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(eco–teatro–cuento)
PRÓLOGO
CUADROS:
I EL OTOÑO
II. EL INVIERNO
III.LA PRIMAVERA
IV. EL VERANO
V. LA GERMINACIÓN
PERSONAJES:
EL PÁJARO
EL NIÑO
EL PERRO
EL MONO DE NIEVE
EL PAYASO
LA EQUILIBRISTA
EL MALABARISTA
EL MAGO
EL CACTUS
LA PRIMERA ROCA
LA SEGUNDA ROCA
PRÓLOGO
(El Prólogo puede ser recitado delante de las cortinas por cualesquiera de los actores o
actrices del reparto. Pero, se sugiere al actor que hace el rol de El Árbol.)
En el origen,
clamó por una piel
la Tierra
para cubrir
su desnudez de roca.
Y en un tiempo cualquiera,
se abrió paso
en la vastedad del universo
un fértil cometa
para preñar con un hálito vegetal
las estériles formas.
Al tiempo,
se manifestó el vigor
en el vástago primigenio
gestando su singular verdor
en la mísera opacidad de la tierra;
y así acordó una promesa de árbol
con la inicial naturaleza.
Desde entonces,
la tierra vivió intensas
transformaciones,
fue cubierta a través de los milenios
por climas diferentes,
supo de sucesión de lluvias
y de soles fecundantes,
fue estremecida por tormentas
y cubierta por mortajas de hielo,
para renacer más tarde
bajo un firmamento anunciador
de nuevos soles.
Hoy,
la infinita secuencia
de sus renacimientos
sorprendió al árbol en sus entrañas,
y desde el alba
ha sentido maduradas sus semillas.
Llegó el tiempo,
entonces,
de enviarlas a colonizar remotas tierras:
unas serán pasajeras del viento
y atravesarán los mares
festejadas por delfines;
otras,
serán llevadas por alas abnegadas
remontando esquivas cumbres,
surcando ríos y quebradas;
tal vez,
a causa de un pájaro extraviado
alguna descenderá
en un desierto;
y a pesar de la mísera acogida,
la energía
del impulso originario
podrá hacerla germinar
venciendo
el desolado entorno.
CUADRO PRIMERO
«EL OTOÑO»
En la escena están el árbol y el pájaro. Las luces y el decorado indicarán tonalidades otoñales
en verde seco, naranja y amarillo. El árbol lo representarán dos actores: uno arrodillado junto a
las piernas del otro que estará erguido. Ambos conformarán un árbol de tronco grueso con las
piernas y los pies harán las raíces; los brazos y las manos del que se encuentra arrodillado
harán las ramas y hojas bajas; el que está erguido hará las partes altas del árbol. Los trajes
tendrán prendidas ramas y hojas; además, en las manos llevarán, también, ramas y hojas,
Al iniciarse la escena, el actor que hace de El Pájaro, estará planeando suavemente y jugando
a volar a ras del suelo. En su desplazamiento por la escena, el pájaro establecerá una relación
con los elementos, dándoles vida y sentido: al agua, al beberla; a una mariposa, al jugar a
pillarla; al viento, al dejarse llevar por él. Finalmente, el pájaro llega junto al árbol y juega con
sus ramas y hojas.
EL ÁRBOL: (al pájaro que esta junto a él.) Aquí está la semilla (la muestra.). Deberás
llevarla a esa tierra lejana que nos está esperando. (La semilla se encuentra sujeta por una
cinta hecha de tallos verdes, como un collar. El árbol se la pone en el cuello al pájaro.)
Necesitarás tiempo y mucho cuidado. Bueno. Para qué te doy consejos. Lo has podido hacer
muy bien todos estos años.
EL ÁRBOL: (moviendo la cabeza, preocupado.) No es tan fácil. Queda muy lejos, a un año
de distancia. Deberás atravesar el invierno, la primavera y el verano, antes de llegar a
comienzos del otoño para cumplir tu promesa .
