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sociabilidad humana
La sociabilidad humana es un hecho de experiencia común. Lo social aparece como una
característica de la vida humana que implica pluralidad, unión y convivencia. El hombre se
concreta en comunidades y asociaciones y ejemplo de esas entidades sociales son la familia, la
nación y el Estado.
La evidencia de que el hombre vive y convive en sociedad es algo que no vamos a discutir
porque se impone por sí misma, pero ¿cuál es la causa eficiente o que está en el origen de esa
sociabilidad humana?
Para responder a esta cuestión, nos centraremos en dos tipos de respuesta: la que ofrecieron
Aristóteles y Platón, la teoría de la naturaleza social del hombre y la que sostuvieron los
filósofos de la teoría contractualista.
La teoría de la naturaleza social del hombre
El hombre es un animal político dice Aristóteles porque solo viviendo en comunidad satisface
sus necesidades. Quien vive aislado es una bestia o un dios, pero no un hombre.
Aristóteles sostiene que los hombres viven en dos tipos de comunidades: la casa o comunidad
doméstica y la polis o comunidad política o ciudadana. Como todo lo que existe en la
naturaleza y el hombre es parte de la naturaleza, cada una de estas comunidades tiene una
finalidad, tiende a un fin.
El fin de la comunidad doméstica es satisfacer las necesidades básicas y cotidianas de las
personas, su alimentación, vestido y sexualidad. En ella conviven elementos heterogéneos en
cuanto a edad, sexo y condición: adultos y niños, hombres y mujeres, libres y esclavos. Cada
uno de estos elementos tiene una función y debe realizarla bien
La comunidad política o polis, la ciudad, tiene por finalidad posibilitar la vida, satisfacer las
necesidades secundarias o elevadas del hombre, las que se tienen una vez que las necesidades
básicas están cubiertas.
La ciudad o polis existe por naturaleza, por naturaleza el hombre es un ser social, un animal
político. Otras especies, como las abejas, son animales sociales, pero el ser humano lo es en el
más alto grado porque la naturaleza lo ha dotado de lenguaje. Con el lenguaje los hombres
hablan de lo justo y lo injusto, de lo que les resulta conveniente o perjudicial, de lo que
consideran deseable o indeseable, y hablando llegan a acuerdos. Esos acuerdos son las leyes, y
el conjunto de leyes es la Constitución de una ciudad. Una Constitución modela una ciudad, da
forma a la vida ciudadana, de tal manera que si la Constitución cambia la vida ciudadana es
diferente. Dice Aristóteles que una ciudad o polis es un conjunto de ciudadanos que se
autogobiernan (se gobiernan a sí mismos) mediante una Constitución.
Aristóteles creía que la comunidad política es un medio propicio para cultivar las artes, las
ciencias, la política y las demás actividades superiores del hombre. Estas actividades son
superiores porque no se realizan necesariamente para sobrevivir, sino se hacen libremente una
vez que la supervivencia está resuelta. Sólo en la polis se da el clima de libertad y convivencia
que permite al hombre desarrollar sus capacidades más altas.
La teoría contractualista
A lo largo de los siglos XVII y XVIII una serie de autores trataron de explicar el origen y los
fundamentos de la sociedad política; afirmando que ésta tiene su origen en una decisión racional de
los hombres destinado a resolver los conflictos que surgen de su instinto antisocial. Querían
mostrar qué motivos existen para que las personas decidan vivir juntas formando una comunidad en la
que unos gobiernan sobre otros y hay unas leyes que deben ser obedecidas. Los tres autores que vamos
a comentar nos hablan de un estado de naturaleza y de la necesidad de llevar a cabo un contrato o
acuerdo para salir de ese estado natural y organizar la comunidad política.
El estado de naturaleza, que cada autor describirá de un modo diferente, consiste en la situación en la
que se hallarían los seres humanos si no hubiera normas, ni gobernantes políticos.
El Absolutismo de Thomas Hobbes.
