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CAPITULO V: LOS CONFLICTOS CON GRUPOS EXTRAÑOS Y LA

ESTRUCTURA DE GRUPO

Simmel, Conf lict, op. cit., pp. 87-8, 92-3.

Ludwig Gumplowicz, Der Rassenkampf, Innsbruck, Maguerische Uni; versitas- Buchhandlung, 1883.

Gustav Ratzenhofer, Die Sociologische Erkenntnis, Leipzig, F. A. Brockhaus, i8g8. 4 Franz Oppenheimer, The
State, Indianapolis, Bobbs-Merrill Co., 1914.

W. G. Sumner y A. G. Keller, The Science of Society, New Haven, Yale University Press, 1927, vol. 1, p. 400.

Herbert Spencer, The Principies of Sociology, Nueva York, D: Appleton & Co., 1897, vol. II. pp. 568-642.

Ibid., p. 6os. Nótense, sin embargo, los requisitos para esta generalización en Andrzejewski, op. cit, esp. cap.
y.

Alexis de Tocqueville, La democracia en América, Fondo de Cultura Económica, México, 1957, p. 683,

From Mex Weber: Essays in Socioiogy, op. cit., p. 6i. lo Ibid., p. 254.

Cf. esp. “Politics as a Vocation”, ibid., pp. 77-128; y “Bureaucracy”, ibid., pp. 196-264.

Cf. Andrzejewski, o. cit., para una reciente extensión y discusión de los descubrimientos de Weber.

Winston Churchill, The World Crisis, vol. IV: The Aftermath, Londres, Butterworth, 1928, cit. por R. K. Merton
en Social Theory and Social Structure%oP. cit., p. 367.

Theodore M. Newcomb, Social Psychology, Nueva York, The Dryden Press, 1950, esp. pp. 226-7.

Charles H. Gooley, Social Process, op. cit., p. 9.

Freud, Group Pychoiogy ami Analysis of the Ego, op. cit., p. . 16 Andrzejewski, op. cit., p. 121.
El trabajo clave sobre sectas cristianas es el de Ernst Troeltsch, The Social Teachings of the Christian
Churches, Nueva York, The Macmillan Co., 1931, esp. pp; 331-43. Ver también el artículo de Richard
Niebuhr, “Sects”, en Encyclopaedia of the Social Sciences, XIII, pp. 624-31, y Ellsworth Faris, “The Sect and
the Sectarian”, Publications of the America, Sociological $ociety, XXII, 1928, pp. 144-58.

Los comentarios de Robin Williams acerca de la relación entre el conflicto exterior y la cohesión interna, ea
su Reduction of Intergroup Tensions, op. cit., con la que el escritor está conforme en lo principal, no hace
esta importantísima distinción.

Cf. E. Durkheim, Division of Labor in’Society, respecto a la distinción entre solidaridad orgánica y mecánica.
Simmel sugiere ideas semejantes. Cf. 7’he Sociology of Georg Simmel, op. cit., pp. 87-104.

Cf. el instructivo estudio sobre la historia del Ejército Rojo, por D. Feodotoff White, que ilustra en forma
vívida cómo las exigencias de la guerra condujeron a la transformación de los grupos guerrilleros en un
Ejército Rojo centralizado: The Growth of the Red Army, Princeton, Princeton Universiy Press, 1944.

Cf. también Andrzejewski, op. cii., que ilustra una serie de ejemplos históricos, pero también nota algunas
excepciones.
Cf. esp. Shils, así como a Merton y Kitt, en Stsidies in ihe Scope and Method of “The American Soldier”, op.
cit., respecto al análisis reciente de la función de control ejercida por el grupo primario. Por lo qúe respecta
a la relación existente entre la centralización y el conflicto, en organizaciones a gran escala, la obra Political
Parties, de Robert Michel, sigue siendo la exposición clásica. Ver también Philip Selznick, “Foundations of the
Theory of Organization”, Am. J. Soc., XIII, 1948, pp. 25-35.

Lo que se ha dicho aquí con respecto a la relación entre centralización y estructura del grupo, en el caso de
un conflicto externo, no debe interpretarse como una completa aceptación de lo que Michels llama “la ley
de bronce de la oligarquf a”. Estamos de acuerdo con Michels en el sentido de que las tendencias
centralizadoras en las organizaciones a gran escala, especialmente si éstas se encuentran comprometidas en
una lucha continua con grupos externos, no son ni arbitrarias, ni accidentales, ni temporales, sino inherentes
a la naturaleza de la organización y a la naturaleza de las relaciones de conflicto. Sin embargo, el
reconocimiento de la existencia e importancia de las tendencias centralizadoras no obligan a sustentar la
opinión de que “la mayoría de los seres humanos, en una situación de tutela perpetua; se ven predestinados
por una trágica necesidad a someterse al dominio de una pequeña minoría, conformándose con servir de
pedestal a los oligarcas” (op. cii., p. $90). Varios estudios recientes (por ej., Seymour M. Lipset, Agrarian
Socialism (Berkeley, Universitv of California Press, 1950), y Rose Laub, “An Analysis of- the Early Germans
Socialist Movement”, tesis inédita, para el Master (Columbia University, 1951), sugieren que las tendencias
compensadoras, como ideología del grupo y los intereses de sus miembros, son variables de importancia
crucial.

