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MATEO

Visita de los sabios

2 Después de que Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey


Herodes, llegaron a Jerusalén unos sabios [a] procedentes del Oriente.

— ¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos? —preguntaron—. Vimos


levantarse[b] su estrella y hemos venido a adorarlo.

Cuando lo oyó el rey Herodes, se turbó, y toda Jerusalén con él. 4 Así que

convocó de entre el pueblo a todos los jefes de los sacerdotes y maestros de


la ley, y les preguntó dónde había de nacer el Cristo.

—En Belén de Judea —le respondieron—, porque esto es lo que ha escrito


el profeta:

»“Pero tú, Belén, en la tierra de Judá,
    de ninguna manera eres la menor entre los principales de Judá;
porque de ti saldrá un príncipe
    que será el pastor de mi pueblo Israel”». [c]

Luego Herodes llamó en secreto a los sabios y se enteró por ellos del
tiempo exacto en que había aparecido la estrella. 8 Los envió a Belén y les
dijo:

—Vayan e infórmense bien de ese niño y, tan pronto como lo encuentren,


avísenme para que yo también vaya y lo adore.

Después de oír al rey, siguieron su camino, y sucedió que la estrella que


habían visto levantarse iba delante de ellos hasta que se detuvo sobre el
lugar donde estaba el niño. 10 Al ver la estrella, se llenaron de
alegría. 11 Cuando llegaron a la casa, vieron al niño con María, su madre; y
postrándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le presentaron como regalos
oro, incienso y mirra. 12 Entonces, advertidos en sueños de que no volvieran
a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
Jesús sana a un leproso

8 Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguieron grandes multitudes. 2 Un


hombre que tenía lepra se le acercó y se arrodilló delante de él.

—Señor, si quieres, puedes limpiarme —le dijo.



Jesús extendió la mano y tocó al hombre.

—Sí quiero —le dijo—. ¡Queda limpio!

Y al instante quedó sano[a] de la lepra.

—Mira, no se lo digas a nadie —le dijo Jesús—; solo ve, preséntate al


sacerdote, y lleva la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de
testimonio.

La fe del centurión

Al entrar Jesús en Capernaúm, se le acercó un centurión pidiendo ayuda.

—Señor, mi siervo está postrado en casa con parálisis, y sufre


terriblemente.

—Iré a sanarlo —respondió Jesús.

—Señor, no merezco que entres bajo mi techo. Pero basta con que digas

una sola palabra, y mi siervo quedará sano. 9 Porque yo mismo soy un


hombre sujeto a órdenes superiores, y además tengo soldados bajo mi
autoridad. Le digo a uno: “Ve”, y va, y al otro: “Ven”, y viene. Le digo a mi
siervo: “Haz esto”, y lo hace.
10 
Al oír esto, Jesús se asombró y dijo a quienes lo seguían:

—Les aseguro que no he encontrado en Israel a nadie que tenga tanta


fe. 11 Les digo que muchos vendrán del oriente y del occidente, y participarán
en el banquete con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. 12 Pero a
los súbditos del reino se les echará afuera, a la oscuridad, donde habrá
llanto y rechinar de dientes.
13 
Luego Jesús le dijo al centurión:

— ¡Ve! Todo se hará tal como creíste.

Y en esa misma hora aquel siervo quedó sano.


Parábola del sembrador

13 Ese mismo día salió Jesús de la casa y se sentó junto al lago. 2 Era tal la
multitud que se reunió para verlo que él tuvo que subir a una barca donde se
sentó mientras toda la gente estaba de pie en la orilla. 3 Y les dijo en
parábolas muchas cosas como estas: «Un sembrador salió a
sembrar. 4 Mientras iba esparciendo la semilla, una parte cayó junto al
camino, y llegaron los pájaros y se la comieron. 5 Otra parte cayó en terreno
pedregoso, sin mucha tierra. Esa semilla brotó pronto porque la tierra no era
profunda; 6 pero, cuando salió el sol, las plantas se marchitaron y, por no
tener raíz, se secaron. 7 Otra parte de la semilla cayó entre espinos que, al
crecer, la ahogaron. 8 Pero las otras semillas cayeron en buen terreno, en el
que se dio una cosecha que rindió treinta, sesenta y hasta cien veces más de
lo que se había sembrado. 9 El que tenga oídos, que oiga».
10 
Los discípulos se acercaron y le preguntaron:

—¿Por qué le hablas a la gente en parábolas?

