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Esta historia fue hecha para poder desahogar todo lo que sentí y siento de mi
anterior relación.
La inspiración simplemente fue fluyendo, un momento de creatividad que
simplemente se dio cuando más me estaban atormentado todos esos
sentimientos, pero como es de esperarse le añadí ciencia ficción porque como
buen fanático que soy de este género no pude evitar añadírselo, además le ha
agregado un buen toque a la historia.
No todo plasmado como tal, porque entonces no sería una historia de suspenso y
ciencia ficción, sino solo de amor y decepciones por lo que no me convencía
mucho, ya que ya hay muchas novelas juveniles de este tema.
Quise hacer algo diferente, pero que de igual manera capturara la atención al
iniciar la historia.
Abstract
Título: 22 el enigma
La historia tendrá algo de realismo, pero también incluirá ciencia ficción, aparte de
esos géneros también estarán el suspenso y amor.
La historia se centra en un contexto futurista en Japón, donde ocurrirán una serie
de asesinatos que la policía no ha podido resolver.
Un periodista se ve involucrado en este caso. Él conoce a una mujer muy
inteligente, amable y bonita, termina enamorándose de ella; lo que no sabe es que
la mujer es muy cercana al autor de estos crímenes.
22
El enigma
EDICIONES IMPALA
Prólogo
¿Qué hay detrás de la ventana? Un mundo entero, y más allá una galaxia,
un universo, un infinito. Pero eso es lo tangible, real e innegable, lo que toda
la humanidad (o al menos la parte más avispada) tiene como conocimiento.
Conocimiento que ha ido adquiriendo de manera externa, no es suyo
realmente, solo es una fotocopia borrosa del arduo trabajo de alguien más.
Es imposible no soltar una carcajada al pensar que el ser humano busca
sinónimos demasiado maquillados para su mediocridad, el bienestar
emocional, ante todo. ¿No es así?
Sin embargo, eso no aplica conmigo, no soy como los demás, nunca lo he
sido, y hasta hace unos cuantos días he descubierto con extrema amargura
que nunca lo seré. El conocimiento que llevo como bandera no se aprende
en el mundo real porque simplemente no pertenece a él, y yo tampoco, soy
un fallo, un error, un defecto; incluso si he de morir seguiré estando fuera
de ese mundo, esa galaxia, ese universo, ese infinito, no estoy por debajo de
él, ni siquiera por encima, simplemente no estoy dentro.
Fue entonces cuando los dos contadores llegaron a cero, los días sin que se
produjera algún tipo de percance en los laboratorios farmacéuticos Jinkaku,
y los de la vida del director del área de psiquiatría, Hikari Koizumi. Para el
público en general, al igual que sus antiguos compañeros de trabajo, se
había tratado de un suceso inintencionado, un mero accidente.
¿Por qué alguien querría asesinar al científico? No lo sabía, y tal vez nunca
lo haría, no solo porque el averiguarlo estaba fuera de su jurisdicción, sino
porque a pocos minutos de marcharse para realizar su patético y superficial
trabajo Fuhai inició lo que sería una sentencia poco favorable para él.
- El mundo es demasiado hostil ¿No lo crees Mori? – Shiro no logró
entender a que venía tal comentario, tampoco era como que le
importara.
- ¿Señor?
- Muere uno de los genios más grandes de la medicina japonesa de este
siglo y a nadie parece importarle, prefieren llorarle a una puta con
mala suerte.
- ¿Perdón?
- ¿Qué? ¿Vives en una cueva? Está en todos los periódicos, ocurrió esta
mañana - dijo al tiempo que soltaba el montón de papeles arrugados
sobre el escritorio - menos en el nuestro, la prensa roja sufre un
orgasmo cada vez que ocurre algo por el estilo. – Shiro leyó
atentamente el enorme encabezado de letras negras “HA VUELTO”-
atacó de nuevo el degenerado que gusta de asesinar prostitutas, y la
cereza sobre el pastel, en su propio departamento ¡¿Puedes creerlo?!
Cada vez los hacen más estúpidos.
- Veintidós victimas hasta el momento –el joven periodista leía
velozmente toda la información relevante que podía rescatar de los
pedazos de basura que tenía en las manos – Todas eran...
