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MÉTODOS ALTERNATIVOS DE RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS: LA

EXPERIENCIA DOMINICANA Y LAS LECCIONES DEL DERECHO


COMPARADO

Introducción
Debemos iniciar felicitando a Gaceta Judicial y a su Unidad de Entrenamiento Legal por
la
decisión de celebrar este seminario sobre Derecho Procesal, pero sobre todo por haber
incluido el tema de los métodos alternativos de disputas, frecuentemente olvidados en
este
tipo de eventos.
La Resolución Alternativa de Disputas (RAD) es un concepto que ha tomado un auge
enorme en una parte importante de los países del mundo y basta con señalar que en
América Latina, para referirnos sólo a nuestra área, ya existen legislación aprobada al
respecto en varios países, entre los que se encuentran Argentina, Bolivia, Colombia,
Costa
Rica, Ecuador, Honduras, Perú y Venezuela.
En nuestra madre patria jurídica, Francia, ya hace años que el Nuevo Código de
Procedimiento Civil incorporó disposiciones al respecto, y si de nuestro socio
comercial
más importante se trata, Estados Unidos, la RAD es un concepto totalmente integrado.
Los ciudadanos en general, sin importar el tipo de ocupación que tengan, deben explorar
todas las formas existentes para salir de la manera más rápida posible de los conflictos
de
cualquier naturaleza en los que se ven involucrados, para poder dedicar su tiempo y sus
energías a sus actividades primarias, en su beneficio personal, de la clase o sector en la
que
se encuentran y del país.

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Los abogados tenemos un papel muy importante que jugar en este proceso y debemos
ver
los mecanismos de RAD como una nueva forma de ejercer la profesión y no como una
amenaza contra nuestros ingresos.
El presente trabajo se orienta a explicar en forma de simple introducción al tema, el
alcance
del concepto de RAD (I), algunos métodos utilizados (II), cuáles son las ventajas que
ofrecen (III), nuestra experiencia como país (IV),
I.
ALCANCE DEL CONCEPTO DE “RESOLUCIÓN ALTERNATIVA DE
DISPUTAS”.
El camino ordinario para resolver cualquier conflicto conduce a los tribunales, es decir a
la
jurisdicción entendida en el sentido clásico de “la autoridad y poder inherente bajo los
cuales los tribunales y funcionarios judiciales consideran y resuelven los pleitos”
1
.
Cuando se trata de Resolución Alternativa de Disputas lo que se pretende es señalar una
opción diferente a la de los tribunales judiciales y por esa razón se utiliza con toda la
intención el término “Alternativo”.
De esta manera, cualquier procedimiento para resolver un conflicto, distinto al de acudir
a
los tribunales, se convierte en un mecanismo de Resolución Alternativa de Disputas.
Por la razón antes explicada podemos afirmar que existirán tantos mecanismos de
Resolución Alternativa de Disputas como nuestra creatividad nos lo permita. En el
evento
de que cualquiera de estos mecanismos produzca el resultado buscado del acuerdo entre
las
partes en conflicto, obviamente en aquellos casos en que la ley no prohiba las
transacciones, se logrará el mismo efecto que una sentencia evacuada por un tribunal
gracias a las disposiciones del artículo 2052 del Código Civil que dispone que “las
transacciones tienen entre las partes la autoridad de cosa juzgada en última instancia. No
pueden impugnarse por error de derecho, ni por causa de lesión”.

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Entonces, la Resolución Alternativa de Disputas no es una jurisdicción en el sentido
técnico
de este concepto sino un espacio que utiliza determinadas técnicas para zanjar los
conflictos
existentes, impidiendo así que ocupen el tiempo de los tribunales.
El concepto jurisdicción, que proviene de la palabra latina “jurisdictione”, y a su vez de
la
expresión “jus dicere”, que significa decir el derecho, se puede utilizar apropiadamente
para
la jurisdicción judicial o para aquellos casos de arbitraje de jure, en el cual los árbitros
son
los encargados de solucionar el conflicto aplicando el derecho, pero no para los demás
mecanismos de Resolución Alternativa de Disputas. No se trata, aún por el juez en
función
de conciliador, de decir el derecho sino de lograr que las partes, al margen de a quién le
asiste la razón, logren un acuerdo.
Sin embargo, desde siempre se ha querido involucrar a los funcionarios judiciales en
estos
esfuerzos de avenir a las partes en pugna. En los últimos tiempos, debido al estado de
necesidad imperante, esta tendencia se ha incrementado, dando mayor poder a los jueces
para estos fines. De esta manera, la mediación y la conciliación se abren un espacio
cada
vez más importante aún dentro de la misma actividad judicial.
El crecimiento de estos métodos ha sido tan vigoroso que ya existe una tendencia que
critica el uso de la palabra alternativa en la definición de la RAD, sobre la base de que
este
término disminuye la importancia de estos mecanismos.
Aún cuando la RAD surge ante la imposibilidad de los sistemas judiciales de resolver
los
conflictos de manera oportuna, no puede cometerse el error de comparar ambos
espacios
como adversarios.
Resulta de primer orden entender que ambos espacios no son competencia uno del otro
y
que, muy por el contrario, muchas veces se complementan y hasta facilitan la labor de
cada
uno de ellos respectivamente. La tendencia de utilizar cada vez con mayor frecuencia
los
1
Rivera García, Ignacio; “Diccionario de Términos Jurídicos”, Equity

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métodos de conciliación y mediación de la mano de los jueces, es el mejor ejemplo de
que
ambos sistemas coexisten sin dificultad.
Hace algún tiempo un alto magistrado señalaba que los avances de la reforma judicial
en
nuestro país desestimularía el crecimiento del arbitraje, pues habrían tribunales
eficientes e
imparciales para resolver los conflictos. Nada más alejado de la realidad y para
demostrarlo
bastaría con examinar lo que ha pasado en uno de los países con uno de los sistemas
judiciales más eficientes y confiables, Estados Unidos, donde en los últimos años la
Resolución Alternativa de Disputas se ha convertido en un verdadero fenómeno.
En Francia se ha reconocido la importancia de estos mecanismos alternos y un buen
ejemplo de ello lo constituye el Decreto No. 96-652 del 22 de julio de 1966 sobre
Conciliación y Mediación Judicial, y más recientemente el Decreto 98-1231 de fecha 28
de
diciembre de 1998, que modifica el artículo 840 del Nuevo Código de Procedimiento
Civil
para permitir al juez designar a un tercero denominado “conciliador de justicia” para
que
realice esfuerzos para conciliar los intereses de las partes al margen del tribunal, que
sólo
intervendría en caso de que no se llegue a un acuerdo o para darle fuerza ejecutoria al
acuerdo arribado.
Debemos ver los métodos alternativos de resolución de disputas como una solución que
contribuye a descongestionar los siempre ocupados tribunales del orden judicial.
La jurisdicción judicial debe ser entendida como la última opción, y sólo debería
llegarse a
ella luego de agotado todos los esfuerzos posibles para llegar a un acuerdo. Se trata de
darle
la solemnidad y seriedad que los tribunales judiciales deben tener y a los cuales no se
les
molesta excepto que sea imprescindible. Tal vez deberíamos volver a escuchar en
nuestras
conciencias aquella frase que se atribuye a un diputado francés de Nancy, allá por el año
1790:
Publishing Corp., Orford, E.U.A., 1976, página 144.

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“Impartir justicia no es más que la segunda
obligación de la sociedad; impedir el proceso es la
primera. Es necesario que la sociedad diga a las
partes: para arribar al templo de la justicia, pasen
primero por el de la concordia; esperamos que
pasando por él, transarán sus diferencias”.
II. DISTINTOS MÉTODOS DE RESOLUCIÓN ALTERNATIVA DE DISPUTAS.
Como ya hemos señalado, cualquier ejercicio de enumerar de manera limitativa los
métodos de Resolución Alternativa de Disputas es inútil, pues dependen de la
creatividad
de las partes o de sus abogados. Es lo mismo que pretender clasificar todos los contratos
innominados.
A continuación señalaremos algunos métodos utilizados sobre todo en otros países a fin
de
sustentar la idea de que cualquier vía es válida para solucionar un conflicto, excepto que
la
ley otorgue competencia exclusiva a los tribunales, como ocurre en varias materias.
1. La negociación.
No sólo se negocia para adquirir bienes y servicios, sino también para solucionar
conflictos.
La negociación es “el más básico e informal método de resolución de disputas”
2
, en el cual
intervienen usualmente las partes, asistidos o no de sus abogados, intercambiando
informaciones y propuestas, sin otras restricciones que las que ellas mismas se imponen.
Este método se ha utilizado a través de los tiempos y no ha perdido nunca vigencia sino
que, muy por el contrario, se han afinado las técnicas para alcanzar el éxito por esta vía,
de
2
Murray, John S. Scott Rau, Alan, Sherman, Edwuard F. “Negotiation”, The
Foundation Press, New York, 1966, página 1.

