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PROCESOS DE DESCENTRALIZACION EN LATINOAMERICA:


COLOMBIA, MEXICO, CHILE Y PERU.

ASIGNADO POR:
INGRIS URIBE AARON

DESIGNADO A:
YOVANA DEL CARMEN DIAZ MARTINEZ

CURSO:
PRINCIPIOS DE ADMINISTRACION APLICADOS A LA GESTION PUBLICA

UNIVERSIDAD DEL MAGDALENA(UNIMAG)

GRUPO: IIC

FECHA:

10/04/2022
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La descentralización ha viabilizado avances importantes en materia de cobertura de

servicios sociales y aun de participación política, pero está creando presiones sobre el

equilibrio fiscal y no ha contribuido a reducir la concentración económica. El propósito

central de este trabajo es indagar por qué la descentralización no está contribuyendo a la

eficiencia fiscal. Para ello, primero se hace una revisión del marco conceptual, se

configura luego un marco teórico y analítico, y finalmente se aplica este marco a los

procesos de la región.

Una diferenciación entre provisión y producción de bienes públicos permite, en

primer lugar, distinguir entre dos tipos de descentralización: una, política, que sería el

traslado de todo el proceso de provisión de algunos bienes públicos desde el ámbito

nacional hacia ámbitos subnacionales, y otra, económica, que sería la transferencia de

procesos de producción a la competencia económica.

La condición fundamental para que la descentralización política contribuya a la

eficiencia sería la participación democrática de los ciudadanos en las decisiones, no sólo

sobre gasto sino, principalmente, sobre los aportes que ellos realizarán para solventar

dicho gasto. Este requisito aún no se habría podido cumplir en los procesos

latinoamericanos debido a que en ellos se habría dado un tratamiento similar a la

provisión de infraestructura básica y servicios públicos, que serían bienes locales, y a la

de salud y educación, que serían bienes públicos nacionales.

Lo estratégico para lograr los objetivos buscados sería profundizar la

descentralización política de la provisión de infraestructura y servicios básicos, y sobre

esta base sentar las bases para el desarrollo local y así poder competir mejor en la

economía global, y mantener centralizado - o recentralizar - políticamente pero

descentralizar operativamente un sistema de provisión que permita garantizar a todos

los habitantes el acceso igualitario a una 'Canasta social'. Ello no debería impedir, sin
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embargo, que en ambos casos se siguiera tendiendo a descentralizar las decisiones sobre

producción hacia la competencia económica.

Este planteamiento implica que los actuales sistemas de transferencias deberían dar

lugar a otros dos: uno, territorial, orientado a apoyar decisiones autónomas para el

desarrollo local, y otro, social, dirigido a asegurar a todas las personas una canasta

mínima de servicios.

Lo fundamental para conciliar objetivos de eficiencia y equidad sería que los

desembolsos del sistema territorial fueran de libre disponibilidad pero proporcionales al

esfuerzo relativo de cada comunidad, esfuerzo en el que, además de los impuestos

locales, deberían ser contabilizados los aportes que las personas realizan a través de sus

organizaciones sociales -en trabajo, materiales y dinero para la provisión de bienes y

externalidades públicas.

Los procesos de la región hasta ahora se orientan primordialmente a facilitar la

ejecución de políticas sociales nacionales. ¿Cómo hacer para orientarlos también a

potenciar la autonomía local -y sobre todo hacerlo en condiciones de igualdad– a fin de

hacer viable el desarrollo local y regional, y además avanzar en el logro de otros

objetivos? Para responder a este interrogante el autor elabora una síntesis de la teoría

económica sobre descentralización y a la luz de este marco revisa ampliamente los

procesos de la región, utilizando para ello la desigual información existente.

Sus principales recomendaciones para orientar los procesos en el sentido deseado

son: diferenciar entre sistemas de financiamiento de «bienes sociales» y otros bienes

descentralizables: «bienes territoriales», donde el principio de equidad sería «igual nivel


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de provisión a igual esfuerzo fiscal»;inducir un reordenamiento territorial político-

administrativo orientado a reducir grandes desigualdades demográficas y de capacidad

entre circunscripciones de un mismo nivel, y aprovechar mejor capacidades endógenas

de autogobierno.

Lo que originalmente busca la descentralización en estos países es que se distribuyan

de manera eficiente los recursos destinados para cada delegación o región.

Para así poder garantizar el mejor aprovechamiento de los recursos, la

descentralización es un ejemplo: coger el lápiz, dividirlo en regiones y a cada región

darle una rebanada del pastel teniendo en cuenta el numero de habitantes en cada una.

Si bien los municipios son autónomos en sus decisiones y deben prestar algunos

servicios públicos, no se han tomado medidas definitivas que lleven a un proceso en

desarrollo territorial; sabiendo que para los municipios pequeños del estado colombiano

es muy difícil superar las barreras a las que son enfrentados, aunque a simple vista el

estado no reconoce esta cruel realidad, por esta y muchas razones pensamos que es

imposible ejercer una autonomía territorial.

Sin dejar de distinguir que la descentralización en Colombia es como una práctica

que busca generar cambios en la distribución y administración del poder y lograr

satisfacer las necesidades de los habitantes con mayor efectividad, cuando se reconoce

una necesidad en una localidad y se tienen los recursos a disposición para mitigar esta

necesidad es más sencillo.

El proceso de descentralización en el Perú experimenta, a contar de los años 2000,

un nuevo impulso que forma parte de la reforma del Estado y las propuestas

democráticas y modernizadoras surgidas del acuerdo nacional por la democracia que se

alcanza al finalizar el período fujimorista. En el 2002, con la creación de las regiones


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sobre la base de los antiguos departamentos, se diseñó la estructura política del gobierno

regional, se asignaron competencias, se instaló un sistema de traspaso de atribuciones y

se asignaron recursos vía transferencias generales y por canon minero, de forma tal que

aumentaron las potestades, atribuciones y recursos.

