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Herramientas clínicas psicoanalíticas

para la atención de pacientes

Miriam Mazover
Mazover, Miriam
Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes
/ Miriam Mazover. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires :
Recursos Editoriales, 2021.
156 p. ; 20x14 cm.
ISBN 978-987-29429-7-7
1. Psicoanálisis. 2. Clínica Psicoanalítica. 3. Psicología. I. Título.
CDD 150.195

© 2021, Miriam Mazover

1ª edición julio de 2021

Compilado y editado por Sofía Collimedaglia

Diseño de tapa: Iñaki Jankowski | www.jij.com.ar


Gestión y producción editorial: Recursos Editoriales

isbn: 978-987-29429-7-7

Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier


medio o procedimiento, sin permiso previo del editor y/o autor.
A Fernando Ulloa,
en reconocimiento y agradecimiento
por haber enriquecido el equipamiento
teórico y metodológico del analista, y por su
valioso aporte a la práctica comunitaria.

A María Cecilia Gonzalez Gay,


más conocida como Chichú,
por honrar a las mujeres con acciones de vida,
colmadas de valentía, nobleza de espíritu
y enorme generosidad.
Índice

Prólogo ..........................................................................9
Introducción .................................................................13

Escritos y herramientas clínicas para la práctica psi-


coanalítica .......................................................17
Psicoanálisis e Institución ............................................19
Reflexiones clínicas sobre la Ternura ............................29
Reflexiones clínicas sobre la Mortificación y la Práctica
clínica psicoanalítica ...................................................33
Reflexiones clínicas sobre la Posición del Analista y el
Proceder Clínico ........................................................37
El secreto de la cura ....................................................43
Aspectos fundamentales del saber-hacer del analista y del
método psicoanalítico .................................................53

Fundamentos teóricos y metodológicos de la Insti-


tución Fernando Ulloa ......................................59
Pilares ético-clínicos de la Institución Fernando Ulloa ...61
Pautas generales de la práctica institucional .................65
Primera entrevista y primeras entrevistas: una gran opor-
tunidad ......................................................................69
La función y la meta del psicoanalista en la primera entre-
vista y las primeras entrevistas ......................................73
Ausencias de pacientes durante el tratamiento institucio-
nal .............................................................................77
Tiempos de virtualidad ...............................................81
Armado del vínculo en tiempos virtuales ....................85
Qué-hacer del psicoanálisis con pacientes que no presentan
una neurosis tipo ........................................................91
La urgencia clínica: qué-hacer del analista .....................95
¿Cómo dar de alta por finalización del tratamiento institu-
cional? ........................................................................99
Problemáticas y presentaciones clínicas de la práctica
cotidiana. Herramientas clínicas ........................103
¿Qué se trabajará en el capítulo? ................................105
Depresión y pandemia ...............................................107
Ansiedad generalizada ...............................................111
La angustia ................................................................113
La angustia II ............................................................115
Ataque de pánico ......................................................119
Las compulsiones ......................................................123
El duelo ....................................................................125
La fobia ....................................................................127
Conflictos de pareja y terapias de pareja .....................129
Problemáticas de la infancia .......................................131
Las somatizaciones ....................................................135
Secretos familiares .....................................................139
La obsesión de la repetición .......................................143

Epílogo ..........................................................147
Enseñanzas clínicas Ulloa ..........................................149

Agradecimientos ............................................153
9

Prólogo

Cuando en 1910, en plena belle époque tanto política como


psicoanalítica, Freud imaginaba que en un futuro se crearían
instituciones donde el psicoanálisis pudiera llegar a sujetos
sufrientes que no pudieran pagarlo, las imaginaba como
lugares para atender a hombres, mujeres y niños, que sin
el auxilio del psicoanálisis enfermarían bajo la carga de las
privaciones, entregándose a diferentes formas de quebranta-
miento, neurosis o brutalidad.
Suponía que dichos tratamientos, que serían gratuitos, es-
tarían solventados económicamente por el estado o por la
beneficencia privada.
¿Podía imaginarse Freud –aún en esos primeros tiempos
de optimismo tanto respecto de su joven ciencia, como del
progreso de la humanidad– que ciento doce años después, en
una ciudad tan lejana de su querida Viena, Miriam Mazover,
tras su larga trayectoria en el psicoanálisis comunitario, iba
a fundar una institución que retomaría su anhelo arrojado
a las futuras generaciones como un mensaje en una botella?
El pronóstico respecto del origen de los recursos para
hacer posible dicha institución no fue el previsto por Freud.
Efectivamente no es el Estado, desbordado en los hospitales
públicos por una demanda de atención para el sufrimien-
to siempre creciente, el que subsidia a la Institución Ulloa.
10 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

Tampoco es la beneficencia privada quien la sostiene, no


contando nuestro país con tradición filantrópica.
En el libro que están prontos a leer, Miriam Mazover,
trabajadora incansable y pertinaz, comparte sus herramientas
psicoanalíticas para la atención de pacientes generosamente,
forjadas en la reflexión sobre su práctica, reflexión a la que
llamamos clínica.
Cuando nos imaginamos una caja de herramientas nos
representamos instrumentos como abridores, separadores,
llaves, palancas, pinzas, instrumentos que ajustan o aflojan
junturas, adhesivos o limas.
Y efectivamente, en la caja de herramientas que la autora
comparte con nosotros, encontramos sus apuntes sobre la
transferencia, la posición tercera del analista como salida a
la encerrona trágica, la abstinencia no confundida con la
indolencia, la ternura como antídoto a la cultura de la mor-
tificación, el deseo del analista.
Estos abridores, estas palancas, surgen de la intersección
entre su formación y el encuentro con la práctica, que siempre
la interroga y a la que como analista de experiencia, respon-
de creativamente tanto en la singularidad del caso por caso,
como desde su invención institucional: la Institución Ulloa.
En efecto, también podemos pensar al dispositivo ins-
titucional como herramienta que da cuenta en acto de su
ética, de su compromiso con las formas contemporáneas del
malestar en la cultura. Incluso su forma de financiamiento
es creativa: ni el Estado ni la beneficencia, decíamos. Los
pacientes pagan sus tratamientos con un bono voluntario, lo
que propicia a que nadie se quede sin atención por motivos
económicos.
También subrayamos, como lo atestigua un capítulo del
libro, la respuesta que sin vacilaciones la Institución adoptó
Miriam Mazover 11

frente al confinamiento al que nos vimos llevados por la


pandemia del COVID-19. Bajo el lema: que se corte el virus
pero no la palabra, en el lapso de un fin de semana, la Insti-
tución propició el pasaje de la atención de los consultorios
de la Av. Pueyrredón y Corrientes, en el centro porteño, a
la terapia on-line, de manera tal que los pacientes siguieran
contando con la escucha de sus analistas.
Miriam funda al mismo tiempo tanto un espacio de
atención clínica tal como Freud lo soñara, cuanto un centro
de formación y capacitación para quienes quieren iniciarse
en la práctica del psicoanálisis, y es en esta doble fundación
que la Institución Ulloa es vanguardia: atención comunitaria
y formación y supervisión constante para los nuevos profe-
sionales.
Miriam invita a desarrollar conferencias a los grandes psi-
coanalistas de nuestra ciudad, que pertenecen a diferentes
escuelas y asociaciones; confía en las habilidades clínicas de
sus colegas a quienes convoca para compartir sus preguntas,
sus hallazgos clínicos y sus avances en talleres que intentan
a su vez dar cuenta de las presentaciones clínicas actuales, y
ofrece su casa además para que estudiantes de distintas uni-
versidades realicen sus primeros acercamientos a la práctica
clínica bajo la forma de pasantías.
Ojalá este libro encuentre su destino explícito en sus lec-
tores y lectoras: oficiar de herramienta clínico-psicoanalítica
para la atención de pacientes.
Se trata de un libro honesto, cocinado en la experiencia
del psicoanálisis y especialmente del psicoanálisis que desde
Fernando Ulloa llamamos comunitario.
Le auguramos a estos textos otro destino además del ma-
nifiesto, reconociendo en su autora a una baquiana: alguien
que conoce el territorio y nos acompaña a no extraviarnos,
12 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

a no perder la huella. Una baquiana con oficio que amable-


mente nos señala los accidentes, las trampas, los atajos. Un
destino que abra al futuro para que su saber-hacer, conden-
sado en la práctica cotidiana de la Institución Ulloa, haga
marca en los psicoanalistas que vendrán.

Carolina Polak Sokol


13

Introducción

Este libro recopila textos que fueron escritos durante el re-


corrido de los Posgrados en Psicoanálisis con Práctica Clí-
nica, que se cursan en la Institución Ulloa, anteriores a esta
edición, y otros textos inéditos que han sido confeccionados
con un único propósito: brindar a los profesionales herramientas
clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes en la Institu-
ción, promoviendo –esa es la intención– un aprendizaje práctico del
psicoanálisis, a través de sus conceptos clínicos fundamentales.
El marco conceptual del método y la técnica que aquí
se exponen, hallan su fundamento en la obra de Sigmund
Freud, como así también en los valiosos aportes de Fernando
Ulloa, psicoanalista argentino que enriqueció la base meto-
dológica, de procedencia freudiana, a través de su experien-
cia en la práctica del psicoanálisis extendido a la comunidad,
sostenida en una ética del buen trato y del buen decir.
Centré mi esfuerzo, como siempre, en pensar y concep-
tualizar el qué-hacer del analista, desde el mismo momento de
la comunicación telefónica, obviamente también a partir de
la primera entrevista con el paciente.
Con respecto al marco ético que sostiene y encuadra este
libro, ubico en principio los tres pilares freudianos para la ca-
pacitación del analista: el análisis personal, la investigación de los
conceptos clínicos fundamentales y la supervisión de los casos. Así
como también aquello que Fernando Ulloa nos enseñara a
14 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

través de su propia práctica: la importancia del buen trato en la


clínica –de allí, nos dice, proviene etimológicamente la pala-
bra “tratamiento”– y el empleo de la ternura por parte del analis-
ta, como componente infaltable del método y de la técnica,
para otorgar el merecido cuidado clínico al sujeto que sufre.
Cura, nos recuerda Ulloa, deriva etimológicamente de “cuidado”.
Con la intención de ilustrar de la mejor manera este
marco ético-metodológico, el libro está confeccionado de
acuerdo a una arquitectura particular. El lector encontrará
una primera sección titulada Escritos y herramientas clínicas
para la práctica psicoanalítica, cuyos capítulos reúnen una serie
de supuestos disciplinares de gran contribución a la clínica
psicoanalítica.
En la segunda sección, bajo el título de Fundamentos teó-
ricos y metodológicos de la Institución Fernando Ulloa, nos des-
plazamos, ahora sí, al ámbito institucional, para abordar los
principios que guían nuestra Institución, así como algunas
escenas clínicas que podemos encontrar en nuestro queha-
cer cotidiano.
En la tercera sección del libro, denominada Problemáticas y
presentaciones clínicas de la práctica cotidiana, se desarrollarán ta-
les instancias con un abordaje claro y preciso para, en primer
lugar, situar lo nodular de la temática y brindar al profesional
herramientas para el abordaje clínico de cada una de ellas.
Además dicho material ha sido elaborado en piezas audio-
visuales por la Institución Fernando Ulloa, con la finalidad
de hacerlo circular en la comunidad para la prevención en
Salud Mental. Sabemos que cuanto antes se aborda una pro-
blemática psíquica, mejor será su tratamiento y pronóstico.
Deseo profundamente, y vaya desde ahí todo mi empeño,
que este libro, a la manera de herramientas clínicas, sea de uti-
lidad para los nóveles profesionales, por quienes tanto apuesto.
Miriam Mazover 15

Ellos demuestran, en el cotidiano de la Institución y a través


de su permanente capacitación, como su vocación articulada
con el compromiso hacia la profesión y la comunidad, tiene la
mayor de las eficacias sobre los sujetos que consultan por sus
padecimientos psíquicos, y a quienes entre todos, cada uno
desde su función en la Institución, nos disponemos a ayudar.
Atentos a considerar que el sujeto (niño, púber, adoles-
cente, adulto) afectado psíquicamente, pierde la cuota de li-
bertad que la vida otorga para inscribir su deseo, siempre
único y particular, por el cual, nada más ni nada menos, su
existencia cobra sentido.
Esta necesidad de encontrar y desarrollar, vía el deseo,
la significación de nuestra vida, es un rasgo exquisitamente
humano, que el sufrimiento psíquico interrumpe y congela,
promoviendo un profundo mal-estar en el sujeto. Así, con
esta enorme deuda en relación al deseo, nos consultan mor-
tificados nuestros pacientes.
El analista interpondrá, como antídoto y desde los inicios,
su deseo de analista, vivificando en acto el campo clínico.
Su pasión vocacional por ayudar al sujeto se dirigirá
como apuesta al saber inconciente, lo hará provisto de un
método y una técnica basada en el aparato conceptual y clí-
nico del psicoanálisis, a manera de herramientas clínicas que
oficiarán de recurso necesario para el quehacer cotidiano.
Vaya no sólo mi apuesta, sino también mi profundo agra-
decimiento a los profesionales nóveles y a los pacientes, por
ayudarnos a quienes ya tenemos muchos años en el ejercicio
clínico, a mantener la llama encendida de nuestra vocación.

Miriam Mazover
Fundadora y Directora Académica
de la Institución Fernando Ulloa
Escritos y herramientas clínicas
para la práctica psicoanalítica
19

Psicoanálisis e Institución

Creo que hice lo necesario para tornar accesible


a los demás lo que yo sabía y cuya experiencia efectué.
Sigmund Freud

La gran cantidad de servicios de psicopatología que los psi-


coanalistas sostienen a través de su práctica profesional en
los hospitales generales, centros de salud, salas comunales y
similares, a pesar de realidades sumamente adversas, contesta
de hecho una pregunta que aún hoy se formula: ¿es posible el
ejercicio del psicoanálisis en una Institución?
Es altamente destacable el grado de respuesta que des-
pierta la oferta psicoanalítica en el ámbito institucional, re-
flejada en una concurrencia de pacientes tan numerosa, que
hace necesaria la implementación de largas listas de espera.
Por constituir esto último un hecho corriente, elevaremos
a la categoría de prejuicio el enunciado que ubica al psicoanálisis
“como una sofisticación que como tal está destinada a unos pocos”,
prejuicio que suele ser usado tendenciosamente.
Este es un argumento que se esgrime, así lo creemos,
con la finalidad de justificar la disminución creciente de los
servicios de psicopatología y también –por qué no decir-
lo– resulta funcional al pedido que a los profesionales se les
formula: que ejerzan como psicoanalistas en el ámbito privado,
pero que implementen otro tipo de tratamiento en las Instituciones.
Decimos que esto es imposible. Porque un psicoanalista ejerce
su práctica desde un saber que anida en la teoría, pero que
fundamentalmente remite a su propio análisis (pilar de la
formación). Es por esto que hablamos de un “saber hacer” que
20 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

no es extrínseco al psicoanalista, no es posible regularlo a vo-


luntad, como sería ponerlo entre paréntesis en algún lugar
y darle curso en otro. Si ese “saber hacer” está en función,
no será una cuestión espacial (el ámbito en donde se despliega)
aquel que formalice su límite.
Y esto es muy importante porque de ninguna manera se
trata, tal como Sigmund Freud lo hace saber, de no ubicar
los límites del psicoanálisis (esta postura también acarrea
efectos nefastos), sino de ubicarlos desde las dos perspecti-
vas en que estos últimos operan.
Una de estas perspectivas es de orden estructural, la que
refiere a la imposibilidad de analizar todo (también de
educar todo o de gobernar todo), en tanto siempre quedará
un resto que no se deja atrapar. En este sentido Freud es co-
herente con la manera que define la cura: aquel proceso que
dirige al sujeto de su “miseria neurótica al infortunio corriente”, a
lo real de la vida, o lo que es lo mismo, aquello que de la vida resulta
imposible de reducir.
La otra perspectiva desde la cual podemos hacer alusión
a los límites del psicoanálisis hace referencia al análisis del
analista, en tanto serán sus complejos no analizados los que ofi-
ciarán de puntos ciegos en la percepción analítica.
Ya en el año 1910, Freud mismo pudo pensar la exten-
sión del psicoanálisis a otros terrenos más allá de la práctica
privada, bajo la cual fuera concebido, precisamente porque
los límites no los ubicó ni en la geografía, ni en las condiciones so-
cioeconómicas de los consultantes. Citemos un párrafo de Nuevos
Caminos de la Terapia Psicoanalítica:

Ahora supongamos que una organización cualquiera nos


permitiese multiplicar nuestro número hasta el punto de
poder tratar grandes masas de hombres, mientras que por
otro lado puede preverse que alguna vez la conciencia mo-
Miriam Mazover 21

ral de la sociedad despertará y le recordará que el pobre no


tiene menos derecho a la terapia anímica que los que se le
acuerdan en materia de cirugía básica.
Se crearán entonces sanatorios o lugares de consulta a los
que se les asignarán médicos de formación psicoanalítica,
quienes aplicando el análisis volverán más capaces de re-
sistencia y productivos a hombres que de otro modo se
entregarían a la bebida; a mujeres que corren el peligro de
caer quebrantadas bajo la carga de las privaciones; a niños a
quienes solo les aguarda la opción entre el embrutecimien-
to o la neurosis. Estos tratamientos serán gratuitos.
Puede pasar mucho tiempo para que el Estado sienta como obli-
gatorios estos deberes, con lo cual es posible que sea la beneficencia
privada la que inicie tales institutos. De todos modos, alguna vez
ocurrirá.
Cuando suceda, se nos planteará la tarea de adecuar nuestra
técnica a las nuevas condiciones. Es muy probable que en la
aplicación de nuestra terapia nos veamos precisados de aliar
el oro puro del análisis con el cobre de la sugestión directa. Pero
cualquiera que sea la forma futura de esta psicoterapia para
el pueblo, y no importa qué elementos la constituyan final-
mente, no cabe ninguna duda de que sus ingredientes más
eficaces e importantes seguirán siendo los que ella tome del
psicoanálisis riguroso. Ajeno a todo partidismo.

Como se verá, este párrafo conlleva un valor predictivo,


pero fundamentalmente nos habla de una toma de posición
respecto a una ética: no se hace distingo del que sufre en función
de su condición socio-económica. Entonces, y a pesar de las va-
riantes del dispositivo institucional con respecto al clásico
del ámbito privado, el psicoanalista deberá tender a “dar oro
y no cobre”. Realizar su práctica en el ámbito institucional de
ninguna manera lo habilitará a degradarla.
Sabemos efectivamente que hay dos variables del dispo-
sitivo psicoanalítico clásico que en una Institución sufren
22 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

alteraciones considerables. Son las que atañen al tema del


tiempo y del dinero.
A diferencia de los tratamientos privados, los tratamientos
institucionales tienen un límite en lo que al tiempo respecta
(sobre este punto nos vamos a detener más adelante). Este es
el real de toda Institución. Si los plazos no existieran, no ha-
bría circulación de pacientes: mientras que la duración de un
“tratamiento psicoanalítico estándar” no se puede estimar de
antemano, sepamos que por la espesura de la trama neuró-
tica, de consumarse a fondo, implicará necesariamente tiempos
largos. No nos olvidemos que el análisis produce cambios sobre
la economía libidinal de un paciente.
En lo que refiere al dinero, más allá de cómo el procedi-
miento esté instrumentado en cada Institución en particular
(gratuidad, bono cooperadora, bono contribución), el pacien-
te no le paga al analista.
Surge la legítima interrogación acerca de cuál sería el abor-
daje bajo estas circunstancias. Nuestra experiencia nos hace
arribar a que es el procedimiento analítico el que mejor sabe
convertir los obstáculos –si de esta manera se presentaran
en la escena transferencial– en motores de la investigación
subjetiva.
El sufrimiento de quien consulta, más allá de dónde nos
consulte, halla siempre su razón de ser en fijaciones libidina-
les, que por estar reprimidas, son inmemoriales, y por esquivar la
castración, son incestuosas. Un ejemplo clínico institucional en
relación al pago del bono voluntario sería: que un sujeto
cuya configuración pulsional reviste un corte predominan-
temente anal, intente pagar, muy posiblemente, un monto
menor de lo que “objetivamente” puede, en tanto el dinero
es un equivalente simbólico de las heces, tal como Freud nos
lo enseñara.
Miriam Mazover 23

El analista sostenido desde su función –deseo de analista, que


tanto difiere con el de su persona y sólo por eso es abstinen-
te1– está en condiciones de leer la trama cifrada de esta otra reali-
dad, la realidad psíquica, despegándose de todo comentario crítico,
como puede ser atribuirle al paciente que es una persona
avara, en tanto son apreciaciones que solo apuntan al esta-
tuto de la conciencia, y como tal, al registro de la voluntad.
Es mi intención avanzar a continuación sobre la posición
del analista en la clínica institucional.
Muchos años de experiencia en el ejercicio del psicoanálisis
clínico en las Instituciones, así como la de tantos colegas, me ha
permitido corroborar que los tiempos de inicio de un tratamiento
fundan al psicoanálisis vez por vez. Mi hipótesis, que luego inten-
taré explicitar, es que si esto finalmente acontece es porque el
psicoanalista con su práctica sostiene lo verdaderamente pro-
pio de cualquier tiempo fundacional: instalar futuro por no eludir
presente. “Tratamiento institucional” suele ser el nombre que
reciben los inicios, si se desarrollan en un marco institucional.
Desplegaremos ahora la pregunta: ¿de qué posición habla-
mos –la del analista– en los inicios de un tratamiento, si de fundar
el psicoanálisis se trata?
Para trabajar este concepto me ha servido de mucho re-
leer a Freud en textos tales como Iniciación al Tratamiento y
la lección número XXVII de Introducción al psicoanálisis: La
Transferencia. Presentaré a continuación tres citas con el fin
de interrogarlas.
a) “El ensayo previo [lo que hoy con Jacques Lacan lla-
mamos entrevistas] ya es el comienzo del psicoanálisis y tiene
también una motivación diagnóstica”;

1
Abordaremos en profundidad los conceptos de “deseo del analista” y
“abstinencia” en los próximos capítulos.
24 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

b) “Hay que aclarar que la transferencia como fenómeno


surge en el paciente desde el comienzo”;
c) “La primera meta del tratamiento es allegarlo al paciente
a la persona del médico, para eso hace falta darle tiempo”.
Comencemos con la primera interrogación propuesta:
¿desde qué lugar poder pensar genuinamente una afirmación fuerte
como “en el comienzo está el psicoanálisis”?
Freud decía que es sólo desde la experiencia que proporciona
el análisis personal (esa que situábamos como pilar de la forma-
ción) que se extrae la convicción de la existencia del incon-
ciente. El analista sabe desde ahí que somos sujetos divididos
entre un saber que conocemos –en este sentido es vivido como
autónomo– y una verdad que ignoramos y que a la vez nos deter-
mina, esa que apunta al carozo de nuestro ser.
Si nos hallamos frente a un analista en función, opera
desde esta convicción más allá de los tiempos de formación
en que se encuentre.Y es por este motivo que su escucha será
desde el comienzo analítica –si por tal entendemos aquella que
se opone a la síntesis– y, por lo tanto, le permitirá atender a
hiancias, a las puntuaciones discontinuas de un discurso, es
decir, a aquello que señala lo que queda en los intersticios
del decir.
Continuemos con la segunda cita haciéndonos la pre-
gunta que le compete: ¿desde qué lugar se puede pensar la per-
tinencia de la frase “hay que aclarar que la transferencia como fenó-
meno surge en el paciente desde el comienzo”?
En el texto Dinámica de la transferencia, Freud expresa:

No corresponde anotar a la cuenta del psicoanálisis aquellos


caracteres de la transferencia, sino atribuírselos a la neurosis.
No es correcto que durante el psicoanálisis la transferencia
se presente más intensa y desenfrenada que fuera de él. En
institutos en donde los enfermos nerviosos no son tratados analí-
Miriam Mazover 25

ticamente, se observan las máximas intensidades y las formas más


indignas de una transferencia que llega hasta el sometimiento.