- Lesbianas, sí. El caso llamaría ligeramente mi atención, admito que
tiene un origen mórbido, es entonces que recuerdo de qué clase de
gente estamos hablando, la basura de la sociedad. Son como las
cucarachas ¿Lo sabías? Si levantas una roca encontrarás cientos de
ellas. ¿Qué más da que mueran unas cuantas rameras?, en menos de
veinticuatro horas llegarán sus reemplazos listos para ocupar su
lugar, es el ciclo de la vida, la ley del más fuerte. – a Shiro le habría
encantado seguir escuchando el sermón de sacerdote de quinta que
su jefe estaba tan empeñado en darle, pero en verdad deseaba saber
a qué iba todo eso.
- ¿Qué tiene que ver esto conmigo?
- En una situación normal pasaría por alto todo el asunto, ya hay
suficientes medios encargados de recolectar toda esa mierda
amarillista, pero tengo a toda una horda de retrasados golpeando a
mi puerta exigiendo que hablemos al respecto como si fuera de
importancia nacional. Y en vista de que no me libraré de ellos tan
fácilmente necesito que te hagas cargo.
- ¿Qué hay de Koizumi? – Mori trataba con todas sus fuerzas de digerir
lo que estaba ocurriendo, todavía no decidía si el repentino cambio le
entusiasmaba.
- Eso ya estaba resuelto, incluso antes de comenzar, ya sabes cómo se
manejan en Henzai, solo ellos pueden hurgar en su basura. Yo no me
quejo, la gente en general no se queja, y cada mes recibimos un
generoso cheque por parte de ellos, así de simple.
- ¿Y exactamente que espera que haga?
- Usar tu talento para encontrar algo que los demás periódicos hayan
pasado por alto, todavía que las cosas siguen frescas. Los lectores
adoran las historias con las que pueden identificarse, tal vez, y si
tienes suerte, puedes hacer que la última víctima se vuelva una
mártir, eso siempre vende más. Después de todo tienes algo que el
resto de los periodistas no tienen. – el joven de veintiséis años levantó
la mirada hasta que sus ojos verde olivo se encontraron con los de su
jefe – empatía por los demás.
La noche afuera era una réplica exacta de la anterior, y tal vez a la de los
últimos cien años, en cuanto el día llegaba a su fin el cielo liberaba de
manera casi religiosa la lluvia acida ocasionada por toda la contaminación
que emitía la ciudad diariamente. Nadie recordaba como lucían
verdaderamente la luna o las estrellas, solo tenían una idea lejana a partir
de las imágenes que había en libros o películas, habían sido privados de ese
privilegio para siempre.
A Mori realmente le intrigaba el modus operandi del asesino, con forme iba
leyendo el caso más extraño le parecía, no lograba entender cuál era la lógica
que manejaba para elegir los lugares donde perpetraba los asesinatos, no
parecían tener un orden especifico. Lo mismo ocurría con las víctimas, no
había conexión alguna entre ellas, no trabajaban para la misma persona,
no se conocían entre sí, todo resultaba difuso y errático.
Lo único que seguía un patrón era la manera en las que las asesinaba, tal
parecía que al sujeto le interesaba particularmente la mutilación, a cada
una de las victimas les faltaba partes del cuerpo, especialmente del rostro.
Esta característica llamó su atención inmediatamente, ¿Qué relación podía
existir entre el hecho de que las chicas fueran homosexuales y el
cercenamiento de partes específicas del cuerpo? ¿Cuáles eran los motivos
ocultos del monstruo?
Por un breve momento consideró el llamar a Fuhai para que le diera nuevas
instrucciones, pero eso significaría tener que soportar otro de sus
insoportables sermones. Las opciones habían sido puestas sobre la mesa
por Yakuni y Tanai, podía seguir su camino y fingir que nada había pasado,
el mundo afuera seguiría girando.
¿Qué más daba que hubiera más como ella poblando las calles? Su profesión
no tenía que sellar su destino, no de esa forma tan inhumana. Si el resto de
personas estaba decidido a mantener los ojos cerrados por comodidad
estaba muy bien, pero él sabía que había una cruda realidad que no podía
ignorarse.
Un dolor agudo lo regresó a la realidad de forma fugaz, se trataba de su
mano, en cuanto abrió la palma notó con frustración las heridas que la llave
le provocó, la había apretado con tanta fuerza que al final le terminaron
abriendo la piel.
