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Antecedentes Pre-mórbidos o Historia Familiar

CRISTOFER

Desde una perspectiva general sobre el delincuente sexual, no resulta fácil establecer un
patrón específico sobre los antecedentes familiares y personales; sin embargo, es necesario
señalar que hay ciertos aspectos que por lo general acompañan a los agresores sexuales a lo
largo de su historia de vida.

Para Marshall y Barbaree (2013) la etiología de la delincuencia sexual hace referencia a los
factores que están en el origen de la conducta sexual delictiva, incluyendo los procesos
asociados al desarrollo del comportamiento, su inicio y mantenimiento, siendo éstos
predisposiciones genéticas, experiencias de desarrollo adversas, disposiciones psicológicas
como falta de empatía, actitudes pro-criminales, preferencias sexuales desviadas,
problemas en las habilidades interpersonales y emocionales, estructuras sociales y
culturales y factores personales como el estrés, la intoxicación etílica o el abuso de drogas.

Se ha documentado que determinadas vivencias sexuales traumáticas en la infancia o la


adolescencia pueden contribuir a una futura involucración de los individuos en conductas
de abuso o agresión sexual (Redondo y Martínez, 2012). Esto se evidencia en hogares con
determinadas características como: carencia de cuidados parentales (negligencia y/o
abandono), un estilo parental autoritario, dónde las relaciones entre los integrantes de la
familia eran extremadamente rígidas y distantes o dónde se vivencia de manera constante
la violencia física, psicológica y sexual; lo que configura unos inadecuados estilos
parentales y negligentes modelos parentales. En este sentido, también se ha puesto de
relieve que aquellos estilos parentales negligentes que comportan graves déficits en el
cuidado de los hijos, incongruencia educativa y rechazo o desvinculación emocional,
pueden incrementar la vulnerabilidad de los adolescentes para adquirir repertorios sexuales
desviados y antisociales (Maniglio, 2012). Algunos investigadores dicen que el ciclo de
abuso parece repetirse de generación en generación, incluyendo todas las formas de abuso:
físicas, verbales, emocionales y sexuales. Más concretamente, a partir de estas graves
carencias afectivas y comunicativas, hacen que los niños se sientan desprotegidos, vean a
sus cuidadores como ausentes y se sientan rechazados. Esto puede conllevar en
consecuencias psicológicas negativas para los niños, como baja autoestima, actitudes
antisociales, malas habilidades interpersonales o pobres habilidades de afrontamiento.
Puesto que podrían llevar a un niño a internalizar actitudes negativas sobre sí mismo y en
las relaciones con los demás. Y éstas a su vez podrían alterar la forma en la que el niño
percibe su papel en las relaciones sexuales.
Por otro lado, si están en presencia de actitudes antisociales y misóginas por parte de los
padres o familiares directos o tienen sentimientos de inadecuación, es posible que acepten
discursos que eleven a los hombres a una posición de poder sobre la mujer,
experimentando así una hipersexualización de su emocionalidad y conducta (inicialmente a
través de fantasías sexuales desviadas y masturbación) como mecanismo de compensación
y afrontamiento de sus problemas de relación con otras personas y de su aislamiento social
(Mancini et al, 2012). Varios estudios han evidenciado que los problemas de comunicación
y el aislamiento social son en efecto características distintivas de muchos abusadores
sexuales en mayor grado que de otros delincuentes. A su vez el hecho de ver el sexo más
allá de la gratificación sexual, éste suceso puede aumentar la autoestima, los sentimientos
de competencia social o la sensación de lograr los estándares de la masculinidad ideal,
pudiendo reforzar la conducta sexual delictiva.