De lo expuesto en este párrafo deducimos que la transfe-


rencia halla su razón de ser en la estructura. Entonces podemos
preguntarnos: ¿a qué se debe?
Cuando hablamos de estructura neurótica, partimos del su-
puesto de que en tiempos instituyentes la ecuación “niño
equivalente pene” sostenida desde la premisa universal del falo
(premisa del lenguaje, porque en lo real a la mujer no le falta
nada) es una ecuación lograda, por cuanto en este tiempo que
es constitutivo, el niño se identifica (identificación imaginaria)
como siendo el falo que a la madre le falta. Se transfiere como objeto,
taponando la falta en la madre. Es un tiempo necesario porque
para dejar de serlo, primero hay que haberlo sido.
Es por esta razón que el neurótico, como ya nos lo ad-
vierte Freud, pone a jugar en la vida su capacidad de trans-
ferencia; esta le es estructural y oficia de marco para todas las
relaciones que establece.
Este es el motivo por el cual un analista debe estar adver-
tido de que, por conformar un hecho de estructura, lo que
diga y especialmente cómo lo diga, entra a formar parte del
terreno transferencial desde el comienzo (puede ser ya desde el
mismo llamado telefónico).
Entonces, si de entrada nos encontramos con un sujeto
que posee estructuralmente esta capacidad de transferencia
y, también desde el comienzo, un analista que lo escucha en
posición de tal, nos podemos preguntar qué maniobra le cabe
al analista para propiciar el armado de la escena analítica. Dicha
cuestión nos conduce a nuestra última cita.
Siguiendo a Freud, en su texto nos responderá: “Ligarlo a
la persona del médico”. En otro párrafo agrega “a la autoridad
26 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

del médico”, y sostiene, escuchémoslo: “Para eso hace falta


darle tiempo”.
Sin esta ligazón progresiva que un analista intentará promo-
ver y que tenderá a vincularse con el prestigio y el respeto
(soportes del concepto de autoridad), no termina de armarse la
condición necesaria (libidinal) para la apuesta analítica. No sin la
ligazón. No sin el tiempo para que se produzca.
Al respecto en otro párrafo del mismo texto afirma:

Se debe condenar el procedimiento que querría comunicar al paciente


las traducciones de sus síntomas tan pronto las coligió, o más aún,
que vería un triunfo particular arrojarle a la cara esas “soluciones” en
las primeras entrevistas. A un analista ejercitado no le resultará
difícil escuchar nítidamente audibles los deseos retenidos de
un enfermo ya sea en sus quejas y/o en su informe sobre la
enfermedad, pero qué grado de irreflexión hace falta para revelarle
a un extraño no familiarizado con ninguna de las premisas analíti-
cas, y con quien apenas se ha mantenido trato, que él siente un apego
incestuoso con la madre, abriga deseos de muerte contra su esposa a
quien supuestamente ama, etc. Según me he enterado, hay analistas
que se ufanan de tales diagnósticos instantáneos y tratamientos a la
carrera, pero yo advierto a todos que no deben seguir esos ejemplos.
De esa manera uno se atraerá un total descrédito sobre sí mismo
y sobre su causa, y provocará las contradicciones más violentas:
haya o no acertado, en verdad la resistencia será tanto ma-
yor mientras mejor acertó. Por lo general el efecto será nulo
y la intimidación definitiva ante el análisis.

Estamos en condiciones de preguntarnos por qué produce


estos efectos devastadores intervenir de esta manera, sin esperar la
ligazón a lo que el autor llama aquí “la autoridad del médico”.
Vayamos a la conferencia Sobre la transferencia, no sin antes
resaltar el grado de agudeza del concepto que a continua-
ción comentaremos, al que además propongo como pieza
clave de nuestro quehacer. Dice así:
Miriam Mazover 27

Lo que decide el resultado de cualquier intervención no


es la penetración intelectual sino la relación con el médico,
porque en la medida en que su transferencia es de signo
positivo reviste al médico de autoridad y presta creencia
a sus comunicaciones y concepciones, sin esta transferencia
o si ella es negativa, ni siquiera presta oídos al médico o a sus
argumentos.
La creencia repite entonces su propia historia: es un retoño
del amor y al comienzo no necesitó de argumentos. Sólo
más tarde admitió examinarlos siempre que les fueran pre-
sentados por una persona amada.
Argumentos sin semejante apoyo nunca valieron y en la
mayoría de los hombres nunca valen.

Para que la transferencia, desde la perspectiva analítica,


encuentre oportunidad de instalarse, se necesita –así lo ad-
vertimos– tanto del discurrir del tiempo cronológico como de la
investidura de un amor sublimado sobre el psicoanalista.
De desarrollarse el tratamiento en una Institución, se
nos hará posible situar la instancia recién mencionada en el
tiempo aquel en donde el paciente realice el pasaje del pun-
to de partida (el nombre del establecimiento al que concurre) al
nombre singular del analista que lo atiende.
Retomando la pregunta que arriba nos formuláramos:
¿de qué posición hablamos –la del analista– en los inicios de
un tratamiento, si de fundarlo se trata? Diremos que estamos
en condiciones de afirmar que no importa dónde lo encuentre
el paciente al analista; si la propuesta es fundarlo, interesa cómo lo
encuentre.
Para concluir agregaremos que, si se dispone y procura
desde su posición no desmentirlo, estimará los inicios de un
tratamiento como un tiempo preciado, por significar una ocasión
que marca un antes y un después para quien nos consulta.
Nadie sale igual –en el sentido estricto del término– si hizo
28 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

la experiencia de haber sido alojado en su condición de sujeto. Si


finalmente esto es lo que ocurre, es porque no se ha esca-
moteado presencia –que será de analista–, se ha dispensado a su
vez genuino interés por la problemática –que será abstinente– y se
ha otorgado buen trato, uno de los principales nombres que
recibe la consideración del otro como alteridad.
En una Institución se agrega un hecho mayúsculo como
es el que un paciente pase de ser alguien identificado con un
número de historia clínica, a ser un sujeto con nombre y apellido
propio, para quien a partir de allí será su analista.
Instituir las coordenadas de la dignidad humana, desde los ini-
cios, es función del analista, vía su presencia. Un primer acto
analítico, en tanto agujerea la mortificación que el sufri-
miento psíquico inflige al sujeto. Herramienta potente del
psicoanálisis, desde donde el psicoanalista talla futuro porque
puede usarla en cada tiempo presente.
29

Reflexiones clínicas sobre la Ternura

La ternura crea el alma como


patria primera del sujeto.
Fernando Ulloa

En estos tiempos difíciles y complejos para la humanidad en su


conjunto, y para todos nosotros, habitantes de este país, consi-
dero pertinente ocuparnos de diferentes conceptos que produ-
jo Fernando Ulloa atinentes a la práctica clínica psicoanalítica.
Los mismos fructificaron –salieron a la luz, vaya la para-
doja– en los tiempos oscuros de la última dictadura militar
y, asimismo, de su posterior y activa labor en los Organismos
de Derechos Humanos, en donde Ulloa se destacó como
perito psicológico de las Abuelas de Plaza de Mayo, traba-
jando con ellas y con los nietos desaparecidos y su ulterior
restitución, en no todos los casos, lamentablemente.
Abordaremos en este escrito sus reflexiones acerca de la
noción de Ternura.
A la Ternura, nos dice Ulloa, equivocadamente se la asocia
en la mayoría de las oportunidades con la debilidad y no con
la fortaleza. Ulloa despliega un desarrollo conceptual, repleto
de matices, respecto de la Ternura y la eleva a la categoría de
Institución, por su carácter fundacional y creativo.
Inicialmente es la instancia parental quien, frente a la invalidez
infantil propia del sujeto al nacer, oficia –en el sentido de “brinda”–
la ternura como respuesta a esta total indefensión.
“Por este motivo la ternura se convierte en el escenario
mayor donde se da el rotundo pasaje del sujeto, nacido cachorro
animal, a la condición pulsional humana”, nos enseña Ulloa.
30 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

La ternura dota a quien la oficia de dos habilidades: la


empatía y el miramiento.
La empatía permite que la madre, o quien cumpla esta fun-
ción, reconozca por qué llora el niño, y en este sentido, quede
garantizado el suministro de calor, alimento, arrullo y palabra.
El miramiento, por otra parte, le posibilita a la madre mirar
con amoroso interés al niño, al mismo tiempo que lo distingue como
sujeto ajeno a ella misma, germen de autonomía del futuro sujeto.
En el infans se va produciendo memoria, que no hace re-
cuerdos pero que, sin embargo, ni más ni menos, crea el alma
como patria primera del sujeto.
Como producto del ejercicio de la ternura parental, se
produce la humanidad humanizadora, al decir de Ulloa,
por crear el alma del sujeto, y también, otra condición solamen-
te humana, la ética.
Sólo alguien que pudo vivenciar la existencia y la bondad
de un suministro ajeno a él, puede confiar en su existencia,
se hace sensible a lo que es y no es justo, para sí y para los
demás, y puede confiar, a futuro, en sus propias posibilidades
de otorgarlo a otros. Esta es la base de la fundación e instalación
de un sujeto ético. Por este motivo, Ulloa afirmaba que la ética
es una instancia que no se enseña, sino que se produce.
Resulta magistral, por lo valioso, el desarrollo que hace-
mos del concepto de Ternura, de su contrapunto, la inva-
lidez infantil y, fundamentalmente, de sus consecuencias e
implicancias para el sujeto infantil y para el posterior sujeto
adulto.
Sin embargo, se vuelve de una envergadura inestimable
cuando Fernando Ulloa nos advierte que la Ternura puede y
debe ser ejercida a lo largo de la vida de un sujeto, inmerso en una
sociedad, por los distintos actores e instituciones que la compon-
gan y representen.
Miriam Mazover 31

Su ejercicio, por parte de los recién mencionados, promueve


eficacia subjetiva y ética, así como su fracaso produce estrago.
En relación a nuestro cotidiano hacer clínico como psi-
coanalistas, el alcance de la conceptualización de la Ternura
no es menor, y resulta un aporte de merecido reconoci-
miento al psicoanálisis argentino.
La observancia clínica que nos compete como psicoa-
nalistas es, en principio, que quien nos consulta lo hace en una
situación de invalidez subjetiva –ya no estructural como en la
infancia– frente al sufrimiento que lo apremia.
Recordemos lo que arriba señaláramos: el contrapunto de
la invalidez, que promueve efectos subjetivos y éticos, es el ejercicio
de la Ternura por parte de quien tiene que asistirlo/la.
Entonces, ¿cómo puede el psicoanalista, desde su fun-
ción, utilizar la Ternura como suministro integrándola a la
técnica?
En primer lugar y esencialmente, deberá sentirse afectado,
en el sentido de resonancia íntima, por quien nos deman-
de ayuda; de esta forma podrá, al decir de Ulloa, inclinarse
frente al sufrimiento de la persona a quien debe asistir.
Para que este movimiento se produzca en el clínico, será
necesario alejar el psicoanálisis de las “tentaciones indolen-
tes”. El clínico debe ejercer sí la abstinencia, entendida
como la privación de proyectar nuestros propios ideales y/o anhelos
sobre el paciente. A esto se lo denomina “neutralidad del
analista”.
Ahora bien, la abstinencia nunca debe ser confundida con la
indolencia, que anula al analista y su capacidad de tener reso-
nancia íntima con los decires y el sufrimiento del paciente,
también con su pedido de ayuda.
Incluso, en este punto particularmente, aconseja mencio-
narle al paciente el matiz que escucha de su sufrimiento. No
32 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

es lo mismo decirle “Usted está triste” a “Usted está preocu-


pado, enojado, desesperado, desesperanzado”.
Retomando la pregunta antes formulada acerca del clíni-
co, oficiando Ternura como parte fundamental de la técnica,
junto con la empatía recién mencionada, nombraremos el
buen trato. Otro componente fundamental de la Ternura.
Fernando Ulloa va un poquito más allá aún y nos recuer-
da que, etimológicamente, tratamiento viene de buen trato.
Repasemos: Empatía, Miramiento y/o consideración hacia
el otro, y buen trato, son los componentes intrínsecos de la Ternura,
elevada a la categoría de Institución. Es una Institución, re-
cordemos, por su carácter fundante de humanidad humanizadora
y ética subjetiva.
En ese detalle que aludía Ulloa, el de que la Ternura ten-
dría que ser ejercida en los distintos tiempos de la subjeti-
vidad (niñez, pubertad, adolescencia y adultez) por los ac-
tores de la sociedad, y la observancia que hace respecto del
ejercicio clínico, vocación mediante, de nuestra disciplina,
logra hacer una máxima e invaluable contribución a nuestra
técnica analítica.
La técnica del psicoanálisis, alejado de la indolencia, si se ejerce
con Ternura y buen trato, funda sujetos deseantes, más justos consi-
go mismos y con los otros, dotados de un basamento ético que, por
distinguir valores, mejora sus vidas y las de sus semejantes.
Tal como venimos plasmando en estos capítulos, estos
desarrollos, entre otros, marcan la tendencia y la orientación
académica-clínica de la Institución Fernando Ulloa en su
acontecer cotidiano.
33

Reflexiones clínicas sobre la Mortificación


y la Práctica clínica psicoanalítica

Es en el escándalo de la marginación y sus miserias


donde el sujeto aparece en situación de máxima emergencia.
Fernando Ulloa

Tal como lo hemos conceptualizado anteriormente, la Ter-


nura, al modo al que la define Fernando Ulloa, es el escenario
mayor donde se da el rotundo pasaje del sujeto –nacido cachorro
animal y con un precario paquete instintivo– a la condición
pulsional humana. Es motor primerísimo de la cultura, y en sus
gestos y suministros habrá de comenzar a forjarse el sujeto ético.
Así, la Ternura crea el alma como patria primera del sujeto.
En función de sus atributos básicos, la Ternura será abrigo
frente a los rigores de la intemperie, alimento frente a los
del hambre y, fundamentalmente, buen trato, como escudo
protector ante las violencias inevitables del vivir. Una vez
más, recordemos que de “buen trato” proviene tratamiento, en el
sentido de cura.
Esta breve introducción nos servirá para analizar otro
concepto de Ulloa, también fundamental para la práctica
clínica cotidiana: el de la Mortificación. Diremos en prin-
cipio que la Mortificación es el paradigma opuesto a la Ternura.
Una breve digresión, no por ello menos importante, con-
siste en relatar que por primera vez este término fue nom-
brado en un reportaje público que le hicieran al autor, en
donde le preguntaban su opinión acerca de un rasgo de la
época, marcada por una notoria merma de las relaciones
sexuales, es decir, de la producción erótica.
34 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

Es allí donde, por primera vez, Ulloa nombra con carác-


ter de causa esta anomalía, aquella que denominará “cultura
de la mortificación”. Él mismo nos relata que su inten-
ción fue nombrar, nominar, un matiz del sufrimiento social
contemporáneo. En donde, como característica más prevalente,
se haya un marcado empobrecimiento subjetivo, del que a su en-
tender proviene, entre otras tantas importantes vicisitudes, la
merma en la producción erótica.
Para sorpresa del propio Ulloa, la denominación Cultura
de la Mortificación causó tal revuelo que lo llamaron de
distintos medios, ámbitos, e incluso le hicieron llegar cartas
en forma personalizada para que desarrolle este concepto.
Según su propia lectura, indudablemente, había nombra-
do con justeza un matiz emocional significativo de la época, lo
que produjo –como suele ocurrir cuando se entra en reso-
nancia con el otro– pensamiento y diálogo, así como una
producción transferencial con expectativas de alivio. Algo
similar a lo que ocurre con un sujeto cuando nos pide ayu-
da por los avatares neuróticos que lo han paralizado. En este
sentido, Ulloa nos recuerda que la clínica psicoanalítica no pro-
mete la felicidad, pero tampoco la desmiente, en la medida en que
pretende aportar algún alivio.
Continuando entonces estas reflexiones, diremos que el
concepto de Mortificación no alude sólo a la obvia conjun-
ción de sufrimiento y muerte del sujeto, sino fundamental-
mente a la de Mortecino, entiéndase un sujeto falto de fuerza,
apagado, sin viveza, malhumorado, portador de un cansancio soste-
nido, aquello que hoy se denomina fatiga crónica.
Por si todo esto fuera poco, el daño de la Mortificación
–como al principio decíamos, que nombra a la subjetividad
de nuestra época– es aún mayor para el sujeto, ya que sobre
él observaremos una creciente desaparición de la valentía, una
Miriam Mazover 35

disminución de la inteligencia y del deseo para la acción. Se apaga


así el accionar crítico y el autocrítico, y en su lugar se instala la
queja que encuentra como soporte las debilidades del sujeto, más
que a sus fortalezas. En este escenario, Ulloa introduce otro
concepto fundamental, el de “encerrona trágica”.
La encerrona trágica la define como toda situación en donde un
sujeto para vivir, trabajar y/o recuperar salud, depende de alguien o
de algo que lo maltrata, o lo destrata, sin tener en cuenta su situa-
ción de invalidez.
Se crea, de esta forma, una situación sin salida que pro-
voca dolor psíquico. Este dolor psíquico, nada más ni nada
menos, es el germen que funda la Mortificación que estamos
considerando en este capítulo, tan cara para nosotros, como
sujetos que habitamos estos tiempos.
Llegado a este punto, nos preguntamos qué diferencia a
favor puede hacer un psicoanalista cuando aborda a un sujeto que,
con su particular estructura, forma parte del colectivo de esta
época, en dónde se despliega este particular sufrimiento.
Sabemos la importancia fundamental que tanto S. Freud
como J. Lacan le dieron al cruce entre lo subjetivo y lo so-
cial, en tanto el sujeto se inscribe en un orden simbólico que
excede lo individual. En principio, sostenemos la importancia
que tiene inteligir, con intimidad resonante, el malestar de la cultura
de nuestro tiempo, para luego poder abordarlo.
Fernando Ulloa traza un camino y es que el psicoterapeuta
podrá oficiar de tercero que rompa la encerrona, entre edípica y
real, en la que el sujeto se encuentra inmerso, ofreciendo desde
este lugar tercero y como antídoto la Ternura, que como en los
capítulos precedentes afirmábamos, toma en cuenta la inva-
lidez subjetiva de quien consulta por su sufrimiento.
Esta invalidez, reiteramos, no es sólo la infantil, sino que
ella se reedita cada vez que un sujeto pide ayuda –siempre a
36 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

su manera– para aliviar su malestar. A diferencia de la escena


que propone la encerrona, le mostraremos en acto la posibilidad
de salida, le abriremos las puertas de la confianza amiga, y le
opondremos al destrato, el buen trato, como equivalente de cura.
Queda bajo la responsabilidad del analista, sostenida en la
firmeza de su vocación, evitar que la encerrona trágica que
subsume al paciente (entre edípica y real), causa de la Morti-
ficación, dé paso a la resignación. Si de hecho esto ocurriera,
cae la propuesta subversiva que el psicoanálisis promueve y que es
que el sujeto no ceda, sino por el contrario, asuma su deseo.
Si por el contrario, y esto es lo que se espera, el terapeuta
sostiene la apuesta analítica, afianzada en su vocación por el
inconciente y su consiguiente proceder ético, poco a poco, del
lado del paciente se irán produciendo las condiciones de posi-
bilidad que le permitan el pasaje del padecimiento “actual”, en el
sentido de actualizado, a un sufrimiento historizado y a un progre-
sivo adueñamiento del cuerpo para el deseo y los consiguientes actos.
En relación al ejercicio del psicoanálisis en las Institucio-
nes, Ulloa afirmaba:

Tan extendido resulta este destrato en el ámbito asistencial, que con


frecuencia, cuando en una Institución de esta naturaleza alguien reci-
be una atención considerada, suele pregonar las singulares excelencias
de esa Institución hasta en las cartas de lectores de un diario.

Es y seguirá siendo siempre nuestra intención transmitir y pro-


fundizar sobre estas temáticas, tal cual las venimos desarrollan-
do –la Ternura, la Mortificación, la Encerrona Trágica– para
acrecentar y enriquecer el equipamiento teórico y metodológico del
analista, con la finalidad de ponernos a la altura de las circuns-
tancias sufrientes del paciente y de los malestares epocales que lo
atraviesan.
37

Reflexiones clínicas sobre la Posición


del Analista y el Proceder Clínico

Tratamiento, etimológicamente, viene de buen trato.


