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Frédéric Bastiat

http://bastiat.org/

? À troducció
? À. El cristal roto
? ÀÀ. El despido
? ÀÀÀ. Los impuestos
? À. Teatro, Bellas artes
? . Obras públicas
? À. Los i termediarios
? ÀÀ. Restricció
? ÀÀÀ. Las máqui as
? À. El crédito
? . Argelia
? À. Ahorro y lujo
? ÀÀ. Derecho al trabajo, derecho al be eficio

E la esfera eco ómica, u acto, u a costumbre, u a i stitució , u a ley o e ge dra


u solo efecto, si o u a serie de ellos. De estos efectos [1], el primero es sólo el más
i mediato; se ma ifiesta simultá eame te co la causa, se ve. Los otros aparece
sucesivame te, no se ven; basta te es si los prevemos.

Toda la difere cia e tre u mal y u bue eco omista es ésta: u o se limita al efecto
visible; el otro tie e e cue ta el efecto que se ve y los que hay que prever.

Pero esta difere cia es e orme, ya que casi siempre sucede que, cua do la co secue cia
i mediata es favorable, las co secue cias ulteriores so fu estas, y vice versa. ² Así,
el mal eco omista persigue u be eficio i mediato que será seguido de u gra mal e
el futuro, mie tras que el verdadero eco omista persigue u gra bie para el futuro,
au a riesgo de u pequeño mal prese te.

Lo mismo vale para la higie e o la moral. A me udo, cua to más agradable es el primer
fruto de u a costumbre, más amargos so los siguie tes. Por ejemplo: la corrupció , la
pereza, el prodigarse. E cua to u hombre, impresio ado por el efecto que se ve, o
habie do apre dido aú a compre der los que no se ven, se aba do a a sus fu estas
costumbres, o sólo por ruti a, si o por cálculo (su propio be eficio).

Esto explica la evolució fatalme te dolorosa de la huma idad. La ig ora cia lo rodea
al pri cipio; así, ésta determi a sus actos por sus co secue cias primeras, las ú icas
que, al pri cipio, puede ver. Sólo co el tiempo apre de a te er e cue ta las otras [2].
Dos maestros bie difere tes le e seña esta lecció : La Experie cia y la Previsió . La
experie cia e seña de ma era eficaz pero brutal. Nos i struye de todos los efectos de u
acto hacié do oslos sufrir, y o podemos evitar, a fuerza de quemar os, termi ar
sabie do que el fuego quema. Me gustaría, todo lo posible, sustituir este rudo doctor por
otro más agradable: la Previsió . Esto es por lo que voy a i vestigar las co secue cias
de algu os fe óme os eco ómicos, opo ie do a las que se ven las que no se ven.

À. El cristal roto
¿Ha sido usted algu a vez testigo de la cólera de u bue burgués Jua Bue hombre,
cua do su terrible hijo acaba de romper u cristal de u a ve ta a? Si algu a vez ha
asistido a este espectáculo, segurame te habrá podido co statar que todos los asiste tes,
así fuera éstos trei ta, parece haberse puesto de acuerdo para ofrecer al propietario
siempre el mismo co suelo: ``La desdicha sirve para algo. Tales accide tes hace
fu cio ar la i dustria. Todo el mu do tie e que vivir. ¿Qué sería de los cristaleros, si
u ca se rompiera cristales?´´

Mas, hay e esta fórmula de co dole cia toda u a teoría, que es bue o sorpre der e
flagrante delito, e este caso muy simple, dado que es exactame te la misma que, por
desgracia, dirige la mayor parte de uestras i stitucio es eco ómicas.

Supo ie do que haya que gastar seis fra cos para reparar el destrozo, si se quiere decir
que el accide te hace llegar a la i dustria cristalera, que ayuda a dicha i dustria e seis
fra cos, estoy de acuerdo, de i gu a ma era lo co testo, razo amos justame te. El
cristalero ve drá, hará la reparació , cobrará seis fra cos, se frotará las ma os y be dirá
de todo corazó al terrible iño. Esto es lo que se ve.

Pero si, por deducció , se llega a la co clusió , como a me udo ocurre, que es bue o
romper cristales, que esto hace circular el di ero, que ayuda a la i dustria e ge eral,
estoy obligado a gritar: ¡Alto ahí! uestra teoría se detie e e lo que se ve, o tie e e
cue ta lo que no se ve.

No se ve que, puesto que uestro burgués a gastado seis fra cos e u a cosa, o podrá
gastarlos e otra. No se ve que si él o hubiera te ido que reemplazar el cristal, habría
reemplazado, por ejemplo, sus gastados zapatos o habría añadido u uevo libro a su
biblioteca. O sea, hubiera hecho de esos seis fra cos u uso que o efectuará.

Hagamos las cue tas para la i dustria en general.

Esta do el cristal roto, la i dustria cristalera es favorecida co seis fra cos; esto es lo
que se ve. Si el cristal o se hubiera roto, la i dustria zapatera (o cualquier otra) habría
sido favorecida co seis fra cos. Esto es lo que no se ve.

Y si tomamos e co sideració lo que no se ve que es u efecto egativo, ta to como lo


que se ve, que es u efecto positivo, se compre de que o hay i gú i terés para la
i dustria en general, o para el co ju to del trabajo nacional, e que los cristales se
rompa o o.

Hagamos ahora las cue tas de Jua Bue hombre.

E la primera hipótesis, la del cristal roto, él gasta seis fra cos, y disfruta, i más i
me os que a tes, de u cristal. E la segu da, e la que el accide te o llega a
producirse, habría gastado seis fra cos e calzado y disfrutaría de u par de bue os
zapatos y u cristal.

O sea, que como Jua Bue hombre forma parte de la sociedad, hay que co cluir que,
co siderada e su co ju to, y hecho todo el bala ce de sus trabajos y sus disfrutes, la
sociedad ha perdido el valor de u cristal roto.

Por do de, ge eraliza do, llegamos a esta sorpre de te co clusió : ``la sociedad pierde
el valor de los objetos destruidos i útilme te,´´ ² y a este aforismo que po drá los
pelos de pu ta a los proteccio istas: ``Romper, rasgar, disipar o es promover el trabajo
acio al,´´ o más breveme te: ``destrucció o es igual a be eficio.´´

¿Qué dirá usted, ‰oniteur Industriel, [3] que dirá ustedes, seguidores de este bue Sr.
de Sai t-Chama s, que ha calculado co ta tísima precisió lo que la i dustria ga aría
e el i ce dio de París, por todas las casas que habría que reco struir?

Me molesta haber perturbado sus i ge iosos cálculos, ta to más porque ha i troducido


el espíritu de éstos e uestra legislació . Pero le ruego que los empiece de uevo, esta
vez te ie do e cue ta lo que no se ve al lado de lo que se ve.

Es preciso que el lector se esfuerce e co statar que o hay solame te dos perso ajes,
si o tres, e el pequeño drama que he puesto a su disposició . U o, Jua Bue hombre,
represe ta el Co sumidor, obligado por el destrozo a u disfrute e lugar de a dos. El
otro, e la figura del Cristalero, os muestra el Productor para el que el accide te
be eficia a su i dustria. El tercero es el zapatero, (o cualquier otro i dustrial) para el
que el trabajo se ve reducido por la misma causa. Es este tercer perso aje que se deja
siempre e la pe umbra y que, perso ifica do lo que o se ve, es u eleme to ecesario
e el problema. Es él quie e seguida os e señará que o es me os absurdo el ver u
be eficio e u a restricció , que o es si o u a destrucció parcial. ² aya tambié al
fo do de todos los argume tos que se hace e su favor, y o e co trará que otra forma
de formular el dicho popular: ``¿Que sería de los cristaleros, si u ca se rompiera
cristales?´´ [4]

ÀÀ. El despido
Lo que vale para u hombre vale para u pueblo. Cua do quiere darse u a satisfacció ,
debe ver si vale lo que cuesta. Para u a ació , la Seguridad es el mayor de los bie es.
Si, para adquirirla, hay que po er e pie de guerra a cie mil hombres y gastar cie
millo es, o te go ada que decir. Es u disfrute comprado al precio de u sacrificio.

Que o se mali terprete el alca ce de mi tesis.

U represe ta te propo e despedir cie mil hombres para dispe sar a los co tribuye tes
de pagar los cie millo es.

Si la respuesta se limita a: ``Esos cie mil hombres y cie millo es so i dispe sables
para la seguridad acio al: es u sacrificio; pero, si ese sacrificio, Fra cia sería
desgarrada por faccio es o i vadida por los extra jeros.´´ ² No te go ada que opo er
a este argume to, que puede ser de hecho verdadero o falso, pero que o e cierra
i gu a herejía eco ómica. La herejía comie za cua do quiere represe tarse el
sacrificio mismo como u a ve taja, porque be eficia a alguie .

O mucho me equivoco, o el autor de la proposició o tardará más e bajarse de la


tribu a que el tiempo de que u orador se precipite a ella para decir:

``¡Despedir cie mil hombres! ¿Lo ha pe sado? ¿Qué va a ser de ellos? ¿De qué va a
vivir? ¿Del trabajo? ¿Pero o sabe que el trabajo escasea por todas partes? ¿Que todos
los puestos está ocupados? ¿Quiere tirarlos a la plaza pública para aume tar la
competició y hacer bajar los salarios? Ahora que es ta difícil ga arse la vida, ¿ o es
maravilloso que el Estado dé pa a cie mil i dividuos? Co sidere, además, que el
ejército co sume vi o, vestidos, armas, que extie de la actividad por las fábricas, e las
ciudades de guar ició , y que es la Provide cia de sus umerosos proveedores. ¿No
pe sará siquiera e la idea de elimi ar este i me so movimie to i dustrial?´´

Este discurso, clarame te, co cluye co el ma te imie to de los cie mil soldados,
abstracció hecha de la ecesidad de su servicio, y por co sideracio es eco ómicas.
So estas co sideracio es las que te go que refutar.

Cie mil hombres, que cuesta a los co tribuye tes cie millo es, vive y permite
vivir a sus proveedores ta to como permite cie millo es: esto es lo que se ve.

Pero cie millo es, salidos del bolsillo del co tribuye te, deja de servir a los
co tribuye tes y a sus proveedores, ta to como permite esos cie millo es: esto es lo
que no se ve.

E cua to a mí, os diré dó de está la pérdida, y, para simplificar, e lugar de hablar de


cie mil hombres y cie millo es, razo emos co u hombre y mil fra cos.

He os aquí e el pueblo de A. Los reclutadores pasa y recluta u hombre. Los


recaudadores pasa y recauda mil fra cos. El hombre y la suma de di ero so
tra sportados a Metz, desti ada u a a hacer vivir al otro si hacer ada. Si usted sólo
observa Metz, ¡oh!, tie e usted cie veces razó , la medida es muy ve tajosa; pero si
sus ojos se posa e el pueblo de A, usted juzgará de otra ma era, ya que, a o ser que
sea ciego, verá usted que el pueblo ha perdido u trabajador y los mil fra cos que
remu eraba su trabajo, y la actividad que, media te el gasto de esos mil fra cos,
ge eraba e tor o a él.

A primera vista, parece que haya compe sació . El fe óme o que sucedía e el pueblo
A se pasa ahora e Metz, y eso es todo.

Pero he aquí dó de está la pérdida. E el pueblo A, u hombre trabajaba: era u


trabajador; e Metz, hace mirada al fre te, izquierda y derecha: es u soldado. El di ero
y la circulació so los mismos e los dos casos; pero e u o había trescie tos días de
trabajo productivo; e el otro, hay trescie tos días de trabajo improductivo, siempre
bajo la suposició de que u a parte del ejército o es i dispe sable para la seguridad
pública.
Ahora vie e el despido. Ustedes me señala u i creme to de cie mil trabajadores, la
compete cia estimulada y la presió que ésta ejerce sobre los salarios. Eso es lo que
ustedes ve .

Pero he aquí lo que ustedes o ve . No ve que lice ciar cie mil soldados o es
elimi ar cie millo es, es devolverlos a los co tribuye tes. Ustedes o ve que meter
cie mil trabajadores e el mercado, es meter, de golpe, los cie millo es desti ados a
pagar su sueldo; que, e co secue cia, la misma medida que aume ta la oferta de
brazos aume ta tambié la demanda; de ahí se sigue que vuestra bajada de salarios es
ilusoria. Ustedes o ve que a tes, como después del despido, hay e el país cie
millo es correspo die tes a cie mil hombres; que toda la difere cia co siste e esto:
a tes, el país da los cie millo es a los cie mil hombres por o hacer ada; después, se
los da por trabajar. E resume , ustedes o ve que cua do u co tribuye te da su
di ero, sea a u soldado a cambio de ada, sea a u trabajador a cambio de algo, todas
las co secue cias posteriores de la circulació de este di ero so las mismas e los
casos; solo que, e el segu do caso, el co tribuye te recibe algo, y e el primero, o
recibe ada. ² Resultado: u a perdida i útil para la ació .

El sofisma que combato aquí o resiste la prueba de la progresió , que es la piedra


a gular de todos los pri cipios. Si, todo compe sado, todos los i tereses exami ados,
hay u beneficio nacional e aume tar el ejército, ¿por qué o alistar bajo la ba dera
toda la població masculi a del país?