—A ustedes se les ha concedido conocer los secretos del reino de los


11 

cielos; pero a ellos no. 12 Al que tiene, se le dará más, y tendrá en


abundancia. Al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará. 13 Por eso
les hablo a ellos en parábolas:

»Aunque miran, no ven;


    aunque oyen, no escuchan ni entienden.
14 
En ellos se cumple la profecía de Isaías:

»“Por mucho que oigan, no entenderán;


    por mucho que vean, no percibirán.
15 
Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible;
    se les han embotado los oídos,
    y se les han cerrado los ojos.
De lo contrario, verían con los ojos,
    oirían con los oídos,
    entenderían con el corazón
y se convertirían, y yo los sanaría”.[a]

Pero dichosos los ojos de ustedes porque ven, y sus oídos porque
16 

oyen. 17 Porque les aseguro que muchos profetas y otros justos anhelaron


ver lo que ustedes ven, pero no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, pero no
lo oyeron.

»Escuchen lo que significa la parábola del sembrador: 19 Cuando alguien


18 

oye la palabra acerca del reino y no la entiende, viene el maligno y arrebata


lo que se sembró en su corazón. Esta es la semilla sembrada junto al
camino. 20 El que recibió la semilla que cayó en terreno pedregoso es el que
oye la palabra e inmediatamente la recibe con alegría; 21 pero, como no tiene
raíz, dura poco tiempo. Cuando surgen problemas o persecución a causa de
la palabra, en seguida se aparta de ella. 22 El que recibió la semilla que cayó
entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de esta vida
y el engaño de las riquezas la ahogan, de modo que esta no llega a dar
fruto. 23 Pero el que recibió la semilla que cayó en buen terreno es el que oye
la palabra y la entiende. Este sí produce una cosecha al treinta, al sesenta y
hasta al ciento por uno».

Jesús en el templo

Jesús entró en el templo[d] y echó de allí a todos los que compraban y


12 

vendían. Volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los
que vendían palomas. 13 «Escrito está —les dijo—: “Mi casa será llamada
casa de oración”;[e] pero ustedes la están convirtiendo en “cueva de
ladrones”».[f]

Se le acercaron en el templo ciego y cojo, y los sanó. 15 Pero cuando los


14 

jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley vieron que hacía cosas
maravillosas, y que los niños gritaban en el templo: « ¡Hosanna al Hijo de
David!», se indignaron.
16 
— ¿Oyes lo que esos están diciendo? —protestaron.

—Claro que sí —respondió Jesús—; ¿no han leído nunca:

»“En los labios de los pequeños


    y de los niños de pecho
    has puesto la perfecta alabanza”?» [g]

Entonces los dejó y, saliendo de la ciudad, se fue a pasar la noche en


17 

Betania.
MARCOS
Jesús sana a un paralítico

2 Unos días después, cuando Jesús entró de nuevo en Capernaúm, corrió la


voz de que estaba en casa. 2 Se aglomeraron tantos que ya no quedaba sitio
ni siquiera frente a la puerta mientras él les predicaba la palabra. 3 Entonces
llegaron cuatro hombres que le llevaban un paralítico. 4 Como no podían
acercarlo a Jesús por causa de la multitud, quitaron parte del techo encima
de donde estaba Jesús y, luego de hacer una abertura, bajaron la camilla en
la que estaba acostado el paralítico. 5 Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al
paralítico:

—Hijo, tus pecados quedan perdonados.

