Está en la página 1de 17

Brote Poético.

Taller de escritura a mano alzada.


Sábado 7 de noviembre de 2020
Coordina: Marina Cavalletti

Marosa Di Giorgio (Uruguay. 1932-2004)


De “Humo”(1955)

16
El negro caracol de los años tiene el interior de nácar; ese claro camino voy a
volver;
voy a desandar esa espiral blanca; y llegar de nuevo a aquella región. Los
monstruos de la
niñez intentarán interceptarme el paso; pero, yo descubriré enseguida sus inútiles
ardides,
su parentesco con las frutillas y las luciérnagas. Y entonces, ya iré por la antigua
hierba,
por el dorado viento. Y tú seguirás de pronto; en cualquier recodo tu estatura de
azucena
de noviembre, fino el talle y terso el pétalo.
Y será la hora en que la abuela ambule en torno a la casa palpando con su mano
de almíbar, su mano encendida y segura, el perfumado limón, el maíz rojizo, el
pequeño
monstruo, sabroso y pálido, que devora las violetas, y al que es tan fácil matar y
devorar.
Y tú aguardarás a que caiga la madura granada y la explote el sol como un
silenciosa
bomba de rubíes.
Y los pájaros volarán tu torno, enloquecidos. El siniestro cuervo y el colibrí -
escapado de las trenzas de un ángel- querrán a toda costa tu amor de oro, de fino
polvo
de oro; querrán desesperadamente posarse cerca de tu pistilo enamorado.
Amada del humo, de los pájaros, del reloj, iniciarás tu viaje por el interior de las
habitaciones, por las galerías oscuras y las habitaciones umbrías; transitarás el
corazón de
los roperos, corazón de encaje y alhucema.
Pequeña, por algún tiempo estarás de pie en el borde de los grandes platos blancos
mirando entreabrirse y nacararse los frutos.
Después, tu vuelo irá por días en torno de las lámparas.
Y un día, un día cualquiera, en cualquier minuto, te morirás entre las manos de
almíbar de la abuela, riendo y llorando, de súbito, sin darte cuenta.
Como aquella vez.

María del Carmen Colombo (Buenos Aires, 1951)

De “Bestiario sentimental”

Si tuviera valor

abriría la puerta: algo acecha

del otro lado. Escucho un latir

contra las hojas y tanteo

mi corazón. Si tuviera

coraje, olvidaría

presentir. El peligro

su brillo que despierta más allá.

Para abrirme como una puerta

como una herida en dos mitades


La montaña

Si fuera segura

como una montaña.

Si fuera calma, una

piedra de quietud, mi derrotero

culminaría –seguramente—

en la cima de cordura

y así colmada miraría

desde allí

un ojo de vértigo, el otro

abismo

Lau Siqueira (Brasil, 1957)

Signo

La silla

donde me siento para

escribir poemas

ni siquiera sospecha

de la trama conceptual

que envuelve su existencia


*

A cadeira

onde sento para

escrever poemas

sequer suspeita

da trama conceitual

que envolve

sua existência

Liliana Ancalao (Comodoro Rivadavia,1961).

De “Mujeres a la intemperie-pu zomo wekuntu mew” (2009)