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tal forma que se estudia en muchas universidades foráneas como materia y son
innumerables los cursos que se realizan en muchos países.
Con este método las partes conservan el mayor nivel posible de control del caso.
Se trata de una medida voluntaria de las partes, pero ellas pueden obligarse a agotar un
proceso de esta naturaleza antes de incoar cualquier acción judicial, para lo cual bastaría
una cláusula en este sentido en el contrato que suscriban.
2. La Mediación. La Conciliación.
Para algunos ambos conceptos tienen el mismo significado y alcance, sin embargo para
otros son distintos. Un aspecto sobre el que no hay dudas para ambos métodos es que
las
partes acuden a un tercero neutral para que sirva de facilitador en la consecución de un
acuerdo entre ellas.
En ambos métodos, el tercero no puede imponer una decisión a las partes, como ocurre
por
ejemplo en ciertos tipos de arbitraje.
En Francia el concepto “conciliación” se ha utilizado históricamente para definir el
método
de solución de conflicto al margen de una sentencia, pero con la intervención de un juez
en
la función de conciliador. Sin embargo, en las últimas modificaciones se ha creado la
figura
del “conciliador de justicia”, que es un tercero al cual el juez remite a las partes.
En cuanto a la mediación, que era un concepto más propio del Derecho Internacional
Público para la resolución de conflictos internacionales, en los últimos tiempos se ha
comenzado a utilizar como un mecanismo parecido a la conciliación pero en la que
interviene una persona del sector privado que no tiene la categoría de juez.
En la República Dominicana el término “conciliación” se ha utilizado en ambos
sentidos.
Por un lado, para atribuir calidad a un funcionario público para conciliar los intereses de
las

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partes en conflicto (en materia laboral), como a instituciones privadas como la Cámara
de
Comercio y Producción (Artículo 15 de la Ley No. 50/87 y artículo 7 de la Ley No. 173
de
1966).
3. Arbitraje.
Cuando hablamos de arbitraje nos referimos a “la institución de una justicia privada
gracias
a la cual los litigios son sustraídos de las jurisdicciones de derecho común, para ser
resueltos por personas revestidas, por las circunstancias, de la misión de juzgar”
3
Al arbitraje sólo puede acudirse de manera voluntaria, es decir a través de un acuerdo
entre
las partes, pero una vez suscrito este acuerdo, salvo que el mismo pueda ser anulado por
cualquiera de las causas previstas en el derecho común, o que todas las partes
involucradas
le pongan fin, resulta ineludible.
El acuerdo para acudir al arbitraje puede manifestarse de manera previa al nacimiento
del
conflicto, cuando se estipula en el contrato de cuya ejecución surge el conflicto
(cláusula
compromisoria, art. 631 del Código de Comercio), o luego de surgido el conflicto
suscribiendo un documento que se denomina “compromiso” (arts. 1003 y siguientes del
Código de Procedimiento Civil).
Las sentencias arbitrales, o laudos como se les denomina, podrían ser apeladas ante el
tribunal de primera instancia, cuando el asunto hubiese sido de la competencia de los
jueces
de paz, o ante la Suprema Corte de Justicia si hubiese sido de la competencia de los
tribunales de primera instancia, tal como lo dispone el artículo 1023 del Código de
Procedimiento Civil.
Para la ejecución de un laudo arbitral deberá obtenerse de manera previa un exequátur
por
un tribunal de primera instancia del distrito donde fue evacuado. El artículo 1020 del
Código de Procedimiento Civil otorga un plazo de tres días para que cualquiera de los

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árbitros deposite en secretaría del tribunal correspondiente el laudo arbitral para los
fines de
expedir el exequátur correspondiente.
Sin embargo, cuando el arbitraje se ha llevado a cabo en una Cámara de Comercio y
Producción en virtud de lo dispuesto por la Ley No. 50/87, no se requerirá la obtención
del
exequátur para la ejecución del laudo. Igualmente, si las partes han renunciado a la
apelación o se han acogido al Reglamento de Arbitraje del Consejo de Conciliación y
Arbitraje de la Cámara de Comercio y Producción del Distrito Nacional, el laudo sería
definitivo y no recurrible.
El Arbitraje puede ser ad-hoc o institucional. Es Ad-hoc cuando se deja a las partes y a
los
árbitros todos los aspectos de administración y organización del arbitraje, que se rige
entonces por las disposiciones de los artículos 1003 a 1028 del Código de
Procedimiento
Civil. Es institucional cuando es administrado y organizado por una institución en
particular, que usualmente tiene sus reglamentos que rigen todos los aspectos del
desarrollo
del arbitraje, aplicándose las disposiciones del Código de Procedimiento Civil sólo de
forma supletoria.
El arbitraje puede ser un arbitraje en derecho, en el cual las partes han establecido que
los
árbitros deberán tomar su decisión de acuerdo con las reglas de derecho, o pudiera ser
un
arbitraje en equidad, en el cual las partes han facultado a los árbitros para decidir
apegados
a lo que entienden justo y no a las disposiciones legales vigentes. En este último caso
también se denomina a los árbitros como amigables componedores y sus decisiones no
pueden ser recurridas.
4. Otros mecanismos menos convencionales de Resolución Alternativa de Disputas.
Ya hemos señalado que no existe un número limitado de métodos alternativos de
resolución
de disputas y que cada quien puede crear métodos distintos a los ya mencionados,
incluso
para aplicarlos exclusivamente a un caso concreto por sus características particulares.
3
Robert, Jean; LArbitrage: droit interne, droit international privé,

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Vamos a referirnos brevemente a algunos métodos que se utilizan en los Estados Unidos
para ilustrar lo señalado.
4.1 El Med-Arb.
No se trata de otra cosa que de mezclar dos de los métodos convencionales. Las partes
acuerdan someter su caso a mediación y en el evento de que ésta falle en lograr el
acuerdo,
someterán su caso a un arbitraje obligatorio.
4.2 El Mini Juicio.
“El mini-juicio es un procedimiento privado, confidencial, no obligatorio que tiene por
finalidad preparar el caso y a las partes para una negociación ulterior. La característica
más
distintiva del mini-juicio es que los abogados presentan sus casos no a un juez, o a un
árbitro o a un jurado o a una tercera persona con poder de tomar una decisión
obligatoria,
sino a las partes mismas”
4
.
Es un excelente mecanismo para que los clientes, los dueños del caso, asuman el control
sobre el mismo, puedan ver con más claridad las fortalezas y debilidades de sus casos
respectivos y entonces se animen a sentarse en una mesa de negociación con elementos
más
objetivos que muy probablemente los harán más razonables y los impulsarán a llegar a
un
acuerdo. Con este método no se produce ningún tipo de decisión sobre el caso, pues las
partes son quienes deben tomarla para fines de decidir si continúan el litigio o lo
resuelven
de manera amigable.
4.3 Juicio Sumario con Jurado.
Dalloz, 1983, Paris, página 3.
4
Greenspan, Amy; Handbook of Alternative Dispute Resolution; State Bar
of Texas, Austin, 1990, página 84.

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Este método, desarrollado en los Estados Unidos en 1980 por un juez, se parece al
anterior
con dos diferencias, se incorpora un jurado, que luego de que los abogados presenten
sus
casos, evacuará una decisión confidencial y no obligatoria con la finalidad de
incentivarlos
a negociar.
El procedimiento es rápido, puede completarse en uno o dos días, y en algunas
ocasiones se
les otorga a las partes la posibilidad de una ronda de negociaciones, luego de que sus
abogados hayan terminado de presentar su caso pero antes de que el jurado rinda su
veredicto.
La presencia de las partes es imprescindible pues nuevamente se trata de que las partes
asuman el control de sus casos y cobren conciencia de los riesgos que asumen en la
eventualidad de un litigio.
4.4 Conferencia Moderada para la Transacción.
Este método implica la reunión de las partes y sus abogados con un panel usualmente de
tres personas neutrales, expertos en el tema en conflicto, que escuchan a las partes y sus
abogados en la presentación de sus respectivos casos y sus méritos y luego rinden una
evaluación objetiva del caso. Ha sido definido como “un proceso de evaluación del caso
dirigido a estimular su solución a través de un acuerdo”
5
.
IV.
VENTAJAS AL ACUDIR A LOS METODOS DE RESOLUCIÓN
ALTERNATIVA DE DISPUTAS.
Es muy importante que creemos conciencia de que las ventajas que ofrecen estos
métodos
no son solamente para los clientes, sino también para los abogados, pues de lo contrario
serían los propios abogados los que nos convertiríamos en el principal obstáculo para el
desarrollo de los mismos en nuestro país.

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Por esa razón vamos a analizar las ventajas para unos y para otros.
1. Ventajas para los clientes.
1.1 Mayor garantía de una decisión imparcial.
Nuestra justicia definitivamente ha mejorado. Los niveles de corrupción son muchos
menores, pero no ha desaparecido completamente. Para nadie es un secreto que todavía
existe jueces que fallan por razones que se alejan de la aplicación estricta del derecho.
Algunas veces, cada vez más reducida, es por dinero, otras por amiguismo o influencias
de
toda clase.
Los métodos de Resolución Alternativa de Disputas disminuyen y en muchos casos
hacen
desaparecer completamente este riesgo.
1.2 Mayor celeridad en la conclusión de los casos
Si el sistema público de administración de justicia ha mejorado notablemente en cuanto
a la
reducción de la corrupción, no podemos señalar lo mismo en materia de eficiencia. Los
tribunales judiciales siguen siendo lentos y cualquier caso podría durar entre cinco y
diez
años para su conclusión definitiva, lo que muchas veces obliga a las partes a transar sus
diferencias antes de una decisión judicial definitiva luego de una inversión cuantiosa de
tiempo y dinero.
No importa cuanto mejore el sistema judicial, siempre la resolución alternativa podría
conducir a una solución más rápida de la disputa. Esto se ha probado en sistemas más
avanzados como el norteamericano o el francés.
Con los métodos alternativos distintos al arbitraje no existe duda alguna de que son
realmente expeditos. Con el arbitraje podemos citar las estadísticas del Consejo de
5
Greenspan, Amy; Handbook of Alternative Dispute Resolution; State Bar

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Conciliación y Arbitraje de la Cámara de Comercio y Producción del Distrito
Nacional, en
que el promedio de duración de los casos que han sido resueltos con laudo definitivo,
ronda
los doce meses. Para estas estadísticas se ha partido para cada caso de la fecha en que
las
partes han puesto en condiciones al tribunal arbitral para iniciar el proceso.
Un detalle interesante de las estadísticas del Consejo es que una parte de los casos se
han
solucionado por acuerdo amigable antes del laudo y en otros las partes han desistido del
proceso. La razón es sencilla, la “amenaza” de una decisión desfavorable que podría ser
evacuada en tiempo razonable, estimula la negociación y el acuerdo.
No todo ha sido color de rosas, pues ha habido casos en que el tribunal arbitral ha
actuado
con tanta lentitud o ha dejado que alguna de las partes incidenten el proceso
desnaturalizando lo que debe ser la dinámica del arbitraje. Por suerte estos casos han
sido
una minoría y los árbitros cobran cada vez mayor conciencia de que una de sus
funciones es
evitar lo que acontece cotidianamente en los tribunales, donde muchas veces alguna de
las
partes actúa con la clara intención de que el caso nunca se decida.
Hoy podríamos recomendar que si no se tiene un buen caso, nunca vaya a arbitraje,
pues las
posibilidades de perderlo en un plazo razonablemente corto, son muy altas.
Por esta razón, una buena cláusula arbitral en un contrato, con renuncia a cualquier tipo
de
recurso contra el laudo que intervenga, podría convertirse en una excelente herramienta
para impulsar a las partes a un acuerdo.
1.3 Menor costo para las partes.
La conciliación, mediación, negociación pueden resultar extremadamente baratos en
comparación con los costos finales de un caso judicial. Aún cuando el arbitraje en la
República Dominicana es costoso, estamos convencidos que a la larga es también más
barato que un proceso judicial.
of Texas, Austin, 1990, página 101.

