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II JORNADAS INTERNACIONALES DE ENSEÑANZA DE LA HISTORIA Y

XI JORNADAS DE INVESTIGACIÓN Y DOCENCIA DE LA ESCUELA DE HISTORIA


Teresa Eggers-Brass - LA INTERVENCIÓN MILITAR EN EL HOSPITAL POSADAS DURANTE LA DICTADURA 1976-1983:
REPRESENTACIONES Y MEMORIAS EN CONFLICTO

II JORNADAS INTERNACIONALES DE ENSEÑANZA


DE LA HISTORIA Y
XI JORNADAS DE INVESTIGACIÓN Y DOCENCIA DE
LA ESCUELA DE HISTORIA

8- Memoria e Historia Regional en tiempo de violencia política


(2ª mitad de Siglo XX)

Teresa Eggers-Brass (doctoranda en Historia, UBA)


tereggersbrass@yahoo.com.ar
Septiembre de 2010

La intervención militar en el Hospital Posadas durante la dictadura


1976-1983: Representaciones y memorias en conflicto

I
Cada año, el 28 de marzo y el 27 de noviembre en el Hospital Posadas se realiza una
ceremonia donde se homenajea la memoria de los trabajadores de la salud desaparecidos de ese
nosocomio. Los integrantes de la Comisión de Derechos Humanos del Hospital Posadas
eligieron esas fechas para los recordatorios, puesto que el 28 de marzo de 1976 el gobierno de
facto recientemente asumido produjo la intervención militar en el Hospital y secuestró a decenas
de profesionales y empleados; y entre fines de noviembre y principios de diciembre
desaparecieron siete integrantes del personal, cinco de los cuales nunca regresaron con vida.
A estos actos concurren quienes forman parte de la citada Comisión de Derechos Humanos,
miembros de la Asociación de Profesionales del Hospital y de ATE, gente que trabaja o trabajó
en el Hospital que se siente comprometida con la defensa de los derechos humanos, familiares y

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amigos de las víctimas, sobrevivientes del terrorismo de Estado en el Hospital y fuera de él,
integrantes de diferentes organismos de Derechos Humanos del país, invitados, etcétera.
El Hospital Posadas, en el momento de su intervención militar por la dictadura de 1976-1983,
tenía aproximadamente 1.500 empleados. Hoy pasan de los 4.000. Si pensamos en el hecho que
este Centro de Salud fue sede de la violencia y de la inhumanidad más descarnada durante el
primer período de la dictadura, y sabemos que el pasado cercano está abierto a pasiones y luchas
simbólicas y no tan simbólicas que pugnan por capturar y edificar sus sentidos (Levin, 2009; 1),
nos planteamos qué representaciones tienen, en la actualidad, distintos trabajadores –
profesionales y no profesionales– sobre la intervención militar en el Hospital Posadas; qué
diferentes registros de la historia y de la memoria existen, cómo actúa allí la memoria como
fenómeno social.

II
El presente trabajo es parte de una investigación para el Doctorado en Filosofía y Letras,
UBA, sobre “La Salud Pública bajo la dictadura argentina iniciada en 1976: el caso del Hospital
Posadas”. Se intenta en esta instancia realizar un análisis de quince entrevistas realizadas a
personas involucradas por su trabajo (trece) o su vecindad (dos) con el Hospital Posadas durante
la época de la última dictadura militar (1976-1983), aplicando conceptos teóricos al tratamiento
crítico del problema.
Para contextualizar el caso a tratar, se brindará a continuación una breve periodización1 y una
reseña.
1958-1970: “Instituto Nacional de la Salud”, con funciones de investigación; estructura
administrativa y de mantenimiento relacionadas con la Marina (por el gobierno de la
“Revolución Libertadora”).
1970-1973: Habilitación para su funcionamiento como hospital, con diversas inauguraciones
de los gobiernos militares de la “Revolución Argentina”; se destacan en la primera etapa el
Director Dr. Eduardo Cavalcanti y la organización de la Jefa del Dpto. de Servicios Generales
Sra. Irma de Molina. En 1972 se inaugura como “Policlínico “Profesor Dr. Alejandro Posadas”,
con el Dr. Carlos C.B. Ferreyra como Director, quien reemplaza a Cavalcanti y cesantea a
Molina. Gestión caracterizada como “autoritaria” y con escasa tarea asistencial, aunque se
procedió a la progresiva ampliación de Servicios.

1
Periodización elaborada en base al Dr. Amadeo Barousse (1997), AAVV (1999), Resolución del Juez Daniel
Rafecas 19/11/2009 y documentos varios en la sede de Asociación de Profesionales del Hospital Posadas.

