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Situación socio- política de Latinoamérica después del proceso independentista.

Al terminar las guerras de emancipación, los países de América Latina todavía tenían por delante la tarea de
organizar sus instituciones para construir Estados nacionales. Esto significaba que cada país debía tener un territorio
con límites precisos, una población permanente, estable y en crecimiento, un gobierno que ejerciera el poder
soberano con autoridad y un régimen jurídico basado en una constitución, que de ser posible debía adherir al
liberalismo. Durante algunos años, las guerras civiles y los desacuerdos impidieron la consolidación de instituciones
sólidas.

Liberalismo y Conservadurismo

Uno de los debates que surgían era la forma en que debían tener lo nuevos estados. Alrededor de esta controversia
se formaron dos posiciones políticas: Liberalistas y Conservadores.

Los conservadores se inclinaban por una continuidad con el espíritu hispánico: defendían la tradición, la religión
católica, el predominio de la oligarquía y el centralismo político. Los partidos

Los liberales propiciaban la implementación de una nueva mentalidad, más moderna e influida por los cambios
ocurridos en Europa: defendían la libertad de cultos, la igualdad, el progreso.

Una de las diferencias más importantes que existían entre ambos grupos era que los liberales pensaban que debía
privilegiarse al individuo por sobre las corporaciones, como la iglesia, mientras que los conservadores sostenían que
estas corporaciones debían constituir la base de la sociedad. Desde mediados del siglo XIX en adelante, los liberales
se fueron imponiendo en casi toda América Latina.

La influencia del positivismo

Quienes estaban en el poder querían que los países latinoamericanos se modernizaran. Y para esto, comenzaron a
tener en cuenta algunas ideas provenientes del continente europeo.

En el ultimo cuarto del siglo XIX, muchos políticos pensaban que se debía entender a la tarea de gobernar como una
“ciencia positiva”. Estas personas estaban influenciadas por el positivismo de Augusto Comte (filosofo francés
considerado uno de los fundadores de la Sociologia), quien sostenia que los fenómenos sociales podían ser
estudiados sobre la base de un método y los problemas de la humanidad, resueltos con la aplicación de la ciencia.
Estas ideas resaltaban la importancia del “orden”, considerado imprescindible para mantener la unidad de la
sociedad, del “progreso” entendido como la posibilidad de superación social que brindaba la asociación de la
industria con la ciencia.

El sociólogo inglés Herbert Spencer consideraba la sociedad como un organismo que evolucionaba, de manera
homogénea y caótica, hacia formas mas complejas. Este proceso estaba dominado, según la opinión del sociólogo,
por los mas aptos, es decir, por aquellos que se encontraban mejor adaptados para la lucha.

En América latina estas ideas se fueron fundiendo con el liberalismo durante la segunda mitad del siglo XIX. muchos
políticos latinoamericanos supusieron que se podía aplicar a la política los métodos de la ciencia, es decir, que la
política podía ser considerada como una ciencia administrativa. De esta forma la función de los gobernantes debía
ser asegurar el orden para que los nuevos estados pudieran desarrollarse.

Origen de los estados oligárquicos

Los grupos dirigentes mantuvieron su adhesión al liberalismo que afirmaba los principios de la soberanía popular y
de la igualdad de derechos para todos los miembros de la sociedad. Desde 1880 en adelante, el crecimiento de la
riqueza producida en el país consolidó el poder económico de un grupo social cuyos miembros se consideraron “los
más aptos” para ser gobernantes. Por esta razón, aunque el regimen político se mantuvo basado en las reglas de la
democracia política, los ciudadanos ejercían el derecho de sufragio y elegían representantes, al mismo tiempo se fue
consolidando un sistema de gobierno que depositaba el ejercicio del poder en una minoría y restringía la
participación política de la mayor parte de la sociedad argentina. 

Esta contradicción entre la teoría y la práctica política es lo que permite caracterizar como oligárquico al régimen
que se organizó a partir de 1880. Este calificativo deriva del concepto de oligarquía, palabra que proviene del griego
y que significa "gobierno de unos pocos". 

Algunos integrantes de los grupos de mayor poder económico se constituyeron en una clase gobernante: la
oligarquía, que legitimaba su poder político en su poder económico y en su educación y su preparación para el
ejercicio del gobierno. Con el tiempo la clase gobernante estuvo integrada por un sector compuesto específicamente
de políticos. 

El mantenimiento de una democracia oligárquica no generó tensiones mientras la política se mantuvo como una
actividad en la que no tenía interés la mayor parte de la sociedad, porque no la relacionaba con su vida cotidiana.

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