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El costo de un caso no se mide únicamente sumando los pagos realizados a los
abogados y
los gastos incurridos en el proceso. También deben tomarse en cuenta el valor del
tiempo
que las partes tienen que utilizar para darle seguimiento y hasta participar en el caso y,
sobre todo, la forma en que la existencia del caso perjudica a las partes en la evolución
normal de sus negocios.
Otro factor que involucra un costo que muchas veces no se pondera, es la publicidad
que
reciben los casos judiciales, que pueden dañar la imagen de una persona aún cuando
tenga
un caso muy sólido.
El tiempo es clave para disminuir los costos de un caso y por esa razón, los métodos
alternativos siempre tendrán una ventaja.
1.4 Confidencialidad
Los métodos alternativos aseguran en su mayoría la más estricta confidencialidad en el
manejo de los conflictos, lo que como ya explicamos es muchas veces muy importante
para
las partes.
1.5 Mayor grado de especialización de los árbitros.
El nivel de complejidad de muchos casos no es estrictamente jurídico sino relacionado
con
los hechos o negocios que han dado lugar al conflicto. Esto es cada vez más frecuente
dado
el rápido avance tecnológico existente.
Temas relacionados con el medio ambiente, las telecomunicaciones, operaciones
bancarias
muy sofisticadas, procesos industriales muy complejos, formas de manejar y registrar
operaciones financieras, entre otros, escapan muchas veces del ámbito de competencia
de
los abogados y de los jueces. Los abogados que representamos a las partes nos
esforzamos
por cubrir de muy diversas maneras las lagunas en nuestra formación que nos impiden
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entender estos casos. Los jueces tienen pocas oportunidad de hacerlo y por ello pueden
verse con frecuencia en la disyuntiva de decidir un caso que no han entendido a
cabalidad.
Los métodos alternativos permiten controlar este riesgo escogiendo las personas con las
experiencias y conocimientos adecuados para servir sea de conciliador, mediador o
árbitro.
Hemos tenido experiencias muy positivas donde el tribunal arbitral ha estado presidido,
por
ejemplo, por un economista, porque existían elementos del caso que requerían de sus
conocimientos.
1.6 Papel activo del árbitro.
En el caso específico del arbitraje, lo importante es llegar a la verdad de cada caso y
aplicar
una solución sobre esta base. No dejar que los abogados creemos un espejismo y sobre
ella
decidir el caso.
En los arbitrajes en que hemos participado hemos sido testigos de como, en muchos de
ellos, los árbitros tienen un papel distinto al juez, al decidir de oficio la realización de
medidas de instrucción, o solicitar cuantas aclaraciones sean necesarias tanto a las
partes
como a sus abogados, incluyendo expertos y testigos, hasta quedar convencidos sobre
cualquier punto.
1.7 Flexibilidad de los métodos.
El procedimiento que se aplica en los tribunales es usualmente muy rígido y deja poco
margen de actuación tanto a jueces como abogados. Por el contrario, en cualquier de los
métodos alternativos, incluyendo el arbitraje, aunque en menor grado, el límite de la
flexibilidad lo establecen las partes.
Hemos participado en arbitrajes en que se nos ha permitido el interrogatorio cruzado
(cross-examination), o cuestionar directamente a partes y testigos, o métodos muy

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sofisticados de instrucción de un proceso (como reconstrucción de los hechos en los
escenarios en que ocurrieron con la participación de los árbitros y la vigilancia de
expertos
contratados por los árbitros), o debates muy extensos sin tomar en cuenta que se trata de
un
caso civil, o presentaciones en data show,
1.8 Control del caso por las partes.
Esta es una de las principales ventajas que ofrecen los métodos alternativos de
resolución
de conflictos. En los casos judiciales lo común es que la parte, el cliente, pierda
prácticamente el control del caso por delegación en sus abogados. Sin embargo, los
abogados no somos los que pagaremos cuando se condene al cliente. Por esto lo
deseable es
que el cliente mantenga el mayor control posible de su caso.
La mayoría de los métodos alternativos requieren la presencia del cliente para que
evalúe
los riesgos por sí mismo y no solamente a través de un informe de su abogado.
2. Ventajas para los abogados.
Los abogados estamos condenados a variar nuestra práctica profesional o perder
irremisiblemente espacios que serán ocupados incluso por otros profesionales.
Debemos cobrar conciencia de que los métodos alternativos constituyen una nueva
fuente
de trabajo y no considerarlos como una amenaza contra nuestros ingresos y actividades
profesionales.
Estamos conscientes de que la primera sensación que producen los métodos alternativos
es
de desplazamiento. Pero debemos examinar lo que ha ocurrido en otros países para
comprobar que si actuamos inteligentemente es todo lo contrario.
2.1 Es una nueva fuente de trabajo.

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No existe ley que obligue a que los mediadores o conciliadores sean abogados. En
consecuencia pueden pertenecer a cualquiera otra profesión o a ninguna. Sin embargo,
la
experiencia en otros países es que los que se dedican a ejercer de conciliadores,
mediadores
y aún de árbitros son en su mayoría abogados y jueces en retiro.
Lo que debemos hacer los abogados entonces es prepararnos para ocupar este espacio.
Entrenarnos en las múltiples técnicas existentes, conocer las distintas herramientas que
ya
han sido desarrolladas, a fin de que muchos abogados que hoy no tienen suficiente
trabajo
como consultores o litigantes en los tribunales puedan ocupar este espacio que
representa la
Resolución Alternativa de Disputas.
2.2 Abre la posibilidad para manejar mayor número de casos.
Un litigio importante que dure largo tiempo se convierte muchas veces en un serio
problema para el abogado que ve reducida su capacidad para manejar mayor cantidad de
casos. Un caso que se cierra rápido no debe verse como una forma de percibir menos
honorarios sino como la oportunidad para manejar casos nuevos.
2.3 Mejora la relación con el cliente.
Un litigio dilatado en los tribunales crea las mejores condiciones para el deterioro de la
relación abogado-cliente. Un abogado puede ganar mucho dinero con un litigio largo,
pero
existirán muchas probabilidades de que no pueda seguir ganando dinero con ese mismo
cliente.
Un caso cerrado rápidamente abre las expectativas para recibir muchos otros casos del
mismo cliente.
III.
EVOLUCIÓN DE LOS RAD EN EL DERECHO POSITIVO DOMINICANO.

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Estos métodos alternativos para la solución de disputas no son un elemento nuevo en
nuestro
derecho positivo, sobre todo en el ámbito del arbitraje.
Con la adopción oficial del Código de Procedimiento Civil francés luego de nuestra
Independencia
en el año 1844, hicimos nuestras las disposiciones contenidas en los artículos 1003 a
1028, que
constituye el Libro III de dicho Código y cuyo Título Único se denomina "El
Arbitraje".
Sin embargo, nuestra primera Ley de Organización Judicial, denominada Ley Orgánica
para los
Tribunales de la República, promulgada el 11 de junio de 1845, contenía disposiciones
muy
interesantes. En su Art. 19 preveía la conciliación previa y obligatoria de todo conflicto
susceptible
de transacción, designando cada parte "un hombre bueno", quienes conjuntamente con
el Alcalde
tratarán de conciliar a las partes. Si la conciliación no se lograba, el Art. 20 preveía la
celebración de
un "juicio de árbitros" designados por cada parte, y esta designación les permitía
renunciar al
derecho de apelación de la decisión emanada. Cuando una de las partes se negaba a
designar a su
árbitro, este era designado de oficio por el Alcalde, pero la decisión estaba sujeta
entonces a
apelación. Estas disposiciones fueron posteriormente derogadas, pero constituyeron la
primera
experiencia práctica de la institución del arbitraje en nuestra vida de nación
independiente.
En adición al Código de Procedimiento Civil y a la Ley de Organización Judicial, ya
citados,
podemos encontrar el arbitraje en el Artículo 332 del Código de Comercio relativo al
Contrato de
Seguro Marítimo, en el cual se preveía y se prevé aún "la sujeción de las partes al juicio
de árbitros,
en caso de contestación, si así se hubiere estipulado, lo que equivale a una cláusula
compromisoria
restringida al ámbito del comercio marítimo.
Otra disposición que hacia referencia al arbitraje, estaba inserta en el Artículo 1592 del
Código
Civil, que fue redactado para la circunstancia en que las partes hayan dejado la fijación
del precio de
compraventa a un tercero, denominado árbitro en el texto del artículo. Recordemos que
el precio en
toda venta debe, a pena de nulidad, ser establecido por las partes o por lo menos ser
determinable.
Entendemos que aún cuando se utiliza el término "árbitro" en este artículo, el mismo no
se refiere a
la institución del arbitraje en la forma incluso regulada por los artículos 1003 a 1028
del Código de
Procedimiento Civil, sino que se trata de dejar a un tercero, aún en ausencia de
contestación o

