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De la Peza narra las visiones históricas lineales del bolero, usualmente acompañadas
de personajes relevantes del género a principios del siglo XX en este caso Joaquín
Pardavé y Agustín Lara. Con sucesos de la vida de Pardavé se narra el origen y
distribución del bolero; Pardavé es hijo de una familia con tradición de operas y
zarzuelas en territorio mexicano (origen europeo), fue actor y escritor reconocido en la
Edad de Oro del Cine Mexicano (distribución en masas) y posteriormente trabajó en la
radio (divulgación). Paralelamente la vida de Agustín Lara ilustraría el desarrollo
musical del género. Lara empezó como pianista en los cabarés, lugares claves para los
imaginarios del género: las mujeres, la pasión y la fusión con otros géneros
contemporáneos (fox trot, one step y tango). De la mano de las radios urbanas el
bolero se arraigo en la sociedad siendo canciones de cuna para toda una generación.
De los treinta se avanza hasta los noventa, época de la escritura del texto, acá De la
Peza revisa el cambio contextual del bolero: ya no es un imaginario de cultura
bohemia, sino que ahora, a partir de figuras de la industria musical como Juan Gabriel
y Luis Miguel y el apoyo de medios masivos como Televisa, es una narración de ídolos
de juventud. Esta transición de bares y cafés a cadenas televisas y conciertos masivos
habla de transversalidad del efecto bolero, que en su caminar llevó de los cabarés
hasta el interior del hogar los discursos del amor idílico, el pasional y el abandono.
Toda una diversidad de discursos coexistentes y contrapuestos en los medios de
comunicación.
A partir de esto se analiza el uso del bolero y sus relaciones de micro y macro poder.
Usualmente los discursos son escritos desde primera persona hacia un destinatario
especifico, el ser amado. Razón que permite una fuerte proyección de los sujetos con
las canciones. Esta relación es tan cercana al sujeto que permite hacer sus propias
revisiones e interpretaciones del texto para luego codificarlo en su accionar. De la Paz
vuelva a ejemplificar la múltiple significancia del discurso con otras variables
contextuales como el espacio, el interprete, el cuerpo o la moda que al variar también
resignifican el discurso. Se propone entonces que el bolero es un repertorio de frases,
comportamientos y códigos amorosos preparados para la enunciación de un nuevo
lector. En este campo abierto las proyecciones permiten la producción de nuevos
sentidos, De la Peza lo ejemplifica con las reinterpretaciones de las reglas sociales del
género: canciones para mujeres interpretadas por mujeres o juegos de palabras que
desafían la heteronormatividad.