marpesa ( «arrebat adora») parece
recordar el fracaso de Apolo en apoderarse de un t em plo m esenio: el de la diosa del Grano
com o Cerda ( véase 74.4) . La servidum bre de Apolo con Adm et o de Feres puede recordar un
acont ecim ient o hist órico: la hum illación del sacerdocio de Apolo en cast igo por haber
ext erm inado a una corporación de herreros pre-helénica que gozaba de la prot ección de Zeus.
8. El m it o de Jacint o, que a prim era vist a no parece m ás que una fábula sent im ent al para
explicar la m arca del j acint o griego ( véase 165.; y 2) se relaciona con el héroe- flor cret ense
Jacint o (véase 159.4) , llam ado t am bién, al parecer, Narciso ( véase 85.2) , cuyo cult o fue
int roducido en la Grecia m icénica y que dio el nom bre al últ im o m es del verano en Cret a,
Rodas, Cos, Tera y Espart a. El Apolo dorio usurpó el nom bre de Jacint o en Tarent o, donde
t enía una t um ba de héroe ( Polibio: viii.30) , y en Am iclas, ciudad m icénica, ot ra «t um ba de

55
Los mitos griegos I Robert Graves

Jacint o» se convirt ió en el fundam ent o del t rono de Apolo. Apolo ya era un inm ort al por aquel
ent onces y Jacint o sólo reinaba durant e una est ación; su m uert e por un disco recuerda la de
su sobrino Acrisio (véase 73.3) .
9. Corónide ( «cuervo») , m adre de Asclepio por Apolo, era probablem ent e un t ít ulo de
At enea (véase 25.5) , pero los at enienses negaron siem pre que ella t uviera hij os y desfiguraron
el m it o ( véase 50.b) .
10. En la época clásica la m úsica, la poesía, la filosofía, la ast ronom ía, las m at em át icas,
la m edicina y la ciencia se hallaban baj o la dirección de Apolo. Com o enem igo de la barbarie,
defendía la m oderación en t odas las cosas, y las siet e cuerdas de su lira est aban relacionadas
con las siet e vocales del alfabet o griego post erior ( véase 52.8) , t enían significado m íst ico y se
las ut ilizaba en la m úsica t erapéut ica. Finalm ent e, a causa de su ident ificación con el niño
Horus, concept o solar, se le adoraba com o el sol, de cuyo cult o corint io se había apoderado el
Zeus Solar, y su herm ana Art em is era ident ificada j ust am ent e con la luna.
11. Cicerón, en su ensayo Sobre la nat uraleza de los Dioses (iii.23) , hace a Apolo, hij o de
Let o, sólo el cuart o de una serie ant igua; dist ingue a Apolo hij o de Hefest o, Apolo padre de los
coribant es cret enses y el Apolo que dio a Arcadia sus leyes.
12. La m uert e de Pit ón por Apolo no es, sin em bargo, un m it o t an sim ple com o parece a
prim era vist a, porque la piedra om phalos en que se sent aba la Pit onisa era t radicionalm ent e la
t um ba del héroe encarnado en la serpient e y cuyos oráculos ella pronunciaba (Hesiquio sub el
Túm ulo de Arcos; Varrón: Sobre los idiom as lat inos vii.17) . El sacerdot e heleno de Apolo
usurpó las funciones del rey sagrado, quien, legít im a y cerem onialm ent e, había dado m uert e
siem pre a su predecesor, el héroe. Est o lo dem uest ra el rit o de las Est ept erias del que queda
const ancia en Por qué los oráculos guardan silencio ( 15) de Plut arco. Cada nueve años se
const ruía en la era de t rilla de Delfos una choza que represent aba la m orada de un rey y una
noche la at acaban de pront o los... [ aquí hay un vacío en el relat o] ... Derribaban la m esa de las
prim icias, prendían fuego a la choza y los port adores de las ant orchas huían del sant uario sin
m irar hacia at rás. Luego los j óvenes que habían t om ado part e en el act o iban a Tem pe para
purificarse y volvían de allí en t riunfo, coronados y port ando una ram a de laurel.
13. El súbit o at aque concert ado al resident e en la choza recuerda el asesinat o m ist erioso
de Róm ulo por sus com pañeros. Recuerda t am bién el sacrificio anual que se hacía en At enas
en la fiest a de las Eufonías, cuando los sacerdot es que habían m at ado al buey Zeus con un
hacha doble huían sin m irar hacia at rás ( véase 53.7) ; luego com ían la carne en un banquet e
público, represent aban m ím icam ent e la resurrección del buey y som et ían el hacha a j uicio baj o
la acusación de sacrilegio.
14. En Delfos, así com o en Cnosos, el rey sagrado debió reinar hast a el noveno año
( véase 88.6) . El m uchacho iba a Tem pe sin duda porque el cult o de Apolo había t enido allí su
origen.

22.

NATURALEZA Y HECHOS DE ARTEMI S

a. Art em is, herm ana de Apolo, est á arm ada con arco y flechas com o él; posee el poder
de producir pest es y la m uert e súbit a ent re los m ort ales y t am bién el de curarlos. Es la
prot ect ora de los niños pequeños y de t odos los anim ales que m am an, pero t am bién le gust a
la caza, especialm ent e la de venados.
b. Un día, cuando era t odavía una niña de t res años, su padre Zeus, en cuyas rodillas
est aba sent ada, le pregunt ó qué regalos le gust arían. Art em is le cont est ó inm ediat am ent e:
«Te ruego que m e concedas la virginidad et erna, y m e des t ant os nom bres com o m i herm ano
Apolo, un arco y flechas com o los suyos, el cargo de llevar la luz, una t única de caza
azafranada con borde roj o que m e llegue hast a las rodillas, sesent a j óvenes ninfas oceánicas,
t odas de la m ism a edad, com o dam as de honor, veint e ninfas fluviales de Am nisos en Cret a
para que cuiden de m is borceguíes y aum ent en a m is sabuesos cuando no salga de cacería,

56
Los mitos griegos I Robert Graves

t odas las m ont añas del m undo y, finalm ent e, cualquier ciudad que quiera elegir para m í, pero
bast ará con una, porque m e propongo vivir en las m ont añas la m ayor part e del t iem po. Por
desgracia, las part urient as m e invocarán con frecuencia, pues m i m adre Let o m e t uvo y m e dio
a luz sin dolores, y las Parcas m e han hecho, por lo t ant o, pat rona del part o» 95 .
c. Se est iró para acariciar la barba de Zeus, quien sonrió con orgullo y dij o: «Con hij os
com o t ú no t engo por qué t em er la ira celosa de Hera. Tendrás t odo eso y t odavía m ás: no
una, sino t reint a ciudades, y una part icipación en ot ras m uchas, t ant o en t ierra firm e com o en
el archipiélago, y t e nom bro guardiana de sus cam inos y puert os» 96 .
d. Art em is le dio las gracias, salt ó de sus rodillas y fue en prim er lugar al m ont e Leuco de
Cret a y luego al océano, donde eligió com o acom pañant es a num erosas ninfas de nueve años,
a las que sus m adres dej aron ir com placidas97 . Por invit ación de Hefest o visit ó luego a los
Cíclopes en la isla de Lipara y los encont ró forj ando una gam ella para los caballos de Posidón.
Bront es, quien había recibido la orden de hacer t odo lo que ella deseara, la t om ó en sus
rodillas, pero com o no le agradaron sus caricias, Art em is le arrancó un puñado de pelo del
pecho, donde le quedó un pedazo pelado hast a el día de su m uert e; cualquiera podía haber
supuest o que t enía sarna. A las ninfas les at errorizó el aspect o salvaj e de los Cíclopes y el
est répit o de su fragua, y con razón, pues siem pre que una niña es desobedient e su m adre la
am enaza con Bront es, Arges o Est éropes. Pero Art em is les pidió audazm ent e que abandonaran
por un rat o la gam ella de Posidón y le hicieran a ella un arco de plat a con una alj aba llena de
flechas, a cam bio de lo cual com erían la prim era presa que ella hiciese98 . Con esas arm as fue a
Arcadia, donde Pan se ocupaba en descuart izar un lince para dar de com er a sus perras y
cachorros. SI le dio t res sabuesos de orej as gachas, dos abigarrados y uno m ot eado, capaces
los t res j unt os de arrast rar leones vivos hast a sus perreras, y siet e sabuesos rápidos de
Espart a99 .
e. Habiendo capt urado vivas a un par de ciervas cornígeras, las unció a un carro de oro
con bocados dorados y se dirigió hacia el nort e por el m ont e Hem o de Tracia. Se cort ó su
prim era ant orcha de pino en el Olim po m isio y la encendió con las pavesas de un árbol
derribado por un rayo. Probó su arco de plat a cuat ro veces: sus dos prim eros blancos fueron
árboles, el t ercero una fiera, y el cuart o una ciudad de hom bres inj ust os100 .
f. Luego volvió a Grecia, donde las ninfas am nisias desuncieron sus ciervas, las
alm ohazaron, las alim ent aron con el t rébol de crecim ient o rápido de la dehesa de Hera que
com en los corceles de Zeus y les dieron de beber en gam ellas de oro 101 .
g. En una ocasión el dios fluvial Alfeo, hij o de Tet is, se at revió a enam orarse de Art em is
y la persiguió a t ravés de Grecia, pero ella llegó a Let rini, en Elide ( o, según dicen algunos,
m ás lej os, hast a la isla de Ort igia, cerca de Siracusa) , donde em badurnó su rost ro y el de
t odas sus ninfas con barro blanco, de m odo que no se la podía dist inguir de sus
acom pañant es. Alfeo se vio obligado a ret irarse, perseguido por una risa burlona102 .

95
Calímaco: Himno a Ártemisa 1 y ss.
96
Ibid.: 26 y ss.
97
Ibíd.: 40 y ss.
98
Ibíd.: 47 y ss.
99
Ibíd.: 69 y ss.
100
Ibíd.: 110 y ss.
101
Ibíd.: 162 y ss.
102
Pausanias: vi.22.5; Escoliasta sobre las Odas píticas de Píndaro ii.12.

57
Los mitos griegos I Robert Graves

h. Art em is exige a sus com pañeras la m ism a cast idad perfect a que pract ica ella. Cuando
Zeus seduj o a una de ellas, Calist o, hij a de Licaón, Art em is observó que est aba encint a. La
t ransform ó en una osa, llam ó a la j auría y Calist o habría sido perseguida y dest rozada por los
perros si no la hubiera acogido en el Cielo Zeus, quien luego puso su im agen ent re las
est rellas. Pero algunos dicen que Zeus m ism o t ransform ó a Calist o en una osa y que la celosa
Hera hizo que Art em is la cazase equivocadam ent e. El hij o de Calist o, Arcade, se salvó y fue el
ant epasado de los arcadios103 .
i. En ot ra ocasión Act eón, hij o de Arist eo, se hallaba recost ado en una roca cerca de
Orcom enes cuando vio a Art em is bañándose en un arroyo no lej ano y se quedó
cont em plándola. Para que luego él no se j act ase ant e sus com pañeros de que ella se había
m ost rado desnuda en su presencia. Art em is lo t ransform ó en un ciervo y con su propia j auría
de cincuent a sabuesos lo despedazó104 .

1. La Doncella del Arco de Plat a, a la que los griegos incluían en la fam ilia olím pica, era el
m iem bro m ás j oven de la Tríada de Art em is. «Art em is» era un t ít ulo m ás de la t riple diosa
Luna y, por lo t ant o, t enía derecho a alim ent ar a sus ciervas con t rébol, sím bolo de la t rinidad.
Su arco de plat a represent aba a la luna nueva. Pero la Art em is olím pica era m ás que una
doncella. En ot ras part es, en Efeso, por ej em plo, se la adoraba en su segunda persona, com o
Ninfa, una Afrodit a orgiást ica con un consort e varón y la palm era ( véase 14.a) , el ciervo y la
abej a ( véase 18.3) com o sus em blem as principales. Su obst et ricia corresponde m ás bien a la
Viej a, lo m ism o que sus flechas m ort ales, y las sacerdot isas de nueve años son un recuerdo de
que el núm ero de la m uert e de la luna es t res veces t res. Recuerda a la «Señora de las Cosas
Salvaj es» cret ense, al parecer la diosa ninfa suprem a de las sociedades t ot ém icas arcaicas, el
baño rit ual en el que la sorprendió Act eón, así com o las ciervas cornígeras de su carro (véase
125.a) y las codornices de Ort igia ( véase 14.3) , parecen m ás apropiados para la Ninfa que
para la Doncella. Act eón era, al parecer, un rey sagrado del cult o del ciervo pre- heleno,
despedazado al final de su reinado de cincuent a m eses, es decir la m it ad de un Gran Año,
m ient ras que su colega o sucesor reinaba el rest o del año. La ninfa se bañaba después, y no
ant es, del asesinat o, com o era debido. Hay num erosos casos análogos de est a cost um bre
rit ual en el m it o irlandés y el gales y en una fecha t an post erior com o el siglo I d. de C. un
hom bre disfrazado de ciervo era cazado y m uert o periódicam ent e en el m ont e Liceo de Arcadia
( Plut arco: Cuest iones griegas 39) . Los sabuesos serían blancos con orej as roj as, com o los
«sabuesos del I nfierno» en la m it ología celt a. Había una quint a cierva cornígera que se le
escapó a Art em is (véase 125.a) .
2. El m it o de su persecución por Alfeo parece seguir el m odelo del de su inút il
persecución de Aret usa, en. la que ést a se t ransform ó en una fuent e y él en un río ( Pausanias:
v. 7.2) , y puede haber sido invent ado para explicar el yeso, o la arcilla blanca, con que las
sacerdot isas de Art em is Alfea se em badurnaban los rost ros en Let rini y Ort igia en honor de la
Diosa Blanca. Alph significa blancura y product o cereal; alphos es lepra; alphe, beneficio;
alphit on, cebada perlada, y Alphit o en la Diosa Blanca del Cereal com o Cerda. A la est at ua m ás
fam osa de Art em is en At enas la llam aban «la del rost ro blanco» ( Pausanias: i.26.4) . El
significado de Art em is es dudoso: puede ser «de m iem bros fuert es», de art em es; o «la que
despedaza», pues los espart anos la llam aban Art am is, de art ao; o «la alt a convocadora», de
airo y t hem is; o la sílaba «t herais» puede significar «agua», porque la luna era considerada
com o la fuent e de t oda agua.
3. Ort igia, «isla de las codornices», cerca de Délos, est aba t am bién consagrada a Art em is
( véase 14.a) .
4. El m it o de Calist o t iene por finalidad explicar las dos niñas vest idas com o osas que
aparecían en el fest ival át ico en honor de Art em is Brauronia, y la relación t radicional ent re

103
Higinio: Astronomía poética ii.l; Apolodoro: iii.8.2.
104
Higinio: Fábula 181; Pausanias: ix.2.3.

58
Los mitos griegos I Robert Graves

Art em is y la Osa Mayor. Pero se puede suponer una versión ant erior del m it o en la que Zeus
seducía a Art em is, aunque ella prim eram ent e se t ransform ó en una osa y luego se em badurnó
el rost ro con yeso, con el propósit o de escaparle. Art em is era originalm ent e la gobernant e de
las est rellas, pero las t uvo que ceder a Zeus.
5. La causa de que le arrancara el pelo a Bront es es dudosa; Calím aco podrá referirse
t raviesam ent e a algún conocido cuadro que represent aba el acont ecim ient o y en el que se
había raído la pint ura correspondient e al pecho del cíclope.
6. Com o «Señora de las Cosas Salvaj es», o pat rona de t odos los clanes t ot ém icos, se
ofrecía anualm ent e a Art em is un holocaust o de anim ales t ot ém icos vivos, aves y plant as, y
est e sacrificio sobrevivía en la época clásica en Parras, ciudad de Calidonia ( Pausanias:
iv.32.6) ; allí se la llam aba Art em is Lafria. En Mesena le ofrecían un sacrificio análogo los
Curet es, com o represent ant es del clan t ot ém ico ( iv.32.9); y se recuerda ot ro en Hierápolis,
donde colgaban a las víct im as de los árboles de un bosque art ificial sit uado dent ro del t em plo
de la diosa ( Luciano: Sobre la diosa siria 41) .
7. El olivo est aba consagrado a At enea y la palm era a I sis y Lat . Un sello de abalorio de
la época m inoica m edia que m e pert enece m uest ra a la diosa j unt o a una palm era, vest ida con
una falda de hoj a de palm era y sost eniendo una palm erit a en la m ano; observa a un t ernero
del Año Nuevo que nace de un racim o de dát iles. En el ot ro lado del árbol se halla un t oro
m oribundo, evident em ent e el t oro real del Año Viej o.

23.

NATURALEZA Y HECHOS DE HEFESTO

a. Hefest o, el dios herrero, era t an enclenque cuando nació que su m adre Hera,
disgust ada, lo arroj ó desde la cim a del Olim po para librarse de la vergüenza que le causaba su
aspect os lam ent able. Pero sobrevivió a esa desvent ura sin daño físico porque cayó en el m ar,
donde Tet is y Eurinom e, que est aban cerca, lo salvaron. Est as am ables diosas lo ret uvieron en
su grut a subm arina, donde inst aló su prim era fragua y recom pensó la bondad de las diosas
haciéndoles obj et os ornam ent ales y út iles de t odas clases105 .
Un día, cuando habían t ranscurrido nueve años, Hera se encont ró con Tet is, quien
llevaba por casualidad un broche hecho por Hefest o, y le pregunt ó: «Am iga m ía, ¿dónde
encont rast e est a j oya m aravillosa?» Tet is vaciló ant es de cont est ar, pero Hera le obligó a decir
la verdad. I nm ediat am ent e llevó a Hefest o de vuelt a al Olim po, donde lo inst aló en una fragua
m ucho m ej or, con veint e fuelles que t rabaj aban día y noche, le agasaj ó m ucho y arregló su
casam ient o con Afrodit a.
b. Hefest o se reconcilió con Hera que se at revió a reprochar al propio Zeus que la hubiera
colgado del Cielo por las m uñecas cuando se rebeló cont ra él. Pero el silencio habría sido m ás
convenient e, porque Zeus, airado, lo arroj ó por segunda vez desde el Olim po. La caída duró
t odo un día. Cuando golpeó la t ierra en la isla de Lem nos se rom pió las dos piernas y, aunque
era inm ort al, quedaba poca vida en su cuerpo cuando lo encont raron los isleños. Luego Zeus le
perdonó y adm it ió ot ra vez en el Olim po, pero sólo podía andar con m ulet as de oro106 .
c. Hefest o era feo y de m al caráct er, pero t enía m ucha fuerza en los brazos y hom bros y
t oda su obra era de una habilidad sin rival. En una ocasión hizo una serie de m uj eres
m ecánicas de oro que le ayudaban en su fragua; podían incluso hablar y realizar las t areas
m ás difíciles que él les encom endaba. Poseía una serie de t rípodes con ruedas de oro alineados

105
Homero: Ilíada xviii.394-409.
106
Ibíd.: i.586-94.

59
Los mitos griegos I Robert Graves

alrededor de su fragua y esos t rípodes podían ir por sí solos a una reunión de los dioses y
volver del m ism o m odo107 .

1. Hefest o y At enea com part ían t em plos en At enas; el nom bre de él podría ser una form a
gast ada de hem ero- phaist os, «el que brilla de día» ( es decir el sol) , m ient ras que At enea era
la diosa- luna, «la que brilla de noche», la pat rona de t odas las art es m ecánicas. No se
reconoce generalm ent e que t odos los ut ensilios, herram ient as y arm as de la Edad de Bronce
t enían propiedades m ágicas y que el herrero era una especie de hechicero. Así, de las t res
personas de la t ríada lunar Brigit (véase 21.4) una dirigía a los poet as, ot ra a los herreros y la
t ercera a los m édicos. Cuando la diosa es dest ronada, el herrero se eleva a deidad. Que el dios
herrero coj ea es una t radición que se encuent ra en regiones t an lej anas com o el África
Occident al y Escandinavia; en épocas prim it ivas pueden haber sido lisiados deliberadam ent e
para im pedir que huyeran y se unieran a las t ribus enem igas. Pero una danza de la perdiz en
la que los bailarines renqueaban se realizaba t am bién en orgías erót icas relacionadas con los
m ist erios del art e de la herrería (véase 92.2) y com o Hefest os se había casado con Afr odit a,
quizá coj ease sólo una vez al año, en el Fest ival de la Prim avera.
La m et alurgia llegó a Grecia por prim era vez desde las islas del Egeo. La im port ación de
obj et os de bronce y oro heládicos bellam ent e forj ados quizás explica el m it o según el cual
Hefest o fue guardado en la grut a de Lem nos por Tet is y Eurinom e, t ít ulos de la diosa del m ar
que creó el universo. Los nueve años que pasó en la grut a indican su subordinación a la luna.
Su caída, lo m ism o que las de Céfalo ( véase 89.j ) , Talos ( véase 92.b) , Escirón (véase 96.f) ,
I fit o ( véase 135.6) y ot ros, era la suert e com ún del rey sagrado en m uchas part es de Grecia
cuando t erm inaban sus reinados. Las m ulet as de oro quizás est aban dest inadas a elevar del
suelo sus t alones sagrados.
2. Las veint e m esas de t res pat as de Hefest o t ienen, según parece, casi el m ism o origen
que los Gast eroquiros que const ruyeron Tirint o ( véase 73.3) y eran discos del sol dorados con
t res pat as, com o el em blem a heráldico de la isla de Man, sin duda orlando algún icono
prim it ivo que m ost raba a Hefest o casándose con Afrodit a. Represent an años de t res est aciones
y sim bolizan la longit ud del reinado del rey herrero; m uere en el vigésim o año, cuando se
produce una est recha aproxim ación del t iem po solar y el lunar; est e ciclo era reconocido
oficialm ent e en At enas sólo hacia el final del siglo V a. de C., pero había sido descubiert o
varios cent enares de años ant es ( La Diosa Blanca, págs. 397 y 406) . Hefest o est aba vinculado
con las fraguas de Vulcano en las islas volcánicas de Lípari porque Lem nos, una sede de su
cult o, es volcánica y un chorro de gas asfált ico nat ural que salía de la cum bre del m ont e
Mosquilo había ardido const ant em ent e durant e siglos (Tzet zes: Sobre Licofrón 227; Hesiquio
sub Mosquilo) . Un chorro análogo, descrit o por el obispo Met odio en el siglo I V d. de C. ardía
en el m ont e Lem nos de Licia y t odavía seguía haciéndolo en 1801. Hefest o t enía un alt ar en
esas dos m ont añas. Lem nos ( probablem ent e de Leiben, «la que derram a») era el nom bre de
la Gran Diosa de est a isla m at riarcal (Hecat eo, cit ado por Est éfano de Bizancio sub Lem nos;
véase 149.1) .

24.

NATURALEZA Y HECHOS DE DEMÉTER

a. Aunque las sacerdot isas de Dem ét er, diosa del sem brado, inician a las novias y los
novios en los secret os del lecho, ella no t iene esposo propio. Cuando era t odavía j oven y
alegre t uvo a Core y al robust o Yaco con Zeus, su herm ano, fuera de m at rim onio108 . Tam bién

107
Ibíd.: xviii.368 y ss.
108
Aristófanes: Las ranas 338; Himno órfico li.
60
Los mitos griegos I Robert Graves

t uvo a Plut o con el Tit án Yasio, o Yasión, de quien se enam oró en la boda de Cadm o y
Harm onía. I nflam ados por el néct ar que corría com o agua en el banquet e, los am ant es salieron
a hurt adillas de la m ansión y se acost aron abiert am ent e en un cam po t res veces arado.
Cuando volvieron, Zeus sospechó lo que habían hecho por su com port am ient o y el barro que
t enían en los brazos y las piernas; enfurecido porque Yasio se había at revido a t ocar a
Dem ét er, lo m at ó con un rayo. Pero algunos dicen que a Yasio lo m at ó su herm ano Dárdano o
lo despedazaron sus propios caballos109 .
b. Dem ét er era benévola, y Erisict ón, hij o de Tropías, fue uno de los pocos hom bres a
quienes t rat ó duram ent e. Al frent e de veint e com pañeros, Erisict ón se at revió a invadir un
bosque que los pelasgos habían plant ado para ella en Dot io, y com enzó a derribar los árboles
sagrados para obt ener m adera para su nueva sala de banquet es. Dem ét er asum ió la form a de
Nicipe, sacerdot isa del bosque, y ordenó suavem ent e a Erisict ón que desist iera. Pero sólo
cuando él le am enazó con su hacha se reveló ella con t odo su esplendor y le condenó a sufrir
un ham bre perpet ua por m ucho que com iera. Él se m archó a com er y se hart ó durant e t odo el
día a expensas de sus padres, pero cuant o m ás com ía t ant o m ás ham brient o y delgado se
ponía, hast a que ellos ya no pudieron seguir alim ent ándolo y se convirt ió en un m endigo
callej ero que com ía inm undicias. Al cont rario, al cret ense Pandáreo, quien robó el perro de oro
de Zeus y así vengó a Dem ét er por la m uert e de Yasión, la diosa le concedió el don regio de no
sufrir nunca dolor de vient re110 .
c. Dem ét er perdió para siem pre su alegría cuando la j oven Core, post eriorm ent e llam ada
Perséfone, le fue arrebat ada. Hades se enam oró de Core y fue a pedir a Zeus perm iso para
casarse con ella. Zeus t em ía ofender a su herm ano m ayor con una negat iva cat egórica, pero
sabía que Dem ét er no le perdonaría si Core era enviada al Tárt aro. En consecuencia cont est ó
polít icam ent e que no daría ni negaría su consent im ient o. Est o anim ó a Hades a rapt ar a la
j oven m ient ras ést a recogía flores en una pradera, quizá en la siciliana Enna, o en Colono,
lugar de Át ica, o en Herm ione, o en alguna part e de Cret a, o cerca de Pisa, o en las cercanías
de Lerna, o j unt o al Penco arcadio, o en la beocia Nisa, o en cualquier ot ra part e de las
regiones m uy separadas que visit ó Dem ét er en su larga búsqueda de Core. Pero sus propios
sacerdot es dicen que fue en Eleusis. Buscó a Core sin descanso durant e nueve días y noches,
sin com er ni beber y llam ándola inút ilm ent e durant e t odo el t iem po. La única inform ación que
pudo obt ener se la dio la viej a Hécat e, quien a prim era hora de una m añana había oído a Core
grit ar: «¡Un rapt o, un rapt o! », pero al correr en su ayuda no había encont rado ni rast ro de
ella111 .
d. El décim o día, t ras un desagradable encuent ro con Posidón ent re los rebaños de Onco,
Dem ét er llegó disfrazada a Eleusis, donde el rey Céleo y su esposa Met anira la recibieron
hospit alariam ent e y la invit aron a quedarse allí com o nodriza de Dem ofont e, el príncipe recién
nacido. Su hij a coj a Yam be t rat ó de consolar a Dem ét er con versos cóm icam ent e lasciv os y el
am a seca, la viej a Baubo, le induj o, m ediant e una brom a, a beber agua de cebada, se puso a
gem ir com o si est uviera de part o e inesperadam ent e sacó de debaj o de su falda al hij o de
Dem ét er, Yaco, quien salt ó a los brazos de su m adre y la besó.
e. «¡Oh, qué ávidam ent e bebes! », exclam ó Abant e, un hij o m ayor de Céleo, m ient ras
Dem ét er t ragaba el j arro de agua de cebada, sazonada con m ent a. Dem ét er le lanzó una
m irada t orva y lo m et am orfoseó en un lagart o. Un poco avergonzada de sí m ism a, Dem ét er
decidió prest ar un servicio a Céleo haciendo a Dem ofont e inm ort al. Est a noche lo sost uvo
sobre el fuego para quem ar su m ort alidad. Met anira, que era hij a de Anfict ión, ent ró por

109
Homero: Odisea v.125-8; Diodoro Sículo: v.49; Hesíodo: Teogonía 969 y ss.

110
Servio sobre la Eneida de Virgilio iii.167; Higinio: Fábula 250; Calímaco: Himno a Deméter
34 y ss.; Antoninus Liberalis: Transformaciones 11; Pausanias: x.30.1.
111
Higinio: Fábula 146; Diodoro Sículo: v.3; Escoliasta sobre el Edipo en Colona de Sófocles
1590; Apolodoro: i.5.1; Escoliasta sobre la Teogonía de Hesíodo 914; Pausanias: vi.21.1 y i.38.5;
Conon: Narraciones 15; Himno homérico a Deméter 17.

61
Los mitos griegos I Robert Graves

casualidad en la sala ant es que t erm inara el procedim ient o, y rom pió el hechizo, por lo que
Dem ofont e m urió. «¡Qué desafort unada es m i casa! », se lam ent ó Disaules. «Seca t us
lágrim as, Disaules —le dij o Dem ét er—. Todavía t e quedan t res hij os, ent re ellos Tript ólem o, a
quien m e propongo ot orgar t an grandes dones que olvidarás t u doble pérdida.»
f. Pues Tript ólem o, que cuidaba el ganado de su padre, había reconocido a Dem ét er y le
había dado la not icia que necesit aba: diez días ant es de est o sus herm anos Eum olpo, past or, y
Eubuleo, porquerizo, est aban en el cam po, donde pacían sus anim ales, cuando la t ierra se
abrió de pront o y t ragó a los puercos de Eubuleo ant e sus propios oj os; luego, con un fuert e
ruido de cascos, apareció un carro t irado por caballos negros y se hundió en la griet a. El rost ro
del conduct or del carro era invisible, pero con el brazo derecho abrazaba fuert em ent e a una
m uchacha que grit aba. Eubuleo refirió el acont ecim ient o a Eum olpo y ést e lo hizo t em a de un
lam ent o.
g. Provist a con est e t est im onio, Dem ét er llam ó a Hécat e. Junt as fueron a ver a Helio,
quien t odo lo ve, y le obligaron a adm it ir que Hades había sido el m alvado, sin duda con la
connivencia de su herm ano Zeus. Dem ét er est aba t an enoj ada que, en vez de volver al
Olim po, siguió recorriendo la t ierra, im pidiendo que los árboles dieran frut os y que crecieran
las hierbas, hast a que la raza de los hom bres est uvo en peligro de ext inción. Zeus, a quien la
vergüenza no perm it ía visit ar a Dem ét er personalm ent e en Eleusis, le envió prim eram ent e un
m ensaj e con I ris (del que ella no hizo caso alguno) y luego una delegación de dioses olím picos,
con regalos conciliat orios y rogándole que acept ara su volunt ad. Pero ello no quiso volver al
Olim po y j uró que la t ierra seguiría est éril hast a que Core fuera devuelt a.
h. Zeus sólo podía hacer una cosa. Envió a Herm es con un m ensaj e para Hades: «Si no
devuelves a Core est am os t odos perdidos», y con ot ro para Dem ét er: «Puedes t ener de nuevo
a t u hij a, con la única condición de que t odavía no haya probado la com ida de los m uert os.»
i. Com o Core se había negado a com er ni siquiera un m endrugo de pan desde su rapt o,
Hades se vio obligado a disim ular su vej ación diciendo am ablem ent e a Core: «Hij a m ía,
pareces sent irt e desdichada aquí y t u m adre llora por t i. Por lo t ant o he decidido enviart e a t u
hogar.»
j . Core dej ó de llorar y Herm es la ayudó a subir a su carro. Pero en el m om ent o en que
part ía para Eleusis, uno de los j ardineros de Hades, Ascálafo, com enzó a grit ar irrisoriam ent e:
«Habiendo vist o a la señora Core t om ar una granada de un árbol" de t u huert o y com ido siet e
sem illas, est oy dispuest o a at est iguar que ha probado el alim ent o de los m uert os.» Hades
sonrió con sarcasm o y ordenó a Ascálafo que se encaram ara a la part e t rasera del carro de
Herm es.
k. En Eleusis, Dem ét er abrazó alegrem ent e a Core, pero al ent erarse de lo de la granada
se sint ió m ás desalent ada que nunca y repit ió: «No volveré al Olim po ni anularé m i m aldición
de la t ierra.» Ent onces Zeus inst ó a Rea, la m adre de Hades, Dem ét er y él m ism o, a que le
suplicara, y por fin se llegó a una t ransacción. Core pasaría t res m eses del año en com pañía de
Hades com o Reina del Tárt aro, con el t ít ulo de Perséfone, y los nueve m eses rest ant es con
Dem ét er. Hécat e se ofreció a asegurar que se cum pliera ese acuerdo y a vigilar
const ant em ent e a Core.
l. Dem ét er consint ió finalm ent e en volver al Olim po. Ant es de salir de Eleusis inst ruyó a
Tript ólem o, Eum olpo y Céleo ( j unt am ent e con Diocles, rey de Peras, quien durant e t odo ese
t iem po había buscado asiduam ent e a Core) en su cult o y sus m ist erios. Pero cast igó a Ascálafo
por su chism orreo arroj ándolo a un aguj ero y cubriéndolo con una roca enorm e; de allí lo sacó
finalm ent e Heracles y ella lo t ransform ó ent onces en un buho de orej as cort as112 . Recom pensó
t am bién a los feneacios de Acadia, en cuyo hogar descansó después de haberla ult raj ado
Posidón, con cereales de t odas clases, pero les prohibió sem brar habas. Un t al Ciam it es fue el
prim ero que se at revió a hacerlo y t iene un alt ar j unt o al río Cefíso113 .

112
Apolodoro: i.5.1-3 y 12; Himno homérico a Deméter 398 y ss. y 445 y ss.

113
Pausanias: viii.15.1 y i.37.3.

62
Los mitos griegos I Robert Graves

m . A Tript ólem o le proporcionó grano para sem brar, un arado de m adera y un carro
t irado por serpient es, y lo envió recorrer el m undo para que enseñara a la hum anidad el art e
de la agricult ura. Pero prim eram ent e le dio lecciones sobre la Llanura Rariana, que no es por lo
que algunos lo llam an hij o del rey Raro. Y a Fít alo, que la había t rat ado bondadosam ent e en
las orillas del Cefiso, le dio una higuera, la prim era que se vio en Át ica, y le enseñó a
cult ivarla114 .

1. Core, Perséfone y Hécat e eran, claram ent e, la diosa en Tríada com o la Doncella, Ninfa
y Viej a, en una ¿poca en que solam ent e las m uj eres pract icaban los m ist erios de la agricult ura.
Core represent a al grano verde, Perséfone a la espiga m adura y Hécat e al cereal cosechado: la
«viej a esposa» del cam po inglés. Pero Dem ét er era el t ít ulo general de la diosa y a Core se le
ha dado el nom bre de Perséfone, lo que confunde la fábula. El m it o de la avent ura de Dem ét er
en el cam po t res veces arado indica un rit o de la fert ilidad que sobrevivió hast a una época
recient e en los Balcanes: la sacerdot isa del cereal se unía públicam ent e con el rey sagrado en
la siem bra de ot oño con el fin de asegurar una buena cosecha. En Át ica se araba el cam po
prim eram ent e en la prim avera, luego, después de la cosecha del verano, se araba
t ransversalm ent e con una rej a m ás ligera; y finalm ent e, después de ofrecer sacrificios a los
dioses de la labranza, se volvía a arar en la dirección original durant e el m es ot oñal de
Pianepsión, com o prelim inar para la siem bra ( Hesíodo: Trabaj os y Días 432-3, 460, 462;
Plut arco: Sobre I sis y Osiris 69; Cont ra Colot es 22) .
2. Perséfone ( de phero y phonos, «la que t rae la dest rucción») , llam ada t am bién
Persefat a en At enas ( de pt ersis y ephapt o, «la que fij a la dest rucción») y Proserpina ( «la
t errible») en Rom a, era, según parece, el t ít ulo de la ninfa cuando sacrificaba al rey sagrado.
El t ít ulo de Hécat e ( «un cent enar») se refiere, al parecer, a los cien m eses lunares del reinado
de ést e y a la cosecha cént uple. La m uert e del rey por un rayo, o por los dient es de los
caballos, o a m anos del sucesor, era su dest ino com ún en la Grecia prim it iva.
3. El rapt o de Core por Hades form a part e del m it o en el que la t rinidad helénica de
dioses se casa forzosam ent e con la t riple diosa pre- helénica: Zeus con Hera, Zeus o Posidón
con Dem ét er, y Hades con Core. Com o en el m it o irlandés, Brian, I uchar e I ucharba se casan
con la t riple diosa Eire, Fodhla y Banbha (véase 1.6 y 16.1) . Est o se refiere a la usurpación
m asculina de los m ist erios agrícolas fem eninos en los t iem pos prim it ivos. Así el episodio de la
negat iva de Dem ét er a proporcionar cereal a la hum anidad no es sino ot ra versión de la
conspiración de I no para dest ruir la cosecha de At am ant e (véase 70.c) . Adem ás, el m it o de
Core explica el ent ierro en el invierno de una m uñeca de cereal, la cual era desent errada a
com ienzos de la prim avera y se la encont raba ret oñando; est a cost um bre pre- helena
sobrevivía en el cam po en la época clásica, y la ilust ran pint uras de j arrones en las que
aparecen hom bres sacando a Core de un m ont ón de t ierra con zapapicos, o abriendo la cabeza
de la Madre Tierra con hachas.
4. La fábula de Erisict ón, hij o de Tríopas, es una anécdot a m oral: ent re los griegos, com o
ent re los lat inos y los irlandeses prim it ivos, la t ala de un bosque sagrado t raía consigo la pena
de m uert e. Pero un ham bre desesperada e inút il, a la que los isabelinos llam aban «t ener el
lobo en el est óm ago», no sería un cast igo apropiado por la t ala de árboles y el nom bre de
Erisict ón —t am bién hij o de Cécrope, el pat riarcalist a e int roduct or de las t ort as de cebada—
significa «rom pedor de t ierra», lo que indica que su verdadero delit o consist ió en at reverse a
arar sin consent im ient o de Dem ét er, com o At am ant e. El robo del perro de oro por Pandáreo
indica la int ervención cret ense en Grecia, cuando los aqueos t rat aron de reform ar el rit ual
agrícola. Est e perro, robado a la diosa Tierra, parece haber sido la prueba visible de la
independencia del rey suprem o aqueo con respect o a la diosa (véase 134.2) .
5. Los m it os de Hilas ( «del bosque»; véase 150.1) , Adonis ( véase 18.7) , Lit ierses ( véase
136.e) y Lino ( véase 147.1) describen el lut o anual por el rey sagrado o el niño que le

114
Himno homérico a Deméter 231-74; Apolodoro: i.52; Fragmento órfico 50; Higinio: Fábula
146; Ovidio: Metamorfosis v.450-563 y Fasti iv.614; Nicandro: Theriaca; Pausanias: i.14.2 y 37.2.

63
Los mitos griegos I Robert Graves

sust it uía, sacrificado para aplacar a la diosa de la veget ación. Ese m ism o sust it ut o aparece en
la leyenda de Tript ólem o, quien viaj aba en un carro t irado por serpient es y llevaba sacos de
cereal, para sim bolizar que su m uert e t raía consigo la abundancia. Era t am bién Plut ón ( «la
riqueza») , engendrado en el cam po arado, y del que est á t om ado el t ít ulo eufem íst ico de
«Plut o» que lleva Hades. Tript ólem o ( t ript olm aios, «t res veces osado») puede ser un t ít ulo
concedido al rey sagrado por haberse at revido t res veces a arar el cam po y t ener coit o con la
sacerdot isa del cereal. Celeo, Diocles y Eum olpo, a quienes Dem ét er enseñó el art e de la
agricult ura, represent an a los j efes sacerdot ales de la Liga Anfict iónica —Met anira es descrit a
com o hij a de Anfict ión— que le rindieron honores en Eleusis.
6. Era en Eleusis ( «advenim ient o») , ciudad m icénica, donde se celebraban los grandes
Mist erios eleusinos, en el m es llam ado Beodrom ión ( «corriendo en busca de ayuda») . Los
iniciados ext át icos de Dem ét er consum aban sim bólicam ent e su am orío con Yasión, o
Tript ólem o, o Zeus, en un recint o int erior del sant uario, m oviendo hacia arriba y hacia abaj o
en una bot a alt a de m uj er un obj et o fálico; de aquí que Eleusis parece ser una form a gast ada
de Eilyt huies «[ el t em plo] de la que se enfurece en un escondit e». Los m ist agogos, vest idos
com o past ores, ent raban luego dando grit os de alegría y exhibían un avent ador que cont enía
al niño Brim o, hij o de Brim o ( «la enoj ada») , el frut o inm ediat o de su casam ient o rit ual. Brim o
era un t ít ulo de Dem ét er y Brim o ( Brim us) un sinónim o de Plut ón, pero sus celebrant es le
conocían m ás com o Yaco, del bullicioso him no Yaco que se cant aba el sext o día de los
m ist erios durant e una procesión de ant orchas que part ía del t em plo de Dem ét er.
7. Eum olpo represent a a los past ores cant ores que int roducían al niño, Tript ólem o es un
vaquero al servicio de I o, la diosa Luna com o vaca ( véase 56.1) , que regaba el grano para
sem brar, y Eubuleo un porquerizo al servicio de la diosa Marpesa ( véase 74.4 y 96.2) , Forcis,
Cere o Cerdo, la diosa Cerda, que hacía germ inar al cereal. Eubuleo fue el prim ero que reveló
la suert e de Core, porque «porquerizo», en el m it o prim it ivo europeo, significa adivino o m ago.
Así a Eum eo ( «buscando bien») , el porquerizo de Odiseo ( véase 171.a) , se le llam a dios
( «deiform e») , y aunque en la época clásica hacía m ucho t iem po que los porquerizos habían
dej ado de ej ercer su art e profét ico, t odavía se sacrificaban cerdos a Dem ét er y Perséfone
arroj ándolos por un precipicio nat ural. No se dice que Eubuleo se beneficiara con la inst rucción
de Dem ét er, probablem ent e porque el cult o de aquélla com o diosa Cerda había sido suprim ido
en Eleusis.
8. «Raro», bien signifique «un niño abort ivo», o bien «una m at riz», es un nom bre
inadecuado para un rey y se referiría a la m at riz de la m adre del Cereal de la que nacía ést e.
9. Yam be y Baubo personifican las canciones obscenas en m et ro yám bico que se
cant aban para aliviar la t ensión sent im ent al en los Mist erios Eleusinos, pero Yam be, Dem ét er y
Baubo form an la t ríada fam iliar de doncella, ninfa y viej a. En el m it o griego las nodrizas viej as
represent an casi siem pre a la diosa com o Viej a. Abant e se t ransform ó en un lagart o, porque
los lagart os se encuent ran en los lugares m ás cálidos y secos y pueden vivir sin agua; ést a es
una anécdot a m oral que se relat aba para enseñar a los niños el respet o por sus m ayores y la
veneración de los dioses.
10. La hist oria de la t ent at iva de Dem ét er para hacer a Dem ofont e inm ort al t iene su
análoga en el m it o de Medea ( véase 156.a) y Tet is ( véase 81.r) . Se refiere, en part e, a la
difundida cost um bre prim it iva de inm unizar a los niños cont ra los m alos espírit us con fuego
sagrado pasado a su alrededor en el m om ent o del nacim ient o, o con una t apadera calient e
colocada debaj o de ellos; y en part e a la cost um bre de quem ar niños hast a darles m uert e
com o un sacrificio sust it ut ivo del rey sagrado ( véase 92.7) y confiriéndoles así la inm ort alidad.
Celeo, el nom bre del padre de Dem ofont e, puede significar «quem ador» adem ás de «páj aro
carpint ero» o «hechicero».
11. Una prohibición prim it iva recaía sobre los alim ent os de color roj o, los que sólo se
podían ofrecer a los m uert os ( véase 170.5) , y se suponía que la granada había nacido —com o
la aném ona escarlat a de ocho pét alos— de la sangre de Adonis o Tam m uz (véase 18.7) . Las
siet e sem illas de granada represent an, quizá, las siet e fases de la luna durant e las cuales los
agricult ores esperan que aparezcan los t allos verdes del cereal. Pero Perséfone com iendo la
granada es originalm ent e Sheol, la Diosa del I nfierno, devorando a Tam m uz, m ient ras I sht ar
( la m ism a Sheol en un aspect o diferent e) llora para aplacar a su ánim a. Hera, com o una diosa
de la Muert e ant erior, t am bién sost enía una granada.

64
Los mitos griegos I Robert Graves

12. El ascalaphos, o buho de orej as cort as, era un ave de m al agüero, y la fábula de su
chism orreo se relat a para explicar el est répit o que hacen los buhos en noviem bre, ant es que
com iencen los t res m eses invernales de la ausencia de Core. Heracles puso en libert ad a
Ascálafo ( véase 134.d) .
13. El regalo de la higuera que hizo Dem ét er a Fít alo, cuya fam ilia era una de las
principales en At ica ( véase 97.a) , sólo significa que la práct ica de la cabrahigadura —la
polinización del árbol dom ést ico con una ram a del silvest re— dej ó de ser una prerrogat iva
fem enina al m ism o t iem po que la agricult ura. La prohibición de que los hom bres sem braran
habas parece haber sobrevivido a la del cereal, a causa de la ínt im a relación ent re las habas y
los espírit us. En Rom a los arroj aban a los espírit us en el Fest ival de los Difunt os y si una plant a
brot aba de uno de ellos y una m uj er com ía sus granos, quedaba preñada por un espírit u. Por
eso los pit agóricos se abst enían de com er habas para que no pudieran privar a un ant epasado
de la probabilidad de una reencarnación.
14. Se dice que Dem ét er llegó a Grecia pasando por Cret a y desem barcó en Toricos, en
Át ica ( Him no a Dem ét er 123) . Est o es probable: los cret enses se habían est ablecido en At ica,
donde fueron los prim eros en explot ar las m inas de plat a del Laurium . Adem ás, Eleusis es una
localidad m icénica, y Diodoro Sículo ( v. 77) dice que rit os análogos a los eleusinos se
realizaban en Cnosos para t odos los que querían asist ir, y que ( v. 79) , según los cret enses,
t odos los rit os de iniciación fueron invent ados por sus ant epasados. Pero el origen de Dem ét er
debe ser buscado en Libia.
15. Las flores que, según Ovidio, recogía Core eran adorm ideras. Una im agen de la diosa
con cabezas de adorm idera en su t ocado se encont ró en Gazi, Cret a; ot ra diosa t allada en una
m oldura de Palaiokast ro lleva adorm ideras en la m ano, y en el anillo de oro del t esoro de la
Acrópolis de Micenas, una Dem ét er sent ada ent rega t res cabezas de adorm idera a una Core en
pie. Las sem illas de adorm idera eran ut ilizadas com o un condim ent o del pan y las adorm ideras
est án asociadas nat uralm ent e con Dem ét er, pues crecen en los sem brados, pero Core recoge o
acept a adorm ideras a causa de sus cualidades soporíficas y de su color escarlat a, que prom et e
la resurrección después de la m uert e (véase 27.12) . Est á a punt o de ret irarse para su sueño
anual.

25.

NATURALEZA Y HECHOS DE ATENEA

a. At enea invent ó la flaut a, la t rom pet a, la olla de barro, el arado, el. rast rillo, el yugo
para bueyes, la brida de caballo, el carro y el barco. Fue la prim era en enseñar la ciencia de
los núm eros y t odas las art es fem eninas, com o la de la cocina, el t ejido y el hilado. Aunque es
una diosa de la guerra, no le agrada la bat alla, com o les agrada a Ares y Eris, sino m ás bien el
arreglo de las disput as y la defensa de la ley por m edios pacíficos. No lleva arm as en t iem po
de paz y, si alguna vez las necesit a, se las pide habit ualm ent e a Zeus. Su m isericordia es
grande: cuando los vot os de los j ueces se igualan en un j uicio crim inal en el Areópago,
siem pre da el vot o decisivo en favor de la absolución del acusado. Sin em bargo, una vez que
int erviene en la bat alla nunca es derrot ada, ni siquiera cuando lucha cont ra Ares m ism o, pues
dom ina m ej or que él la t áct ica y la est rat egia, y los capit anes prudent es acuden siem pre a ella
en busca de consej o115 .
b. Muchos dioses, Tit anes y gigant es se habrían casado de buena gana con ella, pero ella
rechazaba siem pre t odos los requerim ient os am orosos. En una ocasión, durant e la guerra de
Troya, com o no quería pedir a Zeus que le prest ase sus arm as porque ést e se había declarado
neut ral, pidió a Hefest o que le hiciese un equipo especial para ella. Hefest o no quiso que le

115
Tzetzes: Sobre Licofrón 520; Hesiquio sub Hippia; Servio sobre la Eneida de Virgilio iv.402;
Píndaro: Odas olímpicas xiii.79; Livio: vii.3; Pausanias: i.24.3; Homero: Ilíada 1.199 y ss y 736;
v.840-863; xxi.391-422; Esquilo: Euménides.753.
65
Los mitos griegos I Robert Graves

pagara y dij o t ím idam ent e que haría el t rabaj o por am or; cuando, sin sospechar el significado
de esas palabras, At enea ent ró en la fragua para ver cóm o el dios golpeaba el m et al candent e,
Hefest o de pront o se dio m edia vuelt a y t rat ó de violarla. Hefest o, que no siem pre se
com port aba t an groseram ent e, había sido víct im a de una brom a m aliciosa: Posidón acababa
de infórm ale de que At enea se dirigía a la fragua, con el consent im ient o de Zeus, llevada por
la esperanza de que le hiciese el am or violent am ent e. Al apart arse At enea precipit adam ent e,
Hefest o eyaculó cont ra su m uslo, un poco por encim a de la rodilla. Ella se lim pió el sem en con
un puñado de lana, que luego arroj ó con asco; ést e cayó al suelo en las cercanías de At enas y
fert ilizó accident alm ent e a la Madre Tierra que est aba allí de visit a. Asqueada ant e la idea de
dar a luz un hij o que Hefest o había t rat ado de engendrar con At enea, la Madre Tierra declaró
que no acept aría responsabilidad alguna de su crianza.
c. «Muy bien —dij o At enea— yo m ism o m e encargaré de ello». En consecuencia se hizo
cargo de la criat ura t an pront o com o nació, le llam ó Erict onio y, com o no quería que Posidón
se riese del buen éxit o de su chanza, lo ocult ó en un cest o sagrado que ent regó a Agaluro, la
hij a m ayor del rey at eniense Cécrope, con la orden de guardarlo cuidadosam ent e116 .
d. Cécrope, un hij o de la Madre Tierra y, com o Erict onio —quien según algunos era su
padre—, en part e hom bre y en part e serpient e, fue el prim er rey que reconoció la pat ernidad.
Se casó con una hij a de Act eo, el prim er rey del Át ica. Tam bién inst it uyó la m onogam ia,
dividió el país de Át ica en doce com unidades, const ruyó t em plos dedicados a At enea y abolió
ciert os sacrificios de sangre en favor de m odest as ofrendas de t ort as de cebada117 . Su esposa
se llam aba Agraulo; sus t res hij as, Aglauro, Herse y Pándroso, vivían en una casa de t res
habit aciones en la Acrópolis. Un anochecer, cuando las j óvenes volvieron de un fest ival
llevando en la cabeza los cest os sagrados de At enea, Herm es sobornó a Aglauro para que le
diera acceso a Herse, la m ás j oven de las t res, de la que se había enam orado locam ent e.
Aglauro se quedó con el oro de Herm es, pero nada hizo para ganarlo, porque At enea hizo que
sint iera celos de la buena suert e de Herse; en consecuencia, Herm es se int roduj o airadam ent e
en la casa, convirt ió a Aglauro en piedra e hizo lo que deseaba con Herse. Después de haberle
dado Herse dos hij os a Herm es, Céfalo, el am ado de Eos, y Cerice, el prim er heraldo de los
Mist erios Eleusinos, ella, Pándroso y su m adre Agraulo sint ieron la curiosidad de at isbar debaj o
de la t apa del cest o que había llevado Aglauro. Al ver un niño con cola de serpient e en vez de
piernas, lanzaron grit os de t error y, precedidas por Aglauro, se precipit aron desde lo alt o de la
Acrópolis118 .
e. Cuando se ent eró de est a fat alidad, At enea se afligió de t al m odo que dej ó caer la
enorm e roca que había est ado t ransport ando a la Acrópolis com o fort ificación adicional y se
convirt ió en el m ont e Licabet o. Y al cuervo que le había llevado la not icia le cam bió el color de
blanco a negro y prohibió a t odos los cuervos que volvieran a visit ar la Acrópolis. Erict onio se
refugió ent onces en la égida de At enea, donde ella le crió t an t iernam ent e que algunos la
t om aron equivocadam ent e por su m adre. Más t arde llegó a ser rey de At enas, donde inst it uyó
el cult o de At enea y enseñó a sus conciudadanos el uso de la plat a. Su im agen fue puest a
ent re las est rellas com o la const elación del Auriga, puest o que había int roducido el carro t irado
por cuat ro caballos119 .
f. Es corrient e ot ro relat o, m uy dist int o, de la m uert e de Aglauro, a saber, que en una
ocasión en que se lanzó un at aque cont ra At enas se arroj ó desde la Acrópolis obedeciendo a
un oráculo, consiguiendo de est e m odo la vict oria. Est a versión se propone explicar por qué

116
Higinio: Astronomía poética ii.13; Apolodoro: iii.14.6; Higinio: Fábula 166.
117
Pausanias: i.5.3; viii.2.1; Apolodoro: iii.14.1; Estrabón: ix.1.20; Aristófanes: Pluto 773; Ate-
neo: p. 555c; Eustacio: Sobre Homero p. 1156; Mármol de Paros: líneas 2-4.
118
Apolodoro: iii.14.3 y 6; Inscripciones griegas xiv.1389; Higinio: Fábula 166.
119
Antígono Caristio: 12; Calímaco: Hecale 1.2.3; Filóstrato: Vida de Apolonio de Tiana vii.24;
Higinio: Astronomía poética ii.13; Fábula 274; Apolodoro: iií.14.1.

66
Los mitos griegos I Robert Graves

t odos los j óvenes at enienses, al t om ar por prim era vez las arm as, visit an el t em plo de Aglauro
y allí dedican su vida a la ciudad 120 .
g. At enea, aunque t an m odest a com o Art em is, es m ucho m ás generosa. Cuando Tiresias
la sorprendió un día accident alm ent e en el baño, le puso sus m anos sobre los oj os y le cegó,
pero m anera de com pensación le dio la lint erna121 .
h. No queda const ancia de que le irrit aran los celos m ás que en una sola ocasión. He aquí
la fábula: Aracne, ¿princesa de Colofón en Lidia —fam osa por su t int e purpúreo— era t an hábil
en el art e del t ejido que ni siquiera At enea podía com pet ir con ella. Cuando le m ost raron un
paño en el que Aracne había t ej ido ilust raciones de t os am oríos olím picos, la diosa lo exam inó
at ent am ent e para encont rarle un defect o, pero com o no pudo hallarlo, desgarró el paño con
una ira fría y vengat iva. Cuando Aracne, at errorizada, se colgó de una viga, At enea la
t ransform ó a ella en una araña —el insect o que m ás odia— y la cuerda en una t elaraña, por la
que t repó Aracne para ponerse a salvo122 .

1. Los at enienses hicieron de la virginidad de su diosa un sím bolo de la invencibilidad de


la ciudad y, por lo t ant o, desfiguraron los m it os prim it ivos sobre su violación por Posidón
( véase 19.2) y Bóreas ( véase 48.1) y negaron que Erict onio, Apolo y Licno ( «lám para») fueran
sus hij os t enidos con Hefest o. Derivaban el nom bre de Erict onio de erion, «lana» o de «eris»,
«lucha», y cht hónos, «t ierra», e invent aron el m it o de su nacim ient o para explicar la presencia
en las pint uras arcaicas de un niño- serpient e que at isba desde la égida de la diosa. La part e de
Posidón en el nacim ient o de Erict onio puede haber sido originalm ent e m ás sencilla y direct a,
¿pues por qué ot ro m ot ivo había de int roducir Erict onio en At enas el carro posidoniano t irado
por cuat ro caballos?
2. At enea había sido la diosa t riple y cuando la persona cent ral, la diosa com o ninfa, fue
suprim ida y los m it os relacionados con ella t ransferidos a Afrodit a, Orit ía ( véase 48.b) o Alcipe
( véase 19.b) quedó la Doncella vest ida con pieles de cabra, que se especializaba en la guerra
( véase 8.1) y la Viej a, que inspiraba los oráculos y dirigía t odas las art es. Erict onio es quizás
una form a am pliada de Erect eo ( véase 47.1) y significa «de la t ierra del brezo» ( véase 18.1)
m ás bien que «m ucha t ierra», com o se ha dicho habit ualm ent e; los at enienses lo
represent aban com o una serpient e con cabeza hum ana, porque era el héroe, o espírit u, del rey
sacrificado que hacía saber los deseos de la Viej a. En est e aspect o de Viej a acom pañaban a
At enea un buho y un cuervo. La ant igua fam ilia real de At enas pret endía descender de
Erict onio y Erect eo y sus m iem bros se llam aban a sí m ism os erect idas; solían llevar serpient es
doradas com o am ulet os y guardaban una serpient e sagrada en el Erect eón. Pero Erict onio era
t am bién un vient o procreador provenient e de las m ont añas cubiert as de brezos, y la égida de
At enea ( o una copia) era dedicada a t odas las parej as de recién casados de At enas para
asegurar su fert ilidad ( Suidas sub Égida) .
3. Se sabe que algunas de las ollas de cerám ica m ás bellas de Cret a fueron hechas por
m uj eres y así lo fueron originalm ent e, sin duda, t odos los inst rum ent os út iles invent ados por
At enea; pero en la Grecia clásica el art esano t enía que ser hom bre. La plat a era al principio un
m et al m ás valioso que el oro, pues cost aba m ás refinada y est aba consagrada a la luna; la
At enas de Pericles debió su preem inencia en gran part e a las ricas m inas de plat a del Laurium ,
explot adas, prim eram ent e por los cret enses, que le perm it ían im port ar product os alim ent icios
y com prar aliados.
4. La ocasión en que las hij as de Cécrope salt aron desde la Acrópolis puede haber sido
una t om a de At enas por los helenos, después de la cual se int ent ó im poner por la t uerza la
m onogam ia a las sacerdot isas de At enea, com o en el m it o de Halirrot io ( véase 19.b) .

120
Suidas y Hesequio sub Agraulos; Plutarco: Alcibíades 15.
121
Calímaco: El baño de Palas.
122
Ovidio: Metamorfosis vi.1-145; Virgilio: Geórgicas iv.246.

67
Los mitos griegos I Robert Graves

Prefirieron la m uert e al deshonor, y de aquí provenía el j uram ent o que hacían las j óvenes
at enienses en el t em plo de Agraulo. La ot ra fábula de la m uert e de Agraulo es m eram ent e una
anécdot a m oral: una advert encia cont ra la violación de los m ist erios de At enea. «Agraulo» era
un t ít ulo m ás de la diosa Luna. Agraulos y su t ranslit eración aglauros significan casi lo m ism o;
agraulos es un epít et o hom érico para los past ores, y aglauros (com o herse y pandrosos) se
refieren a la luna com o la supuest a fuent e del rocío que refrescaba los past os. En At enas las
m uchachas salían a la luz de la luna llena en el solst icio de verano para recoger rocío —la
m ism a cost um bre sobrevivió en I nglat erra hast a el siglo pasado— para fines sagrados. El
fest ival se llam aba las Herseforias, o «recolección de rocío»; Agraulo o Agraule era en realidad
un t ít ulo de At enea, y se dice que a Agraule se le rendía cult o en Chipre hast a m uy t arde
( Porfirio: Sobre veget arianism o 30) con sacrificios hum anos. Un anillo de oro de Micenas
m uest ra t res sacerdot isas avanzando hacia un t em plo; las dos prim eras desparram an rocío y
la t ercera ( probablem ent e Agraulo) t iene una ram a at ada al codo. La cerem onia quizá t uvo su
origen en Cret a. La seducción de Herse por Herm es, por la cual pagó oro a Aglauro, t iene que
referirse a la prost it ución rit ual de las sacerdot isas ant e una im agen de la diosa: Aglauro
convert ida en piedra. Los cest os sagrados llevados en esas ocasiones cont enían sin duda
serpient es fálicas y obj et os orgiást icos análogos. La prost it ución rit ual por las devot as de la
diosa Luna se pract icaba en Cret a, Chipre, Siria, Asia Menor y Palest ina.
5. La expulsión del cuervo por At enea es una variant e m ít ica del dest ierro de Crono. —
Cronos significa «cuervo» (véase 6.2) —, en realidad el t riunfo del olim pism o, la int roducción
del cual se ha at ribuido erróneam ent e a Cécrope, quien es realm ent e Ofión- Bóreas, el
dem iurgo pelasgo ( véase 1.1) . El cam bio de color del cuervo recuerda el nom bre de la
equivalencia galesa de At enea: Branwen, «cuervo blanco», herm ana de Bran ( véase 57.1) .
Según parece, At enea t enía el t ít ulo de «Coronis».
6. Su venganza de Aracne puede ser algo m ás que una bonit a fábula si const at a una
prim it iva rivalidad com ercial ent re los at enienses y los t alasócrat as, o gobernant es del m ar,
lidio- carios de origen cret ense. Num erosos sellos con una araña com o em blem a que se han
encont rado en la cret ense Milet o —la ciudad m adre de la Milet o caria y la m ayor export adora
de ropas de lana t eñida en el m undo ant iguo— indican que allí exist ía una indust ria t ext il
pública a com ienzos del segundo m ilenio a. de C. Durant e un t iem po los m ilesios dom inaron el
provechoso com ercio del Mar Negro y t uvieron un cent ro de dist ribución en Naucrat is, Egipt o.
At enea t enía buenos m ot ivos para sent irse celosa de la araña.
7. En Hornero se da una aparent e cont radicción. Según el Cat álogo de los barcos (I líada
ii. 547 y ss.) , At enea inst ala a Erect eo en su rico t em plo de At enas, pero, según la Odisea
( vii.80) , ella va a At enas y ent ra en su fort aleza. La realidad era que el rey sagrado t enía su
m orada en el palacio de la Reina, donde se guardaba la im agen de la diosa. En Cret a y la
Grecia m icénica no había t em plos, sino solam ent e alt ares dom ést icos o cuevas oraculares.

26.

NATURALEZA Y HECHOS DE PAN

a. Varios dioses y diosas poderosos de Grecia nunca han sido incluidos ent re los doce
olím picos. Pan, por ej em plo, un t ipo hum ilde, ahora m uert o, se cont ent ó con vivir en la t ierra
en la Arcadia rural; Hades, Perséfone y Hécat e sabían que su presencia no era bien acogida en
el Olim po y la Madre Tierra era dem asiado viej a y apegada a sus cost um bres para acom odarse
a la vida fam iliar de sus niet os y bisniet os.
b. Algunos dicen que Herm es engedró a Pan con Dríope, hij a de Dríops; o con la ninfa
Énoe; o con Penélope, esposa de Odiseo, a la que visit ó en la form a de un m orueco; o con la
cabra Am alt ea123 . Se dice que era t an feo al nacer, con cuernos, barba, cola y pat as de cabra,

123
Himno homérico a Pan 34 y ss.; Escoliasta sobre los Idilios de Teócrito i.3; Herodoto: ii.145;
Eratóstenes: Catasterismoi 27.
68
Los mitos griegos I Robert Graves

que su m adre huyó de él t em erosa, y Herm es lo llevó al Olim po para que se divirt ieran los
dioses. Pero Pan era herm ano adopt ivo de Zeus y por lo t ant o m ucho m ás viej o que Herm es, o
que Penélope, en quien, según dicen ot ros, fue engendrado por t odos los pret endient es que la
cort ej aron durant e la ausencia de Odiseo. Ot ros m ás le hacen hij o de Crono y Rea, o de Zeus e
Hibris, que es la explicación m enos im probable124 .
c. Vivía en Arcadia, donde guardaba m anadas, rebaños y colm enas, t om aba part e en las
orgías de las ninfas m ont añesas y ayudaba a los cazadores a encont rar la presa. Era en
general t ranquilo y perezoso, nada le agradaba m ás que la siest a y se vengaba de quienes le
pert urbaban lanzando un fuert e y súbit o grit o desde un bosque o una grut a, que les erizaba el
cabello. Sin em bargo, los arcadios le t enían t an poco respet o que, si alguna vez volvían de un
largo día de caza con las m anos vacías, se at revían a azot arle con cebollas albarranas125 .
d. Pan seduj o a varias ninfas, ent re ellas a Eco, quien le dio a I inge y t uvo un final
desdichado por am ar a Narciso, y Eufem a, nodriza de las Musas, quien le dio pot o, el Arquero
del Zodíaco. Tam bién se j act aba de que había poseído a t odas las Ménades borrachas de
Dioniso 126 .
e. En una ocasión t rat ó de violar a la cast a Pit is, quien se le escapó sólo
m et am orfoseándose en un abet o, una ram a del cual llevó desde ent onces com o guirnalda. En
ot ra ocasión persiguió a la cast a Siringe desde el m ont e Liceo hast a el río Ladon, donde se
t ransform ó en una caña; allí, com o no podía dist inguirla a ella de t odas las dem ás, cono varias
cañas al azar e hizo con ellas una siringa. Su m ayor t riunfo en el am or fue la seducción de
Selene, que realizó disfrazando su piel cabruna velluda y negra con vellones blancos bien
lavados. Sin darse cuent a de quién era, Selene consint ió en cabalgar en su espalda y le dej ó
hacer lo que quiso con ella127 .
f. Los dioses olím picos, aunque despreciaban a Pan por su sim plicidad y su afición al
alborot o, explot aban sus facult ades. Apolo le sonsacó el art e de la profecía y Herm es copió una
flaut a que Pan había dej ado caer, pret endió que la había invent ado él y la vendió a Apolo.
g. Pan es el único dios que ha m uert o en nuest ra época. La not icia de su m uert e la dio
un t al Tam o, m arinero de un barco que iba a I t alia pasando por la isla de Paxi. Una voz divina
grit ó a t ravés del m ar: «¿Est ás ahí, Tam o? Cuando llegues a Palodes cuida de anunciar que el
gran dios Pan ha m uert o», lo que hizo Tam o; y la not icia fue acogida en la cost a con gem idos
y lam ent os128 .

1. Pan, cuyo nom bre se deriva habit ualm ent e de paein, «past ar», represent a al
«dem onio» o el «hom bre derecho» del cult o de la fert ilidad arcadio, que se parecía m ucho al
cult o de las bruj as del noroest e de Europa. Est e hom bre, vest ido con piel de cabra, era el
am ant e elegido de las Ménades durant e sus orgías de ebriedad en las alt as m ont añas, y m ás
pront o o m ás t arde pagaba su privilegio con la m uert e.
2. Los relat os sobre el nacim ient o de Pan varían m ucho. Puest o que Herm es era la fuerza
resident e en una piedra fálica que const it uía el cent ro de esas orgías ( véase 14.1) , los

124
Himno homérico a Pan: loc. cit.; Servio sobre las Geórgicas de Virgilio i.16; Duris, citado
por Tzetzes: Sobre Licofrón 772; Apolodoro: i.4.1; Escoliasta sobre Reso de Esquilo 30.
125
Teócrito: Idilios i.16; Eurípides: Reso 36; Hesequio sub Agreo; Teócrito: Idilios vii.107.
126
Ovidio: Metamorfosis iii.356-401; Higinio: Fábula 224; Astronomía poética ii.27.
127
Luciano: Diálogos de los Dioses xxii.4; Ovidio: Metamorfosis i.694-712; Filargirio sobre las
Geórgicas de Virgilio iii.392.
128
Plutarco: Por qué guardan silencio los oráculos 17.

69
Los mitos griegos I Robert Graves

past ores describían a su dios Pan com o su hij o t enido con un páj aro carpint ero, ave cuyo
t aladreo pronost icaba, según se creía, la bienvenida lluvia est ival. El m it o de que engendró a
Pan con Énoe se explica por sí m ism o, aunque las Ménades originales ut ilizaban bebidas
alcohólicas dist int as del vino ( véase 27.2); y el nom bre de su supuest a m adre Penélope ( «con
una red sobre el rost ro») sugiere que las Ménades llevaban alguna form a de pint ura bélica en
sus orgías, recordando las rayas del penélope, una variedad del pat o. Plut arco dice (Sobre las
dem oras del cast igo divino 12) que las Ménades que m at aron a Orfeo fueron t at uadas por sus
m aridos com o cast igo ( véase 28.f); y una Ménade con las piernas y los brazos t at uados con un
diseño en form a de red aparece en un j arrón del Museo Brit ánico ( Cat álogo E.301) . La visit a de
Herm es a Penélope en la form a de un m orueco —el dem onio m orueco es en el cult o de las
bruj as del noroest e t an com ún com o la cabra—, su preñez por t odos los pret endient es ( véase
171.1) y la j act ancia de que Pan había poseído a t odas las Ménades se refieren al caráct er
prom iscuo de las orgías en honor de la diosa- abet o Pit is o Elat e ( véase 78.1) . Los m ont añeses
de Arcadia eran los m ás prim it ivos de Grecia ( véase 1.5) y sus vecinos m ás civilizados
afirm aban que los despreciaban.
3. El hij o de Pan, el t orcecuello o páj aro- serpient e, era un m igrant e de prim avera
em pleado en los encant am ient os erót icos ( véase 56.1 y 152.2) . Las cebollas albarranas
cont ienen un veneno irrit ant e —valioso cont ra los rat ones y las rat as— y se las ut ilizaba com o
un purgant e o diurét ico ant es de int ervenir en un act o rit ual; en consecuencia llegaron a
sim bolizar la elim inación de m alas influencias (Plinio: Hist oria nat ural xx.39) , y la im agen de
Pan era azot ada con cebollas albarranas si la caza era escasa ( véase 108.10) .
4. Su seducción de Selene debe de referirse a una orgía de la Víspera del Prim ero de
Mayo a la luz de la luna en la que la Reina de Mayo m ont aba en la espalda de su hom bre
derecho ant es de celebrar un casam ient o selvát ico con él. Para ent onces el cult o del m orueco
había sust it uido al cult o de la cabra en Arcadia (véase 27.2) .
5. El Tam o egipcio al parecer oyó m al el lam ent o cerem onial Tham us Pan-m egas
Tet hnece ( «¡El t odo grande Tam m uz ha m uert o! ») y ent endió: «¡Tam o, el Gran Pan ha
m uert o! » En t odo caso, Plut arco, sacerdot e de Delfos en la segunda m it ad del siglo I d. de C,
lo creyó y lo publicó; pero cuando Pausanias hizo su viaj e por Grecia alrededor de un siglo
después encont ró t em plos, alt ares, cuevas sagradas y m ont añas sagradas dedicados a Pan
t odavía m uy frecuent ados.

27.

NATURALEZA Y HECHOS DE DI ONI SO

a. Por orden de Hera los Tit anes se apoderaron del hij o recién nacido de Zeus, Dioniso,
niño cornudo coronado con serpient es y, a pesar de sus t ransform aciones, lo desm enuzaron.
Hirvieron los pedazos en una caldera, m ient ras un granado brot aba de la t ierra donde su
sangre había caído; pero salvado y reconst ruido por su abuela Rea, volvió a la vida. Perséfone,
a quien Zeus confió su cuidado, lo llevó al rey At am ant e de Orcóm enos y su esposa I no, a
quienes persuadió para que criasen al niño en las habit aciones de las m uj eres, disfrazada de
niña. Pero no se podía engañar a Hera, quien cast igó al m at rim onio real con la locura, de
m odo que At am ant e m at ó a su hij o Learco confundiéndolo con un ciervo129 .
b. Luego, por orden de Zeus, Herm es t ransform ó t em poralm ent e a Dioniso en un chivo o
un m orueco y lo regaló a las ninfas Macris, Nisa, Erat o, Brom ia y Bacque, del m ont e Nisa en el
Helicón. Ellas cuidaron a Dioniso en una cueva, lo m im ar on y lo alim ent aron con m iel, servicio

129
Eurípides: Bacantes 99-102; Onomácrito, citado por Pausanias: vüi.37.3; Diodoro Sículo:
iii.62; Himno órfico xiv.6; Clemente de Alejandría: Alocución a los griegos ii.16.

70
Los mitos griegos I Robert Graves

por el cual Zeus colocó luego sus im ágenes ent re las est rellas con el nom bres de las Híades.
Fue en el m ont e Misa donde Dioniso invent ó el vino, por el que se le celebra principalm ent e130 .
Cuando llegó a la edad viril, Hera lo reconoció com o hij o de Zeus, a pesar del
afem inam ient o a que lo había reducido su educación, y lo enloqueció t am bién. Fue a recorrer
el m undo ent ero acom pañado por su precept or Sueno y un ej ércit o salvaj e de sát iros y
m énades, cuyas arm as eran el báculo con hiedra enroscada y con una pina en la punt a,
llam ada t hyrsus, y espadas, serpient es y bram aderas que infundían el t error. Navegó rum bo a
Egipt o, llevando consigo el vino, y en Faros el rey Prot eo lo recibió hospit alariam ent e. Ent re los
libios del Delt a del Nilo, frent e a Faros, vivían ciert as reinas am azonas a las que Dioniso invit ó
a m archar con él cont ra los Tit anes y rest ablecer al rey Am ón en el reino del que había sido
expulsado. El t riunfo de Dioniso sobre los Tit anes y la rest auración del rey Am ón fue la prim era
de sus m uchas vict orias m ilit ares131 .
c. Luego se dirigió hacia el est e para ir a la I ndia. Cuando llegó al Eufrat es se le opuso el
rey de Dam asco, al que desolló vivo, pero const ruyó un puent e sobre el río con hiedra y vid;
después de lo cual un t igre, enviado por su padre Zeus, le ayudó a cruzar el río Tigris. Llegó a
la I ndia después de encont rar m ucha resist encia en el cam ino, y conquist ó t odo el país, al que
enseñó el art e de la vinicult ura, dot ándolo adem ás de leyes y fundando grandes ciudades132 .
d. A su regreso se le opusieron las am azonas, a una horda de las cuales persiguió hast a
Efeso. Unas pocas se acogieron en el Tem plo sagrado de Árt em is, donde sus descendient es
viven t odavía; ot ras huyeron a Sam os y Dioniso las siguió en em barcaciones y m at ó a t ant as
que el cam po de bat alla se llam a Panhaem a. En las cercanías de Floco m urieron algunos de los
elefant es que había llevado a la I ndia, y t odavía se m uest ran allí sus huesos133 .
e. Luego Dioniso volvió a Europa pasando por Frigia, donde su abuela Rea le purificó de
los m uchos asesinat os que había com et ido durant e su locura y le inició en sus m ist erios. A
cont inuación invadió Tracia, pero t an pront o com o su gent e desem barcó en la desem bocadura
del río Est rim ón, el rey de los edonios, Licurgo, se le opuso salvaj em ent e con un aguij ón y
capt uró a t odo el ej ércit o, con excepción de Dioniso, quien se sum ergió en el m ar y se refugió
en la grut a de Tet is. Rea, m olest a por est e descalabro, ayudó a los prisioneros a huir y
enloqueció a Licurgo, quien m at ó a su propio hij o Driant e con un hacha creyendo que cort aba
una vid. Ant es de que recobrara la razón com enzó a podar la nariz, las orej as y los dedos de
las m anos y los pies del cadáver, y t oda la t ierra de Tracia quedó est éril, horrorizada por su
crim en. Cuando Dioniso, al volver del m ar, anunció que esa est erilidad cont inuaría a m enos
que Licurgo fuese condenado a m uert e, los edonios lo llevaron al m ont e Pangeo, donde unos
caballos salvaj es lo despedazaron 134 .
f. Dioniso no encont ró m ás oposición en Tracia y se dirigió a su m uy am ada Beoda,
donde visit ó Tebas e invit ó a las m uj eres a que t om aran part e en sus orgías en el m ont e
Cit erón. Com o a Pent eo, rey de Tebas, le desagradaba el aspect o disolut o de Dioniso, lo
arrest ó, junt am ent e con t odas sus Ménades, pero enloqueció y en vez de encadenar a Dioniso
encadenó a un t oro. Las Ménades volvieron a escapar y se dirigieron furiosas a la m ont aña,
donde despedazaron a los t erneros. Pent eo t rat ó de cont enerlas, pero inflam adas por el vino y

130
Apolodoro: iii.4.3; Higinio: Fábula 182; Teón sobre Fenómenos de Arato 177; Diodoro Sícu-
lo: iii.68-69; Apolonio de Rodas: iv.1131; Servio sobre las Églogas de Virgilio vi.15.
131
Apolodoro: iii.5.1; Esquilo: Los edonios, un fragmento; Diodoro Sículo: iii.70-71.
132
Eurípides: Bacantes 13; Teófilo, citado por Plutarco: Sobre los ríos 24; Pausanias: x.29.2;
Diodoro Sículo: ii.38; Estrabón: xi.i.; Filóstrato: Vida de Apolonio de Tiana ii.8-9; Arriano: Indica
5.
133
Pausanias: vii.2.4-5; Plutarco: Cuestiones griegas 56.
134
Apolodoro: iii.5.1; Hornero: Ilíada vi. 130-40.

71
Los mitos griegos I Robert Graves

el éxt asis religioso le arrancaron un m iem bros t ras ot ro. Su m adre Agave encabezó el t um ult o
y fue ella quien le arrancó la cabeza135 .
g. En Orcóm enos las t res hij as de Minia, llam adas Alcít oe, Leucipe y Arsipe, o Arist ipe, o
Arsínoe, se negaron a part icipar en las orgías, aunque les invit ó personalm ent e Dioniso, que se
les apareció en la form a de una m uchacha. Luego cam bió de form a y se t ransform ó
sucesivam ent e en un león, un t oro, y una pant era, y las enloqueció. Leucipe ofreció a su
propio hij o Hípaso com o sacrificio —había sido elegido echando suert es— y las t res herm anas,
después de despedazarlo y devorarlo, recorrieron frenét icam ent e las m ont añas, hast a que por
fin Herm es las t ransform ó en aves, si bien algunos dicen que Dioniso las t ransform ó en
m urciélagos136 . En Orcóm enos se expía anualm ent e el asesinat o de Hípaso en una fiest a
llam ada Agrionia ( «provocación al salvaj ism o») en la que las m uj eres devot as sim ulan que
buscan a Dioniso y luego, conviniendo en que debe est ar ausent e con las Musas, se sient an en
círculo y proponen adivinanzas, hast a que el sacerdot e de Dioniso sale corriendo de su t em plo
con una espada y m at a a la prim era que alcanza137 .
h. Cuando t oda Beocia hubo reconocido la divinidad de Dioniso, ést e recorrió las islas del
Egeo difundiendo la alegría y el t error dondequiera que iba. Al llegar a I caria descubrió que su
barco era innavegable y alquiló ot ro a ciert os m arineros t irrenos que sim ulaban dirigirse a
Naxos. Result ó que eran pirat as y, sin darse cuent a de que llevaban a un dios, se dirigieron al
Asia, con el propósit o de venderlo allí com o esclavo. Dioniso hizo que brot ara de la cubiert a
una vid que envolvió al m ást il, m ient ras la hiedra se enroscaba en los aparej os; t am bién
t ransform ó los rem os en serpient es y él m ism o se t ransform ó en león, y llenó el barco con
anim ales fant ást icos y sonidos de flaut as, de m odo que los pirat as at errorizados se arroj aron
por la borda y se convirt ieron en delfines138 .
i. Fue en Naxos donde Dioniso encont ró a la bella Ariadna, a quien había abandonado
Teseo, y se casó con ella inm ediat am ent e. Ariadna t uvo con él a Enopión, Toant e, Est áfilo,
Lat ram is, Evant es y Taurópolo. Más t arde Dioniso puso su diadem a nupcial ent re las
est rellas139 .
j . De Naxos fue a Argos y cast igó a Perseo, quien al principio le resist ió y m at ó a m uchos
de sus seguidores, enloqueciendo a las m uj eres argivas, que com enzaron a devorar crudos a
sus hij os. Perseo se apresuró a confesar su error y aplacó a Dioniso const r uyendo un t em plo
en su honor.
k. Finalm ent e, después de est ablecer su cult o en t odo el m undo, Dioniso subió al Cielo y
ahora se sient a a la derecha de Zeus com o uno de los Doce Grandes. La m odest a diosa Hest ia,
renunció a su asient o en la alt a m esa en su favor, feliz de t ener una excusa para eludir las
reyert as por celos de su fam ilia y sabiendo que siem pre podía cont ar con una acogida t ranquila
en cualquier ciudad griega que le apet eciese visit ar. Luego Dioniso descendió por Lerna al
Tárt aro, donde sobornó a Perséfone con el regalo de un m irt o para que dej ase en libert ad a su
m adre difunt a, Sém ele, quien ascendió con él al t em plo de Árt em is en Trecén; pero, para que
las ot ras ánim as no se sint iesen celosas y agraviadas, le cam bió el nom bre y la present ó a los
ot ros olím picos com o Tione. Zeus puso un aposent o a su disposición y Hera guardó un silencio
airado, pero resignado140 .

135
Teócrito: Idilios xxvi; Ovidio: Metamorfosis iii.714 y ss.; Eurípides: Bacantes, passim.
136
Ovidio: Metamorfosis iv.1-40; 390-415; Antoninus Liberalis: 10; Eliano: Varia Historia
iii.42; Plutarco: Cuestiones griegas 38.
137
Plutarco: loc. cit.
138
Himno homérico a Dioniso 6 y ss.; Apolodoro: iii.5.3; Ovidio: Metamorfosis iii.577-699.
139
Escoliasta sobre Apolonio de Rodas: iii.996; Hesíodo: Teogonía 947; Higinio: Astronomía
poética ii.5.
140
Apolodoro: iii.5.3; Pausanias: ii.31.2.

72
Los mitos griegos I Robert Graves

1. La guía principal de la fábula m íst ica de Dioniso es la difusión del cult o de la viña por
Europa, Asia y el nort e de África. El vino no fue invent ado por los griegos: parece haber sido
im port ado por prim era vez en cánt aros de Cret a. Se daban uvas silvest res en la cost a
m eridional del Mar Negro, desde donde su cult ivo se ext endió al m ont e Nisa en Libia, por
Palest ina, y así hast a Cret a; a la I ndia por Persia; y a la Bret aña de la Edad de Bronce por la
Rut a del Ám bar. Las orgías de vino del Asia Menor y la Palest ina —la Fiest a de los
Tabernáculos cananea era originalm ent e una bacanal— se caract erizaban por casi los m ism os
éxt asis que las orgías de cerveza de Tracia y Frigia. El t riunfo de Dioniso consist ió en que el
vino sust it uyó en t odas part es a las ot ras bebidas alcohólicas ( véase 38.3) . Según Ferécides
( 178) , Nysa significa «árbol».
2. En ot ro t iem po había est ado subordinado a la diosa- Luna Sém ele ( véase 14.5) —
llam ada t am bién Tione o Cot it o ( véase 3.1) — y era la víct im a dest inada de sus orgías. Que
fuera criado com o una niña, com o lo fue t am bién Aquiles ( véase 160.5) , recuerda la
cost um bre cret ense de m ant ener a los niños en «la oscuridad» ( scot ioi) , es decir, en las
habit aciones de las m uj eres, hast a la pubert ad. Uno de sus t ít ulos era Dendrit es, «m uchacho-
árbol», y el Fest ival de la Prim avera, cuando los árboles florecen de pront o y el m undo ent ero
se em briaga con deseo, celebraba su em ancipación. Se le describe com o un niño cornudo para
no part icularizar los cuernos, que eran de cabra, de ciervo, de t oro o de m orueco según el
lugar de su cult o. Cuando Apolodoro dice que fue t ransform ado en chivo para salvarlo de la ira
de Hera —Erifo— ( «chivo») era uno de sus t ít ulos (Hesiquio sub Erifos)— se refiere al cult o
cret ense de Dioniso- Zagreo, la cabra m ont es con enorm es cuernos. Virgilio ( Geórgicas ii.380-
84) , explica erróneam ent e que la cabra era el anim al m ás com únm ent e sacrificado a Dioniso,
«porque las cabras dañan a la viña royéndola». Dioniso com o ciervo es Learco, a quien m at ó
At am ant e enloquecido por Hera. En Tracia era un t oro blanco. Pero en Arcadia lo t ransform ó
Herm es en m orueco, porque los arcadios eran past ores y el Sol ent raba en Aries en su Fest ival
de la Prim avera. A las Híades ( «hacedoras de lluvia») , a cargo de las cuales quedó Dioniso, se
las llam ó «las alt as», «las coj as», «las apasionadas», «las rugient es» y «las furiosas» para
describir sus cerem onias. Hesíodo ( cit ado por Teón: Sobre Arat o 171) regist ra los nom bres
ant eriores de las Híades com o Fésile ( ¿«luz filt rada»?) , Coronis ( «cuervo») , Cleia ( «fam osa») ,
Feo ( «oscura») y Eudora ( «generosa») ; y la list a de Higinio ( Ast ronom ía poét ica ii.21) es algo
parecida. Nysus significa «coj o», y en esas orgías de cerveza en la m ont aña el rey sagrado
parece haber coj eado com o una perdiz, com o en el Fest ival de la Prim avera cananeo llam ado
el Pesach ( «coj eando»; véase 23.1) . Pero el que Macris alim ent ara a Dioniso con m iel y que
las Ménades ut ilizaran com o t irsos ram as de abet o rodeadas de hiedra recuerda una form a de
bebida alcohólica ant erior: cerveza de abet o m ezclada con hiedra y endulzada con aguam iel. El
aguam iel era el «néct ar» elaborado con m iel ferm ent ada que los dioses seguían bebiendo en el
Olim po hom érico.
3. J. E. Harrison, quien fue la prim era en señalar ( Prolegom ena cap. viii) que Dioniso, el
dios del Vino, es una superposición post erior sobre Dioniso, el dios de la Cerveza, llam ado
t am bién Sabacio, sugiere que t ragedia puede derivarse no de t ragos, «una cabra», com o
indica Virgilio (loc. cit .) , sino de t ragos, «espelt a», cereal em pleado en At enas para elaborar la
cerveza. Añade que en las pint uras de ánforas prim it ivas aparecen com o com pañeros de
Dioniso hom bres- caballos y no hom bres- cabras; y que su cest o de uvas era al principio una
avent adora. En realidad, la cabra libia o cret ense est aba asociada con el vino; el caballo
heládico con la cerveza y el néct ar. Por eso Licurgo, quien se opone al Dioniso post erior, es
despedazado por caballos salvaj es —sacerdot isas de la diosa de cabeza de yegua— que fue la
suert e sufrida por el Dioniso ant erior. La fábula de Licurgo se ha hecho confusa a causa del
relat o, que no viene al caso, de la m aldición que recayó sobre su país después del asesinat o de
Driant e ( «encina») ; Driant e era el rey- encina que m oría anualm ent e. El cort e de sus
ext rem idades servía para m ant ener a raya a su ánim a ( véase 153.b y 171.t ) , y el cort e
injust ificado de una encina sagrada era cast igado con la pena de m uert e. Cont ó era el nom bre
de la diosa en honor de la cual se realizaban los rit os edonios (Est rabón: x.3.16) .
4. Dioniso se m anifest aba com o León, Toro y Serpient e, porque ést os eran los em blem as
del año t ripart it o en el calendario ( véase 31.7; 75.2 y 123.1) . Nacía en invierno com o

73
Los mitos griegos I Robert Graves

serpient e ( de aquí su corona de serpient es) , se convert ía en león en la prim avera y lo m at aban
y devoraban com o t oro, cabra o ciervo en el solst icio est ival. Ést as fueron sus
t ransform aciones cuando lo at acaron los Tit anes (véase 30.2) . Ent re los orcom enios una
pant era parece haber ocupado el lugar de la serpient e. Sus Mist erios se parecían a los de
Osiris, y de aquí su visit a a Egipt o.
5. El odio de Hera a Dioniso y su copa de vino, com o la host ilidad m ost rada por Pent eo y
Perseo, reflej a la oposición conservadora al em pleo rit ual del vino y a la m oda ext ravagant e de
las Ménades, que se había difundido desde la Tracia a At enas, Corint o, Sición, Delfos y ot ras
ciudades civilizadas. Finalm ent e, a fines del siglo VI I y com ienzos del VI a. de C., Periandro,
t irano de Corint o, Clíst enes, t irano de Sicione, y Pisíst rat o, t irano de At enas, decidieron
aprobar el cult o y fundaron fiest as dionisíacas oficiales. En consecuencia se acept ó que Dioniso
y su vino habían sido adm it idos en el cielo —expulsó a Hest ia de su puest o com o uno de los
doce olím picos a fines del siglo V a. de C.—, aunque algunos dioses siguieron exigiendo
«sacrificios sobrios». Pero, aunque una de las t ablillas recient em ent e descifradas del palacio de
Nést or en Pilos m uest ra que t enía rango divino incluso en el siglo XI I I a. de C., Dioniso nunca
dej ó realm ent e de ser un sem idiós, y se seguía m ost rando la t um ba de su resurrección anual
en Delfos ( Plut arco: Sobre I sis y Osiris 35) , donde los sacerdot es consideraban a Apolo com o
su part e inm ort al ( véase 28.3) . La fábula de su renacim ient o del m uslo de Zeus, así com o el
dios de los Vient os hit it a había nacido del de Kum abi ( véase 6.6) , repudia su caráct er
m at riarcal original. El renacim ient o rit ual de un hom bre era una conocida cerem onia de
adopción judía ( Rut h iii.9) , t om ada de los hit it as.
6. Dioniso viaj aba en una em barcación en form a de luna nueva y la fábula de su conflict o
con los pirat as parece haberse basado en el m ism o icón que dio origen a la leyenda de Noé y
los anim ales del Arca: el león, la serpient e y los ot ros anim ales son sus epifanías est acionales.
Dioniso es, en realidad, Deucalión ( véase 38.3). Los laconios de Brasia conservaban un relat o
no canónico de su nacim ient o: Cadm o encerró a Sém ele y su hij o en un arca, que fue a la
deriva hast a Brasia, donde Sém ele m urió y fue ent errada, e I no crió a Dioniso ( Pausanias:
iii.24.3) .
7. Faros, pequeña isla frent e al delt a del Nilo y en cuya cost a Prot eo pasó por las m ism as
t ransform aciones que Dioniso ( véase 169.a) cont aba con el m ayor puert o de la Europa de la
Edad de Bronce ( véase 39.2 y 169.6) . Era el alm acén de los m ercaderes provenient es de
Cret a, Asia Menor, las islas del Egeo, Grecia y Palest ina. El cult o del vino debió de ext enderse
desde allí en t odas direcciones. El relat o de la cam paña de Dioniso en Libia puede const at ar la
ayuda m ilit ar enviada a los garam ant es por sus aliados griegos ( véase 3.3) ; el de su cam paña
en la I ndia ha sido considerado com o una hist oria fant ást ica del avance de Alej andro borracho
hast a el I ndo, pero es de fecha ant erior y const at a la difusión del vino hacia el est e. La visit a
de Dioniso a Frigia, donde le inició Rea, sugiere que los rit os griegos de Dioniso com o Sabacio
o Brom io eran de origen frigio.
8. La Corona Boreal, la corona de flores nupcial de Ariadna, era llam ada t am bién «la
Corona Cret ense». Ella era la diosa Luna cret ense y los hij os vinosos que t uvo con Dioniso —
Enopión, Toant e, Est áfilo, Taurópolo, Lat ram is y Evant es— fueron los ant epasados epónim os
de t ribus helenas que vivían en Quíos, Lem m os, el Quersoneso t racio y m ás allá ( véase 98.o) .
Puest o que el cult o del vino llegó a Grecia y el Egeo por Cret a —oinos, «vino», es una palabra
cret ense— se ha confundido a Dioniso con el Zagreo cret ense, que t am bién fue despedazado al
nacer ( véase 30.a) .
9. Agave, m adre de Pent eo, es la diosa- Luna que regía las orgías en que se bebía
cerveza. El descuart izam ient o de Hípaso por las t res herm anas, que son la diosa t riple com o
Ninfa, es paralelo a la fábula galesa de Pwyll, príncipe de Dyfedd, donde la Víspera de m ayo
Rhianon, corrupción de Rigant ona ( «gran reina») devora un pot ro que es en realidad su hij o
Pryderi ( «ansiedad») . Tam bién Posidón fue devorado en la form a de pot ro por su padre Crono,
pero probablem ent e en una versión ant erior por su m adre Rea (véase 7.g) . El significado del
m it o es que el ant iguo rit o en el cual las Ménades de cabeza de yegua descuart izaban al niño
que servía de víct im a anual —Sabacio, Brom io o com oquiera que se le llam ase— y lo com ían
crudo, fue sust it uido por las orgías dionisíacas m ás ordenadas; y el cam bio se señalaba por la
m uert e de un pot ro en vez del niño habit ual.
10. La granada que brot ó de la sangre de Dioniso era t am bién el árbol de Tam m uz-
Adonis- Rim m on; su frut o m aduro se abre com o una herida y m uest ra adent ro las sem illas

74
Los mitos griegos I Robert Graves

roj as. Sim boliza la m uert e y la prom esa de resurrección cuando se halla en la m ano de la diosa
Hera o Perséfone ( véase 24.11) .
11. La liberación de Sém ele, llam ada t am bién Tione ( «reina furiosa») por Dioniso ha sido
deducida de dibuj os de una cerem onia realizada en At enas en la pist a de baile dedicada a las
Muj eres Furiosas. Allí, al son de cant os, caram illos y baile, y m ient ras de unos cest os se
derram aban pét alos de flores, un sacerdot e invocaba a Sém ele para que saliera de un
om phaloí o m ont ículo art ificial y viniera acom pañada del «espírit u de la prim avera» el j oven
Dioniso ( Píndaro: Fragm ent o 75.3) . En Delfos a una cerem onia de la ascensión análoga
realizada únicam ent e por m uj eres se la llam aba Herois, o «fiest a de la heroína» ( Plut arco:
Cuest iones griegas 12; Arist ófanes: Las ranas 373-96, con escoliast a) . Ot ra m ás se puede
suponer en el t em plo de Art em is en Trecén. Debe recordarse que la diosa- Luna t enía t res
aspect os diferent es, com o dice John Skelt on:

Diana in t he leavës green;


Luna who so bright dot h sheen;
Persephone in Hell.

( Diana en las hoj as verdes; Luna que resplandece t ant o; Perséfone en el I nfierno.)
Sém ele era, en realidad, ot ro nom bre de Core o Perséfone, y la escena de la ascensión est á
pint ada en m uchas ánforas griegas, en algunas de las cuales se ven sát iros ayudando a que
aparezca la heroína con zapapicos; su presencia indica que ést e era un rit o pelasgo. Lo que
desent erraban era, probablem ent e, una m uñeca de cereal ent errada después de la cosecha y
que en aquel m om ent o ret oñaba. Core, por supuest o, no ascendió al Cielo; vagaba por la
t ierra con Dem ét er hast a que le llegaba el t iem po de volver al infierno. Pero poco después de
haberse concedido a Dioniso el est ado de dios olím pico, la Asunción de su m adre virgen se hizo
dogm át ica y, una vez convert ida en diosa, se la dist inguió de Core, quien cont inuó
ascendiendo y descendiendo com o una heroína.
12. La vid era el décim o árbol del año de los árboles sacros y su m es correspondía a
sept iem bre, cuando se realizaba la fiest a de la vendim ia. La hiedra, el undécim o árbol,
correspondía a oct ubre, cuando las Ménades realizaban su orgía y se em briagaban m ast icando
hoj as de hiedra; t enía t am bién im port ancia porque, com o ot ros cuat ro árboles sagrados —el
roble espinoso de El, con el que se alim ent an las cochinillas; el aliso de Foroneo y la vid y la
granada del propio Dioniso— proporcionaba un t int e roj o ( véase 52.3) . Teófilo, el m onj e
bizant ino ( Rugero: Sobre los oficios, cap. 98) dice que «a los poet as y art ist as les gust aba la
hiedra a causa de las propiedades secret as que poseía... de una de las cuales os hablaré. En
m arzo, cuando sube la savia, si perforáis los t allos de hiedra con un t aladro en algunos punt os
rezum arán un líquido gom oso que, cuando se lo m ezcla con orina y se hierve, se pone de un
color de sangre llam ado 'laca', út il para la pint ura y la ilum inación.» El t int e roj o era em pleado
para colorear los rost ros de las im ágenes de la fert ilidad m asculina ( Pausanias: ii.2.5) y de los
reyes sagrados (véase 170.11) ; en Rom a sobrevivió est a cost um bre en el enroj ecim ient o del
rost ro del general vict orioso. El general represent aba al dios Mart e, que era un Dioniso
prim averal ant es que se especializase com o el dios de la guerra rom ano, y que dio su nom bre
al m es de m arzo. Los reyes ingleses t odavía se enroj ecen ligeram ent e el rost ro en las
cerem onias oficiales para parecer sanos y prósperos. Adem ás, la hiedra griega, com o la vid y
el sicóm oro, t iene una hoj a de cinco punt as, que represent aba la m ano creadora de la diosa-
Tierra, Rea (véase 53.a) . El m irt o era un árbol de la m uert e (véase 109.4) .

75
Los mitos griegos I Robert Graves

LAS
CRIATURAS
DEL MITO

76
Los mitos griegos I Robert Graves

28.

ORFEO

a. Orfeo, hij o del rey t racio Eagro y la m usa Calíope, fue el poet a y m úsico m ás fam oso
de t odos los t iem pos. Apolo le regaló una lira y las Musas le enseñaron a t ocarla, de t al m odo
que no sólo encant aba a las fieras, sino que adem ás hacía que los árboles y las rocas se
m ovieran de sus lugares para seguir el sonido de su m úsica. En Zona, Tracia, algunos de los
ant iguos robles de la m ont aña se alzan t odavía en la posición de una de sus danzas, t al com o
él los dej ó141 .
b. Después de una visit a a Egipt o, Orfeo se unió a los argonaut as, con quienes se
em barcó para Cólquide, y su m úsica les ayudó a vencer m uchas dificult ades. A su regreso se
casó con Eurídice, a quien algunos llam an Agríope, y se inst aló ent re los cicones salvaj es de
Tracia142 .
c. Un día, en las cercanías de Tem pe, en el valle del río Peneo, Eurídice se encont ró con
Arist eo, quien t rat ó de forzarla. Ella pisó una serpient e al huir y m urió a causa de la
m ordedura, pero Orfeo descendió audazm ent e al Tárt aro, con la esperanza de t raerla de
vuelt a. Ut ilizó el pasaj e que se abre en Aorno, en Tesprót ide, y, a su llegada, no sólo encant ó
al barquero Caront e, el perro Cerbero y los t res Jueces de los Muert os con su m úsica
m elancólica, sino que adem ás suspendió por el m om ent o las t ort uras de los condenados; de
t al m odo ablandó el cruel corazón de Hades que ést e concedió su perm iso para que Eurídice
volviera al m undo superior. Hades puso una sola condición: que Orfeo no m irase hacia at rás
hast a que ella est uviera de nuevo baj o la luz del sol. Eurídice siguió a Orfeo por el pasaj e
oscuro guiada por el son de su lira, y sólo cuando él llegó de nuevo a la luz del día se dio la
vuelt a para ver si ella lo seguía, con lo que la perdió para siem pre143 .
d. Cuando Dioniso invadió Tracia, Orfeo no le rindió los honores debidos, sino que enseñó
ot ros m ist erios sagrados y predicó a los hom bres de Tracia, quienes le escucharon
reverent em ent e, lo pernicioso que era el hom icidio en los sacrificios. Todas las m añanas se
levant aba para saludar a la aurora en la cum bre del m ont e Pangeo y predicaba que Helio, al
que llam aba Apolo, era el m ás grande de t odos los dioses. Ofendido por ello, Dioniso hizo que
le at acaran las Ménades de Deyo, Macedonia. Esperaron a que los m aridos ent raran en el
t em plo de Apolo, donde Orfeo oficiaba com o sacerdot e, y luego se apoderaron de las arm as
dej adas afuera, ent raron, m at aron a sus m aridos y desm em braron a Orfeo. Arroj aron su
cabeza al río Hébro, pero quedó flot ando y siguió cant ando hast a llegar al m ar, que la conduj o
a la isla de Lesbos144 .
e. Las Musas, llorando, recogieron sus m iem bros y los ent erraron en Liebet ra, al pie del
m ont e Olim po, donde hoy día los ruiseñores cant an m ás arm oniosam ent e que en ninguna ot ra
part e del m undo. Las Ménades t rat aron de lim piarse de la sangre de Orfeo en el río Helicón,
pero el dios fluvial se m et ió baj o t ierra y desapareció a lo largo de casi cuat ro m illas, para
volver a salir a la superficie con ot ro nom bre, el Bafira. Así evit ó ser cóm plice del asesinat o145 .

141
Píndaro: Odas Píticas iv.176, con Escoliasta; Esquilo: Agamenón 1629-30; Eurípides: Bacan-
tes 561-4; Apolonio de Rodas-i28-31.
142
Diodoro Sículo: iv.25; Higinio: Fábula 164; Ateneo: xiii.7.
143
Higinio: loc. cit.; Diodoro Sículo: loc. cit.; Pausanias: ix.30.3; Eurípides: Alcestes 357, con
Escoliasta.
144
Aristófanes: Las ranas 1032; Ovidio: Metamorfosis xi.1-85; Conon: Narraciones 45.
145
Esquilo: Basárides, citado por Eratóstenes; Catasterismoi 24; Pausanias: ix.30.3-4.
77
Los mitos griegos I Robert Graves

f. Se dice que Orfeo había censurado la prom iscuidad de las Ménades y predicado el
am or hom osexual, por lo que Afrodit a est aba no m enos irrit ada que Dioniso. Sin em bargo, sus
colegas olím picos no podían est ar de acuerdo con que el asesinat o t enía j ust ificación y Dioniso
salvó la vida de las Ménades t ransform ándolas en encinas que quedaron arraigadas en la
t ierra. Los t racios que habían sobrevivido a la m at anza decidieron t at uar a sus esposas com o
una advert encia cont ra el asesinat o de sacerdot es, y la cost um bre sobrevive al present e146 .
g. En cuant o a la cabeza de Orfeo, después de ser at acada por una serpient e lem niana
celosa ( a la que Apolo t ransform ó inm ediat am ent e en piedra) , fue guardada en una cueva de
Ant isa, consagrada a Dioniso. Allí profet izaba día y noche, hast a que Apolo, viendo que sus
oráculos de Delfos, Grineo y Claro habían sido abandonados, fue allá y se colocó sobre la
cabeza y exclam ó: «¡Dej a de ent rom et ert e en m is asunt os! ¡Ya he t enido bast ant e paciencia
cont igo y con t us cant os! » En adelant e la cabeza guardó silencio147 . La lira de Orfeo había ido
t am bién a la deriva hast a Lesbos y había sido guardada en un t em plo de Apolo, por cuya
int ercesión y la de las Musas fue colocada en el cielo com o una const elación 148 .
h. Algunos relat an de una m anera com plet am ent e dist int a la m uert e de Orfeo; dicen que
Zeus lo m at ó con un rayo por divulgar los secret os divinos. En verdad, había inst it uido los
Mist erios de Apolo en Tracia, los de Hécat e en Egina y los de Dem ét er Subt erránea en
Espart a149 .

1. La cabeza cant ant e de Orfeo recuerda la del decapit ado rey de los alisos Eran, la cual,
según el Mabinogion, cant aba m elodiosam ent e en la roca de Harlech en el nort e de Gales;
quizá se t rat a de una fábula basada en los caram illos fúnebres hechos con cort eza de aliso. Por
lo t ant o, el nom bre de Orfeo, si significa ophruoeis, «en la orilla del río», puede ser un t ít ulo
del equivalent e griego de Bran, Foroneo ( véase 57.2) , o Crono, y referirse a los alisos «que
crecen en las orillas del» Peneo y ot ros ríos. El nom bre del padre de Orfeo, Eagro ( «de la serba
silvest re») , indica el m ism o cult o, pues la serba ( en francés alisier) y el aliso ( en español)
llevan am bos el nom bre de la diosa-río pre-helénica Halys, o Alys, o Elis, reina de las I slas
Elíseas, adonde fueron Foroneo, Crono y Orfeo después de la m uert e. Aorno es Averno, en
variant e it álica del Avalon celt a ( «isla de los m anzanos»; véase 31.2) .
2. Diodoro Sículo dice que Orfeo em pleaba el ant iguo alfabet o de t rece consonant es y la
leyenda de que hacía que se m ovieran los árboles y encant aba a las fieras se refiere, al
parecer, a su serie de árboles y anim ales sim bólicos correspondient es a las est aciones ( véase
53.3; 132.3 y 5) . Com o rey sagrado fue herido por un rayo —es decir, m uert o con un hacha
doble— en un robledal en el solst icio de verano, y luego desm em brado por las Ménades del
cult o del t oro, com o Zagreo ( véase 30.a) ; o del cult o del ciervo, com o Act eón ( véase 22.i) . Las
Ménades, en realidad, represent aban a las Musas. En la Grecia clásica la práct ica del t at uaj e se
lim it aba a los t racios, y en la pint ura de un ánfora referent e a la m uert e de Orfeo, una Ménade
t iene t at uado en el ant ebrazo un cervat illo. Est e Orfeo no ent ró en conflict o con el cult o de
Dioniso; era Dioniso, y t ocaba el t osco caram illo de aliso y no la lira civilizada. Así Proclo
( Com ent ario sobre Polít ica de Plat ón: p. 398) escribe: «Orfeo, porque era el principal en los
rit os dionisíacos, se dice que sufrió la m ism a suert e que el dios», y Apolodoro ( i.3.2) le
at ribuye la invención de los Mist erios de Dioniso.
3. El nuevo cult o del Sol com o Padre de Todos parece haber sido llevado al Egeo
sept ent rional por los sacerdot es fugit ivos del m onot eíst a Akhenat on, en el siglo XI V a. de C., e

146
Ovidio: loc. cit.; Conon: loc. cit.; Plutarco: Sobre la lentitud de la venganza divina 12.
147
Luciano: Contra los incultos ii; Filóstrato: Heroica v.704; Vida de Apolonio de Tiana iv.14.

148
Luciano: loc. cit.; Eratóstenes: Catasterismoi 24; Higinio: Astronomía poética ii.7.

149
Pausanias: ix.30.3; ii.302; iii.14.5.

78
Los mitos griegos I Robert Graves

inj ert ado en los cult os locales; de aquí la supuest a visit a de Orfeo a Egipt o, Test im onios de
est a religión se encuent ran en Sófocles ( Fragm ent os 523 y 1017) , donde llam a al sol «la llam a
prim ogénit a, am ada por los j inet es t racios», y «el señor de los dioses y padre de t odas las
cosas». Parece haber sido resist ido m ediant e la fuerza por los t racios m ás conservadores y
reprim ido sangrient am ent e en algunas part es del país. Pero los sacerdot es órficos post eriores,
que llevaban la vest im ent a egipcia, llam aban al sem idiós cuya carne de t oro cruda com ían
«Dioniso» y reservaban el nom bre de Apolo para el Sol inm ort al, dist inguiendo a Dioniso, el
dios de los sent idos, de Apolo, el dios de la int eligencia. Est o explica por qué la cabeza de
Orfeo era guardada en el sant uario de Dioniso y la lira en el de Apolo. Se dice que t ant o la
cabeza com o la lira llegaron a la deriva a Lesbos, que era la sede principal de la m úsica lírica;
Terpandro, el m úsico hist órico m ás ant iguo, era de Ant isa. El at aque de la serpient e a la
cabeza de Orfeo represent a la prot est a de un héroe oracular ant erior cont ra la int rusión de
Orfeo en Ant isa, o bien la del Apolo pit io que regist ró Filóst rat o en un lenguaj e m ás direct o.
4. La m uert e de Eurídice a consecuencia de la m ordedura de una serpient e y el
subsiguient e fracaso de Orfeo en su int ent o de sacarla a la luz del sol figuran únicam ent e en el
m it o post erior. Parecen haber sido deducidos equivocadam ent e de pint uras que m uest ran la
acogida de Orfeo en el Tárt aro, donde su m úsica encant ó a la diosa-serpient e Hécat e, o
Agríope ( «rost ro salvaj e») , e hizo que concediera privilegios especiales a t odas las ánim as
iniciadas en los Mist erios Órficos, y de ot ras pint uras que m ost raban a Dioniso, cuyo sacerdot e
era Orfeo, descendiendo al Tárt aro en busca de su m adre, Sem ele ( véase 27.k) . De
m ordeduras de serpient e m orían las víct im as de Eurídice, y no ella ( véase 33.1) .
5. El m es de los alisos es el cuart o de la serie de árboles y precede al m es de los sauces,
asociado con la m agia acuát ica sagrada de la diosa Hélice ( «sauce»; véase 44.1) ; los sauces
dieron t am bién su nom bre al río Helicón, que rodea el Parnaso y est á consagrado a las Musas:
la t riple diosa de la inspiración m ont añesa. De aquí que se m ost rara a Orfeo en la pint ura de
un t em plo de Delfos ( Pausanias: x.30.3) apoyado cont ra un sauce y t ocando sus ram as. El
cult o griego del aliso fue suprim ido en una época m uy prim it iva, pero subsist en sus vest igios
en la lit erat ura clásica: los alisos circundan la isla de la m uert e de la diosa hechicera Circe
( Hom ero: Odisea v. 64 y 239) , quien t am bién t enía un cem ent erio con un bosquecillo de
sauces en Cólquida (Apolonio de Rodas: iii.200; véase 152.b) y, según Virgilio, las herm anas
de Faet ón t e fueron m et am orfoseadas en un sot o de alisos ( véase 42.3) .
6. Con est o no se insinúa que la decapit ación de Orfeo nunca fue m ás que una m et áfora
aplicada a la ram a de aliso podada. Un rey sagrado sufría necesariam ent e el
desm em bram ient o, y los t racios pueden m uy bien haber t enido la m ism a cost um bre que los
I ban Dayacs de la Sarawak m oderna. Cuando los hom bres regresan de una cacería de cabezas
afort unada, las m uj eres ibanas ut ilizan el t rofeo com o un m edio de fert ilizar la siem bra de
arroz m ediant e la invocación. Se hace que la cabeza cant e, se lam ent e y responda a pregunt as
y se la acaricia t iernam ent e en el regazo de cada una hast a que por fin consient e en ent rar en
un t em plo oracular, donde aconsej a en t odas las ocasiones im port ant es y, com o las cabezas
de Eurist eo, Bran y Adán, rechaza las invasiones ( véase 146.2) .

29.

GANÍ MEDES

a. Ganím edes, el hij o del rey Tros que dio su nom bre a Troya, era el j oven m ás bello de
los vivient es y en consecuencia lo eligieron los dioses para que fuera el copero de Zeus. Se
dice que Zeus, quien deseaba a Ganim edes t am bién com o com pañero de lecho, se disfrazó con
plum as de águila y lo rapt ó en la llanura t royana150 .

150
Homero: Ilíada xx.231-5; Apolodoro: ii.12.2; Virgilio: Eneida v.252 y ss.; Ovidio: Metamor-
fosis x.155 y ss.

79
Los mitos griegos I Robert Graves

b. Luego, en nom bre de Zeus, Herm es regaló a Tros una vid de oro, obra de Hefest os, y
dos herm osos caballos en com pensación por la pérdida de su hij o, asegurándole al m ism o
t iem po que Ganim edes se había hecho inm ort al, est aba exent o de las m iserias de la vej ez y
sonreía, con la j arra de oro en la m ano, m ient ras escanciaba el brillant e néct ar al Padre del
Cielo151 .
c. Algunos dicen que Eos fue la prim era que rapt ó a Ganim edes para que fuera su
am ant e y que Zeus se lo quit ó. Fuera com o fuese, lo ciert o es que Hera lam ent ó el insult o de
que habían sido obj et o ella y su hij a Hebe, hast a ent onces copera de los dioses, pero lo único
que consiguió fue irrit ar a Zeus, quien puso la im agen de Ganim edes ent re las est rellas com o
Acuario, el port ador de agua152 .