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1973-1976: Durante las presidencias del tercer gobierno peronista, la gestión del Hospital
Posadas se diferencia en una primera etapa, con la Dirección del Dr. Julio C. Rodríguez Otero
y la participación en co-gestión de trabajadores profesionales y no profesionales, así como
miembros de la comunidad. Y una segunda etapa, con la intervención lopezreguista del Dr.
Arturo Pimentel, que eliminó la co-gestión pero la tarea asistencial siguió siendo básicamente
la misma.
1976-1977: Represión dentro del Hospital. El 28 de marzo de 1976 asume como Interventor
en medio de un gigantesco operativo militar, con tanque de guerra, carros de asalto, patrulleros y
helicóptero, el Coronel Médico Dr. Agatino Di Benedetto. Provistos de listas de posibles
“delincuentes subversivos”, los militares –con algunos colaboradores civiles– procedieron a
detener al personal “sospechoso” del hospital (sin dar a conocer en principio el lugar de
confinamiento), que sufrió maltrato, interrogatorios y prisión entre unos días y varios meses. El
14 de abril este Director Interino fue reemplazado por el Coronel Médico Dr. Julio Ricardo
Esteves, quien, tras diversas gestiones, logró obtener una “guardia de seguridad” propia de una
decena de personas. Este grupo, denominado SWAT por la gente del Hospital Posadas, se
adueñó “como vivienda” del chalet colonial que era usado antes por el Director Asistente, y lo
transformó en un Centro Clandestino de Detención, hasta que –por denuncias– lo intervino la I
Brigada Aérea del Palomar, en enero de 1977.
1977-1984: El 8 de marzo de 1977 fue nombrado a cargo de la Dirección el médico pediatra
Dr. Horacio Néstor Toccalino. En noviembre de ese mismo año fue reemplazado por el
Director Interino Dr. Serafín Rodríguez. Durante esta etapa, si bien continuó la gestión
burocrático-autoritaria, la violencia intrahospitalaria cedió.

El Hospital Posadas fue construido con los mejores materiales por la Fundación Eva Perón,
como centro modelo de “Clínica y Cirugía del Tórax”. Su destino bajo la dictadura del general
Pedro Eugenio Aramburu no fue la atención a pacientes sino la investigación médica.2 El
edificio, con mármoles, bronces, cortinas de voile, pisos relucientes, parece un mito en los
recuerdos de quienes iniciaron su carrera en la década de 1970, cuando el Hospital Posadas se
inauguró como Policlínico. Todos los entrevistados resaltaron que la excelencia no estaba dada
solamente por el edificio, sino por la calidad científica y humana de la multitud que trabajaba
allí. Pero esa gente joven, profesional o no, capacitada, comprometida con la sociedad, estaba en
general ligada a un proyecto de país donde hubiera justicia social. Y el rubro en que ellos podían

2
Revistas Nuestro Hospital 1997, 1999.

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aportar directamente era en la salud, en una tarea asistencial, profesional y docente. Muchos
acompañaban su labor con una militancia política, en las distintas gamas de la izquierda
peronista y del socialismo, o con un activismo gremial. Casi todos los médicos, nucleados en la
Asociación de Profesionales, adherían al proyecto del Sistema Nacional Integrado de Salud,
propuesto por la izquierda peronista en base al viejo plan del ministro de Salud Ramón Carrillo.
Los no profesionales se asociaron en 1972 a ATE (Asociación de Trabajadores del Estado).
El hospital en que trabajaban, sin embargo, tenía muy pocos pacientes: acostumbrada a que
en la época de los Institutos de Salud se trataban casos para estudio, la población local no asistía
para atenderse en el nosocomio. Durante la presidencia del Dr. Héctor Cámpora, el 14 de junio
de 1973 una nutridísima asamblea revirtió la situación, removiendo al antiguo Director del
Hospital, como así también a los jefes de secciones que se consideraban más autoritarios. El
hospital fue abierto a la comunidad, y quienes se vieron más beneficiados –debido a su cercanía–
fueron los habitantes del Barrio Carlos Gardel (Núcleo Habitacional Transitorio o “Villa de
Emergencia”), y luego el Barrio de monoblocks Mariano Pujadas3, actualmente Barrio
Sarmiento.
Sin embargo, algunas de las notorias figuras desplazadas por la nueva conducción
participativa, comenzaron a revistar en el Ministerio de Bienestar Social conducido por José
López Rega, y luego regresaron con la intervención militar al nosocomio a fines de marzo de
1976. Uno de los entrevistados supone que algunas de estas personas –expulsadas del Hospital
Posadas por ser arbitrarios con sus subordinados– que pasaron a trabajar en el Ministerio, fueron
las que ayudaron a señalar los nombres de los principales impulsores del movimiento de apertura
del Hospital a la comunidad. De este modo, los interventores llegaron con “listas negras” de los
considerados “subversivos” confeccionadas previamente.
Como afirman muchos de los entrevistados, el Hospital Posadas era un reflejo de lo que
pasaba en el país: entre 1972 y 1975, el auge de la militancia, la pasión por mejorar la sociedad,
el enfrentamiento entre distintos sectores del peronismo (los que se consideraban los
“verdaderos” peronistas frente a los “infiltrados”4, y los que veían a los peronistas más
tradicionales como enemigos del proyecto de cambio), la ruptura de los tratamientos jerárquicos,
etcétera. En 1976, como le ocurrió a gran parte de la población, los empleados del Hospital

3
Inaugurado ese mismo año por el Ministerio de Bienestar Social.
4
El término “infiltrado” está usado aquí no en el sentido de espía o persona introducida en una organización para
delatar o llevar a cabo una acción encubierta, sino de militantes que han tomado el imaginario peronista con nuevas
concepciones de transformación.