Cf. la contribución de Merton al estudio de The Family Encounters 195 The Dcpression: A Re-Analysis of
Documents Bearing on ¿he Famíly Encoun— tering ¿he Depression (Nueva York, Social Science Research
Council, 1942). Merton hizo estimaciones de la solidaridad de la familia antes de la depre sión a fin de
predecir el impacto probable que tendría la depresión en la estabilidad de la familia.

Robin M. Williams, Jr., Reduction of Intergroup Tensiorts, o. cit.,p. 58. 24 Simmel, Conf lict, op. cit., pp. 9, q6,
97.

A primera vista, la afirmación de Simmel de que los grupos implicados en un conflicto no pueden ser
tolerantes, podría parecer discutible. ¿Acaso la mayoría de las sectas protestantes de nuestros días no
acentúan la idea de tolerancia como consustancial a sus principios? ¿Acaso los liberales, los socialistas y los
partidos más conservadores no subrayan, también, la idea de tolerancia? La aparente inconstancia es tan
sólo una cuestión de semántica. Tolerancia, en el sentido popular, implica que se desea el mantenimiento o
la creación de una situación tal, en la sociedad, que cada individuo, ,o cada grupo, pueda seguir sus objetivos
políticos y religiosos, así como sus valores, sin impedimento de ninguna clase. La tolerancia, así entendida,
implica simplemente ciertos arreglos dentro de las instituciones del cuerpo político, respecto a la libertad
política y religiosa de los poderes civiles. Esta acepción debe ser claramente distinguida de las actitudes de
los grupos religiosos e ideológicos hacia las ideas e ideales que profesan (significación que Simmel da al
término). La “intolerancia” es la esencia de toda iglesia religiosa o secular y de toda secta, como
consecuencia inmediata de su pleno convencimiento de que posee los únicos medios efectivos para la
salvación (cf. Guido de Ruggiero, “Religious Freedom”, en Encyclopaedia of the Social Sciences, XIII, pp. 283-
45).

Cf. Bertram D. Wolfe, Three Who Made a Revolution, Nueva ‘York, The Dial Press, 1948, que contiene una
excelente exposición de estas diferencias teóricas.

N. Lenin, Collected Works, Nueva York, International Publishing Co.,1929, vol. IV, Libro 1, p. 56.

N. Lenin, “What is to be Done?”, en Collected Wo-rks, vol. IV,Libro II, pp. 198-9 y 246.

Max Weber, Wirtschaft und Gesellschaft, Tubingat J. C. B. Mohr,1922, pp. 812-3. Cf. también “The
Protestant Sects and the Spirit of Capitalism” en From Max Weber, op. cfi., pp. 302-22.

El partido de Lenín cambió de carácter hasta cierto punto, después de la Revolución de Octubre. A nosotros
sólo nos interesa la concepción originaria.

No es ecesario subrayar aquí que ésta no era la única razón de la exclusividad de la secta.

Acerca de las mecanismos de cooptación, cf. Philip Selznick, TVA ami ¿he Grass Roots, Berkeley y Los
Ángeles, University of California Press,1949.

Esto se consigue, primero, asimilando el disidente al grupo de referencia negativa. Después, tal asimilación
sirve a menudo de “profecía con- » firmadora de sí misma”, Cf. el siguiente ataque de Lenin: “Veis ahora,
camaradas de la Nueva Iskm, a dónde os ha llevado diestra conversión al Martynovismo? ¿Comprendeis que
vuestra filosofla política se ha convertido en un refrito de la filosofía owobozhdeniye [iluminista]? —y que
(contra vuestra voluntad, e inconscientemente) os habeis convertido en la cola de la burguesía
monárquica?” N. Lenin, Two Tactics, Nueva York, International Publishers, 1935, p. 6i.

The Sociology of Georg Simmel, op. cii., p. g4. cf. también, E. T. Hiller, The Strike, op. cii., p. i: “En lo
fundamental los sindicatos primitivos promovían huelgas con más frecuencia que hoy las organizaciones de
oficios. Como la estructura sindical era en gran parte creada a consecuencia de conflictos se modelaba para
la acción hostil.”