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diferendo, el fijar el precio. Por esa razón, el mismo Artículo 1592 establece que si el
árbitro no
quiere o no puede hacer la tasación, no habrá venta.
De esta manera, al inicio de nuestra vida como nación independiente, parecía que la
institución del
arbitraje se desarrollaría de una manera trascendente. Lo que lamentablemente no
ocurrió.
Con la excepción de la derogación del arbitraje establecido en la Ley de Organización
Judicial de
1845, durante el siglo XIX el arbitraje no fue objeto de atención por parte del
legislador y
podríamos agregar que las disposiciones existentes en el Código de Procedimiento Civil
y el Código
de Comercio prácticamente cayeron en desuso.
El siglo XX nos encontró con las disposiciones legales antes referidas, en la que el
compromiso se
encontraba regulado en la forma prescrita por el Código de Procedimiento Civil,
presentando las
siguientes características fundamentales:
1. Toda persona puede establecer compromisos sobre los derechos de los que pueda
disponer
libremente, y se excluyen de manera expresa los dones y legados de alimentos,
alojamientos y
vestidos; sobre las separaciones entre marido y mujer y los asuntos de Estado personal;
sobre las
causas que conciernen al orden público, al Estado, a los bienes nacionales, a los
municipios,
establecimientos públicos, dones y legado en beneficio de los pobres; aquellos asuntos
concernientes a la tutela, menores y sujetos a interdicción, o a aquellos presumidos
ausentes y en
general sobre todo asunto cuya defensa se encomiende a un curador.
2. El compromiso podrá hacerse por medio de un acta ante los árbitros elegidos o por
instrumento
ante notario o bajo firma privada. Sin embargo, este requisito sólo es requerido, en
opinión de la
doctrina francesa, ad probationem, por no ser este un contrato solemne. Se le aplican los
requisitos
de fondo de toda convención, es decir consentimiento, capacidad, objeto y causa.
3. El compromiso debe establecer el objeto del litigio. Antes de la Ley No. 845 de 1978,
se podía
afirmar que el compromiso también debía designar los nombres de los árbitros, debido a
las
disposiciones del Art. 1006 que establecía este requisito a pena de nulidad. Sin embargo
la ley

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señalada, al modificar el Art. 1003 creó un método alterno para la designación de los
árbitros por
parte del Presidente del Tribunal de Comercio, indicando posteriormente que las
disposiciones de
los artículos 1003 a 1028, entre ellas las del 1006, permanecían en vigor mientras no
fueran
contrarias a la modificación introducida. Entendemos que de esta forma y de manera
implícita se
derogó el requisito de nombrar a los árbitros en el compromiso, pues se previó una
forma para su
designación en caso de dificultad, lo que no ocurriría cuando las partes ya han
designado a los
árbitros.
4. Sujeción de los árbitros a las reglas de procedimiento de derecho común.
5. Obligación de decidir en derecho excepto que las partes no le acuerden la facultad de
actuar como
amigables componedores.
6. Posibilidad de las partes de renunciar al derecho de apelación del laudo, y en ausencia
de esta
renuncia, facultad de apelación del laudo por ante el Juzgado de Primera Instancia si la
demanda
hubiese sido competencia del Juzgado de Paz o ante la Suprema Corte de Justicia si
hubiese sido
competencia de un Juzgado de Primera Instancia.
7. Necesidad de obtener un exequátur a través de un auto expedido por el Presidente del
Juzgado de
Primera Instancia del Distrito donde fue conocido el arbitraje, aún cuando fuese un
laudo
preparatorio, para fines de su ejecución.
Por su lado, la cláusula compromisoria solo era prevista en las disposiciones del Art.
332 del
Código de Comercio ya citado, lo que envolvió la misma en una gran incertidumbre con
respecto a
su validez fuera de la materia comercial.
Algunos de los cambios producidos en el siglo XX en la materia que nos ocupa fueron
los
siguientes:
1. La Ley No. 1077 del 17 de marzo de 1936 derogó las disposiciones del Art. 1025 del
Código de
Procedimiento Civil, cuyo texto disponía que en caso de rechazo de la apelación de una
sentencia

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arbitral, se le impondría al apelante la misma multa que si se tratase de la apelación de
una sentencia
judicial.
2. La Ley No. 845 de 1978 modificó el Art. 1003 del Código de Procedimiento Civil y
agregó un
párrafo al Art. 631 del Código de Comercio. La modificación al Art. 1003 tenía por
objeto, como ya
hemos señalado, crear un mecanismo de designación de los árbitros en caso de
dificultad. Por su
lado, siguiendo los pasos al legislador francés, la incorporación de un párrafo al Art.
631 del Código
de Comercio introdujo la cláusula compromisoria de manera general en materia
comercial,
poniendo fin, por lo menos en esta materia, a la incertidumbre existente.
3. La Ley No. 173 de 1966, que estableció un preliminar obligatorio de conciliación por
ante la
Cámara de Comercio y Producción para los casos relacionados con la referida ley.
4. La Ley No. 50-87 del 4 de junio de 1987, sobre Cámaras de Comercio y Producción,
que facultó
a dichas Cámaras a establecer en sus respectivas jurisdicciones, un Consejo de
Conciliación y
Arbitraje con facultad para actuar como amigable componedor o árbitro en los
diferendos que
puedan surgir entre dos o más miembros de las cámaras o entre un miembro y una
persona física o
moral que no pertenezca a dicha Cámara, aún cuando este último sea el Estado o
cualquiera de sus
dependencias, incluyendo ayuntamientos, municipios, organismos, empresas e
instituciones
autónomas y descentralizadas. Otro aspecto de importancia en esta última ley fue el de
establecer
expresamente que los laudos podrán ejecutarse sin tener que obtener el exequátur que
prevé el Art.
1020 del Código de Procedimiento Civil.
Fue esta última ley la que creó la base para el desarrollo de la jurisdicción arbitral en la
República
Dominicana y sobre esta base deberán realizarse nuevos esfuerzos para que el
arbitraje alcance el
éxito obtenido en otras latitudes.
Esta Ley No. 50/87 significó un paso de gran avance en nuestro país en materia de
arbitraje y sus
principales características son:

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a) Validó la participación del Estado dominicano en arbitrajes, modificando de esta
manera
la restricción del Artículo 1004 del Código de Procedimiento Civil, por lo menos en
arbitrajes
realizados de conformidad con la Ley 50-87.
b) El Arbitraje por ante el Consejo de Conciliación y Arbitraje y bajo los términos de
esta
ley, fue restringido al establecerse el requisito de que por lo menos una de las partes
debe ser
miembro de la Cámara de Comercio y Producción a la que esté adscrita el Consejo.
c) Los árbitros siempre serán por lo menos dos y no podrán ser más de cinco.
d) Exoneró los laudos arbitrales de la necesidad de obtener el exequátur a que se refiere
el
Artículo 1020 del Código de Procedimiento Civil.
e) Estableció el poder reglamentario del Consejo de Conciliación y Arbitraje para
dictar el
reglamento que normará sus servicios.
Precisamente en virtud de este poder reglamentario, el Consejo de Conciliación y
Arbitraje adscrito
a la Cámara de Comercio y Producción del Distrito Nacional dictó su "Reglamento de
Arbitraje",
regulando aspectos como los siguientes: Composición y funcionamiento del Consejo y
de su Bufete
Directivo, composición del Tribunal Arbitral, incluyendo número de árbitros, su
nombramiento,
recusación y sustitución, procedimiento arbitral, incluyendo competencia, demanda
inicial y escritos
de defensa, notificaciones, demandas reconvencionales, suscripción del acta de misión,
instrucción
del proceso, adopción de medidas conservatorias, plazos, defecto, cierre de debates,
plazo para
dictar el laudo, honorarios y gastos, y otros aspectos.
Uno de los aspectos más interesantes de este Reglamento es que complementa la
disposición de la
ley que establece que para la ejecución del laudo no se requiere exequátur, al agregar
que el mismo
es además definitivo y obligatorio de inmediato, es decir no susceptible de ningún
recurso. Si se
examina el Art. 16 de la Ley 50/87, se comprobará que no estableció que los laudos no
serían
susceptible de recurso, lo que hubiese conllevado la aplicación del Art. 1023 del Código
de
Procedimiento Civil que prevé la apelación de los laudos arbitrales.

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Podrá argumentarse que el Reglamento no puede derogar una ley, pero la eficacia de
esta
disposición del reglamento no viene por derogación general de la norma legal, sino por
la renuncia
de las partes a su derecho a recurrir cuando deciden sujetarse a las disposiciones del
Reglamento,
renuncia que es perfectamente admisible y que incluso está contemplada en el Artículo
1010 del
Código de Procedimiento Civil.
Esta parte es de vital importancia para la eficacia del arbitraje. La posibilidad de
recurrir un laudo,
podría hacer interminable un conflicto, y estaríamos repitiendo los inconvenientes que
presenta la
jurisdicción judicial.
5. En materia de arbitraje internacional nuestro legislador ha sido poco diligente. Nos
hemos
resistido como país a abrir las puertas al arbitraje internacional al no ratificar acuerdos
como la
Convención Interamericana sobre Arbitraje Comercial Internacional suscrita en
Panamá en 1975 y
la Convención Interamericana sobre Eficacia Extraterritorial de las Sentencias y Laudos
Arbitrales
Extranjeros, suscrita en Montevideo, Uruguay, en 1979. Un aspecto interesante de la
Convención de
Panamá resulta del hecho de que mientras algunas legislaciones y aún la jurisprudencia
de algunos
países, se aferran todavía a la idea de que para su validez el convenio arbitral debe estar
contenido
en un documento suscrito por las partes, esta convención estableció en su Artículo 1 que
dicho
convenio "constará en el escrito firmado por las partes o en el canje de cartas,
telegramas o
comunicaciones por fax".
Algunos de los esfuerzos en esta área son:
a) La ratificación del denominado Código Bustamante, que recoge los resultados de la
Sexta Conferencia Internacional Americana celebrada en La Habana, Cuba, en 1928. En
el Artículo 432, bajo el Título X, titulado "Ejecución de Sentencias dictadas por
Tribunales Extranjeros", se previó la ejecución en cualquier Estado miembro de la
Convención de una sentencia dictada por un árbitro o amigable componedor en
cualquiera otro Estado miembro, previo cumplimiento del procedimiento establecido en
dicho Código para la ejecución de las sentencias extranjeras.