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sabían que la nueva dictadura iba a ser muy dura, pero no se imaginaron cuánto, ni cuán
devastadoras serían las consecuencias.

La necesidad social de la historia reciente


Algunos historiadores ven como una “moda” al trabajo sobre historia reciente, otros lo
interpretan como una cuestión de oportunismo para conseguir becas, programas de formación
específicos, subsidios para investigación, participación en jornadas, seminarios,
maestrías…(Levín, 2009b; 1). Incluso se afirma que el criterio de coetaneidad entre el pasado y
el presente para investigar sobre historia reciente “está determinado en principio por cuestiones
totalmente egocéntricas (la experiencia del historiador) o bien por cuestiones de orden
estrictamente metodológico (la posibilidad de utilizar las herramientas de la historia oral en el
proceso de investigación)” (Levín, 2009b; 4). Si bien no se pueden descartar las anteriores
afirmaciones sobre las razones que impulsan a algunos historiadores a dedicarse a este nuevo
campo de la historia, hay que reconocer que existe una demanda social para que se investigue lo
mejor posible el pasado reciente, tan traumático para los países del Cono Sur.
Cuando todavía no había ni historia reciente ni Justicia en Argentina, sólo un Juicio
ejemplificador a las Juntas (1985), comenzó a brotar la necesidad de compartir la memoria que
se tenía, ya sea como militante o como víctima del terrorismo de Estado. Esta urgencia produjo
un auge de memorias biográficas, documentales, novelas, e investigaciones periodísticas,
antropológicas, sociológicas e incluso del campo de la psicología. Algunos investigadores
provenientes de diferentes campos, fuertemente criticados por la comunidad científica de la
Historia de esos primeros años post dictatoriales, comenzaron a trabajar en la narración del
pasado reciente. Todavía no se habían encontrado casi documentos, por lo que se recurrió a los
testimonios orales para suplir los registros faltantes. La década de 1990 se caracterizó por el
“boom de la testimonialidad”. Al respecto, Levín cita a Wieviorka: “Lo específico de esta época,
no es la íntima necesidad de contar una experiencia, sino el imperativo social del deber de
memoria al que esa explosión responde”.5 Y denominan a este período como “la era del testigo”.

Testigos e historiadores
Como en todo comienzo, se produjeron descuidos en la redacción de la historia; se confundió
la necesidad que tiene la historia oral de recopilación y creación de fuentes orales, con la labor
historiográfica. Diferentes trabajos afirman que se sobre-legitima el lugar de enunciación del

5
Wieviorka Annette (1998), L’ère du témoin, París, Plon, citada en Levín (2009b; 9).

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testigo, que se convierte así en el portador de una “verdad” incuestionable. La comunidad


académica acusó de fetichización del testimonio, al que se le daba valor heurístico en sí (Levín,
2009b), y comenzó a difundir el peligro que entraña el encandilamiento por la entrevista,
herramienta de la historia oral. Enzo Traverso, en “Historia y memoria. Notas sobre un debate”,
habla incluso de una “obsesión por la memoria” (Traverso, 2007; 68), y de que el mandato ético
–el deber de la memoria– “se transforma frecuentemente en fuente de abuso”, especialmente en
su uso político para denigrar a líderes opositores. Si bien admite que es importante la demanda
social, afirma que “una de las condiciones fundamentales para el nacimiento de una
historiografía de las dictaduras del Cono Sur, tanto la chilena como la argentina, no está aún
constituida” ya que no existe una separación marcada por fuertes rupturas simbólicas.6
La testimoniante, politóloga e investigadora Pilar Calveiro reacciona contra las conclusiones
de este trabajo de Traverso y de otros autores. Se queja de la deconstrucción de las entrevistas
por historiadores cuyo interés es la mera información, y que buscan en la narración “la
transmisión sucinta del asunto en sí, la pronta verificabilidad, lo novedoso de la aportación y su
potencial explicativo” (Calveiro, 2008). Y cita a Enzo Traversa, quien afirma que la historia -
para existir como campo del saber- debe emanciparse de la memoria, no rechazándola sino
poniéndola a distancia, pasándola por el tamiz de una verificación objetiva, empírica,
documental y fáctica, señalando si es necesario sus contradicciones y sus trampas.
Traverso resalta el libro de historia de la antropóloga Ludmila da Silva Catela7 donde la
autora –sin identificarse con los testigos ni hablar en su nombre– guarda siempre una distancia
crítica. Más allá de esto, consideramos que se debe destacar que esta antropóloga se caracteriza
por una escucha atenta y cuidadosa de los testimonios. Ella afirma que el mayor desafío de su
trabajo es no tornar exóticas y anecdóticas las palabras de sus entrevistados, sino entender sus
sentidos y comprender sus visiones particulares y actuales sobre el mundo que les tocó vivir (Da
Silva Catela, 2003).
A través de las entrevistas realizadas observamos que quienes vivieron esa época a historiar,
o esas situaciones traumáticas, prefieren una historia escrita que no sea objetiva (porque es una
tarea imposible para todo sujeto) sino lo más objetiva posible, que no sea morbosa (ya que se
produjo una saturación con los datos del horror mostrados en periódicos, televisión y películas) y
que en su relato se rescate el sentido de sus luchas. Muchos de los testigos saben diferenciar