1. La t area de Ganím edes com o escanciador de vino de t odos los dioses —y no sólo de
Zeus en los relat os prim it ivos— y los dos caballos regalados al rey Tros com o com pensación
por su m uert e, sugieren la int erpret ación equivocada de un icono que m ost raba al rey nuevo
preparándose para su casam ient o sagrado. La escudilla de Ganím edes cont enía sin duda una
libación que hacía en honor del ánim a de su regio predecesor; y el sacerdot e oficiant e que
aparece en la pint ura y al que sim bólicam ent e hace- resist encia ha sido t om ado erróneam ent e
por el enam orado Zeus. I gualm ent e a la novia que espera la confundió con Eos un m it ógrafo
que recordaba el rapt o por Eos de Tit ono, hij o de Laom edont e porque t am bién Eurípides ha
dicho ( Las t royanas 822) que Laom edont e era el padre de Ganím edes. Est e icono podría
ilust rar igualm ent e el casam ient o de Peleo con Tet is, que los dioses presenciaron desde sus
doce t ronos; los dos caballos eran inst rum ent os rit uales de su renacim ient o com o rey t ras una
m uert e sim ulada ( véase 81.4) . El supuest o rapt o de Ganím edes por el águila lo explica un
ánfora ceret ana de figuras negras: un águila que se lanza sobre los m uslos de un rey recién
ent ronizado llam ado Zeus sim boliza el poder divino que se le confiere —su ka u ot ro yo—, así
com o un halcón solar descendía sobre los Faraones en su coronación. Sin em bargo, la t radición
de la j uvent ud de Ganim edes indica que el rey que aparece en la im agen era el sust it ut o regio,
o int errex, que gobernaba un solo día, com o Faet ont e (véase 42.2) , Zagreo (véase 30.1) ,
Crisipo ( véase 105.2) y los dem ás. Puede decirse, por lo t ant o, que el águila de Zeus no sólo le
hizo rey, sino que adem ás lo t ransport ó al Olim po.
2. La ascensión de un rey al cielo m ont ado en un águila, o en la form a de un águila, es
una fant asía religiosa m uy difundida. Arist ófanes la caricat uriza en La paz ( 1 y ss.) haciendo
subir a su prot agonist a m ont ado en un escarabaj o. El alm a del héroe celt a Lugh —Llew Llaw en
el Mabinogion— voló al cielo com o un águila cuando su sucesor lo m at ó en el solst icio de
verano. Et ana, el héroe babilonio, después de su casam ient o sagrado en Kish, se rem ont ó
m ont ado en un águila hacia los pat ios celest iales de I sht ar, pero cayó en el m ar y se ahogó. La
m uert e de Et ana, dicho sea de paso, no fue el sacrificio de fin de año habit ual, com o en el caso
de Í caro ( véase 92.3) , sino un cast igo por las m alas cosechas que habían caract erizado su
reinado; volaba para descubrir una hierba m ágica que producía la fert ilidad. Su fábula est á
ent ret ej ida en un relat o de la cont inua lucha ent re el Águila y la Serpient e —el año crecient e y
el m enguant e, el Rey y el sucesor— y com o en el m it o de Llew Llaw, el Águila, que lanza su
últ im o alient o en el solst icio invernal, recupera m ágicam ent e su vida y su fuerza. Así leem os
en el Salm o ciii.5: «Tu j uvent ud se renueva, com o la del águila.»
3. El m it o de Zeus-Ganim edes consiguió inm ensa popularidad en Grecia y Rom a porque
proporcionaba una just ificación religiosa del am or apasionado de un hom bre m aduro por un
niño. Hast a ent onces la sodom ía era t olerada sólo com o una form a ext rem a de adoración a las
diosas. Los devot os varones de Cibeles t rat aban de conseguir la unión ext át ica con ella

151
Escoliasta sobre Orestes de Eurípides 1391; Hornero: Ilíada v.266; Himno homérico a Afro-
dita 202-17; Apolodoro: ii.5.9; Pausanias: v.24.1.
152
Escoliasta sobre Apolonio de Rodas: iii.115; Virgilio: Eneida i.32, con escoliasta; Higinio:
Fábula 224; Virgilio: Geórgicas iii.304.

80
Los mitos griegos I Robert Graves

em asculándose y vist iéndose com o m uj eres. Así pues, un sacerdocio sodom ít ico era una
inst it ución reconocida en los t em plos de la Gran Diosa en Tiro, Hierápolis y Jerusalén (1 Reyes
xv.12 y 2 Reyes xxiii.7) hast a poco ant es del Exilio. Pero est a nueva pasión, la int roducción de
la cual at ribuye Apolodoro a Tam iris ( véase 21.m ) , ponía de relieve la vict oria del pat riarcado
sobre el m at riarcado. Convirt ió a la filosofía griega en un juego int elect ual al que los hom bres
podían j ugar sin ayuda de las m uj eres, ahora que habían encont rado un nuevo cam po de
am orío hom osexual. Plat ón explot ó est o plenam ent e y ut ilizó el m it o de Ganim edes para
j ust ificar sus propias em ociones sent im ent ales en relación con sus discípulos ( Fedro 79) ;
aunque en ot ras part es ( Leyes i.8) censura la sodom ía com o cont raria a la nat uraleza y llam a
al m it o en el que Zeus cede a est e deseo «una m alvada invención cret ense». ( En est o le apoya
Est éfano de Bizancio [ sub Harpagia] , quien dice que el rey Minos de Cret a rapt ó a Ganim edes
para que fuera su com pañero de lecho, «habiendo recibido las leyes de Zeus») ; Con la difusión
de la filosofía plat ónica la m uj er griega, hast a ent onces int elect ualm ent e dom inant e, degeneró
en una t rabaj adora grat uit a y paridora de hij os en t odos aquellos lugares en los que Zeus y
Apolo eran los dioses gobernant es.
4. El nom bre de Ganim edes se refiere, propiam ent e, a la gozosa excit ación de su deseo
ant e la perspect iva del casam ient o, no a la de Zeus cuando le vivificaba el néct ar que le
escanciaba su com pañero de lecho; pero, convert ido en cat am it us en lat ín, ha dado a los
ingleses la palabra cat am it e, que significa el obj et o pasivo de la luj uria hom osexual m asculina.
5. La const elación Acuario, ident ificada com o Ganim edes, era originalm ent e el dios
egipcio que gobernaba en la fuent e del Nilo y vert ía agua y no vino de un j arro ( Píndaro:
Fragm ent o 110) ; pero los griegos se int eresaban poco por el Nilo.
6. El néct ar de Zeus, que los m it ógrafos post eriores describieron com o un vino t int o
sobrenat ural, era, en realidad, una aguam iel m orena prim it iva (véase 27.2) ; y la am brosía, el
delicioso alim ent o de los dioses, parece haber sido unas gachas de cebada, aceit e y frut as
picadas ( véase 98.7) , con que se regalaban los reyes cuando sus súbdit os m ás pobres t odavía
subsist ían com iendo asfódelos ( véase 31.2) , m alva y bellot as.

30.

ZAGREO

a. Zeus engendró secret am ent e a su hij o Zagreo con Perséfone, ant es que ést a fuese
llevada al infierno por su t ío Hades. Ordenó a los hij os de Rea, los Curet es cret enses o, com o
algunos dicen, los Coribant es, que guardaran una cuna en la cueva de I da, donde salt aban a
su alrededor ent rechocando sus arm as, com o habían salt ado alrededor de Zeus en Dict e. Pero
los Tit anes, enem igos de Zeus, después de blanquearse con yeso hast a quedar irreconocibles,
esperaron a que se durm ieran los Curet es. A m edianoche at raj eron a Zagreo fuera de la cueva
ofreciéndole j uguet es infant iles com o un cono, un sonaj ero, m anzanas de oro, un espej o, una
t aba y un m anoj o de lana. Zagreo dio m uest ras de valor cuando ellos se lanzaron sobre él para
m at arlo y pasó por varias t ransform aciones con el fin de engañarlos: se convirt ió
sucesivam ent e en Zeus con zam arra de piel de cabra, Crono haciendo llover, un león, un
caballo, una serpient e cornuda, un t igre y un t oro. En ese m om ent o los Tit anes le asieron
fuert em ent e por los cuernos y las pat as, lo despedazaron con sus dient es y devoraron su carne
cruda.
b. At enea int errum pió ese banquet e espant oso poco ant es que t erm inara y, rescat ando el
corazón de Zagreo, lo encerró en una figura de yeso en la que insufló la vida, de m odo que
Zagreo se hizo inm ort al. Sus huesos fueron recogidos y ent errados en Delfos, y Zeus m at ó a
los Tit anes con rayos153 .

153
Diodoro Sículo: v.75.4; Nono; Dionisíacas vi.269 y xxvii.228; Harpócrates sub apomatton;
Tzetzes: Sobre Licofrón 355; Eustacio sobre la Ilíada de Homero ii.735; Firmicus Maternus: Res-
pecto a los errores de las religiones profanas vi; Eurípides: Los cretenses, Fragmento, 475. Frag-
81
Los mitos griegos I Robert Graves

1. Est e m it o se refiere al sacrificio anual de un niño que se realizaba en la Cret a ant igua:
un sust it ut o de Minos, el rey-t oro. Reinaba un solo día, bailaba una danza ilust rat iva de las
cinco est aciones —león, cabra, caballo, serpient e y t ernero— y luego lo com ían crudo. Todos
los j uguet es con que los Tit anes lo at raj eron eran obj et os ut ilizados por los órficos filosóficos
que heredaron la t radición de est e sacrificio, pero com ían un t ernero crudo en vez de un niño.
El sonaj ero era una piedra aguj ereada o una pieza de alfarería que cuando se la hacía girar en
el ext rem o de una cuerda hacía un ruido parecido al de un vient o fuert e; y el m anoj o de lana
puede haber sido em pleado para em badurnarse los Curet es con el yeso húm edo; eran j óvenes
que se habían cort ado su prim er cabello para dedicarlo a la diosa Car ( véase 95.5) . Tam bién
se los llam aba Coribant es, o bailarines em penachados. Los ot ros regalos de Zagreo servían
para explicar el caráct er de la cerem onia m ediant e la cual los part icipant es se unificaban con el
dios; el cono era un ant iguo em blem a de la diosa en honor de la cual le sacrificaron los Tit anes
( véase 20.2) ; el espej o represent aba el ot ro yo, o ánim a, de cada iniciado; las m anzanas de
oro, su pasaport e para el Elíseo t ras una m uert e sim ulada; la t aba, sus facult ades adivinat orias
( véase 17.3) .
2. Un him no cret ense descubiert o hace pocos años en Palaiokast ro, cerca de la Cueva
Dict ea, est á dirigido al Croniano Único, el m ás grande de los j óvenes, que llega danzando al
frent e de sus dem onios y salt a para aum ent ar la fert ilidad de la t ierra y los rebaños y para que
t enga buen éxit o la flot a pesquera. Jane Harrison sugiere en Tem is que los t ut ores arm ados allí
m encionados, que «t e alej aron, niño inm ort al, del lado de Rea», sólo pret endían m at ar y
com er a la víct im a, un iniciado en su sociedad secret a. Pero t odas esas m uert es fict icias en las
cerem onias de iniciación, realizadas en m uchas part es del m undo, parecen basarse finalm ent e
en una t radición de un sacrificio hum ano real; y los cam bios en el calendario de Zagreo lo
dist inguen de un m iem bro ordinario de una frat ernidad t ot ém ica.
3. El t igre no canónico en la últ im a de las t ransform aciones de Zagreo se explica por su
ident idad con Dioniso ( véase 27.c) . de cuya m uert e y resurrección se relat a la m ism a fábula,
aunque con carne cocinada en vez de cruda y el nom bre de Rea en vez de At enea. Tam bién
Dioniso era una serpient e cornuda —t enía cuernos y cabellos serpent inos al nacer ( véase 21.a)
—y sus devot os órficos lo com ían sacram ent alm ent e en form a de t oro. Zagreo se convirt ió en
«Zeus con zam arra de piel de cabra» porque Zeus o su hij o sust it ut o había subido al cielo
llevando una zam arra hecha con la piel de la cabra Am alt ea (véase 7.b) . «Crono haciendo
llover» es una referencia al uso del sonaj ero o bram adera en las cerem onias para provocar la
lluvia. En est e cont ext o los Tit anes eran Tit anoi, «hom bres de yeso blanco», y los propios
Curet es se disfrazaban así para que no los reconociera el ánim a de la víct im a. Cuando los
sacrificios hum anos pasaron de m oda se represent aba a Zeus lanzando su rayo cont ra los
caníbales; y los Tit anes «señores de la sem ana de siet e días», se confundieron con los Tit anoi,
«los hom bres de yeso blanco», a causa de su host ilidad hacia Zeus. Ningún órfico que había
com ido la carne de su dios volvía « t ocar carne de ninguna clase.
4. Zagreo- Dioniso era conocido t am bién en la Palest ina m eridional. Según las t ablillas de
Ras Sham ra, Asht ar ocupó t em poralm ent e el t rono del Cielo m ient ras el dios Baal languidecía
en el m undo subt erráneo por haber com ido el alim ent o de los m uert os. Asht ar era sólo un niño
cuando se sent ó en el t rono y su pies no llegaban al escabel; Baal volvió poco después y lo
m at ó con una m aza. La Ley m osaica prohibía las fiest as de iniciación en honor de Asht ar: «No
guisarás el cabrit o con la leche de su m adre», prohibición que se repit e t res veces ( Éxodo
xiii.19; xxxiv.26; Deut eronom io xiv.21) .

mentos Órficos (Kern, 34).

82
Los mitos griegos I Robert Graves

31.

LOS DI OSES DEL MUNDO SUBTERRÁNEO

a. Cuando las alm as descienden al Tárt aro, cuya ent rada principal se halla en un bosque
de álam os negros j unt o al océano, los piadosos parient es proveen a cada una con una m oneda
que colocan baj o la lengua de su cadáver. Así pueden pagar a Caront e, el avaro que los
t ransport a en una em barcación desvencij ada al ot ro lado del Est igia. Est e río aborrecible linda
con el Tárt aro por el lado occident al 154 y t iene com o t ribut arios el Aqueront e, el Fleget ont e, el
Cacit o, el Aornis y el Let e. Las alm as pobres t enían que esperar et ernam ent e en la orilla m ás
cercana, a m enos que eludieran a Herm es, su conduct or, y se deslizaran por una ent rada
t rasera, com o la del Ténaro laconio155 o la del Aornis t esprot o. Un perro de t res cabezas o,
según dicen algunos, de cincuent a, llam ado Cerbero, guarda la orilla opuest a del Est igia,
dispuest o a devorar a los int rusos vivient es o a las alm as fugit ivas156 .
b. La prim era región del Tárt aro cont iene los t rist es Cam pos de Asfódelos, donde las
alm as de los héroes vagan sin propósit o ent re las m ult it udes de m uert os m enos dist inguidos
que se agit an com o m urciélagos y donde solam ent e Orion t iene t odavía valor para cazar a los
ciervos espect rales157 . No hay uno solo que no prefiriese vivir esclavo de un cam pesino pobre a
gobernar en t odo el Tárt aro. Su único placer consist e en las libaciones de sangre que les
proporcionan los vivient es; cuando las beben vuelven a sent irse casi hom bres. Más allá de
esas praderas se hallan el Erebo y el palacio de Hades y Perséfone. A la izquierda del palacio,
según se acerca a él, un ciprés blanco da som bra al est anque del Let e, adonde van para beber
las alm as com unes. Las alm as iniciadas evit an ese agua, y prefieren beber, en cam bio, en el
est anque del Recuerdo, som breado por un álam o [ ?] blanco, lo que les da ciert a vent aj a sobre
sus com pañeros158 . En las cercanías, las alm as recién llegadas son j uzgadas a diario por Minos,
Radam ant is y Éaco en un lugar donde confluyen t res cam inos. Radam ant is j uzga a los asiát icos
y Éaco a los europeos, pero am bos rem it en los casos difíciles a Minos, A m edida que se dict a
cada sent encia las alm as son conducidas por uno de los t res cam inos: el que lleva de vuelt a a
las Praderas de Asfódelos, si no son virt uosas ni m alas; el que lleva al cam po de cast igos del
Tárt aro si son m alas; y el que lleva a los j ardines del Elíseo si son virt uosas.
c. El Elíseo, gobernado por Crono, se halla cerca de los dom inios de Hades y su ent rada
est á próxim a al est anque del Recuerdo, pero no form a part e de ellos; es una región feliz donde
el día es perpet uo, sin frío ni nieve; donde nunca cesan los j uegos, la m úsica y los j olgorios, y
donde los habit ant es pueden elegir su renacim ient o en la t ierra en cualquier m om ent o que lo
deseen. En las cercanías est án las I slas de los Bienavent urados, reservadas para quienes han
nacido t res veces y han alcanzado t res veces el Elíseo159 . Pero algunos dicen que hay ot ra I sla
de los Bienavent urados llam ada Leuce en el Mar Negro, frent e a la desem bocadura del
Danubio, arbolada y llena de anim ales salvaj es y dom est icados, donde las ánim as de Helena y
Aquiles viven en una fiest a const ant e y declam an versos de Hornero a los héroes que t om aron
part e en los acont ecim ient os celebrados por él 160 .

154
Pausanias: x .28.1.
155
Apolodoro: ii.5.2; Estrabón: viii.5.1.
156
Homero: Ilíada viii.368; Teogonía 311; Apolodoro: loe. cit.; Eurípides: Heracles 24.
157
Homero: Odisea xi.539; xi.572-5; xi.487-91.
158
Tablilla órfica de Petelia.
159
Platón: Gorgias 168; Píndaro: Odas olímpicas ii.68-80; Hesíodo: Trabajos y Días 167ff.

160
Pausanias: iii.19-11; Heroica x.32-40.

83
Los mitos griegos I Robert Graves

d. Hades, que es feroz y celoso de sus derechos, rara vez visit a el aire superior, except o
por asunt os de t rabaj o o cuando de pront o se sient e dom inado por la lujuria. En una ocasión
deslum bró a la ninfa Ment e con el esplendor de su carro de oro y sus cuat ro caballos negros, y
la habría seducido sin dificult ad si la reina Perséfone no hubiese aparecido a t iem po y
m et am orfoseado a Ment e en una m ent a fragant e. En ot ra ocasión Hades t rat ó de violar a la
ninfa Leuce, que se t ransform ó igualm ent e en el álam o blanco que se alza j unt o al est anque
del Recuerdo161 . Se com place en no perm it ir que ninguno de sus súbdit os, y pocos de los que
visit an el Tárt aro vuelvan vivos para describirlo, lo que le hace el m ás odiado de los dioses.
e. Hades nunca sabe lo que est á sucediendo en el m undo superior ni en el Olim po 162 ,
except o la inform ación fragm ent aria que le llega cuando los m ort ales golpean sus m anos en la
t ierra y le invocan con juram ent os y m aldiciones. Su pert enencia m ás apreciada es el yelm o de
la invisibilidad que le dieron com o m uest ra de agradecim ient o los Cíclopes cuando consint ió en
ponerlos en libert ad por orden de Zeus. Todas las riquezas en j oyas y m et ales preciosos
ocult as baj o la t ierra son suyas, pero no posee nada sobre ella, con excepción de ciert os
t em plos lóbregos en Grecia y, probablem ent e, un rebaño de ganado vacuno en la isla de
Erit eya, que, según dicen algunos, pert enece realm ent e a Helio163 .
f. La reina Perséfone, no obst ant e, puede ser benigna y m isericordiosa. Es fiel a Hades,
pero no t iene hij os con él y prefiere la com pañía de Hécat e, diosa de las bruj as, a la de él 164 . El
propio Zeus honra a Hécat e t ant o que nunca le niega la ant igua facult ad de la que ha gozado
siem pre: la de conceder o negar a los m ort ales cualquier don que deseen. Tiene t res cuerpos y
t res cabezas: de león, perro y yegua165 .
g. Tisífone, Alect o y Megera, las Erinias o Furias, viven en el Erebo y son m ás viej as que
Zeus o que cualquiera de los ot ros olím picos. Su t area consist e en oír las quej as de los
m ort ales cont ra la insolencia de los j óvenes con los ancianos, de los hij os con los padres, de
los huéspedes con los anfit riones, y de los am os de casa o ayunt am ient os con los suplicant es,
y cast igar esos delit os acosando a los culpables im placablem ent e, sin descanso ni pausa, de
ciudad en ciudad y de país en país. Esas Erinias son viej as, con serpient es por cabellera,
cabezas de perro, cuerpos negros com o el carbón, alas de m urciélago y oj os inyect ados de
sangre. Llevan en las m anos azot es t achonados con bronce y sus víct im as m ueren
at orm ent adas166 . Es im prudent e m encionarlas por su nom bre en la conversación; de aquí que
se las llam e habit ualm ent e Eum énides, que significa «las bondadosas», así com o a Hades se le
llam a Plut ón o Plut o, «el Rico».

161
Estrabón: viii.3.14; Servio sobre Églogas de Virgilio vii.61.
162
Homero: Ilíada ix.158-9; xx.61.
163
Homero: Ilíada ix.567 y ss.; Apolodoro: ii.5.10; Escoliasta sobres las Odas ístmicas de Pínda-
ro vi.32.
164
Apolonio de Rodas: iii.529; Ovidio: Metamorfosis xiv.405; Escoliasta sobre los Idilios de
Teócrito: ii.12.
165
Hesíodo: Teogonía 411-52.
166
Apolodoro: i.1.4; Homero: Ilíada ix.454-7; xv.204; xix.259; Odisea ii.135 y xvii.475; Esqui-
lo: Euménides 835 y Portadores de libaciones 290 y 924; Eurípides: Orestes 317 y ss.; Himno órfi-
co lxviii.5.

84
Los mitos griegos I Robert Graves

1. Los m it ógrafos hicieron un esfuerzo audaz para con- . ciliar las visiones cont radict orias
del ot ro m undo que t enían los habit ant es prim it ivos de Grecia. Una de ellas era que las alm as
vivían en sus t um bas, o en cavernas o griet as subt erráneas, donde podían t om ar la form a de
serpient es, rat ones o m urciélagos, pero nunca se reencarnaban com o seres hum anos. Ot ra era
que las alm as de los reyes sagrados se paseaban visiblem ent e en las islas sepulcrales donde
habían sido ent errados sus cuerpos. Una t ercera era que las ánim as podían volver a ser
hom bres si ent raban en habichuelas, nueces o peces y las com ían sus fut uras m adres. Una
cuart a era que iban al Lej ano Nort e, donde nunca brilla el sol, y volvían, si lo hacían, sólo
com o vient os fert ilizant es. Una quint a era que iban al Lej ano Oest e, donde el sol se pone en el
océano, y form aban un m undo de los espírit us m uy parecido al present e. Una sext a era que el
alm a era cast igada de acuerdo con la vida que había llevado. A ést as agregaron finalm ent e los
órficos la t eoría de la m et em psicosis, o sea la t ransm igración de las alm as, proceso que en
ciert o grado podía ser dirigido m ediant e el em pleo de fórm ulas m ágicas.
2. Perséfone y Mecat e represent aban la esperanza de regeneración pre- helénica;
m ient ras que Hades era el concept o helénico de la inevit abilidad, lo inevit able de la m uert e.
Crono, a pesar de sus ant ecedent es sanguinarios, seguía gozando de los placeres del Elíseo,
puest o que ése había sido siem pre el privilegio de un rey sagrado, y a Menelao ( Odisea iv.561)
se le prom et ió el m ism o goce, no porque hubiese sido part icularm ent e virt uoso o valient e, sino
porque se había casado con Helena, la sacerdot isa de la diosa Luna espart ana ( véase 159.1) .
El adj et ivo hom érico asphodelos, aplicado solam ent e a leim ónes ( «praderas») , significa
probablem ent e «en el valle de lo que no se reduce a cenizas» ( de a = no, spodos = ceniza,
elos = valle) , o sea el alm a del héroe después de haber sido quem ado su cuerpo; except o en
la Arcadia, donde se com ían bellot as, las raíces y sem illas de asfódelo, ofrecidas a esas alm as,
const it uían la diet a griega corrient e ant es de la int roducción del cereal. Los asfódelos se dan
en abundancia incluso en las islas que carecen de agua, y las alm as, com o los dioses, son
conservadoras en su régim en alim ent icio. Elíseo parece significar «t ierra de m anzanas» —
alisier es una palabra pre- gala con que se denom ina a la serba—, lo m ism o que la art uriana
«avalen» y la lat ina «avernus» o «avolnus», am bas form adas con la raíz indo- europea abol,
que significa m anzana.
3. Cerbero era el equivalent e griego de Anubis, el hij o de la cabeza de perro de
Nepht hys, la diosa de la Muert e libia, quien conducía a las alm as al m undo subt erráneo. En el
folklore europeo, que es en part e de origen libio, las alm as de los condenados eran
perseguidas hast a el I nfierno Sept ent rional por una j auría aulladora de sabuesos —los
sabuesos de Annwm , Herne, Art hur o Gabriel— m it o derivado de la ruidosa em igración est ival
de los gansos silvest res a sus lugares de cría en el círculo árt ico. Cerbero t eñía al principio
cincuent a cabezas, com o la j auría espect ral que dest ruyó a Act eón ( véase 22.1); pero después
t res cabezas, com o su am a Hécat e ( véase 134.1) .
4. Est igia ( «odiado») es un pequeño arroyo de Arcadia cuyas aguas se suponía que eran
m ort alm ent e venenosas, y sólo los m it ógrafos post eriores lo ubicaron en el Tárt aro. Aqueront e
( «corrient e de dolor») y Cocit o ( «lam ent o») eran nom bres fant ást icos para describir la
calam idad de la m uert e. Aornis ( «sin aves») es una t raducción griega errónea de la palabra
it aliana «Avernus». Let e significa «olvido»; y Erebo «cubiert o». Fleget ont e («ardient e») se
refiere a la cost um bre de la crem ación, pero t am bién, quizás, a la t eoría de que los pecadores
eran quem ados en corrient es de lava. Tárt aro parece ser una reduplicación de la palabra pre-
helena t ar, que se da en los nom bres de lugares sit uados al oest e; su significado de infierno lo
recibe post eriorm ent e.
5. Los álam os negros est aban consagrados a la diosa Muert e ( véase 51.7 y 170.1) y los
álam os blancos, o t em blones, bien a Perséfone com o diosa de la Regeneración, o bien a
Heracles por haber rast rillado el I nfierno ( véase 134.f) . Cofias doradas de hoj as de álam o
t em blón se han encont rado en cem ent erios m esopot ám icos del cuart o m ilenio a. de C. Las
t ablillas órficas no nom bran al árbol sit uado j unt o al est anque del Recuerdo; es probablem ent e
el álam o blanco en que se t ransform ó Leuce, pero posiblem ent e un avellano, el em blem a de la
Sabiduría ( véase 86.1) . La m adera de ciprés blanco, considerada com o ant icorrupt iva, era
ut ilizada para hacer arcas caseras y at aúdes.
6. Hades t enía un t em plo al pie del m ont e Ment e en Elide, y su violación de Ment e
( «m ent a») probablem ent e ha sido deducida del em pleo de la m ent a en los rit os fúnebres,
j unt am ent e con el rom ero y el m irt o, para neut ralizar el olor de descom posición. El agua de
cebada de Dem ét er que se bebía en Eleusis est aba condim ent ada con m ent a (véase 24.e) .
85
Los mitos griegos I Robert Graves

Aunque se le concedió el ganado del sol en Erit eya ( «t ierra roj a») porque allí era donde el Sol
m oría t odas las noches, a Hades se lo llam a m ás com únm ent e Crono, o Geriones en est e
cont ext o (véase 132.4) .
7. La inform ación que da Hesíodo sobre Hécat e dem uest ra que ést a era la diosa t riple
original, suprem a en el cielo, la t ierra y el Tárt aro; pero los helenos dest acaban sus poderes
dest ruct ores a expensas de los creadores, hast a que por fin sólo se la invocaba en los rit os
clandest inos de la m agia negra, especialm ent e en los lugares donde confluían t res cam inos.
Que Zeus no le negase la ant igua facult ad de conceder a los m ort ales lo que deseaban es un
t ribut o a las bruj as t esalias, a las que t odos t em ían. El león, el perro y el caballo, sus cabezas,
se refieren evident em ent e al ant iguo año t ripart it o, ya que el perro es la est rella- perro Sirio; lo
m ism o sucede con las cabezas de Cerbero.
8. Las com pañeras de Hécat e, las Erinias, eran la personificación de los rem ordim ient os
de conciencia después de haber violado una prohibición, al principio sólo la prohibición de
insult ar, desobedecer o hacer violencia a una m adre ( véase 105.k y 114.1) . Los suplicant es y
los huéspedes quedaban baj o la prot ección de Hest ia, diosa del Hogar ( véase 20.c) y
m alt rat arlos equivalía a desobedecerle e insult arle a ella.
9. Leuce, la isla m ás grande del Mar Negro, pero m uy pequeña no obst ant e, es ahora
una colonia penal rum ana sin árboles.

32.

TI QUE Y NÉMESI S

a. Tique es una hij a de Zeus a la que ha dado el poder de decidir cuál será la fort una de
est e o aquel m ort al. Sobre algunos am ont ona dones con un cuerno de la abundancia, y a ot ros
les priva de t odo lo que poseen. Tique es com plet am ent e irresponsable en sus concesiones y
va de una part e a ot ra haciendo j uegos de m anos con una pelot a para ej em plificar la
inseguridad de la suert e: unas veces arriba y ot ras veces abaj o. Pero si alguna vez sucede que
un hom bre al que ha favorecido se j act a de la abundancia de sus riquezas y no sacrifica una
part e de ellas a los dioses ni alivia la pobreza de sus conciudadanos, int erviene la ant igua
diosa Ném esis para hum illarle167 . Ném esis, que reside en el Ram m unt e át ico, lleva una ram a
de m anzano en una m ano y una rueda en la ot ra, se cubre la cabeza con una corona de plat a
adornada con ciervos; de su cint ura el azot e cuelga. Es hij a de Océano y t iene algo de la
belleza de Afrodit a.
b. Algunos dicen que Zeus se enam oró en una ocasión de Ném esis y la persiguió por t oda
la t ierra y a t ravés del m ar. Aunque ella cam biaba const ant em ent e de form a, al final la violó
adopt ando la apariencia de un cisne, y del huevo que puso salió Helena, la causant e de la
guerra de Troya168 .

1. Tique ( «fort una») , com o Dice y Aedo ( personificaciones del derecho nat ural, o just icia
y vergüenza) , era una divinidad art ificial invent ada por los filósofos prim it ivos, en t ant o que
Ném esis ( «ley debida») había sido la diosa-ninfa de la Muert e-en-Vida ( véase 18.3) , a la que
ent onces volvieron a definir com o un cont rol m oral sobre Tique. Que la rueda de Ném esis era
originalm ent e el año solar lo indica el nom bre de su equivalent e lat ina, Fort una ( de vort um na,

167
Píndaro: Odas olímpicas xii.1-2; Herodoto: i.34 y iii.40; Apolonio de Rodas: iv.1042-3; Só-
focles: Filoctetes 518.
168
Pausanias: i.33.3; Homero: Cipriada, citada por Ateneo p.334b; Apolodoro: iii.10.7.

86
Los mitos griegos I Robert Graves

«la que hace girar el año») . Cuando la rueda había descrit o m edio círculo, el rey sagrado,
elevado a la cim a de su fort una, est aba dest inado a m orir —los ciervos de Act eón en su corona
( véase 22.i) lo anuncian—, pero cuando describía el circulo com plet o, se vengaba del rival que
lo había suplant ado. El azot e era ut ilizado ant eriorm ent e para la flagelación rit ual, con el fin de
que fruct ificaran los árboles y las m ieses. y la ram a de m anzano era el pasaport e del rey para
el Elíseo ( véase 53.5, 80.4 y 133.4) .
2. La Ném esis a la que persiguió Zeus ( véase 62.b) no es la concepción filosófica de la
venganza divina con los presunt uosos m ort ales, sino la diosa- ninfa original, cuyo nom bre
habit ual era Leda. En el m it o pre-helénico la diosa persigue al rey sagrado y, aunque él pasa
por su t ransform aciones est acionales ( véase 30.1) , opone a cada una de ellas la suya y lo
devora en el solst icio de verano. En el m it o heleno los papeles se inviert en: la diosa huye y
cam bia de form a, pero el "rey la persigue y por fin la viola, com o en la fábula de Zeus y Met is
( véase 9.d) y de Peleo y Tet is ( véase 81.&) . Las necesarias t ransform aciones de est ación
debían est ar indicadas en los rayos de la rueda de Ném esis, pero en la Cipriada de Hom ero
sólo se m encionan un pez y «varios anim ales» ( véase 89.2) . «Leda» es ot ra form a de Let o o
Lat ona, a la que persiguió la serpient e Pit ón y no Zeus ( véase 14.a) . Los cisnes est aban
consagrados a la diosa (Eurípides: I figenia en Táuride 1095 y ss.) , a causa de su plum aj e
blanco, y t am bién porque la form ación en y de su vuelo era un sím bolo fem enino, y porque en
el solst icio est ival volaban hacia el nort e a lugares de cría desconocidos, supuest am ent e
llevándose con ellos el alm a del rey difunt o (véase 33.5 y 142.2) .
3. La Ném esis filosófica era adorada en Ram m unt e, donde, según Pausanias ( i.33.2- 3) ,
el general en j efe persa, que había t rat ado de erigir un t rofeo de m árm ol blanco para celebrar
su conquist a del Át ica, se vio obligado a ret irarse al recibir la not icia de la derrot a naval en
Salam ina; el m árm ol fue ut ilizado, en cam bio, pira hacer una im agen de la diosa-ninfa local
Ném esis. Se supone que se debió a ese acont ecim ient o el que Ném esis llegara a personificar la
«venganza divina» m ás bien que la «ley debida» del dram a de la m uert e anual; ya que, para
Hom ero ném esis había sido únicam ent e un cordial sent im ient o hum ano de que los pagos
deben de hacerse debidam ent e, o las t areas realizarse com o es debido. Pero Ném esis, la
diosa- ninfa, t enía el t ít ulo de Adrast ea ( «ineludible»; Est rabón: xiii.1.13) , que era t am bién el
nom bre de la nodriza de Zeus, una ninfa- fresno ( véase 7.b) ; y com o las ninfas-fresno y las
Erinias eran herm anas, nacidas de la sangre de Urano, ést a puede haber sido la form a en que
Ném esis llegó a sim bolizar la idea de venganza. El fresno era uno de los disfraces est acionales
de la diosa, im port ant e para sus devot os past oriles a causa de su asociación con las t ronadas y
con el m es de los corderos, el t ercero del año sacro ( véase 52.3) .
4. A Ném esis se la llam a hij a del Océano porque com o diosa-ninfa con la ram a de
m anzano era t am bién la Afrodit a, nacida del m ar, herm ana de las Erinias ( véase 18.4) .

33.

LOS HI JOS DEL MAR

a. Las cincuent a Nereidas, acom pañant es am ables y benéficas de la diosa del Mar, Tet is,
con sirenas, hij as de la ninfa Dóride y Nereo, el anciano profet ice del m ar, que t iene la facult ad
de t ransform ase169 .
b. Las Fórcides, sus prim as, hij as de Cet o y Forcis, ot ro sabio anciano del m ar, son
Ladón, Equidna y las t res Gorgonas que habit an en Libia; las t res grayas y, según dicen
algunos, las t res Hespérides. Las Gorgonas se llam aban Est eno, Euríale y Medusa, t odas ellas
bellas en un t iem po. Pero una noche Medusa se acost ó con Posidón, y At enea, furiosa porque
lo habían hecho en uno de sus t em plos, la t ransform ó en un m onst ruo alado con oj os
deslum brant es, grandes dient es, lengua salient e, garras afiladas y cabellos de serpient es, cuya
m irada convert ía a los hom bres en piedra. Cuando finalm ent e Perseo decapit ó a Medusa y los

169
Homero: Ilíada xviii.36 y ss.; Apolodoro: i.2.7.

87
Los mitos griegos I Robert Graves

hij os de Posidón, Crisaor y Pegaso, nacieron de su cadáver, At enea fij ó la cabeza a su égida;
pero algunos dicen que la égida est aba hecha con la propia piel de Medusa que le había
arrancado At enea170 .
c. Las Grayas t enían el rost ro bello y parecían cisnes, pero con el cabello gris desde el
nacim ient o y sólo un oj o y un dient e ent re las t res. Se llam aban Enio, Pefredo y Diño171 .
d. Las t res Hespérides, llam adas Hesperet usa, Egle y Erit ia, viven en el j ardín m ás
occident al que la Madre Tierra dio a Hera. Algunos las llam aban hij as de la Noche, ot ros de
At lant e y de Hésperide, hij a de Héspero; cant an m elodiosam ent e172 .
e. La m it ad de Equidna era una m uj er herm osa y la ot ra m it ad una serpient e m ot eada.
En un t iem po vivía en una profunda cueva ent re los arim os, donde com ía hom bres crudos y
dio una progenie de m onst ruos espant osos a su esposo Tifón, pero Argo, el de cien oj os, la
m at ó m ient ras dorm ía173 .
f. Ladón era com plet am ent e serpient e, aunque est aba dot ada con la facult ad del habla
hum ana, y guardó las m anzanas de oro de las Hespérides hast a que la m at ó Heracles174 .
g. Nereo, Forcis, Taum ant e, Euribia y Cet o eran t odos hij os de Pont o y la Madre Tierra;
por lo que las Fórcides y Nereidas alegan ser prim as de las Harpías. Ést as son las hij as de
cabello rubio y alas rápidas de Taum ant e y la ninfa oceánica Elect ra, arrebat an a los crim inales
para que los cast iguen las Erinias y viven en una cueva de Cret a175 .

1. Parece que el t ít ulo Eurínom e ( «am plio gobierno» o «am plio viaj e») de la diosa Luna la
proclam aba gobernant e del cielo y de la t ierra; Euribia ( «am plia fuerza») , gobernant e del m ar;
Eurídice («am plia just icia») , la gobernant e apresadora de serpient es del I nfierno. Se le
ofrecían sacrificios hum anos m asculinos com o Eurídice. y causaba la m uert e de esas víct im as,
al parecer, el veneno de una víbora ( véase 28.4, 154.b y 168.e) . La m uert e de Equidna por
Argo se refiere probablem ent e a la supresión del cult o argivo de la diosa Serpient e. Su
herm ano Ladón es la serpient e oracular que frecuent a t odos los paraísos y se enrolla alrededor
del m anzano ( véase 133.4) .
2. Ent re los ot ros t ít ulos m arinos de Euribia figuraban Tet is ( «la que dispone») , o su
variant e Tet hys; Cet o, com o el m onst ruo m arino que corresponde al hebreo Rahab o al
babilonio Tiam at ( véase 73.7) ; Nereíde com o la diosa del elem ent o húm edo; Elect ra, com o
proveedora de ám bar, product o m arít im o m uy apreciado por los ant iguos ( véase 148.11) ;
Taum ant e, com o m aravillosa; y Dáride, com o generosa. Nereo —alias Prot eo ( «prim er
hom bre») —, el «anciano del m ar» profét ico, quien t om ó su nom bre de Nereíde y no al
cont rario, parece haber sido un rey sagrado oracular ent errado en una isla cost eña ( véase
133.d) ; se le represent a en la pint ura de un ánfora prim it iva con la cola de pez y un león, un
ciervo y una víbora saliendo de su cuerpo. Prot eo, en la Odisea, cam bia igualm ent e de form as,

170
Hesíodo: Teogonía 270 y ss. y 333 y ss.; Apolodoro: ii.4.3; Ovidio: Metamorfosis iv.792-802;
Escoliasta sobre Apolonio de Rodas iv.1399; Eurípides: Ion 989 y ss.

171
Hesíodo: Teogonía 270-4; Apolodoro: ii.4-2.
172
Hesíodo: Teogonía 215 y 518; Diodoro Sículo: ív.27.2; Eurípides: Heracles 394.
173
Homero: Ilíada ii.783; Hesíodo: Teogonía 295 y ss. ; Apolodoro: ii.1.2.
174
Hesíodo; Teogonía 333-5; Apolonio de Rodas: iv.1397; Apolodoro: ii.5.11.
175
Apolodoro: i.2.6; Hesíodo: Teogonía 265-9; Homero: Odisea xx.77-8; Apolonio de Rodas:
ii.298-9.

88
Los mitos griegos I Robert Graves

para indicar las est aciones a t ravés de las cuales el rey sagrado iba del nacim ient o a la m uert e
( véase 30.1) .
3. Las cincuent a Nereidas parecen haber sido un colegio de cincuent a sacerdot isas de la
Luna cuyos rit os m ágicos aseguraban una buena pesca; y las Gorgonas, represent ant es de la
diosa t riple, llevaban m áscaras profiláct icas —con el ceño fruncido, oj os deslum bradores y la
lengua salida ent re los dient es descarnados— para asust ar a los ext raños y alej arlos de los
Mist erios de la diosa ( véase 73.9) . Los cant os de Hornero conocían una sola Gorgona, que era
un espect ro en el Tárt aro (Odisea xi.633.5) , y cuya cabeza, obj et o de t error para Odiseo
( Odisea xi.634) llevaba At enea en su égida, sin duda para advert ir a la gent e que no debía
exam inar los m ist erios divinos ocult os t ras ella. Los panaderos griegos solían pint ar m áscaras
de gorgona en sus hornos para que los ent rem et idos no abriesen la puert a y at isbasen,
dej ando así que ent rara una corrient e de aire que echase a perder el pan. Los nom bres de las
Gorgonas —Est eno ( «fuert e») , Euríale ( «am plio vagabundeo») y Medusa ( «la ast ut a»)— son
t ít ulos de la diosa Luna; los órficos llam aban a la cara de la luna «la cabeza de Gorgona».
4. El hecho de que Posidón engendrara a Pegaso con Medusa recuerda cóm o engendró
t am bién al caballo Arión con Dem ét er, cuando ella se t ransform ó en yegua, y la furia
subsiguient e de ést a ( véase 16.f) ; am bos m it os describen cóm o los helenos de Posidón se
casaban por la fuerza con las sacerdot isas de la Luna, sin t ener en cuent a las m áscaras de
gorgona, y se hicieron cargo de los rit os para provocar la lluvia del cult o del caballo sagrado.
Pero una m áscara de Dem ét er se conservaba t odavía en un arca de piedra en Feneo y el
sacerdot e de Dem ét er se la ponía cuando realizaba la cerem onia de golpear con varas a los
espírit us infernales ( Pausanias: viii.15.1) .
5. Crisaor era el signo de la luna nueva de Dem ét er, la hoz o falce dorada; sus consort es
lo llevaban cuando act uaban en represent ación de ella. At enea, en est a versión, es
colaboradora de Zeus, renacida de su cabeza y t raidora de la viej a religión ( véase 9.1) . Las
t res Harpías, consideradas por Hom ero com o personificaciones de los vient os t orm ent osos
( Odisea xx.66- 78) eran la At enea ant erior, la t riple diosa, en su caráct er de dest ruct ora súbit a.
Lo m ism o eran las Grayas, las Tres Grises, com o lo dem uest ran sus nom bres Enio
( «belicosa») , Penfredo ( «avispa») y Diño («t errible») ; su oj o y su dient e únicos son
int erpret aciones equivocadas de una pint ura sagrada ( véase 73.9) y el cisne es una ave de la
m uert e en la m it ología europea ( véase 32.a) .
6. Forcis, form a m asculina de Fórcide, la diosa com o cerda ( véase 74.4 y 96.2) que
devora cadáveres, aparece en lat ín com o Orcus, un t ít ulo de Hades, y com o porcus, puerco. A
las Gorgonas y las Grises se las llam aba Fórcides porque im plicaba la m uert e profanar los
m ist erios de la diosa, pero la sabiduría profét ica de Forcis t iene que referirse a una cerda-
oráculo ( véase 24.7) .
7. Los nom bres de las Hespérides, descrit as com o hij as de Cet o y Forcis, o de la Noche, o
del t it án At lant e que sost iene el firm am ent o en el Lej ano Oest e ( véase 39.1 y 133.e) , se
refieren a la puest a del sol. Ent onces el cielo se pone verde, am arillo y roj o, com o si fuera un
m anzano en plena fruct ificación y el Sol, cort ado por el horizont e com o una m edia m anzana
carm esí, halla la m uert e dram át icam ent e en las olas occident ales. Cuando desaparece el sol
aparece Héspero. Est a est rella est aba consagrada a la diosa del Am or, Afrodit a, y la m anzana
era el regalo con que su sacerdot isa at raía al rey, represent ant e del sol, a su m uert e con
canciones de am or; si se cort a una m anzana por la m it ad t ransversalm ent e aparece su est rella
de cinco punt as en el cent ro de cada m it ad.

34.

LOS HI JOS DE EQUI DNA

Equidna dio una t errible descendencia a Tifón, a saber: Cerbero, el Perro del I nfierno con
t res cabezas; la Hidra, serpient e acuát ica de m uchas cabezas que vivía en Lerna; la Quim era,
cabra que respiraba fuego con cabeza de león y cuerpo de serpient e; y Ort ro, el perro de dos

89
Los mitos griegos I Robert Graves

cabezas de Geriones, que se acost ó con su propia m adre y engendró con ella a la Esfinge y el
León Ñem eo176 .

1. Cerbero ( véase 31.a y 134.e) , asociado por los dorios con el dios egipcio con cabeza
de perro Anubis, quien conducía las alm as al infierno, parece haber sido originalm ent e la diosa
de la Muert e, Hécat e, o Hécabe ( véase 168.1) ; se la represent aba com o una perra porque los
perros com en carne de cadáver y ladran a la luna.
2. La Quim era era, al parecer, un sím bolo del calendario del año t ripart it o ( véase 75.2) ,
los em blem as de cuyas est aciones eran el león, la cabra y la serpient e.
3. Ort ro ( véase 132.d) , que engendró a la Quim era, la Esfinge ( véase 105.e) , la Hidra
( véase 60.h y 124.c) y el León Ñem eo ( véase 123.b) con Equidna, era Sirio, la est rella- perro
que iniciaba el Año Nuevo at eniense. Tenía dos cabezas, com o Jano, porque el año reform ado
en At enas t enía dos est aciones y no t res; el hij o de Ort ro, el León, sim bolizaba la prim era
m it ad, y su hij a, la Serpient e, la segunda. Cuando desapareció el em blem a de la Cabra, la
Quim era dio lugar a la Esfinge, con su cuerpo de león alado y su cola de serpient e. Com o el
Año Nuevo reform ado com enzaba cuando el sol est aba en Leo y había em pezado la canícula,
Ort ro m iraba en dos direcciones: hacia adelant e al Año Nuevo y hacia at rás al Viej o, com o la
diosa del Calendario Cardea, a la que los rom anos llam aban Post vort a y Ant evort a por eso. A
Ort ro se le llam aba «prim it ivo», probablem ent e porque iniciaba el Año Nuevo.

35.

LA REBELI ÓN DE LOS GI GANTES

a. Enfurecidos porque Zeus había confinado a sus herm anos, los Tit anes, en el Tárt aro,
ciert os gigant es alt os y t erribles, con cabellos y barbas largos y colas de serpient e en vez de
pies, t ram aron un at aque al Cielo. Eran hij os de la Madre Tierra nacidos en la át ica Flegras y
su núm ero alcanzaba a veint icuat ro177 .
b. Sin advert encia previa, t om aron rocas y t eas y las lanzaron hacia arriba desde las
cum bres de sus m ont añas, poniendo en peligro a los olím picos. Hera profet izó t ét ricam ent e
que los gigant es no podrían ser m uert os por ningún dios, sino sólo por un m ort al part icular con
piel de león y que incluso ést e nada podría hacer a m enos que se ant icipase al enem igo en su
búsqueda de ciert a hierba de invulnerabilidad que crecía en un lugar secret o de la t ierra.
I nm ediat am ent e Zeus consult ó con At enea y envió a ést a para que advirt iera a Heracles, el
m ort al con piel de león a quien Hera se refería evident em ent e, cóm o est aban exact am ent e las
cosas; y prohibió a Eos, Selene y Helio que relucieran durant e un t iem po. A la débil luz de las
est rellas, Zeus recorrió a t ient as la t ierra, y en la región a la que le dirigió At enea encont ró la
hierba, que llevó felizm ent e al Cielo.
c. Los olím picos podían ya luchar cont ra los gigant es. Heracles lanzó su prim era flecha
cont ra Alcioneo, el caudillo de los enem igos. Cayó a t ierra, pero se levant ó de ella vivificado,
porque aquella era su t ierra nat al de Flegras. «¡Rápido, noble Heracles! —grit ó At enea—
¡Arrást ralo a ot ra región! » Heracles t om ó a Alcioneo a cuest as y lo arrast ró hast a el ot ro lado
de la front era t racia, donde lo m at ó con una m aza.
d. Luego Porfirión salt ó al Cielo desde la gran pirám ide de rocas que habían am ont onado
los gigant es, y ninguno de los dioses logró m ant enerse firm e. Solam ent e At enea adopt ó una

176
Hesíodo: Teogonía 306 y ss.
177
Apolodoro: i.6.1; Higinio: Fábulas, Proemio

90
Los mitos griegos I Robert Graves

act it ud defensiva. Pasando a t oda prisa por su lado, Porfirión se lanzó cont ra Hera, a la que
t rat ó de est rangular, pero herido en el hígado por una flecha oport una disparada por el arco de
Eros, cam bió su ira por luj uria y rasgó la m agnífica t única de Hera. Zeus, al ver que su esposa
iba a ser ult raj ada, corrió a la lucha con una ira celosa y derribó a Porfirión con un rayo. Volvió
a levant arse, pero Heracles, que regresaba a Flegras en aquel preciso m om ent o, lo hirió
m ort alm ent e con una flecha. Ent ret ant o, Efialt es había vencido a Ares, obligándolo a
arrodillarse ant e él, pero Apolo hirió al desdichado en el oj o izquierdo y llam ó a Heracles, quien
inm ediat am ent e le clavó ot ra flecha en el derecho. Así m urió Efialt es.
e. Y sucedió que, cada vez que un dios hería a un gigant e —com o cuando Dioniso derribó
a Éurit o con su t irso, o Hécat e cham uscó a Cut io con sus ant orchas, o Hefest o escaldó a
Mim ant e con un caldero de m et al candent e, o At enea aplast ó al lascivo Palant e con una
piedra— era Heracles quien t enía que asest ar el golpe m ort al. Hest ia y Dem ét er, las diosas
am ant es de la paz, no int ervinieron en la lucha, sino que perm anecieron at erradas y
ret orciéndose las m anos; sin em bargo, las Parcas m anej aban las m anos de m ort ero de bronce
con m ucha eficacia178 .
f. Desanim ados, los dem ás gigant es huyeron de vuelt a a la t ierra perseguidos por los
olím picos. At enea lanzó un gran proyect il cont ra Encelado, quien quedó aplast ado y se
convirt ió en la isla de Sicilia. Y Posidón arrancó una part e de la isla de Cos con su t rident e y la
arroj ó cont ra Polibot es, est o se convirt ió en la cercana islit a de Nisiros, baj o la cual yace
ent errado el gigant e179 .
g. Los dem ás gigant es hicieron una últ im a resist encia en Bat os, cerca de la arcadia
Trapezunt e, donde la t ierra t odavía abrasa y los labradores desent ierran a veces huesos de
gigant es. Herm es pidió prest ado a Hades el yelm o de la invisibilidad y derribó a Hipólit o, y
Art em is at ravesó a Grat ión con una flecha, en t ant o que las m anos de m ort ero de las Parcas
rom pían las cabezas de Agrio y Toant e. Ares, con su lanza, y Zeus, con su rayo, dieron cuent a
del rest o, aunque llam aban a Heracles para que rem at ara a cada gigant e cuando caía. Pero
algunos dicen que la bat alla se libró en los Cam pos Flegreos, en las cercanías de Cum as, en
I t alia180 .
h. Sueno, el sát iro nacido de la t ierra, pret ende haber t om ado part e en esa bat alla al
lado de su discípulo Dioniso, m at ado a Encelado y sem brado el pánico ent re los gigant es con
los rebuznos de su asno de carga, pero Sueno est á habit ualm ent e borracho y no puede
dist inguir la verdad de la m ent ira181 .

1. Est a es una fábula post -hom érica, conservada en una versión degenerada: Eros y
Dioniso, que t om an part e en la lucha, son recién llegados al Olim po ( véase 15.1-2 y 27.5) , y
Heracles es adm it ido allí ant es de su apot eosis en el m ont e Et a ( véase 147.h) . Se propone
explicar el hallazgo de huesos de m am ut en Trapezunt e ( donde t odavía se exhiben en el
m useo local) , así com o las erupciones volcánicas en la cercana Bat os y t am bién en la arcadia o
t racia Palene, en Cum as y en las islas de Sicilia y Nisiros, baj o las cuales se dice que At enea y
Posidón ent erraron a dos de los gigant es.
2. El episodio hist órico en que se basa la Rebelión de los Gigant es —y t am bién la
Rebelión de los Alóadas (véase 37.b) , de la que se considera habit ualm ent e un duplicado—
parece haber sido una t ent at iva concert ada de los m ont añeses m acedonios para at acar ciert as
fort alezas helenas y su rechazo por los aliados súbdit os de los helenos. Pero la im pot encia y
cobardía de los dioses, en cont rast e con la invencibilidad de Heracles, y los ridículos incident es
de la bat alla son m ás caract eríst icos de una fábula popular que de un m it o.

178
Apolodoro: i.6.2.
179
Apolodoro: loc. cit.; Estrabón: x.5.16.

180
Pausanias: viii.29.1-2; Apolodoro: loc. cit.; Diodoro Sículo: iv.2.
181
Eurípides: Cíclopes y ss.
91
Los mitos griegos I Robert Graves

3. Hay, no obst ant e, un elem ent o religioso ocult o en la fábula. Est os gigant es no son de
carne y hueso, sino espírit us nacidos de la t ierra, com o lo prueban sus colas de serpient e, y
sólo se los puede vencer m ediant e la posesión de una hierba m ágica. Ningún m it ógrafo
m enciona el nom bre de la hierba, pero era probablem ent e la ephialt ion, un específico cont ra
las pesadillas. Efialt es, el nom bre del caudillo de los gigant es, significa lit eralm ent e «el que
salt a sobre» (incubus en lat ín) ; y la t ent at iva de Porfirión de est rangular y violar a Hera, y de
Palant e de violar a At enea, indican que la fábula se refiere principalm ent e a la conveniencia de
invocar a Heracles, el Salvador, cuando uno se ve am enazado por pesadillas erót icas a
cualquier hora del día.
4. Alcioneo ( «asno poderoso») es probablem ent e el espírit u del siroco, «el alient o del
onagro, o Tifón» ( véase 36.1) , que t rae m alos sueños, inclinaciones asesinas y violaciones; y
est o hace que la pret ensión de Sueno de haber derrot ado a los gigant es con los rebuznos de
su asno sea t odavía m ás ridícula ( véase 20.b) , Mim ant e ( «m ím ica») puede referirse a la
engañosa verosim ilit ud de los sueños; e Hipólit o ( «est am pida de caballos») recuerda la
ant igua at ribución de los sueños t erroríficos a la diosa con cabeza de yegua. En el nort e era a
Odín a quien invocaban los que sufrían pesadillas, hast a que ocupó su lugar San Swit hold.
5. El uso que hizo Heracles de la hierba puede deducirse del m it o babilonio sobre la lucha
cósm ica ent re los dioses nuevos y los viej os. Allí, Marduk, el equivalent e de Heracles, se aplica
una hierba a la nariz para evit ar el olor nocivo de la diosa Tiam at ; aquí había que cont rarrest ar
el alient o de Alcioneo.

36.

TI FÓN

a. En venganza por la dest rucción de los gigant es, la Madre Tierra yació con Tárt aro y
poco t iem po después, en la Cueva Coriciana de Cilicia, dio a luz a su hij o m enor, Tifón, el
m onst ruo m ás grande que j am ás haya exist ido182 . Desde los m uslos para abaj o no era m ás
que serpient es enroscadas, y sus brazos, cuando los ext endía, llegaban a cent enares de leguas
de dist ancia en cada dirección, y en vez de m anos t enía innum erables cabezas de serpient es.
Su cabeza de asno best ial t ocaba las est rellas, sus enorm es alas oscurecían el sol, arroj aba
fuego por los oj os y de su boca salían rocas inflam adas. Cuando echó a correr hacia el Olim po,
los dioses huyeron at errados a Egipt o, donde se t ransform aron en anim ales: Zeus en un
m acho cabrío, Apolo en un cuervo, Dioniso en una cabra, Hera en una vaca blanca, Art em is en
un gat o, Afrodit a en un pez, Ares en un oso, Herm es en un ibis, et c.
b. Sólo At enea se m ant uvo en su puest o y se m ofó de la cobardía de Zeus, hast a que
ést e, reasum iendo su verdadera form a, lanzó cont ra Tifón un rayo seguido de un golpe con la
m ism a hoz de pedernal que le había servido para cast rar a su padre Urano. Herido y grit ando,
Tifón huyó al m ont e Casio que se alza sobre Siria por el nort e, y allí los dos se t rabaron en
lucha. Tifón envolvió a Zeus en sus m illares de enroscam ient os, le despoj ó de la hoz y,
después de cort arle los t endones de las m anos y pies con ella, lo arrast ró a la Cueva Coriciana.
Zeus es inm ort al, pero no podía m over ni un dedo, y Tifón había escondido los t endones en
una piel de oso que vigilaba Delfine, una herm ana m onst ruo con cola de serpient e.
c. La not icia de la derrot a de Zeus sem bró la const ernación ent re los dioses, pero Herm es
y Pan fueron secret am ent e a la cueva, donde Pan asust ó a Delfine con un grit o súbit o y
horrible, m ient ras Herm es sust raía hábilm ent e los t endones y volvía a colocarlos en los
m iem bros de Zeus183 .

182
Hesíodo: Teogonía 819 y ss.; Píndaro: Odas píticas i.15 y ss.; Higinio: Fábula 152.
183
Apolodoro: i.6.3.

92
Los mitos griegos I Robert Graves

d. Pero algunos dicen que fue Cadm o quien engat usó a Delfine para que le ent regara los
t endones, alegando que los necesit aba para hacer con ellos las cuerdas para una lira con la
que iba a t ocarle una m úsica deliciosa184 .
e. Zeus volvió al Olim po y, m ont ado en un carro t irado por caballos alados, persiguió una
vez m ás a Tifón con sus rayos. Tifón había ido al m ont e Nisa, donde las t res Parcas le
ofrecieron frut os efím eros, alegando que con ellos recobraría su vigor, aunque, en realidad, le
condenaron a una m uert e ciert a. Llegó al m ont e Hem o en Tracia y, levant ando m ont añas
ent eras, las lanzó cont ra Zeus, quien int erpuso sus rayos, de m odo que rebot aban cont ra el
m onst ruo causándole espant osas heridas. Los chorros de la sangre de Tifón dieron su nom bre
al m ont e Hem o. El m onst ruo huyó a Sicilia, donde Zeus puso fin a la lucha en ret irada
arroj ando sobre él el m ont e Et na, cuyo crát er vom it a fuego hast a nuest ros días185 .

1. «Coriciana», que, según se dice, significa «del saco de cuero», puede ser un
t est im onio de la ant igua cost um bre de encerrar los vient os en sacos, seguida por Éolo ( véase
170.g) y conservada por las bruj as m edievales. En ot ra cueva coriciana de Delfos a la
serpient e com pañera de Delfine se la llam aba Pit ón y no Tifón. Pit ón ( «serpient e»)
personificaba el Vient o Nort e dest ruct or —a los vient os se los represent aba habit ualm ent e con
colas de serpient e— que desciende sobre Siria desde el m ont e Casio y sobre Grecia desde el
m ont e Hem o (véase 21.2) . Tifón, por ot ra part e, significa «hum o est upefacient e» y su aspect o
es el de una erupción volcánica; de aquí que se dij era que Zeus lo había ent errado finalm ent e
baj o le m ont e Et na. Pero el nom bre de Tifón significaba t am bién el ardient e siroco del desiert o
m eridional que causa est ragos en Libia y Grecia, t iene un olor volcánico y era represent ado por
los egipcios com o un asno del desiert o ( véase 35.4 y 83.2) . El dios Set , cuyo alient o se decía
que era Tifón, m ut iló a Osiris casi del m ism o m odo en que Pit ón m ut iló a Zeus, pero am bos
fueron finalm ent e vencidos; y la analogía ha hecho que se confunda a Pit ón con Tifón.
2. Est e vuelo divino a Egipt o, com o observa Luciano ( Sobre los sacrificios 14) , fue
invent ado para explicar el cult o egipcio de los dioses en form a anim al: Zeus-Am on com o
m acho cabrío ( véase 133.j ) , Herm es- Thot h com o ibis o grulla ( véase 52.6) , Hera-I sis com o
vaca ( véase 56.2) , Art em is- Pasht com o gat o, et cét era; pero t am bién puede referirse
hist óricam ent e a un éxodo de sacerdot es y sacerdot isas asust ados desde el archipiélago Egeo
cuando una erupción volcánica se ext endió por m ás de la m it ad de la gran isla de Tera poco
ant es del año 2000 a. de C. Los gat os no est aban dom est icados en la Grecia clásica. Ot ra
fuent e de est a leyenda parece ser el Enum a Elish, poem a épico babilonio de la creación, según
el cual, en la versión ant erior de Dam ascio, la diosa Tiam at , su consort e Apsu y su hij o Mum m i
( «confusión») solt aron a Kingu y una horda de ot ros m onst ruos para que se lanzaran cont ra la
recién nacida t rinidad de dioses form ada por Ea, Anu y Bel. Al pánico siguió una huida, pero
poco después Bel reunió a sus herm anos, se hizo cargo del m ando y derrot ó a las fuerzas de
Tiam at , aplast ando el cráneo de la diosa con una m aza y part iéndola en dos «com o un pez
plano».
3. El m it o de Zeus, Delfine y la piel de oso const at a la hum illación que infligió a Zeus la
Gran Diosa, adorada com o Osa, cuyo oráculo principal est aba en Delfos; la ocasión hist órica es
desconocida, pero los cadm eos de Beocia parecen haber t enido int erés en conservar el cult o de
Zeus. Los «frut os efím eros» que le dieron a Tifón las t res Parcas parecen ser las habit uales
m anzanas de la m uert e ( véase 18.4, 32.4, 33.7, et cét era) . En una versión prot o- hit it a del
m it o, la serpient e I lliunka vence al dios de la Torm ent a y le quit a los oj os y el corazón, que él
recupera m ediant e una est rat agem a. El Consejo Divino llam a luego a la diosa I nara para que
ej ecut e la venganza. I lliunka, invit ada por ella a un banquet e, com e hast a hart arse, y ent onces
ella lo at a con una cuerda y le m at a el dios de la Torm ent a.

184
Nono: Dionisíacas i.481 y ss.
185
Apolodoro: loc. cit.; Píndaro: loc. cit.

93
Los mitos griegos I Robert Graves

4. El m ont e Casio ( ahora Jebel-el-Akra) es el m ont e Hazzi que figura en la fábula hiriu de
Ullikum m i, el gigant e de piedra que crecía a una velocidad enorm e, y a quien ordenó su padre,
Jum arbi, que dest ruyera a los set ent a dioses del Cielo. El dios Torm ent a, el dios Sol, la diosa
de la Belleza y t odos los dem ás dioses fracasaron en su t ent at iva de m at ar a Ullikum m i, hast a
que Ea, el dios de la Sabiduría, ut ilizando el cuchillo que originalm ent e había separado al Cielo
de la Tierra, cort ó los pies del m onst ruo y lo arroj ó est repit osam ent e al m ar. Elem ent os de
est a fábula se dan en el m it o de Tifón, y t am bién en el de los Aleadas, que crecían con la
m ism a velocidad y ut ilizaron m ont añas com o escalera para llegar al Cielo ( véase 37.b) . Es
probable que los cadm eos llevaran est as leyendas a Grecia desde el Asia Menor (véase 6.1) .

37.

LOS ALÓADAS

a. Efialt es y Ot o eran hij os bast ardos de I fim edia, hij a de Tríopas. Se había enam orado
de Posidón y solía agazaparse en la cost a del m ar para recoger las olas en sus m anos y
derram arlas luego en su seno; así consiguió t ener un hij o. A Efialt es y Ot o se los llam aba, no
obst ant e, Alóadas porque I fim edia se casó luego con Aloco, a quien había hecho rey de la
Asopia beocia su padre Helio. Los Alóadas crecían un codo en anchura y una braza en alt ura
cada año y cuando t enían nueve años de edad, con nueve codos de anchura y nueve brazas de
alt ura, declararon la guerra al Olim po. Efialt es j uró por el río Est igia que ult raj aría a Hera, y
Ot o j uró igualm ent e que violaría a Art em is186 .
b. Después de decidir que Ares, el dios de la Guerra, debía ser su prim er prisionero,
fueron a Tracia, lo desarm aron, lo at aron y lo encerraron en una vasij a de bronce que
escondieron en la casa de su m adrast ra Eribea, pues I fim edia había m uert o. Luego com enzó
su sit io del Olim po; hicieron un baluart e para su at aque colocando el m ont e Pelión sobre el
m ont e Ossa, y adem ás am enazaron con arroj ar m ont añas al m ar hast a que se secase, aunque
las t ierras baj as quedaran inundadas por las aguas. Su confianza era inext inguible, porque les
habían profet izado que ningún ot ro hom bre ni ningún dios podría m at arlos.
c. Por consej o de Apolo, Árt em is envió a los Alóadas un m ensaj e: si levant aban el sit io se
encont raría con ellos en la isla de Naxos y allí se som et ería a los abrazos de Ot o. Ést e
rebosaba de j úbilo, pero Efialt es, que no había recibido un m ensaj e análogo de Hera, se puso
celoso e irrit ado. Una pendencia cruel est alló en Naxos, adonde fueron j unt os; Efialt es insist ía
que debían rechazarse las condiciones a m enos que él, por ser el m ayor de los dos, fuese el
prim ero en gozar de Árt em is. La discusión llegaba a su culm inación cuando apareció Art em is
en la form a de una gam a blanca, y cada Alóada t om ó su j abalina dispuest o a dem ost rar que
era el m ej or t irador haciendo blanco en ella. Árt em is se lanzó ent re ellos rápida com o el
vient o, y cuando dispararon sus j abalinas se at ravesaron m ut uam ent e. Am bos perecieron y así
se cum plió la profecía de que no los podrían m at ar ni ot ros hom bres ni los dioses. Sus
cadáveres fueron llevados de regreso para ent errarlos en Ant edón, en Beocia, pero los naxos
siguen rindiéndoles los honores debidos a los héroes. Se los recuerda t am bién com o
fundadores de Ascra, en Beoda, y com o los prim eros m ort ales que adoraron a las Musas del
Helicón 187 .
d. Una vez levant ado el sit io del Olim po, Herm es fue en busca de Ares y obligó a Eribea a
ponerlo en libert ad, y sacarlo de la vasij a de bronce, m edio m uert o. Pero las alm as de los
Alóadas descendieron al Tárt aro, donde fueron fuert em ent e at ados a una colum na con nudosas

186
Apolodoro: i.7.4; Pausanias: ii.3.8; Píndaro: Odas píticas iv.88-92.
187
Homero: Odisea xi.305-20; Pausanias: ix.29.1-2.

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Los mitos griegos I Robert Graves

cuerdas de víboras vivas. Allí se hallan, espalda cont ra espalda, y la ninfa Est igia est á posada
t orvam ent e en lo alt o de la colum na para recordar sus j uram ent os incum plidos188 .

1. Est a es ot ra versión popular de la Rebelión de los Gigant es ( véase 35.6) . El nom bre de
Efialt es, el at aque al Olim po, la am enaza a Hera y la profecía de su invulnerabilidad se dan en
am bas versiones. Efialt es y Ot o, «hij os de la era o cam po de t rilla» con «la que fort alece los
órganos genit ales», niet os de Hécat e, la diosa de «t res Rost ros» y adoradores de las salvaj es
Musas, personifican el íncubo o pesadilla orgiást ica que ahoga y violent a a las m uj eres
dorm idas. I gual que la Pesadilla en la leyenda brit ánica, est án asociados con el núm ero nueve.
El m it o se confunde con un oscuro episodio hist órico del que inform a Diodoro Sículo ( v.50 y
ss.) , quien dice que Aloco, un t esalio, envió a sus hij os para que liberaran a su m adre,
I fim edia, y su herm ana Páncrat is ( «t oda fuerza») de los t racios, que se las habían llevado a
Naxos; su expedición t uvo buen éxit o, pero se pelearon en el repart o de la isla y se m at aron
m ut uam ent e. Sin em bargo, aunque Est éfano de Bizancio recuerda que la ciudad de Aloeo en
Tesalia se llam ó así por los Alóadas, los m it ógrafos prim it ivos dicen que son beocios.
2. El asesinat o m ut uo de los herm anos gem elos recuerda la et erna rivalidad por el am or
de la Diosa Blanca ent re el rey sagrado y su heredero, quienes eran m uert os alt ernat ivam ent e
el uno por el ot ro. El hecho de que se les llam ara «hij os de la er a» y escaparan a la
dest rucción por el rayo de Zeus, los relaciona con el cult o del cereal m ás bien que el cult o del
roble. Su cast igo en el Tárt aro, com o el de Teseo y Pirít oo ( véase 103.c) , parece haberse
deducido de un ant iguo sím bolo del calendario que m ost raba a las cabezas de los gem elos
dándose la espalda, uno a cada lado de la colum na, com o est án en la Silla del Olvido. La
colum na, en la que se posa la Diosa de la Muert e- en-Vida, m arca el apogeo del verano, cuando
t erm ina el reinado del rey sagrado y com ienza el del sucesor. En I t alia est e m ism o sím bolo se
convirt ió en el Jano de dos cabezas; pero el Año Nuevo it aliano com enzaba en enero y no en el
ort o helíaco del bicéfalo Sirio ( véase 34.3) .
3. El encarcelam ient o de Ares durant e t rece m eses es un fragm ent o m ít ico inconexo de
fecha insegura y que quizá se refiere a un arm ist icio de t odo un año —el año pelasgo t enía
t rece m eses— convenido ent re los t esalo- beocios y los t racios con prendas bélicas de am bas
naciones confiadas a una vasij a de bronce en un t em plo de Hera Eribea. Pelión, Osa y Olim po
son m ont añas al est e de Tesalia, con una vist a dist ant e del Quersoneso t racio, donde puede
haberse librado la guerra a que puso fin ese arm ist icio.

38.

EL DI LUVI O DE DEUCALI ON

a. El Diluvio de Deucalión, llam ado así para dist inguirlo del de Ogigia y ot ros diluvios, fue
causado por la ira de Zeus cont ra los im píos hij os de Licaón, el hij o de Pelasgo. Licaón fue el
prim ero que civilizó Arcadia e inst it uyó el cult o de Zeus Licio, pero enoj ó a Zeus al sacrificarle
un niño. En consecuencia fue t ransform ado en lobo y su casa dest ruida por el rayo. Licaón
t enía, según algunos, veint idós hij os y según ot ros, cincuent a189 .
b. La not icia de los crím enes com et idos por los hij os de Licaón llegó al Olim po y Zeus fue
personalm ent e a visit arlos, disfrazado com o un viaj ero pobre. Ellos t uvieron la desvergüenza

188
Apolodoro: i.7.4; Higinio: Fábula 28.
189
Apolodoro: iii.8.1; Pausanias: viii.2.1; Escoliasta sobre Aratea de César Germánico 89; Ovi-
dio: Metamorfosis i.230 y ss.

95
Los mitos griegos I Robert Graves

de servirle una copa de m enudos en la que habían m ezclado las ent rañas de su herm ano
Níct im o con las de ovej as y cabras. Zeus no se engañó y, derribando la m esa en que le habían
servido el repugnant e banquet e —el lugar recibió luego el nom bre de Trapezo— convirt ió a
t odos ellos, con excepción de Níct im o, a quien devolvió la vida, en lobos190 .
c. A su regreso al Olim po, Zeus, disgust ado, desencadenó un gran diluvio sobre la t ierra,
con el propósit o de dest ruir a t oda la raza hum ana; pero Deucalión, rey de Fría, advirt ió a su
padre el Tit án Prom et eo, a quien había visit ado en el Caucase, que const ruyera un arca, la
abast eciera y se inst alase en ella con su esposa Pirra, hij a de Epim et eo. Luego sopló el Vient o
Sur, com enzó a llover y los ríos corrieron con est ruendo al m ar, que creció con asom brosa
rapidez, arrasando t odas las ciudades de la cost a y la llanura, hast a que quedó inundado el
m undo ent ero, con excepción de unas pocas cim as de m ont añas, y t odas las criat uras
m ort ales parecían haber m uert o, con excepción de Deucalión y Pirra. El arca se m ant uvo a
flot e durant e nueve días, hast a que al fin baj aron las agua y fue a posarse en el m ont e
Parnaso o, según dicen algunos, en el m ont e Et na, o el At os, o el Ot ris, en Tesalia. Se dice que
a Deucalión le confirm ó la t erm inación del diluvio una palom a que había enviado en vuelo
explorat orio191 .
d. Después de haber desem barcado a salvo, ofrecieron un sacrificio al Padre Zeus,
preservador de los fugit ivos, y fueron a orar en el t em plo de Tem is, j unt o al río Cefiso, donde
el t echo est aba cubiert o con algas m arinas y el alt ar frío. Suplicaron hum ildem ent e que la
hum anidad fuese renovada, y Zeus, que oía sus voces desde lej os, envió a Herm es para
asegurarles que cualquier pedido que hicieran les sería concedido inm ediat am ent e. Tem is se
present ó personalm ent e y dij o: «Cubrios la cabeza y arroj ad hacia at rás los huesos de vuest ra
m adre.» Com o Deucalión y Pirra t enían diferent es m adres, am bas ya difunt as, decidieron que
la Tit anide se refería a la Madre Tierra, cuyos huesos eran las rocas que había en la orilla del
río. Por lo t ant o, se agacharon con las cabezas cubiert as, levant aron las rocas y las arroj aron
por encim a del hom bro; las rocas se convirt ieron en hom bres o m uj eres según las hubiese
arroj ado Deucalión o Pirra. Así se renovó la hum anidad y desde ent onces «un pueblo» ( laos) y
«una piedra» (loas) han significado casi lo m ism o en m uchos idiom as192 .
e. Sin em bargo, result ó que Deucalión y Pirra no eran los únicos sobrevivient es del
Diluvio, pues Megaro, un hij o de Zeus, se había levant ado de su cam a at raído por los grit os de
las grullas que le llam aban a la cum bre del m ont e Gerania, lugar que se salvó de las aguas.
Ot ro que se libró del diluvio fue Ceram bo de Pellón, a quien las ninfas t ransform aron en
escarabaj o pudiendo así volar a la cum bre del Parnaso193 .
f. I gualm ent e, a los habit ant es de Parnaso —ciudad fundada por Parnaso, hij o de
Posidón, que invent ó el art e del augurio— les despert ó el aullido de unos lobos, a los que
siguieron a la cim a de la m ont aña. Llam aron a su nueva ciudad Licorea, en recuerdo de los
lobos194 .
g. Por lo t ant o, el diluvio sirvió de poco, pues algunos de los parnasianos em igraron a
Arcadia y repit ieron las abom inaciones de Licaón. Todavía hoy se sacrifica un niño a Zeus Liceo
y se m ezclan sus ent rañas con ot ras en una sopa que luego se sirve a una m ult it ud de
past ores j unt o a un río. El past or que com e las ent rañas del niño ( que le t ocan echando
suert es) aulla com o un lobo, cuelga sus ropas de un roble, nada a t ravés del arroyo y se

190
Apolodoro: loc. cit.; Tzetzes: Sobre Licofrón 481; Pausanías: viii.3.1; Ovidio: Metamorfosis
i.230 y ss.
191
Ovidio: Ibíd. i.317; Escoliasta sobre Orestes de Eurípides 1095; Higinio: Fábula 153; Servio
sobre las Églogas de Virgilio vi.41; Escoliasta sobre las Odas olímpicas de Píndaro ix.42; Plutarco:
¿Qué animales son más astutos? 13.
192
Apolodoro: i.7.2; Ovidio: Metamorfosis i.260-415.
193
Pausanias: i.40,1; Ovidio: Metamorfosis vii.352-6.
194
Pausanias: x.6.1-2.

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Los mitos griegos I Robert Graves

conviert e en licánt ropo. Durant e ocho años vive con los lobos, pero se abst iene de devorar
hom bres durant e ese período, puede volver a su t érm ino, cruzar a nado el arroyo y ponerse
ot ra vez sus ropas. No hace m ucho un habit ant e de Parrasia llam ado Dam arco pasó ocho años
con los lobos, recuperó su hum anidad y luego, en el décim o año, t ras una severa práct ica en el
gim nasio, ganó el prem io de boxeo en los Juegos Olím picos195 .
h. Est e Deucalión era herm ano de la cret ense Ariadna y padre de Orest eo, rey de los
locrios ozolianos, en cuya época una perra blanca parió una est aca que plant ó Orest eo y se
convirt ió en una vid. Ot ro de sus hij os, Anfict ión, hospedó a Dioniso y fue el prim er hom bre
que m ezcló el vino con el agua. Pero su hij o m ayor y m ás fam oso era Heleno, padre de t odos
los griegos196 .

1. La fábula de Zeus y las ent rañas del niño no es t ant o un m it o com o una anécdot a
m oral que. expresa el desagrado que se sent ía en las part es m ás civilizadas de Grecia por las
ant iguas práct icas caníbales de Arcadia, que t odavía se realizaban en nom bre de Zeus, por
considerarlas «bárbaras y ant inat urales» ( Plut arco: Vida de Pelópidas) . Cécrope, el virt uoso
at eniense cont em poráneo de Licaón ( véase 25.d) sólo ofrecía t ort as de cebada y se abst enía
incluso de los sacrificios anim ales. Los rit os licaonios que según el aut or, j am ás recibieron la
aprobación de Zeus, t enían, al parecer, por finalidad im pedir que los lobos hicieran presa en
los rebaños y ganados enviándoles un rey hum ano. «Licio» significa «de la loba», pero
t am bién «de la luz», y el relám pago en el m it o de Licaón dem uest ra que el Zeus arcadio
com enzó siendo un rey sagrado hacedor de lluvia al servicio de la Loba divina, la Luna, a la
que aullan las m anadas dé lobos.
2. Un Año Grande de cien m eses, u ocho años solares, se dividía igualm ent e ent re el rey
sagrado y su sucesor; y los cincuent a hij os de Licaón —uno por cada m es del reinado del rey
sagrado— eran sin duda los que com ían la sopa. La cifra de veint idós, a m enos que se llegara
a ella m ediant e el recuent o de las fam ilias que pret endían descender de Licaón y t enían que
part icipar en el banquet e, se refiere probablem ent e a los veint idós lust ros de cinco años que
com ponían un ciclo; el ciclo de 110 años const it uía el reinado de una línea part icular de
sacerdot isas.
3. El m it o del Diluvio de Deucalión, al parecer llevado por los hélades desde Asia, t iene el
m ism o origen que la leyenda bíblica de Noé. Pero aunque la invención del vino por Noé es el
t em a de una fábula m oral hebrea, en la que se j ust ifica incident alm ent e el esclavizam ient o de
los cananeos por sus conquist adores casit as y sem it as, la pret ensión de Deucalión de haberlo
invent ado fue suprim ida por los griegos en favor de Dioniso. A Deucalión se le describe, no
obst ant e, com o herm ano de Ariadna, que era la m adre, por Dioniso, de varias t ribus que
rendían cult o al vino ( véase 21.8) y ha conservado su nom bre «m arinero del vino nuevo» ( de
deucos y halieus) . En el m it o de Deucalión queda regist rado un diluvio m esopot am io del t ercer
m ilenio a. de C., pero t am bién evoca la fiest a del Nuevo Año ot oñal de Babilonia, Siria y
Palest ina. Est a fiest a celebraba la ent rega por Parnapisht im de vino nuevo dulce a los
const ruct ores del arca, en la que ( según la epopeya babilonia de Gilgam esh) él y su fam ilia
habían sobrevivido al diluvió enviado por la diosa I sht ar. El arca era un barco lunar ( véase
123.5) y la fiest a se celebraba en la luna nueva m ás próxim a al equinoccio ot oñal, com o un
m edio para provocar las lluvias invernales. I sht ar, en el m it o griego, se llam a Pirra, el nom bre
de la diosa- m adre de los puresat i (filist eos) , pueblo cret ense que fue a Palest ina pasando por
Cilicia hacia el año 1200 a. de C. En griego pyrrha significa «roj o ardient e» y es un adj et ivo
aplicado al vino.
4. Xisut hros era el héroe de la leyenda sobre el diluvio arm enio, anot ada por Beroso, y
su arca fue a posarse en el m ont e Ararat . Todas est as arcas est aban hechas con m adera de
acacia, que t am bién ut ilizó I sis para const ruir la barcaza m ort uoria de Osiris.

195
Pausanias: viii.2.3 y vi.8.2; Plinio: Historia natural viii.34; Platón: República viii.16.
196
Pausanias: x.38.1; Eustacio sobre Homero: p.1815; Apolodoro: i.7.2.

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Los mitos griegos I Robert Graves

5. El m it o de un dios airado que decide cast igar la m aldad de los hom bres con un diluvio
parecen haberlo t om ado post eriorm ent e los griegos de los fenicios o j udíos, pero el núm ero de
diferent es m ont añas de Grecia, Tracia y Sicilia en las que se dice que desem barcó Deucalión
indica que un m it o del diluvio ant iguo se ha superpuest o a una leyenda post erior de un diluvio
en la Grecia sept ent rional. En la versión griega prim it iva del m it o, Tem is renueva la raza
hum ana sin obt ener ant es el consent im ient o de Zeus; por lo t ant o es lógico que a ella, y no a
él, se le at ribuya el Diluvio, com o en Babilonia.
6. La t ransform ación de piedras en personas es, quizás, ot ro prést am o t om ado por los
helenos del Orient e; San Juan Baut ist a se refirió a una leyenda análoga en un j uego de
palabras con las hebreas banim y abanim al declarar que Dios «puede, aun de est as piedras,
levant ar hij os a Abraham » ( Mat eo iii.3- 9, y Lucas iii.8) .
7. Que una perra blanca, la diosa- Luna Hécat e, pariera una cepa en el reinado del hij o de
Deucalión, Orest eo, es probablem ent e el m ás ant iguo de los m it os griegos sobre el vino. Se
dice que el nom bre ozoliano se deriva de ozoi, «sarm ient os» (véase 147.7) . Uno de los
m alvados hij os de Licaón se llam aba t am bién Orest eo, lo que puede explicar la relación
forzada que los aut ógrafos han est ablecido ent re el m it o de la sopa de m enudos y el Diluvio de
Deucalión.
8. Anfict ión, el nom bre de ot ro de los hij os de Deucalión, es una form a m asculina de
Anfict inis, la diosa en cuyo nom bre se fundó la fam osa confederación del nort e, la Liga
Anfict iónica; según Est rabón, Calím aco y el escoliast a sobre el Orest es de Eurípides, la
reglam ent ó Acrisio de Argos ( véase 73.a) . Los griegos civilizados, a diferencia de los t racios
disolut os, no bebían vino puro, y su cost um bre de aguarlo en la conferencia de los Est ados
m iem bros, que se realizaba en la est ación de la vendim ia en Ant ela, cerca de las Term opilas,
sería una precaución para evit ar las disput as sanguinarias.
9. El hij o de Deucalión llam ado Heleno era el ant epasado epónim o de t oda la raza helena
( véase 43.b) ; su nom bre indica que era un represent ant e regio de la sacerdot isa de Hele, o
Helén, o Helena, o Selene, la Luna. Según Pausanias (iii.20.6) , la prim era t ribu llam ada de los
helenos provenía de Tesalia, donde se rendía cult o a Hele ( véase 70.8) .
10. Arist ót eles ( Met eorológica i.14) dice que el Diluvio de Deucalión t uvo lugar «en la
Grecia ant igua, a saber, en el dist rit o de los alrededores de Dodona y el río Aqueloo». Graeci
significa «adoradores de la Viej a», probablem ent e la diosa Tierra de Dodona que aparecía en
t ríada com o las Grayas ( véase 33.c) ; se ha sugerido que los aqueos se vieron obligados a
invadir el Peloponeso porque lluvias inusit adam ent e copiosas habían em pant anado sus
dehesas. El cult o de Hele (véase 62.5, 70.8 y 159.1) parece haber desaloj ado el de las Grayas.
11. El escarabaj o era un em blem a de inm ort alidad en el Baj o Egipt o porque sobrevivía a
los desbordam ient os del Nilo —el Faraón com o Osiris se em barcó en su nave del sol en la
form a de un escarabaj o— y su uso sagrado se ext endió a Palest ina, el Egeo, Et ruria y las islas
Baleares. Ant oninus Liberalis m enciona t am bién el m it o de Ceram bo, o Teram bo, cit ando a
Nicandro.

39.

ATLANTE Y PROMETEO

a. Prom et eo, el creador de la hum anidad, a quien algunos incluyen ent re los siet e
Tit anes, era hij o o bien del t it án Eurim edont e, o bien de Jápet o con la ninfa Clím ene; sus
herm anos eran Epim et eo, At lant e y Menecio197 .
b. El gigant esco At lant e, el m ayor de los herm anos, conocía t odas las profundidades del
m ar; gobernaba en un reino con una cost a escarpada, m ayor que Asia y África j unt as. Est a
t ierra llam ada At lánt ida se hallaba m ás allá de las Colum nas de Heracles y una cadena de islas

197
Eustacio: Sobre Homero p.987; Hesíodo: Teogonía 507 y ss.; Apolodoro: i.2.3.

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Los mitos griegos I Robert Graves

product oras de frut os la separaba de un cont inent e m ás lej ano no relacionado con los
nuest ros. Los habit ant es de At lánt ida canalizaban y cult ivaban una enorm e llanura cent ral,
alim ent ada con el agua de las colinas que la rodeaban por com plet o except o en una brecha
frent e al m ar. Tam bién const ruían palacios y baños, hipódrom os, grandes obras port uarias y
t em plos, y hacían la guerra no sólo hacia el oest e hast a el ot ro cont inent e, sino t am bién hacia
el est e hast a Egipt o e I t alia. Los egipcios dicen que At lánt e era hij o de Posidón, cuyos cinco
pares de m ellizos varones j uraron fidelidad a su herm ano m ediant e la sangre de un t oro
sacrificado en lo alt o de la colum na, y que al principio eran m uy virt uosos y llevaban con buen
ánim o la carga de su gran riqueza en oro y plat a. Pero un día fueron presa de la codicia y la
crueldad y, con perm iso de Zeus, los at enienses los vencieron sin ayuda y dest ruyeron su
poder. Al m ism o t iem po los dioses enviaron un diluvio que en un día y una noche sum ergió a
t oda la At lánt ida, de m odo que las obras port uarias y los t em plos quedaron ent errados baj o un
desiert o de barro y el m ar se hizo innavegable198 .
c. At lant e y Menecio, quienes se salvaron, se unieron a Crono y los Tit anes en su guerra
desafort unada cont ra los dioses olím picos. Zeus m at ó a Menecio con un rayo y lo envió al
Tárt aro, pero perdonó a At lant e, a quien condenó a soport ar el Cielo sobre sus espaldas
durant e t oda la et ernidad 199 .
d. At lant e era padre de las Pléyades, las Híades y las Hespérides y ha sost enido el Cielo
desde ent onces, salvo en una ocasión, cuando Heracles le sust it uyó t em poralm ent e en esa
t area. Algunos dicen que Perseo pet rificó a At lant e convirt iéndolo en el m ont e At las
m ost rándole la cabeza de la Gorgona, pero olvidan que Perseo era, según la opinión com ún,
un ant epasado lej ano de Heracles200 .
e. Prom et eo, que era m ás juicioso que At lant e, previo el result ado de la rebelión cont ra
Crono por lo que prefirió luchar del lado de Zeus, y persuadió a Epim et eo para que hiciera lo
m ism o. Era, en verdad, el m ás sabio de su raza, y At enea, a cuyo nacim ient o de la cabeza de
Zeus había asist ido, le enseñó la arquit ect ura, la ast ronom ía, las m at em át icas, la navegación,
la m edicina, la m et alurgia y ot ras art es út iles, que él t ransm it ió a la hum anidad. Pero Zeus,
que había decidido ext irpar a t oda la raza hum ana, y sólo la perdonó gracias a la súplica
aprem iant e de Prom et eo, est aba irrit ado por sus crecient es facult ades y apt it udes201 .
f. Un día se produj o en Sición una disput a sobre qué part es de un t oro sacrificado se
debían ofrecer a los dioses y cuáles se debían reservar a los hom bres, y se invit ó a Prom et eo a
act uar com o arbit ro. Él desolló y descuart izó un t oro y luego cosió su piel y form ó con ella dos
sacos de boca ancha que llenó con lo que había cort ado. Un saco cont enía t oda la carne, pero
ést a la ocult ó baj o el est óm ago, que es la part e m enos apet ecible de cualquier anim al; el ot ro
cont enía los huesos, ocult os baj o una espesa capa de grasa. Cuando ofreció a Zeus los dos
sacos para que eligiera, Zeus, fácilm ent e engañado, eligió el que cont enía los huesos y la
grasa ( que siguen siendo la porción divina) , pero cast igó a Prom et eo, que se reía de él a sus
espaldas, privando a los hom bres del fuego. «¡Que com an las carne cruda! », exclam ó202 .
g. Prom et eo fue inm ediat am ent e a ver a At enea y le pidió que lo dej ara ent rar
secret am ent e en el Olim po, cosa que ella le concedió. Una vez allí, encendió una ant orcha en
el carro ígneo del Sol y luego arrancó de ést e un fragm ent o de carbón veget al incandescent e
que m et ió en el hueco form ado por la m édula de una cañahej a. Luego apagó la ant orcha, salió
a hurt adillas y ent regó el fuego a la hum anidad 203 .

198
Platón: Timeo 6 y Critias 9-10.
199
Homero: Odisea i.52.11; Hesíodo: loc. cit.; Higinio: Fábula 150.
200
Diodoro Sículo: iv.27; Apolodoro: ii.5.11; Ovidio: Metamorfosis iv.630.
201
Esquilo: Prometeo encadenado 218, 252, 445 y ss., 478 y ss. y 228-36.
202
Hesíodo: Teogonía 521-64; Luciano: Diálogos de los Dioses 1 y Prometeo en el Cáucaso 3.
203
Servio sobre las Églogas de Virgilio vi .42.

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Los mitos griegos I Robert Graves

h. Zeus j uró vengarse. Ordenó a Hefest o que hiciera una m uj er de arcilla, a los cuat ro
Vient os que le insuflaran la vida y a t odas las diosas del Olim po que la adornaran. Y envió a
esa m uj er, Pandora, la m ás bella j am ás creada, com o regalo a Epim et eo, baj o la cust odia de
Herm es. Pero Epim et eo, a quien su herm ano advirt ió que. no debía acept ar el resalo de Zeus,
se excusó respet uosam ent e. Más enfurecido aún que ant es, Zeus hizo encadenar a Prom et eo
desnudo a una colum na de las m ont añas del Caucase, donde un buit re voraz le desgarraba el
hígado durant e t odo el día un año t ras ot ro; el t orm ent o no t enía fin, porque cada noche
( durant e la cual Prom et eo est aba expuest o al frío y la escarcha) el hígado volvía a crecer hast a
est ar nuevam ent e ent ero.
i. Pero Zeus, poco dispuest o a confesar que se había m ost rado vengat ivo, excusaba su
crueldad haciendo circular una falsedad: decía que At enea había invit ado a Prom et eo al Olim po
para t ener con él un am orío secret o.
j . Epim et eo, alarm ado por la suert e de su herm ano, se apresuró a casarse con Pandora,
a la que Zeus había hecho t an t ont a, m alévola y perezosa com o bella, la prim era de una larga
cast a de m uj eres com o ella. Poco t iem po después abrió una caj a que según le había advenido
Prom et eo a Epim et eo, debía m ant ener cerrada, y en la cual le había cost ado gran t rabaj o
encerrar t odos los Males que podían infest ar a la hum anidad, com o la Vej ez, la Fat iga, la
Enferm edad, la Locura, el Vicio y la Pasión. Todos ellos salieron de la caj a en form a de una
nube, hirieron a Epim et eo y Pandora en t odas las part es de sus cuerpos y luego at acaron a la
raza de los m ort ales. Sin em bargo, la Esperanza Engañosa, a la que t am bién había encerrado
Prom et eo en la caj a, les disuadió con sus m ent iras de que com et ieran un suicidio general 204 .

1. Los m it ógrafos post eriores int erpret aban a At lant e com o una sim ple personificación del
m ont e At las en el noroest e de África, cuya cum bre parecía sost ener el firm am ent o, pero para
Hom ero las colum nas en que soport aba el firm am ent o se hallaban lej os en el océano At lánt ico,
y m ás t arde Herodot o las llam ó así en su honor. Com enzó, quizá, com o el Tit án del segundo
día de la sem ana, que separó las aguas del firm am ent o de las de la t ierra. La m ayor part e de
la lluvia llega a Grecia del At lánt ico, especialm ent e cuando salen las hij as- est rellas de At lant e,
las Híades, lo que explica en part e por qué su hogar est aba en el oest e. Heracles le quit ó el
Cielo de los hom bres en dos sent idos ( véase 133 3-4 y 123.4) .
2. La leyenda egipcia de la At lánt ida —t am bién corrient e en los cuent os t radicionales a lo
largo de la cost a del At lánt ico desde Gibralt ar hast a las Hébridas, y ent re los yorubas del África
Occident al— no debe ser descart ada com o pura fant asía y parece dat ar del t ercer m ilenio a. de
C Pero la versión de Plat ón, que según él, com unicaron a Solón sus am igos los sacerdot es
libios de Sais en el Delt a, ha sido inj ert ada, al parecer, en una t radición post erior: cóm o los
cret enses m inoicos, que habían ext endido su influencia hast a Egipt o e I t alia, fueron vencidos
por una confederación helénica encabezada por At enas (véase 98.1) , y cóm o, quizás a
consecuencia de un t errem ot o subm arino, las enorm es obras port uarias const ruidas por los
keft ios ( «pueblo del m ar», o sea los cret enses y sus aliados) en la isla de Faros (véase 27.7 y
169.6) , se hundieron baj o varias brazas de agua, donde recient em ent e han sido
redescubiert os por los buzos. Esas obras consist ían en una dársena ext erior y ot ra int erior que
j unt as abarcaban unos doscient os cincuent a acres ( Gast ón Jondet : Les Port s subm ergés de
l'ancienne ile de Pharos, 1916) . Est a ident ificación de la At lánt ida con Faros explicaría por qué
At las es descrit o a veces com o hij o de Jápet o —el Jafet del Génesis a quien los hebreos
llam aban hij o de Noé y consideraban ant epasado de la confederación de la gent e del m ar— y
ot ras veces com o hij o de Posidón, pat rono de los navegant es griegos. Noé es Deucalión ( véase
38.c) y, aunque en el m it o griego Jápet o aparece com o abuelo de Deucalión, est o podría
significar, sencillam ent e, que era el ant epasado epónim o de la t ribu cananea que llevó la
leyenda m esopot ám ica del diluvio, m ás bien que la adánt ica, a Grecia. Varios det alles del
relat o de Plat ón, com o el sacrificio de t oros en colum nas y las inst alaciones de agua calient e y
fría en el palacio de At lant e, aseguran que los descrit os son cret enses y no m iem bros de ot ra

204
Hesíodo: Trabajos y Días 42-105 y Teogonía 565-616; Escoliasta sobre Apolonio de Rodas
ii.1249.

100
Los mitos griegos I Robert Graves

nación. Com o At lánt e, los cret enses «conocían t odas las profundidades del m ar». Según
Diodoro ( v. 3) , cuando la m ayoría de los habit ant es de Grecia fueron dest ruidos por el gran
diluvio, los at enienses olvidaron que habían fundado Sais en Egipt o. Ést a parece ser una
m anera confusa de decir que después del hundim ient o de las obras del puert o de Faros los
at enienses olvidaron los vínculos religiosos que los unían con la ciudad de Sais, donde se
rendía cult o a la m ism a diosa libia Neit h, o At enea, o Tanit .
3. La versión de Plat ón se hace confusa a causa de su inform ación acerca del gran
núm ero de elefant es que había en la At lánt ida, lo que puede referirse a la gran im port ación de
m arfil que se hacía en Grecia por la vía de Faros, pero t al vez haya sido t om ada de la leyenda
m ás ant igua. El lugar donde est aba la legendaria At lánt ida ha sido t em a de num erosas t eorías,
si bien la influencia de Plat ón ha concent rado nat uralm ent e la at ención popular en el océano
At lánt ico. Hast a recient em ent e se suponía que la cordillera at lánt ica ( que se ext iende desde
I slandia hast a las Azores y luego se inclina hacia el sudest e hast a las islas Ascensión y Trist án
da Cunha) era sus rest os; pero los est udios oceanográficos dem uest ran que, apart e de esos
picos, t oda la cordillera ha est ado baj o el agua durant e por lo m enos sesent a m illones de años.
Sólo se sabe de una gran isla habit ada del At lánt ico que ha desaparecido: la m eset a llam ada
ahora Dogger Bank. Pero los huesos y ut ensilios recogidos con redes dem uest ran que el
desast re se produj o en la época paleolít ica, y es m ucho m enos probable que la not icia de su
desaparición la llevaran a Europa unos supervivient es que navegaran a la deriva por aquella
gran ext ensión de agua a la que el recuerdo de una cat ást rofe diferent e fuese llevada a la
cost a del At lánt ico por los inm igrant es neolít icos m uy civilizados provenient es de Libia,
conocidos habit ualm ent e com o const ruct ores de t um bas en galería.
4. Ést os eran agricult ores y llegaron a Gran Bret aña hacia fines del t ercer m ilenio a. de
C., pero no se ha dado explicación alguna de su m ovim ient o en m asa hacia el oest e por Túnez
y Marruecos hast a la España m eridional y luego hacia el nort e hast a Port ugal y m ás allá.
Según la leyenda galesa de la At lánt ida sobre los desaparecidos Cant revs de Dyfed
( im posiblem ent e sit uados en la Bahía de Cardigan) una fuert e oleada derribó los m alecones y
dest ruyó dieciséis ciudades. La irlandesa Hy Brasil, la bret ona ciudad de Ys, la región de
Lyonesse en Cornualles ( im posiblem ent e sit uada ent re Cornualles y las islas Scilly) , la francesa
I le Vert e y la port uguesa I lha Verde son t odas variant es de est a leyenda. Pero si lo que los
sacerdot es egipcios dij eron realm ent e a Solón fue que el desast re se produj o en el Lej ano
Oest e y que los sobrevivient es fueron «m ás allá de las Colum nas de Heracles», la At lánt ida
puede ser ident ificada fácilm ent e.
5. Es la región de los At lant es, m encionada por Diodoro Sículo ( véase 131.m ) com o un
pueblo m uy civilizado que vivía al oest e del lago Trit onis y al que las am azonas libias, es decir
las t ribus m at riarcales descrit as post eriorm ent e por Herodot o, arrebat aron la ciudad de Cerne.
A la leyenda de Diodoro no se la puede fechar arqueológicam ent e, pero él la hace preceder a
la invasión libia de las islas del Egeo y de Tracia, acont ecim ient o que no pudo haberse
producido después del t ercer m ilenio a. de C. Por lo t ant o, si la At lánt ida era la Libia
occident al, las inundaciones que la hicieron desaparecer pueden haberse debido a una lluvia
fenom enal com o la que causó los fam osos diluvios m esopot am io y ogigiano ( véase 38.3-5) , o
a una m area alt a con un fuert e vient o del noroest e, com o la que se llevó una gran part e de los
Países Baj os en los siglos XI I y XI I I y form ó el Zuider Zee205 , o a un hundim ient o de la región
cost era. En efect o, la At lánt ida puede haberse hundido al form arse el lago Trit onis (véase 8.a) ,
el cual, según parece, abarcaba en un t iem po varios m illares de m illas cuadradas de las t ierras
baj as libias, y quizá se ext endía hacia el nort e hast a el golfo occident al de Sirt e, al que el
geógrafo Escilax llam ó «el golfo de Trit onis», y donde los peligrosos arrecifes indican que
exist ía una cadena de islas de las que sólo sobreviven Jerba y Kerkennahs.
6. La isla que quedó en el cent ro del lago m encionado por Diodoro ( véase 131.1) era
quizá la Chaam ba Bou Rouba en el Sahara. Diodoro parece referirse a esa cat ást rofe cuando
dice en su relat o de las Am azonas y los At lant es ( iii.55) : «Y se dice que, com o consecuencia de
t errem ot os, las part es de Libia cercanas al océano sum ergieron al lago Trit onis y lo hicieron
desaparecer.» Com o el lago Trit onis t odavía exist ía en su época, lo que le dij eron
probablem ent e fue que «com o consecuencia de t errem ot os en el Medit erráneo occident al el

205
Desde que se escribió esto la historia se ha repetido desastrosamente.

101
Los mitos griegos I Robert Graves

m ar sum ergió a part e de Libia y form ó el lago Trit onis». Tant o el Zuider com o el lago Copaic
han sido ent arquinados y el lago Trit onis, que, según Escilax, t odavía cubría novecient as m illas
cuadradas en la época clásica, se ha reducido a las m arism as de Chot t Melghir y Chot t el Jerid.
Si allí est uvo la At lánt ida, algunos de los agricult ores desaloj ados fueron por el oest e a
Marruecos, ot ros hacia el sur a t ravés del Sahara, y ot ros por el est e a Egipt o y m ás allá,
llevando con ellos su fábula; unos pocos se quedaron a las orillas del lago. Los elefant es de
que habla Plat ón pueden m uy bien haberse hallado en ese t errit orio, aunque la cost a
m ont añosa de la At lánt ida pert enece a Cret a, lugar que los egipcios, que aborrecían el m ar,
conocían sólo de oídas.
7. Los cinco pares de hij os gem elos de Posidón que j uraron fidelidad a At lant e deben de
haber sido represent ant es en Faros de los reinos «Keft iu» aliados de los cret enses. En la época
m icénica la norm a era la doble soberanía: en Espart a reinaban Cast or y Pólux; en Mésenia,
I das y Linceo; en Argos, Pret o y Acrisio; en Tirint o, Heracles e I ficles; en Tebas, Et eocles y
Polinices. Los hij os de Posidón m ost raron codicia y crueldad solam ent e después de la caída de
Cnosos, cuando la int egridad com ercial decayó y los m ercaderes se convirt ieron en pirat as.
8. El nom bre de Prom et eo, «previsión», puede haber t enido su origen en una
int erpret ación griega errónea de la palabra sánscrit a pram ant ha, la esvást ica, o t aladro de
fuego, que se suponía había invent ado él, pues en Thurii se represent aba a Zeus Prom et eo
sost eniendo un t aladro de fuego. Prom et eo, el héroe popular indo- europeo, se confundió con el
héroe cario Palam edes, el invent or o dist ribuidor de t odas las art es civilizadas ( baj o la
inspiración de la diosa) ; y con el dios babilonio Ea, quien alegaba haber creado un hom bre
m agnífico con la sangre dé Kingu ( una especie de Crono) , en t ant o que la diosa- Madre Aruru
creó un hom bre inferior con arcilla. Los herm anos Pram ant hu y Mant hu que aparecen en la
Bhágavat a Purána, una epopeya sánscrit a, pueden ser prot ot ipos de Prom et eo y Epim et eo
( «idea t ardía») ; pero lo que dice Hesíodo sobre Prom et eo, Epim et eo y Pandora no es un m it o
aut ént ico, sino una fábula ant ifem inist a, probablem ent e invent ada por él, aunque se basa en la
fábula de Dem ofont e y Fílide ( véase 169.j ) . Pandora ( «la que da t odo») era la diosa Tierra,
Rea, adorada con ese t ít ulo en At enas y en ot ras part es (Arist ófanes: Aves 971; Filóst rat o:
Vida de Apolonio de Tiana vi.39) , a la que el pesim ist a Hesíodo culpa de la m ort alidad del
hom bre y de t odos los m ales que acosan a la vida, así com o de la m anera de conducirse frívola
e indecorosa de las esposas. Su fábula sobre la división del t oro t am poco es m ít ica, sino una
anécdot a cóm ica invent ada para explicar el cast igo de Prom et eo y la anom alía de ofrecer a los
dioses solam ent e los fém ures y la grasa del anim al sacrificado. En el Génesis se explica la
sant idad de los fém ures con la coj era de Jacob, que le infligió un ángel durant e una lucha a
brazo part ido. El cánt aro (no la caj a) de Pandora cont enía originalm ent e alm as aladas.
9. Los isleños griegos t odavía llevan el fuego de un lugar a ot ro en el hueco de una
cañahej a, y el encadenam ient o de Prom et eo en el Cáucaso puede ser una leyenda recogida
por t os helenos al em igrar desde el m ar Caspio a Grecia: de un gigant e de hielo recost ado en
la nieve de las alt as cum bres y acom pañado por una bandada de buit res.
10. Los at enienses se esforzaban por negar que su diosa t om ó con» am ant e a Prom et eo,,
lo que indica que se le había ident ificado localm ent e con Hefest o, ot ro dios del fuego e
invent or, del que se refería la m ism a fábula ( véase 25.b) porque com part ía un t em plo de la
Acrópolis con At enea,
11. Menecio («fuerza arruinada») es un rey sagrado del cult o del roble; el nom bre se
refiere quizás a su m ut ilación rit ual (véase 7.1 y 50.2) .
12. En t ant o que la esvást ica de m ovim ient o a la derecha es un sím bolo del sol, la del
m ovim ient o a la izquierda es un sím bolo de la luna. Ent re los akan del África Occident al, un
pueblo de ascendencia libio- beréber ( véase I nt roducción) represent a a la diosa t riple Ngam e.

102
Los mitos griegos I Robert Graves

40.

EOS

a. Cuando t erm ina cada noche, Eos, la de los dedos rosados y la t única de color de
azafrán, hij a de los t it anes Hiperión y Tía, se levant a de su lecho en el orient e, m ont a en su
carro t irado por los caballos Lam po y Faet ont e y se dirige al Olim po, donde anuncia la
aproxim ación de su herm ano Helio. Cuando aparece Helio se conviert e en Hém era y lo
acom paña en su viaj e hast a que, com o Hesperia, anuncia su llegada, sanos y salvos, a las
cost as occident ales del océano206 .
b. Afrodit a se enoj ó en una ocasión al encont rar a Ares en el lecho de Eos y la m aldij o
con un deseo const ant e de los m ort ales j óvenes, a los que inm ediat am ent e com enzó a seducir
uno t ras ot ro secret a y vergonzosam ent e. El prim ero fue Orion, el siguient e Céfalo, y luego
Clit o, niet o de Melam po; aunque se casó con Ast reo, que pert enecía a la raza de los Tit anes y
con quien t uvo no sólo a los vient os nort e, oest e y sur, sino t am bién a Eósforo y, según dicen
algunos, a t odas las ot ras est rellas del firm am ent o 207 .
c. Finalm ent e, Eos se llevó a Ganim edes y Tit ono, hij os de Tros o I lo. Cuando Zeus le
quit ó a Ganim edes, ella le suplicó que concediera a Tit ono la inm ort alidad, a lo que él asint ió.
Pero Eos se olvidó de pedir t am bién la j uvent ud perpet ua, don que consiguió Selene para
Endim ión, y Tit ono se hacía cada día m ás viej o, m ás canoso y m ás encogido, su voz se hizo
chillona y cuando Eos se cansó de cuidarle lo encerró en su dorm it orio, donde se convirt ió en
una cigarra208 .

1. La doncella de la Aurora era una fant asía helena acept ada de m ala gana por los
m it ógrafos com o Tit ánide de la segunda generación; su carro de dos caballos y su anuncio de
la llegada del sol son alegorías m ás bien que m it os.
2. Los am oríos const ant es de Eos con j óvenes m ort ales son t am bién alegorías: la aurora
t rae a los am ant es de m edianoche una renovación de la pasión erót ica y es el m om ent o en que
m ás habit ualm ent e los hom bres m ueren de fiebre. La alegoría de su unión con Ast reo es
sencilla: las est rellas se funden con la aurora en el orient e y Ast reo, el vient o del am anecer,
sopla com o si fuera su em anación. Luego, porque se sost enía que el vient o era un agent e
fert ilizant e, Eos se convirt ió en la m adre por Ast reo, del Lucero del Alba, que quedaba solo en
el firm am ent o. ( Ast reo era ot ro nom bre de Céfalo, de quien t am bién se dice que engendró con
ella al Lucero del Alba.) De ello se deducía filosóficam ent e que, puest o que el Lucero de la
Tarde es idént ico al Lucero de la Mañana, y puest o que el At ardecer es la últ im a aparición de
la Aurora, t odas las est rellas t ienen que haber nacido de Eos, y por lo t ant o t odos los vient os
t ienen que ser el vient o de la aurora. Pero est a alegoría se cont radice con el m it o de la
creación de Bóreas por la diosa Luna, Eurínom e ( véase 1.1) .
3. En el art e griego Eos y Hém era son personaj es indist inguibles. El alegorist a hace que
Tit ono signifique «una concesión de prolongarse» ( de t eiño y oñe) , referencia a la prolongación

206
Homero: Odisea v.i y xxiii.244-6; Teócrito: Idilios ii.148.
207
Apolodoro: i.4.4; Homero: Odisea xv.250; Hesíodo: Teogonía 378-82.
208
Escoliasta sobre Apolonio de Rodas: iii.115; Himno homérico a Afrodita 218-38; Hesíodo:
Teogonía 984; Apolodoro: iii.12.4; Horacio: Odas iii.20; Ovidio: Fasti i.461.

103
Los mitos griegos I Robert Graves

de su vida por pet ición de Eos, pero es probable que sea m ás bien una form a m asculina del
nom bre de Eos, Tit oné —de t it o, «día» ( Tzet zes: Sobre Licofrón 941) y one, «reina»— y que
haya significado «com pañero de la Reina del Día». Las cigarras ent ran en act ividad t an pront o
com o aum ent a el calor del día, y la cigarra de oro era un em blem a de Apolo com o el dios Sol
ent re los colonos griegos de Asia Menor.

41.

ORI ON

a. Orion, cazador de Hiria, en Beocia, y el m ás bello de los hom bres vivient es, era hij o de
Posidón y Euríale. Un día fue a Hiria, en Quíos, y se enam oró de Mérope, hij a de Enopión, hij o
de Dioniso. Enopión había prom et ido a Orion que le daría a Mérope en m at rim onio si liberaba a
la isla de las peligrosas fieras que la infest aban; él se dedicó a hacer eso, y t odas las noches
llevaba las pieles a Mérope. Pero cuando por fin t erm inó su t rabaj o y la reclam ó com o esposa,
Enopión le dij o que circulaban rum ores de que t odavía se escondían leones, osos y lobos en las
m ont añas y se negó a ent regarle su hij a; la realidad era que él m ism o est aba enam orado de
ella.
b. Una noche Orion, disgust ado, bebió un odre de vino de Enopión, lo que le inflam ó de
t al m odo que irrum pió en el dorm it orio de Mérope y la obligó a acost arse con él. Cuando llegó
la aurora Enopión invocó a su padre Dioniso, quien envió a unos sát iros para que invit aran a
Orion a beber m ás vino, hast a que quedó dorm ido; ent onces Enopión le sacó los dos oj os y los
arroj ó a la orilla del m ar. Un oráculo anunció que el ciego recobraría la vist a si viaj aba hacia el
orient e y volvía las cuencas de los oj os hacia Helio en el punt o en que se eleva del océano.
I nm ediat am ent e Orion rem ó m ar adent ro en una pequeña em barcación y, siguiendo el sonido
del m art illo de un Cíclope, llegó a Lem nos. Allí ent ró en la fragua de Hefest o, se apoderó de un
aprendiz llam ado Cedalión y se lo llevó a hom bros com o guía. Cedalión conduj o a Orion por
t ierra y m ar, hast a que por fin llegó a la part e m ás lej ana del océano, donde Eos se enam oró
de él y su herm ano Helio le devolvió la vist a.
c. Después de visit ar Délos en com pañía de Eos, Orion volvió para vengarse de Enopión,
al que, sin em bargo, no pudo encont rar en ninguna part e de Quíos porque est aba ocult o en
una cám ara subt erránea que le había const ruido Hefest o. Se em barcó para Cret a, adonde creía
que podía haber huido Enopión en busca de la prot ección de su abuelo Minos, y se encont ró
con Art em is. quien com part ía con él su afición a la caza. Ella no t ardó en convencerle para que
olvidara su venganza y en cam bio saliese a cazar con ella209 .
d. Ahora bien, Apolo sabía que Orion no había rechazado la invit ación de Eos a acost arse
con ella en la isla sant a de Délos —la Aurora se ruboriza t odavía a diario recordando esa
indiscreción— y, adem ás, se j act aba de que libraría t oda la t ierra de fieras y m onst ruos.
Tem iendo, por lo t ant o, que su herm ana Árt em is fuese t an enam oradiza com o Eos, Apolo
apeló a la Madre Tierra y, repit iendo chism osam ent e la j act ancia de Orion, consiguió que un
escorpión m onst ruoso lo persiguiera. Orion at acó al escorpión, prim eram ent e con flechas,
luego con su espada, pero, viendo que su coraza resist ía cualquier arm a m ort al, se sum ergió
en el m ar y nadó en dirección a Délos, donde esperaba que le prot egiera Eos. Ent onces Apolo
fue a ver a Art em is y le dij o: «¿Ves ese obj et o negro que se m ueve en el m ar, allá lej os, cerca
de Ort igia? Es la cabeza de un m alvado llam ado Candaor que acaba de seducir a Opis, una de
t us sacerdot isas hiperbóreas. Te desafío a que le at ravieses con una flecha». Ahora bien,
Candaor era el apodo beocio de Orion, aunque Art em is no lo sabía. Apunt ó cuidadosam ent e,
disparó y, al salir nadando a cobrar su presa, se encont ró con que había t raspasado la cabeza
a Orion. Con gran pesar, suplicó a Asclepio, hij o de Apolo, que lo resucit ara, y ést e consint ió,
pero lo m at ó un rayo de Zeus ant es de que pudiera realizar su t area. Ent onces Art em is puso la

209
Homero: Odisea xi.310; Apolodoro: i.4.3-4; Partenio: Fábulas amorosas 20; Luciano: Sobre
el Salón 28; Teón: Sobre Arato 638; Higinio: Astronomía poética ii.34.