El Pájaro se desplaza hacia una esquina del escenario a beber agua. En ese instante entra el
Niño llevando una honda en su mano. Es un adolescente de unos 13 años. Ve al Pájaro y corre
a espantarlo. Este se refugia detrás del Árbol, quien trata de cubrirlo con sus ramas. El Niño ríe
traviesamente y se moja la cara y las manos con el agua. Su relación con los elementos, al
contrario del Pájaro, es brusca y destructiva. Corre detrás de una mariposa dándole
manotazos. El Pájaro se ha sacado del cuello la cinta con la semilla y se la ha puesto en el
pecho, cubriéndola con sus dos alas.
EL NIÑO: (sonriendo con picardía.) ¿En dónde se habrá metido ese pájaro? (Mira de reojo
hacia el Árbol. Luego habla hacia el público.) ¿Creerá que no lo veo detrás de las ramas?...
¡Será tonto! ¡Le haré pensar que me ha engañado y lo pillaré desprevenido! (Escoge unas
piedras de una bolsa que lleva colgando del cinturón y prueba una en la honda, mirando hacia
atrás para ver si lo está mirando el pájaro. Luego se levanta y, haciéndose el distraído, camina
con las manos en los bolsillos, silbando. Cuando llega a una esquina del escenario pone una
rodilla en el suelo y realiza las maniobras típicas de un hondero, colocando la piedra en el
sujetador de cuero y estira los elásticos de la honda.) De mi no te escaparás, pajarito... ponte a
tiro y probarás mi puntería...
El Pájaro cree que el Niño se ha olvidado de él y se desprende de las ramas del Árbol. Las
ramas de éste le hacen gestos para que se aleje rápido. El Pájaro mueve sus alas para iniciar
el vuelo y, en el momento en que está cerca de la salida del escenario, el Niño le apunta con la
honda y le dispara. El Pájaro cae herido y deja caer la semilla en el suelo. Agita con dificultad
un ala y sale de escena. El Niño corre hacia la salida, gritando jubilosamente: “¡Lo cacé, es
mío, lo cacé!” Mira la semilla en el suelo y la recoge.
EL ÁRBOL: (le hace gestos con las ramas.) ¡Soy yo! Y deja tranquilo al Pájaro.
(Autoritario.) Ahora ¡pásame la semilla!
EL NIÑO: (no repuesto del asombro, queda con la semilla colgando de la mano. Luego,
mira indeciso al Árbol.) ¿Eres tú quien me habla? Creía que los árboles no hablaban...
EL ÁRBOL: Hace mucho tiempo que nosotros y los hombres no tenemos nada que
decirnos. Antes nos entendíamos todos con todos en la naturaleza. Los hombres tomaban de
nosotros lo que estábamos en condiciones de darles. Y lo hacíamos con gusto. Pero luego los
hombres comenzaron a derribarnos pensando sólo en su beneficio, sin cuidar el equilibrio que
la Tierra reclamaba. Y por su culpa desaparecieron miles y millones de árboles, creando los
desiertos.
EL ÁRBOL: Claro que no, porque eres muy débil para hacerlo. Pero matas pájaros, que
viene a ser lo mismo.
EL NIÑO: (Se pone en cuclillas y juega con el dedo haciendo figuras en el suelo.) ¿Qué
tienes que ver tú con los pájaros? Tú no vuelas. No tienes alas.
EL ÁRBOL: No las necesito, precisamente, porque hay pájaros. Cada uno en lo suyo y
para beneficio de los otros. Los pájaros transportan mis semillas y las hacen viajar por todos
los lugares de la Tierra. Son mis sembradores oficiales. También el viento, pero es un
sembrador muy desordenado porque a veces no se fija en donde las deposita y quedan tiradas
en los pedregales. Y ahí difícilmente pueden germinar. (Tiende una mano hacia el Niño.)
Pásame la semilla.
EL NIÑO: (se acerca al Árbol y le deja la semilla en su mano.) ¡A qué tanto enredo por
un cuesco!
EL ÁRBOL: (lo mira dudoso.) ¿Tú? Es muy largo el camino. Y no tienes alas. Además, no
pareces ser muy responsable.
