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Los BOLOGNESI:

¡NO HAY GLORIA, SIN HONOR!!!

El escritor romántico, costumbrista, tradicionalista, periodista y político peruano,


conocido internacionalmente como don Ricardo Palma, ha recreado el dialogo
sostenido entre el emisario chileno Cruz Salvo, pidiéndole la rendición de la Plaza
de Arica y la respuesta viril del coronel Bolognesi.

“El parlamentario chileno sargento mayor don Cruz Salvo, llegó trayéndole la
propuesta del General Baquedano, de rendición de la Plaza de Arica que se
encontraba sitiada.
-Mis respetos, señor coronel -dijo, inclinándose cortésmente el parlamentario.
-Gracias, señor mayor. Dígnese usted tomar asiento.
Salvo ocupó el sillón que le cedía Bolognesi, y éste se sentó en el extremo del
sofá vecino. Hubo algunos segundos de silencio que al fin rompió el parlamentario
diciendo:
-Señor coronel, una división de seis mil hombres se encuentra casi a tiro de cañón
de la plaza...
-Lo sé -interrumpió con voz tranquila el jefe peruano-; aquí somos mil seiscientos
hombres decididos a salvar el honor de la patria con nuestras armas.
-Permita usted, señor coronel -continuó Salvo-, que le observe que el honor militar
no impone sacrificio sin fruto; que la superioridad numérica de los nuestros es
como de cuatro contra uno; que las mismas ordenanzas militares justifican en su
caso una capitulación, y que estoy autorizado para decirlo, en nombre del general
en jefe del ejército de Chile, Baquedano; que esa capitulación se hará en
condiciones que tanto honren al vencido como al vencedor.
-Está bien, señor mayor -repuso Bolognesi sin alterar la impasibilidad de su
acento-; pero estoy resuelto a QUEMAR EL ÙLTIMO CARTUCHO!!!
El parlamentario de Chile no pudo dominar su admiración por aquel soldado,
encarnación del valor sereno, y que parecía fundido en el molde de los
legendarios guerreros inmortalizados por el cantor de la Ilíada. Clavó en Bolognesi
una mirada profunda, investigadora, como si dudase de que, en esa templada
alma de espartano, cupiera resolución tan heroica. Bolognesi resistió con altivez la
mirada del mayor Salvo, y éste, levantándose, dijo:
Lo siento, señor coronel. Mi misión ha terminado.
Bolognesi, acompañó hasta la puerta al parlamentario, y allí se cambiaron dos
ceremoniosas cortesías. Al transponer el dintel volvió Salvo la cabeza, y dijo:
-Todavía hay tiempo para evitar una carnicería..., medítelo usted, coronel.
Un relámpago de cólera pasó por el espíritu del gobernador de la plaza, y con la
nerviosa inflexión de voz del hombre que se cree ofendido de que lo consideren
capaz de volverse atrás de lo una vez resuelto, contestó:
-Repita usted a su general que QUEMARE HASTA EL ÙLTIMO CARTUCHO!!!”
Y cumplió su palabra y la hizo extensiva a sus seres más queridos: Sus hijos
Enrique y Augusto
LOS HIJOS DE BOLOGNESI
Enrique y Augusto, los últimos y amados hijos de Francisco Bolognesi, murieron al
igual que su padre en la Defensa de Lima. El honor y el valor también se heredan.
El Capitán de Artillería EP Enrique Bolognesi, estaba acantonado en Arequipa,
cuando recibió la trágica noticia de que su padre había muerto en Arica. Ante el
inmovilismo del ejercito acantonado en la Ciudad Blanca, pidió su traslado a la
capital que preparaba su defensa.
El único lugar donde existía un ejército peruano organizado, con abundantes
pertrechos y recursos, con miles de hombres en armas, perfectamente equipados
y uniformados, era Arequipa. Y estas fuerzas, que de lejos constituían la reserva
bélica más importante de que disponía el país, simplemente no acudieron en
ayuda de Bolognesi, ni nunca entraron en acción. Se mantuvieron inactivas hasta
el final de la guerra.
LA BATALLA DE LIMA
Mientras en Lima su hermano menor Augusto Bolognesi, acababa de graduarse
en tiempo relámpago de alférez y posteriormente de teniente y se preparaba junto
a los estudiantes de UNMSM y la Gran Unidad Alfonso Ugarte en defensa de la
ciudad.
Los hermanos Bolognesi pelearon hombro a hombro en las Pampas de San Juan,
junto a toda una generación de limeños que se inmolaron frente a un enemigo
sanguinario, mejor equipado con pertrechos y armas modernas. Tenía apenas 17
años cuando un 13 de enero de 1881, recibió una descarga de ametralladora que
lo hirió de muerte y cuando trataba de incorporarse un cañonazo le destrozo la
pierna.
El hermano mayor Enrique, había recibido dos heridas, una en el hombre por
fuego enemigo y otra en la cabeza producida por el estallido de un cañón de
calidad artesanal que le exploto en la cara. Herido fue trasladado al hospital. Pese
a las suplicas de su madre doña Manuela Medrano, Enrique pidió su alta y retorno
al frente, fusil en mano a inmolarse por la patria.
El 15 de enero, durante la Batalla de Miraflores, el capitán Enrique Bolognesi, fue
encargado del cañón para reguardar y proteger el reducto, en la segunda línea de
defensa, hasta que se terminaron las municiones.
Alzándose sobre el valor que le daba la dignidad y el coraje de un hombre libre,
con un fusil casi sin balas, se desplazó por los despeñaderos de Miraflores, con la
cabeza vendada, arengando a los defensores, hasta que dos certeras balas
perforaron su cuello y pierna, desplomándose en pleno campo de batalla.
Enrique falleció el día 23 y Augusto le siguió el día 27 de enero de 1881. Fueron
los últimos cartuchos que el coronel Bolognesi entregó por el Perú.
Horas después, lejos del campo de batalla, las hordas chilenas, ebrias, se
preparaban para incendiar Lima
El único sobreviviente de los hermanos Bolognesi, fue Federico quien estaba
destacado en la batería del cerro del Pino, lugar al que había llegado un día antes
su hermano Enrique, para pedirle que dejara el frente, ya que solo tenía dos
meses de casado y una esposa embarazada. El hermano se negó, como se
niegan los hombres dignos de este país que los acercan a los dioses.
Federico sobrevivió para consuelo de una madre que perdió a su esposo y a sus
dos hijos, y el amor de una esposa y un hijo que heredo un apellido que simboliza
la esencia de heroísmo y sacrificio.
La guerra del Pacífico nos dejó abierta una herida que solo cerrará cuando Arica y
Tarapacá, regresen al seno de la patria.

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