104
Los mitos griegos I Robert Graves

im agen de Orion ent re las est rellas, perseguido et ernam ent e por Escorpión; su alm a había
descendido ya a los Cam pos de Asfódelos.
e. Algunos dicen, no obst ant e, que el escorpión picó a Orion m ort alm ent e y que Art em is
est aba enoj ada con él porque había perseguido am orosam ent e a sus com pañeras vírgenes, las
siet e Pléyades, hij as de At lant e y Pléyone. Ellas huyeron a t ravés de las praderas de Beocia,
hast a que los dioses las t ransform aron en palom as y pusieron sus im ágenes ent re las est rellas.
Pero ést a es una inform ación errónea, pues las Pléyades no eran vírgenes: t res de ellas habían
yacido con Zeus, dos con Posidón, una con Ares y la sépt im a est aba casada con Sísifo de
Corint o y no fue incluida en la const elación porque Sísifo era un m ero m ort al 210 .
f. Ot ros relat an la siguient e ext raña fábula sobre el nacim ient o de Orion, para explicar su
nom bre ( que a veces se escribe Urión) y la t radición de que era hij o de la Madre Tierra. Hirieo,
un apicult or y labrador pobre, había j urado que no t endría hij os y se hizo viej o e im pot ent e.
Un día en que Zeus y Herm es le visit aron disfrazados, él les acogió hospit alariam ent e y ellos le
pregunt aron qué era lo que m ás deseaba. Hirieo suspiró profundam ent e y cont est ó que lo que
m ás deseaba, a saber, t ener un hij o, era ya im posible. Pero los dioses le dij eron que
sacrificase un t oro, orinase en su piel y luego la ent errase en la t um ba de su esposa. Él lo hizo
y nueve m eses después le. nació un hij o al que llam ó Urión, «el que orina», y ciert am ent e
t ant o la salida com o la puest a de la const elación llam ada Orion t raen consigo la lluvia211 .

1. La fábula de Orion se com pone de t res o cuat ro m it os inconexos y ensart ados unos
con ot ros. El prim ero, expuest o de m anera confusa, es el de Enopión. Ést e se refiere a la
renuencia de un rey sagrado a abandonar su t rono a la t erm inación de su período, ni siquiera
cuando el nuevo candidat o a la dignidad real había ya librado los com bat es rit uales y se había
casado con la reina, con los acost um brados fest ej os. Pero el nuevo rey es sólo un int errex que,
después de reinar un día, es debidam ent e asesinado y devorado por las Ménades ( véase
30.1); el rey ant erior, que ha est ado fingiéndose m uert o en una t um ba, vuelve a casarse
ent onces con la reina y cont inúa su reinado ( véase 123.4) .
2. El det alle que no viene al caso del m art illo del Cíclope explica la ceguera de Orion: una
descripción m it ológica de Odiseo cham uscando el oj o del Cíclope borracho ( véase 170.d) se ha
com binado, al parecer, con una alegoría helena: cóm o el t it án Sol es cegado cada noche por
sus enem igos, pero le devuelve la vist a la siguient e Aurora. Orion («el habit ant e de la
m ont aña») e Hiperión ( «el habit ant e en lo alt o») son, en realidad, ident ificados en est a
versión. La j act ancia de Orion de que ext erm inaría las fieras no solo se refiere a sus com bat es
rit uales (véase 123.1) , sino que adem ás es una fábula del sol nacient e, al aparecer el cual
t odas las fieras se ret iran a sus guaridas ( com párese con Salm o civ.22) .
3. El relat o de Plut arco sobre el escorpión enviado por el dios Set para m at ar al niño
Horus, hij o de I sis y Osiris, en la part e m ás calurosa del verano, explica la m uert e de Orion por
la picadura del escorpión y la súplica de Árt em is a Asclepio ( Plut arco: Sobre I sis y Osiris 191.
Horus m urió, pero Ra, el dios Sol, le resucit ó y m ás t arde vengó la m uert e de su padre, Osiris;
en el m it o original t am bién debía resucit ar Orion. Ést e es en part e, asim ism o. Gilgam esh. el
Heracles babilonio, al que at acan los hom bres escorpiones en la Décim a Tablilla de la epopeya
del calendario, m it o relacionado con la herida m ort al del rey sagrado al salir el Sol en
Escorpión. En qué est ación exact am ent e se producía esa herida depende de la ant igüedad del
m it o; en el origen del Zodíaco, Escorpión era probablem ent e un signo de agost o, pero en la
época clásica la precisión de los equinoccios lo había adelant ado a oct ubre.
4. Ot ra versión de la m uert e de Orion se regist ra en una de las t ablillas hit it as de Ras
Sham ra. Anat , o Anat ha, la diosa de la Bat alla, se enam oró de un bello cazador llam ado Aqhat ,
y cuando él se negó ofensivam ent e a ent regarle su arco, pidió al sanguinario Yat pan que se lo

210
Apolodoro: loc. cit.
211
Servio sobre la Eneida de Virgilio i.539; Ovidio: Fasti 5.537 y ss.; Higinio: Astronomía poé-
tica ii.34.

105
Los mitos griegos I Robert Graves

robara. Con gran pesar de ella, el t orpe Yat pan no sólo m at ó a Aqhat , sino que adem ás dej o
caer el arco en el m ar. El significado ast ronóm ico de est e m it o es que Orion y el Arco —una
part e de la const elación a la que los griegos llam aban «El Perro»— se hunden baj o el horizont e
m eridional durant e dos m eses ent eros cada prim avera. En Grecia est a fábula parece haber
sido adapt ada a una leyenda sobre com o las sacerdot isas orgiást icas de Árt em is —Opis era el
t ít ulo de Árt em is— m at aron a un enam orado que visit aba su islot e de Ort igia. Y en Egipt o,
com o la vuelt a de la const elación de Orion t rae consigo el calor del verano, se la ident ificaba
confusam ent e con Set , el enem igo de Horus, y las dos est rellas brillant es que aparecen sobre
él eran sus orej as de asno.
5. El m it o del nacim ient o de Orion es quizá m ás que un cuent o cóm ico m odelado de
acuerdo con el de Filem ón y Baucis ( Ovidio: Met am orfosis viii.670- 724) , y relat ado para
explicar la prim era sílaba de su ant iguo nom bre Urión, com o si se derivase de ourein, «orinar»,
y no de ouros, la form a hom érica de oros, «m ont aña». Pero un encant am ient o africano
prim it ivo para producir la lluvia, que consist e en orinar en una piel de t oro, puede haber sido
conocido por los griegos; y que Orion era hijo de Posidón, el dios del agua, es una clara
alusión a su poder de producir la lluvia.
6. El nom bre de las Pléyades, de la raíz plei, «navegar». se refiere a su aparición en la
est ación en que se acerca el buen t iem po para navegar. Pero la form a Peleiades de Píndaro,
que significa «bandada de palom as», era quizá la original, puest o que las Híades son
cochinillos. Parece ser que una sépt im a est rella del grupo se ext inguió hacia el final del
segundo m ilenio a. de C. (véase 67.j ) ; pues Higinio ( Fábula 192) dice que Elect ra desapareció
apesadum brada por la dest rucción de la casa de Dárdano. La inút il persecución de las Pléyades
por Orion, que se da en la const elación de Tauro, se refiere a su aparición sobre el horizont e
un poco ant es de la reaparición de Orion.

42.

HELI O

a. Helio, hij o de Eurifesia o Tía, la de oj os de vaca, y el Tit án Hiperión, es herm ano de


Selene y Eos. Despert ado por el cant o del gallo, que le est á consagrado, y anunciado por Eos,
recorre diariam ent e el firm am ent o en su carro t irado por cuat ro caballos desde un palacio
m agnífico en el lej ano orient e, cerca de Cólquide, hast a un palacio igualm ent e m agnífico
sit uado en el lej ano oest e, donde sus caballos desenganchados pacen en las I slas de los
Bienavent urados212 . Navega de vuelt a a su hogar a lo largo del océano que fluye alrededor del
m undo, em barcando su carro y sus caballos en un t ransbordador dorado hecho para él por
Hefest o y duerm e durant e t oda la noche en un cam arot e cóm odo 213 .
b. Helio puede ver t odo lo que sucede en la t ierra, pero no es m uy buen observador; en
una ocasión ni siquiera advirt ió el robo de su ganado sagrado por los com pañeros de Odiseo.
Tiene varios rebaños de ese ganado, cada uno de los cuales se com pone de t rescient as
cincuent a cabezas. Los que est án en Sicilia se hallan a cargo de sus hij as Faet usa y Lam pecia,
pero m ant iene su rebaño m ej or en la isla española de Erit eya214 . Rodas es su dom inio
absolut o. Sucedió que cuando Zeus ot orgaba islas y ciudades a los diversos dioses se olvidó de
incluir a Helio ent re ellos y exclam ó: «¡Ay! , ahora t endré que com enzar t odo de nuevo».

212
Himno homérico a Helios 2 y 9-16; Himno homérico a Atenea 13; Hesíodo: Teogonía 371-4;
Pausanias: v.25.5; Nono: Dionisíacas xii.l; Ovidio: Metamorfosis ii.l y ss. y 106 y ss.; Higinio: Fá-
bula 183; Ateneo: vii.296.
213
Apolodoro: ii.5.10; Ateneo: xi.39.
214
Homero: Odisea xii.323 y 375; Apolodoro: i.6.1; Teócrito: Idilios xxv.130.

106
Los mitos griegos I Robert Graves

—No, señor —le replicó Helio cort ésm ent e—, hoy he observado señales de una nueva isla
que em erge del m ar al sur del Asia Menor. Ya m e cont ent aré con eso.
c. Zeus llam ó a la parca Láquesis para que fuese t est igo de que la nueva isla
pert enecería a Helio215 , y cuando Rodas em ergió claram ent e de las aguas, Helio la reclam ó y
engendró allí siet e hij os y una hij a con la ninfa Rodo. Algunos dicen que Rodas exist ía ant es de
esa época y volvía a em erger de las aguas después de haber sido sum ergida por el gran
diluvio enviado por Zeus. Los t elquines eran sus habit ant es aborígenes y Posidón se enam oró
de uno de ellos, la ninfa Halia, con quien engendró a Rodo y seis hij os. Esos seis hij os
insult aron a Afrodit a cuando pasó de Cit era a Pafos, y ella hizo que enloquecieran; violaron a
su m adre y com et ieron ot ros delit os t an det est ables que Posidón los hundió baj o t ierra y se
convirt ieron en los Dem onios Orient ales. Pero Halia se arroj ó al m ar y fue deificada com o
Leucót ea, aunque la m ism a fábula se relat a de I no, m adre del corint io Melicert es. Los
t elquines, previendo el diluvio, se alej aron por el m ar en t odas direcciones, especialm ent e con
dest ino a Licia, y abandonaron sus derechos sobre Rodas. En consecuencia, la ninfa Rodo
quedó com o la única heredera y los siet e hij os que t uvo con Helio gobernaron la isla después
de su reaparición. Llegaron a ser ast rónom os fam osos y t enían una herm ana llam ada
Elect riona que m urió virgen y ahora se le rinde cult o com o sem idiosa. Uno de ellos, llam ado
Act is, fue dest errado por frat ricidio y huyó a Egipt o, donde fundó la ciudad de Heliópolis y fue
el prim ero que enseñó a los egipcios la ast rología, inspirado por su padre Helio. Los rodios
const ruyeron ent onces el Coloso, de set ent a codos de alt ura, en su honor. Zeus agregó
t am bién a los dom inios de Helio la nueva isla de Sicilia, que había sido un proyect il lanzado en
la guerra con los gigant es.
d. Una m añana Helio cedió a los ruegos de su hij o Faet ont e quien le m olest aba
const ant em ent e pidiéndole perm iso para conducir el carro del Sol. Faet ón t e quería m ost rar a
sus herm anas Prot o y Clím ene que era un m uchacho est upendo; y su cariñosa m adre Rodo
( cuyo nom bre es inseguro porque se la ha llam ado con los nom bres de sus dos hij as y el de
Rodo) le anim ó a hacerlo. Pero com o no era lo bast ant e fuert e com o para frenar la carrera de
los caballos blancos que sus herm anas habían uncido al carro, Faet ont e los conduj o
prim eram ent e a t an gran alt ura sobre la t ierra que t odo el m undo se puso a t em blar, y luego
t an cerca de la t ierra que abrasó los cam pos. Zeus, en un arrebat o de ira, lo m at ó con un rayo
y cayó en el río Po. A sus afligidas herm anas las t ransform ó en álam os que se alzan en sus
orillas y lloran lágrim as de ám bar; o, según dicen algunos, en alisos216 .

1. La subordinación del Sol a la Luna, hast a que Apolo usurpó el puest o de Helio e hizo
de él una deidad int elect ual, es una caract eríst ica not able del m it o griego prim it ivo. Helio no
era ni siquiera un olím pico, sino un sim ple hij o de un Tit án; y, aunque Zeus t om ó luego ciert as
caract eríst icas solares del dios hit it a y corint io Tesup ( véase 67.1) y de ot ros dioses orient ales,
ést as carecían de im port ancia en com paración con su dom inio del t rueno y el rayo. El núm ero
de anim ales vacunos de los rebaños de Helio —la Odisea lo llam a Hiperión (véase 170.t ) — es
un recuerdo de la t ut ela que ej ercía sobre él la Gran Diosa: era el núm ero de días que
abarcaban doce lunaciones com plet as, com o en el año num ano ( Censorino: xx) m enos los
cinco días consagrados a Osiris. I sis. Set , Horus y Neft is. Es t am bién un m últ iplo de los
núm eros lunares cincuent a y siet e. Las llam adas hij as de Helio son en realidad sacerdot isas de
la Luna, pues las reses vacunas son anim ales lunares m ás bien que solares en el m it o europeo
prim it ivo; y la m adre de Helio, la Eurifesia ( véase p. 177) de los oj os de vaca, es la diosa Luna
m ism a. La alegoría de un carro del sol que recorre el firm am ent o t iene caráct er helénico, pero

215
Píndaro: Odas olímpicas vii.54 y ss.
216
Escoliasta sobre Odas olímpicas de Píndaro vi.78; Tzetzes: Millares iv.137; Higinio: Fábulas
52, 152 y 154; Eurípides: Hipólito 737; Apolonio de Rodas: iv.598 y ss.; Luciano: Diálogos de los
Dioses 25; Ovidio: Metamorfosis i.755 y ss.; Virgilio: Églogas vi.62; Diodoro Sículo: v.3; Apolo-
doro: i.4.5.

107
Los mitos griegos I Robert Graves

Nilsson, en su Prim it ive Tim e Reckoning ( 1920) , ha dem ost rado que los cult os de los clanes
ancest rales inclusive de la Grecia clásica, se regulaban por la luna únicam ent e, lo m ism o que
la econom ía agrícola de la Beocia de Hesíodo. Un anillo de oro de Tirint o y ot ro de la Acrópolis
de Micenas prueban que la diosa gobernaba t ant o a la luna com o al sol, que aparecen
colocados sobre su cabeza.
2. En la fábula de Faet ont e, que es ot ro nom bre de Helio (Hom ero: I líada xi.735 y Odisea
v.479) , se ha inj ert ado una fábula inst ruct iva sobre la alegoría del carro, y la m oralej a es que
los padres no deben echar a perder a sus hij os at endiendo los consej os fem eninos. Est a
fábula, sin em bargo, no es t an sim ple com o parece: t iene una im port ancia m ít ica en su
referencia al sacrificio anual de un príncipe real, en el único día calculado com o pert enecient e
al año t errest re y no al sideral, a saber el que seguía al día m ás cort o. El rey sagrado sim ulaba
m orir a la puest a del sol; al m uchacho int errex se le invest ía inm ediat am ent e con sus t ít ulos,
dignidades e im plem ent os sagrados, se casaba con la reina y le m at aban veint icuat ro horas
después; en Tracia le despedazaban m uj eres disfrazadas de caballos (véase 27.d y 130.1) ,
pero en Corint o y en ot ras part es era arrast rado por un car ro del sol t irado por caballos
enloquecidos, hast a que m oría deshecho. I nm ediat am ent e el viej o rey salía de la t um ba donde
había est ado ocult o ( véase 41.1) com o sucesor del m uchacho. Los m it os de Glauco ( véase
71.a) , Pélope (véase 109.j ) e Hipólit o ( «est am pida de caballos»; véase 101.g) , se refieren a
est a cost um bre, que parece haber sido llevada a Babilonia por los hit it as.
3. Los álam os negros est aban consagrados a Hécat e, pero los blancos prom et ían la
resurrección ( véase 31.5 y 134.f) ; por lo t ant o, la t ransform ación de las herm anas de Faet ont e
en álam os indica una isla sepulcral donde un colegio de sacerdot isas oficiaba en el oráculo del
rey t ribal. El que se dij era que se habían t ransform ado t am bién en alisos apoya est a opinión,
pues los alisos bordeaban la Eea ( «lam ent o») de Circe, isla sepulcral sit uada en la part e
superior del Adriát ico, no lej os de la desem bocadura del Po ( Hornero: Odisea v. 64 y 239) . Los
alisos est aban consagrados a Foroneo, el héroe oracular e invent or del fuego ( véase 57.1) . El
valle del Po era el t érm ino m eridional de la rut a de la Edad de Bronce por la que se llevaba el
ám bar, consagrado al Sol, desde el Baldeo hast a el Medit erráneo (véase 148.9) .
4. Rodas era propiedad de la diosa Luna Dánae —llam ada Cam íro, Yálisa y Linda ( véase
60.2)— hast a que fue expulsada por el dios Sol hit it a Tesup, adorado com o t oro ( véase
93.1) .A Dánae se la puede ident ificar con Halla ( «del m ar») , Leucót ea («diosa blanca») y
Elect riona («ám bar») . Los seis hij os y una hij a de Posidón y los siet e hij os de Helio indican una
sem ana de siet e días regida por pot encias planet arias, o Tit anes ( véase 1.3) . Act is no fundó
Heliópolis —Onn o Aunis—, una de las ciudades m ás ant iguas de Egipt o; y la pret ensión de que
enseñó a los egipcios la ast rología es ridícula. Pero después de la guerra de Troya los radios
fueron durant e un t iem po los únicos m ercaderes m arít im os reconocidos por los Faraones y
parecen haber t enido ant iguos vínculos religiosos con Heliópolis, el cent ro del cult o de Ra. El
«Zeus hieropolit ano», que t iene bust os de las siet e pot encias planet arias com o ornam ent os
front ales, puede ser de inspiración radia, com o est at uas análogas encont radas en Tort osa,
España, y en Biblos, Fenicia (véase 1.4) .

43.

LOS HI JOS DE HELENO

a. Heleno, hij o de Deucalión, se casó con Orséis y se est ableció en Tesalia, donde su hij o
m ayor, Éolo, le sucedió217 .
b. El hij o m ás j oven de Heleno, Doro, em igró al m ont e Parnaso, donde fundó la prim era
com unidad doria. El segundo hij o, Jut o, había huido ya a At enas después de ser acusado de
robo por sus herm anos, y allí se casó con Creúsa, hij a de Erect eo, quien le dio a I on y Aqueo.
Por lo t ant o, las cuat ro naciones helenas m ás fam osas, a saber los j onios, eolios, aqueos y

217
Apolodoro: i.7.3.

108
Los mitos griegos I Robert Graves

dorios, descendían de Heleno. Pero Jut o no prosperó en At enas: cuando lo eligieron com o
arbit ro, a la m uert e de Erect eo, sent enció que su cuñado m ayor Cécrope Segundo, era el
legít im o heredero del t rono. Est a decisión result ó im popular y Jut o, dest errado de la ciudad,
m urió en Egialia, ahora Acaya218 .
c. Éolo seduj o a la hij a de Quirón, la profet isa Tía, por algunos llam ada Tet is, que era
com pañera de caza de Art em is. Tía t em ía que Quirón le cast igase severam ent e cuando se
ent erara de su est ado, pero no se at revía a pedir ayuda a Art em is. Sin em bargo, Posidón,
quien deseaba hacer un favor a su am igo Éolo, la t ransform ó t em poralm ent e en una yegua
llam ada Evipe. Cuando parió a su pot rillo, Melanipa, al que m ás t arde t ransform ó en una niña
pequeña, Posidón puso la im agen de Tía ent re las est rellas; ahora se la llam a la const elación
del Caballo. Éolo se hizo cargo de Melanipa, le cam bió el nom bre por el de Arne y la confió a
un t al Desm ont es que, com o no t enía hij os, la adopt ó de buena gana. Quirón no sabía nada de
t odo eso.
d. Posidón seduj o a Arne, a la que vigilaba desde que llegó a la m ayoría de edad, y
Desm ont es, al descubrir que est aba encint a, la cegó, y encerrándola en una t um ba vacía sólo
le daba el pan y el agua necesarios para que conservase la vida. Allí dio a luz dos m ellizos y
Desm ont es ordenó a sus sirvient es que los abandonaran en el m ont e Pelión para que los
devoraran las fieras. Pero un past or icario encont ró y salvó a los m ellizos, uno de los cuales se
parecía t ant o a su abuelo m at erno que recibió el nom bre de Éolo; el ot ro t uvo que cont ent arse
con el nom bre de Beot o.
e. Ent ret ant o Met apont o, rey de I caria, había am enazado con divorciarse de su esposa
est éril Téano si no le daba un heredero dent ro del año. Mient ras él se hallaba ausent e
visit ando un oráculo, ella acudió al past or en busca de ayuda y él le ent regó los expósit os a
quienes, a la vuelt a de Met apont o, ella hizo pasar com o suyos. Post eriorm ent e, dem ost rando
que después de t odo no era est éril, dio a luz dos hij os m ellizos, pero los expósit os, por ser de
ascendencia divina, eran m ucho m ás herm osos que ellos. Com o Met apont o no t enía m ot ivo
alguno para sospechar que Éolo y Beot os no eran hij os suyos, siguieron siendo sus favorit os.
Sint iéndose celosa, Téano esperó a que Met apont o saliera ot ra vez de su casa, est a vez para
hacer un sacrificio en el alt ar de Art em is Met apont ina. Ent onces Téano ordenó a sus propios
hij os que fueran a cazar con sus herm anos m ayores y les dieran m uert e com o por accident e.
Pero el plan de Téano fracasó, porque en la lucha que siguió Posidón acudió en ayuda de sus
hij os. Éolo y Beot o no t ardaron en volver a palacio con los cadáveres de sus at acant es, y
cuando Téano los vio acercarse se m at ó con un cuchillo de caza.
f. Al ver eso, Éolo y Beot o huyeron adonde est aba su padre adopt ivo, el past or, y Posidón
en persona les reveló allí el secret o de su ascendencia. Les ordenó que salvaran a su m adre,
que t odavía languidecía en la t um ba, y m at aran a Desm ont es. Ellos le obedecieron sin vacilar.
Ent onces Posidón devolvió la vist a a Arne y los t res regresaron a I caria. Cuando Met apont o se
ent eró de que Téano le había engañado se casó con Arne y adopt ó form alm ent e a los hij os de
ella com o sus herederos219 .
g. Todo m archó bien durant e algunos años, hast a que Met apont o decidió descart ar a
Arne y volver a casarse. Éolo y Beot o se pusieron de part e de su m adre en la pendencia
subsiguient e y m at aron a Aut olit a, la nueva reina, pero se vieron obligados a renunciar a su
herencia y a huir. Beot o y Arne se refugiaron en el palacio de su abuelo Éolo, quien les legó la
part e m eridional de su reino, al que cam bió el nom bre por el de Arne; los habit ant es se llam an
t odavía beocios. Dos ciudades t esalias, una de las cuales se convirt ió luego en Queronea,
adopt aron t am bién el nom bre de Arne220 .
h. Ent re t ant o, Éolo se había hecho al m ar con algunos am igos y, navegando hacia el
oest e, t om ó posesión de las siet e islas Eolias del Tirreno, donde se hizo fam oso com o
confident e de los dioses y guardián de los vient os. Su residencia est aba en Lípara, isla flot ant e

218
Herodoto: i.56; Pausanias: vii.1.2.
219
Higinio: Fábula 186; Astronomía poética ii.18.
220
Diodoro Sículo: iv.67.6; Pausanias: ix.40.3.

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Los mitos griegos I Robert Graves

llena de riscos, donde est aban encerrados los vient os. Tenía seis hij os y seis hij as de su
esposa Enáret a, y t odos ellos vivían junt os y sat isfechos con su com pañía m ut ua en un palacio
rodeado por una m uralla de bronce. Era la suya una vida de const ant es banquet es, canciones
y diversiones, hast a que un día Éolo descubrió que su hij o m ás j oven, Macareo, había dorm ido
con su herm ana Cánace. Horrorizado, arroj ó el frut o de su am or incest uoso a los perros y
envió a Cánace una espada con la que ella se m at ó obedient em ent e. Pero luego se ent eró de
que sus ot ros hij os e hij as, a quienes nunca se les había advert ido que el incest o ent re los
seres hum anos desagradaba a los dioses, t am bién se habían em parej ado inocent em ent e y se
consideraban m andos y esposas. Com o no deseaba ofender a Zeus, quien considera el incest o
com o una prerrogat iva olím pica, Éolo deshizo esas uniones y ordenó a cuat ro de sus rest ant es
hij os que em igraran. Se m archaron a I t alia y Sicilia, donde cada uno de ellos fundó un reino
fam oso y rivalizaron con su padre en cast idad y j ust icia; sólo el quint o y m ayor de los hij os se
quedó en su casa com o sucesor de Éolo al t rono de Lípara. Pero algunos dicen que Macareo y
Cánace t uvieron una hij a, Anfisa, a quien m ás t arde am ó Apolo221 .
i. Zeus había confinado a los vient os porque t em ía que, si no se los cont rolaba, un día
podían arrasar la t ierra y el m ar y levant arlos al aire, y Éolo se encargó de ellos por deseo de
Hera. Su t area consist ía en dej arlos salir, uno por uno, a su propia discreción o com placiendo
la considerada pet ición de algún dios olím pico. Si se necesit aba algún vendaval, Éolo clavaba
su lanza en el acant ilado y los vient os salían del aguj ero que había hecho hast a que volvía a
cerrarlo. Éolo era t an discret o y capaz que cuando se acercó la hora de su m uert e Zeus no lo
envió al Tárt aro, sino que lo sent ó en un t rono dent ro de la Cueva de los Vient os, donde se
halla t odavía. Hera insist e en que las responsabilidades de Éolo le dan derecho a asist ir a los
banquet es de los dioses, pero los ot ros olím picos, especialm ent e Posidón, quien reclam a com o
de su propiedad el m ar y el aire que hay sobre él, y niega a t odos el derecho a producir
t orm ent as, considera a Éolo com o un int ruso 222 .

1. Los j onios y eolios, las prim eras dos oleadas de helenos pat riarcales que invadieron
Grecia, fueron inducidos por los hélades que vivían ya allí a adorar a la t riple diosa y m odificar
de acuerdo con ello sus cost um bres sociales, convirt iéndose en griegos ( graikoi, «adoradores
de la Diosa Gris o Viej a») . Post eriorm ent e, los aqueos y dorios consiguieron est ablecer el
gobierno pat riarcal y la herencia pat rilineal, y por lo t ant o describían a Aqueo y Doro com o
hij os de la prim era generación de un ant epasado com ún, Heleno, form a m asculina de la diosa
Luna Hele o Helena. La Crónicaparia regist ra que est e cam bio de griegos en helenos se produj o
en 1521 a. de C., fecha que parece bast ant e razonable. Éolo e I on fueron relegados ent onces a
la segunda generación y se los llam ó hij os del ladrón Jut o. Est a era una m anera de censurar la
devoción eolia y j onia a la diosa- Luna orgiást ica Afrodit a, cuya ave sagrada era el xut hos, o
gorrión, y cuyas sacerdot isas no t enían para nada en cuent a la opinión pat riarcal de que las
m uj eres eran propiedad de sus padres y m aridos. Pero Eurípides, com o leal j onio de At enas,
hace a I on herm ano m ayor de Doro y Aqueo, así com o hij o de Apolo (véase 44.a) .
2. La seducción de Melanipa por Posidón, su seducción de Dem ét er, con cabeza de yegua
( véase 16.f) y la seducción de Evipe por Éolo se refieren t odas ellas quizás al m ism o
acont ecim ient o: la t om a por los eolios de los cent ros prehelénicos en que se rendía cult o al
caballo. El m it o del enceguecim ient o y el encarcelam ient o de Am e en una t um ba, donde dio a
luz a los m ellizos Éolo y Beot o, y del subsiguient e abandono de ést os en la m ont aña ent re
fieras, se deduj o, al parecer, de la im agen fam iliar que dio origen a los m it os de Dárue ( véase
73.4) , Ant íope ( véase 76.a) y los dem ás. Una sacerdot isa de la Madre Tierra aparece
agazapada en una t um ba t holus present ando los m ellizos del Año Nuevo a los past ores para
revelarlos en sus Mist erios; las t um bas t holus t ienen siem pre sus ent radas m irando al est e,

221
Ovidio: Heroidas xi; Homero: Odisea x.l y ss.; Higinio: Fábula 238; Plutarco: Vidas parale-
las 28; Diodoro Sículo: v.8; Pausanias: x.38.2.

222
Homero: Odisea loc. cit.; Virgilio: Eneida i.142-5.

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Los mitos griegos I Robert Graves

com o prom et iendo el renacim ient o. A esos past ores se les da inst rucciones para que inform en
que han encont rado a los infant es abandonados en la ladera de la m ont aña, am am ant ados por
algún anim al sagrado: vaca, cerda, cabra, perra o loba. Las fieras de las que se supone que
han sido salvados los m ellizos represent an las t ransform aciones est acionales del rey sagrado
recién nacido ( véase 30.1) .
3. Except o en lo que respect a a los vient os aprisionados y los incest os fam iliares en
Lípara, el rest o del m it o se refiere a las m igraciones t ribales. Los m it ógrafos confunden
com plet am ent e a Éolo, el hij o de Heleno; ot ro Éolo que, para incluir a los eolios ent re los
griegos de la t ercera generación, se dice que era hij o de Jut o; y el t ercer Éolo, niet o del
prim ero.
4. Puest o que los dioses hom éricos no consideraban el incest o de los hij os e hij as de Éolo
de m odo alguno censurable, parecería que él y Enáret a no eran m ort ales y ligados por ello a
las reglas sacerdot ales del parent esco y la afinidad, sino Tit anes; y que sus hij os e hij as eran
las seis parej as rest ant es a cargo de los siet e cuerpos celest es y los siet e días de la sem ana
sagrada ( véase l.d) . Est o explicaría su exist encia privilegiada y sem ej ant e a la de los dioses,
sin problem as de alim ent ación ni de bebida ni de ropa, en un palacio inexpugnable const ruido
en una isla flot ant e, com o Délos ant es del nacim ient o de Apolo ( véase 13.3) . «Macareo»
significa «feliz», com o sólo lo eran los dioses. Quedó a cargo de los m it ógrafos lat inos
hum anizar a Éolo y hacerle ver con seriedad el com port am ient o de su fam ilia; su enm ienda del
m it o les perm it ió explicar la fundación de los reinos eolios en I t alia y Sicilia y —debido a que
«Cánace» significa «ladrido» y a que su hij o fuera arroj ado a los perros— la cost um bre it aliana
de sacrificar cachorros. Al parecer, Ovidio t om ó est a fábula del segundo libro de la Hist oria
Et rusca de Sóst rat o ( Plut arco: Vidas paralelas 28) .
5. Los vient os eran originalm ent e propiedad de Hera y los dioses v arones carecían de
poder sobre ellos; ciert am ent e, en el relat o de Diodoro, Éolo sólo enseña a los isleños el uso
de las velas en la navegación y predice, por señales que ve en el fuego, qué vient os soplarán.
El cont rol de los vient os, considerados com o las ánim as de los m uert os, es uno de los
privilegios que los represent ant es de la diosa Muert e se han m ost rado m ás renuent es a
abandonar; las bruj as de I nglat erra, Escocia y Bret aña t odavía pret endían cont rolar los vient os
y venderlos a los m arineros en una época t an recient e com o los siglos XVI y XVI I . Pero los
dorios habían sido m uy concienzudos: ya en la época de Hornero habían elevado a Éolo, el
ant epasado epónim o de los eolios, a la cat egoría de divinidad secundaria, poniéndole al cargo
de los vient os, sus com pañeros, a expensas de Hera, pues las islas Eolias, que llevan su
nom bre, est án sit uadas en una región not oria por la violencia y la diversidad de sus vient os
( véase 170.g) . Al parecer, est a com ponenda fue acept ada de m ala gana por los sacerdot es de
Zeus y Posidón, quienes se oponían a la creación de nuevos dioses, y sin duda t am bién por los
adoradores conservadores de Hera, que consideraban a los vient os com o propiedad inalienable
de la diosa.

44.

I ON

a. Apolo yació en secret o con Creúsa, hij a de Erect eo y esposa de Jut o, en una cueva
sit uada baj o los Propileos de At enas. Cuando nació su hij o, Apolo se lo llevó m ist eriosam ent e a
Delfos, donde llegó a ser servidor de un t em plo y fue llam ado I on por los sacerdot es. Jut o no
t enía heredero y, t ras m uchas dem oras, fue por fin a pregunt ar al oráculo délfico cóm o podía
conseguir uno. Le sorprendió que le dij eran que la prim era persona que encont raría al salir del
t em plo sería su hij o; ést e era I on, y Jut o llegó a la conclusión de que lo había engendrado con
alguna Ménade en las prom iscuas orgías dionisíacas de Delfos m uchos años ant es. I on no
podía cont radecirle y le reconoció com o padre. Pero Creúsa se sint ió vej ada al descubrir que
Jut o t enía un hij o en t ant o que ella no t enía ninguno, y t rat ó de dar m uert e a I on ofreciéndole
una copa de vino envenenado. Pero I on vert ió prim eram ent e una libación para los dioses y una
palom a descendió para probar el vino derram ado. La palom a m urió y Creúsa corrió a

111
Los mitos griegos I Robert Graves

refugiarse en el alt ar de Apolo. Cuando el vengat ivo I on t rat ó de arrast rarla afuera int ervino la
sacerdot isa y le explicó que él era hij o de Creúsa y de Apolo, pero que no se debía desengañar
a Jut o en la creencia de que él lo había engendrado con una Ménade. Luego se prom et ió a Jut o
que engendraría con Creúsa a Doro y Aqueo.
b. Más t arde I on se caso con Hélice, hij a de Selino, rey de Egíalo, a quien sucedió en el
t rono; y cuando m urió Erect eo fue elegido rey de At enas. Las cuat ro clases profesionales de
At enas —labradores, art esanos, sacerdot es y soldados— llevan los nom bres de los hij os que
t uvo con Hélice223 .

1. Est e m it o t eat ral t iene por finalidad j ust ificar la ant igüedad de los j onios respect o de
los dorios y aqueos ( véase 43.1) y t am bién concederles la ascendencia divina de Apolo. Pero
Creúsa en la cueva es quizá la diosa que present a el infant e, o los infant es, del Año Nuevo
( véase 43.2) a un past or, gom ada equivocadam ent e por Apolo con vest im ent a past oril. Hélice,
el sauce, era el árbol del quint o m es, consagrado a la Triple Musa, cuya sacerdot isa lo ut ilizaba
en t odas las clases de hechicería y de m agia acuát ica ( véase.28.5) ; los j onios parecen
habérsele subordinado volunt ariam ent e.

45.

ALCI ONE Y CEI CE

a. Alcíone era hij a de Éolo, guardián de los vient os, y Egialea. Se casó con Ceice de
Traquis, hij o del Lucero del Alba, y fueron t an felices con su m ut ua com pañía que ella se
at revió a llam arse a sí m ism a Hera y a su esposo, Zeus. Est o, com o es nat ural, m olest ó a los
olím picos Zeus y Hera, quienes desencadenaron una t orm ent a sobre el barco en el que viaj aba
Ceice para consult ar con un oráculo y le ahogaron. Su ánim a se apareció a Alcione, quien, m uy
cont ra su volunt ad, se había quedado en Traquis y en consecuencia, enloquecida por la pena,
se arroj ó al m ar. Algún dios com pasivo los t ransform ó a am bos en m art ín pescadores.
b. Ahora, cada invierno, la m art ín pescadora lleva a su m acho m uert o con grandes
lam ent os a su ent ierro y luego const ruye un nido m uy com pact o con las espinas de la ort iga de
m ar, lo lanza al m ar, pone sus huevos en él y em polla sus polluelos. Hace t odo eso en los Días
del Alción, o sea, los siet e que preceden al solst icio invernal y los siet e que le siguen, m ient ras
Éolo prohibe a sus vient os que agit en las aguas.
c. Pero algunos dicen que Ceice se t ransform ó en una gaviot a224 .

1. La leyenda del nido del alción o m art ín pescador ( que no t iene fundam ent o en la
hist oria nat ural, pues el alción no const ruye nido de ninguna clase, sino que pone los huevos
en aguj eros a la orilla del agua) sólo puede referirse al nacim ient o del nuevo rey sagrado en el
solst icio de invierno, después de que la reina, que represent a a su m adre, la diosa Luna, ha
conducido el cadáver del rey viej o a una isla sepulcral. Pero com o el solst icio de invierno no

223
Pausanias: vii.1.2; Eurípides: Ion; Estrabón: viii.7.1; Conon: Narraciones 27.
224
Apolodoro: 1.7.3; Escoliasta sobre Las aves de Aristófanes 250; Escoliasta y Eustacio sobre
la Ilíada de Homero ix.562; Plinio: Historia natural x.47; Higinio: Fábula 65; Ovidio: Metamorfo-
sis xi.410-748; Luciano: Alción i.; Plutarco: ¿Qué animales son los más cautos? 35.

112
Los mitos griegos I Robert Graves

siem pre coincide con la m ism a fase de la luna, debe ent enderse «cada año» com o «cada Gran
Año» de cien lunaciones, al t érm ino del cual el t iem po solar y el lunar sincronizaban
aproxim adam ent e y t erm inaba el período del rey sagrado.
2. Hom ero relaciona el alción con Alcíone ( véase 80.d) , t ít ulo de Cleopat ra, la esposa de
Meleagro ( I líada ix-562) y con una hij a de Éolo, guardián de los vient os ( véase 43.h) . Halcyon
no puede significar, por lo t ant o, hal- cyon, «perro m arino», com o se supone habit ualm ent e,
sino que debe corresponder a alcy- one, «la reina que evit a el m al». Confirm a est a derivación
el m it o de Alcione y Ceice, y la form a en que son cast igados por Zeus y Hera, La part e de la
leyenda referent e a la gaviot a no exige que se insist a en ella, aunque est a ave, que em it e un
grit o quejum broso, est aba consagrada a la diosa del Mar, Afrodit a, o Leucót ea (véase 170.y) ,
com o el alción de Chipre ( véase 160.g) . Parece que a fines del segundo m ilenio a. de C. los
navegant es eolios, que habían, accedido a adorar a la diosa Luna pre- helénica com o su
ant epasada y prot ect ora divina, se hicieron t ribut arios de los aqueos adoradores de Zeus y se
vieron obligados a acept ar la religión olím pica. «Zeus», que según Johannes Tzet zes
( Ant ehom érica 102 y ss. y Milenios i.474) , había sido hast a ent onces un t ít ulo ost ent ado por
reyezuelos ( véase 68.1) , quedó reservado en adelant e para el Padre del Cielo únicam ent e.
Pero en Cret a la ant igua t radición m íst ica de que Zeus nacía y m oría anualm ent e se m ant uvo
hast a la época crist iana, y se m ost raban t um bas de Zeus en Cnosos, el m ont e I da y el m ont e
Dict e, cada uno de ellos cent ro de un cult o diferent e. Calím aco est aba escandalizado y en su
Him no a Zeus escribió: «Los cret enses son siem pre m ent irosos. Han llegado incluso a const ruir
t u t um ba, ¡oh, señor! Pero t ú no has m uert o, porque t ú vives et ernam ent e». Se cit a est o en
Tit o i.12 (véase 7.6) .
3. Plinio, quien describe det alladam ent e el supuest o nido del alción —al parecer el zoófit o
llam ado halcyoneum por Linneo— inform a que al alción se le ve raras veces, sólo en los dos
solst icios y cuando se ponen las Pléyades. Est o prueba que fue originalm ent e una
m anifest ación de la diosa Luna, que era alt ernat ivam ent e la Diosa de la Vida- en-la- Muert e en
el solst icio invernal, y de la Muert e- en- Vida en el solst icio est ival, y que cada Gran Año, a
com ienzos de noviem bre, cuando se ponen las Pléyades, envía al rey sagrado su cit a para la
m uert e.
4. Ot ra Alcíone m ás, hij a de Pléyone ( «reina navegant e») y At lant e, era la guía de las
siet e Pléyades ( véase 39.d) . El ort o bellaco de las Pléyades en m ayo iniciaba el año de la
navegación; su ocaso indicaba su fin, cuando ( com o observa Plinio en un pasaj e sobre el
alción) sopla un vient o nort e not ablem ent e frío. Las circunst ancias de la m uert e de Ceice
m uest ran que los eolios, que eran navegant es fam osos, adoraban a la diosa com o «Alcíone»
porque los prot egía de los arrecifes y el m al t iem po. Zeus hundió con un rayo el barco de Ceice
a despecho de los poderes de la diosa. Sin em bargo, a alción se le at ribuía t odavía el poder
m ágico de apaciguar las t orm ent as; y su cuerpo, cuando est aba seco, se ut ilizaba com o
t alism án cont ra los rayos de Zeus, probablem ent e basándose en que allí donde golpea no
vuelve a golpear. El Medit erráneo t iene t endencia a la calm a en el solst icio de invierno.

46.

TEREO

a. Tereo, hij o de Ares, gobernó a los t racios que ent onces ocupaban la Dáulide fócida —
aunque algunos dicen que era rey de Pagas225 — y, habiendo act uado com o m ediador en una
disput a front eriza en nom bre de Pandión, rey de At enas y padre de los m ellizos But es y
Erect eo, se casó con su herm ana Procne, quien le dio un hij o, I t is.
b. Desgraciadam ent e Tereo, encant ado con la voz de la herm ana m ás j oven de Pandión,
Filom ela, se enam oró de ella; un año después ocult ó a Procne en una cabaña rúst ica cerca de
su palacio de Dáulide y anunció su m uert e a Pandión, quien dio el pésam e a Tereo, le ofreció

225
Apolodoro: iii.14.8; Tucídides: ii.29; Estrabón: ix.3.13; Pausanias: i.41.8.

113
Los mitos griegos I Robert Graves

generosam ent e a Filom ela para que ocupase el lugar de Procne, haciéndola acom pañar por
guardias at enienses cuando fue a Dáulide para la boda. Tereo asesinó a los guardias y cuando
Filom ela llegó al palacio ya la había obligado a acost arse con él. Procne no t ardó en ent erarse
de lo sucedido, pero, com o m edida de precaución, Tereo le cort ó la lengua y la encerró en las
habit aciones de las esclavas, donde sólo pudo com unicarse con Filom ela t ej iendo un m ensaj e
secret o en un vest ido nupcial dest inado a ella. Decía sencillam ent e: «Procne est á ent re las
esclavas».
c. Ent re t ant o, un oráculo había advert ido a Tereo que I t is m oriría a m anos de un
parient e consanguíneo y, sospechando que su herm ano Driant e t ram aba un plan con asesinat o
para apoderarse del t rono, lo m at ó inesperadam ent e con un hacha. Ese m ism o día Filom ela
leyó el m ensaj e t ej ido en el vest ido. Corrió a las habit aciones de las esclavas, encont ró una de
las habit aciones cerrada, derribó la puert a y puso en libert ad a Procne, que charlaba
inint eligiblem ent e y corría describiendo círculos.
—¡Oh, quien pudiera vengarse de Tereo, que decía que habías m uert o y m e seduj o! —
gim ió Filom ela, horrorizada.
Com o Procne no t enía lengua, no podía cont est ar, pero salió de allí, se apoderó de su
hij o I t is, lo m at ó, lo dest ripó y lo hirvió en un caldero de cobre para que lo com iera Tereo a su
regreso.
d. Cuando Tereo com prendió qué carne había com ido, t om ó el hacha con la que había
m at ado a Driant e y persiguió a las dos herm anas m ient ras huían del palacio. No t ardó en
alcanzarlas y est aba a punt o de com et er un doble asesinat o cuando los dioses t ransform aron a
los t res en páj aro; Procne se convirt ió en golondrina, Filom ena en ruiseñor y Tereo en abubilla.
Y los focios dicen que ninguna golondrina se at reve a anidar en Dáulide o sus alrededores, y
que ningún ruiseñor cant a por t em or a Tereo. Pero la golondrina, com o carece de lengua, grit a
y vuela describiendo círculos, en t ant o que la abubilla revolot ea persiguiéndola y grit ando
«¿Pou? ¿Pou?» ( ¿Dónde, dónde?) . Mient ras t ant o el ruiseñor se ret ira a At enas, donde llora sin
cesar por I t is, cuya m uert e causó inadvert idam ent e cant ando «¡I t u! ¡I t u! » 226 .
e. Pero algunos dicen que Tereo se t ransform ó en halcón 227 .

1. Est a novela ext ravagant e parece haber sido invent ada para explicar una serie de
pint uras m urales t racio- pelasgas que encont raron los invasores focios en un t em plo de Dáulide
( «velludo») y. que ilust raban diferent es m ét odos de profecía en uso en la localidad.
2. La cort adura de la lengua de Procne es una t ergiversación de una escena en que
aparece una sacerdot isa en arrobam ient o profét ico provocado por la m ast icación de hoj as de
laurel; t iene el rost ro cont orsionado por el éxt asis y no el dolor, y la lengua que parece haber
sido cort ada es en realidad una hoj a de laurel que le ent rega el sacerdot e encargado de
int erpret ar sus desvariados balbuceos. El t ejido de las let ras en la rúnica nupcial t ergiversa
ot ra escena: una sacerdot isa ha arroj ado un puñado de palillos oraculares en un paño blanco,
a la m anera celt a descrit a por Tácit o (Germ ania x) , o a la m anera escit a descrit a por Herodot o
( iv.67) ; los palillos form an let ras que ella se dispone a leer. En la supuest a escena en que
Tereo com e a I t is, una sacerdot isa del cult o del sauce exam ina para hacer sus augurios las
ent rañas de un niño sacrificado en beneficio del rey. La escena de Tereo y el oráculo
probablem ent e lo m ost raba dorm ido sobre una piel de ovej a en un t em plo y recibiendo en
sueños una revelación (véase 5l.g) ; los griegos no habrían int erpret ado eso equivocadam ent e.
La del asesinat o de Driant e probablem ent e represent aba un roble y sacerdot es haciendo
agüeros baj o él, a la m anera druida, por el m odo en que un hom bre caía cuando m oría. La

226
Apolodoro: iii.14.8; Nono; Dionisíacas iv.320; Pausanias: i.5.4: i.41.8 y x.4.6; Higinio: Fábu-
la 45; Fragmentos del Tereo de Sófocles; Eustacio sobre la Odisea de Homero xix.418; Ovidio:
Metamorfosis vi.426-674; Primer Mitógrafo Vaticano 217.
227
Higinio: Fábula 45.

114
Los mitos griegos I Robert Graves

t ransform ación de Procne en una golondrina debió deducirse de una escena en que aparecía
una sacerdot isa con una t única em plum ada haciendo augurios por el vuelo de una golondrina;
la t ransform ación de Filom ela en un ruiseñor y la de Tereo en una abubilla parecen el result ado
de análogas int erpret aciones equivocadas. El nom bre de Tereo, que significa «vigilant e»,
indica que un augur varón figuraba en la pint ura de la abubilla.
3. Se pueden suponer ot ras dos escenas: un héroe oracular con cola de serpient e que
recibe sacrificios de sangre; y un j oven que consult a a un oráculo abej a. Est os son,
respect ivam ent e, Erect eo y But es ( véase 47.1) , que era el apicult or m ás fam oso de la
ant igüedad, los herm anos de Procne y Filom ela. Su m adre era Zeuxipe, «la que unce
caballos», sin duda una Dem ét er con cabeza de yegua.
4. Todos los m it ógrafos m enos Higinio dicen que Procne se t ransform ó en ruiseñor y
Filom ela en golondrina; pero ést a es una t ent at iva t orpe de rect ificar un error com et ido por
algún poet a ant erior: que Tereo cort ó la lengua de Filom ela y no la de Procne. La abubilla es
un páj aro regio porque t iene una crest a de plum as, y es part icularm ent e apropiado para la
fíbula de Terco porque sus nidos son not orios por su hedor. Según el Corán, la abubilla
com unicó a Salom ón secret os profét icos.
5. Dáulide, luego llam ada Fócide, parece haber sido el cent ro de un cult o de las aves.
Foco, el fundador epónim o del nuevo est ado, era llam ado el hij o de Ornit ión ( «páj aro de la
luna»; véase 81.b) y un rey post erior se llam aba Jut o ( «gorrión»; véase 43.l) . Higinio inform a
que Terco se convirt ió en halcón, ave regia de Egipt o, Tracia y el noroest e de Europa.

47.

ERECTEO Y EUMOLPO

a. El rey Pandión m urió prem at uram ent e de pesar cuando supo lo que le había
acont ecido a Procne, Filom ela e I t is. Sus hij os m ellizos com part ieron la herencia: Erect eo fue
rey de At enas y But es sirvió com o sacerdot e de At enea y Posidón 228 .
b. De su esposa Praxít ea t uvo Erect eo cuat ro hij os, ent re ellos su sucesor, Cécrope y
siet e hij as: Prot ogenia, Pandora, Procris, esposa de Céfalo; Creúsa, Orit ia, Ct onia, quien se
casó con su t ío But es, y Ot ionia, la m enor 229 .
c. Ahora bien, Posidón am aba secret am ent e a Quione, hij a de Orit ia y Bóreas. Ella le dio
un hij o, Eum olpo, pero lo arroj ó al m ar para que Bóreas no se irrit ase. Posidón cuidó de
Eum olpo y lo llevó a las cost as de Et iopía, donde se crió en la casa de Bent esicim e, su
herm anast ra por su unión con la diosa del m ar Anfit rit e. Cuando Eum olpo llegó a la m ayoría de
edad, Bent esicim e le casó con una de sus hijas, pero él se enam oró de ot ra de ellas y en
consecuencia ella le dest erró a la Tracia, donde él conspiró cont ra su prot ect or, el rey Tegirio,
y se vio obligado a refugiarse en Eleusis. Allí se enm endó y se hizo sacerdot e de los Mist erios
de Dem ét er y Perséfone, en los que luego inició a Heracles y al m ism o t iem po le enseñó a
cant ar y t ocar la lira. Eum olpo t ocaba m uy hábilm ent e la lira y t am bién obt uvo la vict oria en el
cert am en de flaut a que se realizó con m ot ivo de los j uegos fúnebres de Pelias. Las
sacerdot isas de Eleusis com pañeras suyas eran las hij as de Celeo; y su conocida piedad le
conquist ó por fin el perdón del m oribundo rey Tegirio, quien le legó el t rono de Tracia230 .

228
Ovidio: Metamorfosis vi.675 y ss.; Apolodoro: ii.15.1.
229
Ovidio: loc. cit.; Suidas sub Parthenoi; Apolodoro: loe. cit.; Higinio: Fábula 46.
230
Plutarco: Sobre el destierro 17; Apolodoro: ii.5.12; Teócrito: Idilios xxiv.110; Higinio: Fábu-
la 273; Pausanias: i.38.3.

115
Los mitos griegos I Robert Graves

d. Cuando est alló la guerra ent re At enas y Eleusis, Eum olpo conduj o una gran fuerza de
t racios en ayuda de los eleusinos y reclam ó el t rono del Át ica en nom bre de su padre Posidón.
Los at enienses se alarm aron m ucho, y cuando Erect eo consult ó un oráculo, ést e le dij o que
debía sacrificar a su hij a m enor, Ot ionia, a At enea si aspiraba a la vict oria. Ot ionia fue
conducida volunt ariam ent e al alt ar, después de lo cual sus dos herm anas m ayores, Prot ogenia
y Pandora, t am bién se m at aron, pues habían jurado que si una de ellas m oría violent am ent e
ellas m orirían t am bién 231 .
e. En la bat alla que siguió, I on llevó a los at enienses a la vict oria y Erect eo m at ó a
Eum olpo cuando huía. Posidón apeló a su herm ano Zeus para que le vengara y ést e
inm ediat am ent e dio m uert e a Erect eo con un rayo; pero algunos dicen que Posidón lo derribó
con un golpe de t rident e en Macras, donde la t ierra se abrió para recibirlo.
f. De acuerdo con las condiciones de paz n que se llegó ent onces, los eleusinos se
convirt ieron en súbdit os de los at enienses en t odo, m enos en el m anej o de sus Mist erios. A
Eum olpo le sucedió com o sacerdot e su hij o m enor Cérice, cuyos descendient es t odavía gozan
de grandes privilegios heredit arios en Eleusis232 .
g. I on reinó después de Erect eo, y, a causa del aut o- sacrificio de sus t res hij as, t odavía
se le hacen libaciones sin vino 233 .

1. El m it o de Erect eo y Eum olpo se refiere a la subyugación de Eleusis por At enas y al


origen t racio-libio de los Mist erios eleusinos. Tam bién ent ra en la fábula un cult o at eniense de
la Abej a- ninfa orgiást ica del solst icio de verano, pues Buces est á asociado en el m it o griego
con un cult o de la abej a en el m ont e Erix ( véase 154.d); y su herm ano m ellizo Erect eo («el
que se precipit a sobre el brezo», m ás bien que «rom pedor») es el m arido de la «Diosa Act iva»,
la Reina- abej a. El nom bre del rey Tegirio de Tracia, cuyo reinado heredó el bisniet o de
Erect eo, const it uye ot ra asociación con las abej as, pues significa «prot ect or de colm enas».
At enas era fam osa por su m iel.
2. Las t res nobles hij as de Erect eo, com o las t res hij as de su ant ecesor Cécrope, son la
Triple Diosa pelasga, a la que se hacían libaciones en las ocasiones solem nes: Ot ionia ( «con
las orej eras») , de la que se dice que fue elegida para sacrificarla a At enea, es evident em ent e
la diosa Lechuza, o sea At enea m ism a; Prot ogenia, la creadora Eurínom e (véase 1.1) ; y
Pandora la diosa Tierra, Rea ( véase 39.8) . En la t ransición del m at riarcado al pat riarcado
algunas sacerdot isas de At enea pueden haber sido sacrificadas a Posidón ( véase 121.3) .
3. El t rident e de Posidón y el rayo de Zeus eran originalm ent e la m ism a arm a, la sagrada
labrys, o hacha doble, pero se dist inguieron la una de la ot ra cuando Posidón se convirt ió en
dios del m ar y Zeus reclam ó para sí el derecho exclusivo al rayo ( véase 7.7) .
4. But es, que se alist ó ent re los Argonaut as ( véase 148.1) , no pert enecía realm ent e a la
fam ilia erect eida, pero sus descendient es, los but eidas de At enas, se int roduj eron por la fuerza
en la sociedad at eniense y en el siglo vi ret enían los sacerdocios de At enea Folias y de Posidón
Erect eo —ést e era una fusión del Posidón helénico con el ant iguo héroe pelasgo— com o una
herencia fam iliar ( Pausanias: i.26.6) , y parecen haber alt erado el m it o en conform idad, com o
alt eraron t am bién el m it o de Teseo ( véase 95 J) . Com binaron al But es át ico con su
ant epasado, el hij o t racio de Bóreas, que había colonizado Naxos y violado a Corónide ( véase
50.5) , la princesa lapit a en una incursión en Tesalia ( Diodoro Sículo: v.50) .

48.

231
Apolodoro: iii.15.4; Higinio: Fábula 46; Suidas: loc. cit.
232
Pausanias: vii.1.2 y i.38.3; Eurípides: Ion 277 y ss.
233
Escoliasta sobre Edipo en Colona de Sófocles 100.

116
Los mitos griegos I Robert Graves

BÓREAS

a. Orit ía, hij a de Erect eo, rey de At enas, y su esposa Praxít ea, est aba un día bailando
j unt o al río I liso cuando Bóreas, hij o de Ast reo y de Eos, y herm ano de los Vient os del Sur y
del Oest e, la llevó a una roca sit uada cerca del río Ergines, y allí, envuelt o en un m ant o de
nubes negras, la violó234 .
b. Bóreas am aba desde hacía m ucho t iem po a Orit ía y había solicit ado repet idam ent e su
m ano, pero Erect eo lo rechazaba con vanas prom esas, hast a que al fin, quej ándose de que
había perdido dem asiado t iem po en palabras, Bóreas recurrió a su violencia nat ural. Sin
em bargo, algunos dicen que Orit ía llevaba un cest o en la procesión anual de las Tesm oforias
que asciende por la ladera de la Acrópolis hast a el t em plo de At enea Folias, cuando Bóreas la
t om ó baj o sus alas at ezadas y se la llevó sin que lo viera la m ult it ud circundant e.
c. La llevó a la ciudad de los cicones t racios, donde la hizo su esposa, y ella le dio dos
hij os m ellizos, Calais y Zet es, a los que les salieron alas cuando llegaron a la edad viril;
t am bién le dio dos hij as, Quíone, quien dio Eum olpo a Posidón, y Cleopat ra, quien se casó con
el rey Fineo, la víct im a de las Harpías235 .
d. Bóreas t iene en vez de pies colas de serpient e y habit a en una cueva del m ont e Hem o,
en cuyos siet e huecos t iene Ares sus caballos; pero se halla t am bién en su elem ent o j unt o al
río Est rim ón 236 .
e. En una ocasión, disfrazado com o un sem ent al de crin negra, cubrió a doce de las t res
m il yeguas pert enecient es a Erict onio, hij o de Dárdano, que solían pacer en las praderas
húm edas sit uadas j unt o al río Escam andro. De esa unión nacieron doce pot rancas, que podían
correr sobre espigas de t rigo m aduras sin doblarlas y sobre las crest as de las olas237 .
f. Los at enienses consideraban a Bóreas com o su cuñado y, habiéndole invocado en una
ocasión con buen éxit o para que dest ruyera la flot a de Jerj es, le const ruyeron un herm oso
t em plo en la orilla del I lisos238 .

1. El Bóreas de cola de serpient e, el Vient o Nort e, era ot ro nom bre del dem iurgo Orion
que bailó con Eurínom e, u Orit ía, Diosa de la Creación ( véase l.a) , y la dej ó encint a. Pero lo
que Orion era para Eurínom e, o Bóreas para Orit ía, eso era Erect eo para la At enea original; y
At enea Folias ( «de la ciudad») , para quien bailó Orit ía, puede haber sido At enea Folias —
At enea la Pot ranca—, diosa del cult o del caballo local y am ada por Bóreas- Erect eo, quien así
se convirt ió en cuñado de los at enienses. El cult o de Bóreas parece haber t enido su origen en
Libia. Debe recordarse que Herm es, enam orado de la predecesora de Orit ía, Herse, cuando
ést a llevaba un cest o sagrado en una procesión análoga a la Acrópolis, la violó sin incurrir en el
desagrado de At enea. Las Tesm oforias parecen haber sido en un t iem po un fest ival orgiást ico
en el que las sacerdot isas se prost it uían públicam ent e com o un m edio para fert ilizar los
sem brados ( véase 24.1) . Los cest os cont enían obj et os fálicos ( véase 25.4) .

234
Apolodoro: iii.15.1-2; Apolonio de Rodas: i.212 y ss.
235
Ovidio: Metamorfosis vi.677 y ss.; Escoliasta sobre la Odisea de Homero xiv.533; Apolodo-
ro: iii.15.3.
236
Pausanias v.19.1; Calímaco: Himno a Ártemisa 114 e Himno a Délos 26 y 63-5.
237
Homero: Ilíada xx.219 y ss.
238
Herodoto: vii.189.

117
Los mitos griegos I Robert Graves

2. Una t eoría prim it iva de que los niños eran reencarnaciones de los ant epasados
difunt os que se int roducían en las m at rices de las m uj eres com o súbit as r áfagas de vient o,
subsist ía en el cult o erót ico de la diosa Yegua, y la aut oridad de Hom ero pesaba lo suficient e
para que los rom anos cult os siguieran creyendo, con Plinio, que las yeguas españolas podían
concebir volviendo sus cuart os t raseros al vient o ( Plinio: Hist oria nat ural iv.35 y viii.67) .
Varrón y Colum ela m encionan el m ism o fenóm eno, y Lact ancio, a fines del siglo I I I d. de C.,
hace de él una analogía de la fecundación de la Virgen por el Espírit u Sant o.
3. Bóreas sopla en el invierno desde la cor dillera del Hem o y el Est rim ón y, cuando llega
la prim avera con sus flores parece haber fecundado t odo el t errit orio del Át ica; pero com o no
puede soplar hacia at rás, el m it o de la violación de Orit ía regist ra t am bién, al parecer, la
difusión del cult o del Vient o Nort e desde At enas hast a Tracia. Desde Tracia, o direct am ent e
desde At enas, llegó a Tróade, donde el propiet ario de las t res m il yeguas era Erict onio,
sinónim o de Erect eo ( véase 158.g) . Las doce pot rancas servirían para t irar de t res carros de
cuat ro caballos, uno por cada una de la t ríada anual: Prim avera, Verano y Ot oño. El m ont e
Hem o era una guarida del m onst ruo Tifón (véase 36.e) .
4. Sócrat es, quien no com prendía los m it os, no capt a el significado de la violación de
Orit ía; sugiere que una princesa de ese nom bre que j ugaba en los riscos cerca del I lisos o en
la colina de Ares, fue arroj ada por el vient o accident alm ent e al precipicio y m urió ( Plat ón:
Fedro vi.229b) . El cult o de Bóreas había sido rest ablecido recient em ent e en At enas para
conm em orar su dest rucción de la flot a persa ( Herodot o: vii. 189) . Tam bién ayudó a los
m egalopolit anos cont ra los espart anos y m ereció por part e de aquéllos sacrificios anuales
( Pausanias: viii.36.3) .

49.

ALOPE

a. El rey arcadio Cerción, hij o de Hefest o, t enía una herm osa hij a, Alope, que fue
seducida por Posidón y, sin conocim ient o de su padre, dio a luz un hij o al que por orden suya
abandonó una nodriza en la m ont aña. Un past or lo encont ró cuando lo am am ant aba una yegua
y lo llevó a los rediles, donde su rica t única despert ó gran int erés. Ot ro past or se ofreció a criar
al niño, pero insist ió en quedarse t am bién con la t única, com o prueba del noble nacim ient o del
niño. Los dos past ores com enzaron a disput ar y habría habido un hom icidio si sus com pañeros
no los hubieran llevado ant e el rey Cerción. Cerción pidió la t única disput ada y cuando se la
llevaron reconoció que había sido cort ada de un vest ido pert enecient e a su hij a. La nodriza se
asust ó y confesó su part icipación en el asunt o; Cerción ordenó inm ediat am ent e que
em paredaran a Álope y volvieran a abandonar al niño en la m ont aña. De nuevo le am am ant ó
la yegua y est a vez lo encont ró el segundo past or, el cual, convencido ahora de su ascendencia
regia, lo llevó a su cabaña y le llam ó Hipot oont e239 .
b. Cuando Teseo m at ó a Cerción puso a Hipot oont e en el t rono de Arcadia. Ent ret ant o
Alope había m uert o en la prisión y la ent erraron j unt o al cam ino que va de Eleusis a Mégara,
cerca del cam po de lucha de Cerción. Pero Posidón t ransform ó su cuerpo en una fuent e
llam ada Álope240 .

1. Est e m it o sigue un m odelo conocido ( véase 43.c, 68.d, 105.a, et c.) , con excepción de
que Hipot oont e es abandonado dos veces y en la prim era ocasión los past ores llegaron a las

239
Higinio: Fábulas 38 y 187.
240
Pausanias: i.39.3; Aristófanes: Las aves 533; Higinio: Fábula 187.

118
Los mitos griegos I Robert Graves

m anos. La anom alía se debe quizás a una m ala int erpret ación de una serie de pint uras que
m ost raban a los m ellizos regios encont rados por past ores y a esos m ism os m ellizos
peleándose al llegar a la edad viril, com o Pelias y Neleo ( véase 68.f) , Prot eo y Acrisio ( véase
73.a) o Et eocles y Polinices ( véase 106.b) .
2. Alope es la diosa Luna com o la zorra que dio su nom bre a la ciudad de Álope en
Tesalia ( Ferécides, cit ado por Est éfano de Bizancio sub Álope) ; la zorra era t am bién el
em blem a de Mésenia (véase 89.8 y 146.6) . El m it ógrafo se equivoca probablem ent e al decir
que la t única que llevaba Hipoot ont e est aba cort ada del vest ido de Álope; debe haber sido el
pañal en el que est aban t ej idas las m arcas de su clan y fam ilia (véase 10.1 y 60.2) .

50.

ASCLEPI O

a. Corónide, hij a de Flegias, rey de los lapit as y herm ano de I xión, vivía en las orillas del
lago Beobes, en Tesalia, en el que solía lavarse los pies241 .
b. Apolo se hizo su am ant e y dej ó un cuervo de plum as blancas com o la nieve para que
la guardara m ient ras él iba a Delfos para at ender sus asunt os. Pero Corónide abrigaba desde
hacía largo t iem po una pasión secret a por I squis, el hij o arcadio de Elat o, y le adm it ió en su
lecho, aunque Apolo la había dej ado ya encint a. I ncluso ant es de que el excit ado cuervo
part iera para Delfos para inform ar acerca del escándalo y ser elogiado por su vigilancia, Apolo
ya había adivinado la infidelidad de Corónide y en consecuencia m aldij o al cuervo por no
haberle sacado los oj os a I squis cuando se acercó a Corónide. Esa m aldición hizo que el cuervo
se volviera negro y desde ent onces t odos sus descendient es han sido negros242 .
c. Cuando Apolo se quej ó a su herm ana Árt em is del insult o que le habían hecho, ella le
vengó disparando t odas las flechas de un carcaj cont ra Corónide. Después, al cont em plar el
cadáver, Apolo sint ió un rem ordim ient o súbit o, pero ya no podía devolverle la vida. Su ánim a
había descendido al Tárt aro, su cadáver est aba colocado en la pira fúnebre, vert ían sobre él los
últ im os perfum es y ya habían encendido el fuego ant es de que Apolo recobrara su presencia
de ánim o. Ent onces hizo una seña a Herm es, quien a la luz de las llam as sacó al niño t odavía
vivo de la m at riz de Corónide243 . Era un varón, al que Apolo puso el nom bre de Asclepio y llevó
a la cueva del cent auro Quirón, donde aprendió las art es de la m edicina y de la caza. En
cuant o a I squis, llam ado t am bién Quilo, algunos dicen que lo m at ó Zeus con un rayo, y ot ros
que lo derribó de un disparo el m ism o Apolo244 .
d. Los epidaurios, sin em bargo, dan una versión m uy diferent e. Dicen que el padre de
Corónide, Flegias, quien fundó la ciudad del m ism o nom bre, donde reunió a t odos los m ej ores
guerreros de Grecia y vivió haciendo incursiones, fue a Epidauro para reconocer el t errit orio y
el núm ero de sus habit ant es; y que su hij a Corónide, quien, sin que lo supiera él, est aba
encint a por Apolo, fue t am bién allá. En el sant uario de Apolo en Epidauro, con ayuda de
Art em is y de las Parcas, Corónide dio a luz un niño, al que inm ediat am ent e abandonó en el
m ont e Tit ión, ahora fam oso por las virt udes m edicinales de sus plant as. Allí, Arest anas, un
cabrero, observando que su perra y una de sus cabras ya no est aban con él, salió en su busca
y las encont ró t urnándose para am am ant ar a un niño. Est aba a punt o de levant ar al niño

241
Estrabón: ix.52 y xiv.1.40.
242
Pausanias: ii.26.5; Píndaro: Odas píticas iii.25 y ss.; Apolodoro: iii.10.3.
243
Píndaro: Odas píticas iii.8 y ss.; Pausanias loc. cit.; Higinio: Fábula 202; Ovidio: Metamorfo-
sis ii.612 y ss.
244
Apolodoro: iii.10.3; Higinio: loc. cit. y Astronomía poética ii.40.

119
Los mitos griegos I Robert Graves

cuando una luz brillant e a su alrededor lo det uvo. Poco dispuest o a int ervenir en un m ist erio
divino, se ret iró piadosam ent e, dej ando así a Asclepio baj o la prot ección de su padre Apolo 245 .
e. Asclepio, dicen los epidaurios, aprendió el art e de la curación t ant o de Apolo com o de
Quirón. Llegó a ser t an hábil en la cirugía y en el em pleo de m edicam ent os que se le venera
com o el fundador de la m edicina. No sólo curaba a los enferm os, sino que adem ás At enea le
dio dos redom as con sangre de la gorgona Medusa; con la ext raída de las venas de su lado
izquierdo podía resucit ar a los m uert os, con la ext raída de su lado derecho podía m at ar
inst ant áneam ent e. Ot ros dicen que At enea y Asclepio se repart ieron la sangre ent re am bos: él
la ut ilizaba para salvar la vida, y ella para dest ruir la vida e inst igar guerras. At enea había
dado ant eriorm ent e dos got as de esa m ism a sangre a Erict onio, una para m at ar y la ot ra para
curar, y at ó las redom as a su cuerpo de serpient e con cint as doradas246 .
f. Ent re aquellos a quienes Asclepio sacó de ent re los m uert os se hallaban Licurgo,
Capaneo y Tindáreo. No se sabe en qué ocasión se quej ó Hades a Zeus de que le robaban sus
súbdit os, si fue después de la resurrección de Tindáreo, de la de Glauco, de la de Hipólit o o de
la de Orion; lo único seguro es que Asclepio fue acusado de haber sido sobornado con oro, y
que él y su pacient e fueron m uert os por el rayo de Zeus247 .
g. Sin em bargo, Zeus devolvió la vida a Asclepio post eriorm ent e. Y así se cum plió una
profecía indiscret a hecha por Evipe, la hij a de Quirón, quien había dicho que Asclepio llegaría a
ser dios, m oriría y reasum iría la divinidad, renovando así dos veces su dest ino. La im agen de
Asclepio, sost eniendo una serpient e curat iva, fue puest a por Zeus ent re las est rellas248 .
h. Los m esenios afirm an que Asclepio era nat ural de Trica en Mesenia; los arcadios que
nació en Telpusa, y los t esalios que su lugar de nacim ient o era Trica, en Tesalia. Los
espart anos lo llam an Agnit as, porque han grabado su im agen en un t ronco de sauce; y los
habit ant es de Sición le honran en la form a de una serpient e m ont ada en un carro de m ulas. En
Sición la m ano izquierda de su im agen sost iene una piña de alfóncigo, pero en Epidauro se
apoya en una cabeza de serpient e; en am bos casos en la m ano derecha t iene un cet ro249 .
i. Asclepio era el padre de Podalirio y Macaón, los m édicos que at endían a los griegos
durant e el sit io de Troya; y de la radiant e Higía. Los lat inos lo llam an Esculapio y los cret enses
dicen que fue él, y no Poliido, quien devolvió la vida a Glauco, hij o de Minos, ut ilizando ciert a
hierba que le m ost ró una serpient e en una t um ba 250 .

1. Est e m it o se refiere a la polít ica eclesiást ica de la Grecia sept ent rional, Át ica y el
Peloponeso: la supresión, en nom bre de Apolo, de un cult o m édico pre- helénico dirigido por las
sacerdot isas de la Luna en los alt ares oraculares de héroes locales reencarnados com o
serpient es, cuervos o cornej as. Ent re sus nom bres est aban Foroneo, ident ificable con el dios
Cuervo celt a Bran o Vron ( véase 57.1) ; Erict onio, el de la cola de serpient e ( véase 25.2) y

245
Pausanias: ix.36.1 y ii.26.4; Inscripciones griegas iv.1.28.
246
Diodoro Sículo: v. 74.6; Apolodoro: üi.10.3; Taciano: Alocución a los griegos', Eurípides:
Ion 999 y ss.
247
Apolodoro: iii.10.3-4; Sobre la danza 45; Higinio: Fábula 49; Eratóstenes, citado por Higi-
nio: Astronomía poética ii.14; Píndaro: Odas píticas iii.55 y ss., con escoliasta.
248
Germánico César: Sobre los fenómenos de Arato 77ff.; Ovidio: Metamorfosis 642 y ss.; Higi-
nio: loc. cit.
249
Pausanias: ii.26.6; viii.25.6; iii.14.7 y ii.10.3; Estrabón: xiv.1.39.

250
Homero: Ilíada ii.732; Higinio: Astronomía poética ii.14.

120
Los mitos griegos I Robert Graves

Crono ( véase 7.1) , que es una form a de Corono ( «cornej a» o «cuervo») , el nom bre de ot ros
dos reyes lapit as (véase 78.a) . «Asclepio» ( «incesant em ent e benévolo») debía ser un t ít ulo
cort és que se daba a t odos los héroes m édicos con la esperanza de obt ener su benevolencia.
2. La diosa At enea, pat rona de est e cult o, no era considerada doncella originalm ent e,
pues el héroe difunt o había sido t ant o su hij o com o su am ant e. Recibió el t ít ulo de Corónide a
causa del cuervo oracular, y el de «Higía» a causa de las curaciones que hacía. Su curalot odo
era el m uérdago, ixias palabra con la que se relacionan est recham ent e el nom bre I squis
( «fuerza») e I xión ( «nat ivo fuert e») ( véase 63.1) . El m uérdago de la Europa orient al es un
parásit o del roble, y no, com o la variedad occident al, del álam o o el m anzano; y «Esculapio»,
la form a lat ina de Asclepio —que al parecer significa «lo que cuelga del roble com est ible», es
decir, el m uérdago— puede m uy bien ser el t ít ulo ant erior de los dos. Al m uérdago se lo
consideraba com o los órganos genit ales del roble, y cuando los druidas lo podaban rit ualm ent e
con una hoz dorada realizaban una em asculación sim bólica (véase 7.1) . El j ugo viscoso de sus
bayas pasaba por esperm a de roble, líquido de gran virt ud regenerat iva. Sir Jam es Frazer ha
indicado en su Golden Bough que Eneas visit ó el I nfierno con m uérdago en la m ano y así
ret uvo el poder de volver al m undo superior cuando quisiese. La «ciert a hierba» que sacó a
Glauco de la t um ba es probable que fuera t am bién el m uérdago. I squis, Asclepio, I xión y
Poliido son, en realidad, el m ism o personaj e m ít ico: personificaciones del poder curat ivo que
reside en los órganos genit ales desm em brados del héroe- roble sacrificado. Quilo, ot ro nom bre
de I squis, significa «el j ugo de una plant a o baya».
3. La dist ribución de la sangre de la Gorgona por At enea a Asclepio y Erict onio indica que
los rit os curat ivos ut ilizados en est e cult o eran un secret o que guardaban las sacerdot isas y
cuya invest igación im plicaba la m uert e; la cabeza de la Gorgona es una advert encia form al
para los escudriñadores ( véase 73.5) . Pero es probable que la sangre del rey- roble sacrificado,
o de su hij o sust it ut o, haya sido dist ribuida en esas ocasiones, así com o j ugo de m uérdago.
4. Los aut ógrafos de Apolo han hecho a su herm ana Art em is responsable por la m uert e
de I squis; en verdad, ella era originalm ent e la m ism a diosa que At enea, en honor de la cual
m oría el rey- roble. Tam bién han hecho que Zeus m at e a I squis y Asclepio con rayos; y, en
verdad, t odos los reyes del cult o del roble m orían baj o el hacha doble, m ás t arde form alizada
com o rayo, y habit ualm ent e se asaban sus cadáveres en una hoguera.
5. Apolo m aldij o al cuervo, quem ó a Corónide por su am orío ilegít im o con I squis y
reclam ó a Asclepio com o hij o suyo; luego Quirón y él le enseñaron el art e de la curación. En
ot ras palabras: a los sacerdot es helenos de Apolo les ayudaron sus aliados m agnesios, los
Cent auros, que eran enem igos heredit arios de los lapit as, a apoderarse del oráculo- cuervo
t esalio, con el héroe y t odo, expulsando del colegio a las sacerdot isas de la Luna y suprim iendo
el cult o de la diosa. Apolo conservó el cuervo robado com o un em blem a de la adivinación, pero
sus sacerdot es consideraron que la int erpret ación de los sueños era un m edio m ás sencillo y
eficaz de diagnost icar las dolencias de sus enferm os que el graznido enigm át ico de las aves. Al
m ism o t iem po, el em pleo sagrado del m uérdago se int errum pió en Arcadia, Mesenia y At enas,
e I squis se convirt ió en un hij o del pino ( Elat o) y no del roble; y de aquí la pina de alfóncigo en
las m anos de la im agen de Asclepio en Sición. Había ot ra princesa lapit a llam ada Corónide a la
que violó But es, el ant epasado de los but ades at enienses (véase 47.4) .
6. La form a de serpient e de Asclepio, com o la de Erict onio —a quien At enea concedió
t am bién el poder de resucit ar a los m uert os con la sangre de la Gorgona— dem uest ra que era
un héroe oracular; pero varias serpient es dom est icadas se guardaban en su t em plo de
Epidauro ( Pausanias; ii.28.1) com o un sím bolo de renovación, porque la serpient e m uda la piel
cada año ( véase 160.11) . La perra que am am ant aba a Asclepio cuando el cabrero le aclam ó
com o el rey recién nacido, debe ser Hécat e, o Hécabe ( véase 31.3, 38.7, 134.1, 168.n y 1) ; y
quizá para explicar est a perra con la que siem pre se le represent a se decía que Quirón le
inst ruía en la caza. Su ot ra m adre adopt iva, la cabra, t iene que ser la Cabra- At enea, en cuya
égida se refugió Erict onio ( véase 25.2) ; en verdad, si Asclepio t enía originalm ent e un herm ano
m ellizo —así com o Pelias fue am am ant ado por una yegua y Neleo por una perra (véase
68.d) — ése debió ser Erict onio.
7. At enea, cuando renació com o una hij a leal y virgen del Zeus olím pico, t uvo que seguir
el ej em plo de Apolo y m aldecir al cuervo, ant eriorm ent e su fam iliar ( véase 25.e) .
8. El sauce era un árbol que poseía una m agia lunar poderosa (véase 28.5, 44.1 y
116.4) ; y la droga am arga preparada con su cort eza sigue siendo un específico cont ra el

121
Los mitos griegos I Robert Graves

reum at ism o, del que debieron sufrir m ucho los espart anos en sus valles húm edos. Pero ram as
de la variedad part icular de sauce con la que est aba asociado el Asclepio espart ano, a saber, el
agnus cast us, eran esparcidas en los lechos de las m at ronas en las Tesm oforias at enienses, un
fest ival de la fert ilidad ( véase 48.1) supuest am ent e para alej ar a las serpient es ( Arriano:
Hist oria de los anim ales ix.26) , aunque en realidad para est im ular a las ánim as en form a de
serpient e; y por lo t ant o los sacerdot es de Asclepio pueden haberse especializado en la
curación de la est erilidad.

51.

LOS ORÁCULOS

a. Los oráculos de Grecia y la Magna Grecia son m uchos, pero el m ás ant iguo es el de
Zeus dodoniano. Hace m uchísim o t iem po, dos palom as negras volaron desde Tebas en Egipt o;
una fue a Am ón, en Libia, y la ot ra a Dodona, y cada una de ellas se posó en un roble, al que
declararon oráculo de Zeus. En Dodona las sacerdot isas de Zeus escuchan el arrullo de las
palom as, o el susurro de las hoj as de roble, o el t int ineo de las vasij as de bronce colgadas de
las ram as. Zeus t iene ot ro oráculo fam oso en Olim pia, donde sus sacerdot es responden a las
pregunt as después de exam inar las ent rañas de las víct im as sacrificadas251 .
b. El oráculo de Delfos pert eneció prim eram ent e a la Madre Tierra, quien designó a
Dafnis su profet isa; y Dafnis, sent ada en un t rípode, aspiraba los vapores de la profecía, com o
sigue haciendo la sacerdot isa pit ia. Algunos dicen que la Madre Tierra cedió post eriorm ent e sus
derechos a la t it ánide Febe o Tem is, y que ést a los cedió a su vez a Apolo, quien se const ruyó
un t em plo con ram as de laurel llevadas de Tem pe. Pero ot ros dicen que Apolo robó el oráculo
a la Madre Tierra después de m at ar a Pit ón, y que sus sacerdot es hiperbóreos Pagaso y Agieo
est ablecieron allí su cult o.
c. Se dice que en Delfos se const ruyó el prim er t em plo con cera de abej as y plum a; el
segundo, con t allos de helecho ent relazados; el t ercero, con ram as de laurel; que Hefest o
const ruyó el cuart o de bronce con aves canoras posadas en el t echo, pero que un día la t ierra
lo t ragó; y que el quint o, const ruido con piedras labradas, fue dest ruido por el fuego en el año
de la quincuagésim aoct ava Olim píada [ 489 a. de C.] y fue reem plazado por el sant uario act ual
252
.
d. Apolo cuent a con ot ros m uchos t em plos oraculares, com o los de Liceo y el de la
Acrópolis de Argos, am bos a cargo de una sacerdot isa. Pero en la I sm enia beocia son
sacerdot es los que dan los oráculos después de exam inar las ent rañas; en Claro, cerca de
Colofón, el adivinador bebe el agua de un pozo secret o y pronuncia el oráculo en verso; en
t ant o que en Telm esa y en ot ras part es se int erpret an los sueños253 .
e. Las sacerdot isas de Dem ét er pronuncian oráculos a los enferm os en Pat ras m ediant e
un espej o que int roducen en su pozo con una cuerda. En Paras, a cam bio de una m oneda de
cobre, a los enferm os que consult an con Herm es se les dan respuest as oraculares por m edio
de las prim eras palabras que oyen casualm ent e al salir de la plaza del m ercado 254 .

251
Herodoto: ii.55 y vüi.134; Dionisio de Halicarnaso: i.15; Homero: Odisea xiv.328; Esquilo:
Prometeo encadenado 832; Suidas sub Dodona; Sófocles: Edipo tirano 900.
252
Esquilo: Euménides 1-19; Pausanias: x.5.3-5.
253
Pausanias: ii.24.1; Plutarco: Pirro 31; Herodoto viii.134 y i.78; Tácito: Anales ii.54.
254
Pausanias: vii.21.5 y 22.2.

122
Los mitos griegos I Robert Graves

f. Hera t iene un oráculo venerable en las cercanías de Pagas; y a la Madre Tierra se le


consult a t odavía en Egeira, Acaya, que significa «El lugar de los Álam os Negros», donde su
sacerdot isa bebe sangre de t oro, veneno m ort al para t odos los dem ás seres hum anos255 .
g. Adem ás de ést os hay ot ros m uchos oráculos de héroes, ent re ellos el oráculo de
Heracles, en la aquea Bura, donde se da la respuest a arroj ando cuat ro dados256 ; y num erosos
oráculos de Asclepio, a los que acuden en gran núm ero los enferm os para consult arle sobre las
curaciones y se les proporciona el rem edio en sus sueños después de un ayuno257 . Los
oráculos del t ebano Anfiarao y del m alliano Anfíloco —con Mopso, el m ás infalible de los
exist ent es— siguen el procedim ient o asclepiano 258 .
h. Adem ás, Pasífae t iene un oráculo en la laconia Tálam e, prot egido por los reyes de
Espart a y donde las respuest as se dan t am bién por m edio de los sueños259 .
i. Algunos oráculos no pueden ser consult ados t an fácilm ent e com o ot ros. Por ej em plo,
en Lebadea hay un oráculo de Trofonio, hij o del argonaut a Ergino, donde el suplicant e t iene
que purificarse con varios días de ant elación y aloj arse en un edificio dedicado a la Buena
Suert e y ciert o Buen Genio, bañarse solam ent e en el río Hércina y hacer sacrificios a Trofonio,
su nodriza Dem ét er Europa y ot ros dioses. Allí se alim ent a con carne sagrada, especialm ent e
la de un m orueco sacrificado al espect ro de Agam edes, el herm ano de Trofonio que le ayudó a
const ruir el t em plo de Apolo en Belfos.
j . Cuando est á preparado para consult ar al oráculo, el suplicant e es conducido al río por
dos m uchachos, de t rece años de edad, y allí lo bañan y lo ungen. A cont inuación bebe de una
fuent e llam ada Agua del Let e, que le ayudará a olvidar su pasado; y t am bién de ot ra cercana
llam ada Agua de la Mem oria, que le ayudará a recordar lo que ha vist o y oído. Vest ido con
bot as de cam po y t única de lino y llevando vendas com o una víct im a del sacrificio, se acerca
luego a la sim a oracular. Ést a se parece a un gran crisol de horno para cocer pan, de ocho
yardas de profundidad, y después de descender por una escalera, encuent ra en el fondo una
est recha abert ura por la que int roduce las piernas, sost eniendo en cada m ano una t ort a de
cebada m ezclada con m iel. De pront o le t iran de los t obillos y lo arrast ran por la abert ura
com o si se lo llevase el rem olino de un río de corrient e rápida, y en la oscuridad recibe un
golpe en el cráneo, de m odo que parece m orir, y una voz de alguien invisible le revela el
fut uro y m uchos secret os m ist eriosos. Tan pront o com o dej a de oírse la voz, pierde
com plet am ent e el sent ido y la com prensión e inm ediat am ent e lo llevan de nuevo, con los pies
por delant e, al fondo de la sim a, pero sin las t ort as de m iel. Después le sient an en la llam ada
Silla de la Mem oria y le piden que repit a lo que ha oído. Por fin, t odavía at urdido, vuelve a la
casa del Buen Genio, donde recobra los sent idos y la facult ad de reír.
k. El orador invisible es uno de los Buenos Genios, pert enecient es a la Edad de Oro de
Crono, quienes han descendido de la luna para hacerse cargo de los oráculos y los rit os de
iniciación, y act úan com o cast igadores, veladores y salvadores en t odas part es; consult a con el
ánim a de Trofonio que t iene form a de serpient e y pronuncia el oráculo solicit ado com o pago
por las t ort as de m iel del suplicant e260 .

255
Estrabón: viii.6.22; Plinio: Historia natural xxviii.41; Apolodoro: i.9.27.
256
Pausanias: vii.25.6.
257
Ibid.: ii.27.2.
258
Ibid.: i.34.2; Herodoto: viii.134.
259
Plutarco: Cleómenes 1; Pausanias: iii.26.1.

260
Pausanias: ix.39.1-5; Plutarco: Sobre el Demonio de Sócrates xxii y La cara de la esfera de la
Luna xxx.

123
Los mitos griegos I Robert Graves

1. Todos los oráculos los pronunciaba originalm ent e la Diosa Tierra, cuya aut oridad era
t an grande que los invasores pat riarcales t om aron por cost um bre apoderarse de sus t em plos y
designar sacerdot es o conservar a las sacerdot isas a su servicio. Así Zeus, t ant o en Dodona
com o en Am ón, en el oasis de Siwwa, se hizo cargo del cult o del roble oracular, consagrado a
Día o Dione (véase 7.1) —com o hizo el hebreo Jehovah con el de la acacia oracular de I sht ar ( I
Crónicas xiv.15)— y Apolo se apoderó de los t em plos de Delfos y Argos. En Argos se concedía
a la profet isa plena libert ad; en Delfos int ervenía un sacerdot e ent re la profet isa y el adorador,
t raduciendo en hexám et ro sus palabras incoherent es; En Dodona t ant o las sacerdot isas de la
Palom a com o los profet as varones de Zeus pronunciaban oráculos.
2. El t em plo de la Madre Tierra en Delfos fue fundado por los cret enses, quienes legaron
su m úsica sagrada, su rit ual, sus danzas y su calendario a los helenos. El cet ro cret ense de la
Madre Tierra, el labrys, o hacha doble, dio el nom bre a la corporación sacerdot al de Delfos, los
Labriadas, la cual exist ía t odavía en la época clásica. El t em plo hecho con cera de abej as y
plum as se refiere a la diosa com o Abej a ( véase 7.3, 18.3 y 47.1) y com o Palom a ( véase l.b y
62.a) ; el Tem plo de Helecho recuerda las propiedades m ágicas at ribuidas a la sem illa de
helecho en los solst icios de verano e invierno ( Sir Jam es Frazer dedica varias páginas al t em a
en su Golden Bough) ; el t em plo de laurel recuerda la hoj a de laurel que m ast icaban la
profet isa y sus com pañeras en sus orgías. Dafnis es una form a abreviada de Dafoenisa ( «la
sanguinaria») , así com o Dafne lo es de Dafoene (véase 21.6 y 46.2) . El t em plo de bronce
hundido en la t ierra puede señalar m eram ent e la cuart a part e de una canción deifica que,
com o London Bridge is Broken Down, se refiere a los diversos m at eriales inadecuados con que
el t em plo fue const ruido sucesivam ent e; pero t am bién puede referirse a una t holos
subt erránea, la t um ba de un héroe que se encarnó en la pit ón. La t holos, una casa para
espírit us en form a de colm ena, parece ser de origen africano y fue int roducida en Grecia a
t ravés de Palest ina. La Bruj a de Endor regía un t em plo análogo y el ánim a de Adán
pronunciaba oráculos en Hebrón. Filóst rat o se refiere a las aves doradas en su Vida de
Apolonio de Tiana vi.I I y las describe com o t orcecuellos parecidos a sirenas; pero Píndaro las
llam a ruiseñores ( Fragm ent o cit ado por At eneo 290e) . Es discut ible si las aves represent aban
ruiseñores oraculares o t orcecuellos ut ilizados com o t alism anes am orosos (véase 152.a) y
provocadores de lluvia ( Marino sobre Proclo 28) .
3. La inspección de las ent rañas parece haber sido un recurso m ánt ico indo- europeo. La
adivinación m ediant e el lanzam ient o de cuat ro dados hechos con t abas t enía quizás un origen
alfabét ico, pues se decía que había «signos» y no núm eros m arcados en los únicos cuat ro
lados de cada hueso que podían quedar boca arriba. Doce consonant es y cuat ro vocales ( com o
en el Ogham adivinat orio irlandés llam ado de O'Sullivan) const it uyen la form a m ás sim ple a
que puede reducirse el alfabet o griego. Pero en la época clásica sólo se m arcaban núm eros —
1, 3, 4 y 6 en cada t aba— y los significados de t odas sus posibles com binaciones habían sido
codificados. La profecía basada en los sueños es una práct ica universal.
4. Los sacerdot es de Apolo exigían la virginidad a las sacerdot isas pit ias de Delfos, que
eran consideradas com o novias de Apolo; pero cuando una de ellas fue seducida
escandalosam ent e por un devot o, se decidió que en adelant e t uvieran por lo m enos cincuent a
años de edad al ser adm it idas, aunque seguían vist iéndose com o novias. Se creía que la
sangre de t oro era m uy venenosa a causa de su poder m ágico ( véase 155.a) ; la sangre de los
t oros sagrados, ut ilizada a veces para consagrar a t oda una t ribu, com o en el Éxodo xxiv.8, se
la m ezclaba con grandes cant idades de agua ant es de derram arla en los cam pos com o
fert ilizant e. La sacerdot isa de la Tierra, sin em bargo, podía beber t odo lo que bebía la propia
Madre Tierra.
5. Hera, Pasífae e I no eran t odos t ít ulos de la Triple Diosa, la int erdependencia de cuyas
personas sim bolizaba el t rípode en que se sent aba su sacerdot isa.
6. El procedim ient o que se seguía en el oráculo de Trofonio —que visit ó personalm ent e
Pausanias— recuerda el descenso de Eneas, con el m uérdago en la m ano, al Tárt aro, donde
consult ó con su padre, Anquises, y una consult a ant erior de Odiseo con Anquises; t am bién
m uest ra la relación de est os m it os con una form a com ún de rit o de iniciación en la que el
novicio sufre una m uert e fingida, recibe inst rucción m íst ica de una supuest a ánim a y luego
renace en un nuevo clan o sociedad secret a. Plut arco observa que los t rofoniadas —los

124
Los mitos griegos I Robert Graves

m ist agogos en la caverna oscura— pert enecen a la época pre- olím pica de Crono y los conect a
correct am ent e con los dáct ilos del I da que realizaban los Mist erios sam o-t racios.
7. El álam o negro est aba consagrado a la diosa Muert e en Pagas, y Perséfone t enía un
bosquecillo de álam os negros en el Lej ano Oest e ( Pausanias: x.30.3 y véase 170.1) ,
8. Anfíloco y Mopso se m at aron m ut uam ent e, pero sus ánim as convinieron en fundar un
oráculo conj unt o ( véase 169.e) .

52.

EL ALFABETO

a. Las t res Parcas o, según dicen algunos, I o, la herm ana de Foroneo, invent aron las
cinco vocales del prim er alfabet o y las consonant es B y T; Palam edes, hij o de Nauplio, invent ó
las ot ras once consonant es, y Herm es reduj o los sonidos a caract eres, ut ilizando form as
cuneiform es porque, las grullas vuelan form ando cuña, y llevó el sist em a de Grecia a Egipt o.
Ést e era el alfabet o pelasgo, que m ás t arde Cadm o llevó de vuelt a a Beocia y que Evandro de
Arcadia, un pelasgo, int roduj o en I t alia, donde su m adre Carm ent a form ó los quince caract eres
fam iliares del alfabet o lat ino.
b. Desde ent onces agregaron ot ras consonant es al alfabet o griego Sim ónides de Sarrios
y Epicarm o de Sicilia, y dos vocales, la O larga y la E breve, los sacerdot es de Apolo, de m odo
que la lira sagrada de ést e t iene ahora una vocal para cada una de sus siet e cuerdas.
c. Alfa era la prim era de las dieciocho let ras, porque alphe significa honor y alphainein es
invent ar, y porque el Alfeo es el m ás not able de los ríos. Adem ás Cadm o, aunque cam bió el
orden de las let ras, conservó a alfa en su lugar, porque aleph, en idiom a fenicio, significa buey
y Beocia es la región de los bueyes261 .

1. El alfabet o griego era una sim plificación de los j eroglíficos cret enses. Los erudit os
est án generalm ent e de acuerdo ahora en que el prim er alfabet o escrit o se desarrolló en Egipt o
en el siglo XVI I I a. de C. baj o la influencia cret ense, lo que corresponde con la t radición de
Aríst ides, de la que inform a Plinio, de que un egipcio llam ado Menos ( «luna») lo invent ó
«quince años ant es del reinado de Foroneo, rey de Argos».
2. Hay pruebas, no obst ant e, de que ant es de la int roducción del alfabet o fenicio
m odificado en Grecia exist ía allí un alfabet o com o un secret o religioso m ant enido por las
sacerdot isas de la Luna- I o o las Tres Parcas; est aba I nt im am ent e vinculado con el calendario y
sus let ras est aban represent adas no por caract eres escrit os, sino por ram it as cort adas de
diferent es árboles t ípicos de cada uno de los sucesivos m eses del año.
3. El ant iguo alfabet o irlandés, com o el que ut ilizaban los druidas galos acerca de los
cuales escribió César, al principio no podía escribirse y t odas sus let ras t enían nom bres de
árboles. Se lo llam aba el Bet h-luis- nion ( «abedul- serbal- fresno») por sus t res prim eras
consonant es; y su canon, que indica una procedencia frigia, correspondía con los alfabet os
pelasgo y lat ino, es decir que t enía t rece consonant es y cinco vocales. El orden original era A,
B, L, N, O, F, S, H, U, D, T, C, E, M, G, Ng o Gn, R, I , que probablem ent e t am bién fue el orden
em pleado por Herm es. Los ollaves irlandeses lo convirt ieron en un lenguaj e de sordom udos
ut ilizando las coyunt uras de los dedos para represent ar las diferent es let ras, o en uno de cifras

261
Higinio: Fábula 277; Isidoro de Sevilla: Orígenes viii. 2.84; Filóstrato: Heroica x.3; Plinio:
Historia natural vii.57; Escoliasta sobre la Ilíada de Homero xix.593; Plutarco: Sobre los banque-
tes ix.3.

125
Los mitos griegos I Robert Graves

verbales. Cada consonant e represent aba un m es de veint iocho días de una serie de t rece, que
com enzaba dos días después del solst icio hiem al, a saber:

1 24 de diciem bre B abedul o acebuche


2 21 de enero L serbal
3 18 de febrero N fresno
4 18 de m arzo F aliso o cornej o
5 15 de abril S sauce; SS (Z) , endrino
6 13 de m ayo H espino o peral silvest re
7 10 de j unio D roble o t erebint o
8 8 de julio T acebo o roble espinoso
9 5 de agost o C nogal; CC ( Q) , m anzano,
serbo o m em brillo
10 2 de sept iem bre M vid
11 30 de sept iem bre G hiedra
12 28 de oct ubre Ng o Gn caña o m undillo
13 25 de noviem bre R saúco o m irt o

4. Hacia el año 400 a. de C., com o consecuencia de una revolución religiosa, se m odificó
el orden para que correspondiera a. un nuevo sist em a de calendario del siguient e m odo: B, L,
F, S, N, H, D, T, C, Q, M. G, Ng, Z, R. Ést e es el alfabet o asociado con Heracles Ogm io, o
«Cara del sol Ogm a», así com o el ant erior est aba asociado con Foroneo ( véase 132 J) .
5. Cada vocal represent aba una est ación t rim est ral del año: O ( aulaga) el Equinoccio de
Prim avera; U ( brezo) el Solst icio de Verano; E ( álam o) el Equinoccio de Ot oño; A ( abet o o
palm era) el árbol del nacim ient o, e I (t ej o) el árbol de la m uert e, com part ían el Solst icio de
I nvierno. Est e orden de árboles est á im plícit o en el m it o griego y lat ino y la t radición sacra de
t oda Europa y. m ut at is m ut andis, de Siria y el Asia Menor. La diosa Carm ent a ( véase 86.2 y
132.6) invent ó la B y la T, así com o las vocales, porque cada una de est as vocales del
calendario iniciaba una m it ad de su año, dividido ent re el rey sagrado y su sucesor.
6. Las grullas est aban consagradas a Herm es ( véase 17.3 y 36.2) , prot ect or de los
poet as ant es que Apolo usurpara su poder; y los caract eres alfabét icos m ás ant iguos eran
cuneiform es. Palam edes ( «int eligencia ant igua») , con su grulla sagrada ( Marcial: Epigram as
xiii.75) era el equivalent e cario del dios egipcio Thot h, invent or de let ras, con su ibis parecida
a una grulla; y Herm es era el prim it ivo equivalent e helénico de Thot h ( véase 162.s) . Que
Sim ónides y Epicarm o agregaron nuevas let ras al alfabet o es hist oria y no m it o, aunque el
m ot ivo exact o por el que lo hicieron sigue siendo dudoso. Dos de las adiciones, xi y psi, eran
innecesarias y la supresión de la H aspirada y la digam m a ( F) em pobreció el canon.
7. Se puede dem ost rar que los nom bres de las let ras conservadas en el Bet h-luis-nion
irlandés, que según se ha dicho t radicionalm ent e provenía de Grecia y llegaron a I rlanda
pasando por España ( véase 132.5) , form aban un encant am ient o griego arcaico en honor de la
Diosa Blanca Arcadia Alfit o, quien en la época clásica había degenerado en un m ero coco para
niños. El orden cadm eo de las let ras, perpet uado en el fam iliar ABC, parece ser un arreglo
deliberadam ent e erróneo hecho por m ercaderes fenicios; ést os ut ilizaban el alfabet o secret o
con fines com erciales, pero t em ían ofender a la diosa revelando su verdadero orden.
Est e t em a im port ant e y com plicado se t rat a ext ensam ent e en La Diosa Blanca ( capít ulos
1- 15 y 21) .
8. Las vocales agregadas por los sacerdot es de Apolo a su lira eran probablem ent e las
m encionadas por Dem et rio, un filósofo alej andrino del siglo I a. de C. en su disert ación Sobre
el est ilo:
«En Egipt o los sacerdot es cant an him nos a los dioses pronunciando las siet e vocales
sucesivam ent e, y su sonido produce una fuert e im presión m usical en sus oyent es com o si se
em plearan la flaut a y la lira... pero quizá convenga que no t rat e det alladam ent e est e t em a.»

126
Los mitos griegos I Robert Graves

Est o sugiere que las vocales eran ut ilizadas en la m úsica de lira t erapéut ica en los
t em plos de Apolo.

53.

LOS DÁCTI LOS

a. Algunos dicen que m ient ras Rea daba a luz a Zeus apret ó los dedos cont ra la t ierra
para aliviar sus dolores y así surgieron los Dáct ilos: cinco hem bras de su m ano izquierda y
cinco varones de la derecha. Pero generalm ent e se sost iene que vivían en el m ont e I da de
Frigia m ucho ant es del nacim ient o de Zeus, y algunos dicen que la ninfa Anquiale los dio a luz
en la Cueva Dict ea cerca de Oaxo. Los Dáct ilos varones eran herreros y descubrieron el hierro
por vez prim era en el cercano m ont e Berecint o; y sus herm anas, que se est ablecieron en
Sam ot racia, provocaban allí gran adm iración em it iendo hechizos m ágicos, y enseñaron a Orfeo
los m ist erios de la diosa: sus nom bres son un secret o bien guardado262 .
b. Ot ros dicen que los varones eran los Curet es que prot egieron la cuna de Zeus en
Cret a, y luego fueron a Elide y erigieron un t em plo para propiciar a Crono. Se llam aban
Heracles, Peoneo, Epim edes, Yasión y Acésidas. Heracles llevó el olivo silvest re desde los
Hiperbóreos hast a Olim pia e hizo que sus herm anos m enores corrieran allí una carrera, lo que
dio origen a los Juegos Olím picos. Tam bién se dice que coronó a Peoneo, el vencedor, con una
ram a de olivo silvest re, y que en adelant e dorm ían en lechos hechos con sus hoj as verdes.
Pero la verdad es que no se em pleó el olivo silvest re para coronar al vencedor hast a la sépt im a
olim píada cuando el oráculo de Delfos ordenó a I fit o que sust it uyera con él el ram aj e de
m anzano que hast a ent onces se ot orgaba com o prem io por la vict oria263 .
c. Acm ón, Dam neo y Celm is son t ít ulos de los t res Dáct ilos m ayores; algunos dicen que
Celm is fue convert ido en hierro com o cast igo por haber insult ado a Rea264 .

1. Los Dáct ilos personifican a los dedos y la carrera olím pica de Heracles es una fábula
ilust rada t am borileando con los dedos en una m esa, om it iendo el pulgar, y en la que el índice
gana siem pre la carrera. Pero el saber secret o órfico se basaba en una serie calendaria de
árboles m ágicos, a cada uno de los cuales se le asignaba una coyunt ura de los dedos dist int a
en el lenguaj e por señas, y una let ra dist int a del alfabet o calendario órfico. el cual parece
haber sido de origen frigio ( véase 52.3) . El olivo silvest re pert enece a la coyunt ura superior del
pulgar, supuest am ent e la sede de la virilidad y en consecuencia llam ada Heracles. Se decía
que a est e Heracles le brot aban hoj as del cuerpo ( Palefat os: 37) . Se recuerda el sist em a en los
nom bres populares de los dedos en el Occident e: por ej em plo, el «dedo del t ont o», que
corresponde a Epim edes, el dedo del corazón; y el «dedo m edicinal», que corresponde a
Yasión, el cuart o; y en los nom bres de los dedos en la quirom ancia: por ej em plo. Sat urno por
Epim edes, pues Sat urno se m ost ró t orpe en su lucha con Zeus; y Apolo, dios de la curación,
por Yasión. El índice se le concede a Júpit er, o Zeus, que ganó la carrera. El m eñique, Mercurio
o Herm es, es el m ágico. En t oda la Europa prim it iva la m et alurgia iba acom pañada de conj uros

262
Diodoro Sículo: v.64; Sófocles: Los sátiros sordos, citado por Estrabón: x.3.22; Apolonio de
Rodas: i.509 y 1130.
263
Pausanias: v.7.4; Flegón de Tralles: Fragmenta Histórica Graeca iii.604.
264
Escoliasta sobre Apolonio de Rodas: i.1129; Ovidio: Metamorfosis iv.281.

127
Los mitos griegos I Robert Graves

y en consecuencia los herreros reclam aban com o sus Dáct ilos a los dedos de la m ano derecha
y dej aban los de la izquierda a las hechiceras.
2. La fábula de Acm ón, Dam neo y Celm is, cuyos nom bres se refieren al art e de la
herrería, es ot ro cuent o infant il, ilust rado golpeando el índice en el pulgar, com o un m art illo en
un yunque, y luego deslizando la punt a del dedo del corazón ent re ellos, com o si fuera un
t rozo de hierro candent e. El hierro llegaba a Cret a por Frigia desde lugares m ás lej anos de la
cost a m eridional del Mar Negro; y Celm is, que era una personificación del hierro fundido, t enía
que ser odiosa para la Gran Diosa Rea, pat rona de los herreros, cuya decadencia religiosa
com enzó con la fundición del hierro y la llegada de los dorios arm ados con arm as de hierro.
Ella sólo había reconocido com o m inerales t errest res el oro, la plat a, el cobre, el plom o y el
est año, aunque las m asas de hierro m et eórico eran m uy apreciadas a causa de su origen
m ilagroso y una puede haber caído en el m ont e Berecint o. Una m asa no t rabaj ada se encont ró
en un depósit o neolít ico de Fest o j unt o a una im agen de arcilla de la diosa en cuclillas, conchas
m arinas y escudillas para ofrendas. Todo el hierro prim it ivo egipcio es m et eórico; cont iene una
alt a proporción de níquel y es casi inoxidable. El insult o de Celm is a Hera dio su nom bre al
dedo del corazón: dígit a im púdica.
3. Los Juegos Olím picos t uvieron su origen en una carrera pedest re realizada por
m uchachas para alcanzar el privilegio de llegar a ser sacerdot isas de la diosa Luna, Hera
( Pausanias: v.16.2) ; y com o est e acont ecim ient o t uvo lugar en el m es de Part enios, «de la
doncella», parece haber sido anual. Cuando Zeus se casó con Hera —es decir, cuando los
aqueos int roduj eron en Grecia una nueva form a de m onarquía sagrada ( véase 12.7)— se
corrió una segunda carrera pedest re por hom bres j óvenes para obt ener el peligroso privilegio
de llegar a ser el consort e de la sacerdot isa, el Sol de su Luna y por lo t ant o de Elide; del
m ism o m odo en que Ant eo hizo que los pret endient es de su hij a corrieran una carrera por ella
( Píndaro: Odas pít icas ix) , siguiendo el ej em plo de Í caro ( véase I 60.d) y Dánao (véase 60.») .
4. En adelant e los Juegos se realizaban cada cuat ro años en vez de anualm ent e, y la
carrera a pie de las m uchachas se efect uaba en un fest ival apart e, quince días ant es o quince
días después de los Juegos Olím picos propiam ent e dichos; y el reinado sagrado conferido al
vencedor de la carrera pedest re cuando se casaba con la nueva sacerdot isa, es recordado en
los honores divinos que seguía ot orgando la vict oria en la época clásica. Después de ser
coronado con el olivo de Heracles o Zeus, y aclam ado Rey Heracles le arroj aban hoj as com o a
un Jack O'Green 265 , y encabezaba la danza en una procesión t riunfal y com ía carne del t oro
sacrificado en la Sala del Consej o.
5. El prem io original, una m anzana, o una ram a de m anzano, había sido una prom esa de
inm ort alidad cuando lo m at aba debidam ent e su sucesor; pues Plut arco ( Cuest iones
pert enecient es a los banquet es v.2) dice que si bien una carrera pedest re era la única
com pet encia en los Juegos Olím picos originales, t am bién se realizaba un com bat e singular que
sólo t erm inaba con la m uert e del vencido. Est e com bat e es recordado m it ológicam ent e en la
fábula referent e a que los Juegos com enzaron con una lucha cuerpo a cuerpo ent re Zeus y
Crono por la posesión de Elide ( Pausanias v.7) , o sea el com bat e del solst icio de verano ent re
el rey y su sucesor; y el result ado era inevit able, pues el sucesor est aba arm ado con una
lanza.
6. Un escoliast a de Píndaro ( Odas olím picas iii.33) , cit ando a Com arco; dem uest ra que el
Nuevo Año eliano se calculaba desde la luna llena m ás próxim a al solst icio de invierno, y que
un segundo Año Nuevo com enzaba en el solst icio de verano. Probablem ent e, por lo t ant o, el
nuevo Zeus-Heracles, o sea el vencedor de la carrera pedest re, m at aba al sucesor del Año
Viej o, Crono- I ficles, en el solst icio de invierno. De aquí que Heracles inst it uyera los Juegos y
diera el nom bre a la sepulcral Colina de Crono «en una est ación en la que la cum bre est aba
hum edecida con m ucha nieve» ( Píndaro: Odas olím picas x.49.)
7. En la ant igüedad a Zeus-Heracles le arroj aban hoj as de roble y le daban una ram a de
m anzano en el solst icio de verano, inm ediat am ent e ant es de que lo m at ara su sucesor; había
ganado la ram a de olivo silvest re real en el solst icio de invierno. La sust it ución de la m anzana
por el olivo silvest re, que es el árbol que alej a a los dem onios, im plicaba la abolición de ese

265
Jack o Green: muchacho al que se encerraba en un armazón de madera cubierto de hojas en
las celebraciones del día de mayo inglesas. N. del T.

128
Los mitos griegos I Robert Graves

com bat e a m uert e y la conversión del año sim ple, dividido en dos m it ades, en un Gran Año.
Ést e com enzaba en el solst icio invernal, cuando el t iem po solar y el lunar coincidían
favorablem ent e para el casam ient o del Sol y la Lana, y se dividía en dos olim píadas de cuat ro
años cada una; el rey y su sucesor reinaban sucesiva o concurrent em ent e. Aunque en la época
clásica la carrera del carro solar —cuya aut oridad m it ológica es el concurso ent re Pélope y
Enóm ao por Deidam ía ( véase 109.3)— se había convert ido ya en el acont ecim ient o m ás
im port ant e de los Juegos, t odavía se consideraba por alguna razón de m al agüero que a uno le
arroj aran hoj as después de una vict oria en la carrera pedest re; y Pit ágoras aconsej aba a sus
am igos que com pit ieran en ese acont ecim ient o pero no ganaran la carrera. El buey de la
vict oria com ido en la Sala del Consej o era claram ent e un sust it ut o del rey, com o en el fest ival
at eniense de la Eufonías (véase 21.13) .
8. Olim pia no es un lugar m icénico y en consecuencia es im probable que los m it os pre-
aqueos hayan sido t om ados de Cret a; parecen ser pelasgos.

54.

LOS TELQUI NES

a. Los nueve Telquines con cabeza de perro y m anos con alet as, hij os del Mar, nacieron
en Rodas, donde fundaron las ciudades de Cam iro, Yáliso y Lindo; de allí em igraron a Cret a y
fueron sus prim eros habit ant es. Rea confió a su cuidado al infant e Posidón y ellos forj aron su
t rident e, pero m ucho ant es habían hecho para Crono la hoz dent ada con que cast ró a su padre
Urano; adem ás fueron los prim eros que t allaron im ágenes de los dioses.
b. Sin em bargo, Zeus decidió dest ruirlos con un diluvio, porque se habían inm iscuido en
el est ado at m osférico, produciendo nieblas m ágicas y agost ando las m ieses con azufre y agua
del Est igia. Avisados por Árt em is, t odos ellos huyeron por el m ar, algunos a Beocia, donde
const ruyeron el t em plo de At enea en Teum eso; algunos a Sición, varios a Licia y ot ros a
Orcóm eno, donde fueron los sabuesos que despedazaron a Act eón. Pero Zeus m at ó a los
Telquines de Teum eso con un diluvio; Apolo, disfrazado de lobo, dest ruyó a los de Licia,
aunque habían t rat ado de aplacarlo con un nuevo t em plo; y ya no se les encuent ra en
Orcóm eno. Se dice que algunos viven t odavía en Sición 266 .

