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La Desintegracion de La URSS
La Desintegracion de La URSS
25-47
DE LA DESINTEGRACIÓ N DE LA URSS A LA
RECOMPOSICIÓ N DEL ESPACIO EX-SOVIÉ TICO
RESUMEN
ABSTRACT
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Key words: Soviet Unions, Commonwealth of Independent States,
Mijail Gorbachov, Boris Eltsin, ex-soviet republics, soviet economic
space, soviet geopolitical space.
INTRODUCCIÓN
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I. t nEiíIx’rE€.RACIC)N DE LA £íNIÚN SOVIÉJ’ICA
Tres cuartos de siglo con un sistema econó micti t)fi lítllit’ic:ltiiÚ li cen-
tral chocaron .1 lil Unió n So›•ictica:i un total estancamiento, a un derrumbe
econó mico, cuya unica silli il fira vista por el propio PCUS mediante urni
( L‘t(jFIT1 y CStructurul de todo el sistema. Así, Mijail Gorbachov, un refor-
inista. es elegido Secretario General del PCUS en mitrzo de 1985 para
poncr en marcha un amplio phin dc reforma econó mica, la Perestroik.i.
El sistema econó mico heredado por Gorbachov confipvUrflbíl un modelo
tC•rritoria1 claramente definido y de sobra conocido: la supresion de todas
liIS relaciones de mercado existentes significó la destrucció n de todo tipo
tte relaciones y alianzas tradicionales entre naciones, regiones, poblacio-
Irme o incluso familias, y la desaparició n de cualquier espacio autó nomo en
la gestió n econó mica o el desarrollo de relaciones sociales (URJE\VICZ.
199 l). Contrariamente, se configuraba un espacio econó mico ú nico. con
relaciones internas reguladas exclusivamente mediante uri centralismo eco-
nó mico exacerbado: todo tipo de actividad econó mica (gestió n, produc-
ció n, control de recursos, distribució n, etc.), dependen iniperdonablenien-
te del poder central, sin existir el mets mínimo margen de poder de deci-
sió n fuera de Moscti.
Todo este mecanismo se concreta en una distribució n territorial de las
estructuras productivas basada en criterios políticos y en una especializa-
ció n espacial de la producció n. El territorio que de todo ello se deriva se
caracteriza, pues, por una fuerte integració n econó mica, dependencia (so-
bre todo hacia Rusia), y notables desigualdades entre las repú blicas y en el
intCrÍOF de las mismas.
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it 3f(iviSitH1alTl¡Ú l1tíJS )' Ul Sitl¡ ll ÇÍti SUS Qrc›c1uctos. Tal s itriaciú n de incerti-
tlurnbrc contril3itJ’ti íl (il’Ú ítr itn f’unciontiiiiiento rnicroeconó mico en las
Í’(jJJ l Í¡tiÍtS, i¡SílÜ Ít3 (j[1 Cl Sitick:tpzc (para evitar ruptur‹is en la producció n),
lii sustitueion tlc pr‹ ducto.s primarios provenientes del cxterior y l.i deses-
pc‘C."iílliZ..ITiÍ›R ITlílcrocconú xnica (SAPIR, 1992 J. Todo ello debe ser organi-
Zit Ü CíUU Vez inás por 1.is autoridatles locale.s mediante dinero que no
¡r,tsp:tsan al Est:tr)o Central.
En rlct’initivii, se entra en una diná mica de formació n de economías
celulares, de autarquía, no só lo a nivel de repú blicas, sino también a
mayor csCQÍ.1.