ÀÀÀ. Los impuestos


¿Nu ca les ha sucedido oír decir:

``Los impuestos, so el mejor emplazamie to; es u a rosa fecu dadora? Mire cuá tas
familias hace vivir, y pie se e el impacto sobre la i dustria: Es el i fi ito, es la vida.´´

Para combatir esta doctri a, estoy obligado a reproducir la refutació precede te. La
eco omía política sabe bie que sus argume tos o so lo basta te equívocos para que
se pueda decir: Repetitia placent. Así, como Basile, ha adaptado el proverbio a su uso,
bie co ve cida de que e su boca, Repetitia docent.

Las ve tajas que los fu cio arios e cue tra al asce der e la escala social (prosperar),
es lo que se ve. El bie que de ello resulta para sus proveedores, también se ve. Esto es
evide te a los ojos.

Pero la desve taja que los co tribuye tes sufre al liberarse, es lo que no se ve, y el
daño que de ello resulta es lo que se ve aún menos, au que salte a la vista de la
i telige cia.

Cua do u fu cio ario gasta e su be eficio cien perras de más, esto implica que u
co tribuye te gasta e su be eficio cien perras de menos. Pero el gasto del fu cio ario
se ve, porque se efectúa; mie tras que el del co tribuye te no se ve porque se le impide
hacerlo.
Ustedes compara la ació a la tierra seca y los impuestos a la lluvia fecu da. De
acuerdo. Pero tambié debería pregu tarse dó de está las fue tes de esa lluvia, y si
o so precisame te los impuestos quie es absorbe la humedad del suelo y lo deseca .

Debería pregu tarse además si es posible que el suelo reciba ta ta de esta preciosa
agua a través de la lluvia como pierde por evaporació .

Lo que está muy claro es que, cua do Jua Bue hombre da cie perras al recaudador,
aquél o recibe ada a cambio. Después, cua do u fu cio ario gasta esas cie perras,
las devuelve a Jua Bue hombre, es a cambio de u valor igual de trigo o de trabajo. El
resultado fi al para Jua Bue hombre es u a pérdida de ci co fra cos.

Es muy cierto que a me udo, las más de las veces si se quiere, el fu cio ario da a Jua
Bue hombre u servicio equivale te. E este caso, o hay pérdida para adie, o hay
más que i tercambio. De la misma ma era, mi argume tació o se dirige e modo
algu o a las fu cio es útiles. Lo que yo digo es: si se quiere u a fu ció , pruébese su
utilidad. Demuéstrese que sirve a Jua Bue hombre, por los servicios que le presta, el
equivale te de lo que a él le cuesta. Pero, abstracció hecha de esta utilidad i trí seca,
o i voquéis como argume to la ve taja que ésta da al fu cio ario, a su familia o a sus
proveedores; que o se alegue que ésta favorece el trabajo.

Cua do Jua Bue hombre da cie perras a u fu cio ario a cambio de u servicio
realme te útil, es exactame te como cua do él da cie perras a u zapatero a cambio de
u par de bue os zapatos. Ambos da , y queda e paz. Pero, cua do Jua Bue hombre
da cie perras a u fu cio ario para o recibir servicio algu o o i cluso para sufrir
vejacio es, es como si se los diera a u ladró . De ada sirve decir que el fu cio ario
gastará los cie perras para mayor be eficio del trabajo acio al; lo mismo hubiera
hecha u ladró ; lo mismo hubiera hecho Jua Bue hombre si o se hubiera e co trado
e su cami o al parásito extra-legal o al legal.

Habituémo os pues a o juzgar las cosas solame te por lo que se ve, si o tambié por
lo que no se ve.

El año pasado, estaba yo e el Comité de fi a zas, ya que, bajo la Co stituye te, los
miembros de la oposició o era sistemáticame te excluidos de todas las Comisio es;
e ésta, la Co stituye te actuaba sabiame te. Hemos oído decir al Sr. Thiers: ``Dura te
toda mi vida he combatido los hombres del partido legitimista y del partido religioso.
Desde que el peligro comú se os ha acercado, desde que los frecue to, que los
co ozco, que os hablamos de corazó , me he dado cue ta de que o so los mo struos
que yo me había imagi ado.´´

Sí, las desco fia zas se exagera , los odios se exalta e tre los partidos que o se
mezcla ; y si la mayoría deja e trar e el se o de las Comisio es algu os miembros de
la mi oría, puede que se reco ociera, de u a parte como de la otra, que las ideas o
está ta alejadas y sobre todo las i te cio es o so ta perversas como se las supo e.

Como quiera que así fuera, el año pasado, yo estaba e el Comité de fi a zas. Cada vez
que u o de uestros colegas hablaba de fijar a u a cifra moderada los gastos del
Preside te de la República, de los mi istros, de los embajadores, se le respo día:
``Por el bie mismo del servicio, hay que e volver algu as fu cio es de pompa y
dig idad. Es la ma era de i teresar a los hombres de mérito. À umerables desgracias se
dirige al Preside te de la República, y sería po erle e u a situació difícil si se viera
obligado a rechazarlas todas. U a cierta represe tació e los salo es mi isteriales y
diplomáticos es u o de los e gra ajes de los gobier os co stitucio ales, etc. etc.´´

Au que tales argume tos pueda resultar co trovertidos, ciertame te merece u serio
exame . Está fu dados sobre el i terés público, bie o mal e te dido; y, e cua to a
mí, les presto mucha más ate ció que muchos de uestros Ca to es, movidos por u
espíritu estrecho de escatimar o por la e vidia.

Pero lo que me revuelve mi co cie cia de eco omista, lo que me hace e rojecer por
culpa de la re ombrada i telectualidad de mi país, es cua do se llega (si fallar jamás) a
esta ba alidad absurda, y siempre bie acogida:

``Por otra parte, el lujo de los gra des fu cio arios favorece las artes, la i dustria, el
trabajo. El jefe del Estado y sus mi istros o puede dar sus festi es y sus veladas si
hacer circular la vida e todas las ve as del cuerpo social. Reducir estos tratamie tos, es
matar de hambre a la i dustria parisi a, y, de golpe, la i dustria acio al.´´

Co la ve ia, Señores, respete al me os la aritmética y o me ve ga a decir, dela te


de la Asamblea acio al de Fra cia, o vaya a ser que para su vergüe za os apruebe,
que u a suma de u resultado difere te, segú se haga de arriba a abajo o de abajo a
arriba.

¡Cómo! oy a arreglármelas co u obrero para que me haga u a acequia e mi terre o,


media do cie perras. E el mome to de co cluir, el recaudador me toma mis cie
perras y se las da al mi istro del i terior; mi co trato queda roto pero el Sr. mi istro
añadirá u plato a su ce a. ¡Basá doos e qué, osáis afirmar que este gasto oficial es
u a carga añadida a la i dustria acio al! ¿No compre déis que o hay más que u
simple desplazamiento de satisfacció y de trabajo? U mi istro tie e su mesa mejor
servida, es cierto; pero u agricultor tie e u terre o peor desecado, y ésto es ta cierto
como lo otro. U restaurador parisi o a ga ado cie perras, lo co cedo; pero
co cédaseme que u obrero de provi cias o ha ga ado ci co fra cos. Todo lo que se
puede decir, es que el plato oficial y el restaurador satisfechos es lo que se ve, el terre o
i u dado y el obrero si trabajo, es lo que no se ve.

¡Dios mío! cua to esfuerzo para probar, e eco omía política, que dos y dos so cuatro;
y si se co sigue, se dice u o: ``Está ta claro, que es hasta aburrido.´´ ² Después se
vota como si ada se hubiera probado.

À. Teatro, Bellas artes


¿Debe el Estado subve cio ar las artes?

Hay e efecto mucho que decir a Favor y e Co tra.

A favor del sistema de subve cio es, puede decirse que las artes extie de , eleva y
poetiza el alma de u a ació , que arra ca de las preocupacio es materiales, le da el
se tido de lo bello, y actúa favorableme te e sus ma eras, sus costumbres, sus
hábitos e i cluso su i dustria. Podemos pregu tar os dó de estaría la música e
Fra cia, si el Teatro-Àtalia o y el Co servatorio; el arte dramático, si el Teatro-
Fra cés; la pi tura y la escultura, si uestras coleccio es y museos. Se puede ir aú
más lejos y pregu tarse si, si la ce tralizació y e co secue cia la subve ció de las
bellas artes, ese gusto exquisito se hubiera desarrollado, que es el oble patrimo io del
trabajo fra cés e impo e sus frutos al u iverso e tero. E prese cia de tales resultados,
¿ o sería u a gra imprude cia re u ciar a esta módica cotizació de todos los
ciudada os que e defi itiva, hace, e medio de Europa, su superioridad y su gloria?

A estas razo es y a basta tes otras, de las que yo o po go e duda su fuerza, podemos
opo er otras o me os poderosas. Hay, para empezar, podríamos decir, u a cuestió de
justicia distributiva. El derecho del legislador, ¿puede reducir el salario del artesa o
para co stituir u be eficio extra para el artista? El Sr. Lamarti e decía: ``Si suprimís la
subve ció de u teatro, ¿dó de os pararéis e esta vía?, ¿ o seréis lógicame te
llevados a suprimir vuestras Facultades, vuestros museos, vuestros À stitutos, vuestras
Bibliotecas?´´ Podría respo dérsele: ``Si usted quiere subve cio ar todo lo que es
bue o y útil, ¿dó de se parará usted e esa vía? ¿ o será usted lógicame te llevado a
co stituir u a lista civil de la agricultura, la i dustria, el comercio, la be efice cia, la
i strucció ?´´ De hecho, ¿es cierto que las subve cio es favorece el progreso del arte?
Es ésta u a cuestió lejos de estar resuelta, y vemos co uestros propios ojos que los
teatros que prospera so los que vive de su propio fu cio amie to. E fi , elevá dose
a más altas co sideracio es, puede observarse que las ecesidades y los deseos ace
los u os de los otros, y se eleva hacia cimas cada vez más puras [5], a medida que la
riqueza del público permite satisfacerlas; que el gobier o o tie e por qué i miscuirse
e esta correspo de cia, ya que, e u estado dado de la riqueza actual, o sabría
estimular, media te impuestos, las i dustrias del lujo si afectar a las de primera
ecesidad, i tervi ie do así e la marcha ormal de la civilizació . Puede observarse
que los desplazamie tos artificiales de ecesidades, gustos, trabajo y població , po e a
los pueblos e u a situació precaria y peligrosa, que o tie e u a base sólida.

He ahí algu as de la razo es que alega los adversarios de la i terve ció del Estado,
e lo que co cier e el orde e el que los ciudada os cree deber satisfacer sus
ecesidades y deseos, y e co secue cia dirigir su actividad. Yo soy, lo co fieso, de los
que pie sa que la elecció , el impulso debe ve ir de abajo, y o de arriba, de los
ciudada os, o del legislador; y la doctri a co traria me parece co ducir a la
elimi ació de la libertad y de la dig idad huma as.

Pero, por u a deducció ta falsa como i justa, ¿sabe de qué se acusa a los
eco omistas? De, cua do rehusamos la subve ció , rechazar la cosa misma que se
subve cio a, de ser e emigos de todo tipo de actividad, porque queremos que esas
actividades sea , por u a parte, libres, y por otra, que ellas busque e sí mismas su
recompe sa. Así, ¿que pedimos al Estado que o i terve ga, vía los impuestos, e
materia religiosa? somos ateos; ¿que pedimos que el Estado o i terve ga, vía
impuestos, e la educació ? odiamos las Luces; ¿que decimos que el Estado o debe
dar, por los impuestos, u valor ficticio al suelo, o a u a i dustria dada? somos
e emigos de la propiedad y del trabajo; ¿que pe samos que el estado o debe
subve cio ar a los artistas? somos u os bárbaros que juzgamos las artes i útiles.

Protesto aquí co todas mis fuerzas co tra estas deduccio es.


Lejos de pe sar que deberíamos reducir la religió , la educació , la propiedad, el
trabajo y las artes cua do pedimos que el Estado proteja el libre desarrollo de todos
estos órde es de la actividad huma a, si les subve cio ar u os a expe sas de otros,
creemos por co tra que todas las fuerzas vivas de la sociedad se desarrollará
armo iosame te bajo la i flue cia de la libertad, que i gu a de ellas será, como lo
vemos hoy e día, u a fue te de problemas, de abusos, de tira ía y de desorde .

Nuestros adversarios cree que u a actividad que o sea subve cio ada i reglame tada
es u a actividad co de ada. Nosotros creemos lo co trario. Su fe es e el legislador, o
e la huma idad. La uestra es e la huma idad, o e el legislador.

Así, el Sr. Lamarti e decía: ``E ombre de este pri cipio, habría que abolir las
exposicio es públicas que hace el ho or y la riqueza de este país.´´

Yo co testo al Sr. Lamarti e: ``Desde su pu to de vista, no subvencionar es abolir,


porque, partie do del hecho de que ada existe si o es por volu tad del Estado, usted
co cluye que ada vive salvo lo que los impuestos hace vivir. Pero yo vuelvo co tra
usted el ejemplo que ha escogido, y le hago observar que la más gra de, la más oble de
las exposicio es, y la que ha sido realizada e la me talidad más liberal, la más
u iversal, y hasta podría decir, si exagerar, huma itaria, es la exposició que se
prepara e Lo dres, la ú ica e la que i gú gobier o se mete y que i gú impuesto
subve cio a.´´

olvie do a las bellas artes, se puede, repito, alegar a favor y e co tra del sistema de
subve cio es poderosas razo es. El lector compre derá que, de acuerdo co el objetivo
social de este escrito, o te go por qué expo er estas razo es i deca tarme por u a de
ellas.