EL NIÑO: (interesado y con voluntad.) ¡Yo puedo llevarla! ¡Te lo aseguro! ¡Créeme!
Tengo buenas piernas (hace ejercicios con brazos y piernas.) Mira mis brazos. Son fuertes. No
tengas temor en confiarme la semilla. ¡Yo cumpliré tu promesa!
EL ÁRBOL: (indeciso.) No se si deba permitirlo... (Preocupado.) Todos los pájaros han
partido en busca de sol. Es muy difícil que pase alguno por estos lados. (Al Niño.) Es lejos...
EL NIÑO: No importa lo lejos que sea. Dámela y llegaré con ella a destino. (Estira la
mano, ansioso.).
EL ÁRBOL: Deberás llevarla a una tierra que desfallece en los límites de un desierto. Los
pájaros me han advertido que le queda apenas un poco de vida y, si no la ayudamos, no
resistirá el avance de la arena. Los árboles que defendían esa tierra fueron cortados por el
hombre y no plantó nuevos en su reemplazo. Hay que tornarla a la vida, nuevamente. Por eso
es tan importante tu misión y no debes fallar. (Con actitud solemne, se dirige hacia el público):
Luego,
inundará mis arterias
la humedad rescatada
y el sol de estaciones sucesivas
me harán crecer de nuevo,
y volveré a ser árbol
un árbol fuerte
y generoso;
abriré mi follaje a pájaros desorientados
y en mis tibios rincones
podrán fundar sus moradas.
Después,
el amanecer
cubrirá de resplandores al rocío
prendido en las hierbas iniciales,
hasta que se adormezcan
bajo el amparo de mi sombra;
y adoptaré otros tallos
flores y hojas,
donde jueguen la magia
de la fertilidad
las mariposas,
hasta transformar el inhóspito paisaje
en prodigiosa primavera.
EL ÁRBOL: Sí. Con la ayuda del tiempo ella pintará un hermoso paisaje. ¿Comprendes
ahora el significado de tu misión?
EL NIÑO: (entusiasmado, salta de un lado para otro, gritando.) ¡Sí que es importante!
¡Lo haré, lo haré! ¡Lo prometo!
EL ÁRBOL: Entonces, acércate (el Niño se acerca, la cabeza baja, emocionado.) Tú serás
el portador de la semilla para que en esa lejana región haya vida, paz, amor y alegría. (Le
coloca al cuello la cinta con la semilla. Luego lo acaricia con sus hojas y lo vuelve hacia la
salida, empujándolo, suavemente.).
EL ÁRBOL: Ve, hijo mío. Cuídate de los rigores del invierno. No te enredes en las fiestas
de la primavera, ni te dejes sorprender por las somnolencias que trae el calor del verano. ¡No lo
olvides! Debes llegar a comienzos del otoño, que es el tiempo de la siembra. ¡Adiós, y buena
suerte!
El Niño desaparece por uno de los costados del escenario. Las luces van perdiendo
tenuemente los colores otoñales, hasta que la escena se oscurece.
CUADRO SEGUNDO
«EL INVIERNO»
Niño: ¡Uff! ¡Qué frío tengo! (Se sienta y con los brazos lleva sus rodillas al pecho para
protegerse del frío. Se duerme..)
Entra a escena el actor que hace de El Perro. Recorre la escena con la cabeza baja, olfateando
por si encuentra algo para comer. Ve al Niño y se acerca a él. Lo huele un rato y luego lo
remece con el hocico para despertarlo. Le lame la cara hasta que el Niño despierta.
EL PERRO: Tú no tienes pelos que te protejan del frío. No eres como yo, peludo. Si
te duermes, vas a morir helado.
EL NIÑO: (le pasa la mano por el lomo.) Gracias. No me volveré a dormir. (Se lleva las
manos al pecho para comprobar si tiene todavía la semilla.) Aquí está. Debo seguir mi
camino… ¡Pero qué frío tengo!
