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Acción Católica

La Iglesia conduce sus fieles a un puesto que está fuera del tiempo y del espacio,
y sin embargo sus fieles y ella misma viven en el tiempo y en el espacio. Su esperanza va
más allá del mundo, pero sin embargo están en el mundo. Preparan la única comunidad
humana definitiva, pero la preparan en el seno de comunidades; tiene el deber de hacerlas
avanzar, de hacerlas subir la comunidad definitiva. De aquí que en la vida de los miembros
de la Iglesia haya una tensión entre nuestra vida presente y nuestra vida futura. Esta tensión
formula el problema de la A. C.

Antes de avanzar aclaremos ciertos conceptos que nos van a permitir ver más
claro en el conflicto siempre latente entre la ruptura con el mundo y la encarnación en el
mundo.

La oposición entre lo espiritual y lo corporal no es del tipo de la


incompatibilidad, sino de la diferencia, diferencia que reclama un complemento mutuo; así
como el alma se opone al cuerpo, como lo que anima se opone a lo que es animado. Así es
como el espíritu debe penetrar, asimilar, elevar, sublimar la materia. Lo sobrenatural está
llamado a elevar todo lo natural, no a destruirlo; como la Iglesia Católica está llamada a
elevar (levadura) todo el mundo. (1)

Este llamado a la compenetración de lo material y de lo espiritual no es hoy


generalmente comprendido y vemos de un lado quienes se contentan con sumirse en lo
espiritual dejando de lado toda preocupación material, evasión por demás peligrosa
(tendencia de Amayo, quietistas, milinaristas) y de otra los grupos tan diversos de
materialistas que rechazan todo lo espiritual. Estos materialistas comprenden grupos tan
diversos que van desde el materialismo capitalista, hasta el materialismo marxista y
existencialista ateos.

Estos materialismos modernos van en busca de un humanismo, de una


espiritualidad que se puede caracterizar por estos tres elementos: búsqueda de la liberación
del hombre, búsqueda del progreso (dépassement) personal; búsqueda del progreso (d)
colectivo.

Se trata de liberar al hombre de las fuerzas de la naturaleza, de la ignorancia, del


exceso de trabajo, de las falsas compensaciones, de las estructuras opresivas: de todo lo que
aliena. Para llegar a esta liberación el hombre ha de tomar conciencia de su responsabilidad
a través la angustia de sí y de los demás, y mediante su entrega (engagement) llegar a este
progreso personal y colectivo.

Es pues necesario caer en la cuenta de la urgencia de un gran esfuerzo colectivo


aceptado en nombre de la humanidad, del avance humano, del bien común, de la
comunidad. Los que así comprenden su vida dan muestras de una gran nobleza de alma al
pretender valorizar el mundo por el esfuerzo de los hombres.
(1) “ Si el amor a los hombres ha de buscar un alma en el amor a Dios; el amor a Dios ha de
buscar un cuerpo en el amor a los hombres”. (o terre enfin libre)
(2)

Esta actitud del hombre contemporáneo manifiesta un rechazo del


determinismo, una búsqueda grandiosa de la humanidad que sufre. Es un llamado al
espíritu. Hay que escucharlo con emoción y con simpatía. Pero esta búsqueda ansiosa de
progreso humano fracasará si los cristianos no participan en ella, si no la purifican, si no la
completan, si no la sobrepasan. La inserción de los cristianos en el mundo es una condición
del éxito de esta marcha gigantesca de la humanidad.

La A. C. viene a aparecernos en esta perspectiva como el movimiento universal


(católico) de los hombres hacia Dios por Cristo.

Para urgir este movimiento, tan olvidado de los cristianos pasivos, era necesario
despertar a los cristianos y lanzarlos al socorro de la humanidad. De aquí los llamados de
Pío XI que se realizan en diversos movimientos de A. C. Toda la Iglesia debía colaborar
bajo la dirección del Episcopado. Y aquí aparece entonces la definición clásica y sobre todo
jurídica de la A. C.: asociación de los seglares al apostolado jerárquico. El éxito de la
saciedad provoca la generalización de la acción por el propio medio, de donde nacen los
movimientos especializados de A. C.

En la primera fase la A. C. ha tratado ante todo de despertar a los seglares, de


formarlos, de avivar en ellos el apetito de justicia y de redención universal, de hacerlos
reaccionar contra todo lo que mutila en ellos su carácter de hijos de Dios; y por eso su
mayor insistencia ha sido la formación espiritual y su adhesión a la Jerarquía, necesidades
fundamentales para evitar graves desviaciones.