TATHIANA

Generalmente el inicio y desarrollo sexual a partir de la adolescencia suele culminar, en


una socialización sexual adecuada, lo que incluye también la adquisición de los necesarios
controles e inhibiciones a este respecto, tanto racionales como emocionales. Sin embargo,
aquellos varones que en la pubertad y la adolescencia han sufrido experiencias traumáticas
de abandono familiar, rechazo afectivo o victimización sexual podrían mostrar déficits
severos en autoestima, capacidad de comunicación y habilidades de relación interpersonal
(Barbaree y Langton, 2006). Además indican que es importante para el adolescente
aprender a distinguir entre impulso sexual y agresividad, así como aprender a inhibir la
agresividad en situaciones sexuales, por lo que factores situacionales como sentimientos de
soledad, rechazo social o ruptura de una relación juegan un papel muy importante ya que
podrían desencadenar la conducta sexual abusiva.

Estos déficits afectivos y de comunicación podrían a su vez hacer a estos jóvenes más
lábiles para adquirir repertorios conductuales de abuso o agresión sexual (Agnew, 2014).
Es decir, algunos adolescentes psicológicamente más frágiles pueden experimentar,
durante las etapas tempranas de su socialización sexual, vivencias anómalas que pueden
incluir interacciones sexuales forzadas o con niños ya sea directamente, participando en
ellas, o bien observándolas en otros o visualizando pornografía al respecto (Fergusson,
2013). Efectivamente, se constata que muchos delincuentes sexuales (no todos) habrían
tenido experiencias sexuales más amplias, variadas, atípicas y traumáticas que la
generalidad de los menores de su misma edad (y también que otros delincuentes no
sexuales), incluyendo a menudo la utilización de pornografía con imágenes violentas o con
implicación de menores (Seto y Eke, 2015). Tales vivencias podrían tanto alentar un
interés sexual desviado hacia los menores o hacia el sexo violento, como dificultar la
adquisición de las inhibiciones necesarias para evitar conductas sexuales ilícitas.

Andrews y Bonta (2010) en su modelo de la conducta delictiva conocido como Riesgo-


Necesidad- Responsividad o RNR establecieron una clasificación de factores de riesgo en
donde se tienen los estáticos; considerados no modificables por su naturaleza ya que
forman parte del individuo, como los antecedentes delictivos, edad, etnia o su estructura de
personalidad como la impulsividad y la propensión al riesgo. Así mismo, Redondo y
Martínez-Catena (2015) en su teoría del Modelo del Triple Delicitivo sostiene que: “la
conducta delictiva se origina y mantiene por la confluencia de diversos factores de riesgo
que se potencian recíprocamente”. Éstos se agrupan en tres grandes fuentes de riesgo,
según su naturaleza etiológica:

- Riesgos personales (RP): Se incluyen las características psicológicas y de la


personalidad de los sujetos, ya sean innatas o adquiridas, que configuran su identidad y que
cuando se muestran en sus vertientes más negativas, pueden dificultar su correcto
desarrollo.
- Riesgos o carencias en el apoyo pro-social (CA): Se refiere a las características o
condiciones familiares, educativas y sociales que conforman al individuo a lo largo de su
vida las cuales, cuando no son favorables, pueden entorpecer su correcta socialización.
- Oportunidades delictivas (Op): Exposición del sujeto a ciertas situaciones, contextos,
características ambientales o estímulos sociales susceptibles de facilitar el comportamiento
delictivo.

Se ha interpretado que los delincuentes sexuales presentan déficits empáticos


favorecedores de sus delitos (Marshall et al, 2009); es decir, dificultades para ponerse en el
lugar de otras personas (especialmente de las víctimas) e imaginar qué desean, o más bien
no desean, y qué consecuencias negativas podrían derivarse para las víctimas como
resultado de la conducta de agresión sexual (Beavin, 2015). En relación con las carencias
en empatía mostradas por los agresores sexuales, diversos estudios han hallado relación
directa entre las vivencias traumáticas tempranas que pueden haber sufrido los agresores y
sus déficits empáticos específicos. Así, individuos que habían padecido en su infancia
victimización sexual y exposición a pornografía infantil mostraban escasa empatía con
niños víctimas de abuso sexual, a la vez que también confesaban haber cometido más
delitos de abuso sexual de menores.

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