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Hubo una vez un hombre adinerado que adoraba a su hija hasta el infinito. Todo su afán era hacerla feliz. A
pesar de toda su riqueza, él no veía en los ojos de su niña ese brillo de alegría que debiera tener.
Sí, poseía todo el dinero del mundo, una familia excelente e incluso un novio inteligente y bueno con el que
casarse, pero aún así , él, su padre, sentía un "no se qué" en su interior que le hacía ver más allá de su
mirada. Pensando en ella un día, como tantos otros, se preguntó qué podía faltarle a su niña. El cariño de su
familia y de sus amigos lo tenía, todo le sonreía, sin embargo... Al instante pensó que si hay algo que puede
hacer que una persona toque el cielo con sus manos es el AMOR. Sin dudarlo un instante, decidió iniciar una
conversación con su hija para hacerle ver que no hay que conformarse, que hay que luchar por uno mismo.
Iban en el coche, uno al lado del otro. El padre, tiernamente la miró y le preguntó:
- Está bien: NO TE CIERRES, NUNCA SE SABE, QUIZÁS ALGÚN DÍA CAIGA UNA ESTRELLA QUE TE
ILUMINE COMO ME ILUMINO A MI CUANDO CONOCI A TU MADRE.
- SI, respondió
Un intercambio de conmovedoras miradas se fusionaron en un abrazo. El padre presentía que no le quedaba
mucha vida por delante y por ello quiso solucionar el único problema que le atormentaba.
Pues sí... Ahora sí estaba listo para emprender ese viaje que le distanciaría de su niña, con la tranquilidad y la
confianza de que, allá donde estuviera, su alma siempre permanecería junto a la de su "Vida", su hija, y no la
defraudaría jamás...
(adaptación de los dialogos de la pelicula "¿Conoces a Joe Black?", por Carlos Valle)