6
Para sostener esto, Traverso cita a Bruno Groppo (2001) “Traumatismos de la memoria e imposibilidad de olvido
en los países del Cono Sur”, en Groppo y Flier (eds.): La imposibilidad del olvido, La Plata, Al margen.
7
Da Silva Catela (2001): No habrá flores en la tumba del pasado. La experiencia de reconstrucción del mundo de
familiares desaparecidos, La Plata, Al margen.

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perfectamente los conceptos de historia y memoria, y aunque alguno afirme que va a narrar los
hechos tal cual sucedieron, sabe que lo hace desde su punto de vista, desde sus pasiones, sus
miedos, sus olvidos involuntarios, sus lapsus, sus mecanismos psíquicos. Por eso aportan al
historiador todas las fuentes documentales que tenga a su alcance (por supuesto, mientras éstas
no lo perjudiquen en su imagen).

Memorias individuales
Pese a la cantidad de personas que trabajaban en 1976 en el Hospital Posadas, no son tantas
las que se sienten capacitadas para hablar sobre sus vivencias durante la época de la dictadura en
el Hospital. Muchos de quienes fueron testigos de una época y tienen una “memoria vivida” sea
como protagonista o como espectador (Levín, 2009a; 5) ceden la palabra a quienes están en un
compromiso con los derechos humanos, por haber sido víctimas, por su amistad o parentesco con
detenidos-desaparecidos, por su actuación en la Comisión del Hospital, por su actividad gremial,
por razones ideológicas… Es decir, a quienes están trabajando por la “memoria” como cuestión
emergente y necesaria tras los crímenes de la dictadura (Levin, 2009a; 7). Las razones que dan
para no ser entrevistados es que les hace mal emocionalmente o a la salud rememorar ese duro
período, o que no tienen mucho que aportar porque tienen “mala memoria” o poca relación con
el resto de los trabajadores del Hospital, ya fuere porque se iban directo a su casa porque tenían
hijos chicos u otro empleo, y no se quedaban a conversar, o porque trabajaban en sectores más
aislados.
Hugo Vezzetti (2007) afirma que la dinámica social tiende a excluir y separar las memorias
aisladas. No existe una memoria individual pura, ya que el individuo preserva y recupera sus
recuerdos en sociedad. Al mismo tiempo, no todos los que vivieron un mismo acontecimiento
tienen los mismos recuerdos (Carlos Pescader, 2003); con las palabras de Vezzetti, los diferentes
grupos “tienen en verdad diferentes pasados y por lo tanto diferentes memorias”. Las
narraciones dispares a veces dificultan la construcción de una memoria colectiva, producto más
de un proceso complejo de retroalimentación entre historias recientes y recuerdos que de la
sumatoria o acuerdos de memorias individuales. Maurice Halbwachs sugiere no sólo la
selectividad de toda memoria sino también un proceso de “negociación” para conciliar memoria
colectiva y memorias individuales: “Para que nuestra memoria se beneficie de la de los demás,
no basta con que ellos nos aporten sus testimonios: es preciso también que ella no haya dejado de
concordar con sus memorias y que haya suficientes puntos de contacto entre nuestra memoria y

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las demás para que el recuerdo que los otros nos traen pueda ser reconstruido sobre una base
común”.8
Cuando el entrevistador accede a conversar con algunas personas que no son portavoces de la
memoria que es considerada válida por los organismos de derechos humanos o por las personas
querellantes por los crímenes cometidos por la última dictadura, se encuentra que se filtran
hechos o narraciones que no son “políticamente correctas” para el análisis del discurso desde el
punto de vista de los derechos humanos, pero que dan cuenta de una situación mucho más
compleja vivida por una gran parte del personal del Hospital. En este punto se detallarán algunos
casos para ejemplificar.
Una entrevistada, técnica radióloga, que no participaba política ni gremialmente (aunque
estaba afiliada a ATE) contaba que entre 1973 y 1975 constantemente le daban volantes para
concurrir a Asambleas y a charlas “para cambiar el sistema”, a las que ella no iba. Después, en
1976, se enteró que se trataban de charlas “de la ideología comunista”. Como muchos, afirmó:
“Y bueno, después vino el desastre. Se llevaron gente que no tenía nada que ver, gente que no
apareció más... Fue feo, muy feo.” Cuando se le preguntó si conocía la causa de la desaparición
de algún compañero, mencionó al Sr. Julio Quiroga, que trabajaba en imprenta:
“Según el hijo, él decía que ahí en la imprenta a lo mejor venía alguien y le decía ‘me
imprimís esto’ y él, como era un hombre bueno, compañero, a lo mejor lo hacía, y por eso a
lo mejor ha sido. Porque se llevaron mucha gente que no tenía nada que ver allí. No tenía
nada que ver allí con ese sistema, con esa parte que había ahí, quién iba a pensar que se
iban a encontrar armas en los pasadizos de arriba, en los entretechos, en los lugares donde
se podía meter una persona para arreglar los cables... […] Quién iba a pensar que se iban a
encontrar armas. No sé cuántas armas, pero qué se yo, se comentaba que sí. En los
entrepisos se decía que se habían encontrado armas.”