A partir de aquello, los gobiernos regionales tienen atribuciones políticas,

responsabilidades funcionales y regulatorias, atribuciones de ordenamiento territorial y

planificación territorial. Sin embargo, el ritmo de estos procesos es diverso y así como

hay momentos de entusiasmo y reforma, los hay de desconfianza y reconcentración del

poder y las decisiones en la capital. Al igual que sucede en diversos países de la región,

el diseño competencial es poroso, las atribuciones traspasadas pueden ser cuestionadas

por el gobierno central según la importancia o gravedad de los casos y persisten

problemas organizacionales y técnicos.

Los cuadros profesionales no se han modificado a la par de las nuevas

responsabilidades, lo que instala una fuerte tensión sobre las capacidades efectivas de

buen gobierno y las demandas y necesidades de la población, especialmente la

población de menores ingresos. Una fortaleza de la descentralización en el Perú es que,

desde su diseño el proceso ha estado acompañado de un fuerte componente

participativo, con la creación de diversas instancias y mecanismos de concertación y de

participación ciudadana, aunque con el tiempo estas instancias se han visto desgastadas.

Una de las esferas de la Reforma del Estado radica en el estrechamiento de la

asociación entre el Estado y la sociedad civil, y una redistribución de las

responsabilidades y tareas entre ambos, viabilizada por acuerdos y decisiones

participativas. A partir de la comprensión de estos procesos, es posible destacar el

concepto de descentralización, el cual de alguna manera cruza todo el panorama y se ha

alzado como uno de los ejes sustentadores y potenciadores del proceso de


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redemocratización y que debiese estar en la base de la Reforma del Estado, dentro del

complejo contexto de la globalización y de la intensificación de lo particular y de lo

local.

La descentralización ha sido un tema de preocupación en Chile desde la década de

los sesenta y ha experimentado diversos perfeccionamientos expresados en

modificaciones a la legislación pertinente o en la creación administrativa de nuevos

instrumentos descentralizados de inversión pública. En el caso chileno, puede

identificarse un marco general en el cual se inserta este proceso, que se compone de

aspectos internos, como también de factores externos al país que afectan y condicionan

la descentralización.

Los aspectos internos son predominantemente políticos y culturales. Dentro de los

primeros, un primer factor es el planteamiento de un Estado unitario como marco

inamovible del proceso descentralizador. Esta estructura debiese ser compatible con un

estado descentralizado, en la medida que los organismos subnacionales estén diseñados

como otro nivel de ejercicio del poder y no como un servicio público más.

Por otra parte, el carácter fuertemente presidencialista del régimen político basado en

la creencia de un poder ejecutivo fuerte, sin duda afecta la dispersión del poder político,

es decir la descentralización. También, la estructura centralizada de partidos políticos y

el sistema binominal de elecciones, marcan una tendencia a la conformación de dos

bloques, lo cual se muestra contrario a la intencionalidad manifiesta de conformar una

multiplicidad de escenarios que retraten la diversidad política de cada territorio.

Lo anterior ha dificultado la posibilidad de generar agrupaciones regionales o locales

que luchen legítimamente por sus intereses territoriales. En definitiva no existe un

subsistema partidario regional fuerte, con las consiguientes desventajas en lo que se


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refiere a participación ciudadana y validación del sistema democrático. Siendo en su

esencia un proceso eminentemente político, la importancia y énfasis que otorgue el

Gobierno a este tema es de fundamental importancia para poder seguir avanzando.

En general ha predominado la visión de una carencia de voluntad política en torno al

tema de la descentralización, de una falta de consenso sobre los limitantes y desafíos del

proceso y de la no existencia de una visión prospectiva del país y de un modelo de

Descentralización para Chile. También deben tenerse en cuenta como factor político, las

características que ha tomado la descentralización chilena durante los gobiernos de la

concertación, asociadas a los conceptos de democracia, modernización y gradualidad.

En el plano legal, existe un factor interno importante que también condiciona el

proceso chileno de descentralización; la Constitución y las leyes en Chile definen

descentralización y hacen una clara distinción entre los conceptos de Gobierno y

Administración del Estado. Ello condiciona el proceso puesto que establece que la

facultad de gobernar sólo puede desconcentrase y únicamente la facultad de administrar

puede descentralizarse. Entre los factores internos culturales, el más importante lo

constituye el predominio de una cultura centralista que genera resistencias al proceso

descentralizador.

Esta cultura se ha generado junto con un patrón inarmónico y desigual en el

desarrollo del país, donde la Región Metropolitana presenta concentración en todos los

ámbitos, en particular concentración económica y productiva. Finalmente, como factor

interno puede mencionarse el cumplimiento de los objetivos de estabilidad

macroeconómica en los últimos años, que otorga un escenario más propicio a la

descentralización en la medida que una economía sana abre la posibilidad de

profundizar un proceso de descentralización fiscal. El factor externo más importante es

el proceso de globalización, que obliga a replantear la estructura del Estado y el


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ordenamiento territorial necesario para enfrentar las amenazas y oportunidades que se

abren. Ello es fundamental para un país pequeño que depende de su capacidad de

competir en el contexto internacional y que por tanto debiese hacer pleno uso de su

potencial humano, natural y productivo que se encuentra en sus regiones. Por último, es

necesario mencionar que existe todo un marco teórico y una experiencia acumulada de

otros países en cuanto a la descentralización, aspectos que de una u otra manera inciden

en el proceso chileno. Por ejemplo, las malas experiencias de otros países en materia de

endeudamiento subnacional, han generado resistencias en Chile para abordar este tema.

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