1. El hecho de que los nueve Telquines fueran hij os del Mar, act uaran com o los sabuesos
de Árt em is, crearan nieblas m ágicas y fundaran las ciudades que recibieron su nom bre de las
t res danaides, Cam iro, Yálisa y Linda ( véase 60.d) indica que eran originalm ent e em anaciones
de la diosa Luna Dánae; cada una de sus t res personas en t ríada ( véase 60.2) . Los gram át icos
griegos derivaban la palabra «t elquin» de t helgein, «encant ar», pero com o la m uj er, el perro y
el pez se com binaban igualm ent e en las represent aciones de la t irrena Escila —la cual t am bién
est aba en su elem ent o en Cret a ( véase 91.2)— y en los m ascarones de proa de los barcos
t irrenos, la palabra puede ser una variant e de «Tyrrhen» o «Tyrsen»; los libios confundían la l
y la r y la siguient e consonant e era algo ent re una aspirada y una sibilant e. Al parecer les
rendía cult o una población m at riarcal prim it iva de Grecia, Cret a, Lidia y las islas del Egeo a la
que persiguieron los helenos pat riarcales invasores, absorbiéndolos u obligándolos a em igrar
hacia el oest e. El origen de los Telquines puede haber sido africano orient al.
2. Se hacía surgir nieblas m ágicas m ediant e hechizos con sauce. Se suponía que el agua
del Est igia ( véase 31.4) era t an sant a que la m enor got a de ella causaba la m uert e, a m enos
que se la bebiese de una copa hecha con un casco de caballo, lo que prueba que est aba

266
Eustacio sobre Homero: p.771-2; Ovidio: Metamorfosis vii.365-7; Diodoro Sículo: iii.55.2-3;
Estrabón: xiv.2.7; Calímaco: Himno a Délos 31; Servio sobre la Eneida de Virgilio iv.377.

129
Los mitos griegos I Robert Graves

consagrada a la diosa de cabeza de yegua de Arcadia. Se dice que Alej andro Magno se
envenenó con el agua del Est igia ( Pausanias: viii.18.2) . Su em pleo m ágico por los Telquines
indica que sus devot os se reunían en el cercano m ont e Nonacris ( «nueve picos») , en una
época el principal cent ro religioso de Grecia; hast a los dioses olím picos hacían sus j uram ent os
m ás solem nes invocando al Est igia.

55.

LAS EMPUSAS

a. Los inm undos dem onios llam ados Em pusas, hij as de Hécat e, t ienen ancas de asno y
llevan zapat illas de bronce, a m enos que, com o declaran algunos, t engan una pat a de asno y
ot ra pat a de lat ón. Acost um bran asust ar a los viaj eros, pero se las puede ahuyent ar con
palabras insult ant es, al oír las cuales huyen chillando. Las Em pusas se disfrazan de perras,
vacas o doncellas herm osas, y en la últ im a form a se acuest an con los hom bres por la noche o
durant e la siest a, y les chupan sus fuerzas vit ales hast a que m ueren 267 .

1. Las Em pusas ( «ent radoras por fuerza») son dem onios fem eninos ávidam ent e
seduct ores, concepción probablem ent e llevada a Grecia desde Palest ina, donde se las llam aba
Lilim ( «hij as de Lilit h») y se creía que t enían ancas de asno, pues el asno sim bolizaba la
lascivia y la crueldad. Lilit h ( «buho») era una Hécat e cananea, y los j udíos hacían am ulet os
para prot egerse con ella en una época t an post erior com o la Edad Media. Hécat e, la verdadera
gobernant e del Tárt aro ( véase 31.f) , llevaba una sandalia de bronce —la sandalia de oro era
de Afrodit a— y sus hij as, las Em pusas, seguían su ej em plo. Podían t ransform arse en doncellas
herm osas o vacas, así com o en perras, porque la perra Hécat e, m iem bro de la t ríada de la
Luna, era la m ism a diosa que Afrodit a, o la Hera de oj os de vaca.

56.

IO

a. I o, hij a del dios fluvial, I naco, era una sacerdot isa de la Hera argiva. Zeus, sobre quien
había lanzado un hechizo I inge, hij a de Pan y Eco, se enam oró de I o, y cuando Tera le acusó
de infidelidad y t ranform ó a I inge en un t orcecuello com o cast igo, m int ió: «Nunca he t ocado a
I o». Luego la t ransform ó en una vaca blanca, que Hera reclam ó com o suya y ent regó para que
la guardara a Argo Panopt es, ordenándole: «At a en secret o est e anim al a un olivo en Nem ea».
Pero Zeus envió a Herm es a rescat arla y él m ism o fue a Nem ea —o, según dicen algunos, a
Micenas— disfrazado de páj aro carpint ero. Aunque Herm es era el m ás int eligent e de los
ladrones, sabía que no podía robar a I o sin que lo viera alguno de los cien oj os de Argo; en
consecuencia le hizo dorm ir t ocando la flaut a, lo aplast ó con un cant o rodado, le cort ó la
cabeza y libert ó a I o. Hera, después de poner los oj os de Argo en la cola de un pavo real,
com o un recuerdo const ant e de su inj ust o asesinat o, hizo que un t ábano picase a I o y la
persiguiese por el m undo ent ero.

267
Aristófanes: Ranas 288 y ss.; Parlamento de las mujeres 1056 y 1094; Papyri Magia Graeci
iv.2334; Filóstrato: Vida de Apolonio de Tiana iv.25; Suidas sub Empusas.

130
Los mitos griegos I Robert Graves

b. I o fue prim eram ent e a Dodona y poco después llegó al m ar llam ado el Jónico, en su
honor, pero allí se volvió y se dirigió hacia el nort e al m ont e Hem o, y luego, por el delt a del
Danubio, rodeó en la dirección del sol el Mar Negro, cruzó el Bósforo en Crim ea y siguió el río
Hibrist es hast a su fuent e en el Cáucaso, donde Prom et eo t odavía languidecía en su roca.
Volvió a Europa por Cólquide, el país de los célibes, y el Bósforo t racio; luego galopó a t ravés
del Asia Menor hast a Tarso y Yope; de allí fue a Media, Bact riana y la I ndia, y pasando hacia el
suroest e por Arabia, cruzó el Bósforo indio [ el est recho de Bab- el- Mandeb] y llegó a Et iopía.
Luego descendió desde las fuent es del Nilo, donde los pigm eos libran una guerra perpet ua con
las grullas, y por fin pudo descansar en Egipt o. Allí Zeus le devolvió la form a hum ana, I o se
casó con Telégono, dio a luz a Épafo —su hij o con Zeus, quien la había t ocado
provechosam ent e— e inst it uyó el cult o de I sis, nom bre que ella daba a Dem ét er. Épafo, de
quien se decía que era el t oro divino Apis, reinó en Egipt o y t uvo una hij a, Libia, la m adre, por
su unión con Posidón, de Agenor y Belo268 .
c. Pero algunos creen que lo dio a luz a Épafo en una cueva eubea llam ada Boosaule, y
luego m urió allí a consecuencia de la picadura del t ábano; y que, com o vaca, cam bió su color
de blanco a roj o violado, y de roj o violado a negro 269 .
d. Ot ros refieren el asunt o de una m anera m uy dist int a. Dicen que I naco, un hij o de
Jápet o, reinó en Argos y fundó la ciudad de I ópolis —pues lo es el nom bre con que en un
t iem po era adorada la luna en Argos— y llam ó a su hij a lo en honor de la luna. Zeus Pico, Rey
del Oest e, envió a sus sirvient es para que le llevaran a lo y la violó t an pront o com o llegó a su
palacio. Después de darle una hij a llam ada Libia, lo huyó a Egipt o, pero se encont ró con que
Herm es, hij o de Zeus, reinaba allí; en consecuencia, siguió huyendo hast a el m ont e Silpio en
Siria, donde m urió de pena y vergüenza. I naco envió en su busca a los herm anos y parient es
de I o, advirt iéndoles que no debían volver sin ella. Con Tript ólem o com o guía, llam aron en
t odas las puert as de Siria grit ando: «¡Que el espírit u de lo encuent re el descanso! »; hast a que
por fin llegaron al m ont e Silpio, donde una vaca fant asm al les dij o: «Aquí est oy yo, I o». Ellos
deduj eron que lo est aba ent errada en aquel lugar, y en consecuencia fundaron una segunda
I ópolis, llam ada ahora Ant ioquía. En honor de I o, los I opolit anos se llam an m ut uam ent e en las
puert as t odos los años em pleando el m ism o grit o, y los argivos llevan lut o por ella
anualm ent e270 .

1. Est e m it o est á form ado con varios hilos. Los argivos adoraban a la luna com o vaca,
porque consideraban a la luna nueva cornuda com o la fuent e de t oda agua y por lo t ant o del
pienso del ganado. Sus t res colores: blanco en la luna nueva, roj o en la luna de la cosecha y
negro cuando desaparecía la luna, represent aban las t res edades de la diosa Luna: Doncella,
Ninfa y Viej a ( véase 90.3) . lo cam biaba su color, com o lo cam bia la luna, pero el m it ógrafo
sust it uye «roj o» por «violado», porque ion significa en griego violet a. Se creía que los páj aros
carpint eros llam aban a la lluvia cuando golpeaba los t roncos de los robles; e I o era la Luna
com o causant e de la lluvia. Los past ores necesit aban la lluvia m ás aprem iant em ent e a fines
del verano, cuando los t ábanos at acaban a su ganado y lo ponían frenét ico; en el África las
t ribus negras poseedoras de ganado t odavía corren de past izal en past izal cuando les at acan
los t ábanos. Las sacerdot isas argivas de I o parecen haber realizado una danza de la novilla
anual en la que sim ulaban que las enloquecían los t ábanos, en t ant o que los hom bres —

268
Calímaco: Sobre las aves, fragmento 100; Apolodoro: ii.1.3; Higinio: Fábula 145; Suidas sub
Io; Luciano: Diálogos de los Dioses 3; Mosco: Idilio ii.59; Herodoto: i.l y ii.41; Homero: Ilíada
iii.6; Esquilo: Prometeo encadenado 705 y ss. y Suplicantes 547 y ss.; Eurípides: Ifigenia en Táuri-
de 382; Tzetzes: Sobre Licofrón 835 y ss.
269
Estrabón: x.1.3; Estéfano de Bizancio sub Argura; Suidas sub Isis.
270
Juan Malalas: Crónica ii.p.28, ed. Dindorff.

131
Los mitos griegos I Robert Graves

páj aros carpint eros, golpeando en las puert as de roble y grit ando «¡I o! ¡I o! », invit aban a la
lluvia a que cayera y aliviara sus t orm ent os. Ést e parece ser el origen del m it o de las m uj eres
coanas que se convirt ieron en vacas ( véase 137.s) . Las colonias argivas fundadas en Eubea, el
Bósforo, el Mar Negro, Siria y Egipt o llevaron consigo su danza para provocar la lluvia. El
t orcecuello, la principal ave orgiást ica de la diosa Luna, anida en los sauces y por lo t ant o t enía
relación con la m agia acuát ica ( véase 152.2) .
2. La leyenda invent ada para explicar la difusión de est e rit ual hacia el est e, así com o la
sem ej anza ent re el cult o de lo en Grecia, el de I sis en Egipt o, el de Ast art é en Siria y el de Kali
en la I ndia, ha sido inj ert ada en dos fábulas no relacionadas: la de la luna- vaca sagrada
vagando por el firm am ent o y guardada por las est rellas —exist ía una leyenda irlandesa
análoga— y la de las sacerdot isas de la Luna a las que los caudillos de los helenos, haciéndose
llam ar cada uno de ellos Zeus, violaron con la const ernación de la población local. A Hera,
com o esposa de Zeus, se le hizo luego m anifest ar celos de I o, aunque era ot ro nom bre de la
Hera de «oj os de vaca». El duelo de Dem ét er por Perséfone es recordado en el fest ival argivo
del duelo por lo, pues lo ha sido igualada en el m it o con Dem ét er. Adem ás, cada t res años se
celebraban los Mist erios de Dem ét er en Celea ( «llam am ient o» ) , cerca de Corint o, y se dice
que fueron fundados por un herm ano de Celeo («páj aro carpint ero») , rey de Eleusis. A Herm es
se le llam a hij o de Zeus Pico ( «páj aro carpint ero») —Arist ófanes en sus Aves ( 480) acusa a
Zeus de haber robado el cet ro del páj aro carpint ero—, así com o se dice que Pan era hij o de
Herm es con la ninfa Dríope ( «páj aro carpint ero») ; y Fauno, el Pan lat ino, era hij o de Pico
( «páj aro carpint ero») al que Circe t ransform ó en esa ave por haber despreciado su am or
( Ovidio: Met am orfosis xiv.6) . La t um ba cret ense de Fauno t enía est e epit afio: «Aquí yace el
páj aro carpint ero que era t am bién Zeus» ( Suidas sub Pico) . Los t res son dioses de los past ores
que hacen llover. El nom bre de Libia denot a la lluvia y las lluvias de invierno llegan a Grecia
desde la Libia.
3. El que a Zeus se le at ribuyera la pat ernidad de Épafo, quien se convirt ió en el
ant epasado de Libia, Agenor, Belo, Egipt o y Dánao, im plica que los aqueos adoradores de Zeus
reclam aban la soberanía sobre t odos los pueblos m arít im os del Medit erráneo sudorient al.
4. El m it o de los pigm eos y las grullas parece referirse a los alt os t ribeños criadores de
ganado que habían irrum pido en el valle superior del Nilo desde Som alia y em puj ado a los
pigm eos hacia el sur. Los llam aban «grullas» porque ent onces com o ahora perm anecían
durant e largo t iem po sobre una pierna, sost eniendo el t obillo de la ot ra con la m ano opuest a, y
apoyados en una lanza.

57.

FORONEO

a. El prim er hom bre que fundó y pobló una ciudad con m ercado fue Foroneo, herm ano de
I o e hij o del dios fluvial I naco y la ninfa Melia; post eriorm ent e cam bió su nom bre, Forónico,
por el de Argos. Foroneo fue t am bién el prim ero que descubrió el uso del fuego, después de
haberlo robado Prom et eo. Se casó con la ninfa Cerdo, gobernó t odo el Peloponeso e inició el
cult o de Hera. Cuando m urió, sus hij os Pelasgo, Yaso y Agenor se dividieron el Peloponeso
ent re ellos, pero su hij o Car fundó la ciudad de Megara 271 .

1. El nom bre de Foroneo, que los griegos int erpret aban com o «port ador de un precio»,
en el sent ido de que invent ó los m ercados, probablem ent e es en realidad Fearino ( «del
am anecer del año», es decir, la prim avera) ; sus variant es son Bran, Barn, Bergn, Vron,

271
Higinio: Fábulas 143 y 274; Apolodoro: ii.1.1; Pausanias: i.39.4-6; íi.15.5 y iv.40.5.

132
Los mitos griegos I Robert Graves

Ephron, Gwern, Fearn y Breno. Com o el espírit u del aliso que gobernaba el cuart o m es del año
sagrado ( véase 28.1 y 5, 52.3 y 170.8) , durant e el cual se celebraba el Fest ival del Fuego
Prim averal, se le describía com o hij o de I naco, porque los alisos crecen junt o a los ríos. Su
m adre es la ninfa- fresno Melia, porque el fresno, el árbol precedent e de la m ism a serie, se dice
que «cort ej a al relám pago» y los árboles heridos por el rayo fueron la fuent e de fuego para el
hom bre prim it ivo. Com o era un héroe oracular, era asociado t am bién con el cuervo ( véase
50.1) . El descubrim ient o por Foroneo del uso del fuego puede explicarse por la ant igua
preferencia de los herreros y alfareros por el carbón de aliso, que da m ás calor que cualquier
ot ro. Cerdo ( «ganancia» o «art e») es uno de los t ít ulos de Dem ét er; se le aplicaba com o
com adrej a o zorra, consideradas am bas anim ales profét icos. «Foroneo» parece haber sido un
t ít ulo de Crono, con quien el cuervo y el aliso est án t am bién asociados (véase 6.2) , y por lo
t ant o el Tit án del Sépt im o Día. La división del reino de Foroneo ent re sus hij os Pelasgo, Yaso y
Agenor recuerda la del reino de Crono ent re Zeus, Posidón y Hades, pero quizá describe una
part ición pre- aquea del Peloponeso.
2. Car es Q're, o Cario, o el Gran Dios Ker, que parece haber derivado su t ít ulo de su
m adre Luna la Árt em is Caria, o Cariat is.

58.

EUROPA Y CADMO

a. Agenor, hij o de Libia y Posidón y herm ano m ellizo de Belo, dej ó Egipt o para
est ablecerse en el País de Canaán, donde se casó con Telefasa, llam ada t am bién Argíope,
quien le dio com o hij os a Cadm o, Fénix, Cílix, Taso y Fineo, y una hij a, Europa272 .
b. Zeus se enam oró de Europa y envió a Herm es para que conduj era el ganado de
Agenor a la cost a del m ar en Tiro, donde ella y sus com pañeras solían pasear. Él m ism o se
unió al rebaño disfrazado de t oro blanco com o la nieve con grandes papadas y pequeños
cuernos parecidos a gem as ent re los cuales corría una sola raya negra. A Europa le llam ó la
at ención su belleza y, viendo que era m anso com o un cordero dom inó su t em or y se puso a
j ugar con él poniéndole flores en la boca y colgando guirnaldas de sus cuernos; al final se
sent ó en su lom o y le dej ó am blar con ella a cuest as hast a la orilla del m ar, De pront o él se
m et ió en el agua y com enzó a nadar, m ient ras ella m iraba hacia at rás at errorizada viendo
cóm o la cost a se alej aba: con una m ano se asía al cuerno derecho y con la ot ra sost enía
t odavía un cest o de flores273 .
c. Zeus salió a t ierra cerca de Cort ina, en Cret a, se t ransform ó en águila y violó a Europa
en un bosquecillo de sauces j unt o a un arroyo, o, según dicen algunos, baj o un sicóm oro
siem pre verde. Ella le dio t res hij os: Minos, Radam ant is y Sarpedón 274 .
d. Agenor envió a sus hij os en busca de su herm ana y les prohibió que volvieran sin ella.
Ellos part ieron inm ediat am ent e, pero, com o no t enían idea de adonde había ido el t oro, cada
uno siguió un curso diferent e. Fénix se dirigió hacia el oest e, m ás allá de Libia, a la que es
ahora Cart ago, y allí dio su nom bre a los púnicos; pero, después de la m uert e de Agenor,
volvió a Canaán, que desde ent onces se llam ó Fenicia en su honor, y fue padre de Adonis con
Alfesibea275 . Cílix fue al País de los Hipaqueos, que t om ó su nom bre, Cilicia276 , y Fineo fue a

272
Apolodoro: iii.1.i; Higinio: Fábulas 178 y 19; Pausanias: v.25.7; Apolonio de Rodas: ii.178.
273
Ovidio: Metamorfosis ii.836 y ss.; Mosco: Idilios ii.37-62.
274
Las monedas de Cortina; Teofrasto: Historia de las plantas i.9.5; Higinio: Fábula 178.
275
Higinio: loc. cit.; Apolodoro: iii.1.1 y 14.4.

133
Los mitos griegos I Robert Graves

Tinia, una península que separa al Mar de Márm ara del Mar Negro, donde post eriorm ent e le
afligieron m ucho las harpías. Taso y sus acom pañant es fueron prim eram ent e a Olim pia y allí
dedicaron una est at ua de bronce de t res anas de alt ura al Heracles t irio, con una m aza y un
arco en las m anos, pero luego salieron de allí para colonizar la isla de Taso y explot ar sus ricas
m inas de oro. Todo est o sucedió cinco generaciones ant es de que Heracles, hij o de Anfit rión,
naciera en Grecia277 .
e. Cadm o viaj ó con Telefast a a Rodas, donde dedicó una caldera de bronce a la At enea
de Lindo y const ruyó el t em plo de Posidón, dej ando un sacerdocio heredit ario para que lo
at endiese. Luego desem barcaron en Tera y const ruyeron un t em plo sim ilar, y por fin llegaron
al país de los edonios t racios, quienes los recibieron hospit alariam ent e. Allí Telefasa m urió
repent inam ent e y, después de su ent ierro, Cadm o y sus com pañeros siguieron a pie hast a el
oráculo délfico. Cuando Cadm o pregunt ó dónde se podía encont rar a Europa, la pit onisa le
aconsej ó que abandonara su búsqueda y, en cam bio, siguiera a una vaca y edificara una
ciudad allí donde se dej ara caer fat igada.
f. Part iendo por el cam ino que. lleva de Delfos a la Fócide Cadm o encont ró algunos
vaqueros al servicio del rey Pelagont e quienes le vendieron una vaca m arcada con una luna
llena blanca en cada ij ada. Conduj o a ese anim al hacia el est e a t ravés de Beocia sin perm it irle
que se det uviera hast a que por fin se acost ó donde se halla ahora la ciudad de Tebas, y allí
erigió una im agen de At enea, a la que llam ó por su nom bre fenicio de Onga278 .
g. Cadm o advirt ió a sus com pañeros que la vaca debía ser sacrificada a At enea sin
dem ora y los envió en busca del agua lust ral de la Fuent e de Ares, llam ada ahora la Fuent e
Cast alia, pero no sabía que est aba guardada por una gran serpient e. Est a serpient e m at ó a la
m ayoría de los hom bres de Cadm o y él se vengó aplast ándole la cabeza con una roca. Tan
pront o com o ofreció el sacrificio a At enea se le apareció ella, lo elogió por lo que había hecho y
le ordenó que sem brara en la t ierra los dient es de la serpient e. Cuando él la obedeció,
inm ediat am ent e surgieron de la t ierra Espart anos u Hom bres Sem brados arm ados, quienes
chocaban sus arm as. Cadm o arroj ó una piedra ent re ellos y em pezaron a alborot arse,
acusándose m ut uam ent e de haberla arroj ado, y pelearon t an ferozm ent e que al final sólo cinco
quedaron vivos: Equión, Udeo, Ct onio, Hiperenor y Peloro, quienes unánim em ent e ofrecieron a
Cadm o sus servicios. Pero Ares exigió venganza por la m uert e de la serpient e y Cadm o fue
condenado por un t ribunal divino a ser su esclavo durant e un Gran Año279 .

1. Hay num erosas variaciones confusas de la genealogía dada ant eriorm ent e; por
ej em plo, Taso es descrit o alt ernat ivam ent e com o hij o de Posidón, Cilix (Apolodoro: iii.1.1) o
Ticio ( Píndaro: Odas pít icas iv-46) . Agenor es el héroe fenicio Chnas, que aparece en el
Génesis com o «Canaan»; m uchas cost um bres cananeas señalan una procedencia del África
Orient al, y los cananeos pueden haber llegado originalm ent e al Baj o Egipt o desde Uganda. La
dispersión de los hij os de Agenor parece regist rar la huida de t ribus cananeas a com ienzos del
segundo m ilenio a. de C. baj o la presión de invasores arios y sem it as.
2. La fábula de los hij os de I naco y su búsqueda de I o, la luna- vaca ( véase 56.d) ha
influido en la de los hij os de Agenor y su búsqueda de Europa. Fénix es una form a m asculina
de Fenisa ( «la roj a, o sangrient a») , t ít ulo que se daba a la luna com o diosa de la Muert e- en-
Vida. Europa significa «rost ro ancho», sinónim o de la luna llena, y es un t ít ulo de las diosas
Lunas Dem ét er en Lebadea y Ast art é en Sidón. Si, no obst ant e, la palabra no es eur- ope sino

276
Herodoto: vii.91.

277
Pausanias: v.25.7; Herodoto: iv.437 y ii.44.
278
Pausanias: ix.12.1-2.
279
Higinio: Fábula 178; Apolodoro: íii.4.1-2.

134
Los mitos griegos I Robert Graves

eu- rope ( por analogía con euboea) puede significar t am bién «buena para los sauces», o sea,
«bien regada». El sauce rige el quint o m es del año sagrado (véase 52.3) y est á asociado con la
bruj ería ( véase 28.5) y con los rit os de la fert ilidad en t oda Europa, especialm ent e en la
víspera de Mayo, que cae en ese m es. Libia, Telefasa, Argíope y Alfesibea son, igualm ent e,
t ít ulos de la diosa Luna.
3. La violación de Europa por Zeus, que regist ra una ant erior ocupación helénica de
Cret a, ha sido deducida de ilust raciones pre-helénicas en las que aparece la sacerdot isa de la
Luna cabalgando t riunfalm ent e en el t oro-Sol, su víct im a; la escena sobrevive en ocho placas
m oldeadas de vidrio azul que se encont raron en la ciudad m icénica de Midea. Est o parece
haber sido part e del rit ual de la fert ilidad durant e el cual se llevaba en procesión la guirnalda
de Mayo a Europa (At eneo: p. 678 a- b) . La seducción de Europa por Zeus disfrazado de águila
recuerda su seducción de Hera disfrazado de cuco ( véase 12.a) , pues ( según Hesiquio) Hera
t enía el t it ulo de «Europia». El nom bre cret ense y corint io de Europa era Helóos, que sugiere
Hélice ( «sauce») ; Hele ( véase 43.1 y 70.8) y Helena son el m ism o personaj e divino. Calím aco,
en su Epit alam io para Helena, dice que el sicóm oro t am bién est aba consagrado a Helena. Su
sant idad est á en sus hoj as de cinco punt as, que represent an la m ano de la diosa ( véase 53.a)
y en su anual m uda de cort eza; pero Apolo se había apropiado de él (véase 160.10) com o el
dios Esm un del em blem a de la m ano abiert a de Tanit ( Neit h) ( véase 21.3) .
4. Es posible que la fábula de Europa conm em ore t am bién una incursión de los helenos
en Fenicia desde Cret a. Juan Malalas difícilm ent e puede haber invent ado la «Mala Noche» de
Tiro cuando escribe: «Tauro ( «t oro») , rey de Cret a, at acó Tiro después de una bat alla naval
durant e la ausencia de Agenor y su hij os. Tom aron la ciudad esa m ism a noche y se llevaron
m uchos caut ivos, ent re ellos Europa; t odavía se recuerda est e acont ecim ient o en la Mala
Noche que se observa anualm ent e en Tiro» (Crónicas ii.p.30, ed. Dindorff) . Herodot o ( i.2)
coincide con Malalas (véase 160.1) .
5. Heracles t irio, a quien Teseo rendía cult o en Olim pia, era el dios Melkart h, y una
pequeña t ribu que hablaba un lenguaj e sem it a parece haberse t rasladado desde las llanuras
sirias hast a Cadm ea en Caria —Cadm o es una palabra sem it a que significa «orient al»—, desde
donde cruzaron a Beoda hacia el final del segundo m ilenio, se apoderaron de Tebas y se
hicieron los am os del país. El m it o de los Hom bres Sem brados y la esclavit ud de Cadm o a Ares
indica que los cadm eos invasores aseguraron su dom inio en Beocia int erviniendo con buen
éxit o en una guerra civil ent re las t ribus pelasgas que pret endían ser aut óct onas, y que
acept aron el gobierno local por el rey sagrado durant e un período de ocho años. Cadm o m at ó
a la serpient e en el m ism o sent ido en que Apolo m at ó a la Pit ón en Delfos ( véase 21.12) . Los
nom bres de los Hom bres Sem brados —Equión ( «víbora») ; Udeo ( «de la t ierra») ; Ct onio ( «de
la t ierra veget al») ; Hiperenor ( «hom bre que surge») y Peloro ( «serpient e») — son
caract eríst icos de héroes oraculares. Pero «Peloro» indica que t odos los pelasgos, y no sólo los
t ebanos, pret endían haber nacido de ese m odo; su fiest a com ún eran las Pelorias ( véase 1.2) .
Jasón sem bró los dient es del dragón probablem ent e en Yolco o Corint o, no en Cólquide ( véase
152.3) .
6. Se decía que t am bién Troya y Ant ioquía habían sido fundadas en lugares elegidos por
vacas sagradas (véase 158.h y 56.d) . Pero no es t an probable que se llevase a cabo
lit eralm ent e est a práct ica com o que se solt ase a una vaca en una part e lim it ada de un lugar
elegido y se erigiese el t em plo de la diosa Luna donde se acost aba el anim al. La sensibilidad
est rat égica y com ercial de la vaca no est á m uy desarrollada.

59.

CADMO Y HARMONÍ A

a. Cuando Cadm o hubo servido durant e ocho años a Ares com o esclavo, para expiar la
m uert e de la serpient e cast alia, At enea le ot orgó la región de Beocia. Con la ayuda de sus
Hom bres Sem brados const ruyó la Acrópolis de Tebas, llam ada «la Cadm ea» en su honor, y,
después de iniciarse en los m ist erios que Zeus había enseñado a Yasión, se casó con
135
Los mitos griegos I Robert Graves

Harm onía, hij a de Afrodit a y Ares; algunos dicen que At enea se la había dado cuando visit ó
Sam ot racia280 .
b. Est a fue la prim era boda de seres m ort ales a la que asist ieron los olím picos. Se
inst alaron doce t ronos de oro para ellos en la residencia de Cadm o, sit uada donde se halla
ahora el m ercado de Tebas; y t odos ellos llevaron regalos. Afrodit a regaló a Harm onía el
fam oso collar de oro hecho por Hefest o —originalm ent e había sido el regalo de am or de Zeus a
la herm ana de Cadm o, Europa— que confería a quien lo llevaba una belleza irresist ible281 .
At enea le regaló una t única dorada que t am bién confería la dignidad divina a quien la llevaba,
y t am bién, un surt ido de flaut as; Herm es, una lira. El regalo de Cadm o a Harm onía fue ot ra
herm osa t única. Y Elect ra, m adre de Yasión, le enseñó los rit os de la Gran Diosa, en t ant o que
Dem ét er le aseguró una abundant e cosecha de cebada acost ándose con Yasión en un cam po
arado t res veces durant e las celebraciones. Los t ebanos m uest ran t odavía el lugar en que las
Musas t ocaban la flaut a y cant aban en esa ocasión y en que Apolo t ocó la lira282 .
c. En su ancianidad, para aplacar a Ares, quien t odavía no le había perdonado por
com plet o por haber m at ado a la serpient e, Cadm o renunció al t rono de Tebas en favor de su
niet o Pent eo, a quien su hij a Agave había t enido con Equión, el Hom bre Sem brado, y que vivía
t ranquilam ent e en la ciudad. Pero cuando Pent eo fue m uert o por su m adre, Dioniso pronost icó
que Cadm o y Harm onía, en un carro t irado por novillas, gobernarían hordas bárbaras. Dij o que
esos m ism os bárbaros saquearían m uchas ciudades griegas hast a que por fin espoliarían un
t em plo de Apolo a raíz de lo cual sufrirían un j ust o cast igo; pero Ares salvaría a Cadm o y
Harm onía t ransform ándolos en serpient es y vivirían felices et ernam ent e en las I slas de los
Bienavent urados283 .
d. En consecuencia, Cadm o y Harm onía em igraron al país de los enqueleos, los que,
cuando los at acaron los ilirios, los eligieron com o sus gobernant es de acuerdo con el pronóst ico
de Dioniso. Agave se casó con Licot erses, rey de I liria, en cuya cort e se había refugiado
después de haber asesinado a Pent eo; pero al ent erarse de que sus padres m andaban a las
fuerzas enqueleas, asesinó t am bién a Licot erses y ent regó el reino a Cadm o 284 .
e. En su ancianidad, cuando ya se había cum plido por com plet o la profecía, Cadm o y
Harm onía se t ransform aron en serpient es negras con m ot as azules y Zeus los envió a las I slas
de los Bienavent urados. Pero algunos dicen que Ares los t ransform ó en leones. Sus cuerpos
fueron ent errados en I liria, donde Cadm o había edificado la ciudad de But ua. Le sucedió I lirio,
el hij o t enido en su ancianidad 285 .

1. El casam ient o de Cadm o con Harm onía en presencia de los doce dioses olím picos corre
parej o con el casam ient o de Peleo con Tet is ( véase 81.1) , y parece regist rar un reconocim ient o
helénico general de los conquist adores cadm eos de Tebas, después de haber sido pat rocinados
por los at enienses e iniciados decent em ent e en los Mist erios sam ot racios. Su fundación de
But ua const it uye una pret ensión de los ilirios de que se los considerara griegos y por lo t ant o

280
Pausanias: ix.5.1; Diodoro Sículo: v.48; Apolodoro: iii.4.2.
281
Diodoro Sículo: v.49 y iv.65.5; Píndaro: Odas píticas iii.94; Pausanias ix.12.3; Ferécides, ci-
tado por Apolodoro: iii.4.2.
282
Diodoro Sículo: v.49; Pausanias: ix.12.3.
283
Higinio: Fábula 6; Apolodoro: iii.4.2; Eurípides: Bacantes 43 y 1350 y ss.
284
Higinio: Fábulas 184 y 240.
285
Ovidio: Metamorfosis iv.562-602; Apolodoro: iii.5.4; Ptolomeo Hefestionos: i.; Apolonio de
Rodas: iv.517.

136
Los mitos griegos I Robert Graves

con derecho a int ervenir en los Juegos Olím picos. Cadm o pudo haber t enido un oráculo en
I liria si se lo represent aba allí com o serpient e; y los leones en que se dice que fueron
t ransform ados él y Harm onía eran, quizá, t enant es heráldicos gem elos de la im agen anicónica
de la Gran Diosa, com o en la fam osa Puert a de los Leones de Micenas. El m it ógrafo sugiere
que se le perm it ió em igrar con una colonia al final de su reinado en vez de ser ej ecut ado
( véase 117.5) .

60.

BELO Y LAS DANAI DES

a. El rey Belo, que gobernaba en Quem is de la Tebas egipcia, era hij o de Libia y Posidón
y herm ano m ellizo de Agenor. Su esposa Anquínoe, hij a del Nilo, le dio dos m ellizos, Egipt o y
Dánao, y un t ercer hij o, Cefeo286 .
b. A Egipt o se le dio Arabia por reino, pero subyugó t am bién la región de los
m elám podes, a la que dio su nom bre de Egipt o. Le nacieron cincuent a hij os de diversas
m adres: libias, árabes, fenicias, et c. Dánao, enviado para que gobernase Libia, t uvo cincuent a
hij as, llam adas las Danaides, nacidas t am bién de varias m adres: náyades, ham adríadas,
princesas egipcias de Elefant ina y Menfis, et íopes, et c.
c. Cuando m urió Belo, los herm anos m ellizos se pelearon por la herencia y com o un
gest o conciliador Egipt o propuso un casam ient o general ent re los cincuent a príncipes y las
cincuent a princesas. Dánao, sospechando un com plot , no quería consent ir en ello y, cuando un
oráculo confirm ó sus t em ores de que Egipt o se proponía m at ar a t odas las Danaides, se
dispuso a huir de Libia287 .
d. Con ayuda de At enea const ruyó un barco para él y sus hij as —el prim er barco de dos
proas que se hizo a la m ar— y navegaron con rum bo a Grecia pasando por Rodas. Allí Dánao
dedicó una im agen a At enea en un t em plo que le erigieron las Danaides, t res de las cuales
m urieron durant e su est ada en la I sla; las ciudades de Lindo, Yáliso y Cam iro llevan sus
nom bres288 .
e. Desde Rodas navegaron al Peloponeso y desem barcaron cerca de Lerna, donde Dánao
anunció que había sido elegido por volunt ad divina para ser rey de Argos. Aunque el rey
argivo, Gelanor, se rió de esa pret ensión, com o era nat ural, sus súbdit os se reunieron esa
t arde para discut irla. Sin duda Gelanor habría conservado el t rono, a pesar de la declaración
de Dánao de que At enea le apoyaba, si los argivos no hubieran aplazado su decisión hast a el
am anecer, cuando un lobo descendió audazm ent e de las m ont añas, at acó a una vacada que
pacía cerca de las m urallas de la ciudad y m at ó al t oro principal. Los argivos int erpret aron eso
com o el anuncio de que Dánao se apoderaría del t rono por la violencia si se le hacía
resist encia, y en consecuencia convencieron a Gelanor para que abdicara pacíficam ent e.
f. Dánao, convencido de que el lobo había sido Apolo disfrazado, dedicó el fam oso t em plo
a Apolo Lobuno en Argos y llegó a ser un gobernant e t an poderoso que t odos los pelasgos de
Grecia se llam aban a sí m ism os dánaos. Tam bién const ruyó la ciudadela de Argos, y sus hij as
llevaron los Mist erios de Dem ét er, llam ados Tesm oforias, de Egipt o, y los enseñaron a las

286
Herodoto: ii.91; Eurípides, citado por Apolodoro: ii.1.4.
287
Apolodoro: ii.11; Higinio: Fábula 168; Eustacio sobre Homero, p. 37.
288
Higinio: loc. cit.; Apolodoro: ii.1.4; Herodoto: ii.234; Diodoro Sículo: v. 58.1; Estrabón:
xiv.2.8.

137
Los mitos griegos I Robert Graves

m uj eres pelasgas. Pero desde la invasión doria ya no se realizan las Tesm oforias en el
Peloponeso, salvo en Arcadia289 .
g. Cuando Dánao llegó a Argólida est e país sufría una prolongada sequía, pues Posidón,
ofendido por la decisión de I naco de que el t errit orio pert enecía a Hera, había secado t odos los
ríos, y arroyos. Envió a sus hij as en busca de agua, con la orden de aplacar a Posidón por
cualquier m edio. Una de ellas, llam ada Am im one, cuando perseguía a un ciervo en el bosque,
m olest ó sin querer a un sát iro que dorm ía. El sát iro se levant ó de un salt o y t rat ó de violarla,
pero Posidón, a quien ella invocó, arroj ó su t rident e al sát iro. Ést e, que huía, se escabulló y el
t rident e fue a clavarse en una roca, y Posidón yació con Am im one, quien se alegró de poder
cum plir t an grat am ent e las órdenes de su padre. Al ent erarse de cuál era su m andado, Posidón
señaló su t rident e y le dij o a Am im one que lo arrancase de la roca. Cuando ella lo hizo, t res
corrient es de agua brot aron de los t res aguj eros hechos por los dient es del t rident e. Est e
m anant ial, llam ado ahora el Am im one, es la fuent e del río Lerna, que nunca se seca, ni
siquiera en pleno verano290 .
h. En Am im one dio a luz Equidna baj o un sicóm oro a la m onst ruosa Hidra. Vivía en las
cercanías del lago de Lerna, al que acuden los asesinos para purificarse, y de ahí viene el
proverbio: «Una Lerna de m ales» 291 .
i. Egipt o envió ent onces sus hij os a Argos y les prohibió que volvieran hast a que hubieran
cast igado a Dánao y t oda su fam ilia. A su llegada suplicaron a Dánao que revocara su ant erior
decisión y les perm it iera casarse con sus hij as, pero con el propósit o de asesinarlas en la
noche de bodas. Com o él volvió a negárselo, pusieron sit io a Argos. Ahora bien, no había
fuent es en la ciudadela argiva, y aunque las Danaides invent aron luego el art e de cavar pozos
y proveyeron a la ciudad con varios de ellos, incluso cuat ro sagrados, carecía de agua en aquel
m om ent o. Com prendiendo que la sed le obligaría pront o a capit ular, Dánao prom et ió hacer lo
que pedían los hij os de Egipt o t an pront o com o levant aran el sit io292 .
j . Se concert ó una boda conj unt a y Dánao form ó las parej as, basando su elección en
algunos casos en que la novia y el novio t enían m adre de la m ism a cat egoría, o en que sus
nom bres eran parecidos —así Clit e, Est ánele y Crisipe se casaron con Clit o, Est énelo y
Crisipo—, pero en la m ayoría de los casos echó suert es valiéndose de un yelm o293 .
k. Durant e el banquet e de bodas Dánao dist ribuyó en secret o agudos alfileres que sus
hij as ocult aron en el cabello y a m edianoche cada una de ellas clavó el suyo en el corazón de
su m arido. Sólo quedó un sobrevivient e; por consej o de Árt em is, Hiperm est ra salvó la vida de
Linceo porque ést e había respet ado su virginidad, y le ayudó a huir a la ciudad de Lincea, a
sesent a est adios de dist ancia. Hiperm est ra le suplicó que encendiera un fuego de señal para
hacerle saber que se había puest o a salvo, y ella cont est aría del m ism o m odo desde la
ciudadela; y los argivos t odavía encienden anualm ent e fuegos de señal en conm em oración de
ese pact o. Al am anecer se ent eró Dánao de la desobediencia de Hiperm est ra y fue som et ida a
j uicio con peligro de su vida, pero los j ueces argivos la absolvieron. En consecuencia, ella
erigió una est at ua a Afrodit a Vict oriosa en el t em plo de Apolo Lobuno y adem ás dedicó un
t em plo a Árt em is Persuasiva294 .

289
Pausanias: ii.38.4 y 19.3; Eurípides, citado por Estrabón: viii.6.9; Estrabón: loc. cit.; Herodo-
to: ii.171; Plutarco: Sobre la malicia de Herodoto 13.
290
Higinio: Fábula 169; Apolodoro: ii.1.4.
291
Pausanias: ii.37.1 y 4; Estrabón: viii.6.8.
292
Higinio: Fábula 168; Apolodoro: ii.1.5; Estrabón: viii.6.9.
293
Apolodoro: loc. cit.; Higinio: Fábula 170.
294
Apolodoro: loc. cit.; Pausanias: ii.25.4; 19.6 y 21.1.

138
Los mitos griegos I Robert Graves

l. Las cabezas de los hom bres asesinados fueron ent erradas en Lerna y a sus cuerpos se
le rindieron honores fúnebres baj o las m urallas de Argos; pero, aunque At enea y Herm es
purificaron a las Danaides en el lago lerneano con perm iso de Zeus, los Jueces de los Muert os
las condenaron a la t area int erm inable de t ransport ar agua en cánt aros perforados com o
cedazos295 .
m . Linceo e Hiperm est ra volvieron a unirse y Dánao después de haber decidido casar a
sus ot ras hij as lo m ás pront o que pudiera ant es del m ediodía del día de su purificación pidió
que se present aran pret endient es. Propuso que se corriera una carrera m at rim onial part iendo
de la calle Llam ada ahora Afet a: el vencedor sería el prim ero que eligiría una esposa y los
ot ros las irían eligiendo por su orden de Llegada. Com o no pudo encont rar bast ant es hom bres
dispuest os a arriesgar su vida casándose con unas asesinas, sólo corrieron unos pocos, pero
cuando pasó la noche de bodas sin que les ocurriera nada m alo a los recién casados, se
present aron m ás pret endient es, y se celebró ot ra carrera al día siguient e. Todos los
descendient es de esos m at rim onios se consideran dánaos, y los argivos t odavía celebran la
carrera en la llam ada Com pet encia Nupcial. Linceo m at ó post eriorm ent e a Dánao y reinó en su
lugar. De buena gana habría m at ado t am bién a sus cuñadas al m ism o t iem po para vengar la
m uert e de sus herm anos, si los argivos se lo hubiesen perm it ido296 .
n. Ent ret ant o, Egipt o había ido a Grecia, pero cuando se ent eró de la suert e de sus hij os
huyó a Aroe, donde m urió, y lo ent erraron en Pat ras, en un t em plo de Serapis297 .
o. Nauplio, hij o de Am im one y Posidón, fam oso navegant e, descubrió el art e de navegar
guiándose por la Osa Mayor y fundó la ciudad de Nauplia, donde est ableció a los t ripulant es
egipcios que habían navegado con su abuelo. Fue el ant epasado de Nauplio el Dest ruct or,
quien at raía a los barcos enem igos al naufragio encendiendo fuegos de señal falsos298 .

1. Est e m it o es t est im onio de la prim it iva llegada a Grecia de colonos helenos


provenient es de Palest ina pasando por Rodas, y su int roducción de la agricult ura en el
Peloponeso. Se sost iene que ent re ellos había em igrant es de Libia y Et iopía, lo que parece
probable ( véase 6.1 y 8.2) , Belo es el Baal del Ant iguo Test am ent o y el Bel de los libros
apócrifos; había t om ado su nom bre de la diosa Luna sum eria Belili, a la que desposeyó.
2. Las t res Danaides, llam adas t am bién Telquines, o «encant adoras» que dieron su
nom bre a las t res ciudades de Rodas, eran la diosa Luna t riple Dánae (véase 54.1 y 73.4) . Los
nom bres de Linda, Cam iro y Yálisa parecen ser form as desgast adas de linodeousa ( «at adora
con hilo de lino») , cat am erizousa ( «dist ribuidora») e ialem ist ria ( «m uj er que gim e») ; son, en
realidad, las fam iliares Tres Parcas o Moiras, llam adas de ot ro m odo Clot o, Láquesis y At ropo
( véase 10.1) porque ej ercían esas m ism as funciones. La t eoría clásica del hilo de lino consist ía
en que la diosa at aba al ser hum ano al ext rem o de un hilo cuidadosam ent e m edido que iba
largando anualm ent e, hast a que llegaba el m om ent o de cort arlo y abandonar su alm a a la
m uert e. Pero originalm ent e envolvía al infant e lloroso en un pañal de lino en el que est aban
bordadas las m arcas de su clan y fam ilia y así le asignaba el lugar que le est aba dest inado en
la sociedad.
3. El nom bre sum erio de Dánae era Dam -kina. Los hebreos la llam aban Dinah (Génesis
xxxiv) , y t am bién la m asculinizaban com o Dan. Cincuent a sacerdot isas de la Luna const it uían

295
Apolodoro: loc. cit.; Luciano: Diálogos marinos vi; Higinio: Fábula 168; Ovidio: Heroidas
xiv; Horacio: Odas iii.11.30.
296
Píndaro: Odas píticas ix.117 y ss.; Pausanias: iii.12.2; Higinio: Fábula 170; Servio sobre la
Eneida de Virgilio x.497.
297
Pausanias: vii.21.6.
298
Apolonio de Rodas: i.136-8; Teón sobre Fenómenos de Arato 27; Pausanias: iv.35-2.

139
Los mitos griegos I Robert Graves

la dot ación regular de un colegio, y su deber consist ía en m ant ener la t ierra regada m ediant e
encant am ient os que producían la lluvia, el riego y la excavación de pozos; de aquí que el
nom bre de las Danaides se haya relacionado con la palabra griega danos, «reseca», y con
danos, «un don», la prim era a de las cuales es a veces larga y a veces breve. El hecho de que
Agenor y Belo fueran m ellizos, lo m ism o que Dánao y Egipt o, indica que en Argos exist ía un
sist em a m onárquico en el que cada co- rey se casaba con una Sum a Sacerdot isa y reinaba
durant e cincuent a m eses lunares, o la m it ad de un Gran Año. Las Sum as Sacerdot isas eran
elegidas m ediant e una carrera pedest re ( el origen de los Juegos Olím picos) que se corría al
final de los cincuent a m eses, o de cuarent a y nueve en años alt ernos ( véase 53.4) . Y la carrera
pedest re del Año Nuevo en Olim pia ( véase 53.e) , Espart a ( véase 160.d) , Jerusalén ( Hooke:
Origen del rit ual sem it a prim it ivo, 1935, p. 53) y Babilonia ( Langdon: Epopeya de la Creación,
versos 57 y 58) , se corría por el reinado sagrado, com o en Argos. Un rey Sol debía ser rápido.
4. La Hidra ( véase 34.3 y 60.h) , m uert a por Heracles, parece haber personificado a ese
colegio de sacerdot isas proveedoras de agua (véase 124.2- 4) , el m it o de las Danaides regist ra,
según parece, dos t ent at ivas helenas de apoderarse de su t em plo, la prim era de las cuales
fracasó señaladam ent e. Después de la segunda t ent at iva, est a vez afort unada, el caudillo
heleno se casó con la Sum a Sacerdot isa y dist ribuyó a las sacerdot isas del agua com o esposas
ent re sus capit anes. «La calle llam ada Afet a» debió de ser el punt o de part ida en la carrera de
las m uchachas para obt ener el cargo de Sum a Sacerdot isa, pero ut ilizada t am bién en la
carrera pedest re de los hom bres que aspiraban al cargo de rey sagrado ( véase 53.3 y 160.d) .
Linceo era un t ít ulo regio t am bién en Mesenia ( véase 74.1) y significa «del lince», el caracal,
una especie de león fam oso por su vist a aguda.
5. «Egipt o» y «Dánao» parecen haber sido t ít ulos prim it ivos de los co- reyes de Argos; y
com o era una cost um bre m uy difundida ent errar la cabeza del rey sagrado en los accesos de
una ciudad, y prot egerla así cont ra la invasión ( véase 146.2) , las supuest as cabezas de los
hij os de Egipt o ent erradas en Lerna eran probablem ent e las de sucesivos reyes sagrados. A los
egipcios los llam aban m elam podos ( «pies negros») porque chapot eaban en el lodo negro del
Nilo durant e la est ación de la siem bra.
6. Una sociedad post erior y m onógam a represent aban las Danaides con sus cánt aros
aguj ereados com o cast igo et erno por m at ricidio. Pero en la ilust ración de la que se deriva est a
fábula realizaban un encant am ient o necesario: derram ar agua en t ierra para producir
chaparrones m ediant e la m agia sim pát ica ( véase 41.5 y 68.1) . Parece que el cedazo, o el j arro
que hace agua, siguió siendo una m arca dist int iva de la m uj er prudent e m uchos siglos después
de la abolición de los colegios de danaides: Filóst rat o dice ( Vida de Apolonio de Tiana vi.11)
que «m uj eres con cedazos en las m anos van de un lado a ot ro pret endiendo curar el ganado
de los ingenuos past ores».
7. Los fuegos de señal de Hiperm est ra y Linceo habrán sido los que encendían en el
Fest ival de la Prim avera argivo para celebrar el t riunfo del Sol. Es posible que en Argos se
diera m uert e al rey sagrado at ravesándole el corazón con una larga aguj a: una m uert e
relat ivam ent e m isericordiosa.
8. Las Tesm oforias ( «ofrendas debidas») eran orgías agrícolas que se celebraban en
At enas ( véase 48.b) y en las cuales llevaban en un cest o los órganos genit ales cort ados del rey
sagrado o su sust it ut o; en t iem pos m ás civilizados los reem plazaban con t ort as en form a de
falo y serpient es vivas. Apolo Licio puede significar «Apolo de la Luz» m ás bien que «Apolo
Lobuno», pero los dos concept os est aban relacionados por la cost um bre de los lobos de aullar
a la luna llena.

61.

LAMI A

a. Belo t enía una herm osa hij a llam ada Lam ia que gobernó en Libia y a la que Zeus,
agradecido por sus favores, ot orgó la facult ad singular de quit arse los oj os y volver a
ponérselos a su volunt ad. Le dio varios hij os, pero t odo ellos, m enos Escila, fueron m uert os
140
Los mitos griegos I Robert Graves

por Hera en un arrebat o de celos. Lam ia se vengó m at ando a los hij os de ot ros y obró con
t ant a crueldad que su rost ro se convirt ió en una m áscara espant osa.
b. Post eriorm ent e se agregó al grupo de las Em pusas yaciendo con j óvenes y
chupándoles la sangre m ient ras dorm ían 299 .

1. Lam ia era la libia Neit h, la diosa del Am or y la Bat alla, llam ada t am bién Anat ha y
At enea ( véase 8.1, 25.2 y 61.1) , cuyo cult o suprim ieron los aqueos; com o Alfit o de Arcadia,
t erm inó siendo un coco para los niños (véase 52.7) . Su nom bre, Lam ia, parece ser análogo a
lam yros ( «glot ón») , de laim os ( «gaznat e») ; así, de una m uj er: «lasciva», y su feo rost ro es la
m áscara de gorgona profiláct ica que llevaban sus sacerdot isas durant e los Mist erios (véase
33.3) , de los que el infant icidio era part e int egral. Los oj os rem ovibles de Lam ia han sido
deducidos quizá de una ilust ración en que aparecía la diosa ot orgando la visión m íst ica a un
héroe m ediant e la ent rega de un oj o ( véase 73.8) . Las Em pusas eran incubas (véase 55.1) .

62.

LEDA

a. Algunos dicen que cuando Zeus se enam oró de Ném esis, ella huyó de él arroj ándose al
agua y se convirt ió en pez, y que él la persiguió t ransform ado en cast or [ ?] y surcando las
olas. Ella salt ó a t ierra y se t ransform ó en diversas fieras, pero no pudo zafarse de Zeus,
porque ést e t om aba la form a de anim ales t odavía m ás feroces y rápidos. Por fin, ella se
rem ont ó al aire com o un ganso silvest re y él se t ransform ó en un cisne y la cubrió
t riunfalm ent e en Ram m unt e, Át ica. Ném esis sacudió sus plum as resignadam ent e y fue a
Espart a, donde Leda, esposa del rey Tindáreo, encont ró poco después en un pant ano un huevo
de color de j acint o que llevó a su casa y ocult ó en un cofre; de ese huevo salió Helena de
Troya300 . Pero algunos dicen que ese huevo cayó de la luna, com o el huevo que en la
ant igüedad cayó en el río Eufrat es y fue llevado a la cost a por peces y luego em pollado por
palom as, y del que salió la diosa del Am or siria301 .
b. Ot ros dicen que Zeus, sim ulando que era un cisne perseguido por un águila, se refugió
en el seno de Ném esis y la violó, y que, cuando t ranscurrió el t iem po debido, ella puso un
huevo que Herm es arroj ó ent re los m uslos de Leda cuando est aba sent ada en un t aburet e con
las piernas abiert as. Así Leda dio a luz a Helena y Zeus colocó las im ágenes del Cisne y el
Águila en el firm am ent o para conm em orar ese ardid 302 .
c. Sin em bargo, el relat o m ás com ún es que fue con Leda m ism a con quien se ayunt ó
Zeus en la form a de un cisne j unt o al río Eurot as; que ella puso un huevo del que salieron

299
Diodoro Sículo: xx.41; Suidas sub Lamia; Plutarco: Sobre la curiosidad 2; Escoliasta sobre
La paz de Aristófanes 757; Estrabón: i.11.8; Eustacio sobre Homero: p. 1714; Aristóteles: Ética
vii.5.
300
Ateneo, citando Cipria de Homero p. 334b; Apolodoro: ii.10.7; Safo: Fragmento 105; Pausa-
nias: i.33.7; Eratóstenes: Catasterismoi 25.
301
Ateneo: 57f.; Plutarco: Banquetes ii.3.3; Higinio: Fábula 197.
302
Higinio: Astronomía poética ii.8.

141
Los mitos griegos I Robert Graves

Helena, Cast or y Pólux; y que en consecuencia se la deificó com o la diosa Ném esis303 . Ahora
bien, el m arido de Leda, Tindáreo, t am bién se había acost ado con ella esa m ism a noche y, si
bien algunos sost ienen que los t r es eran hij os de Zeus —y t am bién Clit em nest ra, quien había
salido con Helena, de un segundo huevo—, ot ros dicen que solam ent e Helena era hij a de Zeus
y que Cast or y Pólux eran hij os de Tindáreo304 ; ot ros m ás afirm an que Cast or y Clit em nest ra
eran hij os de Tindáreo, en t ant o que Helena y Pólux eran hij os de Zeus305 .

1. Ném esis era la diosa Luna com o Ninfa (véase 32.2) y, en la form a m ás ant igua del
m it o de la cacería am orosa, perseguía al rey sagrado a t ravés de sus cam bios est acionales de
liebre, pez, abej a y rat ón —o liebre, pez, páj aro y grano de t rigo— y finalm ent e lo devoraba.
Con la vict oria del sist em a pat riarcal la persecución se invirt ió: ahora la diosa huía de Zeus,
corno en la balada inglesa del Herrero Negro ( véase 89.2) . Fila se había t ransform ado en una
nut ria o en un cast or para perseguir al pez, y el nom bre de Cast or es claram ent e una
supervivencia de ese m it o, en t ant o que el de Pólux ( «m ucho vino dulce») recuerda el caráct er
de las fest ividades durant e las cuales se realizaba la persecución.
2. Se dice que Lada es una palabra licia ( es decir, cret ense) que significa «m uj er», y
Leda era la diosa Lat ona, o Let o, o Lat , que dio a luz a Apolo y Árt em is en Délos (véase 14.2) .
El huevo de color de j acint o recuerda el huevo de Pascua de color de sangre de los druidas,
llam ado el glain, que ellos buscaban t odos los años en la cost a del m ar; en el m it o celt a lo
ponía la diosa com o sierpe m arina. La fábula de que fue arroj ado ent re los m uslos de Leda
puede haberse deducido de una ilust ración en la que aparecía la diosa sent ada en el banquillo
del part o con la cabeza de Apolo saliendo de su út ero.
3. Helena y Helle o Selene son variant es locales de la diosa Luna ( véase 43.1O, 70.8 y
159.1) , cuya ident idad con la diosa siria de la que habla Luciano dest aca Higinio. Pero el relat o
de Higinio es confuso; fue la diosa m ism a la que puso el huevo del m undo después de
acoplarse con la serpient e Ofión, y la que lo incubó en las aguas adopt ando la form a de una
palom a. Ella m ism a surgió del Vacío ( véase l.a) . Helena t enía dos t em plos cerca de Espart a:
uno en Terapne, edificado en un lugar m icénico; ot ro en Dendra, relacionado con un cult o del
árbol, com o lo est aba t am bién su t em plo de Rodas ( véase 88.10) . Pólux ( x.191) m enciona un
fest ival espart ano llam ado las Helenoforias, que se parecía m ucho a las Tesm oforias de At enea
en At enas ( véase 48.b) , y durant e el cual ciert os obj et os no m encionables, eran conducidos en
un cest o especial llam ado helene; un cest o com o ése lleva Helena m ism a en relieves que la
m uest ran acom pañada por los Dióscuros. Los obj et os debían ser em blem as fálicos, pues ella
era una diosa orgiást ica.
4. Zeus engañó a Ném esis, la diosa del cult o del cisne en el Peloponeso, apelando a su
com pasión, exact am ent e com o había engañado a Hera, del cult o del cuco cret ense ( véase
12.a) . Est e m it o se refiere, al parecer, a la llegada a ciudades cret enses o pelasgas de
guerreros helenos que, para com enzar, rendían hom enaj e a la Gran Diosa y proporcionaban a
sus sacerdot isas m aridos obedient es, arrebat ándole luego la soberanía suprem a.

303
Lactancio: i.21; Higinio: Fábula 77; Primer Mitógrafo Vaticano: 78 y 204.
304
Homero: Odisea xi.299; Ilíada iii.426; Eurípides: Helena 254, 1497 y 1680.
305
Píndaro: Odas nemeas x.80; Apolodoro: iii.10.6-7.

142
Los mitos griegos I Robert Graves

63.

I XI ÓN

a. I xión, hij o de Flegias, el rey lapit a, convino en casarse con Día, hij a de Deyoneo, le
prom et ió ricos regalos de boda e invit ó a Deyoneo a un banquet e, pero preparó delant e del
palacio una t ram pa con un gran fuego de carbón veget al debaj o, y el confiando Deyoneo cayó
en ella y se quem ó.
b. Aunque los dioses m enos im port ant es lo consideraron una acción nefanda y se
negaron a purificar a I xión, Zeus, que obraba igualm ent e m al cuando se enam oraba, no sólo le
purificó, sino que adem ás lo llevó a com er en su m esa.
c. I xión era desagradecido y se propuso seducir a Hera, a quien, según suponía, le
agradaría t ener la oport unidad de vengarse de Zeus por sus frecuent es infidelidades. Pero
Zeus adivinó las int enciones de I xión y dio a una nube la form a de una falsa Hera con la que
I xión, que había bebido dem asiado para descubrir el engaño, sat isfizo su deseo. Zeus le
sorprendió in fragrant i y ordenó a Herm es que lo azot ase sin piedad hast a que repit iese las
palabras: «Los benefact ores m erecen ser honrados», y luego lo at ó a una rueda ardient e que
gira sin cesar por el firm am ent o.
d. La falsa Hera, llam ada luego Neféle, dio a I xión com o hij o el proscrit o niño Cent auro,
del que se dice que cuando llegó a la edad viril engendró caballos-cent auros con yeguas
m agnesias, de los cuales el m ás célebre fue el doct o Quirón 306 .

1. El nom bre de I xión, form ado con ischys ( «fuerza») e io ( «luna») ( véase 61.2) , sugiere
t am bién ixias ( «m uérdago») . Com o rey-encina con genit ales de m uérdago (véase 50.2) , y
represent ando al dios-t rueno, se casaba rit ualm ent e con la diosa Luna hacedora de lluvia, y
ent onces se le azot aba para que su sangre y su esperm a fruct ificaran la t ierra ( véase 116.4) ,
se le cort aba la cabeza con un hacha, se le cast raba, y después de ext enderlo en un árbol y de
asarlo, sus parient es se lo com ían sacram ent alm ent e. Eion es el epít et o hom érico para un río,
pero al padre de Día se le llam a Deyoneo, que significa «saqueador», así com o Eyioneo.
2. La diosa Luna del cult o de la encina era conocida com o Día («del firm am ent o») , t ít ulo
de la diosa Encina de Dodona ( véase 51.1) y por lo t ant o de Hera, la esposa de Zeus. El que
los reyes ant icuados se llam asen Zeus ( véase 43.2, 45.2, 68.1 y 156.4) y se casasen con Día
de las Nubes de Lluvia desagradaba, com o era nat ural, a los sacerdot es olím picos, quienes
int erpret aban erróneam ent e la represent ación rit ual del rey lapit a con sus m iem bros
ext endidos com o un recordat orio de su cast igo por im piedad, e invent aron la anécdot a de la
nube. En un espej o et rusco I xión aparece at ado a una rueda de fuego con yesca de hongos a
los pies; en ot ras part es est á at ado con el m ism o «lazo quínt uple» con que el héroe irlandés
Curoi at ó a Cuchulain, inclinado hacia at rás en un aro ( Filóst rat o: Vida de Apolonio de Tiana
vii.12) , con los t obillos, las m uñecas y el cuello at ados, com o Osiris en el Libro de los m uert os.
Est a act it ud recuerda las ruedas ardient es que se hacían rodar por las laderas de las colinas en
las fest ividades europeas del solst icio de verano, com o señal de que el sol había llegado a su
cénit y en adelant e t enía que declinar hast a el solst icio de invierno. La t ram pa t endida por
I xión no es m et afórica: eran necesarias víct im as sust it uías del rey sagrado, com o prisioneros
t om ados en la, bat alla, o, si falt aban ést os, viaj eros apresados en t ram pas. El m it o parece
regist rar un t rat ado hecho por los helenos adoradores de Zeus con los lapit as, flegieos y
cent auros y que fue violado con el asesinat o rit ual de viaj eros helenos y la capt ura de sus
m uj eres; los helenos exigieron, y recibieron, excusas oficiales.

306
Escoliasta sobre Apolonio de Rodas: iii.62; Higinio: Fábulas 33 y 62; Píndaro: Odas píticas
ii.33-89; con escoliasta Luciano: Diálogos de los Dioses 6; Escoliasta sobre Las fenicias de Eurípi-
des 1185.

143
Los mitos griegos I Robert Graves

3. Los caballos est aban consagrados a la luna, y las danzas de caballicos, dest inadas a
hacer que cayera la Lluvia, dieron origen, al parecer, a la leyenda de que los cent auros eran
m it ad caballos y m it ad hom bres. La m ás ant igua represent ación griega de los cent auros —dos
hom bres unidos por la cint ura a cuerpos de caballos— se encuent ra en una gem a m icénica del
Héroe de Argos; est án el uno frent e al ot ro y bailan. Una parej a análoga aparece en un sello
cret ense, pero com o en Cret a no exist ía un cult o nat ivo del caballo, es evident e que el m ot ivo
fue im port ado del cont inent e. En el art e arcaico se represent aba t am bién a los sát iros com o
hom bres caballos, pero post eriorm ent e com o cabras. El cent auro sería un héroe oracular con
cola de serpient e, y la fábula del apaream ient o de Bóreas con yeguas se relaciona, por lo
t ant o, con él ( véase 48.e) .

64.

ENDI MI ÓN

a. Endim ión era el herm oso hij o de Zeus y de la ninfa Cálice, eolio por la raza aunque de
origen cario, que expulsó a Clim eno del reino de Elide. Su esposa, conocida con m uchos
nom bres diferent es, com o I fianasa, Hiperipa, Crom ia y Neis, le dio cuat ro hij os; t am bién t uvo
cincuent a hij as con Selene, quien se había enam orado de él desesperadam ent e307 .
b. Endim ión dorm ía una noche en una cueva del m ont e Lat ines cuando Selene lo vio por
prim era vez, se acost ó a su lado y le besó suavem ent e en los oj os cerrados. Más t arde, según
dicen algunos, volvió a la m ism a cueva y cayó en un sueño sin sueños. Est e sueño, del cual
nunca iba despert ar, le vino o bien a propia pet ición, porque aborrecía la aproxim ación de la
vej ez, o bien porque Zeus sospechaba que int rigaba con Hera, o bien porque Selene descubrió
que prefería besarle suavem ent e ant es que ser obj et o de su pasión dem asiado fért il. Sea com o
fuere, nunca se ha hecho ni un día m ás viejo y conserva en las m ejillas la lozanía de la
j uvent ud. Pero ot ros dicen que est á ent errado en Olim pia, donde sus cuat ro hij os corrieron una
carrera por el t rono vacant e, carrera que ganó Epeo 308 .
c. Uno de sus hij os vencidos, Et olo, int ervino post eriorm ent e en una carrera de carros
con m ot ivo de los juegos fúnebres de Azán, hij o de Árcade, la prim era que se celebró en
Grecia. Com o los espect adores no sabían que debían apart arse de la pist a, el carro de Et olo
at ropello accident alm ent e a Apis, hij a de Foroneo, y causándole heridas m ort ales. Salm oneo,
que est aba present e, dest erró a Et olo al ot ro lado del Golfo de Corint o, donde m at ó a Doro y
sus herm anos y conquist ó el t errit orio que ahora se llam a Et olio309 en su honor.

1. Est e m it o señala cóm o un caudillo eolio invadió Elide y acept ó las consecuencias de su
casam ient o con la diosa Luna pelasga represent ant e de Hera —los nom bres de las esposas de
Endim ión son t odos t ít ulos de la luna—, j efa de un colegio de cincuent a sacerdot isas del agua
( véase 60.3) . Cuando t erm inó su reinado fue debidam ent e sacrificado y se le concedió un
t em plo de héroe en Olim pia. Pisa, la ciudad a la que pert enecía Olim pia, significaba, según se
dice, en el idiom a lidio ( o cret ense) «lugar de descanso privado», es decir, de la luna (Servio
sobre Virgilio x.179) .

307
Apolodoro: i.7.5-6 Pausanias: v.8.1 y 12.
308
Apolodoro: i.7.6; Escoliasta sobre los Idilios de Teócrito iii.49; Cicerón: Debates toscanos
i.38; Pausanias: v.1.3.
309
Pausanias: viii.4.2-3 y v.1.6; Apolodoro: i.7.6; Estrabón: viii.3.33.

144
Los mitos griegos I Robert Graves

2. El nom bre Endim ión, endeuien (en lat ín: inducere) , se refiere a la seducción del rey
por la Luna, com o si fuera una de las Em pusas ( véase 55.a) , pero los ant iguos lo explican
com o refiriéndose a som num ei induct um , «el sueño im puest o a él».
3. Et olo, com o Pélope, conduj o su carro alrededor del est adio olím pico en represent ación
del sol (véase 69.1) ; y el hecho de que m at ara accident alm ent e a Apis, que t iene por fin
explicar la colonización eleát ica de Et olia, parece haber sido deducido de una ilust ración del
rom pim ient o anual del carro en el que m oría el sust it ut o del rey ( véase 71.1 y 109.4) . Pero la
carrera pedest re ganada por Epeo ( «sucesor») fue un acont ecim ient o ant erior ( véase 53.3) . La
exist encia de un t em plo de Endim ión en el m ont e Lat m os de Caria indica que se est ableció allí
una colonia eolia provenient e de Elida. Su casam ient o rit ual con Hera, com o el de I xión, t uvo
que haber ofendido a los sacerdot es de Zeus (véase 63.2) .
4. Apis es un nom bre derivado de apios, adj et ivo hom érico que significa habit ualm ent e
«a lo lej os», pero cuando se aplica a los peloponesos (Esquilo: Suplicant es 262) significa «del
peral» ( véase 74.6) .

65.

PI GMALI ÓN Y GALATEA

a. Pigm alión, hij o de Belo, se enam oró de Afrodit a, y, com o ella no quiso yacer con él,
hizo una im agen de m arfil de ella y la acost ó en su cam a suplicándole que se com padeciera de
él. I nt roduciéndose en esa im agen, Afrodit a le dio vida com o Galat ea, la que dio a Pigm alión
dos hij os: Pafo y Met arm e. Pafo, el sucesor de Pigm alión, fue el padre de Cíniras, quien fundó
la ciudad chipriot a de Pafos y const ruyó allí un t em plo fam oso dedicado a Afrodit a310 .

1. Pigm alión, casado con la sacerdot isa de Afrodit a en Pafos, parece haber t enido la
im agen blanca del cult o de la diosa ( cf. 1 Sam uel xix.13) en su lecho com o un m edio para
conservar el t rono de Chipre. Si, en efect o, a Pigm alión le sucedió un hij o que le dio est a
sacerdot isa, ést e habrá sido el prim er rey que im puso el sist em a pat rilineal a los chipriot as.
Pero es m ás probable que, com o su niet o Cíniras ( véase 18.5) se negase a ent regar la im agen
de la diosa al t érm ino de su reinado de ocho años, y que lo prolongase casándose con ot ra de
las sacerdot isas de Afrodit a —t écnicam ent e su hij a, pues era la heredera del t rono—, a la que
se llam a Met arm e ( «cam bio») para señalar la innovación.

66.

ÉACO

a. El dios fluvial Asopo —al que algunos llam an hij o de Océano y Tet is, ot ros de Posidón y
Pero y ot ros m ás de Zeus y Eurínom e— se casó con Met ope, hij a del río Ladón, la cual le dio
dos hij os y doce o veint e hij as311 .

310
Apolodoro: iii.14.3; Ovidio: Metamorfosis x.243 y ss.; Arnobio: Contra las naciones vi.22.
311
Apolodoro: iii.12.6; Diodoro Sículo: iv.72.

145
Los mitos griegos I Robert Graves

b. Varias de ést as fueron rapt adas y violadas en diversas ocasiones por Zeus, Posidón o
Apolo, y cuando Egina, la m ás j oven de ellas, herm ana m elliza de Tebe y una de las víct im as
de Zeus, t am bién desapareció, Asopo salió a buscarla. En Corint o se ent eró de que Zeus era
una vez m ás el culpable, lo persiguió para vengarse y lo encont ró abrazado a Egina en un
bosque. Zeus, que est aba desarm ado, huyó ignom iniosam ent e a t ravés del bosque y, cuando
ya no podía verle, se t ransform ó en una roca hast a que hubo pasado Asopo; inm ediat am ent e
después volvió furt ivam ent e al Olim po y desde la seguridad de sus m urallas le arroj ó rayos.
Asopo t odavía se m ueve lent am ent e a causa de las heridas que recibió ent onces y a m enudo
se ext raen t rozos de carbón quem ado del lecho de su río 312 .
c. Habiéndose librado así del padre de Egina, Zeus la llevó en secret o a la isla llam ada
luego Enone o Enopia, donde se acost ó con ella en la form a de un águila, o de una llam a, y los
cupidos revolot eaban sobre su cam a adm inist rando los dones del am or 313 . Al cabo de algún
t iem po Hera descubrió que Egina había dado a Zeus un hij o llam ado Éaco, y, furiosa, resolvió
ext erm inar a t odos los habit ant es de Enone, de la que era ahora rey. I nt roduj o en uno de sus
arroyos una serpient e que ensució el agua y puso m illares de huevos, de m odo que una
m ult it ud de serpient e em pezó a deslizarse y a ret orcerse por los cam pos int roduciéndose en
t odos los ot ros arroyos y ríos. Una densa oscuridad y un calor soporífero se ext endieron por la
isla, a la que Éaco había dado el nuevo nom bre de Egina, y el pest ilent e vient o sur sopló
durant e no m enos de cuat ro m eses. Las m ieses y los past os se secaron y siguió el ham bre,
pero los isleños sufrían principalm ent e de sed, y cuando se les acabó el vino t enían que
arrast rarse hast a el arroyo m ás cercano, donde m orían al beber su agua venenosa.
d. Las apelaciones a Zeus eran inút iles; los suplicant es ext enuados y sus anim ales para
el sacrificio caían m uert os ant e sus m ism os alt ares, hast a que apenas quedó viva una sola
criat ura de sangre calient e314 .
e. Un día el t rueno y el rayo respondieron a las plegarias de Éaco. Anim ado por ese
agüero favorable, pidió a Zeus que volviese a poblar el t errit orio vacío, dándole t ant os súbdit os
com o el núm ero de horm igas que subían por una cocina cercana llevando granos de cereal. El
árbol, nacido de una bellot a de Dodona, est aba consagrado a Zeus; ant e la súplica de Éaco
t em bló y en sus ext ensas ram as se produj o un susurro que no había causado vient o alguno.
Éaco, aunque est aba at errado, no huyó, sino que repet idam ent e besó el t ronco del árbol y la
t ierra en que se alzaba. Esa noche soñó que veía caer al suelo desde el árbol sagrado una
lluvia de horm igas y que ést as se t ransform aban en hom bres. Cuando despert ó descart ó el
sueño com o una fant asía engañosa, pero de pront o su hij o Telam ón le hizo salir para que viese
una m ult it ud de hom bres que se acercaban y reconoció los rost ros que había vist o en su
sueño. La plaga de serpient es había desaparecido y la lluvia caía sin cesar.
f. Éaco dio las gracias a Zeus y repart ió la ciudad y los cam pos desiert os ent re sus
nuevos súbdit os, a los que llam ó m irm idones, es decir «horm igas», y cuyos descendient es
t odavía m uest ran una frugalidad, una paciencia y una t enacidad parecidas a las de las
horm igas. Más t arde esos m irm idones siguieron a Peleo cuando fue dest errado de Egina y
com bat ieron j unt o a Aquiles y Pat roclo en Troya315 .
g. Pero algunos dicen que a los m irm idones aliados de Aquiles se los llam aba así en
honor del rey Mirm idón cuya hij a Eurim edusa fue seducida por Zeus en la form a de una
horm iga, y que por eso las horm igas son sagradas en Tesalia. Y ot ros hablan de una ninfa

312
Diodoro Sículo: loc. cit.; Píndaro: Odas ístmicas viii.17 y ss.; Calímaco: Himno a Délos 78;
Apolodoro: loc. cit.; Lactancio: sobre la Tebaida de Estacio vii.215.
313
Apolodoro: iii.12.6; Píndaro: loc. cit., Escoliasta sobre la Ilíada de Homero i.7; Píndaro: Odas
nemeas viii.6; Ovidio: Metamorfosis vi.113.
314
Higinio: Fábula 52; Ovidio: Metamorfosis vii.520 y ss.

315
Ovidio: Metamorfosis vii.614 y ss.; Higinio: loc. cit.; Apolodoro: loc. cit.; Pausanias: ii.29.2;
Estrabón: viii.6.16 y ix.5.9.

146
Los mitos griegos I Robert Graves

llam ada Mirm ex, quien, cuando su com pañera At enea invent ó el arado, se j act ó de que ella
había hecho el descubrim ient o, y com o cast igo se la t ransform ó en horm iga316 .
h. Éaco, quien se casó con Endeis de Megara, era m uy fam oso por su piedad y se le
honraba t ant o que los hom bres anhelaban deleit ar sus oj os cont em plándolo. Todos los héroes
m ás nobles de Espart a y At enas deseaban com bat ir a sus órdenes, aunque él había hecho de
Egina la isla de acceso m ás difícil de t odas las del Egeo, rodeándola con escollos sum ergidos y
arrecifes peligrosos, com o prot ección cont ra los pirat as317 . Cuando t oda Grecia fue afligida por
una sequía causada por haber asesinado Pélope al rey arcadio Est ínfalo, o, según dicen
algunos, por haber asesinado los at enienses a Andrógeno, el oráculo de Delfos aconsej ó a los
griegos: «¡Pedid a Éaco que ruegue por vuest ra liberación! » I nm ediat am ent e cada ciudad
envió un heraldo a Éaco, quien ascendió al m ont e Panheleno, el m ás alt o de su isla, vest ido
com o un sacerdot e de Zeus. Allí hizo sacrificios a los dioses y rogó para que t erm inase la
sequía. Respondió a su súplica un fuert e t rueno, las nubes oscurecieron el cielo y furiosos
chaparrones em paparon t odo el t errit orio de Grecia. El dedicó ent onces un t em plo a Zeus en el
Panheleno, y una nube que se posa en la cim a de la m ont aña ha sido siem pre desde ent onces
un infalible augurio de lluvia318 .
i. Apolo y Posidón llevaron a Éaco con ellos cuando const ruyeron las m urallas de Troya,
pues sabían que a m enos que un m ort al part icipase en su t rabaj o la ciudad sería inexpugnable
y sus habit ant es capaces de desafiar a los dioses. Apenas habían t erm inado la t area cuando
t res serpient es de oj os grises t rat aron de escalar las m urallas. Dos de ellas eligieron la part e
que acababan de t erm inar los dioses, pero cayeron y m urieron; la t ercera, lanzando un grit o,
corrió a la part e const ruida por Éaco y consiguió ent rar en la ciudad. Ent onces Apolo profet izó
que Troya caería m ás de una vez, y que los hijos de Éaco est arían ent re los que la t om arían,
t ant o en la prim era com o en la cuart a generación; y eso sucedió realm ent e en las personas de
Telam ón y Ayax 319 .
j . Éaco, Minos y Radam ant is eran los t res hij os de Zeus a los que él m ás habría deseado
evit ar la carga de la ancianidad, pero las Parcas no lo perm it ieron y Zeus, acept ando
benignam ent e su prohibición, dio un buen ej em plo a los dem ás olím picos320 .
k. Cuando m urió Éaco se convirt ió en uno de los t res Jueces del Tárt aro, donde dict a
leyes a las alm as e incluso se apela a él para que arbit re en las disput as que pueden
producirse ent re los dioses. Algunos añaden que guarda las llaves del Tárt aro, im pone un
port azgo y com prueba si las alm as que lleva allá Herm es son las que figuran en las fact uras de
At ropo321 .

1. Las hij as de Asopo violadas por Apolo y Posidón t ienen que haber sido colegios de
sacerdot isas de la Luna en el valle del Asopo, en el nordest e del Peloponeso, de cuyas fért iles
t ierras se apoderaron los eolios. La violación de Egina parece relat ar una subsiguient e

316
Servio sobre la Eneida de Virgilio ii.7 y iv.402; Clemente de Alejandría: Alocución a los gen-
tiles ii.39.6.
317
Apolodoro: iii.12.6; Píndaro: Odas nemeas viii.8 y ss.; Pausanias: ii.29.5.
318
Diodoro Sículo: iv.61.1; Clemente de Alejandría: Stromateis vi.3.28; Pausanias: ii.30.4; Teó-
frasto: Señales del tiempo i.24.
319
Píndaro: Odas olímpicas viii.30 y ss., con escoliasta.
320
Ovidio: Metamorfosis ix.426 y ss.
321
Ibid.: xiii.25; Píndaro: Odas ístmicas viii.24; Apolodoro: iii.12.6; Luciano: Diálogos de los
muertos xxi.l; Caronte 2; y Viaje abajo iv.

147
Los mitos griegos I Robert Graves

conquist a aquea de Flios, ciudad sit uada en las fuent es del Asopo; y un inút il pedido de ayuda
m ilit ar hecho por sus vecinos a Corint o. Eurínom e y Tet is ( véase l.a y l.b) , los nom bres de la
m adre de Asopo, eran t ít ulos ant iguos de la diosa Luna, y «Pero» indica pera, un saco de cuero
( véase 36.1) y por lo t ant o la égida de piel de cabra de At enea, lo m ism o que «Egina».
2. Él m it o de Éaco se refiere a la conquist a de Egina por los m irm idones de Ft iót ide, cuyo
em blem a t ribal era una horm iga. Ant eriorm ent e, la isla, según parece, est aba en poder de
pelasgos que rendían cult o a la cabra, y su host ilidad a los invasores queda const at ada en el
envenenam ient o de los arroyos y ríos por Hera. Según Est rabón, quien siem pre buscaba
explicaciones razonables de los m it os, pero raras veces m iraba lo bast ant e lej os, la t ierra de
Egina est aba cubiert a por una capa de piedras, y sus habit ant es se llam aban m irm idones
porque, com o las horm igas, t enían que excavar ant es de poder labrar sus cam pos, y porque
eran t roglodit as ( Est rabón: viii.6.16) . Pero la leyenda t esalia de Mirm ex es un sim ple m it o de
origen: los m irm idones de Ft iót ide pret endían ser aut óct onos, com o son las horm igas y
m ost raban t al lealt ad a las leyes de su sacerdot isa, la reina Horm iga, que el represent ant e
heleno de Zeus que se casó con ella t uvo que hacerse t am bién una horm iga honoraria. Si
Mirm ex era, en realidad, un t ít ulo de la diosa Madre de la Grecia sept ent rional, podía m uy bien
pret ender que había invent ado el arado, porque la agricult ura había sido est ablecida por
inm igrant es del Asia Menor ant es que los helenos llegaran a At enas.
3. Los colonos ft iót idas de Egina m ezclaron post eriorm ent e sus m it os con los de los
invasores aqueos provenient es de Flio, j unt o al río Asopo, y, com o est os flianos habían
conservado su fidelidad a la encina- oráculo de Dodona ( véase 51.a) se describe a las horm igas
com o cayendo de un árbol en vez de salir de la t ierra.
4. En el m it o original Éaco provocaba la t orm ent a de lluvia no apelando a Zeus, sino
m ediant e alguna m agia com o la que ut ilizó Salm oneo (véase 68.1) . Su legislación en el
Tárt aro, com o la de Minos y Radam ant is, indica que se adopt ó un código legal eginet a en ot ras
part es de Grecia. Probablem ent e se aplicaba al derecho com ercial m ás bien que al crim inal, a
j uzgar por la acept ación general en la época clásica del t alent o eginet a com o peso legal del
m et al precioso. Era de origen cret ense y su peso era de 100 libras inglesas.

67.

SI SI FO

a. Sísifo, hij o de Éolo, se casó con la hij a de At lant e llam ada Mérope, la Pléyade, quien le
dio com o hij os a Glauco, Ornit ión y Sinón, y poseía un excelent e rebaño de vacas en el ist m o
de Corint o322 .
b. Cerca de él vivía Aut ólico, hij o de Quíone, cuyo herm ano m ellizo Filam m ón fue
engendrado por Apolo, aunque el propio Aut ólico consideraba com o su padre a Herm es323 .
c. Ahora bien, Aut ólico era un expert o en el robo, pues Herm es le había dado el poder de
m et am orfosear a cualquier anim al que robaba quit ándole los cuernos, o cam biándolo de negro
en blanco, y viceversa. Por lo t ant o, aunque Sísifo se daba cuent a de que sus rebaños
dism inuían const ant em ent e en t ant o que los de Aut ólico aum ent aban, al principio no podía
acusarle de robo; en consecuencia un día grabó en el int erior de los cascos de t odos sus
anim ales el m onogram a SS, o, según dicen algunos, las palabras «Robado por Aut ólico». Esa
noche Aut ólico procedió com o de cost um bre y al am anecer las huellas de los cascos a lo largo
del cam ino proporcionaron a Sísifo una prueba suficient e para llam ar a sus vecinos com o
t est igos del robo. Fue al est ablo de Aut ólico, reconoció los anim ales robados por los cascos
m arcados, y, dej ando a sus t est igos para reconvenir al ladrón, ent ró en la casa y m ient ras
seguía la discusión seduj o a Ant íclea, hij a de Aut ólico y esposa del argivo Laert es. Ella le dio

322
Apolodoro: i.9.3; Pausanias: ii.4.3; Servio sobre la Eneida de Virgilio ii.79.
323
Higinio: Fábula 200.
148
Los mitos griegos I Robert Graves

com o hij o a Odiseo, y la m anera com o fue concebido bast a para explicar la sagacidad que
m ost raba habit ualm ent e y su apodo «Hipsipilón» 324 .
d. Sísifo fundó Efira, llam ada luego Corint o, y la pobló con hom bres nacidos de hongos, a
m enos que sea ciert o que Medea le regaló el reino. Sus cont em poráneos le consideraban el
peor bribón del m undo y sólo le concedían que prom ovía el com ercio y la navegación de
Corint o 325 .
e. Cuando, a la m uert e de Éolo, Salm oneo usurpó el t rono de Tesalia, Sísifo, que era el
heredero legít im o, consult ó con el oráculo de Delfos, que le dij o: «Engendra hij os con t u
sobrina; ellos t e vengarán.» En consecuencia seduj o a Tiro, la hij a de Salm oneo, la cual, al
descubrir por casualidad que su m ot ivo no era el am or por ella, sino el odio a su padre, m at ó a
los dos hij os que le había dado. Sísifo fue ent onces al m ercado de Larisa [ m ost ró los
cadáveres, acusó falsam ent e a Salm oneo de incest o y asesinat o] e hizo que lo dest erraran de
Tesalia326 .
f. Cuando Zeus rapt ó a Egina, el padre de ést a, el dios fluvial Asopo, fue a Corint o en su
busca. Sísifo sabía m uy bien lo que le había sucedido a Egina, pero no quiso revelar nada a
m enos que Asopo se com prom et iera a abast ecer a la ciudadela de Corint o con un m anant ial
perenne. En conform idad, Asopo hizo que surgiera el m anant ial de Pirene det rás del t em plo de
Afrodit a, donde hay ahora im ágenes de la diosa arm ada, del Sol y del arquero Eros. Ent onces
Sísifo le dij o t odo lo que sabía327 .
g. Zeus, quien por m uy poco había escapado a la venganza de Asopo, ordenó a su
herm ano Hades que llevase a Sísifo al Tárt aro y le cast igase et ernam ent e por haber revelado
los secret os divinos. Pero Sísifo no se int im idó: ast ut am ent e, puso a Hades unas esposas con
el pret ext o de aprender cóm o se m anej aban y en seguida se apresuró a cerrarlas. Así quedó
Hades preso en la casa de Sísifo durant e varios días, creando una sit uación im posible, porque
nadie podía m orir, ni siquiera los hom bres que habían sido decapit ados o descuart izados;
hast a que al fin Ares, cuyos int ereses quedaban am enazados, acudió apresuradam ent e, liberó
a Hades y puso a Sísifo en sus garras.
h. Pero Sísifo t enía ot ra t ret a en reserva. Ant es de descender al Tárt aro ordenó a su
esposa Mérope que no lo ent errara, y cuando llegó al Palacio de Hades fue direct am ent e a ver
a Perséfone y le dij o que, com o persona que no había sido ent errada, él no t enía derecho a
est ar allí, sino que debían haberlo dej ado en el ot ro lado del Est igia. «Perm ít em e volver al
m undo superior —suplicó— para que arregle m i ent ierro y vengue el descuido com et ido
conm igo. Mi presencia aquí es sum am ent e irregular. Volveré dent ro de t res días.» Perséfone
se dej ó engañar y le concedió lo que pedía. Pero t an pront o com o Sísifo se encont ró de nuevo
baj o la luz del sol falt ó a la prom esa hecha a Perséfone. Por fin hubo que llam ar a Herm es para
que lo llevase de vuelt a por la fuerza328 .
i. Quizá porque había agraviado a Salm oneo, o porque había revelado el secret o de Zeus,
o porque había vivido siem pre del robo y asesinado con frecuencia a viaj eros confiados —
algunos dicen que fue Teseo quien puso fin a la carrera de Sísifo, aunque generalm ent e est o
no se m enciona ent re las hazañas de Teseo—, lo ciert o es que se im puso a Sísifo un cast igo

324
Polieno: vi.52; Higinio: Fábula 201; Suidas sub Sísifo; Sófocles: Ayax 190; Escoliasta sobre
Filoctetes de Sófocles.
325
Apolodoro: i.9.3; Ovidio: Metamorfosis vii.393; Eumelo, citado por Pausanias: ii.3.8; Home-
ro: Ilíada vi.153; Escoliasta sobre Ayax de Sófocles 190; Escoliasta sobre Acarnianos de Aristófa-
nes 390; Tzetzes: Sobre Licofrón 980; Ovidio: Heroidas xii.203; Horacio: Sátiras ii.17.12.
326
Higinio: Fábula 60.
327
Pausanias: ii.5.1.
328
Teognis: 712 y ss.; Eustacio sobre la Ilíada de Homero pp. 487, 631 y 1702.

149
Los mitos griegos I Robert Graves

ej em plar 329 . Los Jueces de los Muert os le m ost raron una piedra gigant esca —idént ica en su
t am año a la roca en que se había t ransform ado Zeus cuando huía de Asopo— y le ordenaron
que la subiera a la cim a de una colina y la dej ara caer por la ot ra ladera. Pero nunca ha
conseguido hacer eso. Tan pront o com o est á a punt o de llegar a la cim a le obliga a ret roceder
el peso de la desvergonzada piedra, que salt a al fondo m ism o una vez m ás. Él la vuelve a
t om ar cansadam ent e y t iene que reanudar la t area, aunque el sudor le baña el cuerpo y se
alza una nube de polvo sobre su cabeza330 .
j . Mérope, avergonzada por ser la única Pléyade con un m arido en el I nfierno —y adem ás
crim inal— abandonó a sus rut ilant es herm anas en el firm am ent o noct urno y nunca se la ha
vuelt o a ver j am ás. Y así com o el lugar donde est á la t um ba de Neleo en el ist m o de Corint o
era un secret o que Sísifo se negó a revelar incluso a Nést or, así t am bién los corint ios se
m uest ran igualm ent e ret icent es cuando se les pregunt a dónde fue ent errado Sísifo 331 .

1. «Sísifo», aunque los griegos ent endían que significaba «m uy sabio», es un nom bre
que Hesiquio escribe Sesephus y se cree que es una variant e griega de Tesup, el dios Sol
hit it a, idént ico a At abirio, el dios Sol de Rodas ( véase 42.4 y 93.1) , cuyo anim al sagrado era
un t oro. Se han descubiert o est at uillas de bronce y relieves de est e t oro que dat an del siglo
XI X a. De C.; el t oro t iene m arcados un cet ro y dos discos en el cost ado y un t rébol en la
grupa. Los robos de ganado con la m arca del dios Sol son com unes en el m it o griego: los
com pañeros de Odiseo los hicieron ( véase 170.u) , y t am bién Alcioneo y su cont em poráneo
Heracles (véase 132.d y w) . Pero el em pleo de la m agia por Aut ólico en su robo a Sísifo
recuerda la fábula de Jacob y Labán (Génesis XXI X y XXX) . Jacob, com o Aut ólico, poseía el don
de convert ir al ganado en el color que deseaba, y así dism inuía los rebaños de Labán. El
vínculo cult ural ent re Corint o y Canaán, que se pone de m anifiest o en los m it os de Niso ( véase
91.1) , Edipo (véase 105.1 y 7) , Alcát oo ( véase 110.2) y Melicert es (véase 70.2) , puede ser
hit it a. Alcioneo provenía t am bién de Corint o.
2. La «piedra desvergonzada» de Sísifo era originalm ent e un disco solar, y la colina por
la que la hacía rodar es la bóveda del cielo; est o const it uía una im agen bast ant e fam iliar. La
exist encia de un cult o del sol en Corint o est á bien dem ost rada: se dice que Helio y Afrodit a
poseyeron, sucesivam ent e, la Acrópolis y com part ían allí un t em plo ( Pausanias: ii.4.7) .
Adem ás, Sísifo est á colocado invariablem ent e j unt o a I xión en el Tárt aro, y la rueda de fuego
de I xión es un sím bolo del sol. Est o explica por qué los pobladores de Efira nacieron de
hongos: los hongos eran la yesca rit ual de la rueda de fuego de I xión (véase 63.2) y el dios
Sol exigía sacrificios de seres hum anos quem ados para iniciar su año. La seducción de Ant iclea
quizás haya sido deducida de una pint ura que represent aba el casam ient o de Helio con
Afrodit a; la host ilidad del m it ógrafo respect o a Sísifo proclam a el disgust o con que veían los
helenos la inst alación est rat égica de colonias no helenas en el est recho ist m o que separa al
Peloponeso del Át ica. La t ret a con que engañó a Hades se refiere, probablem ent e, a la
negat iva de un rey sagrado a abdicar al final de su reinado ( véase 170.1) . A j uzgar por las
m arcas del t oro- sol, consiguió reinar durant e dos Grandes Años, represent ados por el cet ro y
los discos solares, y obt uvo el asent im ient o de la t riple diosa, represent ada por el t rébol.
Hipsipilón, el apodo de Odiseo, es la form a m asculina de Hipsípila, un t ít ulo, probablem ent e,
de la diosa Luna ( véase 106.3) .
3. Sísifo y Neleo fueron ent errados, probablem ent e, en punt os est rat égicos del I st m o
com o un Am ulet o cont ra la invasión ( véase 101.3 y 146.2) . Se da un vacío en el relat o que

329
Servio sobre la Eneida de Virgilio vi.616; Escoliasta sobre la Tebaida de Estacio ii.380;
Higinio: Fábula 38.
330
Escoliasta sobre la Ilíada de Homero i.180; Pausanias: x.31.3; Ovidio: Metamorfosis iv.459;
Homero: Odisea xi.593-600.
331
Ovidio: Fasti iv.175-6; Eumelo, citado por Pausanias: ii.2.2.

150
Los mitos griegos I Robert Graves

hace Higinio de cóm o se vengó Sísifo de Salm oneo; yo lo he llenado con un pasaj e ( párrafo e,
arriba) que da sent ido a la fábula.
4. Pirene, el m anant ial de la ciudadela de Corint o al que Belerofont e llevó a beber a
Pegaso ( véase 75.c) no t enía em anación y nunca se secaba ( Pausanias: ii.5.1; Est rabón:
viii.6.21) . Pirene era t am bién el nom bre de una fuent e sit uada fuera de las puert as de la
ciudad, en el cam ino de la plaza del m ercadea Lequeo, donde se decía que Pirene ( «de los
m im bres») —a la que los m it ógrafos describen com o hij a de Aqueloo, o de Ébalo ( Pausanias:
loc. cit .) , o de Asopo y Merope ( Diodoro Sículo: iv.72) — se t ransform ó en un m anant ial cuando
lloró por su hij o Cencrias ( «serpient e m ot eada») , a quien Art em is había m at ado sin querer. El
«bronce corint io» t om aba su color caract eríst ico por ser sum ergido al roj o vivo en ese
m anant ial ( Pausanias: ii.3.3) .
5. Una de las siet e Pléyades desapareció a com ienzos de la época clásica y era necesario
explicar su ausencia ( véase 41.6) .
6. Queda por resolver un problem a: ¿era realm ent e la S doble el m onogram a de Sísifo?
La ilust ración gráfica del m it o lo m ost raba probablem ent e exam inando las huellas de las ovej as
y las vacas robadas, las cuales, com o «part ían la pezuña», t enían la form a de C ) . Est e signo
equivalía a SS en la escrit ura griega prim it iva, y t am bién podía int erpret arse com o las m it ades
unidas del m es lunar y t odo lo que eso im plicaba: crecient e y m enguant e, aum ent o y
dism inución, bendición y m aldición. Los anim ales con la «pezuña part ida» est aban dedicados a
la Luna —son los sacrificios que ordena el Levít ico en los fest ivales de la Luna Nueva— y las SS
se referían, por lo t ant o, a Selene la Luna, alias Afrodit a, m ás bien que a Sísifo, quien, com o
rey- sol, sólo t enía en adm inist ración el rebaño sagrado de la diosa ( véase 42.1) . La figura C ) ,
que represent aba la luna llena ( a diferencia de la O, que represent aba el sim ple disco solar)
est aba m arcada en cada cost ado de la vaca sagrada que conduj o a Cadm o al lugar donde se
iba a edificar Tebas ( véase 58.f) .

68.

SALMONEO Y TI RO

a. Salm oneo, hij o, o niet o, de Éolo y Enáret a, reinó durant e un t iem po en Tesalia ant es
de conducir una colonia eolia a los confines orient ales de Elide, donde const ruyó la ciudad de
Salm one, cerca de la fuent e del río Enipeo, un t ribut ario del Alfeo332 . A Salm oneo le odiaban
sus súbdit os y su insolencia regia llegó a t al ext rem o que incluso t ransfirió los sacrificios de
Zeus a sus propios alt ares y anunció que él era Zeus. I ncluso recorría las calles de Salm one
arrast rando calderos de bronce, at ados con cuero, det rás de su carro para sim ular el t rueno,
de Zeus, y lanzando al aire ant orchas hechas con hoj as de roble. Algunas de ellas, al caer,
quem aban a sus, infort unados súbdit os, de quienes se esperaba que las t om aran por rayos. Un
buen día Zeus cast igó a Salm oneo lanzándole un verdadero rayo, que no sólo los dest ruyó a él
y al carro, sino que adem ás incendió t oda la ciudad 333 .
b. Alcídice, la esposa de Salm oneo, había m uert o m uchos años ant es al dar a luz una
herm osa hij a llam ada Tiro, que quedó a cargo de su m adrast ra Sidero, y la t rat aban con
m ucha crueldad por considerarla la causa de la expulsión de la fam ilia de Tesalia, pues había
dado m uert e a los dos hij os que t uvo con su m alvado t ío Sísifo. Se enam oró del río Enipeo y
frecuent aba día t ras días sus orillas llorando su soledad. Pero el dios fluvial, aunque le divert ía
y halagaba su pasión, no la anim aba lo m ás m ínim o.
c. Posidón decidió aprovechar esa sit uación ridícula. Se disfrazó de dios del Río e invit ó a
Tiro a unirse con él en la confluencia del Enipeo y el Alfeo, y allí la sum ió en un sueño m ágico,

332
Apolodoro: i.7.3; Higinio: Astronomía poética ii.20; Estrabón: viii.3.32.
333
Diodoro Sículo: iv.68.1; Apolodoro: i.9.7; Higinio: Fábula 61.

151
Los mitos griegos I Robert Graves

m ient ras una ola negra se alzaba com o una m ont aña y ondulaba la crest a para ocult ar su
bribonada. Cuando despert ó Tiro y se encont ró violada, se quedó horrorizada por el engaño,
pero Posidón se echó a reír y le dij o que corriera a casa y guardara silencio respect o a lo que
había sucedido. Añadió que su recom pensa serían dos herm osos m ellizos, hij os de un padre
m ej or que un m ero dios fluvial 334 .
d. Tiro se las arregló para m ant ener su secret o hast a que dio a luz los prom et idos
m ellizos, pero ent onces, incapaz de enfrent ar la ira de Sidero, los abandonó en una m ont aña.
Un cuidador de caballos que pasó por allí los llevó a su hogar, pero no sin que ant es su yegua
m adre coceara al m ayor en el rost ro. La esposa del cuidador de caballos crió a los niños, dio el
coceado a la yegua para que lo am am ant ara y le llam ó Pelias; el ot ro, al que llam ó Neleo,
adquirió su nat uraleza salvaj e de la perra que le sirvió com o m adre adopt iva. Pero algunos
dicen que a los m ellizos se les encont ró a la deriva en el Enipeo en un arca de m adera. Tan
pront o com o Pelias y Neleo descubrieron el nom bre de su m adre y se ent eraron de cuan
despiadadam ent e había sido t rat ada se dispusieron a vengarla. Sidero se refugió en el t em plo
de Hera, pero Pelias la m at ó m ient ras ella se asía a los cuernos del alt ar. Est a fue la prim era
de las m uchas afrent as que hicieron a la diosa335 .
e. Tiro se casó m ás t arde con su t ío Cret eo, fundador de Yolco, con quien t uvo a Esón,
padre del argonaut a Jasón; él adopt ó com o hij os a Pelias y Neleo336 .
f. Cuando m urió Cret eo los gem elos se pelearon; Pelias se apoderó del t rono de Yolco,
dest erró a Neleo y m ant uvo a Esón preso en el palacio. Neleo conduj o a los niet os de Cret eo,
Melam po y Biant e, con una com pañía m ixt a de aqueos, ft iót idas y eolios, a Mesenia, donde
expulsó de Pilos a los léleges e hizo a la ciudad t an fam osa que ahora se le considera com o su
fundador. Se casó con Cloris, pero Heracles dio m uert e a sus doce hij os, con excepción de
Nést or 337 .

1. Ant ígono de Carist o ( Relat o de cosas m aravillosas 15) recuerda que en Cranón se
conservaba un carro de bronce que provocaba la lluvia y que en las épocas de sequía los
habit ant es arrast raban por t erreno escabroso para que se sacudiera y resonara, y t am bién
( com o lo m uest ran las m onedas cranonias) para que salpicara el agua de los cánt aros que
cont enía. Siem pre sobrevenía la lluvia, según Ant ígono. Por t ant o, el encant am ient o de
Salm oneo para producir t orm ent as habrá sido una práct ica religiosa com ún, com o hacer sonar
guij arros en una calabaza seca, golpear en puert as de roble, agit ar piedras en una caj a, bailar,
golpear escudos o hacer girar sonaj as. Se le describió com o un crim inal sólo cuando la
aut oridad cent ral aquea prohibió la represent ación de Zeus ( véase 45.2) . A j uzgar por los
cedazos de las Danaides ( véase 60.6) y la danza de la vaca argiva ( véase 56.1) , la cerem onia
para provocar la lluvia era originalm ent e una prerrogat iva fem enina —com o sigue siéndolo
ent re ciert as t ribus prim it ivas del África, com o las de los hereros y los dam aras—, pero pasó a
cargo del rey sagrado cuando la Reina le perm it ió act uar com o su represent ant e ( véase
136.4) .
2. Tiro era la Diosa Madre de los t irios y t irrenos, o t irsenios, y quizá t am bién de los
t irint ios; el suyo es probablem ent e un nom bre prehelénico, pero proporcionó a Grecia la
palabra t yrsis ( «ciudad am urallada») y t am bién la idea de «t iranía». Su m alt rat o por Sidero

334
Apolodoro: i.9.8; Homero: Odisea xi.235 y ss.; Luciano: Diálogos marinos 13.
335
Apolodoro: loc. cit.; Eustacio sobre la Odisea de Homero xi.253; Sófocles: Tiro, citado por
Aristóteles: Poética xvi.1454.
336
Pausanias: iv.2.3; Apolodoro: i.9.11; Higinio: Fábula 12.
337
Hesíodo: Teogonía 996; Escoliasta sobre Alcestes de Eurípides 255; Diodoro Sículo: iv.68.6;
Pausanias iv.2.3; 36.1 y x.29.3; Homero: Ilíada xi.682.

152
Los mitos griegos I Robert Graves

recuerda el de Ant íope por Dirce, m it o al que se parece m ucho ( véase 16.a) ; y puede haber
sido originalm ent e el t est im onio de una opresión de los t irios por sus vecinos los sidonios. Se
creía que el agua fluvial em preñaba a las novias que se bañaban en ella —el baño era t am bién
un rit o purificador después de la m enst ruación o del part o— y es probable que se invocase al
Enipeo de Tiro, com o al Escam andro ( véase 137.3) para perder la virginidad. La anécdot a de la
seducción de Tiro por Posidón se propone explicar por qué a los descendient es de Salm oneo se
los llam aba a veces «hij os de Enipeo», que era su pat ria original, y ot ras veces «hij os de
Posidón», a causa de su fam a naval. Su ant erior seducción por Sísifo indica que el cult o del sol
corint io había sido im plant ado en Salm one; Ant íope est aba t am bién relacionada por
casam ient o con Sísifo ( véase 76.b) .
3. El arca de Tiro en la que envió a los m ellizos a la deriva por el Enipeo, debió de ser de
m adera de aliso, com o el arca en que Rea Silvia envió a Róm ulo y Rem o flot ando por el Tíber.
La pelea de Pelias y Neleo, com o la de Et eocles y Polinices, la de Acrisio y Pret o, la de At reo y
Tiest es y ot ras parej as de reyes análogas, parece regist rar el derrum bam ient o del sist em a por
el cual el rey y su sucesor gobernaban alt ernat ivam ent e durant e cuarent a y nueve o cincuent a
m eses en el m ism o reino ( véase 69.1; 73.4 y 106.b) .
4. Los cuernos del alt ar a los que se asió Sidero eran los que se fij aban habit ualm ent e a
la im agen de la diosa Vaca Hera, Ast art é, I o, I sis o Hat hor; y Pelias parece haber sido un
conquist ador aqueo que reorganizó por la fuerza el cult o eolio de la diosa en la Tesalia
m eridional. En Palest ina los alt ares con cuernos, com o el alt ar al que se asió Joab (I Reyes
ii.28, et c.) , sobrevivieron al dest ronam ient o de la vaca Luna y su becerro de oro.

69.

ALCESTI S

a. Alcest is, la m ás bella de las hij as de Pelias, fue solicit ada en m at rim onio por m uchos
reyes y príncipes. Com o no quería poner en peligro su posición polít ica rechazando a
cualquiera de ellos y viendo, al m ism o t iem po, que era claram ent e im posible sat isfacer a m ás
de uno, Pelias hizo saber que casaría a Alcest is con el hom bre que lograra uncir un j abalí y un
león a su carro y conducirlos alrededor del est adio. Al ent erarse de eso, Adm et o, rey de Feras,
llam ó a Apolo, quien durant e un año le t enía que servir com o vaquero por orden de Zeus, y le
pregunt ó: «¿Te he t rat ado con el respet o debido a t u divinidad?» «Lo has hecho, ciert am ent e
—asint ió Apolo— y yo t e he m ost rado m i agradecim ient o haciendo que t odas t us ovej as paran
m ellizos.» «Ent onces, com o un favor final —suplicó Adm et o— t e ruego que m e ayudes a
conseguir a Alcest is perm it iéndom e que cum pla las condiciones de Pelias.» «Será un placer
para m í», cont est ó Apolo. Heracles le ayudó t am bién am ansando a las fieras y poco después
Adm et o conduj o su carro alrededor del est adio de Yolco t irado por aquel par de anim ales
salvaj es338 .
b. No se sabe por qué Adm et o om it ió el acost um brado sacrificio a Art em is ant es de
casarse con Alcest is, pero la diosa se apresuró a cast igarle. Cuando, anim ado por el vino,
ungido con esencias y enguirnaldado con flores, ent ró esa noche en la cám ara nupcial, Adm et o
ret rocedió horrorizado. En el lecho m at rim onial no le esperaba una bella novia desnuda, sino
un nudo enm arañado de serpient es sibilant es. Adm et o corrió grit ando en busca de Apolo,
quien int ervino bondadosam ent e ant e Art em is en favor de él. Después de ofrecerse
inm ediat am ent e el sacrificio olvidado, t odo quedó arreglado y Apolo incluso obt uvo la prom esa
de Art em is de que, cuando llegara el día de la m uert e de Adm et o, se le perdonaría la vida con
la condición de que un m iem bro de su fam ilia m uriese volunt ariam ent e por am or a él.

338
Higinio: Fábula 50; Apolodoro: iii.10.4; Calímaco: Himno a Apolo 47-54; Escoliasta sobre
Alcestes de Eurípides 2; Fulgencio: i.27.

153
Los mitos griegos I Robert Graves

c. Ese día fat ídico llegó m ás pront o de lo que esperaba Adm et o. Herm es se int roduj o en
el palacio una m añana y le cit ó para el Tárt aro. Se produj o una const ernación general, pero
Apolo gano un poco de t iem po para Adm et o em borrachando a las Tres Parcas, y así aplazó el
cort e fat al del hilo de su vida. Adm et o corrió apresuradam ent e a ver a sus ancianos padres, se
asió a sus rodillas y suplicó a cada uno de ellos por t urno que le cedieran lo que les quedaba
de vida. Pero ellos se negaron rot undam ent e, alegando que la vida les placía m ucho t odavía y
que él debía conform arse con su suert e, com o hacía t odo el m undo.
d. Ent onces, por am or a Adm et o, Alcest is se envenenó y su alm a descendió al Tárt aro,
pero Perséfone consideró que est aba m al que una esposa m uriese en vez de su m arido.
«¡Vuelve al aire superior! » 339 , exclam ó.
e. Algunos refieren las cosas de un m odo diferent e. Dicen que Hades fue personalm ent e
en busca de Adm et o y que, cuando ést e huyó, Alcest is se ofreció volunt ariam ent e a ocupar su
lugar, pero Heracles se present ó inesperadam ent e con una nueva clava de acebuche y la
salvó340 .

1. El uncim ient o de un león y un j abalí al m ism o carro es el t em a de un m it o t ebano


( véase 106.a) en el que el significado original ha sido igualm ent e oscurecido. El león y el j abalí
eran los sím bolos anim ales que se daban a la prim era y la segunda m it ades del Año Sagrado,
respect ivam ent e —se dan const ant em ent e, en oposición, en los vasos et ruscos— y el oráculo
parece haber propuest o un arreglo pacífico de la rivalidad t radicional ent re el rey sagrado y su
heredero. Est e arreglo consist ía en que el reino se dividiera en dos m it ades y que am bos
reinaran concurrent em ent e, com o Pret o y Acrisio hicieron finalm ent e en Argos ( véase 73.a) ,
en vez de m ant enerlo ent ero y gobernarlo alt ernadam ent e, com o hicieron Et eocles y Polinices
en Tebas ( véase 106.b) . Una vuelt a alrededor del est adio en un carro era una prueba de
realeza ( véase 64.3) .
2. Art em is se oponía al m at rim onio m onogám ico porque pert enecía al cult o pre- heleno
en el que las m uj eres se em parej aban prom iscuam ent e fuera de sus clanes; por eso los
helenos la propiciaban con sacrificios nupciales port ando ant orchas de la cast a oxiacant a en su
honor. La práct ica pat riarcal de inm olar a la viuda en la hoguera, de la que dan t est im onio los
m it os de Evadne ( véase 106.1) y Políxena ( véase 168.k) , nació de la cost um bre indo- europea
que prohibía a las viudas volver a casarse; una vez que se m it igó est a prohibición, la
inm olación de la viuda en la hoguera se hizo m enos at ract iva ( véase 74.a) .
3. En la prim era versión de est e m it o Perséfone rechazaba el sacrificio de Alcest is.
Perséfone represent a el punt o de vist a m at riarcal. En la segunda versión Heracles lo prohibía y
era elegido com o inst rum ent o de la volunt ad de Zeus, es decir, de la ét ica pat riarcal,
basándose en que en una ocasión pert urbó el I nfierno y salvó a Teseo ( véase 103.d) . El olivo
silvest re servía en Grecia para expeler las m alas influencias (véase 119.2) com o el abedul en
I t alia y la Europa sept ent rional (véase 52.3) .

70.