Esta narración de los hechos “políticamente incorrecta”, encarna la transmisión oral de los
rumores instalados por la dictadura cuando se intervino el Hospital Posadas. Por un lado, se
habla de que “se llevaron a gente que no tenía nada que ver”, como si el hecho de que Grupos de
Tareas se llevara personal del Hospital que sí tenía que ver con la militancia política hubiera sido
correcto. La dictadura instaló el “por algo será”9, y todavía sigue resonando en las mentes de
mucha de la población argentina. Y también instaló posteriormente la justificación de acciones
aisladas como “errores y excesos”. El Documento Final de la Junta Militar (28/4/1983) habla
escuetamente de las “consecuencias de la guerra contra la subversión y el terrorismo” y
confiesan que en ese “marco, casi apocalíptico, se cometieron errores que, como sucede en todo

8
M. Halbwachs, La mémoire collective, PUF, París, 1968. Citado en Pollak, Michael (1989).
9
Ver “Por algo será” en el libro de Natalia Vinelli (2002): ANCLA. Una experiencia de comunicación clandestina
orientada por Rodolfo Walsh, Buenos Aires, La Rosa Blindada, y Vera Carnovale (2006).

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conflicto bélico, pudieron traspasar, a veces, los límites del respeto a los derechos humanos
fundamentales, y que quedan sujetos al juicio de Dios en cada conciencia y a la comprensión de
los hombres”; declaran “el dolor auténtico de cristianos que reconocen los errores10 que
pudieron haberse cometido en cumplimiento de la misión asignada”. Asumiendo como válido
este discurso del terrorismo de Estado, la desaparición de esta persona que esta técnica conocía,
“hombre bueno, compañero”, pudo haber sido producto del “error”. También se hace eco de lo
difundido por la dictadura cuando afirma “esa parte que había ahí”, refiriéndose al personal que
era “subversivo”. Y por último, cree la versión que le transmitieron sobre el hallazgo de armas
de “la subversión” en el entrepiso.
Este señalamiento de los “errores” de la dictadura no sólo se encuentra en personas del
Hospital que no asumen una ideología política, sino también en otras que sí la asumen pero que
se diferencian de los asambleístas del Hospital en 1973. Un bioquímico entrevistado afirma, con
profundo dolor por la desaparición y posterior tortura y asesinato de un médico del Hospital:
“Jorge [Roitman] era un místico de la medicina... yo no sé cuándo tuvo tiempo Jorge de ser
subversivo... De hecho nunca lo fue. […] Era un místico de la medicina, no era subversivo,
era muy trabajador, era un hombre que se complacía en vencer a la muerte y al dolor.”

El mismo profesional considera que el Sr. Quiroga, que estaba en imprenta, era un viejo
peronista (con sus palabras: “un hombre de 60 y tantos años, que se pintaba el pelo de negro, me
acuerdo, y era muy peronista, muy peronista así como yo”) y de sus palabras se desprende que él
imaginaba que no tenía nada que ver con los grupos de izquierda, pero que cometió el error de
imprimir volantes del PRT.11
Otro entrevistado de mucha edad, muy lúcido, alega que no todo se puede contar, porque va
contra la memoria social. Él mismo sostiene que fue criticado duramente por decir las cosas
abiertamente en 1984. En la entrevista de marzo de 2008, afirma:
“La historia no se puede contar toda, porque los tipos viven y ahora son héroes... pero
hicieron macanas. Cuando toman el hospital y bajan al Director, yo les digo: ‘muchachos, no
sigamos haciendo macanas, esto va cada vez peor. […] Por qué motivos vamos a sacar al
Director y cuáles son los cargos en contra del Director’. […] XX era un imprudente; y
aunque es un santo tipo que nunca va agarrar un arma ni para matar una rata, estaba marcado
con todo... porque era la voz cantante. Hicieron muchas macanas... […] La familia no podía
entender que su hijo KK había sido detenido por guerrillero comunista.”

