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Los sueños de Gabriel Aguilar (Alberto FLORES GALINDO)

SEMINARIO DE HISTORIA COLONIAL

La conspiración de expulsar a los españoles de la ciudad de Cuzco por el


mineralogista Gabriel Aguilar y el funcionario de la Audiencia, Manuel Ubalde (junto a
miembros eclesiásticos, criollo e indios de parroquias) tomó como precio su condena a
la horca el 5 de diciembre de 1805 (por el delator Mariano Lechuga). A la memoria
republicana como precursores de “ideales patriotas y libertarios”, está el hecho de la
búsqueda de estos criollos al retorno de la monarquía inca. En el proceso que tuvieron
Aguilar y Ubalde antes de sus ejecuciones, estos no callaban nada: relataban sus
sueños. Asumían abiertamente sus argumentos e intenciones.

Manuel Ubalde, quien de economía frágil familiar, tenía una inquietud religiosa
que le hacía poseer preocupación por los “desvalidos”, era un eficaz abogado en Lima.
Su desempeño lo lleva a reemplazar por 2 años al teniente asesor titular de la Audiencia
del Cusco. Este, con cierta incomodidad en la ciudad, logra encontrar a Aguilar.

Gabriel Aguilar, de Huánuco, tenía en su lugar origen relatos alzamientos (como


el de Juan Santos Atahualpa); en una localidad cerca, Llata, la insurgencia dejó
muertos al capitán y teniente del corregidor (quienes fueron desnudos, arrastrados y
descuartizados) (1777); hubo en 1780 la formación de 200 mestizos por el corregidor de
Huánuco frente a indios rebeldes). Este Aguilar, de familia numerosa, en portavoz de
legitimidad, debía ser bautizado a fin de cumplir las reglas del matrimonio de sus
padres (aunque él fue a la pila bautismal 2 años después de nacer, no como sus
hermanos: en pocos días de neonato). En sueños, Aguilar en el transcurso de su vida
tenía la voz de su vocación: el elegido por el Señor. En sus viajes al sur de Perú, en las
pampas de Argentina, los pobladores oidores de insurrecciones, posibilitaran su
transformación como “Caudillo de una mutación política”.

En las travesías de Aguilar a Lima, Chachapoyas, Cajamarca, su original Huánuco,


decide quedarse en Cusco, pues tiene una señal (Cristo crucificado en San Francisco de
Cusco). La idea en el encuentro con Ubalde de la preocupación de los pobres y su
sufrimiento inquieta la propuesta de hacerse de un nuevo orden. Si todavía el Cusco en
el siglo XVIII pudo ser una ciudad próspera de la antigua capital imperial, desde 1795
esta región pasaba por una crisis económica y social (entre comercio español y/o
criollo). Los indígenas eran despojados de sus derechos de linaje desde 1780. La
conspiración de Ubalde y Aguilar se hacía ideal, aun con coronación de Inca (en la
paradójica participación de 22 españoles y la escasa intervención local).

Los temas presentes en la conspiración criticaban los “justos títulos” de gobierno,


la tiranía monarca, la prédica de la conquista justificada. En la composición del
discurso reformista, las citas cristianas significaban la iluminación interpretativa del
hombre a la verdad. Ubalde y Aguilar se autoconsideran los profetas en la misión de la
descendencia inca (para su caso, Manuel Valverde Amparo). Para ellos, el fin español
ha llegado, es “tiempo de los indios” (sin argumentos tácticos). La transcendencia social
en profetas como Garcilaso de la Vega o Santa Rosa de Lima (en la devoción ya
campesina y rural). Los criollos de la conspiración – quienes no le dan mucha
relevancia a caracteres iluministas (por el distanciamiento de la razón al cristianismo)
– están dispuestos a crear sus propias tradiciones: la UTOPÍA ANDINA.
Los sueños

Las declaraciones de relatos de sueños ante los jueces en el caso de Ubalde y


Aguilar, son el sustento político que mantiene su propuesta de (re)interpretar las
historias. Son una revelación con un ambiguo tema político: el ungimiento, el
matrimonio y coronación. Para Gabriel Aguilar, quien tardío a ser bautizado, tenía de
niño un maestro de gramática. Este fraile quien era reacio de enseñanza, castigaba la
distracción del pequeño Gabriel. Tal crueldad, junto a la – al parecer – aprobación de
los padres de los castigos, se pregunta “quien soy yo” (y su sentido de orfandad), acerca
del reconocimiento de una identidad (como muchos otros en la convulsión de un país)

SUEÑO 1

“…fue conducido al bautisterio en una iglesia (en Huánuco) (…), se retiró a uno de
los rincones de la pieza y encogiéndose para ser menos visto (…) entraron Ángeles (…),
los 12 Apóstoles (…), la Virgen Santísima (…), Nuestro Señor Jesucristo (…) dijo:
¿Dónde está Gabriel? (…) levantándolo (a Gabriel) del rincón (…) le dijo el Señor: Hijo,
he oído tus oraciones, ya en adelante no serás mortificado por tu Maestro (…), (he)
puesto tu nombre en el libro de los Escogidos; (…) tú serás uno de los más grandes de la
tierra (…) pero cuidado con mis mandamientos. (…) (Gabriel) sobrecogido de espanto,
prorrumpió en un torrentes de lágrimas y sudor (…)”.

La interpretación de este sueño acerca la realidad de identidad (de Gabriel, de 9


años). Su presumible pequeñez de identidad se retrata al “encogerse”. Se da el paso de
su ignorancia a la claridad del bautismo: de la iluminación celestial (inteligencia) y la
adquisición de nuevos padres (“Hijo”), el Señor y la Virgen María. No obstante el sueño
se convierte en pesadilla: está espantado (la regresión a la inferioridad). Los
“mandamientos” del Señor son el agregado del bien frente al conflicto de adjudica la
misión mesiánica (de ahí “evitar una carnicería en el pueblo” o una revolución “sin
violencia”).

El discurso onírico de Aguilar posee imágenes duales: luz y oscuridad; pequeño y


grande (de “encogerse” y “agrandarse”); la luminosidad de Cristo y su atormentante
presión; la gotas de bautismo y el llanto. Tal dualismo, en la cosmovisión andina es de
menester a la realidad, para Aguilar solo significaba validez cuando se escoge una
solución, no el equilibrio.

SUEÑO 10

“…se había visto cubrir de un manto en esta Iglesia mayor (…) y que dicho Gabriel
protestó al Declarante, que no podía asegurar su visión de su real investidura le
aconteció dormido o despierto”.

Se muestra la angustia de un hombre que se imaginaba en la “desnudez” y la necesidad


de salvación desde lo alto con el “Manto Real”.

SUEÑO 12

“… se me apareció un Jesús Nazareno en sueños

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