ATAMANTE

a. El eolio At am ant e, herm ano de Sísifo y de Salm oneo, gobernó en Beocia. Por orden de
Hera se casó con Néfele, un fant asm a que creó Zeus a sem ej anza de la diosa con el que

339
Apolodoro: i.9.15.
340
Eurípides: Alcestes.

154
Los mitos griegos I Robert Graves

deseaba engañar al lapit a I xión y que ahora vagaba desconsoladam ent e por las salas del
Olim po. Néfele dio a At am ant e dos hij os: Frixo y Leucont e, y una hij a, Hele. Pero At am ant e se
sent ía agraviado por el desdén de que le hacía obj et o Néfele y, habiéndose enam orado de I no,
hij a de Cadm o, la llevó en secret o a su palacio al pie del m ont e Lafist io, donde engendró con
ella a Learco y Melicert es.
b. Cuando se ent eró por los sirvient es del palacio de la exist encia de su rival, Néfele
volvió furiosa al Olim po y se quej ó a Hera de que la habían agraviado. Hera le dio la razón y
prom et ió solem nem ent e: «¡Mi venganza et erna caerá sobre At am ant e y su casa! »
c. Néfele volvió inm ediat am ent e al m ont e Lafist io, donde anunció públicam ent e la
prom esa de Hera y pidió la m uert e de At am ant e. Pero los hom bres de Beocia, que t em ían a
At am ant e m ás que a Hera, no escucharon a Néfele, y las m uj eres de Beocia eran devot as de
I no, quien las induj o a que t ost aran el t rigo para sem brar sin que lo supieran sus m aridos y así
se perdiera la cosecha. I no preveía que cuando llegara el m om ent o de que germ inara el grano
y no apareciera ningún t allo, At am ant e enviaría em isarios al oráculo de Delfos para pregunt ar
qué andaba m al. Ya había sobornado a los m ensaj eros de At am ant e para que volvieran con
una respuest a falsa, a saber, que la t ierra recuperaría su fert ilidad solam ent e si Frixo, el hij o
de Néfele, era sacrificado a Zeus en el m ont e Lafist io.
d. Frixo era un j oven herm oso de quien se había enam orado su t ía Biádice, esposa de
Cret eo y a quien cuando él desairó sus requerim ient os, ella acusó de haber t rat ado de violarla.
Los beocios creyeron el em bust e de Biádice, aplaudieron la sabia elección de Apolo de un
sacrificio propiciat orio y exigieron la m uert e de Frixo; en vist a de lo cual At am ant e, llorando
fuert em ent e, conduj o a Frixo a la cim a de la m ont aña. Est aba a punt o de cort arle la gargant a,
cuando Heracles, quien por casualidad est aba en la vecindad, subió apresuradam ent e y le
arrancó de la m ano el pedernal de los sacrificios. «Mi padre Zeus —dij o— aborrece los
sacrificios hum anos.» Sin em bargo, Frixo habría perecido a pesar de esa defensa si de pront o
un carnero de oro alado sum inist rado por Herm es por orden de Hera —o según dicen algunos,
de Zeus m ism o— no hubiese descendido del Olim po para salvarle.
—¡Mont a en m i lom o! —grit ó el carnero, y Frixo le obedeció.
—¡Llévam e a m í t am bién! —suplicó Hele—. ¡No m e dej es a m erced de m i padre!
e. Frixo la colocó t ras él y el carnero voló hada el est e, en dirección al país de Cólquide,
donde Helio t enía sus caballos. Al poco rat o Hele sint ió vért igo, no pudo m ant enerse firm e y
cayó en el est recho ent re Europa y Asia llam ado ahora Helespont o en su honor, pero Frixo
llegó sin novedad a Cólquide y allí sacrificó el carnero a Zeus Libert ador. Su vellón de oro se
hizo fam oso una generación después cuando fueron a buscarlo los argonaut as.
f. I nt im idados por el m ilagro del m ont e Lafist io, los m ensaj eros de At am ant e confesaron
que I no los había sobornado para que volvieran de Delfos con una respuest a falsa, y en
seguida quedaron en descubiert o sus engaños y los de Biádice. En vist a de est o, Néfele volvió
a exigir la m uert e de At am ant e, y pusieron en la cabeza de ést e la venda del sacrificio que
había llevado Frixo; sólo una nueva int ervención de Heracles le salvó de la m uert e.
g. Pero Hera est aba encolerizada con At am ant e y le volvió loco, no sólo a causa de
Néfele, sino t am bién porque había consent ido que I no hospedara al infant e Dioniso, el
bast ardo de Zeus con su herm ana Sém ele, que vivía en el palacio disfrazado de m uchacha. De
pront o, At am ant e t om ó el arco y grit ó: «¡Mirad, un ciervo blanco! ¡Apart aos m ient ras yo
disparo! » Dicho eso, t raspasó a Learco con una flecha y luego descuart izó su cuerpo t odavía
t em bloroso.
h. I no t om ó a Melicert es, su hij o m enor, y huyó; pero difícilm ent e habría evit ado la
venganza de At am ant e si el infant e Dioniso no le hubiera cegado m om ent áneam ent e, de m odo
que com enzó a azot ar a una cabra confundiéndola con I no. Ést a corrió a la Roca Moluria,
desde la que se arroj ó al m ar y m urió ahogada. Est a roca adquirió luego m ala reput ación,
porque el salvaj e Escirón la ut ilizaba para arroj ar por ella a los viaj eros. Pero Zeus, recordando
la bondad de I no con Dioniso, no quiso enviar su alm a al Tárt aro y en cam bio la divinizó com o
la diosa Leucot ea. Tam bién divinizó a su hij o Melicert es com o el dios Palem ón, y lo envió al
ist m o de Corint o cabalgando en un delfín; los Juegos íst m icos, fundados en su honor por
Sísifo, se celebran t odavía cada cuat ro años.
i. At am ant e, ahora dest errado de Beocia y sin hij os, pues el que le quedaba, Leucont e
había enferm ado y m uert o, pregunt ó al oráculo de Delfos dónde podía est ablecerse, y obt uvo

155
Los mitos griegos I Robert Graves

est a respuest a: «Dondequiera que las fieras t e den de com er». Cam inando a la vent ura hacia
el nort e, sin t ener qué com er ni beber, llegó adonde se hallaba una m anada de lobos
devorando un rebaño de ovej as en una desolada llanura de Tesalia. Los lobos huyeron al
acercarse él y At am ant e y sus ham brient os com pañeros com ieron la carne de carnero que
habían dej ado los lobos. Ent onces recordó el oráculo y, después de adopt ar a Haliart o y
Coroneo, sus resobrinos corint ios, fundó una ciudad a la que llam ó Alos en recuerdo de sus
andanzas o en honor a su sirvient a Alos, y a la región se la llam ó At am ania. Luego se casó con
Tem ist o y const it uyó una nueva fam ilia341 .
f. Ot ros cuent an las cosas de m anera dist int a. Om it iendo el casam ient o de At am ant e con
Néfele, dicen que un día, después del nacim ient o de Learco y Melicert es, su esposa I no salió
de caza y no volvió. Las m anchas de sangre que encont ró en una t única desgarrada le
convencieron de que la habían m at ado las fieras, pero la verdad era que se había apoderado
de ella un súbit o frenesí báquico cuando la at acó un lince. Ella lo había est rangulado, lo había
desollado con los dient es y las uñas y se había ido, vest ida únicam ent e con una piel, a celebrar
una orgía prolongada en el Parnaso. Después de un int ervalo de lut o, At am ant e se casó con
Tem ist o, quien, un año después, le dio dos hij os. Ent onces se ent eró con espant o de que I no
vivía t odavía. Mandó buscarla inm ediat am ent e, la inst aló en el aposent o de los niños del
palacio y le dij o a Tem ist o: «Tenem os una nodriza que parece idónea, una caut iva t om ada en
la recient e incursión en el m ont e Cit erón». Tem ist o, a quien no t ardaron en desengañar sus
sirvient es, fue al aposent o de los niños sim ulando que no sabía quién era I no, y le dij o: «Por
favor, nodriza, prepara un j uego de ropas de lana blancas para m is dos hij os y ot ro juego de
ropas de lut o para los de m i infort unada predecesora I no. Tendrán que ponérselos m añana».
k. Al día siguient e Tem ist o ordenó a sus guardias que ent raran en el aposent o de los
niños y m at aran a los m ellizos que est uvieran vest idos de lut o, pero que no t ocaran a los ot ros
dos. Sin em bargo, I no, sospechando lo que t ram aba Tem ist o, había vest ido con ropas blancas
a sus propios hij os y con ropas de lut o a los de su rival. En consecuencia, fueron asesinados
los m ellizos de Tem ist o y la not icia enloqueció a Acam ant e: m at ó a Learco confundiéndolo con
un ciervo, pero I no escapó con Melicert és, se arroj ó al m ar y se hizo inm ort al.
l. Ot ros m ás dicen que Frixo y Hele eran hij os de Néfele e I xión. Un día, cuando vagaban
por un bosque, se encont raron con su m adre presa de un frenesí báquico y que conducía a un
carnero dorado por los cuernos. «Escuchad —balbuceó—, ést e es un hij o de vuest ra prim a
Teófane. Ella t enía m uchos pret endient es, por lo que Posidón la t ransform ó en ovej a y él se
t ransform ó en carnero y la poseyó en la isla de Crum isa.»
—¿Qué les sucedió a los pret endient es, m adre? —pregunt ó la pequeña Hele.
—Se convirt ieron en lobos —cont est ó I no— y aullan por Teófane durant e t oda la noche.
Ahora no m e hagáis m ás pregunt as y m ont ad los dos en el lom o de est e carnero y él os llevará
al reino de Cólquide, donde reina Aet es, el hij o de Helio. Tan pront o com o lleguéis, sacrificadlo
a Ares.
m . Frixo obedeció las ext rañas órdenes de su m adre y colgó el vellón de oro en un
t em plo dedicado a Ares en Cólquide, donde lo guardaba un dragón; y m uchos años después su
hij o Presbón, o Cit isoro, fue a Orcóm eno desde Cólquide y salvó a At am ant e cuando iba a ser
sacrificado com o víct im a propiciat oria342 .

341
Pausanias: i.44.11; ix.34.4-5 y 23.3; Apolodoro: i.7.3 y iii.4.3; Higinio: Fábulas 2 y 4; Astro-
nomía poética ii.20; Fragmentos de Atamas de Sófocles; Nono: Dionisíacas x.l y ss.; Escoliasta
sobre la Ilíada de Hornero vii.86; Eustacio sobre lo mismo; Ovidio: Metamorfosis iv.480-541; Ety-
mologicum Magnum 70.8; Estéfano de Bizancio sub Atamania.
342
Higinio: Fábulas 1, 3, 5 y 88; Fragmentos de Ino de Eurípides; Herodoto: vii.197; Pausanias:
ix.34.5.

156
Los mitos griegos I Robert Graves

1. El nom bre de At am ant e se relaciona en el m it o con At am ania, la ciudad que, según se


dice, fundó en el desiert o de Tesalia, pero parece form ado m ás bien con At h ( «alt o») y am aein
( «segar») , con el significado de «el rey dedicado a la Segadora de Arriba», es decir, a la diosa
de la Luna de la Cosecha. El conflict o ent re sus esposas rivales I no y Néfele fue probablem ent e
el que se produj o ent re los prim eros pobladores j onios de Beocia que habían adopt ado el cult o
de la diosa Cereal, I no, y los invasores eolios past orales. Una t ent at iva de ceder los rit os
agrícolas de la diosa j onia I no al dios del t rueno eolio y su esposa Néfele, la nube de lluvia,
parece haber sido frust rada con la t ost adura del t rigo para sem brar por las sacerdot isas.
2. El m it o de At am ant e y Frixo regist ra el sacrificio anual del rey, o de su sust it ut o, en la
m ont aña —prim eram ent e un niño vest ido con el vellón de un carnero y luego un carnero—
durant e el fest ival del Año Nuevo para provocar la lluvia, que los past ores celebraban en el
equinoccio de prim avera. El sacrificio del carnero a Zeus en la cum bre del m ont e Pelión, no
lej os de Lafist io, se realizaba en abril, cuando, de acuerdo con el Zodíaco, Aries est aba en
ascensión; los hom bres m ás im port ant es del dist rit o solían subir penosam ent e, vest idos con
pieles de ovej as blancas ( Dicearco: ii.8) , y el rit o t odavía sobrevive allí en nuest ros días en la
form a del sacrificio y la resurrección sim ulados de un anciano que se pone una m áscara de
ovej a negra ( véase 148.10) . Las ropas de lut o que se ordenó poner a los niños condenados a
m orir indican que la víct im a llevaba un vellón negro y el sacerdot e y los espect adores vellones
blancos. El am or de Biádice por Frixo recuerda el am or de la m uj er de Put ifar por José, un m it o
análogo de origen cananeo; y algo m uy parecido se dice de Ant ea y Belerofont e ( véase 75.a) ,
Cret éis y Peleo ( véase 81.g) , Fedra e Hipólit o ( véase 101.a- g) , Filonóm e y Tenes (véase
161.g) .
3. Que Néfele ( «nube») era un don de Hera a At am ant e y creada a im agen de la diosa,
indica que en la versión original At am ant e, el rey eolio m ism o, represent aba al dios del t rueno,
igual que su predecesor I xión ( véase 63.1) , y su herm ano Salm oneo ( véase 68.1); y que,
cuando se casó con Tem ist o ( quien, en la versión del m it o que da Eurípides, es la rival de I no) ,
ella desem peñó el papel de la esposa del dios t rueno.
4. I no era Leucot ea, «la Diosa Blanca», y probó su ident idad con la Triple Musa
realizando una orgía en el Parnaso. Su nom bre ( «la que hace vigoroso») sugiere orgías
it ifálicas y el vigoroso desarrollo del cereal; le debían ofrecer cruent os sacrificios de niños
ant es de cada siem bra invernal. A Zeus m ism o se le at ribuye el haber deificado a I no en
agradecim ient o por su bondad con Dioniso, y At am ant e lleva su nom bre agrícola en su honor;
en ot ras palabras, los agricult ores j onios arreglaron sus diferencias religiosas con los past ores
eolios con vent aj a propia.
5. Sin em bargo, el m it o es una m ezcolanza de elem ent os de cult os prim it ivos. El cult o
sacram ent al de Zagreo, que se convirt ió en el del niño Dioniso ( véase 30.3) , queda sugerido
cuando At am ant e t om a a I no por una cabra; el cult o sacram ent al de Act eón cuando t om a a
Learco por un ciervo, lo m at a y lo descuart iza (véase 22.1) . Melicert es, el hij o m enor de I no,
es el Heracles cananeo Melkart h ( «prot ect or de la ciudad») , alias Moloch, quien, com o rey
solar recién nacido, se dirige al ist m o m ont ado en un delfín, y cuya m uert e, al cabo de su
reinado de cuat ro años, era celebrada en los Juegos Fúnebres íst m icos. A Melicert es se le
sacrificaban infant es en la isla de Tenedos, y probablem ent e t am bién en Corint o ( véase
156.2) , com o se le sacrificaban a Moloch en Jerusalén ( Levít ico xviii.21 y I Reyes xi.7) .
6. Sólo cuando Zeus llegó a ser dios del firm am ent o despej ado y usurpó los at ribut os
solares de la diosa se hizo de oro el vellón; por eso el Prim er Mit ógrafo Vat icano dice que era
«el vellón en el que Zeus ascendió al cielo», pero m ient ras causaba las t ronadas había sido de
color purpúreo oscuro (Sim ónides: Fragm ent o 21) .
7. En una versión del m it o ( Ripias: Fragm ent o 12) se llam a a I no Gorgopis
( «m alcarada») , un t ít ulo de At enea; el salvaje Escirón que arroj aba a los viaj eros por el
acant ilado, t om ó su nom bre del parasol —m ás propiam ent e paraluna— blanco que se llevaba
en las procesiones de At enea. La Roca Moluria era, evident em ent e, el acant ilado desde el cual
el rey sagrado o sus sust it ut os, eran arroj ados al m ar en honor de la diosa Luna, At enea o I no,
y el parasol se ut ilizaba, al parecer, para am ort iguar la caída (véase 89.6; 92.3; 96J y 98.7) .
8. El anegam ient o de Hele es igual al de I no. Am bas son diosas Luna y el m it o es
am bivalent e: represent a la puest a de la luna t odas las noches y, al m ism o t iem po, el
abandono del cult o lunar de Hele en favor del solar de Zeus. Am bas son igualm ent e diosas del

157
Los mitos griegos I Robert Graves

Mar: Hele dio su nom bre a la confluencia de dos m ares; I no- Leucot ea se le apareció a Odiseo
en form a de gaviot a y le salvó de perecer ahogado ( véase 170.y) .
9. Es m ás probable que la t ribu de At am ant e em igrara desde el m ont e Lafist io y de
At am ania, en Beocia, al m ont e Lafist io y a At am ania, en Tesalia, que lo cont rario; él est aba
fuert em ent e relacionado con Corint o, el reino de su herm ano Sísifo, y se dice que fundó la
ciudad de Acrefia, al est e del lago Copáis, donde había un «Cam po de At am ant e» ( Est éfano de
Bizancio sub Acrefia; Pausanias: ix.24.1) . A varios de sus hij os se at ribuye t am bién la
fundación de ciudades beocias. Se le describe razonablem ent e com o hij o de Minia y rey de
Orcóm eno, lo que le habría dado poder sobre la llanura copaica y el m ont e Lafist io (Escoliast a
sobre Apolonio de Rodas: i.230; Helánico sobre Apolonio de Rodas: iii.265) y le habría aliado
con Corint o cont ra los est ados int erm edios de At enas y Tebas. El probable m ot ivo de los viaj es
de los at am anianos hacia el nort e por Tesalia fue la guerra desast rosa que se libró ent re
Orcóm eno y Tebas, recordada en el ciclo de Heracles (véase 121.d) . Las furias de Néfele en la
m ont aña recuerdan a las hij as de Minia, de las que se dice que fueron presas de un frenesí
báquico en el m ont e Lafist io ( Escoliast a sobre Alej andra de Licofrón, 1237) , el supuest o origen
del fest ival de las Agrionias en Orcóm eno.

71.

LAS YEGUAS DE GLAUCO

a. Glauco, hij o de Sísifo y Mérope y padre de Belerofont es vivía en Pot nias, cerca de
Tebas, donde m enospreciando el poder de Afrodit a, no perm it ió que sus yeguas criasen. De
ese m odo esperaba hacerlas m ás briosas que ot ras com pet idoras en las carreras de carros,
que const it uían su int erés principal. Pero Afrodit a se sint ió ofendida y se quej ó a Zeus de que
Glauco había llegado a alim ent ar a las yeguas con carné hum ana. Cuando Zeus le perm it ió
hacer lo que deseara cont ra Glauco, ella llevó a las yeguas una noche a que bebieran de un
pozo que le est aba consagrado y pacieran una hierba llam ada hipom anes que crecía en su
boca. Hizo eso poco ant es que Jasón celebrara los j uegos fúnebres de Pelias en la cost a
m arít im a de Yolco, y, t an pront o com o Glauco unció las yeguas a su carro, los anim ales se
desbocaron, derribaron el carro y arrast raron a Glauco por el suelo, enredado en las riendas,
por t odo lo largo del est adio, y luego lo devoraron vivo343 . Pero algunos dicen que est o sucedió
en Pot nies, y no en Yolco; y ot ros que Glauco se arroj ó al m ar afligido por Melicert es, el hij o de
At am ant e; o que Glauco era el nom bre que se dio a Melicert es después de su m uert e344 .
b. El ánim a de Glauco, llam ada Taraxipo, o Excit a- caballos, t odavía frecuent a el I st m o de
Corint o, donde su padre Sísifo le enseñó por prim era vez el art e del auriga, y se deleit a
asust ando a los caballos en los Juegos íst m icos, causando así m uchas m uert es. Ot ro asust ador
de caballos es el espect ro de Mirt ilo, a quien m at ó Pélope. Frecuent a el est adio de Olim pia,
donde los aurigas le ofrecen sacrificios con la esperanza de evit ar la m uert e345 .

343
Homero: Ilíada vi.154; Apolodoro: ii.3.1; Pausanias: vi.20.9; Higinio: Fábulas 250 y 273;
Ovidio: Ibis 557; Escoliasta sobre Orestes de Eurípides 318 y Fenicias 1131; Eliano: Naturaleza de
los animales xv.25.
344
Estrabón: ix.2.24; Ateneo: vii. págs. 296-7.
345
Pausanias: vi.20.8.

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Los mitos griegos I Robert Graves

1. Los m it os de Licurgo ( véase 27.e) y Diom edes ( véase 130.b) sugieren que el rey
sagrado pre- heleno era descuart izado al final de su reinado por m uj eres disfrazadas de
yeguas. En la época helena est e rit ual fue m odificado de m anera que la víct im a m oría
arrast rada por una cuadriga, com o en los m it os de Hipólit o ( véase 101.g) , Layo ( véase 105.d)
Enóm ao ( véase 109.j ) , Abdero ( véase 130.1) , Héct or ( véase 163.4) y ot ros. En las
fest ividades del Año Nuevo en Babilonia, cuando se creía que el dios Sol, Marduk, encarnado
en el rey, est aba en el I nfierno luchando con el m onst ruo m arino Tiam at (véase 73.7) , se
dej aba suelt o en la calle un carro t irado por cuat ro caballos indóm it os, para sim bolizar el
est ado caót ico del m undo durant e la t ransm isión de la corona; probablem ent e con un m uñeco
que represent aba al auriga t rabado en las riendas. Si el rit ual babilonio t enía el m ism o origen
que el griego, un niño int errex sucedería al Rey en el t rono y el lecho durant e su fallecim ient o
de un sólo día y al am anecer del día siguient e le arrast rarían det rás del carro, com o en los
m it os de Faet ont e ( véase 42.2) e Hipólit o ( véase 101.g) . El Rey era ent onces reinst alado en su
t rono.
2. El m it o de Glauco es poco corrient e. No sólo sufre las consecuencias del rom pim ient o
del carro, sino que, adem ás, le devoran lis yeguas. El que despreciara a Afrodit a y no dej ara
que parieran sus yeguas índica una t ent at iva pat riarcal de suprim ir las fest ividades erót icas de
Tebas en honor de las Pot niadas ( «las poderosas») , o sea, la t ríada de la Luna.
3. El Taraxipo parece haber sido una est at ua regia arcaica que m arcaba la prim era vuelt a
del est adio; dist raía a los caballos que corrían por prim era vez en el est adio en el m om ent o en
que el auriga t rat aba de cort ar cam ino y t om ar la curva int erior, pero era t am bién el lugar
donde se represent aba el rom pim ient o del carro del rey viej o o su int errex quit ándole las
pezoneras ( véase 109.j ) .
4. Es probable que Glauco ( «gris verdoso») fuera, en ciert o sent ido, el represent ant e
m inoico que iba al I st m o ( véase 90.7) con los edict os anuales y en ot ro Melicert es ( Melkardi,
«guardián de la ciudad») , t ít ulo fenicio del rey de Corint o, quien t eóricam ent e llegaba cada
año, recién nacido, cabalgando en un delfín (véase 70.5 y 87.2) , y era arroj ado al m ar cuando
t erm inaba su reinado ( véase 96.3) .

72.

MELAMPO

a. El m inia Melam po, niet o de Cret eo, vivía en Pilos, Mesenia, y fue el prim er m ort al al
que se concedieron los dones profét icos, el prim ero que pract icó la m edicina, el prim ero que
edificó t em plos a Dioniso en Grecia y el prim ero que m ezcló el vino con agua346 .
b. Su herm ano Biant e, por quien sent ía gran afect o, se enam oró de su prim a Pero, y
eran t ant os los pret endient es a su m ano que su padre Neleo la prom et ió al hom bre que
pudiera ahuyent ar de Milacas el ganado del rey Fílaco. Ést e apreciaba ese ganado m ás que
cualquier ot ra cosa del m undo, con excepción de su hij o único I ficlo, y lo guardaba
personalm ent e con la ayuda de un perro que nunca dorm ía y al que nadie se podía acercar.
c. Ahora bien, Melam po ent endía el lenguaj e de las aves, pues le había lim piado los
oídos, lam iéndoselos, una carnada agradecida de serpient es j óvenes a las que había librado de
la m uert e a m anos de sus sirvient es y los cadáveres de cuyos padres había ent errado
piadosam ent e. Adem ás, Apolo, con quien se encont ró un día en las orillas del río Alfeo, le
enseñó a profet izar exam inando las ent rañas de las víct im as sacrificadas347 . Así fue cóm o supo
que quienquiera que t rat ase de robar el ganado de Fílaco lo recibiría com o obsequio, pero sólo
después de haber est ado encarcelado durant e exact am ent e un año. Com o Biant e est aba

346
Apolodoro: ii.2.2; Ateneo: ii.p.45.
347
Apolodoro: i.9.11.

159
Los mitos griegos I Robert Graves

desesperado, Melam po decidió ir al est ablo de Fílaco en plena noche, pero t an pront o com o
int ent ó t ocar una vaca el perro le m ordió en la pierna y Fílaco, levant ándose de un salt o de la
paj a en que dorm ía, lo hizo encarcelar. Eso era, por supuest o, lo que esperaba Melam po.
d. En la t arde del día en que t erm inaba su año de encarcelam ient o oyó Melam po a dos
carcom as que hablaban en el ext rem o de la viga que se int roducía en la pared sobre su
cabeza. Una de ellas pregunt ó con un suspiro de cansancio:
—¿Cuánt os días de roer nos quedan t odavía, herm ana?
La ot ra, con la boca llena de polvo de m adera, cont est ó:
—Est am os progresando m ucho. La viga caerá m añana al am anecer si no perdem os el
t iem po en conversaciones inút iles.
Melam po grit ó al oír eso:
—¡Fílaco, Fílaco, t e ruego que m e t raslades a ot ra celda!
Aunque Fílaco se rió de las razones de Melam po, le t rasladó a ot ra celda. Cuando la viga
cayó en la hora predicha y m at ó a una de las m uj eres que ayudaban a sacar la cam a, la
presciencia de Melam po dej ó asom brado a Fílaco.
—Te concederé la libert ad y el ganado —le dij o— si curas de la im pot encia a m i hij o
I ficlo.
e. Melam po accedió. Com enzó la t area sacrificando dos t oros a Apolo, y después de
haber quem ado los fém ures con la grasa, dej ó las reses m uert as j unt o al alt ar. Poco después
descendieron dos buit res y uno de ellos le dij o al ot ro:
—Deben haber pasado varios años desde que est uvim os aquí la últ im a vez. Fue cuando
Fílaco cast raba carneros y nosot ros t uvim os nuest ros gaj es.
—Lo recuerdo —dij o el ot ro— I ficlo que ent onces era t odavía un niño, vio que se le
acercaba su padre con un cuchillo m anchado con sangre y se asust ó. Al parecer t em ía que le
cast rara t am bién a él, porque se puso a grit ar con t odas sus fuer zas. Fílaco clavó el cuchillo en
el peral sagrado que se alzaba aquí, para no perderlo, m ient ras corría a consolar a I ficlo. Ese
sust o explica la im pot encia. ¡Pero Fílaco se olvidó de recoger el cuchillo! Allí est á t odavía,
clavado en el árbol, pero la cort eza ha cubiert o su hoj a y sólo se ve el ext rem o del m ango.
—En ese caso —observó el prim er buit re— el rem edio de la im pot encia de I ficlo sería
ext raer el cuchillo, raspar el orín dej ado por la sangre de carnero y adm inist rárselo, m ezclado
con agua, durant e diez días seguidos.
—Est oy de acuerdo —declaró el ot ro buit re—. ¿Pero quién aún con m enos int eligencia
que nosot ros, sería lo suficient em ent e sensat o com o para prescribir sem ej ant e m edicina?
f. Así pudo Melam po curar a I ficlo, quien no t ardó en engendrar un hij o llam ado
Podarces; y, habiendo reclam ado prim eram ent e el ganado y luego a Pero, ent regó ést a,
t odavía virgen, a su agradecido herm ano Biant e348 .
g. Ahora bien, Pret o, hij o de Abant e, que reinaba en Argólide junt am ent e con Acrisio, se
había casado con Est enebea, quien le dio t res hij as llam adas Lisipe, I fínoe e I fianasa, aunque
algunos llam an a las dos m enores Hipónoe y Cirianasa. Bien porque habían ofendido a Dioniso,
o bien porque habían ofendido a Hera por haber incurrido excesivam ent e en am oríos, o
robando el oro de su im agen en Tirint o, la capit al de su padre, los dioses enloquecieron a las
t res, que recorrían furiosas las m ont añas com o vacas picadas por el t ábano, conduciéndose de
la m anera m ás desordenada y at acando a los viaj eros349 .
h. Cuando Melam po se ent eró de eso fue a Tirint o y se ofreció a curarlas, con la
condición de que Pret o le recom pesara con la t ercera part e de su reino.
—El precio es dem asiado alt o —replicó Pret o bruscam ent e, y Melam po se ret iró.

348
Homero: Odisea xi.281-97, con escoliasta; Apolodoro: i.9.12.
349
Hesíodo: Catálogo de mujeres; Apolodoro: ii.4.1; Diodoro Sículo: iv.68; Servio sobre las
Églogas de Virgilio vi.48.

160
Los mitos griegos I Robert Graves

La locura se ext endió a las m uj eres argivas, m uchas de las cuales m at aban a sus hij os,
abandonaban sus hogares y en su desvarío iban a unirse a las t res hij as de Pret o, por lo que
no había seguridad en los cam inos y los rebaños de ovej as y el ganado vacuno sufrían fuert es
pérdidas, porque las m uj eres desenfrenadas descuart izaban a los anim ales y los devoraban
crudos. Al ver eso Pret o se apresuró a llam ar a Melam po para decirle que acept aba sus
condiciones.
—No, no —dij o Melam po—, así com o ha aum ent ado la enferm edad, así t am bién han
aum ent ado m is honorarios. Dam e a m í una t ercera part e de t u reino y dale ot ra t ercera part e
a m i herm ano Biant e, y m e com prom et o a librart e de esa calam idad. Si t e niegas, no quedará
en su hogar una sola m uj er argiva.
Pret o acept ó y Melam po le aconsej ó:
—Prom et e veint e bueyes roj os a Helio —yo t e diré lo que debes decir— y t odo andará
bien.
i. En conform idad, Pret o prom et ió los bueyes a Helio, con la condición de que sus hij as y
las acom pañant es de ést as se curasen, y Helio que lo ve t odo, prom et ió inm ediat am ent e a
Art em is que le daría los nom bres de ciert os reyes que no habían hecho sacrificios, con la
condición de que convenciera a Hera para que anulara su m aldición de las m uj eres argivas.
Ahora bien, Art em is había perseguido y dado m uert e recient em ent e a la ninfa Calist o para
com placer a Hera, por lo que no t uvo dificult ad en ponerla de su lado en el asunt o. Así es
com o se hacen las cosas t ant o en el cielo com o en la t ierra: una m ano lava a la ot ra.
j . Luego Melam po, ayudado por Biant e y un grupo escogido de j óvenes fornidos
conduj eron a la desordenada m ult it ud de m uj eres de las m ont añas a Sición, donde se curaron
de su locura, y luego las purificaron m ediant e la inm ersión en un pozo sagrado. Com o no
encont raron a las hij as de Pret o ent re aquella chusm a, Melam po y Biant e fueron ot ra vez en su
busca y persiguieron a las t res hast a Lusi en Arcadia, donde se refugiaron en una cueva que
daba al río Est igia. Allí Lisipe e I fianasa recuperaron su j uicio y se purificaron, pero I fínoe había
m uert o en el cam ino.
k. Melam po, se casó luego con Lisipe; Biant e ( cuya esposa Pero había m uert o hacía
poco) se casó con I fianasa, y Pret o recom pensó a am bos de acuerdo con su prom esa. Pero
algunos dicen que el verdadero nom bre de Pret o era Anaxágoras350 .

1. Todos los hechiceros alegaban que les habían lam ido los oídos las serpient es, de las
que se sost enía que encarnaban los espírit us de los héroes oraculares ( «El lenguaj e de los
anim ales», por J. R. Frazer, Archeological Review, i, 1888) , y que así podían com prender el
lenguaj e de las aves y los insect os ( véase I 05.g y 158.p) . Los sacerdot es de Apolo parecen
haber sido excepcionalm ent e ast ut os al alegar que profet izaban por est e m edio.
2. La im pot encia de I ficlo es real m ás bien que m ít ica: el orín del cuchillo para cast rar
sería una cura psicológica apropiada para la im pot encia causada por un t em or súbit o y est aría
de acuerdo con los principios de la m agia sim pát ica. Apolodoro describe el árbol en el cual fue
clavado el cuchillo com o una encina, pero es m ás probable que fuera el peral silvest re
consagrado a la Diosa Blanca del Peloponeso ( véase 74.6) , que da sus frut os en m ayo, el m es
de la cast idad forzosa; Fílaco había agraviado a la diosa al herir su árbol. La alegación del
hechicero de que le habían enseñado el t rat am ient o los buit res —aves im port ant es en los
augurios ( véase 119.z) — reforzaría la creencia en su eficacia. Al nom bre de Pero se le ha dado
el significado de «m ut ilado o deficient e», referencia a la im pot encia de I ficlo, que es el t em a
principal de la fábula, m ás bien que el significado de «saco de cuero», referencia al dom inio
que Pero t enía de los vient os ( véase 36.1) .
3. Parece que «Melam po», un caudillo de los eolios provenient es de Pilos, arrebat ó part e
de Argólide a los pobladores cananeos que se decían hij os de Abant e ( palabra sem it a que

350
Apolodoro: ii.2.1-2; Baquílides: Epinicia x.40-112; Herodoto: ix.34; Diodoro Sículo: iv.68;
Pausanias: ii.18.4; iv.36.3; v.5.5 y viii.18.3; Escoliasta sobre las Odas nemeas de Píndaro íx.13.

161
Los mitos griegos I Robert Graves

significa «padre») , es decir del dios Melkart h ( véase 70.5) e inst it uyó un reino doble. Su
obt ención del ganado de Fílaco ( «guardián») , que poseía un perro que no dorm ía, recuerda el
décim o t rabaj o de Heracles, y el m it o se basa igualm ent e en la cost um bre helena de com prar
una novia con el product o de un robo de ganado ( véase 132.1) .
4. «Pret o» parece ser ot ro nom bre de Ofión, el dem iurgo ( véase 1.a) . La m adre de sus
hij as era Est enebea, la diosa Luna com o vaca, es decir, lo, que se volvió loca de un m odo m uy
parecido ( véase 56.a) y sus nom bres son t ít ulos de la m ism a diosa en su capacidad
dest ruct ora com o Lam ia ( véase 61.1) , y com o Hipólit a, cuyas yeguas salvaj es descuart izaban
al rey sagrado al final de su reinado ( véase 71.a) . Pero la orgía para la que las sacerdot isas de
la Luna se disfrazaban de yeguas debe dist inguirse de la danza del t ábano para producir la
lluvia, para la que se disfrazaban de novillas ( véase 56.1) ; y de la orgía ot oñal del cult o a la
cabra, cuando despedazaban a niños y anim ales baj o la influencia t óxica del aguam iel, el vino
o la cerveza de hiedra ( véase 27.2) . La t om a por los eolios del t em plo de la diosa en Lusi,
relat ada aquí en form a m ít ica, puso fin a las orgías de las yeguas salvaj es; la violación de
Dem ét er por Posidón ( véase 16.5) regist ra el m ism o acont ecim ient o. Las libaciones hechas a
la diosa Serpient e en un t em plo arcadio sit uado ent re Sición y Lusi pueden explicar la fábula
de la m uert e de I fínoe.
5. El reconocim ient o oficial en Delfos, Corint o, Espart a y At enas del cult o ext át ico del
vino correspondient e a Dioniso, hecho m uchos siglos después, t enía por finalidad desalent ar
t odos los rit os ant eriores m ás prim it ivos; y parece haber puest o fin al canibalism o y al
asesinat o rit ual, except o en las part es m ás salvaj es de Grecia. En Pat ras, Acaya, por ej em plo,
Árt em is Tridaria («t riple asignadora de suert es») había exigido el sacrificio anual de niños y
niñas, con las cabezas coronadas de hiedra y t rigo, en las orgías de la cosecha. Est a
cost um bre, que, según se decía, t enía por objet o expiar la profanación del t em plo por dos
am ant es, Melanipo y Com et o, sacerdot isa de Árt em is, t erm inó con la llegada de un arca que
cont enía la im agen de Dioniso y que llevó Eurípilo ( véase 160.x) desde Troya ( Pausanias:
vii.19.1- 3) .
6. Melam podes ( «pies negros») es un nom bre clásico com ún para los egipcios ( véase
60.a) ; y las fábulas acerca de cóm o Melam po com prendía lo que decían las aves y los insect os,
es probable que sean de origen africano y no eolio.

73.

PERSEO

a. Abant e, rey de Argólide y niet o de Dánao, era un guerrero t an fam oso que después de
su m uert e bast aba con exhibir su escudo para que huyeran los que se rebelaban cont ra la
Casa real. Se casó con Aglaye, a cuyos hij os m ellizos, Pret o y Acrisio, legó el reino, y les
ordenó que gobernaran alt ernadam ent e. Su disput a, que com enzó en las ent rañas m at ernas,
se hizo m ás enconada que nunca cuando Pret o yació con Dánae, la hij a de Acrisio, y apenas
logró escapar con vida351 . Com o Acrisio sé negó a ceder el t rono al final de su período, Pret o
huyó a la cort e de Yóbat es, rey de Licia, con cuya hij a Est enebea, o Ant ea, se casó, volviendo
poco después al frent e de un ej ércit o licio para reclam ar su derecho a la sucesión. Se libr ó una
bat alla sangrient a, pero com o ninguno de los dos bandos obt uvo la vict oria, Pret o y Acrisio
convinieron de m ala gana en dividir el reino ent re am bos. La part e que correspondió a Acrisio
fue Argos y sus alrededores, y la de Pret o fue Tirint o, el t em plo de Hera (ent onces part e de
Micenas) , Midea y la cost a de Argólide352 .

351
Servio sobre la Eneida de Virgilio iii.286; Escoliasta sobre Orestes de Eurípides 965; Apolo-
doro: ii.2.1 y 4.7.
352
Homero: Ilíada vi.160; Apolodoro: ¡i.2.1; Pausanias: íi.16.2.

162
Los mitos griegos I Robert Graves

b. Siet e cíclopes gigant escos, llam ados Gast eroquiros porque se ganaban la vida com o
albañiles, acom pañaron a Pret o desde Licia y fort ificaron Tirint o con gruesas m urallas,
ut ilizando bloques de piedra t an grandes que ni un t iro de m ulas hubiera podido m over la
m enor de ellas353 .
c. Acrisio, quien se había casado, con Aganipe, no t enía hij os, sino solam ent e est a hij a,
Dánae, a la que había seducido Pret o; y cuando pregunt ó a un oráculo cóm o podía conseguir
un heredero varón, recibió, est a respuest a: «No t endrás hij os varones y t u niet o t e m at ará».
Para im pedir que se cum pliera ese pronóst ico Acrisio encerró a Dánae en un calabozo con
puert as de bronce, guardada por perros salvaj es, pero, a pesar de est as precauciones, Zeus
llegó a ella en form a de lluvia dorada y Dánae le dio un hij o llam ado Perseo. Cuando Acrisio se
ent eró del est ado de Dánae no quiso creer que el padre era Zeus y sospechó que su herm ano
Pret o había renovado su int im idad con ella; pero, com o no se at revía a m at ar a su propia hij a,
los encerró a ella y al infant e Perseo en un arca de m adera que arroj ó al m ar. El arca fue a la
deriva hast a la isla de Sérifos, donde un pescador llam ado Dict is le echó la red, la sacó a la
cost a, la abrió y encont ró a Dánae y Perseo t odavía vivos. Los llevó inm ediat am ent e a su
herm ano, el rey Polidect es, quien crió a Perseo en su propia casa354 .
d. Pasaron algunos años y Perseo, ya en la edad viril, defendió a Dánae cont ra
Polidect es, quien, con el apoyo de sus súbdit os, había t rat ado de obligarla a casarse con él.
Ent onces Polidect es reunió a sus am igos y, fingiendo que iba a pedir la m ano de Hipodam ía,
hij a de Pélope, les rogó que cont ribuyera cada uno de ellos con un caballo a su regalo
despedida.
—Sérifos es una isla pequeña—dij o—, pero no quiero quedar m al junt o a los ricos
pret endient es del cont inent e. ¿Podrás ayudarm e, noble Perseo?
—Desgraciadam ent e —cont est ó Perseo—, no t engo ningún caballo, ni t am poco oro para
com prarlo. Pero si t e propones casart e con Hipodam ía y no con m i m adre, m e las arreglaré
para conseguirt e el regalo que t ú m e digas —y añadió im prudent em ent e— incluso la cabeza de
la gorgona Medusa si fuese necesario.
e. —Eso m e agradaría, ciert am ent e, m ás que cualquier caballo del m undo —replicó en
seguida Polidect es355 . Ahora bien, la gorgona Medusa t enía serpient es por cabellos, grandes
dient es, la lengua salient e y, en general, un rost ro t an feo que quien lo m iraba quedaba
pet rificado por el t error.
f. At enea oyó la conversación m ant enida en Sérifos, y com o era una enem iga jurada de
Medusa, de cuyo aspect o espant oso era responsable, acom pañó a Perseo en su avent ura.
Prim eram ent e lo conduj o a la ciudad de Dict erión en Sam os, donde se exhiben im ágenes de
las t res Gorgonas, para que pudiera dist inguir a Medusa de sus inm ort ales herm anas Est eno y
Euríale; luego le advirt ió que no debía m irar a Medusa direct am ent e, sino sólo su reflej o, y le
regaló un escudo brillant em ent e pulim ent ado.
g. Tam bién Herm es ayudó a Perseo ent regándole una hoz diam ant ina para que cort ase la
cabeza de Medusa. Pero Perseo necesit aba, adem ás, un par de sandalias aladas, un zurrón
m ágico para guardar la cabeza cort ada y el yelm o negro de la invisibilidad que pert enecía a
Hades. Todas est as cosas est aban al cuidado de las ninfas del Est igia, de quienes debía
obt enerlas Perseo; pero su paradero sólo era conocido por las herm anas de las Gorgonas, las
t res Grayas que parecían cisnes, y que t enían un solo oj o y un solo dient e ent re las t res. En
consecuencia, Perseo fue a ver a las Grayas en sus t ronos al pie del m ont e At las. Se deslizó
sigilosam ent e det rás de ellas, se apoderó del oj o y el dient e cuando se los pasaban de una a
ot ra, y se negó a devolverlos hast a que le dij eran dónde vivían las ninfas del Est igia356 .

353
Pausanias: ii.25.7; Estrabón: viii.6.11.
354
Higinio: Fábula 63; Apolodoro: ii.4.1; Horacio: Odas iii.16.1.
355
Apolodoro: ii.4.2.
356
Apolodoro: loc. cit.; Higinio: Astronomía poética ii.12.

163
Los mitos griegos I Robert Graves

h. Luego Perseo recogió las sandalias, el zurrón y el yelm o que le dieron las ninfas y voló
rum bo al oest e al País de los Hiperbóreos, donde encont ró a las Gorgonas dorm idas ent re
form as erosionadas de hom bres y anim ales salvaj es pet rificados por Medusa. Fij ó los oj os en el
reflej o del escudo, At enea guió su m ano y cort ó la cabeza de Medusa con un solo golpe de la
hoz. I nm ediat am ent e, con gran sorpresa suya, surgieron del cadáver, com plet am ent e
desarrollados, el caballo alado Pegaso y el guerrero Crisaor, que suj et aba una cim it arra de oro.
Perseo no sabía que los había engendrado Posidón con Medusa en uno de los t em plos de
At enea, pero decidió no seguir cont endiendo con ellos. Se apresuró a guardar la cabeza en el
zurrón y huyó, y aunque Est eno y Euríale, despert adas por sus nuevos sobrinos, se levant aron
para perseguirlo, el yelm o le hizo invisible y escapó a salvo hacia el sur 357 .
i. Al ponerse el sol Perseo descendió en las cercanías del palacio del t it án At lant e, a
quien, com o cast igo por su inhospit alidad, le m ost ró la cabeza de la Gorgona y le t ransform ó
así en una m ont aña; y al día siguient e se volvió hacia el est e y voló a t ravés del desiert o libio,
y Herm es le ayudó a llevar la pesada cabeza. En el cam ino dej ó caer el oj o y el dient e de las
Grayas al lago Trit ón, y algunas got as de la sangre de la Gorgona cayeron en la arena del
desiert o, donde engendraron una m ult it ud de serpient es venenosas, una de las cuales m at ó
post eriorm ent e al argonaut a Mopso358 .
j . Perseo se det uvo para t om ar un refrigerio en Quem is, Egipt o, donde t odavía se le rinde
cult o, y luego siguió adelant e. Mient ras rodeaba la cost a de Filist ia hacia el nort e divisó a una
m uj er desnuda encadenada a un acant ilado e inst ant áneam ent e se enam oró de ella. Era
Andróm eda, hij a de Cefeo, el rey et íope de Yope, y Casiopea359 . Casiopea se había j act ado de
que ella y su hij a eran m ás bellas que las nereidas, y ést as se quej aron de ese insult o a su
prot ect or Posidón. Posidón envió una inundación y un m onst ruo m arino fem enino para que
devast aran Filist ia, y cuando Cefeo consult ó con el oráculo de Am ón se le dij o que su única
esperanza de salvación consist ía en sacrificar a Andróm eda al m onst ruo. En consecuencia, sus
súbdit os le obligaron a encadenarla a una roca, desnuda con excepción de ciert as j oyas, y
dej ar que la devorara el m onst ruo.
k. Cuando Perseo volaba hacia Andróm eda vio que Cefeo y Casiopea observaban
ansiosam ent e desde la cost a cercana y descendió j unt o a ellos para una consult a rápida. Con
la condición de que si la salvaba sería su esposa y volvería a Grecia con él, Perseo se elevó
ot ra vez, em puñó la hoz y, lanzándose furiosam ent e desde arriba, decapit ó al m onst ruo que se
acercaba y que se dej ó engañar por su som bra en el m ar. Había sacado del zurrón la cabeza
de la Gorgona, por si el m onst ruo m iraba hacia arriba, y la puso cara abaj o sobre un lecho de
hoj as y algas, que inst ant áneam ent e se convirt ieron en coral, m ient ras él se lim piaba la
sangre de las m anos, erigía t res alt ares y sacrificaba un becerro, una vaca y un t oro a Herm es,
At enea y Zeus, respect ivam ent e360 .
l. Cefeo y Casiopea lo acogieron de m ala gana com o su yerno y, por insist encia de
Andróm eda, la boda se realizó inm ediat am ent e, pero las fiest as fueron int errum pidas
bruscam ent e cuando Agenor, el herm ano m ellizo del rey Belo, llegó al frent e de un grupo
arm ado con el fin de reclam ar a Andróm eda para él. Sin duda le había llam ado Casiopea, pues
ella y Cefeo falt aron inm ediat am ent e a la palabra dada a Perseo, alegando que les habían
arrancado por la fuerza de las circunst ancias la prom esa de la m ano de Andróm eda y que la
pet ición de Agenor era ant erior.
—¡Perseo debe m orir! —grit ó Casiopea, furiosa.

357
Píndaro: Odas píticas x.31; Ovidio: Metamorfosis iv.780; Apolodoro: ii.4.3.
358
Eurípides: Electra 459-63; Higinio: Astronomía poética ii.12; Apolonio de Rodas: iv.1513 y
ss.
359
Herodoto: ii.91; Tzetzes: Sobre Licofrón 836; Estrabón: 1-2.35; Plinio: Historia natural vi.35.
360
Apolodoro: ii.4.3; Higinio: Fábula 64; Ovidio: Metamorfosis iv.740 y ss.

164
Los mitos griegos I Robert Graves

m . En la pelea que siguió Perseo dio m uert e a m uchos de sus adversarios, pero com o
ést os le superaban m ucho en núm ero, se vio obligado a recoger la cabeza de la Gorgona del
lecho de coral y a convert ir con ella en piedras a los doscient os que quedaban 361 .
n. Posidón puso las im ágenes de Cefeo y Casiopea ent re las est rellas; la últ im a, com o
cast igo por su t raición, est á at ada en un cest o de m ercado que en algunas est aciones del año
se pone boca abaj o, dándole un aspect o ridículo. Pero At enea puso m ás t arde la im agen de
Andróm eda en una const elación m ás honorable, porque había insist ido en casarse con Perseo a
pesar de la m ala fe de sus padres. Las m arcas que dej aron sus cadenas son m ost radas t odavía
en un acant ilado de las cercanías de Yope, y los huesos pet rificados del m onst ruo eran
exhibidos en la ciudad m ism a hast a que Marco Em ilio Escauro los hizo llevar a Rom a durant e
su edilidad 362 .
o. Perseo volvió apresuradam ent e a Sérifos llevándose a Andróm eda consigo y se
encont ró con que Dánae y Dict is, am enazados con la violencia por Polidect es, quien, por
supuest o, no se proponía casarse con Hipodam ía, se habían refugiado en un t em plo. En
consecuencia, fue direct am ent e al palacio donde Polidect es banquet eaba con sus com pañeros
y anunció que t raía el prom et ido regalo de bodas. Recibido por una t orm ent a de insult os,
m ost ró la cabeza de la Gorgona m ient ras él desviaba la vist a de ella, y los convirt ió a t odos en
piedra. Todavía se m uest ra en Sérifos el círculo de cant os rodados. Luego ent regó la cabeza a
At enea, quien la fij ó en su égida; y Herm es devolvió las sandalias, el zurrón y el yelm o a las
ninfas est igias para que siguieran guardándolos363 .
p. Después de elevar a Dict is al t rono de Sérifos, Perseo se hizo a la m ar con rum bo a
Argos, acom pañado por su m adre, su esposa y un grupo de cíclopes. Acrisio, al ent erarse de
que se acercaba, huyó a la pelasga Larisa, pero sucedió que invit aron a Perseo a ir allá para
asist ir a los j uegos fúnebres que celebraba el rey Teut ám ides en honor de su difunt o padre, e
int ervino en la com pet encia quínt uple. Cuando se llegó al lanzam ient o del disco, el suyo,
desviado de su t rayect oria por el vient o y la volunt ad de los dioses, fue a dar en el pie de
Acrisio y le m at ó364 .
q. Muy afligido, Perseo ent erró a su abuelo en el t em plo de At enea que corona la
acrópolis local, y luego, avergonzado de reinar en Argos, fue a Tirint o, donde a Pret o le había
sucedido su hij o Megapent es, y convino en cam biar los reinos con él. En consecuencia,
Megapent es se t rasladó a Argos y Perseo reinó en Tirint o y poco después recuperó las ot ras
dos part es del reino original de Pret o.
r. Perseo fort ificó Midea y fundó Micenas, llam ada así porque cuando t enía sed brot ó un
hongo [ m ycos] y le proporcionó una corrient e de agua. Los Cíclopes const ruyeron las m urallas
de am bas ciudades365 .
s. Ot ros relat an el asunt o de una m anera m uy dist int a. Dicen que Polidect es consiguió
casarse con Dánae y crió a Perseo en el t em plo de At enea. Algunos años después Acrisio se
ent eró de que sobrevivían y se em barcó para Sérifos, est a vez decidido a m at ar a Perseo con
su propia m ano. Polidect es int ervino e hizo que am bos juraran solem nem ent e que nunca
at ent arían cont ra la vida del ot ro. Pero se produj o una t orm ent a y m ient ras el barco de Acrisio
se hallaba t odavía en la cost a, det enido por la t orm ent a, falleció Polidect es. Durant e sus
j uegos fúnebres Perseo lanzó un disco que accident alm ent e golpeó a Acrisio en la cabeza y le
m at ó. Ent onces Perseo fue a Argos y reclam ó el t rono, pero se encont ró con que Pret o lo había

361
Higinio: loc. cit.; Ovidio: Metamorfosis v.1-235; Apolodoro: loc. cit.
362
Higinio: Astronomía poética ii.9-10 y 12; Josefo: Guerras judías iii.9.2; Plinio: Historia na-
tural ix.4.
363
Estrabón: x.5.10; Apolodoro: ii.4.3.
364
Escoliasta sobre Orestes de Eurípides 953; Apolodoro: ii.4.4.
365
Clemente de Alejandría: Alocución a los griegos iii.45; Apolodoro: íi.4.4-5.

165
Los mitos griegos I Robert Graves

usurpado y, en consecuencia, lo convirt ió en piedra; así reinó en t odo el país de Argólide,


hast a que Me- gapent es vengó la m uert e de su padre m at ándole a él 366 .
t . En cuant o a la gorgona Medusa, dicen que era una bella hij a de Forcis que había
ofendido a At enea y llevó a la bat alla a los libios del lago Trit onis. Cuando Perseo llegó de
Argos con un ej ércit o, At enea le ayudó a asesinar a Medusa. Él le cort ó la cabeza durant e la
noche y la ent erró baj o un m ont ón de t ierra en la plaza del m ercado de Argos. Est e m ont ón se
halla cerca de la t um ba de la hij a de Perseo llam ada Gorgófone, not oria com o la prim era viuda
que volvió a casarse367 .

1. El m it o de Acrisio y Pret o regist ra la fundación de un reino doble argivo: en vez de que


el rey m uriera cada solst icio de verano, com o era la cost um bre, y le sucediera su heredero
durant e el rest o del año, cada uno de ellos reinaba por t urno durant e cuarent a y nueve o
cincuent a m eses, o sea, la m it ad de un Gran Año ( véase 106.1) . Est e reino, según parece, fue
dividido post eriorm ent e en dos m it ades, con co- reyes que gobernaban concurrent em ent e
durant e t odo un Gran Año. La t eoría ant erior, de que el brillant e espírit u del Año Crecient e, y
su m ellizo heredero, el oscuro espírit u del Año Menguant e, m ant ienen una rivalidad const ant e,
se difundió por el m it o celt a y palest ino y t am bién por el griego y el lat ino.
2. Dos de esos pares de m ellizos se dan en el Génesis: Esaú y Jacob ( Génesis xxiv.24- 6) ,
Pares ( véase 159.4) y Zara (Génesis xxxviii.27- 30) , y am bas parej as pelean por la
precedencia en el út ero, com o Acrisio y Pret o. En el m it o palest ino m ás sencillo de Mot y Aleyn
los m ellizos pelean por una m uj er, com o Acrisio y Pret o; y com o hacen sus equivalent es en el
m it o celt a; por ej em plo, Gwyn y Gwyt hur, en el Mabinogion, se desafían cada Víspera de Mayo
hast a el final del m undo por la m ano de Creiddylad, hij a de Llyr ( Cordelia, hij a del rey Lear) .
Est a m uj er es, en cada caso, una sacerdot isa de la Luna, el casam ient o con la cual confiere la
dignidad real.
3. La const rucción de Argos y Tirint o por los siet e Gast eroquiros ( «vient res con m anos»)
y la m uert e de Acrisio han sido deducidos, al parecer, de una pint ura de una ciudad
am urallada: siet e discos solares, cada uno con t res m iem bros, pero sin cabeza (véase 23.2) ,
est án colocados sobre ella y el rey sagrado es m uert o por un oct avo disco solar, con alas, que
golpea su t alón sagrado. Est o significaría que siet e sust it ut os m uer en anualm ent e por el rey;
que luego es sacrificado por orden de la sacerdot isa; su sucesor, Perseo, est á present e, sin
int ervenir.
4. El m it o de Dánae, Perseo y el arca parece relacionarse con el de I sis, Osiris, Set y el
niño Horus. En la versión m ás ant igua Pret o es el padre de Perseo, el argivo Osiris. Dánae es
su herm ana- esposa, I sis; Perseo, el niño Horus, y Acrisio el celoso Set que m at ó a su m ellizo
Osiris y es obj et o de la venganza de Horus. El arca es la em barcación de m adera de acacia en
la que I sis y Horus recorrieron el Delt a en busca del cadáver de Osiris. Una fábula análoga se
da en una versión del m it o de Sém ele ( véase 27.6) y en el de Reo (véase 160.7) . Pero Dánae,
presa en el calabozo de bronce, donde da a luz un niño, es el t em a de una fam iliar ilust ración
gráfica de Año Nuevo ( véase 43.2 y 73.4) ; la fecundación de Dánae por Zeus con una lluvia de
oro t iene que referirse al casam ient o rit ual del Sol y la Luna, del que nacía el rey del Año
Nuevo. Tam bién puede int erpret arse com o una alegoría past oral: «el agua es oro» para el
past or griego y Zeus envía chubascos a la t ierra —Dánae. El nom bre «Dict erion» significa que
la cabeza de la Gorgona le fue m ost rada allí a Perseo.
5. Com plicaba las disput as dinást icas en Argos la exist encia de una colonia argiva en
Caria, que aparece t ant o en est e m it o com o en el de Belerofont e ( véase 75.b) ; cuando Cnosos
cayó en el año 1400 a. de C. aproxim adam ent e, la flot a caria fue, durant e un t iem po, una de
las m ás fuert es del Medit erráneo. Los m it os de Perseo y de Belerofont e est án ínt im am ent e

366
Ovidio: Metamorfosis v.236-41.
367
Pausanias: ii.21.6-8.

166
Los mitos griegos I Robert Graves

relacionados. Perseo m at ó a la m onst ruosa Medusa con la ayuda de sandalias aladas;


Belerofont e ut ilizó un caballo alado, nacido del cuerpo decapit ado de Medusa, para m at ar a la
m onst ruosa Quim era. Am bas hazañas se refieren a la usurpación por invasores helenos de los
poderes de la diosa Luna, y aparecen unidas en la pint ura de un ánfora beocia arcaica que
represent a a una yegua con cabeza de gorgona. Est a yegua es la diosa Luna, cuyo sím bolo
calendario era la Quim era ( véase 75.2) ; y la cabeza de gorgona es una m áscara profiláct ica
que se ponían sus sacerdot isas para ahuyent ar a los no iniciados ( véase 33.3) y de la que las
despoj aron los helenos.
6. En la segunda y m ás sencilla versión del m it o, Perseo lucha con una reina libia, la
decapit a y ent ierra su cabeza en la plaza del m ercado de Argos. Est o t iene que referirse a una
conquist a argiva de Libia, la supresión allí del sist em a m at riarcal y la violación de los m ist erios
de la diosa Neit h ( véase 8.1) . El ent ierro de la cabeza en la plaza del m ercado sugiere que las
reliquias sagradas eran encerradas allí en un cofre y sobre ellas se colocaba una m áscara
profiláct ica para que los cavadores m unicipales no alt eraran la m agia. Quizá las reliquias eran
un par de lechoncit os, com o los que, según dice el Mabinogion, ent erró el rey Lud en un cofre
de piedra en Carfax, Oxford, com o un t alism án prot ect or para t odo el reino de Bret aña;
aunque en aquel cont ext o la palabra «lechoncit os» puede ser un eufem ism o para describir a
los niños.
7. La fábula de Andróm eda ha sido deducida probablem ent e de una ilust ración gráfica
palest ina o siria del dios Sol Marduk, o su predecesor Bel, m ont ado en su caballo blanco y
m at ando al m onst ruo m arino Tiam at . Est e m it o t am bién form aba part e de la m it ología hebrea:
I saías m enciona que Jehovah ( Marduk) despedazó a Rahab con una espada ( I saías li.9) ; y,
según Job ix.13 y xxvi.12, Rahab era el Mar. En la m ism a ilust ración, la Andróm eda enj oyada
y desnuda, encadenada a una roca, es Afrodit a, o I sht ar, o Ast art é, la lasciva, diosa del Mar,
«gobernant e de hom bres». Pero no espera a que la salven; Marduk la ha encadenado allí
personalm ent e, después de m at ar su em anación, la sierpe m arina Tiam at , para im pedir m ales
peores. En el poem a de la creación babilonio era ella quien enviaba el diluvio. Ast art é, com o
diosa del Mar, t enía t em plos a t odo lo largo de la cost a palest ina, y en Troya era Hesíone,
«Reina de Asia», a la que, según se dice, salvó Heracles de ot ro m onst ruo m arino ( véase
137.2) .
8. Una colonia griega inst alada en Quem is, al parecer hacia el final del segundo m ilenio
a. de C., ident ificaba a Perseo con el dios Chem , cuyo j eroglífico era un páj aro alado y un disco
solar; y Herodot o hace hincapié en la relación ent re Dánae, la m adre de Perseo, y la invasión
libia de Argos por los dánaos. El m it o de Perseo y el hongo t al vez quiera explicar un icono que
represent a a un héroe exam inando un hongo. De hongo sale un chorro de fuego, que ha sido
t om ado equivocadam ent e por agua, baj o un sol ardient e. He aquí yesca para su rueda de
fuego (véase 63.2) .
9. La segunda y m ás sencilla versión del m it o indica que la visit a de Perseo a las Grayas,
la adquisición del oj o, el dient e, el zurrón, la hoz y el yelm o de la invisibilidad, y su
persecución por las ot ras gorgonas después de la decapit ación de Medusa, son aj enos a su
pendencia con Acrisio. En la Diosa Blanca ( capít ulo 13) yo post ulo que est os elem ent os de
cuent o de hadas son int erpret aciones erróneas de una ilust ración com plet am ent e dist int a en la
que aparece Herm es con sus conocidos yelm o y sandalias aladas y recibiendo un oj o m ágico
que le ent regan las Tres Parcas ( véase 61.1) . Est e oj o sim boliza el don de la percepción:
Herm es puede así dom inar el alfabet o de árboles que ellas han invent ado. Tam bién le dan un
dient e adivinador, com o el que ut ilizaba Fionn en la leyenda irlandesa; una hoz, para cort ar
ram as alfabét icas en el bosquecillo; un saco de piel de grulla para guardar con seguridad esas
cosas; y una m áscara de gorgona para ahuyent ar a los curiosos. Herm es vuela por el
firm am ent o hast a Tart esos, donde las Gorgonas t ienen un bosquecillo sagrado ( véase 132.3) ,
escolt ado, y no perseguido, por una t ríada de diosas que llevan m áscaras de gorgona. Abaj o,
en la t ierra, se ve ot ra vez a la diosa sost eniendo un espej o que reflej a un rost ro de gorgona,
para subrayar el aspect o de su lección (véase 52.7) . La asociación de Herm es con las Grayas,
las ninfas del Est igia y el yelm o de la invisibilidad, prueban que él es el t em a de est a
ilust ración; la confusión ent re él y Perseo puede haber surgido porque Herm es, com o
m ensaj ero de la Muert e, t am bién ha m erecido el t ít ulo de Pt erseus, «el dest ruct or».

167
Los mitos griegos I Robert Graves

74.

LOS MELLI ZOS RI VALES

a. Cuando la línea m asculina de la Casa de Policaón desapareció t ras cinco generaciones,


los m esenios invit aron a Perieres, el hij o de Eolo, para que fuera su rey, y él se casó con
Gorgófone, la hij a de Perseo. Ella le sobrevivió y fue la prim era viuda que volvió a casarse; su
nuevo m arido fue el espart ano Ébalo368 . Hast a ent onces había sido cost um bre que las m uj eres
se suicidaran cuando m orían sus m aridos, com o hicieron Polidora, la hij a de Meleagro, cuyo
m arido, Prot esilao, fue el prim ero que salt ó a t ierra cuando la flot a griega llegó a la cost a de
Troya; Marpesa, Cleopat ra y Evadne, hij a de Fílaco, que se arroj ó sobre la pira fúnebre cuando
su esposo m urió en Tebas369 .
b. Afareo y Leucipo eran hij os de Gorgófone y Perieres, en t ant o que Tindáreo e Í caro
eran frut o de su m at rim onio con Ébalo 370 . Tindáreo sucedió a su padre en el t rono de Espart a,
e Í caro act uaba com o co- rey, pero Hipocoont e y sus doce hij os expulsaron a am bos, aunque
algunos dicen que Í caro ( que m ás t arde llegó a ser suegro de Odiseo) se puso de part e de
Hipocoont e. Tindáreo se refugió en el palacio del rey Test io en Et olia y se casó con su hij a
Leda, quien le dio com o hij os a Cast or y Clit em nest ra, y al m ism o t iem po dio a Helena y Pólux
a Zeus371 . Post eriorm ent e adopt ó a Pólux, recuperó el t rono de Espart a y fue uno de los que
Asclepio resucit ó de ent re los m uert os. En Espart a se m uest ra t odavía su t um ba372 .
c. Ent ret ant o, su herm anast ro Afareo había sucedido a Perieres en el t rono de Mesene,
donde Leucipo —de quien, según dicen los m esem os, t om ó su nom bre la ciudad de Leuct ra—
act uaba com o co- rey y gozaba de poderes m enos im port ant es. Afareo se casó con su
herm anast ra Arene, con quien t uvo por hij os a I das y Linceo; aunque I das era, en verdad, hij o
de Posidón 373 . Ahora bien, las hij as de Leucino, las Leucípides, a saber Febe, sacerdot isa de
At enea, e Hilaíra, sacerdot isa de Árt em is, est aban com prom et idas con sus prim os I das y
Linceo; pero Cast or y Pólux, a los que se conoce com únm ent e com o los Dioscuros, las rapt aron
y t uvieron hij os con ellas, lo que ocasionó una enconada rivalidad ent re los dos pares de
m ellizos374 .
d. Los Dioscuros, que nunca se separaban el uno del ot ro en avent ura alguna, llegaron a
ser el orgullo de Espart a. Cast or era fam oso com o soldado y dom ador de caballos, y Pólux
com o el m ej or púgil de su época; am bos ganaron prem ios en los Juegos Olím picos. Sus prim os
y rivales no se t enían un afect o m enor; I das t enía m ás fuerza que Linceo, pero Linceo poseía
unos oj os t an penet rant es que podía ver en la oscuridad o adivinar el paradero de un t esoro
ent errado375 .

368
Pausanias: iv.2.2 y iii.1.4; Apolodoro: i.9.5.
369
Cypria, citada por Pausanias: iv.2.5; Pausanias: iii.1.4.
370
Apolodoro: i.9.5; Pausanias: loc. cit.
371
Pausanias: loc. cit.; Apolodoro: iii.10.5-7.
372
Panyasis, citado por Apolodoro: iü.10.3; Pausanias: iii.17.4.
373
Pausanias: iii.26.3 y iv.2.3; Apolodoro: iii.10.3.
374
Apolodoro: iii.11.2; Higinio: Fábula 80.
375
Apolodoro: loc. cit. y iii.10.3; Homero: Odisea xi.300; Pausanias: iv.2.4; Higinio: Fábula 14;
Palefato: Fábulas increíbles x.

168
Los mitos griegos I Robert Graves

e. Ahora bien, Eveno, un hij o de Ares, se había casado con Alcipe, por quien se hizo
padre de Marpesa. Con el propósit o de que su hij a se m ant uviera virgen invit ó a cada uno de
sus pret endient es por t urno a correr con él una carrera de carros; el t riunfador obt endría
Marpesa y el vencido perdería la cabeza. Pront o hubo m uchas cabezas clavadas a las paredes
de la residencia de Eveno. y Apolo, que se enam oró de Marpesa, m anifest ó que le disgust aba
una cost um bre t an bárbara y declaró que t erm inaría pront o con ella desafiando a Eveno a una
carrera. Pero I das t am bién se había enam orado de Marpesa y pidió un carro alado a su padre
Posidón 376 . Ant es de que Apolo pudiera act uar, fue a Et olia y rapt ó a Marpesa de ent re un
grupo de bailarinas. Eveno le persiguió, pero no pudo alcanzar a I das, y se sint ió t an
m ort ificado que, después de m at ar a sus caballos, se ahogó en el río Licorm as, llam ado desde
ent onces Eveno 377 .
f. Cuando I das llegó a Mesene, Apolo t rat ó de quit arle a Marpesa. Se bat ieron, pero Zeus
los separó y ordenó que Marpesa m ism a decidiera con quién prefería casarse. Tem iendo que
Apolo la abandonara cuando envej eciera, com o había hecho con ot ras m uchas de sus am adas,
eligió a I das com o esposo 378 .
g. I das y Linceo fueron dos de los cazadores de Calidón y navegaron en el Argo a
Cólquide. Un día, después de la m uert e de Afareo, ellos y los Dioscuros arreglaron su disput a
lo suficient e para unir sus fuerzas en una incursión para apoderarse de ganado en Arcadia. La
incursión t uvo buen éxit o e I das fue elegido echando suert es para que dividiese el bot ín ent re
los cuat ro. Descuart izó una vaca en cuat ro part es y dict am inó que la m it ad del bot ín
pert enecería al prim ero que com iera su part e y el rest o al que quedara en segundo lugar. Casi
ant es que los ot ros se dispusieran a com enzar la com pet encia, I das engulló su part e y luego
ayudó a Linceo a t ragarse la suya; pront o desapareció el últ im o pedazo y él y Linceo
conduj eron el ganado hacia Mesene. Los Dioscuros se quedaron hast a que Pólux, el m ás lent o
de los dos, t erm inó de com er. Act o seguido se dirigieron a Mesene y prot est aron ant e los
ciudadanos alegando que Linceo había perdido el derecho a su part e por haber acept ado la
ayuda de I das, y que I das había perdido el derecho a la suya por no haber esperado a que
t odos los com pet idores est uvieran preparados. Dio la casualidad de que I das y Linceo se
hallaban en el m ont e Taiget o ofreciendo un sacrificio a Posidón, lo que aprovecharon los
Dioscuros para apoderarse del ganado disput ado y t am bién de ot ros bienes robados, y luego
ocult arse en un roble hueco para esperar la vuelt a de sus rivales. Pero Linceo los había
avist ado desde la cum bre del Taiget o, e I das descendió apresuradam ent e de la m ont aña,
arroj ó su lanza cont ra el árbol y t raspasó con ella a Cast or. Cuando Pólux salió para vengar a
su herm ano, I das arrancó la lápida m ort uoria de la t um ba de Afareo y la arroj ó cont ra él.
Aunque gravem ent e herido, Pólux consiguió m at ar a Linceo con su lanza; y en ese m om ent o
int ervino Zeus en favor de su hij o y m at ó a I das con un rayo 379 .
h. Pero los m esenios dicen que Cast or m at ó a Linceo y que I das, enloquecido por la
pena, int errum pió la lucha y com enzó a ent errarlo. Ent onces se acercó Cast or y dem olió
insolent em ent e el m onum ent o que acababa de erigir I das, negando que Linceo fuera digno de
él. «Tu herm ano no ha peleado m ej or que com o lo habría hecho una m uj er», grit ó en t ono
insult ant e. I das se dio vuelt a y hundió su espada en el vient re de Cast or, pero Pólux se vengó
inm ediat am ent e380 .

376
Higinio: Fábula 242; Apolodoro: i.7.8; Plutarco: Vidas paralelas 40; Escoliasta y Eustacio
sobre la Ilíada de Homero ix.557.
377
Plutarco: loc. cit.; Apolodoro: loc. cit.

378
Apolodoro: i.7.9.
379
Apolodoro: i.8.2; i.9.16 y iii.11.2; Teócrito: Idilios xxii.137 y ss.; Píndaro: Odas nemeas x.55
y ss.
380
Higinio: Fábula 80.

169
Los mitos griegos I Robert Graves

i. Ot ros dicen que fue Linceo quien hirió m ort alm ent e a Cast or en un com bat e librado en
Afidna; y ot ros que Cast or fue m uert o cuando I das y Linceo at acaron a Espart a; y ot ros m ás,
que los dos Dioscuros sobrevivieron a la lucha y que Cast or fue m uert o post eriorm ent e por
Meleagro y Polinices381 .
j . Se conviene generalm ent e, por lo m enos, en que Pólux fue el últ im o sobrevivient e de
los dos pares de m ellizos y en que, después de erigir un t rofeo j unt o al est adio espart ano para
celebrar su vict oria sobre Linceo, suplicó a Zeus: «¡Padre, no perm it as que sobreviva a m i
querido herm ano! ». Pero com o est aba predest inado que sólo m uriese uno de los hij os de Leda,
y Tindáreo, el padre de Cast or, había sido un m ort al, Pólux, com o hij o de Zeus, fue llevado a
su t iem po al Cielo. Pero él rechazó la inm ort alidad a m enos que la com part iera con Cast or, y
Zeus, en consecuencia, concedió a am bos que pasaran su vida alt ernat ivam ent e en el aire
superior y baj o la t ierra en Terapne. Y para prem iar aún m ás su am or frat erno puso sus
im ágenes ent re las est rellas com o la const elación Gém inis382 .
k. Después de la divinización de los Dioscuros, Tindáreo ordenó a Menelao que viniese a
Espart a, y le ent regó su reino; y com o la casa de Afareo quedó t am bién sin heredero, Nést or
ocupó el t rono de t oda la región de Mesenia, con excepción de la part e que gobernaban los
hij os de Asclepio383 .
l. Los espart anos m uest ran t odavía la casa en que vivieron los Dioscuros. Post eriorm ent e
fue dueño de ella un t al Form ión, a quien visit aron una noche fingiendo que eran forast eros de
Cirene. Le pidieron aloj am ient o y le suplicaron que los dej ara dorm ir en su ant igua habit ación.
Form ión replicó que serían bien acogidos en cualquier ot ra part e de la casa, pero que,
lam ent ablem ent e, su hij a ocupaba la habit ación de la que hablaban. A la m añana siguient e la
m uchacha y t odas sus pert enencias habían desaparecido y la habit ación est aba vacía, except o
las im ágenes de los Dioscuros y un poco de benjuí sobre una m esa384 .
m . Posidón hizo a Cast or y Pólux salvadores de los m arineros náufragos y les ot orgó el
poder de enviar vient os favorables; en respuest a a un sacrificio de corderos blancos ofrecidos
en la proa de cualquier barco llegaban apresuradam ent e por el firm am ent o, seguidos por un
séquit o de gorriones 385 .
n. Los Dioscuros com bat ieron con la flot a espart ana en Egospót am os, y luego los
vencedores colgaron en su honor dos est rellas de oro en Delfos, pero esas est rellas cayeron y
desaparecieron poco ant es de la fat al bat alla de Leuct ra386 .
o. Durant e la segunda guerra m esenia una parej a de m esenios provocaron la ira de los
Dioscuros haciéndose pasar por ellos. Sucedió que el ej ércit o espart ano celebraba una fiest a
de los sem idioses cuando dos lanceros m ellizos ent raron en el cam pam ent o llevando sus
caballos a t odo galope, vest idos con t únicas blancas, capas purpúreas y casquet es oviform es.
Los espart anos se prost ernaron para adorarlos, y los supuest os Dioscuros, dos j óvenes
m esenios llam ados Gonipo y Panorm o, m at aron a m uchos de ellos. Por lo t ant o, después de la
bat alla de la Tum ba del Jabalí, los Dioscuros se posaron en un peral silvest re y arrebat aron el

381
Ovidio: Fasti v.699 y ss.; Higinio: Astronomía poética ii.22; Teócrito: loc. cit.; Escoliasta so-
bre la Odisea de Homero xi.300.
382
Pausanias: iii.14.7; Apolodoro: iii.11.2; Píndaro: Odas nemeas x.55 y ss.; Luciano: Diálogos
de los Dioses 26; Higinio: loc. cit.

383
Apolodoro: loc. cit.; Pausanias: iv.3.1.
384
Pausanias: iii.16.3.
385
Higinio: Astronomía poética ii.22; Eurípides: Helena 1503; Himno homérico a los Dioscuros
1 y ss.

386
Cicerón: Sobre la adivinación i.34.75 y ii.32.68.

170
Los mitos griegos I Robert Graves

escudo del vict orioso j efe m esenio Arist om enes, lo que im pidió a ést e perseguir a los
espart anos en ret irada y así salvaron m uchas vidas; y t am bién, cuando Arist om enes t rat ó de
at acar a Espart a durant e la noche, los fant asm as de los Dioscuros y de su herm ana Helena le
hicieron ret roceder. Post eriorm ent e, Cast or y Pólux perdonaron a los m esenios, quienes les
ofrecieron sacrificios cuando Epam inondas fundó la nueva ciudad de Mesena387 .
p. Presiden los Juegos Espart anos, y porque invent aron la danza guerrera y la m úsica
bélica, son los pat ronos de t odos los bardos que cant an las bat allas ant iguas. En el t em plo de
Hilaíra y Febe en Espart a a las dos sacerdot isas se les sigue llam ando Leucípides, y del t echo
cuelga el huevo del que salieron los m ellizos de Leda 388 . Los espart anos represent a a los
Dioscuros m ediant e dos vigas de m adera paralelas unidas por dos t ransversales. Sus co- reyes
llevan siem pre esas vigas a la bat alla y cuando, por prim era vez, un ej ércit o espart ano fue
encabezado por un solo rey, se decret ó que t am bién una viga debía quedar en Espart a. Según
los que han vist o a los Dioscuros, la única diferencia que puede observarse ent re ellos es que
el rost ro de Pólux m uest ra las cicat rices del pugilat o. Se vist en del m ism o m odo, cada uno de
ellos t iene su m edia cascara de huevo coronada por una est rella, cada uno su lanza y su
caballo blanco. Algunos dicen que Posidón les dio sus caballos; ot ros, que el corcel t esalio de
Pólux era un regalo de Herm es389 .

1. Con obj et o de dar al rey sagrado la precedencia sobre su sucesor se le describía


habit ualm ent e com o hij o de un dios, con una m adre con la que su esposo engendraba luego a
un m ellizo m ort al. Así, Heracles es hij o de Zeus y Alcm ena, pero su m ellizo I ficles es hij o de
Anfit rión, el m arido de Alcm ena; una fábula análoga se relat a acerca de los Dioscuros de
Laconia y de sus rivales, I das y Linceo de Mesenia. La perfect a arm onía exist ent e ent re los
m ellizos m ism os m arca una nueva et apa en la evolución de la dignidad real, en la que el
sucesor act úa com o visir y j efe de est ado m ayor ( véase 94.1) , y es nom inalm ent e m enos
poderoso que el rey sagrado. Por lo t ant o, Cast or, y no Pólux, es la aut oridad en la guerra —
inclusive inst ruye a Heracles en las art es m ilit ares, ident ificándose así con I ficles— y Linceo, no
I das, est á dot ado con la visión penet rant e. Pero hast a que evolucionó el sist em a del reino
doble el sucesor no era considerado inm ort al ni se le concedía la m ism a posición póst um a que
a su m ellizo.
2. Los espart anos est aban frecuent em ent e en guerra con los m esenios y en la época
clásica poseían suficient e poderío m ilit ar e influencia sobre el oráculo de Delfos para im poner
sus héroes m ellizos al rest o de Grecia, alegando que gozaban con el Padre Zeus de un favor
m ayor que cualquier ot ro par de m ellizos; el reino espart ano sobrevivió, ciert am ent e, a t odos
sus rivales. Si no hubiera sido así, la const elación de los Mellizos ( Gém inis) habría podido
conm em orar a Heracles e I ficles, o a I das y Linceo, o a Acrisio y Pret o, en vez de solam ent e a
Cast or y Pólux, quienes ni siquiera eran los únicos héroes que gozaban del privilegio de m ont ar
caballos blancos: t odo héroe m erecedor de un banquet e de héroes era j inet e. Son esos
banquet es celebrados a la puest a del sol, en los cuales los descendient es del héroe com ían un
buey ent ero, los que explican la glot onería at ribuida a Lépreo ( véase 138.h) y Heracles ( véase
143.a) ; y en est e m it o a I das, Linceo y sus rivales.
3. El casam ient o con las Leucípides daba la dignidad real a los co- reyes espart anos. Se
las describía com o sacerdot isas de At enea y Art em is y se les daban nom bres lunares, pues
eran, en efect o, represent ant es de la diosa Luna; por lo t ant o, en las pint uras de ánforas el

387
Pausanias: iv.27.1; iv.16.2 y v.27.3.
388
Píndaro: Odas nemeas x.49; Cicerón: Sobre la oratoria ii.8.86; Teócrito: Idilios xxii.215-20;
Pausanias: iii.16.1-2.
389
Plutarco: Sobre el amor fraterno i; Herodoto: v.75; Luciano: Diálogos de los Dioses 26;
Higinio: Astronomía poética ii.22; Ptolomeo Hefestiono: viii. citado por Focio, p.490.

171
Los mitos griegos I Robert Graves

carro de Selene va acom pañado con frecuencia por los Dioscuros. Com o Espírit u del Año
Crecient e, el rey sagrado se em parej aba, nat uralm ent e, con Art em is, diosa Luna de la
prim avera y el verano; y su sucesor, com o Espírit u del Año Menguant e, com o At enea, que se
había convert ido en una diosa Luna del ot oño y el invierno. El m it ógrafo sugiere que los
espart anos vencieron a los m esenios y que sus caudillos se casaron por la fuerza con las
herederas de Arene, una ciudad im port ant e de Mesenia en la que se rendía cult o a la Madre de
cabeza de yegua, est ableciendo así el derecho a t oda la región circundant e.
4. Lo m ism o se puede decir de Marpesa: al parecer, los m esenios hicieron una incursión
cont ra los et olios del valle del Eveno, donde se adoraba a la m adre Cerda, y se llevaron a la
heredera, Marpesa ( «arrebat adora» o «glot ona») . Se les opusieron los espart anos, adoradores
de Apolo, que les envidiaban su t riunfo. La disput a fue elevada a la aut oridad cent ral de
Micenas, que dict am inó en favor de los m esenios. Pero la carrera de carros de Eveno con I das
recuerda los m it os de Pélope y Enóm ao ( véase 109.j ) y de Heracles y Cieno ( véase 143.e- g) .
En t odos los casos se m encionan los cráneos de los rivales del rey. La ilust ración gráfica de la
que se han deducido t odas est as fábulas m ost raba, sin duda, al rey viej o dirigiéndose al
rom pim ient o del carro que le deparaba el dest ino ( véase 71.1) después de haber ofrecido siet e
sust it ut os anuales a la diosa ( véase 42.2) . Sus caballos son sacrificados com o prelim inar de la
inst alación del nuevo rey (véase 29.1 y 81.4) . El anegam ient o de Eveno es probablem ent e una
m ala int erpret ación: m uest ra a I das purificándose ant es del casam ient o y luego alej ándose
t riunfalm ent e en el carro de la Reina. Sin em bargo, los rit os nupciales pelasgos se han
com binado en la fábula con la cost um bre helena del casam ient o m ediant e la capt ura. El robo
de ganado fat al puede referirse a un episodio hist órico, una pendencia ent re los m esenios y los
espart anos acerca del repart o del bot ín en la expedición conj unt a cont ra Arcadia ( véase 17.1) .
5. La visit a de Cast or y Pólux a la casa de Form ión est á descrit a solapadam ent e: el aut or
relat a ot ra t ret a j ugada a los est úpidos espart anos m ediant e una personificación de sus héroes
nacionales. Cirene, donde eran adorados los Dioscuros, producía benj uí, una especie de
asafét ida, cuyo olor y sabor fuert e lo hacía valioso com o condim ent o. Los dos m ercaderes de
Cirene eran evident em ent e lo que decían que eran, y cuando se llevaron a la hij a de Form ión,
dej aron com o pago sus m ercaderías. Form ión decidió considerarlo un m ilagro.
6. Los perales silvest res est aban consagrados a la Luna a causa de su flor blanca, y la
im agen m ás ant igua de la diosa Muert e, Hera en su t em plo de Micenas est aba hecha con
m adera de peral. Plut arco ( Cuest iones griegas 51) y Eliano (Varia hist oria iii.39) m encionan la
pera com o una frut a peculiarm ent e venerada en Argos y Tirint o; de aquí que al Peloponeso se
le llam ara Apia, «del peral» ( véase 64.4) . At enea, t am bién una diosa de la Muert e, t enía el
sobrenom bre de Once ( «peral») en su t em plo de Beocia. Los Dioscuros eligieron ese árbol para
posarse con el fin de dem ost rar que eran héroe aut ént icos; adem ás, el peral form a sus frut os
hacia el final de m ayo ( véase 72.2) , cuando el sol est á en la casa de los m ellizos, o sea, en
Gém inis, y cuando la est ación propicia para la navegación com ienza en el Medit erráneo
Orient al. Los gorriones que siguen a los Dioscuros cuando ést os aparecen en respuest a a las
plegarias de los navegant e pert enecen a la diosa m arina Afrodit a; Jut o ( «gorrión») , el padre
de Éolo ( véase 43.1) era un ant epasado de los Dioscuros, quienes la adoraban.
7. En el Him no Hom érico a los Dioscuros (7 y ss.) no est á claro si Cast or y Pólux son
seguidos por gorriones o si llegan precipit adam ent e en «alas de gorrión» por el aire superior
en ayuda de los navegant es náufragos; pero en los espej os et ruscos se los represent a a veces
con alas. Su sím bolo en Espart a, la docana, represent aba las dos colum nas de apoyo de un
alt ar; ot ro sím bolo consist ía en dos ánforas, cada una con una serpient e enroscada; las
serpient es eran los Dioscuros encarnados que iban a com er el alim ent o colocado en las
ánforas.
8. Gorgófone desafió la cost um bre indoeuropea de la m uert e de la viuda en la hoguera al
volver a casarse ( véase 69.2; 74.a y 106.1) .

172
Los mitos griegos I Robert Graves

75.

BELEROFONTE

a. Belerofont e, hij o de Glauco y niet o de Sísifo, salió de Corint o caído en desgracia


después de m at ar a un t al Belero —que le valió su apodo de Belerofont e, abreviado en
Belerofón— y luego a su propio herm ano, llam ado habit ualm ent e Delíades390 . Huyó com o
suplicant e a ver a Pret o, rey de Tirint o; pero ( así lo quiso la suert e) Ant ea, la esposa de Pret o
a la que algunos llam an Est e- nebea, se enam oró de él a prim era vist a. Al ver que él rechazaba
sus requerim ient os, ella le acusó de haber t rat ado de seducirla y Pret o, que lo creyó, se
enfureció. Sin em bargo, no se at revió a exponerse a la venganza de las Furias asesinando
direct am ent e a un suplicant e y por lo t ant o lo envió al padre de Ant ea, Yóbat es, rey de Licia,
con una cart a sellada que decía: «Te ruego que elim ines de est e m undo al port ador; ha
t rat ado de violar a m i esposa, t u hij a».
b. Yóbat es, igualm ent e renuent e a m alt rat ar a un huésped regio, pidió a Belerofont e que
le hiciera el servicio de dar m uert e a la Quim era, m onst ruo fem enino que arroj aba fuego y
t enía cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de serpient e. «Es —le explicó— una hij a de
Equidna, a la que m i enem igo, el rey de Caria, ha convert ido en su perrit o faldero». Ant es de
em prender esa t area Belerofont e consult ó con el adivino Poliido, quien le aconsej ó que prim ero
cogiese y dom ase al caballo alado Pegaso, am ado por las Musas del m ont e Helicón, para las
que había creado el pozo Hipocrene golpeando la t ierra con su casco en form a de luna391 .
c. Pegaso est aba ausent e del Helicón, pero Belerofont e lo encont ró bebiendo en Pirene,
en la acrópolis de Corint o, ot ro de sus pozos, y arroj ó sobre su cabeza una brida de oro que
m uy oport unam ent e le había regalado At enea. Pero algunos dicen que At enea dio a
Belerofont e el caballo ya em bridado; y ot ros que Posidón, que era realm ent e el padre de
Belerofont e, fue quien lo hizo. Sea com o fuere, Belerofont e venció a la Quim era volando sobre
ella m ont ado en Pegaso, at ravesándola con sus flechas y luego int roduciendo ent re sus
m andíbulas un t rozo de plom o que había fij ado a la punt a de su lanza. El alient o ígneo de la
Quim era fundió el plom o, que se deslizó por su gargant a y le quem ó los órganos vit ales392 .
d. Sin em bargo, Yóbat es, lej os de recom pensar a Belerofont e por su audaz hazaña, lo
envió inm ediat am ent e cont ra los belicosos solim os y sus aliadas, las Am azonas; y a am bos los
venció rem ont ándose sobre ellos, m uy fuera del alcance de las flechas, y dej ando caer sobre
sus cabezas grandes piedras. Luego, en la Llanura de Jant o, en Licia, derrot ó a una banda de
pirat as carios encabezados por un t al Quim árroo, un guerrero feroz y j act ancioso que
navegaba en un barco adornado con un m ascarón de proa en form a de león y una popa en
form a de serpient e. Al ver que Yóbat es no se m ost raba agradecido ni siquiera ent onces, sino
que, por el cont rario, envió a los guardias del palacio para que le t endieran una em boscada a
su regreso, Belerofont e desm ont ó de Pegaso y rogó que, m ient ras él avanzaba a pie, Posidón
inundase t ras él la Llanura del Jant o. Posidón escuchó su súplica y envió grandes olas que
avanzaban lent am ent e m ient ras Belerofont e se acercaba al palacio de Yóbat es, y, com o ningún
hom bre podía inducirle a ret irarse, las m uj eres jant ias se levant aron las faldas hast a la cint ura

390
Apolodoro: i.9.3; Homero: Ilíada vi.15.5.
391
Homero: Ilíada vi.160; Eustacio sobre el mismo texto; Apolodoro: ii.3.1; Antoninus Libera-
lis: 9; Homero: Ilíada xv.328 y ss
392
Hesíodo: Teogonía 319 y ss.; Apolodoro: ii.3.2; Píndaro: Odas olímpicas xiii.63 y ss.; Pausa-
nias: ii.4.1; Higinio: Fábula 157; Escoliasta sobre la Ilíada de Homero vi.155; Tzetzes: Sobre Lico-
frón 17.

173
Los mitos griegos I Robert Graves

y corrieron hacia él para ofrecérsele con t al que se aplacase. El pudor de Belerofont e era t an
grande que les volvió la espalda y echó a correr y las olas se ret iraron con él.
e. Convencido ahora de que Pret o se había equivocado respect o al at ent ado cont ra la
virt ud de Ant ea, Yóbat es m ost ró la cart a y pidió una explicación exact a de lo ocurrido. Cuando
supo la verdad im ploró el perdón de Belerofont e, le concedió la m ano de su hij a Filónoe y le
nom bró heredero del t rono de Licia. Tam bién elogió a las m uj eres j ant ias por su ingeniosidad y
ordenó que en el fut uro t odos los j ant ios reconociesen la ascendencia m at erna y no la pat erna.
f. Belerofont e, en la cum bre de su fort una, em prendió presunt uosam ent e un vuelo al
Olim po, com o si fuera inm ort al, pero Zeus envió un t ábano que picó a Pegaso baj o la cola y le
hizo encabrit arse y arroj ar A Belerofont e ignom iniosam ent e a la t ierra. Pegaso t erm inó el vuelo
al Olim po, donde Zeus lo ut iliza ahora com o anim al de carga para conducir los rayos,
Belerofont e, que había caído en un m at orral de espinos, erró por la t ierra rengo ciego,
solit ario y m aldit o, evit ando siem pre los cam inos de los hom bres, hast a que le llegó la hora de
la m uert e393 .

1. La t ent at iva de Ant ea de seducir a Belerofont e es análoga a ot ras de la m it ología


griega (véase 70.2) y a una palest ina en la fábula de José y la esposa de Put ifar, y t am bién a
una egipcia en El cuent o de los dos herm anos. La procedencia del m it o es insegura.
2. La hij a de Equidna, la Quim era, que est á represent ada en un edificio hit it a de
Karkem ish, era un sím bolo del Año Sagrado t ripart it o de la Gran Diosa: el león sim bolizaba a
la prim avera, la cabra al verano y la serpient e al invierno. Una placa de vidrio rot a, que fue
descubiert a en Dendra, cerca de Micenas, m uest ra a un héroe forcej eando con un león, det rás
del cual sale lo que parece ser la cabeza de una cabra; la cola es larga y serpent ina. Com o la
placa dat a de un período en que la diosa t odavía conservaba la suprem acía, est a im agen —
análoga a la de un fresco et rusco de Tarquinia, aunque en ést e el héroe aparece m ont ado,
com o Belerofont e— se la debe int erpret ar com o el com bat e de coronación de un rey cont ra
hom bres disfrazados, de anim ales (véase 81.2 y 123.1) que represent an las diferent es
est aciones del año. Después de la revolución religiosa aquea que subordinó la diosa Hera a
Zeus, la im agen se hizo am bivalent e: se la podía int erpret ar t am bién com o un recuerdo de la
supresión por invasores helenos del ant iguo calendario cario.
3. La dom a por Belerofont e de Pegaso, el caballo Luna ut ilizado para producir la lluvia,
con una brida proporcionada por At enea, indica que el candidat o al reinado sagrado recibía el
encargo de la t riple Musa ( «diosa de la m ont aña») , o su represent ant e, de capt urar un caballo
salvaj e; así Heracles cabalgó m ás t arde sobre Arión ( «criat ura lunar en lo alt o») cuando t om ó
posesión de Elide (véase 138.g) . A juzgar por la práct ica danesa e irlandesa prim it iva, la carne
de est e caballo era com ida sacram ent alm ent e por el rey después de su renacim ient o sim bólico
de la diosa de la m ont aña con cabeza de yegua. Pero est a part e del m it o es igualm ent e
am bivalent e: se la puede int erpret ar t am bién com o refiriéndose a la t om a por invasores
helenos de los alt ares de la diosa de la Mont aña en Ascra, en el m ont e Helicón, y en Corint o.
Un acont ecim ient o análogo recuerda la violación por Posidón de la Dem ét er arcadia con cabeza
de yegua (véase 16.f) , con la que engendró a Pegaso ( véase 73.h) ; lo que explica la int rusión
de Posidón en la fábula de Belerofont e. La hum illación de Belerofont e por Zeus es una
anécdot a m oral que t enía por finalidad desalent ar la rebelión cont ra la religión olím pica;
Belerofont e, el port ador de dardos que vuela por el firm am ent o, es el m ism o personaj e que su
abuelo Sísifo, o Tesup ( véase 67.1) , un héroe solar cuyo cult o fue reem plazado por el del Zeus
solar; así pues, se le da un final igualm ent e desafort unado, que recuerda el de Faet ont e, el
hij o de Helio ( véase 42.2) .
4. Los enem igos de Belerofont e, los solim os, eran hij os de Salm a. Com o t odas las
ciudades y cabos que com ienzan con la sílaba salm , t ienen una sit uación orient al; ella era

393
Píndaro: Odas olímpicas xiii.87-9; Odas ístmicas vii.44; Apolodoro: loc. cit.; Plutarco: Sobre
las virtudes de las mujeres 9; Homero: Ilíada vi.155-203 y xvi.328; Ovidio: Metamorfosis ix.646;
Tzetzes: Sobre Licofrón 838.

174
Los mitos griegos I Robert Graves

probablem ent e la diosa del Equinoccio Prim averal; pero pront o se m asculinizó com o el dios Sol
Sólim o o Selim , Salom ón o AbSalom , que dio su nom bre a Jerusalén. Las Am azonas eran las
sacerdot isas com bat ient es de la diosa Luna ( véase 100.1) .
5. La ret irada de Belerofont e ant e las m uj eres jant ias puede haber sido deducida de una
represent ación gráfica en la que aparecían las m uj eres furiosas enloquecidas con hipóm anes —
una hierba, o el hum or de la vulva de la yegua en celo, o la m em brana negra cort ada de la
part e delant era de un pot rillo recién nacido— cercano al rey sagrado en la orilla del m ar al final
de su reinado. Tienen levant adas las faldas, com o en el cult o erót ico del Apis egipcio ( Diodoro
Sículo: 1.85) , para que al descuart izarlo la sangre que salpicaba vivificase sus út eros. Puest o
que Jant o ( «am arillo») es el nom bre de uno de los caballos de Aquilea, y de ot ro pert enecient e
a Héct or y del que dio Posidón a Peleo, esas m uj eres quizá llevaban m áscara rit uales de
caballo con crines de color am arillo- luna, com o las de los palom inos, pues unas yeguas
salvaj es habían devorado al padre de Belerofont e, Glauco, en la cost a de Corint o ( véase 71.1) .
Sin em bargo, est e m it o reform ado conserva un elem ent o prim it ivo: la aproxim ación de
m uj eres desnudas del clan del caudillo, con las que est aba prohibido el t rat o sexual, le
obligaría a ret irarse y a t aparse la cara, y en la leyenda irlandesa se em pleó la m ism a t ret a
cont ra Cuchulain cuando su furor no se pudo cont ener de ot ro m odo. A la explicación del
reconocim ient o de la descendencia m at rilineal de los j ant ios se le ha dado el sent ido cont rario:
fueron los helenos los que consiguieron im poner el reconocim ient o de la descendencia
pat rilineal a t odos los carios, con excepción de los conservadores j ant ios.
6. El nom bre de Quim árroo se deriva de chim aros o chim aera ( «cabra») y t ant o su
caráct er feroz com o su barco con el m ascarón de proa con figura de león y la popa en form a
de serpient e han sido int roducidos en la fábula de Belerofont e por algún evem erist a para
explicar la respiración ígnea de la Quim era. El m ont e Quim era ( «m ont aña de la cabra») era
t am bién el nom bre de un volcán en act ividad sit uado cerca de Faselis, en Licia ( Plinio: Hist oria
nat ural ii.106 y v.27) , lo que explica el alient o ígneo.

76.

ANTI OPE

a. Algunos dicen que cuando Zeus seduj o a Ant íope, hij a de Nict eo el t ebano, ella huyó al
palacio del rey de Sición, quien accedió a casarse con ella, y eso ocasionó una guerra en la que
m urió Nict eo. Lico, el t ío de Ant íope, venció poco después a los sicionios en una bat alla
sangrient a y llevó a Ant íope, ya viuda, de vuelt a a Tebas. Después de dar a luz en un sot o
sit uado j unt o al cam ino a los m ellizos Anfión y Zet o, a los que Lico abandonó inm ediat am ent e
en el m ont e Cit erón, fue m alt rat ada cruelm ent e durant e m uchos años por su t ía Dirce. Al fin
consiguió escaparse de la prisión en que est aba encerrada y huyó a la choza en que vivían
ent onces Anfión y Zet o, a quienes había salvado un vaquero t ranseúnt e. Pero ellos t om aron
equivocadam ent e a Ant íope por una esclava huida y se negaron a darle albergue. Dirce corrió
allá presa de un frenesí báquico, se apoderó de Ant íope y la arrast ró fuera de la choza.
—¡Muchachos —exclam ó el vaquero—, conviene que os guardéis de las Furias!
—¿Por qué de las Furias? —pregunt aron ellos.
—Porque os habéis negado a prot eger a vuest ra m adre, que ahora se lleva para
ej ecut arla su salvaj e t ía.
Los m ellizos salieron inm ediat am ent e en su persecución, salvaron a Ant íope y at aron a
Dirce por el cabello a los cuernos de un t oro bravo que en seguida t erm inó con ella394 .
b. Ot ros dicen que el río Asopo era el padre de Ant íope y que una noche el rey de Sición
se disfrazó de Lico, con quien ella est aba casada, y la seduj o. Com o consecuencia Lico se

394
Higinio: Fábula 8; Apolodoro: iii.5.5; Pausanias: ii.6.2; Eurípides: Antíope, fragmentos; Apo-
lonio de Rodas: iv.1090, con escoliasta.

175
Los mitos griegos I Robert Graves

divorció de Ant íope y se casó con Dirce, dej ando a sí a Zeus en libert ad para cort ej ar a la
solit aria Ant íope y dej arla encint a. Dirce, sospechando que eso era obra de Lico, encerró a
Ant íope en un calabozo oscuro, del cual, no obst ant e, la sacó Zeus j ust o a t iem po para que
diera a luz a Anfión y Zet o en el m ont e Cit erón. Los m ellizos se criaron ent re los vaqueros con
los que se había refugiado Ant íope, y cuando t uvieron bast ant e edad para com prender lo m al
que había sido t rat ada su m adre, ella les incit ó a que la vengasen. Encont raron a Dirce
vagando por las laderas del m ont e Cit erón presa de un frenesí báquico, la at aron por el cabello
a los cuernos de un t oro bravo y cuando est uvo m uert a arroj aron su cuerpo al suelo, donde
surgió una fuent e, llam ada luego la Fuent e Dircea. Pero Dioniso vengó la m uert e de su
adoradora; hizo que Ant íope recorriese enfurecida t oda Grecia hast a que por fin Foco, un niet o
de Sísifo, la curó y se casó con ella en la Fócida.
c. Anfión y Zet o fueron a Tebas, donde expulsaron al rey Layo y edificaron las ciudad
baj a. Cadm o había const ruido ya la alt a. Ahora bien, Zet o se burlaba con frecuencia de Anfión
por su afición a la lira que le había dado Herm es. «Te dist rae —le decía— del t rabaj o út il.»
Pero cuando se hicieron albañiles, las piedras de Anfión se m ovían al son de su lira y se
colocaban suavem ent e en su lugar en t ant o que Zet o se veía obligado a em plear la fuerza y se
rezagaba m ucho en com paración con su herm ano. Los m ellizos gobernaron conj unt am ent e en
Tebas, donde Zet o se casó con Tebas, cuyo nom bre lleva ahora la ciudad, que ant eriorm ent e
se llam aba Cadm ea; y Anfión se casó con Níobe. Pero t odos sus hij os, except o dos, fueron
m uert os por Apolo y Art em is, a cuya m adre Let o ella había ofendido. Anfión m ism o fue m uert o
por Apolo por haber t rat ado de vengarse de los sacerdot es délficos, y adem ás se le cast igó en
el Tárt aro395 . Anfión y Zet o est án ent errados en una sola t um ba de Tebas, que es guardada
cuidadosam ent e cuando el sol est á en Tauro; pues ent onces los habit ant es de Tit orea en Fó-
cide t rat an de robar t ierra del t úm ulo y colocarla en la t um ba de Foco y Ant íope. Un oráculo
dij o en una ocasión que est e act o aum ent aría la fert ilidad de t oda Fócide a expensas de
Tebas396 .

1. Est as dos versiones del m it o de Dirce m uest ran lo libres que se sent ían los m it ógrafos
para hacer que su narración se aj ust ase a los elem ent os principales de una t radición lit eraria
que, en est e caso, parece haber sido deducida de una serie de im ágenes sagradas. Ant íope
saliendo alegrem ent e de su calabozo y seguida por la ceñuda Dirce recuerda la reaparición
anual de Core en com pañía de Hécat e ( véase 24.k) . En est e cont ext o se la llam a Ant íope
( «haciendo frent e» porque t iene el rost ro levant ado hacia el cielo y no inclinado hacia el
I nfierno, e «Hij a de la Noche» — Nict eis o Nict eo— porque sale de la oscuridad. El «furor en la
m ont aña» de Dirce y Ant íope ha sido int erpret ado erróneam ent e com o una orgía báquica; la
suya era claram ent e una danza del t ábano erót ica, en la que act uaban com o novillas de la
Luna en celo ( véase 56.1) . El nom bre de Dirce ( «doble») se refiere a los cuernos de la luna y
la im agen de la que est á t om ado el m it o la m ost raría, no at ada al t oro com o cast igo, sino
casándose rit ualm ent e con el rey-t oro ( véase 88.7) . Un significado secundario puede ocult arse
en dirce, a saber, «hendida», es decir, en «un est ado erót ico». La fuent e Dircea, com o la
Hipocrene, debían t ener form a de luna. Los hij os de Ant íope son los m ellizos fam iliares que
daba a luz la diosa Luna: su rey sagrado y el sucesor de ést e.
2. La lira de t res cuerdas de Anfión, con la que elevó las m urallas de la Tebas baj a —
puest o que Herm es era su pat rón, sólo puede haber t enido t res cuerdas— fue const ruida para
celebrar a la t riple diosa, que reinaba en el aire, la t ierra y el infierno, y la t ocarían durant e la
const rucción para prot eger los cim ient os, las puert as y las t orres de la ciudad. El nom bre
«Anfión» ( «nat ural de dos países») explica que era ciudadano de Sición y Tebas.

395
Homero: Odisea xi.260; Higinio: Fábula 1; Pausanias: vi.20.8; ix.5.3 y 17.4; Horacio: Epísto-
las i.18.41; Apolonio de Rodas: i.735-41.

396
Pausanias: ix.17.3.

176
Los mitos griegos I Robert Graves

77.

NI OBE

a. Níobe, herm ana de Pélope, se había casado con Anfión, rey de Tebas, al que dio siet e
hij os y siet e hij as, de los que est aba t an desm edidam ent e orgullosa que un día m enospreció a
la propia Let o por t ener sólo dos hij os: Apolo y Árt em is. Mant o, la hij a profet isa de Tiresias,
oyó por casualidad esa declaración t em eraria y aconsej ó a las t ebanas que aplacasen a Let o y
sus hij os inm ediat am ent e quem ando incienso y adornándose el cabello con ram as de laurel.
Cuando el arom a del incienso flot aba ya en el aire apareció Níobe seguida por una m ult it ud de
acom pañant es y vest ida con una espléndida t única frigia y el largo cabello suelt o. I nt errum pió
el sacrificio y pregunt ó furiosam ent e por qué Let o, m uj er de ascendencia oscura con una hij a
hom bruna y un hij o afem inado, había de ser preferida a ella, Níobe, niet a de Zeus y At lant e,
t error de los frigios y reina de la casa real de Cadm o. Aunque el dest ino o la m ala suert e
podían quit arle dos o t res de sus hij os, ¿no seguiría siendo la m ás fért il?
b. Abandonando el sacrificio, las t ebanas at errorizadas t rat aron de aplacar a Let o
m urm urando plegarias, pero era ya dem asiado t arde. Let o había enviado ya a Apolo y Art em is,
arm ados con arcos, para que cast igaran la presunción de Níobe. Apolo encont ró a los niños
cazando en el m ont e Cit erón y les dio m uert e uno por uno, perdonando únicam ent e a Am idas,
quien había ofrecido prudent em ent e una plegaria propiciat oria a Let o, Art em is encont ró a las
m uchachas hilando en el palacio y con una lluvia de flechas las m at ó a t odas, except o a
Melibea, que había seguido el ej em plo de Am iclas. Los dos sobrevivient es se apresuraron a
edificar un t em plo a Let o, aunque Melibea se había puest o t an pálida a causa, del t em or que
se la seguía apodando Cloris cuando se casó con Neleo algunos años después. Pero algunos
dicen que ninguno de los hij os de Níobe sobrevivió, y que Apolo m at ó t am bién a su m arido
Anfión.
c. Durant e nueve días y nueve noches Níobe lloró a sus m uert os y no encont ró a nadie
que los ent errara, porque Zeus, poniéndose de part e de Let o, había convert ido a t odos los
t ebanos en piedras. El décim o día los olím picos m ism os se dignaron dirigir el funeral. Níobe
huyó allende los m ares al m ont e Sípilo, la residencia de su Padre Tánt alo, donde Zeus, m ovido
por la com pasión, la convirt ió en una est at ua que se puede ver t odavía llorando copiosam ent e
al com ienzo del verano397 .
d. Todos los hom bres guardaron lut o por Anfión y lam ent aron la ext inción de su est irpe,
pero nadie guardó lut o por Níobe, except o su herm ano Pélope, t an orgulloso com o ella398 .

1. Según Hom ero, los hij os de Níobe eran doce, y ( por lo que dicen varios escoliast as)
según Hesíodo, veint e; según Herodot o, cuat ro, y según Safo, dieciocho; pero según la cuent a
hecha por Eurípides y Apolodoro, que parece la m ás acert ada, t uvo siet e hij os y siet e hij as.
Puest o que Níobe, en la versión t ebana del m it o, era niet a del t it án Adant e, y en la versión
argiva, hij a o m adre de Foroneo ( véase 57.a), descrit o t am bién com o un t it án (Apolodoro:
ii.1.1 y Escoliast a sobre Orest es de Eurípides 932) , y de Pelasgo; y podía pret ender que era la
prim era m uj er m ort al violada por Zeus ( Diodoro Sículo: iv.9.14; Apolodoro: loc. cit .;
Pausanias: ii.22.6) , el m it o puede referirse a la derrot a de los siet e t it anes y t it ánides por los
olím picos. Si es así, regist ra el reem plazo del sist em a calendario que prevalecía en la Grecia
pelasga, Palest ina, Siria y la Europa noroccident al, el cual se basaba en un m es dividido en

397
Higinio: Fábulas 9 y 10; Apolodoro: iii.5.6; Homero: Ilíada xxiv.612 y ss.; Ovidio: Metamor-
fosis vi.146-312; Pausanias: v.16.3; viii.2.5 y i.21.5; Sófocles: Electra 150-52.
398
Ovidio: Metamorfosis vi.401-4.

177
Los mitos griegos I Robert Graves

cuat ro sem anas de siet e días, cada uno regido por uno de los siet e planet as ( véase 1.3 y
43.4) . Anfión y sus doce hij os, en la versión hom érica del m it o ( I líada xxiv.603-17) ,
represent an quizás los t rece m eses de ese calendario. El m ont e Sípilo puede haber sido la
últ im a sede en el Asia Menor del cult o de los Tit anes, com o lo fue Tebas en Grecia. La est at ua
de Níobe es un risco de form a aproxim adam ent e hum ana que parece llorar cuando las flechas
del sol golpean en su casquet e de nieve invernal, y refuerza el parecido una m adre diosa hit it a
t allada en una roca en la m ism a m ont aña y que dat a quizá de fines del siglo XV a. de C.
«Níobe» significa probablem ent e nivea, y la b represent a la v de la palabra lat ina nivis, o la ph
de la griega nipha. Higinio llam a Quíade a una de sus hij as; es una palabra que no t iene
sent ido en griego, a m enos que sea una form a desgast ada de chionos niphades, «copos de
nieve».
2. Part enio ( Fábulas am orosas 33) relat a de m anera dist int a el cast igo de Níobe:
m ediant e una t ret a de Let o, el padre de Níobe se enam oró incest uosam ent e de ella y, al ser
rechazado por su hij a, quem ó a los hij os de ést a; su m arido fue dest rozado m ás t arde por un
j abalí y ella se arroj ó desde una roca. Est a fábula, confirm ada por el escoliast a sobre Las
fenicias de Eurípides (159) , est á influida por los m it os de Cíniras, Esm irna y Adonis (véase
18.h) y por la cost um bre de quem ar niños com o sacrificio al dios Moloch ( véase 70.5 y 156.2) .

78.

CENI DE Y CENEO

a. Posidón yació en una ocasión con la ninfa Cénide, hij a del m agnesio Élat o o, según
dicen algunos, del lapit a Corono, y le dij o que pidiera un regalo de am or.
—Transfórm am e —cont est ó ella— en un guerrero invulnerable. Est oy cansada de ser
m uj er.
Posidón, cort ésm ent e, le cam bió el sexo y la ninfa se convirt ió en Ceneo, e hizo la guerr a
con t an buen éxit o que los lapit as no t ardaron en elegirla su rey; y hast a engendró un hij o,
Corono, a quien Heracles m at ó m uchos años después cuando com bat ía en favor del dorio
Egim io. Exalt ado por su nuevo est ado, Ceneo colocó una lanza en m edio de la plaza del
m ercado, donde se congregaban los ciudadanos, y les obligó a hacer sacrificios a la lanza com o
si fuera un dios, prohibiéndoles honrar a ninguna ot ra divinidad.
b. Ent erado Zeus del engreim ient o de Ceneo, inst igó a los Cent auros, a que realizaran un
asesinat o. Durant e la boda de Pirít oo la at acaron súbit am ent e, pero a Ceneo no le fue difícil
m at ar a cinco o seis de ellos sin recibir la m enor herida, porque las arm as de los Cent auros
rebot aban sin hacerle daño en su piel encant ada. Sin em bargo, los Cent auros que quedaban le
golpearon en la cabeza con palos de abet o, hast a que la hundieron baj o la t ierra,
am ont onando luego sobre ella una pila de palos. Así Ceneo se asfixió y m urió. I nm ediat am ent e
después salió de allí una ave de alas pardas en la que el adivino Mopso, que est aba present e,
reconoció el alm a de Ceneo; y cuando se dispusieron a ent errarla el cadáver era ot ra vez el de
una m uj er 399 .

1. Est e m it o est á form ado con t res hilos dist int os. El prim ero es una cost um bre que
t odavía prevalece en Albania, y consist e en que las m uchachas int ervienen en la guerra
vest idas com o los hom bres, de m odo que cuando m ueren en la bat alla los enem igos se

399
Apolodoro: i.9.16; ii.7.7 y Epítome i.22; Apolonio de Rodas: i.57-64; con escoliasta; Higinio:
Fábula 14; Oxyrhynchus Papyri xiii.p.133 y ss.; Servio sobre la Eneida de Virgilio vi.448; Ovidio:
Metamorfosis xii.458-531; Escoliasta sobre la Ilíada de Homero i.264.

178
Los mitos griegos I Robert Graves

sorprenden al descubrir su sexo. El segundo es la negat iva de los lapit as a acept ar la soberanía
helena; la lanza puest a para que la adoraran es probable que fuera un post e de Mayo en honor
de la diosa de la Luna Nueva, Cénide o Élat e ( «abet o») , a la que est aba consagrado ese árbol.
Los lapit as fueron vencidos luego por los eolios de Yolco, quienes, con la ayuda de sus aliados
los Cent auros, los som et ieron a su dios Posidón, pero no se inm iscuyeron en las leyes de la
t ribu. Solam ent e, com o en Argos, se obligaría a la j efa del clan a ponerse una barba art ificial
para hacer valer su derecho a act uar com o j uez y capit ana, y así Cénide se convirt ió en Ceneo
y Élat e en Elat o. Un cam bio de sexo análogo anuncia t odavía la Reina del Sur. co- gobernant e
del reino de Lozi en la cuenca del Zam beze. cuando ent ra en la sala del consej o: «Me he
t ransform ado en hom bre», pero est o lo hace porque una de sus ant epasadas usurpó un t rono
pat riarcal. El t ercero es el rit ual recordado en una zafra con figuras negras ( véase 9.1) en la
que unos hom bres desnudos, arm ados con m azos, golpean a una im agen de la Madre Tierra
en la cabeza, al parecer para poner en libert ad a Core, el Espírit u del Año Nuevo; «Cenis»
significa «nuevo».
2. La variedad del ave con alas pardas liberada de la efigie dependerá de la est ación en
que se realizaba el rit o. En la prim avera pudo haber sido el cuclillo ( véase 12.1) .

79.

ERI GONE

a. Aunque Éneo fue el prim er m ort al al que Dioniso dio una vid, I cario se le ant icipó en
hacer vino. Ofreció una m uest ra del que había hecho com o prueba a un grupo de past ores en
el bosque de Marat ón al pie del m ont e Pent élico, y los past ores, que no lo m ezclaron con agua
com o m ás t arde aconsej ó Enopión, se em borracharon de t al m odo que lo veían t odo doble, se
creyeron hechizados y dieron m uert e a I cario. Su perro Mera observó m ient ras ellos lo
ent erraban baj o un pino, y luego conduj o a su hij a Erígone a la t um ba t irándole de la t única y
excavó el cadáver. Erígone, desesperada, se colgó del pino, rogando que las hij as de At enas
sufrieran la m ism a suert e que ella m ient ras I cario no fuera vengado. Sólo los dioses la oyeron
y los past ores huyeron al ot ro lado del m ar, pero m uchas doncellas at enienses fueron halladas
colgadas de un pino t ras ot ro, hast a que el oráculo de Delfos explicó que era Erígone quien
exigía su vida. I nm ediat am ent e buscaron y ahorcaron a los past ores culpables y se inst it uyó el
act ual Fest ival de la Vendim ia, durant e el cual se hacen libaciones a I cario y Erígone m ient ras
unas m uchachas se colum pian en cuerdas colgadas de las ram as del árbol, apoyando los pies
en pequeñas plat aform as; así fue com o se invent aron los colum pios. De las ram as cuelgan
t am bién m áscaras que giran al im pulso del vient o.
b. La im agen del perro Mera fue puest a en el firm am ent o y se convirt ió en el Can Menor;
en consecuencia, algunos ident ifican a I cario con Boot es y a Erígone con la const elación de
Virgo400 .