El buen trato es el escudo protector frente
a las violencias inevitables del vivir.
Fernando Ulloa

Este capítulo tiene el propósito de abordar los aportes de


Fernando Ulloa acerca de la función del analista y sus pro-
cederes clínicos, en tanto resultan competentes, novedosos
y, fundamentalmente, nos ayudan a ensanchar la eficacia de
nuestro accionar clínico.
En primer término diremos que Ulloa ubica al clínico
inseparable de su vocación, si por ella se entiende, la práctica de
un oficio que termina por ser una manera de vivir. Etimológica-
mente se define a la vocación como la “inclinación e interés
que siente en su interior una persona para dedicarse a una
determinada forma de vida”.
En el caso del clínico, nos dirá que la vocación que lo
atraviesa es una vocación por el inconciente y por ayudar a aliviar el
padecer de quien consulta por el sufrimiento psíquico. Este último
deriva de la universal condición conflictiva que atraviesa al
sujeto, a la que se le suman los infortunios del cotidiano vivir.
De la vocación nace el deseo de analista. Sin embargo, Ulloa
nos advierte de la peligrosidad que tiene la práctica del psi-
coanálisis basada sólo en la legitimidad del deseo del analis-
ta. Esto último deberá estar, así lo considera, regulado por el
compromiso, entiéndase a este último como “la capacidad que
tiene el ser humano para tomar conciencia de la importancia
38 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

que tiene cumplir con el desarrollo de su labor, poniendo al


máximo sus capacidades para sacar adelante la tarea enco-
mendada”.
Vocación y compromiso pasan a ser dos caras de la misma mone-
da. “Aquello por lo que se me pudo ubicar sino entre los ana-
listas más convocados, sí entre los más encontrados, por no retacear
presencia”, afirmaba Ulloa.
Siguiendo en esta línea, hace también hincapié en la ne-
cesariedad de que haya en el psicoanalista aquello que de-
nomina “sencillez de la coherencia”, por ello se entiende
la congruencia y la cohesión que debe existir entre la teoría y la
práctica, entre lo que se dice y lo que se es, entre ser y decir. “El
clínico es lo que dice y hace”, advierte el autor.
Un clínico, entonces, debe reunir tres condiciones funda-
mentales que habilitan su ejercicio: vocación, compromiso
y ética. De esta última, Ulloa observa: “La ética, como la
vocación, resulta una manera de vivir que no se enseña, se
practica”.
Entonces, démosle paso ahora a la posición del analista
en la práctica. ¿Qué pensaba Ulloa? ¿Cuáles son sus contri-
buciones singulares?
Comenzaremos por decir que Ulloa destacaba que en
la clínica psicoanalítica, resulta muy importante mantener
la mayor lealtad a lo que allí acontece, y poca fidelidad a lo
que la “tradición presupone que debe acontecer”. En este
sentido, se deberá poner el acento en el modo en que el sujeto
cuenta lo que cree saber o ignorar de sí mismo. Este es un indica-
dor clínico muy importante acerca del paciente.
Al concepto de “atención flotante” de Freud, que re-
fiere a que el analista no tiene que coartar nada de lo que escucha,
Ulloa le añade lo que él denomina “atención psicoanalí-
tica”, la cual alude a prestar atención a la enunciación, es decir,
Miriam Mazover 39

al modo en que se enuncian los enunciados. Escuchar es dar oí-


dos al modo en que se expresa el sujeto, porque el estilo habla
del que está hablando.
El analista deberá promover, dar lugar a la intimidad, que per-
mite escuchar y decir con resonancia. Para que esto ocurra, ten-
drá que dejarse atravesar por los decires y, principalmente, por
la enunciación del paciente; si así lo hace, vibrará en la misma
frecuencia.
Esta escucha atenta que lo involucra, deberá ser además
considerada con la finalidad de fomentar, no sólo una lec-
tura clínica por parte del analista, sino también el respeto
y la confianza del lado del paciente, fundamental para la
instalación de la transferencia. Ella es el lugar donde se despliega
el inconciente.
Aconseja Ulloa “no entender antes de entender”, y así no
diagnosticar prematuramente. Cada entrevista debe ser tomada
como una oportunidad, que puede ser la única, y si es la primera,
toma fundamental importancia por su valor inaugural.
Asimismo, nos advierte estar siempre atentos de no for-
mar el “carácter psicoanalítico”, si por ello se entiende la
anulación de la creatividad del propio clínico. Si bien ella se apo-
yará siempre en basamentos conceptuales y metodológicos
firmes, tendrá que ser vivaz, imaginativa, y presentarse a dia-
rio en la clínica como una manifestación del infantil sujeto
que siempre nos habita. Observa Ulloa:

La disciplina reducida a gestos, entierra la aptitud y las ap-


titudes clínicas. Serán sus actos los que hablarán del psi-
coanalista, sin tener que hablar demasiado del psicoanálisis.
Cuando se trabaja con la gente y se desea preservar la singularidad
de cada sujeto, es más necesaria la creatividad que oficia, que la
regularidad que profesa. Siempre le daremos más importancia a
aquello que se va a instituir, que a lo ya instituido.
40 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

Otra enorme contribución que le debemos a Ulloa es la


precisión con la que aborda el concepto de “abstinencia
en psicoanálisis”. Nos dice: “A la abstinencia, en muchas
oportunidades, se la confunde con la indolencia, y esto promueve
la iatrogenia de nuestra práctica”. Del diccionario “iatroge-
nia” definida como el daño a la salud de una persona, causado o
provocado por un acto médico involuntario.
La abstinencia es una regla ética por la cual el analista se
priva, en el sentido de que renuncia, a tener un proyecto
que defina como debe curarse un paciente, qué le conviene
y qué no le conviene hacer en su vida. La función del analista
es asumir la dirección de la cura, sin marcar ninguna dirección que
planifique la historicidad dinámica, presente y futura, del paciente.
Ahora bien, como recién lo mencionábamos, de ninguna
manera la abstinencia debe confundirse con la indolencia, ya que
esta última define la insensibilidad frente al padecimiento del sujeto.
Dentro de la función de analista está la condición de vibrar
en la misma frecuencia con la que lo hace el paciente cuando
nos relata acerca de su sufrimiento, prestando atención, en
el sentido de escucha, y brindando también nuestra disposi-
ción a ayudarlo. Afirma Ulloa:

Tarde o temprano, el paciente necesita poner a prueba nuestra


disposición para ayudarlo.
La disciplina abstinente, cuando está bien incorporada, no se
hace notar.
A la manera de un arte marcial, no es ausencia ni reticencia, es
dar lugar al otro, a la invalidez sufriente del que demanda ayuda.

Muy lejos se ubica, entonces, la abstinencia de la indolencia, que


en muchas ocasiones, como venimos diciendo, se confunde.
En este punto es muy importante situar otro concepto
que el autor denomina “hospitalidad del dispositivo”,
Miriam Mazover 41

imprescindible en aquello que el clínico otorga, teniendo en


cuenta que la transferencia es el escenario mayor del inconciente.
Así nos lo dice Ulloa:

La hospitalidad se ofrece, o no se ofrece, al extranjero, a lo extran-


jero, a lo ajeno, a lo otro.
Y lo otro, en la medida misma que es lo otro, nos cuestiona, nos
pregunta.
Nos cuestiona en nuestros supuestos saberes, en nuestras certezas,
en nuestras legalidades, nos pregunta por ellas y así, introduce
la posibilidad de cierta separación dentro de nosotros mismos, de
nosotros para con nosotros.
Introduce cierta cantidad de muerte, de ausencia, de inquietud, allí
donde tal vez nunca nos habíamos preguntado, o donde hemos
dejado ya de preguntarnos. Allí donde tenemos la respuesta pronta
entera, satisfecha, la respuesta, allí donde afirmamos nuestra segu-
ridad, nuestro amparo.
Amparamos, pues, a lo otro, al otro, lo alojamos, hospitalariamente
lo hospedamos, y eso otro, y eso otro ahora, amparado por nosotros
nos pregunta, nos confronta, con ese ahora: nuestro desamparo.

Otro recaudo ético importante es, para Ulloa, que el clí-


nico no se vea tentado de asignar a la mala fe del entrevis-
tado aquello que, por momento, puede llegar a parecer una
mentira.

En última instancia, si se tratara de una mentira, ella constituye


un aspecto importante de su sintomatología. Basta advertir la fre-
cuencia con que un joven terapeuta suele deslizar, insensiblemente,
críticas descalificadoras hacia su paciente, en lugar de datos acerca
de sus síntomas, y puede terminar “hablando mal”, sancionando
al síntoma y peyorizando sintomatología.

Para finalizar este texto sobre la Posición del Analista y


el Proceder Clínico, tomaremos la idea de Ulloa de que el
42 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

psicoanálisis es subversivo, en tanto se propone subvertir, trastocar,


un orden establecido: el que la enfermedad neurótica le impone al
sujeto, limitando su libertad de elección en la vida a través de sus
inhibiciones, sus síntomas y/o sus rasgos de carácter, fuentes eternas
de mortificación. “La única subversión psicoanalítica es la del
sujeto cuando asume su deseo”, afirma el autor.
La posición del analista y su proceder clínico serán cruciales en la
batalla, tal como Freud gustaba llamarla, entre la enfermedad y
las múltiples resistencias a abandonarla, por parte de las instancias
psíquicas más primordiales y reprimidas de la estructura psíquica
del sujeto que se atreva a enfrentarlas.
Sabemos como analistas, así nos lo recordaba Ulloa, que
nunca existe un paciente con tal invalidez para no inscribir
su presencia como sujeto, si por él se entiende, ser capaz de
llevar consigo una “humanidad humanizadora”: sujeto deseante
dotado de un basamento amoroso y ético, que por distinguir valores,
mejora su vida y la de sus semejantes.
43

El secreto de la cura

El analista está inmerso en el amor, y si lo olvida,


se condena a no hacer psicoanálisis.
Julia Kristeva

La triste coyuntura de la pandemia que obligara al plane-


ta entero a tomar medidas de distanciamiento preventivo
y cuarentena, puso a los psicoanalistas ante la inevitable ta-
rea, entre tantas otras, de volver a pensar con detenimiento
el concepto “presencia del analista”. Por supuesto, cada
cual a su manera, teniendo en cuenta que la mayoría de los
analistas y los pacientes continuaron con la clínica en for-
ma virtual y/o comenzaron desde el inicio tratamientos con
esta modalidad.
Les propongo comenzar con la definición de “presencia”
según el diccionario, que en el siguiente orden nombra: 1.
Circunstancia de estar presente o de existir para alguien. // 2.
Apariencia o aspecto externo de alguien o algo.
La acepción del término “presencia” nos abre un camino
en tanto despega el cuerpo físico como única condición para
representar la presencia de alguien.
Por el contrario, increíblemente, pone el acento en el “es-
tar presente”, “estar ahí”, dando cuenta de que el otro entonces
tiene la posibilidad de existir en nosotros, bajo cualquier estado
o condición.
Entenderemos así por qué alguien puede decir de un ser
amado que ya no está: “Siento su presencia más que nunca”,
“Su presencia se hace sentir en todo momento”. Tal como
su definición remite, “presencia” entonces habla sobre la
44 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

condición de existir para el otro, más allá y más acá de su


cuerpo presente.
¿Acaso la presencia del analista para un paciente, o la presencia
del paciente para el analista, se circunscribe sólo a la sesión analítica?
Claro que no. Es por esto que aceptar tomar a un paciente
en tratamiento es un asunto serio. Sabremos que de aquí en más
cobramos existencia en su vida y, claro está, él o ella en la nuestra.
Por este motivo, le haremos saber al paciente –si es necesario
explícitamente– que puede llamarnos cuando lo necesite, por
fuera del día y horario convenido, en tanto la angustia no tiene
calendario y –como decíamos– la presencia se despega del cuerpo.
J. Lacan afirma al respecto: “El analista forma parte del
concepto de inconciente”.
Esta presencia en el sentido que la venimos desarrollando,
debemos saberlo, es la condición por excelencia que posibilita el
armado de la transferencia, que junto a la palabra y el reconocimien-
to de la dimensión inconciente del sujeto, son los pilares de la cura
en psicoanálisis.
Con respecto a la transferencia, Freud deja bien en claro,
y en esto no hubo segundas vueltas, que la transferencia que
motoriza la cura en psicoanálisis es aquella en su vertiente positiva,
la cual denominara transferencia amorosa.
“Sin esta transferencia, o si ella es negativa, el paciente ni
siquiera le prestará oídos al analista. Ningún argumento entra ni
entrará por la vía del intelecto”, nos enseña S. Freud.
Ahora bien, también queda de manifiesto en la obra de
Freud que dicha transferencia no surge de manera espontánea,
sino todo lo contrario, es una construcción que conlleva tiempo
(el primer tiempo de la cura), el cual Freud le asigna al ana-
lista, no al paciente, denominándolo “tarea del analista”.
Así, entonces, será una conquista del analista el armado
del vínculo transferencial de índole positiva, amorosa, que se ubica
Miriam Mazover 45

entre el arte y la técnica. Este es el secreto de la cura: fundar y


establecer el vínculo transferencial en su vertiente amorosa.
En este sentido, se vuelve comprensible un observable
clínico: la mayoría de las interrupciones de los tratamientos son
causados por la ausencia y/o la fragilidad de la trama de este primer
tiempo de ligadura del paciente al analista.
La cura se sostendrá fundamentalmente en este trípode: estar
presente – ser amoroso – saber de nuestra disciplina. Este último
se adquiere a través del análisis personal, la investigación de
los conceptos clínicos fundamentales, la prolífica atención
clínica y la supervisión de la casuística.
Se manifestará luego otro tiempo de la transferencia, configurado
por lo que Freud denominara “neurosis de transferencia”.
La neurosis de transferencia es una neurosis artificial en
tanto es creada en la cura, aquí sí del lado del paciente quien
desplazará su fantasmática, es decir, su realidad psíquica, sobre
el escenario transferencial, teniendo al analista en su centro.
El paciente desplegará sus inhibiciones, síntomas y angustia
(vertiente del inconciente reprimido) relatándolas, ahora sí,
a condición de contar ya con la suficiente confianza (transfe-
rencia amorosa de por medio) para hablar sobre su intimidad, así
sea vergonzante y/u ominoso, en el sentido de aborrecible,
detestable, para la conciencia y el “bien común”.
Emergerán sueños, lapsus, olvidos, fallidos, a través de la
asociación libre que el terapeuta le indica como parte del
método psicoanalítico.
Asimismo, se abrirá en la transferencia otro campo, más difí-
cil de sostener por el analista, y es aquel que en el paciente
refiere al campo pulsional (vertiente del inconciente no re-
primido, al que Freud denominará ello).
El analista será testigo, y a su vez protagonista en tanto a él le
será dirigida, de la posición o posiciones privilegiadas que el sujeto
46 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

elaboró en su realidad psíquica (fantasmática) en relación a los


Otros primordiales de su historia.
Esta posición fantasmática siempre es singular, si es creación
del sujeto, más allá de la data biográfica. Queremos decir con
esto que dos hermanos gemelos, frente a los mismos padres,
pueden elaborar fantasmáticas muy diferentes. Cada uno hace
su propia película.
El fantasma es de autor, creación absoluta de cada sujeto, lleva
su firma. Sobrevuela a la biografía. Por este motivo decimos
que el psicoanálisis es caso por caso, no vale prejuzgar por la
data histórica. Sólo hay que disponerse, nada más ni nada me-
nos, a escuchar.
Siguiendo con la perspectiva mencionada, afirmamos que
nunca, en ninguna ocasión, el paciente se dirige a la persona del
analista. Este entendimiento es crucial en tanto evita que el analista
realice “críticas sobre la sintomatología del paciente”, al decir de
Ulloa. Lo que sí hace es recrear en acto vía repetición (no a la
manera de un recuerdo) su particular manera de posicionarse
subjetivamente con los Otros primordiales de su historia.
Al respecto Freud afirma: “No se le puede ahorrar al ana-
lizado esta fase de la cura. A lo sumo, hacer que el enfermo
pueda reconocer el reflejo renovado de su pasado olvidado”.
Es sobre el terreno transferencial, suelo de la repetición,
que el analista tendrá la enorme oportunidad –manejo de
la transferencia mediante– de introducir con sus interven-
ciones (señalamientos, interpretaciones, construcciones) una
diferencia en la posición (masoquista) del paciente frente a
sus Otros primordiales, ahora representado en el analista mismo
y en el aquí y ahora de la transferencia.
“Rectificación subjetiva” es el nombre que desde el
psicoanálisis usamos para definir los cambios de posición subje-
tiva frente a la vida que un sujeto puede realizar, análisis mediante.
Miriam Mazover 47

Dicha rectificación logrará hacer un corte con la compulsión de


repetición que, a pesar de vivir circunstancias y épocas tempo-
rales diferentes, motiva que los sujetos neuróticos repitamos
lo traumático, es decir, aquello que nos daña una y otra vez.
Claro está, sin tener la menor conciencia de esto.
Esta evidencia clínica demuestra aquello que Freud des-
cubre, en relación a la neurosis: nada que haya ocurrido en
nuestra vida está olvidado, sólo que no lo recordamos, se halla
transformado como fantasía y lo repetimos compulsivamente en
un intento siempre presente de elaborar los hechos traumáticos.
El análisis permite una tramitación diferente, del lado de la vida, y
no del de la pulsión de muerte, que comanda la repetición compulsiva.
Elaboración en análisis que tiene un enorme plus: rectificar
posiciones dañosas, incestuosas, que retienen al sujeto y lo apartan
de su deseo. Tal como refiere Ulloa, “la única subversión que
el psicoanálisis propone es la del sujeto cuando asume su deseo”.

Observancias clínicas
En muchas oportunidades, especialmente con pacientes
en donde el campo de las pulsiones le gana al de las forma-
ciones del inconciente, y/o en consultantes que al momento
de pedir ayuda clínica estén atravesando una situación trau-
mática, lo que se constata en la clínica es que los tiempos antes
mencionados se adelantan.
Queremos decir con esto que de entrada, prácticamente
de inmediato, sin aún haber construido el campo de la confianza,
el amor transferencial, la suposición de saber, vuelcan sobre el
analista sus pulsiones y sus respectivas posiciones dolientes frente a
los Otros de su historia.
Como esto es un hecho cada vez más frecuente en la
clínica actual, debemos estar preparados para que esto sea lo
que ocurra.
48 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

Saber que no es a la persona del analista a quien el paciente


se dirige en ninguna circunstancia, nos permitirá en principio
tomar distancia y evitar, desde el inicio, reacciones especu-
lares que corresponden a la contra-transferencia, aquello que J.
Lacan denominara “resistencias del analista”.
Evitaremos entonces decires tales como “El paciente no
me valora”, “El paciente me manipula”, “Siento que me
goza”. Impediremos asimismo juzgar al paciente, hecho
que equivocadamente puede reflejarse en afirmaciones tales
como “Es una muy mala madre”, “Un mal padre”, “Es un
desconsiderado/a”, “Es un irrespetuoso/a, goza demasiado”.
Sabremos que si algo de esto nos ocurre, estamos en el
campo de las resistencias del analista y acudiremos a nues-
tros análisis y/o a las supervisiones para despejar nuestro
qué-hacer.
Lo arriba mencionado, decíamos, son sentimientos contra-
transferenciales que impiden que se cumpla con el deber ético de
la abstinencia del analista, que no abarca sólo el hecho de no
conducir la cura bajo sus ideales, sino que también implica
no valorar desde nuestros juicios y opiniones la vida del paciente y
sus circunstancias.
Reiteramos: si esto es lo que nos ocurre, advertidos que se tra-
ta de resistencias del analista, acudiremos para trabajarlas a nuestro
propio análisis (pilar de la formación) y a la supervisión clínica.
Retomaremos aquello que planteábamos anteriormente
acerca de que en la clínica actual los tiempos de la transferencia
se adelantan y que con mayor frecuencia se observa que los
pacientes se presentan a la consulta poniendo en acción su pro-
blemática psíquica, con poca malla simbólica que haga de borde a
las pulsiones.
Al respecto diremos que esta modalidad clínica, sello de
la subjetividad de nuestro tiempo, nos muestra al ello (campo
Miriam Mazover 49

pulsional) apareciendo con desen-freno (sin el freno, ni la in-


terdicción de lo simbólico).
¿Cómo procedemos, entonces, si no contamos con el piso del pri-
mer tiempo transferencial, que nada más ni nada menos signifi-
ca la ligadura libidinal positiva hacia el analista, y la consiguiente
suposición de autoridad y prestigio hacia su función?
La respuesta en principio es nunca claudicar en el armado
de este tiempo, sin que esto signifique, de ninguna manera,
desalojar el campo pulsional desintrincado de lo simbólico.
Más que nunca y más que siempre, intentaremos introducir el
registro simbólico que se halla devaluado en estas presentaciones clíni-
cas, tales como las impulsiones, el acting-out, los desbordes sub-
jetivos como el ataque de pánico, los estados melancolizados.
En estos casos, nos tendremos que involucrar activamen-
te, participando en muchas ocasiones con un consejo y/o
una indicación, comprometiéndonos al máximo con nuestra
labor.
Apostaremos así, en principio, a lo que Fernando Ulloa
denominara la “estructura” de la demora. Demorar el
campo pulsional a través del trazado de determinadas coorde-
nadas de tiempo, espacio y situación:
· De tiempo: tratar de lograr una mínima historiza-
ción de lo que allí ocurre.
· De espacio: tratar de ubicar desde nuestra fun-
ción de analista, aunque sea mínimamente, dónde se
expresa el sujeto en dicha situación. Ubicar aunque
sea una diminuta manifestación de su deseo, apuntando
de esta forma a correrlo lo más que se pueda, por
poquito que sea, de la posición de objeto ante el Otro,
posición pasiva por excelencia.
· De situación: tratar de configurar una visión ge-
neral del entorno familiar, círculo de amistades, conocidos,
50 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

con los que cuenta el paciente, a quienes de esta


manera poder recurrir de ser necesario. Esto siem-
pre resulta de mucha valía clínica2.

Las coordenadas mencionadas introducen en acto el campo sim-


bólico, al diferenciar una cosa de la otra, ya que todo aparece
como formando parte de la misma “bolsa”.
Nos permitirá entonces producir el primer stop a la pul-
sión, que a modo de catarata intenta barrer y hacer sucumbir
al sujeto.
De esta forma, localizar al sujeto –reiteramos, aunque sea
en su mínima expresión– será para estos pacientes la primer
tarea que al analista le cabe, como tiempo preliminar a la ins-
talación del amor de transferencia, por parte del paciente al
analista.
Estas acciones sólo alcanzarán la eficacia si son ejercidas
con el máximo de los cuidados (de cuidado deriva la palabra
“cura”), oficiando por parte del analista aquello que Ulloa
denominaba la institución de la ternura, que como hemos visto
contiene al buen trato y al miramiento.
La pequeña letra (frontera entre lo pulsional y lo simbólico) que
el analista tratará de inscribir, no entra –como dice el dicho3–
“con sangre”, sino todo lo contrario: sólo entrará con amor, ese
que el cuidado clínico vehiculiza.
Amor que será de transferencia y que hará posible, no nos
cansaremos de repetirlo, motorizar y despegar la cura.
Este tiempo preliminar, que construiremos como analistas,
será la base que permitirá instalar, en otro tiempo lógico poste-

2
Pichon-Rivière afirmaba al respecto que con determinados pacientes
resulta más importante, para ayudarlos, la labor clínica con la familia o
afines que con el propio paciente. Por lo menos en un primer tiempo.
3
Del dicho “la letra con sangre entra”.
Miriam Mazover 51

rior, el amor de transferencia (amor al Saber, al Sujeto Supuesto


Saber) por parte del paciente al analista, que repetimos resulta
ser la condición excluyente de la cura.
Por este motivo tenemos que estar preparados para esta labor,
confiados en el proceder clínico que los maestros y nuestra
propia experiencia nos enseñan.
Una vez más y para finalizar, afirmamos que el amor de
transferencia es el único vehículo que acepta el sujeto para darle
creencia/crédito a nuestras intervenciones, sean del orden de la
interpretación, la construcción, el consejo y/o la indicación.
Freud, Lacan, Winnicott, Ulloa, nos lo han enseñado y la
experiencia cotidiana lo demuestra, una y otra vez.
La subjetividad –materia prima de nuestro quehacer– pide que
sea el amor (el que históricamente hubo o faltó) aquel que
acuda a la cita. Así, en estas condiciones, abre sus postigos; en
cambio, de otra manera, nos dará vuelta la cara.
Ninguna interpretación, por más brillante que sea, se consoli-
da como tal si no es por la vía del amor, lo mismo ocurre con
cualquier intervención, por simple que sea. El amor es el que
permite llegar al sujeto, de manera eficaz, abriéndonos la oportu-
nidad de intentar practicar el psicoanálisis y la cura.
53

Aspectos fundamentales del saber-hacer


del analista y del método psicoanalítico
Herramientas clínicas

Nunca existe un paciente con tal invalidez como


para no escribir su presencia como sujeto,
aunque sea en una ínfima medida.
Fernando Ulloa

El analista debe saber que:


a) Cuando el paciente consulta, lo hace bajo fuego cru-
zado, plagado de resistencias, castigado por su superyó por-
que se atreve a intentar cortar con su sufrimiento.
El superyó es una instancia pulsional correspondiente al in-
conciente no reprimido que se satisface con el sufrimiento, en tanto
se alimenta del masoquismo primario del que forma parte, en el
sentido de que le es inherente –no se puede sacar– a la estructura
del sujeto.
El sufrimiento psíquico es entonces efecto de una satis-
facción pulsional más allá del principio del placer (incon-
ciente no reprimido), que se haya por fuera de la línea cas-
tratoria, de la prohibición del incesto, al que el sujeto se haya
fijado4.