Por otro lado, la privatizacion, la economía de mercado, son generado-
res dc un espíritu individualista que se impregna sobre todo en aquellos
que tienen algú n recursO ílra conierciar. La progresiva debilitació n del
poder economico abre una etapa en que cada nuevo polo de decisió n
espcril ílfirinar SU Ü Ñ .ÍÍÜ Á grílcias al interés que puedan despertar sus recur-
sos en el mundo occidental (LACOSTE, 1992). Ello queda posiblemente
muy bic•n ejemplificado dentro de la Federació n Rusa, donde un gran
nú mero de repú blicas autó nomas declaraban una soberanía cimentada en
los vecuYsos (en muchos casos petrolíferos) existentes en sus territorios,
con el objeto de extraer su má ximo provecho mediante acuerdos directos
con compañ ías extranjeras, problema que Lacoste sintetiza en una inten-
ciornida pregunta: «¿para cuá ndo los ricos emiratos del Volga? (LACOS-
TE, 1992 J. El fenó meno ha encendido también conflictos entre pueblos en
l’iVítlitJad por recursos del subsuelo (sobre todo en el Cá ucaso norte) e
incluso ha traspasado al otro Iado de los Urales, donde ha engendrado,
corno fó nnula de legitimació n de estas inclinaciones, un más que sospe-
choso «•nacionalismo» siberiano. Este tema de una verdadera autOIlOmía
tiCcflt)1TliC.1 y política para Siberia o el extremo oriente ruso ha sido plan-
teado mas adelante, de hecho, como una opció n posible, para integrar la
regió n en la zon.Á de influencia ecoIló mica de Japó n y los «dragones
iisiiiticos», una vez solucionado el litigio de las Islas Kuriles (URJEWICZ,
1992).
El fin del poder econó mico central. La autogestió n de las repú blicas
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ccl ret’erénclum, permiten un cierto a1ivi‹ en lit sitU.lCÍÓ n, con .tlJunas
dec isione.s muy signil"icativas en referencia a lii f1(ltiVíl isti ibucitin territ‹›-
rial de la gestió n economica: mientras Gorbachov consiqutic intro‹Jiicir un
«régimen especial» pílra controlar los sectores clavc de 1.1 actiVitlild ccOIIt›-
rnica ICLAUDIN, 1992), la larguíxiina huelpga míneFíl Íniciíida en marzo
finaliza gracias, sobre todo, el compromiso de ptincr la peestitm de la
producció n minera bajo jurisdicció n de las repú blicas afectadas.
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de sr›hciálI1Í.1 tÍC lt3S Pílflitment‹is republicanos en junio del t90 y el proyre-
si ’o dcbilit.lHiicnio dcl poder centríll, en continua lucha entre las distintas
corrientes pt›1ítie‹is. Sin embargo, III CXpansió n de los centros de poder
, t’t¡ t ql’pÇto contractivo a panir che ‹otoñ o, cuantlo Gorbcichov ejecuta
el primer ¿cii o conservado r en sti política y, por primera vez, el PCUS
utilizit de fori4Á il clirccta y contundente el principal garante ble su poder
diiriiiiic siete dtiCíl€ÍitS: cl ejército rojo. La intervenci6n aiTl4ít a en Lituania y
Lc(uni.t SÚ S.ll(Ííl COf1 la tristemente conocida nlittclHZíl de Vilrni (enero del 91 ).
Pertl ble ptl(iO $Íl’Vti CSÍíl íl€ititutl de Moscú ante una tendencia que parece
'et iÍJ2pillálhle. Lcjos ble arnedenti'arsC, tafl(O lituanos primero (en febrero),
cr›iii‹i cstonianos y letones mdlS Íili R (ÍÍlilrxo J, convocan sendos referén-
dunas puríl C‘tlCstioIi.ir a su població n sobre l‹l independencia. En los tres
cas‹ s los rejilla.ÍÚ ÍtJs son apl‹tSÍilf1Íes en favor de la separació n.
Por otrr› 1ac1‹i, en febrero, represenÍíllltes de Bielorrusia, Ucrania, Ka-
zitjstáin, la Fcdcrauiú ›n Rusa y LJzbekistán, se reú nen para est.iblecer los
fundamentos de unn Uni6n dcc Estados Soberanos que, de concentrílrse, sin
duda hubiera precipitado posteriores acontecimientos.