1. Mera era el nom bre que se daba a la esposa de Príam o, Hécabe o Hécuba, después de
su t ransform ación en un perro ( véase 168.1) , y com o Hécuba era en realidad Hécat e ( véase
31.7) , la diosa Muert e de t res cabezas, las libaciones hechas a Erígone e I cario est aban
probablem ent e dest inadas a ella. Al valle en que se realizaba esa cerem onia se le llam a ahora
«Dioniso». El pino de Erígone sería el árbol baj o el cual el frigio At is fue cast rado y m urió
desangrado (Ovidio: Fast i iv. 221 y ss.; Servio sobre la Eneida de Virgilio ix.116) , y la

400
Escoliasta sobre la Ilíada de Homero xxii.29; Nono. Dionisíacas xlvii.34-245; Higinio: Fábu-
la 130 y Astronomía poética ii.4; Apolodoro: i.8.1; y iii.14.7; Ateneo: xiv.10; Festo sub Oscilantes;
Eustacio: Tebaida xi.644-7; Servio sobre las Geórgicas de Virgilio ii.388.9.

179
Los mitos griegos I Robert Graves

explicación del m it o parece ser que cuando el Can Menor est aba en ascensión los past ores de
Marat ón sacrificaban a uno de ellos com o víct im a anual a la diosa llam ada Erígone.
2. I cario significa «del Mar I cario», es decir, de las Cicladas, de donde llegó al Át ica el
cult o de At is. Post eriorm ent e se le superpuso el cult o de Dioniso; y la fábula del suicidio de las
m uchachas at enienses puede haber t enido por finalidad explicar las m áscaras de Dioniso que
colgaban de un pino en m edio de una viña, las cuales giraban al im pulso del vient o y se
suponía que hacían fruct ificar las vides hacia las que se volvían. A Dioniso se le represent aba
habit ualm ent e com o un j oven de cabello largo y afem inado, y sus m áscaras sugerirían la idea
de m uj eres ahorcadas. Pero es probable que se colgase previam ent e de árboles frut ales
m uñecas que represent aban a la diosa de la fert ilidad Ariadna o Helena ( véase 88.10 y 98.5) .
La cost um bre de colum piarse las m uchachas en el fest ival de la vendim ia pudo haber sido
m ágica en su int ención original; quizás el vuelo sem i- circular del colum pio represent aba la
salida y la puest a de la luna nueva. Est a cost um bre puede haber sido llevada al Át ica desde
Cret a, pues un grupo de t erracot a descubiert o en Hagia Triada m uest ra a una m uchacha
colum piándose ent re dos colum nas, en cada una de las cuales est á posado un páj aro.
3. El nom bre de Erígone lo explica el m it ógrafo com o «hij a de la lucha» a causa de la
pert urbación que ocasionó, pero su significado obvio es «prole abundant e», referencia a la
cosecha abundant e que producían las m uñecas.

80.

EL JABALÍ DE CALI DÓN

a. Éneo, rey de Calidonia en la Et olia, se casó con Alt ea. Ella le dio en prim er lugar a
Toxeo, a quien Éneo m at ó con sus propias m anos por haber salt ado groseram ent e por encim a
del foso excavado para defensa de la ciudad. Luego le dio a Meleagro, de quien se dice que era
en realidad hij o de Ares. Cuando Meleagro t enía siet e días de edad, las Parcas se present aron
en el dorm it orio de Alt ea y le anunciaron que su hij o viviría solam ent e m ient ras no se quem ara
ciert o t izón que había en el hogar. I nm ediat am ent e ella sacó el t izón del fuego, lo apagó con
un j arro de agua y lo ocult ó en un cofre.
b. Meleagro creció y llegó a ser un guerrero audaz e invulnerable y el m ej or lanzador de
venablos de Grecia, com o lo dem ost ró en los juegos fúnebres de Acast o. Habría podido seguir
viviendo de no haber sido por una indiscreción que com et ió Éneo, quien, un verano, se olvidó
de incluir a Art em is en sus sacrificios anuales a los doce dioses del Olim po. Cuando Helio
inform ó a Art em is de ese descuido, ella envió a un j abalí gigant esco para que m at ara al
ganado y los peones de Éneo y dest ruyese sus m ieses; pero Éneo despachó heraldos para que
invit asen a los guerreros m ás valient es de Grecia a cazar el j abalí, prom et iéndoles que quien
los m at ase recibiría su piel y sus colm illos.
c. Muchos respondieron a su invit ación, ent re ellos Cast or y Pólux de Espart a, I das y
Linceo de Mesena, Teseo de At enas y Pirít oo de Larisa, Jasón de Yolco y Adm et o de Feras,
Nést or de Pilos, Peleo y Eurit ión de Ft ia, I ficles de Tebas, Anfiarao de Argos, Telam ón de
Salam is, Ceneo de Magnesia y finalm ent e Anceo y Cefeo de Arcadia, seguidos por su
com pat riot a, la cast a At alant a de pies rápidos, hij a única de Yaso y Clím ene401 . Yaso deseaba
un heredero varón y el nacim ient o de At alant a le decepcionó t an cruelm ent e que la abandonó
en el Mont e Pat ernio, cerca de Calidón, donde la am am ant ó una osa que Art em is envió para
socorrerla. At alant a se hizo m uj er ent re un clan de cazadores que la encont raron y criaron,
pero conservó su virginidad y siem pre iba arm ada. En una ocasión llegó desfallecida por la sed
a Cifant a y allí, invocando a Árt em is y golpeando una roca con la punt a de su lanza, hizo que
fluyera una corrient e de agua. Pero t odavía no se había reconciliado con su padre402 .

401
Eliano: Varia historia xiii.l; Calímaco: Himno a Ártemisa 216.
402
Apolodoro: iii.9.2.
180
Los mitos griegos I Robert Graves

d. Éneo agasaj ó regiam ent e a los cazadores durant e nueve días; y aunque Anceo y Cefeo
se negaron al principio a cazar en com pañía de una m uj er, Meleagro declaró, en nom bre de
Éneo, que a m enos que ret irasen su obj eción cancelaría por com plet o la cacería. La verdad era
que Meleagro se había casado con Cleopat ra, la hij a de I das, pero ahora se había enam orado
repent inam ent e de At alant a y deseaba congraciarse con ella. Sus t íos, los herm anos de Alt ea,
sint ieron una aversión inm ediat a por la m uchacha, convencidos de que su pr esencia sólo podía
ocasionar problem as, pues él no hacía sino suspirar profundam ent e y exclam ar: «¡Ah, qué feliz
será el hom bre con quien ella se case! ». Por lo t ant o, la cacería com enzó baj o m alos auspicios,
Árt em is se había ocupado de ello.
e. Anfiarao y At alant a est aban arm ados con arcos y flechas; y los ot ros con j abalinas,
venablos y hachas, y t odos se sent ían t an ansiosos de conseguir la piel que descuidaron la
disciplina propia de la caza. Por indicación de Meleagro avanzaron desplegados en m edia luna,
con algunos pasos de int ervalo, a t ravés del bosque donde t enía su guarida el j abalí.
f. La prim era sangre derram ada fue hum ana. Cuando At alant a se apost ó en la
ext rem idad del flanco derecho a ciert a dist ancia de los ot ros cazadores, dos cent auros. Hileo y
Reco, que se habían agregado a la cacería, decidieron violarla, cada uno de ellos ayudando por
t urno al ot ro. Pero t an pront o com o corrieron hacia ella, At alant a los m at ó con sus flechas y
siguió cazando al lado de Meleagro.
g. Poco después el j abalí salió de un arroyo cubiert o de sauces. Se acercó salt ando, m at ó
a dos de los cazadores, desj arret ó a ot ro y obligó a Nést or, quien m ás t arde luchó en Troya, a
subirse a un árbol. Jasón y varios ot ros lanzaron cont ra el j abalí venablos m al dirigidos y sólo
I ficles consiguió rozarle el brazuelo. Luego Telam ón y Peleo le at acaron t em erariam ent e con
j abalinas, pero Telam ón t ropezó con la raíz de un árbol y m ient ras Peleo le ayudaba a
levant arse el j abalí los vio y em bist ió. At alant a disparó una flecha oport una que fue a clavarse
det rás de la orej a del j abalí y lo puso en fuga. Anceo hizo un gest o de desprecio y exclam ó:
«¡Esa no es una m anera de cazar! ¡Observadm e! ». Lanzó su hacha de com bat e cont ra el j abalí
cuando ést e at acaba, pero no lo hizo con la rapidez suficient e: un inst ant e después yacía
cast rado y dest ripado. En su excit ación, Peleo m at ó a Eurit ión con un venablo dirigido al j abalí,
al que Anfiarao había conseguido cegar con una flecha. Luego corrió hacia Teseo, cuyo venablo
no dio en el blanco, pero Meleagro disparó t am bién y t raspasó el cost ado derecho del anim al, y
cuando ést e em pezó a dar vuelt as dolorido, t rat ando de ext raer el proyect il, le clavó su lanza
de caza profundam ent e baj o el om óplat o izquierdo hast a el corazón.
El j abalí cayó m uert o por fin.
Meleagro lo desolló inm ediat am ent e y ofreció la piel a At alant a diciendo: «Tú has
derram ado la prim era sangre y si hubiéram os dej ado al anim al solo, pront o habría sucum bido
a t u flecha.»
h. Sus t íos se sint ieron m uy agraviados. El m ayor, Plexipo, alegó que Meleagro m ism o
había ganado la piel y que, si él se negaba a recibirla, se le debía dar a la m ás ilust re de las
personas present es, es decir a él m ism o com o cuñado de Éneo. El herm ano m enor de Plexipo
le apoyó alegando que I ficles y no At alant a había derram ado la prim era sangre. Meleagro, con
la ira de un enam orado, m at ó a los dos.
i. Alt ea, al ver los cadáveres que llevaban de vuelt a, echó una m aldición sobre Meleagro,
que le im pidió defender a Calidón cuando sus dos t íos sobrevivient es declararon la guerra a la
ciudad y m at aron a m uchos de sus defensores. Por fin su esposa Cleopat ra le convenció para
que t om ase las arm as, y él m at ó a sus dos t íos, a pesar de que ést os cont aban con el apoyo
de Apolo; inm ediat am ent e las Furias ordenaron a Alt ea que sacara el t izón del cofre y lo
arroj ara al fuego. Meleagro sint ió de pront o que le quem aban las ent rañas y los enem igos
vencieron con facilidad. Alt ea y Cleopat ra se ahorcaron y Árt em is t ransform ó a t odas m enos
dos de las chillonas herm anas de Meleagro en gallinas de Guinea y las llevó a su isla de Leros,
la residencia de los m alvivient es403 .

403
Homero: Ilíada ix.527-600; Apolodoro: i.8.2-3; Higinio: Fábulas 171, 174 y 273; Ovidio:
Metamorfosis viii.270-545; Diodoro Sículo: iv.48; Pausanias: iv.2.5; viii.4.7 y x.31.2; Calímaco:
Himno a Ártemisa 220-24; Antoninus Liberalis 2; Ateneo: xiv.71.

181
Los mitos griegos I Robert Graves

j . Com placido con el t riunfo de At alant a, Yaso la reconoció por fin com o hij a, pero cuando
ella llegó al palacio sus prim eras palabras fueron: «Hij a m ía, prepárat e para t om ar m arido»,
anuncio desagradable, pues el oráculo de Delfos le había advert ido cont ra el m at rim onio.
At alant a cont est ó: «Padre, consient o con una condición. Cualquier pret endient e a m i m ano
debe vencerm e en una carrera pedest re o perm it ir que le m at e.» «Así sea», dij o Yaso.
k. Muchos príncipes infort unados perdieron la vida com o consecuencia, pues ella era la
m ort al m ás rápida, pero Melanión, hij o del arcadio Anfidam ant e, invocó la ayuda de Afrodit a.
Ést a le dio t res m anzanas de oro y le dij o: «Dem ora a At alant a dej ando caer, una t ras ot ra,
est as m anzanas durant e la carrera.» La est rat agem a dio result ado. At alant a se det uvo para
recoger cada m anzana y llegó a la m et a inm ediat am ent e después de Melanión.
l. La boda se celebró, pero la advert encia del oráculo est aba j ust ificada, porque un día,
cuando pasaban j unt o a un recint o de Zeus, Melanión induj o a At alant a a ent rar y acost arse
con él allí. I rrit ado porque habían profanado su recint o, Zeus t ransform ó a am bos en leones,
pues los leones no se aparean con leones, sino sólo con leopardos, y así les im pidió que
volvieran a disfrut ar de su unión. Est e fue el cast igo de Afrodit a en prim er lugar por la
obst inación de At alant a en perm anecer virgen, y en segundo lugar por no haberse m ost rado
agradecida por la m anzanas de oro 404 . Pero algunos dicen que con ant erioridad At alant a había
sido infiel a Melanión y que le había dado a Meleagro un hij o llam ado Part enopeo, al que
abandonó en la m ism a m ont aña en que la había am am ant ado la osa. Tam bién él sobrevivió y
post eriorm ent e venció a I das en Jonia y m archó con los siet e paladines cont ra Tebas. Según
ot ros, Ares, y no Meleagro, fue el padre de Part enopeo405 ; el m arido de At alant a no era
Melanión, sino Hipóm enes; y ella era hij a de Esqueneo, quien gobernaba en Onquest o, Beocia.
Se añade que ella y él profanaron un t em plo, no de Zeus, sino de Cibeles, quien los convirt ió
en leones y los unció a su carro406 .

1. Los m édicos griegos at ribuían al m alvavisco ( alt haia, de alt hainein «curar») virt ud
curat iva y com o era la prim era flor prim averal en la que libaban la m iel las abej as, t enía casi la
m ism a im port ancia m ít ica que la flor de hiedra, la últ im a. La cacería calidonia es una saga
heroica que se basa quizás en una fam osa cacería del j abalí y en una enem ist ad ent re clanes
et olios ocasionada por ella. Pero la m uert e del rey sagrado at acado por un j abalí —cuyos
colm illos curvos lo dedicaban a la luna— es un m it o ant iguo ( véase 18.3) y explica la
int roducción en est a t eoría de héroes de diferent es Est ados griegos que habían sufrido ese
dest ino. El j abalí era peculiarm ent e el em blem a de Calidón (véase 106.c) y est aba consagrado
a Ares, el padre put at ivo de Meleagro.
2. El salt o de Toxeo por encim a del foso es análogo al salt o de Rem o por encim a de la
pared de Róm ulo; indica la difundida cost um bre de sacrificar a un príncipe real en la fundación
de una ciudad (1 Reyes xvi.34) . El t izón de Meleagro recuerda varios m it os celt as: la m uert e
de un héroe se produce cuando es dest ruido algún obj et o ext erno: un frut o, un árbol o un
anim al.
3. A Árt em is se le rendía cult o com o una m eleagris, o pint ada, en la isla de Leros y en la
acrópolis de At enas; el cult o es de origen africano orient al, a j uzgar por est a variedad
part icular de gallina de Guinea —que t enía barba azul, a diferencia de la barba roj a del ave
it aliana int roducida desde Num idia— y sus ext raños cloqueos eran int erpret ados com o gem idos
de duelo. Quienes no rendían cult o a Árt em is ni a I sis podían com er gallinas de Guinea. La

404
Apolodoro: iii.9.2; Higinio: Fábula 185; Servio sobre la Eneida de Virgilio iii.113; Primer
Mitógrafo Vaticano: 39.
405
Higinio: Fábulas 70.99 y 270; Primer Mitógrafo Vaticano: 174.

406
Apolodoro: iii.9.2, citando Meleagro de Eurípides; Ovidio: Metamorfosis x.565 y ss.; Tzet-
zes: Milenios xiii.453; Lactancio sobre la Tebaida de Estacio vi.563; Higinio: Fábula 185.

182
Los mitos griegos I Robert Graves

reput ación de m alvivir de los lerianos podía deberse a su conservadurism o religioso, com o la
reput ación de m ent irosos de los cret enses ( véase 45.2) .
4. Las osas est aban consagradas a Árt em is ( véase 22.4) y la carrera de At alant a cont ra
Melanión ha sido deducida, probablem ent e, de una ilust ración gráfica en la que aparecía el rey
condenado, con las m anzanas de oro en la m ano ( véase 32.1 y 53.5) , perseguido a m uert e por
la diosa. Ot ra ilust ración com pañera m ost raría una im agen de Árt em is apoyada por dos leones,
com o en la puert a de Micenas y en varios sellos m icénicos y cret enses. La segunda versión del
m it o parece ser m ás ant igua, aunque sólo sea porque Esqueneo, el padre de At alant a, est á en
lugar de Esquénide, un t ít ulo de Afrodit a, y porque Zeus no figura en ella.
5. Por qué fueron cast igados los am ant es —y aquí los m it ógrafos se refieren
equivocadam ent e a Plinio, aunque Plinio dice, al cont rario, que los leones cast igan
enérgicam ent e a las leonas por ayunt arse con leopardos (Hist oria nat ural viii.17) — es un
problem a que t iene un int erés m ucho m ayor que el que le concede Sir Jam es Frazer en sus
not as sobre Apolodoro. Parece referirse a una viej a disposición exogám ica según la cual los
m iem bros del m ism o clan t ot ém ico no podían casarse ent re ellos, ni podían los m iem bros del
clan del león casarse con m iem bros del clan del leopar do, que pert enecía a la m ism a sub-
frat ría; así com o los m iem bros de los clanes del cordero y la cabra no podían casarse unos con
ot ros en At enas ( véase 97.3) .
6. Éneo no fue el único rey heleno que om it ió un sacrificio a Árt em is (véase 69.b y 72.i) .
Las exigencias de esa diosa eran m ucho m ás severas que las de los ot ros dioses olím picos, e
inclusive en la época clásica incluían holocaust os de anim ales vivos. Éneo difícilm ent e le habría
negado ést os, pero la práct ica arcadia y beocia consist ía en sacrificar al rey m ism o, o a un
sust it ut o, com o el ciervo Act eón (véase 22.1) ; y Éneo pudo m uy bien haberse negado a que lo
descuart izaran.

81.

TELAMÓN Y PELEO

a. La m adre de los dos hij os m ayores de Éaco, Telam ón y Peleo, era Endéis, hij a de
Escirón. Foco, el m ás j oven, era hij o de la nereida Psám at e, que se había t ransform ado en una
foca cuando t rat ó inút ilm ent e de eludir los abrazos de Éaco. Todos ellos vivían j unt os en la isla
de Egina407 .
b. Foco era el favorit o de Éaco, y su excelencia en los j uegos at lét icos provocaba unos
celos furiosos en Telam ón y Peleo. En consecuencia y para que hubiera paz, conduj o un grupo
de em igrant es eginet as a Fócide, donde ot ro Foco, hij o del corint o Ornit ión, había colonizado
ya las inm ediaciones de Tit orea y Belfos, y con el t iem po sus hij os ext endieron el est ado de
Fócide hast a sus lím it es act uales. Un día Éaco hizo llam ar a Foco quizá con el propósit o de
legarle el reino isleño, pero, inst igados por su m adre, Telam ón y Peleo conspiraron para
m at arlo a su regreso. Desafiaron a Foco a una com pet encia at lét ica quínt uple, y si fue Telam ón
quien le derribó, com o si hubiera sido accident alm ent e, arroj ándole un disco de piedra a la
cabeza, y Peleo quien lo rem at ó con un hacha, o si fue al cont rario, se ha discut ido m ucho
desde ent onces. En cualquier caso, Telam ón y Peleo eran igualm ent e culpables de frat ricidio y
j unt os ocult aron el cadáver en un bosque, donde lo encont ró Éaco. Foco est á ent errado cerca
del Eaqueón 408 .

407
Apolodoro: iii.12.6; Píndaro: Odas nemeas v. 13.
408
Plutarco: Vidas paralelas 25; Pausanias: x.1.1 y ii.29.7; Apolodoro: loc. cit.; Los Alcmeóni-
das, citado por escoliasta sobre Andrómaca de Eurípides 687; Tzetzes: Sobre Licofrón 175; Diodo-
ro Sículo: iv.72.

183
Los mitos griegos I Robert Graves

c. Telam ón se refugió en la isla de Salam ina, donde reinaba Cicreo, y envió a su padre un
m ensaj ero negando su int ervención en el asesinat o. Éaco, en respuest a, le prohibió que
volviera a poner los pies en Egina, aunque le perm it ió que defendiera su causa desde el m ar.
En vez de quedarse grit ando en la oscilant e cubiert a de su barco, anclado det rás de las
rom pient es, Telam ón navegó una noche hast a el que ahora se llam a Puert o Secret o, ent ró en
él y envió a t ierra albañiles para que const ruyeran un m alecón que le serviría de t ribuna; los
albañiles t erm inaron su t rabaj o ant es del am anecer, y t odavía se puede ver su obra. Pero Éaco
rechazó su elocuent e alegat o de que la m uert e de Foco había sido accident al, y Telam ón
regresó a Salam ina, donde se casó con Glauce, la hij a del rey, y sucedió en el t rono a
Cicreo409 .
d. Est e Cicreo, hij o de Posidón y Salam ina, hij a del río Asopo, había sido elegido rey de
Salam ina cuando m at ó a una serpient e para poner fin a sus m uchos est ragos. Pero conservaba
una serpient e j oven de la m ism a carnada que procedía de la m ism a m anera dest ruct ora hast a
que fue expulsada por Euríloco, un com pañero de Odiseo; ent onces Dem ét er la recibió en
Eleusis com o una de sus acom pañant es. Pero algunos explican que Cicreo m ism o, llam ado
«Serpient e» a causa de su crueldad, fue dest errado por Euríloco y se refugió en Eleusis, donde
se le dio un cargo de poca im port ancia en el t em plo de Dem ét er. En t odo caso, llegó a ser uno
de los héroes guardianes de Salam ina, la I sla de la Serpient e; allí lo ent erraron con la cara
vuelt a hacia el oest e, y apareció en form a de serpient e ent re las naves griegas en la fam osa
vict oria de Salam ina. Se ofrecían sacrificios en su t um ba y cuando los at enienses disput aron la
posesión de la isla con los m egarenses, Solón, el ram oso legislador, cruzó el m ar durant e la
noche y le hizo sacrificios propiciat orios410 .
e. Cuando m urió su esposa Glauce, Telam ón se casó con Peribea, de At enas, niet a de
Pélope, quien le dio al gran Áyax; y post eriorm ent e con la caut iva Hesione, hij a de
Laom edont e, quien le dio al igualm ent e célebre Teucro 411 .
f. Peleo huyó a la cort e de Act or, rey de Ft ia, cuyo hij o adopt ivo Eurit ión le purificó. Act or
le dio luego en casam ient o a su hij a Polim ela, y una t ercera part e del reino. Un día Eurit ión,
que gobernaba ot ra t ercera part e, llevó a Peleo a cazar el j abalí calidonio, pero Peleo le
at ravesó accident alm ent e con la lanza y huyó a Yolco, donde fue purificado una vez m ás, en
est a ocasión por Acast o, hij o de Pelias412 .
g. Cret éis, la esposa de Acast o, t rat ó de seducir a Peleo, y cuando él rechazó sus
requerim ient os, le m int ió a Polim ela: «Se propone abandonart e y casarse con m i hij a
Est érope.» Polim ela creyó la m aligna m ent ira de Cret éis y se ahorcó. No cont ent a con el daño
que había hecho, Cret éis se present ó llorando a Acast o y acusó a Peleo de haber at ent ado
cont ra su virt ud.
b. Poco dispuest o a m at ar al hom bre al que había purificado, Acast o le desafío a una
part ida de caza en el m ont e Pelión. Ahora bien, en recom pensa por su cast idad, los dioses
habían dado a Peleo una espada m ágica, forj ada por Dédalo, que t enía la propiedad de hacer
que su dueño venciese en la bat alla y t uviera igual buen éxit o en la caza. En consecuencia, no
t ardó en am ont onar gran núm ero de ciervos, osos y j abalíes, pero cuando se disponía a m at ar
t odavía m ás, los com pañeros de Acast o reclam aron la presa com o pert enecient e a su señor, y
se burlaron de la falt a de habilidad de Peleo. «¡Dej em os que los anim ales m uert os decidan

409
Apolodoro: iii.12.7; Pausanias: ii.29.7; Diodoro Sículo: loc. cit.

410
Apolodoro: loc. cit. Hesíodo, citado por Estrabón: ix.1.9; Estéfano de Bizancio sub Kychreios
Pagos; Eustacio sobre la Descripción de la tierra de Dionisio 507; Plutarco: Solón 9; Licofrón: Ca-
sandra 110; Pausanias: i.36.1.
411
Apolodoro: loc. cit.
412
Ibid.: 13.1-2; Diodoro Sículo: loc. cit.; Tzetzes: Sobre Licofrón 175; Eustacio sobre la Ilíada
de Homero ii.648.

184
Los mitos griegos I Robert Graves

est e asunt o con sus propias bocas! », exclam ó Peleo, que les había cort ado las lenguas, y las
sacó ent onces de una bolsa para dem ost rar que había ganado fácilm ent e el concurso 413 .
i. Después de una cena alegre durant e la cual superó a los ot ros com o glot ón, Peleo se
quedó profundam ent e dorm ido. Ent onces Acast o le robó su espada m ágica, la ocult ó baj o un
m ont ón de boñigas y se alej ó a hurt adillas con sus seguidores. Al despert ar, Peleo se encont ró
solo, desarm ado y rodeado de salvaj es cent auros que se disponían a asesinarle; pero su rey
Quirón no sólo int ervino para salvarle la vida, sino que adem ás adivinó dónde est aba ocult a la
espada y se la devolvió414 .
j . Ent ret ant o, por consej o de Tem is, Zeus eligió a Peleo para que fuese el m arido de la
nereida Tet is, con la que se habría casado él m ism o si no le hubiera desanim ado la profecía de
las Parcas de que cualquier hij o nacido de Tet is llegaría a ser m ucho m ás poderoso que su
padre. Tam bién est aba irrit ado porque Tet is había rechazado sus requerim ient os, en honor a
su m adre adopt iva Hera, y había jurado que nunca se casaría con un inm ort al. Sin em bargo,
Hera, agradecida, decidió casarla con el m ás noble de los m ort ales, y convocó a t odos los
olím picos para que asist ieran a la boda en la próxim a luna llena, y al m ism o t iem po envió a su
m ensaj era I ris a la cueva del rey Quirón con la orden para Peleo de que se preparase415 .
k. Ahora bien, Quirón preveía que Tet is por ser inm ort al, al principio se sent iría ofendida
por ese casam ient o, por lo que, siguiendo sus inst rucciones. Peleo se ocult ó det rás de un
m at orral de bayas de m irt o m ult icolores en la cost a de un islot e de Tesalia; allí iba con
frecuencia Tet is cabalgando desnuda en un delfín enj aezado para dorm ir la siest a en la cueva
que est e m at orral encubría a m edias. Tan pront o com o ent ró en la cueva y quedó dorm ida,
Peleo se apoderó de ella. La lucha fue silenciosa y feroz. Tet is se t ransform ó sucesivam ent e en
fuego, agua, león y serpient e416 ; pero a Peleo le habían advert ido de lo que podía ocurrir y se
asió a ella resuelt am ent e, incluso cuando se t ransform ó en una enorm e y evasiva j ibia que le
arroj ó su t int a, m et am orfosis que explica el nom bre del cabo Sepias, el prom ont orio cercano
ahora consagrado a las nereidas. Aunque quem ado, aporreado, picado y cubiert o con pegaj osa
t int a sepia, Peleo no la solt ó y al final ella cedió y yacieron apasionadam ent e abrazados417 .
l. Su boda se celebró delant e de la cueva de Quirón en el m ont e Pelión. Asist ieron los
olím picos sent ados en doce t ronos. La propia Hera llevó la ant orcha nupcial y Zeus, resignado
con su derrot a, ent regó a Tet is. Las Parcas y las Musas cant aron, Ganim edes escanció el
néct ar y las cincuent a Nereidas bailaron una danza en espiral en la blanca arena. Num erosos
cent auros acudieron a presenciar la cerem onia con guirnaldas de hierba, blandiendo saet as de
abet o y prediciendo buena suert e418 .
m . Quirón dio a Peleo una lanza; At enea había bruñido su ast a, cort ada de un fresno en
la cum bre del Pelión; y Hefest o había forj ado su hoj a. El regalo conj unt o de los dioses fue una

413
Píndaro: Odas nemeas v.26 y ss. y iv.59; escoliasta sobre las Odas nemeas de Píndaro iv.54 y
59; Zenobio: Proverbios v.20; Apolodoro: loc. cit.
414
Apolodoro: ii.13.3; Hesíodo; citado por escoliasta sobre las Odas nemeas de Píndaro iv.59.
415
Apolonio de Rodas: iv.790 y ss.; Píndaro: Odas ístmicas viii.41

416
Ovidio: Metamorfosis xi.221 y ss.; Sófocles: Troilo, citado por escoliasta sobre las Odas ne-
meas de Píndaro iii.35; Apolodoro: iii.13.5; Píndaro: Odas nemeas iv.62; Pausanias: v.18.1.
417
Tzetzes: Sobre Licofrón 175 y 178: Escoliasta sobre Apolonio de Rodas i.582; Herodoto:
vii.191; Filóstrato: Heroica xix.l.
418
Eurípides: Ifigenia en Áulide 703 y ss. y 103 y ss.; Apolonio de Rodas: iv.790: Cátulo:
xliv.305 y ss.

185
Los mitos griegos I Robert Graves

m agnífica arm adura dorada, a la que Posidón añadió los dos caballos inm ort ales Balio y Jant o,
hij os del Vient o Oest e y de la harpía Podarge419 .
n. Pero la diosa Éride, que no había sido invit ada, est aba decidida a hacer que los
huéspedes divinos riñeran, y m ient ras Hera, At enea y Afrodit a conversaban am ist osam ent e,
t om adas del brazo, hizo rodar una m anzana de oro hast a sus pies. Peleo la recogió y se quedó
perplej o al leer su inscripción, que decía: «Para la m ás bella», pues no sabía a cuál de las t res
est aba dest inada. Est a m anzana fue la causa prot ocat árt ica de la guerra de Troya420 .
o. Algunos dicen que Tet is, la esposa de Peleo, era hij a de Quirón y de una m era m ort al,
y que Quirón, deseando honrar a Peleo, difundió el rum or de que se había casado con la diosa,
el am a de ést a421 .
p. Ent ret ant o Peleo, cuya fort una había rest aurado el bondadoso Quirón, y que ahora
adquirió com o dot e grandes ganados vacunos, envió algunos de ellos a Ft ia com o
indem nización por haber m at ado accident alm ent e a Eurit ión; pero com o los ft ianos rechazaron
el pago, dej ó que los anim ales vagaran a su volunt ad por el cam po. Ést a result ó una decisión
afort unada, porque un lobo feroz que Psám at e había enviado t ras él para vengar la m uert e de
su hij o Foco sació de t al m odo su ham bre con ese ganado sin dueño que apenas podía
arrast rarse. Cuando Peleo y Tet is se encont raron cara a cara con el lobo, ést e quiso salt ar a la
gargant a de Peleo, pero Tet is le m iró am enazadoram ent e sacando la lengua y lo convirt ió en
una piedra que t odavía se m uest ra en el cam ino ent re Lócride y Fócide422 .
q. Luego Peleo volvió a Yolco, donde Zeus le proporcionó un ej ércit o de horm igas
t ransform adas en guerreros, por lo que se le llam ó Rey de los Mirm idones. Tom ó la ciudad sin
ayuda, m at ó prim eram ent e a Acast o y luego a la acobardada Cret éis, y ent ró con sus
m irm idones en la ciudad ent re los pedazos de su cuerpo descuart izado423 .
r. Tet is quem ó sucesivam ent e las part es m ort ales de los seis hij os que t uvo con Peleo
para hacerlos inm ort ales com o ella, y envió a cada uno de ellos por t urno al Olim po. Pero
Peleo consiguió arrebat arle el sépt im o cuando ella ya había hecho inm ort al t odo su cuerpo, con
excepción del t alón, poniéndolo en el fuego y luego frot ándolo con am brosía; el t alón m edio
cham uscado se había librado de est e t rat am ient o final. I rrit ada por esa int ervención, Tet is se
despidió de Peleo y volvió a su residencia en el m ar. Llam ó a su hij o Aquiles porque t odavía no
había puest o los labios en su pecho. Peleo proporcionó a Aquiles un hueso de t obillo nuevo
t om ado del esquelet o del veloz gigant e Dam iso, pero ese hueso est aba predest inado a ser la
causa de su m uert e424 .
s. Dem asiado viej o para com bat ir en Troya personalm ent e, Peleo ent regó m ás t arde a
Aquiles la arm adura dorada, la lanza de fresno y los dos caballos que había recibido com o
regalos de boda. Finalm ent e, fue expulsado de Ft ia por los hij os de Acast o, quienes ya no le
t em ían después de haberse ent erado de la m uert e de Aquiles; pero Tet ís le ordenó que fuese a
la cueva sit uada j unt o al m at orral de bayas de m irt o en la que él le había dom inado por vez
prim era, y esperase allí hast a que ella se lo llevase a vivir con ella para siem pre en las
profundidades del m ar. Peleo fue a la cueva y desde ella observaba con ansia los barcos que

419
Apolodoro: iii.13.5; Homero: Ilíada xvi.144; xviii.84 y xvi.149; Cypria, citado por escoliasta
sobre la Ilíada de Homero xvi.140.
420
Higinio: Fábula 92; Fulgencio: iii.7.
421
Apolonio de Rodas: i.558; Escoliasta sobre Apolonio de Rodas: iv.816.
422
Antoninus Liberalis: Transformaciones 38; Tzetzes: Sobre Licofrón 175 y 901.
423
Tzetzes: Sobre Licofrón 175; Hornero: Ilíada xxiv.536; Píndaro: Odas nemeas iii.34; Apolo-
doro: iii.13.7; escoliasta sobre Apolonio de Rodas: i.224.
424
Tolomeo Hefestiono: iv., citado por Focio: p.487; Apolodoro: iii.13.6: Licofrón: Casandra
178 y ss.; Escoliasta sobre la Ilíada de Homero xvi.37.

186
Los mitos griegos I Robert Graves

pasaban, con la esperanza de que uno de ellos conduj era a su niet o Neopt ó-lem o de vuelt a de
Troya425 .
t . Ent ret ant o Neopt ólem o reparaba su flot a dest ruida en Molosia y cuando se ent eró del
dest ierro de Peleo se disfrazó de caut ivo t royano y se dirigió con su barco a Yolco, donde
consiguió dar m uert e a los hij os de Acast o y apoderarse de la ciudad. Pero Peleo, cada vez
m ás im pacient e, flet ó un barco para ir a Molosia; el m al t iem po lo llevó a la isla de I cos cerca
de Eubea, donde m urió y fue ent errado, y así perdió el derecho a la inm ort alidad que le había
prom et ido Tet is426 .

1. El m it o de Éaco, Psám at e ( «cost a arenosa») y Foco ( «foca») se da en el folklore de


casi t odos los países europeos. Habit ualm ent e el héroe ve una m anada de focas nadando hacia
una cost a desiert a baj o la luna llena y que luego se despoj an de sus pieles para m ost rarse
com o m uj eres j óvenes. El héroe se ocult a t ras una roca m ient ras ellas danzan desnudas en la
arena, y luego se apodera de una de las pieles de foca, con lo que adquiere poder sobre su
dueña, a la que dej a encint a. Más t arde disput an; ella recupera su piel y se alej a nadando. La
danza de las cincuent a nereidas en la boda de Tet is y su regreso al m ar después del
nacim ient o de Aquiles parecen ser fragm ent os del m ism o m it o, el origen del cual parece haber
sido una danza rit ual de cincuent a sacerdot isas-focas dedicadas a la Luna y que const it uían un
proem io a la elección de un rey sagrado por la Sum a Sacerdot isa. Aquí la escena se sit úa en
Egina, pero, a j uzgar por la fábula de la lucha de Peleo cerca del cabo Sepias, un rit ual análogo
lo realizaba en Magnesia un colegio de sacerdot isas- j ibias; la j ibia aparece prom inent em ent e
en las obras de art e cret enses, incluyendo el peso legal del Tesoro Real de Cnosos, y t am bién
en los m onum ent os m egalít icos de Carnac y ot ras part es de Bret aña. Tiene ocho t ent áculos,
com o la aném ona sagrada de Pelión t iene ocho pét alos; ocho es el núm ero de la fert ilidad en
el m it o m edit erráneo. Peleo ( «barroso») puede haber llegado a ser el t ít ulo del rey sagrado
después de ser ungido con sepia, puest o que se lo llam a hij o de Endéis, «la enredadora»,
sinónim o de la jibia.
2. La part ida de caza de Acast o, el siguient e banquet e y la pérdida de la espada m ágica
de Peleo parecen haber sido deducidos equivocadam ent e de una represent ación gráfica en la
que se veían los prelim inares de una cerem onia de coronación; la coronación im plicaba el
casam ient o con la heredera de la t ribu. La escena incluía, al parecer, el com bat e rit ual del rey
con hom bres disfrazados de anim ales y la ext racción de una espada regia de la hendidura de
una roca ( int erpret ada erróneam ent e por el m it ógrafo com o un m ont ón de boñiga) , lo m ism o
que en los m it os de Teseo ( véase 95.e) y del rey Art uro del Lionesado. Pero la lanza de fresno
cort ada por Quirón en el m ont e Pelión es un sím bolo de soberanía ant erior a la espada.
3. Las t ransform aciones de Tet is indican una exhibición de los poderes est acionales de la
diosa present ados en form a de una serie de danzas ( véase 9.d y 32.b) . El m irt o t ras el cual la
encont ró Peleo la prim era vez era el em blem a del últ im o m es del reinado de su predecesor
( véase 52.3 y 109.4) ; y, por lo t ant o, servía com o su lugar de reunión cuando t erm inaba su
propio reinado.
Est e m it o parece regist rar un casam ient o por convenio, al que asist ieron represent ant es
de doce t ribus o clanes confederados, ent re un príncipe de Ft ia y la sacerdot isa de la Luna de
Yolco, en Tesalia.
4. Es posible que el aut or de la ant igua Seege or Bat t ayle of Troy inglesa se, basara en
una fuent e clásica perdida cuando hizo a Peleo «m edio hom bre y m edio caballo», lo que quiere
decir que Peleo fue adopt ado en un clan eócida que rendía cult o al caballo. Tal adopción
im plicaría un banquet e de carne de caballo, con caráct er de sacrificio ( véase 75.3) , lo que
explica el regalo nupcial de Balio y Jant o sin un carro del que t iraran. Los cent auros de

425
Homero: Ilíada xviii.434 y xvi.149; Eurípides: Troyanas 112, con escoliasta; Andrómaca
1253 y ss.
426
Dictys Cretensis: vi.7-9; Estéfano de Bizancio sub Icos; Antología palatina vii.2.9 y ss.

187
Los mitos griegos I Robert Graves

Magnesia y los t esalios de Yolco parecen haber est ado unidos por una alianza exogám ica; de
aquí la afirm ación por el escoliast a sobre Apolonio de Rodas de que la esposa de Peleo era, en
realidad, la hij a de Quirón.
5. La perplej idad de Perseo cuando recogió la m anzana arroj ada por Éride sugiere una
pint ura de la diosa Luna, en t ríada, ofreciendo la m anzana de la inm ort alidad al rey sagrado
( véase 32.4; 53.5 y 159.3) . El asesinat o de Acast o y la ent rada de Peleo en la ciudad ent re los
pedazos desm em brados del cuerpo de Cret éis pueden ser una int erpret ación equivocada de
una ilust ración que m ost raba a un nuevo rey disponiéndose a recorrer las calles de la ciudad
después de haber descuart izado rit ualm ent e a su predecesor con un hacha.
6. Los frecuent es asesinat os, accident ales o int encionales, que hacían que los príncipes
abandonaran su pat ria y fueran purificados por reyes ext ranj eros con cuyas hij as se casaban
luego, son una invención de m it ógrafos post eriores. No hay razón para suponer que Peleo dej ó
Egina, o Ft ia, caído en desgracia; en una época en que la m onarquía se regía por la sucesión
m at rilineal, los candidat os al t rono venían siem pre del ext erior, y el nuevo rey renacía en la
casa real después de asesinar rit ualm ent e a su predecesor. Ent onces cam biaba de nom bre y
de t ribu, porque así se esperaba despist ar al alm a vengat iva del asesinado. Del m ism o m odo,
Telam ón de Egina fue a Salam ina, lo eligieron nuevo rey, m at ó al rey ant erior —quien se
convirt ió en un héroe oracular— y se casó con la sum a sacerdot isa de un colegio de
sacerdot isas de la lechuza. Se consideró convenient e, en épocas m ás civilizadas, cuando se
em pleaba un rit ual m uy parecido para purificar a los crim inales ordinarios, olvidar que la
dignidad real im plicaba asesinat o, y sugerir que Peleo, Telam ón y los dem ás habían est ado
relacionados con crím enes o escándalos que no t enían nada que ver con su ascensión al t rono.
El escándalo consist e con frecuencia en una acusación falsa de haber at ent ado cont ra la virt ud
de una reina ( véase 75.a y 101.e) . La relación de Cicreo con los m ist erios eleusinos y el
casam ient o de Telam ón con una princesa at eniense adquirieron im port ancia cuando en 620 a.
de C. At enas y Megara disput aron la posesión de Salam ina. Los espart anos juzgaron el caso y
los em baj adores at enienses fundam ent aron con buen éxit o su reclam ación en la vinculación de
Telam ón con el Át ica ( Plut arco: Solón 8 y 9) .
7. La m uert e de Foco por el disco, com o la de Acrisio ( véase 72.p) parece ser una
int erpret ación errónea de una ilust ración que represent aba el final del reinado del rey- foca, y
en el cual el disco que volaba era un disco solar; com o se ve claram ent e en el m it o, el arm a
del sacrificio era un hacha. Varios héroes, adem ás de Aquiles, fueron m uert os m ediant e una
herida en el t alón, y no solam ent e en Grecia, sino t am bién en la m it ología egipcia; celt a, lidia,
india y escandinava (véase 90.8; 92.10) .
8. La quem a de los hij os de Tet is era una práct ica com ún: el sacrificio anual del niño que
sust it uía al rey sagrado ( véase 24.10 y 156.2) . Al final del oct avo año m oría el rey m ism o
( véase 91.4 y 109.3) . En el Mahabharat a indio hay un relat o análogo: la diosa Ganges hace
perecer ahogados a sus siet e hij os habidos con el dios Krishna. La división que hizo Act or de su
reino en t res part es t iene su análoga en el m it o de Pret o ( véase 72.h) : el rey sagrado, en vez
de dej arse sacrificar en la fecha señalada para la t erm inación de su reinado, conservaba una
part e de su reino y legaba el rest o a sus sucesores. Los siguient es reyes insist ieron en
conservar la soberanía durant e t oda su vida.
9. La m uert e de Peleo en Cos indica que su nom bre era allí un t ít ulo regio, lo m ism o que
en Ft ia, Yolco y Salam ina. Se hizo rey de los m irm idones porque los ft ianos adoraban a su
diosa com o Mirm ex ( «horm iga»; véase 66.2) . La fábula de Ant oninus Liberalis sobre Tet is y el
lobo parece haber sido deducida de una ilust ración en la que aparecía una sacerdot isa de
Afrodit a Lobuna ( Pausanias: ii.31.6) con una m áscara de gorgona m ient ras sacrificaba ganado.

188
Los mitos griegos I Robert Graves

82.

ARI STEO

a. Hipseo, un rey suprem o de los lapit as, hij o de la náyade Creúsa y el dios fluvial Peneo,
se casó con Clidánope, ot ra náyade, y t uvo con ella una hij a, Cirene. Cirene despreciaba el
hilado, el t ej ido y ot ros t rabaj os dom ést icos parecidos, y en cam bio prefería cazar fieras en el
m ont e Pelión durant e t odo el día y la m it ad de la noche, dando com o explicación que los
rebaños y vacadas de su padre necesit aban prot ección. Apolo presenció en una ocasión su
lucha con un poderoso león; llam ó al cent auro Quirón para que fuese t est igo del com bat e ( del
que Cirene, com o de cost um bre, salió t riunfant e) y le pregunt ó su nom bre y si sería una novia
apropiada para él. Quirón se echó a reír. Sabía que Apolo no sólo conocía su nom bre, sino que
adem ás había t om ado ya la decisión de rapt arla, bien cuando la vio guardando los rebaños de
Hipseo j unt o al río Peneo, o bien cuando ella recibió dos perros de caza de sus m anos com o
prem io por haber ganado la carrera pedest re en los juegos fúnebres de Pelias427 .
b, Quirón profet izó adem ás que Apolo llevaría a Cirene allende el m ar al j ardín m ás fért il
de Zeus y la haría reina de una gran ciudad, después de reunir a una población isleña
alrededor de una colina que se elevaba en una llanura. Recibida por Libia en un palacio de oro,
conquist aría un reino igualm ent e beneficioso para los cazadores y los agricult ores y allí daría
un hij o a Apolo. Herm es act uaría com o com adrón y llevaría al niño, llam ado Arist eo, ant e los
t ronos de las Horas y de la Madre Tierra y les suplicaría que le alim ent asen con néct ar y
am brosía. Cuando Arist eo llegara a la edad viril obt endría los t ít ulos de «Zeus inm ort al»,
«Apolo Puro» y «Guardián de los Rebaños» 428 .
c. A su t iem po Apolo llevó a Cirene en su carro de oro al lugar donde se halla ahora la
ciudad de Cirene; Afrodit a esperaba para darle la bienvenida y los acost ó sin dem ora en la
cám ara dorada de Libia. Aquella noche Apolo prom et ió a Cirene una larga vida en la que podría
sat isfacer su pasión por la caza y reinar en un país fért il. Luego la dej ó al cuidado de ciert as
ninfas- m irt os, hij as de Herm es, en las colinas cercanas, donde dio a luz a Arist eo y, después
de una segunda visit a de Apolo, al adivino I dm ón. Pero una noche ella yació t am bién con Ares
y dio a luz al t racio Diom edes, dueño de las yeguas com edoras de hom bres429 .
d. Las ninfas-m irt os apodaron a Arist eo «Agreo» y «Nom io», le enseñaron a cuaj ar la
leche para hacer queso, a const ruir colm enas y a hacer que el oleast ro produj era el olivo
cult ivado. Transm it ió esas art es út iles a ot ros, que en agradecim ient o le rindieron honores
divinos. Desde Libia se em barcó para Beocia, después de lo cual Apolo lo llevó a la cueva de
Quirón para que ést e le inst ruyera en ciert os m ist erios.
e. Cuando Arist eo llegó a la edad viril, las Musas le casaron con Aut ónoe, por quien se
hizo padre del m alhadado Act eón y de Macris, nodriza de Dioniso. Tam bién le enseñaron el
art e de la curación y de la profecía, y le enviaron a que vigilara sus ovej as que pacían en la
Llanura At am ant iana de Ft iót ide, en los alrededores del m ont e Ot rís y en el valle del río
Apidano. Fue allí donde Arist eo perfeccionó el art e de la caza que le había enseñado Cirene430 .

427
Píndaro: Odas píticas ix.5 y ss.; Apolonio de Rodas: ii.500 y ss.; Calímaco: Himno a Ártemi-
sa 206.
428
Píndaro: loc. cit.
429
Diodoro Sículo: iv.81; Píndaro: loc. cit., Apolonio de Rodas: loc. cit.; Higinio: Fábula 14;
Apolodoro: ii.5.8.
430
Diodoro Sículo: loc. cit.; Apolodoro: iii.4.4; Apolonio de Rodas: iv.1131 y ii.500 y ss.; Pínda-
ro: loc. cit.
189
Los mitos griegos I Robert Graves

f. Un día fue a consult ar el oráculo de Delfos, el cual le dij o que fuese a la isla de Cos,
donde le rendirían grandes honores. Arist eo se dirigió allá inm ediat am ent e y se encont ró con
que el abrasador Sirio había causado una pest e ent re los isleños, para vengar a I cario, cuyos
asesinos desconocidos se refugiaban ent re ellos. Arist eo convocó a los habit ant es, erigió un
gran alt ar en la m ont aña y en él ofreció sacrificios a Zeus, propiciando al m ism o t iem po a Sirio
con la condena a m uert e de los asesinos. Zeus se sint ió sat isfecho y ordenó a los Vient os
Et esios que en el fut uro enfriasen a t oda Grecia y sus islas adyacent es durant e cuarent a días a
part ir de la salida de Sirio. Así t erm inó la pest e, y los habit ant es de la isla no sólo se
m ost raron m uy agradecidos a Arist eo, sino que adem ás siguen propiciando a Sirio t odos los
años ant es de su aparición 431 .
g. Luego visit ó Arcadia y m ás t arde fij ó su residencia en Tem pe. Pero allí m urieron t odas
sus abej as y, m uy afligido, fue a un profundo est anque del río Peneo donde sabía que est aría
Cirene con sus herm anas náyades. Su t ía Aret usa oyó su voz im plorant e a t ravés del agua,
asom ó la cabeza, reconoció a Arist eo y le invit ó a descender al m aravilloso palacio de las
Náyades. Ést as le lavaron con agua t om ada de una fuent e perpet ua y, después de un
banquet e sacrificial, Cirene le aconsej ó: «At a a m i prim o Prot eo y oblígale a explicar por qué
enferm aron t us abej as.»
h. Prot eo dorm ía la siest a en una cueva de la isla de Faros, a cubiert o del calor de Sirio,
y Arist eo, después de dom inarlo a pesar de sus t ransform aciones, supo por él que la
enferm edad de sus abej as era su cast igo por haber causado la m uert e de Eurídice; y era ciert o
que, cuando él le había hecho el am or a la orilla del río cerca de Tem pe, ella había huido de él
y le había m ordido una serpient e.
i. Arist eo volvió al palacio de las Náyades, donde Cirene le ordenó que erigiese cuat ro
alt ares en los bosques a las Dríades, com pañeras de Eurídice, y sacrificase cuat ro t oros
j óvenes y cuat ro novillas, y luego hiciera una libación de sangre, dej ando las reses m uert as
donde est aban; y finalm ent e que volviera por la m añana, nueve días m ás t arde, t rayendo
adorm ideras del olvido, un becerro cebado y una ovej a negra para propiciar al ánim o de Orfeo,
que ent onces se había reunido en el infierno con Eurídice. Arist eo obedeció y en la novena
m añana un enj am bre de abej as salió de las reses m uert as y podridas y se posó en un árbol. Él
se apoderó del enj am bre, que puso en una colm ena; y los arcadios le rinden honores com o
Zeus por haberles enseñado ese m ét odo de criar nuevos enj am bres de abej as432 .
j . Post eriorm ent e, afligido por la m uert e de su hij o Act eón, la que suscit ó en él el odio a
Beocia, navegó con sus part idarios a Libia, donde pidió a Cirene una flot a en la que pudieran
em igrar. Ella accedió de buena gana y Arist eo est uvo pront o ot ra vez en el m ar, con rum bo al
noroest e. Encant ado con la belleza salvaj e de Cerdeña, que es donde hizo su prim era recalada,
se dedicó a cult ivarla; allí engendró dos hij os y no t ardó en unírsele Dédalo; pero se dice que
no fundó ninguna ciudad en esa isla433 .
k. Arist eo visit ó ot ras islas lej anas y pasó algunos años en Sicilia, donde recibió honores
divinos, especialm ent e por part e de los cult ivadores de olivos. Finalm ent e fue a Tracia y
com plem ent ó su educación int erviniendo en los Mist erios de Dioniso. Después de vivir un
t iem po en las cercanías del m ont e Hem o y de fundar la ciudad de Arist ea, desapareció sin
dej ar huellas y ahora le adoran com o un dios t ant o los t racios bárbaros com o los griegos
civilizados434 .

431
Apolonio de Rodas: ii.500 y ss.; Diodoro Sículo: ív.82; Higinio: Astronomía poética ii.4.
432
Virgilio: Geórgicas iv.317-558; Píndaro, citado por Servio sobre Geórgicas de Virgilio i.14.
433
Servio: loc. cit.
434
Diodoro Sículo: loc. cit.; Pausanias: x.17.3.

190
Los mitos griegos I Robert Graves

1. Píndaro adornó ret óricam ent e los orígenes de Arist eo para halagar a un descendient e
de Bat o que en 691 a. de C. llevó una colonia de Tera a Libia, donde fundó Cirene y fue el
prim er rey de una larga dinast ía. Los ciréneos consideraban a Arist eo su ant ecesor —según
Just ino ( xiii.7) , Bat o ( «que t iene im pedim ent o en el habla») era solam ent e su apodo— com o
hij o de Apolo, porque a Apolo se le rendía cult o en Tera; y en consecuencia al puert o de Cirene
se le llam ó Apolonia. Pero Cirene era una figura m it ológica m ucho ant es de la época de Bat o.
Su asociación con los Cent auros dem uest ra que era la diosa de un cult o m agnesio del caballo
im port ado en Tera, pues el nom bre de Quirón aparece t am bién en las prim it ivas inscripciones
en las rocas de Tera. El m it o del nacim ient o de I dm ón de Cirene y Ares se refiere a esa diosa
ant erior.
2. El m irt o es originalm ent e un árbol de la m uert e ( véase 109.4) y las ninfas- m irt os
eran, por t ant o, profet isas capaces de inst ruir al j oven Arist eo; pero se convirt ió en un sím bolo
de colonización porque los em igrant es llevaban ram as de m irt o para dem ost rar que habían
puest o fin a una época.
3. Arist eo era un t ít ulo del cult o que se rendía al Zeus arcadio y ceano; y en ot ras part es
a Apolo y Herm es. Según Servio ( sobre las Geórgicas de Virgilio i. 14) , Hesíodo llam aba a
Arist eo «un Apolo past oral». En Tanagra, Beocia ( Pausanias: ix.22.1) a Herm es se le llam aba
«port ador del m orueco», y los peces le est aban consagrados en Farees, Acaya ( Pausanias:
vii.22.2) . Por est o la pint ura de una t um ba de Cirene m uest ra a «Arist eo» rodeado de ovej as y
peces llevando un carnero. Sus andanzas t ienen por finalidad explicar el t ít ulo de Arist eo que
se da en el cult o de Sicilia, Cerdeña, Ceos, Beocia, Tesalia, Macedonia y Arcadia. Sirio es el
dios egipcio Thot h, ident ificado con Herm es, y al que los ceanos llam aban Arist eo.
4. Virgilio relat a equivocadam ent e el episodio de las abej as que nacen de las reses
m uert as. Salieron m ás bien del león que m at ó Cirene o que fue sacrificado en su honor. Est e
m it o, com o el de las abej as de Sansón que salieron del cadáver de un león, parece haber sido
deducido de una ilust ración prim it iva en la que se veía una m uj er desnuda forcej eando
am orosam ent e con un león m ient ras una abej a revolot eaba sobre el cadáver de ot ro león. La
m uj er desnuda es la diosa León Cirene, o la hit it a Hepat u, o la siria Anat a, o Hera, la diosa
León de Micenas, y su com pañero es el rey sagrado, quien debe m orir baj o el signo del
solst icio est ival Leo, represent ado por un cuchillo en el zodíaco egipcio. Com o Teseo o
Heracles, lleva m áscara y piel de león y le anim a el espírit u m uert o, su predecesor, el cual
aparece com o abej a (véase 90.3) . Es la prim avera, cuando las abej as enj am bran por prim era
vez, pero luego, com o diosa Abej a del solst icio est ival, le m at ará picándole y le cast rará (véase
18.3) . El león que m at ó el propio rey sagrado —com o hicieron Heracles y su am igo Filio ( véase
153.e- f) en el Peloponeso; o Cícico en el m ont e Díndim o del Mar de Márm ara (véase 149.h) ; o
Sansón en Filist ia ( Jueces xiv.6) ; o David en Belén (1 Sam uel xvii.34)— era uno de los
anim ales que le desafiaban a un com bat e rit ual en su coronación.
5. El relat o que hace Virgilio de la visit a de Arist eo al río Peneo const it uye un ej em plo del
em pleo irresponsable del m it o: Prot eo, quien vivía en Faros frent e al delt a del Nilo, ha sido
incluido en la fábula caprichosam ent e. Había en Tem pe un fam oso oráculo de Apolo al que su
hij o Arist eo habrá consult ado, nat uralm ent e; Aret usa, un arroyo del Peloponeso, nada t iene
que ver con el Peneo; y a Arist eo le m uest ran diferent es habit aciones en el palacio de las
Náyades, donde se guardan las fuent es del Tíber, el Po, el Anio, el Fasis y ot ros ríos m uy
dist anciados unos de ot ros, lo que const it uye una concepción m it ológicam ent e absurda.
6. La export ación de aceit e a Sicilia sería para los cret enses m ás provechosa que la de
inj ert os de olivo, pero una vez que se fundaron colonias helenas en la cost a m eridional a fines
de la época m icénica, se est ableció allí el cult ivo del olivo. El Arist eo que hizo una visit a a
Sicilia puede ser ident ificado con Zeus Morio, responsable de la dist ribución de inj ert os de los
olivos sagrados descendient es del plant ado por At enea en la Acrópolis de At enas ( véase 16.c) .
Tam bién pudo haber int roducida la ciencia de la apicult ura que llegó a At enas de la Cret a
m inoica, donde los apicult ores profesionales t enían com o divisa com ercial una abej a y un
guant e y ut ilizaban colm enas de t erracot a. La palabra griega para el polen alm acenado por las
abej as, cerint hos, es cret ense; y así deben serlo t odas las palabras relacionadas, com o cerion,
«panal de m iel»; cerinas, «de cera», y ceraphis, «m ariposa de colm enar», una especie de
langost a. En realidad, Cer, cuyo nom bre ( que t am bién se escribe Car o Q're) llegó a significar
en general «suert e», «hado» o «dest ino» —m ult iplicado en ceres, «rencores, plagas o m ales
invisibles»—, t iene que haber sido la diosa Abej a cret ense, una diosa de la Muert e en Vida. Por

191
Los mitos griegos I Robert Graves

eso llam a Esquilo ( Los siet e cont ra Tebas 777) a la diosa Esfinge de Tebas «la Cer que
arrebat a hom bres».

83.

MI DAS

a. Midas, hij o de la Gran Diosa del I da y de un sát iro cuyo nom bre no se recuerda, era un
rey am ant e de los placeres de Brom io, en la Macedonia, donde gobernaba a los brigios
( llam ados t am bién m osquios) y t enía sus célebres j ardines de rosas435 . En su infancia se
observó una procesión de horm igas que t ransport aban granos de t rigo por el cost ado de su
cuna y los ponían ent re sus labios m ient ras dorm ía, prodigio que los adivinos int erpret aron
com o un presagio de la gran riqueza que acum ularía; y cuando creció le inst ruyó Orfeo436 .
b. Un día, el libert ino y viej o sát iro Sueno, que había sido pedagogo de Dioniso, se
ext ravió del cuerpo principal del bullicioso ej ércit o de Dioniso cuando ést e pasaba de Tracia a
Beocia y lo encont raron durm iendo su borrachera en los j ardines de rosas. Los j ardineros lo
at aron con guirnaldas de flores y lo llevaron ant e Midas, a quien hizo un relat o m aravilloso de
un cont inent e inm enso sit uado m ás allá del océano —com plet am ent e separado de la m asa
conj unt a de Europa, Asia y África— y en el que abundaban las ciudades m agníficas, pobladas
por habit ant es gigant es, felices y de larga vida y que gozaban de un not able sist em a legal.
Una gran expedición —de por lo m enos diez m illones de personas— se puso en ot ro t iem po en
cam ino desde allí a t ravés del océano para hacer una visit a a los Hiperbóreos; pero al ver que
el suyo era el m ej or país que podía ofrecer el viej o m undo, se ret iraron, asqueados. Ent re
ot ras m aravillas. Sueno m encionó un rem olino espant oso m ás allá del cual no puede pasar
ningún viaj ero. Dos arroyos corren por las cercanías y los árboles que se alzan en las orillas
del prim ero dan el frut o que hace llorar, gem ir y desfallecer a quienes lo com en. Pero el frut o
que dan los árboles que se alzan j unt o al ot ro arroyo renuevan la j uvent ud incluso de los m uy
ancianos; en realidad, después de pasar hacia at rás por la edad m adura, la j uvent ud y la
adolescencia, vuelven a ser niños y luego infant es, ¡y por fin desaparecen! Midas, encant ado
con las fábulas de Sueno, le agasaj ó durant e cinco días y sus noches y luego ordenó que un
guía le acom pañara hast a la residencia de Dioniso 437 .
c. Dioniso, que había est ado preocupado por la suert e de Sueno, m andó que pregunt aran
a Midas cóm o deseaba que se le recom pensase. Midas cont est ó sin vacilar: «Te ruego m e
concedas que t odo lo que t oque se conviert a en oro.» Pero no sólo las piedras, las flores y los
m uebles de su casa se convert ían en oro, sino t am bién, cuando se sent aba a la m esa, los
alim ent os que com ía y el agua que bebía. Midas no t ardó en suplicar que le exim iesen de su
deseo porque se m oría de ham bre y de sed; Dioniso, m uy divert ido, le dij o que visit ara la
fuent e del río Pact ólo, cerca del m ont e Tm olo, y se lavase en ella. Midas obedeció e
inm ediat am ent e quedó libre del t act o de oro, pero las arenas del Pact ólo siguen siendo
doradas y brillant es aún en nuest ros días438 .
d. Midas ent ró así en Asia con su séquit o de brigios y le adopt ó el rey frigio Gordias quien
no t enía hij os. Cuando sólo era un cam pesino pobre, Gordias se sorprendió un día al ver a un
águila real posarse en la vara de su carro de bueyes. Com o parecía dispuest a a perm anecer

435
Higinio: Fábula 274; Filóstrato: Vida de Apolonio de Tiana vi.27; Herodoto: i.14 y viii.138.
436
Cicerón: Sobre la adivinación 1.36; Valerio Máximo: i.6.3; Ovidio: Metamorfosis xi.92-3.
437
Eliano: Varia historia iii.18.
438
Plutarco: Minos 5; Ovidio: Metamorfosis xi.90 y ss.; Higinio: Fábula 191; Virgilio: Églogas
vi.13 y ss.

192
Los mitos griegos I Robert Graves

allí t odo el día, conduj o la yunt a hacia Telm iso, en Frigia, ahora part e de Galacia, donde había
un oráculo, digno de confianza, pero en la puert a de la ciudad se encont ró con una j oven
profet isa que, cuando vio al águila t odavía posada en la vara, insist ió en que él ofreciera
inm ediat am ent e sacrificios a Zeus Rey.
—Déj am e que vaya cont igo, cam pesino —dij o ella— para est ar segura de que eliges las
víct im as apropiadas.
—No falt aba m ás —cont est ó Gordias—. Pareces ser una j oven j uiciosa y considerada.
¿Est ás dispuest a a casart e conm igo?
—Tan pront o com o hayas ofrecido los sacrificios —replicó ella.
e. Ent ret ant o, el rey de Frigia había m uert o repent inam ent e, sin sucesión, y un oráculo
anunció: «Frigios, vuest ro nuevo rey se acerca con su novia, sent ado en un carro de bueyes.»
Cuando el carro ent ró en la plaza del m ercado de Telm isa, el águila llam ó
inm ediat am ent e la at ención popular y Gordias fue aclam ado unánim em ent e rey. En
agradecim ient o, dedicó el carro a Zeus, junt am ent e con su yugo, que había at ado a la vara de
una m anera peculiar. Un oráculo declaró que quien descubriera cóm o se podía desat ar el nudo
se convert iría en el señor de t oda Asia. En consecuencia, el yugo y la vara fueron deposit ados
en la acrópolis de Gordión, ciudad que había fundado Gordias, donde los sacerdot es de Zeus
los guardaron celosam ent e durant e siglos hast a que Alej andro de Macedonia cort ó
pet ulant em ent e el nudo con su espada439 .
f. Cuando m urió Gordias, le sucedió en el t rono Midas, quien prom ovió el cult o de Dioniso
y fundó la ciudad de Ancira. Los brigios que habían venido con él se llam aron en adelant e
frigios y los reyes de Frigia se han llam ado alt ernat ivam ent e Midas y Gordias hast a el
present e; por lo que al prim er Midas se le ha llam ado equivocadam ent e hij o de Gordias440 .
g. Midas asist ió al fam oso cert am en m usical ent re Apolo y Marsias, arbit rado por el dios
fluvial Tm olo. Tm olo concedió el prem io a Apolo, quien, al ver que Midas discrepaba del
veredict o, lo cast igó con un par de orej as de asno. Durant e largo t iem po Midas se las arregló
para ocult ar esas orej as baj o un gorro frigio, pero a su barbero, que se ent eró de la
deform idad, le fue im posible m ant ener el secret o vergonzoso, com o le había ordenado Midas
baj o pena de m uert e. En consecuencia, cavó un hoyo en la orilla del río y, asegurándose ant es
de que no había nadie en los alrededores, m urm uró: «¡El rey Midas t iene orej as de asno! ».
Luego llenó el hoyo y se alej ó, en paz consigo m ism o, hast a que brot ó de la orilla una caña
que susurraba el secret o a t odos los que pasaban. Cuando Midas se ent eró de que su
desgracia era de conocim ient o público, condenó a m uert e al barbero, bebió sangre de t oro y
pereció m iserablem ent e441 .

1. A Midas se le ha ident ificado razonablem ent e con Mit a, rey de los m osquios ( «hom bres
t erneros») o m ushki, pueblo de origen pónt ico que a m ediados del segundo m ilenio a. de C.
ocupó la part e occident al de Tracia m ás t arde llam ada Macedonia; cruzaron el Helespont o
alrededor del año 1200 a. de C., dest ruyeron el poderío de los hit it as en el Asia Menor y
t om aron Pt eria, su capit al. «Mosquios» se refiere quizás a un cult o del t ernero com o el espírit u
sagrado. Las rosaledas de Midas y el relat o de su nacim ient o indican un cult o orgiást ico de
Afrodit a, a la que est aban consagradas las rosas. La fábula del t oque que convert ía t odo en oro
ha sido invent ada para explicar las riquezas de la dinast ía de Mit a y la presencia de oro en el
río Pact ólo, y se ha dicho con frecuencia que las orej as de asno fueron sugeridas por la

439
Arriano: Anábasis de Alejandro ii.3.
440
Justino: xi.7; Pausanias: i.4.5; Eliano: Varia historia iv.17.
441
Ovidio: Metamorfosis xi.146 y ss.; Persio: Sátiras i.121; Estrabón: i.3.21.

193
Los mitos griegos I Robert Graves

represent ación de Midas com o sát iro, con las orej as horriblem ent e alargadas, en la com edia
at eniense.
2. Pero com o los asnos est aban consagrados a su benefact or Dioniso, quien puso un par
de ellos ent re las est rellas (Higinio: Ast ronom ía poét ica ii.23) , es probable que el Midas original
se gloriase de su disfraz de asno. Un par de orej as de asno en la punt a de un cet ro de caña
era una señal de realeza que llevaban t odos los dioses dinást icos egipcios en m em oria de la
época en que Set , de orej as de asno (véase 35.4) , dirigía su pant eón. El poder de Set había
decaído m ucho hast a su rest auración t em poránea por los reyes hicsos de com ienzos del
segundo m ilenio a. de C.; pero com o los hit it as form aban part e de la gran horda de
conquist adores nórdicos encabezados por los hicsos, el Midas de las orej as de asno puede m uy
bien haber reclam ado la soberanía sobre el im perio hit ít a en nom bre de Set . En la época pre-
dinást ica, Set había gobernado durant e la segunda m it ad del año y anualm ent e asesinaba a su
herm ano Osiris, el espírit u de la prim era m it ad, cuyo em blem a era un t oro; eran, en realidad,
los conocidos m ellizos rivales que disput aban perpet uam ent e los favores de su herm ana, la
diosa Luna I sis.
3. Es probable que la ilust ración de la que se deriva la fábula del barbero de Midas
represent ase la m uert e del rey- asno. Su cabello dorado, la sede de su poder regio, est á
t rasquilado, com o el de Sansón ( véase 91.1) ; su cabeza cort ada est á ent errada en un aguj ero
para defender a la ciudad de Ancira de la invasión. La caña es un sím bolo am bivalent e: com o
el «árbol» del duodécim o m es ( véase 52.3) le anuncia oracularm ent e la m uert e inm inent e;
t am bién confiere la dignidad real a su sucesor. A causa del gran poder m ágico de la sangre de
t oro, sólo las sacerdot isas de la Madre Tierra podían bebería sin daño ( véase 51.4 y 155.a) , y
com o era la sangre de Osiris, sería peculiarm ent e venenosa para un rey- asno.
4. El secret o del nudo gordiano parece haber sido religioso, probablem ent e el nom bre
inefable de Dioniso, un m onogram a en form a de nudo hecho en la correa de cuero crudo.
Gordión era la llave para ent rar en Asia ( Asia Menor) , porque su ciudadela dom inaba la única
rut a com ercial pract icable que iba de Troya a Ant ioquía; y la sacerdot isa o el sacerdot e local
com unicarían el secret o al rey de Frigia solam ent e, com o solam ent e al sum o sacerdot e se le
confiaba el nom bre inefable de Jehová en Jerusalén. El brut al cort e del nudo por Alej andro
cuando form ó su ej ércit o en Gordión para la invasión del Asia Menor puso fin a un designio
divino ant iguo al poner el poder de la espada por encim a del m ist erio religioso. Gordias ( de
gruzein, «gruñir» o «refunfuñar») se llam aba así, quizá, por el m urm ullo que se oía en su alt ar
oracular.
5. El m ot ivo por el que la fábula del Cont inent e At lánt ico debía at ribuirse al borracho
Sueno puede adivinarse por t res episodios de que inform a Plut arco ( Vida de Solón 25- 9) . El
prim ero es que Solón viaj ó ext ensam ent e por Asia Menor y Egipt o; el segundo, que creía la
fábula de la At lánt ida ( véase 39.b) y la convirt ió en un poem a épico; el t ercero, que alt ercó
con el aut or dram át ico Tespis, quien, en sus com edias acerca de Dioniso, ponía frases
ridículas, al parecer llenas de alusiones locales, en boca de los sát iros. Solón pregunt ó: «¿No
t e alarm a, Tespis, decir t ant as m ent iras ant e un audit orio t an grande?» Cuando Tespis le
cont est ó: «¿Qué im port ancia t iene si t oda la obra es una brom a?», Solón golpeó violent am ent e
el suelo con su bast ón y replicó: «Si fom ent as brom as de est a clase en nuest ro t eat ro, pront o
se infilt rarán t am bién en nuest ros negocios y cont rat os.» Eliano, quien cit a a Teopom po com o
su aut oridad, parece haber t enido acceso de segunda o t ercera m ano a una com edia de Tespis,
o de su discípulo Prat inas, en la que se ponía en ridículo a Solón por las m ent iras ut ópicas que
cuent a en el poem a épico y en la que se le present aba com o Sueno recorriendo sin t rabas
Egipt o y el Asia Menor ( véase 27.b) . Sueno y Solón no son nom bres disím iles, y así com o
Sueno era precept or de Dioniso, así t am bién Solón era precept or de Pisíst rat o, quien quizá por
consej o suyo, fundó los rit os dionisíacos en At enas ( véase 27.5) .
6. Es posible que Solón recogiera en sus viaj es fragm ent os de la t radición sobre la
At lánt ida que incorporó en su poem a y que se prest aban para la parodia t eat ral, com o la
leyenda gaélica de un país de la Juvent ud sit uado m ás allá del océano y al que Niam h de la
Cabellera de Oro llevó a Oisin y desde donde regresó siglos m ás t arde para hacer una visit a a
I rlanda. Se recordará que Oisin est aba disgust ado con la degeneración de su pueblo en
com paración con el de Niam h y lam ent aba am argam ent e haber vuelt o. El rem olino
innavegable es el fam oso en el que, según suponían los físicos de la ant igüedad, el océano se
viert e en el ext rem o del m undo y desaparece. Parece que Solón t am bién oyó a unos geógrafos
que discut ían la posible exist encia de un cont inent e at lánt ico. Erat óst enes, Mela, Cicerón y
194
Los mitos griegos I Robert Graves

Est rabón especularon sobre él y Séneca predijo su descubrim ient o en el segundo act o de su
Medea, en un pasaj e que, según se dice, causó una im presión profunda al j oven Colón.

84.

CLEOBI S Y BI TÓN

a. Cleobis y Bit ón, dos j óvenes argivos, eran hij os de la sacerdot isa de Hera en Argos.
Cuando llegó el m om ent o de que ella realizase los rit os de la diosa y los bueyes blancos que
debían t irar de su carro sagrado no habían vuelt o t odavía de la dehesa, Cleobis y Bit ón se
uncieron al carro y lo arrast raron al t em plo, que est aba a una dist ancia de casi cinco m illas.
Com placida con su devoción filial, la sacerdot isa rogó a la diosa que les concediera el m ej or
don que podía ot orgar a los m ort ales; y cuando t erm inó de realizar sus rit os, sus hij os fueron
a dorm ir en el t em plo para nunca volver a despert arse442 .
b. Un don análogo se concedió a Agam edes y Trofonio, hij os de Argino. Est os m ellizos
habían const ruido un um bral de piedra sobre cim ient os colocados por Apolo m ism o para su
t em plo de Delfos. Su oráculo les dij o: «Vivid alegrem ent e y ent regaos a t odos los placeres
durant e seis días, y en el sépt im o se os concederá el deseo de vuest ro corazón.» El sépt im o
día los encont raron a los dos m uert os en sus lechos. De aquí el dicho: «Los am ados por los
dioses m ueren j óvenes» 443 .
c. A Trofonio se le concedió post eriorm ent e un oráculo propio en Lebadea, Beocia444 .

1. El m it o de Cleobis y Bit ón se refiere, al parecer, a los sacrificios hum anos que se


ofrecían cuando se dedicaba un nuevo t em plo a la diosa Luna: en Argos elegían a dos
herm anos m ellizos com o sust it ut os de los co- reyes y los uncían a un carro de la luna en lugar
de los t oros blancos, com o en el sacrificio habit ual. Los debían ent errar baj o el um bral del
t em plo para alej ar las influencias host iles ( véase 169.h) ; quizá fuera ést e el m ot ivo de que a
los m ellizos Cast or y Pólux (véase 62.c) se los llam ara a veces Ebá- lidas, lo que puede
significar «hij os del um bral del t em plo» m ás bien que «de la piel de ovej a m ot eada». Los
sacerdot es de Apolo adopt aron evident em ent e est a práct ica en Delfos, aunque negaban a la
diosa Luna, a la que se debía haber hecho el sacrificio, t odo lugar en el t em plo.
2. El sépt im o día, que est aba consagrado al t it án Crono ( y al Jehová croniano en
Jerusalén) t enía com o función planet aria el descanso; pero «descanso» significaba la m uert e
en honor de la diosa, y de aquí el oráculo de héroe que se concedió a Trofonio ( véase 51.i) .

442
Herodoto: 1.31; Pausanias: ii.20.2.
443
Píndaro, citado por Plutarco: Consolación a Apolonio 14; Himno homérico a Apolo 294-99;
Menandro: Fragmentos de la comedia griega iv.105, ed. Meinecke.
444
Herodoto: i.46; Eurípides: Ion 300.

195
Los mitos griegos I Robert Graves

85.

NARCI SO

a. Narciso era t espio, hij o de la ninfa azul Liríope, a la que el dios fluvial Cefiso había
rodeado en una ocasión con las vuelt as de su corrient e y luego violado. El adivino Tiresias le
dij o a Liríope, la prim era persona que consult ó con él: «Narciso vivirá hast a ser m uy viej o con
t al que nunca se conozca a sí m ism o.» Cualquiera podía excusablem ent e haberse enam orado
de Narciso, incluso cuando era niño, y cuando llegó a los dieciséis años de edad su cam ino
est aba cubiert o de num erosos am ant es de am bos sexos cruelm ent e rechazados, pues se
sent ía t ercam ent e orgulloso de su propia belleza.
b. Ent re esos am ant es se hallaba la ninfa Eco, quien ya no podía ut ilizar su voz sino para
repet ir t ont am ent e los grit os aj enos, lo que const it uía un cast igo por haber ent r et enido a Hera
con largos relat os m ient ras las concubinas de Zeus, las ninfas de la m ont aña, eludían su
m irada celosa y hacían su escapat oria. Un día en que Narciso salió para cazar ciervos, Eco le
siguió a hurt adillas a t ravés del bosque sin senderos con el deseo de hablarle, pero incapaz de
ser la prim era en hablar. Por fin Narciso, viendo que se había separado de sus com pañeros,
grit ó:
—¿Est á alguien por aquí?
—¡Aquí! —repit ió Eco, lo que sorprendió a Narciso, pues nadie est aba a la vist a.
—¡Ven!
—¡Ven!
—¿Por qué m e eludes?
—¿Por qué m e eludes?
—¡Unám onos aquí!
— ¡Unám onos aquí! —repit ió Eco, y corrió alegrem ent e del lugar donde est aba ocult a a
abrazar a Narciso. Pero él sacudió la cabeza rudam ent e y se apart ó:
—¡Moriré ant es de que puedas yacer conm igo! —grit ó.
—Yace conm igo —suplicó Eco.
Pero Narciso se había ido, y ella pasó el rest o de su vida en cañadas solit arias,
consum iéndose de am or y m ort ificación, hast a que sólo quedó su voz445 .
c. Un día Narciso envió una espada a Am inias, uno de sus pret endient es m ás insist ent es,
y cuyo nom bre lleva el río Am inias, t ribut ario del río Helisón, que desem boca en el Alfeo.
Am inias se m at ó en el um bral de Narciso pidiendo a los dioses que vengaran su m uert e.
d. Árt em is oyó la súplica e hizo que Narciso se enam orase, pero sin que pudiera
consum ar su am or. En Donacón, Tespia, llegó a un arroyo, claro com o si fuera de plat a y que
nunca alt eraban el ganado, las aves, las fieras, ni siquiera las ram as que caían de los árboles
que le daban som bra, y cuando se t endió, exhaust o, en su orilla herbosa para aliviar su sed,
se enam oró de su propio reflej o. Al principio t rat ó de abrazar y besar al bello m uchacho que
veía ant e él, pero pront o se reconoció a sí m ism o y perm aneció em belesado cont em plándose
en el agua una hora t ras ot ra. ¿Cóm o podía soport ar el hecho de poseer y no poseer al m ism o
t iem po? La aflicción le dest ruía, pero se regocijaba en su t orm ent o, pues por lo m enos sabía
que su ot ro yo le sería siem pre fiel pasara lo que pasase.
e. Eco, aunque no había perdonado a Narciso, le acom pañaba en su aflicción, y repit ió
com pasivam ent e sus «¡Ay! ¡Ay! » m ient ras se hundía la daga en el pecho, y t am bién el final
«¡Adiós, j oven, am ado inút ilm ent e! » cuando expiró. Su sangre em papó la t ierra y de ella nació
la blanca flor del narciso con su corolario roj o, de la que se dest ila ahora en Queronea un

445
Ovidio: Metamorfosis iii.341-401.

196
Los mitos griegos I Robert Graves

ungüent o balsám ico. Ést e es recom endado para las afecciones de los oídos ( aunque puede
producir dolores de cabeza) , com o un vulnerario y para curar la congelación 446 .

1. El «narciso» ut ilizado en la ant igua corona de Dem ét er y Perséfone (Sófocles: Edipo en


Colona 682- 4) , llam ado t am bién leirion, era la flor de lis o iris azul de t res pét alos consagrada
a la diosa t riple y que se llevaba com o guirnalda cuando se aplacaba a las Tres Solem nes
( véase 115.c) o Erinias. Florece a fines del ot oño, poco ant es que el «narciso del poet a», que
es quizá por lo que se ha descrit o a Liríope com o m adre de Narciso. Est e cuent o m oral
fant ást ico —que explica incident alm ent e las propiedades m edicinales del aceit e de narciso,
narcót ico m uy conocido, com o im plica la prim era sílaba de «Narciso»— puede haberse
deducido de una ilust ración que represent aba al desesperado Alcm eón ( véase 107.e) , u
Orest es ( véase 114.a) t endido, coronado con lirios, j unt o a un est anque en el que ha t rat ado
inút ilm ent e de purificarse después de asesinar a su m adre; pues las Erinias se han negado a
ser aplacadas. En esa ilust ración Eco represent aría el ánim a burlona de su m adre, y Am enio a
su padre asesinado.
2. Pero issus, com o int hus, es una t erm inación cret ense, y t ant o Narciso com o Jacint o
parecen haber sido nom bres del héroe de la floración prim averal cret ense cuya m uert e
lam ent a la diosa en el anillo de oro encont rado en la acrópolis m icénica; en ot ras part es se le
llam a Ant eo ( véase 159.4) , sobrenom bre de Dioniso. Adem ás, el lirio era el em blem a real del
rey de Cnosos. En un relieve pint ado que se encont ró ent re las ruinas del palacio aparece
cam inando, con el cet ro en la m ano, por una pradera de lirios, y lleva una corona y un collar
de flores de lis.

86.

FÍ LI DE Y CARI A

a. Fílide, princesa de Tracia, est aba enam orada de Acam ant e, hij o de Teseo que había
ido a com bat ir en Troya. Cuando cayó Troya y volvió la flot a at eniense, Fílide hizo frecuent es
visit as a la cost a con la esperanza de ver su barco, pero ést e se dem oró a causa de una vía de
agua y ella m urió de pesar después de su novena visit a inút il en un lugar llam ado Eneodos.
At enea la m et a-m orfoseó en un alm edro y cuando llegó Acam ant e al siguient e día sólo pudo
abrazar su cort eza áspera. En respuest a a sus caricias, las ram as del árbol dieron flores en vez
de hoj as, lo que ha sido una peculiaridad de los alm endros desde ent onces. Todos los años los
at enienses danzan en honor de ella y de él 447 .
b. Y Caria, hij a de un rey de Laconia, era am ada por Dioniso, pero m urió repent inam ent e
en Caria y él la m et am orfoseó en un nogal. Árt em is llevó la not icia a los laconios, quienes
inm ediat am ent e erigieron un t em plo a Árt em is Cariat is, de la que reciben su nom bre las
Cariát ides, est at uas fem eninas em pleadas com o colum nas. Tam bién en Caria las laconias
danzan anualm ent e en honor de la diosa, habiendo sido inst ruidas por los Dioscuros448 .

446
Pausanias: viii.29.4 y ix.31.6; Ovidio: Metamorfosis 402-510; Conon: Narraciones 24; Plinio:
Historia natural xxi.75.
447
Luciano: Sobre la danza 40; Higinio: Fábula 59; Servio sobre las Églogas de Virgilio v.10;
Primer Mitógrafo Vaticano 159.
448
Pausanias: iii.10.8 y iv.16.5; Servio sobre las Églogas de Virgilio viii .29.

197
Los mitos griegos I Robert Graves

1. Est os dos m it os t ienen por finalidad explicar el em pleo de la alm endra o la nuez en las
fiest as en honor de Car, o Caria ( véase 57.2) , conocida t am bién com o Met is ( véase l.d y 9.d) ,
la Tit ánide de la Sabiduría; y al parecer han sido deducidos de una ilust ración que
represent aba a un j oven poet a adorando a un nogal en presencia de la diosa, m ient ras nueve
m uchachas bailaban una danza en círculo. Eneodos, que aparece t am bién en la leyenda de la
Tracia Fílide que enloqueció a Dem ofont e ( véase 169.i) , significa «nueve viaj es», y los bardos
irlandeses relacionaban el núm ero nueve con las nueces y las nueces con la inspiración
poét ica; y en su alfabet o de árboles ( véase 52.3) la let ra coll ( «C») significaba «avellano» y
expresaba t am bién el núm ero nueve. Según el Dinnschenchas irlandés, la fuent e de la
inspiración en el río Boy -ne est aba a la som bra de los nueve avellanos del art e poét ica y
habit ada por peces m ot eados que cant aban. Ot ro Carias ( «nogales») de Arcadia se hallaba
j unt o a un arroyo que, según Pausanias. cont enía la m ism a clase peculiar de peces ( Pausanias:
viii.14.1-3 y 21.1; At eneo: viii. pág. 331) .
2. La diosa Car, que dio su nom bre a Caria, se convirt ió en la diosa adivinadora it aliana
Carm ent a ( «Car la Sabia»; véase 52.5, 82.6, 95.5 y 132.o) y las Cariát ides son sus ninfas-
nueces, com o las Melíades son ninfas- fresno, las Mélidas, ninfas-m anzana y las Dríades,
ninfas- encina. Plinio ha conservado la t radición de que Car invent ó el augurio (Hist oria nat ural
viii.57) . Fílide ( «frondosa») puede ser una m odest a versión griega de la Gran Diosa Belili de
Palest ina y la Mesopot am ia; en el m it o de Dem ofont e est á asociada con Rea ( véase 169.j ) .

87.

ARI ÓN

a. Arión de Lesbos, hij o de Posidón y de la ninfa Onee, era un m aest ro de la lira e


invent ó el dit iram bo en honor de Dioniso. Un día su pat rón Periandro, t irano de Corint o, le dio
a regañadient es perm iso para visit ar Ténaro en Sicilia, donde le habían invit ado a com pet ir en
un fest ival m usical. Arión ganó el prem io y sus adm iradores le hicieron t ant os regalos valiosos
que excit aron la codicia de los m arineros cont rat ados para llevarlo de vuelt a a Corint o.
—Sint iéndolo m ucho, Arión, t endrás que m orir —le dij o el capit án del barco.
—¿Qué delit o he com et ido? —pregunt ó Arión.
—Eres dem asiado rico —replicó el capit án.
—Perdónam e la vida y t e daré t odos m is prem ios —suplicó Arión.
—Te ret ract arías de t u prom esa al llegar a Corint o —dij o el capit án— y lo m ism o haría yo
en t u lugar. Un regalo forzado no es un regalo.
—Muy bien —declaró Arión resignadam ent e—. Pero t e ruego que m e perm it as cant ar una
últ im a canción.
El capit án le dio su perm iso y Arión, vest ido con su m ej or t única, subió a la proa, donde
invocó a los dioses con m elodías apasionadas, y luego se arroj ó al m ar. El barco siguió
navegando.
b. Pero su canción había at raído a un cardum en de delfines am ant es de la m úsica, uno
de los cuales t om ó a Arión en su lom o, y esa noche adelant ó al barco y llegó al puert o de
Corint o varios días ant es de que anclase allí. Periandro se alegró m uchísim o al ent erarse de
aquella salvación m ilagrosa, y el delfín, renuent e a separarse de Arión, insist ió en acom pañarle
a la cort e, donde no t ardó en m orir a consecuencia de una vida de luj o. Arión le hizo un funeral
m agnífico.
Cuando am arró el barco, Periandro hizo llam ar al capit án y la t ripulación y les pidió con
una ansiedad fingida not icias de Arión.
—Le ha dem orado en Ténaro —respondió el capit án— la pródiga hospit alidad de los
habit ant es.
198
Los mitos griegos I Robert Graves

Periandro les hizo j urar a t odos en la t um ba del delfín que lo que decían era la verdad y
luego, de pront o, les enfrent ó con Arión. Com o no pudieron negar su culpabilidad, fueron
ej ecut ados allí m ism o. Apolo puso post eriorm ent e las im ágenes de Arión y su lira ent re las
est rellas449 .
c. No fue Arión el prim er hom bre salvado por un delfín. Ot ro delfín salvó a Énalo cuando
se arroj ó al m ar para unirse a su am ada Finéis, quien, de acuerdo con un oráculo, había sido
elegida echando suert es y arroj ada al m ar para aplacar a Afrodit a —pues ést a era la
expedición que los hij os de Pent ilo conducían a Les- bos para colonizar por prim era vez la isla—
y la hem bra del delfín salvó a Finéis. Un t ercer delfín salvó a Falant o de que se ahogara en el
m ar Criseno en su viaj e a I t alia. I gualm ent e I cadio, el herm ano cret ense de Yápige, cuando
naufragó en un viaj e a I t alia, fue guiado por un delfín a Delfos y dio su nom bre a ese lugar,
pues el delfín era Apolo t ransform ado450 .

1. Tant o Arión com o Periandro son personaj es hist óricos del siglo vil a. de C. y sobrevive
un fragm ent o del Him no a Posidón de Arión. La fábula se basa quizás en part e en una t radición
según la cual las canciones de Arión at raj eron a un cardum en de delfines, disuadiendo así a
algunos m arineros de que lo m at aran para quedarse con su dinero —los delfines y las focas
son not oriam ent e sensibles a la m úsica—, y en part e en una int erpret ación errónea de una
est at ua que represent aba al dios Palem ón, con la lira en la m ano, llegando a Corint o
cabalgando en un delfín (véase 70.5) . Se da colorido m ít ico a la fábula haciendo a Arión hij o
de Posidón, com o lo era su t ocayo, el caballo salvaj e Arión ( véase 16.f) , y dando su nom bre a
la const elación Lira. Pausanias, escrit or j uicioso y verídico, pone en duda la versión com ún de
Herodot o sobre Arión, pero dice que él había vist o con sus propios oj os en Poroselene un delfín
que había sido m alt rat ado por pescadores y cuyas heridas había curado un niño, acudir al
llam am ient o de ést e y perm it irle agradecido que m ont ase en su lom o ( iii.25.5) . Est o indica que
el advenim ient o rit ual del Niño Año Nuevo era represent ado dram át icam ent e en Corint o con la
ayuda de un delfín dom est icado adiest rado por los sacerdot es del Sol.
2. El m it o de Énalo y Finéis ha sido deducido probablem ent e de una im agen en la que
aparecían Anfit rit e y Trit ón cabalgando en delfines. Plut arco asocia t am bién a Énalo con un
cult o del pulpo, y su nom bre recuerda el de Edipo, el Niño Año Nuevo corint io (véase 105.1) ,
cuyo equivalent e sería en Mit ílene, com o lo era Falant o en I t alia. Tarant e, hipo de Posidón y de
Sat iria ( «de los sát iros») , hij a de Minos, era el Niño Año Nuevo cabalgando en un delfín de
Tarent o, ciudad que fundó según se dice y en la que t enía un alt ar de héroe ( Pausanias: x.10.4
y 13.5; Est rabón: vi.3.2); Falant o, el fundador de la Tarent o doria en 708 a. de C., t om ó el
cult o del delfín de los sicilianos cret anizados que encont ró allí.
3. El nom bre de I cadio, que significa «vigésim o», se relaciona quizá con la fecha del m es
en que se celebraba su venida.

449
Herodoto: i.24; Escoliasta sobre Odas olímpicas de Píndaro xiii.25; Higinio: Fábula 194;
Pausanias: iii.25.5.
450
Plutarco: Banquete de los siete sabios 20; Pausanias: x.13.5; Servio sobre la Eneida de Virgi-
lio iii.332.

199
Los mitos griegos I Robert Graves

CICLO DE
MINOS Y
TESEO

200
Los mitos griegos I Robert Graves

88.

MI NOS Y SUS HERMANOS

a. Cuando Zeus abandonó a Europa, después de haber engendrado con ella a Minos,
Radam ant is y Sarpedón en Cret a, ella se casó con Ast erio, el rey reinant e, cuyo Téct am o, hij o
de Doro, había llevado una colonia m ixt a de eolios y pelasgos a la isla y allí se casó con una
hij a del eolio Cret eo 451 .
b. Corno est e m at rim onio no t uvo hij os, Ast erio adopt ó a Minos, Radam ant is y Sarpedón
y los nom bró sus herederos. Pero cuando los herm anos llegaron a la edad viril se pelearon por
el am or de un herm oso m uchacho llam ado Milet o, hij o de Apolo y la ninfa Aria, a la qué
algunos llam an Deyone y ot ros Teia452 . Habiendo decidido Milet o que quien m ás le gust aba era
Sarpedón, Minos lo echó de Cret a y navegó con una gran flot a a Caria en el Asia Menor, donde
fundó la ciudad y el reino de Milet o. Durant e las dos generaciones ant eriores est a región,
llam ada ent onces Anact oria, había sido gobernada por el gigant e Anact e, hij o de Urano y de la
Madre Tierra, y por su igualm ent e gigant esco hij o Ast erio. El esquelet o de Ast erio, a quien
m at ó Milet o y luego ent erró en un islot e sit uado frent e a Lade, ha sido desent errado
recient em ent e; t iene por lo m enos diez codos de longit ud. Pero algunos dicen que Minos
sospechaba que Milet o conspiraba para derrocarle y apoderarse del reino; pero que t em ía a
Apolo y que por lo t ant o se abst uvo, de hacer ot ra cosa que am onest ar a Milet o, quien huyó a
Caria por su propia iniciat iva453 Ot ros dicen que el m uchacho que ocasionó la pendencia no fue
Milet o, sino un t al At im no, hij o de Zeus y Casiopea, o de Fénix 454 .
c. Cuando m urió Ast erio, Minos reclam ó el t rono de Cret a y, com o prueba de su derecho
a reinar, se j act ó de que los dioses responderían a cualquier ruego que les hiciera.
Prim eram ent e dedicó un alt ar a Posidón, hizo t odos los preparat ivos para un sacrificio y luego
rogó que saliese del m ar un t oro. I nm ediat am ent e un t oro de un blanco deslum brant e llegó
nadando a la cost a, pero Minos quedó t an im presionado por su belleza que lo envió con sus
ganados y sacrificó a ot ro en su lugar. El derecho de Minos al t rono fue acept ado por t odos los
cret enses except o Sarpedón, quien t odavía afligido por la pérdida de Milet o, declaró que el
propósit o de Ast erio había sido dividir el reino por part es iguales ent re sus t res herederos; y,
en verdad, Minos m ism o había dividido ya la isla en t res zonas, eligiendo una capit al para cada
una455 .
d. Dest errado de Cret a por Minos, Sarpedón huyó a Cilicia en Asia Menor, donde se alió
con Cílix cont ra los m ilios, a los que venció y se convirt ió en su rey. Zeus le concedió el
privilegio de vivir durant e t res generaciones y cuando por fin m urió, el reino m ilio recibió el
nom bre de Licia, por su sucesor Lico, que se había refugiado allí cuando fue dest errado de
At enas por Egeo 456 .

451
Diodoro Sículo: iv.60 y v.80.
452
Diodoro Sículo: iv.60; Apolodoro: iii.1.2; Ovidio: Metamorfosis ix.442; Antoninus Liberalis:
Transformaciones 30.
453
Pausanias: vii.2.3 y 1.35-5; Ovidio: Metamorfosis ix.436 y ss.
454
Apolodoro: loc. cit.; Escoliasta sobre Apolonio de Rodas: ii.178.
455
Estrabón: x.4.8.
456
Apolodoro: loc. cit.; Herodoto: i.173.

201
Los mitos griegos I Robert Graves

e. Ent ret ant o, Minos se había casado con Pasífae, hij a de Helio y la ninfa Cret a, llam ada
t am bién Perseis. Pero Posidón, para vengarse de la afrent a que le había hecho Minos, hizo que
Pasífae se enam orase del t oro blanco que se había librado del sacrificio. Confió su pasión no
nat ural a Dédalo, el fam oso art ífice at eniense que vivía dest errado en Cnosos deleit ando a
Minos y su fam ilia con las m uñecas de m adera anim adas que t allaba para ellos. Dédalo
prom et ió ayudarla y const ruyó una vaca de m adera hueca que cubrió con un cuero de vaca, le
puso ruedas ocult as en sus pezuñas y la llevó a la pradera de las cercanías de Cort ina donde el
t oro de Posidón pacía baj o las encinas ent re las vacas de Minos. Luego, después de enseñar a
Pasífae cóm o se abrían, las puert as corredizas sit uadas en la part e t rasera de la vaca, y a
ent rar en ella con las piernas m et idas en los cuart os t raseros, se ret iró discret am ent e. El t oro
blanco no t ardó en acercarse y m ont ar a la vaca, de m odo que Pasífae vio sat isfecho su deseo
y a su t iem po dio a luz al Minot auro, m onst ruo con cabeza de t oro y cuerpo hum ano457 .
f. Pero algunos dicen que Minos, quien sacrificaba anualm ent e a Posidón el m ej or t oro
que poseía, dej ó de hacerlo un año y sacrificó en cam bio el que le seguía en excelencia, y de
ahí la ira de Posidón; ot ros dicen que fue a Zeus a quien ofendió; y ot ros m ás que Pasífae
había dej ado durant e varios años de propiciar a Afrodit a, quien la cast igó haciéndole sent ir esa
lujuria m onst ruosa. Más t arde el t oro se hizo salvaj e y devast ó a t oda Cret a, hast a que
Heracles lo capt uró y llevó a Grecia, donde finalm ent e lo m at ó Teseo458 .
g. Minos consult ó a un oráculo para saber cóm o podía evit ar m ej or el escándalo y ocult ar
la deshonra de Pasífae. La respuest a fue: «Ordena a Dédalo que t e const ruya un ret iro en
Cnosos.» Dédalo lo hizo y Minos pasó el rest o de su vida en el recint o int rincado llam ado el
Laberint o, en el cent ro del cual ocult ó a Pasífae y el Minot auro459 .
h. Radam ant is, m ás sensat o que Sarpedón, se quedó en Cret a; vivió en paz con Minos y
fue recom pensado con la t ercera part e de los dom inios de Ast erio. Fam oso com o legislador
j ust o y rect o, inexorable en su cast igo de los m alhechores, legisló t ant o para los cret enses
com o para los isleños del Asia Menor, m uchos de los cuales adopt aron volunt ariam ent e su
código j udicial. Cada nueve años hacía una visit a a la cueva de Zeus y llevaba de vuelt a una
nueva serie de leyes, cost um bre que siguió luego su herm ano Minos460 . Pero algunos niegan
que Radam ant is fuera herm ano de Minos y le llam an hij o de Hefest o, así com o ot ros niegan
que Minos fuera hij o de Zeus y dicen que lo era de Licast o y la ninfa del I da. Legó unas t ierras
en Cret a a su hij o Gort is, cuyo nom bre lleva la ciudad cret ense de Cort ina, aunque los t egeos
insist en en que Gort is era arcadio e hij o de Tegeat es461 . Radam ant is legó t am bién unas t ierras
en el Asia Menor a su hij o Érit ro, y la isla de Quíos a Enopión, el hij o de Ariadna, el prim ero a
quien Dioniso enseño a hacer vino; y Lem m os a Toant e, ot ro hij o de Ariadna; y Cournos a
Éniues, y Peparet os a Est áfilo, y Maronea a Euant es, y Paros a Alceo, y Délos a Anio, y Andros
a Andró 462 .
i. Radam ant is huyó post eriorm ent e a Beocia porque había m at ado a un parient e, y vivió
dest errado en Ocálea, donde se casó con Alcm ena, m adre de Heracles, después de la m uert e
de Anfit rión. Su t um ba, y la de Alcm ena, est án en Haliart o, cerca de una plant ación de cañas
duras llevadas de Cret a y con las que se hacen j abalinas y flaut as. Pero algunos dicen que

457
Diodoro Sículo: loc. cit.; Pausanias: vii.4.5; Virgilio: Églogas vi.5 y ss.; Apolodoro: loc. cit. y
iii.1.3-4.
458
Diodoro Sículo: iv.77.2 y 14.4; Primer Mitógrafo Vaticano: 47; Higinio: Fábula 40 (pero el
texto está adulterado).
459
Ovidio: Metamorfosis viii.155 y ss.; Apolodoro: iii.1.4.
460
Diodoro Sículo: iv.60 y v.79; Apolodoro: iii.1.2; Estrabón: loc. cit.
461
Cineton, citado por Pausanias: viii.53.2; Diodoro Sículo: iv.60; Pausanias: viii.53.2.
462
Escoliasta sobre Apolonio de Rodas: iii.997; Diodoro Sículo: v.79.1-2.

202
Los mitos griegos I Robert Graves

Alcm ena se casó con Radam ant is en los Cam pos Elíseos después de su m uert e463 . Pues Zeus
había nom brado a Radam ant is uno de los t res Jueces de los Muert os; sus colegas eran Minos y
Éaco, y residía en los Cam pos Elíseos464 .

1. La clasificación de Sir Art hur Evans de los períodos sucesivos de la cult ura cret ense
pre- clásica com o m inoica I , I I y I I I , indica que al gobernant e de Cret a se le llam aba ya Minos a
com ienzos del t ercer m ilenio a. de C.; pero est o induce a error. Minos parece haber sido el
t ít ulo regio de una dinast ía helena que gobernó Cret a a com ienzos del segundo m ilenio y cada
uno de cuyos reyes se casaba rit ualm ent e con la sacerdot isa de la Luna de Cnosos y t om aba
de ella su t ít ulo de «ser lunar». Se hace anacrónicam ent e a Minos sucesor de Ast erio, el niet o
de Doro, pues los dorios no invadieron Cret a hast a el final del segundo m ilenio. Es m ás
probable que los eolios y pelasgos ( quizás incluyendo a los «j onios del Át ica») llevados allá por
Tect am o ( «art ífice») —nom bre que lo ident ifica con Dédalo y con Hefest o, el supuest o padre
de Radam ant is— fueran los com pañeros originales de Minos; y que Ast erio ( «est rellado») sea
una m asculinización de Ast eria, la diosa com o Reina del Cielo y creadora de las pot encias
planet arias ( véase l.d) . Cret a es una palabra griega, una form a de crat eia, «diosa fuert e o
gobernant e»; y de aquí Cret eo y Cret heo. Las recient es invest igaciones de los señores M.
Vent ris y J. Chadwick sobre la hast a ahora indescifrada Escrit ura Lineal B, ej em plos de la cual
se han encont rado en Pilos, Tebas y Micenas, así com o ent re las ruinas del palacio de Cnosos
saqueado en 1400 a. de C., dem uest ran que el idiom a oficial de Cnosos a m ediados del
segundo m ilenio era una form a prim it iva del griego eolio. La escrit ura parece haber sido
invent ada originalm ent e para ut ilizarla con un idiom a no ario y adapt ada al griego con alguna
dificult ad. ( Todavía no se ha probado si las inscripciones en la Escrit ura Lineal A est án escrit as
en griego o cret ense.) Gran núm ero de nom bres de la m it ología griega aparecen en las
t ablillas cret enses y del cont inent e, ent re ellos los siguient es: Aquiles, I dom eneo, Teseo,
Cret eo, Nést or, Enalt es, Jut o, Ayax, Glauco y Éolo; lo que indica que m uchos de est os m it os se
rem ont an a una época ant erior a la caída de Troya.
2. Com o Milet o es un nom bre m asculino, al conocido m it o de los dos herm anos que se
disput an los favores de una m uj er se le dio un aspect o hom osexual. La verdad parece ser que
durant e un período de desorden que siguió al saqueo de Cnosos por los aqueos alrededor de
1400 a. de C. num erosos arist ócrat as cret enses de habla griega y ascendencia eolio- pelasga o
j onia, para quienes la diosa Luna era la deidad suprem a, em igraron con sus subalt ernos
nat ivos al Asia Menor, sobre t odo a Caria, Licia y Lidia; pues, sin t ener en cuent a la t radición
de la dinast ía de Sarpedón en Licia, Herodot o const at a que los licios de su época t odavía se
regían por la sucesión m at rilineal (Herodot o: i.173; Est rabón: xii. 8.5) , com o los carios ( véase
75.5) . Milet os puede ser una palabra cret ense nat iva, o una t ranslit eración de m ilt eios, «el
color de ocre roj o o de m inio»; y por t ant o un sinónim o de Érit ro, o Fénix, que significan
«roj o». Los cret enses t enían la t ez m ás roj a que los helenos, y los licios y carios eran en part e
de raza cret ense, lo m ism o que los puresat i ( filist eos) , cuyo nom bre significa t am bién
«hom bres roj os» (véase 38.3) .
3. Los gobernant es gigant es de Anact oria recuerdan a los anaceos del Génesis ( Josué
xiv.12) , gigant es expulsados por Caleb del alt ar oracular que en ot ro t iem po había pert enecido
a Efrón, el hij o de Het h ( ¿Tet is?) . Efrón dio su nom bre a Hebrón ( Génesis xxiii.16) y se le
puede ident ificar con Foroneo. Esos anaceos parecen haber llegado de Grecia com o m iem bros
de la confederación de pueblos del m ar que causó a los egipcios t ant os t rast ornos en el siglo
XI V a. de C. el cem ent erio de Ast erio, el hij o de Anact e, t enía probablem ent e ese nom bre en
honor de la diosa Lat , Let o o Lat ona ( véase 14.2) , y el hecho de que est e Ast erio t enga el
m ism o nom bre que el padre de Minos indica que los m ilesios lo llevaron consigo desde la
cret ense Milet o ( véase 25.6) . Según una t radición razonable que aparece en el Libro de las

463
Tzetzes: Sobre Licofrón 50; Apolodoro: ii.4.11; Plutarco: Lisandro 28; Estrabón: ix.11.30;
Ferécides, citado por Antoninus Liberalis: Transformaciones 33.
464
Diodoro Sículo: v.79; Homero: Odisea iv.564.

203
Los mitos griegos I Robert Graves

invasiones irlandés, los m ilesios irlandeses de origen cret ense huyeron a Siria pasando por
Asia Menor, y desde allí navegaron hacia el oest e en el siglo XI I I a. de C. hast a Get ulia en el
nort e de África, y por fin llegaron a I rlanda pasando por Brigant ium ( Com post ela, en el
noroest e en España) .
4. La pret ensión de Milet o de que era hij o de Apolo indica que a los reyes m ilesios se les
daban at ribut os solares, com o a los de Corint o (véase 67.2) .
5. El t riunfo de Minos, hij o de Zeus, sobre sus herm anos se refiere al dom inio final de
Cret a por los dorios, pero fue a Posidón a quien Minos sacrificó el t oro, lo que t am bién indica
que los ant eriores poseedores del t ít ulo de «Minos» eran eolios. Cret a había sido durant e siglos
un país m uy rico y, a fines del siglo VI I I a. de C. era com part ida por los aqueos, dorios,
pelasgos y cidonios ( eolios) , y, en el lej ano oest e de la isla, por «verdaderos cret enses»
( Odisea xix.171-5) . Diodoro Sículo t rat a de dist inguir a Minos hij o de Zeus de su niet o, Minos
hij o de Licast o, pero dos o t res dinast ías de Minos pueden haber reinado sucesivam ent e en
Cnosos.
6. El nom bre de Sarpedón ( «regocij ándose en un arca de m adera») indica que llevó
consigo a Licia ( véase 162.n) el rit ual del héroe Sol, el cual, en el Año Nuevo, hace su
reaparición anual com o un niño que flot a en un arca, lo m ism o que Moisés, Perseo ( véase
73.c) , Anio ( véase 160.t ) y ot ros. Una relación cret ense con el m it o de Perseo la proporciona
Perséis, la m adre de Pasífae. La concesión de Zeus a Sarpedón de que viviría durant e t res
generaciones significa, quizá, que en vez de los ocho años habit uales —un Gran Año— que era
el período del reinado de Minos, se le perm it ió conservar el t rono hast a el año decim onono,
cuando se daba una m ayor sincronización del t iem po solar y el lunar que al final de los ocho; y
así ent ró en el t ercer Gran Año (véase 67.2) .
7. Com o «Pasífae», según Pausanias (iii.26.1) , es un t ít ulo de la Luna, e «I t ona» su ot ro
nom bre, un t ít ulo de At enea com o hacedora de lluvia ( Pausanias: ix.34.1) , el m it o de Pasífae y
el t oro indica un casam ient o rit ual baj o una encina ent re la sacerdot isa de la Luna, que llevaba
cuernos de vaca, y el rey Minos, que llevaba una m áscara de t oro (véase 76.1) . Según
Hesiquio ( sub Cart en) , «Gort is» es el equivalent e de Cart en, la palabra cret ense que significa
vaca; y el casam ient o parece haber sido ent endido com o realizado ent re el Sol y la Luna,
puest o que había un rebaño de vacas consagrado al Sol en Cort ina ( Servio sobre las Églogas
de Virgilio vi.60) . La ret irada discret a de Dédalo de la pradera indica que el act o no se
consum aba públicam ent e al est ilo pict o o m esino. A m uchos griegos post eriores les disgust aba
el m it o de Pasífae y preferían creer que había t enido un am orío no con un t oro, sino con un
hom bre llam ado Tauro ( Plut arco: Teseo 19; Palepat o: Sobre fábulas increíbles ii) . Los t oros
blancos, que est aban consagrados peculiarm ent e a la Luna ( véase 84.1) , figuraban en el
sacrificio anual que se realizaba en el m ont e Albano de Rom a, en el cult o de Dioniso Tracio, en
el rit ual del m uérdago y la encina de los Druidas galos ( véase 50.1) y, según el Libro de la
Vaca Parda, en los rit os adivinat orios que precedían a una ant igua coronación irlandesa.
8, El palacio de Minos en Cnosos era un conj unt o int rincado de habit aciones, ant esalas,
vest íbulos y corredores en el que un visit ant e del cam po podía perderse fácilm ent e. Sir Art hur
Evans sugiere que ést e era el Laberint o, llam ado así por la labrys o hacha de cabeza doble,
em blem a fam iliar de la soberanía cret ense en form a de una luna crecient e y una luna
m enguant e unidas de espaldas y que sim bolizaba t ant o el poder creador com o el poder
dest ruct or de la diosa. Pero el laberint o de Cnosos t enía una exist encia separada del palacio;
era un verdadero laberint o, com o el de Ham pt on Court , y parece que est aba dibuj ado en
m osaico sobre un pavim ent o com o un pat rón de baile rit ual, pat rón que se da t am bién en
lugares t an separados com o Gales y el nordest e de Rusia, para ut ilizarlo en la danza
laberínt ica de la Pascua de Resurrección. Est a danza se bailaba en I t alia ( Plinio: Hist oria
nat ural xxxvi.85) y en Troya ( Escoliast a sobre Andróm aca de Eurípides 1139) , y parece haber
sido int roducida en Brit ania hacia fines del t ercer m ilenio a. de C. por inm igrant es neolít icos
provenient es del África del nort e. Hom ero describe el laberint o de Cnosos (I líada xviii.592) así.
Dédalo ideó en Cnosos un suelo para que danzase la rubia Ariadna y Lucit ano se refiere a
danzas populares cret enses relacionadas con Ariadna y el Laberint o. ( Sobre la danza 49) .
9. El cult o de Radam ant is puede haber sido llevado de Beocia a Cret a y no al cont rario.
Haliart o, donde t enía un alt ar de héroe, est aba consagrada, al parecer, a la «Diosa Blanca del
Pan», o sea Dem ét er; pues Halia, «del m ar», era un t ít ulo de la Luna com o Leucot ea, «la
Diosa Blanca» ( Diodoro Sículo: v.55) , y art os significa «pan». Alcm ena ( «fuert e en la ira») es

204
Los mitos griegos I Robert Graves

ot ro t ít ulo de la Luna. Aunque se ha dicho que es una palabra cret ense, Radam ant o puede
significar Rhabdom ant is, «adivinando con una varilla», nom bre t om ado del cañaveral de
Haliart o, donde su espírit u agit aba las punt as de las cañas oracularm ent e ( véase 83.3) . Si es
así, la t radición de que legisló para t oda Cret a y las islas del Asia Menor significaría que se
consult aba a un oráculo de Cret a al com ienzo de cada nuevo reinado, y que sus
pronunciam ient os t enían aut oridad en t odas part es en que se acept aban los pesos, las
m edidas y las cost um bres com erciales de Cret a. Se le llam a hij o de Zeus, m ás bien que de
Hefest o, sin duda porque los oráculos radam ant inos provenían de la Cueva Dict ea, consagrada
a Zeus (véase 7.b) .
10. En Pet sofa, Cret a, se ha descubiert o un depósit o de cabezas y m iem bros hum anos
hechos con arcilla, cada uno de ellos con un aguj ero por el que podía pasar una cuerda. Si se
los fij aba a t roncos de m adera, pueden haber form ado part e de las m uñecas art iculadas de
Dédalo y haber represent ado a la diosa de la Fert ilidad. Quizá las colgaban de un árbol frut al,
con los m iem bros m oviéndose al im pulso del vient o, para conseguir buenas cosechas. Una
m uñeca así se ve colgando de un árbol frut al en el fam oso anillo de oro del Tesoro de la
acrópolis de Micenas. El cult o del árbol es el t em a de varias obras de art e m inoicas, y se dice
que Ariadna, la diosa cret ense, se ahorcó de un árbol ( Disput a de Hornero y Hesíodo 14) ,
com o hizo la át ica Erígone ( véase 79.a) . Árt em is la Ahorcada, que t enía un t em plo en
Condilea, Arcadia ( Pausanias: viii.23.6) y Helena de los Árboles, que t enía un t em plo en
Rodas, y de quien se dice que fue ahorcada por Polixo ( Pausanias: iii.19.10) , pueden ser
variant es de la m ism a diosa.

89.