Pero poco a poco surgían militantes que tomaban conciencia de sus


responsabilidades totales hacia su clase, en primer lugar, y luego de las comunidades
mayores de vida y aun de la humanidad entera.

Esta inserción en la vida total llevaba a los militantes hacia lo profesional, lo


económico, lo político (todo lo que se quiere resumir en la etiqueta “temporal”) Esta
evolución, normal, comprobaba el valor de los métodos que habían sido empleados. Pero en
estos dominios la Jerarquía en cuanto tal no es directamente responsable. Ella es solamente
responsable de la doctrina que profesan estos cristianos lanzados en la acción temporal.

De aquí nace la necesidad de distinguir la A. C. estrictamente dicha, organizada


en movimiento controlado directamente por la Jerarquía; y las prolongaciones de la A. C.
en todos los campos de la vida social. “En este último terreno los seglares son directamente
responsables, autónomos, bajo reserva de un control puramente doctrinal. Ellos pueden
tomar la iniciativa de organizaciones cristianas con fin profesional, económico o político; o
bien unirse con los miembros de otras familias espirituales en el seno de otros organismos
profesionales, económicos o políticos” dentro de las normas que sobre esta materia nos han
recordado los Pontífices.
(3)

La acción de los cristianos llega así a revestir tres formas bien características:

a) La asociación entre católicos con fin inmediatamente espiritual y en


Vinculación estrecha con la Jerarquía.

b) Asociación, sobre un problema temporal de inspiración cristiana, con


todos aquellos que aceptan sus líneas esenciales.

c) Penetración de los cristianos activos en todos los terrenos en que se


desarrolla la vida colectiva.

La unidad de la vida hace que nuestra acción sobre las necesidades humanas
tienda a ejercerse en forma universal. Cuando los militantes de un movimiento de Acción
Católica bien formados han llegado a formarse conciencia de su responsabilidad total frente
al mundo moderno, toman nuevas y nuevas empresas de orden temporal para hacer penetrar
el espíritu que los animaba. La I. O. C. se convierte así en el M. P. F.; la J. A. C. en el M.
F. R.; y la J. O. C., J. A. C., J. E. C., multiplican sus servicios de orden temporal.

Esta evolución es una fase nueva, hecha posible y aun normal por el avance de
los militantes y dirigentes hacia la madurez. (por esto es tan difícil; imposible hoy en Chile,
en el sector obrero y en cambio es realidad en el mundo intelectual y profesional).

El cristiano que se siente formado y responsable quiere cumplir todas sus


responsabilidades sociales y se compromete en un campo en el que la Jerarquía no tiene por
qué declararse responsable. No ha podido menos de producirse en ciertos momentos un
malestar, y la tendencia a extender la definición jurídica de la Acción Católica apostolado
seglar asociado al apostolado de la Jerarquía, a otros sectores que su campo estrictamente
propio. ¿Hay acaso un apostolado jerárquico y un apostolado no jerárquico? ¿El apostolado
no consiste en continuar la misión confiada por Cristo a sus Apóstoles, misión espiritual
ante todo?. Y sin embargo ¿el fermento cristiano no ha de penetrarlo todo, para elevarlo
todo? ¿Los jóvenes y los adultos consagrados a la acción Católica deben limitar su
apostolado al terreno espiritual o dar un testimonio aun en las manifestaciones profanas de
la vida?.

A estas preguntas dolorosas la presencia de un Papa muy grande, a la cabeza de


la Iglesia, nos permite darles respuesta. Algunos textos, sacados principalmente de los
mensajes de guerra de Pío XII nos permitirán ver las orientaciones profundas del
pensamiento pontificio. (Buscar …, en mi libro).
(4)

El campo de acción de los cristianos:

En su mensaje de Navidad de 1.942, el Papa reacciona contra “la repugnancia”


hija legítima de la ignorancia y del egoísmo, en aplicar el espíritu a los problemas que
presentan la evolución y la ascensión de las generaciones nuevas, con su progreso y sus
nuevas necesidades.

El conjunto de textos nos deja la impresión del deseo claro del Papa de ver al
cristiano sal de la tierra. Si el mensaje de Pío XI fue “apostolado del ambiente por el
ambiente” el de Pío XII sin rechazar esa fórmula la completa por la consigna de
“penetración universal del espíritu cristiano”. Esta idea no es más que la coronación natural
de la idea de Pío XI.

XXX

La lectura de estos textos parece autorizar las siguientes reflexiones:


Iº La divinización de responsabilidades en los diferentes campos de acción.

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