Ante todos estos hechos Gorbachov había reaccionado mediante la
CtJl1VtKclÍOÍ*l.1 dC Oil o referéndum, CSIíl NCZ a nivel estatal, sobre el mante-
nimiento de la Unió n. Incluso antes de su celebració n yí1 pueden extraerse
resttlt‹1L)os reveladores: préicticamente todas las repú blicas introducen mo-
‹íificaciones en el teXto ‹1 referendar. En 6 de las 15 repú blicas (las tres
bálticas, Molclavia, Georgia y Armenia) vence claramente la opció n inde-
penclentista, mientras que el resto decanta la balanza hacia una victoria
gc•ncral t1e1 texto unificador. En Rusia los matices introducidos dan un
claro respaltlo a la celebració n de elecciones presidenciales directas, mien-
tras que en Kazajst5n y Ucrafli:1 hay un masivo apoyo a la creació n de una
Unió n de Estados Soberanos.
Eti este pulso de poder las repúblicas van tomando cada vez mayor
posición de fuerza. Por ello, Gorbachov convoca para el 23 de abril a los
presitlentes de las 9 repúblicas que aceptaron el texto propuesto en refe-
réndum para intentar alcanzar un acuerdo que consiga frenar el descontrol
político. Conocido como el acuerdo «9+1» o de Novo-Ogariovo, éste
prevé la firma de un Tratado de la Unió n y supone un considerable
trasvase de poder hacia las repú blicas, que incluso las eleva a estatus de
estado. El acuerdo se fundamenta en la idea, aportada sobre todo por
Rusia y Ucrania, de que el poder debe pasar a manos republicanas y el
centro debe ser tan só lo un instrumento de coordinació n entre estados
soberanos (CLAUDIA, 1992).
Pero este nuevo mapa político que va gestándose tiene, en su proyec-
ció n a una mayor escala, otro factor importante: muchas repú blicas autó -
nomas han proclamado también su soberanía y sus minorías nacionales
constituían el peligro de una mayor fragmentació n, sobre todo en Rusia
(que cuenta con 16 de las 20 repú blicas autó nomas). Es por ello que
Gorbachov es instado a excluirlas del Tratado, a pesar de que para Moscú
suponen un claro refuerzo de su poder, dada la dependencia hacia el
arbitrio político-militar para ahogar conflictos.
Con esta dinámica de desengranaje interno de la Unió n se llega al
verano de 1991 en una situació n de doble vertiente: los resultados del
referéndum por la Unió n y los posteriores acuerdos de Novo-Ogariovo
significaban, por un lado, la tranquilidad que tanto ansiaba Gorbachov
para poner fin a los problemas territoriales de reparto de poder, pero, a su
vez, ponían definitivamente en la cuerda floja la propia existencia de la
Unió n Soviética. El Tratado de la Unió n que debía firmarse el día 20 de
agosto otorgaba una total soberanía a las repú blicas adheridas, incluida la
Federació n msa, con lo que dejaba completamente en manos de éstas el
papel e incluso la vida de la Unió n.
Ante este peligro se gesta el intento de golpe de estado que tiene
lugar justo el día anterior al previsto para la firma del Tratado. La acció n
de los golpistas produce un efecto completamente inverso al de sus
intenciones: cuando Boris Eltsin anuncia, subido en un tanque, la primacía
de las leyes e instituciones rusas, de facto la URSS ha perdido su razó n de
ser y, como apunta Urjewicz, cuando Gorbachov llega a Moscú tras el
golpe fallido, ya só lo gobierna sobre un pequeñ o territorio, el Kremlin
(URJEWICZ, 1992). Ademá s de la actitud de Rusia, el resto de
parlamentos republica- nos han visto igualmente el peligro que entrañ a
el Centro para su propia existencia y, ante el vacío de poder creado
durante esos angustiosos días de confusió n, se apresuran a declarar uno
tras otro su independencia.