El Niño se pone a saltar y a correr. El Perro lo sigue en todos sus movimientos, buscando
hacer un amigo. El Niño se da una «vuelta de carnero», se sienta y se quita la cinta con la
semilla y la deja en el suelo, luego sigue su juego. El Perro, ridículamente, trata de darse una
«vuelta de carnero.» Desiste y recorre con el hocico el suelo. Llega donde está la semilla. La
huele y se la pone en la boca. El Niño lo ve y corre hacia él.
EL NIÑO: (tirando de la cinta.) ¡Dámela! (Ambos forcejean por toda la escena.) ¡No seas
malo, perrito, dame la semilla. Debo cumplir una misión muy importante con ella. (Al Niño se le
suelta la cinta y cae sentado. El Perro corre con la semilla en la boca, hacia un costado de la
escena. La coloca entre sus patas delanteras, como si fuese un hueso y la lame.) ¡No te la
vayas a comer, tonto!
EL NIÑO: Este… nada de especial, supongo. Mira, lo que pasa es que no deja que
crezcan árboles. Todo se seca y no hay lugar en donde puedan jugar los niños con los perros.
EL NIÑO: (se entusiasma al ocurrírsele una idea.) ¡Ya está! ¡Ya sé qué haremos! Te
haré un compañero para que juegues con él durante todo el invierno. (Se acerca al lugar en
donde está la abertura encima del actor que representará El Mono de Nieve.). Aquí se ha
juntado más nieve que en otras partes. Espera y verás.
El Niño se arrodilla y comienza el juego de ir juntando nieve con ambas manos y, al mismo
tiempo, haciendo como que va modelando un mono de nieve. El actor que se encuentra debajo
de la abertura del paño irá emergiendo a medida de las exigencias de la actuación de El Niño.
Cuando El Mono de Nieve se encuentra de rodillas, El Niño detiene su tarea. El Perro se
acerca y husmea al Mono de Nieve por todos lados y luego se queda observándolo, con la
cabeza ladeada, como quien observa un cuadro.
EL PERRO: Mmmm… no tiene ojos, Tampoco tiene boca. (Mueve la cabeza.) Así no
podrá verme ¿Y cómo va a llamarme para que juegue con él?
El Niño se saca dos botones de la chaqueta y los coloca en la cara de El Mono de Nieve,
haciendo las veces de ojos. Después se busca en los bolsillos y saca una tapa roja y se la
coloca en la cara haciendo las veces de boca.
EL NIÑO: ¡Aquí tienes a tu nuevo amigo! ¡Mira qué bien se ve! (Estira la mano para que
le entregue la semilla.)
EL PERRO: Mmmm… no tiene pies ¿Cómo quieres que juegue conmigo al pillarse?
Tampoco tiene manos ¿Cómo quieres que lance lejos un palo para que yo lo vaya a buscar,
una y otra vez?
El Niño se pone a la tarea de hacer los pies, brazos y manos a El Mono de Nieve. Este dejará
caer los brazos o doblará las rodillas, alternadamente, haciéndole difícil el trabajo. Finalmente,
queda totalmente terminado.
El Perro ha dejado olvidada la semilla en el suelo y corre de un lado a otro, invitando a El Mono
de Nieve para que lo siga. El Niño recoge la semilla y se aleja hacia la salida. Vuelve la cabeza
hacia El Perro despidiéndose con la mano. El Perro queda solo en la escena, refregando feliz
su cuerpo contra el de El Mono de Nieve y le lame la mano. La escena se oscurece
lentamente, y una luz cae sobre El Perro y El Mono de Nieve, viéndose a este último colocar
una mano sobre la cabeza del Perro y hacerle cariño.
Cuadro tercero
«LA PRIMAVERA»
La escena se va iluminando lentamente, con colores vivos, primaverales. Desde arriba caen
serpentinas y globos que quedan suspendidos a la altura del actor más alto. Entra el Niño y se
queda mirando encantado las serpentinas y los globos. Salta, inútilmente, tratando de alcanzar
un globo. La música de bombos y platillos anuncia la llegada de un circo. Por el costado
derecho entran personajes circenses: El Payaso, El Malabarista, La Equilibrista y El Mago. Los
personajes tendrán trajes adecuados a sus roles. Mediante la actuación representarán aquello
que los personajes son en esencia: la risa, la habilidad manual, el equilibrio y la magia. Los
personajes circenses harán un desfile haciendo sus juegos, para entusiasmar a la gente a fin
de que asista al espectáculo. El Niño los seguirá, saliendo todos ellos por el lado izquierdo del
escenario. Luego aparecerán de nuevo, por el lado derecho; se detienen y se preparan para
realizar cada uno su parte.