10
El subrayado del Documento Final es de TEB.
11
El entrevistado, que tenía lapsus memoriae, sustituyó la sigla PRT por PCR, según pude deducir por entrevistas a
otras personas. Dijo que habló con Quiroga porque se enteró en el Ministerio de Bienestar Social que le encontraron
volantes: “Y le digo: ‘Esto es de mucho riesgo... tené cuidado... ¿quién te hizo hacer esto?’ Y me dijo: ‘Esto me lo
trajo el del PCR’ (cuyo nombre me voy a acordar después).”

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Con diferentes argumentos, ambos profesionales critican el desempeño político de personas a


las que consideraban excelentes profesionales entre 1973 y 1975, que fueron detenidos en 1976.
No justifican la represión indiscriminada desatada sobre el Hospital, pero consideran que ésta se
debió a la ruptura del orden establecido con la participación activa de médicos y no médicos en
el cambio de dirección y en el proyecto de Salud Pública en el gobierno de Cámpora.

Memoria encuadrada, memoria social, anamnesis


Ya desde la época de la dictadura, con las intervenciones militares, hubo quienes desde el
Policlínico, y con la colaboración de víctimas y sus familiares, hicieron posible un relato de los
hechos del terrorismo de Estado dentro del Hospital Posadas y contribuyeron a la construcción
de una memoria social. En 1979 estas personas presentaron un informe ante la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos en su visita a la Argentina. Con la colaboración de un
médico insospechado para los interventores militares, en marzo de 1982 se pudo volver a
organizar la Asociación de Profesionales del Hospital Posadas, y poco después se formó la
Comisión de Derechos Humanos de esa institución.12 Sobre la base del informe a la CIDH, la
Comisión de DD.HH. redactó el informe que se presentó a comienzos de 1984 a la Conadep. El
jueves 24 de mayo de ese año, la Conadep se hizo presente en el Hospital Posadas, y se ingresó
por primera vez al Chalet que había sido Centro Clandestino de Detención, después de que
hubiera sido cerrado por la I Brigada Aérea del Palomar en enero de 1977.13 La enfermera
Gladys Cuervo, víctima de desaparición y de tremendas torturas, reconoció con esa comisión el
lugar donde más tiempo permaneció en cautiverio.
La Asociación de Profesionales, apenas comenzó la democracia, solicitó un informe al
Ministerio de Salud y Acción Social14 sobre los hechos acaecidos en el Hospital Posadas durante
las autocracias entre 1976-1983. La respuesta del Subsecretario de Recursos de Salud, del 23 de
enero de 1984, enumera sucintamente el procedimiento militar en el nosocomio, la requisa de
instalaciones, la identificación de personas, la detención de presuntos activistas, la toma de
medidas de seguridad, las medidas de “saneamiento administrativo” como auditorías,

12
Entrevista a Zulema Chester, marzo de 2010: El Dr. Barousse los ayudó a reunirse dándoles los teléfonos de las
diferentes personas que sufrieron en carne propia el terrorismo de Estado en el Hospital, y les sugirió de alguna
manera que trataran de reunirse bajo el ala de la Asociación de Profesionales que todavía no existía. Es decir que
impulsó su formación y le dio un contexto que respalde a la Comisión de Derechos Humanos. Zulema es hija de un
empleado desaparecido del Hospital.
13
Entrevista al Dr. Luis Canievsky, marzo de 2010.
14
Así se denominó el Ministerio a partir de la Presidencia de Raúl Alfonsín; en el membrete de la nota todavía
figuraba el nombre que tuvo durante las presidencias de facto 1976-1983: Ministerio de Salud Pública y Medio
Ambiente.

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prescindibilidades y cesantías por razones de servicio y algunas por la Ley de Seguridad Nº


21260, y el nombramiento de personal “al parecer especializado” para distintos supuestos delitos
de corte subversivo. Las conclusiones que extrae son similares a las que aportan la mayoría de
los testimonios: no se consideró válido el supuesto de una Posta Sanitaria para apoyo a la
guerrilla de Tucumán o a la local que funcionaría dentro del Policlínico; tampoco este Centro de
Salud funcionaba como lugar de atención de subversivos; no existía un túnel; no se
suministraron drogas a subversivos; no existió un depósito de armas; no se pudo aclarar si hubo
un centro de adoctrinamiento ideológico, y las personas que fueron cesanteadas no tenían
motivos para ser declaradas prescindibles por razones de seguridad, ya que no registraban
antecedentes o éstos estaban desvinculados de los hechos investigados. Paradójicamente, un
informe similar fue brindado al gobierno de facto por el Batallón de Inteligencia 601, que intentó
demostrar la poca veracidad de los informes de la S.I.D.E. con los que se elaboraron las listas
para la detención de presuntos subversivos y la aparatosa intervención al nosocomio el 28 de
marzo de 1976.
Se puede afirmar que con estos y otros elementos se fueron construyendo memorias
colectivas o sociales del Hospital y del país simultáneamente. Englobado en el concepto de
“memoria colectiva” está el de “memoria encuadrada”. Michael Pollak15 define a esta memoria
como la que mantiene la cohesión interna y defiende las fronteras de lo que un grupo tiene en
común; no es construida arbitrariamente, sino que se alimenta del material provisto por la
historia. Puede ser interpretado con diferentes referencias, y su modificación tiene que ver con la
función que esa memoria tiene en el presente: la memoria encuadrada tiene sentido para una
organización, un sindicato, un partido. Sin embargo, tiene los límites de la credibilidad, no puede
ser producto de una falsificación, porque en la memoria encuadrada está en juego el sentido de la
identidad individual y grupal. Para preservarla, en general se reúnen grupos de reflexión, y
existen siempre algunos que son portavoces autorizados por los demás, los que actuarían como
“guardianes de la verdad” o “de la memoria” (Pollak, 1989).
Cuando un grupo social es tan grande y tan pensante como actualmente es el plantel de
trabajadores de la salud del Hospital Posadas, es probable que haya muchos “guardianes de la
memoria”, y muchos otros que pugnen por diferentes motivos por encuadrar la historia del
Hospital dentro de sus intereses. Las ceremonias anamnéticas –como los actos que describimos
en la introducción–, son fuentes dadoras de sentidos para esos múltiples actores. El concepto de