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I.a lcgitimacii3n de los nuevos potleres desccntralizatl‹is: los nacioila-
3.
sus fronteras, considerados los causantes de todos los males, éstos se
aú nan para evitar que este desarme ideoló gico suponga también un des-
morone de su estatus geopolítico. Para muchos rusos la idea de que en el
resto de repú blicas se vive mejor que en la suya implica la creencia de que
ello se debe a los sacrificios llevados a cabo durante 7 décadas para ayudar
al resto del Estado; ideas, por otra parte, potenciadas por el propio Boris
Eltsin (LACOSTE, 1992).
El repudio a la presencia de rusos, que simbolizan el centro dominante,
conduce inexorablemente a un rechazo de las mezclas culturales en gene-
ral (que son interpretadas como una forma más de roer las identidades
culturales) y a una creciente voluntad de vivir sin ingerencias externas. En
definitiva, la radicalizació n de los nacionalismos frente a la rusificació n
desemboca en todo tipo de conflictos interétnicos, traspolá ndose la ani-
madversió n frente a lo extranjero a todas las escalas, para intentar someter
y asimilar a toda minoría dentro de otra minoría, como manifestació n de
que cada pueblo quiere ser propietario de su territorio (CARRÉ RE
D’ENCAUSSE, 1992).
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explosivo que maneja cuando, en su política de recambio de todos los
cuadros dirigentes del Partido, decide actuar en las repúblicas con el
ánimo de acabar con mafias locales y corrupción, cometiendo el grave
error de romper el tradicional equilibrio entre los dirigentes de las repúbli-
cas al dar un mayor peso a la entrada de miembros rusos. El malestar que
ello genera se pone pronto de manifiesto en Alma Ata (diciembre de
1986), con la primera gran manifestación de masas en la URSS desde
hacía muchos años. Son, efectivamente, los musulmanes de Asia central
los primeros eIi poner de manifiesto su diferenciación cultural y pronto
serán seguidos en el Báltico, donde manifestacionGs nacionalistas se mez-
clan inicialmente entre el apoyo a la Perestroika y el deseo de una mayor
autonomía económica y política. Pero la explosión violenta de los conflic-
tos tiene otro escenario: el Cáucaso, donde los armenios empiezan a exigir
la incorporación a su república del territorio de Archaj (Alto Karabaj).
Así, la explosión de los sentimientos nacionalistas encuentra en la
situación de marasmo económico y político un perfecto caldo de cultivo y
se convierten rápidamente en los movimientos populares legitimizadores
de los poderes republicanos, de sus acciones y, en definitiva, de las cada
vez mas numerosas y gruesas rayas en el mapa de la Unión Soviética.
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b‹lSílt)O sobre los principios TIC Ul tinidarl econ‹irnic.t›• 1 EL PAÍS. 1!)9 1). De
hecho, uno ‹1- los principales objetivos rlÚ CÍ‹trílC)f)S t III cl n‹1LÍN1ÍtfJltl tÍti Int
Comtinid.id de Estadíos Independientes es la coorrlinaci‹in LU‘ líts rtil.lCio‘
ricos econó micas.
Urni total rupturíl Cle los fluj‹is econó inÍCOS tiXÍStcrltCs entre* QÍlS rcpubli-
cas sería muy difícilmente sustituible c‹in uní} C›rieflÍ‹tt:iélfl hílCiít ti1 C‘XÍti-
rior, rlebiclo iÍ Ul líllÍÍÍ dC Cíilitlíld de los productos y í1 I.I Ú .lrcstía etc recurs‹›s
t’in.incieros para iniciar un esfuerxo de reconversion. Por el carácter de sus
estructuras productivas, algurnis repú blicas f3 FÍitn esperar c¡ue las nefas-
Hl$ Consecuencias ble ello fueran menores, especialmente las b5lticilS, ilun-
que incluso éstas han intentado, tras su indepenrlencia, no cortar las rela-
ciones cconú mic.is con una Rusia que les proporci‹ na c‹imhustiblcs a
precio inferior al üe mercado, posibilitando unas prtiducciones a bajo
coste que constituyen la ú nica ventaja para su competitividad en el exte-
rior, En el Cáucaso, un acercamiento it Turquía o él OÍDOS ílÍSk‘S Clel MR€11o
Oriente podría sigriit’icclF III folTtia de rcorientacitin de esas econr›iiiías,
inientríls t¡ue Rusia, por stl titniañ o y sus recursos, podría ser el ú nico país
en desembarazarse de sii actual marco peoeconéarnico. D • hecho, Rusia y
Ucrania presentan los mayores índices de autosuficiencia, lo que ayudit él
comprender su decisió n autú nomil cifra fOrrllílr la CEI.