Las mujeres y la lluvia

cuando niñas vamos sueltas por el patio

y el sol nos persigue de a caballo

pero la luna implacable nos va dejando sus mareas

hasta que nos desvela

y esa noche encontramos

un cántaro

en lugar de la cintura
aprendices de machi las mujeres

nacemos así al rocío

listas para mirar los barcos que se pierden

descalzas a la neblina antes de que amanezca

nervaduras de lluvia nuestras manos

levantadas al cielo

te salpicará el amor

parirás sin amarras

y recibirás con ojos arrasados

la visita intermitente de la risa

permanecerá la llovizna en tu vientre

porque no te atreverás a ser la madre

de todos los desamparos

que andan por la calle

caudal desubicado te desarmará

en pájaros que no saben hablar

a borbotones no podrás decir

lo que quisieras

mejor dejarlo que se derrame despacio

decir

permiso tengo lluvia y alejarse

a una altura al mar al cielo


hasta que vuelvan a apretarse los musgos

en las profundidades

yo conozco mujeres que nunca se alejan

le abren la compuerta a sus gorriones

y lloran

enjuagan el trapo mojado lo estrujan

limpian con él la tabla

pican cebollas

igual hacen las camas

barren la casa peinan a los chicos

igual lavan

dónde aprendieron

hay otras que se pasan la vida domesticando

a sus pájaros

porque no quieren que irrumpan sin aviso

y los beba el enemigo

guardan su sangre su ausencia quietos en el fondo

y apuntan con palabras nítidas de cuarzo

que van a dar al blanco

yo a las palabras las pienso

y las rescato del moho que me enturbia


cada vez puedo salvar menos

y las protejo

son la leña prendida de atahualpa

que quisiera entregar a esas mujeres

las derramadas las que atajan sus pájaros

una vez en febrero yo estaba ahí

en el campo

y se llovía todo

parecía la furia de cai cai sobre nosotros

el agua estaba helada

las ancianas prosiguieron el ritual

y tuve que quedarme

hasta cuándo aguantaremos

pará la lluvia dios es demasiada

no la bebe la tierra se atraganta

y somos casi nada

trazos de tiza borrados por el agua

después de unos siglos el sol abrió las nubes

la voz gastada de meridiana epulef

levantó el taill del cauelo

pensé que dios podía ser ese arco iris


o los caballos en fila

moro zaino pangaré tostado bayo

saludando al horizonte despejado

huele tan bien la tierra después del aguacero

Las mujeres y la lluvia

pu zomo engu mawün

Fey chi pichikezomongeiñ amuiñ

montulngeiñ lepün mew

antü inantükueiñ mew kawellutu

welu küyen elürpaeiñ mew ñi pu ko nepeiñ mew

tüfey pun peiñ kiñe lom metawe, llawe pelaiñ

pu machikimelpeyel

llegiñ, feley, mülum mew

pepikawküleiñ, pu wampu ñi leliael ñamkülelu

ngenoshumelkezomo chiway mew

mawünwünn mew tapülfüna iñ kug

witrañpramlu wenu mew


keipüleimew ayün püñeñaimi

trapelngelaimi, llowaimi,

nge treifunakümlu mew, ñuin ayen ñi llallitun

mülekayay chi fainu eimi mi putramew

llükaalu am ñukengealu

kom kizulenche ñi ñuke miawlu rupu mew

wau mangitripalu chafozüaeimew

pu ishim zungulalu mew

traigen mew chem pepi pilaymi

welu llowaimi ñi wütruael pichi ñochi

chaliaimi, piaimi nien mawün

alütripaimi alüpramülewe mew

lafken mew wenu mew

ka ngütrawtuay lafkenkachu pu lom mew

Iñche kimün pu zomo turpu kamapukünuwlay

nülafingun chi wülngiñ ñi pu chirif

ka ngümaingün

ülpuingun chi fochon ekull

kütrüfingun, kafliftuyngün, katrüyngun pu cebolla

ngütantuyngün , lepüyngun, runkayngun pichikeche mew

küchayngun

chew kimüyngun
ka zomo rulpayngun ñi mongen

ñomümishimüyngun

ayülayngun ñi weyun ñi eluzungunon

pütokoy chi kaiñe

elkayngun ñi mülenon ñi mollfun amulewelalu anümche mew

pu zomo külliyngün ailiñ nütram mew, likan nütram mew

katakonuyngun rangiñ kaiñe

iñche nütramrakizuamün

nütramwitranentun perkan mew

pepi montulün aimeñ nütamtakuñman

atahualpa ñi mamüll üikülelu

tüfa nütram eluafiñ tüfeichi zomo

wütrungentulu, tüfeichi zomo katrütufingun ñi pu ishim

kiñechi febrero mew, iñche mülen tüfey mew mapu mew

kom mawün müley

kiñeazngefuy kai kai ñi illku wente iñchiñ

wutrengey ko

pu kushe petulüyngün chi ngillatun

mülen ñi femagel

chumül müten yeiñ

trañmaleufü katrütufinge rume mawün


mapu ptokolay mapu rulmelay

chem no rume ngelaiñ

tiza wiri ñamümlu ko mew

pu pataka tripantü mew

chi antü nülakünuy pu tromu

meridiana epulef ñi füchazüngun

witrañpramuy kawellu taüll

rakizuamün kallfuwenu pepingeafuy

tüfa relmu kallfuwenu pepingeafuy

pu kawellu witrünkülelu

moro zaino pangare tostado bayo

chalifingun afmapu

küme nümüi mapu rupan füchamawün


Gustavo Wojciechowski (maca) nació en Montevideo en
1956. Diseñador gráfico, escritor, editor. De “Esto no es un libro de
poemas” (2015)

Ancla

No tengo una mísera ancla tatuada en mi brazo izquierdo, ni siquiera al Che, ni un


dragón de dos cabezas llameantes, ni un corazón atravesado por una fecha, Betty
Boop, una estrellita, etcétera, etcétera.

