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Sola

En estado de paz y resignación, el peregrino supo el valor de la tranquilidad hasta que llegó
el ángel que advirtió que no estaba perdido en vísperas de su muerte. Estaba ella ahí,
retraída en el rincón más estrecho de aquella gran mansión llena de todo lujo y pretensión,
aunque tal valor material fuese tan grande como la tristeza que sentía, vivir en una taza de
plata no implica que la llenen con buen té, padres separados, hermano muerto y una
madrastra un tanto grosera, pero a nadie más le importa, es como si pensara que los
magníficos juguetes pudieran avivar a un puñado de cenizas. Alejada de todo como se
encontraba, buscó consuelo en novelas y cuentos, la realidad inventada duele menos que la
verdadera, además un personaje con mayor desdicha disipa un poco la propia, es
verdaderamente alentador ver que alguien está peor que uno mismo, casi como una alegría
producto de la desgracia.

Con el tiempo, el escape se convirtió en rutina, ya era difícil distinguir lo que era verdad y
lo que no, la soledad implica la carencia del contacto y la comunicación por lo que las
palabras e ideas surgen y desarrollan todas en el pensamiento, era complicado para ella
recordar que había dicho o sólo imaginado, vivido o sólo idealizado. Las experiencias
propias no iban más allá de un pobre recuerdo, dicho estado la había ayudado mucho a
sobrevivir una vida mentalmente atroz, sin embargo, también era decepcionante no haber
disfrutado de algo bueno fuera del interior, permanecer de pie sin emoción es como yacer
sin luz en los ojos, le da igual vivir que no, al final no deja de ser un estado apagado.

Sumergida en ese estado lúgubre, estaba esperando el café de la mañana para empezar a
estudiar, cuando sonaron las alarmas, todo pasó muy rápido, la familia se resguardo en el
búnker del metro, es evidente que el dinero da acceso a mejores cosas que los que no lo
tienen, también a la buena información, al parecer una extraña enfermedad degenerativa
contaminó el aire, comenzó en un pequeño pueblo en la zona montañosa de Baceta llamado
Minos y se extendió al aire de la ciudad, los políticos y ricachones como ellos lograron
resguardarse, pero al resto, su padre, el alcalde, se conformó con enviarlos a casa y quedar a
cargo de La Polis sin mayor explicación. Como no, el transporte era necesario, tarde o
temprano se acabarían los recursos del búnker por lo que hacía falta gente que recopilara y
repartiera los que había afuera, obviamente no lo harían ellos mismos, están demasiado
acostumbrados a que tiren la basura por ellos, entonces los candidatos estaban en el
exterior, aquellos desvalidos en sus hogares sin ningún conocimiento de lo que realmente
pasaba, pero el cómo convencerlos era quizá aún más atroz, los primeros miembros de La
Polis eran un grupo de vagabundos que llegaron desesperados a la puerta del búnker, ellos
sabían incluso menos de lo que ocurría aunque no estaban exentos de los efectos del aire, el
ayuntamiento les ofreció comida y un lugar donde vivir a cambio de recolectar recursos y
llevar las entregas a aquellos que las ordenasen, algo así como una retorcida publicidad a un
servicio de muerte por caridad que finalmente sólo los beneficiaría a ellos mismos, podrían
transitar las calles sin poner un pie fuera del búnker y sobrevivir mucho más que quienes
salen a las calles con esos defectuosos trajes. Es así como nació, esta sociedad de
“voluntarios” para el “beneficio” del pueblo.

En medio de todo esto, se encontraba aquella chica que pasaba las noches escondida y
leyendo para protegerse de su propia vida, aquella mujer que nunca había vivido nada más
allá de las palabras de un texto, aquella que aun habiendo crecido seguía siendo la misma
niña. Estaba bajo el cuidado de la puerta metálica, conviviendo con la misma pretensión
que la había rodeado desde pequeña, pero ahora su presente es muy diferente.

–¿Estás bien? Ya estamos llegando al metro – preguntó Frank a Clara totalmente abstraída.

– Sí, no pasa nada, los recuerdos empañan mi mente, es todo. – contestó extrañamente.

– ¿Quieres agua? – preguntó con síntomas de preocupación.

– No, aquí traigo. ¿Mañana es el ultimo día verdad? – cuestionó sabiendo la respuesta.

– Pues sí, digámosle el principio del fin. ¿Qué te gustaría hacer? No vale la pena seguir
trabajando mañana, de cualquier forma, nadie morirá porque faltemos un día, o pensándolo
mejor, sí, lo harán de todos modos.

– Que te parece si vamos a la playa, aquella donde casi te quitas los zapatos hace unos
meses atrás, ya no importará, nos podemos meter en el agua incluso. ¿Qué crees?

– Me parece bien, será una buena despedida de este mundo.

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