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Tarea individual

Nombres y apellidos: Jhordan Mankash

Curso: Décimo año de EGB Paralelo:

Fecha: 16-12-2021

A la publicidad hay que controlarla

La publicidad está en todas partes y en las más diversas formas: en carteles pegados a las
paredes, en el transporte público, en las estaciones y aeropuertos; se escucha en la radio, en la
televisión y en el cine. Está presente en los anuncios en periódicos, en los folletos y catálogos que
llegan a las casa, en eslóganes en los lapiceros, en las hojas volantes que se distribuyen en los
supermercados, en los nombres de los auspiciantes en camisetas deportivas, uniformes, etc.

Esta omnipresencia de la publicidad, lejos de suscitar el entusiasmo de todo el mundo, por


el contrario, genera que algunas personas la cuestionen seriamente y piensen que es importante
que esté normada.

Vamos a empezar con los argumentos que los defensores de la publicidad sostienen. En
primer lugar, la publicidad es una fuente indispensable de información al consumidor. Gracias a
ella conoce qué productos están en el mercado, cuales son nuevos, y este conocimiento permite a
los compradores elegir el mejor, de entre varios y diversos artículos.

Otro argumento a favor de la publicidad se refiere a que da trabajo de muchas personas


diferentes (publicistas, encuestadores de opinión pública, psicólogos, impresoras...).

Además no se debe olvidar que la publicidad financia, de manera significativa, a los


medios de comunicación, que reciben grandes sumas de dinero por la publicación de los anuncios
y mensajes publicitarios. Sin publicidad, muchos periódicos tendrían que doblar o incluso
triplicar sus precios de venta al público. Finalmente, la publicidad permite reducir el precio de
venta de los bienes de consumo, en primer lugar por el hecho de que incita el consumo masivo, lo
que a su vez permite una producción también masiva, que por tanto reduce los precios. Luego, al
impulsar la concurrencia en el mercado de diferentes productores con productos semejantes, la
publicidad estimula la competencia y empuja a sus fabricantes a buscar formas de vender estos
productos introduciendo formas más atractivas, tanto en precio como en calidad. El principal
beneficiario de esta lucha es finalmente el consumidor. Estos son básicamente los argumentos
presentados por los defensores de la publicidad. Pero esta tesis se enfrenta con una respuesta
masiva de quienes se oponen a la publicidad. En primer lugar, ellos le reprochan que miente. La
publicidad miente porque nunca cuenta toda la verdad. Es parcial y sesgada. Es cierto que la
publicidad solo visibiliza los aspectos positivos de los productos y deja de lado, deliberadamente,
sus aspectos negativos e incluso los peligrosos.

Adicionalmente, los opositores le acusan de fomentar el consumo de productos


peligrosos, tales como los cigarrillos y el alcohol.
Además, la publicidad, con frecuencia, se sirve de técnicas reprochables para incitar a las
personas a consumir. Explota continuamente las debilidades humanas aprovechándose de los
complejos de inferioridad de muchos consumidores; por ejemplo, el deseo de parecer más varonil
(ver la publicidad para algunas marcas de tabaco o cerveza), el deseo de ser joven, dinámico y
hermoso (ver la publicidad de productos belleza o de algún alimento llamado “ligero”...). En este
contexto, los contrarios a la publicidad le reprochan su sexismo y su misoginia

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