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En el año 2007 Venezuela dio un paso muy importante en el reconocimiento de las violencias

basadas en el género que afectan a cientos de mujeres por año en el país. La promulgación de la
Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia fue el resultado de un
trabajo de reconocimiento de la necesidad y la urgencia de crear un marco normativo que buscara
prevenir, atender, sancionar y erradicar las violencias contra las mujeres.

En el año 2014 esta ley se reforma, incorporando a las formas de violencias el femicidio y la
inducción al suicidio. Esta reforma fue un avance muy positivo en cuanto a la incorporación de
otros tipos de violencias y especialmente del femicidio, ya que significó dejar de lado la aplicación
del tipo penal del homicidio en los casos ocurridos contra las mujeres en razón de su género, y con
ello un tratamiento especial y diferenciado a este delito.

2021: Una nueva reforma a la Ley

Las reflexiones que se dan a continuación constituyen un análisis que desde el Centro de Justicia y
Paz (Cepaz) hemos realizado de los aspectos que hemos considerado más relevantes de la nueva
reforma a la Ley Orgánica sobre el Derecho a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, más no
significa que sean los únicos aspectos reformados de la ley.

Luego de siete años de la última reforma, en diciembre de 2021 se promulgó una nueva reforma a
la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. En esta oportunidad
se dio un avance muy importante con la inclusión de siete enfoques de carácter obligatorio para
los órganos y entes del Estado: enfoque de género, feminista, de derechos humanos, intercultural,
integralidad, generacional y de interseccionalidad.

Además, se incluyeron cuatro tipificaciones nuevas a las formas de violencias: violencia


multicausal, violencia ginecológica, violencia informática y la violencia política. También hubo
algunas reformas en la identificación de las formas de violencia; el acceso carnal violento pasa a
llamarse violencia sexual en relación de pareja, y la violencia doméstica pasa a denominarse
violencia familiar, en la que además se añade y define la violencia vicaria (aquella que afecta a los
ascendientes, descendientes y personas al cuido de las mujeres con la finalidad de ocasionar
condiciones de violencia).

A pesar del importantísimo avance que significa la incorporación de los nuevos tipos de violencia
en esta reforma, consideramos que luego de más de una década de la promulgación de la primera
ley, aún quedan formas de violencias que no están siendo tipificadas en la normativa, como lo es
la violencia callejera (el acoso verbal y sexual en los espacios públicos) o la violencia psicológica en
los estrados (producto de la revictimización de las mujeres en las audiencias públicas).

Asimismo, aunque desde el año 2014 se reconoce el tipo penal de femicidio, aun no se han
logrado iniciativas, debates y consensos que lo modifique y extienda a feminicidio, un término que
entre otros elementos incorpora la impunidad, negligencia o complicidad de las autoridades
encargadas de prevenir y erradicar la violencia contra la mujer. Esto significa que la nueva reforma
legal continúa obviando la responsabilidad del Estado por acción o por omisión.

Por otra parte, desde Cepaz hemos hecho énfasis en la necesidad de abordar la violencia contra
las mujeres desde una perspectiva comprensiva de los fenómenos sociales asociados al delito, lo
cual debe quedar ampliamente desarrollado en la norma que regule la materia. Sin embargo, nos
encontramos con una reforma legal que ha dejado de lado, por ejemplo, a los niños y niñas
huérfanos de mujeres víctimas de femicidios. Las y los niños huérfanos no reciben, de acuerdo con
la norma, una reparación económica ni una atención integral frente a la pérdida de su madre.

En otro orden, respecto a las medidas de protección y seguridad para las mujeres víctimas de
violencia, y específicamente en el caso de las casas de abrigo, se presenta una contradicción
normativa. El artículo 106 (ordinal 2), que desarrolla las medidas de protección y seguridad, le
otorga un carácter temporal a las casas de abrigo, mientras que el artículo 37, que desarrolla esta
medida en particular, no hace referencia a la temporalidad de la misma.

En caso de que efectivamente se incorpore el carácter temporal a las casas de abrigo, nos
encontraríamos en un retroceso muy grave de la ley, ya que desvirtuaría el objeto principal de esta
medida que es brindar protección y apoyo a las mujeres víctimas que no tienen una red familiar o
de amistades que la acojan junto a sus hijas e hijos, o que por el peligro real para su vida deben ir a
lugares donde se les brinde protección especializada. El carácter temporal de la medida dejaría en
riesgo a las mujeres víctimas una vez vencido el plazo de estadía en el lugar de acogida.

Asimismo, no se consagró como delito autónomo el desacato de las medidas de protección a favor
de las víctimas que permita prevenir y proteger a las mujeres de un posible acto de violencia,
incluso de mayor gravedad al sufrido, y sancionar al agresor ante un acto de reincidencia o
quebrantamiento de las medidas de protección impuestas a favor de la víctima.
Por último, no podemos dejar de lado el retroceso normativo que significa el desconocimiento en
la nueva normativa de los derechos protegidos en la Convención Interamericana para Prevenir,
Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de Belém do Pará). La denuncia de
la Convención Americana por parte del Estado venezolano no puede de ningún modo traducirse
en la regresividad de los derechos humanos de las mujeres, que por el contrario debería
enmarcarse bajo el principio de progresividad de derechos, y en tal sentido el Estado debiera
actuar en pro del desarrollo y fortalecimiento de los mecanismos que permitan garantizar a las
mujeres una vida libre de violencia.

Una nueva ley no es suficiente para acabar con la violencia

Si bien la existencia de un marco normativo especializado en los derechos de las mujeres a una
vida libre de violencias es un avance muy significativo en términos de una regulación especial en
materia de las violencias basadas en el género, esto no parece ser suficiente cuando en la práctica
encontramos múltiples barreras en el acceso a la justicia de las mujeres víctimas. Los centros de
atención no cuentan con personal realmente preparado y en donde las mujeres suelen ser
revictimizadas; no hay líneas telefónicas disponibles o efectivas; no se conoce la existencia real de
casas de abrigos disponibles, y con la nueva normativa debemos sumar su carácter temporal. Las
órdenes de protección y seguridad no están siendo efectivas pues no hay un seguimiento de la
medida. Por otra parte, tampoco existen datos actualizados sobre indicadores de salud, educación,
o de los efectos desproporcionados de la emergencia humanitaria compleja en las mujeres. Lo
mismo ocurre con la violencia contra la mujer, en donde no se cuenta con datos oficiales.

Tal ha sido la insuficiencia del marco normativo legal que desde hace más de una década regula las
violencias basadas en el género en Venezuela, que desde el Observatorio de Femicidios de Cepaz
hemos registrado de enero a diciembre de 2021 una cifra muy elevada de venezolanas víctimas de
femicidio. En total 290 femicidios consumados en Venezuela y 84 consumados en el exterior.

Así pues, esta reforma legal más que un avance representa una oportunidad del Estado de asumir
en la práctica los retos que significa erradicar la violencia contra la mujer. Para ello, insistimos en
un Estado que adopte medidas que, como bien lo señala la recomendación número 35 de la
Cedaw, en primer lugar conciba la participación de las mujeres, en segundo lugar, se encuentre
centrada en la víctimas y/o sus familiares como titulares de derechos humanos, y en tercer lugar,
se encuentren vinculadas con la esfera de prevención, protección, enjuiciamiento y castigo,
reparación, recopilación y supervisión de datos y la cooperación internacional, con el fin de
acelerar la eliminación de las violencias por razones de género contra la mujer.
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