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b) La ratificación de la Convención de New York, de 1958, sobre el Reconocimiento y
Ejecutabilidad de las Sentencias Arbitrales Extranjeras, por Resolución No. 178-01 de
fecha 8 de noviembre de 2001.
6. En materia laboral la conciliación ha estado presente en nuestro derecho positivo pero
con
resultados muy pobres. Antes de la aprobación del Código vigente, las partes debían
acudir a
conciliar sus diferencias ante la Secretaría de Estado de Trabajo y sólo luego de que este
vía no
aportará una solución, podían apoderar al tribunal laboral.
Con el nuevo Código de Trabajo se estableció todo un proceso conciliatorio en primer
grado, en
presencia del juez, pero llevado a cabo por mediadores denominados vocales. Se
estableció que se
realizara una audiencia exclusivamente para la conciliación y que de no llegarse a
acuerdo, el juez
conociera del caso en una audiencia posterior. Si, por el contrario, se logra el acuerdo,
se levantaría
un acta que firmarían las partes y el tribunal y que produciría los mismos efectos que
una sentencia
irrevocable. Incluso se prevé la conciliación en Apelación, por ante el Presidente de la
Corte, ya sin
la presencia de los vocales.
El Código de Trabajo también prevé la conciliación y el arbitraje para la solución de
los conflictos
económicos. La conciliación se lleva a cabo ante la Secretaría de Estado de Trabajo, y
de no
lograrse acuerdo, acudirán a arbitraje, tal como lo organiza los artículos 680 y
siguientes de dicho
Código.
7. También en materia penal podemos encontrar la presencia de métodos alternativos de
solución de disputas:
a) La Ley No. 3143 de 1951 sobre el delito de contratar y no pagar o cobrar y no
cumplir, en la que se establece un preliminar de conciliación a cargo del
ministerio público. De hecho, la Suprema Corte ha juzgado que en un caso de

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esta naturaleza debe sobreseerse el fondo hasta tanto no se cumpla con el
preliminar de conciliación (B. J. No. 833.890).
b) El nuevo Código Procesal Penal contiene varios aspectos de interés sobre la
materia que tratamos:
(i)
Establece la conciliación en la esfera del ministerio público,
definiendo para cuáles hechos culposos y señalando que procede en
cualquier momento previo a la apertura de la audiencia para los casos
de infracciones de acción pública y en todo estado de causa en los de
infracciones de acción privada (Art. 37).
(ii)
Establece la mediación también en la esfera del ministerio público,
permitiendo la intervención de personas o entidades especializadas
en mediación, sea por designación directa de las partes o del
ministerio público (Art. 38).
(iii)
En caso de acuerdo, se levanta el acta correspondiente, la cual tiene
fuerza ejecutoria y su cumplimiento extingue la acción penal. Si por
el contrario, se incumple el acuerdo, el procedimiento continúa como
si no hubiese tenido lugar la conciliación (Art. 39).
(iv)
También se prevé la conciliación para los casos de infracciones de
naturaleza privada, en el curso del juicio. El juez deberá convocar a
una primera audiencia de conciliación y le otorga potestad a las
partes para designar un mediador o amigable componedor para que
dirija la audiencia. Si no se logra un acuerdo, el juez convocará a otra
audiencia para conocer del caso conforme a las reglas del
procedimiento común.
c) Vale la pena mencionar las experiencias pilotos llevadas a cabo en los barrios de
María Auxiliadora y Los Alcarrizos en el Distrito Nacional, a través de las
cuales los propios vecinos, actuando como conciliadores, intentaban dirimir

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algunos conflictos menores cuyo destino sin acuerdo serían los tribunales
penales.
d) Obviamente debemos mencionar la labor que realizan las distintas fiscalías del
país en sus departamento de quejas, querellas y conciliaciones, basados en un
principio de oportunidad que se ha comenzado a aplicar antes de que existiera en
nuestro derecho positivo. Este principio se encuentra finalmente consagrado en
el Art. 34 del Nuevo Código Procesal Penal, pero no como herramienta de
conciliación.
8. El Anteproyecto de Código de Comercio sólo contiene una mención sobre el tema
que
nos ocupa, en su artículo 1445, al señalar que las Cámaras de Comercio y Producción,
en
sus respectivas jurisdicciones, están facultadas para reglamentar y organizar los
procedimientos de arbitraje de los diferendos que conciernan a los comerciantes.
9. Por su lado, el Anteproyecto de Código de Procedimiento Civil reproduce con pocas
alteraciones la disposiciones francesas del Decreto No. 96-652 del 22 de julio de 1996,
que
modificó los temas de conciliación y mediación en el Nuevo Código de Procedimiento
Civil Francés. Las características principales de estas disposiciones son las siguientes:
a) Conciliación.
(i)
Faculta al juez a iniciar un proceso de conciliación en cualquier etapa del
proceso.
(ii)
La conciliación puede ser solicitada por las partes u ordenada por el juez.
(iii)
El juez que dirigirá la conciliación será diferente al que conoce el caso y
será designado por éste último. Cuando solo haya una sala,
corresponderá a un juez de Corte designado por su Presidente.
(iv)
Las partes pueden acordar que la conciliación la efectúe el propio juez
que conoce su caso.

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(v)
El juez puede ordenar que a la audiencia de conciliación asistan las
partes personalmente y en caso contrario podrán asistir representadas por
sus abogados.
(vi)
El acuerdo, de lograrse, se hará constar en acta firmada por las partes, el
Juez . Esta acta expedida por el Secretario del tribunal tendrá valor de
sentencia con autoridad de la cosa irrevocablemente juzgada.
(vii) Un acuerdo logrado por las partes sin intervención del juez, podrá ser
homologado por éste último con los mismos efectos.
(viii) Los medios de prueba utilizados en conciliación no podrán ser
utilizados en jurisdicción de juicio. Esta disposición contenida en el
Anteproyecto mal interpreta la disposición francesa que le da origen. En
Francia, el Art. 832-9 del Nuevo Código de Procedimiento Civil dispone
que las constataciones que haga el conciliador y las declaraciones que
reciba, no pueden utilizarse en juicio, que es algo diferente a establecer
que los medios de prueba que utilicen las partes no podrán ser utilizados
en juicio. Ningún documento emanado del conciliador constatando
elementos de hecho o derecho y las declaraciones que haya recogido, no
podrán ser utilizadas, pero los medios de prueba que se le sometieron,
pueden ser sometidos posteriormente en juicio para su ponderación por
el juez de fondo.
b) Mediación.
(i)
Tanto el juez de fondo, como el de los referimientos, podrá remitir a las
partes a las partes ante un tercero para que medie entre ellas en búsqueda
de un acuerdo.
(ii)
Se requiere el consentimiento de las partes.
(iii)
No podrá exceder de tres meses, con una sola posibilidad de prórroga
por igual período.

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(iv)
El mediador puede ser una persona física o una entidad. En este último
caso, al entidad someterá el nombre de la persona física que fungirá
como mediador para la aprobación del juez.
(v)
El mediador no tiene poderes de instrucción.
(vi)
El juez puede poner fin a la mediación en cualquier momento, de oficio
o a solicitud de parte o del propio mediador.
(vii) El acuerdo será homologado por el juez.
(viii) Las constataciones del mediador y las declaraciones que recoja, no
podrán ser utilizadas en juicio. El mediador no podrá ser testigo en el
juicio entre las partes.
(ix)
Las decisiones que ordena o renueva la mediación, o le pone fin, no son
susceptible de ningún recurso.
V.
LOS RAD EN DERECHO COMPARADO.
El desarrollo más importante de los RAD en el siglo pasado fue indudablemente en el
ámbito del comercio internacional. Un número importante de foros arbitrales surgieron
al
amparo de la necesidad de agilizar la solución de los conflictos comerciales de carácter
internacional, y entre ellos, tal vez el más importante ha sido la Corte Internacional de
Arbitraje, creada en 1923. Su Cámara de Comercio Internacional, con sede en París,
Francia, es hoy en día el más importante foro de arbitraje en materia de comercio
internacional y sus sentencias constituyen fuente de referencia y de guía en la solución
de
conflictos en muchos países.
Otro foro de singular importancia lo constituye el American Arbitration Association, la
famosa triple A, con sede en New York, Estados Unidos, y con presencia en las
ciudades
norteamericanas más importantes.
Al final del siglo pasado se inició una tendencia en el mundo de legislar en cada país
para
fortalecer o en todo caso crear la RAD. Esa tendencia continúa con mayor fuerza en el
presente siglo.

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La causa que impulsa esta corriente en todos los países no es otra que la lentitud que
acusan
todos los sistemas judiciales, unos más que otros, para conocer y decidir las
controversias
que se les presentan.
A título de ejemplo citaremos algunos países en cuyas legislaciones ha habido cambios
relacionados con el tema tratado:
1. Francia.
Los cambios más importantes fueron introducidos por el Decreto No. 96-652 del 22 de
julio
de 1996, que modificó el Nuevo Código de Procedimiento Civil en los temas de
conciliación y mediación. En razón de que las principales características de estos
cambios
son las mismas que las explicadas para las disposiciones contenidas en el Anteproyecto
de
Código Procesal Civil dominicano, no abundaremos más al respecto.
Conclusión
Existe una tendencia inexorable en el mundo a reducir los costos con que operan las
empresas. Estos costos incluyen los gastos y honorarios profesionales de los abogados,
pero
además aquellos que se derivan de los litigios inacabables.
No es sorprendente encontrarnos con un gerente extranjero que llega al país y pone
énfasis
por concluir rápidamente aquellos litigios de larga data, aún cuando ello implique un
mayor
costo en el momento y muchas veces sin tomar en cuenta lo sólido que pudiera ser el
caso.