Pero el Sr. Lamarti e a puesto de relieve u argume to que yo o puedo sile ciar, ya
que e tra e el preciso ámbito de este estudio eco ómico.

Ha dicho:

La cuestió eco ómica, e materia de teatros, se reduce a u a sola palabra: El trabajo.


Poco importa la aturaleza de este trabajo, es u trabajo ta fecu do, ta productivo
como todo tipo de trabajo e u a ació . Los teatros, sabe ustedes, o alime ta , o
paga salarios, e Fra cia, a me os de oche ta mil obreros de todo tipo, pi tores,
co structores, decoradores, costureros, arquitectos, etc., que so la vida misma y el
movimie to de varios barrios de esta capital, y, a justo título, ¡debe recibir su simpatía!

¡Su simpatía! ² tradúzcase: sus subve cio es.

Y aú más:

Los placeres de París so el trabajo y el co sumo de los departame tos, y los lujos del
rico so el salario y el pa de doscie tos mil obreros de toda clase, que vive de la ta
diversa i dustria de teatros sobre la superficie de la República, y recibe de esos
placeres obles, que i struye a Fra cia, el alime to para su vida y las ecesidades de
sus familias e hijos. Es a ellos a los que dais los 60,000 fra cos. (¡Muy bie ! ¡muy
bie !, umerosas ma ifestacio es de aprobació )
Yo estoy obligado a decir: Amuy mal! Amuy mal! restri gie do, por supuesto, el alca ce
del juicio al argume to eco ómico del que es aquí cuestió .

Sí, es a los obreros del teatro que irá , al me os e parte, los 60,000 fra cos de los que
se trata. Algu as migajas podrá apartarse del cami o. À cluso, si escrutamos de cerca
la cosa, quizá descubramos que el pastel tomará otro cami o; ¡felices los obreros si les
queda au que sea u as migajas! Pero admitamos que la subve ció e tera irá a los
pi tores, decoradores, costureros, peluqueros, etc. Esto es lo que se ve.

Pero, ¿de dó de vie e? he aquí el reverso de la cuestió , ta importa te su exame


como el del anverso. ¿Dó de esta la fue te de los 60,000 fra cos? Y, ¿a dó de iría , si
u voto legislativo o los dirigiera primero a la calle Rivoli y de ahí a la calle Gre elle?
Esto es lo que no se ve.

Segurame te adie osará soste er que el voto legislativo a hecho acer esta suma de la
ur a del escruti io; que es u a pura suma hecha a l a riqueza acio al; que, si ese voto
milagroso, esos sese ta mil fra cos habría sido por siempre jamás i visibles e
impalpables. Hay que admitir que todo lo que ha podido hacer la mayoría, es decidir
que será cogidos de u sitio para ser e viados a otro, y que o te drá esa desti ació
más que porque so desviados de otra.

Sie do así la cosa, está claro que el co tribuye te al que se le ha cobrado u impuesto
de 1 fra co, o dispo drá de ese fra co. Será privado de u a satisfacció e la medida
de u fra co, y el obrero, el que sea, que la habría procurado, será privado e la misma
medida de su salario.

No os hagamos pues la pueril ilusió de creer que el voto del 16 de Mayo añade lo que
sea al bie estar y al trabajo acio al. Desplaza los disfrutes, desplaza los salarios, eso
es todo.

¿Se dirá que sustituye u ge ero de satisfacció y de trabajo por satisfaccio es y


trabajos más urge tes, más morales, más razo ables? Yo podría luchar e este terre o.
Yo podría decir: Quita do 60,000 fra cos a los co tribuye tes, ustedes dismi uye los
salarios de agricultores, obreros, carpi teros, herreros, y aume ta otro ta to los salarios
de ca ta tes, peluqueros, decoradores y costureros. Nada prueba que esta última clase
sea me os i teresa te que la otra. El Sr. Lamarti e o respo de. Dice que el trabajo de
los teatros es ta fecu do, ta productivo (y o más) como cualquier otro, lo que podría
ser rebatido; ya que la prueba de que el segu do o es ta productivo como el primero
es que éste es obligado a subve cio ar aquél.

Pero esta comparació e tre la valor y el mérito i trí seco de las diversas formas de
trabajo o e tra e mi prese te tesis. Todo lo que te go que hacer aquí es mostrar que si
el Sr. Lamarti e y las perso as que ha aplaudido su argume tació ha visto, co el
ojo izquierdo, los salarios ga ados por los proveedores de los comedia tes, debería
haber visto, co el ojo derecho, los salarios perdidos por los proveedores de los
co tribuye tes; y por o haberlo hecho, se ha expuesto al ridículo de tomar u
desplazamiento por u a ganancia. Si fuera co secue tes co su doctri a, pediría
subve cio es hasta el i fi ito; ya que lo que es cierto para u fra co y para 60,000, es
cierto, e idé ticas circu sta cias, para u millardo de fra cos.
Cua do se trata de impuestos, señores, pruebe su utilidad co razo es de fu dame to,
pero o co este desafortu ado aserto: ``Los gastos públicos hace vivir a la clase
obrera.´´ Co tie e el error de disimular u hecho ese cial, a saber que los gastos
públicos sustituye siempre a gastos privados, y que, e co secue cia, hace e efecto
vivir a u obrero e vez de a otro, pero o añade ada al co ju to de la clase obrera.
Su argume tació está muy a la moda, pero es demasiado absurda, para que la razó o
te ga razó .

. Obras públicas
Que u a ació , después de haberse asegurado de que u a gra empresa debe be eficiar
a la comu idad, la haga ejecutar bajo la fi a ciació de u a cotizació comú , ada hay
más atural. Pero la pacie cia se me agota, lo co fieso, cua do oigo a alguie
proclamar su apoyo a ésta resolució co ésta metedura de pata eco ómica: ``Además
es u a ma era de crear trabajo para los obreros.´´

El estado traza u cami o, co struye u palacio, mejora u a calle, cava u ca al; así da
trabajo a u os obreros, esto es lo que se ve, pero priva de trabajo a otros obreros, esto es
lo que no se ve.

He aquí la carretera sie do co struida. Mil obreros llega todas la maña as, se va
todas las oches, cierto es, tie e u salario. Si la carretera o hubiera sido decretada, si
los fo dos o hubiera sido votados, estas bravas ge tes o habría te ido i el trabajo
i el salario, bie es cierto.

Pero, ¿es esto todo? La operació , e su co ju to, ¿ o compre de algu a otra cosa? E
el mome to e el que el Sr. Dupi pro u cia las palabras sacrame tales: ``La Asamblea
ha adoptado´´, ¿descie de los millo es milagrosame te por u rayo de lu a a las arcas
de los señores Fould y Bi eau? Para que la evolució , como se dice, sea completa, ¿ o
hace falta que el Estado orga ice ta to el cobro como el gasto? ¿que po ga a sus
recaudadores e campaña y a sus co tribuye tes a co tribuir?

Estudie e to ces la cuestió e sus dos eleme tos. Siempre co stata do el desti o que
el Estado da a los millo es votados, o olvide co statar tambié el desti o que los
co tribuye tes habría dado ² y ya o puede dar² a esos mismos millo es.
E to ces, compre derá que u a empresa pública es u medalló co dos caras. E u a
figura u obrero ocupado, co la i scripció : lo que se ve, y sobre la otra, u obrero e
paro, co la i scripció : lo que no se ve.

El sofisma que yo combato e este escrito es ta to más peligroso, aplicado a las obras
públicas, e cua to sirve a las empresas más alocadas. Cua do u ferrocarril o u
pue te tie e u a utilidad real, basta i vocar esta utilidad. Pero si o se puede, ¿que se
hace? Se recurre a este e gaño: ``Hay que dar trabajo a los obreros.´´

Dicho esto, se orde a hacer y deshacer las terrazas de los Campos de Marte. El gra
Napoleó , lo sabemos, creía hacer u a obra fila trópica hacie do cavar y relle ar fosas.
Tambié decía: ``¿Qué importa el resultado? No hay más que ver la riqueza distribuida
e tre las clases trabajadoras.´´
ayamos al fo do del asu to. El di ero os hace ilusió . Pedir la participació , e
forma de di ero, de todos los ciudada os a u a obra comú , es e realidad pedirles u a
participació al co tado: ya que cada u o de ellos se procura, media te el trabajo, la
suma sobre la que se le impo e fiscalme te. Que se reu a a todos los ciudada os para
hacerles ejecutar, media te préstamo, u a obra útil a todos, es compre sible; su
recompe sa estará e el resultado de la obra misma. Pero que tras haberles co vocado,
se les pida hacer carreteras por las que i gu o va a pasar, palacios e los que i gu o
de ellos habitará, y esto, bajo pretexto de ofrecerles trabajo: esto sería absurdo y
ciertame te podría objetar: de este trabajo o obte dremos be eficio algu o (sólo
obte dremos el esfuerzo); preferimos trabajar por uestra cue ta.

El procedimie to por el que se hace participar a los ciudada os e di ero y o e


trabajo o cambia ada el resultado ge eral. Solo que, por el primer procedimie to, la
pérdida se reparte e tre todo el mu do. Por el primero, aquellos a los que el Estado
ocupa escapa a su parte de pérdida, añadié dola a la que sus compatriotas ha sufrido
ya.

Hay u artículo de la Co stitució que dice:

``La sociedad favorece y apoya el desarrollo del trabajo... media te el establecimie to


por el Estado, los departame tos y las comu as, de obras públicas desti adas a emplear
los brazos desocupados.´´

Como medida temporal, e u tiempo de crisis, dura te u i vier o riguroso, esta


i terve ció del co tribuye te puede te er bue os efectos. Actúa de la misma ma era
que los seguros. No añade ada al trabajo y al salario, pero toma trabajo y salario del
tiempo ordi ario para dotar, co pérdida bie es cierto, las épocas difíciles.

Como medida perma e te, ge eral, sistemática, o es más que u e gaño rui osa, u
imposible, u a co tradicció que muestra u poco de trabajo estimulado que se ve, y
oculta mucho trabajo impedido, que no se ve.

À. Los i termediarios


La sociedad es el co ju to de servicios que los hombres presta por la fuerza o
volu tariame te los u os a los otros, es decir, servicios públicos y servicios privados.

Los primeros, impuestos y reglame tados por la ley, que o siempre es fácil de cambiar
cua do debería, puede sobrevivir largo tiempo, ta to como su propia utilidad, y
co servar aú el ombre de servicios públicos, i cluso cua do deja de ser servicios, e
i cluso cua do o so más que vejacio es públicas. Los segu dos so del ámbito de la
volu tad, de la respo sabilidad i dividual. Cada u o da y recibe lo que él quiere, lo que
puede, tras u debate co tradictorio. Se les supo e siempre u a utilidad real, medida
co exactitud por su valor comparativo.

Es por esto por lo que aquellos so tachados de i movilismo, mie tras que estos
obedece a la ley del progreso.
Mie tras que el desarrollo exagerado de los servicios públicos, por la pérdida de fuerzas
que e traña, tie de a co stituir e el se o de la sociedad u fu esto parasitismo, es
basta te si gular que varias sectas moder as, atribuye do este carácter a los servicios
libres y privados, busca tra sformar las profesio es e fu cio es.

Estas sectas se alza co fuerza co tra lo que ellas de omi a intermediarios.


Suprimiría de bue grado al capitalista, al ba quero, al especulador, al empresario, al
mercader y al egocia te, acusá doles de i terpo erse e tre la producció y el co sumo
para sa grarlos a los dos, si añadirles valor algu o. ² O mejor aú , les gustaría
tra sferir al Estado la obra que éstos lleva a cabo, ya que ésta o podría ser suprimida.

El sofisma de los socialistas sobre este pu to co siste e mostrar al público lo que él


paga a los intermediarios a cambio de sus servicios, y e ocultarles lo que habría que
pagar al Estado. Es siempre la lucha e tre lo que se ve directame te co los ojos y lo
que sólo el espíritu puede i tuir, e tre lo que se ve y lo que no se ve.

Fue sobre todo e 1847 y a la ocasió de la pe uria que las escuelas socialistas
i te taro y co siguiero popularizar su fu esta teoría. Sabía bie que la más absurda
propaga da tie e u a posibilidad de ser aceptada por aquellos que sufre ; malesuada
fames.

Así, ayudá dose de gra des frases: Explotación del hombre por el hombre,
especulación sobre el hambre, acaparamiento, busca de igrar el comercio y correr u
tupido velo sobre sus be eficios.

