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El nuevo pacto

Comentario Mundo Hispano


La promesa de nueva vida, 31:27–30. La promesa para el futuro (vienen días)
es que Dios va a dar nueva vida tanto a Israel como a Judá, no solamente en
su población humana sino en la multipli‐ cación de sus animales. En lugar de la
continuación de la muerte y destrucción, habría nueva simien‐ te, nueva vida.
Usando las mismas palabras que había usado en el llamamiento de Jeremías,
“arran‐ car, desmenuzar, arruinar y destruir” (Jeremías 1:10), agrega una quinta
palabra, hacer daño. Dios afirma que había vigilado que el castigo dado se
cumpliera totalmente y llegara a su fin. Los pueblos no habían estado fuera de
su atención, aun en su castigo habían tenido la vigilancia del Señor y de su
palabra. Ahora Dios va a vigilar para el cumplimiento de bendición para su
pueblo, manifestando sus ac‐ ciones por medio de los verbos positivos del
llamamiento de Jeremías. Dios va a edificar y plantar (comp. 1:10). Israel y
Judá van a ser bendecidos, van a ser saciados de las bendiciones del Señor,
por‐ que es su voluntad, y él va a vigilar continuamente para su realización. Ya
han experimentado el te‐ rrible castigo por su abandono de Dios y su pacto;
ahora van a experimentar la bendición de esta nueva realidad. Van a ser
edificados y plantados con la poderosa y amorosa mano del Señor. Había un
proverbio popular en aquel entonces que reflejaba un sentido de fatalismo por
el futuro, dando a entender que [p 226] la persona o personas actuales no
tenían la posibilidad de influir su futuro por sus propias acciones. Seguramente
se basaba en las palabras de la Torá: el castigo a los padres por sus pecados
iba a continuar en la vida de sus hijos, por tres o cuatro generaciones
(comp.Éxo. 20:6; 34:7). Ellos sufrían ahora por los pecados de sus
antepasados. Frente a la realidad de su pasado pecaminoso y el castigo del
exilio, ¿sería posible que Dios les perdonara a ellos, y también a sus hijos, y a
los hijos de estos? O sea, ¿sería solamente esta generación que recibiría la
promesa de ser edificada y plantada, y luego los hijos y los nietos tendrían que
pagar las consecuencias del peca‐ do de sus antepasados? ¿Esta promesa
nueva que Dios estaba haciendo anularía lo que se había en‐ señado en la
Torá? La respuesta es “¡Sí!”. Aun para la persona fatalista, que pensaba que
daba igual cómo se vivía porque iba a pagar las consecuencias de los pecados
de sus antepasados, la respuesta es “¡Sí!”. Dios insiste que este proverbio ya
no va a ser repetido más porque él está dando un nuevo impulso a la vida.
Cada uno podrá arrepentirse de sus propios pecados y ser responsable frente
a Dios por sus decisiones y acciones. Cada uno morirá por su propio pecado.
Cada uno tendría que pagar las consecuencias por sus propias decisiones.
Pero, también, cada uno podría escoger el cami‐ no de obediencia y relación
con el Señor. Verdaderamente Dios estaba abriendo paso a una vida nueva.
(6) El nuevo pacto, 31:31–34. Estos versículos del nuevo pacto constituyen la
promesa más citada del libro de Jeremías, y es de las más visionarias que se
encuentra en el AT. Es por estas palabras que en lugar de llamar a Jeremías
“El profeta llorón” se lo puede denominar “El profeta de esperanza”. Esta cita es
la más larga del AT en el NT, citada en Hebreos 8:8–12. Se encuentra aquí en
el contexto de una serie de oráculos que Jehovah daba en cuanto a la
restauración del pueblo a su tierra. Jehovah iba a hacer cambios grandes para
que su pueblo pudiera empezar de nuevo y tener una nueva rela‐ ción con él.
En este “Libro de la Consolación” se encuentran muchas palabras que indican
los cam‐ bios que va a traer al pueblo. Les va a restaurar de la cautividad (30:3,
18; 31:23); les va a salvar (30:10, 11); les va a sanar (30:17; 33:6); les va a
reedificar (30:18; 31:38); les va a hacer regocijarse (31:13, 14); y les va a dar la
esperanza de un futuro seguro (31:17). Todo esto va a ser parte de los cambios
nuevos que Dios quiere dar a su pueblo. El antiguo pacto había sido invalidado
por el pueblo por su desobediencia al acuerdo que habían hecho con el Señor.
Ellos habían abandonado a Jehovah y habían seguido a otros dioses. Todo
esto a pesar de que Dios les había llevado de la mano para sacarles de la
esclavitud de Egipto y traerles a la tierra prometida; todo esto a pesar de que él
se había declarado como su Señor o esposo. La relación que Dios había
querido tener con ellos era de intimidad, de relación especial y duradera, pero
ellos quebraron la relación e invalidaron el pacto. Ahora, en este tiempo de
renovación y restauración que vendrá, Dios quiere hacer un pacto nue‐ vo con
su pueblo. Ellos habían quebrado el pacto por siglos, habían abandonado tanto
el pacto como al Dios del pacto. Por eso, el pacto había quedado abrogado por
Jehovah. Habría que tener un pacto diferente, uno que les permitiría [p 227] un