Tampoco en mi barzo derecho, ni –si lo tuviera– en mi brazo central, que no tengo,


al igual que en cualquier otra parte de mi cuerpo no tengo un ancla.

Te lo digo para que te quede claro y no te hagas ilusiones: si está buscando un


amante con esas características: con un ancla tatuada en alguno de sus brazos : no
cuentes conmigo no cuentes, búscate otro… o, si lo prefieres, cómprate una botella
o un libro que hable de esas cosas. Los libros a veces hablan de esas cosas.

Fruta
Es este durazno que chorrea deliciosamente entre mis dedos. ¿Ustedes saben la
cantidad de duraznos que he comido?¿todo lo que lo he disfrutado? Es el
pedregullo que relumbra tras la lluvia cualquier mañana en que llueve sobre el
pedregullo. Es la pileta de la cocina con gotas de jugo de durazno y el tan bello
dibujo que forman las gotas del durazno. Es la ventana de la cocina al lado de la
pileta, donde pude ver el pedregullo esta mañana en que llueve. Es la lluvia. Es eso.
Pero sigo sin entenderlo.

Manos

Mis manos son de otro cuerpo. Recién me doy cuenta. Tienen otra piel, otra edad,
son más grandes, más maduras, esas, que dicen ser mis manos. No es un tema
médico (qué carajo podrán saber los médicos de unas manos que no son ni mías). A
nadie se lo puedo decir. Nadie me creería. Mis manos son autónomas, unas
extrañas que andan por ahí, por mujeres, teclados, tazas, teteras, llenitas de víboras
como venas, y uñas que le crecen solas, sin control, sin importarte un comino mi
opinión.

56 Besos
beso con gusto a tabaco

beso con olor a alcohol


beso mentol

beso sin lavarse los dientes

beso con gustito a menta una vez lavados los dientes

beso con aliento de recién despertado

beso bajo la ducha

beso borracho

beso apurado

beso demorado

beso salivosa

beso labioso bien libidinoso

beso divino beso

malditos besos

besito

beso de sapo liberador

beso de princesa principal o primera princesa

beso primero, luego existo

beso aunque la princesa sea fea

besos brujos

beso de bruja

beso embrujado

beso no te creo ni medio


beso fallido, no encontré tu boca

beso devuelto

beso de prima

primer beso

beso al aire impulsado por los deditos

beso de tía con labios extremadamente pintados y perfume

beso de madre

beso recordado

beso de reencuentro

beso robado

beso permitido

beso de despedida

beso en la mejilla

beso si te beso no me acuerdo

beso que no sabe besar

beso con lengua

beso con toda la lengua

beso que no para de besar

beso sesenta y nueve

beso a pedir de boca

beso y obligo, tome comadre


besará besará pero el último besará

beso a la hora debida

beso sin hora

beso que me hiciste mal y sin embargo te beso

beso beso

beso siempre que puedo beso

beso serán los de antes

todos los besos

beso otra vez beso

¡qué besadera!

Roberto Arlt (Buenos Aires, 1900-1942)

De “Aguafuertes porteñas” (1933)

El divertido origen de la palabra “Squenun”

En nuestro amplio y pintoresco idioma porteño se ha puesto de moda la


palabra ―squenun‖.

¿Qué virtud misteriosa revela dicha palabra? ¿Sinónimo de qué cualidades


psicológicas es el mencionado adjetivo? Helo aquí:

En el puro idioma del Dante, cuando se dice ―squena dritta‖ se expresa lo siguiente:
Espalda derecha o recta, es decir, qué a la persona a quien se hace el homenaje de
esta poética frase se le dice que tiene la espalda derecha; más ampliamente, que sus
espaldas no están agobiadas por trabajo alguno sino que se mantienen tiesas
debido a una laudable y persistente voluntad de no hacer nada; más
sintéticamente, la expresión ―squena dritta‖ se aplica a todos los individuos
holgazanes, tranquilamente holgazanes.

Nosotros, es decir el pueblo, ha asimilado la clasificación, pero encontrándola


excesivamente larga, la redujo a la clara, resonante y breve palabra de ―squenun‖.

El ―un‖ final, es onomatopéyico, redondea la palabra de modo sonoro, le da


categoría de adjetivo definitivo, y el modo grave ―squena dritta‖ se convierte en esta
antítesis, en un jovial ―squenun‖, que expresando la misma haraganería la endulza
de jovialidad particular.