LOS AMORES DE MI NOS

a. Minos yació con la ninfa Paría, cuyos hij os colonizaron Paros y luego fueron m uert os
por Heracles; t am bién con Androgenea, m adre de Ast erio el m enor 465 , así com o con ot ras
m uchas, pero especialm ent e persiguió a Brit om art is de Cort ina, una hij a de Let o. Ella invent ó
las redes de caza y era una com pañera ínt im a de Árt em is, cuyos sabuesos at raillaba 466 .
b. Brit om art is se ocult ó de Minos en las vegas, baj o renuevos de encina de hoj as
gruesas, y luego, durant e nueve m eses, él la persiguió por m ont añas escarpadas y llanuras,
hast a que, desesperada, se arroj ó al m ar, donde la salvaron unos pescadores. Árt em is divinizó
a Brit om art is con el nom bre de Dict ina, pero en Egina se la adora com o Afea, porque
desapareció; en Espart a com o Árt em is, apodada «la Dam a del Lago»; y en Cefalonia com o
Lafria; pero los sam ios em plean su verdadero nom bre en sus invocaciones467 .
c. Las num erosas infidelidades de Minos enfurecieron de t al m odo a Pasífae que lo
hechizó: siem pre que se acost aba con una m uj er eyaculaba, no sem en, sino una m ult it ud de
serpient e nocivas, escorpiones y ciem piés que hacían presa en los órganos vit ales de ella468 .
Un día, Procris, hij a del rey de At enas Erect eo y a la que había abandonado su m arido Céfalo,
hizo una visit a a Cret a. Eos, que se había enam orado de él, había inducido a Céfalo a hacer
eso. Cuando él rechazó cort ésm ent e sus requerim ient os alegando que no quería engañar a
Procris, con la que había int ercam biado prom esas de fidelidad perpet ua, Eos prot est ó diciendo

465
Apolodoro: ii.5.9 y iii.1.2; Nono: Dionisíacas xiii.222 y xl.284.
466
Solino: xi.8; Calímaco: Himno a Ártemisa 189; Eurígides: Ifigenia en Táuride 126; Diodoro
Sículo: v.76; Aristófanes: Ranas 1359.
467
Pausanias: ii.30.3 y üi.14.2; Antoninus Liberalis: Transformaciones 40; Herodoto: iii.59.
468
Antoninus Liberalis: Transformaciones 41.

205
Los mitos griegos I Robert Graves

que Procris, a la que conocía m ej or que él, falt aría fácilm ent e a su prom esa a cam bio de oro.
Com o Céfalo lo negó con indignación, Eos lo m et am orfoseó dándole la apariencia de un t al
Pt eleón, y le aconsej ó que induj era a Procris a acost arse con él ofreciéndole una corona de oro.
Él lo hizo y, al ver que Procris se dej aba seducir fácilm ent e, ya no sint ió escrúpulo alguno en
acost arse con Eos, de la que ella est aba dolorosam ent e celosa.
d. Eos dio a Céfalo un hij o llam ado Faet ont e; pero Afrodit a lo robó cuando era t odavía un
niño para que vigilara por la noche sus t em plos m ás sagrados; y los cret enses le llam an
Adim no, con lo que se refieren al lucero del alba y el lucero de la t arde469 .
e. Ent ret ant o, Procris no podía soport ar seguir viviendo en At enas, pues su abandono era
el t em a de la com idilla general, y en consecuencia fue a Cret a, donde a Minos no le cost ó m ás
seducirla de lo que le había cost ado al supuest o Pt eleón. La sobornó con un sabueso que
nunca dej aba escapar su presa, y con una flecha que nunca erraba el blanco, los cuales le
había regalado Árt em is470 . Procris, que era una cazadora ent usiast a, los acept ó de buena gana,
pero exigió que Minos t om ase una bebida profiláct ica —una cocción de raíces m ágicas
invent ada por la hechicera Circe— para que él no la llenara de rept iles e insect os. Esa bebida
hizo el efect o deseado, pero Procris t em ía que Pasífae la em bruj ara, por lo que regresó
apresuradam ent e a At enas, disfrazada de bello m uchacho, después de haber cam biado su
nom bre por el de Pt erelant e. Nunca volvió a ver a Minos.
f. Céfalo, a quien acom pañó en una cacería, no la reconoció y codiciaba t ant o a Lelaps,
su sabueso, y la flecha infalible, que le propuso com prarlos por una gran cant idad de plat a.
Pero Procris no quería privarse de ellos com o no fuera por am or, y cuando él accedió a llevarla
a su lecho le reveló llorando que era su esposa. Así se reconciliaron finalm ent e y Céfalo cazó
m ucho con el perro y la flecha. Pero a Árt em is le m olest ó que sus valiosos regalos pasaran así
de m ano en m ano ent re aquellos adúlt eros m ercenarios y preparó su venganza. Hizo que
Procris sospechara que Céfalo seguía visit ando a Eos cuando se levant aba dos horas después
de la m edianoche y salía a cazar.
g. Una noche Procris, vest ida con una t única oscura, salió a hurt adillas t ras él a m edia
luz. Al poco rat o él oyó un susurro en un bosquecillo sit uado a su espalda, Lelaps gruñó y se
at iesó y Céfalo disparó la flecha infalible y t raspasó con ella a Procris. A su debido t iem po el
Areópago le condenó a dest ierro perpet uo por asesinat o 471 .
h. Céfalo se ret iró a Tebas, donde el rey Anfit rión, el supuest o padre de Heracles, le pidió
prest ado el perro Lelaps para cazar a la zorra Teum esia que est aba causando est ragos en
Cadm ea. Est a zorra, dest inada por los dioses a no ser cazada nunca, sólo podía ser apaciguada
m ediant e el sacrificio m ensual de un niño. Pero com o Lelaps est aba dest inado por los dioses a
hacer presa en t odo lo que perseguía, en el Cielo se plant eó la duda acerca de cóm o se podía
resolver esa cont radicción. Al final la resolvió airadam ent e Zeus convirt iendo t ant o a Lelaps
com o a la zorra en piedras472 .
i. Céfalo ayudó luego a Anfit rión en una guerra vict oriosa cont ra los t elebeos y t afios.
Ant es de em prenderla, Anfit rión hizo j urar por At enea y Ares a t odos sus aliados que no
ocult arían part e alguna del bot ín; sólo uno de ellos, Panopeo, falt ó a su j uram ent o y se le
cast igó haciéndole padre de un cobarde, el célebre Epeo473 . El rey t elebeano era Pt erelao, en
cuya cabeza Posidón, su abuelo, había puest o un bucle dorado de inm ort alidad. Su hij a
Com et a se enam oró de Anfit rión y, com o deseaba conquist ar su afect o, le arrancó el bucle

469
Hesíodo: Teogonía 986; Solino: xi.9; Nono: Dionisíacas xi.121 y xii.217.
470
Apolodoro: ii.4.7; Ovidio: Metamorfosis vii.711; Higinio: Fábula 189.
471
Apolodoro: loc. cit. y iii.15.1; Antoninus Liberalis: loc. cit.; Higinio: Fábulas 125 y 189; Es-
coliasta sobre el Himno de Ártemisa de Calímaco 209.
472
Pausanias: i.37.6 y ix.19.1.
473
Tzetzes: Sobre Licofrón 933.

206
Los mitos griegos I Robert Graves

dorado, por lo que Pt erelao m urió y Anfit rión venció rápidam ent e a los t elebeos con la ayuda
de Céfalo; pero condenó a m uert e a Com et a por parricidio.
j . La part e que correspondió a Céfalo en los dom inios t elebeos fue la isla de Cefalenia,
que t odavía lleva su nom bre. Nunca perdonó a Minos el que hubiera seducido a Procris y le
hubiera dado la flecha fat al, pero t am poco podía exim irse de su responsabilidad. Después de
t odo, él había sido el prim ero en falt ar a su prom esa, porque el am orío de Procris con el
supuest o Pt eleón no podía considerarse com o infidelidad. «No, no —se lam ent aba—, ¡j am ás
debí haberm e acost ado con Eos! » Aunque purificado de su culpabilidad, le perseguía el
espect ro de Procris y, com o t em ía que eso at raj era la desgracia sobre sus com pañeros, un día
fue al cabo Léucade, donde había erigido un t em plo a Apolo de la Roca Blanca, y se arroj ó al
m ar desde lo alt o del risco. Al caer invocó en voz alt a el nom bre de Pt erelant e, pues era con
ese nom bre con el que había am ado m ás a Procris474 .

1. La seducción de ninfas por Minos al est ilo de Zeus recuerda indudablem ent e el
casam ient o rit ual del rey de Cnosos con sacerdot isas de la Luna de varias ciudades- est ados de
su im perio.
2. A la diosa Luna se la llam aba Brit om art is en la Cret a orient al. De aquí que los griegos
la ident ificaran con Árt em is ( Diodoro Sículo: v.76; Eurípides: Hipólit o 145 e I figenia en Táuride
127; Hesiquio sub Brit om art is) , y con Hécat e (Eurípides: Hipólit o 141, con escoliast a) . En la
Cret a occident al era Dict ina, com o sabía Virgilio: «Llam aban a la luna Dict ina por t u nom bre»
( Virgilio: Ciris 305) . Dict ina se relaciona en el m it o con dict yon, que significa una red de las
em pleadas para cazar o pescar; y Dict e es al parecer una form a desgast ada de dict ynnaean,
«lugar de Dict ina». Después de la int roducción del sist em a pat riarcal la caza asesina del rey
sagrado por la diosa arm ada con una red se convirt ió en una caza am orosa de la diosa por el
rey sagrado ( véase 9.1 y 32.b) . Am bas cacerías se dan con frecuencia en el folklore europeo
( véase 62.1) . La persecución de Brit om art is por Minos, que t iene su análoga en Filist ia con la
persecución de Dercet o por Moxo o Mopso, com ienza cuando los robles t ienen ya t odo su
follaj e —probablem ent e en la canícula, que era cuando Set perseguía a I sis y el Niño Horus en
las praderas del delt a del Nilo— y t erm ina nueve m eses después en la Víspera de Mayo. La
seducción de Europa por Zeus era t am bién un acont ecim ient o de la Víspera de Mayo ( véase
58.3) .
3. A juzgar por el rit ual del nort e celt a, donde a la diosa se la llam a Goda ( «la Buena») —
Neant hes t raduce la sílaba brit o com o «buena» ( Greek Hisiorical Fragm ent s iii, ed. Müller) —
originalm ent e viaj aba m ont ada en una cabra, desnuda con excepción de una red, con una
m anzana en una m ano y acom pañada por una liebre y un cuervo, a su banquet e de am or
anual. La silla t allada m iserere de la cat edral de Covent ry, en la que est aba represent ada así,
era un t est im onio de las cerem onias pre- crist ianas de la Víspera de Mayo en Sout ham y
Covent ry, de las que se ha desarrollado piadosam ent e la leyenda de Lady Godiva. En la
Alem ania celt a, Escandinavia y probablem ent e t am bién en I nglat erra, Goda t enía una relación
rit ual con la cabra, o con un hom bre vest ido con pieles de cabra: el rey sagrado que m ás t arde
se convirt ió en el Dem onio del cult o de las bruj as. Su m anzana es una señal de la próxim a
m uert e del rey; la liebre sim boliza la caza, durant e la cual ella se conviert e en un lebrel; su
red lo at rapará cuando él se conviert a en un pez; el cuervo pronunciará oráculos desde su
t um ba.
4. Parece que en Cret a el cult o de la cabra precedió al cult o del t oro y que Pasífae se
casaba originalm ent e con un rey- cabra. Lafria ( «la que obt iene bot ín») t ít ulo de Dict ina en
Egina, era t am bién un t ít ulo de la diosa- cabra At enea, de la que se dice que fue at acada por la
cabría Palas, cuya piel desolló y convirt ió en su égida (véase 9.a) . «Lafria» indica que la diosa
era la perseguidora, no la perseguida. I nscripciones de Egina dem uest ran que el gran t em plo
de Árt em is pert enecía a Árt em is Afea («no oscura», para dist inguirla de Hécat e) ; en el m it o se
hace que Afea signifique aphanes, «desapareciendo».

474
Apolodoro: ii.4.7; Estrabón: x.2.9 y 14.

207
Los mitos griegos I Robert Graves

5. La fábula de Minos y Procris se ha convert ido de m it o en anécdot a y de anécdot a en


cuent o popular, y recuerda algunos de los cuent os de El asno de oro. Vinculada con la guerra
de Minos cont ra At enas y la caída final de Cnosos, se refiere quizá a la exigencia del rey
cret ense de un casam ient o rit ual con la sum a sacerdot isa de At enas, exigencia que ofendió a
los at enienses. Pt eleón («olm edal») , el nom bre del seduct or de Procris, puede referirse al cult o
de la vid que se ext endió desde Cret a en la época de Minos ( véase 88.h) , pues las vides eran
puest as en espaldera en los olm os; pero t am bién puede derivarse de pt elos, «j abalí». En ese
caso, Céfalo y Pt eleón habrán sido originalm ent e el rey sagrado y su sucesor, disfrazado de
j abalí ( véase 18.7) . Las hechicerías de Pasífae son caract eríst icas de una diosa Luna airada, y
Procris se opone a ellas con las hechicerías de Circe, ot ro t ít ulo de la m ism a diosa.
6. El salt o de Céfalo desde la roca blanca en el cabo Léucade recuerda, com o dice con
razón Est rabón ( x.2.9) , que los leucadios acost um braban a arroj ar t odos los años a un hom bre
provist o con alas para am ort iguar su caída, e incluso con aves vivas at adas a su cuerpo, desde
el risco al m ar. La víct im a, un pharm acos, o víct im a propiciat oria, cuya elim inación libraba a la
isla de culpabilidad, parece haber llevado t am bién un parasol blanco com o paracaídas (véase
70.7) . Había em barcaciones esperándole para recogerlo si sobrevivía y t ransport arlo a alguna
ot ra isla ( véase 96.3) .
7. El m it o de Com et o y Pt erelao se refiere al cort e del cabello del rey solar ant es de su
m uert e ( véase 83.3, 91.1 y 95.5) ; pero el nom bre Pt erelao indica que el pharm acos alado
arroj ado a su m uert e era originalm ent e el rey. La sílaba eláos o elaios significa el olivo
silvest re que, com o el abedul en I t alia y el noroest e de Europa, era ut ilizado para expulsar a
los m alos espírit us ( véase 89.7 y 52.3) ; y en el dialect o rodio elaios significa sencillam ent e
pharm acos. Pero los sinos de Pt erelao y Céfalo est án vinculados m ít icam ent e por haber
adopt ado Procris el nom bre de Pt eralant e, y est o indica que ella era realm ent e la sacerdot isa
de At enea, la cual lanzó a la m uert e al em plum ado Céfalo.
8. La zorra era el em blem a de Mesena (Apolodoro: ii.8.5; véase 49.2 y 146.6) ;
probablem ent e porque los eolios adoraban a la diosa Luna com o zorra y el m it o de la zorra
t eum esia puede referirse a las incursiones eolias en Cadm ea en busca de niños para el
sacrificio, a las que pusieron fin los aqueos adoradores de Zeus.
9. Faet ont e y Adim no ( de a- dyom enos, «el que no se pone») son nom bres alegóricos del
planet a Venus. Pero Faet ont e, hij o de Eos y Céfalo, ha sido confundido por Nono con Faet ont e,
hij o de Helio que conduj o el carro del sol y se ahogó ( véase 42.d) y con At im nio (de at os e
hym nos, «insaciable de elogio heroico») , un héroe solar adorado por los m ilesios ( véase 88.b) .
10. Epeo, que const ruyó el caballo de m adera ( véase 167.a) , aparece en las leyendas
prim it ivas com o un guerrero not ablem ent e valient e, pero su nom bre se aplicaba irónicam ent e
a los fanfarrones, hast a que se hizo sinónim o de cobardía ( Hesiquio sub Epeo) .

90.

LOS HI JOS DE PASÍ FAE

a. Ent re los hij os que t uvo Pasífae con Minos est aban Acacálide, Ariadna, Androgeo,
Cat reo, Glauco y Fedra475 . Tam bién t uvo a Cidón con Herm es y al libio Am ón con Zeus476 .
b. Ariadna, am ada prim eram ent e por Teseo y luego por Dioniso, dio a luz m uchos hij os
fam osos. Cat reo, que sucedió a Minos en el t rono, fue m uert o en Rodas por su propio hij o.
Fedra se casó con Teseo y se hizo fam osa por su infort unado am orío con Hipólit o, su hij ast ro.
Acacálide fue el prim er am or de Apolo; cuando él y su herm ana Árt em is fueron para purificarse
a Tarra, desde Egialia en el cont inent e, Apolo encont ró a Acacálide en la residencia de

475
Pausanias: viii.53.2; Diodoro Sículo: iv.60; Apolodoro: iii.1.2.
476
Pausanias: loc. cit.; Plutarco: Agís 9.

208
Los mitos griegos I Robert Graves

Carm anor, un parient e m at erno, y la seduj o. Minos se enfadó y dest erró a Acacálide a Libia,
donde, según dicen algunos, fue m adre de Garam ant e, aunque ot ros pret enden que ést e fue el
prim er hom bre nacido477 .
c. Cuando Glauco era t odavía un niño j ugaba un día a la pelot a en el palacio de Cnosos, o
quizá cazaba un rat ón, y de pront o desapareció. Minos y Pasífae lo buscaron por t odas part es,
pero no pudieron encont rarlo y recurrieron al oráculo de Delfos. Allí les inform aron que quien
pudiera dar el m ej or sím il para un recient e y port ent oso nacim ient o que había t enido lugar en
Cret a encont raría lo que se había perdido. Minos hizo invest igaciones y averiguó que ent re sus
rebaños había nacido un becerro que cam biaba de color t res veces al día: de blanco a roj o y
de roj o a negro. Llam ó a sus adivinos al palacio, pero a ninguno de ellos se le ocurrió un sím il
hast a que Poliido, el argivo, descendient e de Melam po, dij o: «Est e becerro a nada se parece
t ant o com o a una m ora en m aduración.» Minos le ordenó inm ediat am ent e que saliera en busca
de Glauco 478 .
d. Poliido recorrió el palacio laberínt ico, hast a que encont ró un buho posado a la ent rada
de un sót ano espant ando a un enj am bre de abej as, y t om ó eso por un agüero. En el sót ano
encont ró una gran t inaj a ut ilizada para guardar m iel, y a Glauco ahogado en ella, hundido de
cabeza. Cuando inform aron a Minos de ese hallazgo, consult ó con los Curet es y, siguiendo su
consej o, le dij o a Poliido: «Ahora que has encont rado el cadáver de m i hij o debes devolverle la
vida.» Poliido prot est ó diciendo que, com o él no era Asclepio, no podía resucit ar a los m uert os.
«Yo sé lo que debe hacerse —replicó Minos—. Te encerrarán en una t um ba con el cadáver de
Glauco y una espada, y perm anecerás allí hast a que hayan sido obedecidas m is órdenes.»
e. Cuando Poliido se acost um bró a la oscuridad de la t um ba vio que una serpient e se
acercaba al cadáver del niño y, t om ando su espada, la m at ó. Poco después ot ra serpient e
apareció y al ver que su com pañera est aba m uert a se ret iró, pero volvió en seguida con una
hierba m ágica en la boca y la dej ó sobre el cadáver de la ot ra. La serpient e volvió lent am ent e
a la vida.
f. Poliido se quedó pasm ado, pero t uvo la paciencia de ánim o suficient e para aplicar la
m ism a hierba al cuerpo de Glauco, y con el m ism o result ado feliz. Ent onces él y Glauco se
pusieron a grit ar con t odas sus fuerzas pidiendo ayuda, hast a que un t ranseúnt e les oyó y
corrió a llam ar a Minos, quien rebosaba de j úbilo cuando abrió la t um ba y encont ró vivo a su
hij o. Hizo m uchos regalos a Poliido, pero no le dej ó volver a Argos hast a que enseñara a
Glauco el art e de la adivinación. Poliido obedeció de m ala gana, y cuando est aba a punt o de
regresar a su pat ria le dij o a Glauco: «Muchacho, escupe en m i boca abiert a.» Glauco lo hizo e
inm ediat am ent e olvidó t odo lo que había aprendido 479 .
g. Más t arde Glauco conduj o una expedición hacia el oest e y exigió un reino a los
it alianos, pero ellos le despreciaron porque no era un hom bre t an grande com o su padre; sin
em bargo, int roduj o en I t alia el cíngulo y el escudo m ilit ares cret enses y así m ereció el nom bre
de Labico, que significa «ceñido» 480 .
h. Androgeo hizo una visit a a At enas y ganó t odas las com pet encias en los Juegos
Panat eneos. Pero el rey Egeo conocía su am ist ad con los cincuent a rebeldes hij os de Palant e y,
t em iendo que pudiera persuadir a su padre Minos para que los apoyase en una rebelión franca,
conspiró con los m egareses para que le t endieran una em boscada en Énoe cuando se dirigía a
Tebas, donde se proponía int ervenir en ciert os j uegos fúnebres. Androgeo se defendió con
valor y siguió una feroz bat alla en la que result ó m uert o481 .

477
Plutarco: Teseo 20; Apolodoro: iii.2.1-2; Eurípides: Hipólito; Pausanias: ii.7.7; Apolonio de
Rodas: iv.1493 y ss.
478
Higinio: Fábula 136; Apolodoro: iii.3.1; Pausanias: i.43.5.
479
Apolodoro: loc. cit.; Higinio: loc. cit.
480
Servio sobre la Eneida de Virgilio vii.796.
481
Diodoro Sículo: iv.60.4; Apolodoro: iii.15.7; Servio sobre la Eneida de Virgilio vi. 14; Higi-
nio: Fábula 41.
209
Los mitos griegos I Robert Graves

i. Minos se ent eró de la m uert e de Androgeo cuando hacía un sacrificio a las Gracias en la
isla de Paros. Arroj ó al suelo las guirnaldas y ordenó a los flaut ist as que dej aran de t ocar, pero
t erm inó la cerem onia; desde ent onces en Paros hacen los sacrificios a las Gracias sin m úsica ni
flores482 .
j . A Glauco hij o de Minos se le ha confundido a veces con el Glauco ant edonio, hij o de
Ant edón, o de Posidón, quien en una ocasión observó la propiedad rest aurat iva de ciert a
hierba sem brada por Crono en la Edad de Oro, cuando un pez m uert o ( o, según dicen algunos,
una liebre) volvió a la vida al ser colocado encim a. Probó la hierba, se hizo inm ort al y se arroj ó
al m ar, donde es ahora un dios m arino, fam oso por sus avent uras am orosas. Su residencia
subm arina se halla frent e a la cost a de Délos y cada año hace una visit a a t odos los puert os e
islas de Grecia, pronunciando oráculos m uy apreciados por los m arineros y pescadores. Apolo
m ism o es considerado com o discípulo de Glauco483 .

1. A Pasífae com o la Luna ( véase 51.A) se le han at ribuido num erosos hij os: Cidón, el
héroe epónim o de Cidón, en las cercanías de Tegea, y de la colonia cidónea en Cret a; Glauco,
un héroe m arino corint io ( véase 71.4) ; Androgeo, en cuyo honor se celebraban j uegos anuales
en el Cerám ico y a quien los at enienses rendían cult o com o «Eurigies» ( «dando grandes
vuelt as») , para indicar que era el espírit u del año solar ( Hesequio sub Androgeo) ; Am ón, el
héroe oracular del Oasis de Am ón, post eriorm ent e igualado con Zeus; y Cat reo, cuyo nom bre
parece ser una form a m asculina de Cat arrea, la Luna com o hacedora de lluvia. Sus hij as
Ariadna y Fedra son reproducciones de ella m ism a; Ariadna, aunque se la int erpret e com o
ariagne, «purísim a», parece ser un nom bre sum erio, Ar- ri- an- de, «m adre alt a y fecunda de la
cebada», y Fedra aparece en inscripciones de la Palest ina m eridional com o Pan.
2. El m it o de Acacálide ( «sin m urallas») regist ra, al parecer, la t om a por los invasores
helenos provenient es de Egialia de la ciudad de Tarra, en el oest e de Cret a, la cual, com o ot ras
ciudades cret enses, carecía de m urallas ( véase 98.1); y la huida de los principales habit ant es
a Libia, donde llegaron a ser gobernant es de los pacíficos garam ant es.
3. Blanco, roj o y negro, los colores de la novilla de Minos, eran t am bién los de I o, la vaca
Luna ( véase 56.1) ; los de los t oros sagrados de Augías ( véase 127.1) ; y en un j arrón quirit e
( Monum ent i I nedit i vi- vii. p. 77) los del t oro Minos que rapt ó a Europa. Adem ás, los t rípodes
de arcilla o yeso consagrados a la diosa cret ense descubiert os en Ninou Khani, y un t rípode
análogo encont rado en Micenas, est aban pint ados de blanco, roj o y negro; y según el I ndica
de Ct esias, ést os eran los colores del cuerno del unicornio; el unicornio, com o sím bolo
calendario, represent aba el dom inio de la diosa Luna sobre las cinco est aciones del año de
Osiris, cada una de las cuales cont ribuía a su com posición con part e de un anim al. Que Glauco
est uviere cazando un rat ón puede indicar un conflict o ent re los at enienses adoradores de
At enea, que t enían a la lechuza ( glaux) por su espírit u prot ect or, y los adoradores de Apolo
Esm int eo ( «Apolo Rat ón») ; o la fábula original puede haber sido que Minos le dio un rat ón
envuelt o en m iel para que lo t ragase, rem edio desesperado que se prescribía para los niños
enferm os en el ant iguo Medit erráneo Orient al. Su m anera de m orir puede referirse t am bién al
em pleo de la m iel com o un fluido em balsam ador — m uchos ent ierros de niños en j arrones se
ven en las casas de Cret a — y la lechuza era un ave de la m uert e. Las abej as se explican
quizás por una int erpret ación equivocada de ciert as gem as t alladas (Weiseler: Denkm ale der
Alt en Kunst ii.252) , en las que aparecía Herm es llam ando a los m uert os ent errados en j arrones
m ient ras sus alm as revolot eaban en el aire en form a de abej as ( véase 39.S y 82.4) .
4. Poliido es t ant o el m ult iform e Zagreo (véase com o el sem idiós Asclepio cuya hierba
regeneradora parece haber sido el m uérdago ( véase 50.2) , o su equivalent e de la Europa

482
Apolodoro: iii.15.7.
483
Ateneo: vii.48; Tzetzes: Sobre Licofrón 754; Ovidio: Metamorfosis xiii.924 y ss.; Pausanias:
ix.22.6; Servio sobre las Geórgicas de Virgilio i.437.

210
Los mitos griegos I Robert Graves

orient al, las plant as lorant áceas. La leyenda babilonia de Gilgam esh es análoga a la
resurrección de la serpient e. Una serpient e le roba la hierba de vida et erna e inm ediat am ent e
m uda la piel y se rej uvenece; Gilgam esh, incapaz de recuperar la hierba, se resigna a m orir.
Se la describe com o parecida al ladierno o t am uj o, plant a que los griegos t om aban com o
purgant e ant es de realizar sus m ist erios.
5. El act o de escupir blanco en la boca abiert a de Poliido recuerda ot ro act o análogo de
Apolo cuando Casandra no le pagó por haberle dado el don de la profecía; pero, en el caso de
Casandra el result ado no fue que ella perdiera ese don, sino que nadie le creía ( véase 158.q) .
6. Las diosas a las que Minos hacía sacrificios sin las acost um bradas flaut as y flores
cuando se ent eró de que su hij o había m uert o eran las Parias o Ant iguas (véase 89.a) ,
probablem ent e las Tres Parcas, llam adas eufem íst icam ent e las «Gracias». El m it o se ha
convert ido en una anécdot a popular. La m uert e de Androgeo es un recurso ut ilizado para
explicar la disput a cret ense con At enas ( véase 98.c) , basada, quizás, en alguna t radición fuera
de lugar de un asesinat o com et ido en Enoe.
7. Los dones oraculares del Glauco ant edonio, su nom bre y sus am oríos, uno de los
cuales fue con Escila ( véase 170.t ) , indican que era una personificación del poderío m arít im o
cret ense. Tant o Minos (quien recibía sus oráculos de Zeus) com o Posidón, pat rono de la
confederación cret ense (véase 39.7) , habían poseído a Escila (véase 91.2) ; y Ant edón ( «el que
goza con las flores») era, al parecer, un t ít ulo del héroe de la Flor de Prim avera cret ense
encarnado en t odos los reyes m inoicos difunt os ( véase 85.2) . El rey Cnosos parece haber
est ado relacionado m ediant e casam ient os sagrados con t odos los est ados m iem bros de su
confederación ( véase 89.1) ; de aquí la reput ación am orosa de Glauco. Es probable que un
represent ant e de Cnosos hiciera un recorrido anual por las dependencias de Cret a al ot ro lado
del m ar, al est ilo de Talos ( véase 92.7) , dando a conocer los últ im os edict os oraculares. Délos
era una isla cret ense y quizás un cent ro de dist ribución de los oráculos llevados desde la Cueva
Dict ea en Cnosos. Pero est e Glauco se parece t am bién a Prot eo, el dios m arino oracular de la
cret ense Faros ( véase 169.6) , y a Melicert es, el dios m arít im o de Corint o, ident ificado con ot ro
Glauco (véase 71.4) . La hierba de Crono en la Edad de Oro puede haber sido la m ágica herbé
d'or de los druidas.
8. Plinio (Hist oria nat ural xxl.14) y Nono ( Dionisíacas xxl- 451-551) cit an una versión del
m it o de Glauco t om ada del hist oriador lidio Jant o, y se la conm em ora en una serie de m onedas
de Sardis. Cuando el héroe Tilón o Tilo ( «nudo» o «falo») fue m ordido m ort alm ent e en el
t obillo por una serpient e venenosa (véase 117.1) su herm ana Moira («dest ino») apeló al
gigant e Dam asen ( «soj uzgador») , quien lo vengó. Ent onces ot ra serpient e t raj o del bosque «la
flor de Zeus» y la puso en los labios de su com pañera m uert a, la cual volvió a la vida. Moira
siguió ese ej em plo y resucit ó a Tilo del m ism o m odo.

91.

ESCI LA Y NI SO

a. Minos fue el prim er rey que dom inó el m ar Medit erráneo, al que libró de pirat as, y en
Cret a gobernó en novent a ciudades. Cuando los at enienses asesinaron a su hij o Androgeo
decidió vengarse de ellos y recorrió el Egeo reuniendo barcos y reclut as arm ados. Algunos
isleños accedieron a ayudarle, pero ot ros se negaron. Sifnos le fue ent regada por la princesa
Arne, a la que sobornó con oro, pero los dioses la m et am orfosearon en una cornej a que am a el
oro y t odas las cosas que brillan. Concluyó una alianza con los habit ant es de Anafe, pero le
desairó el rey Éaco de Egina y se m archó j urando venganza; Éaco accedió luego al
llam am ient o de Céfalo para que se uniera a los at enienses cont ra Minos484 .

484
Estrabón: x.4.8 y 15; Ovidio: Metamorfosis vii.480-viii.6.

211
Los mitos griegos I Robert Graves

b. Ent ret ant o Minos asolaba el ist m o de Corint o. Puso sit io a Misa, gobernada por el
egipcio Niso, quien t enía una hij a llam ada Escila. En la ciudad había una t orre const ruida por
Apolo [ ¿y Posidón?] y a su pie se hallaba una piedra m usical que, si se arroj aban desde arriba
piedras sobre ella, sonaba com o una lira, porque Apolo en una ocasión había dej ado su lira en
ella cuando t rabaj aba com o albañil. Escila solía pasar m ucho t iem po en lo alt o de la t orre en la
piedra t ocando m elodías con los guij arros que le arroj aba; y subía allí a diario cuando com enzó
la guerra para cont em plar la lucha.
c. El sit io de Nisa se prolongó y Escila no t ardó en conocer los nom bres de t odos los
guerreros cret enses. I m presionada por la belleza, de Minos y por su m agnífica vest im ent a y su
corcel blanco, se enam oró perversam ent e de él. Algunos dicen que Afrodit a lo quiso así, y
ot ros echan la culpa a Hera485 .
d. Una noche Escila se int roduj o a hurt adillas en el dorm it orio de su padre y le cort ó el
fam oso m echón de oro del que dependían su vida y su t rono; luego le quit ó las llaves de la
ciudad, abrió las puert as y salió. Fue direct am ent e a la t ienda de Minos y le ofreció el m echón
de cabello a cam bio de su am or. «¡Trat o hecho! », exclam ó Minos, y esa m ism a noche, después
de ent rar en la ciudad y saquearla, yació con Escila; pero no quiso llevarla a Cret a, porque
aborrecía el crim en de parricidio. Sin em bargo, Escila nadó det rás de su barco y se asió a su
popa hast a que el alm a de su padre Niso se lanzó sobre ella en form a de águila pescadora con
sus garras y su pico curvo. La at errada Escila se solt ó y se ahogó; su alm a voló t ransform ada
en ciris, ave conocida por su pecho purpúreo y sus pat as roj as 486 . Pero algunos dicen que
Minos ordenó que ahogaran a Escila, y ot ros que su alm a se convirt ió en el pez ciris, y no en el
ave de ese nom bre487 .
e. Nisa se llam ó luego Megara, en honor de Megareo, hij o de Enope e Hipóm enes;
Megareo había sido aliado de Niso y se casó con su hij a I fínoe, y, según se dice, le sucedió en
el t rono488 .
f. Est a guerra se fue prolongando hast a que Minos, viendo que no podía subyugar a
At enas, rogó a Zeus que vengase la m uert e de Androgeo; y en consecuencia t oda Grecia fue
cast igada con t errem ot os y el ham bre. Los reyes de varias ciudades- est ados se reunieron en
Delfos para consult ar al oráculo, y recibieron inst rucciones de hacer que Éaco ofreciera
plegarias en su nom bre. Hecho est o, los t em blores de t ierra cesaron en t odas part es m enos en
Át ica.
g. Ent onces, los at enienses t rat aron de redim irse de la m aldición sacrificando a Perséfone
las hij as de Jacint o, a saber Ant éis, Egléis, Lit ea y Ort ea, en la t um ba del cíclope Gerest o. Las
m uchachas habían venido a At enas procedent es de Espart a. Pero los t em blores de t ierra
cont inuaban, y cuando los at enienses volvieron a consult ar con el oráculo de Delfos se les dij o
que dieran a Minos cualquier sat isfacción que pudiera pedir; ést a result ó ser un t ribut o de siet e
j óvenes y siet e doncellas que debían enviar cada nueve años a Cret a para que los devorase el
Minot auro489 .
h. Minos volvió ent onces a Cnosos, donde sacrificó una hecat om be de t or os en
agradecim ient o por su t riunfo, pero su m uert e se produj o en el noveno año490 .

485
Higinio: Fábula 198; Virgilio: Ciris.

486
Apolodoro: iii.15.8; Higinio: loc. cit.; Ovidio: Metamorfosis viii.6-151; Virgilio: loc. cit.;
Pausanias: ii.34.7.
487
Apolodoro: loc. cit.; Pausanias: loc. cit.

488
Pausanias: i.39.4-5.
489
Diodoro Sículo: iv.61.
490
Ovidio: Metamorfosis viii.152 y ss.; Homero: Odisea xix.178.

212
Los mitos griegos I Robert Graves

1. La base hist órica del m it o de Escila es, al parecer, una disput a ent re los at enienses y
sus señores cret enses no m ucho ant es del saqueo de Cnosos en 1400 a. de C. El m it o m ism o,
que se repit e casi exact am ent e en la fábula t afiana de Pt erelao y Com et o, recuerda los de
Sansón y Dalila en Filist ia, y de Curoi, Blat hnat y Cuchulain en I rlanda; Llew Llaw, Blodeuwedd
y Gronw en Gales: t odos ellos variaciones de un solo m odelo. Se refiere a la rivalidad ent re el
rey sagrado y su heredero por el favor de la diosa Luna, la cual, en el solst icio de verano, cort a
al rey el cabello y le t raiciona. La fuerza del rey reside en su cabello, porque represent a al sol,
y sus largos bucles am arillos son com parados con los rayos del ast ro. Dalila cort a el cabello a
Sansón ant es de hacer ent rar a los filist eos; Blat hnat at a el de Curoi a un post e de la cam a
ant es de llam ar a su am ant e Cuchulain para que lo m at e; Blodeuwedd at a el de Llew Llaw a un
árbol ant es de llam ar a su am ant e Gronw. El alm a de Llew Llaw t om a la form a de un águila, y
Blodeuwedd ( «aspect o de flor bella») , m uj er hecha m ágicam ent e con nueve flores diferent es,
se m et am orfosea en una lechuza, com o quizás se m et am orfosea t am bién Escila en la leyenda
griega original. Un cot ej o de est os cinco m it os dem uest ra que Escila- Com et o-Blodeuwedd-
Blat hnat - Dalila es la diosa Luna en su aspect o prim averal com o Afrodit a Com et o ( «de cabello
brillant e») ; en el ot oño se t ransform a en lechuza, o en ciris, y se conviert e en la diosa Muert e
At enea —que t enía m uchas epifanías de aves, incluyendo la lechuza ( véase 97.4)— o Hera, o
Hécat e. Su nom bre Escila indica que el rey era descuart izado después de raparle la cabeza.
Com o en el m it o de Llew Llaw, el cast igo im puest o luego a la t raidora es una adición m oral
post erior.
2. Ovidio (Art e de am ar i.331) ident ifica est a Escila con una hom ónim a a la que Afrodit a
t ransform ó en un m onst ruo canino porque Posidón la había seducido ( véase 16.2) , y dice que
int roduj o perros feroces en su út ero y sus lom os com o cast igo por haber cort ado el cabello de
Niso. Ovidio se equivoca raras veces en su m it ología y quizá se refiera en est e caso a la
leyenda de que la m aldición que Pasífae echó sobre Minos hizo que él llenase el út ero de Escila
con cachorros m ás bien que con serpient es, escorpiones y ciem piés, Pasífae y Anfít rit e son la
m ism a diosa de la Luna y el Mar; y Minos, com o gobernant e del Medit erráneo, se ident ificó con
Posidón.
3. El sacrificio de las hij as de Jacint o en la t um ba de Gerest o puede referirse a los
«j ardines de Adonis» plant ados en honor del rey condenado a m uert e; com o eran flores
cort adas, se m archit aban en pocas horas. Pero Gerest o era un cíclope pre- aqueo ( véase 3.b) ,
y según el Et ym ologicum Magnum ( sub Gerést idas) , sus hij as criaron al infant e Zeus en
Gort ina; adem ás, Gerest íón era una ciudad de Arcadia en la que Rea faj ó a Zeus. Por lo t ant o,
las Hiacínt ides eran probablem ent e las nodrizas y no las hij as de Jacint o, sacerdot isas de
Árt em is que en Cnido t enían el t ít ulo de «Hiacint ot rofos» ( nodriza de Jacint o») e ident ificables
con las Gerést idas, pues el Zeus cret ense que m oría anualm ent e ( véase 7.1) era indist inguible
de Jacint o. Quizá, por lo t ant o, el m it o se refiere a cuat ro m uñecas que colgaban de un árbol
frut al en flor y que est aban encaradas a los punt os cardinales de la brúj ula, en una cerem onia
fert ilizant e de la «Árt em is Ahorcada» ( véase 79.2 y 88.10) .
4. Los siet e j óvenes at enienses dedicados al Minot auro eran probablem ent e sust it ut os
sacrificados anualm ent e en lugar del rey de Cnosos. Se consideraría convenient e em plear
víct im as ext ranj eras m ás bien que cret enses nat ivos, com o sucedía con el rit ual de la
Crucifixión cananeo, en el cual, al final bast aban caut ivos y crim inales com o sust it ut os de
Tam m uz. «Cada nueve años» significa «al final de cada Gran Año de cien lunaciones».
Después de haber sido sacrificados siet e m uchachos por el rey sagrado, m oría él m ism o ( véase
81.8) . Las siet e doncellas at enienses no eran sacrificadas; quizás se convert ían en ayudant es
de la sacerdot isa de la Luna, y realizaban proezas acrobát icas en corridas de t oros, com o las
que se ven en las obras de art e cret enses; era un deport e peligroso, pero no necesariam ent e
fat al.
5. Un inst rum ent o de piedras m usicales puede haber exist ido en Megara según el m odelo
de un xilófono; no sería difícil fabricarlo. Pero acaso se t rat e aquí de un recuerdo de la est at ua
cant ant e de Mem nón en Egipt o: hueca, con un orificio en el fondo de la boca abiert a, a t ravés
del cual pasaba el aire calient e al am anecer cuando el sol calent aba la piedra ( véase 164.2) .

213
Los mitos griegos I Robert Graves

92.

DÉDALO Y TALOS

a. La ascendencia de Dédalo es discut ible. Algunos llam an a su m adre Alcipe, ot ros


Mérope y ot ros m ás I fínoe; y t odos le dan un padre diferent e, aunque se conviene
generalm ent e en que pert enecía a la casa real de At enas, la cual pret endía descender de
Erect eo. Era un herrero adm irable, pues le había enseñado ese art e At enea m ism a491 .
b. Uno de sus aprendices, Talos, hij o de su herm ana Policast e, o Pérdice, le había
superado ya en su habilidad en el oficio cuando sólo t enía doce años de edad. Sucedió que un
día Talos encont ró el m axilar de una serpient e o, según dicen algunos, el espinazo de un pez,
y al ver que podía ut ilizarlo para cort ar un palo por la m it ad, lo copió en hierro y así invent o la
sierra. Est e y ot ros invent os suyos —com o la rueda de alfarero y el com pás para t razar
círculos— le valieron una gran reput ación en At enas, y Dédalo, que pret endía haber forj ado la
prim era sierra, se sint ió pront o insoport ablem ent e celoso492 . Llevó a Talos al t echo del t em plo
de At enea en la Acrópolis, le señaló ciert as vist as lej anas y de pront o le em puj ó y le hizo caer
a t ierra. Pero, a pesar de t odos sus celos, no habría hecho daño a Talos si no hubiera
sospechado que m ant enía relaciones incest uosas con su m adre Policast e. Dédalo corrió al pie
de la Acrópolis y m et ió el cadáver de Talos en un saco con el propósit o de ent errarlo en
secret o. Cuando le int errogaron unos t ranseúnt es, les explicó que había recogido
piadosam ent e una serpient e m uert a, com o lo exigía la ley —lo que no era ent eram ent e falso,
pues Talos era un erect ida—, pero había m anchas de sangre en el saco y su crim en fue
descubiert o, y el Areópago le dest erró por asesinat o. Según ot ro relat o, huyó ant es que se
viera el j uicio493 .
c. Ahora bien, el alm a de Talos —a quien algunos llam an Calo, Circino o Tánt alo— voló
en la form a de una perdiz, pero su cuerpo fue ent errado en el lugar en que había caído.
Policast e se ahorcó al ent erarse de su m uert e y los at enienses erigieron en su honor un t em plo
j unt o a la Acrópolis494 .
d. Dédalo se refugió en uno de los dem os del Át ica, a cuyos habit ant es se les llam a por él
dedálidos; y luego en la cret ense Cnosos, donde el rey Minos t uvo el placer de recibir a un
art ífice t an hábil. Vivió allí durant e algún t iem po, en paz y gozando de gran favor, hast a que
Minos, cuando supo que había ayudado a Pasífae a ayunt arse con el t oro blanco de Posidón, lo
encerró durant e un t iem po en el Laberint o, j unt am ent e con su hij o Í caro, cuya m adre,
Náucrat e, era una de las esclavas de Minos; pero Pasífae puso en libert ad a los dos495 .
e. No era fácil, sin em bargo, huir de Cret a, pues Minos t enía t odos sus barcos baj o
guardia m ilit ar y ofreció una fuert e recom pensa por su aprehensión. Pero Dédalo hizo un par
de alas para él y ot ro para Í caro; est aban hechas con plum as de ave at adas con hilos y ot ras
m enores pegadas con cera. Después de haber preparado el par de alas de Í caro, le dij o con

491
Apolodoro: iii.15.8; Plutarco: Teseo 19; Ferécides, citado por escoliasta sobre Edipo en Colo-
na de Sófocles 472; Higinio: Fábula 30.
492
Apolodoro: loc. cit.; Ovidio: Metamorfosis viii.236-59; Higinio: Fábula 274; Plinio: Historia
natural vii.57.
493
Fulgencio: Mitos iii-2; Primer Mitógrafo Vaticano: 232; Segundo Mitógrafo Vaticano: 130;
Diodoro Sículo: iv.76.6; Higinio: Fábula 39; Pausanias: vii.4.5.
494
Pausanias: i.21.6; Servio sobre la Eneida de Virgilio vi.14; Helánico, citado por Escoliasta
sobre Orestes de Eurípides 1650; Ovidio: loc. cit.; Suidas y Focio sub Santuario de Perdix.
495
Diodoro Sículo: loc. cit.; Apolodoro: Epítome i.12.

214
Los mitos griegos I Robert Graves

lágrim as en los oj os: «¡Hij o m ío, t en cuidado! No vueles a dem asiada alt ura para que el sol no
funda la cera, ni dem asiado baj o para que el m ar no hum edezca las plum as.» Luego deslizó
sus brazos en su par de alas y am bos em prendieron el vuelo. «Síguem e de cerca —grit ó— y no
t om es un rum bo propio.»
Cuando se alej aban de la isla volando en dirección del nordest e, agit ando sus alas, los
pescadores, past ores y agricult ores que m iraban hacia arriba los t om aron por dioses.
f. Habían dej ado a Naxos, Délos y Paros t ras ellos a la izquierda y est aban dej ando
Lebint os y Calim ne det rás a la derecha, cuando Í caro desobedeció las órdenes de su padre y
com enzó a rem ont arse hacia el sol, regocij ado con la alt ura a que lo llevaban sus grandes alas.
Poco después Dédalo m iró hacia at rás y ya no pudo ver a Í caro, pero vio abaj o las plum as de
sus alas que flot aban en el agua. El calor del sol había derret ido la cera e Í caro había caído al
m ar y se había ahogado. Dédalo describió círculos alrededor del lugar hast a que el cadáver
salió a la superficie, y luego lo llevó a la cercana isla llam ada ahora I caria, donde lo ent erró.
Una perdiz se posó en una encina y le observó cot orreando de placer: era el alm a de su
herm ana Policast e, por fin vengada. La isla ha dado su nom bre al m ar circundant e496 .
g. Pero algunos que no creen en est a fábula dicen que Dédalo huyó de Cret a en un barco
que le proporcionó Pasífae, y que en su viaj e a Sicilia est aban a punt o de desem barcar en una
islit a cuando Í caro cayó al m ar y se ahogó. Añaden que fue Heracles quien ent erró a Í caro, y
que en agradecim ient o Dédalo le hizo en Pisa una est at ua que parecía t an nat ural que Heracles
la t om ó por un rival y la derribó con una piedra. Ot ros dicen que Dédalo invent ó velas, y no
alas, com o un m edio de dej ar at rás a las galeras de Minos, y que Í caro, que t im oneaba
descuidadam ent e, se ahogó al zozobrar su barco 497 .
h. Dédalo voló hacia el oest e hast a que descendió en Cum as, cerca de Nápoles, y allí
dedicó sus alas a Apolo y le erigió un t em plo con t echo de oro. Luego hizo una visit a a Cám ico,
en Sicilia, donde le recibió hospit alariam ent e el rey Cócalo, y vivió con los sicilianos disfrut ando
de una gran fam a y erigiendo m uchos edificios m agníficos498 .
i. Ent ret ant o, Minos había reunido una flot a considerable y salido en busca de Dédalo.
Llevó consigo una concha de Trit ón y adondequiera que iba prom et ía recom pensar a quien
pudiera pasar por ella una hebra de lino, problem a que, com o bien sabía, sólo Dédalo era
capaz de resolver. Cuando llegó a Cám ico ofreció la concha a Cócalo, quien se com prom et ió a
pasar la hebra, y, por supuest o, Dédalo encont ró el m odo de hacerlo. At ó un hilo finísim o a
una horm iga, abrió un aguj ero en la punt a de la concha y at raj o a la horm iga a lo largo de las
espirales unt ando con m iel los bordes del aguj ero. Luego at ó la hebra de lino al ot ro ext rem o
del hilo de araña y lo pasó t am bién a t ravés de la concha, t irando de ella. Cócalo devolvió a
Minos la concha at ravesada por el hilo, pero Minos, seguro de que por fin había encont rado el
escondit e de Dédalo, exigió su rendición. Mas las hij as de Cócalo no querían perder a Dédalo,
que les hacía t an bellos j uguet es, y con ayuda de él t razaron un plan. Dédalo pasó un caño a
t ravés del t echo del cuart o de baño y por él vert ieron agua hirviendo o, según dicen algunos,
pez sobre Minos cuando ést e est aba disfrut ando de un baño calient e. Cócalo, quien m uy bien
podía haber est ado im plicado en el com plot , ent regó el cadáver a los cret enses alegando que
Minos había t ropezado con una alfom bra y había caído en una caldera de agua hirvient e499 .
j . Los acom pañant es de Minos lo ent erraron con gran pom pa y Zeus le designó j uez de
los m uert os en el Tárt aro, con su herm ano Radam ant is y su enem igo Éaco com o colegas.
Com o la t um ba de Minos ocupaba el cent ro del t em plo de Afrodit a en Cárnico, le honraron allí
durant e m uchas generaciones grandes m ult it udes de sicilianos que iban a adorar a Afrodit a. Al
final Terón, el t irano de Acragas, envió sus huesos a Cret a.

496
Isidoro de Sevilla: Orígenes xiv.6; Higinio: Fábula 40; Ovidio: Metamorfosis viii.182-235.
497
Diodoro Sículo: iv.77; Apolodoro: ii.6.3; Pausanias: ix.112-3.
498
Virgilio: Eneida vi.14 y ss.; Pausanias: vii.4-5; Diodoro Sículo: iv.78.
499
Pausanias: loc. cit.; Apolodoro: Epitome i.14-15; Zenobio: Proverbios iv.92; Diodoro Sículo:
iv.79.

215
Los mitos griegos I Robert Graves

k. Después de la m uert e de Minos los cret enses cayeron en un desorden com plet o, pues
los sicilianos incendiaron la m ayor part e de su flot a. De los t ripulant es que se vieron obligados
a quedarse en la isla unos edificaron la ciudad de Minoa, cerca de la playa donde habían
desem barcado; ot ros la ciudad de Hiria en Mesapia, y ot ros fueron al cent ro de Sicilia y
fort ificaron una colina que llegó a ser la ciudad de Engio, llam ada así por su arroyo que corre
en las cercanías. Allí const ruyeron un t em plo a las Madres, a las que siguieron rindiendo
grandes honores, com o en su Cret a nat al 500 .
l. Pero Dédalo abandonó Sicilia para unirse a Yolao, el sobrino y auriga de Heracles de
Tirint o, quien se dirigió a Cerdeña al frent e de un grupo num eroso de at enienses y t espinos.
Muchas de sus obras t odavía sobreviven en Cerdeña y las llam an dédalas501 .
m . Ahora bien, Talos era t am bién el nom bre del sirvient e de bronce con cabeza de t oro
que Zeus le había dado a Minos para que guardase a Cret a. Algunos dicen que era un
sobrevivient e de la raza de bronce nacida de los fresnos; ot ros, que 1o forj ó Hefest o en
Cerdeña y que t enía una sola vena que le corría desde el cuello hast a los t obillos, donde
ent aponaba una aguj a de bronce. Su t area consist ía en dar t res veces al día la vuelt a a la isla
de Cret a y arroj ar peñascos a t odos los barcos ext ranj eros; y t am bién en recorrer t res veces al
año, a un paso m ás pausado, las aldeas de Cret a m ost rando las leyes de Minos inscrit as en
placas de bronce. Cuando los sardos t rat aron de invadir la isla. Talos se puso al roj o vivo
int roduciéndose en una hoguera y los dest ruyó con su abrazo ardient e, m ient ras sonreía de
m anera feroz de ahí viene la expresión «una sonrisa sardónica». Al final, Medea m at ó a Talos
arrancándole el alfiler del ext rem o de la vena y dej ando que la sangre vit al escapara por ella;
aunque algunos dicen que el argonaut a Peant e le hirió en el t obillo con una flecha
envenenada502 .

1. A Hefest o se le describe a veces com o hij o de Hera y Talos ( véase 12.c) y a Talos
com o sobrino j oven de Dédalo, pero Dédalo era un m iem bro subalt erno de la casa de Erect eo,
fundada m ucho t iem po después del nacim ient o de Hefest o. Est as discrepancias cronológicas
son m uy usuales en la m it ología. Dédalo («int eligent e» o «hábilm ent e forj ado») , Talos
( «sufridor») y Hefest o ( «el que brilla de día») dem uest ran por la sem ej anza de sus at ribut os
que sólo son t ít ulos diferent es del m ism o personaj e m ít ico. Í caro ( de io- carios, «dedicado a la
diosa Luna Car») puede ser ot ro de sus t ít ulos. Pues Hefest o, el dios herrero, se casó con
Afrodit a, a la que est aba consagrada la perdiz; la herm ana de Dédalo, el herrero, se llam aba
Pérdice ( «perdiz»); el alm a de Talos, el herrero, levant ó vuelo com o una perdiz; una perdiz
apareció en el ent ierro de Í caro, el hij o de Dédalo. Adem ás, Hefest o fue arroj ado desde el
Olim po, y Talos fue arroj ado desde la Acrópolis. Hefest o quedó rengo al caer; uno de los
nom bres de Talos era Tánt alo ( «coj eando, o t am baleando»); la perdiz m acho coj ea en su
danza am orosa suj et ando un t alón con el que se dispone a golpear a sus rivales. Adem ás, el
dios lat ino Vulcano renqueaba. Su cult o había sido int roducido desde Cret a, donde se llam aba
Velcano y t enía un gallo com o em blem a, porque el gallo cant a al am anecer y era, por t ant o,
apropiado para un héroe solar. Pero el gallo no llegó a Cret a hast a el siglo VI a. de C, y es
probable que haya desaloj ado a la perdiz com o ave de Velcano.
2. Parece que en la prim avera se realizaba una danza erót ica de la perdiz en honor de la
diosa Luna, y que los bailarines varones renqueaban y llevaban alas. En Palest ina est a
cerem onia, llam ada la Pesach ( «la renqueant e») , se realizaba t odavía, según Jerónim o, en
Bet h-Hoglah ( «el Tem plo del Coj o») , donde los devot os bailaban en espiral. Bet h-Hoglah se
ident ifica con «la era de At ad», en la que se lloraba la m uert e del rengo rey Jacob, cuyo

500
Diodoro Sículo: loc. cit.; Herodoto: vii.170.
501
Pausanias: vii.2-2; Diodoro Sículo: iv.30.
502
Suidas sub Risus Sardonicus; Apolonio de Rodas: Argonáutica 1639 y ss.; Apolodoro: i.9-26;
Platón: Minos 320c.

216
Los mitos griegos I Robert Graves

nom bre puede significar Jah Aceb ( «el dios del t alón») . Jerem ías adviert e a los j udíos que no
deben t om ar part e en esos rit os orgiást icos cananeos, y cit a: «La perdiz recoge pollit os que no
ha parido.» Anafe, isla sit uada al nort e de Cret a, con la que Minos hizo un t rat ado ( véase
91.a) , era fam osa en la ant igüedad com o lugar de descanso para las perdices em igrant es.
3. El m it o de Dédalo y Talos, com o su variant e, el m it o de Dédalo e Í caro, parece
com binar el rit o de quem ar al sust it ut o del rey solar, que se había puest o alas de águila (véase
29.1) , en la hoguera de la prim avera —cuando com enzaba el Nuevo Año palest ino— con los
rit os de arroj ar al pharm acos con alas de perdiz, un sust it ut o análogo, desde un risco al m ar
( véase 96.3) , y el de punzar al rey en el t obillo con una flecha envenenada ( véase 10 abaj o) .
Pero la adm iración de los pescadores y labradores al ver volar a Dédalo ha sido deducida,
probablem ent e, de una ilust ración que represent aba a Perseo o Marduk alados ( véase 73.7) .
4. En un sent ido el laberint o del que escaparon Dédalo e Í caro era el piso de m osaico en
el que est aba dibuj ado y que t enían que seguir en la danza de la perdiz rit ual ( véase 98.2);
pero la huida de Dédalo a Sicilia, Cum as y Cerdeña se refiere, quizás, a la huida de los
forj adores de bronce nat ivos de Cret a com o consecuencia de sucesivas invasiones helenas. La
t ret a de la concha de t rit ón, y el ent ierro de Minos en un t em plo de Afrodit a a la que est aba
consagrada esa concha ( véase 11.3) , indican que Minos, en est e cont ext o, era considerado
t am bién com o Hefest o, el am ant e de la diosa del Mar. Su m uert e en un baño es un incident e
t om ado, al parecer, del m it o de Niso y Escila ( véase 91.b- d) ; el equivalent e celt a de Niso, Llew
Llaw, m oría en un baño m ediant e una t ret a; y lo m ism o le sucedió a ot ro rey sagrado,
Agam enón de Micenas (véase 112.1) .
5. El nom bre Náucrat e («poderío m arít im o») recuerda las consecuencias hist óricas de la
derrot a de Minos en Sicilia, el paso del poderío m arít im o de los cret enses a los griegos. El
hecho de que era una de las esclavas de Minos indica una revolución palaciega de los
m ercenarios helenos en Cnosos.
6. Si Policast e, el ot ro nom bre de Pérdice, la m adre de Talos, significa polycassit ere,
«m ucho est año», pert enece al m it o del hom bre de bronce, hom ónim o de Talos. La suprem acía
cret ense dependía en gran part e de abundant es abast ecim ient os de est año, que se m ezclaba
con cobre chipriot a; según el profesor Christ opher Hawkes, la fuent e m ás cercana era la isla
de Mallorca.
7. Hesiquio dice que Talos es un nom bre del Sol; originalm ent e, por t ant o, Talos sólo
daba la vuelt a a Cret a una vez al día. Pero quizá los puert os de Cret a quedaban prot egidos de
los pirat as por t res cuerpos de vigilancia que enviaban pat rullas. Y com o a Talos el Sol se le
llam aba t am bién Tauro ( «el t oro»; Bekker: Anécdot as i-344.10 y ss.; Apolodoro: i.9.26) , su
t riple visit a anual a las aldeas era probablem ent e un recorrido regio del rey Sol llevando su
m áscara de t oro rit ual, pues el año cret ense se dividía en t res est aciones ( véase 75.2) . El
abrazo ardient e de Talos puede referirse a los sacrificios de seres hum anos quem ados
ofrecidos a Moloch, alias Melkart h, que era adorado en Corint o com o Melicert es (véase 70.5) , y
que probablem ent e t am bién era conocido en Cret a. Com o est e Talos llegó de Cerdeña, adonde
se decía que había huido Dédalo cuando le persiguió Minos, y era al m ism o t iem po el regalo de
Zeus a Minos, los m it ógrafos han sim plificado la fábula at ribuyendo su const rucción a Hefest o,
ant es que a Dédalo; Hefest o y Dédalo eran el m ism o personaj e. La sardónicus risus, o rict us,
un ret orcim ient o de los m úsculos faciales, sint om át ico del t ét anos, quizás se llam aba así
porque el hom bre- ciervo de los bronces sardos prim it ivos t iene la m ism a sonrisa t rist e y
boquiabiert a.
8. La vena única de Talos pert enece al m ist erio de la fundición de bronce prim it iva
m ediant e el m ét odo de la cire- perdue. En prim er lugar, el herrero hacía una im agen con cera
de abej as que cubría con una capa de arcilla y ponía en un horno. Tan pront o com o la arcilla
est aba bien cocida abría un aguj ero ent re el t alón y el t obillo para que saliese la cera calient e y
dej ase un m olde en el cual se podía vert er bronce derret ido. Cuando llenaba ese m olde y
adent ro se enfriaba el m et al, rom pía la capa de arcilla y quedaba la im agen de bronce con la
m ism a form a que la original de cera. Los cret enses llevaron el m ét odo de la cire- perdue a
Cerdeña, j unt am ent e con el cult o de Dédalo. Com o Dédalo aprendió su oficio de At enea, a la
que se llam aba Medea en Corint o, la fábula de la m uert e de Talos puede haber sido una
int erpret ación errónea de una im agen que represent aba a At enea haciendo una dem ost ración
del m ét odo de la cire- perdue. La t radición de que la fusión de la cera causó la m uert e de Í caro
parece pert enecer m ás bien al m it o de su prim o Talos, porque Talos, el hom bre de bronce,

217
Los mitos griegos I Robert Graves

est á ínt im am ent e relacionado con su hom ónim o, el forj ador de bronce y supuest o invent or del
com pás.
9. El com pás form a part e del m ist erio del forj ador de bronce y es esencial para el dibuj o
exact o de círculos concént ricos cuando hay que forj ar cuencos, yelm os o m áscaras. De aquí
que a Talos se le llam ara Circino ( «el circular») , t ít ulo que se refería t ant o al curso del sol
com o al em pleo del com pás ( véase 3.2) . Su invent o de la sierra ha sido dest acado con razón:
los cret enses t enían dim inut as sierras girat orias de doble hilera de dient es para los t rabaj os
finos y las em pleaban con una dest reza m aravillosa. Talos es el hij o de una ninfa-fresno,
porque el carbón de fresno produce un calor m uy elevado para la fundición. Est e m it o t am bién
arroj a luz sobre Prom et eo y su creación del hom bre con arcilla; en la leyenda hebrea el papel
de Prom et eo lo desem peñaba el arcángel Miguel, quien t rabaj aba baj o la m irada de Jehová.
10. La m uert e de Talos por Peant e recuerda la de Aquiles por París, t am bién hiriéndole
en el t alón, y las de los cent auros Folo y Quirón ( véase 126.3) . Est os m it os se relacionan
ínt im am ent e. Folo y Quirón m urieron a causa de las flechas envenenadas de Heracles. Peant e
era el padre de Filoct et es, y cuando Heracles fue envenenado por ot ro cent auro le ordenó que
encendiera la pira; com o consecuencia, Filoct et es obt uvo las m ism as flechas ( véase 145.f) ,
una de las cuales le envenenó ( véase 161.1) . Ent onces París t om ó prest adas las flechas
m ort ales de Apolo Tesalio para m at ar a Aquiles, el hij o adopt ivo de Quirón ( véase 164.j ) ; y
finalm ent e, cuando Filoct et es vengó a Aquiles dando m uert e a París, ut ilizó ot ra flecha de la
alj aba de Heracles ( véase 166.e) . El rey sagrado Tesalio era m uert o, al parecer, por una flecha
unt ada con veneno de víbora, que su sucesor le clavaba ent re el t alón y el t obillo.
11. En el m it o celt a el laberint o llegó a significar la t um ba regia ( Diosa Blanca, p. 105) ; y
que así sucedía t am bién ent re los griegos prim it ivos lo indica su definición en el Et ym ologicum
Magnum com o «una cueva m ont añesa» y por Eust acio (Sobre la Odisea de Hom ero xi p.1688)
com o «una cueva subt erránea». El et rusco Lars Porsena hizo un laberint o para su propia
t um ba ( Varrón, cit ado por Plinio: Hist oria nat ural xxxvi.91-3) , y había laberint os en las cuevas
«ciclópeas», es decir, pre-helenas, de las cercanías de Nauplia ( Est rabón: viii.6.2) , en Sam os
( Plinio: Hist oria nat ural xxxiv.83) y en Lem nos ( Plinio: Hist oria nat ural xxxvi. 90) . Salir del
laberint o es, por t ant o, reencarnarse.
12. Aunque Dédalo figura com o at eniense, a causa del dem o át ico llam ado así en su
honor, las art es dedálicas fueron im port adas en el Át ica desde Cret a, y no al cont rario. Los
j uguet es que hacía para las hij as de Cócalo eran, probablem ent e, m uñecas con m iem bros
m ovibles, com o las que com placían a Pasífae y su hij a Ariadna ( véase 88.e) y que parecen
haber sido ut ilizadas en el cult o át ico del árbol en honor de Erígone. De t odos m odos,
Policast e, la herm ana de Dédalo, se ahorcó, lo m ism o que dos Erigones y Ariadna ( véase 79.2
y 88.10) .
13. Los m esapios de Hiria, luego Uria y ahora Oria, eran conocidos en la época clásica
por sus cost um bres cret enses: cabellos con rizos aplast ados, t únicas con bordados de flores,
hacha doble, et c.; y a la cerám ica descubiert a allí se la puede dat ar en 1400 a. de C., lo que
confirm a la fábula.

93.

CATREO Y ALTÉMENES

a. Cat reo, el m ayor de los hij os sobrevivient es de Minos, t uvo t res hij as: Aérope, Clím ene
y Apem ósine; y un hij o. Alt ém enes. Cuando un oráculo predij o que a Cat reo le m at aría uno de
sus propios hij os, Alt ém enes y Apem ósine, la de los pies ligeros, abandonaron piadosam ent e
Cret a, con un gran séquit o, con la esperanza de eludir la m aldición. Desem barcaron en la isla
de Rodas y fundaron la ciudad de Cret enia, a la que llam aron así en honor de su isla nat al 503 .

503
Apolodoro: iii.2.1.

218
Los mitos griegos I Robert Graves

Alt ém enes se est ableció luego en Cam iro, donde le honraban m ucho los habit ant es, y erigió un
alt ar a Zeus en el cercano m ont e At abirio desde la cum bre del cual, en los días claros, podía
ver a lo lej os a su am ada Cret a. Rodeó el alt ar con t oros de bronce, que bram aban
fuert em ent e siem pre que algún peligro am enazaba a Rodas504 .
b. Un día Herm es se enam oró de Apem ósine, quien rechazó sus requerim ient os y huyó
de él. Esa noche la sorprendió cerca de un arroyo. Ella se dio la vuelt a ot ra vez para huir, pero
él había t endido cueros resbaladizos en la única senda por la que podía escapar, de m odo que
Apem ósine cayó de bruces y Herm es consiguió poseerla. Cuando Apem ósine volvió al palacio y
con t rist eza com unicó a Alt ém enes su desgracia, él le grit ó: «¡Ment irosa y ram era! », y la m at ó
a punt apiés.
c. Ent ret ant o, Cat reo, desconfiando de Aérope y Clím ene, las ot ras dos herm anas, las
dest erró de Cret a, de la que era ent onces rey. Aérope, después de haber sido seducida por el
pelópida Tiest es, se casó con Plíst enes, quien la hizo m adre de Agam enón y Menelao; y
Clím ene se casó con Nauplio, el célebre navegant e. Al fin, solo en la ancianidad y, por lo que él
sabía, sin heredero de su t rono, Cat reo fue en busca de Alt ém enes, a quien quería m ucho. Al
desem barcar una noche en Rodas él y sus com pañeros fueron t om ados equivocadam ent e por
pirat as y at acados por los vaqueros de Cam iro. Cat reo t rat ó de explicar quién era y por qué
había venido, pero los ladridos de los perros ahogaron su voz. Alt ém enes corrió desde el
palacio para rechazar la supuest a invasión y, com o no reconoció a su padre, lo m at ó con una
lanza. Cuando se ent eró de que después de t odo se había cum plido el oráculo a pesar del largo
dest ierro que se había im puest o, rogó que lo t ragase la t ierra. De acuerdo con su deseo, se
abrió una sim a y desapareció en ella, pero hast a el present e se le rinden honores de héroe505 .

1. Est e m it o art ificial, que const at a una ocupación m iceno- m inoica de Rodas en el siglo
XV a. de C., t iene t am bién por finalidad explicar las libaciones que se derram aban en una sim a
a un héroe rodio, así com o los deport es erót icos en los que unas m uj eres danzaban sobre los
cueros recién desollados de los anim ales sacrificados. La t erm inación byrios, o buriash, se da
en el t ít ulo regio de la t ercera dinast ía babilonia, fundada en 1750 a. de C.; y el dios del
At abirio de Cret a, com o el dios del At abirium (m ont e Tabor) en Palest ina, fam oso por su cult o
del becerro de oro, era el hit it a Tesup, un dios Sol propiet ario de ganado ( véase 67.1) . Rodas
pert enecía al principio a la diosa Luna sum eria Dam - Kina, o Dánae ( véase 60.3) , pero pasó a
poder de Tesup (véase 42.4) ; y cuando se derrum bó el im perio hit it a fue colonizada por
cret enses de habla griega que m ant uvieron el cult o del t oro, pero hicieron a At abirio hij o de
Pret o ( «prim er hom bre») y Eurínom e, la Creadora ( véase 1.a) . En la época doria Zeus At abirio
usurpó el cult o rodio de Tesup. El bram ido de les t oros se produciría haciendo girar rhom boi, o
bram aderas ( véase 30.1) , ut ilizadas para ahuyent ar a los m alos espírit us.
2. La m uert e de Apem ósine en Cam iro puede referirse a una represión brut al, por los
invasores hit it as m ás bien que por cret enses, de un colegio de sacerdot isas oraculares en
Cam iro. Las t res hij as de Cat reo, com o las Danaides, son la fam iliar t ríada de la Luna:
Apem ósine es la t ercera persona, la equivalent e de Cam ira. Cat reo, m uert o accident alm ent e
por Alt ém enes, com o Layo, m uert o accident alm ent e por su hij o Edipo ( véase 105.d)t y Odiseo
por su hij o Telégono ( véase 170.k) , t uvo que haber sido un predecesor en el reinado sagrado
m ás bien que un padre; pero la fábula ha sido m al relat ada: el hij o, y no el padre, debía
desem barcar y lanzar la lanza en form a de past inaca.

94.

504
Diodoro Sículo: v.78; Apolodoro: loc. cit.; Estrabón: xiv.2.2; Escoliasta sobre las Odas olím-
picas de Píndaro vii.159.
505
Apolodoro: iii.2.1-2; Diodoro Sículo: loc. cit.

219
Los mitos griegos I Robert Graves

LOS HI JOS DE PANDI ÓN

a. Cuando Erect eo, rey de At enas, fue m uert o por Posidón, sus hij os Cécrope, Pandoro,
Met ión y Orneo disput aron la sucesión; y Jut o, cuyo veredict o hizo rey al m ayor, Cécrope, t uvo
que abandonar apresuradam ent e el país de At ica 506 .
b. Cécrope, a quien Met ión y Orneo am enazaron con la m uert e, huyó prim eram ent e a
Megara y luego a Eubea, donde se le unió Pandoro y fundaron una colonia. El t rono de At enas
recayó en el hipo de Cécrope, Pandión, cuya m adre era Met iadusa, hij a de Eupálam o507 . Per o
no gozó del poder durant e m ucho t iem po, pues aunque m urió Met ión, sus hij os con Alcipa, o
I fínoe, dem ost raron ser t an envidiosos com o él. Est os hij os se llam aban Dédalo, al que
algunos, no obst ant e, llam an su niet o; Eupálam o, a quien ot ros llam an su padre; y Sición. A
Sición se le llam a t am bién variadam ent e hij o de Erect eo, Pélope o Marat ón, pues est as
genealogías est án m uy confusas508 .
c. Cuando los hij os de Met ión expulsaron a Pandión de At enas él huyó a la cort e del rey
Pilas, Pilos o Pilón, un rey lélege de Megara509 , con cuya hij a Pilia se casó. Más t arde Pilas m at ó
a su t ío Biant e y, dej ando que Pandión gobernara en Megara, se refugió en Mesenia, donde
fundó la ciudad de Pilos. Desaloj ado de allí por Neleo y los pelasgos de Yolco, penet ró en la
Elide y allí fundó una segunda Pilos. En Megara Pilia dio a Pandión cuat ro hij os: Egeo, Palant e,
Niso y Lico, aunque los herm anos envidiosos de Egeo difundieron el rum or de que est e últ im o
era hij o bast ardo de un t al Escirio510 . Pandión nunca volvió a At enas. Tiene un alt ar de héroe
en Megara, donde t odavía se m uest ra su t um ba en el Risco de At enea Som orm uj o, com o
prueba de que est e t errit orio pert eneció en un t iem po a At enas; fue disfrazada de esa ave que
At enea ocult ó a su padre Cécrope baj o sus alas y lo llevó sin que sufriera daño alguno a
Megara 511 .
d. Después de la m uert e de Pandión sus hij os m archaron cont ra At enas, expulsaron a los
hij os de Met ión y dividieron el Át ica en cuat ro part es, com o su padre les había ordenado que
hicieran. Com o Egeo era el m ayor, recibió la soberanía de At enas, en t ant o que sus herm anos
echaron suert es para el repart o del rest o del reino. A Niso le t ocó Megara y la región
circundant e hast a Corint o al oest e; a Lico le t ocó la Eubea y a Palant e el Át ica m eridional,
donde engendró una t osca raza de gigant es512 .
e. El hij o de Pilas, Escirón, quien se casó con una hij a de Pandión, disput ó el derecho de
Niso a Megara, y Éaco, llam ado para j uzgar la disput a, concedió el reino a Niso y sus
descendient es, pero el m ando de sus ej ércit os a Escirón. En esa época se le dio a Megara el
nom bre de Nisa, y Niso dio t am bién su nom bre al puert o de Nisea, que él fundó. Cuando Minos
m at ó a Niso lo ent erraron en At enas, donde t odavía se ve su t um ba det rás del Liceo. Sin

506
Apolodoro: iii.15.1 y 5; Plutarco: Teseo 32; Pausanias: vii.1.2.
507
Ibíd.: i.5.3; Eustacio sobre Homero p. 281; Apolodoro: iii.15.5.
508
Ferécides, citado por Escoliasta sobre Edipo en Colona de Sófocles 472; Apolodoro: iii.15.8;
Diodoro Sículo: iv.76.1; Pausanias: ii.6.3.
509
Apolodoro: iii.15.5; Pausanias: iv.36.1 y i.29.5.
510
Apolodoro: loc. cit.; Pausanias: iv.36.1.
511
Pausanias: 1.41.6; i.5.3 y i.39.4; Hesiquio sub Etia.

512
Apolodoro: iii.15.6; Sófocles, citado por Estrabón: i.6; Pausanias: i.5.4 y i.39.4.

220
Los mitos griegos I Robert Graves

em bargo, los m egarenses, quienes no adm it en que su ciudad fuera t om ada por los cret enses,
pret enden que Megareo se casó con I fínoe, la hij a de Niso, y sucedió a ést e513 .
f. Egeo, com o Cécrope y Pandión, vieron su vida am enazada const ant em ent e por las
conspiraciones de sus parient es, ent re ellos Lico, de quien se dice que fue dest errado de
Eubea. Lico se refugió en el reino de Sarpedón y dio su nom bre a Licia, después de visit ar a
Afareo en Arene y de iniciar a la casa real en los m ist erios de las Gr andes Diosas Dem ét er y
Perséfone, y t am bién en los de At is en Andania, la ant igua capit al de Mesenia. Est a At is, que
dio su nom bre al país de Át ica, era una de las t res hij as de Cránao, el rey aut óct ono de At enas
que reinaba en la época del diluvio de Deucalión. El bosquecillo de encinas de Andania, donde
Lico purificaba a los iniciados, lleva t odavía su nom bre514 . Se le había ot orgado la facult ad de
la profecía y fue su oráculo el que declaró post eriorm ent e que si los m esenios m ant enían a
salvo ciert a cosa secret a, un día recuperarían su pat rim onio, pero si no la m ant enían lo
perderían para siem pre. Lico se refería a una explicación de los m ist erios de la Gran Diosa
grabada en una hoj a de est año, que los m esenios ent erraron inm ediat am ent e en una urna de
bronce ent re un t ej o y un m irt o en la cum bre del m ont e I t one. El t ebano Épam inondas la
desent erró finalm ent e cuando devolvió a los m esenios su gloria ant erior 515 .
g. El Liceo de At enas t am bién se llam a así en honor de Lico; desde los t iem pos m ás
prim it ivos ha est ado consagrado a Apolo, quien fue el prim ero que recibió el sobrenom bre de
«Liceo», y ahuyent aba a los lobos de At enas con el olor de sus sacrificios516 .

1. Las genealogías m ít icas com o ést as eran cit adas siem pre que se disput aba la
soberanía de est ados o privilegios heredit arios. La división de Megara ent re el rey sagrado,
quien realizaba los sacrificios necesarios, y su sucesor, quien m andaba el ej ércit o, t iene su
paralelo en Espart a ( véase 74.1) . El nom bre de Egeo es t est im onio de la exist encia del cult o
de la cabra en At enas ( véase 8.1) y el de Lico lo es del cult o del lobo; t odo at eniense que
m at aba un lobo est aba obligado a ent errarlo m ediant e suscripción pública ( Escoliast a sobre
Apolonio de Rodas: ii. 124) . El som orm uj o est aba consagrado a At enea com o prot ect ora de los
barcos, y com o el Risco de At enea dom inaba el m ar, ést e puede haber sido ot ro de los riscos
desde los que su sacerdot isa lanzaba al pharm acos em plum ado ( véase 70.7; 89.6, et c.) . At is
( act es t hea, «diosa de la cost a escarpada») parece haber sido un t ít ulo de la t riple diosa át ica;
sus herm anas se llam aban Cránae ( «pét rea») y Granéem e ( «punt o rocoso»; Apolodoro:
iii.14.5) ; y com o a Procne y Filom ela, cuando se t ransform aron en aves, se las llam aba
conj unt am ent e At is ( Marcial: i.54.9 y v. 67.2) , es probable que ella se relacionara con el
m ism o rit ual de la cim a del risco. At is, com o At enea, t iene ot ras epifanías de aves en Hom ero
( véase 97.4) . Los m ist erios de las Grandes Diosas que concernían a la resurrección fueron
ent enados ent re un t ej o y un m irt o porque est os árboles represent aban, respect ivam ent e, a la
últ im a vocal y la ult im a consonant e del alfabet o de árboles ( véase 52.3) y est aban
consagrados a la diosa de la Muert e.

95.

EL NACI MI ENTO DE TESEO

513
Pausanias: i.39.4-5 y 19.5; Estrabón: ix.1.6.
514
Herodoto: i.73; Pausanias: i.2.5 y iv.1.4-5.
515
Pausanias: x.12.5; iv.20.2 y 26.6.
516
Ibid.: i.19.4; Escoliasta sobre Demóstenes: xxiv.114.

221
Los mitos griegos I Robert Graves

a. La prim era esposa de Egeo fue Mélit e, hij a de Hoples; y la segunda Calcíope, hij a de
Rexenor; pero ninguna de ellas le dio hij os. At ribuía eso, y las desdichas de sus herm anas
Procne y Filom ela, a la ira de Afrodit a, por lo que int roduj o su cult o en At enas y luego fue a
consult ar con el oráculo de Delfos. El oráculo le advirt ió que no debía abrir la boca de su
replet o odre de vino hast a que llegara al punt o m ás alt o de At enas si no quería m orir de pena
un día, respuest a que Egeo no pudo int erpret ar 517 .
b. En su viaj e de regreso se det uvo en Corint o, y allí Medea le hizo j urar solem nem ent e
que la am pararía cont ra t odos sus enem igos si alguna vez se refugiaba en At enas, y en cam bio
se com prom et ió a procurarle un hij o por art e de m agia. Luego hizo una visit a a Trecén, adonde
sus viej os com pañeros Pit eo y Trecén, hij os de Pélope, habían ido recient em ent e desde Pisa
para com part ir un reino con el rey Ecio. Ecio era el sucesor de su padre Ant as, hij o de Posidón
y Alcíone, quien, después de fundar las ciudades de Ant ea e Hiperea, se había hecho a la m ar
para fundar Halicarnaso en Caria. Pero Ecio parece haber poseído escaso poder, porque Pit eo,
después de la m uert e de Trecén, unió Ant ea a Hiperea en una sola ciudad que dedicó
conj unt am ent e a At enea y Posidón y llam ó Trecén 518 .
c. Pit eo era el hom bre m ás cult o de su época y se cit a con frecuencia uno de sus
apot egm as m orales sobre la am ist ad: «No debes m archit ar la esperanza que la am ist ad ha
concebido, sino colm ar bien su m edida.» Fundó en Trecén un t em plo de Apolo Oracular, que es
el Tem plo m ás ant iguo que sobrevive en Grecia, y dedicó t am bién un alt ar a la diosa t riple
Tem is. Tres t ronos de m árm ol blanco, colocados ahora sobre su t um ba det rás del t em plo de
Árt em is Salvadora, les servían a él y ot ros dos de asient os para j uzgar. Tam bién enseñó el
art e de la orat oria en el t em plo de las Musas de Trecén —fundado por el hij o de Hefest o
llam ado Árdalo, el fam oso invent or de la flaut a— y exist e t odavía un t rat ado de ret órica escrit o
por él 519 .
d. Ahora bien, cuando Pit eo vivía t odavía en Pisa, Belerofont e le había pedido que se
casara con su hij a Et ra, pero lo enviaron a Caria deshonrado ant es que se pudiera celebrar el
casam ient o; aunque seguía com prom et ido con Belerofont e, ella t enía pocas esperanzas de que
regresara. Por lo t ant o, Pit eo, afligido por la virginidad forzosa de su hij a, e influido por Medea,
la cual les est aba hechizando a t odos desde lejos, em borrachó a Egeo y lo m andó a la cam a
con Et ra. Esa m ism a noche, a una hora m ás avanzada, la gozó t am bién Posidón. Pues,
obedeciendo un sueño que le envió At enea, dej ó al borracho Egeo y pasó vadeando a la isla de
Esfera, que se halla cerca de Trecén, llevando libaciones para derram arlas en la t um ba de
Esfero, el auriga de Pélope. Allí, con la connivencia de At enea, la dom inó Posidón, y luego Et ra
cam bió el nom bre de la isla de Esfera en Hiera y erigió en ella un t em plo a At enea Apat uria,
est ableciendo la regla de que en adelant e t oda m uchacha t recenia dedicase su cint urón a la
diosa ant es de casarse. Pero Posidón concedió generosam ent e a Egeo la pat ernidad de t odos
los hij os que le nacieran a Et ra durant e los cuat ro m eses siguient es520 .
e. Cuando Egeo despert ó y se encont ró en el lecho de Et ra, le dij o a ést a que si les nacía
un hij o no debía ser abandonado ni enviado a ot ra part e, sino que se le debía criar
secret am ent e en Trecén. Luego volvió a At enas para celebrar el Fest ival Panat eneo, después
de ocult ar su espada y sus sandalias baj o una roca hueca llam ada el Alt ar de Zeus el Fuert e, la
que se hallaba en el cam ino de Trecén a Herm íone. Si cuando el niño creciera podía m over esa
roca y recuperar las prendas, se le debía enviar con ellas a At enas. Ent ret ant o, Et ra debía

517
Escoliasta sobre Medea de Eurípides 668; Apolodoro: iii.15.6; Pausanias: 1.14.6.
518
Eurípides: Medea 660 y ss.; Estrabón: viii.6.14; Plutarco: Teseo 2.
519
Plutarco: loc. cít.; Pausanias: ii.31.3-4 y 8-9.
520
Pausanias: ii.31.12 y 33.1; Apolodoro: iii.15.7; Plutarco: Teseo 3; Higinio: Fábula 37.

222
Los mitos griegos I Robert Graves

guardar silencio para que los sobrinos de Egeo, los cincuent a hij os de Palant e, no conspirasen
cont ra su vida. La espada era una herencia de Cécrope521 .
f. En un lugar llam ado ahora Genet lio, en el cam ino que va de la ciudad al puert o de
Trecén, Et ra dio a luz un niño. Algunos dicen que le dio inm ediat am ent e el nom bre de Teseo,
porque las prendas habían sido deposit adas para él; ot ros, que post eriorm ent e él obt uvo ese
nom bre en At enas. Fue criado en Trecén, donde su guardián, Pit eo, difundió discret am ent e el
rum or de que Posidón había sido su padre; y un t al Cónidas, a quien los at enienses siguen
sacrificando un carnero la víspera de las Fiest as Teseas, fue su pedagogo. Pero algunos dicen
que Teseo se crió en Marat ón 522 .
g. Un día Heracles, que com ía en Trecén con Pit eo, se quit ó su piel de león y la arroj ó
sobre un t aburet e. Cuando los niños del palacio ent raron com enzaron a grit ar y huyeron,
m enos Teseo, que ent onces t enía siet e años y que corrió a t om ar un hacha de la pila de leña y
volvió audazm ent e dispuest o a at acar a un verdadero león 523 .
h. A la edad de dieciséis años hizo una visit a a Delfos y ofreció a Apolo el prim er cabello
que le habían cort ado al llegar a la virilidad. Sólo se afeit ó, no obst ant e, la part e delant era de
la cabeza, com o los árabes y m isios, o com o los belicosos abant es de Eubea, que con dio
privaban a sus enem igos de una vent aj a en la lucha cuerpo a cuerpo, A est a dase de t onsura,
y al recint o donde él realizó la cerem onia, se les llam a t odavía t éseos. Era ya un j oven fuert e,
int eligent e y prudent e; y Et ra lo llevó a la roca baj o la cual Egeo había ocult ado la espada y las
sandalias y le refirió la hist oria de su nacim ient o. Teseo no t uvo dificult ad para m over la roca,
a la que desde ent onces se le llam a la «Roca de Teseo», y recuperó las prendas. Sin em bargo,
a pesar de las advert encias de Pit eo y de los ruegos de su m adre, no quiso ir a At enas por la
rut a segura del m ar, sino que insist ió en viaj ar por t ierra, im pulsado por el deseo de em ular
las hazañas de su prim o herm ano Heracles, a quien adm iraba m ucho524 .

1. Pit eo es un form a m asculina de Pit ea. Los nom bres de las ciudades que unió para
form ar Trecén indican una t ríada calendaria m at riarcal ( véase 75.2) , com puest a por Ant ea
( «florida») , la diosa de la Prim avera; Hiperea («que est á arriba») , la diosa del Verano, cuando
el sol est á en el cénit ; y Pit ea ( «diosa- pino») , adorada en el ot oño cuando At is- Adonis ( véase
79.1) era sacrificado en su pino. Pueden ser ident ificadas con la diosa t riple Tem is, a quien
Pit eo erigió un alt ar, puest o que el nom bre Trecén es, al parecer, una form a desgast ada de
t rion hezom enon «[ la ciudad] de los t res que se sient an», y que se refiere a los t res t ronos de
m árm ol blanco que servían a «Pit eo y ot ros dos» com o asient os para hacer j ust icia.
2. Teseo t uvo que t ener originalm ent e un m ellizo, pues su m adre se acost ó con un dios y
un m ort al en la m ism a noche; los m it os de I das y Linceo, Cast or y Pólux ( véase 74.1) ,
Heracles e I ficles ( véase 118.3) lo aseguran. Adem ás, llevaba una piel de león com o Heracles,
y, por t ant o, t uvo que haber sido el rey sagrado y no el sucesor. Pero cuando, después de las
guerras persas, Teseo se convirt ió en el principal héroe nacional de At enas, al m enos su
pat ernidad t enía que ser at eniense, porque su m adre era de Trecén. Los m it ógrafos decidieron,
en consecuencia, resolver el problem a de am bos m odos. Teseo era at eniense, hij o de Egeo y
m ort al, pero siem pre que necesit ase reclam ar a Posidón com o padre podía hacerlo ( véase 98.j
y 101.f) . En cualquiera de los dos casos su m adre seguía siendo de Trecén. At enas t enía allí
int ereses im port ant es. Tam bién se le concedió un m ellizo honorario, Pirít oo, quien, por ser
m ort al, no podía salir del Tárt aro, com o hicieron Heracles, Pólux y el propio Teseo ( véase 74.j
193.a; y 134.d) . No se perdonaron esfuerzos para relacionar a Teseo con Heracles, pero los

521
Plutarco: loc. cit.; Apolodoro: loc. cit.; Pausanias: ii.32.7.
522
Pausanias: ii.32.8; Plutarco: Teseo 4 y 6; Lactancio sobre la Tebaida de Estacio xii.194.
523
Pausanias: i.27.8.
524
Homero: Ilíada ii.542; Pausanias: loc. cit. y ii.32.7; Plutarco: Teseo 5 y 7.

223
Los mitos griegos I Robert Graves

at enienses nunca llegaron a ser lo bast ant e poderosos com o para convert irlo en un dios
olím pico.
3. Parece, no obst ant e, que hubo por lo m enos t res personaj es m it ológicos que se
llam aban Teseo: uno de Trecén, ot ro de Marat ón en Auca, y el t ercero del t errit orio lapit a. No
se unificaron en un solo personaj e hast a el siglo VI a. de C, cuando ( com o sugiere el profesor
George Thom son) los But adas, un clan lapit a cuyos m iem bros habían llegado a ser los
principales arist ócrat as de At enas e incluso usurpado el sacerdocio pelasgo nat ivo de Erect eo,
present aron al Teseo at eniense com o un rival de Heracles dorio ( véase 47.4) . Adem ás, Pit eo
era evident em ent e un t ít ulo t ant o eleano com o t recenio, que t enía t am bién el héroe epónim o
de un dem o át ico pert enecient e a la t ribu de Cécrope.
4. La visit a de Et ra a Esfera indica que la ant igua cost um bre de la aut o- prost it ución por
m uchachas solt eras sobrevivió en el t em plo de At enea durant e algún t iem po después de haber
sido im plant ado el sist em a pat riarcal. Difícilm ent e puede haber sido t raído de Cret a, pues
Trecén no es una ciudad m icénica, pero quizás era una im port ación cananea, com o en Corint o.
5. Las sandalias y la espada son ant iguos sím bolos de realeza; la ext racción de una
espada de una roca parece haber form ado part e del rit ual de la coronación en la Edad de
Bronce ( véase 81.2) . Odin, Galahad y Art uro t uvieron que realizar t odos ellos una hazaña
análoga; y una espada inm ensa, con puño de león y hundida en una roca, figura en la escena
de un casam ient o sagrado grabada en Hat asus ( véase 145.5) . Com o a est a roca se la llam a
t ant o Alt ar de Zeus el Fuert e com o Roca de Teseo, puede suponerse que «Zeus» y «Teseo»
eran t ít ulos alt ernat ivos del rey sagrado que era coronado allí; pero le arm aba la diosa. El
«Apolo» al que Teseo dedicó su cabello sería Karu ( «hij o de la diosa Car»; véase 82.6 y 86.2) ,
llam ado t am bién Car, Q're, o Carys, el rey solar al que le cort aban anualm ent e el cabello ant es
de su m uert e (véase 83.3) , com o cort aban el del t irio Sansón y el del m egarense Niso ( véase
91.1) . En una fiest a llam ada la Com iria ( «recort e del cabello») los m uchachos le sacrificaban
sus guedej as en una cerem onia fúnebre anual, y luego los llam aban cúret es ( véase 7.4) . Est a
cost um bre, probablem ent e de origen libio (Herodot o: iv.194) , se había ext endido al Asia
Menor y Grecia; una prohibición de la m ism a se da en el Levít ico xxi.5. Pero en la época de
Plut arco ya se adoraba a Apolo com o el dios Sol inm ort al y, en prueba de ello, conservaba el
cabello rigurosam ent e sin cort ar.
6. La división que hizo Ecio de Trecén ent re Trecén, Pit eo y él m ism o recuerda el arreglo
que hizo Pret o con Melam po y Biant e ( véase 72.h) . El Pit eo que enseñaba ret órica y cuyo
t rat ado sobrevivió hast a la época clásica t iene que haber sido un personaj e hist órico post erior.

96.

LOS TRABAJOS DE TESEO

a. Teseo salió para librar de bandidos el cam ino cost ero que llevaba de Trecén a At enas.
No se proponía int ervenir en pendencias, sino vengarse de t odos los que se at revieran a
m olest arle, aj ust ando el cast igo al delit o, com o hacía Heracles525 . En Epidauro le at acó
Perifet es el rengo. Perifet es, a quien algunos llam an hij o de Posidón y ot ros hij o de Hefest o y
Ant iclea, poseía una gran m aza de bronce, con la que solía m at ar a los cam inant es; de ahí su
apodo de Corunet es, o «el hom bre del garrot e». Teseo le arrancó la m aza de las m anos y lo
m at ó con ella. Com placido con su t am año y su peso, en adelant e la llevó a t odas part es con
orgullo; y aunque él había podido parar su golpe m ort al, en sus m anos est a arm a siem pre
m at aba sin fallar 526 .

525
Diodoro Sículo: iv.59; Plutarco: Teseo 7 y 11.
526
Higinio: Fábula 38; Apolodoro: iii.16.1; Pausanias: ii.1.4; Plutarco: Teseo 8.

224
Los mitos griegos I Robert Graves

b. En el lugar m ás est recho del ist m o, desde el que se ven el golfo de Corint o y el
Sarónico, vivía Sinis, el hij o de Pem ón, o, según dicen algunos, de Polipem ón y Silea, hij a de
Corint o, quien pret endía ser hij o de Posidón 527 . Le apodaban Pit iocant os o «doblador de
pinos», porque t enía fuerza suficient e para inclinar las punt as de los pinos hast a que t ocaban
la t ierra, y con frecuencia pedía a los t ranseúnt es que le ayudasen en esa t area, pero cuando
lo hacían solt aba de pront o la punt a del árbol, y ést e, al enderezarse, lanzaba al aire a los
incaut os quienes se m at aban al caer. O bien inclinaba las copas de dos árboles vecinos hast a
que se t ocaban y ent onces at aba a cada una de ellas un brazo de su víct im a, que era
despedazada cuando los árboles volvían a enderezarse528 .
c. Teseo luchó con Sinis, lo dom inó e hizo con él lo que él hacía con ot ros. En aquel
m om ent o una herm osa m uchacha corrió a ocult arse en un bosquecillo de j uncos y espárragos
silvest res. Él la siguió y, t ras una larga búsqueda, la encont ró invocando a las plant as y
prom et iéndoles que nunca las quem aría ni dest ruiría si la ocult aban y salvaban. Cuando Teseo
le j uró que no la t rat aría con violencia, ella consint ió en salir de allí y result ó que era Perígune,
hij a de Sinis. Perígune se enam oró de Teseo a prim era vist a, le perdonó la m uert e de su
odioso padre y, a su debido t iem po, le dio un hij o, Melanipo. Más t arde, la dio en m at rim onio a
Deyoneo el ecalio. Yoxo, el hij o de Melanipo, em igró a Caria, donde llegó a ser el ant epasado
de los yóxides, quienes no quem an j uncos ni espárragos silvest res, sino que los veneran 529 .
d. Sin em bargo, algunos dicen que Teseo m at ó a Sinis m uchos años después y le dedicó
los Juegos íst m icos, aunque habían sido fundados por Sísifo en honor de Melicert es, el hij o de
I no530 .
e. Luego, en Crom ión, persiguió y m at ó a una puerca m ont és feroz y m onst ruosa que
había dado m uert e a t ant os crom ionios, que ya no se at revían a arar sus cam pos. Est e anim al,
que llevaba el nom bre de la viej a que lo crió, era, según se decía, hij o de Tifón y Equidna531 .
f. Siguiendo el cam ino de la cost a, Teseo llegó a los riscos escarpados que se alzan del
m ar y que se habían convert ido en un baluart e del bandido Escirón. Algunos dicen que era
corint io e hij o de Pélope o de Posidón, y ot ros que era hij o de Heníoque y Canet o532 . Escirón
acost um braba a sent arse en una roca y obligar a los viaj eros a que le lavasen los pies; cuando
ellos se inclinaban para hacerlo, les daba un punt apié y los arroj aba desde el risco al m ar,
donde una t ort uga gigant e que nadaba por los alrededores esperaba para devorarlos. ( Las
t ort ugas de m ar se parecen a las de t ierra, sólo que son m ás grandes y t ienen alet as en vez de
pat as.) Teseo se negó a lavarle los pies a Escirón, lo levant ó de la roca y lo arroj ó al m ar 533 .
g. Pero los m egareses dicen que el único Escirón con que Teseo luchó er a un honrado y
generoso príncipe de Megara, padre de Endéis, que se casó con Éaco y dio a luz a Peleo y
Telam ón; añaden que Teseo m at ó a Escirón después de la t om a de Eleusis, m uchos años
después, y que celebró los Juegos íst m icos en su honor baj o el pat rocinio de Posidón 534 .

527
Pausanias: loc. cit.; Ovidio: Ibis 507 y ss.; Apolodoro: iii.16.2; Escoliasta sobre Hipólito de
Eurípides 977.
528
Ovidio: Metamorfosis vii.433 y ss.; Apolodoro: loc. cit.; Higinio: loc. cit.; Diodoro Sículo:
iv.59; Pausanias: loc. cit..
529
Plutarco: Teseo 8 y 29
530
Mármol de Paros 35 y ss.; Plutarco: Teseo 25.
531
Plutarco: Teseo 9; Diodoro Sículo: iv.59; Ovidio: Metamorfosis vü.433 y ss.; Apolodoro: Epí-
tome i.l; Higinio: Fábula 38.
532
Estrabón: ix.1.4; Apolodoro: Epítome i.2; Plutarco: Teseo 25.
533
Escoliasta sobre la Tebaida de Estacio i.339; Pausanias: i.44.12; Apolodoro: Epítome i.2-3.

534
Plutarco: Teseo 10 y 25.
225
Los mitos griegos I Robert Graves

h. Los riscos de Escirón se alzan cerca de las Rocas Molurias, y por ellos corre la senda
que hizo Escirón cuando m andaba los ej ércit os de Megara. Al fuert e vient o del noroest e que
sopla hacia el m ar a t ravés de esos riscos lo llam an Escirón los at enienses535 .
i. Ahora bien, sciron significa «parasol» y al m es de Escirofon se le llam a así porque en el
Fest ival de Dem ét er y Core que realizan las m ujeres el duodécim o día de ese m es el sacerdot e
de Erect eo lleva un parasol blanco, y una sacerdot isa de At enea Esciras lleva ot ro en solem ne
procesión desde la Acrópolis, pues en esa ocasión a la im agen de la diosa la unt an con sciras,
una especie de yeso, para conm em orar la im agen blanca que hizo de ella Teseo después de
haber dado m uert e al Minot auro536 .
j . Prosiguiendo su viaj e a At enas, Teseo se encont ró con Cerción, el arcadio, de quien
algunos dicen que era hij o de Bronco y la ninfa Argíope, y ot ros que era hij o de Hefest o o
Posidón 537 . Desafiaba a los t ranseúnt es a luchar con él cuerpo a cuerpo y luego los aplast aba
con su fuert e abrazo. Pero Teseo lo levant ó asiéndolo por las rodillas y, con gran com placencia
de Dem ét er, que presenciaba el com bat e, lo arroj ó de cabeza a t ierra. La m uert e de Cerción
fue inst ant ánea. Teseo no confiaba en la fuerza t ant o com o en la dest reza, pues había
invent ado el art e de la lucha cuerpo a cuerpo, cuyos principios no habían sido com prendidos
hast a ent onces. En Eleusis se m uest ra t odavía el lugar donde luchaba Cerción, sit uado en el
cam ino que va a Megara, cerca de la t um ba de su hij a Álope, a la que se dice que violó
Teseo538 .
k. Cuando llegó a Coridalo, en Át ica, Teseo m at ó al padre de Sinis, Polipem ón, apodado
Procrust es, quien vivía junt o al cam ino y t enía dos lechos en su casa, uno pequeño y el ot ro
grande. Cuando ofrecía aloj am ient o a los viaj eros por la noche, hacía que los hom bres
pequeños se acost asen en el lecho grande y los est iraba en un pot ro para que se aj ust asen a
él; y a los hom bres alt os los hacía acost ar en el lecho pequeño y luego les serraba t oda la
part e de las piernas que sobresalía de él. Pero algunos dicen que sólo ut ilizaba un lecho y que
alargaba o acort aba a sus huéspedes de acuerdo con su m edida. En t odo caso, Teseo hizo con
él lo que él había hecho con ot ros539 .

1. La m uert e de Perifet es ha sido invent ada para explicar la m aza de bronce de Teseo,
igual a la que llevaba Heracles ( véase 120.5) . Se describe a Perifet es com o un rengo porque
era hij o del herrero Dédalo y los herreros eran rit ualm ent e rengos ( véase 92.1) .
2. Com o se creía que el Vient o Nort e, que dobla los pinos, fert ilizaba a las m uj eres, los
anim ales y las plant as, se describe a «Pit iocant os» com o padre de Perígune, una diosa de los
sem brados ( véase 48.1) . El apego de sus descendient es a las esparragueras y los juncales
indica que los cest os sagrados que llevaban en las Tesm oforias est aban t ej idos con esos
m at eriales, y, por t ant o, prohibidos para el uso corrient e. La Cerda Crom iona, alias Fea, es la
cerda blanca Dem ét er ( véase 24.7 y 74.4) , cuyo cult o fue suprim ido m uy pront o en el
Peloponeso. El que Teseo em prendiera su viaj e sólo para m at ar a una cerda preocupaba a los

535
Pausanias: i.44.10-12; Estrabón: ix.1.4.

536
Escoliasta sobre Parlamento de las mujeres de Aristófanes 18; Aristófanes: Las avispas 925;
Etymologicum Magnum: sub Esciroforión.
537
Plutarco: Teseo 11; Apolodoro: Epítome i.3; Higinio: Fábula 38; Aulo Gelio: xiii.21.
538
Ovidio: Ibis 407 y ss.; Apolodoro: loc. cit.; Pausanias: i.39.3; Plutarco: Teseo 11 y 29.

539
Diodoro Sículo: iv.59; Apolodoro: Epítome i.4; Pausanias: ii.38.5; Higinio: Fábula 38; Plu-
tarco: Teseo 11.

226
Los mitos griegos I Robert Graves

m it ógrafos: Higinio y Ovidio la conviert en en un j abalí, y Plut arco la describe com o una m uj er
bandido cuya conduct a repugnant e le m ereció el apodo de «cerda». Pero aparece en el m it o
gales prim it ivo com o la Viej a Cerda Blanca, Hen Wen, at endida por el porquerizo m ago Coll ap
Collfrewr, que int roduj o el t rigo y las abej as en Brit ania; y al porquerizo m ago de Dem ét er,
Eubuleo, se le recordaba en el Fest ival de las Tesm oforias en Eleusis, en el que cerdos vivos
eran arroj ados a una sim a en su honor. Sus rest os put refact os servían luego para fert ilizar el
t rigo para sem brar (Escoliast a sobre Diálogos ent re prost it ut as de Luciano ii.l) .
3. Las fábulas de Escirón y Cerción se basan, al parecer, en una serie de im ágenes que
ilust raban la cerem onia de arroj ar a un rey sagrado com o pharm acos desde la Roca Blanca. El
prim er héroe que m urió así fue Melicert es ( véase 70.h) , o sea Heracles Melkart h de Tiro, quien
parece haber sido despoj ado de sus aderezos regios —la clava, la piel de león y los cot urnos—
y luego provist o con alas, aves vivas y un parasol para am inorar su caída ( véase 89.6; 92.3 y
98.7) . Est o es para indicar que Escirón, que aparece dispuest o a arroj ar de un punt apié a un
viaj ero al m ar, es el pharm acos que se prepara para su prueba en las Esciroforias, que se
celebraban en el últ im o m es del año, es decir, en el solst icio de verano; y que una segunda
escena, explicada com o la lucha cuerpo o cuerpo de Teseo con Cerción, le m uest ra levant ado
al aire por su sucesor (com o en la t erracot a del perist ilo real de At enas; Pausanias: i.3.1) ,
m ient ras la sacerdot isa de la diosa observa com placida. Ést a es una sit uación m it ológica
com ún: Heracles, por ej em plo, luchó por un reino con Ant eo en Libia ( véase 133.h) , y con Erix
en Sicilia ( véase 132.q) ; Odiseo con Filom élides en Ténedos ( véase 161.f) . Una t ercera
escena, t om ada com o la venganza de Teseo con Escirón. m uest ra al pharm acos lanzándose al
aire con el parasol en la m ano. En una cuart a, ha llegado al m ar y su parasol flot a en las olas;
la supuest a t ort uga que esperaba para devorarlo era sin duda el parasol, pues no hay
const ancia de ningún cult o de la t ort uga en Át ica. El Segundo Mit ógrafo Vat icano ( 127) hace
que Dédalo, y no Teseo, m at e a Escirón, probablem ent e a causa de la relación m ít ica de
Dédalo con el rit ual del pharm acos del rey perdiz ( véase 92.3) .
4. Todas est as hazañas de Teseo parecen t ener relación recíproca. Los gram át icos
asocian el parasol blanco con una im agen de yeso de At enea. Est o recuerda los m uñecos
pharm acos blancos, llam ados «argivos» ( «hom bres blancos») , que arroj aban al agua corrient e
una vez al año en la purificación de los t em plos en el m es de m ayo ( véase 132.p); t am bién las
t ort as blancas en form a de cerdos y hechas con harina m ezclada con yeso ( Plinio: Hist oria
nat ural xvii. 29.2) , que se ut ilizaban en las Tesm oforias en sust it ución de los rest os de los
cerdos recogidos de la sim a de Eubuleo; «para no defraudar a sus serpient es sagradas», según
explica el escoliast a sobre los Diálogos ent re prost it ut as de Luciano. El fest ival de las
Esciroforias form aba part e de las Tesm oforias. Thes t iene el m ism o significado en Thesm oforia
que en Theseus, a saber, «prendas deposit adas» en los cest os t ejidos con espárragos
silvest res y juncos que sant ificó Perígune. Eran prendas fálicas y el fest ival t enía caráct er
erót ico; j ust ifica est o la seducción de Perígune por Teseo, y t am bién la seducción de Herse por
Herm es ( véase 25.d) . El sacerdot e de Erect eo llevaba un parasol porque era el president e del
cult o de la serpient e, y las funciones sagradas de los reyes ant iguos quedaron a su cargo
después de haber sido abolida la m onarquía, com o quedaron en Rom a a cargo del sacerdot e
de Zeus.
5. El nom bre de Cerción lo relaciona con el cult o del cerdo. Lo m ism o sucede con sus
padres: Branco se refiere al gruñido de los cerdos, y Argíope es un sinónim o de Fea. Fue sin
duda Teseo el hij o de Posidón quien violó a Álope, es decir, suprim ió el cult o de la diosa Luna
de Megara com o Zorra ( véase 49.2) .
6. Tant o a Sinis com o a Escirón se los describe com o el héroe en cuyo honor fueron
dedicados nuevam ent e los Juegos íst m icos; el apodo de Sinis era Pit iocant os; y Escirón, com o
Pit iocant os, era un vient o del nordest e. Pero com o los Juegos íst m icos habían sido fundados
originalm ent e en m em oria de Heracles Melkart h, la dest rucción de Pit íocant os parece referirse
a la supresión del cult o de Bóreas en At enas, el cual, no obst ant e, fue rest ablecido después de
las guerras persas ( véase 48.4) . En ese caso, los Juegos íst m icos son análogos a los Juegos
Pít icos, fundados en m em oria de Pit ón, que era el Vient o Nort e fert ilizant e y t am bién el alm a
del rey sagrado m uert o por su rival Apolo. Adem ás, «Procrust es», según Ovidio y el escoliast a
sobre Hipólit o de Eurípides (977) , era sólo ot ro apodo de Sinis- Pit iocant os; y Procrust es parece
ser un personaj e novelesco invent ado para explicar una im agen fam iliar: el cabello del rey
viej o —Sansón, Pt erelao ( véase 89.7) , Niso ( véase 91.1) , Curoi, Llew Llaw, o com o quiera que
se le llam ase— est á at ado al post e de la cam a por su novia t raidora, m ient ras su rival avanza,
227
Los mitos griegos I Robert Graves

con el hacha en la m ano, para m at arlo. «Teseo» y sus helenos abolieron la cost um bre de
arroj ar al rey viej o por la Roca Moluria y volvieron a dedicar los j uegos a Posidón a expensas
de I no; I no era uno de los t ít ulos ant eriores de At enea.

97.

TESEO Y MEDEA

a. Cuando llegó al Át ica, Teseo encont ró j unt o al río Cefiso a los hij os de Fít alo, quienes
le purificaron de la sangre que había derram ado, pero especialm ent e de la de Sinis, su
parient e m at erno. El alt ar de Zeus Benigno, en el que se realizó esa cerem onia, se alza t odavía
a la orilla del río. Luego los Fit álidas acogieron a Teseo com o su huésped; fue la prim era
verdadera hospit alidad de que había sido obj et o desde que abandonara Trecén. Vest ido con
una larga t única que le llegaba a los pies y con el cabello bien t renzado, ent ró en At enas en el
oct avo día del m es Cronio, llam ado ahora Hecat om beón. Al pasar j unt o al t em plo casi
t erm inado de Apolo el Delfín, unos albañiles que t rabaj aban en el t echo le t om aron
equivocadam ent e por una m uchacha y le pregunt aron con im pert inencia por qué le dej aban
andar sin acom pañant es. Sin dignarse cont est ar, Teseo desunció los bueyes del carro de los
albañiles y lanzó a uno de ellos al aire m uy por encim a del t echo del t em plo540 .
b. Ahora bien, m ient ras Teseo crecía en Trecén, Egeo había m ant enido su prom esa a
Medea. Le dio albergue en At enas cuando huyó de Corint o en el célebre carro t irado por
serpient es aladas y se casó con ella, confiando con razón en que sus hechizos le perm it irían
engendrar un heredero, pues, t odavía no sabía que Et ra le había dado a Teseo541 .
c. Pero Medea reconoció a Teseo t an pront o com o llegó a la ciudad y sint ió celos por su
Medo, el hij o que había t enido con Egeo, de quien se esperaba generalm ent e que le sucediera
en el t rono de At enas. En consecuencia, convenció a Egeo de que Teseo venía com o espía o
asesino e hizo que le invit ara a un banquet e en el t em plo del Delfín. Egeo, que ut ilizaba el
t em plo com o su residencia, le ofrecería ent onces una copa de vino prepar ada por ella. Esa
copa cont endría m at alobos, veneno que Medea había llevado de la bit inia Aquerusia, donde
salió por prim era vez de la espum a m ort ífera que esparció Cerbero cuando Heracles lo sacó a
rast ras del Tárt aro; com o el m at alobos florece en las rocas desnudas, los cam pesinos lo llam an
«acónit o» 542 .
d. Algunos dicen que cuando sirvieron el asado en el Delfinio, Teseo desenvainó
ost ent osam ent e su espada, com o si fuera a t rinchar la carne, con lo que at raj o la at ención de
su padre; pero ot ros dicen que, sin recelar nada, se llevó la copa a los labios ant es de que
Egeo observase las serpient es erect idas grabadas en el puño de m arfil de la espada y que
ent onces arroj ó el veneno al suelo. El lugar donde cayó la copa se m uest ra t odavía, separado
del rest o del t em plo.
e. Siguió el m ayor j úbilo que había presenciado hast a ent onces At enas. Egeo abrazó a
Teseo, convocó una asam blea pública y lo reconoció com o su hij o. Encendió fogat as en t odos
los alt ares e hizo m uchos donat ivos a las im ágenes de los dioses; sacrificó hecat om bes de
bueyes enguirnaldados y en t odo el palacio y la ciudad ent era nobles y plebeyos banquet eaban
j unt os y cant aban las hazañas gloriosas de Teseo que ya superaban en núm ero a sus años de
vida543 .

540
Pausanias: i.37.3 y 19.1; Plutarco: Teseo 12.
541
Eurípides: Medea 660 y ss.; Apolodoro: i.9.28.
542
Plutarco: Teseo 12; Apolodoro: Epítome i.6; Ovidio: Metamorfosis vii.402 y ss.
543
Plutarco: loc. cít.; Ovidio: loc. cit.

228
Los mitos griegos I Robert Graves

f. Luego Teseo fue, con el propósit o de vengarse, en busca de Medea, la cual le eludió
rodeándose por una nube m ágica y poco después salió de At enas con el j oven Medo y una
escolt a que Egeo le proporcionó generosam ent e. Pero algunos dicen que huyó con Políxeno, el
hij o que había t enido con Jasón 544 .
g. Palant e y sus cincuent a hij os, quienes ya ant es de eso habían declarado que Egeo no
era un verdadero erect ida y por t ant o no t enía derecho al t rono, se rebelaron abiert am ent e
cuando aquel ext ranj ero andariego am enazó con frust rar sus esperanzas de gobernar At enas.
Dividieron sus fuerzas: Palant e, con veint icinco de sus hij os y num erosos part idarios, m archó
cont ra la ciudad desde Esfet o, en t ant o que los ot ros veint icinco se em boscaban en Garget o.
Pero Teseo, inform ado de sus planes por un heraldo llam ado Leos, del clan de Agnunt e, cayó
súbit am ent e sobre los em boscados y dest ruyó t oda la fuerza. En vist a de ello, Palant e
desbandó a los suyos y pidió la paz. Los Palánt idas nunca han olvidado la t raición de Leos y
t odavía los m iem bros de su clan no se casan con los agnusios, ni perm it en que los heraldos
inicien sus proclam as con las palabras «.¡Akouet e leoi! » ( «Oíd, ciudadanos») , por la sem ej anza
de la palabra leoi con el nom bre de Leos545 .
h. Hay que dist inguir a est e Leos del ot ro Leos, hij o de Orfeo y ant epasado de los
leónt ides at enienses. En una ocasión en que reinaban el ham bre y la pest e Leos obedeció al
oráculo de Delfos sacrificando a sus hij as Téope, Praxít ea y Eubule para salvar la ciudad. Los
at enienses erigieron el Leocorión en su honor 546 .