principio nuevo. Entonces este nuevo pacto iba a ser un cambio radical. En
lugar de escribir las leyes en piedra, como en los días de Moisés, Dios va a
escri‐ birlas en el corazón de ellos; va a ser en su interior (su mente, su
corazón) y en esta forma tiene la posibilidad de ser eficaz en la transformación
de la persona. También habrá una motivación para obedecer las leyes de Dios,
porque brotarán desde dentro de la persona. La meta del Señor demues‐ tra el
gran amor que él tiene para ellos: Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo (v.
33c). La relación, ma‐ nifiesta en obediencia y seguimiento de parte de las
personas, será cada vez más importante y más duradera. Como resultado de
este nuevo pacto y el poder de la interiorización de la ley de Dios en el verda‐
dero ser de la persona, no habrá necesidad de compartir su fe el uno con el
otro, porque todos van a conocer a Jehovah, desde la persona más
insignificante hasta la persona más poderosa, desde el más joven al más
anciano, hombres y mujeres, porque todos le conocerán. El uso del verbo
“conocer” in‐ dica la relación íntima entre Dios y la persona, como se ha
indicado varias veces en este comentario. Es un conocimiento tan profundo
que dará nueva vida a la persona. ¡Una visión maravillosa y abru‐ madora
Dios termina la promesa de este nuevo pacto con la afirmación del perdón
duradero, introdu‐ ciéndola con la palabra porque. Es la base y la razón de esta
promesa. Una vez perdonado el pecado, Dios afirma: no me acordaré más de
su pecado (v. 34). El nuevo pacto es una manifestación de la gracia y la
misericordia del Señor. Es un acto de su soberanía y como resultado de su
gran amor por su crea‐ ción. Es un testimonio abierto al hecho de que Dios
siempre está buscando relacionarse con las per‐ sonas, haciendo lo imposible
para lograrlo, como por ejemplo abrir paso a un nuevo pacto, y más adelante el
regalo de su propio Hijo para dar la oportunidad de que “todo [p 228] aquel que
en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Esta
importantísima promesa destaca enseñanzas teológicas de gran valor para el
creyente: a. El concepto del “pacto” indicaba un compromiso mutuo entre dos
personas o dos entidades, en este caso entre Dios e Israel y Judá. El antiguo
pacto estaba invalidado por la desobediencia y el que‐ bramiento del
compromiso de parte del pueblo. ~ 205 ~  b. La ley, la Torá, seguía siendo la
misma, pero la motivación para obedecerla iba a ser distinta al ser “escrita” en
el corazón de ellos. En Deuteronomio 6:6 Dios había indicado que las palabras
de la ley “estarán en tu corazón”, indicando su deseo desde aquel entonces de
que la ley no fuera solamen‐ te “una tabla” sino algo tan personal como su
propio corazón o mente, algo que daría orientación moral y espiritual a la vida.
Ahora Dios va a cambiar el corazón humano para que la persona pueda
guardar el pacto. c. Dios no está limitado por el pasado y sus fracasos. Él abre
un futuro nuevo a los pueblos de Is‐ rael y Judá. No solamente va a hacer un
nuevo pacto con ellos, sino va a perdonar sus pecados y sus iniquidades. No
va a acordarse más de su pecado. El perdón de Dios es un acto de su amor
eterno, de su gracia. El nuevo pacto y la nueva vida que ofrece es el resultado
del perdón de Dios. Dios es perdonador, no solamente en este caso en el libro
de Jeremías, sino en la vida y el ministe‐ rio de su Hijo Jesucristo, quien no
solamente perdonaba a muchos sino insistía en su poder para per‐ donar los
pecados. Aun desde la cruz, pidió perdón para los que le crucificaban (Luc.
23:34). d. Dios ofrece la oportunidad a todos de conocerle, a Jeremías y a
cualquier creyente, tanto los de aquel entonces como los de la actualidad. El
libro de este profeta ofrece al lector varias enseñanzas importantes de quién es
Jehovah. Se revela como Jehovah de la palabra. En este libro él habla, usan ‐
do su palabra para comunicarse con el profeta y con el pueblo. A veces es una
palabra de castigo, otras veces de consuelo, otras de dirección, otras de
esperanza, pero siempre abiertamente dando sus palabras a su siervo y a su
pueblo. Por lo menos 52 veces se repite “palabra de Jehovah” en este libro. La
palabra de Jehovah era de suma importancia para Jeremías y lo es para todos
los que quieren co‐ nocerle y dirigir su vida por sus enseñanzas. También es un
Dios que sufre, y sufre con y por su pueblo. Es un Dios que se declara a favor
de su pueblo. Se identifica con el profeta y con el pueblo en su sufrimiento y
necesidad. Además es un Dios de justicia. Trata a la gente con justicia y
misericordia, y demanda la justicia social de parte de su pueblo y sus líderes.
Lo que se aprende de Dios en el libro de Jeremías es que él quiere ser
conocido por el pueblo, quiere ser amado, seguido, adorado y obedecido.
Quiere ser conocido de verdad. El nuevo pacto que establece aquí da esta
oportunidad a la persona que quiere tomar esta decisión con su Dios.