Thomas Hobbes, filósofo inglés cuya vida transcurrió principalmente a lo largo del siglo XVII, nos
cuenta en su obra Leviatán su visión del estado de naturaleza. En su opinión, los seres humanos por
naturaleza son crueles, egoístas, malvados. Desean satisfacer constantemente sus deseos e incrementar
su poder y para ello, si fuera necesario, llegan a practicar el robo o el asesinato. Los seres humanos en
estado de naturaleza son muy libres, pero esa libertad les conduce a una guerra continua de todos
contra todos. El hombre se convierte piensa Hobbes en un “lobo para el hombre”.
Si las personas quieren conservar su vida tienen que salir de ese estado de naturaleza. En esta
situación, piensa Hobbes, la mejor solución consiste en entregar todos los derechos (libertad, igualdad,
uso de la fuerza…) que tenían las personas por naturaleza a una única persona: el soberano. A través
de un acuerdo entre todos se realiza este paso con el que desaparece la sociedad natural y surge una
sociedad política más ordenada, organizada y política.
El soberano absoluto tendrá el poder de establecer las leyes y de formar un ejército para conseguir que
las leyes se cumplan. Las demás personas que se han convertido en súbditos no tendrán más remedio
que obedecer las decisiones del soberano. De este modo, el sistema de gobierno ideal para Hobbes es
el Absolutismo, un sistema en el que las personas renuncian a sus derechos naturales a cambio de
alcanzar la paz. Para el absolutista, este acatamiento a las leyes es artificial, lo firman porque no hay
más remedio para salir de ese estado de naturaleza de “todos contra todos”.
Rousseau y la voluntad general.
Para el filósofo ginebrino J.J. Rousseau en el estado de naturaleza prima la solidaridad, los seres
humanos son buenos y disfrutan de una enorme felicidad “el buen salvaje”, en armonía con la
naturaleza y los otros hombres. Es la sociedad, la propiedad privada y, sobre todo, el ambiente de las
grandes ciudades el que convierte a las personas en falsas, astutas y malvadas. Pero Rousseau sabe que
volver al estado de naturaleza resulta casi imposible, por tanto, lo que se puede intentar es convertir las
comunidades humanas en lugares más habitables y, sobre todo, más justos. Para ello, Rousseau
defiende la creación de un sistema democrático.
De nuevo la comunidad tendrá que llevar a cabo un contrato. En este caso el conjunto de la
comunidad cede todos sus derechos naturales (como ocurría en el planteamiento de Hobbes), pero no
los cede a un soberano absoluto sino a la propia comunidad que, reunida en una asamblea expresará la
voluntad general del pueblo y establecerá las leyes que han de seguirse. Las leyes no pueden reflejar
el interés de uno o de unos cuantos, sino la voluntad de todos.
El sistema es democrático porque todos los individuos participan en la creación de las leyes,
convirtiéndose en ciudadanos. No obstante, el planteamiento de Rousseau, al recomendar un tipo de
democracia directa y mostrar su rechazo hacia los representantes políticos, parece más apropiada a las
antiguas ciudades griegas o a pequeñas comunidades y difícilmente realizables en las complejas
sociedades contemporáneas.
El contractualismo en Kant.
Kant plantea el estado natural como una hipótesis. Afirma que en esta situación el hombre vive en
absoluta libertad, salvaje y sin ley. Aquí el hombre se siente amenazado y por tanto su primer deber es
salir de ese estado natural.
¿Cómo? Construyendo una Constitución, conforme al derecho que se construya sobre tres pilares:
∙ libertad de los miembros de una sociedad (en cuanto hombres), para dar el consentimiento a las leyes
que considere justas
∙ igualdad de todos los súbditos (en cuanto ciudadanos)
∙ dependencia de todos respecto a una única legislación común (en cuanto súbditos)
Esta Constitución nos hará más libre (libertad jurídica). Para Kant el gobernante y el estado deben
garantizar el cumplimiento del derecho y someter las leyes a la opinión pública. Aquí a diferencia de
Hobbes, el gobernante se convierte en un representante del pueblo que se limita a asegurarse que lo
decidido entre todos se lleve a cabo.
Kant, al contrario que Rousseau no considera que la democracia sea un buen sistema de gobierno
porque no ve la posibilidad de que en este sistema político el gobernante se convierta en representante
de los ciudadanos.