Estaban sentados allí algunos maestros de la ley, que pensaban: 7 «¿Por


qué habla este así? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar pecados
sino solo Dios?»

En ese mismo instante supo Jesús en su espíritu que esto era lo que

estaban pensando.

—¿Por qué razonan así? —les dijo—. 9 ¿Qué es más fácil, decirle al


paralítico: “Tus pecados son perdonados”, o decirle: “Levántate, toma tu
camilla y anda”? 10 Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene
autoridad en la tierra para perdonar pecados —se dirigió entonces al
paralítico—: 11 A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.

Él se levantó, tomó su camilla en seguida y salió caminando a la vista de


12 

todos. Ellos se quedaron asombrados y comenzaron a alabar a Dios.

—Jamás habíamos visto cosa igual —decían.

res viejos. De hacerlo así, el vino hará reventar los odres y se arruinarán
tanto el vino como los odres. Más bien, el vino nuevo se echa en odres
nuevos.

Nombramiento de los doce apóstoles

Subió Jesús a una montaña y llamó a los que quiso, los cuales se
13 

reunieron con él. 14 Designó a doce, a quienes nombró apóstoles, [a] para que


lo acompañaran y para enviarlos a predicar 15 y ejercer autoridad para
expulsar demonios. 16 Estos son los doce que él nombró: Simón (a quien
llamó Pedro); 17 Jacobo y su hermano Juan, hijos de Zebedeo (a quienes
llamó Boanerges, que significa: Hijos del trueno); 18 Andrés, Felipe,
Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo, hijo de Alfeo; Tadeo, Simón el Zelote 19 y
Judas Iscariote, el que lo traicionó .

LUCAS
Nacimiento de Jesús

2 Por aquellos días Augusto César decretó que se levantara un censo en


todo el Imperio romano.[a] 2 (Este primer censo se efectuó cuando Cirenio
gobernaba en Siria). 3 Así que iban todos a inscribirse, cada cual a su propio
pueblo.

También José, que era descendiente del rey David, subió de Nazaret, ciudad

de Galilea, a Judea. Fue a Belén, la Ciudad de David, 5 para inscribirse junto


con María su esposa.[b] Ella se encontraba encinta 6 y, mientras estaban allí,
se le cumplió el tiempo. 7 Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió
en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la
posada.

Lucas 3

Juan el Bautista prepara el camino

3 En el año quince del reinado de Tiberio César, Poncio Pilato gobernaba la
provincia de Judea, Herodes[a] era tetrarca en Galilea, su hermano Felipe en
Iturea y Traconite, y Lisanias en Abilene; 2 el sumo sacerdocio lo ejercían
Anás y Caifás. En aquel entonces, la palabra de Dios llegó a Juan hijo de
Zacarías, en el desierto. 3 Juan recorría toda la región del Jordán predicando
el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados. 4 Así está escrito
en el libro del profeta Isaías:

«Voz de uno que grita en el desierto:


“Preparen el camino del Señor,
    háganle sendas derechas.

Todo valle será rellenado,
    toda montaña y colina será allanada.
Los caminos torcidos se enderezarán,
    las sendas escabrosas quedarán llanas.

Y todo mortal verá la salvación de Dios”».[b]


Muchos acudían a Juan para que los bautizara.

—¡Camada de víboras! —les advirtió—. ¿Quién les dijo que podrán escapar
del castigo que se acerca? 8 Produzcan frutos que demuestren
arrepentimiento. Y no se pongan a pensar: “Tenemos a Abraham por padre”.
Porque les digo que aun de estas piedras Dios es capaz de darle hijos a
Abraham. 9 Es más, el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles, y todo
árbol que no produzca buen fruto será cortado y arrojado al fuego.

10 
—¿Entonces qué debemos hacer? —le preguntaba la gente.

11 
—El que tiene dos camisas debe compartir con el que no tiene ninguna —
les contestó Juan—, y el que tiene comida debe hacer lo mismo.