Comentario 2
31. vienen días … haré un nuevo pacto … Jacob … Judá—El nuevo pacto se
hará con el Israel literal y con Judá, no con el Israel espiritual, esto es, los
creyentes, salvo en sentido secundario y como injertados en el tronco de Israel
(Romanos 11:16–27). Pues el único asunto de que tratan los caps. 30 y 31 es
la [PAG. 705] restauración de los hebreos (cap. 30:4, 7, 10, 18; 31:7, 10, 11,
23, 24, 27, 36). El nuevo pacto con el “resto según la elección de gracia” en
Israel, ya se ha efectuado; pero en lo que respecta a toda la nación, su
realización está reservada para los últimos días, a los cuales atribuye Pablo
esta profecía en forma abreviada (Romanos 11:27). 32. No como el pacto que
hice con sus padres—El pacto del Antiguo Testamento lo contrasta con nuestro
pacto evangélico (Hebreos 8:8–12; 10:16, 17, donde se cita esta profecía, para
probar la abrogación de la ley por el evangelio) cuyos rasgos distintivos son el
logno del perdón de los pecados mediante una adecuada expiación de los
mismos, y la operación interior de la gracía eficaz que asegura una obediencia
permanente. Una prenda de esto la tenemos en parte en la ecléctica o electa
composición de la iglesia, de judíos y gentiles. Pero la promesa que se da aquí
al Israel de los últimos días es nacional y universal, la que se hará efectiva
mediante un extraordinario derramamiento del Espíritu (vv. 33, 34; Ezequiel
11:17–20), indipendientemente de cualquier mérito por parte de ellos (Ezequiel
36:25–32; 37:1–28; 39:29; Joel 2:23–28; Zacarías 12:10; 2 Corintios 3:16).
tomé su mano—(Deuteronomio 1:31; Oseas 11:3). bien que fuí yo un marido—
(Véase cap. 3:14; Oseas 2:7, 8). Mas la Versión de los Setenta, la Siríaca y
San Pablo (Hebreos 8:9) traducen “No los tuve en consideración”; y Gesenio,
etc., justifican esta traducción del hebreo mediante el árabe. Los hebreos no
tuvieron a Dios en consideración, y así Dios tampoco los tuvo a ellos. 33. y seré
yo a ellos por Dios—(Cap. 32:38). 34. Cierto, especialmente en lo que se
refiere a Israel (Isaías 54:13); y en segundo lugar, a los verdaderos creyentes
(Juan 6:45; 1 Corintios 2:10; 1 Juan 2:20). perdonaré la maldad … y no me
acordaré más—(Cap. 33:8; 50:20; Miqueas 7:18); lo que se aplica
particularmente a Israel (Romanos 11:27), y secundariamente, a todos los
creyentes (Hechos 10:43). 3

Comentario McDonald
C. El Nuevo Pacto Revelado (31:31–41) Vienen días en los cuales Dios hará
nuevo pacto con… Israel y… Judá, no como la ley, sino un pacto de gracia. A
los hombres se les dará una nueva naturaleza moral, y el conocimiento del
Señor será universal (ver He. 8:8–13; 10:15–17). Primordialmente, Dios hizo el
nuevo pacto con Israel y Judá (v. 31). A diferencia de la Ley Mosaica, éste era
incondicional. El énfasis estaba en lo que Dios haría, no en lo que el hombre
debía hacer. Observemos el uso continuo de la primera persona singular en los
versículos 33–34. Jesucristo es el Mediador del nuevo pacto, porque es por
medio de Él que están aseguradas las bendiciones (He. 9:15). El pacto fue
ratificado por Su sangre (Lc. 22:20). No será efectivo para Israel como nación
hasta la Segunda Venida de Cristo. Mientras tanto, ahora los creyentes
disfrutan individualmente algunos de sus beneficios; por ejemplo, su obediencia
está motivada por gracia, no por la ley; Dios es su Dios y ellos son Su pueblo;
Dios ya no se acuerda de sus maldades y pecados. El conocimiento universal
del Señor (v. 34a) no será una realidad hasta el Milenio. Aquellos que buscan
raer a Israel de sobre la faz de la tierra harían bien en memorizar los versículos
35–36. Israel dejará de ser nación sólo cuando y si faltan las leyes del sol, luna,
estrellas y el mar. En un día futuro Jerusalén será reconstruida, y todo lugar
que ahora es inmundo, será entonces: «santo a JEHOVÁ».

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