En la bella península itálica, la frase ―squena dritta‖ la utilizan los padres de familia
cuando se dirigen a sus párvulos, en quienes descubren una incipiente tendencia a
la vagancia, es decir, la palabra se aplica a menores de edad que oscilan entre los
catorce y diecisiete años.

En nuestro país, en nuestra ciudad mejor dicho, la palabra ―squenun‖ se aplica a los
poltrones mayores de edad, pero sin tendencia a ser compadritos, es decir, tiene su
exacta aplicación cuando se refiere a un filósofo de azotea, a uno de esos
perdularios grandotes, estoicos, que arrastran las alpargatas para ir al almacén a
comprar un atado de cigarrillos , y vuelven luego a su casa para subir a la azotea
donde se quedarán tomando baños de sol hasta la hora de almorzar, indiferentes a
los rezongos del ―viejo‖, un viejo que siempre está podando la viña casera y que
gasta sombrero negro, grasiento como el eje de un carro.

En toda familia dueña de una casita, se presenta el caso del ―squenun‖, del poltrón
filosófico, que ha reducido la existencia a un mínimo de necesidades, y que lee los
tratados sociológicos de la Biblioteca Roja y de la Casa Sempere.

Y las madres, las buenas viejas que protestan cuando el grandulón les pide para un
atado de cigarrillos, tienen una extraña debilidad por este hijo ―squenun‖.

Lo defienden del ataque del padre que a veces se amostaza en serio, lo defienden de
las murmuraciones de los hermanos que trabajan como Dios manda, y las pobres
ancianas, mientras zurcen el talón de una media, piensan consternadas ¿por qué
ese ―muchacho tan inteligente‖ no quiere trabajar a la par de los otros?

El ―squenun‖ no se aflige por nada. Toma la vida con una serenidad tan
extraordinaria que no hay madre en el barrio que no le tenga odio… ese odio que
las madres ajenas tienen por esos poltrones que pueden enamorarle algún día a la
hija. Odio instintivo y que se justifica, porque a su vez las muchachas sienten
curiosidad por esos ―squenunes‖ que les dirigen miradas tranquilas, llenas de una
sabiduría inquietante.
Con estos datos tan sabiamente acumulados, creemos poner en evidencia que el
―squenun‖ no es un producto de la familia modesta porteña, ni tampoco de la
española, sino de la auténticamente italiana, mejor dicho, genovesa o lombarda.
Los ―squenunes‖ lombardos son más refractarios al trabajo que los
―squenunes‖ genoveses.

Y la importancia social del ―squenun‖ es extraordinaria en nuestras parroquias. Se


le encuentra en la esquina de Donato Alvarez y Rivadavia, en Boedo, en Triunvirato
y Canning, en todos los barrios ricos en casitas de propietarios itálicos.

El ―squenun‖ con tendencias filosóficas es el que organizará la Biblioteca ―Florencio


Sánchez‖ o ―Almafuerte‖; el ―squenun‖ es quien en la mesa del café, entre los otros
que trabajan, dictará cátedras de comunismo y ―de que el que no trabaja no come‖;
él que no ha hecho absolutamente nada en todo el día, como no sea tomar baños de
sol, asombrará a los otros con sus conocimientos del libre albedrío y del determi-
nismo; en fin, el ―squenun‖ es el maestro de sociología del café del barrio, donde
recitará versos anarquistas y las Evangélicas del latero de Almafuerte.

El ―squenun‖ es un fenómeno social. Queremos decir, un fenómeno de


cansancio social.

Hijo de padres que toda la vida trabajaron infatigablemente para amontonar los
ladrillos de una ―casita‖, parece que trae en su constitución la ansiedad de descanso
y de fiestas que jamás pudieron gozar los ―viejos‖.

Entre todos los de la familia que son activos y que se buscan la vida de mil
maneras, él es el único indiferente a la riqueza, al ahorro, al porvenir. No le interesa
ni importa nada. Lo único que pide es que no lo molesten, y lo único que desea son
los cuarenta centavos diarios, veinte para los cigarrillos y otros veinte para tomar el
café en el bar donde una orquesta típica le hace soñar horas y horas atornillado a
la mesa.

Con ese presupuesto se conforma. Y que trabajen los otros, como si él trajera a
cuestas un cansancio enorme ya antes de nacer, como si todo el deseo que el padre
y la madre tuvieron de un domingo perenne, estuviera arraigado en sus huesos
derechos de ―squena dritta‖, es decir, de hombre que jamás será agobiado por el
peso de ningún fardo.

También podría gustarte