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Las técnicas que usará serán las que acompañan la Resolución Alternativa de Disputas.
Si
los abogados se convierten en un obstáculo para estos fines, serán marginados del
proceso o
serán sustituidos.
El principal objetivo de las empresas no es litigar sino crear las mejores condiciones
para
producir o vender bienes y servicios.
La globalización de la economía y apertura de los mercados aceleran la introducción de
estas nuevas tendencias y tanto los empresarios locales como los abogados debemos
entender que la Resolución Alternativa de Disputas es una excelente vía para colocar a
las
empresas en mejores condiciones de competir.
ANALISIS Y PERSPECTIVAS DEL ARBITRAJE COMERCIAL
EN LA REPUBLICA DOMINICANA
Por Francisco Alvarez Valdez
La credibilidad en los tribunales judiciales ha aumentado considerablemente en los
últimos tres años
gracias al proceso de reforma y modernización que se ha emprendido con bastante éxito,
lo que nos

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lleva a preguntarnos si poseer tribunales judiciales eficientes y confiables implicará un
freno al
desarrollo futuro del arbitraje como mecanismo alternativo de solución de conflicto.
La respuesta nos viene dada de la experiencia de aquellos países donde la justicia
pública ha
alcanzado altos niveles de confianza y sin embargo el desarrollo de la jurisdicción
arbitral no se ha
detenido sino que por el contrario se ha incrementado. Estados Unidos y Francia, son
buenos
ejemplos, dónde incluso se han desarrollados en los últimos años métodos alternativos
de solución
de conflictos distintos del arbitraje.
El presente trabajo se inscribe en el interés de promover el arbitraje, sobre todo en
materia
comercial, y ha sido dividido de la siguiente forma: en una primera parte ofreceremos
algunos datos
de tipo general sobre la institución del arbitraje, a modo de introducción y para
familiarizar a
aquellos que no lo estén con la terminología que utilizaremos. En una segunda parte,
examinaremos
la evolución del arbitraje, tanto interno como internacional, en nuestro derecho
positivo, para pasar
entonces a una tercera parte donde analizaremos los obstáculos que han impedido un
mayor
desarrollo del arbitraje en la República Dominicana y las medidas que deben
implementarse para
superarlos.
I.
EL ARBITRAJE COMO MECANISMO DE RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS.
ASPECTOS GENERALES.
A.
Definición.
De las múltiples definiciones que sobre el arbitraje ofrecen los distintos tratadistas, y
en ausencia en
nuestro país de una definición legal, preferimos la ofrecida por Jean Robert en su
conocida obra "El
Arbitraje. Derecho Interno. Derecho Internacional" (Quinta Edición, Dalloz, París,
1983, Pág. 3),
quien expresa que "se entiende por arbitraje la institución de una justicia privada
gracias a la cual
los litigios son sustraídos de la jurisdicción de derecho común, para ser resueltos por
individuos
revestidos, para la ocasión, de la misión de juzgarlos".

Page 32
Esta definición posee la virtud de poder ser aplicada a todo tipo de arbitraje, sea este
de orden
interno o internacional, tenga su origen en una cláusula compromisoria o en un
compromiso, sea el
laudo a intervenir ejecutorio sin posibilidad de recurso o por el contrario, requiera de
exequátur para
su ejecución, pueda ser recurrido ante otros tribunales o no.
Dependiendo de las características de cada tipo de arbitraje, la definición podría
entonces
completarse, por ejemplo para aplicarla expresamente al Arbitraje Comercial
Internacional,
agregándole el elemento que tipifica este tipo de arbitraje, es decir el de extranjería.
B.
Arbitraje Interno y Arbitraje Internacional.
En la República Dominicana el legislador no ha diferenciado entre Arbitraje Interno e
Internacional,
como ha ocurrido en mucho otros países. En Francia, por el contrario, en la reforma de
1981 al
Nuevo Código de Procedimiento Civil, se dedicó un libro completo, el cuarto, a la
materia arbitral,
con seis títulos, de los cuales dos, el quinto y el sexto, fueron dedicados al arbitraje
internacional, y
cuyo Artículo 1492 establece textualmente que "Es internacional el arbitraje que pone
en causa
intereses del comercio internacional".
El Argentino Roque Caivano, en su obra "Arbitraje: su eficacia como sistema
alternativo de
resolución de conflictos" (Buenos Aires, Ad-Hoc, 1993, Pág. 84), establece que "la
calificación de
internacional o interno de un arbitraje dependerá de que los elementos que lo
componen tengan
relación con un solo Estado, o que se vinculen con más de uno".
Existen diversidad de criterios en doctrina en torno a los factores que determinan en un
caso
específico la internacionalidad del arbitraje. Uno de los ejercicios más completos
quedó resumido
en el Artículo Primero de la Ley Modelo de Arbitraje de la Comisión de las Naciones
Unidas para el
Desarrollo Mercantil Internacional, mejor conocida por las siglas de UNCITRAL, que
considera
internacional el arbitraje cuando reúne uno cualesquiera de los siguientes factores:

Page 33
1.-
Si las partes tienen, al momento de celebrar el acuerdo arbitral, sus
establecimientos en Estados diferentes.
2.-
Si uno de los lugares siguientes está situado fuera del Estado en el que las
partes tienen sus establecimientos:
a) el lugar de arbitraje, si este ha sido determinado en el acuerdo de arbitraje
o con arreglo a él;
b) el lugar de cumplimiento de una parte sustancial de las obligaciones de la
relación comercial o el lugar con el cual el objeto del litigio tenga una
relación más estrecha.
3. Si las partes han convenido expresamente en que la cuestión objeto del acuerdo de
arbitraje está relacionada con más de un Estado."
Por razonamiento a contrario, será interno el arbitraje cuando todos los elementos
relacionados con
el mismo se relacionan con un solo Estado: lugar de la firma del acuerdo, lugar de
ejecución del
contrato, domicilios de las partes, leyes aplicables, entre otros.
C.
Arbitraje Institucional y Arbitraje Ad Hoc.
Se denomina institucional el arbitraje que es organizado y administrado por una
institución en
particular. Usualmente esta institución posee su propio reglamento que determina una
serie de
aspectos relativos a la designación de los árbitros, su recusación, sustitución y renuncia,
procedimiento para el desarrollo del arbitraje, su instrucción, medidas conservatorias,
competencia,
demandas reconvencionales, pruebas, defecto, debates, plazos para instruir el proceso y
para dictar
el laudo, características del laudo, carácter definitivo del mismo, honorarios y gastos,
entre muchos
otros temas.

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Este, en nuestra opinión, es el tipo de arbitraje ideal, pues toda la logística requerida
para el
desarrollo del proceso arbitral es suministrada por una organización con experiencia, lo
que debe
facilitar enormemente la misión de los árbitros y conducirlos con prudente celeridad a la
resolución
del conflicto.
Un ejemplo en nuestro país de este tipo de arbitraje es precisamente el que se realiza
en el seno del
Consejo de Conciliación y Arbitraje de la Cámara de Comercio y Producción del
Distrito Nacional,
nuestros anfitriones en este seminario.
Por su lado, el arbitraje ad-hoc deja a las partes y a los árbitros todo los aspectos de
administración y
organización del arbitraje, y se debe referir necesariamente a las disposiciones de los
artículos 1003
a 1028 del Código de Procedimiento Civil, reglas que sólo rigen de manera supletoria
en el arbitraje
organizado y administrado por el Consejo de Conciliación y Arbitraje.
Las probabilidades de que ocurra un conflicto que impida el inicio o continuación de un
arbitraje
ad-hoc son mucho mayores que en el arbitraje institucional debido a que usualmente
las reglas
contenidas en los reglamentos de las instituciones arbitrales son mucho más claras y
precisas y
muchas de ellas han sido concebidas precisamente para impedir que el proceso pueda
ser
incidentado.
D.
Conciliación. Mediación. Amigable Composición. Arbitraje.
Una gran confusión suele reinar en el uso de estos términos.
La característica básica de la conciliación es la de que no puede haber conciliación
forzosa, pues la
misma depende de que al momento de efectuarse la misma y aún en el desarrollo del
proceso
conciliatorio, esté presente la voluntad de todas las partes en conflicto. De esta forma,
aún cuando
una parte haya consentido en someterse a conciliación, su cambio de decisión hace
fracasar el
proceso.

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Por ejemplo, el Reglamento de Conciliación Facultativa de la Cámara de Comercio
Internacional
prevé como elementos que frustran el proceso conciliatorio, la no aceptación por parte
del
demandado, y aún su silencio al respecto, el cambio de voluntad de demandante o
demandado en el
curso del proceso y, obviamente, la imposibilidad de que las partes logren un acuerdo.
El conciliador no está sujeto a reglas procesales o de derecho, aún cuando deberá cuidar
siempre el
derecho de defensa de las partes, que en nuestro país tiene rango constitucional.
El conciliador tiene por misión facilitar el dialogo entre las partes en conflicto, con la
finalidad de
hacerlas llegar a un acuerdo y no toma una decisión en relación con la suerte de la
reclamación,
excepto la de declarar terminado el proceso por haber las partes arribado a un acuerdo o
por haberse
frustrado el mismo por las razones ya explicadas.
La conciliación no termina con un laudo sino más bien con una transacción de la
disputa, que en
nuestro país se beneficiaría de los términos de los Artículos 2044 y siguientes del
Código Civil,
específicamente en lo concerniente al otorgamiento a la misma de la autoridad de la
cosa juzgada
en última instancia, contemplado en el Art. 2052 del referido código.
Existen casos de conciliación previstas por la ley, de carácter obligatorio en cuanto a
que la misma
debe efectuarse de manera previa a la demanda, pero que de igual forma no obliga a las
partes a
conciliar sus intereses. Un ejemplo de este tipo de casos se encuentra en la Ley No. 173,
sobre
Protección a los Agentes Importadores de Mercaderías y Productos, del 6 de abril de
1966, que fue
modificada por la Ley no. 622 del 28 de diciembre de 1973 para, entre otras razones,
prever un
proceso de conciliación obligatorio por ante la Cámara de Comercio y Producción. En
materia
laboral, por igual, toda demanda debe someterse a un proceso de conciliación ante el
Juez y los
representantes del sector obrero y patronal, antes de continuar con el curso de la
demanda.
La mediación, por su lado, es una especie de conciliación. La única diferencia deviene
del hecho de
que el mediador toma un papel más activo. Estudia profundamente el caso y asume la
iniciativa de
proponer soluciones. Algunos autores incluso entienden que conciliación y mediación
pueden ser
utilizados como sinónimos sin ningún tipo de consecuencia.