4
La satisfacción pulsional refiere a la tendencia del ello (inconciente no
reprimido) de volver al “mítico estado de satisfacción”, en donde hay
satisfacción plena, sin castración, donde todo se puede.
Sin embargo, al intentar la pulsión hacer posible este imposible
estructural, pasando la raya de la castración en el intento de no perder
nada, paga el alto costo del sufrimiento psíquico.
54 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

La satisfacción referida otorga un placer psíquico que el sujeto no


siente como tal. Al decir de Freud, otorga un placer que no es
sentido como tal.
Todo lo contrario, aquello que llegará a la conciencia del
sujeto, será totalmente displacentero y doliente. Tan así que,
nada más ni nada menos, es por este displacer por lo que el
sujeto nos consulta.
Semejante escisión entre conciente e inconciente se hace posible
en tanto la misma es una condición primaria y primordial del
aparato psíquico. Este es el fundamento mismo del descubri-
miento freudiano.
b) Debe abstenerse de interpretar la satisfacción sustitutiva
que se halla en juego en los síntomas (este placer que
no es sentido como tal por la conciencia) hasta cons-
truir el entramado transferencial de índole positiva, amorosa.
Si el clínico intentara, por el contrario, hacer algún señala-
miento o interpretación al respecto antes del armado del amor
de transferencia, atraerá, tal como nos enseñara S. Freud, las ma-
yores resistencias, más feroces aún si acertó con su interpretación.
Tanto que puede provocar la huida del paciente, presentificada la
mayoría de las veces por la interrupción del tratamiento. Freud avan-
za un poquito más y nos enseña que hasta puede producir la fuga
definitiva del paciente con respecto al método y la técnica psicoanalítica.
c) Es su tarea ligar al paciente en la vertiente amorosa,
debiendo hacerlo desde el comienzo, es decir, desde
el llamado telefónico.
Otra vez recordaremos que ningún argumento, tal como
Freud nos indicara, entrará por la vía del intelecto, sino sólo a
través del amor.
d) Será necesario armar un vínculo, tal como lo define
el diccionario: una unión no material que se entabla
entre dos sujetos.
Miriam Mazover 55

En el caso del psicoanálisis, es de inconciente a inconciente,


tal como lo formulara S. Freud.
El analista formando parte del concepto de inconciente, tal
como nos lo enuncia J. Lacan.
La manera de lograrlo es a través de nuestra presencia, en-
tendida como estar presente o existir para alguien (más allá
de la presencia física o lugar geográfico).
Estar-ahí amorosamente, proponiendo la escucha y la palabra
con la firme convicción de la existencia y la eficacia del inconciente,
con la transferencia como condición de la cura.
S. Freud y F. Ulloa son dos claros ejemplos al momento
de no circunscribir la clínica al estricto encuadre del consul-
torio. Como ejemplo (uno de tantos) mencionamos a Freud
atendiendo a Catalina en la montaña, y a Ulloa acompa-
ñando a morir –o acompañando a vivir, como a él le gusta-
ba decir– hasta el final a un paciente con una enfermedad
terminal.
e) Cada entrevista debe ser tomada como una oportuni-
dad que de ninguna manera debe ser desaprovecha-
da, aunque sea la primera o inclusive la última.
La primera, nos advierte Ulloa, adquiere una importancia
crucial por su carácter fundante.
f) No existe el olvido en el sentido estricto del tér-
mino. Por su propia experiencia de análisis y por lo
que la clínica enseña, el analista sabe que todo se
haya inscripto en el aparato psíquico, sólo que está
reprimido, en forma primaria y/o secundaria.
Será a través de los lapsus, actos fallidos, sueños, síntomas,
repetición de la fantasmática psíquica en transferencia, como
los analistas seremos testigos –y en nuestros propios análisis,
protagonistas– de que nada se encuentra olvidado en el sujeto,
sólo que se halla, nada más ni nada menos, reprimido.
56 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

g) La historia biográfica de cada sujeto (la que se haya


reprimida, y aquella que recordamos) es la manera
en que cada uno encontró la forma de “escribir y hacer su
propia novela”, su fantasía, su fantasma, incluida claro
está, la posición subjetiva que cada uno tomó en sus
asuntos.
¿Cómo se explicaría sino que dos hermanos gemelos,
con idénticos padres y con crianzas similares, tengan no sólo
historias de vida diferentes, sino también percepciones que pueden
llegar a ser extremadamente disímiles sobre sus padres?
Y justamente porque la historia como real está perdida,
como resto queda la fantasía/fantasma que a pesar de su fije-
za conlleva una intrínseca movilidad y con ello, la posibilidad
de cambio de posición subjetiva.
De otra manera el psicoanálisis no tendría lugar. Menos
que menos eficacia.
La posición que el sujeto estableció con los Otros primordiales,
única y singular, es la que repite y desplaza en transferencia al
analista. Por este motivo, siempre afirmamos que no es a la
persona del analista a quien el paciente se dirige.
h) La cura viene por añadidura, en tanto el síntoma es un
material precioso al que se debe dejar hablar y expresarse
como única manera de entender para qué le sirve al sujeto y
qué falla de su estructura viene a remediar.
Freud es el que nos advierte, con enorme énfasis, que el
analista deberá abstenerse del furor curandis, mientras que J.
Lacan en este mismo sentido afirma: “Para que el síntoma
salga del estado de enigma informulado, el paso a dar no es
que se formule, es que el sujeto se perfile algo tal que le su-
giera que hay una causa para eso”.
En este sentido, el método psicoanalítico –a diferencia de
otras terapéuticas que intentan extirpar los síntomas– propo-
Miriam Mazover 57

ne escucharlo a través del sujeto que lo padece en transferencia, des-


plazado en la escena transferencial, con la finalidad de encontrar
allí, en transferencia, lo que el paciente no puede decir y que, sin
embargo, determina una posición subjetiva que masoquísticamente
lo aparta de su deseo/s.
Hacemos nuestra una frase de F. Ulloa: “La única sub-
versión que el psicoanálisis propone es la del sujeto cuando
asume su deseo”.
Asunción posibilitada por el atravesamiento de la castra-
ción, esa que no puede franquear al momento en que nos
consulta y que la experiencia psicoanalítica se lo hará saber,
en el sentido de vivirla, de experimentarla.
La experiencia de castración es el verdadero costo que el sujeto,
amor de transferencia mediante, pagará para saldar la deuda con su
propio deseo.
Fundamentos teóricos y metodológicos
de la Institución Fernando Ulloa
61

Pilares ético-clínicos
de la Institución Fernando Ulloa
Psicoanálisis comunitario

Me hubiera gustado que en vez


de psicoanalista, me llamen ayudador.
Fernando Ulloa

Día a día, la Institución Fernando Ulloa rinde homenaje en


su quehacer cotidiano a dos de los tantos legados de este
gran psicoanalista argentino.
· El primero consiste en recordar siempre, tal como él
lo hacía, que tratamiento etimológicamente proviene de
“buen trato”.
Este buen trato, así lo consideramos, debe propiciarse
en todos los niveles de la Institución: entre colaboradores,
colegas, profesionales, alcanzando su máxima expresión a nivel
clínico, con los pacientes.
En toda Institución, nos enseña Ulloa, lo recién mencio-
nado se convierte en una tarea que debe ejercitarse cotidia-
namente. El buen trato es un antídoto a la “mortificación hecha
cultura”, concepto que acuñó parafraseando a Freud cuando
éste último conceptualizó el “Malestar en la cultura”.
· El otro legado de Ulloa, al que al comienzo hacía-
mos mención, es el aporte que realizara desde el psicoa-
nálisis al ámbito comunitario.
Nuestra Institución, que tiene un marco conceptual y clí-
nico de procedencia psicoanalítica, es comunitaria. Los pa-
cientes abonan lo que puedan de acuerdo a sus posibilidades.
Es el paciente quien decide el monto de lo que puede pagar.
62 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

El valor que proporciona la Institución es sólo orientativo. Nunca


fijo. Ni máximo ni mínimo, sólo orientativo. Porque la Insti-
tución no fija el valor es que hablamos de bono voluntario y no de
honorarios.
Asimismo, al ser una práctica clínica que está abierta a la
comunidad en su conjunto, de antemano sabemos que los pa-
cientes que consultan, en su mayoría, desconocen de qué se tra-
ta la terapéutica psicoanalítica. Acuden pidiendo ayuda por su
sufrimiento individual y/o familiar. Será labor de todos noso-
tros como Institución (colaboradores, docentes y profesionales)
alojarlos con el mayor de los respetos y cuidado clínico.
En este mismo sentido, resulta de enorme importancia
valorar profundamente el hecho de que pidan ayuda psico-
terapéutica, y que lo hagan dentro de un marco profesional
y no “alternativo”.
También es relevante considerar a la consulta como un punto
de partida y, fundamentalmente, una oportunidad clínica para co-
menzar a construir lentamente, con el paciente y con paciencia,
la transferencia con la Institución, con el profesional y con nuestra
técnica.
En este contexto recordaremos siempre la importancia
que para el psicoanálisis tiene el hecho de que el paciente
acuda y hable. Para que esto último ocurra, debe generar-
se un marco de amor sublimado al que Freud denominó
“Amor de transferencia”.
Esta es y será nuestra primera y principal tarea: construir el
amor de transferencia, antes de sucumbir a la tentación del furor
curandis (extirpar los síntomas).
Con respecto a la posición del analista, Fernando Ulloa
afirmaba “Nunca la abstinencia (que es no tener un amor
real sexual con el paciente y no tomar decisiones por él)
debe confundirse con la indolencia”.
Miriam Mazover 63

Si el dolor del paciente, su sufrimiento, no nos importara


y/o nos fuera indiferente, la labor clínica no podría desa-
rrollarse. Si esto ocurriese, nos hallaríamos frente a lo que
conocemos como resistencia del analista, la cual muchas
veces se engendra en los malentendidos de la transmisión acerca de
la “posición abstinente del analista”.
Si bien recién nombrábamos la concepción de Ulloa con
respecto a la abstinencia, diferenciándola de la indolencia,
esto mismo también está presente en los desarrollos de S.
Freud y J. Lacan.
Entonces, se puede y se debe hablar y dialogar con el
paciente; hacerle un chiste si resulta pertinente; llamarlo por
teléfono si no acudió a la entrevista, con la finalidad de inte-
riorizarnos por el motivo de su ausencia, asimismo si por al-
guna razón necesitara de nuestro apoyo; saludarlo con afecto
y por su nombre, bien tratarlo. En este mismo sentido, no
tener miedo ni prurito si por algún motivo lo tuviéramos
que atender en otro sitio en vez del consultorio habitual5.
“No importa dónde lo encuentra el paciente al analista,
sino cómo lo encuentre, con qué disposición a atenderlo y es-
cucharlo”, nos señalaba Ulloa. Recordemos a S. Freud aten-
diendo a Catalina en la Montaña, o el famoso y revelador
fallido de “Aliquis” que descubriera y analizara en un tren,
entre otros tantos ejemplos.
En una Institución, en donde hay tantas variables siem-
pre vivas y cambiantes, el paciente podrá ser atendido en un
consultorio (esto es de hecho lo usual), pero también si por
alguna razón no se pudiera, lo podremos hacer en otro sitio
asignado.

5
O como ocurre en pandemia de COVID-19, hacerlo de manera
virtual.
64 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

“No soy el analista más buscado, pero sí el más encontrado”,


afirmaba Ulloa.
Esta Institución tiene un compromiso vocacional diario con el
psicoanálisis comunitario. Es nuestra intención, y hacia allí se en-
caminan todos nuestros esfuerzos cotidianos, la de ayudar a
quien sufre los padecimientos mentales y hacerlo de manera huma-
na, sin que la condición socioeconómica resulte un obstá-
culo, menos que menos un impedimento, al momento de la
consulta y posterior tratamiento.
Estamos convencidos de que le otorgamos dignidad a
quien día a día asiste a nuestra Institución, cada vez que
hacemos converger el buen trato con la capacitación psi-
coanalítica, por parte del profesional tratante, asumida con
seriedad y valores.
65

Pautas generales de la práctica institucional


En tiempos de pandemia, con modalidad virtual

Como anticipamos en la Introducción, en esta segunda sec-


ción del libro abordaremos los lineamientos de la práctica
clínica dentro de la Institución, articulándolos con concep-
tos de fundamentos teóricos y metodológicos del psicoaná-
lisis. Antes mencionaremos algunas apreciaciones sobre las
pautas del funcionamiento institucional, que por su impor-
tancia habrán de tenerse en cuenta en todo momento.
En principio, lo primero que debemos recordar es que
nuestra Institución es comunitaria. Esto quiere decir que nuestra
práctica clínica está abierta a la comunidad en su conjunto,
y es la razón por la cual hablamos de bono voluntario y
no de honorarios. La intención al respecto es que nadie quede
por fuera de la atención psicoterapéutica por su condición socio-
económica.
En este sentido, existe de hecho un monto sugerido por
la Institución, que los pacientes abonarán de acuerdo a sus
posibilidades. Recordemos que el valor que sugiere la Ins-
titución es sólo orientativo (no será ni un máximo ni un
mínimo) y, entre otras cuestiones, su finalidad es ayudar al
paciente a ubicar un norte en relación al importe que va a
abonar.
A su vez, por ser un marco comunitario, entendemos que
los pacientes que acuden a la Institución lo hacen pidiendo ayuda
por un profundo sufrimiento, sin conocer de antemano, es lo
66 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

que ocurre la mayoría de las veces, de qué se trata la tera-


péutica psicoanalítica.
Por lo tanto, como Institución, será nuestra labor alojarlos
con el mayor de los respetos y cuidado clínico.
El primer contacto que el paciente tiene con la Institución es
fundamental. Recibiremos al paciente con el mejor de los modos, en
actitud de contención y escucha.
Cuando una persona se comunica de manera telefónica
u online con la Institución, le otorgamos un turno de admi-
sión. Este primer contacto es el comienzo del vínculo institucional,
el cual se cristalizará en lo que llamamos una primera en-
trevista de admisión con un profesional, perteneciente al
equipo de admisión.
En esta primera instancia, el profesional a cargo de la ad-
misión prestará atención al motivo de consulta del paciente,
así también a su disponibilidad horaria, para poder hacer la
derivación pertinente al profesional clínico para que inicie
tratamiento. Una vez que el paciente es derivado, el pro-
fesional que comenzará a atenderlo tendrá con él, en este
inicio, lo que llamamos su primera entrevista de trata-
miento, que inaugura otro tiempo esencial.
Es muy importante resaltar que tanto en la primera entre-
vista de admisión, como en la de tratamiento, el profesional debe
alojar al paciente con todo el cuidado clínico, comunicándole,
al finalizar, las características de la Institución y del trata-
miento. Todo será dicho de una forma coloquial y cálida,
de manera que no sea vivido como algo meramente ad-
ministrativo.
En este sentido, recalcaremos algunos puntos importantes a tener
en consideración por el profesional en la admisión y cuando se toma
a un paciente en tratamiento, mucho más aún en estos tiempos de
distanciamiento social por los que estamos atravesando:
Miriam Mazover 67

1) Deberemos presentarnos con nombre y apellido.


2) A su vez, llamaremos al paciente por su nombre,
con trato cálido y agradable.
3) Nos nombraremos como profesionales integrantes
de la Institución Ulloa. Recalcaremos que ella es nues-
tro marco, que no somos psicólogos en red. Sino que,
por el contrario, pertenecemos a una Institución que nos
avala con capacitación y supervisión permanente.
4) Mencionaremos los plazos estimativos de tratamien-
to (entre seis y ocho meses) atendiendo al caso por
caso. Este lapso es flexible, en tanto como psicoanalistas
sabemos la importancia de atender el caso por caso.
5) Nuestra función será siempre escuchar, intervenir, pre-
guntar cómo está viviendo estos tiempos, otorgar –si es
necesario– tranquilidad desde la primera entrevista
(admisión).

Sostenemos que el coronavirus tendrá un final, más tempra-


no que tarde, y en el mientras tanto, resulta imprescindible que
se corte el virus, pero no la palabra.

6) Nos cercioraremos, a través de preguntas, si al


paciente le quedó claro el encuadre. Si desea pre-
guntar algo más, si se sintió cómodo, y otras.
7) Por último, sólo después de haber avanzado en
el sentido mencionado, le comentaremos que le va-
mos a pasar los datos de la cuenta bancaria de la
Institución, para que pueda realizar la transferencia
del bono voluntario.

En el actual contexto de virtualidad, a diferencia de lo presen-


cial, falta el soporte de la imagen Institucional (su infraestructura,
68 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

sus instalaciones, los colaboradores trabajando en el área de


recepción, los consultorios, etc.).
Por lo tanto, resulta de suma importancia que el profe-
sional no omita hacer hincapié en el marco institucional, en
la capacitación que recibe a diario, así como la mención del
hecho de que el contexto nos obligó a cambiar la forma, pero de
ninguna manera desvirtuó el cuerpo institucional. Mucho menos su
meta comunitaria.
En este mismo sentido, pondremos en conocimiento y
remarcaremos a los pacientes que como Institución segui-
mos organizados de forma orgánica, con esta nueva modali-
dad que es la virtualidad.
69

Primera entrevista y primeras entrevistas:


una gran oportunidad

La primera entrevista resulta fundamental.


Si fuera la única, de ninguna manera hay que desaprovecharla.
Siempre una entrevista es una oportunidad.
Fernando Ulloa

En este capítulo recordaremos la debida importancia que


para nuestra Dirección Académica tienen las primeras en-
trevistas (de admisión y/o posterior tratamiento), resaltada
aún más por desarrollarse dentro de un marco institucio-
nal comunitario, en donde sabremos de antemano que los
pacientes que consultan no están familiarizados ni con el
psicoanálisis ni con la técnica. Acuden a la Institución por su
sufrimiento psíquico, pidiendo ayuda por su mal-estar.
Son pocos los pacientes que asisten a la Institución sabiendo de
antemano lo importante que resulta dar el gran paso de consultar.
Como psicoanalistas conocemos el alcance de esta decisión:
ellos están con la posibilidad abierta de transformar el sufri-
miento psíquico –que en tantas oportunidades malogra el
cuerpo y/o el entorno familiar, laboral y otros– en alguna
interrogación que les competa, abriendo el camino al deseo
que seguramente el malestar amordaza.
Debemos recordar siempre que cuando un sujeto nos
consulta, lo hace después de haber vencido múltiples resis-
tencias (este proceso en ocasiones le llega a la conciencia y
en otras no). En la neurosis, el sufrimiento produce un alto
malestar y también, paradojalmente, otorga una satisfacción de
orden pulsional incestuosa, que no es registrada por la conciencia.
70 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

Freud al respecto nos advierte que es del orden de “un pla-


cer que no es sentido como tal”.
Decimos entonces que cuando un sujeto consulta, realiza
en acto una primer renuncia a esa ‘’satisfacción pulsional que
el sufrimiento otorga’’, razón por la cual este acontecimiento
levanta las más altas resistencias.
Así llega un paciente a la consulta: buscando alivio a su
sufrimiento, mientras que en ese mismo momento, y por el
motivo nombrado, es castigado por el superyó. Como ana-
listas debemos estar advertidos de este brete subjetivo y obrar a la
altura de las circunstancias. Debemos acompañar, sostener y cuidar
al paciente en este acontecimiento subjetivo, actuando así a favor
de la cura, recordando siempre que “cura” etimológicamente
proviene de “cuidado”.
“La primera entrevista resulta fundamental. Si fuera la
única, de ninguna manera hay que desaprovecharla. Siempre
una entrevista es una oportunidad”, afirma Fernando Ulloa.
Así también lo consideran nuestros maestros, Freud y Lacan,
cuando resaltan la crucial importancia de nuestra función en las
entrevistas de ensayo (S. Freud) o en las entrevistas preliminares (J.
Lacan).
Recordemos que esta primera instancia tomará la forma de
aquello que denominamos entrevista de admisión, a cargo
de un profesional del equipo de admisión, quien fundamen-
talmente lo alojará en su motivo de consulta, lo bien tratará,
poniendo de relieve la importancia que tiene el hecho de
consultar, recogiendo, además de sus inquietudes, la dispo-
nibilidad horaria con la que cuenta el paciente para ser de-
rivado a tratamiento.
Una vez que el o la paciente es derivada al profesional
tratante, el terapeuta que comenzará a atenderlo tendrá con él o
con ella, en este inicio, su primera entrevista de tratamiento.
Miriam Mazover 71

Si por alguna razón o circunstancia debemos realizar en


la admisión una derivación externa, lo haremos con todos
los cuidados de los que seamos capaces, explicándole al pa-
ciente los motivos de esta determinación (que siempre están
ligados a un límite institucional, como lo es, por ejemplo, no
contar con guardia psiquiátrica).
Si el admisor tiene que realizar una derivación externa,
la entrevista de admisión en cuestión durará seguramente
más del tiempo previsto, justamente porque debemos tomar
un tiempo extra para, con detenimiento y buen trato, brindar las
explicaciones que fundamentan la decisión.
Si registramos que el paciente no comprende, o está en
desacuerdo con estos fundamentos, lo tranquilizaremos, to-
maremos su número de teléfono y le comunicaremos que
las Coordinadoras del Área Clínica se pondrán en contacto
para brindarle todas las aclaraciones al respecto.
Si el admisor ha acordado con el paciente la derivación
externa, a posteriori se pondrá en contacto con las Coordina-
doras del Área Clínica quienes acompañarán el proceso de
dicha derivación.
Es de vital importancia transmitirle al paciente que, como
Institución, estaremos contactados hasta que se concluya el
proceso de la derivación.
Alojar, escuchar, cuidar, son deberes éticos del analista, que se
potencian si tenemos que realizar una derivación externa.
Asimismo, deberemos tener en todo momento presente que
el analista representa para el paciente la Institución. El proceder del
clínico condensará el concepto que el paciente se lleve de la Institu-
ción Fernando Ulloa.
Nuestra finalidad, por la que tanto trabajamos, es la de ser
ayudadores y facilitadores de la enorme oportunidad (si la aprove-
chamos) que se da el paciente cuando nos consulta. Recordando,
72 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

además, que el sujeto se halla en fuego cruzado al momento


de la consulta, plagado de resistencias que no son concientes.
Tenemos que apuntalar su pedido de ayuda, ponernos del
lado del enorme acontecimiento y no de la vereda de enfrente, en
donde están las enormes resistencias a la curación, como S. Freud
las denominaba.
73