12 
Llegaron también unos recaudadores de impuestos para que los bautizara.

—Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros? —le preguntaron.

13 
—No cobren más de lo debido —les respondió.

14 
—Y nosotros, ¿qué debemos hacer? —le preguntaron unos soldados.

—No extorsionen a nadie ni hagan denuncias falsas; más bien confórmense


con lo que les pagan.

15 
La gente estaba a la expectativa, y todos se preguntaban si acaso Juan
sería el Cristo.

16 
—Yo los bautizo a ustedes con[c] agua —les respondió Juan a todos—.
Pero está por llegar uno más poderoso que yo, a quien ni siquiera merezco
desatarle la correa de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y
con fuego. 17 Tiene el aventador en la mano para limpiar su era y recoger el
trigo en su granero; la paja, en cambio, la quemará con fuego que nunca se
apagará.

18 
Y con muchas otras palabras exhortaba Juan a la gente y le anunciaba las
buenas nuevas. 19 Pero, cuando reprendió al tetrarca Herodes por el asunto
de su cuñada Herodías,[d] y por todas las otras maldades que había
cometido, 20 Herodes llegó hasta el colmo de encerrar a Juan en la cárcel.

ANTIGUO TESTAMENTO

GENESIS

Adán y Eva

Cuando Dios el SEÑOR hizo la tierra y los cielos, 5 aún no había ningún


arbusto del campo sobre la tierra, ni había brotado la hierba, porque Dios
el SEÑOR todavía no había hecho llover sobre la tierra ni existía el hombre
para que la cultivara. 6 No obstante, salía de la tierra un manantial que regaba
toda la superficie del suelo. 7 Y Dios el SEÑOR formó al hombre[b] del polvo de
la tierra, y sopló en su nariz hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser
viviente.

Dios el SEÑOR plantó un jardín al oriente del Edén, y allí puso al hombre que

había formado. 9 Dios el SEÑOR hizo que creciera toda clase de árboles


hermosos, los cuales daban frutos buenos y apetecibles. En medio del jardín
hizo crecer el árbol de la vida y también el árbol del conocimiento del bien y
del mal.

Del Edén nacía un río que regaba el jardín, y que desde allí se dividía en
10 

cuatro ríos menores. 11 El primero se llamaba Pisón, y recorría toda la región


de Javilá, donde había oro. 12 El oro de esa región era fino, y también había
allí resina muy buena y piedra de ónice. 13 El segundo se llamaba Guijón, que
recorría toda la región de Cus.[c] 14 El tercero se llamaba Tigris, que corría al
este de Asiria. El cuarto era el Éufrates.

Dios el SEÑOR tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo


15 

cultivara y lo cuidara, 16 y le dio este mandato: «Puedes comer de todos los


árboles del jardín, 17 pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no
deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás».

Luego Dios el SEÑOR dijo: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a
18 

hacerle una ayuda adecuada». 19 Entonces Dios el SEÑOR formó de la tierra


toda ave del cielo y todo animal del campo, y se los llevó al hombre para ver
qué nombre les pondría. El hombre les puso nombre a todos los seres vivos,
y con ese nombre se les conoce. 20 Así el hombre fue poniéndoles nombre a
todos los animales domésticos, a todas las aves del cielo y a todos los
animales del campo. Sin embargo, no se encontró entre ellos la ayuda
adecuada para el hombre.

Entonces Dios el SEÑOR hizo que el hombre cayera en un sueño profundo


21 

y, mientras este dormía, le sacó una costilla y le cerró la herida. 22 De la


costilla que le había quitado al hombre, Dios el SEÑOR hizo una mujer y se la
presentó al hombre, 23 el cual exclamó:

«Esta sí es hueso de mis huesos


    y carne de mi carne.
Se llamará “mujer”[d]
    porque del hombre fue sacada».

Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los


24 

dos se funden en un solo ser.[e]

En ese tiempo el hombre y la mujer estaban desnudos, pero ninguno de los


25 

dos sentía vergüenza.

La caída del ser humano

3 La serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Dios
el SEÑOR había hecho, así que le preguntó a la mujer:

—¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín?

—Podemos comer del fruto de todos los árboles —respondió la mujer


—. 3 Pero, en cuanto al fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos
ha dicho: “No coman de ese árbol, ni lo toquen; de lo contrario, morirán”.

Pero la serpiente le dijo a la mujer:

—¡No es cierto, no van a morir! 5 Dios sabe muy bien que, cuando coman de
ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores
del bien y del mal.

La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que tenía buen

aspecto y era deseable para adquirir sabiduría, así que tomó de su fruto y
comió. Luego le dio a su esposo, y también él comió. 7 En ese momento se
les abrieron los ojos, y tomaron conciencia de su desnudez. Por eso, para
cubrirse entretejieron hojas de higuera.

Cuando el día comenzó a refrescar, el hombre y la mujer oyeron que Dios


el SEÑOR andaba recorriendo el jardín; entonces corrieron a esconderse


entre los árboles, para que Dios no los viera. 9 Pero Dios el SEÑOR llamó al
hombre y le dijo:

—¿Dónde estás?
10 
El hombre contestó:

—Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo.
Por eso me escondí.

—¿Y quién te ha dicho que estás desnudo? —le preguntó Dios—. ¿Acaso
11 

has comido del fruto del árbol que yo te prohibí comer?


12 
Él respondió:

—La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí.
13 
Entonces Dios el SEÑOR le preguntó a la mujer:

—¿Qué es lo que has hecho?

—La serpiente me engañó, y comí —contestó ella.


14 
Dios el SEÑOR dijo entonces a la serpiente:

«Por causa de lo que has hecho,


    ¡maldita serás entre todos los animales,
    tanto domésticos como salvajes!
Te arrastrarás sobre tu vientre,
    y comerás polvo todos los días de tu vida.
15 
Pondré enemistad entre tú y la mujer,
    y entre tu simiente y la de ella;
su simiente te aplastará la cabeza,
    pero tú le morderás el talón».
16 
A la mujer le dijo:

«Multiplicaré tus dolores en el parto,


    y darás a luz a tus hijos con dolor.
Desearás a tu marido,
    y él te dominará».
17 
Al hombre le dijo:

«Por cuanto le hiciste caso a tu mujer,


    y comiste del árbol del que te prohibí comer,
    ¡maldita será la tierra por tu culpa!
Con penosos trabajos comerás de ella
    todos los días de tu vida.
18 
La tierra te producirá cardos y espinas,
    y comerás hierbas silvestres.
19 
Te ganarás el pan con el sudor de tu frente,
    hasta que vuelvas a la misma tierra
    de la cual fuiste sacado.
Porque polvo eres,
    y al polvo volverás».

El hombre llamó Eva[a] a su mujer, porque ella sería la madre de todo ser
20 

viviente.

Dios el SEÑOR hizo ropa de pieles para el hombre y su mujer, y los


21 

vistió. 22 Y dijo: «El ser humano ha llegado a ser como uno de nosotros, pues
tiene conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser que extienda su mano y
también tome del fruto del árbol de la vida, y lo coma y viva para
siempre». 23 Entonces Dios el SEÑOR expulsó al ser humano del jardín del
Edén, para que trabajara la tierra de la cual había sido hecho. 24 Luego de
expulsarlo, puso al oriente del jardín del Edén a los querubines, y una
espada ardiente que se movía por todos lados, para custodiar el camino que
lleva al árbol de la vida.

EXODO
Nacimiento de Moisés

2 Hubo un levita que tomó por esposa a una mujer de su propia tribu. 2 La
mujer quedó embarazada y tuvo un hijo, y al verlo tan hermoso lo escondió
durante tres meses. 3 Cuando ya no pudo seguir ocultándolo, preparó una
cesta de papiro, la embadurnó con brea y asfalto y, poniendo en ella al niño,
fue a dejar la cesta entre los juncos que había a la orilla del Nilo. 4 Pero la
hermana del niño se quedó a cierta distancia para ver qué pasaría con él.

