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EL CRISTIANISMO

Desde sus inicios como secta judía, el cristianismo fue una de las cinco religiones más importantes
del mundo debido a su interacción con la cultura y la filosofía grecorromanas. El cristianismo,
sobre todo por su organización eclesiástica, ha desempeñado un papel en la historia mundial
desde sus orígenes, sea como religión de Estado o poderoso rival de la autoridad secular. No fue
hasta la época moderna, con la separación de la Iglesia y el Estado, que la Iglesia perdió su
influencia directa en los aspectos políticos.

En el ámbito político y social, el cristianismo vaciló entre el mandamiento del amor fraterno, que
requiere una participación activa en el mundo, y la anticipación del venidero Reino de Dios, que no
es de este mundo. La proclamación de la naturaleza exclusivamente divina de Dios y de Jesucristo
apartó a los cristianos, como a los judíos, de la participación en los cultos romanos que el Imperio
requería para mantener la lealtad de todos los pueblos y las culturas bajo su dominio.

Los cristianos hicieron proselitismo en las grandes ciudades del Imperio, Roma incluida, y a finales
del siglo II d. C. ya existían numerosas comunidades. Como los gobernantes los consideraban
desleales, solían ser víctimas de persecuciones implacables y se refugiaban en las catacumbas de
las ciudades; al ser descubiertos, muchos optaban por morir mártires para imitar el sufrimiento de
Jesús y los apóstoles. Sin embargo, en esta época surgió una estructura estable que garantizó la
supervivencia de la Iglesia. La reforma constantiniana se hizo efectiva con los edictos de los años
311 y 313, y la política de Constantino el Grande. El cristianismo se convirtió en la religión oficial
del Imperio. En el Imperio romano de Oriente, la doctrina cristiana de la salvación se combinó con
el antiguo culto al emperador, y éste se convirtió en juez y abogado del destino del hombre.

LA PATRISTICA.

La patrística es el estudio del pensamiento, doctrinas y obras del cristianismo desarrollados por los
Padres de la Iglesia, que fueron sus primeros autores durante los siglos I y VIII d.C. La palabra
patrística deriva del latín patres, que significa ‘padre’. La patrística fue el primer intento por
unificar los conocimientos de la religión cristiana y establecer el contenido dogmático de la misma
junto con la filosofía, a fin de dar una explicación lógica de las creencias cristianas y defenderlas
ante los dogmas paganos y las herejías. La primera patrística se desarrolló simultáneamente en
dos ámbitos distintos: Oriente (representado por Grecia) y Occidente (por Roma).

Pero existía más afinidad entre ambas culturas de la que cabría esperar, ya que los ideales
defendidos por los Padres primitivos (siglos II y III) se correspondían en buena medida con las
ideas destacadas por Platón en sus planteamientos filosóficos. Para los Padres la palabra del poeta
es falsa ya que la única verdad es la que de mano directa del Espíritu Santo recibe el profeta. No
obstante, aceptan estos padres cierto nivel de verdad en la obra de los poetas, la parte de
inspiración que los griegos atribuían a la Musa y que los cristianos llaman inspiración divina, pura y
libre
TEORIA DE LAS DOS ESPADAS.

La presente teoría describe dos espadas que representan tanto un poder espiritual como uno
temporal por parte del papa. El primero es manejado por la iglesia, mientras que el segundo
consiste en el poder político de los gobernadores. Con el tiempo esta teoría sufre varios cambios
donde el papa compartía el poder de dominio con el emperador de turno; es decir, una espada, la
espiritual, para el papa; y otra, la terrenal, para el emperador.

LA ESCOLASTICA.

La escolástica es el resultado de la unión del pensamiento filosófico y del pensamiento teológico


para comprender y explicar las revelaciones sobrenaturales del cristianismo.

La escolástica se desarrolló durante la Edad Media en Europa Occidental entre los siglos XI y XV.

Por tanto, la escolástica es una corriente filosófica que buscó relacionar e integrar de la mejor
manera posible la razón con la fe pero, colocando siempre la fe por encima de la razón.

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