La función y la meta del psicoanalista


en la primera entrevista y las primeras entrevistas

Al comienzo del anterior capítulo citamos a Fernando Ulloa


cuando recordaba que una entrevista es una oportunidad. Des-
de el diccionario se define una oportunidad como el instante o
el plazo que resultan propicios para realizar una acción. El rasgo
característico de las oportunidades es que se desvanecen en
un corto período de tiempo. También se destaca en la defi-
nición que la oportunidad siempre está ligada a lo favorable
y/o lo positivo.
Si tal como Ulloa la definía, la primera entrevista resulta
una oportunidad, así lo entendemos, lo es porque tenemos la
enorme chance de introducir al sujeto, a condición de alojarlo de
la mejor manera, a la propuesta princeps del psicoanálisis: “dejar
de penar de más”.
La vida trae aparejada infortunios inevitables, pérdidas,
duelos. Sin embargo, tal como nos lo enseña el maestro S.
Freud, es la neurosis la que sumerge al sujeto en un padeci-
miento, como producto de sus múltiples inhibiciones, sín-
tomas y angustias sin elaborar. A este padecer, el maestro lo
denominó “miseria neurótica”. El psicoanálisis propone, nada
más ni nada menos, hacer un “pasaje de la miseria neurótica al
infortunio corriente”.
Deberemos tener en cuenta siempre, tal como la investi-
gación psicoanalítica descubre, que si sufrimos tanto a con-
secuencia de la neurosis, es porque –sin saberlo– nos afe-
74 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

rramos al masoquismo, en su fase primaria. El Masoquismo


primario es constitutivo, estructural, caldo de cultivo de la pulsión
de muerte: cada sujeto neurótico lo expresará a su manera.
Freud lo define como un “placer que no es sentido por el
sujeto como tal”, al tiempo que es receptáculo de un enorme
caudal de defensas que lo abroquelan a nuestra subjetividad.
Decimos entonces que cuando un sujeto realiza la pri-
mer consulta, tuvo y tiene que vérselas con un sinnúmero de re-
sistencias que lo atan a seguir sufriendo, las cuales, sin embargo,
el sujeto venció al presentarse a la consulta, como ocurre en la
mayoría de los casos, por propia voluntad.
Cuando el profesional lo recibe en esta primera entre-
vista, tiene que tener presente esta realidad psíquica, ya que for-
mará parte para el analista de su saber-hacer. Si esto es lo que
ocurre, el analista le proporcionará entonces la mejor de las
bienvenidas, le hará saber incluso la importancia del paso
que dio, en tanto estaremos advertidos que la acción de la con-
sulta implica ya un corte –del lado del paciente– con el masoquismo
primario que lo habita.
Freud nos enseña que es tarea del psicoanalista lograr ligar el
paciente al psicoterapeuta y al tratamiento mismo. En los comien-
zos esto resulta ser la primera meta del analista. Comunicarle
a cada uno de los pacientes (en especial en las primeras ins-
tancias del tratamiento) la importancia que tiene su consulta
y el sostenimiento de su espacio, es tarea de cada uno de
nosotros, los profesionales.
Transferenciarlo con el psicoanálisis, tratarlo de la mejor manera,
invitarlo a que vez por vez renueve la apuesta por su palabra, es nues-
tra tarea. Inmensa responsabilidad ética para con el paciente
en particular, así como para con el psicoanálisis y su vigencia.
En los comienzos, que sin dudarlo pueden coincidir con
el lapso del tratamiento institucional, seremos nosotros des-
Miriam Mazover 75

de nuestra posición quienes tomaremos a cargo la función de


sostener y transferenciar al paciente con el espacio analítico.
Si entendemos dichos conceptos, tendremos sí o sí que ofi-
ciar de facilitadores, tomar esta instancia como realmente pro-
picia a favor de la vida, valorarlo inmensamente. ¡Estamos
ante una oportunidad!
Recordemos que la oportunidad, tal como la define el dic-
cionario, dura un instante, un lapso breve, estará en cada uno de
nosotros aprovecharla, porque si nuestra acción no es la adecuada,
la oportunidad se desvanece. El saber-hacer del analista actuará
en pos de no desaprovecharla, con lo cual nos mostraremos
flexibles a encontrar, por ejemplo, un día y horario posible
para el tratamiento, correremos obstáculos que puedan apa-
recer en torno al dinero6, la frecuencia y otras tantas e innu-
merables cuestiones a las que las resistencias del paciente van
a apuntar en forma directa.
Enorme responsabilidad la del analista, de no ponerle tra-
bas de cualquier índole al paciente, que jugarían indefecti-
blemente a favor de sus resistencias.
Nuestra función, por el contrario, al decir de J. Lacan, será
“desembarazarlo al paciente, en la mayor medida posible, de la
dureza e insensatez de su superyó”, que en el momento de la
consulta, estará a la orden del día para impedir y/o interrumpir su
deseo –tan legítimo, por cierto– de vivir mejor.
Nuestra función y nuestra meta será siempre y destacada-
mente en estos primeros tiempos, la de ayudar, facilitar y acom-
pañar al paciente, quien decidió, por los motivos que fuesen,
tomar el enorme desafío de darle batalla a sus innumerables
resistencias, para empezar a ser más libre de las ataduras y el
sufrimiento que la neurosis impone. Como mencionamos

6
Recordamos que el bono de consulta tiene carácter voluntario.
76 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

al decir de Sigmund Freud, se trata de “pasar de la miseria


neurótica al infortunio corriente”.
Concluiremos este capítulo con un pensamiento de Fer-
nando Ulloa: “A mí me hubiese gustado que más que psicoa-
nalista, me llamen ayudador”.
77

Ausencias de pacientes
durante el tratamiento institucional
Marco teórico clínico

En el presente capítulo abordaremos algunas reflexiones clí-


nicas en relación a las ausencias que pueden suscitarse, por
parte de los pacientes, durante el tratamiento institucional.
Partiremos por recordar que los pacientes que se atienden en
la Institución, en la mayoría de los casos, no están familiarizados
con el psicoanálisis. Acuden a la Institución por el sufrimien-
to que les causa alguna problemática subjetiva y/u objetiva,
que en general se hallan combinadas.
Será labor del analista ir construyendo, paso a paso, el vínculo
transferencial: de la transferencia institucional a la transferencia con
el profesional.
Esta construcción no sólo requiere de paciencia por parte
del analista para sostener el devenir del tiempo cronológico,
que atraviesa la transferencia, sino también entender que ciertos
“códigos” del psicoanálisis (con los cuales personalmente poco
acuerdo), como puede ser el de pagar la entrevista cuando
el paciente se ausenta, refuerzan las resistencias que todo sujeto
tiene cuando nos consulta.
Sabemos con Freud que los síntomas le acarrean al sujeto
sufrimiento, como así también y en simultáneo, se satisfacen
los intereses del ello pulsional7, y en este mismo sentido, se ma-

7
¿A qué nos referimos con la “satisfacción del ello pulsional”? Freud nos
recuerda la existencia de lo que dio en llamar el “beneficio primario
78 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

nifiesta el consiguiente predominio de la pulsión de muerte, sin


ligadura con el eros (pulsión de vida).
De todo lo referido, sólo el sufrimiento es lo que aparece
en la conciencia del sujeto y, a nivel de la escena transfe-
rencial, es muy común observar desde el inicio resistencias
(también inconcientes) a que el paciente abandone la satis-
facción que la pulsión de muerte obtiene vía el síntoma.
A esta paradójica satisfacción que provoca placer para un sistema
(inconciente), y displacer para el otro (conciente), la denominare-
mos “goce”.
A propósito de estas resistencias, S. Freud advierte que “el
psicoanalista se enfrenta a la dura tarea de hacer que no sucumba
ante ellas el tratamiento”.
¿Qué sentido tendría hacer intervenciones que aumenten aún
más las resistencias, como puede ser cobrarles las ausencias?
Si este fuera el camino elegido por el analista como per-
tinente, ¿no será necesario que se encuentre construido el vínculo
transferencial con el psicoanalista, y desde el mismo lugar con el
psicoanálisis mismo?
Creemos que sí. Mucho más si entendemos que las resis-
tencias de los pacientes tienen carácter inconciente, y de ninguna
manera se dirigen a la persona del profesional.
El tema de las ausencias puede ser trabajado a nivel discursivo.

del síntoma”, este alude a la satisfacción en el sujeto de una tendencia


incestuosa, que como tal escapa a la ley de la castración, y también a
la conciencia.
Por dicha satisfacción el sujeto “paga” con la moneda del sufrimiento.
Este “pago” ocurre porque en la neurosis está inscripta la prohibición
del incesto; como consecuencia, cada vez que se la infringe, a manera
de sanción, se paga con el sufrimiento que el síntoma conlleva.
Cuando el sujeto realiza una consulta por este sufrimiento, sin
advertirlo, hace su primera renuncia a la satisfacción incestuosa,
hecho que motiva la aparición de fuertes resistencias.
Miriam Mazover 79

Sin esquivarlo, podemos señalarlo como algo a ser interrogado


durante el tratamiento, atentos al caso por caso.
Por este motivo, creemos muy pertinente que el profe-
sional ante cualquier ausencia lo llame al paciente, le pregunte
qué le pasó que no concurrió a la cita. Lo escucharemos y
le cursaremos nuevamente (las veces que sea necesario) la
invitación a que venga en su horario, o quizás otro que haya
que combinar.
Del lado del analista siempre tiene que estar la oferta de la
escucha. Puede ocurrir que la “resistencia gane la batalla”, al
decir de Freud. Pero no será porque el analista haya claudicado
en su deseo, que es el deseo de escuchar y alojar al sujeto y a su
sufrimiento psíquico para su posterior tratamiento.
Cuando realizamos la llamada telefónica recién mencio-
nada, intentamos ponernos a la altura de nuestro deseo, que será
abstinente, toda vez que no proyectemos y, menos que menos,
endosemos, al paciente nuestros ideales de vida.
Ahora bien, cuando nos disponemos con el paciente a
hablar, dialogar, hacer uso del humor, llamarlo por teléfono, bien
tratarlo y otras tantas cuestiones, de ninguna manera estamos
poniendo en jaque a la abstinencia, como en ocasiones se trans-
mite, dando lugar a tantas equivocaciones clínicas.
Fernando Ulloa nos recuerda que “cada consulta, cada en-
trevista, es una oportunidad para el sujeto y no conviene des-
aprovecharla”.
El sujeto acierta cuando decide consultar, y por este mo-
tivo es que lo tomamos en tratamiento.
Propongo no hacer peligrar una cura con intervenciones que
sólo serán entendidas por el analista y quizás otros colegas y
que, sin embargo, del lado del paciente sólo provocarán el incre-
mento de las resistencias estructurales de la neurosis.
81

Tiempos de virtualidad

Que se corte el virus, pero no la palabra.


Miriam Mazover

En estos tiempos de aislamiento social preventivo y cuarentena,


más que nunca, valoramos la importancia de los vínculos. Lle-
vado al territorio transferencial que nos ocupa en nuestra
profesión, en este capítulo propongo tomar nota de las si-
guientes reflexiones y consideraciones acerca de los trata-
mientos psicoterapéuticos aplicados de manera virtual en
la Institución.
Cuando una persona consulta vía online a la Institu-
ción, lo hace porque de alguna forma le llegó la informa-
ción de nuestro servicio asistencial. Le otorgamos entonces
un turno de admisión. Cuando el profesional admisor lo llama
para dar curso a la consulta (instancia de admisión), comienza
el vínculo.
Siempre y en primera instancia, el profesional (de admi-
sión y/o tratamiento) deberá comunicar y destacarles a los
pacientes la pertenencia institucional. A diferencia de la admi-
sión presencial, falta el soporte de la imagen institucional
(su infraestructura, sus instalaciones, los colaboradores tra-
bajando en el área de recepción, los consultorios, etc.) por
lo que resulta de suma importancia el discurso con el que
introduzcamos al paciente.
A modo de ejemplo, presentamos un fragmento de lo
primero que habría que comentarles a los pacientes al mo-
mento de su admisión:
82 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

Les cuento que soy la/el Lic. XX, formo parte del plantel de
profesionales tratantes de la Institución Ulloa, ubicada en Av. Pue-
yrredón 510 1º piso.
Le comento, para su tranquilidad, que la Institución es nuestro
marco y nuestro aval.
En este momento, y por las circunstancias que estamos viviendo, la
Institución realiza la atención en forma virtual.
Asimismo le cuento que la Institución Ulloa es comunitaria. Los
pacientes se atienden con bono voluntario, esto quiere decir que
cada paciente abona lo que esté a su alcance.
El aporte de los pacientes es importante, porque la Institución no
recibe ningún tipo de subsidio (ni estatal ni privado), se sostiene
con sus propios medios.
Con respecto al tiempo de los tratamientos, le informo que los
mismos tienen un plazo estimado, de entre seis y ocho meses,
atendiendo siempre el caso por caso.
Yo en este momento voy a escuchar con atención su motivo de con-
sulta, y desde la Institución, que tiene a sus empleados trabajando
de forma online, se va a realizar una derivación para su tratamien-
to de acuerdo a sus posibilidades de día y horario.
La Institución no tiene lista de espera. En esta semana recibirá la
derivación para su tratamiento. A partir de allí, se continúa con el
mismo profesional.

Como explicábamos antes, resulta muy importante que


los profesionales sepan que la Institución sigue sosteniendo
alquileres, sueldos de empleados, servicios y otros tantos gas-
tos que se generan en el funcionamiento.
¿Por qué les recuerdo esto? Porque los profesionales son los
primeros que tienen que tener incorporada e inscripta a la Institu-
ción y su encuadre, puesto que cambió la forma, pero no el
funcionamiento del cuerpo institucional.
De esta manera, en los enunciados, y fundamentalmente
en la enunciación, transmitiremos con valor de verdad que
no somos una red de psicólogos independientes que se reunió para
Miriam Mazover 83

atender clínicamente, sino por el contrario, profesionales que


tienen el aval de una Institución con renombre, en donde se capaci-
tan y supervisan a diario.
Expresaremos, entonces, algunas consideraciones a tener
en cuenta en este primer acercamiento del paciente a la
Institución:
a) En primer lugar, la importancia que adquiere en la
admisión y en la primera entrevista del tratamiento,
la manera cómo el profesional se presenta ante el sujeto que
consulta8. Habida cuenta de que el paciente no ve la
magnitud de la infraestructura institucional (edificio,
treinta y cinco consultorios, empleados, mobiliario,
insumos, etc.). Institución que continúa su labor,
como siempre, en estos tiempos de manera virtual.
Es el profesional quien tiene que comunicar que es parte
de un plantel institucional, de una Institución de renombre
dentro del ámbito de la Salud Mental. Asimismo trasmitirle
que en la Institución los profesionales se capacitan a diario y
supervisan con especialistas las diferentes problemáticas que
se presentan a la consulta.
b) Contarles que la Institución brinda, sin recibir
ningún tipo de subsidio del Estado ni tampoco pri-
vado, asistencia psicológica a la comunidad, a través de un
bono voluntario de atención clínica.
El profesional deberá expresar al consultante que el apor-
te de los pacientes resulta muy importante y valioso, porque
ayuda a sostener una Institución dedicada a la Salud Mental
que se mantiene con sus propios medios.

8
Recordemos que cuando como profesionales tomamos en tratamiento
un paciente en la Institución, reiteramos los conceptos vertidos en la
entrevista de admisión, aclarando que a partir de ese momento ya no
habrá cambio de profesional tratante.
84 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

Seremos nosotros, como profesionales, los que debemos hacer-


los sentir parte a los pacientes de la comunidad a la que hacemos
referencia, cuando hablamos de una Institución con una impronta
comunitaria.
En estos tiempos, más que nunca, sabemos que de ver-
dad todos formamos parte de la comunidad y que nuestras
acciones, desde la más pequeña hasta la más grande, nos re-
percuten a todos.
c) Remarcamos entonces la importancia que tiene la
comunicación, en cualquier ámbito o situación.
EX-poner –poner fuera en palabras– aquello que está en
juego y hacerlo con verdad, logra afectar al otro, es decir, etimo-
lógicamente hablando, produce efectos subjetivos, más allá del
resultado obtenido.
Producir efectos sobre la subjetividad es y será siempre una
apuesta del analista, que se redobla, en el más amplio sentido, en
tiempos virtuales.
La idea de la Institución es, como siempre, ayudarnos
entre todas y todos.
Hoy más que nunca, colegas, debemos desde nuestra función
de psicoterapeutas, alojar, acompañar, cuidar (de allí proviene la
palabra “cura”), bien tratar y ayudar a reconstruir el marco fantas-
mático que el trauma desestabilizó.
85

Armado del vínculo en tiempos virtuales

Como mencionábamos en el capítulo anterior, hoy más que


nunca el desafío como psicoanalistas es lograr construir un vín-
culo, a partir del cual se entablará la posibilidad del armado de
la transferencia positiva (amorosa).
¿Cómo podemos entonces facilitar el entramado de un
vínculo en tiempos virtuales?
Proponemos algunos señalamientos a tener en cuenta:
a) En primer lugar, nombrar al otro (consultante)
por su nombre (primer acto de subjetivación).
b) Preguntarle por el motivo de consulta, haciendo
mención de que el profesional tratante está al tanto
de que ya ha realizado su admisión, pero que necesita
escucharla/o porque es con quien transitará el tra-
tamiento. Recordemos, una vez más, que habrá que
aclararle que ya no habrá cambio de profesional.
c) Tratar al paciente con la mayor de las hospitalida-
des y amorosidad.
d) Preguntarle, en principio, como está atravesando
estos tiempos difíciles.
e) Comunicarle que estamos para ayudarlo.
f) Manifestarle que, aunque en el momento no lo
parezca, todo momento crítico tiene una salida, sólo que
en el presente resulta difícil pensarla e imaginarla.
Esto vale para la pandemia, pero también para su pro-
blemática.
86 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

El analista, al decir de Ulloa, debe ayudar al paciente a que


pueda ubicar en la figura del terapeuta la función tercera, que se en-
cuentra ausente en algunas situaciones reales y/o fantaseadas de
encerrona. Agrega Ulloa, “la función de tercero es la única que
permite una salida de la encerrona vivenciada por el paciente”.
Para instalar dicha función, es necesario tener mira-
miento, consideración hacia el otro, nominación,
buen trato y amorosidad. Los cuidados clínicos recién
mencionados empiezan a formar una parte sólida del arma-
do y construcción del suelo transferencial, necesario para viabilizar
el tratamiento. No olvidemos que “cura” etimológicamente
proviene de “cuidado”.
g) Finalmente, otra apreciación fundamental es la
importancia que para el psicoanálisis adquiere, tal
como lo menciona J. Lacan, la dimensión del diálogo.
Entendido, como nos enseña el maestro, en su di-
mensión dialéctica.
¿Qué queremos expresar con esto?
El diálogo en su faceta dialéctica parte de escuchar atentamente
al interlocutor, no contradecir su decir, por el contrario. Des-
de el decir del paciente, comenzará el profesional a poner
a prueba su escucha, formulando preguntas a partir de las
premisas que plantea el paciente, a modo de interrogaciones
sencillas como: ¿Qué quiere decir con esto?, ¿Cómo llegaste
a esa conclusión?, ¿Me contás un poco más?, etc.
Escuchar es, en primera instancia, dar lugar y promover la
palabra del otro, sus creencias, sus supuestos, es decir, su realidad
psíquica. De ninguna manera negarla, y menos que menos,
oponerle nuestras creencias.
A partir de los argumentos que fundamentan la realidad
psíquica de los pacientes, nos dispondremos a preguntar, ex-
plorar, indagar.
Miriam Mazover 87

Nuestro objetivo es hacer un vínculo, que el paciente comience a


tener una corriente amorosa hacia el terapeuta, y que poco a poco le
vaya suponiendo un saber.
Con la convicción siempre, tal como el psicoanálisis nos
enseña, a la manera socrática, de que el saber lo tiene el otro.
Este convencimiento es lo que inviste al analista de aquello
que se denomina la “docta ignorancia”: saber, al decir de Só-
crates, que no se sabe nada.
Esto configura una humildad verdadera por parte del
analista, que nos lleva a la pasión por el enigma, lo que nos es
desconocido, y que por motivos siempre personales y úni-
cos, todos los analistas compartimos.
Ayudadores, facilitadores del proceso de conocimiento, del propio
conocimiento (inconciente) del paciente, que tanto nos distancia
de una imposición de saber, tan cercana a técnicas cogniti-
vas-conductuales.
Concluiré esta introducción subrayando una vez más la
importancia rigurosa que para nuestra labor clínica adquiere
construir un vínculo con el paciente, recordándole una y otra vez
que estamos “ahí” , junto a él, más allá de la frecuencia del
encuentro, para lo que nos necesite.
Nos disponemos –tal como etimológicamente indica este
término: colocar en un lugar adecuado– a estar-ahí para lo
que el paciente necesite.
Es un estar-ahí que borra las fronteras del tiempo y el
espacio, de la cronología de los encuentros presenciales o
virtuales.
Y esto es lo que debemos explícitamente comunicar con
nuestras palabras, que se acompañarán con actos.
Construir el vínculo, fortalecerlo, es el cimiento de la cura, el
recurso más poderoso para enfrentar las resistencias psíquicas
que atraviesan a nuestra estructura. También para lidiar con
88 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

los rasgos de carácter y con tantos otros obstáculos que de-


beremos atravesar a lo largo de este viaje, donde nos presta-
remos, semblanteando un objeto, caso por caso y vez por vez.
Nuestro propósito es ayudar al sujeto a que viva su vida, sin
tener que pagar por ella un costo desproporcionado que la
neurosis le impone a su subjetividad, a través de síntomas, in-
hibiciones, angustias mal tramitadas, mandatos insensatos, etc.
Para esta difícil tarea, a la que nuestra vocación por el
inconciente (al decir de Fernando Ulloa) nos confronta, nos
sostenemos y nos ayudamos con nuestros propios análisis, la inves-
tigación clínica continua y la supervisión de nuestra casuística, tal
como nos enseñara el creador de la psicoterapéutica psicoa-
nalítica, Sigmund Freud.