``¿Por qué, dice , dejar a los egocia tes al cuidado de hacer llegar las merca cías de
los Estados U idos y de Crimea? ¿Por qué el Estado, los departame tos, las comu as o
orga iza u servicio de abastecimie to y almace es de reserva? Llegaría alprecio de
coste, y el pueblo, el pobre pueblo estaría liberado del tributo que paga al comercio
libre, es decir, egoísta, i dividualista y a árquico.´´

El tributo que el pueblo paga al comercio, es lo que se ve. El tributo que el pueblo
pagaría al Estado o a sus age tes, e el sistema socialista, es lo que no se ve. ¿E qué
co siste el prete dido tributo que el pueblo paga al comercio? E esto: que dos hombres
se preste mutuame te servicio, e completa libertad, bajo la presió de la compete cia
y tras debatir el precio. Cua do el estómago que tie e hambre está e París y el trigo
que puede satisfacerlo está e Odessa, el sufrimie to o puede cesar si el trigo o se
acerca al estómago. Hay tres medios para que se opere este acercamie to: 1º Los
hombres hambrie tos puede ir ellos mismos a buscar el trigo. 2º Puede dirigirse a los
que se e carga de esa tarea. 3º puede cotizar a u fo do y e cargar a fu cio arios
públicos de la operació .

De estos tres medios, ¿Cuál es el más ve tajoso?

E cualquier época, e cualquier país, y ta to más cua to más libres, más cultivados y
más experime tados so , los hombres siempre ha escogido preferentemente el
segu do, y co fieso que esto es suficie te para po er, a mi modo de ver, la respuesta de
ese lado. Mi espíritu se iega a admitir que la huma idad e masa se equivoca e u
tema que ta to la co cier e [6].
Exami emos e cualquier caso.

Que trei ta y seis millo es de ciudada os parta para buscar el trigo que ecesita a
Odessa, es evide teme te irrealizable. El primer medio o vale ada. Los co sumidores
o puede actuar por ellos mismos, luego por fuerza ha de recurrir a intermediarios,
sea fu cio arios o egocia tes.

Notemos si embargo que este primer medio sería el más atural. E el fo do,
correspo de a aquél que tie e hambre el ir a buscar el trigo. Es u a molestia que le
co cier e; es u servicio que se debe a si mismo. Si otro, por el motivo que sea, le
presta este servicio y se toma la molestia por él, este otro tie e derecho a u a
compe sació . Lo que digo aquí, es para co statar que los servicios de los
i termediarios co tie e e si mismos el pri cipio de la remu eració . De la ma era
que sea, ya que hay que recurrir a lo que los socialistas caracteriza de parásito, ¿cuál
es, e tre el egocia te y el fu cio ario, el parásito me os exige te?

El comercio (lo supo go libre, si o, ¿cómo podría razo ar?), el comercio, digo, está
llamado, por i terés, a estudiar las estacio es, a observar día a día el estado de las
cosechas, a recibir i formacio es de todos los pu tos del globo, a prever ecesidades, a
tomar precaucio es. Hay avíos preparados, correspo sales por todas partes, y su
i terés i mediato es comprar al mejor precio posible, eco omizar e todos los detalles
de la operació , y co seguir los mejores resultados co el mí imo esfuerzo. No so sólo
los egocia tes fra ceses, si o los egocia tes del mu do e tero quie es se ocupa del
abastecimie to de Fra cia e caso de ecesidad; y si el i terés les lleva
irremediableme te a cumplir co su tarea al mí imo costo, la compete cia que se hace
e tre ellos les lleva o me os irremediableme te a hacer llegar a los co sumidores todo
el ahorro realizado. El trigo llega, el comercio tie e i terés e ve derlo lo a tes posible
para evitar riesgos, a verificar sus fo dos y recome zar si se puede. Dirigido por la
comparació de precios, distribuye los alime tos por todo el país, come za do siempre
por el lugar más caro, es decir, allí do de la ecesidad se hace se tir más. No es posible
e to ces imagi ar u a orga izació mejor calculada e el i terés de los que tie e
hambre, y la belleza de esta orga izació , que escapa a los socialistas, resulta de que es
libre. ² E verdad, el co sumidor está obligado a reembolsar al comercio de los gastos
de tra sporte, tra sbordos, almace aje, comisió , etc.; ¿pero e que sistema o hace
falta que el que come el trigo o pague los gastos que hay que hacer para que esté a su
alca ce? Además hay que pagar la remu eració del servicio dado, pero, e cua to a su
importa cia, está reducida al mínimo posible por la compete cia; y, e cua to a su
justicia, sería extraño que los artesa os de París o trabajase para los egocia tes de
Marsella, cua do los egocia tes de Marsella trabaja para los artesa os de París.

¿Qué, segú la i ve ció socialista cua do el Estado sustituyese al comercio, qué


ocurriría? Ruego que se me señale dó de estaría, para el público, la eco omía. ¿Estaría
e el precio de compra? Pero que se imagi e los delegados de cuare ta mil comu as
que llega a Odessa u día dado y de ecesidad; que se imagi e el efecto sobre el
precio. ¿Estaría e los gastos? Pero, ¿hará falta me os avíos, me os mari eros,
me os tra sbordos, me os almace aje, o sería dispe sados de pagar todas estas cosas?
¿Será e el be eficio de los egocia tes? ¿Pero es que los delegados fu cio arios irá a
Odessa a cambio de ada? ¿Es que trabajaría y viajaría por el pri cipio de la
frater idad? ¿No haría falta que viviese ? ¿No haría falta que su tiempo fuese pagado?
¿Y creéis que esto o superará mil veces el dos o tres por cie to que ga a el egocia te,
tasa que él está presto a aceptar?

Y además, pie se e la dificultad de recaudar ta tos impuestos, de repartir ta tos


alime tos. Pie se e las i justicias, e los abusos i separables de u e empresa tal.
Pie se e la respo sabilidad que pesaría sobre el gobier o.

Los socialistas que ha i ve tado estas locuras, y que, los días de desgracia, i sufla e
el espíritu de las masas, de da el título de hombres avanzados, y peligrosame te el uso,
ese tira o de las le guas, ratifica la palabra y el juicio que implica. A vanzados! Esto
supo e que estos señores ve más lejos que el vulgo; que su solo error es el de estar
adela tados a su siglo; y que si o ha ve ido aú el tiempo de suprimir ciertos servicios
libres, prete didos parásitos, la culpa es del público que está retrasado respecto al
socialismo. E mi alma y co cie cia, es lo co trario lo verdadero, y o sé a qué siglo
bárbaro habría que remo tar para e co trar, sobre este tema, el ivel de co ocimie tos
socialista.

Los sectarios moder os opo e si cese la asociació a la sociedad actual. No se da


cue ta de que la sociedad, e u régime de libertad, es u a verdadera asociació , muy
superior a todas las que sale de su fértil imagi ació .

Elucidemos esto media te u ejemplo:

Para que u hombre pueda, al leva tarse, po erse u traje, hace falta que u terre o
haya sido librado de malas hierbas, secado, arado, sembrado de u cierto tipo de
vegetal; hace falta que los rebaños se haya alime tado de ellos, que haya dado la a,
que ésta haya sido hilada, tejida, teñida y co vertida e tela; que esta tela haya sido
cortada, cosida, y co vertida e vestido. Y toda esta serie de operacio es implica u a
multitud de perso as; ya que ella supo e el empleo de i strume tos para arar, rediles,
fábricas, hulla, mi as, carros, etc.

Si la sociedad o fuera u a asociació más que real, el que quisiera u traje se vería
obligado a trabajar e solitario, es decir a realizar él mismo todos los i umerables
actos de esta serie, desde el primer golpe de pico que la comie za hasta el último cosido
de aguja que la termi a.

Pero, gracias a la sociabilidad que es el carácter disti tivo de uestra especie, estas
operacio es ha sido distribuidas e tre u a multitud de trabajadores, y se subdivide
cada vez más por el bie comú , a medida que, i creme tá dose el co sumo, u acto
especializado puede alime tar u a i dustria ueva. ie e después el reparto del
producto, que se produce segú el valor que cada u o ha aportado a la obra fi al. Si esto
o u a asociació , me pregu to qué puede serlo.

Note que como i gu o de los trabajadores ha sacado de la ada la mí ima partícula


de materia, ha te ido que ofrecerse servicios mutuos, ayudarse de tro de u objetivo
comú , y que todos puede ser co siderados, respecto a los otros, como intermediarios.
Si, por ejemplo, e el curso de la operació , el tra sporte se vuelve importa te para
ocupar a u a perso a, el hilado u a segu da, el tejido u a tercera, ¿por qué la primera
sería co siderada como más parásita que las otras? ¿No hace falta que el tra sporte se
haga? ¿El que lo hace o co sacra tiempo y molestias a ello? ¿No les hace falta a sus
asociados? ¿Hace estos más que él u otra cosa? ¿No está todos sometidos a la
remu eració , es decir por el reparto del producto, a la ley del precio discutido? ¿No es
así que e completa libertad, por el bie comú , se produce esta divisió de trabajos y
se llega a esos acuerdos? ¿Qué hace e to ces u socialista, bajo pretexto de la
orga izació , vi ie do despóticame te a destruir uestros acuerdos volu tarios,
termi ar co la divisió del trabajo, substituir los esfuerzos aislados por los asociados y
hacer retroceder la civilizació ?

La asociació , tal como yo la describo aquí, ¿es me os asociació , porque cada u o


e tra y sale libreme te, escoge su lugar, juzga y estipula por si mismo bajo su
respo sabilidad, y aporta la motivació y la gara tía de su i terés perso al? Para que
merezca tal ombre, ¿es ecesario que u prete dido reformador os ve ga a impo er
su fórmula y su volu tad y co ce trar, por así decir, la huma idad e él mismo?

Cua to más exami amos estas escuelas avanzadas, más os co ve cemos de que e el
fo do o hay más que u a cosa: la ig ora cia proclamá dose i falible y reclama do el
despotismo e ombre de esta i falibilidad.

Que el lector excuse esta digresió . No puede ser i útil e el mome to e que, salidas
de libros sansimonianos, falansterianos e icarianos, [7] las proclamas co tra los
i termediarios i vade el periodismo y las tribu as, y ame aza seriame te la libertad
del trabajo y de las tra saccio es.

ÀÀ. Restricció
El Sr. Prohibidor ( o he sido yo quie lo ha llamado así, si o el Sr. Charles Dupi , que
desde e to ces... pero ahora...), el Sr. Prohibidor co sagraba su tiempo y su capital a
co vertir e hierro el mi eral de sus tierras. Como la aturaleza había sido más pródiga
co los Belgas, éstos daba su hierro a los Fra ceses a mejor precio que el Sr.
Prohibidor, lo que sig ifica que todos los Fra ceses, o Fra cia, podía obte er u a
ca tidad de hierro con menos trabajo, comprá dolo a los ho estos Flame cos. Guiados
por su i terés, éstos o se equivocaba , y todos los días veíamos u a multitud de
ferrateros, herreros, carrocero, mecá icos, herradores y trabajadores ir ellos mismo s, o
a través de i termediarios, a abastecerse a Bélgica. Ésto o agradó e absoluto al Sr.
Prohibidor. Al pri cipio le vi o la idea de parar semeja te abuso por sus propios
medios. Es lo mí imo que se podía esperar, ya que él era el ú ico que sufría por ello.
Cogeré mi carabi a, se dijo, me po dré cuatro pistolas al ci to, lle aré mi cartuchera,
me ceñiré la espada y así equipado me dirigiré a la fro tera. Allí, al primer herrero,
ferratero, mecá ico o cerrajero que se prese te, para hacer bie sus egocios y o los
míos, lo mato, para que apre da a vivir correctame te.

Cua do iba a partir, el Sr. Prohibidor hizo algu as reflexio es que atemperaro su ardor
belicoso. Se dijo: o es del todo imposible que los compradores de hierro, mis
compatriotas y e emigos, se tome a mal el asu to, y que e vez de dejarse matar, me
mate a mí. E to ces, i cluso lleva do a todos mis sirvie tes, o podremos vigilar
todos los sitios de paso. Y e cima todo esto me costará e ormeme te caro, más caro de
lo que merece la pe a el resultado.
El Sr. Prohibidor iba a resig arse tristeme te a o ser más libre que cualquier otro,
cua do u rayo de luz vi o a ilumi ar su cerebro. Se acordó que e París hay u a gra
fábrica de leyes. ¿Qué es u a ley? se dijo. Es u a medida que, u a vez decretada, bue a
o mala, todo el mu do tie e que cumplir. Para el cumplimie to de ésta, se orga iza u a
fuerza pública, y para co stituir dicha fuerza se obtie e de la ació hombres y di ero.

Si co siguiera que saliera de la gra fábrica parisi a u a mí ima ley que dijera: ``El
hierro belga queda prohibido,´´ obte dría los resultados siguie tes: el gobier o
reemplazaría los sirvie tes que iba yo a e viar a la fro tera por vei te mil de mis
herreros, cerrajeros, herradores artesa os, mecá icos y trabajadores recalcitra tes.
Después, para ma te er e bue a disposició el á imo de esos vei te mil adua eros, se
les distribuirá vei tici co millo es de fra cos tomados a esos mismos herreros,
cerrajeros, herradores artesa os, mecá icos y trabajadores. La vigila cia estará mejor
realizada; o me costará ada, o seré expuesto a la brutalidad de los a ticuarios,
ve deré el hierro a mi precio, y disfrutaré de la dulce recreació de ver uestro gra
pueblo vergo zosame te e gañado. Esto le e señará a proclamarse si cese el precursor
y el promotor de todo progreso e Europa. ¡Oh! sería más que interesante y merece la
pe a ser i te tado.