Mientras tanto, el Payaso se ha acercado a El Niño por detrás y, sin que éste lo note, con
mucho aparato escénico le roba la cinta que lleva al cuello. Luego corre haciendo piruetas y
mostrando la semilla con la mano en alto. El Niño se da cuenta de que el Payaso le ha quitado
la semilla y corre detrás de éste. Llenan el escenario con giros, frenadas y esquives, hasta
desaparecer por un costado.
EL MAGO se prepara frente a su mesa de trabajo, a un costado atrás. Un foco hará relevante
el espacio que éste ocupa. El Payaso aparece corriendo por la escena, seguido de El Niño. Al
pasar por el lado de El Mago, El Payaso le pasa la cinta con la semilla. El Niño se detiene y
estira la mano hacia El Mago. Éste, con un gesto espectacular, estira la mano en donde tenía
la semilla y, en vez de ésta, aparece una paloma. El Niño cae sentado por el asombro. Desde
arriba baja un lienzo con un gancho, imperceptibles desde la platea. El Mago prende la paloma
en el gancho, jugándose desde arriba el vuelo del ave hasta que se pierde en lo alto. Luego El
Mago golpea sus manos y vuelve a tener la cinta con la semilla en una mano. El Niño la va a
coger y El Mago con un juego de manos la hace desaparecer y en su lugar comienza a sacar
pañuelos de colores.
CUADRO CUARTO
«EL VERANO»
LA PRIMERA ROCA: (mostrando con el dedo hacia su pecho.) ¡Aaah! Mi querida Roca,
mi querido Cactus (Cada uno responde con la mirada cuando son nombrados.) ¡Miren! Me ha
nacido algo aquí, en mi pecho.
LA SEGUNDA ROCA: (mira sin interés.) ¡Baah! Eso es un vulgar lunar. Nada más que
eso.
LA PRIMERA ROCA: ¡No! No es cierto. Es algo que tiene vida (Se acaricia el pecho)
LA SEGUNDA ROCA: ¡Baah! Es una peca que te ha provocado el sol. Eso y nada más.
LA PRIMERA ROCA: ¡No es una «cosa»! ¡Ya lo escuchaste! Es un lindo y chiquito bebé
musgo. (Al Cactus) ¿Qué pasará con él?
EL CACTUS: No. Él podrá suspender su vida por un largo tiempo hasta que la humedad
lo vuelva a reanimar. Es una de las cosas más perfectas que ha creado la naturaleza para
salvarse a sí misma.
La Primera Roca hará el juego de la madre que cuida a su bebé. Lo mecerá y le entonará
nanas. El Niño, que ha escuchado lleno de asombro la conversación de los elementos, se ha
levantado y se acerca poco a poco al grupo, interesado, pero sin intervenir. Los otros
personajes siguen su actuación sin darle importancia.
El Niño se acerca a la Primera Roca. Trata de mirar en dónde tiene el musgo. Ésta lo esconde
de él.
LA SEGUNDA ROCA: ¿Crees tú? (Se observa cuidadosamente, y luego mira a los otros,
con un gesto pretencioso, como si ya tuviese un musgo.)
El Niño empuja a la Segunda Roca de manera similar que a la primera. Pero la relación de la
segunda no es amable sino arisca. El Cactus ha quedado con el brazo más largo sobre la
Primera Roca y realiza movimientos destinados a proporcionarle el máximo de sombra. La
Segunda Roca empuja a la otra y le quita el lugar, de manera que la deja bajo el brazo más
corto, y éste no le da sombra. El Cactus gira y vuelve a dejar a la Primera Roca bajo el brazo
más largo. La Segunda Roca vuelve a hacer lo mismo.