Tratamiento con niños


Finalmente, no podríamos concluir este capítulo acerca de
los vínculos en tiempos de virtualidad sin algunas reflexiones
clínicas en referencia al tratamiento con niños y niñas.
En este tiempo me puse al trabajo con colegas que están
sosteniendo, a pesar de las circunstancias de público conoci-
miento, la clínica con niños. Han coincidido, cada cual con
su discurso y estilo, en la importancia de darle continuidad al
espacio terapéutico, consensuado obviamente con los padres, y
atendiendo al caso por caso.
Se remarca la necesidad de ubicar que se cambian hábitos
por un tiempo, a modo de prevención y cuidado entre todos,
pero que la vida continúa. Tal como lo hace saber el ámbito
educativo.
Esto ayuda a reforzar la idea de que no estamos frente a una
apocalipsis, un fin del mundo.
Con las niñas y niños, la idea es que a través de un objeto
de uso corriente o varios (plastilina, masa, arcilla, juguetes)
Miriam Mazover 89

que se puedan consensuar con los papás, el terapeuta construya


una experiencia –virtual– compartida, que permita hablar de lo
que allí está ocurriendo (en acto y en juego) y elaborar aquello que
leemos le ocurre al niño, más en estos tiempos difíciles.
Ambos, terapeuta y niño, comparten el armado del juego
con el o los objetos e intercambian lo que les está ocurrien-
do con eso, lo que podría ocurrir si se hiciera tal o cual cosa,
que surja como propuesta de cualquiera de las partes.
Por otro lado, si el sujeto se encuentra transitando los tiem-
pos de la pubertad y/o adolescencia, la implementación virtual
puede tener a la palabra y a la conversación como protagonistas.
Con los padres, sugerimos programar una entrevista o
una serie de entrevistas, que en tiempos más habituales re-
sultan, en tantas ocasiones, difíciles de combinar. Escucharlos
también en relación a sus vivencias, al hecho de tener que
compartir tanto tiempo en su casa con el o los niños.
Que esta situación, atípica por cierto, pueda hablarse, exteriori-
zarse en el espacio con los padres, es fundamental.
Como mencionaba, hubo coincidencias de abordaje clí-
nico entre los diferentes colegas, quienes están transitando la
experiencia hace un tiempo. Que estos conocimientos y con-
sejos sirvan a los profesionales noveles quienes –hoy más que
nunca– necesitan de nuestro apoyo, paciencia y capacitación.
91

Qué-hacer del psicoanálisis con pacientes


que no presentan una neurosis tipo

Nos ocuparemos en este capítulo de una reflexión originada


en nuestra práctica cotidiana como Institución. Los profe-
sionales clínicos se desorientan con asiduidad cuando tienen
que intervenir con sujetos cuya problemática, y en ocasiones su
propia estructura, no es la de una neurosis tipo.
Nos referimos a pacientes que han constituido su subje-
tividad entorno a lo que S. Freud denominó “carácter”, otros con
tendencia a la actuación, y también aquellos que poseen un
armado yoico débil, y que, por esta razón, en muchas ocasiones,
se presentan sobrecompensados en una apariencia de superioridad
yoica, que los convierte en problemáticos, exigentes, y hasta
desafiantes.
A nivel de la constitución de la estructura psíquica, el yo
de los pacientes recién mencionados se halla en directa conexión con
el ello pulsional.
Esto quiere decir que el dique de la castración entre una
instancia y otra es excesivamente frágil y endeble, razón por
la cual las pulsiones, en estado puro, sin ligadura entre Eros y Tá-
natos, toman al yo, lo capturan: lo dejan en un estado de plena
servidumbre con respecto al ello.
Asimismo diremos que este yo tiene, como consecuencia
de lo antedicho, el sello de la fijeza, propia de la pulsión, y
resulta carenciado del movimiento que la angustia de castra-
ción le otorga al síntoma neurótico tipo.
92 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

Este yo acorazado por las pulsiones y, como decíamos,


alejado de la castración, provoca a su vez que los sujetos sean
pasibles al rechazo por los otros semejantes.
Siguiendo esta línea, destacaremos el valor que para este
tipo de presentaciones adquieren el diálogo, la enunciación amo-
rosa, la paciencia, las explicaciones más detalladas que lo corriente,
a fin de evitar (dentro de lo posible) “interpretaciones” de
índole paranoica por parte del paciente, que terminan gene-
ralmente en un corte abrupto del tratamiento.
Es fundamental entender que lo recién mencionado
constituye una orientación clínica de profunda hondura
psicoanalítica, con fundamentos teóricos que devienen de
la experiencia clínica.
La presencia del analista, si así este se dispone, brindará con
palabras, amor y ternura, un velo para contener el des-borde pulsio-
nal. El analista opera así como una barrera de protección, frente
a lo traumático que significa el campo pulsional, que por es-
tar puro, no elaborado, no puede devenir fantasía (fantasma).
Allí nace la importancia de que el psicoanalista se ubique en
su función, como única manera de evitar encerronas especulares
tales como pensar y/o sentir que el paciente se dirige a la persona
del analista, por ejemplo sin considerarlo, sin valorarlo.
Si nos corremos de esta especularidad, que señala siempre
las resistencias del analista, nos confrontaremos con sujetos su-
frientes en su subjetividad, con escasos lazos sociales y afectivos,
en estado de impotencia frente a este yo, siervo fiel del ello pulsional.
Desde nuestra posición de analista nos ofreceremos, especialmen-
te en estos casos, como vehículos de la castración, con intervencio-
nes que delimiten lo que se puede y no se puede, con pregun-
tas e interrogantes que intentaremos que el sujeto se formule.
Haciendo gala de nuestra paciencia, recordaremos más
que nunca con estos pacientes que la cura no es directa, sino
Miriam Mazover 93

que viene por añadidura, y que la letra “con sangre no entra”,


sino sólo, como nos lo recuerda el maestro Sigmund Freud,
por la vía del amor.
Con estos pacientes, más que nunca, dialogaremos, sere-
mos amables, tolerantes, calmos, y cuidadosos.
La paciencia y el cuidado son aquí, en estos casos, las herramien-
tas clínicas para el psicoanalista, en tanto demostrará en acto, y
como contrapartida de esta presentación clínica, que son posibles
la espera y la pausa, hechos que resultarán inéditos para estas
subjetividades, sujetadas al imperio de las pulsiones en su faz más
primaria, no coartadas en su fin.
De esta forma, le daremos a estos sujetos la enorme opor-
tunidad de aminorar su padecimiento y la chance de tener una vida
más digna para ellos y para quienes los rodean.
La labor clínica con estos pacientes, que tan frecuente-
mente se presentan en la práctica cotidiana, requiere de un
preciso y fino análisis del analista que le posibilite trabajar aque-
llos puntos ciegos de su propia historia y subjetividad que le hacen
tomar como de índole personal los decires y las acciones, de verdad
en muchas ocasiones nada agradables, que estos pacientes des-
pliegan en la transferencia.
Estos sujetos nos confrontan con un verdadero desafío, al tiempo
que nos enseñan, más que otros, la espesura y la complejidad de
la psiquis, en tanto ella se nos presenta en su tiempo primario
de constitución, con las pulsiones en su primer tiempo (sin
ligadura, emparentadas a la muerte) y en primer plano.
Oportunidad, entonces, nos brindan estos pacientes de
hacer una comprobación fáctica de la metapsicología freudiana, que
resulta enorme, porque tomamos verdadera envergadura del
aporte que el genio de Freud le hace al mundo.
Las conceptualizaciones sobre la constitución subjetiva
no sólo permiten, nada más ni nada menos, entender las com-
94 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

plejidades de la psiquis para saber abordar, así, el sufrimiento


humano, sino también las complejidades del hombre que explican
el malestar en la cultura.
Es el predominio de la pulsión de muerte lo que hace que
Freud sea escéptico en relación al bienestar y la bonanza del
mundo humano. Este escepticismo de ninguna manera se
asocia al pesimismo, porque el mismo Freud, y ni que hablar
la cantidad de analistas que recibimos su legado, intentamos
hacer algo con estos saberes, siempre a beneficio de alivianar,
hasta el punto de lo posible, el sufrimiento humano.
Quizás a esta altura entendamos, con mayor claridad,
porqué Freud afirmaba que los pacientes que presentan en la
clínica mayores dificultades, y/o los pacientes graves, son realmente
los que hacen avanzar la teoría.
95

La urgencia clínica:
Qué-hacer del analista

Cuando un paciente vive una situación que denominamos


una “urgencia clínica” (como puede ser una crisis de angustia
con ataque de pánico o sin ataque de pánico, la ingesta des-
medida de una sustancia, diferentes acting-out y/o pasajes al
acto), nos encontramos ante un sujeto que está atravesado por
un trauma, a causa de un acontecimiento externo (ejemplo, una
decepción amorosa) y/o interno (ejemplo, el tránsito por un
duelo). En general, ambas condiciones mencionadas conflu-
yen en la experiencia traumática.
Cuando un sujeto sufre el impacto de un trauma, retrocede
psíquicamente al tiempo primero y primario de la constitución sub-
jetiva, que como tal se encuentra primordialmente reprimido.
Hacemos mención, entonces, al estado de indefensión y des-
amparo primordial de la criatura humana al nacer, lapso de depen-
dencia absoluta del Otro para los cuidados, también denominado
“la madre”, en el sentido de la función materna.
Tiempo donde transcurre la encerrona, por no haber aún un
tercero de apelación, instancia simbólica (función paterna), represen-
tante de la ley de prohibición del incesto, el cual sostiene que “todo
no se puede” (tanto del lado de la madre, como del lado del
niño).
Es aquí la madre la poseedora de todos los significantes
y los significados, dimensión omnímoda, absoluta, desde la
cual formula sus demandas.
96 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

Mientras que, del costado del niño, serán las pulsiones las que
intentarán, en este estado de prematuridad, de forma apre-
miante, satisfacerse plena, directa e inmediatamente.
Será el propio cuerpo del niño el destinatario de la satis-
facción sin medida de las pulsiones. Ellas tienden, decíamos, a la
descarga cero, al nirvana, o sea, a la muerte (son el ejemplo
freudiano de los labios que se besan a sí mismos).
De esta manera aparece el sujeto en la urgencia clínica, compe-
lido y urgido por el campo pulsional, que pide el entero del cuerpo
y el propio ser como prenda para la satisfacción sin límite de las
pulsiones.
Ahora bien, el sujeto neurótico en tanto posee la inscrip-
ción psíquica de la ley de prohibición del incesto (que hace
eficacia subjetiva), arrasado por las circunstancias más arriba
descriptas, gritará, pidiendo auxilio, en un intento dramático de
que se presente un tercero a quien apelar. Un tercero que diga
“no” a esta situación de desenfreno y coerción pulsional.
Será el analista (si tiene la ocasión de intervenir en una ad-
misión, guardia o tratamiento, si la urgencia clínica se presen-
ta) quien tendrá la oportunidad de oficiar como tercero de apelación y
así, producir un dique que lo separe –en forma doble– al sujeto inde-
fenso, ahora en el plano de la fantasía adonde ha retrocedido.
Decimos en forma doble puesto que nos referimos al campo del
Amítico, sin barrar, campo de la pura demanda del A, por un lado,
y al campo del apremio mortífero de sus pulsiones, por el otro.
El sujeto neurótico cuando entra en urgencia, en ence-
rrona, grita, patalea desesperado, sin brújula y desorienta-
do. Se halla bajo los efectos de la angustia oceánica, tal como
Freud la denominara, tan diferente de la angustia señal, que
por ser de castración, precede a un corte.
Por el contrario, esta angustia que se desata en la urgencia es
angustia automática, que como tal y lejos del corte, no hará
Miriam Mazover 97

otra cosa que redoblar el trauma que se ha desatado en el sujeto


a causa de la fantasía de indefensión, que lo tiene apresado.
El analista operará de brújula, ese instrumento que en la
realidad concreta se usa para determinar el rumbo y dar una
dirección. Siempre y más que nunca, extremando la paciencia y
el buen trato, apelando a la transferencia positiva.
Si el analista tiene que extremar su saber-hacer, es porque
la desorientación del sujeto es tal que puede, con sus movi-
mientos subjetivos descoordinados, intentar “matar” (simbó-
licamente hablando) a quien lo auxilie, o a sí mismo.
Como acción clínica, y para contrarrestar este estado, in-
troduciremos lo simbólico, instancia que marca que todo no es
posible, que una cosa no es igual a la otra, que además existe
la discontinuidad temporal: ayer, hoy y mañana.
En primera instancia, tranquilizaremos al sujeto con un
gesto amigo, hospitalario, como primer stop al desenfreno
pulsional. Como analistas, responderemos a la urgencia con
una pausa, logrando así una nueva estabilidad.
Le donaremos significantes, prestaremos palabras, campo de lo
simbólico, para que haga registro de esta dimensión: de texto
sin palabras a un texto con palabras. También gestos humaniza-
dores, para que vuelva a anoticiarse de los afectos y efectos positivos
y propiciatorios de los lazos, que en el tiempo de la urgencia
están suspendidos, en tanto el sujeto sostiene psíquicamente
la encerrona, la cual por alguna razón (que tendremos que
descubrir) se le impuso.
Asimismo le arrimaremos la noción de causa, de que está así
por algún motivo de su historia, que iremos construyendo de a
poco, como dijimos, con pausa, intentando la subjetivación de
lo que le era ajeno. En la urgencia se hace importante entrar por
otro lado diferente al episodio mismo que la desató, porque allí hay
un agujero y una falta de simbólico, de palabra. A la manera
98 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

de ejemplo, decimos que le podemos preguntar sobre un


tema de la vida cotidiana, como forma de desviar al sujeto de
lo traumático, que no tiene red significante.
Y, fundamentalmente, le transmitiremos que estamos ahí
para oficiar de terceros, como si fuéramos un dique, hasta
que pueda reconstruir los propios, aquellos que le harán de
borde al campo pulsional.
Propiciaremos así el primer deseo, que traerá otros: encontrar
una escapatoria a la encerrona en que cayó su subjetividad,
mientras tanto nosotros como analistas, y otros de ser necesario
(amigos, familia), oficiaremos de guardianes de la puerta que dice:
SALIDA.
99

¿Cómo dar el alta por finalización


del tratamiento institucional?

Como los psicoanalistas nos movemos siempre en un suelo


transferencial, la cuestión sobre cómo dar el alta por finaliza-
ción del tratamiento institucional es un tema muy delicado.
En este capítulo abordaremos algunas apreciaciones a tener
en cuenta.
Freud nos enseña que el analista debe recordar que en
un tratamiento con orientación psicoanalítica, de ninguna
manera debe estar en juego su persona. El clínico, nos dice, pasa
a formar parte para el paciente de una o varias figuras de su trama
inconciente (en general de orden edípico). El analista desconoce
siempre en qué lugar el paciente va a ubicarlo en su serie inconciente
(la figura del padre, la madre, el hermano, etc). El psicoanalista
tampoco podrá hacer un cálculo a priori del lugar donde él
va a quedar ubicado en transferencia.
Lo importante será siempre tener en cuenta que para ejer-
cer su función, es necesario saber que no es a la persona del psicoa-
nalista a quien se dirige el paciente. Lo recién referido evita, en
principio, posiciones especulares del orden: “Mirá lo que me
hizo o me hace”, que en tantas ocasiones, al decir de Ulloa,
terminan en una crítica hacia el paciente y su proceder.
Sin embargo, todo lo que el analista diga o no diga, haga o
no haga, será muy significativo para el paciente. Nada le será
indiferente. Freud señala que sin transferencia amorosa (amor de
transferencia, transferencia positiva), ninguna intervención llegará a
100 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

buen puerto. Por este motivo, es lo primero que como analista


debo lograr. Será un recorrido que lleve tiempo, al decir de Sig-
mund Freud, y buen trato, al decir de Fernando Ulloa.
Cuando la labor del psicoanalista se realiza con niños,
este amor de transferencia se tendrá que lograr con el niño o
niña y, fundamentalmente, con los padres. Si los padres no están
en transferencia positiva con el clínico, el niño –que depen-
de en lo real de los padres– no podrá armar la transferencia
amorosa con el analista. La niña o el niño, por la dependen-
cia recién mencionada y por amor, se ubicará siempre del
lado de sus padres.
Por lo tanto, la labor clínica con los padres es fundamen-
tal. Citarlos, preguntarles cómo ven al niño, contarles y ha-
cerlos partícipes de cómo va el tratamiento –sin que ello
signifique violar el secreto profesional–, hacerles una devo-
lución antes de finalizar el tratamiento con el niño o la niña.
Por supuesto, también le deberá brindar un espacio para que
el niño elabore el término de su tratamiento antes de darlo
por finalizado.
Retomando ahora lo referido más arriba, deberá el psi-
coanalista ser muy cuidadoso con las intervenciones y se-
ñalamientos. Siempre deberá tener en cuenta que el paciente
ubica al clínico en un lugar de su fantasma, primordialmente incon-
ciente, dentro del cliché de su entramado edípico.
También decíamos que nunca es a la “persona” del analista a
quien se dirige el paciente. Observaciones tales como “No me
quiere pagar más”, “No me valora, por eso falta a la sesión”,
“Es bastante maleducado conmigo”, serán siempre desacer-
tadas. Al contrario, evidenciarán cómo el analista se desorientó. A
esto se lo llama “contratransferencia”: se trata de la resistencia del
analista que debe ser abordada en su propio análisis personal
y/o supervisión clínica.
Miriam Mazover 101

El paciente es siempre quien paga, con su sufrimiento, un costo


muy alto por sus fijaciones incestuosas: a través de inhibiciones,
síntomas, angustias, enfermedades del cuerpo, empobreci-
miento de sus lazos sociales y amorosos. En los inicios del tra-
tamiento, en el desarrollo y en la culminación del tratamiento
institucional, siempre deberemos tener en cuenta la transferencia.
Cuando en una Institución decidimos dar por finalizado
un tratamiento, tendremos que informarle9 al paciente por
lo menos un mes antes de concluirlo. Le explicaremos que,
tal como se lo comentamos al principio, en la Institución los
tratamientos tienen una duración que oscila entre seis y ocho
meses, porque hay otros pacientes a los que se debe prestar
atención clínica y que están aguardando ser atendidos.
Si al momento de esta comunicación o al finalizar el
tratamiento el paciente expresa el deseo de continuarlo en
forma privada10, le diremos que no hay problema, por el
contrario, pero que primero daremos por finalizado su tratamien-
to en la Institución y que, sobre la continuación del mismo,
hablaremos en otro espacio, el espacio privado del consultorio del
analista. Aconsejo decirles, oportunamente, que esa primera
entrevista en el consultorio será sin cargo a los fines de con-
versar sobre este nuevo tiempo.
Lograremos separar así los espacios: el institucional y el privado.
Será en el consultorio donde hablaremos de honorarios que,

9
Recordemos una vez más que en la primera entrevista de tratamiento
el profesional deberá expresar al paciente las normas institucionales en
torno al dinero (bono voluntario) y en relación al plazo institucional,
siempre atendiendo al caso por caso.
10
La demanda de continuar el tratamiento en forma privada debe ser
del paciente. En ningún caso puede ser al revés. No sería ético que el
profesional le ofreciera la posibilidad de continuar en su consultorio
si el paciente no lo demandara previamente.
102 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

a diferencia del bono voluntario, el valor lo fija el psicoa-


nalista.
Atravesados como siempre por la ética, al establecer un
honorario no deberíamos olvidar nunca la procedencia del
paciente. Antes de ese momento él o ella pagaba un bono,
con lo cual no podremos, éticamente hablando, proponer-
le un honorario fuera de su alcance. Si en la Institución
se ofreció un espacio siempre transferencial, no podremos
anularlo con un honorario que a priori sabemos que el pa-
ciente está impedido de abonar. Con el tiempo y la eficacia
del dispositivo psicoanalítico, el paciente logrará mejorar su
condición subjetiva y con ello generalmente su condición
económica.
Ética, transferencia, inconciente, posición del analista son vectores
que nunca deben abandonarse. Por el contrario, son los pilares so-
bre los que se apoya el método psicoanalítico que con tanta vocación
abrazamos.
Problemáticas y presentaciones
clínicas de la práctica cotidiana

Herramientas clínicas
105

¿Qué se trabajará en esta sección?

Esta sección estará dedicada a conceptualizar los puntos


centrales de diversas problemáticas y presentaciones psíquicas que
se manifiestan de manera habitual en la práctica clínica co-
tidiana. Se intentará orientar a los profesionales, a través de
la comprensión de las mismas, en el accionar clínico co-
rrespondiente, siempre atendiendo a la singularidad de cada
caso.
Están escritas de una manera sencilla y accesible para que,
además de servir a la capacitación teórico clínica de los pro-
fesionales, pueda circular entre los miembros de la comuni-
dad, a través de nuestras redes sociales.
Consideramos muy importante no solo el abordaje y el tra-
tamiento de las problemáticas psíquicas, sino también la prevención
de las mismas. Porque cuanto más conocimiento y alcance
se tenga sobre la psiquis y sus vicisitudes, tan complejas por
cierto, y en muchas ocasiones descuidadas y taponadas por
las psicodrogas, poseeremos como sujetos más recursos para
acudir a una consulta psicoterapéutica temprana.
De este modo los terapeutas tendremos no solo la enorme
oportunidad de ayudar al sujeto en su sufrimiento psíquico
para que pueda no penar de más, sino que también contri-
buiremos desde nuestra función, avalada por tanto estudio y
tanta practica, a que los cuadros clínicos no se agraven de tal
manera que se necesite recurrir a instancias dolorosas como
106 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

lo son las internaciones, las intervenciones judiciales, el su-


ministro de psicofármacos, las desintegraciones familiares, el
sufrimiento de los hijos y lo que es peor aún, la repetición
de los padecimientos de generación en generación.
Vaya con esto nuestra contribución a los profesionales, a
su capacitación y también a la salud mental de la comunidad
de la que formamos parte.
107

Depresión y Pandemia
No hay vacuna contra la depresión

La Depresión es un cuadro clínico que experimenta un su-


jeto cuando atraviesa sentimientos de desesperanza, pensa-
mientos negativos, que lo llevan a sentir que el futuro no
guarda nada bueno y que todo lo positivo de la vida ha
desaparecido o terminado.
Estas sensaciones experimentadas se unen a una notable
reducción de la energía, por la cual la persona siente poca
fuerza para realizar tareas que, hasta aquí, eran habituales.
Generalmente estos cuadros se presentan acompañados de
trastornos en el sueño, de diversos síntomas físicos (dolores
musculares, contracturas, malestares digestivos, jaquecas, etc.) y
una tendencia, cada vez mayor, al aislamiento social y afectivo.
En muchas oportunidades, los estados depresivos son una
respuesta doliente del sujeto, a un acontecimiento inesperado y, ge-
neralmente, abrupto (traumático) del mundo exterior, que trae con-
sigo una pérdida.
Ninguna persona queda exenta, libre, de tener un cuadro
depresivo.
No hay vacuna para la depresión; al contrario, es una
presentación clínica (que adquiere diferentes grados) más
frecuente de lo que se supone. Sólo que suele ser silenciada
por diversos motivos, entre ellos la vergüenza a la sanción
social, que generalmente, esto es lo que ocurre, es una res-
puesta de rechazo.
108 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

La Pandemia actual y la cuarentena prolongada, están sien-


do hoy la causa por la cual emergen, cada vez más, cuadros
depresivos entre nuestra población. A esta depresión se la de-
nomina “reactiva”, a diferencia de otro tipo de depresiones.
Todos y cada uno de nosotros, nos vimos enfrentados de un mo-
mento a otro a un cambio radical de nuestras vidas, amenazados por
la enfermedad, la muerte propia y de nuestros seres queridos; hemos
perdido referencias de tiempo y espacio, hemos sufrido pérdidas en-
lazadas al contacto afectivo y otras materiales.
Todo esto y mucho más que queda sin enumerar, produ-
jo y produce un fuerte impacto en nuestras vidas, en nuestro
estado de ánimo, en nuestra subjetividad.
La depresión reactiva, a la que estamos haciendo referencia, es
justamente una reacción, muy esperable y posible, frente a lo trau-
mático de la Pandemia y la cuarentena.
Los especialistas de la salud mental estamos capacitados
para acompañar y ayudar a los sujetos que sufren depresión,
y también tenemos la obligación de manifestar que es espe-
rable y comprensible que frente a algo traumático, que nos
enfrenta a pérdidas dolorosas, nos deprimamos.
Asimismo, tenemos que desterrar la idea de que la depre-
sión es un mal que lo sufren pocas personas.
También insistir en que, de hecho, la depresión es una
respuesta inmensamente humana, que habla de que so-
mos sensibles, es decir, que tenemos sentimientos. Esto habla
a favor de lo humano.
Y por último, afirmar que la depresión es un cuadro tra-
table a través de la palabra, el acompañamiento y el vínculo
con el profesional psicólogo.
De ninguna manera es un tratamiento mágico, por el
contrario, es artesanal: se trata con cada sujeto de volver a tejer la
trama psíquica que el trauma desunió.
Miriam Mazover 109

Como profesionales de la salud mental ayudaremos a restablecer


el deseo que nos habita, los deseos, que desaparecen en los cuadros
depresivos.
Este deseo, estos deseos, son los que dan sentido a la vida
y a las ganas de estar vivo, ésta será la llave para recobrar la
esperanza en el por-venir.
Este es el horizonte que propone la psicoterapia analítica,
que también pone el acento en que cuanto antes se consulte,
más pronto se encontrará la salida. Evitando, además, que el
estado depresivo se haga crónico, es decir, que se prolongue
y agrave con el paso del tiempo.
111