15
Pollak toma el concepto de “memoria encuadrada” de Henri Rousso (1985): “Vichy, le grand fossé”, Vigtième
siècle 5, y prefiere usarlo porque se trata de un término más específico que “memoria colectiva”.

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“anamnesis” (an- prefijo negativo; amnesis- incapacidad de recordar, falta de memoria; es decir,
dejar de tener amnesia) es utilizado de diversas formas por distintas disciplinas: en Filosofía,
como “reminiscencia” en Platón; en Medicina, como “antecedentes” en la historia clínica; en
Psicología, como lo que vuelve a la conciencia al dejar de ser reprimido. En historia reciente la
noción de anamnesis se utiliza para denominar la acción de rescatar lo que fue reprimido o
silenciado (Traverso, 2007); el “deber de memoria” para recuperar el conjunto de creencias, ritos
y normas que hacen a la identidad de un grupo, que fueron avasalladas por regímenes de
exterminio (Levín, 2009a); la rememoración del pasado, en tanto éste fue olvidado porque fue
causado por la injusticia que todavía existe en el presente, y el volverlo a recordar hace que se
resignifique y se comprenda el presente (Kaufman, 2009). Es decir que los actos de anamnesis,
de celebración de la memoria dolorosa del pasado traumático, ayudan a seguir luchando por la
justicia, asisten a que otros recuerden hechos que en realidad siempre supieron y de los cuales no
tomaron conciencia hasta el momento determinado en que, como en una ceremonia iniciática, se
les corre el velo de los ojos.

Conclusiones provisorias
La representación que tienen del pasado los integrantes de la Comisión de Derechos
Humanos del Hospital Posadas y una parte de sus trabajadores (muchos de la Asociación de
Profesionales, otros de ATE) es la de un tiempo de esplendor, mucho trabajo y lucha por un
proyecto de mejora en la calidad de vida y en la prevención y atención de la salud, que fue
derrumbado hace 34 años por la peor de las dictaduras que tuvo la historia argentina. Algunos
recuerdan como hecho traumático la intervención que envió el ministro de Bienestar Social, José
López Rega: el Dr. Arturo Pimentel llegó a la Dirección acompañado de escoltas con armas
largas. Sin embargo, esa imagen queda diluida tras las sombrías figuras del grupo armado de
represión, los Swat, bajo las órdenes del Cnel. Médico Julio Esteves, que abusó de mujeres,
maltrató a pacientes, secuestró y torturando a trabajadores del Policlínico o del Barrio Carlos
Gardel.
El contraste entre la primera época y la de la dictadura también está fuertemente marcado en
las representaciones de otros antiguos empleados (médicos o no médicos), aunque no estuvieran
de acuerdo con las transformaciones de los asambleístas de 1973. El temor se hace presente en
sus relatos, aunque tuvieran amigos o conocidos en el Ministerio de Bienestar Social o en las
Fuerzas Armadas. La irracionalidad y la inhumanidad de quienes tuvieron la vida de los otros en
sus manos les siguen causando pavor.

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La explicación de las causas de la intervención militar varía entre los testimoniantes del
primer grupo y los del segundo. Para los primeros, la intención de la Dictadura era aniquilar los
recursos humanos pensantes que habían trabajado en un proyecto sanitario diferente, para
imponer un modelo socio económico neoliberal, que dio lugar al auge de la medicina privada y
las prepagas; llevó a la decadencia de las Obras Sociales por falta de afiliados, y provocó la caída
del hospital público por falta de presupuesto y el crecimiento geométrico de la demanda de sus
servicios por una población empobrecida. Los segundos resaltan como factores la puja por el
poder, la ambición y la corrupción de quienes obtuvieron altos puestos de manera espuria, o que
se ubicaron en jefaturas contribuyendo a desplazar por razones ideológicas a quienes los habían
cesanteado antes, al mismo tiempo que opinan que los procedimientos tumultuarios de los que
estaban por la transformación social proporcionaron excusas para la intervención militar.
Según los primeros, entre los trabajadores de mediana edad y los más jóvenes no hay mucha
preocupación por conocer la historia del Hospital, salvo que estén involucrados en alguna
militancia política.