EL NIÑO: ¡Basta ya! (A la Segunda Roca.) Ella tiene algo que cuidar y proteger.
¿Por qué no ayudas en vez de molestarla?
El Niño, mira un rato con mucha simpatía a los personajes, y luego se comienza a salir por un
costado, haciendo un gesto de despedida con la mano.
EL CACTUS: ¡Espera! (El Niño se detiene y lo mira.) Gracias por tu ayuda. Pero, ¿qué
haces por estos lugares tan poco felices?
EL NIÑO: (le muestra la cinta con la semilla.) Tengo una misión muy importante
que cumplir. Un árbol amigo me encargó que a comienzos del otoño la sembrara para detener
al desierto.
El Cactus y las dos Rocas se han encantado con la idea de la semilla y sus consecuencias
para la naturaleza seca y magra que ellos viven. Se desentienden del Niño y juegan sus partes,
como en un sueño. Las luces y la música seguirán los sueños de cada uno de ellos, siguiendo
el sentido de lo que dicen.
EL CACTUS: Yo seré un árbol grande y frondoso. Seré tan alto que mis ramas llegarán
al cielo. Mis pájaros despertarán con su canto a los ángeles, y las nubes llorarán de alegría. Al
compás del viento mis flores y mis hojas se moverán con tanta gracia, que sorprenderán a las
mariposas. Si. Y en las noches seré refugio para los caminantes...
LA PRIMERA ROCA: ¡Ya sé! Seré roca de un río torrentoso y me vestiré con su blanca
espuma. Lanzaré al cielo su rocío para que lo haga nubes y después fresca lluvia. Mi musgo
crecerá y llamará a los suyos para que pinten otras rocas. Y luego crecerá en mi seno una
planta y sus flores besarán las aguas. También daré albergue a los peces y ellos me contarán
leyendas acerca del mar, de las caracolas y de los intrépidos marinos. Y yo les daré bríos para
que puedan seguir río arriba y depositar sus huevos. (Contempla feliz al Niño y le estira su
mano.) Por favor, danos la semilla para que se cumplan nuestros sueños.
EL CATUS
Y LAS DOS ROCAS: Sí, sí. Danos la semilla para que se cumpla el sueño de la Tierra.
EL NIÑO: (se lleva las manos al pecho como resguardando la semilla.) No puedo
hacerlo, aún no es tiempo.
CUADRO FINAL
«LA GERMINACIÓN»
La misma escena anterior. Es de noche. La luna y las estrellas iluminarán la escena. El Cactus
y las dos Rocas están en actitud desolada y triste. Un actor, adelante y al medio de la escena
estará tendido de espaldas debajo de un manto color gris arena con algunas manchas color de
tierra. A la altura de su cabeza, habrá una abertura lo suficientemente grande como para que el
actor pueda emerger a través de ella. Las luces deberán dejarlo fuera de foco hasta que se
indique lo contrario. El Niño entra a escena, extenuado. Trae en la mano la cinta con la semilla.
El Cactus y las dos Rocas van saliendo poco a poco de su actitud de desolación y dirigen su
mirada al Niño.
Quedan cabizbajos. El Niño apenas se sostiene de pie, las rodillas dobladas, los brazos y la
cabeza colgando.
EL CACTUS: No. Esperen. Miren hacia allá. Parece que hay un trozo de tierra. (Indica
hacia el actor que está tendido, quien comienza a respirar, acompasadamente, de modo que se
le escuche. La luz lo alumbra.)
EL CACTUS
Y LAS DOS ROCAS: (Al Niño.) Mira, ahí hay un trozo de tierra que aun respira. Ve allá y
siembra en él tu semilla.
El Niño cae al suelo poco antes de llegar donde el actor que hace de tierra.
EL CACTUS Y LAS DOS ROCAS: ¡No te detengas! Si te quedas dormido morirás al sol.
El Niño estira su mano con la semilla, pero no alcanza a tocar la tierra. Hace un esfuerzo y
poco a poco se va acercando hasta quedar de rodillas frente al actor que hace de tierra.