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Tanto la conciliación como la mediación se inscriben en la intención de impedir el
litigio, que
inspiró una famosa frase atribuida a un Diputado francés de Nancy en 1790 y que
expresa: "Impartir
justicia no es más que la segunda obligación de la sociedad; impedir el proceso es la
primera. Es
necesario que la sociedad diga a las partes: para arribar al templo de la justicia, pasen
primero por el
de la concordia; esperamos que pasando por él, transarán sus diferencias."
Por su lado, la amigable composición, de acuerdo con Charles Jarrosson, en su obra
"La Noción de
Arbitraje" (Librairie Generale de Droit et de Jurisprudence, París, 1987, Pág. 177), es
una
conciliación transformada en arbitraje por la ley. Ello se debe al hecho de que funciona
como un
arbitraje en todos sus aspectos pero coincide con la conciliación en el hecho de que el
amigable
componedor no estará sujeto a reglas de procedimientos o de derecho, decidiendo
siempre los casos
en equidad y de acuerdo con su mejor saber y entender. Distinto a la conciliación y al
igual que el
arbitraje, la amigable composición concluye con un laudo.
Por no estar sujeto al derecho, algunos autores entienden que cuando las partes otorgan
al árbitro el
poder de decidir como amigable componedor, están renunciando implícitamente a los
recursos
contra dicha decisión.
En el arbitraje estricto sensu, o arbitraje de iure, los árbitros se conducirán de
acuerdo a las normas
procesales escogidas por las partes y decidirán de acuerdo a las reglas de derecho que
las partes
hayan identificado. En caso de que las partes no hayan escogido estas normas, se
aplicarán aquellas
establecidas por la institución que administra el arbitraje o en todo caso el derecho
común.
E.
Compromiso y Cláusula Compromisoria.
El Artículo 1442 del Nuevo Código de Procedimiento Civil francés establece que "la
cláusula
compromisoria es la convención por la cual las partes en un contrato se comprometen a
someter a
arbitraje los litigios que puedan nacer relativos a este contrato", mientras que el
Artículo 1447 del
mismo Código señala que "el compromiso es la convención por la cual las partes en un
litigio
nacido someten este a arbitraje de una o varias personas".

Page 37
La diferencia entre compromiso y cláusula compromisoria resulta evidente: en la
cláusula
compromisoria aún no existe contestación entre las partes en un contrato, y ellas han
decidido
prever que de surgir, serán dirimidas por arbitraje; en el compromiso la contestación
ya existe, y la
misma, de manera perfectamente individualizada y definida, decide someterse a
arbitraje,
identificando por igual a los árbitros que dirimirán el conflicto.
Mientras el compromiso ha estado regulado desde antaño en la mayoría de las
legislaciones, no
sucedió lo mismo con la cláusula compromisoria, lo que llevó a considerar esta cláusula
como nula
por no poder cumplir con el requisito requerido para el compromiso de identificar el
objeto del
litigio, pues este aún no había surgido, y no era práctico señalar en la misma los
nombres de los
árbitros en relación con un potencial conflicto cuya fecha de nacimiento no era
previsible .
En Francia, el legislador admitió la cláusula compromisoria en derecho comercial, pero
mantuvo el
silencio en materia civil. Parte de la doctrina consideraba a la cláusula compromisoria
como una
promesa de compromiso, cuyo incumplimiento derivaba únicamente en daños y
perjuicios, y no en
su cumplimiento forzoso, restándole entonces efectividad a la misma.
La tendencia moderna es la de considerar al compromiso y a la cláusula compromisoria
bajo la
denominación global de convención arbitral, produciendo ambas los mismos efectos en
cuanto a su
objetivo de conducir de manera forzosa a las partes que la han suscrito a dirimir sus
diferencias en
la jurisdicción arbitral.
Una de las consecuencias más importantes de esta tendencia es la de otorgar autonomía
a la
convención arbitral, de tal suerte que aún cuando el contrato que contiene una cláusula
compromisoria sea nulo, no lo será ésta última, reteniendo la jurisdicción arbitral la
competencia de
determinar dicha nulidad. Obviamente que esto no ocurrirá cuando la nulidad tenga que
ver con
algún vicio del consentimiento o en relación con la capacidad de las partes, pero aún en
estos casos
corresponderá al tribunal arbitral determinar dicha situación. En este sentido se
encuentra redactado
el ordinal 4 del Artículo 29 del Reglamento de Arbitraje del Consejo de Conciliación y
Arbitraje de
la Cámara de Comercio y Producción del Distrito Nacional al señalar lo siguiente:

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"4.- Salvo estipulaciones contrarias, la pretendida nulidad o inexistencia
alegada de un contrato objeto del diferendo arbitral no entraña la
incompetencia del tribunal. Si éste considera válida la cláusula arbitral, sigue
siendo competente aun en casos de inexistencia o nulidad del contrato a los
fines de determinar los derechos respectivos de las partes conforme a su
voluntad claramente expresada y estatuir sobre los mismos."
F.
La Jurisdicción Arbitral y la Jurisdicción Judicial. Ventajas y Desventajas.
La jurisdicción judicial es aquella establecida por el Estado de manera permanente para
dirimir los
conflictos que se presentan entre particulares y entre particulares y la sociedad, y por
tanto tiene una
naturaleza pública. La jurisdicción arbitral, por el contrario, tiene una naturaleza privada
debido a
que son los particulares los que por su voluntad deciden acogerse a la misma, aún
cuando ha sido la
ley la que le ha otorgado carácter jurisdiccional.
Una idea simple que justifica la existencia de la jurisdicción arbitral, que parte del
principio general
de que el que puede lo más puede lo menos, es la de que si la ley ha permitido a las
partes transar
sus diferencias sin intervención judicial, aún cuando haya renuncia a determinados
derechos, con
mucho mayor razón podrían las partes someter esas diferencias a la decisión de un
particular.
De ahí que todo derecho susceptible de transacción, puede ser objeto de arbitraje.
Mientras que se
mantiene el monopolio de la función jurisdiccional del Estado para todos aquellos otros
asuntos no
susceptibles de transacción o que interesen al orden público.
Sería un error entender la jurisdicción arbitral como un esfuerzo por privatizar la
función
jurisdiccional del Estado. Igual sería justificar la existencia de la jurisdicción arbitral
exclusivamente por las deficiencias que acusa la jurisdicción judicial. Aún cuando
poseamos
tribunales del orden judicial muy eficientes, existirán razones para el sostenimiento de
la
jurisdicción arbitral, sobre todo en materia de comercio internacional, pero aún en
derecho interno.
En este sentido se expresa Roque J. Caivano, en su obra ya citada (pág. 40), al señalar
que "atar su

Page 39
suerte a la crisis judicial es minimizar su validez, condicionar su efectiva vigencia, y
perder de vista
su aptitud general como método alternativo de resolución de conflictos."
Hoy en día se pueden citar entre las ventajas de acudir a arbitraje:
1.- Mayor garantía de una decisión imparcial, pues al participar las partes en la
selección de los
árbitros, se disminuye sustancialmente la posibilidad de corrupción, tan común en la
jurisdicción
judicial.
2.- Mayor celeridad en la conclusión del proceso. En la jurisdicción judicial existen y
existirán
siempre un sinnúmero de elementos, desde los recursos, hasta los incidentes, que hacen
extremadamente largo el proceso hasta su conclusión final. En arbitraje se busca
conjurar este
problema y usualmente los casos se deciden en mucho menor tiempo.
3.- Menor costo para las partes. Esto podría implicar un contrasentido, pues mientras las
partes
deben cubrir los honorarios de los árbitros y los gastos de la institución que administra
el arbitraje,
en el proceso judicial ello no es necesario. Sin embargo, los costos vistos en sentido
amplio,
incluyendo lo que se deja de percibir mientras no se dirime el conflicto, y aún en sentido
estricto en
cuanto a los honorarios de abogados que deben asumirse dependiendo de la duración del
proceso,
permiten afirmar que a la larga el arbitraje resulta menos costoso.
4.- Confidencialidad en relación con el conflicto y su solución, lo que resulta imposible
en los
tribunales ordinarios debido al carácter público del proceso.
5.- Mayor grado de especialización de los árbitros. Debemos destacar que en aquellos
conflictos de
carácter muy técnicos, se puede recurrir a árbitros que posean los conocimientos
necesarios para
decidir adecuadamente el conflicto, aún cuando no sean abogados.
6.- Papel activo del árbitro. Mientras en la jurisdicción judicial, en materia civil y
comercial, el juez
realiza un papel pasivo y corresponde a las partes impulsar el proceso y solicitar las
medidas de
instrucción que consideren convenientes, el árbitro desempeña un papel activo, en el
sentido de que

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impulsa el proceso para evitar su estancamiento, puede ordenar de oficio cualquier
medida de
instrucción que entienda ayude a determinar de que lado está la razón y como siempre
tomará en
cuenta la equidad, aún en los arbitrajes de derecho, lo que le permitirá otorgarle mayor
credibilidad
a aquellas pruebas no literales, como declaraciones de testigo, que favorezcan a la parte
que en
equidad posea la razón, para producir una decisión justa.
Por el otro lado, entre las desventajas de acudir al arbitraje pudiera citarse, a título de
ejemplo, las
dificultades que pueden presentarse para la ejecución del laudo arbitral, sobre todo en el
arbitraje
ad-hoc, debido a la necesidad de obtener exequátur.
Algunos autores, como José María Chillón y José Merino, en su "Tratado de Arbitraje
Interno e
Internacional" (Segunda Edición, Editorial Civitas, Madrid, 1991, pág. 41), califican
como
desventaja el hecho de que en la jurisdicción arbitral resulta difícil defender los
intereses de la parte
más débil en una negociación contractual, sobre todo cuando el contrato ha sido de
adhesión, papel
que por el contrario, los tribunales del orden judicial han tomado con mucho interés,
considerando,
por ejemplo, ineficaces cláusulas de limitación de responsabilidad en determinados
casos. En
nuestra opinión, esta no es una desventaja en la jurisdicción arbitral, pues en ella las
partes,
desiguales a la hora de negociar el contrato, recuperan la igualdad para determinar las
reglas de
procedimiento y de fondo que deberán seguir los árbitros para dirimir el conflicto, y en
caso de no
acuerdo se aplicarán las de derecho común, que son las mismas en las que los tribunales
judiciales
se han basado para proteger a la parte más débil, y que por ello podrán ser utilizadas
igualmente por
los árbitros.
III.
EL ARBITRAJE EN LA REPÚBLICA DOMINICANA DE CARA AL FUTURO.
En la República Dominicana existe poca tradición en el uso de métodos alternativos de
resolución
de conflictos distintos de aquellos que pertenecen a la jurisdicción Estatal.

