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Las sectas más peligrosas, las destructivas de la personalidad, mantienen a sus adeptos
sumergidos constantemente en una batalla mental interna en contra de la razón. Para modificar
la conducta de los adeptos, el líder utiliza la 'desensibilización sistemática' hacia el dolor, el
sacrificio, pudor y moral, asociando tales estímulos con actividades altamente emotivas, euforia
ante la victoria y éxito de la secta en sus encomiendas y/o con ambientes místicos, música
sacra, velas y penumbra, oraciones, representaciones de sabiduría y/o divinidad. Igualmente se
vale también de la imaginación emotiva, valiéndose de historias, moralejas manipuladas y
meditaciones para inducir creencias y sentimientos, anécdotas de conversiones, milagros y
contactos con espíritus o divinidades. Otra técnica persuasiva de la cual se vale es la del
aprendizaje por imitación. Técnicas coercitivas son las que persiguen la modificación de
conducta de los adeptos por medio de diversos métodos tales como el castigo, la enajenación,
actividades y ejercicios obligatorios, terror, miedo y vivencias irreales de enfrentamientos ante el
mundo enemigo que induzcan desconfianza y/o desprecio, hipnosis y meditaciones para inducir
trances extáticos (percepción alterada y disminuye la sensibilidad y movilidad corporal;
disociación mental con las sensaciones corporales; éxtasis) o alucinatorios e induciendo
intencionales sentimientos de culpa.
Existe una vía diagnóstica reconocida donde se han especificado una serie de trastornos de
personalidad que desarrollan las personas que pasan por una experiencia “sectaria”.
Las personas que desarrollan estos trastornos no son por lo general personas con patologías
previo a su incorporación al grupo sectario. La Asociación Americana de Psiquiatría reconoce los
trastornos de personalidad que suelen desarrollar las personas que han estado expuestas a las
técnicas de persuasión coercitiva por un período prolongado de tiempo. Los trastornos que se
desarrollan como consecuencia de la estancia y pertenencia a estos grupos totalitarios o sectas
se han clasificado según el Síndrome de Adoctrinamiento Sectario (el cual incluye como otro de
sus síntomas, la reacción psíquica que se manifiesta en rehenes atrapados bajo el control de un
secuestrador y recibe el nombre de Síndrome de Estocolmo, acuñado por el criminólogo y
psicólogo Nils Bejerot, colaborador de la policía durante un secuestro; la misma reacción se
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manifiesta en adeptos sometidos bajo intimidación y atrapados mentalmente, bajo el control de
un líder sectario) y el Síndrome Post-Sectario.
Los líderes de culto sutilmente desvían la atención lejos de la adoración de Cristo y en otro
“mesías” – por lo general en el líder de un culto o fundador. La divinidad de este líder suele ser
revelada al final de la formación de nuevos reclutas. La mayoría de miembros de la secta no se
dan cuenta del cambio en su percepción de culto. Dios y el “líder de un culto” poco a poco
convertido en sinónimo.
Para un miembro, dejar el culto no es una opción, y la intimidación se utiliza a menudo para
mantener a los miembros de culto sin siquiera pensar en salir.
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18. Paranoia Cuando una iglesia o secta es abusiva espiritualmente, hay un sentimiento de
“los demás no entenderán lo que estamos haciendo, así que no les dejemos saber para que no
nos ridiculicen o persigan”