Ansiedad generalizada
Una defensa muy cara

La ansiedad generalizada refiere a un estado de ánimo en


donde el sujeto que la padece siente un grado alto de ma-
lestar y displacer interno porque se encuentra nervioso, in-
quieto, temeroso, preocupado, en estado de alerta. Siempre
pensando en lo que vendrá, en el futuro, que se torna incier-
to, con su mente cabalgando por rumbos incontrolables, con
la sensación siempre presente de que la realidad lo supera.
Se le pueden sumar otros síntomas psíquicos como:
irritabilidad, problemas para conciliar el sueño, pérdida de
memoria, preocupaciones excesivas y/o sintomatología or-
gánica (taquicardia, problemas digestivos, contracturas mus-
culares, etc).
La investigación clínica psicoanalítica comprueba que,
aunque el sujeto no lo perciba concientemente, su psiquis
está atravesada por un mecanismo defensivo, contra algo aún mayor
que lo que siente y que es, la angustia traumática.
¿Y qué es la angustia traumática?
La “angustia traumática” es aquella que reproduce
el estado de desvalimiento e indefensión de la criatura humana al
nacer, que depende en su totalidad de las funcionas parentales
para sobrevivir.
La psicoterapia analítica propone escuchar, a través de las
palabras y el relato del paciente, todos sus síntomas y de este
modo, vínculo terapéutico mediante, ayudarlo a encontrar
112 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

las representaciones ausentes de la conciencia que, a través


de su discurso, nombren tanto malestar subjetivo.
Estas representaciones, nos van a encaminar hacia el con-
flicto psíquico que está atravesando ese sujeto en particular,
para distinguirlo, abordarlo y tramitarlo.
De esta manera, se tendrá la oportunidad de encontrar
vías para aclarar y elaborar las problemáticas que provocan
tanto sufrimiento, que se vive como un estado de ansiedad
generalizada.
Pasaje del padecimiento subjetivo a un apacible bienestar que
permita vivir con ánimo deseante y recuperar, así, el disfrute de estar
vivos.
113

La angustia
Del malestar al bien-estar

La angustia refiere a un estado afectivo sentido como congoja,


entre la pena y el agobio, que impacta sobre el cuerpo.
Las manifestaciones en el cuerpo van desde dolores en
el pecho, taquicardia, sudoración, falta de aire, contracturas
musculares, dolores estomacales, etc.
A diferencia del miedo, no hay un objeto concreto o una
situación específica que la despierte. Por este motivo, al suje-
to le resulta difícil, en muchas oportunidades, encontrarle una causa
directa que la haya despertado.
La investigación clínica psicoanalítica descubre que la an-
gustia es una señal, que si se la soporta y se la atraviesa, a través
del acompañamiento terapéutico, le indica al sujeto que se
haya bajo la oportunidad de realizar un cambio novedoso,
que será muy positivo para su vida, en tanto le brinda la oca-
sión de cambiar su posición subjetiva y así, darle un mejor
lugar a sus deseos.
Por este motivo, insistimos en la necesidad de que la angustia no
se tape, ni con psicofármacos, ni con objetos de consumo, que es lo
que la sociedad actual ofrece constantemente.
Asimismo, concientes de que la angustia resulta displacen-
tera y acarrea malestar psíquico, anímico y corporal, insistimos
en la importancia que tiene consultar a un psicoterapeuta.
El analista va a alojar al sujeto y a la angustia, para
ponerla en palabras, y así abrir el marco de las representacio-
nes allí donde sólo hay afecto displacentero.
114 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

De esta manera, se logrará, vínculo terapéutico mediante,


que se abra la puerta de salida de la angustia y se de paso
a una mejor posición en la vida, que permita disfrutarla y
valorarla.
La angustia, que se podrá tolerar en tanto el sujeto esté
acompañado en esta travesía, es la llave misma que va abrien-
do los portones del malestar al bien-estar subjetivo.
115

La angustia II
Una gran oportunidad

La angustia es una condición humana que no es compartida


por otro ser vivo.
A diferencia de cualquier otro sentimiento displacentero,
como lo es la tristeza y el desánimo, diremos que la angus-
tia es la manifestación de un estado de malestar significativo, que
puede aparecer súbitamente y que no se corresponde con
un peligro real y determinado.
La angustia se siente en el cuerpo propio como sensación
de ahogo, inquietud, con aceleración del ritmo cardíaco, y
en ocasiones, con mareos y/o vértigo.
Sí, así sin duda lo podemos corroborar, la angustia se sien-
te en el cuerpo, más que nada en la zona del pecho, y junto
a la taquicardia recién mencionada, provoca opresión y difi-
cultad respiratoria. De hecho, las palabras “angustia” y “angosto”
provienen del latín angustus, que quiere decir estrecho.
Ahora bien la angustia que se registra a nivel del cuerpo,
tiene su origen, como al inicio lo señalábamos, en el psiquis-
mo; por este motivo, decimos que es un afecto distintivo
del ser humano.
Aquello que la clínica psicoanalítica descubre es que será,
a partir de la escucha del psicoterapeuta, y del pedido que
este le formula al paciente (de que le comunique libremente
lo que se le vaya ocurriendo, sin censura alguna), que el su-
jeto podrá decir de su angustia.
116 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

Recién cuando pueda hablar, sólo después, no antes, sabremos


algo del verdadero motivo de la angustia, que se presentó sin permi-
so, en forma imprevista y repentina.
Asimismo, y en directa relación, observamos que cuando
el sujeto empieza a hablar, es decir, a ligar el afecto con la
representación-palabra, la angustia aminora, baja.
La palabra, descubre Freud, produce un corte con la sensa-
ción subjetiva de “ese ahogo sin límite”, que produce la angustia.
Afirmamos, así lo comprueba la clínica, que la angustia
constituye, a pesar de ser displacentera, una oportunidad
para el sujeto, en tanto le anuncia, llama su atención, para
que él o ella se dé cuenta de que está atravesando, interior-
mente hablando, un tiempo que le reclama un movimien-
to subjetivo, que implica hacer un corte.
Un corte para avanzar en algo en lo que el sujeto se encuentra
detenido en relación a su deseo, y/o para decir “no”, a un hecho
o circunstancia que repite a modo de infelicidad y malestar
en su vida.
Ahora bien, si la angustia se presenta, así de profunda, es-
trechando el pecho, es porque el sujeto está bajo una opor-
tunidad y, sin embargo, le cuesta dar ese paso hacia su bien-
estar subjetivo.
Por este motivo es bienvenida la ayuda psicoterapéutica,
que aloja al sujeto y a la angustia.
El recorrido de la psicoterapia analítica le permitirá al
sujeto, vínculo terapéutico mediante, anoticiarse de qué se
trata, en principio, la encrucijada en la que se encuentra y
que es aquella que causa su angustia.
Por otro lado, le posibilitará, una vez que descubra y sitúe
donde se halla ese brete subjetivo, ponerse en acción para
avanzar hacia su deseo, o ponerle un stop, un “no va más”, a
una situación vital, repetitiva y martirizante.
Miriam Mazover 117

La angustia, entonces, lo confronta al sujeto a lo que deno-


minaría “una gran oportunidad”, que no tendría que ser des-
aprovechada.
Por este motivo, la angustia es para el psicoanálisis una aliada
del sujeto, que le avisa y le señala adónde tiene enredados los pies,
al tiempo que lo desafía a encontrar una salida, siempre a
favor de la vida.
119

Ataque de pánico

Se denomina ataque de pánico a la aparición repentina, en la


vida de un sujeto, de un terror intenso ligado a la muerte pro-
pia, sin que haya para ello un motivo externo y/o concreto.
La persona empieza a sentir en forma súbita dolor en el
pecho, palpitaciones, falta de aire, dificultades en la respira-
ción y un aturdimiento interno, que puede llegar hasta el
sentimiento de despersonalización.
Se instala por un lapso de tiempo (entre quince y cincuenta
minutos) un círculo vicioso en donde el sujeto tiene terror y has-
ta convicción de morirse, e interpreta cada síntoma somático,
como prueba de que se está muriendo.
La sintomatología es tan parecida al ataque cardíaco, que
muchas veces se hace necesaria una evaluación médica para
descartar patología orgánica.
El ataque de pánico provoca un altísimo nivel de sufrimiento
para el sujeto, porque su psiquis se desorganiza y en ese lapso,
se desarma. Por este motivo, la excitación interna fluye sin
freno.
Producto de esta descomposición psíquica, desaparece el sujeto, en
el sentido de que él ya no se reconoce. Es un puro cuerpo que está a
punto de estallar. Esto que recién describimos se conoce con
el nombre de despersonalización.
Cuando cede el ataque de pánico, el sujeto queda fatiga-
do, anonadado, sumamente agotado.
120 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

La experiencia del ataque de pánico, cuando éste está en


pleno desarrollo, es una experiencia traumática, su fuerza
es desenfrenada.
A diferencia de la angustia, que está enmarcada dentro
de lo que denominamos elaboración psíquica, el ataque de
pánico (mientras dura) no le permite al sujeto conservar los
parámetros que ordenan la experiencia de su realidad, de su
mundo.
Además del alto grado de sufrimiento que experimenta
el sujeto con ataque de pánico, del que ya dimos cuenta, la
experiencia clínica nos permite afirmar, que si no se realiza
lo antes posible una consulta psicológica, se presentan tres
peligros posibles:

(a) el pánico al pánico, la persona empieza a ob-


sesionarse con la idea de que el ataque de pánico
pueda repetirse y esto hace que el pánico esté siem-
pre al acecho, o en ocasiones, se vuelva a engendrar;
(b) se va produciendo un progresivo aislamiento
ambiental y social; el sujeto, por miedo a que
vuelva a ocurrirle el episodio de pánico, comienza
a recluirse cada vez más en los espacios cerrados
y empieza a tener conductas evitativas con el am-
biente y las personas;
(c) se produce una pérdida progresiva de las ca-
pacidades intelectuales y motrices, que se re-
ducen cada vez más, lo que influye en el ámbito
familiar, laboral y social en general.

En cambio, la consulta a un psicoterapeuta lo que va a


permitir es en principio, poder hablar con un otro confiable. Este
hecho aunque parezca menor, resulta enorme, porque al
Miriam Mazover 121

hablar los sujetos comenzamos a ligar cargas, tensiones, en


palabras y esto propicia que el aparato psíquico empiece a
reordenarse nuevamente, y con él, la propia realidad del su-
jeto, la cual siempre es única y singular.
El sujeto mismo vuelve a estar de pie.
La consulta temprana del ataque de pánico tiene, la ma-
yoría de las veces, una muy buena resolución.
Con la subjetividad afianzada, la persona tendrá las po-
sibilidades ciertas de interrogar, en el espacio terapéutico,
cuáles son las cuestiones de su historia pasada o presente, que
causaron el ataque de pánico. Así también se abrirá la opor-
tunidad de descubrir antiguos o nuevos deseos, que al poder
encausarse, lograrán dar sentido y valor a su vida.
123

Las compulsiones

Las compulsiones son acciones que un sujeto ejecuta en su


vida, causadas por un impulso irrefrenable, incontenible, que
proviene del interior de su subjetividad. Se vuelven insis-
tentes y repetitivas.
Desde lavarse las manos continuamente, controlar situa-
ciones en forma constante, ordenar sin parar, vomitar des-
pués de comer, no poder parar de comer, etc.
Son actuaciones que el sujeto se siente obligado a ha-
cer, para evitar un peligro que supone, puede sucederle a él
mismo y/o a su entorno cercano.
Producen un gran malestar en el sujeto, le hacen perder
mucho tiempo y van produciendo, más temprano que tarde,
un desgaste y un deterioro en su vida afectiva, social y laboral.
El sujeto tiende a ocultar estas acciones irracionales, aislarse pro-
gresivamente de su medio y comienza, en muchas oportunidades, a
tener fobias asociadas. Evita toda/s circunstancias en donde asocia
un daño, que su obsesión protege.
Un ejemplo sería, en casos extremos, dejar de comprar
alimentos por miedo a que estén contaminados, hasta dejar
de comer por miedo a engordar.
Como psicoterapeutas, nos encontramos con un sujeto
que sufre una problemática psíquica, por la cual no puede
(no es que no quiere) reprimir los impulsos, sea cuales fue-
ren que este sujeto padezca.
124 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

La represión es un mecanismo intrapsíquico necesario


en la subjetividad, que calma y ordena la vida de un sujeto.
La represión como mecanismo psíquico, refiere a una ley
interna, que está incorporada, que como tal, organiza los
impulsos para que ellos no nos invadan. Este mecanismo
psíquico se termina de adquirir a la salida de la adolescencia.
Hay circunstancias personales, entre la niñez y la adolescencia,
por las cuales se puede inferir –esto es lo que la investigación
clínica demuestra- que esta represión benéfica y normativa, fue
deficiente para el sujeto que sufre las compulsiones.
También, así se comprueba, puede ocurrir que un he-
cho del presente, haga trastabillar, tambalear, vacilar, a este
mecanismo psíquico que nos protege de la invasión de los
impulsos, en forma descontrolada.
Es muy importante que lo más tempranamente posible,
el sujeto que sufre de compulsiones, realice una consulta
psicológica.
Los psicoterapeutas contamos con las herramientas como
para poder hacer hablar a aquello que se presenta mudo e
irrefrenable. Y llevar al plano del procesamiento psíquico
aquello que al sujeto se le presenta como “pura acción”.
De la acción a la palabra, del impulso ciego e irrefrenable a la
representación, del mandato insensato al deseo.
Este camino terapéutico se realiza con todo el apoyo y
el acompañamiento del profesional, convencidos de que el
sujeto puede pasar de la esclavitud de sus compulsiones, a la
libertad de actuar y decidir sobre su deseo.
125

El duelo

El duelo hace referencia a un estado afectivo en donde pre-


domina el dolor que experimenta un sujeto, a causa de una
pérdida importante y representativa en su vida.
Puede referirse a la pérdida de un ser querido, de una
relación de pareja, de un empleo, de un lugar de residencia.
Lo primero, en general nos ocurre frente a una pérdida,
es intentar negarla, no queremos creer que haya sucedido.
El aparato psíquico comienza con esta negativa un proceso que
se extiende en el tiempo y que trae aparejado varios estados de áni-
mo, entre los cuales, podemos nombrar: el enojo, la tristeza, la culpa
por pensar lo que se cree, se podría haber hecho y no se hizo, hasta
que finalmente el principio de realidad termina imponiéndose, y con
él, la aceptación de la pérdida.
A este proceso, que como decíamos lleva tiempo, se lo
conoce como “trabajo de elaboración del duelo”.
El psiquismo, cuando se produce una pérdida, tiene una difícil
labor, porque el sujeto se repliega, retrocede sobre sí mismo y no tiene
energía (libido) para cargar, enlazar y, menos que menos, ocuparse
del mundo exterior.
El aparato psíquico, decíamos, tiene que realizar un enor-
me trabajo: desarmar, pieza por pieza, los lazos que unen al
sujeto con aquello que ha perdido. Desarmar en el sentido
simbólico del término. Lo hace con dolor y con esfuerzo.
126 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

Sólo al final del proceso de duelo, que se conoce, decía-


mos, como la elaboración del duelo, el sujeto puede nueva-
mente otorgar y poner su fuerza, su ánimo, sobre las cosas
del mundo que lo rodea y sobre sus relaciones personales.
Sin embargo, puede ocurrir que la persona no pueda lle-
gar a elaborar el duelo y quede detenida en alguna de las
etapas mencionadas.
Si eso es lo que ocurre, nos encontramos frente a otro
tipo de duelo llamado “duelo patológico”.
El duelo patológico si se instala, es muy peligroso, porque puede
llevar al sujeto a un estado depresivo.
Dicho estado depresivo nos muestra que el duelo no
pudo elaborarse, y que por éste motivo, el sujeto sigue apar-
tado de su realidad.
Habita el mundo de forma pasiva, porque sigue ensimis-
mado sobre sí y sobre lo que perdió.
Si este es el estado de situación, resulta muy importante
que se realice una consulta con un psicoterapeuta, a diferen-
cia del duelo normal.
El clínico acompañará al sujeto y le brindará un espacio tera-
péutico en donde se tendrá oportunidad, a través de la palabra, de
detectar, leer, las motivaciones por las cuales el sujeto no puede des-
prenderse de lo perdido, para volver a relanzar su deseo/s.
La técnica analítica resulta muy eficaz para ayudar a
acompañar procesos de duelo, o destrabar un proceso de
duelo patológico, que no es otra cosa que el duelo empan-
tanado.
El sujeto se volverá a armar psíquicamente, recobrando
su ánimo, su fuerza y el sentido que le da a su vida.
127

La fobia

La primera diferenciación que hay que hacer para acercarse


a la problemática de la fobia es distinguirla del miedo.
El miedo es una emoción intensa y primaria, que se carac-
teriza por ser una reacción defensiva ante un peligro real y
concreto. Se sitúa en el plano de la realidad material.
En cambio, la fobia refiere a un mecanismo psíquico por el cual el su-
jeto experimenta un terror interno, que se desplaza y se deposita en un
objeto o situación que deberá, a partir de allí, ser evitada constantemente.
La investigación clínica psicoanalítica descubre que aquello que
está como telón de fondo de la fobia, y que la conciencia no percibe,
es una intensa angustia.
Esta angustia potente es transformada por el aparato psí-
quico en terror hacia un objeto o situación.
De esta manera, el psiquismo se defiende de ser devasta-
do y arrasado por dicha angustia.
Es una defensa muy costosa que el sujeto experimen-
ta con mucho sufrimiento y malestar, al tiempo que le pro-
duce una limitación importante en su vivir cotidiano.
Es muy importante realizar una consulta psicoterapéutica
a tiempo, ya que deberemos evitar que la fobia se instale y se per-
petúe, porque el sujeto, además de sufrir demasiado, se hace
propenso a adquirir nuevas fobias asociadas a la original.
Si esto es lo que ocurre, se le irán cerrando cada vez más
espacios, el sujeto tenderá a aislarse para evitar las diferentes
128 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

situaciones que se le han transformado en amenazantes y


angustiantes.
El tratamiento psicoterapéutico es muy eficaz, porque a
través de las palabras asociados por el sujeto y el acompaña-
miento que proporciona el terapeuta, se tendrá la oportuni-
dad de descubrir qué es lo que verdaderamente encubre el
objeto y/o situación temida.
Lo que oculta es, así lo venimos afirmando, una angustia
desmesurada e intensa, relacionada con fantasías inconcientes que,
como tales, no tienen acceso a la conciencia del sujeto.
La fobia que el psiquismo, inconcientemente, fabrica, lo
defiende a costa de tanto sufrimiento, de una gran angus-
tia, enlazada a un encierro edípico, familiar, desplazado
hacia un objeto y/o situación. Reiteramos, el sujeto no
tiene dicha fantasía al alcance de su conciencia.
La psicoterapia logrará liberarlo de esta cárcel que es la
fobia, que lo aparta de vivir la cotidianeidad con la calma
necesaria para lograr algún disfrute de la vida.
129

Conflictos de pareja y terapias de pareja

Cada pareja está constituida por dos personas que tienen


subjetividades diferentes, y a la vez, coinciden en muchos
aspectos de la vida.
Cada uno de los integrantes tiene, generalmente, diferen-
tes maneras de percibir y pensar las cosas del mundo, distin-
tas actitudes frente a un mismo hecho, disparidad de crianzas
en sus familias de origen.
Las diferencias nombradas enriquecen el vínculo, lo ha-
cen interesante, le sacan monotonía; sin embargo también
pueden ser ocasión de mucho malestar y sufrimiento en la
pareja.
Si lo que prevalece es el padecimiento, el vínculo pasa de
ser placentero a displacentero y, en ocasiones, puede volverse
tortuoso.
Tal como la experiencia lo demuestra, la pareja intenta
en reiteradas oportunidades, llegar a acuerdos entre sí, sin
lograrlo. Como si esto fuera poco, se logra un efecto inverso:
esto es que cada integrante se siente descalificado, desvalo-
rizado, no tomado en cuenta por el otro ni comprendido.
Aparecen las denominadas “crisis”, que desembocan en
situaciones de desborde, desconfianza, falta de deseo sexual
y/o indiferencia.
Se va construyendo un escenario en donde los sujetos de la pa-
reja, comienzan a vivir un sin salida. Una encerrona.
130 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

Desean conservar el vínculo, tienen interés y entusiasmo


de continuar el uno con el otro, pero la relación es mucho
más sufriente que placentera.
En estas ocasiones, la consulta a un psicólogo, especiali-
zado en terapia de pareja, es muy conveniente y aconsejable.
El terapeuta de pareja oficiará, en principio, de tercero, que tiene
la posibilidad de presenciar, sin tomar partido por ninguna de las
partes, la dinámica del vínculo y el funcionamiento de ambos en la
problemática que lo afecta.
Lejos de proponer un modelo de funcionamiento para la
pareja, el terapeuta, por ser imparcial y a la vez ajeno al vín-
culo, hará lecturas de aquello que ocurre entre los sujetos, de
las fantasías en juego entre ambos, para luego verbalizarlas.
Cuestiones que el terapeuta puede considerar y apreciar
por su lugar de tercero.
Sin el objetivo de perpetuar un vínculo, menos que menos im-
pedir una separación, si así la pareja lo considera, les permitirá a
los sujetos tener un horizonte más claro uno del otro, romper con
los monólogos, intentar el diálogo, para que luego sean los miembros
de la pareja los que tomarán decisiones, ahora con más recursos y
herramientas.
La vida de pareja, justamente por tratarse, como al prin-
cipio decíamos, de dos subjetividades, no tiene porqué ser
depositaria de un malestar profundo que desemboque en un
sufrimiento diario.
Se debe encontrar la salida de aquello que muchas veces
deriva en una encerrona, en la que se padece de a dos.
131

Problemáticas de la infancia
¿Cómo tratarlas?

