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Solía referir una historia sobre la forma en que se redacta este libro y
que vale la pena reseiiar aquí porque contribuye a situarlo en su tiempo y
revela también algo respecto a su prop6sito.
La historia comienza muy al principio de mi carrera académica, cuan do
me sentía cada vez más insatisfecho con el rumbo que tomaba mi trabajo
y con la profesión de psicología educativa, tal como me habían enseñado
a ejercerla. Era a finales de los cincuenta y principios de los sesenta, en
un tiempo en que los psic61ogos educativos actuaban, sobre todo, como
aplicadores de test más que como observadores del mundo real. Por
añadidura, si llegaban a percibir algo, era s61o provistos de cronometro y
de un estricto programa de observación. El modelo de investigación en
aquellos días, al menos en el que me habían instruido, consista,
esencialmente, en aplicar a un grupo de personas (por lo general
estudiantes) un conjunto de test y determinar luego lo que suceda. Desde
luego habla mucho más que esto. Era preciso comprobar hip6tesis,
construir teorías y controlar o elegir aleatoriamente las variables.
Resultaban necesarias las manipulaciones estadísticas de los datos,
incluyendo el análisis factorial e incluso técnicas multivariadas más
complejas que por entonces comenzaban a desarrollarse. Pero los
instrumentos centrales de la investigaci6n, las medidas de aquello en lo
que uno estaba interesado, eran casi siempre test de papel y lápiz de
uno u otro tipo.
Operando dentro de este marco, mi colega J. W. GETZELS y yo aco
metimos en aquellos arios un estudio relativamente amplio (para la época)
de los estudiantes de los grados superiores (del sexto al duodécimo) del
Laboratorio Escolar de la Universidad de Chicago. Cada alumno de la
muestra era sometido a más de 23 horas de aplicaci6n de test,
distribuidas a lo largo de varios meses. Se trataba de test de
personalidad, de actitudes hacia la escuela, de intereses, de valores, de
inteligencia, de creatividad, de desarrollo moral y de mucho más. En
conjunto, logramos casi un centenar de resultados por cada alumno.
Nuestra tarea como
28 La vida en las aulas
George SCHALLER, The Mountain Gorilla: Ecology and Behavior (Chicago: University
1
para ilustrar lo que creo que WHITE quiere decir, porque sus comentarios
encajan ciertamente con lo que me sucedi6 como observador y su
precisión atañe también a lo que me ocurri6 más tarde, cuando empecé
a reflexionar sobre lo que habrá observado.
A menos que me forzase a concentrarme en algo específico, como la
frecuencia de las interacciones profesor/alumno, mis pensamientos
mientras estaba en clase vagaban casi sin rumbo, refiriéndose a
cualquier objeto, persona o acontecimiento que llamara mi atenci6n. El
proceso se repetía por las tardes en mi casa. Allí reflexionaba sobre cuanto
habrá visto y oído, pero nunca de un modo sistemático. Recuerdo que a
menudo me sorprendía una escena o acontecimiento que brillaba
inesperadamente en mi memoria. Cuando suceda esto, solar hacer una
pausa para pensar en lo que habrá recordado, preguntándome por qué se
habrá alojado en la memoria aquel fragmento específico de la
experiencia. Rara vez era capaz de responder satisfactoriamente a la
pregunta, pero con frecuencia advertía que, si examinaba una y otra vez
tales recuerdos, comenzaba a discernir aspectos que hasta entonces
parecía haber pasado por alto. Lo que al principio me habrá resultado
insignificante cobraba cada vez más importancia. Esa experiencia, que
ahora considero como fase crucial del proceso interpretativo, era de
manera invariable estimulante. Casi nunca dejaba de suscitar un deseo
de regresar al aula.
WHITE habla también de la interpretaci6n como «sistemáticamente
ambigua respecto a la naturaleza del objeto de su interés» 3 • Lo que me
parece que quiere decir es que el intérprete se halla genuinamente sor
prendido por aquello que ha decidido estudiar y que se siente al mismo
tiempo escéptico ante lo que los otros ya han dicho al respecto. En otras
palabras, el objeto de interés retiene un aire de misterio para la persona
que lo estudia, por ordinario y familiar que pueda aparecer al mismo tiempo.
WHITE extiende su actitud de duda a la termino logra empleada para
describir lo que se estudia, así como a los modos habituales de
explicarlo. La búsqueda de una descripción más completa obliga al
interprete a abandonar el lenguaje literal y técnico en favor de una
expresi6n más figurativa a la que WHITE se refiere como las «técnicas
de figuraci6n» 4 •
No era yo consciente de que mi discurso se hiciese más figurativo
cuando trataba de hablar sobre cosas que habla observado durante mis
visitas a las clases, pero comprendo ahora que cuando me concentraba
en una imagen particular o en un fragmento de conversaci6n captado en .
una de mis visitas era, a menudo, porque habla comenzado a considerar
ese objeto o acontecimiento en forma simb61ica y por eso figurativa mas
2
Hayden WHITE, «The rhetoric of interpretation» en The Rhetoric of Interpretation and
the Interpretation of Rhetoric, Paul HERNADI (ed.) (Durham, Carolina del Norte. Duke Uni
versity Press, 1989), p. 2.
3
WHITE, p. 2.
4
WHITE, p. 2.
36 La vida en las aulas
* Dejamos el texto ingles utilizado por el autor, por ser muy frecuente en ámbitos
psicol6gicos y educativos. Su sentido es el de «percepci6n repentina», «darse cuenta
súbitamente de algo». (N. de/ R.}
38 La vida en las aulas
P. W. J.Octubre de 1989