Aquí Simmel equipara nuevamente dos diferentes aspectos de la estructura del grupo, la magnitud relativa y
el tipo de participación de los miembros. Hemos indicado ya que, aun cuando hay fundamentos para esperar
entre ellos una correlación relativamente alta, es necesario analizar por separado estos dos factores.

Simmel, Conf lict, op. cit., pp. 97-8.

Al sugerir que la distorsión consciente de la percepción social de los miembros del grupo puede ser
“sagacidad política”, Simmel introduce la función que desempeñan los líderes del grupo en la manipulación
de las reacciones de los miembros. En todas las discusiones anteriores, así como en las que siguen, limita su
análisis casi únicamente al impacto del conflicto en las estructuras de grupo total, sin diferenciar entre
líderes y secuaces (aun cuando esta distinción es el tema de otras partes de su sociología. Cf. esp. The
Sociology of Georg Simmel, op. cii., pp. 181-306). Por lo pronto, se omitirá esta distinción en el examen, ya
que implicaría un campo de análisis nuevo y demasiado complejo. Sin embargo, en este punto debemos
reconocer que los líderes pueden tener un interés absoluto en el conflicto, como mecanismo creador de
unidad, en tal forma que pueden: i) acentuar conf lic- tos ya existentes (por ejemplo, los líderes de la
Gironda en la Revolución Francesa o el Partido de la Guerra del Sur en la Guerra Mexicana de 1846) si la
disensión interna y la insatisfacción amenazan su posición de líderes; 2) positiva “búsqueda de un enemigo,
dondequiera que el espíritu de cuerpo amenaza debilitarse” (Grace Coyle, Social Process in Organized
Groups, Nueva York; Richard R. Smith, 1930, p. i6i), como hicieron los líderes totalitarios en Alemania, Italia
y Rusia, y como muy bien sabía la policía racista, cuando inventaron los “Protocolos de los Sabios de Sión”.

Gordon W. Allport, Personality, Nueva York, Henry Holt & Co., 1937, cap. 7. Max Weber fue el primero en
sugerir estos desarrollos, Cf., por ejemplo, su distinción entre quienes viven “de” la política y los que viven
“para” la política. Los primeros son conservadores en su organización. A fin de mantener la estructura,
pueden llegar a abogar por cambios radicales en las funciones de la organización. Cf. From Max Weber, op.
cii., esp. “Politics as a Vocation”, Pp. 77-128.

Merton, Social Theory and Social Structure, op. cit., cap. 5.

Chester Bernard, Function of tite Executive, Cambridge, Harvard University Press, 1950, p. 91.
Lipset, Agrarian Socialism, op. cit.
Aquí nos permitimos recordar al lector el descubrimiento, efectuado por el psicoanálisis, de que la pérdida
de un objeto de odio puede tener para la personalidad consecuencias tan serias como la pérdida de un
objeto de amor.

Otto Fenichel, “Elements of a Psychoanalytic Theory of Antisemitism”, en Anti.semitism, A Social Disease,


Ernst Simmel (ed.), Nueva York, International Universities Press, 1946, p. 29.

Adorno et al., op. cit., p. 622. 45 ibid., p. 619.


Parsons, Religious Perspectives of College Teaching, op. cit., p. 40. Observadores orientados
psicoanalíticamente (cf. Leo Lowenthal y Norbert Guterman, Prophets of Deceit, vol. y de Studies of
Prejudice, Nueva York, Harper Bros., 1950.1951) han comentado la semejanza entre el temor a los judíos y a
los negros, y los bien conocidos síntomas de la parasitofobia. Sin embargo, el antisemitismo puede conducir
a la formación de grupos y a la identificación, pero la parasitofobia no. En consecuencia, el “miedo a los
judíos” o el “miedo a los negros” es más funcional que la parasitofobia para quienes padecen el mal de la
falta de cohesión.

Cf. Merton, “Discrimination and the American Creed”, o. cit.,pp. 112-3.

Thomas P. Bailey, Race Orthodoxy in tite South, pp. 346-7, cit. por Myrdal, Arz American Dilemma1 Nueva
York, Harper Bros., ag, p. 1356.

Frank Tannenbaum, Darker Phases of the South, Nuçva York, G. P. Putnam’s Sons, 1924, pp. 8-g.

Myrdal, op. cit., p. 591.

Es casi innecesario elucubrar aquí sobre el tema de que este temor al negro es uno de los recursos favoritos
del demagogo del sur de los Estados Unidos.

Cf. las citas de Kurt Lewin et al., op. cit.

Cf. las estimulantes observaciones de J. P. Sartre en Commcntary, V, 1946, pp. 306-16, 389-97, 52231.

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