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“El arte del escritor consiste en llevar las palabras, poco a poco, a interesarse en sus libros”
De este modo el fin de la escritura está más allá de la escritura, si acaba en ella
misma es una señal de desprecio. Sino alcanza el lenguaje una altura absoluta
(Hegel), si carece de desencuentro, no es desgarradora, transformadora del ser,
es mala escritura; si en su lugar hay deleite, placer, narcisismo; escribir por
escribir se torna autodestructible.
La escritura ha de establecer como reto sobrepasar la escritura, su finalidad no es
estar en el libro. El que escribe se mantiene a la entrada del texto, la función es
guiar al lector, hilvanar palabras, armar sentidos, significados para compartir, esa
es la verdadera esencia de la que escribe la escritura; se nombran los dos porque
no pueden escindirse, la escritura no puede separarse del escritor.
Este sentido del escribir se ha de concretar en el aula, donde la escritura
representa humanamente un momento para estimular la creatividad, la capacidad
de expresión y en especial la comprensión.
¿Por qué escribir?, según algunos autores como Mario Vargas Llosa escribir es un
complemento indispensable de la lectura que se ha ido convirtiendo, con el
tiempo, en una forma de vida en torno a la que organiza toda su existencia.
Fernando Iwasaki también alude a la lectura como el origen de su vocación. Esta
pasión le llevó a creer en la inmortalidad de la palabra escrita y en la escritura
como el acto libertario más poderoso que existe.
Umberto Eco escribía por gusto, al igual que Antonio Muñoz Molina, que dice
hacerlo por afición. Para él la escritura es un vicio, un hábito, una manera de estar
en el mundo.
Más crítico es el argumento de Juan José Millás que señala que escribe porque no
se encuentra bien, motivo por el que además es un lector desaforado. Esa
rebeldía también subyace en el oficio de Ricardo Menéndez Salmón. Si estuviera
satisfecho, dice, me limitaría a vivir la vida, no a buscar comprenderla mediante la
escritura.
Umberto Eco escribía por gusto, al igual que Antonio Muñoz Molina, que dice
hacerlo por afición. Para él la escritura es un vicio, un hábito, una manera de estar
en el mundo.
Más crítico es el argumento de Juan José Millás. Afirma que escribe porque no se
encuentra bien, motivo por el que además es un lector desaforado. Esa
rebeldía también subyace en el oficio de Ricardo Menéndez Salmón. Si estuviera
satisfecho, dice, me limitaría a vivir la vida, no a buscar comprenderla mediante la
escritura.
¿Por qué escribir? La mayoría de los autores tiene claro el detonante. Aunque
algunos, como Eduardo Mendoza, nunca se lo hayan preguntado y opinen que
hacerlo carece de interés, tras el acto de escribir se esconden siempre buenos
motivos. ¿Cuáles son los tuyos?
Con estas ideas que justifican la idea de escribir para comprender se gesta una
relación que obliga a los procesos didácticas a un diseño de secuencias que
impliquen situaciones y tareas de aprendizaje. La relación escritura-compresión es
poco común que se conciba en los procesos didácticos, continuamente se califica
de incapacidad al alumno para escribir. Lo más propio es preguntarse ¿ el alumno
comprende los contenidos y los articula con su vida cotidiana?, porque es posible
que aunque los comprende se queden en el nivel de abstracción. Es decir, se
quedan en una comprensión simple, en lo abstracto, aun no se dirige el acto
pedagógico a la articulación, condición necesaria para señalar.
Al alcanzar la última etapa, alrededor de los seis años, el niño habrá alcanzado
el grado necesario de madurez para aprender a escribir correctamente y de forma
autónoma. Por eso los estudios pedagógicos y psicológicos consideran esta edad
como la más apropiada para aprender a escribir. Pero hasta llegar a afianzar y
culminar el proceso de escritura, automatizándolo, también deberán pasar por tres
fases diferenciadas:
1- Precaligráfica: de 5-6 años los alumnos escriben muy despacio, letra a letra,
mirando a menudo el modelo. Entre los 6-7 años es la etapa de la transcripción de
la palabra dictada o de las suyas propias.
2- Caligráfica: a partir de los 9 años. Los niños son capaces de escribir fácilmente
al dictado, pero su ortografía todavía es muy insegura, por lo que les cuesta
escribir libremente. El objetivo de esta etapa será automatizar la escritura,
regularizando los trazos y haciendo hincapié en aprender las reglas ortográficas.
3- Postcaligráfica: sobre los 11-12 años. La escritura está casi automatizada, lo
que hace que el alumno tienda a modificar su tipo de letra. En esta fase es
fundamental que hagan comentarios de texto y redacciones.
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Esta creencia de escribir como conjunto de técnicas o habilidades que pueden ser
aprendidas o que ya deberían haber sido aprendidas en etapas educativas
anteriores, y separada de el hecho de pensar, es como señalan Mitchell y Evison
(2006)