Así pues, el Sr. Prohibidor se prese tó e la fábrica de leyes. ² E otra ocasió co taré
la historia de sus sórdidos tejema ejes; hoy o quiero hablar más que de sus más
oste sibles i iciativas. ² Hizo valer dela te de los señores legisladores la siguie te
co sideració :

``El hierro belga se ve de e Fra cia a diez fra cos, lo que me fuerza a ve der el mío al
mismo precio. Me gustaría ve derlo a qui ce y o puedo, por culpa de ese hierro belga
que Dios maldiga. Haga u a ley que diga: ² El hierro belga o e trará más e
Fra cia. ² À mediatame te yo elevo mi precio a qui ce fra cos y he aquí las
co secue cias:´´

``Por cada qui tal de hierro que yo distribuya al público, e vez de recibir diez fra cos,
será qui ce, me e riqueceré más rápidame te, y exte deré mi explotació , ocupa do a
más obreros. Mis obreros y yo haremos más gastos, para regocijo de uestros
proveedores de todos los lugares de alrededor. Estos, te ie do más salidas, hará más
pedidos a la i dustria, y poco a poco, la actividad se exte derá por todo el país. Esta
bie afortu ada mo eda de cie perras, que ustedes depositará e mi caja fuerte, como
u a piedra que cae e u lago, ge erará u úmero ilimitado de círculos co cé tricos.´´

E ca tados co este discurso, e ca tados de apre der que es ta fácil aume tar
legislativame te la riqueza de u pueblo, los fabrica tes de leyes votará la Restricció .
¿Para qué hablamos ta to de trabajo y eco omía? dice . ¿Para qué todos estos pe osos
medios de aume tar la riqueza acio al, si u Decreto es suficie te?

Y e efecto, la ley tuvo todas las co secue cias a u ciadas por el Sr. Prohibidor; solo
que tambié tuvo otras, dado que, hagámosle justicia, o había hecho u razo amie to
falso, i o u razo amie to incompleto. Reclama do u privilegio, había mostrado los
efectos que se ven, deja do e la pe umbra los que no se ven. No mostró más que dos
perso ajes, cua do e realidad había tres e la esce a. A osotros correspo de subsa ar
este olvido i volu tario o premeditado.
Sí, el escudo desviado legislativame te hacia la caja fuerte del Sr. Prohibidor,
co stituye u a ve taja para él y para los que esto debe promover el trabajo. ² Y si el
Decreto hubiera hecho bajar este escudo de la Lu a, esos bue os efectos o habría sido
compe sados por i gú efecto perverso. Desgraciadame te, o es de la Lu a de do de
sale esta misteriosa mo eda de cie perras, si o del bolsillo de u herrero, ferretero,
carretero, herrero, trabajador, co structor, e u a palabra, de Jua Bue hombre, que la
da hoy, si recibir i u miligramo de hierro de más que cua do la pagaba a diez
fra cos. A primera vista, debemos dar os cue ta de que esto cambia basta te la
cuestió , ya que, evide teme te, el beneficio del Sr. Prohibidor es compe sado por la
pérdida de Jua Bue hombre, y todo lo que el Sr. Prohibidor podrá hacer de este escudo
para favorecer el trabajo Jua Bue hombre lo habría hecho igualme te. La piedra es
la zada sobre u pu to del lago sólo porque ha sido impedida por la legislació de caer
e otro.

E to ces, lo que no se ve compe sa lo que se ve, y hasta aquí es, por residuo de la
operació , u a i justicia, y ¡algo deplorable! u a i justicia perpetrada por la ley.

Pero o es todo. He dicho que dejábamos siempre oculto u tercer perso aje. Es
ecesario que lo haga aparecer aquí para que os revele u a segunda pérdida de ci co
fra cos. Así te dremos el resultado de la evolució completa.

Jua Bue hombre posee 15 Fr., fruto de su sudor. E este mome to aú es libre. ¿Que
hace de esos 15 Fr.? Se compra u artículo de moda por 10 Fr. y es co este artículo co
el que paga (o que el i termediario paga por él) el qui tal de hierro belga. Le queda
aú a Jua Bue hombre 5 Fr. No los tira al río, si o que (y esto es lo que no se ve) los
da a u i dustrial a cambio de u disfrute, por ejemplo a u librero a cambio del
Discurso sobre le Historia Universal de Bousset.

Así, e lo que co cier e al trabajo nacional, éste es promovido e la medida de 15 Fr.,


a saber:

10 Fr. que va al artículo parisino; 5 Fr. Que va al librero.

Y e cua to a Jua Bue hombre, obtie e por sus 15 Fr. dos objetos de satisfacció , a
saber:

1º, u qui tal de hierro; 2º, u libro.

El decreto se promulga.

¿Qué le ocurre a la situació de Jua Bue hombre? ¿Qué le sucede a la del trabajo
acio al?

Cua do Jua Bue hombre da los 15 Fr., hasta el último cé timo, a cambio de u qui tal
de hierro, o obtie e más disfrute que el qui tal de hierro. Pierde el be eficio de u
libro o de u objeto equivale te. Pierde 5 fra cos. Estaremos de acuerdo; es imposible
o estarlo; o se puede discutir que, cua do la restricció aume ta el precio de las
cosas, el co sumidor pierde la difere cia.

Pero, se dice, el trabajo acio al ha ga ado.


No, o ha ga ado; ya que, desde el decreto, o ha sido favorecido más que por 15 Fr,
ta to como a tes del mismo.

Solo que, desde el decreto, los 15 Fr. de Jua Bue hombre va a la metalurgia, mie tras
que a tes se repartía e tre el artículo de moda y el librero.

La viole cia que ejerce el Sr. Prohibidor él mismo e la fro tera o la que él hace ejercer
por la ley puede ser juzgadas de ma era bie difere te, desde el pu to de vista moral.
Hay ge te que pie sa que la expoliació pierde toda su i moralidad siempre que ésta
sea legal. E cua to a mí, o podría imagi ar u a circu sta cia más agrava te. De todas
formas, lo que es cierto, es que los resultados eco ómicos so los mismos.

Tóme lo como quiera , pero mire co ate ció y verá que o sale ada bue o de la
expoliació legal o ilegal. No egamos que algo bue o o salga para la i dustria del Sr.
Prohibidor, o si se quiere para el trabajo acio al, u be eficio de 5 Fr. Pero osotros
afirmamos que se obtie e tambié pérdidas, primero para Jua Bue hombre, que paga
15 Fr. por lo que le habría costado 10; y tambié para el trabajo acio al que o recibe
la difere cia. Escoja u a de las dos pérdidas co la que se dará el gusto de compe sar
el be eficio que reco ocemos. La otra o será me os u a pérdida inútil.

Moraleja: iole tar o es producir, es destruir. ¡Oh!, si viole tar fuera producir, uestra
Fra cia sería mucho más rica de lo que lo es.

ÀÀÀ. Las Máqui as


``¡Malditas sea las máqui as! Cada año su pote cia progresiva lleva a la pauperizació
de millo es de obreros quitá doles el trabajo, co el trabajo el salario, co el salario ¡el
Pa ! ¡Maldició pese sobre ellas!´´

He aquí el grito que se eleva desde el prejuicio vulgar y del cual el eco resue a e los
periódicos.

Pero maldecir las máqui as es ¡maldecir el espíritu huma o!

Lo que me co fu de, es que se pueda e co trar u hombre que se sie ta a gusto e


semeja te doctri a [8].

Ya que al fi al, si es cierta, ¿cuál es la rigurosa co secue cia? Que o hay actividad, i
bie estar, i riquezas, i felicidad posibles más que para los pueblos estúpidos,
golpeados por el i movilismo me tal, a quie es Dios o ha dado el do fu esto de
pe sar, de observar, de combi ar, de i ve tar, de obte er los más gra des resultados
co los mí imos esfuerzos. Al co trario, los harapos, las chozas i obles, la pobreza, la
i a ició es la i evitable recompe sa de toda ació que busca y e cue tra e el hierro,
el fuego, el vie to, la electricidad, el mag etismo, las leyes de la química y la mecá ica,
e u a palabra e las fuerzas de la aturaleza, u supleme to de sus propias fuerzas, y
es ésta bue a ocasió de decir co Rousseau: ``Todo hombre que pie sa es u a imal
depravado.´´
Pero o es todo: si esta doctri a es cierta, como todos los hombres pie sa e i ve ta ,
como todos, de hecho, desde el primero hasta el último, y e cada mi uto de su
existe cia, i te tar hacer cooperar las fuerza aturales, hacer más co me os, reducir su
ma o de obra o la que paga , co seguir la mayor suma posible de satisfaccio es co el
mí imo de trabajo, hay que co cluir que la huma idad e su totalidad está llevada a su
decade cia, precisame te por esta aspiració i telige te hacia el progreso que
atorme ta cada u o de sus miembros.

Además debe ser co statado por la estadística que los habita tes de La castre, huye do
de esta patria de máqui as, va a buscar trabajo e Àrla da, do de o se co oce , y, por
la historia, que la barbarie e sombrece las épocas de civilizació , y que la civilizació
brilla e los tiempos de ig ora cia y de barbarie.

Evide teme te, hay, e este amasijo de co tradiccio es, algo que choca y os advierte
de que el problema oculta u eleme to de solució que o ha sido suficie teme te
aclarado.

He aquí todo el misterio: tras lo que se ve habita lo que no se ve. oy a i te tar sacarlo
a la luz. Mi demostració o podrá ser si o u a repetició de la precede te, ya que se
trata de u problema idé tico.

Es u a i cli ació atural de los hombres el ir, si o les impide media te la viole cia,
hacia el buen negocio, ² es decir, hacia lo que, para la misma satisfacció , ahorra
trabajo, ² que este bue egocio les vie e de u hábil Productor extranjero o de u
hábil Productor mecánico. La objeció teórica que se dirige a esta i cli ació es la
misma e los dos casos. Ta to e u o como e el otro, se le reprocha el trabajo que e
aparie cia golpea de muerte. Mas, el trabajo realizado o inerte, si o disponible, es
precisame te lo que la determi a.

Y es esto por lo que se le opo e tambié , e los dos casos, el mismo obstáculo práctico,
la viole cia. El legislador prohibe la compete cia extra jera y la compete cia mecá ica.
² Ya que, ¿que otra ma era puede existir de impedir u a te de cia atural de los
hombres si o robarles la libertad?

E muchos países, cierto es, el legislador o golpea más que u a de las dos
compete cias y se limita a lame tarse de la otra. Esto o prueba más que u a cosa, y es
que, e este país, el legislador es i co secue te.

Esto o debe sorpre der os. E u a falsa vía siempre se es i co secue te, si o, se
mataría a la huma idad. Nu ca se ha visto i se verá u pri cipio falso llevado hasta sus
últimas co secue cias. Digo por otra parte: La i co secue cia es el límite de lo
absurdo. Y podría haber añadido: ella es al mismo tiempo la prueba.

olvamos a la demostració ; o será larga.

Jua Bue hombre te ía dos fra cos que hacía ga ar a dos obreros.

Pero he aquí que se imagi a u meca ismo de cuerdas y pesas que reduce el trabajo a la
mitad. Así que obtie e la misma satisfacció , se ahorra u fra co y despide a u obrero.
Despide a u obrero; esto es lo que se ve.

Y, o vie do más que esto, se dice: ``ed aquí como la miseria surge de la civilizació ,
ved como la libertad es fatal para la igualdad. El espíritu huma o ha realizado u a
co quista, e i mediatame te u obrero cae para siempre e el abismo de la pobreza.
Puede si embargo que Jua Bue hombre co ti úe a hacer trabajar los dos obreros,
pero o les dará más que diez perras a cada u o, ya que se hará la compete cia e tre
ellos y se ofrecerá a la rebaja. Así es como los ricos so cada vez más ricos y los
pobres cada vez más pobres. Hay que rehacer la sociedad.´´

¡Bella co clusió , y dig a del exordio!

Felizme te, exordio y co clusió , so los dos falsos, porque, detrás de la mitad del
fe óme o que vemos, hay otra mitad que no vemos.

No se ve el fra co ahorrado por Jua Bue hombre y los efectos ecesarios de este
ahorro.

Dado que, debido a su i ve ció , Jua Bue hombre o gasta más que u fra co e
ma o de obra, tras la obte ció de u a satisfacció determi ada, le queda otro fra co.

Si existe e el mu do u obrero que ofrezca sus brazos desocupados, hay e este mu do


tambié u capitalista que ofrece su fra co ocioso. Estos dos eleme tos se e cue tra y
se combi a .

Y es claro como el día que e tre la oferta y la dema da de trabajo, e tre la oferta y la
dema da de salario, la relació o ha cambiado e absoluto.

La i ve ció y u obrero, pagado co el primer fra co, hace ahora la obra que
realizaba a tes dos obreros.

El segu do obrero, pagado co el segu do fra co, realiza u a obra ueva.

¿Qué ha cambiado e to ces e el mu do? Hay u a satisfacció acio al más, e otros


térmi os, la i ve ció es u a co quista gratuita, u be eficio gratuito para la
huma idad.