Arranca la semilla de la cinta y a punto de desfallecer coloca la semilla en el orificio en donde
se encuentra el actor.
Desde este momento, la música y las luces irán dando, al mismo tiempo que lo hagan los
personajes, el desarrollo paulatino de la germinación de la semilla, hasta el clímax final.
EL NIÑO: (acariciando la tierra.) Hay que ayudarla. Está muy seca la pobrecita...
EL CACTUS: Aquí no hay agua. Solamente el poco de humedad que logro captar con
mis raíces.
A medida que cada uno vaya dando su parlamento, una luz los hará resaltar del resto.
El Niño ayuda al Cactus, amorosamente, hasta ubicarlo tendido detrás del actor que hace de
tierra. El foco de luz se apartará de El Cactus de modo que no se vea.
El Niño la ayuda a llegar hasta la tierra, con mucha ternura. En los descansos la acariciará. Ella
actúa con solemnidad como quien entrega una ofrenda.
El Niño la hace llegar hasta la tierra, con la misma ternura que a la anterior. Ésta ha cambiado
y responde también con ternura. El Niño se sienta a esperar. Las dos Rocas están alrededor de
la tierra. A medida que amanece, el actor que hace de tierra mimará el proceso de germinación
de la semilla, desde la salida del primer brote hasta quedar totalmente de pie convertido en un
árbol. Bajo el manto que lo cubría, el actor tiene puesta una malla semejando un árbol de
primavera. Tendrá en sus brazos y manos hojas y flores. Mientras tanto, El Cactus renacerá
como tronco bajo, que al despojarse de su mameluco ha quedado en malla café con manchas
verdes y amarillas. Ambos café con manchas verdes y amarillas adquirirán un aspecto similar
al primer árbol que envió la semilla. El sol ha salido completamente. El árbol agita sus ramas y
esparce alrededor papelillos de colores brillantes. Las dos Rocas se han desprendido de sus
túnicas grises y quedan vestidas con sus mallas blancas y polleras con flores. El Niño,
maravillado del nacimiento del paisaje, se levanta y va al fondo de la escena y trae en sus
manos dos coronas de flores y las coloca en la cabeza de cada una de las Rocas. Entran los
actores que representaron los personajes de La Equilibrista, El Malabarista, El Payaso y El
Mago, quienes juegan sus roles. Entra El Perro y se tiende a los pies del Niño. Mientras, El
Árbol, se dirigirá al público, con un tono de gran solemnidad:
Desde este lugar conquistado, esparciré mis semillas y crecerán por doquier los míos hasta ser
un bosque, un bosque inmenso y bondadoso.
Todos los años vendrá la lluvia pues su música en las hojas tendrá sentido; seremos pastores
del curso de sus aguas y ordenaremos su caudal hasta crear un río.
Quizás, en fecha no lejana, arribarán los hombres con sus carros, sus mujeres y sus niños
buscando su tierra prometida; construirán un puente y en la otra orilla nacerá una aldea.
Con prudencia, de nuestro cuerpo harán sus casas, su templo, las cunas de los recién nacidos.
La abundancia de la pradera compartirán sus animales y los míos, y acordaremos un espacio
para cuando llegue el tiempo de los surcos, anunciando el pan en las espigas.
La aldea anotará en su calendario los días más significativos, y los hará presentes con rituales
solemnes y ceremonias compartidas.
Celebrarán sus fiestas con guirnaldas, con cantos y danzas, las manos fuertemente
entrelazadas; y los hombres y las mujeres competirán sus destrezas y gozarán sus hornadas.
Sus hijos vendrán junto a nosotros para jugar sus cuentos y harán surgir de la espesura
duendes y hadas; serán príncipes librando intrépidas batallas para rescatar de feroces
dragones sus princesas secuestradas.
Sí. Una frágil semilla podrá cumplir la eterna promesa, dibujando en el tiempo un grandioso
paisaje; y los hombres se obligarán reconocidos a que siempre haya un bosque, una pradera
y un río; y así habrá siempre una aldea, un templo y un alborozo de niños
TELÓN