En eso, la hija del faraón bajó a bañarse en el Nilo. Sus doncellas, mientras
tanto, se paseaban por la orilla del río. De pronto la hija del faraón vio la
cesta entre los juncos, y ordenó a una de sus esclavas que fuera por
ella. 6 Cuando la hija del faraón abrió la cesta y vio allí dentro un niño que
lloraba, le tuvo compasión y exclamó:

— ¡Es un niño hebreo!



La hermana del niño preguntó entonces a la hija del faraón:
— ¿Quiere usted que vaya y llame a una nodriza hebrea, para que críe al niño
por usted?

—Ve a llamarla —contestó.

La muchacha fue y trajo a la madre del niño, 9 y la hija del faraón le dijo:

—Llévate a este niño y críamelo. Yo te pagaré por hacerlo.

Fue así como la madre del niño se lo llevó y lo crio. 10 Ya crecido el niño, se
lo llevó a la hija del faraón, y ella lo adoptó como hijo suyo; además, le puso
por nombre Moisés,[a] pues dijo: «¡Yo lo saqué del

Primer encuentro con el faraón

5 Después de eso, Moisés y Aarón se presentaron ante el faraón y le dijeron:

—Así dice el SEÑOR, Dios de Israel: “Deja ir a mi pueblo para que celebre en
el desierto una fiesta en mi honor”.

—¿Y quién es el SEÑOR —respondió el faraón— para que yo le obedezca y


deje ir a Israel? ¡Ni conozco al SEÑOR, ni voy a dejar que Israel se vaya!

—El Dios de los hebreos nos ha salido al encuentro —contestaron—. Así


que debemos hacer un viaje de tres días, hasta el desierto, para ofrecer
sacrificios al SEÑOR nuestro Dios. De lo contrario, podría castigarnos con
plagas o matarnos a filo de espada.

—Moisés y Aarón —replicó el rey de Egipto—, ¿por qué distraen al pueblo


de sus quehaceres? ¡Vuelvan a sus obligaciones! 5 Dense cuenta de que es


mucha la gente de este país, y ustedes no la dejan trabajar.

Ese mismo día el faraón les ordenó a los capataces y a los jefes de

cuadrilla: 7 «Ya no le den paja a la gente para hacer ladrillos. ¡Que vayan ellos
mismos a recogerla! 8 Pero sigan exigiéndoles la misma cantidad de ladrillos
que han estado haciendo. ¡No les reduzcan la cuota! Son unos holgazanes, y
por eso me ruegan: “Déjanos ir a ofrecerle sacrificios a nuestro
Dios”. 9 Impónganles tareas más pesadas. Manténganlos ocupados. Así no
harán caso de mentiras».

Los capataces y los jefes de cuadrilla salieron de allí y fueron a decirle al


10 

pueblo: «Así dice el faraón: “Ya no voy a darles paja. 11 Vayan ustedes


mismos a recogerla donde la encuentren. Pero eso sí, ¡en nada se les
rebajará la tarea!”»
Fue así como el pueblo se esparció por todo Egipto para recoger rastrojo y
12 

usarlo en lugar de paja. 13 Los capataces no dejaban de apremiarlos y


decirles: «Cumplan con su tarea diaria, como cuando se les daba
paja». 14 Además, esos mismos capataces del faraón golpeaban a los jefes de
cuadrilla israelitas que ellos mismos habían nombrado, y les preguntaban:
«¿Por qué ni ayer ni hoy cumplieron con su cuota de ladrillos, como antes lo
hacían?»

Los jefes de cuadrilla israelitas fueron entonces a quejarse ante el faraón.


