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Simulación de actos jurídicos

Cecilia Marcos Salvatierra

En relación a este tema, amplio y de gran debate, he de iniciar ejemplificando el siguiente


caso: Juan Pachas Martínez, empresario de la ciudad de Chincha, al notar que tiene muchas
deudas y que no las puede cancelar, desee protegerse contra sus acreedores, y evadir sus
pagos, por eso motivo en gran confianza, le pide a su secretaria, reciba sus bienes, y su
empresa, para poder seguir trabajando juntos. La Secretaria acepta, y en menos de una
semana, predios, empresas, vehículos pasan a nombre de Sonia Arias López, quien de la noche
a la mañana, documentalmente dejó de ser la secretaria para pasar a ser la nueva propietaria y
empresa. No obstante, cuando vas a la empresa, notas que en la realidad fáctica, ella sigue
siendo “la secretaria”, y Juan, pues el empresario y sigue dirigiendo la empresa. Si bien, todo
cambió documentalmente, lo mismo no ocurre con “la realidad”. Es decir nunca se llegó a
ejecutar los contratos celebrados por ellos, y es claro notar que ambos bajo un acuerdo
interno han exteriorizado ante los terceros, actos jurídicos que en realidad no ejecutan. Ante
el presente ejemplo, según nuestra doctrina nacional, estamos ante un caso de Simulación
absoluta. Caso curioso, pues si realmente, los contratos hubieran surtido sus efectos
plenamente, los cambios no serian parciales, sino que los mismos serian completos, y no a
medias. No basta con inscribir en Registros Públicos a la nueva propietaria, y por otro lado,
dejar que el autovaluo, los recibos de luz, de agua, etc, sigan a nombre del anterior
propietario. O que realizada una verificación a la empresa, el nombre de Sonia Arias, siga
ejecutando el puesto de secretaria, pues estamos ante un evidente caso de simulación
absoluta.

Por otro lado, también puede darse el caso, y siempre a medida de ejemplo: “Una pareja de
amantes”, donde el caballero, empresario, casado, pero infiel, desea donarle un departamento
a su pareja de ocasión y a fin de no tener muchos problemas ni cuestionamientos pues, no se
lo entrega por una escritura Pública de donación sino que internamente ambos coordinan y
ella acepta recibir el predio, simulando una compra venta en partes. ¡Total igual, ya lo tiene a
su nombre! (según ella). El caso, es que una vez conseguido el cometido, y por cuestiones que
solo ella sabe, ya no se desea tener más algún tipo de relación con el caballero, y pues llega el
momento de que ella lo quiere dejar, dar por terminada su relación, y pensando que ya tiene
el predio a su nombre, cree que nada le pasará. A esto, el caballero reacciona y entabla una
demanda por falta de pago, para quitarle el predio, y bueno pues, ella reconviene la demanda
con su verdad, y ante el juez, presenta medios probatorios, alegando que lo que ellos
celebraron en realidad era una donación y no una compra venta a plazos. Pues el acuerdo
interno de ellos, siempre se trató de una donación, pide la nulidad y reconviene solicitando el
reconocimiento de la donación. Es entonces, ante este caso que estamos frente a una
simulación relativa.

Por lo que de acuerdo con el artículo expuesto por Carolina Deik Acosta-Madiedo, autora del
artículo “Simulación de actos jurídicos: Teoría, acción y los efectos de su declaración”,
concuerdo en aseverar que el acto jurídico simulado, nace por el acuerdo pactado entre dos o
más personas, con el fin de crear ante terceros la apariencia de cierto acto jurídico elegido por
las partes, y sus efectos de ley, contrariando el fin del acto jurídico concreto. Dado que los
contratantes no siempre disimulan del mismo modo, existen dos especies de simulación: la
absoluta y la relativa.

Estos actos jurídicos, se diferencian del error, por cuanto éste último, viene a ser aquel acto
perturbador inconsciente que distorsiona el proceso formativo de la voluntad jurídica. De este
modo, podremos notar que si el acto perturbador recae en la voluntad interna, estamos ante
el caso de un error – vicio, o si el error se configura en la exteriorización de la voluntad interna,
entonces estamos ante el caso llamado error en la declaración. Según Cámara, la figura del
error, se diferencia de la simulación porque la disconformidad entre los contratantes es
involuntaria (1958).

Por otro lado, en relación a la mala redacción de documentos, y sus efectos jurídicos, en torno
a la expresión de voluntades. De manera personal, considero que dicha mala redacción puede
darse por ignorancia, por suspicacia, o por cualquier otro motivo que quizás en estos
momentos no estoy considerando. No obstante, los responsables de asumir el texto escrito, y
de los acuerdos transcritos en algún medio documental, no es el redactor de los documentos,
sino las partes en sí. Dicho esto, si bien puede existir una mala redacción en la exteriorización
de los actos jurídicos, estos son de plena responsabilidad de quienes las suscriban y las firmen,
pues las partes deben leer y analizar cuidadosamente lo que van a firmar, pues son ellos los
protagonistas que materializarán sus voluntades, y quienes finalmente comparecerán ante los
órganos jurisdiccionales, de llegar a algún conflicto.

Retornando al tema de los actos simulados, podremos diferenciar que existen actos simulados
lícitos así como los ilícitos. Resaltar que es común, observar como muchas personas
naturalizan la simulación, para celebrar un acto, ocultando otros, a veces por cuestiones
sencillas como las de querer evadir un impuesto a la renta, o situaciones parecidas. No
obstante, los estudiantes de derecho futuros abogados, debemos apreciar y diferenciar los
diferentes casos existentes para que llegado el momento podamos saber cómo actuar antes
ellos.

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