El psicoanálisis, desde sus inicios, plantea que los niños/as


son sujetos en tiempos de formación, que dependen
para vivir material y afectivamente de los padres o de al-
guien que le sean importantes y significativos.
Los padres o quienes cumplan con dicha función, estarán
a cargo de su crianza, que se desarrollará siempre en una
época determinada y con condiciones socio-ambientales
particulares y únicas.
La infancia es ese primer tiempo fundamental en donde el psi-
quismo comienza su constitución, que aún no será la definitiva.
Se necesitará el tránsito por la pubertad y la adolescencia
para que la psiquis adquiera las operaciones que le son más
esenciales.
Decíamos que el psicoanálisis, de la mano de S. Freud, les
otorga a los niños/as el derecho a la palabra, a la expre-
sión de sus sufrimientos y también le da lugar a la escucha
de los padres, o quienes ocupen su lugar, como integrantes
fundamentales para ayudar en el proceso terapéutico, toda
vez que necesitamos brindarlo al niño/a.
Los padres o los encargados de llevar a cabo la trabajosa
tarea de la crianza, son quienes consultan al terapeuta, en
muchos casos por iniciativa propia, en otros por consejo o
indicación del establecimiento escolar.
132 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

El psicoterapeuta escuchará atentamente a los padres, que


en general se encuentran atravesados por la angustia, la pre-
ocupación, por aquello que “no anda en el niño o la niña”.
El analista prestará oídos para escuchar, en principio, si eso que
“no anda” forma parte del sufrimiento del niño/a, o si sólo es algo
que perciben los padres. También puede ocurrir que sea una
preocupación para el establecimiento educativo, porque el/
la infante no responde a los ideales de la época. O bien, lo
que es peor aún, que la manera en que se expresa el niño/a
en apariencia coincide con alguno de los “diagnóstico/s”
que recorren nuestra actualidad y atraviesan también a la
infancia (por ejemplo, el TDAH, trastorno por déficit aten-
cional e hiperactividad).
El trabajo del psicoterapeuta con los padres del niño/a
resulta fundamental e imprescindible desde la orientación
psicoanalítica.
Si el analista toma al niño en tratamiento, es porque escucha
que el niño/a está sufriendo, en tanto quedó detenido a nivel
de su subjetividad en algún tiempo en el que era necesario
un avance; o bien porque efectuó una regresión a otro tiem-
po más temprano, quizás porque está atravesando algún tipo
de duelo (detectable o no); o porque tiene dificultades para
establecer vínculos con sus semejantes y otras tantas cuestio-
nes que pueden ser causa de dolor y/o sufrimiento psíquico.
El psicoterapeuta, si toma al niño en tratamiento, presta-
rá su cuerpo para jugar con el/la infante. El juego (que
incluye el dibujo, la traza, el modelado, etc.) será el compo-
nente esencial en el tratamiento.
¿Y por qué afirmamos que el juego es importante, y más aún,
insustituible en el tratamiento de niños/as?
Porque es a través del juego que ellos expresan sus vivencias,
las más placenteras, las más traumáticas. También será en el
Miriam Mazover 133

juego en donde se podrá leer qué lugar ocupa el niño/a en


el vínculo familiar.
Asimismo, el niño mientras juega va estructurándose psí-
quicamente: maravillosamente va realizando diferentes ope-
ratorias psíquicas necesarias para su vida, en el tiempo de la
niñez y como futuro adulto.
Entonces cuando un niño en terapia juega con el analista
(en forma presencial o de manera virtual) no sólo le está mos-
trando –sin saberlo desde su percepción conciente– cómo
se encuentra en su vida y cómo vive sus problemáticas, sino
también ocurre que el terapeuta, al prestarse al juego y jugar, está
donando, en ese mismo acto, la posibilidad de que el niño/a lleve a
cabo procesos psíquicos imprescindibles para su subjetivación. Enor-
me la tarea del psicoanalista que atiende niños/as.
La clínica y la investigación psicoanalítica en el campo de
la niñez demuestran la gran permeabilidad y apertura que
tiene la niña/o para desanudar y desarmar sus conflictivas en
poco tiempo, a diferencia de los adultos.
Asimismo se pone en evidencia la cantidad de niños/as que son
etiquetados con “diagnósticos de moda”, que en muchas oportuni-
dades desembocan en la medicalización de la infancia, con las graves
consecuencias que ello ocasiona.
Los adultos, de quienes los niños/as dependen totalmen-
te, somos los que debemos estar advertidos de este peligro
de la época: diagnósticos hechos a la carrera, basados en ma-
nuales de psiquiatría y que lamentablemente desplazan su
singularidad, y muchas veces se imponen sobre los niños,
dejando de lado sus subjetividades y el entrecruzamiento
entre éstas, las particularidades de la familia y el contexto
socio-ambiental donde transcurre su crianza.
Sólo en casos muy excepcionales, un niño/a necesita ser
medicado.
134 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

En su gran mayoría, los niños/as deben ser escuchados


y tratados, si es necesario, con una terapéutica psicológica
que incluya a los padres y, fundamentalmente, aquello que al
infante le es propio: el juego sostenido y desplegado en un espacio
entre el terapeuta y el niño/a.
Un niño/a no es un diagnóstico ni un coeficiente intelectual; es
un sujeto en formación con todo derecho a la expresión, a la palabra,
y que tiene, fundamentalmente, un futuro para desplegar sus poten-
cialidades, siempre únicas y valiosas.
Por favor, entre todos/as no permitamos que se cosifique a
los niños/as y se los encierre en una lata diagnóstica. Menos que
menos se los medicalice, sacándolos del juego.
Ayudémoslo, si sufre, con el juego terapéutico, con sus
padres y familia, sabiendo de antemano que siempre lo es-
cucharemos y le abriremos la puerta para que salga a jugar.
135

Las somatizaciones
Palabras atrapadas en el cuerpo

En el siglo XIX, Sigmund Freud pone en evidencia, a tra-


vés de una extensa investigación clínica, que la psiquis (tér-
mino que designa el alma humana) está ciertamente unida
al cuerpo, siendo ambos psiquismo y cuerpo inseparables e
indisociables.
En los primeros tiempos de su ejercicio profesional, reci-
bía en su consultorio de Viena, en tanto él era médico neu-
rólogo, pacientes que sufrían distintos y múltiples síntomas
físicos, que les ocasionaban malestar y sufrimiento en forma
crónica y persistente, y frente a los cuales no se hallaba una
causa orgánica, por lo que fracasaban los tratamientos médi-
cos habituales.
Sujetos en su mayoría mujeres, aunque también mu-
chos hombres, que sufrían calambres y/o parálisis de algún
miembro, dolores de cabeza intensos, multiplicidad de pro-
blemáticas gastrointestinales (vómitos, diarrea), falta crónica
de apetito, problemas con el equilibrio, dolores intensos en
las articulaciones que les impedían el movimiento, y otras
tantas afecciones.
Estas/os pacientes eran tratados como incurables y, en
muchísimas ocasiones, calificadas de mentirosas o farsantes.
Despectivamente, se las denominaba “histéricas”.
Freud retira la mirada sobre sus cuerpos y los exámenes físicos,
ya que de hecho estos pacientes los habían tenido hasta por demás,
y los comienza a escuchar.
136 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

Las mismas/os pacientes le hicieron entender a Freud


que tenían necesidad de hablar y de ser escuchadas.
Así empezaron a relatar sus síntomas, asociándolos con
diferentes situaciones y/o circunstancias de su propia vida.
La investigación clínica avanzaba siempre en el terreno de la
escucha y le demostraba a Sigmund Freud que los/las pacientes
que padecían estos síntomas en el cuerpo, presentaban un conflicto
psíquico (interno) del cual no eran concientes en absoluto, aunque
lo podían relatar.
Este conflicto psíquico que fue expulsado de la concien-
cia generaba un monto importante de angustia inconciente
reprimida que –en lugar de quedar en el territorio de la
psiquis– se desplazaba y se transformaba en un sufrimiento
que se instalaba en el cuerpo. Convirtiéndose el cuerpo en
un “huésped” que aloja al conflicto psíquico y a la angustia
que a este le sobrevenía.
Estamos diciendo entonces, que cuando no hay un diag-
nóstico médico que pueda enlazar el síntoma físico a una
causa orgánica, se comete un error gravísimo si el médico le
dice al paciente cosas tales como: “Usted no tiene nada”, o
peor aún “Ya no hay nada por hacer”.
Hace más de cien años que el psicoanálisis descubre, de
la mano de su creador S. Freud, que detrás de un síntoma
físico, sin causa orgánica que lo determine, está la angustia
del sujeto que por no percibirla en su conciencia, en tanto es
inconciente, no la puede contar en forma directa, en forma
conciente.
Y que esta angustia –producto de un conflicto inconciente ligado
a fantasías inconcientes– por quedar estancada y no encontrar a la
palabra como modo de expresión, lo hace sobre el cuerpo.
Este malestar en el cuerpo simboliza, significa, algo que el sujeto
–sin saberlo ni estar advertido desde su conciencia– muestra.
Miriam Mazover 137

La psicoterapia analítica sostiene, porque así queda de-


mostrado, que el síntoma físico es un mensaje que el analista,
con sus saberes y herramientas clínicas, está en condiciones
de leer y descifrar.
A través de la escucha atenta de las palabras y asociacio-
nes del paciente, y del armado del vínculo, el psicoterapeuta
hará interpretaciones. Asimismo el paciente en la medida
que empieza a hablar, abre las condiciones para ligar la an-
gustia (hasta aquí inconciente y reprimida) en palabras, lle-
vándola cada vez más al territorio de lo psíquico, que al del
cuerpo.
La eficacia sobre los malestares físicos está comprobada
por la investigación y la clínica psicoanalítica.
Por este motivo, sin descartar ningún estudio sobre los
órganos, es aconsejable que quienes padecen síntomas físicos
sufrientes, consulten a un psicoterapeuta sin frustrarse en el
intento, reiterado una y otra vez, de consultar cada día más
especialidades médicas.
Nuestro cuerpo habla, en muchas ocasiones, lo que nuestra
boca no puede decir, y no porque no se lo quiera decir, sino
porque no sabemos lo que nos está ocurriendo a nivel de
nuestra psiquis inconciente.
Psiquis, cuerpo y sujeto son indisociables, somos una
sola pieza.
Lamentablemente y a pesar de tantos avances que tuvi-
mos durante más de un siglo, todavía se insiste en separarlos.
En muchas oportunidades porque persiste el descono-
cimiento y en otras, mucho peor aún, por intereses de la
industria farmacológica, cuyo negocio pasa a ser, paradóji-
camente, ya no la salud y la cura, sino la enfermedad para
poder medicarla.
139

Secretos familiares

La investigación clínica psicoanalítica comprueba la fre-


cuencia con la que se presentan, en todas las épocas, los se-
cretos dentro de una familia. Se entiende por secreto, aquello
que se mantiene oculto y cuidadosamente reservado. Refiere a un
conocimiento que posee exclusivamente un miembro de la
familia, negándosele a otro miembro el derecho a saber algo,
de lo que debería estar informado.
Los secretos familiares pueden referirse a adopciones ile-
gales, abusos sexuales, infidelidades, cualquier tipo de vio-
lencia, hijos extramatrimoniales, y otros tantos ejemplos.
En este sentido se diferencian de la privacidad, la cual es enten-
dida como aquella cuestión privada de una familia, que entre todos
deciden no mostrar. La diferencia fundamental con el secreto es que,
los hechos privados son algo de lo que todos los miembros participan
y comparten.
El creador del psicoanálisis Sigmund Freud afirma: “Los
mortales no pueden guardar ningún secreto, les sale por los poros”.
Esto quiere decir que el secreto es una verdad sustraída
por alguien. En el caso de una familia, sus miembros perci-
birán y girarán sin cesar en relación a ese vacío no dicho, ese
“algo” que se intenta ocultar.
Por este motivo, el secreto –es lo que ocurre indefecti-
blemente– va a terminar manifestándose, de la peor manera,
a raíz de que justamente no es verbalizado.
140 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

¿Por qué afirmamos esto? Porque aquello que se intenta


mantener al margen de la palabra para otras personas, retornará
a través de síntomas, inhibiciones, enfermedades en el cuerpo,
depresiones –muchas veces severas–, intentos de suicidio, entre otras
expresiones.
Los efectos patológicos mencionados se propagan, de no
ser revelado y elaborado el secreto, de generación en gene-
ración. A este pasaje se lo denomina “transmisión trans-
generacional”.
Podemos formularlo de la siguiente manera:

1) Para quienes lo vivieron, los acontecimientos son


indecibles.
2) En la siguiente generación, en tanto hay ausencia
de representación verbal (de palabras), estos sucesos
son innombrables.
3) En la tercera generación, los secretos que se aca-
rrean a lo largo de tanto tiempo, se tornan impen-
sables y se transmutan en sensaciones corporales,
síntomas de todo tipo, fenómenos psicosomáticos,
depresiones, melancolizaciones.

Las diferentes generaciones mencionadas recibirán los efectos pa-


tológicos que acarrean los secretos, incluidos los duelos suspendi-
dos de los traumatismos no elaborados.
Demás está decir, entonces, que resulta prioritario para toda
familia y/o cualquier vínculo, desarmar y desandar el/los secretos
familiares, descoagularlos a través de la palabra.
Dicho develamiento permitirá el desarrollo dentro de la
familia, y/o del vínculo, de subjetividades deseantes, a dife-
rencia de sujetos hipotecados por un secreto perturbador,
que siempre estará al acecho.
Miriam Mazover 141

Cabe aclarar que en muchas oportunidades, la familia


y/o alguno de sus miembros necesita de la ayuda psicote-
rapéutica que, a modo de un tercero de apelación, contribuya
a quebrar el “secreto familiar” del que todos están presos y
que, sin embargo, afecta más al sujeto que quedó excluido
de su derecho a la verdad. Este último es el que, en general se
comprueba, sufre las peores consecuencias, expresadas, como
decíamos, a través de una sombra que oscurece su vida y de
patologías de diversa índole: psíquicas, físicas y orgánicas.
143

La obsesión de repetición
Siempre la misma historia

En la vida corriente, y también en la de los pacientes que


cursan un tratamiento psicoterapéutico, observamos un he-
cho altamente frecuente. Esto es la repetición en las historias
de vida de los mismos hechos y acontecimientos displacenteros, los
cuales cuando tuvieron lugar, tiempo atrás, tampoco fueron
satisfactorios: elecciones de pareja desacertadas, fracasos la-
borales recurrentes, paternidades no reconocidas. Se trata de
aquello que, cuando se observa desde afuera, nos hace decir
“Uhh nuevamente fulana/o, siempre la misma historia”.
En muchas ocasiones, estas repeticiones se observan de
generación en generación por vía materna y/o paterna.
Y esto es lo que Sigmund Freud comprobó en su clíni-
ca, lo cual lo llevó a investigar profundamente y a sacar sus
conclusiones al respecto. Dice:
Existe en la vida anímica una obsesión de repetición,
que va más allá del principio del placer. Por ejemplo, individuos en
donde toda relación humana llega a un triste desenlace, u hombres
en la que toda amistad, llega a la traición del amigo.
Observamos en este ejemplo, como en tantos otros, un
eterno retorno de lo mismo.
La persona parece vivenciar pasivamente algo sustraído a su
poder, a despecho de lo cual vivencia, una y otra vez, la repetición
del mismo destino.
144 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

Lo que Freud concluye ante estos hechos que la clínica le


muestra, y después de una profunda investigación, es que a
nivel de la psiquis existe lo que denominara “masoquismo
primario”, y que es la tendencia humana a infringirse a sí
mismo/a padecimiento, en tanto, a nivel inconciente, nece-
sitamos castigarnos.
Todo lo recién mencionado es más primario que el prin-
cipio del placer, tanto que a este último, lo destrona.
Nos aclara además, sin dudarlo, que la tendencia masoquis-
ta del yo permanece oculta casi siempre al sujeto, razón por la
cual, la persona vive esta serie de repeticiones desagradables y
dolorosas como algo ajeno, atribuyéndolo a un infortunio de
la vida, que se lo suele relacionar con la mala suerte.
Se entiende por “suerte” aquellas cosas o circunstancias
que vivimos debido al azar, en donde no participa nuestra
intencionalidad. Sin embargo, lo que la investigación clí-
nica demuestra es que, como decíamos recién, nuestra psi-
quis, que de ninguna manera nos es ajena, encuentra una
satisfacción paradójica, rara, y que es obtener placer en el
sufrimiento. A esta condición que presentamos únicamente
los seres humanos, lo decíamos antes, se la denomina maso-
quismo primario.
Lo reconocemos a través de los hechos ingratos de nues-
tra vida, que se nos repiten una y otra vez.
Si empezamos a estar advertidos de esta característica del psi-
quismo, ésta es la propuesta, dejaríamos de atribuir nuestras desa-
gradables repeticiones a la mala suerte o mala fortuna, y podremos
–psicoterapia mediante– reconocer qué es lo que estamos repitiendo,
desde cuándo lo hacemos, situarlo en nuestras familias y/o
en otros significativos de nuestra historia.
De esta manera, se nos abrirá la posibilidad de ser agentes, pro-
tagonistas, de un corte, un “no va más”, de situaciones dolorosas
Miriam Mazover 145

que en nuestras vidas y, por lo general, en las de nuestras


familias no cesan de repetirse.
Todo esto, decíamos, implica un proceso terapéutico, a
veces trabajoso pero muy productivo y, fundamentalmente,
ventajoso: empezar a trabajar a favor de nuestro bien-estar, que
siempre y obviamente va a estar sujeto a los infortunios, a los
imprevistos de la vida, que no podemos evitar y que nos re-
cuerdan que la vida en la Tierra no se iguala al paraíso. Sólo
que cortaremos la maldición del eterno retorno de lo mismo sobre
un capítulo de nuestra vida, que sólo nos somete al continuo
padecimiento, una y otra vez.
Epílogo
149

Enseñanzas clínicas Ulloa

Damos cierre a este libro cediendo la palabra al propio Fer-


nando Ulloa, a través de una selección de citas que conden-
san la importancia y la vigencia de sus enseñanzas para el
ámbito de la clínica psicoanalítica comunitaria.
Presentamos a continuación las citas extraídas de su libro
Novela clínica psicoanalítica: Historial de una práctica, Buenos
Aires: Paidós (1995).

“La ternura crea el alma como patria primera del sujeto”.


“La única subversión psicoanalítica es la del sujeto cuan-
do asume su deseo”.
“El analista es una presencia que promueve preguntarse”.
“Una teoría es psicoanalítica porque habla del y al incon-
ciente”.
“Una forma de muerte ya instalada es el “carácter psi-
coanalítico”: cuando un psicoanalista anula la producción
genuina-ingenua del discurso con que se expresa el infantil
sujeto que siempre nos habita”.
“En cuanto a una operación psicoanalítica, resulta impor-
tante mantener la mayor lealtad a lo que allí acontece, y poca
fidelidad a lo que la tradición presupone que debe acontecer”.
“Cuando se trabaja con la gente y se quiere preservar la
singularidad de cada uno, es más necesaria la creatividad que
oficia, que la regularidad que profesa”.
150 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

“Cuando escuchamos a una persona con atención psi-


coanalítica, advertimos como se resignifica su relato, no sólo
desde lo que sucede sino, y especialmente, desde el modo
como cuenta lo que cree saber o ignorar de sí misma”.
“El oficio de psicoanalista busca apoyo no tanto en lo
instituido, sino en la singularidad de lo que se va instituyendo
sobre la marcha”.
“Una entrevista clínica es siempre una oportunidad y no
es ético desaprovecharla; puede ser la única, o si se trata de
la primera, resulta importante, por su valor inaugural, no
desperdiciarla”.
“Se trata de dejarse atravesar por los datos del campo, sin
pretender entender, antes de entender, con el propósito de
no diagnosticar prematuramente”.
“Se deberá trocar el clima superyoico en una curiosi-
dad que motoriza la indagación en el propio clínico y en
el entrevistado. Evitando siempre deslizar insensiblemente
críticas descalificadoras por parte del clínico acerca de los
síntomas del paciente, donde resulta frecuente terminar ha-
blando mal, peyorizando sintomatología”.
“Es un recaudo importante que el clínico no se vea ten-
tado de asignar a la mala fe del entrevistado, aquello que por
momentos puede parecer una mentira. En última instancia,
si se tratara de una mentira, ella constituye un aspecto im-
portante de su sintomatología.
Deberá ser la curiosidad aquella que se imponga, promovien-
do indagación, y no el intento guardián de sancionar el síntoma”.
“El clínico debe dar lugar a la intimidad que permite
escuchar y decir con resonancia”.
“Nunca existe un paciente con tal invalidez como para
no escribir su presencia como sujeto, aunque sea en una
ínfima medida”.
Miriam Mazover 151

“La transferencia, escenario mayor donde se despliega el


inconciente”.
“Un psicoanalista tiende a funcionar como un líder mudo,
sus actos hablan por él, sin hablar demasiado del psicoanálisis”.
“La sencillez de la coherencia de parte del analista es el
resultado complejo de un oficio que termina siendo una
manera de vivir, y no ritualización que oficia”.
“La ternura es una instancia psíquica, fundadora de la
condición humana”.
“Si el sujeto no contó en grado extremo con la media-
ción de la ternura y su invalidez infantil o juvenil trascurrió
en el sufrimiento, la violencia y la injusticia, el sujeto mismo
será esas cosas”.
“La práctica psicoanalítica se convierte en riesgosa si sólo
está centrada en la legitimidad del deseo, no regulada por el
compromiso”.
“La ética como la vocación, resulta una manera de vivir que
no se enseña, se practica”.
“La vocación por el psicoanálisis pudo haberme colo-
cado en el grupo de analistas, si no más convocados, más
encontrados, por no retacear presencia en las distintas for-
mas de la tragedia y su despliegue social. Un oficio asumido
con pasión vocacional, una vocación psicoanalítica por la
comunidad”.
“Es el escándalo de la marginación y sus miserias donde
el sujeto aparece en situación de máxima emergencia”.
“Es importante, desde el punto de vista clínico, que el
analista pueda escuchar y nombrar el matiz del sufrimiento
(preocupado, desesperanzado, desesperado)”.
“En el grupo familiar, no se analiza al más enfermo, sino
al que tiene posibilidades de buscar soluciones, al no renegar
las causas del sufrimiento”.
152 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

“La clínica psicoanalítica no promete la felicidad, pero


tampoco la desmiente, si pretende aportar algún alivio”.
“Tratamiento, en el sentido de cura, etimológicamente provie-
ne de “buen trato”. El buen trato es el escudo protector frente
a las violencias inevitables del vivir”.
“Cura, etimológicamente, proviene de “cuidado””.
“Cuando se etiqueta como psicótico, esquizofrénico, maníaco,
depresivo, zozobra el sujeto, nos deslizamos así hacia el mal-
trato, oponiéndose a crear oportunidades”.
“Tan extendido resulta el destrato en el ámbito asisten-
cial, que con frecuencia, cuando en una Institución de esta
naturaleza alguien recibe una atención considerada, se suele
pregonar las singulares excelencias de ese centro de aten-
ción, hasta en las cartas de lectores de un diario”.
“La ética del deseo es regulada por la ética del compromiso”.

Para indagar más en la obra del autor, puede revisar la si-


guiente sugerencia de lecturas:

Ulloa, F. O. (1995). Novela clínica psicoanalítica, Paidós: Buenos


Aires.
Altschul, Carlos y Beatriz Taber [comp] (2005). Pensando
Ulloa, Libros del Zorzal: Buenos Aires.
153

Agradecimientos

A mi querida colega y amiga Carolina Polak, por el hermo-


so prólogo que me ha dedicado y su apuesta sostenida por la
vigencia del psicoanálisis en las nuevas generaciones de ana-
listas. Muchísimas gracias por permitirnos compartir en la
Institución Fernando Ulloa su lucidez, su constante empuje
y su ética inquebrantable. Atesoro su modo de transmisión
del psicoanálisis, que con tanto profesionalismo y calidez de-
dica a los profesionales más noveles.
A Sofia Collimedaglia, por su amoroso y cálido acom-
pañamiento en el armado de este libro, y por su excelente
labor como correctora y editora.
A los docentes y coordinadores institucionales, por trans-
mitir con tanta excelencia y dedicación los conceptos, la
clínica psicoanalítica y los pilares teórico-prácticos de la Ins-
titución Fernando Ulloa.
A los profesionales de la Institución, por sostener la clí-
nica comunitaria con base psicoanalítica, capacitándose de
manera continua.
A Romina Villaverde, Samantha Mayneto y Alejandro
Buffadossi, por acompañarme diariamente y enriquecer con
sus aportes y dedicada tarea el área académica de la Institu-
ción.
A Gloria Greco y Lucía Tealdi, por su diaria y compro-
metida labor en el área clínica de la Institución.
154 Herramientas clínicas psicoanalíticas para la atención de pacientes

Finalmente, a nuestros pacientes, que confían en la sol-


vencia y en la ética de la Institución Fernando Ulloa y que
son a quienes les dedicamos tanta investigación, estudio y
supervisión.
Se terminó de imprimir
en el mes de julio de 2021
en los talleres de Elías Porter,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
Argentina.

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