15 

Le dijeron:

—¿Por qué Su Majestad trata así a sus siervos? 16 ¡Ya ni paja recibimos! A


pesar de eso, ¡se nos exige hacer ladrillos y, como si fuera poco, se nos
golpea! ¡La gente de Su Majestad no está actuando bien!

— ¡Haraganes, haraganes! —Exclamó el faraón—. ¡Eso es lo que son! Por


17 

eso andan diciendo: “Déjanos ir a ofrecerle sacrificios al SEÑOR”. 18 Ahora,


¡vayan a trabajar! No se les va a dar paja, pero tienen que entregar su cuota
de ladrillos.

Los jefes de cuadrilla israelitas se dieron cuenta de que estaban en un


19 

aprieto cuando se les dijo que la cuota diaria de ladrillos no se les iba a
rebajar. 20 Así que al encontrarse con Moisés y Aarón, que los estaban
esperando a la salida, 21 les dijeron: « ¡Que el SEÑOR los examine y los
juzgue! ¡Por culpa de ustedes somos unos apestados ante el faraón y sus
siervos! ¡Ustedes mismos les han puesto la espada en la mano, para que nos
maten!»

Números
Votos de las mujeres

30 Moisés les dijo a los jefes de las tribus de Israel: «El SEÑOR ha ordenado
que 2 cuando un hombre haga un voto al SEÑOR, o bajo juramento haga un
compromiso, no deberá faltar a su palabra, sino que cumplirá con todo lo
prometido.

»Cuando una joven, que todavía viva en casa de su padre, haga un voto

al SEÑOR y se comprometa en algo, 4 si su padre se entera de su voto y de su


compromiso, pero no le dice nada, entonces ella estará obligada a cumplir
con todos sus votos y promesas. 5 Pero, si su padre se entera y no lo
aprueba, todos los votos y compromisos que la joven haya hecho quedarán
anulados, y el SEÑOR la absolverá porque fue el padre quien los desaprobó.
»Si la joven se casa después de haber hecho un voto o una promesa

precipitada que la compromete, 7 y su esposo se entera, pero no le dice nada,


entonces ella estará obligada a cumplir sus votos y promesas. 8 Pero, si su
esposo se entera y no lo aprueba, el voto y la promesa que ella hizo en forma
precipitada quedarán anulados, y el SEÑOR la absolverá.

»La viuda o divorciada que haga un voto o compromiso estará obligada a


cumplirlo.

»Cuando una mujer casada haga un voto, o bajo juramento se comprometa


10 

en algo, 11 si su esposo se entera, pero se queda callado y no lo desaprueba,


entonces ella estará obligada a cumplir todos sus votos y promesas. 12 Pero,
si su esposo se entera y los anula, entonces ninguno de los votos o
promesas que haya hecho le serán obligatorios, pues su esposo los anuló.
El SEÑOR la absolverá.

»El esposo tiene la autoridad de confirmar o de anular cualquier voto o


13 

juramento de abstinencia que ella haya hecho. 14 En cambio, si los días


pasan y el esposo se queda callado, su silencio confirmará todos los votos y
compromisos contraídos por ella. El esposo los confirmará por no haber
dicho nada cuando se enteró. 15 Pero, si llega a anularlos después de un
tiempo de haberse enterado, entonces él cargará con la culpa de su esposa».

Estos son los estatutos que el SEÑOR dio a Moisés en cuanto a la relación


16 

entre esposo y esposa, y entre el padre y la hija que todavía viva en su casa.

Ruta de Israel por el desierto

33 Cuando los israelitas salieron de Egipto bajo la dirección de Moisés y de


Aarón, marchaban ordenadamente, como un ejército. 2 Por mandato
del SEÑOR, Moisés anotaba cada uno de los lugares de donde partían y
adonde llegaban. Esta es la ruta que siguieron:

El día quince del mes primero, un día después de la Pascua, los israelitas

partieron de Ramsés. Marcharon desafiantes a la vista de todos los


egipcios, 4 mientras estos sepultaban a sus primogénitos, a quienes
el SEÑOR había herido de muerte. El SEÑOR también dictó sentencia contra
los dioses egipcios.

