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“Después de buscarlo a gritos por los dormitorios, oyendo sin saber dónde otros gritos
que no eran los suyos, Plácida Linero se asomó a la ventana de la plaza y vio a los gemelos
Vicario que corrían hacia la iglesia.” Estas palabras dan comienzo al fragmento que nos
dirigimos a comentar, perteneciente al quinto capítulo de los cinco que componen la obra
Crónica de una muerte anunciada. La temática es la violencia que estaba presente en aquella
época y la incapacidad de Santiago Nasar de escapar de su propio destino. Por mucho que
intenta huir, Santiago Nasar es asesinado por los hermanos Vicario en la puerta principal de
su propia casa. Aún habiendo recibido tres puñaladas, Santiago pudo levantarse sosteniendo
sus vísceras y caminar hasta la puerta trasera de su casa para poder fallecer dentro de esta.
Márquez hace uso del realismo mágico en el tratamiento retrospectivo del tiempo que
es la técnica más novedosa. Todo ocurre en menos de 24 horas, pero la novela no avanza
cronológicamente (a pesar de llamarse “crónica”) sino que aparecen numerosas analepsis y
prolepsis, etc. Aparte del día del crimen, el sumario se realiza 12 días después; el tiempo de
las entrevistas con los protagonistas y los testigos, unos 20 años después y el tiempo del
narrador que escribe unos 17 años después. El tiempo es circular, como la estructura de la
novela. En esta obra, el tiempo de la narración y el tiempo de lo narrado se entremezclan y en
cierto modo coinciden, convirtiéndose este aspecto en una de las peculiaridades de la obra.
En cuanto al tiempo externo, sabemos que se trata de mitad del siglo XX, ya que la historia
real ocurrió unos 30 años antes de escribir el libro (1981). Finalmente, el tiempo interno se
presenta de forma lineal, desde el momento en que los hermanos Vicario apuñalan a Santiago,
hasta que éste entra por la puerta trasera de su casa y se desploma en la cocina.
Por otro lado, la acción de la novela transcurre en Aracataca, pueblo natal del autor. Y
se hace referencia a Manaure y Riohacha. Todo transcurre en la plaza de un pueblo y las
casas que están alrededor. En el fragmento, el espacio transcurre en los alrededores de la casa
de Santiago Nasar. “Después de buscarlo a gritos por los dormitorios…” “Caminó más de
cien metros para darle la vuelta completa a la casa…” “para no ir por la calle, que era el
trayecto más largo, sino que entró por la casa contigua.” “y lo vio descender las escalinatas
del muelle antiguo”. Para conocer esta información, es necesario un narrador. Hablamos de
multiplicidad de narrativas en la que el narrador omnisciente “… y Plácida Linero pensó que
había pasado el peligro”, conoce todo acerca de los personajes y deja paso al narrador
cronista “Oímos la gritería -me dijo la esposa-, pero pensamos que era la fiesta del obispo”.
En la novela se intercalan dos registros lingüísticos, por un lado el uso coloquial (“Lo
que nunca pude olvidar fue el terrible olor a mierda” “−¡Santiago, hijo −le gritó−, qué te
pasa!”) que es propio de la gente del pueblo; y por otro, un uso culto, propio del
narrador-cronista, una persona formada académicamente y con cierto nivel intelectual (“Tuvo
todavía bastante lucidez para no ir por la calle, que era el trayecto más largo, sino que entró
por la casa contigua.”)