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1- La prueba
En Génesis 12:9—13:18
Génesis 12:9-20
Y Abram partió de allí, caminando y yendo hacia el Neguev. Hubo entonces
hambre en la tierra, y descendió Abram a Egipto para morar allá; porque era
grande el hambre en la tierra. Y aconteció que cuando estaba para entrar en
Egipto, dijo a Sarai su mujer: He aquí, ahora conozco que eres mujer de
hermoso aspecto; y cuando te vean los egipcios, dirán: Su mujer es; y me
matarán a mí, y a ti te reservarán la vida. Ahora, pues, di que eres mi hermana,
para que me vaya bien por causa tuya, y viva mi alma por causa de ti. Y
aconteció que cuando entró Abram en Egipto, los egipcios vieron que la mujer
era hermosa en gran manera. También la vieron los príncipes de Faraón, y la
alabaron delante de él; y fue llevada la mujer a casa de Faraón. E hizo bien a
Abram por causa de ella; y él tuvo ovejas, vacas, asnos, siervos, criadas, asnas
y camellos. Mas Jehová hirió a Faraón y a su casa con grandes plagas, por
causa de Sarai mujer de Abram. Entonces Faraón llamó a Abram, y le dijo:
¿Qué es esto que has hecho conmigo? ¿Por qué no me declaraste que era tu
mujer? ¿Por qué dijiste: Es mi hermana, poniéndome en ocasión de tomarla
para mí por mujer? Ahora, pues, he aquí tu mujer; tómala, y vete. Entonces
Faraón dio orden a su gente acerca de Abram; y le acompañaron, y a su mujer,
con todo lo que tenía.”
Génesis 13:1-18
Subió, pues, Abram de Egipto hacia el Neguev, él y su mujer, con todo lo que
tenía, y con él Lot. Y Abram era riquísimo en ganado, en plata y en oro. Y
volvió por sus jornadas desde el Neguev hacia Bet-el, hasta el lugar donde
había estado antes su tienda entre Bet-el y Hai, al lugar del altar que había
hecho allí antes; e invocó allí Abram el nombre de Jehová. También Lot, que
andaba con Abram, tenía ovejas, vacas y tiendas. Y la tierra no era suficiente
para que habitasen juntos, pues sus posesiones eran muchas, y no podían
morar en un mismo lugar. Y hubo contienda entre los pastores del ganado de
Abram y los pastores del ganado de Lot; y el cananeo y el ferezeo habitaban
entonces en la tierra. Entonces Abram dijo a Lot: No haya ahora altercado
entre nosotros dos, entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos.
¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mí. Si
fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la
izquierda. Y alzó Lot sus ojos, y vio toda la llanura del Jordán, que toda ella
era de riego, como el huerto de Jehová, como la tierra de Egipto en la
dirección de Zoar, antes que destruyese Jehová a Sodoma y a Gomorra.
Entonces Lot escogió para sí toda la llanura del Jordán; y se fue Lot hacia el
oriente, y se apartaron el uno del otro. Abram acampó en la tierra de Canaán,
en tanto que Lot habitó en las ciudades de la llanura, y fue poniendo sus
tiendas hasta Sodoma. Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores
contra Jehová en gran manera. Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se
apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el
norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré
a ti y a tu descendencia para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo
de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu
descendencia será contada. Levántate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su
ancho; porque a ti la daré. Abram, pues, removiendo su tienda, vino y moró en
el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí altar a Jehová.
No ore diciendo: “Señor, Tú eres tan bueno conmigo. No permitas que yo pase
por alguna prueba”. Esta clase de oración hará que las pruebas vengan más
pronto. El Señor contestará a su oración de una manera opuesta. Si usted dice:
“Señor, no me mandes pruebas”, el Señor dirá: “Te mandaré una prueba muy
pronto”. Puedo asegurarles que nadie puede decir que por haber recibido el
llamado de Dios, ha disfrutado de buenos ratos. Nadie puede decir semejante
cosa.
La prueba de Abraham tenía como fin que él aprendiera una lección. Todos
debemos aprender algunas lecciones. No podemos aprender estas lecciones de
nuestros padres ni de los hermanos y hermanas experimentados. Todos
debemos aprender algunas lecciones de la soberanía de Dios.
3- El hambre
Como ya vimos, el segundo aspecto de la experiencia de Abraham fue el vivir
por la fe. Él tuvo que vivir confiando en Dios para la obtención de las cosas de
primera necesidad. En Génesis 12:10 leemos que hubo una gran hambre en el
país. Esta escasez de alimentos fue una prueba para ver si Abraham confiaría
en Dios en relación con la obtención de su sustento, con su vida cotidiana.
Si examinamos 12:10-20, veremos que en esta situación Abraham fue débil y
pusilánime.
Dios le dijo claramente a Abraham que iba a dar ese lugar a sus descendientes.
¿Quién era el Dios que habló a Abraham? Era el Creador, el dueño de los
cielos y la tierra. Este era el Dios que se le había aparecido a Abraham.
Cuando llegó el hambre, Abraham no debió dudar, y debió decir: “No me
preocupo por el hambre pues tengo el Dios viviente. No me preocupa la
escasez de alimentos porque fue el Dios Todopoderoso el que me llamó, me
trajo aquí y se me volvió a aparecer como confirmación de mi viaje. He puesto
mi confianza en Él y ahora vivo confiando en El en cuanto a lo que necesito
para subsistir. No me importa la falta de comida”. Abraham debía haber orado
de esta manera.
Ahora bien, ¿qué hizo Abraham cuando llegó el hambre? ¿Oró? ¿Le dijo a su
esposa: “Querida, oremos”? No, Abraham pareció haberse olvidado de la
oración. Cuando llegó este período de prueba, no oró. ¡No se burle de
Abraham! Cuando todo va bien, a usted le resulta fácil orar.
Pero cuando llega el hambre, olvida que es cristiano y sólo recuerda que es un
ser humano. Usted se olvida del Dios viviente que se le apareció, y sólo se
acuerda de que tiene estómago. Abraham se preocupaba por su estómago. El
consideró su situación; en el país había hambre, y en Egipto había comida en
abundancia. Abraham y su esposa no hablaron mucho. Inmediatamente se
pusieron de acuerdo en ir a Egipto. Creo que aun antes de tomar esa decisión,
ya iban en descenso. Tanto el marido como la mujer se olvidaron de Dios. No
consideraron hacia donde quería Dios que fuesen. Fue como si no tuvieran a
Dios.
Con eso vemos que Abraham no era superior a nosotros. Cuando mucho, era
igual a nosotros. Por el bien de su estómago, él estaba dispuesto a vender su
esposa, y Sara consintió. Ciertamente ella era una esposa excelente, el modelo
para todas las esposas. Era sumisa, aceptó la decisión de Abraham, y no le
reprochó.