Los israelitas partieron de Ramsés y acamparon en Sucot.

Partieron de Sucot y acamparon en Etam, en los límites del desierto.
Partieron de Etam, pero volvieron a Pi Ajirot, al este de Baal Zefón, y

acamparon cerca de Migdol.

Partieron de Pi Ajirot y cruzaron el mar hasta llegar al desierto. Después de


andar tres días por el desierto de Etam, acamparon en Mara.

Partieron de Mara con dirección a Elim, donde había doce fuentes de agua y

setenta palmeras, y acamparon allí.


10 
Partieron de Elim y acamparon cerca del Mar Rojo.
11 
Partieron del Mar Rojo y acamparon en el desierto de Sin.
12 
Partieron del desierto de Sin y acamparon en Dofcá.
13 
Partieron de Dofcá y acamparon en Alús.

Partieron de Alús y acamparon en Refidín, donde los israelitas no tenían


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agua para beber.


15 
Partieron de Refidín y acamparon en el desierto de Sinaí.
16 
Partieron del desierto de Sinaí y acamparon en Quibrot Hatavá.
17 
Partieron de Quibrot Hatavá y acamparon en Jazerot.
18 
Partieron de Jazerot y acamparon en Ritmá.
19 
Partieron de Ritmá y acamparon en Rimón Peres.
20 
Partieron de Rimón Peres y acamparon en Libná.
21 
Partieron de Libná y acamparon en Risá.
22 
Partieron de Risá y acamparon en Celata.
23 
Partieron de Celata y acamparon en el monte Séfer.
24 
Partieron del monte Séfer y acamparon en Jaradá.
25 
Partieron de Jaradá y acamparon en Maquelot.
26 
Partieron de Maquelot y acamparon en Tajat.
27 
Partieron de Tajat y acamparon en Téraj.
28 
Partieron de Téraj y acamparon en Mitca.
29 
Partieron de Mitca y acamparon en Jasmoná.
30 
Partieron de Jasmoná y acamparon en Moserot.
31 
Partieron de Moserot y acamparon en Bené Yacán.
32 
Partieron de Bené Yacán y acamparon en el monte Guidgad.
33 
Partieron del monte Guidgad y acamparon en Jotbata.
34 
Partieron de Jotbata y acamparon en Abroná.
35 
Partieron de Abroná y acamparon en Ezión Guéber.
36 
Partieron de Ezión Guéber y acamparon en Cades, en el desierto de Zin.

Partieron de Cades y acamparon en el monte Hor, en la frontera con


37 

Edom. 38 Al mandato del SEÑOR, el sacerdote Aarón subió al monte Hor,


donde murió el día primero del mes quinto, cuarenta años después de que
los israelitas habían salido de Egipto. 39 Aarón murió en el monte Hor a la
edad de ciento veintitrés años.

El rey cananeo de Arad, que vivía en el Néguev de Canaán, se enteró de


40 

que los israelitas se acercaban.


41 
Partieron del monte Hor y acamparon en Zalmona.
42 
Partieron de Zalmona y acamparon en Punón.
43 
Partieron de Punón y acamparon en Obot.
44 
Partieron de Obot y acamparon en Iyé Abarín, en la frontera con Moab.

Partieron de Iyé Abarín y acamparon en Dibón Gad. 46 Partieron de Dibón


45 

Gad y acamparon en Almón Diblatayin. 47 Partieron de Almón Diblatayin y


acamparon en los campos de Abarín, cerca de Nebo. 48 Partieron de los
montes de Abarín y acamparon en las llanuras de Moab, cerca del Jordán, a
la altura de Jericó. 49 Acamparon a lo largo del Jordán, desde Bet Yesimot
hasta Abel Sitín, en las llanuras de Moab.

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