Muchas veces solía preguntarse cuál era el sentido de todo lo que hacía
desde su trabajo hasta su vida entera, en su tiempo fue enviado por parte
del periódico a ver un psicólogo, en una época de lo que apenas tenía
recuerdo alguno, pero tenía muy presente que se habían tratado de tiempos
muy oscuros. La terapia sirvió para aminorar el tormento, pero no consiguió
encontrar respuesta a la incógnita que en ocasiones no lo dejaba conciliar
el sueño.
Ahí estaba, tan real como los gritos que los vecinos escucharon en la
mañana, como las otras veintiún víctimas; ubicada en la pared de la ducha
se encontraba escrito con sangre un enorme número dos, esa debía ser la
muestra de la que había hablado el doctor. Shiro se negaba a aproximarse,
o tal vez no podía, el impacto lo había dejado helado, no era la primera vez
que contemplaba una escena de crimen, su trabajo lo obligaba a enfrentarse
con situaciones que a muchos habría hecho palidecer; sin embargo, esto era
diferente, no solo por su origen, sino por la acción misma, la maldad
materializada.
¿Cuánto tiempo llevaba ahí? ¿Cuál era el motivo que había detrás? ¿A quién
pertenecía la sangre? Unos océanos de preguntas se fueron anidando en su
cabeza, junto con una sensación que iba en aumento con cada segundo que
pasaba. La sangre se iba transformando lentamente en un ente viviente, se
retorcía en los mosaicos de la pared, palpitaba de forma enfermiza, como un
parasito que se alimentaba de sus más profundos miedos. Lo llamaba, lo
invitaba a sumirse en la locura absoluta, la entrada a un abismo del cual
no tendría escapatoria.
De pronto el aire comenzó a hacerle falta, tenía que escapar cuanto antes
de ahí, a trompicones logro salir a la sala de estar, todo el ambiente viciado
del baño se desvaneció en un chasquido. Respiró profundamente, sus
pulmones se llenaron con el aire fresco que envolvía la habitación.
La experiencia recién vivida fue la confirmación que necesitaba, había algo
muy oscuro en todo lo que estaba pasando, y la única persona que podía
resolverlo era él. No podía buscar ayuda, nadie alcanzaría a entenderlo por
más que se esforzara en explicarles.
Pero aún quedaba el mayor de sus problemas, no tenía la menor idea de por
donde comenzar, se encontraba naufragado sin ningún tipo de escape. Solo
le quedaba continuar donde el doctor se había quedado, inspeccionar el
departamento del asesino.
- ¿Yo? Pero…
- Eres la mejor que tengo en estos momentos, además… apuesto a que
estará interesado en entrevistar a una de las científicas más joven en
trabajar aquí y es tu premio por ser la primera en llegar.
- ¿Eso es un premio? Prefiero no tenerlo -La chica soltó una pequeña
risa-
- ¡Oh! Tendrás que aceptarlo.
- De cualquier manera, no puedo negarme -Dijo esto mientras salía de
la habitación-
Shiro por fin llego a los laboratorios los cuales eran enormes edificios
completamente de cemento con solo el enorme nombre a la entrada de estos.
Entro al estacionamiento que se encontraba debajo de todo el edificio.
Bajo de su auto y solo dio unos cuantos pasos cuando fue interceptado por
el guardia.
- Todo está bien señor, puede pasar. Entre al elevador y diríjase al piso
de hasta arriba.
- Muchas gracias.
Por primera vez en su vida sintió como sus piernas temblaban y no lograba
comprender porque, si nada de lo que ha visto en su trabajo lo ha hecho…
¿Por qué al ver a esta chica su cuerpo reaccionaba así?, su corazón latía tan
rápido que por un momento pensó que iba a darle un infarto.
Shiro seguía en shock por la hermosa mujer que tenía enfrente y al notar
que ya estaba tan cerca de él sintió como toda la sangre de su cuerpo subió
hasta su rostro.
Era bastante sería y muy directa en lo que decía, a veces no tenía tacto, pero
eso era lo que les gustaba a los jefes pues sabían que podían confiar en ella.
- Dime Daoko…
- ¿Sí?
- ¿Es difícil lograr un puesto como el tuyo en una empresa así de
importante y siento tan joven?
- Mmm… tal vez, todo depende de cuánto tiempo y esfuerzo le dediques
a tus propósitos.
- Entonces… solo es cosa de quererlo ¿No?