De la forma que he dado a mi demostració , podrá extraerse esta co secue cia:

``Es el capitalista el que recoge todo el fruto de las máqui as. La clase asalariada, si
bie o las sufre que mome tá eame te, o las aprovecha u ca, dado que, segú usted
mismo, ellas desplazan u a porció del trabajo acio al si disminuirlo, cierto, pero si
aumentarlo tampoco.´´

No e tra e el pla de este opúsculo el resolver todas las objecio es. Su ú ico objetivo
es combatir u prejuicio vulgar, muy peligroso y muy exte dido. Yo quería probar que
u a máqui a ueva o po e ociosos u cierto úmero de brazos más que po ie do
tambié , forzosamente, dispo ibles la remu eració que les paga. Estos brazos y esta
remu eració puede producir lo que era imposible a tes de la i ve ció ; de do de se
sigue que da por resultado definitivo un aumento de la satisfacción con el mismo
trabajo.

¿Quié recoge este excede te de satisfacció ?

¿Quié ? primero el capitalista, el i ve tor, el primero que se sirve co éxito de la


máqui a, y esa es la recompe sa de su ge io y de su audacia. E ese caso, como
acabamos de ver, realiza u ahorro e los gastos de producció , el cual, de cualquier
ma era que sea gastado (y siempre lo es), ocupa ta tos brazos como la máqui a ha
hecho despedir.

Pero e seguida la compete cia le fuerza a bajar el precio de ve ta e la medida de este


mismo ahorro. Y e to ces ya o es el i ve tor el que recibe el be eficio de la
i ve ció ; es el comprador del producto, el co sumidor, el público, i cluidos los
obreros, e u a palabra, es la huma idad.

Y lo que no se ve, es que el Ahorro, así procurado a todos los co sumidores, forma u
fo do de do de el salario extrae alime to, que reemplaza el que la máqui a ha agotado.

Así, retoma do el ejemplo de a tes, Jua Bue hombre obtie e u producto gasta do
dos fra cos de salario. Gracias a su i ve ció , la ma o de obra o le cuesta más que u
fra co.

Mie tras ve da el producto al mismo precio, hay u obrero ocupado de me os hacie do


este producto específico, que es lo que se ve, pero hay u obrero más ocupado por el
fra co que Jua Bue hombre ha ahorrado: es lo que no se ve.

Cua do, por la marcha atural de las cosas, Jua Bue hombre es obligado a bajar de u
fra co el precio del producto, e to ces deja de realizar u ahorro; e to ces o dispo e
de u fra co para e cargar al trabajo acio al u a ueva producció . Pero, e este
aspecto, el que lo ha adquirido se po e e su lugar, y éste, es la huma idad. Quie quiera
que compre el producto paga u fra co me os, ahorra u fra co, y po e ecesariame te
este ahorro al servicio del fo do de salarios: esto es lo que sigue sin verse.

Se ha dado, a este problema de máqui as, otra solució , fu dada sobre los hechos.

Se ha dicho: La máqui a reduce los gastos de producció , y hace bajar el precio del
producto. La rebaja del producto produce u aume to del co sumo, la cual requiere de
u aume to de la producció , y e defi itiva, la i terve ció de otros ta tos obreros o
más, que los que hacía falta a tes. Citamos, apoyá dolo, la impre ta, la fábrica de
hilado, la pre sa, etc.

Esta demostració o es cie tífica.

Habría que co cluir que, si el co sumo de u producto específico del que se trate
perma ece estacio ario o casi, la máqui a perjudicaría el trabajo. ² Lo que o es así.

Supo gamos que e u país todos lo hombres lleva sombrero. Si, media te u a
máqui a, se redujera el precio a la mitad, o se sigue necesariamente que se co sumirá
el doble de ellos.
¿Se dirá, e ese caso, que u a porció del trabajo acio al ha sido elimi ado? Si, segú
la demostració popular. No, segú la mía; ya que, au que e ese país o se comprara
u sólo sombrero de más, el fo do e tero de salarios o quedaría me os a salvo; lo que
iría de me os a la i dustria sombrerera se e co traría e el Ahorro realizado por todos
los co sumidores, e iría de ahí a pagar todo el trabajo que la máqui a ha i utilizado,
provoca do u desarrollo uevo de todas las i dustrias.

Y es así como sucede las cosas. He visto los periódicos a 80 Fr., y ahora está 48. Es
u ahorro de 32 fr. para los abo ados. No es seguro, al me os, o es ecesario que los
32 Fr. co ti úe ye do a la i dustria periodística; pero lo que es seguro, lo que es
ecesario, es que, si o lleva esa direcció , tomará otra. U o lo utiliza para recibir
más periódicos, otro para alime tarse mejor, u tercero para vestirse mejor, u cuarto
para amueblar mejor su casa.

Así, las i dustrias so solidarias. Forma u vasto co ju to do de todas sus partes se


comu ica por ca ales secretos. Lo que se ahorra e u a aprovecha a todas las demás.
Lo que importa, es bie compre der que u ca, u ca jamás, los ahorros tie e lugar a
costa del trabajo y los salarios.

À. El Crédito
Desde siempre, pero sobretodo e los últimos años, se ha buscado u iversalizar la
riqueza u iversaliza do el crédito.

No creo exagerar dicie do que, desde la revolució de Febrero, las impre tas parisi as
ha vomitado más de diez mil pa fletos preco iza do esta solució al Problema social.

Esta solució , tie e por base u a mera ilusió óptica, si se puede decir que u a ilusió
sea u a base.

Se comie za co fu die do el valor mo etario co los productos, después se co fu de el


papel mo eda co el valor mo etario, y de estas dos co fusio es se prete de extraer u a
realidad.

Hay que, e esta cuestió , completame te olvidar el di ero, la mo eda, los billetes y los
otros i strume tos o medios por los que los productos pasa de ma o e ma o, para o
ver más que los productos mismos, que so la verdadera materia de préstamo.

Ya que cua do u labrador pide prestados ci cue ta fra cos para comprar u carro, o
so e realidad ci cue ta fra cos lo que se le presta, si o el carro mismo.

Y cua do u mercader toma prestados vei te mil fra cos para comprar u a casa, o so
vei te mil fra cos lo que debe, si o la casa.

El di ero o aparece e esce a más que para facilitar u acuerdo e tre diversas partes.

Pedro puede o estar dispuesto a prestar su carro y Jua puede estarlo a prestar su
di ero. ¿Qué hace Guillermo e to ces? Toma prestado a Jua el di ero, y co este
di ero, compra el carro a Pedro.
Pero, e realidad, adie toma prestado di ero por el di ero mismo. Se toma u préstamo
para co seguir productos.

Mas, e i gú país, o puede pasarse de u a ma o a otra más productos de los que


hay.

Cualquiera que sea la suma de valor mo etario y de papel que circule, el co ju to de


tomadores de préstamos o puede recibir más carros, casas, útiles, aprovisio amie tos,
materias primas, que el co ju to de prestadores puede proveer.

Ya que metámo os bie e la cabeza que todo tomador de u préstamo supo e alguie
que presta, y que toda toma implica u préstamo. Aclarado esto, ¿qué bie puede hacer
las i stitucio es de crédito? Facilitar, e tre los tomadores y los que presta , el medio de
e co trarse y e te derse. Pero, lo que o puede hacer, es aume tar i sta tá eame te
la masa de objetos prestados y tomados e préstamo.

Ésto se ecesitará si embargo para que el objetivo de los Reformadores se alca ce, ya
que aspira a ada me os que a po er carros, casas, útiles, provisio es, materias primas
e tre las ma os de todos los que lo desee .

Y para ello, ¿qué imagi a ?

Dar al préstamo la gara tía del Estado.

Profu dicemos e la materia, ya que hay algo que se ve, y algo que no se ve. À te temos
ver estas dos cosas.

Supo gamos que o hay más que u carro e le mu do y que dos labradores prete de
obte erlo.

Pedro es poseedor del ú ico carro dispo ible e Fra cia. Jua y Sa tiago desea pedirlo
prestado. Jua , por su probidad, sus propiedades, por su bue a reputació , ofrece
gara tías. Se cree e él; tie e crédito. Sa tiago o i spira co fia za o i spira me os.
Naturalme te, lo que sucede es que Pedro presta su carro a Jua .

Pero he aquí que, bajo la i spiració socialista, el Estado i tervie e y dice a Pedro:
preste su carro a Sa tiago, os gara tizo el reembolso, y esta gara tía vale más que la de
Jua , ya que o hay más que él para respo der por él mismo, y yo, o te go ada,
cierto, pero dispo go de la fortu a de todos los co tribuye tes; co sus di eros os
pagaré a medida el préstamo y el i terés.

E co secue cia, Pedro presta su carro a Sa tiago: es lo que se ve.

Y los socialistas se frota las ma os, dicie do: ea como uestro pla ha fu cio ado.
Gracias a la i terve ció del Estado, el pobre Sa tiago tie e u carro. Ya o estará
obligado a layar la tierra; hele aquí e el cami o hacia la fortu a. Es u bie para él y u
be eficio para la ació tomada e masa.

¡Pues o! señores, o es u be eficio para la ació , ya que he aquí lo que no se ve.


No vemos que el carro ha sido para Sa tiago sólo porque o lo ha sido para Jua .

No vemos que, si Sa tiago labra e lugar de layar, Jua será forzado a layar e lugar de
labrar.

Que, e co secue cia, lo que se co sideraba como u incremento del préstamo o es


más que u desplazamiento del mismo.

Además, no se ve que este desplazamie to implica dos profu das i justicias.

À justicia para co Jua , quie , tras haber merecido y co quistado el crédito por su
probidad y su actividad se ve desprovisto de él.

À justicia para co los co tribuye tes, expuestos a pagar u a deuda que ada tie e que
ver co ellos.

¿Se dirá que el gobier o ofrece a Jua las mismas facilidades que a Sa tiago? Pero
como o hay más que u carro dispo ible, o se puede prestar dos. El argume to
siempre vuelve al hecho de que, gracias a la i terve ció del Estado, se co cederá más
préstamos de los que se puede dar, ya que aquí el carro represe ta la masa de los
capitales dispo ibles.

He reducido, cierto es, la operació a su expresió más simple; pero, pruebe co la


misma lógica las i stitucio es guber ame tales de crédito más complejas, se
co ve cerá de que o puede te er más resultado que éste: desplazar el crédito, o
aumentarlo. E u país y tiempo dados, o hay más que u a cierta suma de capitales
dispo ibles y todos se utiliza . Gara tiza do a los i solve tes, el Estado puede e
efecto aume tar el úmero de los tomadores de crédito, hacer aume tar el i terés
(siempre perjudicial para el co tribuye te), pero, lo que o puede hacer, es aume tar el
úmero de los que presta y el total de lo prestado.

Que o se me impute, si embargo, u a co clusió de la que Dios me libre. Yo digo


que la Ley o debe favorecer artificialme te las peticio es de préstamos; pero tampoco
que deba dificultarlas artificialme te. Si hubiera, e uestro régime hipotecario o e
otros, obstáculos a la difusió y a la aplicació del crédito, que se haga desaparecer;
ada mejor, ada más justo. Pero eso es, co la libertad, todo lo que debe pedir a la
Ley los Reformadores dig os de ese ombre.

. Argelia
Pero he aquí cuatro oradores que se disputa la tribu a. Habla primero todos a la vez,
luego u o tras otro. ¿Qué ha dicho? cosas segurame te muy bellas sobre el poderío y
la gra deza de Fra cia, sobre la ecesidad de sembrar para cosechar, sobre el brilla te
futuro de uestra giga tesca colo ia, sobre la ve taja de e viar lejos el exceso de
uestra població , etc., etc.; mag íficas muestras de elocue cia, siempre or ame tadas
de esta perorata:

``ote ci cue ta millo es (más o me os) para hacer e Argelia puertos y carreteras,
para llevar colo os, para co struir casas, cultivar los campos. Así aliviará al trabajador
fra cés, favorecerá el trabajo africa o, y hará fructificar el comercio marsellés. Todo
so be eficios.´´

Sí, es cierto, si o co sideramos los ci cue ta millo es más que a partir del mome to e
que el Estado los gasta, si miramos a dó de va , o de dó de vie e ; si sólo te emos e
cue ta el bie que hará salie do del cofre de los recaudadores y o el mal que ha
producido, o más que el bie que se ha impedido, hacié doles e trar ahí; sí, desde ese
limitado pu to de vista, todo so be eficios. La casa co struida e Barbaría, es lo que
se ve, el puerto co struido e Barbaría, es lo que se ve, el trabajo provocado e
Barbaría, es lo que se ve, algu os brazos de me os e Fra cia, es lo que se ve, u gra
movimie to de merca cías e Marsella, sigue siendo lo que se ve.