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La experiencia de la Ley de Organización Judicial de 1845, de someter a conciliación y
a arbitraje
un sinnúmero de materias, fracasó por las mismas razones que fracasó en nuestro país la
institución
del jurado: la desconfianza de escoger particulares para dirimir conflictos en un país
donde casi
todos, por lo menos en el siglo pasado, tenían algún tipo de vinculación familiar,
comercial o de
amistad.
Las disposiciones del Código de Procedimiento Civil relativas al arbitraje, aún hoy en
día son de
escasísima aplicación práctica. Lo mismo podría decirse del uso de la cláusula
compromisoria
señalada en las disposiciones del Código de Comercio.
Si examinamos la experiencia bajo la Ley No. 50-87 que permitió el establecimiento de
Consejos de
Conciliación y Arbitraje adscritos a las Cámaras de Comercio y Producción del País, y
lo hizo en
condiciones particularmente favorables, la misma no ha llenado las expectativas que
generó.
El Consejo de Conciliación y Arbitraje de la Cámara de Comercio y Producción del
Distrito
Nacional, desde su integración en 1988, apenas ha manejado trece casos, lo que arroja
un promedio
de 1.3 casos por año.
En nuestra opinión, el principal factor del escaso desarrollo del arbitraje radica en la
poca difusión
de la existencia de este tipo alterno de resolución de conflictos y sus innegables
ventajas, sobre todo,
y aunque de pena señalarlo, entre los profesionales del derecho.
Recientemente el Presidente de la Suprema Corte de Justicia denunciaba la pobre
formación
académica de la mayoría de los abogados del país. No se concibe que en la mayoría de
las Escuelas
de Derecho del país los programas no incluyan el arbitraje de manera principal. La
mayoría de los
abogados egresan de las universidades sin conocer la existencia de la Ley 50-87, sin
conocer las
particularidades del arbitraje y los distintos medios de acceder a él, sin poder distinguir
siquiera
entre árbitro y amigable componedor.
Definitivamente que la escasa formación de los abogados constituye una retranca en el
desarrollo
del arbitraje como institución alterna para la resolución de conflictos. El abogado poco
preparado,

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aún cuando conozca de las ventajas del arbitraje, preferirá aquella jurisdicción donde
los jueces sean
menos exigentes, tal vez por el cúmulo de trabajo o por razones morales; preferirá
aquella
jurisdicción donde los casos se eternicen, para no tener que rendir cuentas de sus
errores. Los
abogados arrastran muchas veces a sus clientes a litigios absurdos, sin sustento de
ninguna especie,
gracias al hecho de que tal vez el caso nunca sea resuelto judicialmente y ello obligue a
las partes a
una transacción.
El arbitraje constituye una amenaza, si se quiere ver de este modo, de una solución
relativamente
temprana, por lo que las consecuencias de una incorrecta asesoría deberán ser
enfrentadas a corto
plazo. Es por ello que la difusión del arbitraje a través de la generalización de la
inclusión de
cláusulas compromisorias en los contratos, servirán además de freno al inicio de litigios
sin ningún
fundamento, de los cuales están llenos los tribunales ordinarios.
En el Perú, por ejemplo, el Colegio de Abogados se ha constituido en un Centro de
Arbitraje, y
promueve el uso de la cláusula compromisoria. Nuestro Colegio de Abogados se
encuentra,
lamentablemente, muy lejos de poder generar la confianza indispensable para instalar un
centro de
esta naturaleza. Esta situación debe cambiar y nos corresponde a nosotros, los abogados,
eliminar
este obstáculo en el desarrollo del arbitraje en la República Dominicana.
Un segundo y serio obstáculo que enfrenta el arbitraje en nuestro país lo es la inercia
del legislador
de actualizar nuestras leyes al respecto.
Es importante resaltar que la República Dominicana posee escasas posibilidades de
convertirse en
un centro de arbitraje internacional mientras nuestro país no ratifique las convenciones
que
permitirían la ejecución de laudos extranjeros en nuestro país. En materia de derecho
internacional
la reciprocidad juega un papel de primer orden, y no podemos pretender que los laudos
dictados en
nuestro país sean ejecutables en otros países, mientras los dictados en estos últimos no
sean
ejecutables en el nuestro.
Igualmente, es hora de que despejemos de una buena vez las dudas en torno a la validez
de la
cláusula compromisoria en materia civil, que avancemos haciendo desaparecer las
diferencias entre

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cláusula compromisoria y compromiso en cuanto a la obligatoriedad de su ejecución,
que
eliminemos la necesidad de exequátur para la ejecución de los laudos en los arbitrajes
ad-hoc e
igualmente eliminemos los recursos, entre otros aspectos.
Una de las leyes que requiere ser modificada lo es la Ley No. 50-87 sobre Cámaras de
Comercio y
Producción, en lo que respecta a los Consejos de Conciliación y Arbitraje.
En nuestra opinión no debe existir restricción para acceder a estos centros excepto la
materia, que
debe ser comercial. En consecuencia, debe eliminarse la restricción de que por lo
menos una de las
partes sea miembro de la Cámara para acceder a su Consejo de Conciliación y
Arbitraje.
Otra de las modificaciones necesarias a esta ley consiste en permitir que el tribunal
arbitral pueda
ser integrado por un solo árbitro, pues en la actualidad deben ser por lo menos dos y no
más de
cinco. Muchos casos podrían decidirse, por su naturaleza, con un sólo árbitro, lo que
acelera el
proceso y disminuye los costos. En todo caso, las partes deben tener libertad para
escoger el número
de árbitros, siempre que no exceda de cinco, y en caso de desacuerdo, entonces podría
establecerse
el número de tres.
Por otro lado, resulta oportuna una modificación del Reglamento de Arbitraje del
Consejo de
Conciliación y Arbitraje, con la finalidad adoptar medidas que tiendan a acelerar los
procesos
arbitrales.
El Reglamento de la Cámara de Comercio Internacional, que había estado en vigor
desde 1975,
acaba de ser objeto de una reforma que entró en vigencia apenas el 1ero. de enero de
este año. Nos
comenta el Dr. Bernardo Cremades, miembro del Comité revisor, en artículo publicado
en la
Revista La Ley, de España (No. 4403, octubre 1997), que existía mucha duda en torno a
si era
conveniente modificar un Reglamento cuyas normas habían hecho fortuna, y eran bien
conocidas
por los usuarios. La decisión se tomó, entre otras razones, según Cremades, para dar la
batalla
contra la lentitud que estaba acusando el procedimiento arbitral.

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Pues bien, el Reglamento de nuestro Consejo de Conciliación y Arbitraje podría
revisarse con la misma finalidad. Entre las medidas que podrían considerarse
estarían
la de otorgar mayores poderes a la Secretaría del Consejo para decidir asuntos que
hoy deben aguardar por reuniones del Bufete Directivo del Consejo antes de que el
arbitraje pueda continuar. Por ejemplo, cuando las partes se ponen de acuerdo en
seleccionar árbitros dentro de la matrícula que posee el Consejo, resulta
innecesario
esperar a que esta designación sean aprobada por el Bufete Directivo del Consejo.
En beneficio de hacer más expedito el proceso arbitral podría introducirse la idea del
Calendario
arbitral, utilizada con frecuencia en los arbitrajes de la CCI sin que estuviese
contemplada en su
reglamento y que recientemente ha sido incorporada a este último, de acuerdo con
Cremades, con la
finalidad de vincular a los árbitros, aún cuando sea moralmente, en el cumplimiento de
determinados plazos en el desarrollo del procedimiento. El Artículo 18 del nuevo
Reglamento de la
CCI dispone textualmente, que "a la hora de elaborar el acta de misión, o con la rapidez
que le sea
posible, el tribunal arbitral, habiendo consultado a las partes, fijará en un documento
separado el
calendario provisional en el que pretende desarrollar el procedimiento y así lo comunica
a la Corte y
a las partes. Toda modificación ulterior de este calendario será comunicada a la Corte y
a las
partes".
Asimismo, en el nuevo Reglamento de la CCI se ha introducido la posibilidad de que las
partes
puedan acceder a un procedimiento de plazos más abreviados que los ordinarios, que
algunos ya
denominan Fast Track. Se trata de otorgar a las partes la posibilidad de reducir, siempre
de mutuo
acuerdo, los plazos establecidos en el Reglamento.
El actual reglamento de la CCA obliga a instruir nuevamente un proceso que ya estaba
pendiente de
fallo cuando el Tribunal Arbitral pierde a su presidente por cualquier razón. Esta regla
debe ser
modificada para permitir que los árbitros restantes decidan el caso.
Para concluir deseamos enfatizar la importancia que para el éxito del arbitraje implica
la forma en
que cada uno de los protagonistas asuma su función desde el inicio del conflicto hasta el
pronunciamiento del laudo final. No se trata de que partes, abogados, árbitros, peritos y
demás

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auxiliares nos esforcemos en actuar como lo haríamos en jurisdicción judicial, pues de
esta manera
no estaríamos comprendiendo las significativas diferencias entre una y otra. Roque
Caivano, en su
obra citada (pág. 40), nos los expresa de la siguiente manera:
"El arbitraje implica, para quien lo asume en plenitud, un verdadero
cambio de enfoque respecto del modo de encarar la resolución del conflicto.
Requiere de todos los que participan de él una predisposición diferente, un espíritu
sin el cual el sistema estará irremediablemente condenado al fracaso."
"Un juicio arbitral en el que las partes introduzcan planteos a todas luces
obstruccionistas y dilatorios, o en el que los árbitros no logren despojarse de
rigorismos insustanciales, seguramente reproducirá muchos de los vicios que se
observan a diario en los juicios ordinarios..."
Corresponde a los abogados, en representación de las partes o como árbitros, y a los
centros que
organizan y administran procesos de esta naturaleza, demostrar que somos capaces de
convertir el
arbitraje en una institución confiable, que dirima los conflictos de manera justa y
oportuna, única
forma en la que esta institución logrará la credibilidad indispensable para asegurar su
verdadero
desarrollo.

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