- Podría ser… si bien es cierto que hay que tener buenos tratos con los
jefes… tú entiendes.
- Ya veo… ¿Tú tienes amigos así?
- Por supuesto que no, todo lo he logrado a la inteligencia que tengo y
como te lo mencione al esfuerzo que he hecho. ¿Eso va para tu nota o
me estás interrogando porque sí?
- Tal vez ambas -Sonrío el periodista-
- Pues si no es para tu trabajo puedes retirarte, estoy muy ocupada
para este tipo de juegos.
- No, vamos no me lo tomes a mal, solo quería saber cómo alguien tan
joven puede estar aquí.
- Ajá
El periodista se acercó a un sillón que se encontraba enfrente de la mesa
donde estaba Daoko y se sentó.
Shiro sintió que toco un tema que no debía, al menos no por el momento.
Daoko tomo trabajo atrasado que tenía y comenzó a analizarlo mientras que
el periodista pensaba un poco más sus preguntas, sin embargo, fue
quedándose dormido en el sillón mientras que Daoko seguía analizando las
muestras.
Cuando el periodista se despertó Daoko estaba sentada aun, pero esta vez -
lo estaba mirando con una mirada perdida como si tratase de analizarlo a
él, se sintió un poco acosado e incómodo que alguien le mirara así.
Shiro sonrío, vio su reloj y se dio cuenta que se le había pasado la mitad del
día ahí, ya empezaba a oscurecer.
Los dos tomaron sus cosas, salieron de la habitación y Daoko cerro la sala
poniendo una serie de contraseñas.
Shiro no supo que responder, solo logro sonrojarse y recriminarse así mismo
por echarse tierra solo.
Daoko volteo muy confundida al ver al periodista aun ahí y que le hiciera
tan ocurrente pregunta.
Shiro se dio cuenta que la pregunta era bastante obvia y por supuesto tonta.
- Me gustaría ir a caminar…
Dijo Daoko, esto tomo por sorpresa al periodista ya que pensaba que diría
que ya se quería ir o algo así.
- ¿Caminar?
- Sí, siempre es bueno algo de actividad física después de comer.
- Está bien.
Daoko camino hasta unas bancas que estaban cerca y se sentó, estiro las
piernas y suspiro profundamente.
Los dos regresaron siguieron de frente, caminaron por varios minutos donde
Shiro solo iba siguiendo a la chica, sin preguntar a donde se dirigían, era
como si confiara ciegamente en lo que ella hacía.
Se detuvo en una escalera que llevaba a lo alto de la colina y subió por ella,
lo mismo el joven periodista. Al llegar Shiro se encontró con un mirador que
daba hacía toda la ciudad de Tokio, se veían las luces de los edificios, las
casas fuera del centro, los parques, las personas, los autos… todo
absolutamente todo se veía, hasta las enormes empresas donde ambos
trabajaban.
Shiro se acercó a unas bancas que estaban cerca de la orilla del mirador y
pudo notar todo el polvo que tenían, cuando vio a su alrededor también se
encontraban muchas hojas secas y basura de hace muchos años.
No le extrañaba que Daoko tuviera esa mentalidad siendo quien analiza las
pruebas y los casos más perturbadores para la empresa.
Cuando llego Shiro con el auto este bajo para abrir la puerta y la chica
pudiera subiera.
- Que caballeroso.
- Para nada, solo soy amable.
- Gracias.
- No hay nada que agradecer, me enseñaste un nuevo lugar… con algo
debo agradecerte.
Trato de calmarse un poco, bajo la ventanilla para que pudiera entrar el aire
y ver si este podía ayudarle.
Llego a un edificio alto, antiguo y muy bien cuidado. Por fuera pareciera que
se había quedado en aquellos años cuando Japón era tradicionalista, pero
por dentro todo estaba más actualizado.
Era media noche cuando Shiro llegó a su destino, el contraste entre zonas
urbanas era demoledor. Sin embargo, el ambiente que se vivía era el mismo,
una desolación espectral. La razón de ello no era un misterio para él, y
contrario a lo que esperaba el sentimiento que iba inundando cada rincón
de su cuerpo era la ironía, no solo porque en ambos sitios la muerte había
dejado su marca, sino que sentía la extraña sensación de haber regresado
al principio.
