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"Cuentos de mi tierra Canchaque"

“LA CHUNUNA”

¡Huacoooooo! ¡Huacooooo…............! Gritaba una especie de gavilán (Familia de los


occipitrídes) por las colinas de la” Paccha”, al posarse en la punta de un árbol de “chuspo”,
cuyas frondosas ramas chocaban con otras de “higuerón” árbol de hojas anchas verdes, que en
noches de plenilunio se proyectan excesivamente agigantadas.

Huacabooooooooooooooo!!Huaco!!Huaco! ¡Huaco!!Huaco! ooooooooooon! dejando la


palabra grabada en los oídos de los campesinos, que entrada la noche descansan en sus poyos
de adobe o en los bancos de Guayaquil, construidos en la cocina de sus casas. Otros en el claro
oscuro del anochecer, escuchan los rumores de los pájaros al regresar a sus nidos, atentos a
los sonidos de la naturaleza y en especial, al silbido de la ventisca que esas horas arrecian,
contra las hojas de las casuarinas, y que el aire lleva a mil rincones, mientras los pájaros se
recogen a sus nidos, saltando de árbol en árbol.

Liberata, con su falda de “bayeta” y blusa de percal, camina ensimismada, absorta en el eco
del Huacabo. Prestó atención y un sudor frio brotó de su frente, pómulos y manos; el cuerpo
se le escarapelo y los bellos de sus brazos se le erizaron.

Pensó en su humilde casa, de piso de tierra desnivelada, donde la pobreza de las paredes se
aferraba a la argamasa de barro y adobe. En ese momento, removía los tizones que ardían
dentro de las tuypas de piedra, que le servían como cocina. Encima de ellas sus ollas
renegridas por el humo de leña, entonaban canciones burbujeantes, expandiendo aromas a
“guineos y zarandajas” que utilizaría al día siguiente como fiambre para su Zoilo; En esos
instantes volvió a escuchar el canto del pájaro “agüero”. Ave de color cenizo pardo, pecho
blanco, que vive en las montañas y que en raras ocasiones se escucha su canto; una rara
sensación relampagueó en su cerebro, como si le avisara que algo malo estaba por
suceder………cuando cantaba el “huacocabo” mala suerte, mala suerte…se acordó que cuando
murió su padre, unos días antes de la desgracia; cantó el huaco.! Ay señor! ¡que va hacer de
nosotros!, tapo las ollas y se fue a su cuarto, séntose al costado de la cama y se echó a sollozar,
silenciosamente oraba. Para remate “el pájaro brujo” cantó ayer, frente a la cocina se decía
mentalmente. …segurísimo que alguien se va enfermar. ¡Dios nos libre, que no seya mi Zoilo!
¡Meditó Liberata! luego se puso a rezar la “Salve de las vacas”. Se quedó profundamente
dormida. Al siguiente día tenía que levantarse temprano a alistar el fiambre de su marido; a él
le tocaba cargar leña para el invierno que se avecinaba, pero antes tenía que buscar a
“Chasque” que, era como llamaba a su “Jumento”, pues tenía que buscarlo en los potreros de
“Hualtacal” ya que ellos vivían en la “Paccha”, junto a la casa de su tío Víctor Chuquillanque, en
la vuelta de “Huando”.

Liberata, era una mujer hacendosa, decía su suegra, casi siempre se despertaba sin que la
sintiera su Zoilo ¡Mas bien ella despertaba a los gallos para que canten! A la hora que se
levantaba el cholo, ya ella, tenía preparado el desayuno.

Todo el día estaba en sus quehaceres atareada,” hora que urde”,” hora que carga agua” “hora
que barre la casa con escoba de verbena”; estaba yendo y viniendo y a veces hasta en la tarea
de hombres como sembrar alverjas con barretón y lampa.

Ya levantado Zoilo, le sirvió el desayuno y le acomodó su fiambre por si se tardara.


A Zoilo le tocaba un largo peregrinaje, buscar a “chasque”. La semana anterior lo había dejado
en el potrero de “Hualtacal” para que coma a su antojo y recupere fuerzas. Una dura faena le
esperaba: cargar leña para esperar el invierno, muchas cargas sobre su lomo le estarían
esperando. Caminó dos horas para llegar al potrero, ya en él, buscó a “chasque” en la pampa
que lo había dejado, al no encontrarlo, trepó las lomas, adentro ...buscando en los bosques y
pampas espesas, búscale y búscale y el “jumento” brillaba por su ausencia.

Ya el sol había comenzado a declinar y la tarde se anunciaba con rayos inclinados hacia el
desierto, por momentos se abrían claros picachos anaranjados a lo lejos de “Hualtacal”. Un
color anaranjado oscuro aparecía en el horizonte, tomando una visión incandescente, como si
algo se incendiara en los arenales de Piura.

Solo una planicie le faltaba buscar y estaba justo al pie de maraypampa, pegado al cerro
Yahuanduz; hasta allí enrumbo, atento al menor ruido ¡Zas! los pájaros se alborotaron, miro
inquisitivamente, lo que vio le quitó la respiración: Una mujercita de un metro de altura, pelo
rubio que le llegaba hasta la cintura, el brillo de su cabello reflejaba la luz del sol y a Zoilo le
pareció que las nubes se abrieron, ella estaba sentada a espaldas de él, pero curiosamente los
talones los tenía para atrás; la mujercita volteo a mirar y él se dio cuenta que era trompudita.
Ella lo miró penetrantemente y él no supo que decir, tuvo miedo y sin saber si era él o no era
él, comenzó a correr,” cuesta abajo”, echando babas como perro con rabia.

Se perdió en el bosque y amaneció en él; la familia preocupada hizo brigadas para buscarlo,
pues creían que de repente se cayo en algún precipicio o algún animal lo atacó. Las brigadas de
paisanos lo encontraron corriendo alrededor de una colina y hablaba incongruencias, tuvieron
que lacearlo entre varios, para lograr pararlo.” Una fuerza zaza tenía el condenaooo” “vaya
que fuerza tenía el jijuna”. Así laceado “tenían dificultad para trasladarlo; primero lo llevaron
donde el cura Ludovico, para que lo bautice y así corra al demonio que se había posesionado
de su alma. Ya que el cholo no tenía la “bendición de Dios”.

Luego se lo llevaron con los “maestros de las Guaringas”, quienes durante tres noches le
pagaron a la sabia naturaleza, para que, mediante su poder, equilibre el poder del universo de
Zoilo y vuelva a la normalidad. Lo curaron, pero le advirtieron que no juegue ni se burle de las
leyes naturales y de los mandamientos de la ley de Dios. Que, no vea candela, ni coma
alimentos aliñados porqué estos, corrompen el alma y el cuerpo.

Así estuvo tranquilo durante siete meses, a partir de octavo meses le dio por irse al potrero de
“Hualtacal” al parecer la “Chununa” le había quitado su “sombra(alma). Un buen día, Liberata
no pudo retenerlo y se marchó; hasta hoy marcha por la costa de Piura, recogiendo latas y
cartones, que carga como si fuera de viaje.

Mientras Liberata, maldice su mala suerte lo sucedido a su marido aseverando una vez más
que verdaderamente ése pájaro “Huaco” es un ave “Mal Agüero” y que hay que andar con
cuidado sin salirse de los caminos de DIOS, RESPETANDO LA SABIA NATURALEZA TAL COMO
NUESTROS ANTEPASADOS NOS ENSEÑARON.

ACHIKIAI.

Edición y corrección: Oscar Muguerza.

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