Pero hay algo que no se ve. So los ci cue ta millo es gastados por el Estado o
pudie do serlo, como lo habría sido, por el co tribuye te. De todo el bie atribuido al
gasto público ejecutado, hay que deducir todo el mal del gasto privado así impedido; ²
a me os que se vaya hasta decir que Jua Bue hombre o habría hecho ada co las
mo edas de cie perras que había ga ado y que el impuesto le ha arrebatado; aserció
absurda, ya que si se ha tomado la molestia de ga arlas, es que esperaba darse la
satisfacció de servirse de ellas. Habría hecho elevar la cerca de su jardí y o podrá,
esto es lo que no se ve. Habría añadido u piso a su choza y o podrá, esto es lo que no
se ve. Habría hecho abo ar ) su campo y o lo hará, esto es lo que no se ve. Habría
aume tado sus aperos y ya o podrá, esto no se ve. Estaría mejor vestido, mejor
alime tado, podría hacer i struir mejor a sus hijos, habría mejorado la dote de su hija y
o podrá, esto es lo que no se ve. Se habría metido e la asociació de socorro mutuo y
o lo hará, esto no se ve. Por u a parte, los disfrutes que se le escamotea , y los medios
para actuar que se ha destruido e sus ma os, por otra; el trabajo del obrero, del
carpi tero, del herrero, del sastre, del maestro de escuela de su pueblo, que él habría
favorecido y se e cue tra empobrecido, esto es lo que se sigue sin ver.

Se cue ta mucho co la futura prosperidad de Argelia; sea. Pero que cue te algo
tambié el marasmo co el que, mie tras ta to, se golpea a Fra cia. Se me muestra el
comercio marsellés; pero si se hace co el producto de los impuestos, yo mostraré u
comercio dismi uido igual e el resto del país. Se dice: ``He aquí u colo o
tra sportado a Barbaría; es u alivio para la població que se queda e el país.´´ Yo
respo do: ¿Cómo puede ser esto, si lleva do al colo o a Argel, se ha tra sportado co
él el dos o tres veces el capital que le habría permitido vivir e Fra cia[9]?

El ú ico objetivo que prete do, es hacer compre der al lector que, e todo gasto
público, tras el bie apare te, hay u mal más difícil de discer ir. Como la te go yo ya,
querría hacerle tomar la costumbre de ver el u o y el otro y te er e cue ta los dos.

Cua do u gasto público es propuesto, hay que exami arlo e sí mismo, abstracció
hecha del prete dido be eficio que de él resulta para el trabajo, ya que o es más que
u a quimera. Lo que hace al respecto el gasto público, el gasto privado lo habría hecho
igualme te. Así que el i terés del trabajo o puede ser la causa.

No e tra e el objeto de este escrito apreciar el mérito i trí seco del gasto público e lo
refere te a Argelia.
Pero o puedo rete er u a observació ge eral. Y es que la presu ció es siempre
desfavorable a los gastos colectivos media te impuestos. ¿Por qué? Por lo siguie te:

Para empezar la justicia siempre sufre algo por esto. Dado que Jua Bue hombre ha
sudado para ga ar su mo eda de cie perras, e vista de u a satisfacció , es por lo
me os molesto que el fisco i terve ga para quitar a Jua Bue hombre esta satisfacció
y co ferirla a otro. Cierto, correspo de al fisco o a los que lo hace actuar dar bue as
razo es. Hemos visto que el Estado da u a detestable cua do dice: co estas cie perras,
haré trabajar obreros, ya que Jua Bue hombre (a o ser que te ga cataratas) o dejará
de respo der: ``¡Caramba! co esas cie perras, ¡yo mismo los haré trabajar!´´

Puesta a parte esta razó , las otras se des uda completame te, y el debate e tre el fisco
y el pobre Jua se e cue tra e ormeme te simplificado. Que el Estado le diga: Te tomo
cie perras para pagar al ge darme que te dispe sa de ocuparte tú mismo de tu
seguridad; ² para pavime tar la calle que atraviesas todos los días; ² para pagar el
sueldo al magistrado que hace respetar la propiedad y la libertad; ² para alime tar al
soldado que defie de uestras fro teras, Jua Bue hombre pagará si decir u a sola
palabra, o mucho me equivoco. Pero si el estado le dice: Te tomo estas cie perras para
darte u a perra de prima, e el caso de que hubieras cultivado bie tu campo; ² o por
e señar a tu hijo lo que tú o quieres que apre da; ² o para que el Sr. Mi istro añada
u ce tésimo primer plato a su ce a; ² yo te los tomo para co struir u a choza e
Argelia, si o, te tomo cie perras más cada año para ma te er allá al colo o; y otras
cie perras para ma te er u ge eral que rija al soldado, etc., etc., me parece oír al
pobre Jua gritar: ``¡Este régime legal se asemeja basta te al del bosque de Bo dy
[10]
!´´ Y como el Estado preve la objeció , ¿qué hace? Emborro ar todo; hace aparecer
precisame te esta razó detestable que o debería te er i flue cia e la cuestió ; habla
del efecto de cie perras sobre el trabajo, muestra al coci ero y al proveedor del
mi istro; muestra al colo o, al soldado, al ge eral, vivie do de los ci co fra cos; e fi ,
muestra lo que se ve, y mie tras Jua Bue hombre o haya apre dido a apreciar
tambié lo que no se ve, Jua Bue hombre será e gañado. Esto es por lo que me
esfuerzo de e señárselo a base de repeticio es.

De que el gasto público desplace el trabajo si aume tarlo, resulta co tra el primero u a
segu da y grave presu ció . Desplazar el trabajo, es desplazar a los trabajadores, es
perturbar las leyes aturales que preside la distribució de la població e el territorio.
Cua do 50 millo es so dejados a los co tribuye tes, como está por todas partes,
alime ta el trabajo e las cuare ta mil comu as de Fra cia; actúa e el se tido de u
lazo que u e a cada u o a su tierra atal; se reparte e tre todos los trabajadores
posibles y todas las i dustrias imagi ables. Mas si el Estado, quita do 50 millo es a los
ciudada os, los acumula y gasta e u pu to dado, atrae sobre este pu to u a ca tidad
proporcio al de trabajo desplazado, u úmero correspo die te de trabajadores
desarraigados, població flota te, desclasada, y osaría decir peligrosa cua do el di ero
se termi a! ² Pero ocurre esto (y por aquí e tro e mi tema): esta actividad febril, y por
así decir i ducida e u estrecho espacio está a la vista de todos, es lo que se ve, el
pueblo aplaude, se maravilla de la belleza y de la facilidad del procedimie to, y reclama
su re uevo y exte sió . Lo que no se ve, es que u a ca tidad igual de trabajo,
probableme te más juicioso, ha sido elimi ado del resto de Fra cia.

À. Ahorro y Lujo


No es solo e materia de gasto público que lo que se ve eclipsa lo que no se ve. Deja do
e la pe umbra la mitad de la eco omía política, este fe óme o i duce u a falsa moral.
Lleva a las acio es a co siderar como a tago istas sus i tereses morales y sus
i tereses materiales. ¡Qué podría ser más descorazo ador y más triste! ea :

No hay padre de familia que o se tome como deber el e señar a sus hijos el orde , el
acuerdo, el espíritu de la co versació , la eco omía, la moderació e el gasto. No hay
religió que o true e co tra el fasto y el lujo. Está muy bie ; pero, por otra parte, qué
más popular que estas frases:

``Atesorar, es secar las ve as del pueblo.´´ ``El lujo de los gra des hace la comodidad
de los pequeños.´´ ``Los pródigos se arrui a , pero e riquece al Estado.´´ ``Es sobre lo
superfluo del rico que germi a el pa del pobre.´´

He aquí, e efecto, e tre la idea moral y la idea social, u a flagra te co tradicció . ¡Que
los espíritus emi e tes, tras co statar el co flicto, desca se e paz! Esto es lo que
u ca he podido compre der; ya que me parece que o hay ada que podamos se tir
más doloroso que ver dos te de cias opuestas e la huma idad. ¡Cómo! ¡llega ella a la
degradació ta to por u a como por otra vía! ¡Ahorradora, ella cae e la miseria;
pródiga, se corrompe e la decade cia moral!

Felizme te las máximas populares muestra e gañosame te el Ahorro y el Lujo, o


te ie do e cue ta más que las co secue cias i mediatas que se ven, y o los efectos
ulteriores que no se ven. À te temos rectificar esta visió i completa.

Do Mi ervo y su herma o Do Arístides, habié dose repartido la here cia pater a,


tie e cada u o ci cue ta mil fra cos de re ta. Do Mi ervo practica la fila tropía a la
moda. Es lo que se llama u verdugo de di ero. Re ueva su mobiliario varias veces al
año, cambia sus equipajes cada mes; se cue ta los i ge iosos procedimie tos a los que
recurre para gastarlo a tes: e resume , hace palidecer a los vividores de Balzac y
Aleja dro Dumas.

¡Además, hay que oír el co cierto de elogios que le rodea siempre! ``¡Háble os de Do
Mi ervo! ¡iva Do Mi ervo! Es el be efactor del obrero; es la provide cia del pueblo.
E realidad, se sumerge e la orgía, co tagia a los pasa tes; su dig idad y la de la
huma idad sufre u poco por ello. Pero, bah, si o se muestra útil por sí mismo, es útil
por su fortu a. Hace circular el di ero: e su corte u ca falta proveedores que
siempre se retira satisfechos. ¿No se dice que si el oro es redo do, es porque rueda?´´

Do Arístides ha adoptado u tre de vida muy difere te. Si bie o es u egoísta, es


por lo me os u individualista, ya que co trola sus gastos, o busca más que disfrutes
moderados y razo ables, pie sa e el futuro de sus hijos, y, digámoslo, ahorra.

¡Y hay que oír lo que de él dice el populacho!

``¿Para qué sirve este mal rico, este avaro? Si duda, hay algo de impo e te y se sible
e la simplicidad de su vida; es por lo demás huma o, bie hechor, ge eroso, pero
calcula. No se come todos sus i gresos. Su ma sió o está si cesar respla decie te y
agitada. ¿Qué reco ocimie to se ga a e tre los tejedores, los carroceros, los chala es y
los pasteleros?´´
Estos juicios, fu estos para la moral, so fu dados sobre el hecho de que hay algo que
salta a la vista: el gasto del pródigo; y hay algo que o: el gasto igual e i cluso superior
del ahorrador.

Pero las cosas ha sido ta admirableme te puestas por el divi o i ve tor del orde
social, que e esto, como e todo, la Eco omía política y la Moral, lejos de agredirse,
co cuerda , y que la sabiduría de Do Arístides es, o solame te más dig a, si o
i cluso más beneficiosa que la locura de Do Mi ervo.

Y cua do digo más be eficiosa, o quiero decir sólo para Do Arístides, o i cluso para
la sociedad e ge eral, si o más be eficiosa para los obreros actuales, para la i dustria
del día.

Para probarlo, basta po er bajo la mirada del espíritu las co secue cias ocultas de las
accio es huma as que el ojo o ve.

Sí, la prodigalidad de Do Mi ervo tie e efectos visibles para cualquiera: cada cual
puede ver sus berli as, sus coches, sus carros de paseo, las maravillosas pi turas de sus
techos, sus ricas alfombras, el brillo de su ma sió . Todo el mu do sabe que sus pura
sa gres corre e el hipódromo. Las ce as que orga iza e el hôtel de Paris para la
muchedumbre sobre el bulevar, y se dice : he aquí u hombre bravo, quie , lejos de
reservarse ada de sus i gresos, merma probableme te su capital. ² Esto es lo que se
ve.

No es ta fácil ver, desde el pu to de vista del i terés de los trabajadores lo que ocurre a
los i gresos de Do Arístides. Sigamos la pista, si embargo, y os aseguraremos de
que todos, hasta el último óbolo, hace trabajar obreros, ta ciertame te como los de
Do Mi ervo. No hay más que esta difere cia: El gasto loco de Do Mi ervo está
co de ado a decrecer si cese y e co trar ecesariame te u fi al; el sabio gasto de
Do Arístides irá aume ta do de año e año.

Y así es como, e efecto, el i terés público se po e de acuerdo co la moral.

Do Arístides gasta, para sí y su casa, vei te mil fra cos al año. Si esto o bastara para
su felicidad, o merecería el ombre de sabio. ² Es receptivo a los males que pesa
sobre las clases pobres; se cree, e co cie cia, obligado a aportar u cierto alivio y
co sagra diez mil fra cos a actos de be efice cia. ² E tre los egocia tes, los
fabrica tes, los agricultores, hay amigos mome tá eame te e problemas. Se i forma
de su situació , co el fi de ayudarles co prude cia y eficacia, y desti a a esta obra
otros diez mil fra cos. ² Fi alme te, o se olvida de que hay hijas a las que dotar,
hijos a los que hay que asegurar u porve ir, y, e co secue cia, se impo e ahorrar y
po er a plazo diez mil fra cos cada año.

Éste es pues el empleo de sus i gresos:

1° Gastos perso ales 20 000 Fr.


2° Be efice cia 10 000 Fr.
3° Servicios a amigos 10 000 Fr.
4° Ahorro 10 000 Fr.
Retomemos cada u o de los capítulos, y veremos que i u solo óbolo escapa al trabajo
acio al.

1º Gastos perso ales. Éstos, e cua to a obreros y proveedores, tie e efectos


absolutame te idé ticos al mismo gasto hecho por Do Mi ervo. Esto es evide te e sí
mismo, o hablemos más de ello.

2º Be efice cia. Los diez mil fra cos co sagrados a esta fi alidad va tambié a
alime tar la i dustria; llega al pa adero, al car icero, al ve dedor de trajes y de
muebles. Sólo el pa , la car e, los vestidos o sirve directame te a Do Arístides, si o
a los que le ha sustituido. Pero esta simple substitució de u co sumidor por otro o
afecta e ada a la i dustria e ge eral. Que Do Arístides gaste cie perras o que le
ruegue a u desdichado de gastarlas e su lugar, es lo mismo.