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mente. eriipiczun .i tlar lt›s ¡Primeros pasos para el est‹iblecimiento de
mil ilCit›ncs econi)iiiic‹lS y ¡it 1ÍtiC‹lS if.311 el Chtcriol’.
1:JitI cÍílnÍti Sintió ílCFCcentü ind‹ise el problema tte la desorganizaciú n de
las redes c‹›iiiercí‹iles, che l‹3S SiSÍtiITlílS Che transporte y, por tanto , continú a
cl/int1osc esc proceso tlc fi›rNiaciú n de economía.s celulaies. La gríln dife-
rcnciacit›n entre cl nivel tte oferta en los mercados republicanos, debido a
iÍ Ñ 'íÍ7‘1Íibilic1it‹Í tic ,stocks existentes c‘lJ Cíl •l una para alimentar a sus
/Ííll1Íil.S /FIJCÍf1CÍC1F.IS, hit itlo ( FOVOti•indo unir e.ida vex más acusada diferen-
ci*ició I1 tic‘ prc‘ciOs (ítceL1(UÉ l it 3Of Ííl 1 ibCl’alizació n tO(ílÍ de los ni ismos), lo
CUíIÍ (Ii HiU1tíÍ íltÍ11 HITS las posibilidacles de funcionamiento de un mercíldo
rlllit’ÍC.td(3, Ü isto cl riesgo›, inc1uso, de que el tlistanciamiento condujera a
u14.1 llJulÍipliCitCion de instrumentos monetarios regionales.
I ils consccilCIl(iiÍS EL.‘ (Ü dO ello serían nCfítStá S, no só lo por el trauma
‹le foNipcr los sú ›lit1os canales de integració n heredaclos, sino también
port ue la repionalixacion tte la economía corresponde a una diná mica
((iÍ.Ílf11ÜÍ1Íti (i ÍlíiS( l .1 lí1 lDl frincion:iiniento econó mico internacional.
P‹x otro l:mo, c‹nno j.i se hit dÍCho, la capacidad de orientaci6n de la
tiCOflOIfliíl itci.i cl exterior es muy débil, salvo en lo que respecta a
materias primas. En este sentirlo, el acceso a la independencia política no
ha .significado el surgimiento de economías verdaderanieIite independien-
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se¢tiritlatl colectiva, cmpicxit :l ptjl’)’Íl*lF lOs prinicros agrtipaniiento.e re¿aio-
“
.
f'erll, Çitfít R£lSÍíl, Cl OÜ ti tivo gcoestratégico 1”undarnental tle la cre‹ició n
‹te Nit VI-I K-S Su kini‹›n con Ucraf1i•l, unir union que le permitir seguir unida
tcrritorialrncnte a Europ‹i. Esta cuestion ble unidad territorial otorgar una
cn‹iimc inip‹›rtancia geticslratégica a Ucrania (SAPIR, 1992). Adem5s,
exiSÍc cf}ÍFC* íll2l .IS repú hlic ‹IS flflíl gran depenclcncia en cuanto a la estruc-
tura de la industriii militar. Es Jior ello que Eltsin había tomado rá pida-
mente 1.i iiiiciativ:i de rlestruir de1”initivamente la URSS tras el referéndum
dcl 1 ble clicicmbrc en qtie los iicraniillJt3s se pronunciaban en favor de su
inLÍC‘peI1deRcia ("IING U Y 1992).
