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GOBIERNO DEL ESTADO DE YUCATÁN

SECRETARÍA DE INVESTIGACIÓN, INNOVACIÓN Y EDUCACIÓN


SUPERIOR

ESCUELA NORMAL SUPERIOR DE YUCATÁN

“PROFESOR ANTONIO BETANCOURT PÉREZ”

MICROHISTORIA

TRABAJO QUE PRESENTA: MICROHISTORIA


MEXICANA

BR. CÉSAR OMAR VÁZQUEZ TUTZIN

Mtra: ROCIO TORRES PEREZ

LICENCIATURA ENSEÑANZA Y APRENDIZAJE EN


EDUCACIÓN SECUNDARIA

HISTORIA

MÉRIDA, YUCATÁN, MÉXICO


MAYO, 2021
La ciudad de México en manos de la revolución

Ciudad de México, 21 de noviembre. ¡Venganza y castigo! parecía ser el fin que


perseguían las fuerzas constitucionalistas que avanzaban hacia la ciudad de
México en junio de 1914.

Durante la ofensiva final hacia el centro del país, Carranza, Obregón y algunos
otros militares, lanzaron amenazas contra la Ciudad de México y sus habitantes.

Algunas semanas después, tras la renuncia de Huerta -15 de julio-, cuando los
constitucionalistas se preparaban a ocupar la ciudad de México, Carranza
expresó: “Todo el país está hecho pedazos y sus pobres habitantes han sufrido lo
indecible con la revuelta, sólo la Ciudad de México nada ha perdido, y sin
embargo, es siempre cuna de todos los cuartelazos y todas las revoluciones; justo
es que pague esta vez sus faltas y la vamos a castigar duramente, igual que a
todos los que ayudaron a Huerta”

Al sobrevenir las ocupaciones revolucionarias de 1914 y 1915, la ciudad de


México tenía que responder por dos cargos: el asesinato de Madero y la excesiva
centralización que definitivamente había trastocado la vida política de los norteños.

Sin embargo, la realidad dejó atrás a la retórica revolucionaria: Carranza y


Obregón trataron con benevolencia a la Ciudad de México. La firma de los
tratados de Teoloyucan  el 13 de agosto de 1914, permitió la ocupación pacífica
de la capital y por primera vez Obregón paladeó el reconocimiento público,
alcanzando un instante de gloria en una metrópoli que generalmente se avenía
con el triunfador. El invicto general aceptó el reconocimiento público, después de
todo, la Ciudad de México representaba el centro de gravedad del poder.

En su fría descripción, Obregón no comentó que el clamor popular lo sedujo para


salir al balcón a dirigir unas palabras a la gente que se aglutinaba frente al viejo
palacio de los virreyes. El general sonorense recomendó al pueblo mexicano gran
cordura y lo invitó a colaborar con la revolución a establecer en nuestra patria un
gobierno perfectamente constituido”.
La entrada de Carranza a la capital el 20 de agosto, cambió la situación
radicalmente. Finalmente, el Primer Jefe de la Revolución era él y no Obregón y
de acuerdo con su Plan de Guadalupe le correspondía ocupar la presidencia al
menos temporalmente.

Carranza decidió castigar a la capital del país de una manera muy singular,
permitiendo que sus hombres se apropiaran de las casas de los principales
enemigos de la revolución. Obregón se alojó en la mansión de doña Lorenza
Braniff, en el Paseo de la Reforma; el general Pablo González lo hizo en la de
Ignacio de la Torre, yerno de Porfirio Díaz; el general Lucio Blanco ocupó la “casa
de los héroes”, así llamada la mansión de la familia Casasús.

Las casas fueron saqueadas, las cavas rápidamente consumidas, las bibliotecas
desmembradas, los muebles robados. Para los habitantes de la Ciudad de México,
difícil era creer que ese grupo de hombres pudiera restablecer el orden
constitucional si sólo se sometían al mandato de sus ambiciones y su personal
concepto de justicia. Lo que para los propios constitucionalistas parecía legítimo y
justo, para algunos intelectuales de la época, también revolucionarios, era tan sólo
vandalismo y latrocinio. 

José Vasconcelos también dejó testimonio de aquellos críticos días que sufrió la
Ciudad de México a manos de los “consusuñalistas” como empezaron a llamar a
los constitucionalistas. Era un hecho que la Ciudad de México sufría del embate
del vandalismo revolucionario.

Por primera vez en su historia, la Ciudad de México no era respetada, porque a


juicio de los revolucionarios, ésta no había tenido la dignidad suficiente para
enfrentarse al usurpador y eso, la condenaba.

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