3º Servicios a amigos. El amigo al que Do Arístides presta o da diez mil fra cos o los
recibe para e terrarlos; esto repug a como hipótesis. Se sirve para pagar merca cías o
deudas. E el primer caso, la i dustria es favorecida. ¿Se osará decir que habría ga ado
más compra do Do Mi ervo u pura sa gre de diez mil fra cos que compra do Do
Arístides o su amigo diez mil fra cos de tela? Si la suma se desti a a pagar u a deuda,
todo lo que resulta, es que aparece u tercer perso aje, el acreedor, que percibirá los
diez mil fra cos, pero que seguro los empleará e algo e su comercio, su fábrica o su
explotació . Es u i termediario más e tre Do Arístides y los obreros. Los ombres
propios cambia , pero el gasto persiste y el impulso a la i dustria tambié .

4º Ahorro.

Queda los diez mil fra cos ahorrados; ² y es aquí do de desde el pu to de vista del
impulso a las artes, la i dustria, el trabajo, los obreros, Do Mi ervo parece muy
superior a Do Arístides, au que, e la comparació moral, Do Arístides se muestre
u poco por e cima de Do Mi ervo.

Nu ca si malestar físico, que va hasta el sufrimie to, veo yo aparecer tales


co tradiccio es e tre las leyes de la aturaleza. Si la huma idad se viera forzada a optar
e tre dos posibilidades, de las cuales u a hiere sus i tereses y la otra su co cie cia, o
os queda si o desesperar os por su desti o. Felizme te, esto o es as [11]. ² Y, para
ver a Do Arístides retomar su superioridad eco ómica, ta to como su superioridad
moral, basta compre der este axioma co solador, que o es me os cierto por te er u a
fiso omía paradójica: horrar, es gastar.

¿Cuál es el objetivo de Do Arístides, al ahorrar diez mil fra cos? ¿Es acaso e terrar
diez mil mo edas de cie perras e u esco dite de su jardí ? Pues o, busca aume tar
su capital y sus i gresos. E co secue cia, su di ero lo emplea e comprar tierras, u a
casa, re tas del Estado, accio es i dustriales, o bie lo deposita e u egocio o u
ba co. Siga los escudos e todas sus hipótesis, y se co ve cerá de que, por
i termediació de ve dedores o por préstamos, va a alime tar el trabajo ta seguro
como si Do Arístides, siguie do el ejemplo de su herma o, los hubiera cambiado por
muebles, joyas o caballos.
Ya que, cua do Do Arístides compra por 10,000 Fr. tierras o re ta, está determi ado
por la co sideració de que o tie e ecesidad de gastar esta suma, ya que es ésto lo que
le echa e cara.

Pero, por la misma, el que le ve de la tierra o la re ta está determi ado por la


co sideració de que el sí ecesita gastar los diez mil fra cos de u a ma era dada.

De ma era que el gasto se hace, e cualquier caso, o por Do Arístides o por los que le
substituye .

Desde el pu to de vista de la clase obrera, del impulso al trabajo, o hay pues, e tre la
co ducta de Do Arístides y la de Do Mi ervo, más que u a difere cia; el gasto de
Do Mi ervo es realizado directame te por él, y a su alrededor, se ve; el gasto de Do
Arístides se ejecuta e parte por medio de i termediarios y de lejos, no se ve. Pero, de
hecho, para el que sabe u ir los efectos y las causas, el gasto que o se ve es ta cierto
como el que o. Lo que lo prueba, es que e los dos casos los escudos circulan, y que
o queda más e la caja fuerte del sabio que e la del derrochador.

Es por ta to falso decir que el Ahorro es u daño real a la i dustria. Desde esta
perspectiva, es ta be eficioso como el Lujo.

Pero cua superior es, si el pe samie to, e lugar de e cerrarse e la hora que sigue,
abarca u largo periodo.

Diez años ha pasado. ¿Qué ha sido de Do Mi ervo y su fortu a, y de su gra


popularidad? Todo se ha evaporado, Do Mi ervo está arrui ado; lejos de aportar
sese ta mil fra cos todos los años al cuerpo social, está quizás a su cargo. E todo caso,
ya o hace la felicidad de sus proveedores, ya o cue ta como promotor de las artes y la
i dustria, ya o sirve para ada a los obreros, o más que su prole, que deja
desamparada.

Al cabo de los mismo diez años, o solame te Do Arístides a co ti uado po ie do sus


i gresos e circulació , si o que aporta i gresos crecie tes de año e año. Aume ta el
capital acio al, es decir el fo do que alime ta los salarios, y como es de la importa cia
de dicho fo do del que depe de la dema da de brazos, co tribuye a aume tar
progresivame te la remu eració de la clase obrera. Cua do muera, queda sus hijos
que él ha preparado para reemplazarle e su obra de progreso y de civilizació .

E el pla o moral, la Superioridad del Ahorro sobre el Lujo es i co testable. Es


co solador pe sar que es lo mismo, e el pla o eco ómico, para cualquiera que, si
dete erse e los efectos i mediatos de los fe óme os, sabe llevar sus i vestigacio es
hasta sus efectos defi itivos.

ÀÀ. Derecho al trabajo, derecho al


be eficio.
``Herma os, cotizad para proveerme de obreros a vuestro precio.´´ Es el Derecho al
trabajo, el Socialismo eleme tal o de primer grado.
``Herma os, cotizad para proveerme de obreros a mi precio.´´ Es el derecho al
be eficio, el Socialismo refi ado o de segu do grado.

El u o y el otro vive gracias a los efectos que se ven. Los dos morirá por los efectos
que no se ven.

Lo que se ve, es el trabajo y el be eficio estimulados por la cotizació social. Lo que no


se ve, so los trabajos a los que daría lugar esta misma cotizació si se la dejáramos a
los co tribuye tes.

E 1848, el Derecho al trabajo se mostró u mome to bajo sus dos caras. Esto bastó
para arrui arlo de cara a la opi ió pública.

U a de esas caras se llamaba: Taller nacional.

La otra: Cuarenta y cinco céntimos.

Millo es iba todos los días de la calle de Rivoli a los talleres acio ales. Es el lado
bello de la medalla.

Pero he aquí el reverso. Para que salga millo es hace falta que haya e trado. Es por lo
que los orga izadores del Derecho al trabajo se dirige a los co tribuye tes.

Pero e to ces, los campesi os decía : Te go que pagar 45 cé timos. Así pues, te dré
que privarme de u traje, o abo aré mis campos, o arreglaré mi casa.

Mas, los campesi os dice : Ya que uestro burgués se priva de u vestido, habrá me os
trabajo para el taller; como o abo a su campo, habrá me os trabajo para el labrador;
como o hace reparar su casa, habrá me os trabajo para el carpi tero y el peó .

Hay e to ces que probar que o se saca de u bolso dos molie das, y que el trabajo
remu erado por el gobier o se hace a expe sas del trabajo pagado por el co tribuye te.
Así fue la muerte del Derecho al trabajo, que apareció como u a quimera, ta to como
u a i justicia.

Y si embargo, el derecho al be eficio, que o es si o la exageració del Derecho al


Trabajo, vive aú y le va maravillosame te.

¿No hay algo de vergo zoso e el rol que el proteccio ista hace i terpretar a la
sociedad?

Él le dice:

Tie es que darme trabajo, y, lo que es más, trabajo lucrativo. He escogido to tame te
u a i dustria que me deja u diez por cie to de pérdidas. Si tu i stauras u a
co tribució de vei te fra cos de mis compatriotas y si me la das, mi pérdida se
co vertirá e be eficio. Y el be eficio es u Derecho, tú me lo debes.
La sociedad que escucha a este sofista, que se carga de impuestos para satisfacerle, que
o se percata de que la pérdida sufrida por u a i dustria o es me os pérdida porque se
obligue a compe sarla, esta sociedad, digo yo, merece el fardo que se le obliga a portar.

Así, lo vemos a través de los umerosos temas que he recorrido: No saber Eco omía
política, es dejarse deslumbrar por el efecto i mediato de u fe óme o; saber, es
i troducir e el pe samie to y e la previsió el co ju to de los efectos[12].

Podría someter aquí u a e orme ca tidad de cuestio es a la misma prueba. Pero reculo
a te la mo oto ía de u a demostració siempre idé tica, y termi o, aplica do a la
Eco omía política lo que Chateaubria d dice de la Historia:

``Hay, dice él, dos co secue cias e historia: u a i mediata y que es co ocida al
i sta te, otra leja a y que o se percibe a primera vista. Estas co secue cias a me udo
se co tradice ; u as vie e de uestra escasa sabiduría, las otras de la sabiduría
perdurable. El suceso provide cial aparece tras el suceso huma o. Dios se eleva tras los
hombres. Negad ta to como os plazca el co sejo supremo, o co si táis su acció ,
disputáos sobre las palabras, llamad fuerza de las cosas o razó lo que el pueblo llama
Provide cia; pero mirad al fi al de u hecho co sumado, y vereis que siempre ha
producido lo co trario de lo que se esperaba de él cua do o ha sido establecido
primero sobre la moral y la justicia.´´
(´  ; ‰emorias de ultratumba.)

r 

[1]: Este pa fleto, publicado e Julio de 1850, es el último que escribió Bastiat. Desde
hacía u año estaba prometido al público. He aquí como su aparició fue retrasada. El
autor perdió el ma uscrito cua do lo tra sportaba de su domicilio de la calle de
Choiseul a la calle de Argel. Tras larga e i útil búsqueda, se decidió a recome zar su
obra por completo, y escogió como base pri cipal de sus demostracio es los discursos
recie teme te pro u ciados e la Asamble Nacio al. U a vez termi ada esta tarea, se
reprochó el haber sido demasiado serio, tiró al fuego el segu do ma uscrito y escribió el
que osotros reimprimimos. ÿNota del editor de la edición original.)

[2]: . el cap.  del tomo À ÿNota del editor de la edición original.)

[3]: El periódico Le ‰oniteur Industriel era el órga o pri cipal de la propaga da e el


favor del proteccio ismo.

[4]: . e el tomo À, el capítulo  de la 1ª serie de Sofismas, p. 100 y siguie tes.


ÿNota del editor de la edición original.)

[5]: . le chap. ÀÀÀ du tome À. ÿNota del editor de la edición original.)

[6]: El autor ha i vocado a me udo la presu ció de verdad que se asocia al


co se timie to u iversal ma ifestado por la práctica de todos los hombres. ÿNota del
editor de la edición original.)
[7]: Los sa simo ia os, fala steria os e icaria os so miembros de diversas sectas
socialistas de la época. Los primeros so los discípulos de Sa Simó , los segu dos
era partidarios de los fala sterios, sociedades comu istas similares a los muy
posteriores kibboutz. La Àcaría fue u a utopía socialista que sus partidarios quisiero
fu dar e América. ÿNota del Traductor.)

[8]: er e el tomo À, pági as 86 y 94, los cap. À y ÀÀÀ de la 1ª serie de Sofismas,
y, pági a 538, las reflexio es e viadas al Sr. Thiers sobre el mismo tema; además, e el
prese te volume , el cap. À. ÿNota del editor de la edición original.)

[9]: El Sr. Mi istro de la guerra a afirmado últimame te que cada i dividuo


tra sportado a Argelia a costado al Estado 8000 Fr. Ahora bie , es seguro que los
desdichados de los que se trata habría vivido muy bie e Fra cia co u capital de
4000 Fr. Yo pregu to ¿e que se alivia a la població fra cesa, cua do se le priva de u
hombre y los medios de existe cia de dos?

[10]: Bosque reputado por los ba didos que desvalijaba a los viajeros que lo
atravesaba . ÿNota del editor de la edición de la FEE.)

[11]: . la ota de la pági a 369. ÿNota del editor de la edición original.) Se trata, más
arriba e este mismo docume to, de la ota ``er e el tomo À, las pági as 86 y 94...´´
ÿNota del editor de Bastiat.org.)

[12]: Si todas las co secue cias de u a acció recayera sobre su autor, uestra
educació sería rápida. Pero o es así. A veces las bue as co secue cias visibles so
para osotros, y las malas co secue cias i visibles para los otros, lo que os las vuelve
más i visibles aú . Hay que esperar a que la reacció ve ga de aquellos que tie e que
soportar las malas co secue cias del acto. Esto lleva algu as veces mucho tiempo, y
esto es lo que prolo ga el rei ado del error. U hombre hace u acto que produce
bue as co secue cias iguales a 10, e su be eficio y malas co secue cias iguales a 15,
repartidas e tre 30 de sus semeja tes de ma era que o recae sobre cada u o de ellos
más que 1/2. E total, hay pérdida y la reacció debe ecesariame te producirse. Se
co cibe si embargo que se haga esperar ta to más cua to más disperso esté el mal
e tre la masa y el bie más co ce trado e u pu to. ÿNota inédita del autor)

Extraído de la edició origi al e 7 volúme es (1863) de las obras completas de Frédéric Bastiat,
tomo , Ce qu'on voit et ce qu'on ne voit pas , pp. 362-392.

Traducido y maquetado e hipertexto por Luis Garcés-Erice; luis.garces@gmail.com para


Bastiat.org, segú el texto de Fra ois-Re é Rideau.

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