?1 ÇtiSílF tlti ello, tanto la viabilidad de la CEI como la estabilidad
intern.1 (le cdila repú blica, es decir, el conjunto del territorio ex-soviético,
clcpenderiin en JFi1f1 fliedidiÍ de la oricn(ílció n que den sus miembros a sus
prinu.tros p‹isos en l‹1 Chcen‹i internacional.
El «vientre soviético»
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Sin cml›.ino los intereses institucional es y los compromisos interna-
ciona1‹•s tic ”Iturquía no se orientan tanto hacia un pan-turquismo asi/ttico,
sinti, et1 primer luptnir Í2ílCiiÍ Ettrt›pa y, en seguntlo lugar, hticia la creación
tlc un Mercado Común tíel Mar Negi o, estableciendo sus bítses en la
contürcnci. ‹fc Estambul, en febrero tte 1992.
Tt inte.res en establecer repeiones etc influencia en el llamado «vientre
stn•iütico›• se ha dcspertatlr› tarnhién en otras naciones. China ha
reabierto c‹iiiiunicaci‹»i(j$ QUI’ ÚillTCteril, ferrocarril y aire cOlJ KilZítjstán.
Alemania y Coiva del Sur han iniciado intensas relaciones y, curiosamente,
Israel, intiy dcsc‹as‹ rte evitar que los nuevos estados se integren en un
mundo iiivistilmán r¡uc ic es hostil, se ha apresur‹tdO *i preSÍclt ciyudas,
sobre todo en el c:iinpo de la tccno1c›gía ‹tJl”dfÍa. En definitiva, estos países,
los más pubres de la ex-URSS, orientan sus contactos hacia aquellos que
más HC‘ Cl1 .t ’Utlclrles en su desarrollar económico.
Por otro lado, se conservan todavía lii mayor parte de los lazos econó-
micos con Moscú y, sobre todo, la dependencia en materia de seguridad,
escnci:il íJfíl hacer frente a posibles conflictos internos. Por ello, Rusia
mantiene aún una ¿ci”an influencia en la zona.
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mo), cuy.t repercusión geopolítica interna h.i con1lei'iiilo, en uIi Estado
arbitixii’i‹irnente ctividi€lO, QUti tlfl‹1S n‹lCionCs se opon ‹lfl it otras por el
iiOIitrc›1 de los territorios y recursos sobre los que carla unO ítfirma tener
derecho. El hecho de que hayan surgirlo nacionalismos tenclcncialinentc
exclusiv istas, les pCrmittj .ldílPtarse indistintíllnente a diferentes .nnbit‹is
políticos (conservaClores, renoVíldores, ... l con una seran fuerxa lequitirniza-
cloi-a etc ciiiilt¡uicr tipo de actii.icitin orientada a fortíllticer uri poder sobera-
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p‹trecc Scr ble elltrc 1t›doS los estados Vccil2€›ü el n1C)or SituaClo par•t ejercer
su int1tlCiici‹l, I1C1 Int tjV idcliciado hiista ahora un acusado interés institucio-
n‹i1 por HIS flflíiVíÍfi Fíi§(ibliCilS ITlusulmanas, él fisítr de haber anunciado
recientemente su apoyo ‹imiarncntístico o Azcrbay•in.
Así ptics, lfl itÍGíÍ Ú Xpuestii inicialmente .sobre la debilitació n de la CEI
no piircce cleriltJSÍFitrse. En CllíIl€{Uiel’ caso, las recientes promesas de apor-
tacit›nes econornicas a Rusia por parte ‹le Estados Unidos y el grupo rte los G-
7 signifiear/i, sin dudii, la p‹ sibilidad de una estabilizació n del rublo, lo
cual poclrííl ’ítVt›recer que, en tr›dr› este contexto, Rusia acabara erigiéndo-
se, con cl apoyo tte Occiclentc a Boris Eltsin, conto 1s ú nica gran potencia
regi€2Ílitl tte la xon:i, lo cual tlarÍíl razó n a las tesis que defienden la CEI
come› urni continuació n territorial del iiiiperio soviético.
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