Lo que llama poderosamente la atención sobre los imaginarios de la intervención militar en el


Hospital Posadas, es la persistencia en los relatos de trabajadores no profesionales, vecinos y
conocidos, de representaciones que evidentemente fueron instaladas por la administración del
interventor lópezrreguista o por quienes luego ocuparon el nosocomio violentamente. Se sigue
transmitiendo que fueron encontradas armas de la guerrilla, que el Hospital era un reducto de la
izquierda armada, que había en el hospital o en la “villa” aledaña una posta sanitaria de apoyo a
los “subversivos”, que se operaba o al menos se atendía a los combatientes heridos sin hacer las
denuncias policiales correspondientes, que faltaron equipos médicos, que había túneles que o
bien comunicaban el hospital con el barrio (lo cual era absurdo porque antes de 1976 ni siquiera
existía un muro divisorio entre ambos) o con la Base de Palomar (que hubiera debido ser
excesivamente largo; era un sinsentido cuando los automóviles y camiones militares circulaban
sin obstáculos), etcétera. Se reproducen los fundamentos de la intervención militar, que fueron
publicados en el diario La Razón el 4 de abril de 1976:

“[…] Personal de inteligencia supo que en el policlínico Posadas, ubicado en la zona


norte de dicha localidad, habían sido atendidos recientemente elementos subversivos
heridos en enfrentamientos armados con fuerzas del orden, omitiéndose comunicar tal
circunstancia a las autoridades. A los extremistas se los internaba haciéndolos figurar
con nombres falsos y –según trascendió– alterando sus respectivos cuadros clínicos. El
allanamiento de la clínica permitió comprobar tales hechos, así como que apenas

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asumida la presidencia del país por el doctor Héctor J. Cámpora varios médicos de
filiación marxista se hicieron cargo de la dirección del establecimiento –que depende de
la secretaría de Salud Pública de la Nación– con nombramientos al efecto. Igualmente se
estableció que algunos de esos médicos pretextaban salir para atender enfermos en villas
de emergencia, llevándose instrumental de cirugía mayor y medicamentos que –
sugestivamente– eran devueltos después de cometidos graves atentados contra unidades
militares o policiales.”

Son muchos los esfuerzos que hacen quienes reavivan la memoria colectiva para que se
reconstruya y se difunda la verdad, y tanto en dictadura como en democracia las investigaciones
y los testimonios dieron como resultado la desestimación de esas versiones, que continúan
rodando en muchas mentes: por haberlas escuchado reiteradamente, las asumen como verdad.
(El dicho popular es: “miente, miente, que algo quedará”). Éste es un tema que requiere
investigaciones posteriores.

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Bibliografía

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proyección al futuro”. Revista Nuestro Hospital Año 3 • Nº 1.
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 Calveiro Pilar (2008): “El testigo narrador”, en Puentes Nº 24, La Plata, Comisión
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 Franco Marina, Levín Forencia (2007): Historia reciente. Perspectivas y desafíos para un
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Dr. Julio Sabio habla sobre el pasado del Hospital Posadas de Haedo”, Voces Recobradas.
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 Kaufman Alejandro (2009): “Memoria, identidad y representación. Elementos para el
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investigación y pensamiento en Ciencias Sociales, CAICYT CONICET
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Representaciones de jóvenes argentinos sobre la historia reciente, del ‘Golpe’ al ‘Cacerolazo’”.
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 Pollak Michael (1989): “Memoria, olvido, silencio”. En Revista Estudos Históricos, Rio
de Janeiro, vol. 2 n.3. Trad. De Renata Oliveira para curso de posgrado “Antropología de la
Memoria y la Identidad”, Maestría en Historia y Memoria de la UNLP.
 Traverso Enzo (2007): “Historia y memoria. Notas sobre un debate”. En Franco y Levín,
Historia reciente. Perspectivas y desafíos para un campo en construcción. Buenos Aires, Paidós.
 Vezzetti Hugo (2007): “La memoria justa: política e historia”. En Coloquio Internacional
“Problemas de historia reciente en el Cono Sur”, Los Polvorines.

Fuentes
 Causa Nº 11.758/06 caratulada “Bignone, Reynaldo Benito Antonio y otros s/ privación
ilegal de la libertad…” en trámite ante la Secretaría Nº 6 del Juzgado Nacional en lo Criminal y
Correccional Federal Nº 3, (en Megacausa Primer Cuerpo del Ejército), a cargo del juez Daniel
Rafecas, Procesamiento del 19/11/2007.
 Documentación fotocopiada y archivada en Asociación de Profesionales del Hospital
Posadas.
 13 entrevistas realizadas a personal actual o jubilado del Hospital Posadas.
 2 entrevistas a vecinos del Hospital Posadas.

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