1. Est a avent ura art ificial, con su dénouem ent t eat ral en la escena del envenenam ient o,
recuerda la de I ón ( véase 44.a) ; y el episodio del buey lanzado al aire parece m eram ent e una
t osca im it ación de las hazañas de Heracles. La pregunt a de los albañiles es anacrónica, pues
en la edad heroica las m uj eres j óvenes iban de un lado a ot ro sin acom pañam ient o; ni podía
Teseo haber sido t om ado equivocadam ent e por una m uchacha si había dedicado ya su cabello
a Apolo, convirt iéndose en un Cúret e. Pero los deslices de la fábula indican que ha sido
deducida de una ilust ración ant igua en la que, puest o que los hom bres sit uados en el t echo del
t em plo se podían reconocer com o albañiles, se represent aría un sacrificio realizado el día en
que t erm inó la const rucción del t em plo ( véase 84.1) . Es probable que la figura t om ada por
Teseo, quien desunce de un carro al buey blanco del sacrificio, sea una sacerdot isa, y que, a
causa de su decoración de delfines, se haya at ribuido erróneam ent e el t em plo a Apolo, aunque
el delfín era originalm ent e un em blem a de la diosa Luna. El anim al no es lanzado al aire. Se
t rat a de la deidad en honor de la cual se ofrece el sacrificio: una vaca-luna blanca, la diosa
m ism a, o el t oro blanco de Posidón ( véase 88.c) , que com part ía un t em plo de la Acrópolis con
At enea y a quien, com o dios del Mar, est aban consagrados los delfines; los sacerdot es de
Apolo, y no el que m enos Plut arco, se m ost raban siem pre celosos por aum ent ar su poder y su
aut oridad a expensas de los ot ros dioses. Ot ra ilust ración com pañera, de la que puede haberse
deducido la fábula de la copa de veneno —el acónit o era un paralizant e conocido—
probablem ent e represent aba a un sacerdot e o sacerdot isa haciendo una libación a las ánim as
de los hom bres sacrificados cuando se pusieron los cim ient os, en presencia de Per séfone y
Cerbero. Plut arco dice que Egeo vivía en el Tem plo del Delfín y no en una casa part icular, lo
cual es correct o, pues, com o rey sagrado, t enía habit aciones en el palacio de la Reina ( véase
25.7) .

544
Ovidio: loc. cit.; Apolodoro: loc. cit.; Diodoro Sículo: iv.55.6; Helánico, citado por Pausa-
nias: ii.3.7.
545
Plutarco: Teseo 13.
546
Pausanias: i.5.2; Suidas sub Leos; Arístides: Oración panatenea; Jerónimo: Contra Joviniano
p.185, ed. Mart; Suidas sub Leucorión; Eliano: Varia historia xii.28.

229
Los mitos griegos I Robert Graves

2. La expulsión de Medea, prim eram ent e de Corint o y luego de At enas, se refiere a la


supresión por los helenos del cult o de la diosa Tierra; su carro t irado por serpient es dem uest ra
que era una Dem ét er corint ia ( véase 24.m ) . La derrot a de los Palánt idas por Teseo se refiere
análogam ent e a la supresión del cult o de la At enea original ( véase 9.1 y 16.2) , con su colegio
de cincuent a sacerdot isas; pallas puede significar «j oven» o «doncella». Ot ra versión del
m ism o m it o es el sacrificio de las t res hij as de Leos, que son en realidad la diosa en t ríada. La
doncella es Téope ( «rost ro divino») , la Luna Nueva; la ninfa es Praxít ea ( «diosa act iva») , la
Abej a Reina. La m adre de Cécrope t enía el m ism o nom bre en Eubea ( Apolodoro: iii.15.1 y 5) ;
la viej a es Eubule ( «buen consej o») , la diosa oracular, a la que Eubuleo, el porquerizo, sirvió
en Eleusis.
3. Que los palánt idas y agnusios no se casasen ent re ellos puede ser una reliquia de
exogam ia, con su com plej o sist em a de casam ient o de grupo ent re las frat rías; cada frat ría o
sub- frat ría se com ponía de varios clanes t ot ém icos; si es así, palánt idas y agnusios
pert enecerían a la m ism a subfrat ría y el casam ient o est aba perm it ido solam ent e ent re
m iem bros de subfrat rías diferent es (véase 80.5) . El clan palánt ida t enía probablem ent e com o
t ót em una cabra, así com o los agnusios t enían un cordero, los leónt idas un león y los
erect eidas una serpient e. Muchos ot ros clanes t ot ém icos est án insinuados en la m it ología
át ica: ent re ellos los del cuervo, el ruiseñor, la abubilla, el lobo, el oso y la lechuza.
4. A j uzgar por los m it os de Teseo y Heracles, t ant o la sum a sacerdot isa de At enea en
At enas com o la de Hera en Argos pert enecían a un clan del león en el que adopt aban a los
reyes sagrados; y un anillo de oro encont rado en Tirint o m uest ra a cuat ro hom bres- león
ofreciendo vasos para las libaciones a una diosa sent ada, que t iene que ser Hera, pues un
cuclillo est á posado det rás de su t rono (véase 12.4) . A pesar de que en Cret a no había leones,
figuraban t am bién allí com o anim ales de la diosa. At enea no est aba asociada con el cuclillo,
pero sí con ot ras aves que podían ser de origen t ot ém ico. En Hom ero aparece com o haliet o
( Odisea iii.371) y gorrión ( I bid., XXI 5239) ; en com pañía de Apolo com o buit re (I líada vii.58) ,
y en com pañía de Hera com o una palom a ( I bid., v.778) . En un pequeño j arr ón at eniense de
500 a. de C, se la ve com o alondra; y At enea som orm uj o, o alcat raz, t enía un alt ar cerca de
Megara ( Pausanias: i.5.3 y 41.6; véase 94.c) . Pero la lechuza sabia era su epifanía principal. El
clan de la lechuza conservó su rit ual hast a el final de la época clásica; iniciados disfrazados de
lechuza realizaban la cerem onia de cazar a su ave t ot ém ica ( Eliano: Varia hist oria xv.28;
Pólux: iv.103; At eneo: 391a- b y 629f) .
5. La fábula de Plut arco sobre el Akaouet e leoi es bast ant e adm isible: en las religiones
prim it ivas sucedía con frecuencia que se prohibían palabras porque se parecían al nom bre de
una persona, obj et o o anim al que no podían ser m encionados sin peligro, especialm ent e
palabras que sugerían los nom bres de parient es difunt os, aunque hubiera fallecido de m uert e
nat ural.
6. La negat iva por los Palánt idas de que Egeo y Teseo eran verdaderos erect idas puede
reflej ar una prot est a del siglo VI en At enas cont ra la usurpación por los but ades inm igrant es
( que ret ocaron la leyenda de Teseo) del sacerdocio erect ida nat ivo ( véase 95.3) .

98.

TESEO EN CRETA

a. Es m at eria de discusión si Medea persuadió a Egeo para que enviara a Teseo cont ra el
feroz t oro blanco de Posidón, o si fue después de la expulsión de Medea de At enas cuando
Teseo em prendió la dest rucción de ese m onst ruo que respiraba fuego, con la esperanza de
congraciarse m ás con los at enienses. Llevado por Heracles desde Cret a, dej ado en libert ad en
la llanura de Argos y arroj ado desde allí a t ravés del ist m o hast a Marat ón, el t oro había
m at ado a cent enares de hom bres ent re las ciudades de Probalint o y Tricorint o, incluyendo,
según dicen algunos a Androgeo, el hij o de Minos. Sin em bargo, Teseo se asió a los cuernos

230
Los mitos griegos I Robert Graves

m ort íferos y arrast ró al t oro en t riunfo a lo largo de las calles de At enas, subiendo por la ladera
em pinada hast a la Acrópolis, donde lo sacrificó a At enea o a Apolo547 .
b. Cuando se acercaba a Marat ón, Teseo había sido recibido hospit alariam ent e por una
solt erona viej a y pobre llam ada Hecalé, o Hecalene, quien prom et ió un carnero a Zeus si él
volvía ileso. Pero ella m urió ant es de su regr eso y él inst it uyó los rit os Hecalesios para
honrarles a ella y a Zeus Hecalio, rit os que t odavía se realizan. Com o Teseo no era m ás que un
niño en ese t iem po, Hecalé le había acariciado con carant oñas infant iles, y en consecuencia se
la llam a com únm ent e con el dim inut ivo de Hecalene, m ás bien que Hecalé548 .
c. En com pensación por la m uert e de Androgeo, Minos ordenó que los at enienses
enviaran siet e m uchachos y siet e doncellas cada nueve años —es decir a la t erm inación de
cada Gran Año— al Laberint o de Cret a, donde esperaba el Minot auro para devorarlos. Est e
Minot auro, que se llam aba Ast erio, o Ast erión, era el m onst ruo con cabeza de t oro que Pasífae
había t enido con el t oro blanco549 . Poco después de la llegada de Teseo a At enas venció la
fecha del t ribut o por t ercera vez, y sint ió t ant a lást im a por los padres cuyos hij os podían ser
elegidos por sort eo que él m ism o se ofreció com o una de las víct im as, a pesar de las
fervorosas t ent at ivas que hizo Egeo para disuadirle. Pero algunos dicen que le t ocó ir por
sort eo. Según ot ros, el rey Minos fue personalm ent e con una gran flot a a elegir las víct im as, y
su m irada recayó en Teseo, quien, aunque era nat ural de Trecén y no de At enas, se ofreció
volunt ariam ent e a ir, con la condición de que si vencía al Minot auro sin arm as se anularía el
t ribut o 550 .
d. En las dos ocasiones ant eriores el barco que conducía las cat orce víct im as llevaba
velas negras, pero Teseo confiaba en que los dioses le ayudarían, y por t ant o Egeo le dio una
vela blanca para que la izase a su regreso en señal de buen éxit o; aunque algunos dicen que
era una vela roj a, t eñida con j ugo de coscoj a551 .
e. Una vez realizado el sort eo en el Tribunal de Just icia, Teseo llevó a sus com pañeros al
Delfinio, donde hizo por ellos a Apolo la ofrenda de un ram o de olivo sagrado, coronado con
una banderola de lana blanca. Las cat orce m adres llevaron provisiones para el viaj e y relat aron
a sus hij os fábulas y cuent os heroicos para anim arlos. Pero Teseo reem plazó a dos de las
doncellas con un par de m uchachos afem inados que poseían un valor y una presencia de
ánim o ext raordinarios. Ordenó a ést os que t om aran baños calient es, evit aran los rayos del sol,
se perfum asen el cabello y el cuerpo con ungüent os y se ej ercit asen en hablar, hacer gest os y
cam inar com o las m uj eres. Así podía engañar a Minos haciéndolos pasar por doncellas552 .
f. Féax, el ant epasado de los feacios, ent re los cuales se hallaba Odiseo, iba com o pilot o
en la proa de la nave de t reint a rem os en la que navegaron, porque ningún at eniense conocía
t odavía el art e de la navegación. Algunos dicen que el t im onel era Ferecló, pero es probable
que t engan razón los que le llam an Nausít oo, pues Teseo, a su regreso, erigió m onum ent os a
Nausít oo y Féax en Falero, el puert o de part ida; y el Fest ival de los Pilot os local se celebra
conj unt am ent e en honor de los dos553 .

547
Apolodoro: Epítome i.5; Servio sobre la Eneida de Virgilio viii.294; Primer Mitógrafo Vati-
cano: 47; Pausanias: i.27.9; Plutarco: Teseo 14; Hesiquio: sub Bolinto.
548
Plutarco: loc. cit.; Calímaco: Fragmento 40, ed. Bentley; Ovidio: Remedios de amor 747.
549
Diodoro Sículo: iv.61; Higinio: Fábula 41; Apolodoro: iii.1.4; Pausanias: ii.31.1.

550
Plutarco: Teseo 17; Apolodoro: Epítome i.7; Escoliasta sobre la Ilíada de Homero xviii.590;
Diodoro Sículo: loc. cit.; Helánico, citado por Plutarco: Teseo 19.
551
Plutarco: loc. cit.; Simónides, citado por Plutarco: loc. cit.
552
Plutarco: Teseo 18; Historia de Demón, citado por Plutarco: Teseo 23.
553
Filócoro, citado por Plutarco: Teseo 17; Simónides, citado por Plutarco: loc. cit.; Pausanias:
i.1.2.

231
Los mitos griegos I Robert Graves

g. El oráculo de Delfos había aconsej ado a Teseo que llevara a Afrodit a com o guía y
com pañera en el viaj e. En consecuencia le ofreció un sacrificio en la playa, y he aquí que la
víct im a, una cabra, se convirt ió al m orir en m acho cabrío. Est e prodigio m ereció a Afrodit a el
t it ulo de Epit ragia554 .
h. Teseo se hizo a la m ar el día 6 del m es Muniquión [ abril] . Todos los años en esa fecha
los at enienses siguen enviando vírgenes al Delfinio para propiciar a Apolo, porque Teseo om it ió
el hacerlo ant es de part ir. El desagrado del dios se puso de m anifiest o en form a de una
t orm ent a que obligó a Teseo a refugiarse en Delfos y a ofrecer allí los sacrificios olvidados555 .
i. Cuando la nave llegó a Cret a algunos días después, Minos baj ó al puert o para cont ar
las víct im as. Se enam oró de una de las doncellas at enienses —no hay acuerdo sobre si era
Peribea (la que fue luego m adre de Ayas) , o Eribea, o Ferebea, pues las t res t enían nom bres
parecidos— y la habría poseído allí m ism o si Teseo no hubiera prot est ado diciendo que era su
deber, com o hij o de Posidón, defender a las vírgenes cont ra los ult raj es de los t iranos. Minos,
riendo lascivam ent e, replicó que no se sabía que Posidón hubiera m ost rado nunca un respet o
delicado por ninguna de las vírgenes de las que se encaprichaba556 .
—¡Ja, j a! —exclam ó—. Dem uest ra que eres un hij o de Posidón devolviéndom e est a
chuchería.
Y diciendo eso arroj ó su sello de oro al m ar.
—Dem uest ra t ú prim ero que eres un hij o de Zeus —replicó Teseo.
j . Minos lo hizo. A su ruego: «¡Escúcham e, Padre Zeus! », respondieron inm ediat am ent e
un relám pago y un t rueno. Sin m ás rodeos, Teseo se sum ergió en el m ar, donde un gran
cardum en de delfines le acom pañó honorablem ent e hast a el palacio de las Nereidas. Algunos
dicen que la nereida Tet is le dio ent onces la corona enj oyada, el regalo de boda de Afrodit a
que m ás t arde llevaría Ariadna; ot ros, que fue la propia Anfit rit e, diosa del Mar quien se la
ent regó, y que envió a las nereidas nadando en t odas las direcciones en busca del anillo de
oro. Fuera com o fuese, cuando Teseo salió del m ar llevaba consigo t ant o el anillo com o la
corona, según ha const at ado Micón en su pint ura en la t ercera pared del t em plo de Teseo557 .
k. Afrodit a había acom pañado ciert am ent e a Teseo pues, no sólo Peribea y Ferebea
invit aron al héroe caballero a sus lechos sin que fueran desairadas, sino que, adem ás, la hij a
de Minos, Ariadna, se enam oró de él a prim era vist a. «Te ayudaré a m at ar a m i herm anast r o,
el Minot auro —le prom et ió en secret o— si puedo volver a At enas cont igo com o t u esposa.»
Teseo acept ó de buena gana ese ofrecim ient o y le prom et ió casarse con ella. Ahora bien,
Dédalo, ant es de salir de Cret a, había dado a Ariadna un ovillo de hilo m ágico y le dio
inst rucciones sobre la m anera de ent rar y salir del Laberint o. Debía abrir la puert a de ent rada
y at ar al dint el el ext rem o suelt o del hilo; el ovillo iría desenredándose y dism inuyendo a
m edida que avanzase, t ort uosam ent e y dando m uchas vuelt as, hacia el recint o m ás recóndit o
donde se aloj aba el Minot auro. Ariadna ent regó ese ovillo a Teseo y le dij o que siguiera el hilo
hast a que llegara adonde dorm ía el m onst ruo, al que debía asir por el cabello y sacrificar a
Posidón. Luego podría volver siguiendo el hilo, que iría enrollando y form ando de nuevo el
ovillo 558 .
l. Esa m ism a noche Teseo hizo lo que se le había dicho, pero es m ot ivo de m ucha
discusión si m at ó al Minot auro con una espada que le dio Ariadna, o con sus m anos
desarm adas, o con su célebre clava. En un friso esculpido de Am icle aparece el Minot auro

554
Plutarco: Teseo 18.
555
Plutarco: loc. cit.; Escoliasta sobre Los caballeros de Aristófanes 725.
556
Pausanias: i.42.1; Higinio: Astronomía poética ii.5; Plutarco: Teseo 29.

557
Pausanias: 1.17.3; Higinio: loc. cit.
558
Plutarco: Teseo 29; Apolodoro: Epítome 1.8.

232
Los mitos griegos I Robert Graves

at ado y conducido en t riunfo por Teseo a At enas, pero ést a no es la fábula que se acept a
generalm ent e559 .
m . Cuando Teseo salió del Laberint o, salpicado con sangre, Ariadna le abrazó
apasionadam ent e y conduj o al puert o a t odo el grupo at eniense. Pues, ent ret ant o, los dos
m uchachos de aspect o afem inado habían m at ado a los guardias del aloj am ient o de las m uj eres
y puest o en libert ad a las víct im as doncellas. Todos ellos em barcaron sigilosam ent e en su
nave, en la que les esperaban Nausít oo y Féax, y se apresuraron a alej arse rem ando. Pero
aunque Teseo había desfondado previam ent e los cascos de varias naves cret enses para
im pedir la persecución, se dio la alarm a y se vio obligado a librar un com bat e naval en el
puert o ant es de escapar, afort unadam ent e sin pérdidas, a cubiert o de la oscuridad560 .
n. Algunos días m ás t arde, después de desem barcar en la isla llam ada ent onces Día y
ahora Naxos, Teseo dej ó a Ariadna dorm ida en la playa y se hizo nuevam ent e a la m ar. El
m ot ivo por el que act uó así será siem pre un m ist erio. Algunos dicen que la abandonó en favor
de una nueva am ant e, Eglé, hij a de Panopeo; ot ros dicen que m ient ras le det enían en Día
vient os cont rarios reflexionó sobre el escándalo que causaría en At enas la llegada de
Ariadna561 . Y no falt an quienes afirm an que Dioniso se le apareció a Teseo en un sueño y le
exigió am enazadoram ent e que le ent regase a Ariadna, y que cuando despert ó Teseo y vio que
la flot a de Dioniso se disponía a at acar Dia, levó anclas presa de un t error súbit o, y un hechizo
de Dioniso le hizo olvidar su prom esa a Ariadna e incluso su exist encia m ism a562 .
o. Sea cual fuere la verdad, los sacerdot es de Dioniso en At enas afirm an que cuando
Ariadna se encont ró en la cost a desiert a irrum pió en am argos lam ent os, recordando cóm o
había t em blado m ient ras Teseo se disponía a dar m uert e a su m onst ruoso herm anast ro; cóm o
había hecho vot os silenciosos por su buen éxit o; y cóm o, por el am or que le t enía, había
abandonado a sus padres y su pat ria. I nvocó al universo ent ero para que la vengase y el Padre
Zeus asint ió con un m ovim ient o de cabeza. Luego, am able y bondadosam ent e, Dioniso, con su
alegre séquit o de sát iros y m énades, acudió en socorro de Ariadna. Se casó en seguida con.
ella y le puso en la cabeza la corona de Tet is, y ella le dio m uchos hij os563 . De ellos sólo a
Toant e y Enopión se los llam a a veces hij os de Teseo. La corona, que Dioniso puso m ás t arde
ent re las est rellas com o la Corona Boreal, había sido hecha por Hefest o con oro ardient e y
gem as roj as de la I ndia colocadas en form a de rosas564 .
p. Sin em bargo, los cret enses se niegan a adm it ir que exist iera alguna vez el Minot auro,
o que Teseo conquist ara a Ariadna por m edios clandest inos. Describen el Laberint o com o
solam ent e una prisión bien vigilada en la que se m ant enía a los j óvenes y las doncellas
at enienses preparados para los juegos fúnebres de Androgeo. Algunos eran sacrificados en su
t um ba; ot ros eran ent regados com o esclavos a los ganadores de los prem ios. Sucedía que el
cruel y arrogant e Tauro, general de Minos, obt enía t odos los prem ios un año t ras ot ro, pues
ganaba t odos los j uegos en los que t om aba part e, con gran disgust o de sus rivales. Adem ás
había perdido la confianza de Minos porque circulaba el rum or de que t enía un am orío adúlt ero
con Pasífae, con la connivencia de Dédalo, y uno de los hij os m ellizos de ella se parecía m ucho

559
Escoliasta sobre la Odisea de Hornero xi.322, citado por Ferécides; Homero: Ilíada xviii.590;
Eustacio sobre la Odisea de Hornero xi.320; Apolodoro: Epítome i.9; Ovidio: Heroidas iv.115;
Pausanias: iii.18.7.
560
Pausanias: ii.31.1; Ferécides, citado por Plutarco: Teseo 19; Demón, citado por Plutarco: loc.
cit.
561
Escoliasta sobre Idilios de Teócrito ü.45; Diodoro Sículo: iv.61.5; Cátulo: lxiv.50 y ss.; Plu-
tarco: Teseo 29; Higinio: Fábula 43.
562
Pausanias: x.29.2; Diodoro Sículo: v.51.4; Escoliasta sobre Teócrito: loc. cit.
563
Pausanias: i.20.2; Cátulo: lxiv.50 y ss.; Higinio: Astronomía poética ii.5.
564
Plutarco: Teseo 20; Baquílides: xvi.116.

233
Los mitos griegos I Robert Graves

a él. En consecuencia, Minos accedió de buena gana al pedido de Teseo de que le concediera el
privilegio de luchar cuerpo a cuerpo con Tauro. En la ant igua Cret a asist ían a los j uegos t ant o
las m uj eres com o los hom bres, y Ariadna se enam oró de Teseo cuando t res veces seguidas le
vio lanzar al cam peón sobre su cabeza y clavar sus hom bros en la t ierra. El espect áculo
proporcionó a Minos casi la m ism a sat isfacción; ot orgó a Teseo el prem io, lo acept ó com o su
yerno y anuló el cruel t ribut o565 .
q. Una canción beocia t radicional confirm a est a t radición de que no t odas las víct im as
eran sacrificadas. Explica que los cret enses enviaban a Delfos la ofrenda de sus prim ogénit os,
en su m ayoría hij os de esclavos at enienses cret anizados. Los delfianos, sin em bargo, no
podían soport ar esa carga sobre los recursos de su pequeña ciudad y por lo t ant o los enviaron
a que fundasen una colonia en Yapigia, I t alia. Post eriorm ent e se est ablecieron en Beocia,
Tracia, y la exclam ación nost álgica de las doncellas bot ienas: «¡Oh, dej adnos volver a
At enas! » es un recuerdo const ant e de su origen 566 .
r. Los chipriot as y ot ros ofrecen un relat o com plet am ent e dist int o. Dicen que Minos y
Teseo convinieron en j urar que ningún barco —con excepción del Argo, al m ando de Jasón,
quien t enía la m isión de librar el m ar de pirat as— podría navegar por Aguas griegas con m ás
de cinco t ripulant es. Cuando Dédalo huyó de Cret a a At enas, Minos violó su pact o al
perseguirlo con barcos de guerra, y así se ganó la ira de Posidón, que había sido t est igo del
j uram ent o, y desencadenó una t em pest ad que lo llevó a m orir en Sicilia. El hij o de Minos,
Deucalión, heredó la querella y am enazó con que si los at enienses no ent regaban a Dédalo
daría m uert e a t odos los rehenes que le había dado Teseo al concluir el pact o. Teseo replicó
que Dédalo era parient e consanguíneo suyo y pregunt ó apaciblem ent e si no se podía llegar a
alguna t ransacción. Cam bió varias cart as sobre el asunt o con Deucalión, pero ent ret ant o
const ruía barcos en secret o, algunos en Tum át idas, un puert o lej os del cam ino público, y ot ros
en Trecén, donde Pit eo t enía un ast illero del que nada sabían los cret enses. Al cabo de uno o
dos m eses se hizo a la m ar su flot illa, al m ando de Dédalo y ot ros fugit ivos de Cret a; y los
cret enses, t om ando equivocadam ent e a las naves que se acercaban por part e de la flot a
perdida de Minos, les hicieron un gran recibim ient o. En consecuencia, Teseo se apoderó del
puert o sin oposición, y fue direct am ent e a Cnosos, donde dom inó a los guardias de Deucalión
y m at ó al propio Deucalión en una habit ación int erior del palacio. El t rono de Cret a pasó
ent onces a Ariadna, con quien Teseo llegó generosam ent e a un acuerdo; ella le ent regó los
rehenes at enienses y se concluyó un t rat ado de am ist ad perpet ua ent re las dos naciones,
sellado por la unión de las dos coronas, pues, en efect o, Ariadna se casó con Teseo567 .
s. Tras largos fest ej os, part ieron junt os apara At enas, pero una t em pest ad los llevó a
Chipre. Allí Ariadna, quien ya est aba encint a de Teseo y t em ía que el m areo le hiciera abort ar,
pidió que la desem barcaran en Am at unt e. Se hizo eso, pero apenas había vuelt o Teseo a su
nave cuando un vient o violent o obligó a t oda la flot a a volver a hacerse a la m ar. Las m uj eres
de Am at unt e t rat aron a Ariadna bondadosam ent e, consolándola con cart as que fingían haberse
recibido de Teseo, quien est aba reparando su nave en la cost a de una isla cercana; y cuando
m urió de sobrepart o la ent erraron sunt uosam ent e. En Am at unt e m uest ran t odavía la t um ba de
Ariadna, en un bosquecillo consagrado a ella com o Aridela. Teseo, cuando volvió de la cost a de
Siria, se afligió m ucho al ent erarse de que había m uert o y dot ó a su cult o con una gran
cant idad de dinero. Los chipriot as celebran t odavía el fest ival de Ariadna el día 2 de
sept iem bre, cuando un j oven se acuest a en su t um ba y finge ser una m uj er con dolores de
part o; y adoran dos est at uillas de ella, una de plat a y la ot ra de bronce, que les dej ó Teseo.
Dicen que Dioniso, lej os de casarse con Ariadna, est aba indignado porque ella y Teseo habían

565
Plutarco: Comparación de Rómulo y Teseo; Filócoro, citado por Plutarco: Teseo 15; Servio
sobre Eneida de Virgilio vi.14; Filócoro, citado por Plutarco: Teseo 19.
566
Aristóteles: Constitución de los beodos, citado por Plutarco: Teseo 16; Plutarco: Cuestiones
griegas 35.
567
Cleidemo, citado por Plutarco: Teseo 19.

234
Los mitos griegos I Robert Graves

profanado su grut a de Naxos, y se quej ó a Árt em is, quien le dio m uert e cuando est aba de
part o con flechas despiadadas; pero algunos dicen que ella se ahorcó por t em or a Árt em is568 .
t . Para resum ir la hist oria de Teseo: desde Naxos navegó a Délos, y allí hizo sacrificios a
Apolo y realizó j uegos at lét icos en su honor. Fue ent onces cuando int roduj o la nueva
cost um bre de coronar al vencedor con hoj as de palm era y poner un t allo de palm era en su
m ano derecha. Tam bién dedicó prudent em ent e al dios una pequeña im agen de m adera de
Afrodit a, obra de Dédalo, que Ariadna había llevado de Cret a y dej ado en su nave, y que podía
haber sido obj et o de com ent arios cínicos por part e de los at enienses. Est a im agen, que t odavía
se exhibe en Délos, descansa sobre una base cuadrada en vez de pies y est á const ant em ent e
enguirnaldada569 .
u. Un alt ar con cuernos se alza j unt o al lago redondo de Délos. Lo const ruyó
personalm ent e Apolo cuando sólo t enía cuat ro años de edad, con los cuernos com pact am ent e
unidos de innum erables cabras que había m at ado Árt em is en el m ont e Cint o; ésa fue su
prim era proeza arquit ect ónica. Los cim ient os del alt ar y las paredes que lo encierran est án
hechas t am bién com plet am ent e con cuernos, t odos ellos t om ados del m ism o lado de las
víct im as, pero se discut e si del izquierdo o del derecho 570 . Lo que hace que la obra figure ent re
las siet e m aravillas del m undo es que no se em pleó en la const rucción m ort ero ni ningún ot ro
coligat ivo. Alrededor de ese alt ar —o, según ot ra versión, alrededor de un alt ar de Afrodit a en
el que se había puest o la im agen dedálica— bailaron Teseo y sus com pañeros la danza llam ada
la Grulla, que consist e en evoluciones laberínt icas realizadas con pasos m esurados con
acom pañam ient o de arpas. Los delios bailan t odavía esa danza que llevó Teseo de Cnosos,
Dédalo había const ruido allí para Ariadna una pist a de baile en la que est aba m arcado en
relieve de m arm ol blanco un laberint o copiado del egipcio. Cuando Teseo y sus com pañeros
bailaron la Grulla en Cnosos fue la prim era ocasión en que hom bres y m uj eres danzaron
j unt os. La gent e chapada a la ant igua, especialm ent e los m arineros, conservan la m ism a
danza en m uchas ciudades de Grecia y del Asia Menor, lo m ism o que los niños en la cam piña
it aliana, y const it uye la Base de los fuegos de Troya 571 .
v. Ariadna no t ardó en vengarse de Teseo. Bien fuera por la aflicción que sent ía por
haberla perdido, o bien por la alegría que le produj o ver la cost a de Át ica, de la que le habían
m ant enido apart ado vient os prolongados, olvidó su prom esa de izar la vela blanca572 . Egeo,
que le esperaba en la Acrópolis, en el lugar donde se alza ahora el Tem plo de la Vict oria sin
Alas, divisó la vela negra, se desm ayó, cayó de cabeza al valle de abaj o y m urió Pero algunos
dicen que se arroj ó deliberadam ent e al m ar, que desde ent onces se llam a Egeo573 .
w. Teseo no fue inform ado de ese doloroso accident e hast a que t erm inó los sacrificios
prom et idos a los dioses por su feliz regreso; luego ent erró a Egeo y le honró con un alt ar de
héroe. El día 8 del m es Pianepsión [ oct ubre] , la fecha de su regreso de Cret a, los at enienses
leales baj an en gran núm ero a la cost a con ollas, en las que cuecen diferent es clases de
habichuelas para recordar a sus hij os que Teseo, habiéndose vist o obligado a dar a sus

568
Hesiquío sub Aridela; Peonio, citado por Plutarco: Teseo 21; Disputa de Homero y Hesíodo
14.
569
Plutarco: loc. cit.; Pausanias: viii.48.2 y ix.40.2; Calímaco: Himno a Délos 312.
570
Calímaco: Himno a Apolo 60 y ss.; Plutarco: loc. cit. y ¿Qué animales son más hábiles? 35.
571
Plutarco: Teseo 21; Calímaco: Himno a Délos 312 y ss.; Homero: Ilíada xviii.591-2; Pausa-
nias: ix.40.2; Plinio: Historia natural xxxvi.19; Escoliasta sobre Ilíada de Homero xviii.590; Eusta-
cio sobre Ilíada de Homero p.1166; Virgilio: Eneida v.588 y ss.
572
Cátulo: lxiv.40 y ss.; Apolodoro: Epítome i.10; Plutarco: Teseo 22.

573
Cátulo: loc. cit.; Pausanias: i.22.4-5; Plutarco: loc. cit. y Comparación de Rómulo y Teseo;
Higinio: Fábulas 4).

235
Los mitos griegos I Robert Graves

t ripulant es raciones m uy pequeñas, coció sus rest ant es provisiones en una olla t an pront o
com o desem barcó y llenó con ellas por fin los est óm agos vacíos de los at enienses. En est e
m ism o fest ival de acción de gracias se ent onan cánt icos para celebrar la t erm inación del
ham bre y se lleva un ram o de olivo envuelt o en lana blanca y del que cuelgan las prim icias de
diversos frut os, para conm em orar el que dedicó Teseo ant es de part ir. Com o era la est ación de
la cosecha, Teseo inst it uyó t am bién el Fest ival de las Cepas, en agradecim ient o a At enea y
Dioniso, quienes se le aparecieron en Naxos, o bien en honor de Dioniso y Ariadna. Los dos
port adores de las cepas represent an a los dos j óvenes que Teseo llevó a Cret a disfrazados de
doncellas y que cam inaban a su lado en el desfile t riunfal que se realizó después de su
regreso. Cat orce m uj eres llevan provisiones y t om an part e en est e sacrificio; represent an a las
m adres de las víct im as salvadas, y su t area consist e en recit ar fábulas y m it os ant iguos, com o
hicieron t am bién esas m adres ant es de que zarpara el barco574 .
x. Teseo dedicó un t em plo a Árt em is Salvadora en la plaza del m ercado de Trecén; y sus
conciudadanos le honraron con un t em plet e cuando t odavía vivía. Las fam ilias que est aban
obligadas a pagar el t ribut o a Cret a se encargaron de aport ar las víct im as necesarias para los
sacrificios, y Teseo concedió su sacerdocio a los Fit álidas en agradecim ient o por su
hospit alidad. La nave en que fue a Cret a ha hecho desde ent onces un viaj e de ida y vuelt a a
Délos, pero la han reparado y recom puest o t ant as veces que los filósofos la cit an com o un
ej em plo cuando discut en el problem a de la ident idad cont inua575 .

1. Grecia se cret anizó hacia el final del siglo XVI I I a. de C, probablem ent e por una
arist ocracia helena que se había apoderado del poder en Cret a una o dos generaciones ant es y
había iniciado allí una cult ura nueva. El relat o claro y sencillo de la incursión de Teseo en
Cnosos, cit ado por Plut arco t om ándolo de Cleidem o, parece razonable. Describe una rebelión
de los at enienses cont ra un señor cret ense que había t om ado rehenes com o garant ía de su
buena conduct a; la const rucción secret a de una flot illa, el saqueo de la ciudad abiert a de
Cnosos durant e la ausencia del grueso de la flot a cret ense en Sicilia, y un subsiguient e t rat ado
de paz rat ificado por el casam ient o del rey de At enas con Ariadna, la heredera cret ense. Est os
acont ecim ient os, que apunt an m ás o m enos al año 1400 a. de C., t ienen su paralelo en el
relat o m ít ico: Se exige a At enas un t ribut o de j óvenes y doncellas en com pensación por el
asesinat o de un príncipe cret ense. Teseo, al m at ar ast ut am ent e al Toro de Minos, o al vencer
al principal j efe m ilit ar de Minos en una lucha, libera a los at enienses de ese t ribut o, se casa
con Ariadna, la heredera del t rono, y hace la paz con Minos.
2. La m uert e por Teseo de Ast erio, el de cabeza de t oro, llam ado el Minot auro, o el «Toro
de Minos»; su lucha con Tauro ( «t oro») , y su capt ura del t oro cret ense, son versiones del
m ism o acont ecim ient o. Bolynt hos, que dio su nom bre al Probalint o át ico, era la palabra
cret ense con que se designaba al «t oro bravo». «Minos» era el t ít ulo de una dinast ía de
Cnosos que t enía por em blem a un t oro celest e —«Ast erios» podía significar «del sol» o «del
firm am ent o»— y era en form a de t oro com o el rey parece haberse ayunt ado rit ualm ent e con la
sum a sacerdot isa com o vaca- Luna (véase 88.7) . Un elem ent o de la form ación del m it o del
Laberint o puede haber sido que el palacio de Cnosos —la casa del labrys o hacha doble— era
un com plej o de habit aciones y corredores, y que los invasores at enienses t uvieron dificult ad
para encont rar y m at ar al rey cuando lo t om aron. Pero est o no es t odo. Un espacio abiert o
delant e del palacio est aba ocupado por una pist a de baile con un dibuj o laberínt ico que servía
para guiar a los que bailaban una danza de la prim avera erót ica (véase 92.4) . El origen de ese
dibuj o, llam ado t am bién laberint o, parece haber sido el laberint o t radicional de m at orrales que
se ut ilizaba para at raer a las perdices hacia uno de sus m achos, enj aulado en la cerca cent ral,
con reclam os de alim ent o, reclam os am orosos y desafíos; y los bailarines im it arían la danza de
am or ext át ica y renqueant e de las perdices m achos (véase 92.2) , cuyo dest ino era que el
cazador les golpease en la cabeza ( Eclesiast és xi.30) .

574
Pausanias: i.22.5; Plutarco: Teseo 22 y 23; Proclo: Crestomatía, citado por Focio 989.
575
Pausanias: ii.31.1; Plutarco: loc. cit.

236
Los mitos griegos I Robert Graves

3. Una j arra de vino et rusca de Tagliat ella en la que se ven dos héroes a caballo explica
la t eoría religiosa de la danza de la perdiz. El que va delant e lleva un escudo en el que est á
dibuj ada una perdiz, y un dem onio de la m uert e se posa det rás de él; el ot ro héroe lleva una
lanza y un escudo en el que est á dibuj ado un pat o. Det rás de ellos hay un dibuj o laberínt ico
que se encuent ra no sólo en ciert as m onedas de Cnosos. sino t am bién en los dibuj os
int rincados hechos en el césped y que pisaban los escolares brit ánicos en la Pascua de
Resurrección hast a el siglo XI X. Los celos am orosos at raían al rey a su m uert e, explica el
iconógrafo, com o una perdiz en el laberint o del m at orral, y le sucedía su heredero. Sólo el
héroe excepcional —un Dédalo o un Teseo— volvía vivo; y en est e cont ext o el recient e
descubrim ient o en las cercanías de Bossinney, Cornualles, de un laberint o cret ense t allado en
la superficie de una roca t iene gran im port ancia. La barranca donde el Dr. Rent on Green
descubrió el laberint o es una de las últ im as guaridas de la chova de Cornualles; y est a ave
aloj a el alm a del rey Art uro que pert urbó el I nfierno y con quien Bosinney est á ínt im am ent e
relacionada en la leyenda. Una danza laberínt ica parece haber sido llevada a Brit ania desde el
Medit erráneo orient al por agricult ores neolít icos del t ercer m ilenio a. de C, puest o que t oscos
laberint os de piedra, análogos a los brit ánicos hechos en el césped, se dan en la zona «Beaker
B» de Escandinavia y el nordest e de Rusia; y en el sudest e de Europa se encuent ran laberint os
eclesiást icos, ut ilizados en ot ro t iem po con propósit os penit enciales. A los laberint os ingleses
hechos en el césped se los llam a habit ualm ent e «Ciudad de Troya», y lo m ism o a los de Gales:
Caer- droia. Probablem ent e los rom anos los llam aban así por su Juego de Troya, una danza
laberínt ica ej ecut ada por j óvenes arist ócrat as en honor del ant epasado de August o, el t royano
Eneas; aunque, según Plinio, la bailaban t am bién los niños en la cam piña it aliana.
4. En Cnosos el cult o del t oro celest e sucedió al cult o de la perdiz, y el círculo de
bailarines llegó a represent ar los cursos anuales de los cuerpos celest es. Por lo t ant o, si
t om aban part e siet e m uchachas y doncellas, pueden haber represent ado a los siet e t it anes y
t it ánides del sol, la luna y los cinco planet as ( véase 1.3 y 43.4) ; aunque no se ha encont rado
ninguna prueba concret a del cult o de los t it anes en las obras de art e cret enses. Parece que la
ant igua danza de la Grulla de Délos —t am bién las grullas ej ecut an una danza am orosa— se
adapt ó igualm ent e a un dibuj o laberínt ico. En algunos laberint os los bailarines se asían a una
cuerda que les ayudaba a m ant ener la dist ancia convenient e y seguir el dibuj o sin
equivocarse; y est o puede haber dado origen a la fábula del ovillo de hilo ( A. B. Cook Journal
of Hellenic St udies xiv.101 y ss., 1959) ; en At enas, com o en el m ont e Sípilo, a la danza de la
cuerda se la llam aba cordax ( Arist ófanes: Nubes 540) . El espect áculo en el ruedo t aurino de
Cret a consist ía en una exhibición acrobát ica realizada por hom br es j óvenes y m uchachas que
por t urno se asían a los cuernos del t oro que em best ía y daban salt os m ort ales hacia at rás
sobre su lom o. Ést e era evident em ent e un rit o religioso, y quizás t am bién en est e caso los
ej ecut ant es represent aban planet as. No pudo haber sido un deport e t an peligroso com o
sugieren la m ayoría de quienes escriben sobre el t em a, a j uzgar por los escasos accident es
que se producen ent re los banderilleros en las plazas de t oros españolas; y en un fresco
cret ense se ve que un com pañero est aba list o para recoger al j oven o la m uchacha que daba
los salt os m ort ales cuando caían a t ierra.
5. «Ariadna», que los griegos int erpret aban com o «Ariagne» ( «m uy sant a») , t enía que
ser el t ít ulo de la diosa Luna honrada en la danza y en el ruedo t aurino: «la alt a y fért il m adre
Cebada», llam ada t am bién Aridela ( «La m uy m anifiest a») . La conducción de ram os cargados
con frut os en honor de Ariadna y de Dioniso, y el suicidio de ést a ahorcándose «porque t em ía
a Árt em is», indican que se at aban a esos ram os m uñecas que represent aban a Ariadna (véase
79.2) . Una m uñeca- diosa beocia en form a de cam pana que se ve en el Louvre con las piernas
colgant es es Ariadna, o Erígone, o Árt em is Ahorcada; y unas m uñecas de bronce con
m iem bros separables se han encont rado en la Cerdeña de Dédalo. La corona de Ariadna hecha
por Hefest o en form a de guirnalda de rosas no es una fant asía; en el t esoro de Mochlos se han
encont rado finas coronas de oro con j oyas en form a de flores.
6. El casam ient o de Teseo con la sacerdot isa de la Luna le hizo señor de Cnosos y en una
m oneda cnosia se ve una luna nueva en el cent ro de un laberint o. Pero la cost um bre
m at rilineal privaba a una heredera de t odo derecho a sus t ierras si acom pañaba a su m arido al
ot ro lado del m ar; y est o explica por qué Teseo no llevó a Ariadna a At enas, ni m ás allá de Día,
isla cret ense a la vist a de Cnosos. El Dioniso cret ense, represent ado com o un t oro —Minos, en
realidad— era el m arido legít im o de Ariadna; y el vino, hecho en Cret a, sería em pleado en sus

237
Los mitos griegos I Robert Graves

orgías. Est o puede explicar la indignación de Dioniso, de la que inform a Hom ero, porque
Ariadna y Teseo, el int ruso, se habían acost ado junt os.
7. Muchas cost um bres at enienses ant iguas del período m icénico son explicadas por
Plut arco y ot ros en función de la visit a de Teseo a Cret a; por ej em plo, la prost it ución rit ual de
m uchachas y la sodom ía rit ual ( caract eríst ica del cult o de Anat a en Jerusalén ( véase 61.1) y el
de la diosa siria en Hierápolis) , las cuales sobrevivían com o vest igios ent re los at enienses en la
propiciación de Apolo con una ofrenda de doncellas y en la conducción por dos m uchachos
hom osexuales de ram as con frut os. La ram a con frut os recuerda la lulab que se llevaba en
Jerusalén en el Fest ival de los Tabernáculos del Año Nuevo, celebrada t am bién a com ienzos de
ot oño. El de los Tabernáculos era un fest ival de la vendim ia y correspondía a las Oscoforias, o
«conducción de racim os de uva», at enienses, el principal int erés de las cuales consist ía en una
carrera pedest re ( Proclo: Crest om at ía 28) . Originalm ent e, el vencedor se convert ía en el nuevo
rey sagrado, com o en Olim pia, y recibía una m ezcla quínt uple de «aceit e, vino, m iel, queso
picado y harina», el néct ar y la am brosía divinos de los dioses. Plut arco asocia a Teseo, el
nuevo rey, con est e fest ival al decir que llegó accident alm ent e m ient ras se est aba realizando y
le disculpa de t oda part icipación en la m uert e de su predecesor Egeo. Pero en realidad el
nuevo rey luchaba con el rey viej o y lo arroj aba, com o pharm acos, desde la Roca Blanca al
m ar ( véase 96.3) . En la ilust ración que el m it ógrafo ha int erpret ado m al evident em ent e, la
nave con la vela negra de Teseo t iene que haber sido una em barcación list a para salvar al
pharm acos; t enía velas negras porque los pescadores del Medit erráneo em bet unan
habit ualm ent e sus redes y velas para im pedir que el agua salada las pudra. La grana o
cochinilla proporcionaba un unt e escarlat a con el que se unt aba el rost ro del rey sagrado, y por
t ant o est aba asociada con la realeza. «Hecalé», la viej a solt erona m enest erosa, es
probablem ent e una form a ant icuada de «Hécat e Selene», «la luna que dispara lej os», es decir,
Árt em is.
8. La ingest ión de habichuelas o habas por los hom bres parece haber est ado prohibida en
la época pre- helénica; los pit agóricos seguían abst eniéndose de com erlas, alegando que las
alm as de sus ant epasados podían m uy bien residir en ellas y que si un hom bre ( no una m uj er)
com ía una haba podía privar a un ant epasado suyo, hom bre o m uj er, de su probabilidad de
renacer. Por t ant o, el banquet e de habichuelas popular indica una burla helena deliberada de
la diosa que im ponía esa prohibición; lo m ism o se puede decir de la donación que hizo Teseo
de un sacerdocio m asculino a los Fit álidas ( «cult ivadores») , la form a fem enina de cuyo nom bre
recuerda que el cult ivo de la higuera, com o la plant ación de habas, era al principio un m ist erio
lim it ado a las m uj eres (véase 24.13) .
9. Los chipriot as adoraban a Ariadna com o la «diosa del Nacim ient o de Am at o», t ít ulo
pert enecient e a Afrodit a. Su fest ival de ot oño celebraba el nacim ient o del Año Nuevo; y el
j oven que im it aba sus dolores de part o era su am ant e regio, Dioniso. Est a cost um bre, llam ada
couvade, se encuent ra en m uchas part es de Europa, incluyendo algunos dist rit os de Anglia
Orient al.
10. El t em plo con cuernos de Apolo en Délos ha sido excavado recient em ent e. El alt ar y
sus cim ient os han desaparecido, y el t oro ha sucedido a la cabra com o el anim al rit ual en las
decoraciones de las piedras, si, en verdad, fue alguna vez una cabra; en un sello m inoico se ve
a la diosa en un alt ar hecho ent eram ent e con cuernos de t oro.
11. El m ural alegórico de Micón en el que aparece Tet is ent regando una corona y un
anillo a Teseo, m ient ras Minos rebosa de ira en la cost a, quizás represent a el paso de la
t alasocracia de los cret enses a los at enienses. Pero es posible que Minos se casara
sim bólicam ent e con la diosa del Mar arroj ando un anillo al agua, com o hacían en la Edad Media
los dux de Venecia.
12. A Enopión y Toant e se los llam a a veces hij os de Teseo porque eran los héroes de
Quíos y Lem nos ( véase 88.h) , súbdit os y aliados de los at enienses.

238
Los mitos griegos I Robert Graves

99.

LA FEDERALI ZACI ÚN DE ÁTI CA

a. Cuando Teseo sucedió a su padre Egeo en el t rono de At enas reforzó su soberanía


ej ecut ando a casi t odos sus adversarios, con excepción de Palant e y el rest o de sus cincuent a
hij os. Algunos años después dio m uert e t am bién a ést os com o m edida de precaución, y,
cuando se le acusó de hom icidio ant e el t ribunal de Apolo el Delfín, alegó el pret ext o sin
precedent es de «hom icidio j ust ificable», lo que le valió la absolución. Le purificaron de la
sangre derram ada en Trecén, donde reinaba su hij o Hipólit o, y pasó allí un año ent ero. A su
regreso sospechó que un herm anast ro, llam ado t am bién Palant e, le era desleal y lo dest erró
inm ediat am ent e. Palant e fundó luego Palant io en la Arcadia, aunque algunos dicen que lo
había hecho Palant e, el hij o de Licaón, poco después del diluvio de Deucalión 576 .
b. Teseo dem ost ró ser un gobernant e observant e de la ley, e inició la polít ica de
federalización, que fue la base del post erior bienest ar de At enas. Hast a ent onces Át ica había
est ado dividida en doce com unidades, cada una de las cuales m anej aba sus propios asunt os
sin consult ar al rey de At enas salvo en m om ent os de em ergencia. Los eleusinos incluso
llegaron a declarar la guerra a Erect eo y abundaban ot ras querellas int est inas. Si esas
com unidades habían de renunciar a su independencia, Teseo t enía que acercarse a cada clan y
fam ilia por t urno, y eso fue lo que hizo. Encont ró a los labradores acom odados y a los siervos
dispuest os a obedecerle, y convenció a la m ayoría de los grandes t errat enient es para que
acept aran su plan prom et iéndoles abolir la m onarquía y sust it uirla por la dem ocracia, aunque
él seguiría siendo general en j efe y j uez suprem o. Aquellos a quienes no convencieron los
argum ent os expuest os por él al m enos respet aron su fuerza577 .
c. Así se dio a Teseo poder para disolver los gobiernos locales, después de convocar a
sus delegados en At enas, donde les proporcionó una Sala de Consej o y un Tribunal, que
t odavía exist en hoy día. Pero se abst uvo de inm iscuirse en las leyes de la propiedad privada.
Luego unió los suburbios con la ciudad propiam ent e dicha, que hast a ent onces se com ponía
únicam ent e de la Acrópolis y sus dependencias inm ediat as al sur, incluyendo los ant iguos
t em plos de Zeus Olím pico, Apolo Pit io, la Madre Tierra, Dioniso de los Pant anos y el Acueduct o
de los Nueve Manant iales. Los at enienses t odavía llam an a la Acrópolis «la ciudad».
d. Llam ó cam bien al día 16 del m es de Hecat om beón [ j ulio] Día de la Federación, y
organizó un fest ival público en honor de At enea; en ese día se ofrece un sacrificio incruent o a
la Paz578 . Cam bió el nom bre de los Juegos At enienses celebrados ese día por el de Panat eneos,
con lo que los abrió para t odo el país de Át ica; y t am bién inst it uyó el cult o de Afrodit a Federal
y de la Persuasión. Luego renunció al t rono, com o había prom et ido, y dio al Át ica su nueva
const it ución, y baj o el m ej or de los auspicios, pues el oráculo de Delfos profet izó que At enas
surcaría los m ares t orm ent osos con la seguridad de un odre579 .
e. Para am pliar la ciudad t odavía m ás, Teseo invit ó a t odos los ext ranj eros dignos a que
se hicieran sus con ciudadanos. Sus heraldos, que recorrían t oda Grecia, em pleaban una
fórm ula que se ut iliza t odavía, a saber: «Venid acá t odos, oh pueblo.» Grandes m ult it udes

576
Higinio: Fábula 244; Apolodoro: Epítome i.ll; Servio sobre la Eneida de Virgilio viii.54; Eu-
rípides: Hipólito 34-7; Pausanias: 1222; i.28.10 y viii.3.1.
577
Diodoro Sículo: iv.61; Tucídides: ii.15; Plutarco: Teseo 24.
578
Tucídides: loc. cit.; Plutarco: loc. cit.; Escoliasta sobre La paz de Aristófanes 962.
579
Pausanias: vii-2.1 y i.22.3; Plutarco: loc. cit.

239
Los mitos griegos I Robert Graves

afluyeron inm ediat am ent e a At enas y él dividió a la población del Át ica en t res clases: los
eupát ridas, o sea «los que m erecen bien de su pat ria»; los georges o «labradores», y los
dem iurgos o «art esanos». Los eupát ridas se encargaban de los asunt os religiosos,
proporcionaban los m agist rados, int erpret aban las leyes y encarnaban la dignidad suprem a;
los georges cult ivaban la t ierra y const it uían la colum na vert ebral del Est ado; los dem iurgos,
con m ucho la clase m ás num erosa, aport aban art esanos t an variados com o adivinos,
ciruj anos, heraldos, carpint eros, escult ores y repost eros580 . Así Teseo se convirt ió en el prim er
rey que inst it uyó una república, que es por lo que Hom ero, en el Cat álogo de las naves, llam a
solam ent e a los at enienses pueblo soberano; y su Const it ución siguió en vigor hast a que se
apoderaron del poder los t iranos. Sin em bargo, algunos niegan que sea ciert a est a t radición;
dicen que Teseo siguió reinando com o ant eriorm ent e y que, después de la m uert e del rey
Menest eo, que conduj o a los at enienses cont ra Troya, su dinast ía se m ant uvo durant e t res
generaciones581 .
f. Teseo, el prim er rey at eniense que acuñó dinero, im prim ió en sus m onedas la im agen
de un t oro. No se sabe si represent aba al t oro de Posidón o a Tauro, el general de Minos, o si
sim plem ent e con ello est im ulaba la agricult ura, pero su sist em a m onet ario fue causa de que el
valer legal se cit ase en función de «diez bueyes» o «cien bueyes», durant e m ucho t iem po.
Em ulando a Heracles, quien había designado a su padre Zeus pat rono de los Juegos Olím picos,
Teseo designó a su padre Posidón pat rono de los Juegos íst m icos. Hast a ent onces el dios así
honrado había sido Melicert es, hij o de I no, y los j uegos, que se realizaban de noche, habían
sido m ist erios, m ás bien, que un espect áculo público. A cont inuación Teseo defendió el
derecho at eniense a la soberanía de Megara, y luego reunió a los delegados del Peloponeso en
el ist m o y les induj o a que resolvieran una viej a disput a front eriza con sus vecinos j onios. En
un lugar acept ado por am bas part es erigió la célebre colum na con una inscripción en el lado
orient al que decía: «Est o no es ya el Peloponeso, sino Jonia», y ot ra en el lado occident al que
decía: «Est o no es ya Jonia, sino el Peloponeso». Tam bién obt uvo el consent im ient o de los
corint ios para que los at enienses ocuparan el lugar de honor en los Juegos íst m icos; ese lugar
consist ía en t ant o t erreno com o el que cubría la vela de la nave que los había llevado582 .

1. El elem ent o m ít ico de la fábula de Teseo se m ezcla aquí con lo que pret ende ser la
hist oria const it ucional de At enas; pero la federalización del Át ica est á fechada con varios siglos
de ant icipación; y las reform as dem ocrát icas de Teseo son propaganda del siglo V, invent adas
probablem ent e por Clíst enes. Las reform as legales hechas durant e la últ im a m onarquía j udía
fueron at ribuidas de igual m odo a Moisés por los redact ores del Pent at euco.
2. Los bueyes const it uían el pat rón del valor en la ant igua Grecia, I t alia e I rlanda, com o
lo const it uyen t odavía en las t ribus past oriles at rasadas del África Orient al, y los at enienses no
acuñaron m onedas hast a cerca de quinient os años después de la guerra de Troy a. Pero es
ciert o que en los lingot es de cobre cret enses de un peso fij o se est am paba oficialm ent e una
cabeza de t oro o un becerro recost ado ( Sir Art hur Evans: Minóan Weight s and Médium s of
Currency p. 335) ; y que los but ades de At enas, que parecen haber sido en gran part e
responsables por la evolución del m it o de Teseo, pueden, haber t enido present e est a t radición
cuando acuñaron m oneda en la que est aba est am pada la cabeza de buey, la divisa de su clan.
3. La división del Át ica en doce com unidades t iene su análoga en un arreglo parecido
hecho en el delt a del Nilo y, en Et ruria, y en la dist ribución del t errit orio cananeo conquist ado
ent re las doce t ribus de I srael; en cada caso el núm ero puede haber sido elegido para perm it ir
el t raspaso m ensual de la m onar quía de una t ribu a ot ra. Los griegos de la edad heroica no
dist inguían ent re asesinat o y hom icidio sin prem edit ación; en am bos casos había que pagar un

580
Plutarco: Teseo 25; Homero: Odisea 383 y ss. y xix.135; Platón: El banquete 188d y Repúbli-
ca 529e; Herodoto: vii.31.
581
Plutarco: loc. cit.; Homero: Ilíada ii.552 y ss.; Pausanias: i.3.2.
582
Estrabón: ix.1.6
240
Los mitos griegos I Robert Graves

precio de sangre al clan de la víct im a, y el m at ador cam biaba luego su nom bre y abandonaba
la ciudad para siem pre. Así Telam ón y Peleo siguieron siendo m uy bien considerados por los
dioses después de su t raicionero asesinat o de Foco ( véase 81.b) ; y Medea m at ó a Apsirt o sin
cont rariar a sus nuevos súbdit os corint ios( véase 153a y 156a) . En At enas, no obst ant e, en el
período clásico, el asesinat o prem edit ado ( phonos) im plicaba la pena de m uert e; el hom icidio
sin prem edit ación ( akousia) , la de dest ierro, y la ley obligaba al clan a inciar proceso. Phonos
hekousios ( hom icidio j ust ificable) y phonos akousios ( hom icidio excusable) eran refinam ient os
post eriores que probablem ent e int roduj o Dracón en el siglo VI I a. de C.; ést e últ im o sólo
exigía la expiación por m edio de la purificación rit ual. Los m it ógrafos, no han com prendido que
Teseo evit ó el dest ierro perm anent e por el asesinat o de los Palánt idas sólo ext erm inando a
t odo el clan, com o hizo David con la «Casa de Saúl». Un año de ausencia en Trézena bast ó
para librar a la ciudad de la m ancilla causada por el asesinat o.

100.

TESEO Y LAS AMAZONAS

a. Algunos dicen que Teseo t om ó part e en la afort unada expedición de Heracles cont ra
las Am azonas y recibió com o su part e en el bot ín a su reina Ant íope, llam ada t am bién
Melanipa; pero que est e no fue un dest ino t an desdichado para ella, com o pensaban m uchos,
pues le había ent regado la ciudad de Tem iscira sobre el río Term odón, en prueba de la pasión
que él había encendido ya en su corazón 583 .
b. Ot ros dicen que Teseo fue al país de las Am azonas algunos años m ás t arde, en
com pañía de Pirít oo y sus cam aradas, y que las Am azonas, com placidas por la llegada de
t ant os guerreros apuest os, no les hicieron resist encia. Ant íope salió a recibir a Teseo con
regalos, pero t an pront o com o subió a bordo de su nave, Teseo ordenó levar, anclas y la rapt ó.
Ot ros m ás dicen que Teseo perm aneció algún t iem po en Am azonia y agasaj ó a Ant íope com o
su, invit ada. Añaden que ent re sus com pañeros se hallaban t res herm anos at enienses, Euneo,
Tóloas y Solunt e, el últ im o de los cuales se enam oró de Ant ípode, pero com o no se at revía a
cort ej arla direct am ent e, pidió a Euneo que defendiera su causa. Ant íope rechazó esos
requerim ient os, pero siguió t rat ando a Solunt e con la m ism a cort esía que ant eriorm ent e, hast a
que él se arroj ó al río Term odont e y se ahogó Teseo no se ent eró de lo que había sucedido y
eso le afligió m ucho. Recordando una advert encia que le había hecho el oráculo de Delfos en
el sent ido de que si alguna vez se sent ía afligido en un país ext raño debía fundar una ciudad y
dej ar en ella a algunos de sus com pañeros para que la gobernasen, const ruyó Pit ópolis, en
honor de Apolo Pit io, y al río cercano le dio el nom bre de Solunt e. Dej ó allí a Eunéo, Tóloas y
un t al Herm o, noble at eniense a cuya prim era residencia en Pit ópolis se le llam a ahora
equivocadam ent e «Casa de Herm es». Luego se hizo a la m ar con Ant íope584 .
c. La herm ana de Ant íope, Orit ia, confundida por algunos con Hipólit a, cuyo ceñidor
obt uvo Heracles, j uró vengarse de Teseo. Concluyó una alianza con los escit as y conduj o una
gran fuerza de am azonas a t ravés del hielo del Bósforo Cim erio, cruzó el Danubio y pasó por
Tracia, Tesalia y Beocia. En At enas acam pó en el Areópago e hizo un sacrificio a Ares,
acont ecim ient o por el que, según dicen algunos, recibió ese nom bre la colina; pero
prim eram ent e ordenó que un dest acam ent o invadiera Laconia y disuadiera a los peloponeses
de enviar refuerzos a Teseo por el ist m o585 .

583
Apolodoro: Epítome i.16; Hegias de Trézena, citado por Pausanias: i.2.1.
584
Píndaro, citado por Pausanias: i.2.1; Ferécides y Bión, citados por Plutarco: Teseo 26; Mené-
crates, citado por Plutarco: loc. cit.
585
Justino: ii.4; Helánico, citado por Plutarco: Teseo 26-7; Diodoro Sículo: iv.28; Apolodoro:
Epítome i.16; Esquilo: Euménides 680 y ss.
241
Los mitos griegos I Robert Graves

d. Las fuerzas at enienses est aban ya form adas, pero ninguna de las dos part es se decidía
a iniciar las host ilidades. Al fin, por consej o de un Oráculo, Teseo sacrificó a Fobo, hij o de Ares,
y present ó bat alla el día 7 del m es de Boedrom ión, fecha en que se celebran en At enas los
sacrificios llam ados Boedrom ios; aunque algunos dicen que el fest ival ya había sido fundado en
honor de la vict oria que obt uvo Jut o cont ra Eum olpo en el reinado de Erect eo. El frent e de
bat alla de las Am azonas se ext endía ent re el lugar llam ado ahora Am azonio y el Pnix, cerca de
Crisa, El ala derecha de Teseo descendió desde el Museo y cayó sobre el ala izquierda
enem iga, pero fue derrot ada y t uvo que ret irarse hast a el Tem plo de las Furias. Recuerda est e
episodio una piedra erigida al j efe local Calcodom t e en una calle a cuyos lados se hallan las
t um bas de los que m urieron en el com bat e y que ahora lleva su nom bre. Pero el ala izquierda
at eniense at acó desde el Paladio, el m ont e Árdelo y el Liceo y obligó al ala derecha de las
Am azonas a ret irarse a su cam pam ent o, infligiéndoles m uchas baj as586 .
e. Algunos dicen que las Am azonas ofrecieron la paz sólo t ras cuat ro m eses de dura
lucha; el arm ist icio, j urado cerca del t em plo de Teseo, es conm em orado t odavía con el
sacrificio am azónico que se realiza en la víspera de su fest ival. Pero ot ros dicen que Ant íope,
ahora esposa de Teseo, peleó heroicam ent e a su lado, hast a que la m at ó una flecha disparada
por una t al Molpadia, a la que Teseo dio m uert e luego; que Orit ía, con unas pocas
com pañeras, huyó a Megara, donde m urió de pena y desesperación; y que las dem ás
Am azonas, arroj adas del Át ica por el vict orioso Teseo se est ablecieron en Escit ia587 .
f. En t odo caso, ést a fue la prim era vez que los at enienses rechazaron a invasores
ext ranj eros. Algunas am azonas que quedaron heridas en el cam po de bat alla fueron enviadas
a Caléis para que las curaran. Ant íope y Molpadia est án ent erradas en las cercanías del t em plo
de la Madre Tierra, y una colum na de barro señala la t um ba de Ant íope. Ot ras yacen en el
Am azonio. Las Am azonas que cayeron cuando cruzaban la Tesalia est án ent erradas ent re
Escot usia y los Cinocéfalos, y unas pocas m ás cerca de Queronea, j unt o al río Hem ón. En la
región pírrica de Laconia unos alt ares señalan el lugar donde las Am azonas det uvieron su
avance y dedicaron dos im ágenes de m adera a Art em is y Apolo; y en Trecén un t em plo de
Ares conm em ora la vict oria de Teseo sobre est e dest acam ent o cuando t rat ó de abrirse paso
por el ist m o a su regreso588 .
g. Según un relat o, las Am azonas ent raron en Tracia por Frigia y no por Escit ia, y
fundaron el t em plo de Art em is Efesia m ient ras m archaban a lo largo de la cost a. Según ot ro,
se habían refugiado en ese t em plo en dos ocasiones ant eriores, a saber, en su huida de
Dioniso y después de haber vencido Heracles a la reina Hipólit a; y sus verdaderos fundadores
fueron Creso y Éfeso589 .
h. La verdad respect o a Ant íope parece ser que sobrevivió a esa bat alla y que finalm ent e
Teseo se vio obligado a m at arla, t al com o había predicho el oráculo de Delfos, cuando se alió
con el rey Deucalión de Cret a y se casó con su hij a Fedra. La celosa Ant íope, que no era su
esposa legal, int errum pió las fiest as nupciales irrum piendo en ellas com plet am ent e arm ada y
am enazando con dar m uert e a los invit ados. Teseo y sus com pañeros se apresuraron a cerrar
las puert as y la m at aron en un horrendo com bat e, aunque ella le había dado a él un hij o,
Hipólit o, llam ado t am bién Dem ofont e, y nunca había yacido con ot ro hom bre590 .

586
Plutarco: Teseo 21; Etymologicum Magnum: sub Boedromias; Eurípides: Ion 59; Cleiderao,
citado por Plutarco: loc. cit.
587
Clideino, citado por Plutarco: loc. cit.; Plutarco: loc. cit.; Pausanias: i.47.1; Diodoro Sículo:
iv.28.
588
Plutarco: loc. cit.; Pausanias: i.2.1; i.41.7; iii.25.2 y ii.32.8.
589
Píndaro, citado por Pausanias: vii.2.4.
590
Higinio: Fábula 241; Apolodoro: Epítome i.17; Diodoro Sículo: iv.62; Ovidio: Heroidas 121
y ss.; Pausanias: i.22.2; Píndaro, citado por Plutarco: Teseo 28.

242
Los mitos griegos I Robert Graves

1. «Am azonas», derivada habit ualm ent e de a y m azon, «sin pechos», porque se creía
que se cort aban un pecho para poder disparar m ej or las flechas ( pero est a idea es fant ást ica) ,
parece ser una palabra arm enia que significa «m uj erés- luna». Com o las sacerdot isas de la
diosa Luna en las cost as del sudest e del Mar negro llevaban arm as, com o lo hacían t am bién en
el golfo de Sirt e en Libia (véase 8.1) , parece que los relat os que de ellas hacían los viaj eros a
su regreso crearon confusión en la int erpret ación de ciert as im ágenes at enienses ant iguas que
represent aban a m uj eres guerreras, y dieron origen a la fábula át ica de una invasión
am azónica desde el río Term odont e. Esas im ágenes, que exist ían en la época clásica en el
escabel del t rono de Zeus en Olim pia ( Pausanias: v11.2) , en el escudo de At enea, en el
t em plet e de Teseo, en la pared cent ral del perist ilo pint ado de At enas ( Pausanias: i.15.2) y en
ot ras part es ( Pausanias: i.17.1) , represent aban, o bien la lucha ent re las sacerdot isas pre-
helenas de At enea por el puest o de sum a sacerdot isa, o bien una invasión helena del Át ica y la
resist encia que ést as opusieron. Sin duda había t am bién sacerdot isas arm adas en Éfeso —
colonia m inoica, com o indica el nom bre del fundador: Creso ( «Cret ense») — y en t odas las
ciudades donde había t um bas de Am azonas. Orina, o Hipólit a, se supone que se desvió varios
cent enares de m illas de su cam ino a t ravés de Escit ia, probablem ent e porque el Bósforo
Cim erio —Crim ea— era la sede del salvaj e cult o t aurino de Art em is en el que la sacerdot isa
sacrificaba víct im as m asculinas ( véase 116.2) .
2. La int errupción de la boda de Fedra por Ant íope puede haber sido deducida de una
ilust ración en la que aparecía el conquist ador heleno a punt o de violar a la sum a sacerdot isa
después de haber dado m uert e a sus com pañeras. Ant íope no era la esposa legal de Teseo
porque pert enecía a una sociedad que se resist ía a la m onogam ia ( véase 131.J) . Los nom bres
de Melanipa e Hipólit o asocian a las Am azonas con el cult o del caballo pre-heleno ( véase
43.2) . El nom bre de Solunt e ( «peso en form a de huevo») puede derivarse de una com pet encia
para levant ar pesos en los j uegos fúnebres que se celebraban en la colonia griega de Pit ópolis,
llam ada así por la serpient e oracular de su heroico fundador; parece haber sido cost um bre allí
arroj ar víct im as hum anas al río Term odont e. Las Boedrom ias ( «corriendo en busca de ayuda»)
eran un fest ival de Art em is acerca del cual se sabe poco: quizás int ervenían en él sacerdot isas
arm adas, com o en el fest ival argivo de las Hibríst icas (véase 160.5) .

101.

FEDRA E HI PÓLI TO

a. Después de casarse con Fedra, Teseo envió a su hij o bast ardo Hipólit o a Pit eo, quien
lo adopt ó com o su heredero en el t rono de Trecén. Así Hipólit o no t enía m ot ivo para disput ar el
derecho de sus herm anos legít im os Acam ant e y Dem ofont e, hij os de Fedra, a reinar en
At enas591 .
b. Hipólit o, que había heredado de su m adre Ant íope la devoción exclusiva a la cast a
Art em is, erigió un nuevo t em plo a la diosa en Trecén, no lej os del t eat ro. I nm ediat am ent e
Afrodit a decidió cast igarle por lo que t om ó com o un insult o a su persona y se encargó de que
cuando Hipólit o asist iera a los m ist erios eleusinos, Fedra se enam orase apasionadam ent e de
él. Él se present ó vest ido con t única de lino blanco y el cabello enguirnaldado, y aunque sus
facciones t enían una expresión dura, a ella le parecieron adm irablem ent e severas592 .

591
Apolodoro: Epítome 1.18; Pausanias: i.222; Ovidio: Heroidas iv.67 y ss.
592
Pausanias: ii.31.6; Ovidio: loc. cit.

243
Los mitos griegos I Robert Graves

c. Com o en ese m om ent o Teseo se hallaba en Tesalia con Pirít oo, o quizás en el Tárt aro,
Fedra siguió a Hipólit o a Trecén. Allí erigió el Tem plo de Afrodit a At isbadora que dom inaba el
gim nasio, y desde él observaba diariam ent e a escondidas m ient ras Hipólit o se ej ercit aba en la
carrera, el salt o y el pugilat o com plet am ent e desnudo. Un ant iguo m irt o se alzaba en el recint o
del t em plo y Fedra punzaba sus hoj as, im pulsada por su pasión frust rada, con una horquilla
enj oyada, y t odavía est án m uy perforadas. Cuando m ás t arde Hipólit o asist ió al Fest ival
Panat eneo y se aloj ó en el palacio de Teseo, Fedra ut ilizó el t em plo de Afrodit a en la Acrópolis
con el m ism o propósit o593 .
d. Fedra no reveló a nadie su deseo incest uoso, pero com ía poco, dorm ía m al y se puso
t an débil que finalm ent e su viej a nodriza sospechó la verdad y le suplicó oficiosam ent e que
enviara una cart a a Hipólit o. Fedra lo hizo; en ella confesaba su am or y decía que había
adopt ado el cult o de Árt em is, cuyas dos im ágenes de m adera, llevadas de Cret a, acababa de
volver a dedicar a la diosa. Le invit aba a que fuese a cazar un día. «Nosot ras, las m uj eres de
la Casa Real de Cret a —decía— est am os sin duda dest inadas a ser deshonradas en el am or: lo
at est iguan m i abuela Europa, m i m adre Pasífae y finalm ent e m i herm ana Ariadna. ¡Ah,
desdichada Ariadna, abandonada por t u padre, el infiel Teseo, que desde ent onces ha
asesinado a t u regia m adre —¿por qué las Furias no t e han cast igado por m ost rar sem ej ant e
indiferencia t an poco filial por su suert e?— y un día m e asesinará a m í! Cuent o cont igo para
que t e vengues de él rindiendo hom enaj e a Afrodit a en m i com pañía. ¿No podríam os irnos y
vivir junt os, por lo m enos un t iem po, excusándonos con una expedición de caza? Ent ret ant o,
nadie puede sospechar nuest ros verdaderos sent im ient os m ut uos. Ya est am os aloj ados baj o el
m ism o t echo y nuest ro afect o se considerará inocent e, e incluso digno de elogio.» 594 .
e. Hipólit o quem ó esa cart a horrorizado y fue a la habit ación de Fedra para
reprochársela, pero ella se rasgó la ropa, abrió las puert as de la habit ación y grit ó: «¡Socorro,
socorro, m e violan! » Luego se colgó del dint el y dej ó una not a acusando a Hipólit o de delit os
m onst ruosos595 .
f. Cuando Teseo recibió la not a m aldij o a Hipólit o y ordenó que saliera de At enas
inm ediat am ent e para no volver m ás. Luego recordó los t res deseos que le había concedido su
padre Posidón y pidió encarecidam ent e que Hipólit o m uriese ese m ism o día. «Padre —suplicó—
, haz que una fiera le salga al paso a Hipólit o m ient ras : se dirige hacia Trecén.» 596
g. Hipólit o había salido de At enas a t oda velocidad. Cuando pasaba por la part e est recha
del I st m o una ola gigant esca, que cubrió incluso la Roca Moluria, se lanzó rugiendo hacia la
cost a, y de su crest a surgió un gran lobo m arino ( o, según dicen algunos, un t oro blanco) que
bram aba y arroj aba agua. Los cuat ro caballos del carro de Hipólit o se desviaron hacia el risco,
enloquecidos de t error, pero com o Hipólit o era un auriga expert o, im pidió que se precipit aran
por el borde. Ent onces el anim al corrió am enazadoram ent e t ras el carro e Hipólit o no pudo
conseguir que sus caballos avanzaran en línea rect a. No lej os del t em plo de Árt em is Saronica
se alza t odavía un olivo silvest re llam ado el Rhachos Ret orcido —rhachos es el nom bre que
dan los t recenios al olivo est éril— y fue a una ram a de ese árbol a la que se engancharon las
riendas de Hipólit o. Su carro fue a dar de cost ado cont ra un m ont ón de piedras y se
despedazó. Hipólit o, enredado en las riendas y lanzado prim eram ent e cont ra el t ronco del
árbol y luego cont ra las piedras, m urió arrast rado por sus caballos, m ient ras su perseguidor
desaparecía597 .

593
Ovidio: loc. cit.; Séneca: Hipólito 835 y ss.; Pausanias: ii.32.3 y 1.22.2; Eurípides: Hipólito 1
y ss.; Diodoro Sículo: iv.62.
594
Ovidio: loc. cit.; Pausanias: i.18.5.
595
Apolodoro: Epítome i.18; Diodoro Sículo: iv.62; Higinio: Fábula 47.
596
Plutarco: Vidas paralelas 34; Servio sobre la Eneida de Virgilio vi.480.
597
Pausanias: ii.32.8; Eurípides: Hipólito 1193'y ss.; Ovidio: Metamorfosis xv.506 y ss.; Plutar-
co: loc. cit.; Diodoro Sículo: iv.62.

244
Los mitos griegos I Robert Graves

h. Algunos dicen, aunque ést e es un relat o im probable, que Árt em is le dij o a Teseo la
verdad y lo llevó en un abrir y cerrar de oj os a Trecén, adonde llegó a t iem po para
reconciliarse con su hij o m oribundo; y que se vengó de Afrodit a procurando la m uert e de
Adonis. Pero es seguro que ordenó a los t recenios que rindieran a Hipólit o honores divinos, y
que desde ent onces t odas las novias t recenias se cort aran un bucle del cabello y se lo
dedicaran. Fue Dióm edes quien dedicó el ant iguo t em plo y la im agen de Hipólit o en Trecén y el
prim ero que le ofreció su sacrificio anual. Tant o la t um ba de Fedra com o la de Hipólit o, la
segunda un m ont ículo de t ierra, se ven en el recint o de ese t em plo, cerca del m irt o con las
hoj as picadas.
i. Los propios t recenios niegan que Hipólit o fuese arrast rado por los caballos e incluso
que est é ent errado en su t em plo, y no quieren revelar el paradero de su verdadera t um ba. Sin
em bargo, dicen que los dioses lo pusieron ent re las est rellas com o el Auriga598 .
j . Los at enienses erigieron un t úm ulo en m em oria de Hipólit o j unt o al t em plo de Tem is,
porque su m uert e había sido causada por m aldiciones. Algunos dicen que Teseo, acusado de
su m uert e, fue declarado culpable, condenado al ost racism o y dest errado a Esciros, donde
t erm inó su vida en deshonra y dolor. Pero se cree m ás generalm ent e que su caída se debió a
una t ent at iva de violar a Perséfone599 .
k. El ánim a de Hipólit o descendió al Tárt aro, y Árt em is, m uy indignada, pidió a Asclepio
que resucit ara su cuerpo. Asclepio abrió las puert as del arm ario del m arfil donde t enía sus
m edicinas y t om ó la hierba con la que había resucit ado el cret ense Glauco. Tocó con ella t res
veces el pecho de Hipólit o, repit iendo ciert os encant am ient os, y al t ercer t oque el difunt o
levant ó la cabeza de la t ierra. Pero Hades y las Tres Parcas, escandalizados por est a violación
de su privilegio, convencieron a Zeus para que m at ara a Asclepio con un rayo.
l. Los lat inos dicen que ent onces Árt em is envolvió a Hipólit o en una nube densa, lo
disfrazó de anciano y le m odificó las facciones. Después de vacilar ent re Cret a y Délos com o
lugares m ás adecuados para ocult arlo, lo llevó a su bosquecillo sagrado en la it aliana Aricia 600 .
Allí, con su consent im ient o, Hipólit o se casó con la ninfa Egeria, y t odavía vive j unt o al lago
ent re espesos encinares, rodeado de precipicios escarpados. Para que no recordara su m uert e,
Árt em is le cam bió el nom bre por el de Virbio, que significa vir bis, o «dos veces hom bre» y no
se adm it en caballos en la vecindad. El sacerdocio de Árt em is Aricia sólo es accesible para
esclavos fugit ivos601 . En el bosquecillo hay un viej o roble cuyas ram as no se pueden rom per,
pero si un esclavo se at reve a hacerlo, el sacerdot e, que ha m at ado a su predecesor y por lo
t ant o vive t em iendo a cada hora la m uert e, t iene que luchar con él, espada cont ra espada, por
el sacerdocio. Los aricios dicen que Teseo rogó a Hipólit o que se quedara con él en At enas,
pero él no quiso.
m . En el t em plo de Asclepio en Epidauro una t ablilla const at a que Hipólit o le dedicó
veint e caballos en agradecim ient o por haberlo resucit ado 602 .

1. El episodio del am or incest uoso de Fedra por Hipólit o, com o el de la m uj er de Put ifar y
su am or adúlt ero por José ( véase 75.1) , est á t om ado del Cuent o de los dos herm anos egipcio

598
Eurípides: Hipólito 1282 y ss. y 1423 y ss.; Pausanias: ii.32.1-2.
599
Pausanias: i.22.1; Filóstrato: Vida de Apolonio de Tiana vii.42; Diodoro Sículo: iv.62.
600
Ovidio: Metamorfosis xv.532 y ss. y Fasti vi.745.
601
Virgilio: Eneida vii.775; Ovidio: Fasti v.312 y Metamorfosis xv.545; Estrabón: iii.263 y ss.;
Pausanias: ii.27.4.
602
Servio sobre la Eneida de Virgilio ví.136; Estrabón: v.3.12; Suetonio: Calígula 35; Pausanias:
loc. cit.

245
Los mitos griegos I Robert Graves

o de una fuent e cananea com ún. Su secuela se basa en la conocida ilust ración gráfica en la
que aparece el choque del carro al final del reinado del rey sagrado ( véase 71.1) . Si, com o en
la I rlanda ant igua, un rugido profet ice del m ar en noviem bre advert ía al rey que se acercaba
su hora, est a advert encia est aría represent ada com o un t oro, o una foca, posado con la boca
abiert a en la crest a de una ola. Las riendas de Hipólit o pueden haberse t rabado en el m irt o
m ás bien que en el olivo de aspect o siniest ro asociado m ás t arde con el choque; precisam ent e
en el m irt o que se alzaba cerca del t em plet e de su héroe y que era fam oso por sus hoj as
perforadas. El m irt o sim bolizaba el últ im o m es del reinado del rey sagrado, com o aparece en
la fábula del choque del carro de Enóm ao (véase 109.j ) , en t ant o que el olivo silvest re
sim bolizaba el prim er m es del reinado de su sucesor. Vir bis es una falsa derivación de Virbio,
el cual parece represent ar la griega hierobios ( «vida sant a») , pues la h se conviert e con
frecuencia en v, com o en Hest ia y Vest a, o Hésperos y Vesper. En The Golden Bough Sir Jam es
Frazer ha dem ost rado que el ram o que el sacerdot e guardaba t an celosam ent e era de
m uérdago; y es probable que Glauco, hij o de Minos ( véase 90.c) , a quien se ha confundido con
Glauco hij o de Sísifo (véase 71.a) , resucit ara por m edio del m uérdago. Aunque el cult o pre-
heleno del m uérdago y el roble había sido suprim ido en Grecia ( véase 50.2) , un sacerdot e
refugiado del I st m o bien puede haberlo llevado a Aricia. El nom bre de Egeria m uest ra que era
una diosa-m uert a que vivía en un bosquecillo de álam os negros (véase 51.7 y 170.1) ,
2. La ofrenda de un bucle por las novias a Hipólit o t iene que ser una innovación
pat riarcal, quizá con el propósit o de privar a las m uj eres de poder m ágico resident e en su
cabello, así com o a las m uj eres m ahom et anas se las afeit a al casarse.
3. La ocult ación de la t um ba de Hipólit o t iene sus análogas en las fábulas de Sísifo y
Neleo ( véase 67.3) , lo que indica que fue ent errado en algún punt o est rat égico del I st m o.

102.

LAPI TAS Y CENTAUROS

a. Algunos dicen que el lapit a Pirít oo era hij o de I xión y Día, hij a de Deyoneo; ot ros, que
era hij o de Zeus, quien, t ransform ado en caballo sem ent al, corrió alrededor de Día ant es de
seducirla603 .
b. I nform es casi increíbles acerca de la fuerza y el valor de Teseo habían llegado a
Pirít oo, quien gobernaba a los m agnet es, en la desem bocadura del río Peneo, y un día resolvió
poner a prueba esas cualidades haciendo una incursión en el Át ica y llevándose el ganado que
pacía en Marat ón. Teseo le persiguió inm ediat am ent e y ent onces, Pirít oo se volvió con audacia
y le hizo frent e, pero cada uno de ellos sint ió t al adm iración por la nobleza y el aspect o del
ot ro que olvidaron el ganado y se juraron una am ist ad et erna604 .
c. Pirít oo se casó con Hipodam ia, o Deidam ía, hij a de But es —o, según dicen algunos, de
Adrast o— e invit ó a t odos los olím picos a su boda, except o a Ares y Ende, pues recordaba el
daño que Éride había causado en el casam ient o de Peleo y Tet is. Com o llegaron al palacio de
Pirít oo m ás huéspedes de los que podía cont ener, sus prim os los Cent auros, j unt am ent e con
Nést or, Ceneo y ot ros príncipes t esalios, se sent aron a las m esas en una vast a cueva cercana
som breada por árboles.
d. Pero los Cent auros no est aban acost um brados a beber vino y cuando olieron su
fragancia rechazaron la leche agria que les habían puest o delant e y corrieron a llenar sus
cuerpos de plat a con vino sacado de los odres. En su ignorancia bebieron el licor fuert e sin
m ezclarlo con agua y se em borracharon de t al m odo que cuando la novia fue con su
acom pañam ient o a la cueva para saludarles, Eurit o, o Eurit ión, se levant ó de un salt o de su

603
Diodoro Sículo: iv.70; Eustacio sobre Homero p.101.
604
Estrabón: Fragmento 14; Epítome vaticano; Plutarco: Teseo 30.

246
Los mitos griegos I Robert Graves

asient o, derribó la m esa y la sacó de la cueva arrast rándola por el cabello. I nm ediat am ent e los
ot ros Cent auros siguieron su ej em plo vergonzoso y m ont aron lascivam ent e a las m uj eres y los
m uchachos m ás cercanos605 .
e. Pirít oo y su paraninfo Teseo corrieron a salvar a Hipodam ía, le cort aron a Eurit ión las
orej as y la nariz y, con la ayuda de los lapit as, lo arroj aron de la caverna. La lucha que siguió,
durant e la cual fue m uert o el lapit a Ceneo, duró hast a el anochecer; y así com enzó la larga
enem ist ad ent re los Cent auros y sus vecinos los lapit as, dirigida por Ares y Éride en venganza
por el desaire que se les había hecho606 .
f. En est a ocasión los Cent auros sufrieron un serio revés y Teseo los echó desde sus
ant iguos cam pos de caza en el m ont e Pelión hast a la t ierra de los et icios en las cercanías del
m ont e Pindó. Pero no fue una t area fácil dom inar a los Cent auros, quienes ya habían disput ado
el reino de I xión con Pirít oo y que en est a ocasión reunieron sus fuerzas e invadieron el
t errit orio lapit a. Sorprendieron y dest ruyeron el principal ej ércit o lapit a, y cuando los
sobrevivient es huyeron a Foloe en Elide, los vengat ivos Cent auros los expulsaron y
convirt ieron a Foloe en una plaza fuert e propia. Finalm ent e los lapit as se est ablecieron en
Malea.
g. Fue durant e la cam paña de Teseo cont ra los Cent auros cuando volvió a encont rarse
con Heracles por prim era vez desde su infancia; y poco después le inició en los m ist erios de
Dem ét er en Eleusis607 .

1. Tant o los lapit as com o los cent auros pret endían descender de I xión, un héroe-roble, y
t enían en com ún el cult o del caballo ( véase 63.a y b) . Eran t ribus m ont añesas prim it ivas de la
Grecia sept ent rional y los helenos aprovecharon su ant igua rivalidad aliándose prim eram ent e
con unos y luego con los ot ros (véase 35.2, 78.1 y 81.3) . Cent auro y lapit a pueden ser
palabras it álicas: cent uria, «grupo m ilit ar de cien hom bres», y lapicidae, «desm enuzadores de
pedernal?. ( La et im ología clásica habit ual es, respect ivam ent e, de cent t auroi, «los que
alancean t oros», y lapizein, «fanfarronear».) Est os m ont añeses parecen haber pract icado
orgías erót icas, con lo que ganaron una reput ación de prom iscuidad ent re los helenos
m onógam os; m iem bros de su raza neolít ica sobrevivieron en las m ont añas de Arcadia y en el
m ont e Pindó, hast a la época clásica y vest igios de su idiom a pre-heleno se encuent ran en la
Albania m oderna.
2. Sin em bargo, es im probable que la bat alla ent re lapit as y cent auros —represent ada en
el front ón del t em plo de Zeus en Olim pia ( Pausanias: 1.10.2) ; en el t em plet e de Teseo en
At enas ( Pausanias: 1.17.2) y en la égida de At enea ( Pausanias: i.28.2) — se refiera a una
sim ple lucha ent re t ribus front erizas. Est ando relacionada con una fiest a nupcial regia
pat rocinada por los dioses y a la que asist ió Teseo con su piel de león, t enía que describir un
acont ecim ient o rit ual que int eresaba ínt im am ent e a t odos los helenos. Heracles con la piel de
león luchó t am bién con los Cent auros en un fest ival análogo ( véase 126.2) . Hornero los llam a
«fieras velludas», y puest o que no se diferencian de los sát iros en las pint uras de las ánforas
griegas prim it ivas, la ilust ración represent a probablem ent e a un rey recién inst alado —no
im port a quién— com bat iendo con bailarines disfrazados de anim ales; acont ecim ient o que,
según dem uest ra A. C. Hocart , en su Kinship, era part e int egrant e de la ant igua cerem onia de
la coronación. Eurit ión desem peña el papel clásico de int ruso ( véase 142.5) .

605
Apolodoro: Epítome 1.21; Diodoro Sículo: iv.70; Higinio: Fábula 33; Servio sobre la Eneida
de Virgilio vii.304.
606
Píndaro: Fragmento 166 y ss., citado por Ateneo: xi476b; Apolodoro: loc. cit.; Ovidio: Me-
tamorfosis xii.210 y ss.; Homero: Odisea xxi.295; Pausanias: v.10.2.
607
Plutarco: loc. cit.; Homero: Ilíada ii.470 y ss.; Diodoro Sículo: loc. cit.; Herodoto, citado por
Plutarco: loc. cit.

247
Los mitos griegos I Robert Graves

3. Si I xión o Zeus era el padre de Pirít oo dependía del derecho de I xión a llam arse a sí
m ism o Zeus. El m it o de su pat ernidad ha sido deducido evident em ent e de una ilust ración en la
que aparecía una sacerdot isa de Tet is- Dia, hij a de Deyoneo, «la hij a divina de la cost a») con el
cabest ro en la m ano, anim ando al candidat o a la dignidad de rey a dom inar al caballo salvaj e
( véase 75.3) . El nom bre de Hipodam ía ( «dom adora de caballos») se refiere a la m ism a
ilust ración. Zeus, disfrazado de sem ent al, «corría alrededor» de Dia, porque ese es el
significado del nom bre Pirít oo; e I xión, com o el dios Sol, con los m iem bros ext endidos sobre su
rueda de fuego, daba vuelt as alrededor del firm am ent o ( véase 63.2) .

103.

TESEO EN EL TÁRTARO

a. Después de la m uert e de Hipodam ía, Pirít oo induj o a Teseo, cuya esposa Fedra se
había ahorcado recient em ent e, a hacer una visit a a Espart a en su com pañía y llevarse a
Helena, herm ana de Cast or y Pólux, los Dioscuros, con quienes am bos deseaban relacionarse
m ediant e el m at rim onio. Donde se halla ahora el t em plo de Serapis en At enas j uraron
ayudarse m ut uam ent e en esa em presa peligrosa, sort ear a Helena cuando la hubieran
conquist ado y luego a ot ra de las hij as de Zeus para el perdedor, cualquiera que fuera el
peligro 608 .
b. Una vez que decidieron eso, conduj eron un ej ércit o a Lacedem onia; luego, cabalgando
al frent e de la fuerza principal, se apoderaron de Helena m ient ras ést a ofrecía un sacrificio en
el t em plo de Árt em is Erguida en Espart a y se alej aron al galope con ella. Pront o dej aron at rás
a sus perseguidores y se zafaron de ellos en Tegea, donde, com o habían convenido, echaron
suert es por Helena, y Teseo result ó el ganador 609 . Preveía, no obst ant e, que los at enienses no
aprobarían de m odo alguno que hubiese provocado una pendencia de ese m odo con los
t em ibles Dioscuros, y por lo t ant o envió a Helena, que t odavía no era núbil —t enía doce años
o, según dicen algunos, era t odavía m ás j oven— a la aldea át ica de Afidna, donde encargó a
su am igo Afidno que la guardara con la m ayor at ención y secret o. Et ra, la m adre de Teseo,
acom pañó a Helena y la cuidó bien. Algunos t rat an de disculpar a Teseo relat ando que fueron
I das y Linceo quienes robaron a Helena y luego la confiaron a la prot ección de Teseo, en
venganza por el rapt o de las Leucípides, por los Dioscuros. Ot ros explican que el propio padre
de Helena, Tindáreo, la confió a Teseo al saber que su sobrino Enaróforo, hij o de Hipocoont e,
se proponía rapt arla610 .
c. Pasaron algunos años, y cuando Helena t uvo ya la edad suficient e para que Teseo se
casara con ella, Pirít oo le recordó el pact o. Consult aron j unt os a un oráculo de Zeus, al que
habían invocado para que fuese t est igo de su j uram ent o, y su respuest a irónica fue la
siguient e: «¿Por qué no vais al Tárt aro y pedís que Perséfone, la esposa de Hades, sea la novia
de Pirít oo? Es la m ás noble de m is hij as.» Teseo se escandalizó cuando Pirít oo, que t om ó en
serio esa sugest ión, le obligó a m ant ener su j uram ent o, pero no se at revió a negarse a ir y
poco después descendieron, espada en m ano, al Tárt aro. Eludiendo el paso a t ravés del Let e,
eligieron el cam ino t rasero, la ent rada del cual est á en una caverna del Ténaro laconio, y no
t ardaron en llam ar a las puert as del palacio de Hades. Hades escuchó con calm a su insolent e
ruego y, fingiendo hospit alidad, les invit ó a sent arse. Sin recelar nada, se sent aron en el
asient o que él les ofreció, pero result ó ser la Silla del Olvido que se convirt ió inm ediat am ent e

608
Diodoro Sículo: iv.63; Píndaro, citado por Pausanias: i.183; Pausanias i.41.5.
609
Diodoro Sículo: loc. cit.; Higinio: Fábula 79; Plutarco: Teseo 31.
610
Apolodoro: Epítome i.24; Tzetzes: Sobre Licofrón 143; Eustacio sobre la Ilíada de Homero
p.215; Plutarco: loc. cit.

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Los mitos griegos I Robert Graves

en part e de ellos m ism os, de m odo que no podían levant arse sin m ut ilarse a sí m ism os. Unas
serpient es enroscadas silbaban a su alrededor, y ent re t ant o les azot aban las Furias y les
m ordían los dient es de Cerbero, m ient ras Hades les cont em plaba sonriendo t orvam ent e611 .
d. Así siguieron at orm ent ados durant e cuat ro años ent eros, hast a que Heracles, que fue
por orden de Eurist eo en busca de Cerbero, les reconoció al ver cóm o le t endían en silencio las
m anos suplicando su ayuda. Perséfone recibió a Heracles com o a un herm ano y le perm it ió
bondadosam ent e que pusiera en libert ad a los m alhechores y los llevara de vuelt a al aire
superior, si podía612 . I nm ediat am ent e Heracles asió a Teseo por am bas m anos y lo levant ó con
fuerza gigant esca, hast a que, con un ruido desgarrant e, lo liberó de su asient o, pero un buen
t rozo de su carne quedó pegada a la roca, que es por lo que los descendient es at enienses de
Teseo t ienen unos t raseros t an absurdam ent e pequeños. Luego asió las m anos de Pirít oo, pero
la t ierra t em bló am enazadora y desist ió. Después de t odo, Pirít oo había sido el inspirador de
aquella em presa im pía613 .
e. Según algunos relat os, no obst ant e, Heracles puso en libert ad a Pirít oo lo m ism o que a
Teseo; en t ant o que, según ot ros, no liberó a ninguno de los dos, sino que dej ó a Teseo
encadenado para siem pre en un asient o ígneo, y a Pirít oo acost ado j unt o a I xión en un lecho
dorado, y ant e sus m iradas fam élicas present an banquet es m agníficos que la m ayor de las
Furias les arrebat a const ant em ent e. I ncluso se ha dicho que Teseo y Pirít oo nunca fueron al
Tárt aro, sino sólo a una ciudad t esprot ia o m olosia llam ada Cíquiro, cuyo rey Aidoneo, al
descubrir que Pirít oo se proponía rapt ar a su esposa, lo arroj ó a una j auría de perros y encerró
a Teseo en un calabozo, del que Heracles lo sacó m ás t arde614 .

1. A los héroes principales de varias m it ologías se les at ribuye haber pert urbado el
I nfierno: Teseo, Heracles ( véase 134.c) , Dioniso ( véase 170.m ) y Orfeo ( véase 28.c) en
Grecia; Bel y Marduk en Babilonia ( véase 71.1); Eneas en I t alia; Cuchulain en I rlanda; Art uro,
Gwydion y Am at haon en Brit ania; y Ogier el danés en Bret aña. El origen del m it o parece ser
una m uert e provisional que el rey sagrado sim ulaba sufrir al final de su reinado norm al,
m ient ras un m uchacho, int errex ocupaba su lugar durant e un solo día, eludiendo así la ley que
le prohibía ext ender su plazo m ás allá de los t rece m eses de un año solar ( véase 7.1, 41.1,
123.4, et cét era) .
2. Bel, y su sucesor Marduk, pasaron su período de abdicación luchando con el m onst ruo
m arino Tiam at , una encarnación, de la diosa Mar I sht ar que envió el Diluvio (véase 73.7) ;
com o los reyes irlandeses de la ant igüedad, de los que se dice que salieron a librar bat alla con
las rom pient es at lánt icas, parecen haberse ahogado cerem onialm ent e. En un vaso Et rusco se
ve al rey m oribundo, al que se llam a Jasón, ( véase 148.4) en las fauces de un m onst ruo
m arino; de aquí ha sido deducida, al parecer, la anécdot a m oral de Jonas y la ballena; Jonas
es Marduk.
3. Los aut ógrafos at enienses han conseguido disim ular la enconada rivalidad ent re Teseo
y su m ellizo suplent e Pirít oo ( véase 95.2) por los favores de la diosa de la Muert e- en- Vida —
que aparece en el m it o com o Helena ( véase 62.3) y Perséfone—, present ándolo com o una fiel
parej a real que, com o Cast or y Pólux, hicieron una incursión am at oria en una ciudad vecina

611
Higinio: Fábula 79; Diodoro Sículo: loc. cit.; Horacio: Odas iv.7.27; Panyasis, citado por
Pausanias: x.29.4; Apolodoro: Epitome i-24.

612
Séneca: Hipólito 835 y ss.; Apolodoro: ii.5.12; Diodoro Sículo: iv.26; Eurípides: Locura de
Heracles 619; Higinio: loc. cit.

613
Apolodoro: loc. cit.; Suidas sub Lispoi; Escoliasta sobre Los caballeros de Aristófanes 1368.
614
Diodoro Sículo: iv.63; Virgilio: Eneida vi.601-19; Eliano: Varía Historia iv .5 ; Plutarco: Te-
seo 31.

249
Los mitos griegos I Robert Graves

( véase 74.c) , y uno de los cuales quedaba exim ido de la m uert e, porque podía pret ender un
nacim ient o divino. I das y Linceo, una parej a de m ellizos análoga, han sido int roducidos en la
fábula para dest acar est e punt o. Pero el nom bre de Pirít oo, «el que da vuelt as», indica que era
un rey sagrado por derecho propio, y en la pint ura de un vaso de la Baj a I t alia se le ve
ascendiendo al aire superior y despidiéndose de Teseo, quien se queda j unt o a la diosa de la
Just icia, com o si Teseo fuera solam ent e su heredero.
4. El rapt o de Helena durant e el sacrificio recuerda el de Orit ía por Bóreas (véase 48.a) ,
y se puede haber deducido de la m ism a pint ura, que represent aba las orgías erót icas en las
Tesm oforias at enienses. Es posible, por supuest o, que un t em plo de la diosa át ica Helena en
Afidna cont uviera una im agen u ot ro obj et o de cult o robado por los at enienses a su
equivalent e laconia —si la visit a al Tárt aro es un duplicado de la fábula, pueden haber hecho
una incursión m arít im a en Ténaro— y que luego fuera recuperado por los espart anos.
5. Los cuat ro años que est uvo Teseo en el Tárt aro son el período habit ual durant e el cual
un rey sagrado cedía su lugar al heredero; luego se inst alaba un nuevo rey sagrado, Teseo
redivivas. Los at enienses hicieron la t ent at iva de elevar a su héroe nacional a la cat egoría de
dios olím pico, cóm o Dioniso y Heracles, afirm ando que había eludido la m uert e; pero sus
enem igos los peloponenses se opusieron con buen éxit o a esa pret ensión. Algunos insist ían en
que no había escapado a la m uert e, sino que le habían cast igado et ernam ent e por su
insolencia, com o a I xión y Sísifo. Ot ros int erpret aban racionalm ent e la fábula, diciendo que
había ido a Ciquiro y no al Tárt aro, y se t om aban la m olest ia de explicar que Pirít oo no había
sido m ordido por Cerbero, sino por perros m olosios, los m ayores y m ás feroces de Grecia. La
concesión m ás generosa que se hacía al m it o at eniense era que Teseo, puest o en libert ad baj o
fianza t ras una est ada hum illant e en la Silla del Olvido (véase 37.2) , había t ransferido
apologét icam ent e la m ayoría de sus t em plos y alt ares a Heracles el Salvador, cuyos t rabaj os y
sufrim ient os im it aba.
6. Sin em bargo, Teseo era un héroe de alguna im port ancia y hay que reconocerle el
m érit o de haber visit ado el I nfierno, en el sent ido de que penet ró hast a el cent ro del laberint o
cret ense, donde le esperaba la Muert e, y salió de él sin que le hubiera ocurrido nada m alo. Si
los at enienses hubiesen sido t an poderosos en t ierra com o lo eran en el m ar, sin duda habría
llegado a ser un olím pico o, al m enos, un sem idiós nacional. La fuent e cent ral de est a
host ilidad a Teseo era probablem ent e Delfos, cuyo oráculo de Apolo est aba not oriam ent e al
servicio de los espart anos en su lucha cont ra At enas.

104.

LA MUERTE DE TESEO

a. Durant e la ausencia de Teseo en el Tárt aro, los Dioscuros reunieron un ej ércit o de


laconios y arcadios, m archaron cont ra At enas y exigieron la devolución de Helena. Cuando los
at enienses negaron que la t uvieran ellos, o que t enían la m enor idea de dónde podía est ar, los
Dioscuros procedieron a saquear el país de Át ica, pero los habit ant es de Decelía, que
desaprobaban la conduct a de Teseo, los guiaron a Afidna, donde encont raron y rescat aron a su
herm ana. Los Dioscuros dest ruyeron Afidna, pero los decelianos est án t odavía exent os de
t odos los im puest os espart anos y t ienen derecho a asient os de honor en los fest ivales
espart anos; sus t ierras fueron las únicas que se salvaron de la guerra peloponense, cuando los
invasores espart anos asolaron el Át ica615 .
b. Ot ros dicen que quien reveló el lugar en que se ocult aba Helena fue Academ o o
Equedem o, un arcadio que había ido al Át ica por invit ación de Teseo. Los espárt anos,
ciert am ent e, le t rat aron con gran honor en vida y en sus post eriores invasiones respet aron su
pequeña propiedad j unt o al río Cefiso, a seis est adios de At enas. Est a propiedad se llam a

615
Apolodoro: Epítome i.23; Hereas, citado por Plutarco: Teseo 32; Herodoto: íx.73.

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Los mitos griegos I Robert Graves

ahora Academ ia, un bello j ardín, bien regado donde se reúnen los filósofos para expresar sus
opiniones irreligiosas sobre la nat uraleza de los dioses616 .
c. Marat ón m andaba el cont ingent e arcadio del ej ércit o de los Dioscuros y, obedeciendo a
un oráculo, se ofreció para el sacrificio al frent e, de sus hom bres. Algunos dicen que fue él, y
no Marat ón, el padre de Sición y Oorint o, quien dio su nom bre a la ciudad de Marat ón 617 .
d. Ahora bien, Pét eo, hij o de Orneo y niet o de Erect eo, había sido dest errado por Egeo, y
los Dioscuros, para m ort ificar a Teseo hicieron que su hij o Menest eo regresara del exilio y le
nom braron regent e de At enas. Est e Menest eo fue el prim er dem agogo. Durant e la ausencia de
Teseo en el Tárt aro se congració con el pueblo recordando a los nobles el poder que habían
perdido con la federalización y diciendo a los pebres que les robaban el país y la religión y se
habían convert ido en súbdit os de un avent urero de origen oscuro, quien, no obst ant e, había
abandonado el t rono y se decía que había m uert o 618 .
e. Cuando cayó Afidna y At enas se hallaba en peligro, Menest eo incit ó al pueblo a que
recibiera a los Dioscuros en la ciudad corno sus benefact ores y liberadores. De hecho se
com port aron m uy correct am ent e y sólo pidieron que se les adm it iese en los m ist erios
eleusinos com o había sido adm it ido Heracles. Esa pet ición fue concedida y los Dioscuros se
convirt ieron en ciudadanos honorarios de At enas. Afidno era su padre adopt ivo, com o Filio lo
había sido de Heracles en una ocasión análoga. En adelant e se les rindieron los hom bres
divinos a la salida de su const elación, en agradecim ient o por, la clem encia que habían
m ost rado con el populacho; y llevaron jubilosam ent e a Helena de vuelt a a Espart a, con Et ra, la
m adre de Teseo, y una herm ana de Pirít oo com o su sierva. Algunos dicen que encont raron a
Helena t odavía virgen; ot ros, que Teseo la había dej ado encint a y que en Argos, al volver a su
pat ria, dio a luz a una niña, I ngenia, y dedicó un t em plo a Art em is en agradecim ient o por su
buen part o 619 .
f. Teseo, quien volvió del Tárt aro poco t iem po después, erigió inm ediat am ent e un alt ar a
Heracles Salvador y volvió a consagrarle t odos sus t em plos y bosquecillos sagrados m enos
cuat ro. Sin em bargo, las t ort uras, le habían debilit ado m ucho y encont ró a At enas t an
corrom pida por las facciones y la sedición que ya no pudo m ant ener el orden 620 . Después de
hacer salir a sus hij os a escondidas de la ciudad y enviarlos a Eubea, donde les dio albergue
Elpenor, hij o de Calcodont e —aunque algunos dicen que habían huido ant es de su regreso— y
de m aldecir solem nem ent e a los at enienses desde el m ont e Garget o, se em barcó para Cret a,
donde Deucalión le había prom et ido albergarlo.
g. Una t em pest ad desvió la nave de su curso y el prim er lugar en que desem barcó fue la
isla de Esciros, cerca de Eubea, donde el rey Licom edes, aunque era am igo ínt im o de
Menest eo, le recibió con t oda la m agnificencia debida a su fam a y su linaj e. Teseo, que había
heredado una propiedad en Esciros, pidió perm iso para est ablecerse allí. Pero Licom edes, hacía
ya t iem po que consideraba suya esa propiedad, y con el pret ext o de m ost rar a Teseo sus
lím it es, le llevó engañosam ent e a la cim a de un alt o risco y lo precipit ó desde él. Luego se
excusó diciendo que Teseo había caído accident alm ent e cuando paseaba borracho después de
com er 621 .

616
Dicearco, citado por Plutarco: loc. cit.; Diógenes Laercio: iii.1.9; Plutarco: Cimón 13.
617
Dicearco, citado por Plutarco: Teseo 32; Pausanias: ii.1.1.
618
Pausanías: x.35.5; Apolodoro: Epítome i.23; Plutarco: loc. cit.
619
Plutarco: Teseo 33; Higinio: Fábula 79; Pausanias: ií.22.7.
620
Eliano: Varia historia iv.5; Filócoro, citado por Plutarco: Teseo 35; Plutarco: loc. cit.
621
Pausanias: i.17.6; Plutarco: loc. cit.

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Los mitos griegos I Robert Graves

h. Menest eo, que había quedado en posesión absolut a del t rono, fue uno de los
pret endient e de Helena, y conduj o las fuerzas at enienses a Troya, donde adquirió gran fam a
com o est rat ega, pero m urió en bat alla. Le sucedieron los hij os de Teseo622 .
i. Se dice que Teseo rapt ó por la fuerza a Anaxo de Trecén, y que yació con Yope, hij a
del t irint o I ficles, Sus am oríos t urbaron con t ant a frecuencia a los at enienses que t ardaron en
apreciar su verdadero m érit o incluso varias generaciones después de su m uert e. Pero en la
bat alla de Marat ón su espírit u se elevó de la t ierra para alent arlos y cayó plenam ent e arm ado
sobre los persas; y cuando se logró la vict oria, el oráculo de Delfos ordenó que sus huesos
fuesen llevados a su pat ria. La población de At enas había sufrido los ult raj es de los esciros
durant e m uchos años, y el oráculo anunció que eso cont inuaría m ient ras ellos t uviesen los
huesos623 . Pero recuperarlos era una t area difícil, porque los esciros eran no m enos ariscos que
feroces, y cuando Cim ón conquist ó la isla no quisieron revelar el lugar donde est aba la t um ba
de Teseo. Pero Cim ón vio que un águila hem bra escarbaba con el pico y revolvía con las uñas
la t ierra en la cim a de una colina. Consideró eso com o una señal del cielo, t om ó una piquet a,
fue apresuradam ent e a donde est aba el aguj ero hecho por el águila y com enzó a ensancharlo.
Casi inm ediat am ent e la piquet a chocó con un at aúd de piedra y dent ro de él encont ró un
esquelet o m ás grande de lo ordinario, arm ado con una lanza de bronce y una espada; sólo
podía ser el de Teseo. El esquelet o fue conducido reverent em ent e a At enas, donde lo volvieron
a ent errar con una gran cerem onia en el t em plo de Teseo, cerca del Gim nasio624 .
j . Teseo era un hábil t ocador de lira y se convirt ió en el pat rono, j unt am ent e con
Heracles y Herm es, de t odos los gim nasios y escuelas de pugilism o de Grecia. Su sem ej anza
con Heracles es proverbial. I nt ervino en la cacería del j abalí de Calidón; vengó a los
cam peones que cayeron en Tebas y no fue uno de los argonaut as porque est aba det enido en el
Tárt aro cuando ellos part ieron para la Cólquide. La prim era guerra ent re los peloponenses y los
at enienses fue causada por su rapt o de Helena y la segunda por su negat iva a ent regar los
hij os de Heracles al rey Eurist eo 625 .
k. Los esclavos y labradores m alt rat ados, cuyos ant epasados buscaron en él prot ección
cont ra sus opresores, se refugiaban en su t em plo, donde se le ofrecían sacrificios el día 8 de
cada m es. Est e día puede haber sido elegido porque llegó por prim era vez a At enas desde
Trecén el día 8 del m es Hecat om beón, y volvió de Cret a el día 8 del m es Pianepsión. O quizá
porque era hij o de Posidón, pues las fiest as de Posidón se observan t am bién en ese día del
m es, porque siendo el ocho el prim er cubo de un núm ero par, represent a el poder
inquebrant able de Posidón 626 .

1. Menest eo el erect ida, que es elogiado en la I líada ii.552 y ss. por su excepcional
capacidad m ilit ar, y reinó en At enas durant e los cuat ro años de ausencia de Teseo en el
Tárt aro, parece haber sido su m ellizo y co- rey m ort al, el equivalent e del lapit a Pirít oo. Aquí
aparece com o un prot ot ipo de los dem agogos at enienses, quienes, durant e el t ranscurso de la
guerra peloponense, favorecieron la paz con Espart a a cualquier precio; pero el m it ógrafo,
aunque lam ent a su t áct ica, cuida de no ofender a los Dióscuros, a quienes los navegant es
at enienses pedían ayuda cuando los ponían en peligro las t orm ent as.

622
Plutarco: loc. cit.; Apolodoro: iii.10.8.

623
Plutarco: Teseo 29 y 36; Pausanias: i.15.4 y iii.3.6.
624
Pausanias: i.17.6 Plutarco: loc. cit.
625
Pausanias: v.19.1; iv.32.1 y i.32.5; Plutarco: Teseo 29 y 36; Apolonio de Rodas: i.101.
626
Plutarco: Teseo 36.

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Los mitos griegos I Robert Graves

2. El t em a del pharm acos em plum ado reaparece en los nom bres del padre y el abuelo de
Menest eo, y en la m uert e del propio Teseo. Ést a se produj o en la isla de Esciros
( «pedregosa») , nom bre que se escribe t am bién Sciros, lo que indica que en la ilust ración
gráfica de la que se ha deducido la fábula la palabra scir ( form a abreviada de Scirophoria, que
explica por qué el rey es arroj ado desde un risco) ha sido t om ada equivocadam ent e por el
nom bre de la isla. Si es así, Licom edes sería la víct im a; el suyo era un nom bre at eniense
com ún. Parece que originariam ent e se ofrecían sacrificios a la diosa Luna en el oct avo día de
cada lunación, cuando ent raba en su segunda fase, que era el m om ent o del m es oport uno
para la plant ación; pero cuando Posidón se casó con ella y se apropió de su cult o, el m es se
convirt ió en un periodo solar que ya no est aba vinculado con la luna.
3. La im port ancia m ít ica de Marat ón («hinoj o») reside en el uso que se hacía de los t allos
de hinoj o para llevar el nuevo fuego sagrado desde un fogón cent ral a los part iculares ( véase
39.g) después de su ext inción anual (véase 149.3) .
4. Ant es de t erm inar con la hist oria de Teseo perm ít asem e que agregue ot ra not a sobre
el j arrón de Tragliat ella (véase 98.3) , en el que aparecen el rey sagrado y su sucesor
escapando de un laberint o. Ahora ya he vist o la pint ura del ot ro lado de est e j arrón, que t iene
un int erés ext raordinario com o el prólogo de esa escapat oria: ilust ra un desfile a pie en la
dirección del sol encabezada por el rey sagrado desarm ado. Siet e hom bres le escolt an y cada
uno de ellos lleva t res j abalinas y un gran escudo con el dibuj o de un j abalí, y el sucesor
arm ado con una lanza va a la ret aguardia. Esos siet e hom bres represent an, evident em ent e,
los siet e m eses gobernados por el sucesor, que caen ent re la cosecha de m anzanas y la
Pascua de Resurrección, y el j abalí es su insignia fam iliar (véase 18.7) . La escena t iene lugar
el día de la m uert e rit ual del rey, y la diosa Luna ( Pasífae, véase 88.7) ha salido a su
encuent ro: una t errible figura con t única y con un brazo en j arras, am enazant e. Con el ot ro
brazo ext endido le ofrece una m anzana, que es su pasaport e para el Paraíso; y las t res
j abalinas que lleva cada hom bre significan la m uert e. Sin em bargo, al rey le acom paña una
pequeña figura fem enina con t única com o la ot ra; podem os decir que es la princesa Ariadna
( véase 98.k) , que ayudó a Teseo a salir del laberint o m ort al en Cnosos. Y él m uest ra
audazm ent e, com o un cont ra-hechizo de la m anzana, un huevo de Pascua, el huevo de la
resurrección. La Pascua era la est ación en que se realizaban las danzas de la ciudad de Troya
en los laberint os hechos sobre el césped en Gran Bret aña, y t am bién en Et ruria. Un huevo
sagrado et rusco de t raquit a negra pulim ent ada, encont rado en Perusa, con una flecha en
relieve a su alrededor, es est e m ism o huevo sagrado.
FI N

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