Lo que alguna vez estuvo lleno de vida y adornos brillantes ahora era
insípido y frio. En su memoria yacían los recuerdos de todos los científicos
que se habían integrado a la gran familia farmacéutica, mentes jóvenes y
brillantes con un futuro por delante ¿Qué habría sido de ellos? Les habían
arrancado la cabeza de un solo tajo, su mentor ya no estaba, al igual que la
luz que había alumbrado su camino durante tantos años.
¿Por qué era tan importante esta evocación? Era demasiado simple, ahí la
había conocido, sus miradas se cruzaron por primera vez, tuvieron una
conexión difícil de explicar, definir que fue lo que pasó entre ellos era muy
complicado, ni siquiera habían llegado conocerse del todo, tanto fue así que
al final del día se convirtieron en alguien que solían conocer.
Pero eso no impidió que Shiro guardara su imagen, como una fotografía
enmarcada aún lograba visualizar aquella mirada tan profunda como el
océano mismo, aquella que no se inmutaría en lo más mínimo en cuanto
viera la mirada de horror y suplica de sus víctimas, o la sangre derramada
tras haber mutilado de manera profana el cadáver.
¿Cómo sabía eso? Porque esa misma mirada fue la que lo recibió en cuanto
llegó al ala de psiquiatría de los laboratorios. Ahí estaba ella con su cabello
a la altura de las orejas, sus rasgos finos como los de una muñeca de
porcelana. Siempre tan fría, siempre tan calculadora, no podía dar pasos en
falso, iba en contra de su naturaleza. El juego estaba por llegar a su fin,
Mori estaba frente a frente con la asesina en serie y científica Mikanami
Daoko.
Podía sentir que las piernas le temblaban y la vista se le nublaba, cada vez
se sentía más desorientado, en este punto ya no sabía dónde estaba
Mikanami.
Una vez identificado esto lo siguiente fue determinar cuál de las identidades
debía ser suprimida, para eso hicieron las dos chicas interactuaran entre sí.
Cada día se les aplicaban ciertas pruebas que servían a manera de
estímulos. Dos semanas después los científicos habían localizado a los dos
elementos erráticos, en el caso de Mori era la mujer, Rei, y en el de Daoko
era el hombre, Kurutta.
Lo que nadie pudo predecir fue la afección que fue naciendo entre los
individuos, dependencia o amor, nadie supo con certeza que fue lo que las
unió, pero llegó un punto en que las chicas se negaban rotundamente a
separarse la una de la otra.
- ¿Por...qué mutilarlas?
- Notaste ese detalle, ¿No es así? Verás, cada una de ellas tenía algo
que me recordaba a Rei, su capacidad para escuchar, su hermosa voz,
un olfato exquisito y refinado, no podía permitir que alguien más
tuviera lo que alguna vez fue de mi amada, así que se lo arrebaté. –
por un breve instante el joven de ojos verdes sintió la necesidad de
vomitar, pero aguanto, necesitaba más tiempo.
- La última...de las...chicas
- ¡No hubo ultima prostituta! Fingí los gritos para que los trogloditas de
los vecinos aportaran su testimonio a la policía, luego me escabullí
fuera del edificio para después llamar a los agentes y a tu editor.
- Fuhai
- ¿Realmente crees que alguien en este podrido mundo piensa en los
demás aparte de sí mismo? Eso es lo único que te queda de Rei, su
confianza en las personas. Yo fui quien presionó a tu jefe para que
cubrieras la nota, el marica no soporta la presión, sucumbió al
instante. – Shiro estaba muy débil para siquiera maldecir al inepto de
su jefe, tenía que actuar cuanto antes. – Basta de preliminares, ya te
he dicho todo cuanto debías escuchar, llegó la hora de terminar con
tu miserable existencia – y sin previo aviso la chica sacó un revolver –
salúdame a la rata de Koizumi de mi parte.
- Con gusto – con la poca energía que le quedaba Shiro desenfundó su
pistola y sin pensarlo dos veces tiró tres veces del gatillo, una bala
impacto en cada pulmón de Daoko y el tercero en lo que asumía sería
el estómago, antes de precipitarse al suelo la asesina en serie alcanzó
a atinar al hombro del periodista.
Nadie sabría cual había sido la historia ocurrida esa noche, los periódicos
hablarían de manera superficial, omitiendo tantos detalles como pudieran,
todo bajo las órdenes de Henzai. El público sería feliz con esa bella mentira,
la realidad maquillada, y el mundo de afuera... seguiría girando.